III EL CASTELLANO MEDIEVAL: FONOLOGÍA HISTÓRICA

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III
EL CASTELLANO MEDIEVAL: FONOLOGÍA HISTÓRICA
Cuando entre los siglos XII y XIII surgen los primeros
textos en romance castellano, sus autores han de construir un
sistema de transcripción diferente al que venía siendo usado
habitualmente (la “escritura latina”). Dado el carácter de escritura
fonética que tienen los alfabetos europeos, los problemas
principales de plantearon a la hora de representar el sistema
fónico, tan diferente ya del latino. En las vacilaciones de la época
primitiva, cuando todavía las formas romances se revisten de
latinismo o cuando se mezclan con secuencias de aspecto
completamente latino, y en el sistema gráfico que se fue
configurando a lo largo del s. XIII, podemos hallar las mejores
muestras de la fonía que estaba detrás de esos escritos; la
comparación con el latín, y con el “latín vulgar”, lengua bien
conocida, y con las lenguas hermanas nos completará la posibilidad
de reconstruir el sistema fonológico del castellano en su aparición
histórica, a la vez que nos permitirá averiguar algunos detalles de
su realización fonética. A partir de ahí nos será ya relativamente
más fácil seguir sus vicisitudes durante la Edad Media.
I. EL SISTEMA VOCÁLICO
1.1. El castellano medieval presenta un conjunto de fonemas
vocálicos que no se va a modificar en los siglos posteriores; las
reglas de combinación de vocales (diptongos, etc.) se encuentran
también constituidas en su forma casi definitiva siendo la misma:
éste es, pues, uno de los casos donde nos vemos obligados a
reconstruir los cambios y sus etapas entre la situación latina y la
románica (castellana) inicial. En castellano, los subsiguientes
cambios, propios ya de la historia románica, que afectan a las
vocales se van a limitar a la distribución, es decir, a la presencia de
unas u otras vocales en las palabras.
De esta forma, nos encontramos cinco fonemas: /a, e, i, o, u/,
cuya oposición se produce de forma nítida en sílaba tónica,
mientras que en sílaba átona parecen neutralizarse algunas de esas
diferencias (así, e/i, o/u), y en sílaba final la distribución es
defectiva (no suelen aparecer ni /i/ ni /u/. Las combinaciones
vocálicas más frecuentes son los diptongos crecientes /ié/, /ué/,
mientras que otros están limitados al léxico muy culto (p. ej. /au/:
cautivo), dialectal (/ei/: pleito), o a unas pocas formas nominales y
desinenciales verbales (p. ej. (ió/: Dios, comió, partió).
El acento
1.2. El acento y la consiguiente distinción entre sílabas tónicas y
átonas tienen una importancia decisiva en la historia del vocalismo
románico (son las vocales, como núcleos silábicos, las que reciben el
realce): no obstante, hasta fines de la Edad media, no se empezará
a generalizar el uso de la tilde o apex para marcar, en algunos
casos, las vocales tónicas.
El acento castellano continúa algunas características del
latino: es culminativo (sólo hay uno por palabra), y no se da en
ciertas palabras (preposiciones, formas auxiliares, etc.). En cambio,
es muy distinto en otros aspectos: es claramente de ‘intensidad’
(basado en la distancia máxima de las cuerdas vocales al vibrar), no
‘melódico’ o ‘tonal’ como parece que era el acento culto latino
(basado en la frecuencia de vibraciones); este cambio, o, mejor,
generalización de lo que había sido un uso vulgar y rústico latino,
está consumado ya en el s. V d.C., por lo que dicen los gramáticos,
pero debía ser usual desde dos siglos antes. Por otro lado, el acento
castellano no depende en absoluto de ningún condicionamiento
fónico contextual (en este sentido, su acento es “libre”), frente al
latino, que no se daba en cualquier sílaba (salvo excepciones muy
limitadas, no aparecía en sílaba final), y dependía de la sílaba
penúltima para su posición: si esa sílaba tenía cantidad larga (su
vocal era larga, o la sílaba terminaba en consonante), portaba el
acento: AMÍCUS, AMÁNTIS; en caso contrario, pasaba a la
antepenúltima (pero no más allá): PÓPULUS.
El castellano conserva también, en general, el acento sobre la
misma sílaba que lo llevara en latín. En este punto, los únicos casos
de traslado acentual que comprobamos en los orígenes son los que
se produjeron en latín tardío (según testimonio de los gramáticos
latinos de época tardía). Así, las palabras cuya penúltima vocal se
halla ante un grupo de oclusiva y líquida habían atraído a ella el
acento, aunque no le correspondiera (p. ej. tinieblas < TÉNEBRAE,
entero < ÍNTEGRU, a partir de las acentuaciones tardías
TENÉBRAE, INTÉGRU), siguiendo una vacilación ya de los poetas
latinos (VÓLUCRIS o VOLÚCRIS en Virgilio). Los hiatos vocálicos,
siguiendo la tendencia a formar diptongos, trasladan a veces el
acento a la vocal más abierta (FILÍOLUS > FILIÓLUS), o a la que
va en segundo lugar 8PUTÉOLUS > PUTEÓLUS), o a la que va en
segundo lugar (PUTÉOLUS > PUTEÓLUS), lo que dio lugar a las
formas romances (hijuelo, pozuelo). El latín tardío tendió a
acentuar el radical de los verbos, no los prefijos (CÓMPARO >
COMPÁRO > comparo, RENEGO > RENÉGO > reniego)1 Por último,
dado el mayor prestigio del griego y la influencia del Cristianismo
en los últimos siglos del Imperio, los helenismos mantienen su
acentuación propia: así, frente a los clásicos IBÉRUS (< s) o
CÁTHEDRA (< xsurgen ÍBERUS y CATHÉDRA (> cadera), y
en vez de adaptar el sufijo ía como átono (tragedia, comedia, etc.)
se conserva como tónico (melodía, behetría). Otros traslados, como
veremos, son propios de la morfología verbal, o tardarán aún en
darse.
Las vocales en sílaba tónica
1.3. Las cinco vocales del castellano suponen una reducción notable
del sistema latino: éste contaba, si no con diez fonemas, al menos
con diez posibilidades vocálicas distintivas, pues diferenciaba
vocales largas de breves, distinción que se superponía a las otras de
timbre o localización (palatales o anteriores: /e, i/; velares o
posteriores: /o, u/; central: /a/), abertura (máxima: /a/; media: /e,
o/; mínima: /i, u/). La distinción ‘larga’/’breve’ pertenecía a la
naturaleza propia de las vocales, sin estar condicionada a ningún
otro rasgo: de ellas dependía el carácter largo o breve de las
sílabas (que era lo pertinente para los poetas latinos), salvo si la
sílaba era “trabada” (es decir, terminaba en consonante), en cuyo
caso era siempre larga2 Desde el siglo II d.C. los gramáticos
empiezan a testimoniar la ruina de este sistema: por otros datos (p.
ej. confusiones de unas vocales por otras), podemos suponer que no
sería ya “popular” desde, al menos, dos siglos antes. Según la
descripción habitual de los filólogos, la distinción cuantitativa dejó
su lugar a otra de abertura (o tensión): las vocales largas se
El léxico patrimonial suele mantener el acento en su posición primitiva: CÓLLOCO > cuelgo
(frente a coloco), RÉCITO > rezo (frente a recito), etc.
2
En algunos entornos, no muchos, la cantidad vocálica se neutralizaba: p. ej. en sílabas finales
de palabras terminadas en consonante (salvo si ésta era -s), ante ciertos grupos consonánticos,
etc.
1
pronunciaron más cerradas o tensas, mientras que las breves se
realizaban más abiertas, o relajadas (salvo en A, que no adquirió
ninguna nueva distinción). Muy pronto se producen confluencias
entre algunos de estos fonemas: E -larga-, I -breve- se igualan en
/e/ -cerrada-, O -breve- y U -breve- en /o/ -cerrada-. Con lo que
se forma un sistema de siete vocales (llamado a veces “románico
común”) del cual deriva la mayoría de las lenguas románicas, sobre
todo las occidentales; con la conversión de las vocales medias
abiertas en diptongos: E -breve y abierta- > ie, O -breve y abierta> ue, fenómeno algo posterior, queda constituido el sistema
castellano.
1.3.1. Son muy discutidas las razones de ese cambio, uno de los más
utilizados para caracterizar el latín “vulgar” frente al clásico.
