El cooperativismo como alternativa en la política eléctrica de la provincia de Córdoba (Argentina), 1930-1981 Beatriz R. Solveira CONICET-CEH-UNC-UCC(*) 1. Introducción El cooperativismo como modelo de economía solidaria, tiene más de siglo y medio de vida y en el caso particular de la Argentina surge recién en 1898, en tanto que la primera cooperativa de electricidad se constituye en 1926 y a partir de entonces el cooperativismo eléctrico ha tenido un singular desarrollo, aunque es de lamentar que hasta el momento no haya atraído suficientemente la atención de los investigadores sociales, en especial de los historiadores, y ello es observable en la escasa si no nula bibliografía existente sobre el tema. En muchos países, las cooperativas han desempeñado y aún desempeñan un papel muy importante en la distribución de electricidad La cooperativa constituye una modalidad especial de asociación en virtud de la cual varios individuos se unen para efectuar en común y en la forma más beneficiosa posible una o varias operaciones económicas. El sistema tiene una doble ventaja, por un lado, establece una íntima asociación entre el usuario y la administración del servicio público, pues en una cooperativa el usuario es a la vez accionista y cliente de la empresa de electricidad y, por el otro, asegura por lo general una administración financiera bastante satisfactoria debido a que la cooperativa no tiene como finalidad la obtención de beneficios y por tanto dedica los que consigue a los fines para los que fue creada. Además, pese a que por su naturaleza las cooperativas son organizaciones privadas, en la mayor parte del mundo han mostrado casi siempre la tendencia a convertirse en entidades semipúblicas, como consecuencia de la creciente intervención de los poderes públicos en su constitución, su administración y principalmente en su financiación.1 El movimiento cooperativo eléctrico de Córdoba, que se inicia en el año 1930 cuando se crea la cooperativa de Canals, pequeña localidad ubicada al sureste de la provincia, es uno de los más importantes del país y en la actualidad se ha convertido en un sector por demás relevante dentro de la estructura económica provincial, en particular de pequeñas y medianas empresas, pues mueve gran parte de la economía de cientos de localidades del interior provincial.2 Este fenómeno, sin embargo, aún no ha sido estudiado en profundidad y el objetivo de esta ponencia es ofrecer un panorama general de esa experiencia de economía solidaria, a la que analiza desde la perspectiva de sus relaciones con el Estado, en una etapa de la historia argentina caracterizada por la expansión de la intervención estatal en el sector eléctrico. Ese análisis, centrado exclusivamente en la provincia de Córdoba pero enmarcado en la experiencia nacional e internacional del cooperativismo eléctrico, abarca un amplio periodo de medio siglo, entre la aparición de las primeras cooperativas eléctricas –que coincide con el despertar del Estado intervencionista– y el momento en que, desde el punto de vista eléctrico, la provincia mediterránea deja de constituir un sistema independiente y se incorpora al sistema interconectado nacional.3 La ponencia está dividida en varias partes. En la primera se ofrece una síntesis de las características generales del cooperativismo eléctrico cordobés, al que se compara con 2 el argentino en general y de otros países. En las dos siguientes se describe la evolución de ese movimiento en la provincia de Córdoba desarrollando paralelamente los cambios operados en la política eléctrica del Estado provincial. En fin, en las dos últimas partes se abordan separadamente, por un lado, la política crediticia respecto de las cooperativas eléctricas, y por el otro, el papel jugado por esas entidades en relación con la electrificación rural. 2. Características generales del cooperativismo eléctrico cordobés En la República Argentina el desarrollo del movimiento cooperativo eléctrico está íntimamente vinculado a las condiciones en que se desenvolvió el sector eléctrico y por lo tanto sus rasgos distintivos están prácticamente determinados por éste y en muchos casos son diametralmente distintos a la experiencia internacional del cooperativismo eléctrico. Durante la primera mitad del siglo XX las características técnicas y económicas del negocio eléctrico argentino contribuyeron a circunscribir la expansión de la industria eléctrica a los centros urbanos, y a convertir al proceso de electrificación en un fenómeno exclusivamente urbano, pese a la importancia que siempre desempeñó la agricultura en la vida económica del país y a la evidente conveniencia de extender el proceso de electrificación también a los sectores rurales. En estas condiciones, las primeras cooperativas eléctricas argentinas, surgidas desde mediados de la década de 1920, se crean en áreas urbanas que en la mayoría de los casos ofrecen la particularidad de contar ya con servicio eléctrico, constituyendo una respuesta de los consumidores a los abusos cometidos por las empresas privadas, generalmente de origen extranjero, a cuyo cargo estaba el servicio en la mayoría de las ciudades y pueblos del interior, las que aplicaban tarifas muy onerosas para los consumidores, ya sea por la escala reducida de generación de energía, lo que las obligaba a operar sin economías de escala (alta incidencia de los costos fijos por kWh), o por la elevada tasa de ganancias que aplicaban a un servicio público como el eléctrico, sin ninguna consideración sobre los posibles efectos socio-económicos que ello implicaba para la población.4 Es precisamente como consecuencia de un servicio tan oneroso como ineficiente e insuficiente, que los usuarios se unieron cooperativamente, sea para acceder por primera vez a los servicios eléctricos, sea para procurárselos a niveles de calidad y precio razonable, pero siempre buscando llenar los vacíos que las organizaciones, tanto privadas como estatales, dejaban en la prestación del servicio público de electricidad. Es decir, contrariamente a lo sucedido en los países más avanzados, en la República Argentina el cooperativismo eléctrico es un fenómeno que, si bien se inicia casi al mismo tiempo que en Europa –la primera cooperativa se organiza en 1926–, desde su nacimiento fue predominantemente urbano beneficiando a localidades pequeñas y medianas del interior del país que por lo general ya estaban electrificadas. En los países europeos primero y en Estados Unidos después, la constitución de cooperativas eléctricas es también un fenómeno posterior a la finalización de la Primera Guerra Mundial, pero en ellos la promoción del movimiento cooperativo eléctrico estuvo asociada al convencimiento de que las cooperativas representan la fórmula ideal de la empresa de producción y distribución de electricidad en zonas poco urbanizadas en que las viviendas y las explotaciones, en especial las agrícolas, están muy diseminadas y que por lo tanto son esas sociedades las que deben encargarse de la electrificación de las zonas rurales y por lo tanto ese tipo de cooperativas no se instalaron en zonas urbanas, ni las autoridades consintieron o fomentaron su organización en las zonas ya electrificadas y si bien en muchos casos comenzaron generando la energía que distribuían, con el correr del tiempo su finalidad fundamental consistió en el 3 establecimiento y explotación de líneas secundarias de distribución a baja tensión, quedando la construcción de usinas y su explotación así como el transporte de energía en alta tensión y la coordinación regional de la distribución, en manos del Estado o de grandes empresas particulares. El desarrollo del movimiento cooperativo eléctrico argentino, durante los primeros quince años transcurridos entre la puesta en funcionamiento de la primera cooperativa en 1927 y el 31 de diciembre de 1941, fue importante porque entraron en servicio cerca de medio centenar de nuevas cooperativas, muchas de ellas en localidades ya servidas con electricidad pero que habían logrado quedar como únicas prestatarias del servicio en la localidad.5 Es asimismo importante destacar que sobre medio centenar de cooperativas funcionando, solamente 7 prestaban sus servicios en localidades que antes no contaban con electricidad y que quedaban en el país, todavía, unas 2.400 localidades desprovistas de energía eléctrica. Esa anti-económica duplicación de servicios era consecuencia del carácter de las cooperativas existentes, las que en su gran mayoría fueron organizadas con el fin de abastecer de energía eléctrica a centros urbanos, por lo general ya dotados de servicio eléctrico, y con el propósito de competir con las empresas que lo prestaban, hasta lograr su eliminación. Esta orientación bien definida del cooperativismo eléctrico argentino difiere sensiblemente con la tendencia que predominaba por entonces en el movimiento cooperativo mundial, en el que las cooperativas tenían por fin completar la obra del Estado o de las empresas privadas en la electrificación del país, extendiéndola a las zonas rurales y a las explotaciones agrícolas. En un trabajo publicado por la Oficina Internacional del Trabajo en 1940, sobre 9.817 cooperativas existentes en los 16 países comprendidos en la estadística sólo el medio centenar correspondiente a la Argentina son clasificadas como urbanas. Ahora bien, en este aspecto Córdoba ofrece una realidad diferente porque de las 7 cooperativas que en el país funcionaban como único prestatario del servicio, 4 eran cordobesas, cuando el total de cooperativas que había en la provincia era de apenas 13. 