Entrevista publicada en Revista Nómada Diálogo con Daniel Calmels,

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Entrevista publicada en Revista Nómada
Revista nómada Marzo de 2010 / Número 20
La discapacidad del héroe
Diferencia y discapacidad en las narraciones dedicadas a la infancia
Daniel Calmels
Colección El Cuerpo Propio
Diálogo con Daniel Calmels, por Jorge Boccanera
El discapacitado como personaje de los relatos infantiles y la indiferencia e
intolerancia social frente a lo diferente, constituyen los ejes de La
discapacidad del héroe (Biblos), nuevo libro del escritor Daniel Calmels,
fundador del Hospital Escuela General San Martín. Entre los personajes del
nuevo trabajo de Calmels, desfilan Pulgarcito (niño prematuro y diminuto),
El patito feo (a quien su misma madre llamó “monstruo”), Dopey (el
“mudito” de los Siete Enanitos), el Niño Cojo del Flautista de Hamelin, el
Soldadito de Plomo y Clara, la amiga inválida de Heidi.
El autor de libros como Cuerpo y saber, El cuerpo en la escritura, Del sostén a la
trasgresión y Juegos de crianza, dialoga con Nómada sobre la distancia entre
los términos “discapacidad” y “diferente”, a la vez que se centra en el
tema de la tolerancia y advierte sobre caracterizaciones negativas que
alcanzan aun a textos científicos.
-¿Qué diferencia hay entre los términos “discapacidad” y “diferente”?
Las utilizo consciente de sus limitaciones, pero con la idea de cubrir dos
fenómenos: “discapacidad” está más ligado a la terminología oficialmente aceptada
e indicadora de carencias y déficit localizables –discapacidades motoras, sensoriales
y mentales-, mientras que “diferencia” es más general, menos clínico, y permite
abarcar un sinnúmero de fenómenos donde prima un exceso de singularidad.
La diferencia no tiene por qué marcar una discapacidad. Lo diferente no indica una
dificultad, aunque se transforma en una dificultad en la medida que es visualizada
como un signo negativo y rechazada. La caracterización negativa de lo que escapa
de la norma no es producto de una desviación de grupos marginales, sino que
puede observarse en textos científicos: en 1947 una prestigiosa profesional
argentina, la doctora Carolina Tobar García, definía la “zurdez” como un “defecto de
menor cuantía”.
-¿Hay un exceso de palabras para nombrar lo diferente frente al término
normal?
Creo que esta abundancia de palabras nos advierte la complejidad del tema:
discapacidad, anomalía, anormalidad, fenómeno, incapacidad, rareza, deformidad,
invalidez, debilidad, inhabilidad, perturbación, torpeza, impericia, ineptitud,
minusvalía, insuficiencia, trastorno, subnormalidad, desmesura, atipicidad,
deficiencia, desarmonía, alteración, defecto.. Lo que escapa de la norma no solo
queda fuera del canon y de la medida, sino que al mismo tiempo queda fuera del
lenguaje. El que nombra trabaja con aproximaciones, y en el nombre busca alivio y
olvido. Lo que no puede nombrarse se sostiene en la memoria de imágenes
desconocidas que buscan un nombre. Todo lo nombrable entre en la categoría del
archivo, y allí descansa la extrañeza. Concertar un nombre es un antídoto contra el
desconcierto.
-¿La idea de discapacidad es cultural, histórica?¿Discapacitado frente a qué?
La representación social de la discapacidad se ha modificado a través del tiempo. La
joroba constituyó una marca histórica que representa la discapacidad bajo la forma
visible de la deformidad. Este desvarío de la norma, evidente, notorio, fue
representante de la discapacidad durante el siglo XVI, época en la cual el ideal del
cuerpo se representaba en la posición erecta, sin desvíos. La curva, enemiga de la
recta, cuya hegemonía reinaba en la estética de la postura-, estaba en contra del
canon. A toda marca de deformidad en el cuerpo le correspondía una injuria
psíquica y emocional, por lo tanto una persona torcida, encorvada, tendría una
equivalencia moral.
Desde el punto de vista de su etimología “capacidad” significa “contener, dar
cabida”. Si nos ajustamos a este sentido la dis-capacidad abunda, es moneda
corriente, los rasgos de nuestra sociedad no se manifiestan por un dominio de la
“contención” y la “cabida”. El sistema económico de producción y distribución de la
riqueza nos dis-capacita desde el comienzo. Por otor lado, una persona definida con
los patrones actuales como discapacitada puede tener desarrollada una capacidad
de contención a veces mayor que otros capacitados. De cualquier manera es
prudente evitar el dicho frecuente de que “todos somos discapacitados”, frase que
más que defender el lugar de lo diferente pone a todos en una misma posición y,
por lo tanto, les quita derechos a quienes tienen una marca orgánica, psíquica o
corporal que altera las posibilidades de desarrollar praxias, pensamientos o
conciencias.