Aparte de quienes afirman que en el habla latina no había ‘cantidad’
o ‘duración’ como rasgo fonológico (con lo que todo se reduce a
ciertas neutralizaciones vocálicas), los estudiosos han señalado
básicamente, tres motivos (de actuación conjunta o separada); la
generalización del acento de intensidad (incompatible con un
sistema vocálico cuantitativo), hecho éste que casi todos admiten
como factor decisivo; la monoptongación del diptongo AE en una E larga y abierta-, lo que rompía el sistema de correspondencias
latino; y la conversión de la cantidad vocálica en un rasgo
redundante, dependiente del acento (toda sílaba tónica será larga,
y toda átona, breve) y de la estructura silábica (toda vocal tónica
en sílaba libre se alargará, lo que no ocurrirá si la sílaba es
trabada)3: el proceso que llevó a esta situación no está aún
aclarado, pro parece que se debió a que la ‘cantidad’ deja de ser
rasgo de los fonemas individuales para quedar como rasgo
prosódico, silábico.
De esta forma, al desaparecer la función distintiva de la
cantidad vocálica, su lugar es ocupado por lo que no era antes más
que una diferencia fonética asociada a las distintas cantidades.
‘cerrado’/’abierto’, o ‘tenso’/’flojo’, sustituye a ‘largo’/’breve’; pero
al no poder mantenerse un sistema de cinco grados de abertura ( i cerrada-, u -cerrada/i -abierta-, u -abierta-/ e -cerrada-, o -
3
Esto último parece limitarse al centro de la Romania (Francia e Italia), pero no al resto; p. ej.
en las lenguas hispánicas la diferencia de estructura silábica no ha influido para nada en la
evolución vocálica.
cerrada-/e -abierta, o -abierta-/ a) confluyen los grados
intermedios, de menor rendimiento funcional.
No son éstos, sin embargo, los únicos datos que hay que tener
en cuenta a la hora de analizar la evolución del vocalismo románico.
Importancia decisiva tiene el fenómeno de la ‘metafonía’ o
‘inflexión’, por el que determinados elementos de carácter cerrado
(-i, semivocales o semiconsonantes, palatales y velares, de difícil
clasificación) alteran el resultado esperable, produciendo, por los
general, cierre en un grado de la vocal anterior.
1.3.2. Según lo expuesto, la /a/ castellana sólo puede proceder en
posición tónica, de la misma vocal latina, larga o breve: ANSA > asa,
ASINU > asno, etc.; pese a ello, es la vocal, más frecuente en
español. Los demás fonemas, en cambio, presentan unos orígenes
mucho más complejos.
1.3.2.1. La /e/ remonta en español a diversas fuentes (lo cual sí
puede explicar su frecuencia su frecuencia, inferior, con todo, a la
de /a/):
a) En primer lugar, a todos los casos del diptongo AI,
inexistente en latín clásico, pero desarrollado en época muy tardía
(su documentación directa es ya románica), a partir de diversos
fenómenos que coincidieron en producirlo. Así, surge de la
relajación y vocalización de consonantes velares agrupadas (-CT-:
FACTU > *FAITO > hecho, TRACTU > trecho; -CS-, la X latina:
MATAXA > **MADAISA > madeja, TAXU > tejo; y un solo caso de GR-: AGRU > *AIRU > ero), de la metátesis a sílaba anterior de la
semiconsonante de las secuencias -IR + Voc.-, -SI + Voc.(PRIMARIU > primero, CARRARIA > carrera; BASIU > *BAISU
>beso)4, de la desaparición de ciertas consonantes intervocálicas
(SARTAGINE > *SARTAINE > sartén, PROBAVI > PROBAI >
probé), y de ciertas palabras que lo tenían, como el helenismo
LAICU > lego, o el ibérico VAIKA > vega. Se supone una etapa
intermedia, /ei/ (conservada en el extremo occidental de la
Península), producto de inflexión, o simple asimilación, que acabaría
fundiendo sus elementos.
El cambio AI > e, que no se cumplió al mismo ritmo en todos
los casos reseñados, es uno de los que mejor sirve para
4
En estos, como en otros casos, la semiconsonante puede surgir de una e cerrada para
favorecer el diptongo, AREA > *ARIA > *AIRA > era, CASEU > *CASIU > queso.
caracterizar las áreas lingüísticas peninsulares: el castellano se
comporta aquí igual que los dialectos orientales (aragonés, catalán,
etc.), pues todos ellos lo conocieron en época muy temprana, al
menos desde el s. X (en Castilla sólo hay carreira, etc., en
documentos de la Montaña cántabra). Los dialectos occidentales
mantienen aún hoy feito, primeiro, etc. (así, el gallego, potugués y el
asturleonés más al Oeste), formas que hasta el s. XIII pueden
hallarse en los documentos de casi todo León. El grado primitivo, ai-, parece haber sido habitual en las hablas mozárabes (Yennáyr
‘Enero’, çapatáyr ‘zapatero’), si bien evolucionó a -ei-, como nos
muestran topónimos del s. XIII (en Valencia: Cinquayros junto a
Chinqueyr, y en Sevilla Lobairana junto a Leirena), e incluso
actuales (Mairena < MARIU + -ÉNA) en Sevilla, o Pampaneira,
Capileira, Ferreira, etc., en Granada); pero formas como carraira,
vaica o vaiga, e incluso laytone (‘lechón’) se hallan en documentos
leoneses de los siglos X y XI (en otras zonas son rarísimos).
b) Las vocales latinas /E -larga- , I/ -breve- confluyeron en “latín
vulgar” en /e/ -abierta, uno de los orígenes más nutridos de la /e/
castellana. Esta evolución se cumple en casi todos los casos:
MENSA > mesa, NIGRU > negro, TEGULA > teja, CONSILIU >
consejo, CORRIGIA > correa, DIRECTU > derecho, STRICTU>
estrecho, REGE > rey. La evolución, como vemos, no fue alterada, ni
siquiera en aquellos casos donde surgirá una semivocal (es decir,
una yod) por efecto del relajamiento de alguna consonante
implosiva (así, en DIRECTU > *DIREITO, etc.)5.
c) En algunos contextos, la /E -breve- latina origina también /e/
castellana (y no /ié/; en todos estos casos, la /e/ -abierta- del latín
vulgar quedó en contacto con semivocal palatal (que luego pudo
desaparecer). Dicha semivocal se encuentra en la sílaba inmediata
siguiente: NERVIU > nervio, SUPERBIA > soberbia, PREMIA >
premia (de ahí apremiar); o era contigua: : PECTUS > pecho(s),
LECTU > lecho (a través de CT > IT, INTEGRU > entero,
CATHEDRA cadera, MATERIA > madera (por medio de IR, nacida
5
Esto prueba, además, la antigüedad latina del paso E -larga- , I -breve- > e -cerrada- (se encuentra desde el
s. I d.C.), pues I -breve- ya había dado /e/ -cerrada cuando se dio -CT- > -it- (el caso de DICTU > dicho,
donde no se produce tal evolución, se debe a razones morfológicas).
de vocalización de G o D, o de metátesis, tal como muestran las
formas occidentales enteiro, cadeira, madeira); otros casos:
MEDIU > me(y)o, GREGE > grey (a través de *GREE). Como puede
observarse, las dos /e/ del latín tardío (abierta y cerrada) se
neutralizan en los casos en que quedan junto a una semivocal /i/: a
través de una etapa -ei-, destino al que también llegó la secuencia ei-nacida de -AI-.
1.3.2.2. La /i/, en el castellano de los primeros textos, tiene,
fundamentalmente, dos orígenes a los que remitirse:
a) La /i/ -larga- latina, conservada sin confusión alguna: FILIU >
hijo, AMICU > amigo, FICU > higo, etc.
b) La /e/ -cerrada- del latín “vulgar” genera una /i/ en aquellos
casos en que es inflexionada por una semiconsonante palatal de la
sílaba contigua: VINDEMIA > vendimia, CEREU > cirio, VITREU >
vidrio, LIMPIDU > limpio (como vemos, en todos los casos se
conserva la yod)6; por una -I -larga- latina: VENI > vine, FECI >
hice, TIBI > tí (por medio de tive), VIGINTI > veinte (desde el s.
XV veinte, para convertir ese hiato en diptongo); en varios casos,
poco claros, hubo cierre vocálico a pesar de que la yod se perdió o
se absorbió en la consonante palatal contigua: NAVIGIU > navío,
CAMISIA > camisa (para algunos. CAMISIA -con la primera I
larga-), ECLESIA > eglesia, egrija (cfr. Grijota, Grijalba); también
hubo inflexión en algún caso ante semivocal velar: VIDUA > viuda,
frente a LINGUA > lengua. En estos casos, pues, no hay
neutralización con la /e/ -abierta- de los mismos contextos (que
quedaba como /e/, pero sí con /i/ -cerrada-. Por otro lado, la /e/ cerrada- en hiato con /a/ disimila en /i/: VIA > vía, MEA > mía, E(B)A > -ía, etc.