6 Es decir, estamos ante otra diferencia respecto a lo que sucedió en el resto del país, especialmente en la provincia de Buenos Aires, porque en la de Córdoba dentro de las primeras cooperativas surgidas en los años ’30 del siglo pasado, un buen número se formó en pequeñas localidades que hasta ese momento no contaban con servicio eléctrico. Entre el modelo europeo más típico y la experiencia argentina hallamos una cierta similitud. En Europa, al igual que en la Argentina, las primeras cooperativas eléctricas nacieron en una época en que la energía se generaba en forma aislada y se distribuía localmente en forma directa y debido a ello por lo general instalaron sus propias centrales de generación y redes de distribución y consecuentemente comenzaron generando la energía que distribuían; pero cuando los progresos técnicos permitieron la generación de energía en gran escala y, esencialmente, su transmisión en volúmenes suficientes a lugares de consumo distantes de las centrales de generación, que a su vez posibilitó la interconexión de los sistemas eléctricos, las cooperativas se transformaron en entes solamente distribuidores de energía eléctrica. En nuestro país, sin embargo, ese cambio se produjo bastante tiempo después porque las cooperativas sólo se convirtieron en entidades exclusivamente distribuidoras de energía eléctrica como consecuencia de la intervención directa del Estado en el sector eléctrico que a partir de la segunda postguerra dio nacimiento a diversas empresas estatales –nacionales y provinciales– bajo cuyo comando quedaron todos los sistemas de generación y transmisión de energía así como muchas redes de distribución. Sin embargo, aunque en el resto del país las cooperativas comenzaron, por lo general, generando su propia energía y distribuyéndola entre sus asociados, en Córdoba este 4 fenómeno es un poco diferente pues desde un primer momento en esta provincia hubo dos tipos de cooperativas, las generadoras de la energía que distribuían y las distribuidoras de la energía que recibían de terceros. Este fenómeno está relacionado con el aprovechamiento del potencial hidráulico provincial que permitió que un porcentaje importante de las cooperativas que se crean en la década de 1930 estuviera destinado a distribuir la energía generada en la usina “La Cascada”, ubicada en el dique Río Tercero. Y lo mismo sucedió dos décadas después cuando se terminó la central del dique La Viña pues las autoridades provinciales dispusieron que la energía por ella generada fuese distribuida por las cooperativas de la región de Traslasierra; entre ellas, las de Villa Dolores, Las Tapias, Las Rosas, Los Pozos, Los Hornillos, Las Rabonas, Nono, Mina Clavero y Cura Brochero. El resto de las cooperativas cordobesas, en cambio, durante muchos años generaron térmicamente la energía que distribuían. Esta es una característica vigente durante un largo período que va desde 1930 y hasta mediados de los años ’50, pero que comienza a cambiar a partir del momento en que el Estado provincial formula una política eléctrica integral para toda la provincia en la que, como se verá más adelante, el lugar y las funciones que esa política asignó a las cooperativas eléctricas vino a equipararlas con la experiencia internacional, tanto porque la constitución de este tipo de entidades pasó a ser fomentada por el Estado con la misión específica de ser las encargadas de llevar el fluido eléctrico a las pequeñas poblaciones rurales que aún carecían de él –es decir, al igual que en Europa y en Estados Unidos pasaban a convertirse en el agente electrificador del campo–, como porque se trató de circunscribir su participación en el negocio eléctrico a la fase de distribución y comercialización de energía. Sin duda estas nuevas funciones asignadas por la política oficial a las cooperativas eléctricas cordobesas es de honda significación porque revirtió una tendencia hasta entonces distintiva del cooperativismo eléctrico argentino y, sobre todo, porque lo hizo exitosamente. Durante muchos años en la Argentina y también en Córdoba el cooperativismo eléctrico estuvo fundamentalmente constituido por entidades independientes, pero al ritmo del proceso de desarrollo de los sistemas provinciales y nacional de interconexión, las cooperativas se fueron incorporando a los sistemas interconectados de manera que a partir de un 15% de entidades distribuidoras en el año 1961, la evolución hacia esa condición de distribuidoras y la consiguiente paralización de sus centrales propias, llevó aquella proporción al 33% en 1965 y al 58% en 1970. Es más, la modernización de la estructura de conjunto de la cooperación eléctrica argentina no solamente las incorporó rápidamente a los grandes y medianos sistemas interconectados establecidos por las empresas estatales, sino que las cooperativas crearon sus propios sistemas zonales y al finalizar el año 1970 en el país había ya 120 cooperativas proveedoras que operaban sistemas de interconexión que servían a 86 centros urbanos con cooperativa local distribuidora independiente y 253 sin cooperativa local distribuidora, es decir, con los usuarios asociados directamente a la proveedora base.7 Diez años después en la provincia de Córdoba había 70 cooperativas proveedoras, 53 cooperativas locales con distribuidos y 168 cooperativas locales sin distribuidora. Es decir, en la experiencia cordobesa uno de los signos más auspiciosos del período 1960-1980 es la rápida adaptación de las cooperativas a la política eléctrica provincial y al proceso de modernización del servicio eléctrico que significan los sistemas de interconexión y que en el caso de estas sociedades se manifestó en la tendencia a la integración entre cooperativas y a la interconexión entre poblaciones. Más adelante veremos que la política eléctrica diseñada por el gobierno provincial en la segunda 5 mitad de la década de 1950, que comienza a implementarse hacia fines de la misma, contribuyó en gran medida a ese cambio porque esa política aspiraba a que las cooperativas fuesen solamente entes distribuidores de energía y porque a través del accionar de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC) el Estado provincial creó la infraestructura eléctrica necesaria a tal fin. Los diversos planes de electrificación puestos en marcha a partir de 1958 apuntaron a crear un Sistema Interconectado Provincial (SIP), para lo cual ampliaron las redes de transmisión incorporando numerosos kilómetros de líneas de media y alta tensión y dotaron a la provincia de nuevas centrales térmicas, que complementaron la generación de energía hasta entonces preponderantemente hidráulica. En algunos países, la actuación de las cooperativas eléctricas se desarrolló sobre todo en torno de las cooperativas ya creadas en regiones agrícolas y tuvo un carácter accesorio a sus actividades, pero en otras el objetivo inicial y más importante fue el de suministrar a sus asociados la electricidad que necesitaban, aunque en un caso como en otro terminaron desempeñando una destacada función en la electrificación rural, como es el caso de diversos países europeos y también de los Estados Unidos, en algunos de los cuales, además, mostraron una creciente tendencia a incorporar a su oferta original la prestación de otros servicios. En la República Argentina las cooperativas eléctricas siguieron también esa tendencia casi desde sus orígenes y con el correr del tiempo muchas adoptaron un perfil de multiservicios que las convirtió en cooperativas de servicios públicos, además de atender también a la electrificación rural. Algo similar sucede en la provincia de Córdoba donde, si no al amparo al menos con la tolerancia oficial, ya en sus primeros años de existencia las cooperativas eléctricas comenzaron a incorporar otros servicios, en especial el de agua potable, de modo que pese a las dificultades que siempre lo acompañaron, el cooperativismo eléctrico siguió creciendo no sólo en el campo de la electricidad, que le era propio, sino también ampliando sus actividades hacia nuevos servicios a medida que la necesidad se presentaba en las localidades donde se hallaba instalada una cooperativa. Por lo tanto, en Córdoba fueron las cooperativas las que llevaron la electricidad al campo y al mismo tiempo anexaron a su función inicial –producción y/o distribución de energía eléctrica– otros servicios vitales para la comunidad –distribución de materiales y artefactos eléctricos; servicios sanitarios, de agua potable, gas natural, teléfono y televisión por cable; diversos servicios sociales, entre ellos fúnebres, seguros y medicina prepaga– y en pocas décadas se transformaron en cooperativas de servicios públicos constituyendo en la actualidad, según ya se dijo, un sector relevante dentro de la estructura económica cordobesa.8 En 1940, cuando en el país había un total de 1.100 usinas que prestaban servicios al público, 41 de esas usinas pertenecían a cooperativas de electricidad que servían a otras tantas localidades, aunque también había 9 cooperativas en curso de instalación y 30 en formación; en la provincia de Córdoba funcionaban 9 entidades, en las siguientes poblaciones: Almafuerte, Berrotarán, Canals, Deán Funes, La Porteña, Los Cóndores, Río Tercero, Santa Rosa de Calamuchita y Villa Rumipal.9 Dos décadas después, en 1962, existían en la Argentina 557 cooperativas eléctricas, las que se distribuían de la siguiente manera: en Buenos Aires 177, en Córdoba 127, en Santa Fe 108, en Chaco 25, en La Pampa 24,10 en Entre Ríos y Misiones 15, en Santiago del Estero 14, en Mendoza y Río Negro 10, en Chubut 8, en Corrientes 6, en Formosa y Neuquén 5, en Santa Cruz 3, en San Luis 2, en San Juan, Jujuy y Tucumán 1.11 En realidad, en el país en general y en la mayoría de las provincias, la evolución del número de cooperativas eléctricas muestra altibajos; en el primer caso se observa un aumento progresivo hasta 1969 en que llega a 674, pero luego comienza una disminución constante de suerte que en 1980 6 ese número es de 532. Buenos Aires y Santa Fe mantienen siempre el primero y tercer puesto en el país, pero su número sigue una evolución similar al del total nacional y lo único que varía es el año en que comienza la disminución que en Santa Fe se produce en 1968 y en Buenos Aires en 1975, además en la primera esta tendencia se mantiene hasta 1980 en tanto que en la segunda se observa una recuperación a partir del mismo año. El caso de Córdoba es diferente porque, si bien muestra algunos pequeños altibajos, la tendencia general es al aumento y de 127 cooperativas eléctricas en 1962 se pasa a 200 en 1981, manteniendo siempre el segundo puesto en el país.12 3. El Estado provincial y las cooperativas eléctricas entre 1930 y 1952 En sus comienzos la cooperación eléctrica argentina tropezó con serias dificultades, que también afectaron a las cooperativas cordobesas. Fue atacada, a veces despiadadamente, por las empresas privadas de capital extranjero en tanto que algunos gobiernos provinciales y municipales tardaron en comprender y aceptar al movimiento cooperativo, especialmente el de la provincia de Buenos Aires que contaba con el mayor número de entidades de este tipo en el país; esa política de hostilidad comenzó a manifestarse desde los primeros años de la década de 1930, aunque fue el gobierno de Manuel Fresco el que llevó adelante una verdadera persecución contra las cooperativas, que contrastó francamente con la conducta seguida por otros gobiernos como los de Córdoba y Entre Ríos durante las administraciones de Amadeo Sabattini y Eduardo Tibiletti, respectivamente.13 La Segunda Guerra Mundial creó también problemas muy graves a todos los servicios de electricidad del país debido a la imposibilidad de importar materiales y equipos desde los países tradicionalmente proveedores del nuestro. Esa situación, que se agravó en forma notoria a causa de los controles y trabas a la importación y al envío de fondos al exterior, dificultó en grande el desarrollo de las cooperativas eléctricas; las que se encontraban en funcionamiento vieron limitada su expansión y las que aún no habían iniciado la prestación del servicio tuvieron que retardar en varios años la posibilidad de instalar equipos y redes. Contrariamente a lo sucedido en la provincia de Buenos Aires, en la política eléctrica que comienza a diseñarse en la de Córdoba a partir de mediados de la década de 1930, las cooperativas eléctricas ocupan un lugar especial. La primera mención oficial al respecto la encontramos en el informe producido en 1935 por la Comisión de Estudio de Concesiones Eléctricas creada en 1932 por el gobernador demócrata Pedro J. Frías (1932-1936) la que, luego de advertir que la industria eléctrica cordobesa planteaba en esos momentos un problema de Estado que requería la firme preocupación de las autoridades provinciales y al delinear la política eléctrica futura, propuso una configuración en cuanto a las empresas eléctricas que reservase a una entidad autárquica del Estado, bajo la fiscalización de los poderes públicos, las grandes centrales de generación y las líneas de transporte de energía y que concediera la distribución local a empresas particulares. “Este sistema –aseguró la comisión–, que ha sido aplicado en formas semejantes en otros países, permitiría la suficiente intervención del Estado, sin implicarlo excesivamente en el comercio, la organización técnica de la industria y la realización de las útiles iniciativas privadas locales, impidiendo el monopolio capitalista”. En cuanto a la etapa de distribución, y aquí lo importante para la cuestión tratada en esta ponencia, el informe sugirió que con preferencia debía procurarse “la formación de sociedades de tipo cooperativista, en que se dé la condición de sana economía de identidad de quienes hacen las aportaciones a la empresa y de quienes usan de sus servicios, que produce una compensación espontánea de los precios de los mismos y de las ganancias”.14 7 Esas sugerencias fueron recogidas de inmediato por el radical Amadeo Sabattini (19361940) quien, si bien de un signo político contrario al de la gestión anterior recibió de ella como herencia ineludible el problema eléctrico, en su primer mensaje a la legislatura en mayo de 1936 propuso la creación de entidades mixtas de particulares y el Estado para la dirección y administración de las fuentes primarias de energía y la constitución de cooperativas para la distribución y el servicio público.15 En realidad, lo que estaban proponiendo tanto la comisión como Sabattini era aplicar en la provincia las nuevas formas de prestación de los servicios públicos que caracterizaba la experiencia internacional del momento y según la cual incumbía al Estado el proveer y promover tales servicios mediante tres posibles formas de prestarlos: 1) por el propio Estado (servicios estatales) o por concesionarios de acuerdo con leyes o convenios con el Estado, 2) por los propios usuarios, mediante cooperativas y 3) por regímenes mixtos, ya sea entre el Estado y las empresas particulares o entre el Estado y los usuarios. Recordemos que por entonces el servicio eléctrico cordobés era prestado por empresas privadas, mediante concesiones otorgadas tanto por el Estado provincial como por las municipalidades. Es interesante destacar que durante la administración de Sabattini, la legislatura sancionó una ley en virtud de la cual podía someterse a la opinión de las poblaciones, cuando así lo solicitaba un determinado número de electores, la aprobación o el rechazo de ciertos asuntos fundamentales en el orden municipal, entre ellos los relativos a los servicios públicos.16 Este sistema de referéndum fue puesto en práctica por primera vez en 1940 en las localidades de Cosquín y Laboulaye a cuyas poblaciones se les consultó acerca de si debían renovarse las concesiones a favor de las empresas extranjeras que por entonces les suministraban el servicio eléctrico o si, por el contrario, debía adjudicarse esa prestación a las cooperativas que se habían organizado al efecto. El referéndum se hizo el mismo día que se llevaron a cabo las elecciones de renovación del poder ejecutivo provincial y de las autoridades municipales y los resultados arrojaron una sorprendente unanimidad de opiniones, pues el rechazo de la renovación de concesiones y los votos por las cooperativas fueron de 1.028 contra 1, en Cosquín y de 993 y ninguno en contra en Laboulaye. (DEL RÍO, pp. 85-86) El sucesor de Amadeo Sabattini fue otro radical, Santiago H. del Castillo,17 quien también adhirió a la idea, contenida en el informe de 1935, de que el gobierno provincial debía orientarse decididamente hacia la estatización de la industria eléctrica en sus aspectos principales, reservando a una entidad autárquica, bajo la fiscalización de los poderes públicos, las grandes centrales de producción y las líneas de transporte, y dejando la distribución a cargo de los municipios, de empresas mixtas o de carácter cooperativo. En este sentido, al hacerse cargo del gobierno, Castillo se manifestó contrario del “régimen de concesiones para grandes sistemas industriales” y, en cambio, sostuvo que “las concesiones sólo pueden aceptarse en comunas aisladas, siendo preferibles para la explotación entidades de organización popular o empresas locales”.18 Palabras más, palabras menos, Castillo había repetido lo que dijera Sabattini días antes de dejar la gobernación. En lo que se refiere al papel que debían jugar las cooperativas dentro de la política eléctrica provincial observamos una continuidad, pero esa continuidad pareciera desaparecer durante la actuación de la intervención federal a la provincia dispuesta por el gobierno de facto resultante del golpe de estado de junio de 1943, durante la cual continuó actuando la comisión investigadora creada en 1932, aunque sus miembros habían sido renovados ya varias veces. A fines de 1943 esa comisión presentó a las autoridades provinciales un nuevo informe en el que no se mencionó en ningún 8 momento a las cooperativas, pese a que por entonces y según las planillas incorporadas al final de la publicación existían once sociedades de ese tipo, pero en el que respecto del sector eléctrico se sostuvo la conveniencia de la implantación de un régimen que permitiera pasar, gradualmente, de un orden privado a otro público. La propuesta fundamental contenida en tal informe fue que se declarase servicio público a la producción, transporte y distribución de la energía eléctrica en el territorio de la provincia; es decir, el concepto de servicio público debía hacerse extensivo a las tres fases fundamentales de la industria.19 Al respecto, la comisión aseguró que La primera de ellas, la generación, es una actividad esencialmente técnica; el transporte es más bien una operación mecánica, mientras que la distribución es casi exclusivamente de índole comercial. No se discute hoy, en nuestro medio, que la generación y el transporte deban estar, en absoluto, a cargo de la provincia; ya nadie pretende que se entreguen a empresarios particulares, cualquiera sea su forma de organización jurídica y su procedencia, la explotación de los grandes diques de construcción reciente, ni el aprovechamiento de las fuentes naturales de energía, ni las fábricas que pasarán dentro de poco a ser de su propiedad. 20 Además, en cuanto a la generación y transporte, la comisión hizo notar asimismo que la provincia había podido mediante su propio esfuerzo construir las obras hidráulicas, que era lo fundamental; que a ingenieros argentinos se debía el haberlas proyectado y que “con capitales argentinos han sido construidas, capitales que la provincia debe restituir a quienes adquirieron sus títulos. Lo más ha sido ya ejecutado; lo otro, lo menos, puede enfrentarlo con mejores posibilidades”.21 Por otra parte, tanto razones de carácter económico como técnico aconsejaban que fuese la provincia la que se encargase de tender la vasta red para interconectar las usinas y transportar la energía a los mercados de consumo. En lo que se refiere a la distribución se la consideraba de una aún más factible realización pues sólo se trataba de organizar la tarea de conectar las instalaciones domiciliarias a las redes de propiedad provincial, colocar los medidores del consumo y destacar mensualmente las personas encargadas de verificar la lectura y efectuar las cobranzas. Está claro, pues, que en 1943 hacía casi una década que las autoridades cordobesas venían orientando sus políticas en el sentido de ejercer una mayor intervención en el sector eléctrico, con el fin de socavar el monopolio privado y operar un control directo sobre su explotación, pero al respecto es conveniente añadir que a esta altura esa tendencia también se había hecho presente en la política que al respecto seguía el gobierno nacionalista instalado en el país en 1943. Lo cierto es que el resultado de aquel informe fue el decreto de la intervención federal de octubre de 1944 en el que se estableció la condición de servicio público y se definió la política de Estado para la industria eléctrica, pero es asimismo cierto que fue necesario esperar hasta 1946 para que, también por decreto, se dispusiera su estatización –provincialización, en este caso–, y si bien en ninguno de los dos casos se contempló la participación de las cooperativas eléctricas, estas entidades continuaron funcionando sin que se definiera su posición dentro de la política eléctrica provincial, aunque con la aceptación implícita de las autoridades provinciales que nunca entorpecieron su accionar. No obstante, esa definición no tarda en llegar y aparece de la mano de dos hechos de gran significación en el proceso de estatización del sector eléctrico cordobés: la creación de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC) y la formulación e implementación, por primera vez en la provincia, de una política energética integral. Antes de continuar es oportuno echar una mirada a la evolución del cooperativismo eléctrico en la provincia, en el período anterior a la estatización definitiva del sector eléctrico. Ese movimiento, que ya se dijo nace en 1930, en dos décadas había logrado 9 un apreciable desarrollo.22 En efecto, a fines de 1952 la provincia contaba con 54 cooperativas eléctricas, según se puede ver en el cuadro 1 donde se consigna la localidad en la que estaban asentadas y la fecha de fundación. De este último dato resulta que 13 de esas cooperativas se crearon en los años ‘30; 31 en los años ’40 y 10 entre 1950 y 1952. Esta evolución del número de las cooperativas eléctricas se dio en el marco de una política que si bien tardó en definirse a favor de este tipo de entidades, poco a poco se fue encaminando hacia un decidido apoyo a las mismas. No obstante, de acuerdo a las estadísticas oficiales, por los capitales invertidos, la potencia instalada y la energía vendida, en 1939 las cooperativas eléctricas aún ocupaban un lugar absolutamente marginal dentro de la industria eléctrica argentina;23 y esa realidad, que se mantuvo durante las dos décadas siguientes, no fue distinta en la provincia de Córdoba. Cuadro 1 Localidades en las que en 1980 funcionaban cooperativas eléctricas creadas con anterioridad a 1953 Año de creación 1930 1931 1932 1933 1935 1936 1937 1938 1939 1940 1941 1942 1945 1947 Localidad Año de creación Canals Almafuerte Los Cóndores Deán Funes 1948 Río Tercero Villa Rumipal Porteña Huinca Renancó Laboulaye Santa Rosa de Calamuchita Berrotarán Villa del Dique Hernando 1949 Elena Villa Dolores Alcira (Estación Gigena) Embalse Villa General Belgrano 1950 La Cruz Arroyo Cabral Brinckmann 1951 Colonia Caroya Corralito San Agustín Santa Eufemia 1952 Villa de Soto La Serranita (*) Cooperativa rural Localidad Alpa Corral Amboy Despeñaderos El Arañado Etruria