El sentimiento de escritor no es ajeno a la situación histórica y a la concepción
dominante acerca de las faltas, déficit y carencias- De forma más rica, como una
hipérbole de los sentidos, recrea el drama cotidiano. Puede funcionar como
testaferro de las ideologías que degradan la condición humana, o trabajar como
portavoz, restituyendo el valor de la persona y denunciando en muchos caoss las
injusticias sociales.
Ocultamientos
-¿Existe en nuestro país un rechazo a lo diferente? ¿Cómo se manifestaría
lo “normal” específicamente en la sociedad argentina? ¿Hay una mirada,
una moral o un imaginario desarrollado en ese sentido?
Formalmente, la sociedad en su conjunto se muestra comprensiva, tolerante y
hasta solidaria con los sujetos que tienen disminuidas o anuladas una o más
capacidades. El discurso oficial de turno, frecuentemente formulado ante
inauguraciones y actos caritativos hace hincapié en los derechos de cadenciados,
desvalidos, discapacitados, minusválidos. Si bien los derechos humanos se
organizan bajo el orden de una “declaración”, solo tienen cumplimiento en la
medida en que se ejerzan. La tolerancia a lo diferente de las sociedades actuales se
arma con el modelo de la caricatura, acepta la exageración de algunos rasgos sobre
un fondo de normalidad. Pero cuando la figura y el fondo no se adaptan al canon,
sobreviene la extrañeza y el rechazo. Una sociedad cada vez más estructurada en
la consideración de lo diferente como impropio y del otro como ajeno, forma seres
humanos incapaces de hacerse cargo de lo que producen como comunidad.
En nuestro país hay por lo menos dos diferencias que producen rechazo, una de
ellas frente a la discapacidad tomada en el sentido clásico, discapacitados motores,
sensoriales y mentales. Frente a ella, un conocido conductor de televisión se ha
reído y llorado a gusto.
Otro es el rechazo a lo diferente que proviene de una colectividad, de una etnia, de
una cultura diferente a la que impera como dominante. Ante ellas, diversos locales
bailables regulan la circulación de todo cuerpo que porte una diferencia a la norma.
Una de las posturas frente a la discapacidad es la indiferencia: dejar pasar, ignorar,
negar. Los consejos de Edmundo de Amicis están dentro de esa caracterización:
“finge siempre no ver a quien tenga una deformidad repugnante, ridícula”. El peor
de los castigos es el retiro de la mirada, o mejor dicho ver y hacer que no se mira.
-Se habla mucho de integrar al discapacitado…
La sociedad no debería tener como tarea integrarlo, sino dejar de marginarlo, de
desintegrarlo; dejar de expropiarle los derechos que su condición humana asigna,
como el de trabajar. La tarea de integración en gran parte le corresponde a la
persona discapacitada que en muchos casos está en condiciones de llevarla
adelante en un hacer diferente, con la ayuda indispensable que requiere cada
persona en particular. Para esto es necesario renunciar ala lógica de la eficiencia
dominante en el sistema actual que despliega una lógica de la eficacia. . Si
pensamos en términos de proceso y objeto terminado, de proyecto y llegada, de
camino y destino, en la eficacia el interés estará puesto en el proceso, en el
trabajo, en el camino. Por el contrario, para la lógica de la eficiencia el valor está
puesto en el objeto terminado, la llegada, el destino, lo que implica mecanización,
achicamiento del proceso, velocidad.
Personajes
-El libro pone en el centro el papel del diferente en varios textos
infantiles…
Gran parte de mi obra se ocupa de los fenómenos cotidianos, familiares, repetidos,
campos de acciones que se transparentan sin conciencia. Tal es la fuerza de la
familiaridad, que para el lector común los discapacitados en los cuentos infantiles,
al ser integrados en un programa narrativo pasan desapercibidos, se naturalizan al
punto de no ser reconocidos como discapacitados. La lectura de este libro los pone
en descubierto, los da a ver, y los estudia como hallazgos ocultos por su visibilidad.
Pulgarcito era un niño prematuro, no hablaba una sola palabra y no era más grande
que un dedo pulgar. El Patito feo es grande, feo y mal proporcionado: “¡Dios mío,
qué monstruo! -gritó la madre- no se parece en nada a los otros”. En el caso de Los
siete enanitos Doc dice: “Dopey jamás ha hablado una sola palabra”; por su parte
Heidi tiene una amiga inválida llamada Clara que encarna en su cuerpo las
limitaciones de una disciplina que coarta sus movimientos y su libertad lúdicocorporal. En muchas ocasiones, el sujeto discapacitado representa en y con su
cuerpo la dramática situacional, encarna con su síntoma el rol que debe cumplir.
-¿La sociedad moldea a los niños para que se identifiquen sólo con los
personajes supuestamente más aptos?