1.3.2.3. Más variados son los orígenes de /o/, lo que la hace casi tan
frecuente como /e/:
a) De forma paralela a AI > e, otro diptongo decreciente., éste sí
existente en latín, originó la vocal /o/: au ya conocía la
monoptongación desde la época arcaica, en la que parece que era un
rasgo provinciano, “rústico”, tomado de las hablas itálicas vecinas;
desde el s. I d.C. vuelve a encontrarse: pese a ello, el cambio AU > o
A esto habría que añadir el muy discutido caso de TEPIDU > tibio (leonés tebio), única forma
en que una e -abierta- la dado /i/ por inflexión de yod.
6
tardó en consolidarse (en algunas lenguas románicas aún no lo ha
hecho). En época primitiva AU producía una vocal cerrada, lo que se
perpetúa en castellano; por el contrario, otros romances heredaron
una monoptongación tardía en una nueva /o/ abierta. En la mayoría
de los casos AU existía en latín: TAURU > toro, CAUSA > cosa,
PAUPERE > pobre; pero también se formó al perderse una vocal
átona latina: AV(I)CA > oca, AV(I)T > -ó, o al producirse metátesis
de esa semivocal velar a la sílaba anterior para formar el diptongo:
HABUI > *HAUBI > ove (luego hube). El proceso debió consistir
también en la atracción mutua de las dos vocales hasta su final
asimilación. Un último origen del diptongo AU, y por tanto de /o/,
no consumó el cambio en todos los casos: la secuencia AL + Cons.
Conoció la vocalización de L en /u/ (wau) (en época románica ya,
pues no hay datos latinos), y el subsiguiente paso del nuevo AU a
/o/, como nos muestran ALTERU > otro, SALTU ‘bosquecillo” > soto,
TALPA > topo, etc.; pero el grupo quedó inalterado en ALTU > alto,
SALTU < salto, PALMA > palma, y muchos otros.
El cambio AU > o delimita las zonas lingüísticas de la Península
en una forma muy parecida a la que vimos en AI > e: nuevamente, los
dialectos occidentales se nos revelan como arcaizantes, al
mantener el grado intermedio /ou/ (touro, amou, hoube), usual ya
en época medieval, aunque se prefieran otras grafías (copto,
cobhto, de CAUTU, cobsa de CAUSA, etc., o la misma au para lo
que sería ya /ou/; esta forma existía también en mozárabe, aunque
predominaba la conservación de AU; por el contrario, el castellano y
los dialectos orientales generalizan el monoptongo ya en los siglos X
y XI con muy pocas muestras de /ou/. En AL + Cons la situación es
diferente: ni catalán ni aragonés alteraron L; en mozárabe alternan
palma y pauma; en cambio, para el resto se repite el mismo reparto:
gallego-portugués y leonés occidental con /ou/ (outro, souto, etc.)
y castellano con /o/. Pero los documentos primitivos, incluso
castellanos, presentan aquí numerosas variantes: así, salto/sauto,
saoto/soto (hay muy pocas grafías souto, incluso en Oeste), al
menos hasta fines del s. XI; desde el el XII por razones que aún
ignoramos, el cambio quedó “congelado”, fijándose una u otra forma
en cada palabra (saltar/otro)7
De la antigua alternancia quedan restos en la toponimia: Autillo (< ALTU), Montoto (MONTE
ALTU), etc.
7
b) Las vocales latinas /O -larga-, U -breve-/ confluyeron también
en latín “vulgar” en /o/ -cerrada-, origen, habitualmente, de /o/
castellana: HORA > hora, TOTU > todo, LUPU > lobo, CUPPA > copa,
PUTEU > pozo, GENUCULOS > (h)inojos, FENUCULU > hinojo, etc.
c) La O -breve y abierta- (breve en latín clásico, abierta en
“vulgar”) permaneció en ciertos contextos como /o/ (sin dar, pues,
/ué/), neutralizándose así con /o/ -cerrada-. Esta neutralización,
sin embargo, no es tan extensa, en esta forma, como la de e abierta- /e -cerrada-: como tal, puede decirse que sólo se da ante
la yod surgida en las secuencias -Ll + Voc.-, -C(U)L-, -G(U)L-, T(U)L- (orígenes de la consonante palatal antigua /z/ (y), de modo
que en FOLIA > hoja, OCULU > ojo, etc. se da el mismo resultado
que en FENUCULU > hinojo o GURGULIU > gorgojo. En otros casos
de /o/ -abierta- ante yod o sonido palatal surgido de ella la vocal se
mantiene como /o/, pero sin confluir con /o/ -cerrada- (ésta da
otro resultado o no tiene evolución clara): es lo que ocurre ante /y/
< -DI + Voc.-, -GI + Voc.-, -BI- + Voc.- (PODIU > poyo. FOVEA >
hoya, HODIE > HOY, ETC.) Y EN -ct-, -cs- (NOCTE > noche, OCTO
> ocho, COXU > cojo, etc.).
1.3.2.4. La /u/, la vocal menos frecuente en español, deriva de dos
orígenes latinos:
a) En primer lugar, de /U/ -larga- latina: FUMU < humo, CUPA
> cuba, ACUTU > agudo, SUCIDU > sucio, etc.
b) Por otra parte, la /o/ -cerrada- (< lat. O -breve-, U -breve)
se cerró en /u/, en ciertos contextos, ante consonante palatal
(producida con o sin presencia de semiconsonante o semivocal yod).
En la mayoría de los casos se trata de una U -breve- latina, por lo
que puede pensarse que ésta ni siquiera llegó a /o/ -cerrada“vulgar”, influida por la palatal. Así, delante de /n/ -eñeprocedente de -NI - Voc.-, -GN-, -NG(U)L-: CUNEA > cuña,
PUGNU > puño, UNGULA > uña (pero hay cierre claro en dos
derivados del sufijo -ONEU: terruño, viduño). Ante /c/ -ch-, de CT-: DUCTU < ducho, TRUCTA > trucha (no hay casos de O -larga),
o de -ULT-: MULTU > mucho y muy (por medio de *MUITU),
A(U)SCULTAT > escucha, CULTU > cucho (y VULTURE > buitre
(donde no se dio -c- (ch) al quedar -it- junto a -r- por pérdida de
vocal); también queda /u/ en otros casos de -ÚL + Cons.-, donde la
-L- debió vocalizar y se perdió SULPHURE >azufre, DULCE > duz,
dulce, CULMINE > cumbre, SULCU > surco, etc. (excepción: ULVA >
ova)8 La U -breve- permanece como tal si la sílaba siguiente
mantuvo la semiconsonante: PLUVIA > lluvia, RUBEU > rubio (royo y
ruyo son derivados dialectales de poco uso), TURBIDU > turbio; y
hay cierre en RSCIDU > rucio (pero el verbo fue rociar, y de ahí
rocío). Por último, hay que mencionar el cierre del verbo
CO(G)ITAT > cuida (y de ahí cuidar)9. Como ya señalamos, en estos
casos no hay neutralización con o -abierta- < O -breve-; pero
tampoco hay paralelismo con lo que ocurrió en e -cerrada- < E larga-, I -breve- en los mismos contextos.
1.3.2.5. El diptongo /ie/ procede en español, casi exclusivamente, de
la /e/ -abierta- “vulgar” en la que habían confluido E -breve- y AE
(ésta a veces se había identificado con E -larga-: SAETA > seda,
FAENU > heno). Su frecuencia, no obstante, es elevada, ya que sus
orígenes latinos también lo eran. Podemos encontrar este cambio
tanto en sufijos y desinencias como en el núcleo radical de muchas
palabras. Así, desde los primeros textos castellanos aparece en iente < -ENTE (ardiente, etc.), iendo < -ENDO (gerundio neutro en
plural, -iento < -ENTU (avariento, etc.), -miento < -MENT
(casamiento), etc.), -mient(r)e < MENTE (tras adjetivo:
buenamient(r)e, etc.), -iello < -ELLU (castiello, poquiello, etc.), iego, de orígenes diversos, entre los que destacaba el grecolatino AICU --- > -AECU (labriego, judiego, andariego, etc.)10. Entre los
numerosos lexemas que lo contienen están: bien < BENE, cielo >
CAELU, yegua > EQUA, hierba o yerba < HERBA (si /ie/ queda en
principio de palabra se consonantiza en ye-) piedra > PETRA , ayer
<
HERI, etc. Por otro lado, parece que /e/ -abierta- diptongó
ante Z (ye) < -Ll-, rompiéndose así el paralelismo con /o/ -abierta-:
viejo < VETULU es el único caso claro, pues los otros propuestos
por Menéndez Pidal no son acertados: REGULA (> reja) tenía E larga y cerrada-, y SPECULU (> espejo) tuvo una historia especial
(generó formas como spillu, en Rioja, y otras parecidas).
Las etimologías que Menéndez pidal propone para poso (PULSU) y soso ((IN)SULSU) no
parecen correctas: como señala Corminas, es mejor pensar en PAUSARE e (IN)SALSU,
respectivamente.