Justiniano Posse Laguna Larga La Paquita Las Perdices Marull Cañada de Luque El Parador de la Montaña Holmberg La Cautiva La Rancherita-Las Cascadas (*) Mina Clavero Quilino Agua de Oro Los Cisnes General Paz Guatimozín José de la Quintana San Marcos Sierras Sebastián Elcano Freyre La Granja Las Higueras 4. El Estado provincial y las cooperativas eléctricas entre 1953 y 1981 Como consecuencia de la política de progresiva estatización de los servicios públicos que vive el país a partir de fines de la década de 1940, la situación descripta en el apartado anterior cambia a partir de 1953, iniciándose un segundo momento en la vida de las cooperativas eléctricas argentinas y cordobesas. Ese período, que se extiende hasta fines de la década del ’80 se caracterizó por una expansión de las actividades del Estado que dio nacimiento a las empresas públicas de energía que absorbieron 10 paulatinamente las redes privadas. El Estado concentró bajo su control monopólico la prestación de los servicios fundamentales –la electricidad, gas, teléfonos, ferrocarriles, aguas corrientes y saneamiento, puertos, aeronavegación, almacenamiento de granos– y en ese contexto, donde la dilatada actividad estatal dejaba poco espacio para la actividad privada, las cooperativas eléctricas sufrieron las consecuencias de un cambio radical en las condiciones de su relación con el Estado. Mientras en la etapa anterior el Estado había mostrado poco interés en la prestación o, eventualmente, en el control de los servicios públicos, en esta etapa absorbió todas las actividades relacionadas con el sector eléctrico (generación, transporte y distribución), y ese control monopólico que el Estado ejercía sobre las actividades de generación y transporte sometió a las cooperativas, dedicadas cada vez más a la distribución, a rígidos controles de tarifas y rigurosas reglamentaciones. Sin embargo, a pesar de las limitaciones mencionadas, las cooperativas eléctricas siguieron creciendo en número e importancia. Para comprender la dimensión alcanzada por el movimiento cooperativo eléctrico argentino en esta etapa basta con señalar que en 1981 existían en el país más de 500 cooperativas prestadoras del servicio eléctrico. Como ya se anticipara, en Córdoba el apoyo oficial al cooperativismo eléctrico llegó el 31 de diciembre de 1952 cuando se sanciona la Ley 4358, que creó la EPEC,24 en cuyo artículo 2° inciso c se dispuso, siguiendo en esto una experiencia frecuente en otros países donde las cooperativas eléctricas recibían protección de las grandes empresas públicas, que la nueva empresa debía fomentar de una manera decidida la constitución de cooperativas eléctricas. Esta decisión política, que fue crucial para el posterior desarrollo de la electrificación en la provincia mediterránea, fue complementada con la formulación de una política eléctrica integral en 1957, durante la intervención federal encabezada por el mayor Medardo Gallardo Valdez, la que comienza a implementarse a partir de 1958, durante la administración de Arturo Zanicchelli. En ella se recoge la propuesta que ya vimos se hace a mediados de la década de 1930 y, por lo tanto, en el nuevo plan eléctrico la función destinada a las cooperativas fue complementaria de la acción del Estado provincial en el sector eléctrico. El Estado se encargaría de la producción y transporte de energía en todo el territorio provincial, en tanto que la distribución sería asumida por él sólo en las zonas ya electrificadas, y dentro de ellas preferentemente en las grandes concentraciones urbanas, y serían las cooperativas las que llevarían la electricidad a las amplias zonas aún no electrificadas, especialmente las rurales, y también continuarían prestando el servicio en los centros urbanos medianos y pequeños. Es decir, en la nueva política eléctrica la función del cooperativismo eléctrico era preferentemente la de distribuir la energía generada por el propio Estado con sus centrales hidroeléctricas y térmicas y decimos preferentemente porque en realidad a lo que se aspiraba era a que las cooperativas, en su totalidad, fueran solamente entes distribuidores de energía, pero para alcanzar tal meta primero era necesario que el Estado creara la infraestructura eléctrica básica y hasta tanto eso sucediera no hubo otra alternativa que tolerar la existencia de cooperativas independientes que generaban su propia energía. En cumplimiento de esa política la EPEC trabajó intensamente en pro de la expansión y mejoramiento de los servicios eléctricos, propendiendo a que la continuidad de sus esfuerzos técnicos y económicos condujeran a cubrir no sólo el acentuado déficit energético que gravitaba sobre la población desde antes que el Estado se hiciera cargo de las prestaciones, sino también el incremento anual de la demanda en todo el territorio provincial, la que ya en 1965 acusó porcentajes superiores a los promedios normales que por entonces se registraban en el orden mundial. En el desarrollo de esta política, la 11 EPEC procedió permanentemente a expandir el SIP, construyendo nuevas centrales de base y líneas de alimentación e interconexión, con miras a eliminar las fuentes de rendimiento antieconómico, aunque en lo que a infraestructura eléctrica se refiere el crecimiento del sector no fue homogéneo, pudiéndose diferenciar con claridad distintas regiones de características propias: centros importantes (Córdoba, Río Tercero, Villa María, Río Cuarto, San Francisco, etc.) y zonas marginales con servicios deficientes o carentes de él. Cuadro 2 Cooperativas eléctricas creadas entre 1953 y 1962 Año de creación 1953 1954 1955 1956 1957 1958 Localidad Adelia María Altos de Chipión Anizacate Arroyito La Francia Las Varas Oliva Oncativo Río Primero General Levalle Huanchilla San Isidro Santa Rosa de Río Primero Coronel Moldes El Fortín Ordóñez Achiras Colonia Tirolesa Los Hornillos Luque Nono Tío Pujio Vicuña Mackenna Villa Santa Isabel Villa Fontana Camilo Aldao El Tío - Villa Concepción La Playosa La Puerta Las Varillas Monte Buey Pozo del Molle Sacanta Sampacho Saturnino M. Laspiur Villa Tulumba Bengolea Calchín Carrilobo Año de creación 1958 1959 1960 1961 1962 Localidad Cavanagh Colazo Colonia Prosperidad Chazón General Baldissera General Deheza General Roca Inriville La Para Las Junturas Luyaba Toledo Viamonte Villa de las Rosas Villa del Rosario Villa Reducción Cintra Colonia San Bartolomé Del Campillo Las Acequias Morteros San Antonio de Litín Tránsito Villa Huidobro Alicia Jovita La Laguna Monte Cristo Monte Ralo Salsacate Villa Ascasubi La Tordilla San José de la Dormida San Marcos Sud Ticino Colonia Marina Las Peñas Luca Melo Sin duda la meta perseguida por los poderes públicos era lograr la incorporación de todas las cooperativas al sistema eléctrico provincial. Este objetivo, sin embargo, no fue fácil ni rápido de alcanzar. En 1958 las cooperativas atendidas por el SIP eran solamente 7 (Colonia Caroya-Jesús María-Oliva-Oncativo-Villa General BelgranoAgua de Oro-La Granja), cuatro años después, en 1962, esa cifra había trepado a 45 12 sobre un total de 125 cooperativas. Para 1965, prestaban servicio 148 cooperativas de las cuales 62 recibían energía de la EPEC para distribuir entre sus 70.000 usuarios, alcanzando el total de energía suministrado a las mismas a 39.246.944 kWh. La cifra precedente es elocuente de por sí, por cuanto pone de manifiesto el notable desarrollo que había logrado el cooperativismo en los servicios eléctricos menores. El proceso de incorporación de las cooperativas al SIP continuó en los años siguientes en forma permanente, como consecuencia de la extensión de líneas de alta tensión y demás obras eléctricas construidas por la empresa provincial, de manera que en 1980 sobre un total de 173 cooperativas existentes en la provincia,25 solamente 8 generaban su propia energía, atendiendo 3.670 usuarios contra los 157.309 servidos por las restantes. Ese proceso de interconexión al sistema provincial, no sólo permitió que muchas cooperativas dejaran de generar energía y se convirtieran en cooperativas distribuidoras, sino que además corrió paralelo con el proceso de constitución de nuevas cooperativas, en cuyas tramitaciones legales la EPEC colaboró en forma por demás activa,26 de manera que en 1980 el proceso de interconexión, cuyo ritmo de avance fue muy intenso en los años 70’, arrojaba cifras realmente alentadoras pues los sistemas cooperativos interconectados contaban, como se dijo más arriba, con 70 cooperativas proveedoras, 53 cooperativas locales con distribuidora y 168 cooperativas locales sin distribuidora. Ciertamente, la permanente ampliación del SIP provocó paralelamente una menor generación por parte de las cooperativas de electricidad, tendencia que se observa claramente a partir de 1976 y se acentúa en los años siguientes hasta que en 1980 la energía generada por las cooperativas sólo representaba un 0,27% de la generación total provincial. La evolución de la potencia nominal instalada de las cooperativas es asimismo una clara muestra del avance del proceso de interconexión. En efecto, su participación en el total provincial empieza a decrecer en forma acentuada desde comienzos de la década de 1970 y su participación porcentual, que a fines de la década anterior era de alrededor del 6%, es prácticamente nula en 1980 con sólo 0,3%. Los resultados logrados por la política oficial respecto de las cooperativas también pueden medirse a través de su participación porcentual en el consumo de energía, que hacia 1960 era de alrededor del 3% pero que, merced a un crecimiento constante a lo largo del periodo estudiado, en 1980 llegó a representar el 20,3% del total de energía vendida por la EPEC. En virtud de la política oficial que asignaba a las cooperativas una función complementaria de la acción del Estado provincial en el sector eléctrico, desde su creación la EPEC fomentó de una manera decidida la constitución de ese tipo de sociedades para que se hiciesen cargo del servicio en las localidades aún no electrificadas y especialmente en las zonas rurales, y con ese fin brindó información y asesoramiento, interesando a los vecinos de las comunidades afectadas sobre los beneficios que las mismas les ofrecían. De este modo, de alguna manera la EPEC complementó las funciones que desde comienzos de los años ’40 venía desempeñando la Federación Argentina de Cooperativas de Electricidad (FACE), organización creada para centralizar y dar empuje a la propaganda a favor de la creación de cooperativas eléctricas. Al respecto conviene recordar que entre las funciones a cumplir por la FACE figuraban la prestación de ayuda financiera a las cooperativas asociadas, la creación de un cuerpo de colaboradores especializados en asuntos eléctricos, económicos y jurídicos –para asesoramiento de las cooperativas eléctricas y para propender a que las mismas adoptasen las mejores normas técnico-administrativas y cumpliesen estrictamente las leyes–, y la capacitación cooperativa y técnica de los asociados y especialmente del 13 personal de las cooperativas, mediante la organización de cursos. Pues bien, en Córdoba