Frecuentemente el niño se identifica no solo con los muy poderosos, sino también
con los que están en desventaja. Hay investigaciones que resaltan el fenómeno de
identificación del niño con el personaje desvalido o incondiciones desfavorables, con
la pobreza, la fealdad, el hijo más pequeño, el débil, el discapacitado. También se
identifica con el perseguido, el expulsado injustamente, el marginado por un rasgo
diferente. Claro que en este caso toda identificación con el diferente se realiza
sobre un conjunto de personajes protagonistas de relatos jerarquizados y puestos
en circulación, hecho imposible de lograr en las circunstancias actuales, en las que
a los niños se les ofrece personajes mecanizados, con poderes sobrenaturales y
accesorios de alta tecnología, en la cual la “falta” reside en el retraso tecnológico o
en un agotamiento enérgico transitorio. No es frecuente encontrar un héroe que
carezca de atributos para enfrentar los contratiempos, como el Soldadito de Plomo.
Esta identificación del niño con el diferente nos muestra opuesto al rechazo, hecho
que podría tomarse como un indicio a tener en cuenta cuando se piensa la inclusión
del niño con discapacidades en el ámbito grupal e institucional.
Lo que hace posible la aceptación de un personaje en el discurso narrativo no son
las características del personaje en forma aislada sino su inclusión y caracterización
en un programa narrativo, dentro del cual el personaje diferente está habilitado
específicamente por sus funciones (a pesar de su inhabilidad). Algo que no sucede
en algunos textos actuales que, bajo el discurso de una supuesta inclusión del
discapacitado, subraya la diferencia a través del golpe bajo.
-Otros personajes de tu libro son Pinocho y el niño cojo del Flautista de
Hamelin…
El Flautista de Hamelin entra en un pueblo invadido de ratas y se le promete una
recompensa por limpiar el pueblo. Cumple su cometido usando su flauta mágica,
lleva las ratas atraídas por la música a un río donde encuentran la muerte. El
compromiso de la recompensa no se cumple y en venganza atrae a los niños del
pueblo con su flauta y los hace desaparecer tras una montaña. Pero un niño se
salva, impedido de seguirlos por su cojera y será quien encuentre la flauta que el
flautista dejó en un descuido y rescate a los niños. Aquí la discapacidad del “niño
cojo” no sólo es la que le da identidad, sino la que l excluye del resto de los niños.
No obstante, el diferente se transforma en héroe.
Pinocho es otro personaje diferente en el cual se extreman los rasgos distintivos.
No sólo porque originariamente su cuerpo era de madera, sino porque el “nacer”
tiene una nariz grande y carece de orejas. Un muñeco destinado a “hacer oídos
sordos” a las reprimendas y castigos. A un muñeco desobediente que desoye las
recomendaciones de los adultos, le corresponde una escasez de apéndices auditivos
de nacimiento.
Un castigo común a los niños de otras épocas era infligirles, por su desobediencia,
un buen “tirón de orejas”. Es ese intento que Gepetto se da cuenta de su olvido. En
cuanto termina de tallarlo, Pinocho “salto a la calle y se dio a la fuga” y, después
de un largo periplo, fue detenido por un carabinero de una manera muy particular:
“…lo agarró limpiamente de la nariz –era una nariz desproporcionada que parecía
hecha a propósito para ser atrapada por los carabineros-“.
-También figura el Soldadito de plomo, personaje que recorrió las infancias
de muchas generaciones…
Escribe Hans Christian Andersen que un artesano fundió un cucharón de plomo para
hacer soldaditos de juguete. Los hizo iguales, aunque al llegar al último se le había
acabado el plomo y tuvo que hacerlo con una sola pierna. Esa diferencia lo afecta y
lo distingue. Su devenir le traerá penurias y cuidados, será el elegido para transitar
por situaciones límite, aumentará sus diferencias en relación con el resto de los
iguales; su carencia le aportará una cualidad: será para el niño un juguete
sobresaliente, perdido, lamentado, recuperado y alojado con cuidados. Estando de
pie en la única pierna que tiene, encuentra a la Bailarina parada en un pie y
exclama con candor: “sin duda a la pobre le falta un pie como a mí”. Entre el
Soldadito de Plomo y la Bailarina las diferencias son enormes, ambos pueden estar
ubicados en polos diametralmente opuestos. A pesar de todo esto, el Soldadito no
habla de las diferencias, sino que se relaciona a partir de las semejanzas: ambos
están parados en un pie. El soldadito encuentra en el otro un punto de contacto,
una similitud. Su conclusión es falsa, pero el esfuerzo de buscar semejanzas vale la
pena. Se establecen a partir de reconocer al otro como miembro de la especie
humana. Ambos se atraen, y el entrecruce de sus miradas cargadas de pasión los
ubica en el ejercicio de un genuino atributo de la condición humana.
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