9
Este verbo tuvo muchas variantes, cueda, cuda, cueida,, etc., a lo largo de la época medieval.
Lo mismo ocurre en buitre que conoció boitre, bueitre, butre), pues -ui- no era una combinación
vocálica usual, ni como hiato ni como diptongo, en español antiguo.
10
El diptongo del pretérito y formas afines: partieron, partiera, partiese… (y partiemos,
partiestes, formas frecuentes en el XIII) no derivan tan claramente de E -breve y cerrada-.
8
Son muy pocos los casos de /ie/ que no provienen de E -brevelatina. Apare de ciertas formas verbales (subjuntivos copie, limpie,
etc.), se reducen a algunos latinismos que contenían esa secuencia
vocálica como hiato: pedad < PIETATE (con frecuencia disimilado
en piadad: en ambos casos solía ser hiato), ciencia < SCIENTIAE,
audiencia < AUDIENTIA, así como el nombre propio Diego
(también Diago) < DIDACU. También habría que contar aquí los
indefinidos otrie y nadie.
Ya en el siglo XIII observamos diversos procesos de
monoptongación del (ie/ surgido de /e/ -abierta-, en condiciones
relativamente bien delimitadas. En primer lugar. /ie/ queda
reducido a /e/ si va precedido de consonante palatal: esto ocurre
en algunos casos de los sufijos vistos arriba (amarillento, gallego,
manchego), pero también en un radical como mujer, mugier <
MULIERE, / cuya /z/ -ye-, procedente de -Ll- acabó por absorber,
a fines del XIII, a la semiconsonante del diptongo.
La otra reducción de /ie/ es a /i/, y se produce en esta época
de orígenes, sólo delante de la consonante palatal, probablemente
por medio de la asimilación de /e/ a los dos sonidos palatales
contiguos. El caso más característico es el sufijo -iello convertido
en illo ya desde el s. X en la zona de Burgos y Castilla Vieja
(Castillo, “kaballo morcillo”, etc.), aunque en dura competencia con
la forma conservadora; el castellano literario prefirió ésta, quizá
por ser común a los otros dialectos centrales (sobre todo, el
leonés)11, y es la que domina a los largo del s. XIII. Aparte del
factor fonético citado (que operaría también en Yéñego (< ENNECU
> Íñigo), se ha hablado del posible influjo de los otros diminutivos, ito, -ino, en la aparición de -illo (lo que no deja de ser dudoso, por la
rareza de éstos en la lengua antigua), o de analogía a partir de la
sustitución, por razones puramente morfológicas, de las formas de
pretérito partiemos¸ partiestes por partimos, partiste(s).
En unas pocas palabras que en latín tenían E -breve- hallamos
en castellano /i/, sin diptongo intermedio. Se trata de Dios < DEUS,
mió (junto a mío) > MEU, judió (y judío) < IUDAEU, donde ignoramos
si hubo formas como Dieus, etc., conocidas en otros romances,
simplificadas; o si se pasó directamente a EU a /io/, diptongo
creciente favorecido quizá por la desinencia -ió del pretérito.
En mozárabe parece haber también -illo (o -il, junto al más frecuente .iel) aunque es difícil de precisar;
por otra parte, puede que sea reflejo del cierre árabe de /a, e/, en /i/ (la llamada imala).
11
1.3.2.6. El diptongo /ue/ procede, en forma paralela al anterior, de
O -breve- clásica convertida en O -breve y abierta- “vulgar”.
Aparece poco en sufijos, de los que sólo podríamos citar -uelo <
-OLU: fijuelo, hijuelo < FILIOLU, pozuelo < PUTEOLU, abuela <
AVIOLA, etc. En cambio, es frecuente en radicales: fuero < FORU,
bueno < BONU, cuesta < COSTA, huérfano < ORPHANU, puerco <
PORCU, etc. En los primeros textos hallamos cierta vacilación entre
emplear o no el diptongo en sílaba terminada en consonante nasal:
cuende/conde < COM(I)TE, uemne, huembre/hombre < HOMINE, lo
que se observa en el distinto resultado de fuente < FONTE o
puente < PONTE frente a monte < MONTE, respondo < RESPONDO,
escondo < ABSCONDO12
En una amplia serie de contextos, /o/ -abierta- y /o/
cerrada- quedaron ante una semiconsonante palatal (en general, por
medio de la metátesis de ésta): una y otra constituyeron un
diptongo /oi/ en el que neutralizaron su diferencia fonológica, y por
medio de un proceso fonético que no se ha logrado precisar aún
este diptongo se vio atraído al muy frecuente /ue/ (éste sí sería
fenómeno paralelo a la neutralización de /e/ -abierta- y /e/
cerrada- ante yod en /e/). Tal evolución ocurre ante /n/ -eñe- < NI-: sueño < SOMNIU, lueñe < LONGE, como cigüeña < CICONIA, ueño < ONEU (risueño, vidueño), vergüenza < VERECUNDIA (quizá a
través de la asimilación *VERECUNNIA; con otro resultado en el
grupo consonántico: vergüença, vergüenza), Norueña < NORONIA,
Orueña, Urueña < ORONIA13; ante -IR- y -SI-: cuero < CORIU,
como agüero < AUGURIU, salmuera < SALE MURIA, Duero <
DORIU, -duero < -TORIU, cobdiciaduero, asmaduero, valduero,
cobertuera), Bueso < BOSIU (el fenómeno se extendió a sabueso <
SEGUSIU)14, y se supone que se dio también en algunos casos
aislados como Burueba < BOROVIA,, mastuerzo < NASTURTIU.
Este diptongo atrajo también otros casos de /ui/, como puede
observarse en bueytre, cueda y cueida, cueta (por el occitanismo
12
Parece que esto remonta a un frecuente cierre de vocal ante nasal trabante n latín, según
testimonia los gramáticos.
13
El proceso debió de ser: CICONIA > * CIGOIÑA > kcigüeña (en las Glosas Silenses aparece
vergoiña).
14
Aquí el leonés nos ofrece claramente la forma intermedia: kcoiro, agoiro, salmoira, Doiro,
etc. ( formas que se dan también en gallego-portugués).
cuita), e incluso en duecho < DUCTU (sin embargo, ya señalamos que
ante -CT- no hubo en general tal neutralización)15
Son, por último, muy raros los casos en que /ue/ no procede
de los orígenes señalados. Ciertas palabras latinas con -QUpudieron provocarlo: así, cincuenta (ant. Cinquaenta) <
QUINQUAGINTA, o el cultismo cuestión < QUAESTIONE; el
pretérito fue < FUIT y formas afines. También lo encontramos en
algún arabismo como alcahuete.
1.3.2.7. La diptongación es otro de los complejos fenómenos del
vocalismo románico: se da en casi todas las lenguas de la familia,
pero en ninguna ocurre de la misma forma, tanto en lo que respecta
a los contextos en que se produce como en las vocales que la
sufren. La más general es la que afecta a las vocales abiertas /e, o/
(común a todos los romances que diptongan), pero también la
hallamos en las cerradas /e, o/ (p. ej. en francés), e incluso en /i, u,
a/. Estas diferencias internas han impedido formular una teoría
general de la diptongación románica, pese a que, por ser tan
extendida, debe remontar a época aún “latina” (o proto-románica);
además, testimonios directos exhumados por A. Tovar parecen
indicar que ya en el s. II d.C. esas vocales empezaban a diptongar
(así NIEPOS por NEPOS).
Se han propuesto muchas hipótesis para la diptongación, pero,
por las razones expuestas, ninguna es aún definitiva. A grandes
rasgos, pueden reunirse en dos grupos; por una parte, las que ven
en el especial alargamiento que sufrieron en latín tardío las vocales
tónicas por efecto del acento de intensidad el germen de la
bimatización que llevaría escisión de la vocal (en el centro de la
Romania, tal alargamiento fue mayor en las sílabas “libres”: de ahí
que sólo en ellas hubiera diptongación); el alargamiento afectaría en
especial a las vocales abiertas, que habían sido breves en estadios
anteriores de la lengua. Por otro lado, se ha aducido la metafonía,
tanto por -i, -u como por yod, como motivo inicial del proceso.
Ambas tesis chocan con dificultades en el caso del español (en
especial la segunda, pues esta lengua eludió en general el diptongo
ante yod). De ahí que se hayan dado explicaciones particulares,
15
En el s. XIII aún no se había producido ningún proceso ulterior de reducción en /ue/: aún se
usaban fruente, Burueba o valeduero.
como la que achaca el fenómeno al especial expresivismo de las
vocales abiertas. (Menéndez Pidal), o al sustrato léxico,
desconocedor de las oposiciones e -cerrada-/e
-abierta-, o abierta/ o -cerrada-, y que, por tanto, exageraba la abertura de /e
-abierta-, o -abierta-/: la desaparición de la norma latina permitía
qye tales articulaciones acabaran en diptongos (Badía Margarit,
Alarcos).