esas funciones fueron cumplidas desde 1953 por la EPEC y dieron por resultado un gran crecimiento del número de cooperativas eléctricas. El progresivo y paulatino crecimiento del número de cooperativas en el interior de la provincia, que comienza a notarse desde los últimos años de la década de 1950 y se incrementa en forma notoria en la siguiente, se produjo fundamentalmente gracias al apoyo oficial, pues la política de fomento que se siguió respecto de las cooperativas se basó en el convencimiento de que sería la constante colaboración entre ellas y la EPEC, lo que permitiría el logro de los objetivos fundamentales de la política eléctrica que encaraba el gobierno de la provincia a través de su organismo especializado. Y en esa colaboración, junto con el apoyo económico-financiero –al que se aludirá especialmente en seguida–, también estuvo presente el técnico, legal, contable y administrativo. En efecto, la ayuda dispensada a las cooperativas no fue solamente económica, sino que la EPEC también colaboró permanentemente con las cooperativas preparando planos, estudios y documentación para licitar obras destinadas a las mismas y vendiéndoles materiales y equipos críticos; allanando las dificultades inherentes a su constitución; brindándoles asesoramiento contable y controlando su funcionamiento. Es decir, siempre hubo una permanente y favorable preocupación por el buen funcionamiento de las entidades cooperativas. Cuadro 3 Cooperativas eléctricas creadas entre 1953 y 1962 Año de creación 1963 1964 1965 Localidad Dalmacio Vélez Eduardo Bulnes La Cesira Las Vertientes Pueblo Italiano San Basilio Sarmiento Ausonia Coronel Baigorria Idiazábal Italó Los Zorros Lozada Matorrales Miramar Pasco Villa Valeria Ascochinga Carnerillo Los Reartes (*) Cooperativa rural Año de creación - Localidad Media Naranja-El Brete Rafael García 1965 Río de los Sauces Simbolar Chilibroste Leones (*) 1966 San Francisco (*) Serrano 1967 Arroyo Algodón Colonia Malbertina Isla Verde (**) 1968 Santa Mónica Silvio Pellicó Villa Nueva (*) 1969 Colonia Almada Chucul 1970 Las Arrias Lucio V. Mansilla 1971 Benjamín Gould 1972 Los Chañaritos (**) Cooperativa regional Con tal apoyo oficial, no debe sorprender el crecimiento vertiginoso del número de las cooperativas eléctricas cordobesas entre 1953 y 1970, que permitió pasar de las 54 entidades existentes a fines de 1952, a un total de 200, cantidad a la que se llegó en forma paulatina pero constante a comienzos de la década de 1980. En los cuadros 2 y 3 se puede observar que entre 1953 y 1962 se constituyeron 78 nuevas cooperativas y entre 1963 y 1972 otras 40; es decir, se fundaron 132 nuevas cooperativas en veinte años, mientras que en los diez siguientes años sólo se creó una, la de Laborde en 1973. 14 Además, hemos comprobado la existencia de otras 28 cooperativas cuya fecha de fundación aún desconocemos pero que estaban funcionando en 1981; esas cooperativas con las siguientes: Alto Alegre, Arias (cooperativa rural), Ballesteros (cooperativa rural), Bouwer, Calchín Oeste, Colonia Bismark, Costa Sacate, Chancaní, Charras, General Fotheringham, La Cumbrecita, La Higuera, La Palestina, Manfredi, Mattaldi, Monte leña, Morrison, Obispo Trejo, Olaeta, Pascanas, Plaza San Francisco, San José de las Salinas, San Carlos Minas, Sobremonte, Tancacha, Ucacha y Villa de María. Por otra parte, esas 200 cooperativas –167 estaban ligadas directamente y 29 indirectamente al sistema interconectado de la EPEC y 3 generaban aún su propia energía– servían a 2.331.676 habitantes –cuando la EPEC servía a 1.893.377 habitantes– a los que les vendían 349.585.416 kWh.27 5. El apoyo crediticio a las cooperativas eléctricas Desde sus comienzos y durante mucho tiempo el cooperativismo eléctrico argentino tropezó con el inconveniente de su incapacidad para financiar la instalación del servicio y de la ausencia de una adecuada política crediticia que apoyara sus esfuerzos. Es verdad que en 1926 el congreso sancionó la Ley 11.380 que facultó al Banco de la Nación Argentina28 y al Banco Hipotecario Nacional a conceder a las cooperativas créditos de hasta el 80% de la inversión total a realizar y pagaderos en cómodos plazos, y que el Banco de Crédito Industrial Argentino –creado en 1943– contó con líneas de crédito destinadas a los entes cooperativos,29 pero ni esos bancos oficiales ni los privados en realidad prestaron debida atención al problema financiero de estas entidades, a las que sólo les otorgaban préstamos muy reducidos en relación con los montos de inversión y siempre con avales y garantías personales de sus consejeros, de manera que en sus comienzos, sus insuficientes instalaciones iniciales debieron ser financiadas sobre la base de créditos –comerciales o bancarios– a corto plazo y con altos intereses, lo que por cierto nunca fue la mejor solución sobre todo porque nunca estuvo al alcance de todas las cooperativas. Ahora bien, aunque desde el gobierno federal esto sólo comienza a cambiar en los primeros años de la década de 1950 cuando los entes oficiales vinculados con la prestación del servicio eléctrico empezaron a atender los problemas de financiamiento de las obras que realizaban las cooperativas eléctricas, con anterioridad en Córdoba hubo una iniciativa que trató de lograr el apoyo de la institución oficial de crédito de la provincia para que esas entidades pudiesen iniciar sus actividades. Se trata del proyecto de ley presentado por el senador radical Juan A. Más, que fue sancionado por la legislatura a fines de setiembre de 1940 por considerarlo de “interés de orden general en el aspecto no sólo económico y financiero, sino también social”. (Senado, 940, t. 1, p. 620) Esa ley facultaba al Banco de Córdoba, para que por cuenta del gobierno provincial, acordase a las cooperativas de electricidad establecidas dentro del territorio cordobés, préstamos especiales que representasen hasta un 60% del costo de las maquinarias y materiales, cuya adquisición hubiere sido constatada con anterioridad al pedido de préstamo, a un interés del 5% anual, con garantía real o prendaria y por un plazo que no excediese de los diez años. Para hacer uso de esos préstamos las cooperativas debían cumplir con todos los requisitos establecidos al respecto por las leyes nacionales y provinciales, poseer edificio propio sin gravamen y gozar de una concesión provincial o municipal para el uso de la vía pública con la instalación de redes para el suministro de corriente eléctrica, por un plazo no menor de 10 años a contar desde la fecha en que se iniciase la prestación de servicios. La iniciativa fue recibida con general complacencia y contó con el apoyo del sector demócrata porque 15 como manifestara uno de sus miembros, el senador David de la Torre Peña, era una “oportunidad magnífica para que el senado hunda bien el escalpelo en el trust eléctrico que en este momento está asolando la riqueza de la provincia”; (Senado, 1940, t. I, p. 626). Sin embargo, la ley 3877 hubo de ser vetada, muy a su pesar, por el gobernador Santiago H. del Castillo porque en el presupuesto general no había fondos disponibles para atender ese gasto y por lo tanto “el muy plausible objetivo que persigue la ley, sólo sería viable mediante fondos especiales que arbitrara el gobierno para destinarlos oportunamente a tales préstamos”. (Senado, 1940, t. II, p. 897) Dos años después, el senado provincial envió al archivo este mensaje del gobernador por el cual devolvió observada la ley, con lo que la iniciativa, que fue calurosamente acogida por los cooperativistas, quedó frustrada por la incapacidad financiera del Estado provincial, aunque sirvió para demostrar que los poderes públicos cordobeses, sin distinción de color político, deseaban alentar a las cooperativas eléctricas a fin de que la provincia se independizara de la tiranía que ejercían las compañías eléctricas extranjeras. La superación de la dificultad representada por la incapacidad para financiar la instalación del servicio, agudizada por la ausencia de una política crediticia adecuada, encuentra una vía de escape con la sanción en 1960 de la Ley nacional 15.336 que constituye el Fondo Especial de Desarrollo Eléctrico del Interior (FEDEI) y la resolución N° 29/63 de la Secretaría de Energía que permitió el acceso directo de las cooperativas a esta fuente crediticia que otorgaba préstamos a 15 años de plazo y 6% de interés, pese a que esos aportes nacionales,30 aunque importantes, no fueron suficientes pues siguieron faltando las fuentes crediticias para el desenvolvimiento de corto plazo y para la diversificación de actividades y por lo tanto fue necesario que la acción del gobierno nacional fuera complementada por la de los provinciales, que en el caso de la provincia de Córdoba se realizó a través de la EPEC. En efecto, compenetrada de la función que competía al Estado y de las dificultades financieras que debían afrontar las cooperativas, la EPEC resolvió crear el “Fondo para Fomento de Sociedades Cooperativas de Electricidad”,31 aunque esta medida no fue todo lo efectiva que se esperaba debido a que los fondos votados por la legislatura provincial fueron exiguos y no alcanzaron a cubrir el volumen de los pedidos formalizados por las cooperativas, que apenas lograban hacer frente a las necesidades propias de la explotación del servicio.32 Esa ayuda financiera formaba parte de la política de fomento de las sociedades cooperativas llevada adelante por EPEC, política que incluyó asimismo el permanente apoyo en las gestiones destinadas a adquirir, sea mediante compra a precios ventajosos o por préstamo, los grupos electrógenos que necesitaban. Es más, siempre en el marco de esa política, la EPEC no sólo concedió préstamos en efectivo, también prestó y/o arrendó motores, transformadores y elementos básicos y complementarios para el mejoramiento en la prestación del servicio, los que eran instalados con el control de sus empleados. No obstante, la realidad muestra que la situación financiera de las cooperativas fue siempre un problema debido a la política de tarifas que en muchos casos opuso dificultades, a veces casi insalvables, para el desarrollo de la cooperación eléctrica. Es verdad que durante años la estabilidad económica argentina permitió a las cooperativas de electricidad mantener tarifas que eran de por sí el mejor medio de promoción y propaganda del sistema pero luego, cuando el país entró en la corriente inflacionaria y se manifestó agudamente la política de regulación y control de precios, las cooperativas, pese a ser entidades de bien público sin fines de lucro, sufrieron las consecuencias de ese régimen indiscriminado de control de sus tarifas. La política demagógica aplicada a las tarifas de los servicios públicos creó a las empresas estatales situaciones muy 16 difíciles en tanto que las cooperativas, limitadas por los controles estatales y por la competencia de las tarifas oficiales, debieron trabajar con márgenes tan reducidos que no les permitieron una razonable amortización y renovación de sus equipos. Por otra parte, problemas de política laboral y tendencias estatistas crearon también dificultades importantes al movimiento cooperativo eléctrico. 