1.3.2.8. Hay muhos puntos oscuros en la historia de la diptongación
en los romances peninsulares. En primer lugares, no se atestigua en
los textos hasta el s. X es evidente que las letras e, o encubren los
diptongos de la lengua hablada, pero ello nos deja sin poder
observar su desarrollo y distribución. Hasta ahora, en vista de la
situación de los diptongos en los distintos dialectos, incluyendo el
mozárabe, se ha afirmado que el fenómeno tendría como centro, en
época visigótica, a Toledo, mientras que la Bética y la tarraconense,
y sus áreas de influencia rechazarían ese vulgarismo (de ahí, según
muchos, las vacilaciones de las formas mozárabes a la hora de
diptongar: Buñuel frente a Albuñol, etc. 16: al mismo tiempo, se
piensa que en la primera fase esa diptongación pudo estar, al igual
que en buena parte de la Romania, condicionada por yod: es lo que
indican mozárabe (welyo), leonés (güeyo, nueche) o aragonés (güello,
nueite) frente al castellano (ojo, noche)17, que en este caso se
muestra como forma disidente, “excepcional”, respecto de las
hablas centrales.
Las formas de diptongación son también variadas: salvo el
castellano, se encuentran variantes como ia, ie, o ue, ua, uo; en
castellano sólo hallamos uo en textos periféricos (Auto de los
Reyes Magos, Disputa del Alma y el Cuerpo, documentos norteños);
: no obstante, la frecuencia con que en textos incluso de época
avanzada como el s. XIII se hallan formas como bono o morte (o
las rimas del Poema del Cid, que exigen Huosca o fuort) han hecho
pensar que /uo/ fue en Castilla un arcaísmo de relativa larga vida;
otras variaciones gráficas primitivas: tirra o terra, pusto, etc., no
16
De todos modos, la falta de diptongo en los mozarabismos puede deberse a la transmisión
arábiga: hoy, la mayoría de los estudiosos cree que las hablas mozárabes conocían plenamente el
fenómeno.
17
Gallego-portugués y catalán no parecen haber diptongado; pero para el segundo se ha
propuesto una diptongación ante yod, luego simplificada (LECTU > lleit > llit, NOCTE >
*nweit < nit)
hacen sino revelar la inhabilidad de los escribas para reflejar la
realidad fónica.
Por último, el castellano se nos presenta también diferente a
los dialectos vecinos cuando deja de diptongar, al tratarla como
átonas, las formas de la conjunción copulativa (ET > e, frente a ye,
ya del asturiano) y algunas del verbo ser (ES, EST > yes, yet/ yed/
ye; ERAM, ERAS… > yera, yeras…).
Las vocales en sílaba átona
1.4. En el latín de época clásica, las distinciones vocálicas
funcionaban, por lo general, de forma idéntica en todo tipo de sílaba,
aunque ya se produjeran ciertas neutralizaciones, sobre todo en
sílaba átona. Al generalizarse el acento intensivo, las vocales que lo
llevaban relajaron su articulación: no pudieron mantener las mismas
diferencias que en sílaba tónica, y muchas veces llegaron a
desaparecer. De este modo, se igualaron /e/
-abierta- y /e/ cerrada-, /o/ -abierta- y /o/ -cerrada- del “latín vulgar”, quedando
así un sistema de sólo cinco vocales (a/e/i/o/u), que en sílaba final
de palabra quedó aún más reducido, pues el español no utilizó
demasiado las vocales finales con valor morfológico: /a/, /e/,
(procedente de todas las vocales palatales en sílaba final), /o/ (de
todas las velares) son las únicas posibilidades patrimoniales en
posición final del español.
Por otra parte, la distribución definitiva de cada uno de estos
fonemas en el léxico tardó mucho más en estabilizarse aquí que en
sílaba tónica: si en esta última puede decirse que se fija el vocalismo
a lo largo del s. XIII (salvo ciertos casos muy limitados), en cambio
las alternancias en sílaba átona (en especial, entre /i/ y /e/, /u/ y
/o/) llegan hasta el XVI, y en muchos casos hasta hoy. Además, en el
vocalismo átono son muy habituales los cambios “esporádicos”: no
sólo asimilaciones y disimilaciones sino también interferencias con
otras palabras, etc., lo que viene a complicar la evolución
estrictamente fonética.
1.4.1. De acuerdo con lo anterior, el castellano desconocía los
diptongos /ie/, /ue/ en sílaba átona; la alternancia entre /ie/, /ue/
para la sílaba tónica, y /e/, /o/ para la átona estaba perfectamente
arraigada en castellano medieval, tanto en la derivación
(fiero/fereza,
bueno/bondad)
como
en
la
conjugación
(pierdo/perdemos, vuelo/volamos). Algunos casos de aparición de
estos diptongos fuera de la posición acentuada no tenían la
procedencia habitual (así, los subjuntivos copie o averigüe, o de los
indefinidos otrie o nadie); asimismo, fieldad < FIDELITATE
(generalmente con hiato en fi-el), o antigüedad (sobre antiguo). Sólo
en algunos casos de composición: bienfaziente, Buenaval, cuellealvo,
y en los adverbios en -mient( re) (fieramientre, cuerdamientre),
además de algunos derivados (fiereza, etc.) se empieza a producir la
penetración de los diptongos procedentes de /e, o/ -abiertas- en
sílaba átona, muchísimo menor en la lengua medieval que en la clásica
o en la moderna.
1.4.2. En líneas generales, los orígenes de las vocales en sílaba átona
corresponden a los señalados para la posición tónica, con la
excepción de los diptongos ie < E -breve-, ue < O -breve-. Así /a/
procede de A -larga-, A -breve- latinas: paladar <PALATALE, cabdal
(> caudal) > CAPITALE; /e/ de AE, E-breve y abierta-, E -cerradaOE, I -larga: pregón < PRAECONE, legumbre < LEGUMINE, seguro <
SECURU, lóbrego < LUBRICU; /i/ de I -larga-: i i(n)vierno <
HIBERNU; /o/ de O -abierta, AU, OU: corteza < CORTICEA, posar <
PAUSARE (y -au- secundario: otero < ALTARIU), hormazo <
FORMACEU, miércoles < MERCURI: /u/ de U -larga-: curar <
CURARE.
1.4.2.1. La vocales átonas sufren también el influjo de las
semiconsonantes palatal (yod) y velar que hemos visto actuar en las
tónicas; a ellas hay que añadir la posible inflexión ejercida por las
semiconsonantes de los diptongos romances /ie, ue/ sobre vocal
átona anterior. Este influjo es mucho más amplio que en las vocales
tónicas, pues se produce en contextos donde éstas no se veían
alteradas; a pesar de ello, es más difícilmente sistematizable. Así,
la secuencia -ai- se hace -e-: LACTUCA < lechuga, MAXILLA >
mexilla, VARIOLA (< VARIOLA) > veruela (luego viruela, por la
semiconsonante de -ué-). La /e/ se cierra en /i/: riñón < RENIONE
(pero: señor < SENIORE), cimiento < CAEMENTU, hiniesta <
GENESTA; egual o igual < AEQUALE, ceruela (< CEREOLA) >
ciruela. Y la /o/ se cierra en /u/: cuñado < COGNATU, cuchi(e)llo <
CULTELLU (en mujer < MULIERE -- MULIERE pudo actuar la
semiconsonante latina de -Ll- o la romance de mugier); culuebra <
*COLOBRA (< COLUBRA), Burueba < BOROVIA, Urueña < ORONIA
(pero: Norueña < NORONIA.).
1.4.2.2. Muy frecuentes, aunque siempre irregulares en su aparición,
son los fenómenos de asimilación, disimilación, etc. que afectan a
estas vocales; sus efectos son a veces inusitados. Así, por
asimilación a la tónica varias vocales se convierten en 7ª/.
BILANCIA > balanza, VERVACTU > *BARBAITU > barvecho (o
barbecho), AERAMINE < alambre, NOVACULA > navaja; pero esa
conversión puede surgir también de disimilación: FRIVILIA >
arveja, ¿VERRERE > barrer?, LOCUSTA > la(n)gosta, OFFOCARE >
afogar, SUB- > sa-, za (o ca-) en sahumar, cahondar, ca(m)bullir; el
diptongo -au-, por disimilación o por absorción de /u/ por una
consonante velar contigua, puede quedar como /a/: AUGUSTU >
agosto, AUGURIU > agüero, AUSCULTAT > escucha, lo que, sin
embargo, no ocurre en AUTUMNU > otoño, etc. A su vez, la /a/, por
disimilación se convierte, generalmente, en /e/: aladaño (<
ADLATANEU) > aledaño, FARRAGINE > *FARRA(G)INE > herrén.
También hay asimilación entre otras vocales: DIRECTU > derecho.
Por su parte, la disimilación se hace casi regular en secuencias como
i…í > e… í: ILICINA > elzina o enzina, VIGINTI > veínte (>veinte),
ROTUNDU > redondo, FORMOSU > hermoso, OBSCURU > escuro
(pero triunfó oscuro).
Las interferencias léxicas (apoyadas o no en relaciones
semánticas) son responsables también de alteraciones en el
vocalismo átono: algunas son tan antiguas como el cruce latino entre
AERUGINE o AERIGINE ‘orín’ y AURUGINE o AURIGINE
‘ictericia’ (>orín); en la lengua medieval mestengo y mostrar
generaron mostrenco,
y resgar (< RESECARE) y rasgar
(*RASICARE) dieron rasgar El reanálisis como prefijo del elemento
inicial de la palabra lleva a cambios como Siet molinos > Somolinos
(prefijo so- > SUB-), o ascucha > escucha, ASPARAGU > espárrago
(es- < EX-); también son problemas de morfología derivativa las
alternancias medievales entre sabedor y sabidor, y la interferencia
del sufijo -ura que parece observarse en sabiduría (por sabiduría),
contaduría (de contador) o riguroso (por rigoroso).
En otros casos, el cambio no parece tener causas claras. A
veces se ha intentado hallar motivos fonéticos: en EPISCOPU >
obispo el influjo de la labial, al igual que en DUBITARE > dudar,
VIPERA > bívora (víbora); y en VERSURA > basura, restrojo >
rastrojo,
y otros, el carácter abridor de /r/ (múltiple) en
castellano (pero parece cerrar la vocal en rancón, re(n)cón > rincón,
y voces modernas como renacuajo, de rana, y rebaño por rabaño).
Pero aún no se ha hallado explicación convincente para POLLICARE
> polgar > pulgar, IOCARE > jogar > jugar, LOCALE > logar > lugar,
VULPECULA > gulpeja.
1.4.3. La consecuencia más extrema del relajamiento a que la
ausencia de acento llevó a las vocales átonas fue su desaparición.
Las más afectadas fueron aquellas que quedaban entre dos acentos,
el principal y el secundario18, tanto en la palabra como en el grupo
fónico: el carácter de intertónicas justifica la pérdida de muchas
vocales átonas, en especial en interior de palabra, pues en posición
final, aunque muchas vocales quedaran como intertónicas en el
discurso, intervinieron otros factores; en lo que respecta a la
posición inicial, difícilmente las vocales que la ocupaban estaban
entre dos acentos, ni siquiera dentro de la frase, por lo que, en
general, las vocales en dicha posición se han conservado: los pocos
casos de pérdida pueden explicarse por “falso análisis” al
confundirse con la vocal del artículo (APOTHECA > la (a)bodega,
ELEEMOSYNA > la (a)limosna, EQUIFERA > la (e)cebra)19.
1.4.3.1. La pérdida de vocales intertónicas en sílaba interior de
palabra se daba ya en latín; incluso, parece haber sido constitutiva
de ciertas palabras. En latín tardío o “vulgar” el fenómeno adquirió
gran extensión, aunque aún limitado a ciertos entornos; así, caían
estas vocales en contacto con R: VET(E)RANUS, VER(E)CUNDIA,
AR(I)DUS, VIR(I)DUS, con S: POS(I)TUS; con L: INS(U)LA,
CAL(I)DUS, SOL(I)DUS,; se generalizó la pérdida en la terminación
-ULUS:
AUR(I)CULA,
OV(I)CULA,
como
PER(I)CULUM,
SAEC(U)LUM, TAB(U)LA, ANG(U)LUS, etc.; y en otros casos:
DOM(I)NUS, FRIG(I)DUS, AV(I)CA, etc. También se perdía la
vocal más cerrada de numerosos hiatos (o diptongos en época
tardía): PARÍETE > PAR(I)ÉTE (> pared), COR(I)ACEA > coraça,
BATTÚERE > BATT(U)ÉRE (bater, batir), *FEBR(U)ARIU (>
febrero), etc. Esa primera fase de pérdida, prerrománica, tuvo
18
“Acento secundario” es el que suele haber cada dos sílabas a partir del acento principal, y los
hay en ciertas posiciones, sobre todo la inicial, con valor expresivo. Para la Fonética hist´órica,
el único importante es el primero.
19
Existieron también abdega y almosna, que conservaban la inicial, pero habían perdido la
intertónica interior de palabra.
continuación en la Romania Occidental (con diferentes grados de
intensidad en cada lengua), en la que se generalizó a casi todos los
contextos; esta segunda fase fue ya posterior a la sonorización de
las consonantes sordas (proceso cumplido precisamente entre
vocales), por lo que pueden diferenciarse las dos etapas:
SOLITARIU debió perder su vocal en latín, pues en soltero la T no
sonorizó, mientras que en BONITATE la pérdida fue románica,
pues la consonante había podido sonorizar (bondad).
Los ejemplos de este cambio son abundantes, pues puede
decirse que es sistemático: COMPUTARE > contar, VERECUNDIA >
vergüença o vergüeña. FEMINA > hembra, BIFERA > breva, etc.
Como veremos, este fenómeno originó numerosos grupos
consonánticos desconocidos hasta entonces, que el idioma tuvo que
resolver de muy diversos modos.
Son pocas, y limitadas a ciertos entornos, las excepciones a
este cambio. En primer lugar, se conservan las vocales átonas no
intertónicas, aun estando en interior de palabra, ya que llevan el
acento secundario de la palabra: VICIN(I)TÁTE > vezindad,
vecindad, SING(U)LAR(I)TATE > señaldad, CAPTIV(I)TÁTE
>catibdad, etc. Por regla general, la /a/ intertónica, por sus
especiales cualidades fónicas, se mantiene también: PALATALE >
paladar, ORPHANU > huérfano, etc.; si por asimilación, etc. cambia
a otra vocal, puede perderse: COMPARARE - COMPERARE >
comprar, CITHARA - CITERA > cedra, AMYGDALA -
AMIDDULA (atraído por el sufijo diminutivo -ULUS > almendra;
pero con otras vocales se convierten en /a/ (en general, por cruce
de sufijos) y ello les permite conservarse en posición intertónica:
PAMPINU - PAMPANU > pámpano, COPHINU > cuévano,
PASSERE > PASSARE > páxaro (pájaro). También se conservan
estas vocales por analogía léxica: doloroso, o para evitar un grupo
consonántico difícil: AFRICU > ábrego. Finalmente, si la vocal
intertónica queda como elemento no nuclear de sílaba, es decir,
yod, por pérdida de consonante, pervive como tal: CO(G)ITARE >
cuidar, LIMPI(D)U > limpio, etc.
El hecho de que los cultismos latinos, así como las voces
“semicultas”, conservadoras, mantengan las intertónicas ha llevado
a pensar que todo caso de pervivencia de estas vocales denota
transmisión culta. Así explicó Menéndez Pidal AQUILA > águila,
VIPERA > bivora (víbora), CALICE > cáliz, ORDINE > orden,
MARGINE > margen (podríamos añadir VESPERA > vi(e)spera), que
justifican tal carácter por su origen, por el entorno, eclesiástico o
jurídico, en que se usaron, o por otros rasgos fónicos; pero ello no
parece valer para ARBORE > árbol¸ MARGINE >
marcen,
HOSPITE > huésped, CESPITE > césped (o MESPILU > ni(e)spero,
donde la única razón para hablar de “semiculto” es, precisamente,
la conservación de la intertónica (postónica en este caso). Puede
pensarse en “irregularidades” en la caída de postónicas en
castellano; o, cuando cae la vocal final, en que estas palabras son la
muestra castellana, muy escasa, de un modo de eliminar los
sobresdrújulos latinos frecuentes en otros romances (frente al más
habitual de ROBURE > roble) 20
1.4.3.1.1. La pérdida de intertónicas era un proceso consumado en
castellano antes de su aparición histórica. Sin embargo, los textos
primitivos, sobre todo los que mantienen la forma gráfica “latina”,
suelen conservarlas, aunque en medio de incoherencias que
manifiestan, una vez más, el desfase entre escritura y realidad
fónica. Así, hallamos la vocal conservada, pero con timbre “vulgar”:
semeda ( < SEMITA), articolo, artigolo (ARTICULU), tabola (<
TABULA), etc.; o con ultracorrecciones: diabulus (< DIABOLUS),
episcupus ( < EPISCOPUS). Puede aparecer una vocal neutra,
simplemente por confusión a la hora de intentar recuperar la vocal
simplemente por confusión a la hora de intentar recuperar la vocal
perdida, o bien porque aún se conserva algún tipo de articulación
perdida: cuempetet (< COMPUTET), popelato (< POPOLATU).