6. La electrificación rural, empresa conjunta del Estado y las cooperativas eléctricas La electrificación rural es un capítulo importante en el desarrollo eléctrico argentino, en el que las cooperativas eléctricas fueron precursoras, mucho antes de que el tema preocupase a los poderes públicos y cuando la política de las empresas privadas, atenidas a la rentabilidad, no planificó ni un metro de línea rural. Las cooperativas, en cambio, demostraron ser capaces de hacer electrificación rural con eficiencia y la primera tentativa de llevar la electricidad a la población dispersa en la inmensidad del agro fue realizada precisamente por la cooperativa cordobesa de Colonia Caroya y su exitosa experiencia fue seguida por la de Eldorado (Misiones) y por varias cooperativas mendocinas, sin embargo, para 1960 en la Argentina la electrificación rural todavía era una asignatura pendiente. La provincia de Córdoba, que no había escapado a esa realidad nacional, comenzó a preocuparse por la cuestión desde mediados de la década de 1950 cuando el Estado provincial dejó en manos de la empresa estatal de energía la solución del problema. En efecto, entre sus diversas funciones, la EPEC también tuvo a su cargo la promoción de la electrificación rural y en esta tarea fue muy bien secundada por las cooperativas eléctricas que jugaron un papel esencial en todos los planes de ese tipo que a partir de 1960 se ponen en práctica en la provincia, cuyas obras siempre fueron realizadas con aportes mutuos de los usuarios y del Estado. Mientras éste se encargó de proveer la infraestructura eléctrica básica mediante la construcción de centrales generadoras – especialmente regionales–33 y de líneas de transporte, las cooperativas se convirtieron en el vehículo más idóneo en la etapa de distribución y comercialización de energía construyendo, con el apoyo de la EPEC, las obras necesarias a tal fin. Este rol complementario de las funciones de la EPEC y de los propósitos del Estado, que las cooperativas cumplieron por lo general con eficiencia, está presente en todos los planes de electrificación rural ejecutados en forma integral y continua desde comienzos de los años ’60, en los que el accionar de la empresa oficial está presente también a través del trabajo de su personal especializado que promovió numerosas reuniones pro electrificación rural destinadas a la preparación de los proyectos de las obras a ejecutar por las cooperativas.34 En realidad para entonces la promoción de la electrificación rural ya había sido iniciada por algunas cooperativas eléctricas, que compenetradas de su conveniencia habían planificado la extensión de sus líneas hacia las áreas eminentemente rurales de sus zonas de influencia, primero en las chacras y quintas aledañas a la ciudad capital y siguiendo luego con zonas más alejadas del interior provincial,35 de suerte que para fines de esa década ya se habían construido diez líneas de ese tipo, catorce estaban en obra y otras ocho listas para iniciar los trabajos. En todos los casos las obras fueron financiadas con préstamos otorgados por el gobierno provincial, porque las cooperativas no estaban en condiciones de afrontar por sí mismas las cuantiosas inversiones que demandó la construcción de las líneas de transmisión. Durante la década de 1960 se había logrado arrancar pero el proceso de electrificación rural sólo estaba en sus comienzos y, sobre todo, aún no se contaba con un marco legal 17 en el que se insertara la acción tanto del Estado como de las cooperativas, pero este paso se cumplió en setiembre de 1971 con la sanción de la Ley 5252, que declaró de interés provincial y de “urgente necesidad para el desarrollo de la economía agropecuaria” la promoción y ejecución de obras de electrificación rural en todo el territorio de la provincia, entendiendo por tales a aquéllas destinadas a proveer de energía eléctrica a los predios rurales y/o plantas industriales de actividades afines radicadas en la zona de influencia de las obras de electrificación.36 Los encargados de realizar los estudios dirigidos a determinar las necesidades y a satisfacerlas, mediante “un racional y económico abastecimiento de energía eléctrica” desde las fuentes de producción que operaba la EPEC hasta las zonas rurales, serían esa empresa oficial y el ministerio de agricultura y ganadería, los que actuarían conjuntamente con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). El decreto reglamentario –N° 1285, del 27 de marzo de 1972– precisó algunos términos que consideramos útil tener en cuenta. Se consideraría predio rural a la finca para la explotación agropecuaria o aquella con posibilidades de serlo, y planta industrial al conjunto de instalaciones afectadas a la elaboración de productos agropecuarios.37 La zona de influencia de la cooperativa de electricidad y/o de servicios públicos era el área en la cual se le autorizaba a prestar el servicio público de electricidad. La determinación de las zonas a electrificar sería facultad del poder ejecutivo provincial, el que podía declarar “zonas de contribución obligatoria” a aquellas áreas que se considerase conveniente electrificar y que contasen con la aceptación de más del 50% de los productores afectados.38 Además, en esas áreas debía existir o constituirse al menos una cooperativa, la que tendría la exclusividad del servicio eléctrico y sería la encargada de gestionar la conformidad de los futuros usuarios y, cuando esos adherentes hubiesen reunido el capital o crédito suficiente como para cubrir más del 50% de los costos de las obras, de solicitar la declaración de “zona de contribución obligatoria”. Obtenida esa declaración la EPEC confeccionaría el padrón de contribuyentes, el catastro parcelario y el catastro eléctrico, para todo lo cual exigiría de los propietarios y/o arrendatarios, bajo declaración jurada, la potencia eléctrica que demandasen y demás datos que se considerasen necesarios. Para la realización del estudio socio-económico conducente a la ejecución de las obras, se debía reunir una serie de antecedentes relacionados con la ubicación geográfica de la zona a electrificar y con las razones que justificasen la obra propuesta y que serían estudiados por un Consejo Consultivo integrado por representantes de los organismos oficiales ya mencionados y de entidades representativas de productores rurales y de cooperativas eléctricas cuyo objeto fuera la prestación del servicio eléctrico en las zonas rurales. La información a reunir estaba referida a la producción de la zona; la cantidad de productores y de futuros usuarios; la capacidad económico-financiera; el área total del predio; el área sembrada y tipo de cultivo; el área destinada al pastoreo, clase y cantidad de animales; la cantidad de plantas industriales; y sobre todo respecto de la incidencia de la electrificación en todos los aspectos de la actividad rural. Además, con la solicitud se debía presentar asimismo el programa, la descripción de las obras propuestas y los planos respectivos, además de un certificado de la EPEC en el que constase la factibilidad del suministro de energía eléctrica y de un presupuesto estimativo, de un programa de inversiones, de un plan de trabajos y de un análisis del régimen de tarifas a aplicar, entre otros requisitos. En relación con la ejecución de las obras, quedó establecido que en todos los casos las mismas deberían ser realizadas por la o las cooperativas eléctricas y/o de servicios públicos y podrían ser construidas por etapas, conforme a tres alternativas: 1) por contratación por licitación pública completa 18 y única, 2) por licitación pública para la provisión de materiales y mano de obra por separado o 3) por licitación pública para la provisión de materiales y realización de mano de obra por administración. El costo total de la obra estaría a cargo de los contribuyentes y sería prorrateado entre ellos en la siguiente proporción: un 20% por partes iguales; un 50% directamente proporcional a la superficie del predio y el 30% restante directamente proporcional a la potencia demandada por el contribuyente o por el futuro usuario del servicio público rural de electricidad, pero la cooperativa debería financiar a los contribuyentes, como mínimo, el 60% del costo de las obras de electrificación obligatoria, con un plazo igual al que le fuese concedido a ella por la entidad crediticia que hubiese otorgado el préstamo a tales fines; el saldo hasta cubrir el 100% sería aportado por los contribuyentes en un máximo de cuatro cuotas iguales. Al respecto, en el plan eléctrico del año 1977 las autoridades provinciales destacaron “la importancia de aprovechar al máximo este tipo de posibilidades para realizar obras públicas, sin ocasionar erogación alguna al Estado provincial, dado que el responsable de las obligaciones emergentes de los créditos es el propio usuario, quien ve facilitada la absorción de este cargo por las condiciones favorables de los mismos.39 Es evidente que la Ley 5252 vino a confirmar definitivamente el papel insustituible que las cooperativas eléctricas debían desempeñar en el proceso de electrificación de las áreas rurales y marcó el comienzo de una etapa en que ese proceso adquirió un ritmo más acelerado, aunque condicionado por las circunstancias de una época demasiado inestable, marcada por una serie de fenómenos políticos, económicos y sociales que conmovieron al país. Con todo el proceso de electrificación no se detuvo y en 1977 se puso en marcha un nuevo plan eléctrico, en el que como siempre tuvieron un rol fundamental las cooperativas, especialmente en el desarrollo de la electrificación rural. El accionar de las cooperativas sumado al de EPEC, empresa que proporcionaba en sus centros de carga la oferta correspondiente, fue importante, pero al desarrollo de los planes de electrificación rural también contribuyó el tamaño adecuado de las unidades agropecuarias (del orden de las 200 Has promedio). Ésta y las demás condiciones concurrieron para que la electrificación tomara un fuerte impulso, principalmente en la zona sureste de la provincia. La acción mancomunada llevada adelante por el Estado provincial, a través de la EPEC, y los entes cooperativos fue sin dudas decisiva para la electrificación de las áreas rurales, pero también es cierto que este proceso se vio asimismo favorecido por los programas nacionales de electrificación rural, que contaron con el financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo, del Banco de la Nación Argentina y de la Secretaría de Estado de la Nación.40 En cualquier caso lo que importan son los resultados y los mismos eran para 1977 muy halagüeños: la cantidad de hectáreas electrificadas ascendía a 1.948.468, con un total de 4.894 usuarios, y se encontraban en ejecución otras 74.885 Has con 418 usuarios; en trámite de obtención del crédito respectivo, 1.161.345 Has con 3.387 usuarios, y en estudio 450.000 Has con 2.270 usuarios. Sin embargo, aunque en dos décadas el avance de la electrificación en el campo era considerable pues