Incluso puede insertarse una vocal inexistente en latín: peropias,
felumine, cabera (< CAPRA), etc. Por último, puede haber ejemplos
de vocal perdida, pero con la consonante sin sonorizar, lo que
representa una secuencia contraria a la lógica y a la historia:
kabalket (< CABALLICARE > cabalgar, Domenco (DOMINICU >
Domingo), etc.
Estos fenómenos suelen darse en los documentos del Reino de
León de los ss. X y XI, escritos en el llamado “latín vulgar leonés”;
después de esta época aparecen muy poco. Se encuentran también
en Castilla, pero en mucho menor grado: aquí, las formas
plenamente romances (cabalgue, Domingo o semda, senda, etc.) son
las que dominan fuera de las escasas frases formularias latinas. En
los textos romances del s. XIII es muy raro ya encontrar casos
Véase D. ALONSO, “Sobre las soluciones peninsulares de los esdrpujulos latinos”, en Obras
Completas”, I, Madrid: Gredos, 1972, págs. 83-89.
20
como vendegar (en Berceo), otorigo o comperar (en documentos de
fines de siglo): las intertónicas conservadas van a seguir
perviviendo hasta hoy.
1.4.3.2. Ya señalamos que en sílaba final el castellano sólo conocía
/a, e, o/, lo que supone la neutralización de mayor alcance en el
vocalismo (así, todas las palatales confluyen en /e/ y todas las
velares en /o/.
Excepcionalmente, encontramos alguna otra vocal en tal
posición: por didimilación de una -e, como en RE(G)E > rei, LE(G)E >
rey, GRE(G)E > grey, BO(B)e > buei (existieron también formas
asimiladas: re, bue); o conservación, por arcaísmo, de -u en el
singular de los sustantivos masculinos: esto, que puede hallarse en
la Glosas , textos aragoneses o leoneses, sólo se da en Castilla en
los documentos más norteños (conventu, otru, sulcu)). Por el
contrario, el castellano no conservó la -I (larga) salvo en el relativo
qui < QUI. La Rioja, en cambio, como muestran los documentos a los
poemas de Gonzalo de Berceo, no sólo la mantuvo (li(s) < ILLI(S),
pudi, fizi, etc. < cantasti, etc. < STI, eri < HERI, etc.), sino que la
extendió por analogía a otros casos (pronombres elli, esti, essi,
etc., adverbios tardi, nochi, etc.). Tampoco alteró el castellano la -a
final, salvo en posición proclítica (posesivos mia, tua, sua > mi(e),
tu(e), su(e) en los siglos XII-XIII, numeral femenino duas > dues):
no participó, pues, en el cambio -as > -es, que se encuentra en
asturiano central y en catalán oriental desde la Edad Media,, y que
parece era común también en mozárabe.
La pérdida de vocales finales es quizá el fenómeno más tardío
del vocalismo castellano, pues empieza a manifestarse en los textos
desde fines del s. X: éste sí es, de nuevo, un hecho compartido con
los dialectos orientales (aunque, a diferencia de Aragón y Cataluña,
el castellano no pierde la vocal si hay consonante final: desconoce,
pues formas como pastors, etc.), y también con el mozárabe; por el
contrario, las hablas occidentales fueron muy reacias a perder las
vocales finales.
Las vocales sometidas a pérdida, o apócope, fueron -e y -o (-a
sólo en alguna expresión como a guis de), y de forma mucho más
general la primera. La pérdida comenzó tras ciertas consonantes,
precisamente las que con más frecuencia aparecían como posibles
finales de sílaba dentro de la palabra. /r/ /-RE) < -r en los
infinitivos), /l/ (TALE > tal), /n/ (PANE > pan), /s/ (MENSE > mes),
pero también tras /d/ latina o romance (MERCEDE > merced,
VERITATE > verdad), /z/ (CRUCE > cruz) Sin embargo, desde fines
del s. XI, y sobre todo desde el XII, se produce una extraordinaria
intensificación del proceso, lo que llevó a que casi cualquier
consonante o grupo consonántico pudiera quedar como final en la
lengua medieval: princep, quisab (< quizá de ¿qui sabe?, noch, dix, (<
DIXI), duc, Diac o Diag; adelant, grand, fablast, dulz, estonz (EXTUNC + CE), etc. (incluso. Se atestiguan asturiens o leionens).
Únicamente se mantuvo firme la vocal tras grupos de consonante +
líquida (padre, doble…) o de dos líquidas (carne, etc.), de semivocal
+ consonante (fraile o fraire, peine, etc.), y en los pocos esdrújulos
de la lengua antigua (pues ahí la vocal final era portadora de acento
secundario: ánade) En cuanto a -o, si bien podía desaparecer en las
mismas circunstancias ((tod, convent, segund, etc.), lo más habitual
era su pérdida en los usos proclíticos de adjetivos (buen, mal,
primer, sant; y cient), sustantivos (duen o don < (DOMINU, cab(e)
< CAPUT usado como preposición; y nombres propios: Frenan(d),
Ro(dr)i(g), Martín, etc.); otros casos de aparente pérdida de -o
podrían explicarse como cruce se sufijos: escrivan o escrivano ,
ro(d)an o ro(d)ano, rocín o rocino21, etc.
La apócope tuvo notables consecuencias en la forma fónica de
muchas palabras. Así, la neutralización de consonantes en posición
implosiva llevó al ensordecimiento de muchas que quedaron como
finales: nuef, nief, of (= ove < HABUI), verdat o verdad, grand o
grand o grant, omenax (por (h)omenaje, Rodric; a la
despalatización: mil (< MILLE), val (por valle), duen o don (frente a
dueño), luen (por lueñe; reducción de grupos consonánticos: gran,
san, allén (de allende), duz (de dulze o dulce), etc.
En el desarrollo de la época, y, sobre todo, de la “época
extrema” (Lapesa), pudo finalizar sílaba al caer las intertónicas
(surgen entonces lumne, sangre, comptar, vendgar, etc.), lo que se
llevaría a la posición final: no obstante, hay que reconocer que el
paralelismo no es total (así, -c, “ch” o s, “sh”, posibles en final,
nunca son implosivas en interior de palabra). También en la frase
muchas vocales finales quedaban como “intertónicas” de un grupo
El sufijo latino INUS es origen del diminutivo español -in (existe también -ino, pero en un
área más reducida).
21
fónico más amplio que la palabra: Font(e) de caballos, allend(e)
presa, etc., por lo que podía eliminarse como cualquier otra
intertónica.
Sin embargo, el desarrollo tan intenso y repentino de la
apócope (así como su posterior pérdida, igualmente rápida) hace
más bien pensar en un influjo de origen foráneo, en una cierta
“moda” lingüística. Puede pensarse en los mozárabes emigrados a
los reinos cristianos, quienes, por influjo del árabe, no tenían
reparos en dejar como finales a muchas consonantes: entre ellos
eran frecuentes lop, forn, arzent, etc. y los sufijos -et (de -ETU.
Kañet, o de –ITTU: Negret), -air (-ARIU: kablayr, etc.), -iel (ELLU: Odiel, Montiel, Carabanchel, etc., -uel (< -OLU: Buñuel,
Teruel. Etc.), -iz (Alcañiz frente a Cañizo), etc. Tras ellos debió
actuar el elemento “franco”, de tanta importancia en la época de
máximo apogeo de la apócope en castellano: las hablas
galorrománicas habían conocido el proceso mucho antes y de
manera mucho más radical, por lo que no es de extrañar que
trasladaran ese hábito al castellano que aprendieron (además,
Cataluña y Aragón compartían, en buena parte, ese rasgo), y que,
dado su prestigio, fuera imitado hasta convertirse en una constante
de los documentos y demás textos de Castilla. No obstante, el
fenómeno conoció resistencias, pues en los docuemntos del s. XII
no faltan casos de ultracorrección: kede (< Quid), bédene (<
VIDENT), matóde (-AV(I)T, etc.; por otro lado, siempre aparece
como un cambio en marcha, no consumado salvo en los nombres tras
/r, l, s, n, d, z/ (en los verbos siempre vacilaban quier(e), pued(e),
val(e), al igual que fablast(e)).
1.4.4. Es muy poco frecuente la adición (epéntesis) de una vocal
átona a la palabra por razones sólo de orden fónico. Únicamente
pueden citarse ciertos casos de anaptixis, o inserción de una vocal
entre consonante y líquida (corónica, Ingalaterra, calavera (<
calvera, etc.). Y, como fenómeno regular, la prótesis de /e/ ante slatina (SCHOLA > escuela, SPATHA < espada, etc.), iniciada ya en
latín tardío, sobre todo en helenismos (ISMURNA, ISMARAGDUS,
etc.), y generalizada en la Romania Occidental, aunque la grafía
latinizante mantuviera spiritu, etc. hasta el s. XVIII22
22
De las ultracorrecciones surgidas a propósito de este cambio, ha pervivido HISPANIA >
Spania (> Spagna, Spain, etc.).