se había logrado extender los suministros de energía eléctrica a diversas zonas rurales del territorio provincial, entre ellas las más cercanas a la capital y a un amplio sector del centro y sur, que era la región más próspera de la provincia, quedaban aún amplias zonas por electrificar y a solucionar en parte esta falencia estuvo destinado el plan eléctrico elaborado por las autoridades provinciales en 1977, el que al finalizar el periodo aquí considerado se encontraba en ejecución. ·En este caso, también, para lograr una adecuada implementación fue necesaria la agrupación de los usuarios en 19 entes responsables de la tramitación, ejecución y explotación del programa, resultando en la práctica los entes cooperativos, los otorgantes más idóneos por cumplir con todos los requisitos exigidos. Ese nuevo plan eléctrico, que comenzó a desarrollarse en momentos en que en el ámbito nacional ya se encontraba en marcha el Segundo Programa Nacional de Electrificación Rural, permitió que en 1978 se libraran al servicio tres nuevos sistemas de electrificación rural, correspondientes a las cooperativas de Calchín, Canals y Pascanas, los que fueron realizados con préstamos del Banco de la Nación Argentina, al tiempo que la EPEC tramitó recursos para obras de electrificación a realizar por las cooperativas de Carnerillo, Gigena, Arias, Sampacho, Fotheringham, Cintra, San Antonio de Litín, Alto Alegre, Berrotarán, Santa Eufemia, Bengolea, Tío Pujio y Mojarras. El papel fundamental que las cooperativas jugaron en la electrificación rural también puede valorarse si se lo analiza en función de la población de las localidades donde estaban asentadas, pues esto permite observar que hacia fines del periodo estudiado un 60% de esas poblaciones tenía menos de 2.000 habitantes, en tanto que un 44% tenía menos de 1.000 habitantes, lo que está indicando que las cooperativas se habían asentado preferentemente en zonas rurales y en la mayoría de los casos en las zonas menos densamente pobladas de la provincia. Y, si bien es obligado aclarar que también había cooperativas asentadas en poblaciones importantes,41 no por eso debemos dejar de reconocer que a comienzos de los ‘80 se había cumplido en gran parte la política propuesta por el gobierno provincial tres décadas antes y que asignaba a las cooperativas la tarea de ir allá donde el Estado no podía o no quería llegar; es decir, al campo. Los tiempos habían cambiado y el cooperativismo rural había ganado un espacio significativo en la economía cordobesa. 7. Consideraciones finales En esta ponencia se ha analizado el desarrollo de las cooperativas eléctricas en la provincia de Córdoba desde la perspectiva de sus relaciones con el Estado provincial, tomando como marco de referencia el desenvolvimiento del cooperativismo eléctrico en el resto del país y las características que este fenómeno presenta en la experiencia internacional, todo ello dentro de un espacio temporal de medio siglo entre la aparición de las primeras cooperativas eléctricas –que coincide con el despertar del Estado intervencionista– y el momento en que en gran parte de esas sociedades ya se han transformado en cooperativas de servicios públicos y están en plena ejecución los planes de electrificación rural, y cuando en el país se vuelve a plantear la necesidad de reducir la presencia del Estado en la economía, y de ese análisis podemos concluir que ambas transformaciones, de exclusivamente urbanas a motores de la electrificación del campo y de exclusivamente eléctricas a proveedoras de diversos servicios públicos, son consecuencia de la influencia de dos factores principales: las características propias de la industria eléctrica argentina y la función asumida por los poderes públicos en relación con ella a través del tiempo; factores que condicionaron el desenvolvimiento del cooperativismo eléctrico que tanto en Córdoba como en el resto del país se origina a mediados de la primera mitad del siglo XX como una alternativa viable frente a la explotación capitalista tradicional en un área de singular importancia económica, como es la distribución y comercialización de energía eléctrica, pero que su desarrollo efectivo en la provincia mediterránea comienza a cristalizar a partir de fines de la década de 1950, cuando el Estado desinteresado por las cuestiones eléctricas da paso definitivamente a un Estado preocupado por defender a los consumidores de electricidad y al patrimonio provincial. 20 Los antecedentes expuestos demuestran que la tendencia del movimiento cooperativo mundial en materia de electricidad, era bien diferente en muchos aspectos de la orientación que al mismo se le imprimió en la Argentina en la primera mitad del siglo, cuando en lugar de constituir esas sociedades con el fin de completar la obra del Estado o de las empresas privadas en la electrificación del país, extendiéndola a las zonas rurales y a las explotaciones agrícolas, como en todas partes se había hecho, en la Argentina se organizaron cooperativas en centros urbanos, ya dotados de servicios eléctricos, con el propósito de competir con las empresas que los prestaban, hasta lograr su eliminación. No obstante, las transformaciones sufridas por el sector eléctrico argentino a partir de fines de la década de 1940, cuando comienza a hacerse efectiva la progresiva estatización de los servicios públicos, determinaron también un cambio en el modelo y los propios cooperativistas serán los que den impulso a ese cambio, que también fue propiciado desde el Estado, al menos en el caso de la provincia de Córdoba cuya política eléctrica a partir de la década de 1950 adjudicó al Estado provincial la función de prestación de obras y servicios en gran escala –es decir, proveer la infraestructura–, mientras que a las cooperativas eléctricas les correspondió la función de adecuar el servicio eléctrico, convirtiéndolas en intermediarias entre el Estado y los usuarios que exigían el servicio. En ese marco, el Estado evitó hacerse cargo de un servicio público que no estaba en condiciones de prestar en forma directa, pero que al ser efectuado por una cooperativa aseguraba la defensa del interés de los consumidores, y es por eso que el Estado cordobés auspició la creación y desarrollo de las cooperativas de electricidad. En fin, a mediados del siglo XX, las cooperativas eléctricas de Córdoba nacieron para resolver una necesidad de sus comunidades, autoprestarse un servicio básico de demanda creciente, y en las décadas finales de ese siglo su avance fue tal que en la provincia sólo quedaron dos distribuidoras eléctricas, EPEC y las cooperativas. Notas (*) Argentina: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”. Universidad Nacional de Córdoba. Universidad Católica de Córdoba. 1 En este aspecto, un ejemplo típico lo constituyen los Estados Unidos, donde el gran desarrollo de las cooperativas de electricidad comenzó a partir de 1935 cuando se creó el servicio federal conocido con el nombre de Rural Electrification Administration, el que a su vez dio lugar a la creación de cooperativas, de las que fue tutor, coordinador y banquero casi exclusivo. 2 Las 236 organizaciones actualmente en actividad atienden el 80% del territorio provincial, cuentan con 33.000 km de líneas eléctricas, suman 450.000 socios y 1.200.000 usuarios y en más de 300 localidades comercializan el 30% de la electricidad que se consume en la provincia. 3 Avances preliminares acerca de la temática trabajada en esta ponencia fueron hechos en Solveira, 2004, 2006b, 2007d y 2007e. 4 Esas empresas prestaban el servicio eléctrico mediante concesión, permiso o licencia del Estado; de un Estado que mostraba ausencia o desinterés por la prestación y control de los servicios públicos, a los que dejaba en manos de particulares. 5 De esas 32 poblaciones, 25 eran poco importantes, con menos de 500 consumidores conectados a sus redes, en tanto que de las restantes sólo 5 usinas prestaban servicio en localidades con más de 1.000 consumidores. 6 En los países incluidos en la estadística de la OIT, las cooperativas poseían por término medio 116 socios, mientras que las argentinas contaban con un promedio de 1.400 socios. (SOCIEDAD DE LAS NACIONES, 1940: 86). Al respecto es conveniente aclarar que en nuestro país no existía una definición que distinguiera categóricamente el concepto de “urbano” y “rural”, salvo la formulada, a semejanza de la Ley de Electrificación Rural de los Estados Unidos, por la Ley N° 4742 de la Provincia de Buenos Aires. Según la ley norteamericana se consideraban zonas rurales las no incluidas en los límites de cualquier centro de población con más de 1.500 habitantes, mientras que la ley bonaerense llevaba ese límite 2.000 habitantes. De acuerdo a esta clasificación, algunas de las cooperativas 21 existentes en el país, especialmente las que en la provincia de Córdoba distribuían entre sus socios la corriente eléctrica comprada a la usina de “La Cascada” –de propiedad del gobierno nacional– como las de Berrotarán, Los Cóndores, Villa del Dique, Villa Rumipal y Santa Rosa de Calamuchita, no podrían denominarse “cooperativas urbanas de electricidad” pues estaban instaladas en poblaciones de muy escasa población y servían menos de 120 usuarios cada una. 7 INTERCOOP, p. 121. 8 Al concluir el periodo trabajado en esta ponencia en Córdoba había 83 cooperativas exclusivamente eléctricas, 55 cooperativas eléctricas y de agua potable, 34 cooperativas eléctricas y de sepelio, ambulancia y servicio médico, 17 cooperativas eléctricas y consumo y venta de materiales, 25 cooperativas eléctricas y de telefonía, 19 cooperativas eléctricas y de guía, flete y colectivo, 4 cooperativas eléctricas y de gas, 2 cooperativas eléctricas y de cloacas, pavimentos y cordones, 2 cooperativas eléctricas y de venta de huevos, pollos, cereales y cerdos, 5 cooperativas eléctricas y de antena colectiva de televisión y 4 cooperativas eléctricas y de fabricación de postes. 9 Dos años antes, en el Primer Congreso de Cooperativas y usinas Populares, realizado en noviembre de 1938, estuvieron representadas 58 entidades que representaban 88.000 adheridos. Además, a esa reunión enviaron delegados oficiales los gobiernos de Entre Ríos y de Córdoba, aunque de las cooperativas existentes en Córdoba sólo cuatro, las de Canals, Laboulaye, Porteña y Río Cuarto, enviaron delegados. La primera tenía por entonces 594 socios, la de Laboulaye 666, la de Porteña 335 y la de Río Cuarto 2.101. (DEL RÍO, pp. 79-84). 10 En la provincia de La Pampa no quedaba por entonces ni un solo servicio privado: las que no eran cooperativas eran entes municipales con cargo de transformarse en cooperativas. 11 Catamarca, Salta y Tierra del Fuego no tenían ninguna cooperativa de electricidad. 12 En 1980 existían en la Argentina 532 cooperativas eléctricas, las que se distribuían de la siguiente manera: en Buenos Aires 206, en Córdoba 173, en Santa Fe 56, en Entre Ríos 23, en Chubut 19, en Mendoza 11, en La Pampa 10, en Misiones 9, en Corrientes 5, en Neuquén 4, en Santiago del Estero, Formosa, Salta y San Luis 3, en Río Negro 2, en San Juan y Tierra del Fuego 1 y en Catamarca, Chaco, Jujuy, Santa Cruz y Tucumán ninguna. 13 Durante la administración del Dr. Fresco, principalmente mientras actuó como ministro de gobierno Roberto Noble, no se acordó personería jurídica a casi ninguna cooperativa y se llegó al extremo de retirarle la personería jurídica a la Cooperativa de Electricidad de San Martín, dos días antes de inaugurar sus servicios, con 10.000 accionistas y más de 400.000 pesos invertidos. 14 CÓRDOBA, Los servicios públicos de energía eléctrica en Córdoba. p. 554. Esta publicación es generalmente conocida como Informe Río-Bobadilla. 15 Esta continuidad en las estrategias de gobierno se corresponde con los planteos ideológicos de las ramas renovadoras del radicalismo nacional que Sabattini compartía y por eso al asumir su mandato el nuevo gobernador sentó claramente su posición respecto al papel del Estado en la vida económica de la provincia cuando afirmó: “No es posible dudar ya, que el plano de las relaciones económicas no puede sustentarse exclusivamente sobre el libre juego de las fuerzas productivas, sino que deben estar sometidas al contralor organizado del Estado, que confiera valor social a estas relaciones, bajo el punto de vista del interés de la colectividad…”. Ese control organizado del Estado debía comenzar por “una seria y orgánica transformación” de la economía, mediante “la restricción de la expansión ilimitada de ciertos capitales, especialmente de empresas concesionarias de servicios públicos y de fuentes comunes de riqueza”, lo que a su vez exigía controlar las tarifas de los servicios cedidos y rescatar las concesiones otorgadas, especialmente en el caso particular del sector eléctrico porque la energía eléctrica era indispensable para el fomento de la incipiente industria provincial y sobre todo porque “la producción y distribución de energía eléctrica en la que el Estado tiene fundamental función, … porque aquí, en Córdoba, la producción de energía eléctrica se hace a base de la utilización de la obra pública provincial y de bienes que por su naturaleza forman parte del patrimonio común, ha de ser encarada en su faz primordial, buscando soluciones definitivas, mediante la creación de entidades mixtas de particulares y el Estado para la dirección y administración de las fuentes primarias y la constitución de cooperativas para la distribución y el servicio público, con lo que se obtendrá la inmediata reducción de las tarifas y la regularidad de los servicios”. Mensaje de Amadeo Sabattini a la legislatura provincial del 17 de mayo de 1936. 16 Ley de revocatoria Municipal Nº 3836, sancionada el 25 de agosto de 1939. 17 Castillo había sido uno de los senadores que en las escandalosas sesiones de mediados de 1930, cuando se discutía un proyecto de ley destinado a legalizar el monopolio eléctrico en la provincia, alzó su voz contra el mismo y en defensa de la riqueza hidroeléctrica de la provincia. Con ese antecedente no debe extrañarnos que en mayo de 1940, al asumir la primera magistratura provincial, prometiera defender esa riqueza y fomentar su racional y útil explotación, pilar fundamental del desarrollo 22 industrial de la provincia, y que siguiera trabajando por dotar a Córdoba de una política eléctrica provincial. 18 Mensaje de Santiago H. del Castillo a la legislatura provincial del 1 de mayo de 1941. 19 Las razones de esta propuesta se basaban tanto en el estado que presentaba la explotación del servicio público de electricidad como también en la imposibilidad, al menos en ese momento, de considerar esas fases separadamente sobre todo en el caso de las grandes organizaciones fabriles para ciudades importantes. Lo que se buscaba era lograr una más eficiente administración de los negocios y la coordinación de todos los esfuerzos en beneficio del abaratamiento de los servicios y de su pronta y eficaz prestación. 20 Ordenamiento legal de la industria…, p. 31. 21 Ibíd. 22 Respecto a la información de carácter estadístico que se utiliza en esta ponencia es conveniente advertir que el análisis de las características y situación de las cooperativas en el período comprendido entre 1930 y 1960 no es fácil porque las estadísticas producidas por el Ministerio de Agricultura, encargado de difundir el cooperativismo en el país, se limitan a cifras globales sobre la cantidad total de las cooperativas y de socios y sobre los importes de capital suscripto y realizado. También son incompletos y muchas veces francamente parciales los datos provenientes de los estudios que sobre la cuestión se publicaron en la época debido a que sus autores estaban a favor o en contra del cooperativismo eléctrico, situación que influía en el manejo de las fuentes utilizadas. En consecuencia, la información disponible no es lo suficientemente completa para juzgar los resultados de este sistema en todos sus aspectos, limitación que es una característica general aplicable a todo el país y también a Córdoba, donde los datos producidos por organismos oficiales son también muy escasos y fragmentarios. Esta situación se revierte alrededor de 1960, momento a partir del cual se cuenta con series estadísticas nacionales y provinciales que, en el primer caso, brindan información sobre las cooperativas en general y, en el segundo, sobre las cooperativas eléctricas cordobesas en particular. 23 Sobre un total de 946 fábricas de electricidad en funcionamiento en el país, sólo 41 estaban organizadas bajo el régimen cooperativo, y de 1.237 poblaciones que contaban con servicio eléctrico, sólo 21 eran servidas totalmente y 20 parcialmente por cooperativas, mientras que a la industria eléctrica privada correspondían más del 90% de las usinas eléctricas en funcionamiento, de los capitales fijos invertidos y de la potencia de motores primarios y a sus redes estaba conectado el 96% de los consumidores de energía eléctrica del país. Como se puede apreciar tanto en el ámbito nacional como provincial la presencia de las cooperativas aparece como insignificante. 24 Según las funciones especificadas en la mencionada ley orgánica de creación, la nueva empresa tuvo a su cargo, “la generación, explotación, industrialización, transporte, distribución y comercialización de la energía eléctrica, en todo el territorio de la provincia”. Es decir, la EPEC tuvo atribuido, desde su creación, el monopolio del servicio eléctrico en todo el territorio provincial, sin limitación alguna. 25 Esta cifra es la que registran las estadísticas nacionales que no siempre coinciden con la información que ofrecen las memorias de EPEC, las que en este caso hablan de 205 cooperativas. 26 Si tomamos las estadísticas correspondientes al año 1970, veremos que en el orden nacional esta tendencia ya estaba claramente definida pues sobre un total de 649 cooperativas en servicio en todo el país, el número de poblaciones servidas por cooperativas era de 916. 27 EPEC, Memoria anual, año 1980. 28 Esta iniciativa fue completada por la Ley 11.684 por la que se creó la Sección Crédito Agrario en el Banco de la Nación Argentina, en la que al año siguiente se crea la Inspección de Cooperativas a cuyo cargo estuvo “la supervisión del accionar de estas entidades y su impulso a través del crédito” (GirbalBlacha, p. 190). 29 Durante toda la gestión peronista (1946-1955) las cooperativas eléctricas se beneficiaron con créditos a bajo costo otorgados especialmente por el Banco de Crédito Industrial Argentino. Entre las cooperativas cordobesas figuran la Cooperativa Eléctrica de Oncativo Ltda., la Cooperativa de Electricidad de Colonia Caroya Ltda. y la Cooperativa de Luz y Fuerza Motriz Ltda. de Oliva. (GirbalBlacha, p. 98) 30 A partir de 1961 la EPEC actuó como intermediaria entre la Dirección Nacional de Energía y Combustibles y las cooperativas de electricidad en las tareas vinculadas con la distribución y contralor de ese auxilio financiero federal asignado para cubrir déficit de explotación y fueron numerosas las cooperativas y usinas particulares beneficiadas con ese tipo de préstamos. 31 Según la Resolución 4323 del 22 de noviembre de 1958 ese fondo se formaría con recursos provenientes de asignaciones de la Ley de Presupuesto o de leyes especiales y con los intereses devengados por los préstamos a acordar con tales recursos. 23 32 En algunos casos, los préstamos fueron utilizados en el mejoramiento de las maquinarias y líneas de distribución y en otros para realizar las obras eléctricas más necesarias y urgentes como para iniciar la prestación del servicio. 33 En 1968 se inauguró la central regional de Isla Verde y al finalizar el periodo estudiado en esta ponencia estaban muy avanzados los trabajos en la central regional de General Levalle, ambas en la zona sur del territorio provincial. 34 Por lo general en esas reuniones los funcionarios de la EPEC asesoraban a los cooperativistas en relación con las modificaciones y ampliaciones de las redes de distribución secundaria y de las redes propiamente de electrificación rural. 35 Para mediados de la década de 1960 las zonas comprendidas entre Colonia Caroya y Colonia Tirolesa, Alta Gracia y Rafael García, Río Segundo y Lozada, General Cabrera y Carnerillo estaban ya electrificadas y se había comenzado a ejecutar diversos proyectos que habrían de beneficiar la zona sur del territorio provincial, en torno a las localidades de Holmberg, Vicuña Mackenna, Tosquita, Coronel Moldes y Eduardo Bulnes (en el departamento Río Cuarto), de Laboulaye y Melo (en el departamento Presidente Roque Sáenz Peña), en el sur de Bell Ville (departamento Unión) y al oeste de Holmberg (departamento Río Cuarto) y en la zona centro se trabajaba entre las poblaciones de Matorrales y Oncativo (departamento Río Segundo). 36 Esta primera ley de electrificación rural con que contó la provincia de Córdoba se dicta el 10 de setiembre de 1971, durante el gobierno de facto encabezado por Helvio Nicolás Gouzden. 37 Los predios rurales y/o plantas industriales que al momento de procederse al relevamiento catastral y eléctrico ya poseyesen conexión que proporcionase un racional, efectivo y suficiente suministro de energía eléctrica a criterio de la EPEC, quedarían excluidos del régimen de la Ley 5252. 38 Esta aceptación era fundamental porque cuando un área era declarada de “contribución obligatoria”, todos los propietarios de inmuebles comprendidos en ella quedaban obligados a contribuir a la realización de las obras. 39 CÓRDOBA, Plan de Desarrollo de Córdoba, p. 21. 40 De acuerdo al Primer Programa Nacional de Electrificación Rural, la financiación se hizo la siguiente manera: Banco Interamericano de Desarrollo, 40%; Banco de la Nación Argentina, 20%; Secretaría de Estado de la Nación, 20%; usuarios, 20%. 41 Había una sola cooperativa funcionando en una localidad con más de 30.000 habitantes (Río Tercero), 2 en poblaciones de más de 20.000 habitantes (Colonia Caroya-Jesús María y Villa Dolores), y 8 en poblaciones entre 10.000 y 20.000 habitantes (Laboulaye, Deán Funes, Morteros, Arroyito, Villa Nueva, Las Varillas, Villa del Rosario y Oncativo). 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