2. EL SISTEMA CONSONÁNTICO
Los primeros textos castellanos nos muestran un conjunto
variado y complejo de consonantes; por un lado, sobre todo en los
más primitivos, las grafías utilizadas pueden intercambiarse entre
fonemas relativamente próximos o variar de modo arbitrario para
un mismo fonema, con lo que en ocasiones más bien enmascaran que
revelan la realidad subyacente. Sin embargo, desde finales del s.
XII la costumbre de escribir romance hace que se desarrollen
hábitos más o menos unificados que culminarán en la constitución
del castellano literario a lo largo del XIII: esa unificación gráfica,
acompañada de una cierta normalización lingüística, nos permitirá
establecer un sistema del consonantismo castellano medieval.
Este sistema no puede ya entenderse sobre el fondo del latín
“clásico”: el cuadro de fonemas consonánticos de éste era muy
simple, pues desconocía los fonemas palatales y los fricativos
sonoros, contaba sólo (además de las nasales y líquidas: /m, n, l, r/)
con un trío de fonemas labiales con oposiciones ‘sordo’/’sonoro’
(p/f/b), y dentro de la primera, ‘oclusivo’/’fricativo’ /p/f), un par de
fonemas dentales, al que podría considerarse trío paralelo al
interior si tomamos la /s/ como ‘dental’ (t/d/s), y otro par en las
velares (k/g), que también podría pasar a trío si tuviéramos en
cuenta la aspirada /h/, casi desaparecida a finales del s. I a.C. en la
pronunciación general; a ello habría que añadir los restos de la
correlación de fonemas labiovelares: uno sordo (/kw/, escrito con
qu-) y otro sonoro, de distribución muy limitada (/gw/). Lo que
enriquecía de forma extraordinaria el consonantismo latino era la
posibilidad de que todo fonema contara con su correlato ‘geminado’,
o reduplicado; pero tampoco aquí el reparto era equilibrado, pues
había secuencias geminadas muy raras como -bb-, -dd- y -mm-.
Los cambios consonánticos del “latín vulgar”
2.1. Las transformaciones que este sistema sufrió en época tardía
hasta escindirse en el de los distintos romances primitivos son bien
conocidas en líneas generales, pero no dan pie en absoluto para
reconstruir un “sistema consonántico del latín vulgar”; sólo podemos
señalar rasgos comunes de la evolución, tanto en general (p. ej. la
aparición de un orden palatal, hecho éste que opone todos los
romances al latín) como en ámbitos más limitados (p. ej.
sonorización de consonantes sordas en las zonas románicas
occidentales, frente a su ausencia en la zona oriental). En esas
grandes tendencias evolutivas del consonantismo latino, aparte de
alteraciones más o menos frecuentes de grupos consonánticos o de
consonantes finales, pueden reconocerse tres, que venían en buena
parte a rellenar los huecos estructurales del sistema latino, y que
vienen a ser los antecedentes directos del consonantismo románico.
2.1.1. El primero, cronológicamente, según los datos de que
disponemos, de esos cambios apunta a la creación de un fonema
fricativo sonoro. La W, variante asilábica de la vocal /u/ en posición
inicial ante vocal (VENIRE, VIRTUS, etc), entre vocales (LAVARE,
COVA) y tras /r, l/ (SERVUS, ALVEUS), adquiere una articulación
más cerrada, consonántica, manteniendo los rasgos ‘fricativo’ y
‘sonoro’, tal como nos atestiguan las transcripciones al griego: hasta
el s. I d.C. VALERIUS y NERVA se reproducen como Os y
mientras que desde esta época lo hacen como s y
 este hecho coincidió con el inicio de la variación23,
precisamente en las labiales, lo que llevó a -B- intervocálica a
relajarse en un sonido también fricativo y sonoro24. De esta forma,
desde el s. I d. C. son frecuentes las confusiones entre una y otra
grafías: IVENTVTIS, NOBEM, CABIA,
etc. o IVVENTE,
DANUVIUM, etc. Como la variación no se limitaba al interior de la
palabra, encontramos idéntica confusión en posición inicial: BALIAT
(= VALEAT), BIGINTI, BIRTUS, o VENE, VONE; también se da
detrás de /r/ y /l/ (SALBARE, SERBUS, o ALVANUS, ARVITER).
Aunque para el latín tardío o “vulgar” no podemos extraer
ninguna conclusión definitiva, las lenguas románicas seguirán en
este punto dos caminos diferentes: o bien la desfonologización
total de /b/ y /v/, con la
extensión de la variación
‘oclusivo’/’fricativo’ a todos los casos de labial sonora (solución
escogida por las zonas más arcaizantes de la Romania: Sur de Italia
e islas, Norte de la península Ibérica, etc.); o, por el contrario,
aceptando la igualación /b=v/ en posición intervocálica interior de
palabra (como fricativa), suspende la variación en posición inicial
23
Proceso por el que las consonantes adquieren una variante “fuerte” en ciertas posiciones
(tras pausa o consonante) y “débil” en otras (entre vocales).
24
Como todos los fonemas sonoros, la /b/ se realizaba en latín clásico generalmente como
oclusiva.
distinguiendo así B-/V- (solución preferida por el Centro de la
Romania: Francia e Italia), precisamente como ‘oclusivo’/’fricativo’.
2.1.2. Por un proceso semejante, la -j-, variante no silábica de /i/ en
incial + vocal (IAM, IANUA) y entre vocales (MAIUS, PEIOR),
adquirió también una articulación claramente consonántica: aquí no
sólo surgió un fonema nuevo por el modo de articulación (fricativo
sonoro), sino también por la zona articulatoria (palatal). Este hecho
fue acompañado de la progresiva palatalización y asibilación
(conversión en sonido africado o fricativo ‘sibilante’) de ciertos
grupos de consonante + yod, surgida del paso de hiatos a diptongos
en latín tardío (FIL-LI-US, a veces con cierre de la vocal en
contacto (FA-GE-A > * FAGIA): esto ocurrió en las secuencias de
dentales y velares más yod, siendo las primeras en alterarse las
sonoras.
La conversión de -j- y -dj-, -gj- en consonante palatal se
muestra por las grafías cruzadas que empezamos a ver desde fines
del s. I d.C. (así, AIUTOR por ADIUTOR), y sobre, y sobre todo
desde el s. II: IOSUM o IVSVM (por DEORSUM), SERIOS (por
SERGIUS); MADIAS o MAGIAS (por MAIAS), TROGE (por
TROIAE); CORRIDIAE (por CORRIGIAE) etc. A veces, el latín
tardío utilizó la legra griega Z para -j-, -dj- (desconocemos qué
realidad fónica representaría): ZANUARIO (por IANUARIUS),
ZESU (por IESUS), OZE (por (HODIE), ZABULLUS (por
DIABOLUS), etc. Las lenguas romances muestran, en general,
soluciones palatales para estos grupos, aunque de -dj- hay
resultados sibilantes dentales, sobre todo en la Romania Oriental.
Por otra parte,, a pesar de la abundancia de grafías cruzadas, no
debieron confundirse del todo estos grupos, pues en algunas zonas
sus resultados han sido diferentes.
Las alteraciones de -tj-, -kj- comenzaron algo más tarde: -tjfue la primera en asibilarse, según nos muestran ejemplos del s. II
d.C.:
(CRESCENTSIANUS,
VICENTZIUS),
III
(MARSIANESSES) y IV y V adelante (PRETZIOSA, TERSIO,
IZOPHILUS por THEOPHILUS, etc.), y los mismos gramáticos de
los ss. IV y V que deletrean IUSTITIA como IUSTITZIA. En
cuanto a -kj-, los testimonios directos no empiezan hasta el s. III
8MARSIANOS por MARCIANUS), y sólo se hacen frecuentes en
los ss. V y VI: no obstante, las confusiones entre ambos grupos
remontan al s. II d.C.: TERMINACIONES, TERCIAE, y se
generalizan a partir del V: JUSTICIA, OCIO, etc. (la confusión no
debió de ser total, pues en muchas zonas románicas han dado
resultados distintos).
El último proceso de palatalización fue el de las velares /k/ y
/g/, ante las vocales /e, i/, en posición silábica (no llegó a a afectar
a algunas zonas románicas). El primer testimonio conocido es de
finales del s. IV: IN PAE, y desde el s. V hallamos BINTCENTE,
FESIT, etc. También son de la misma época las primeras
alteraciones de /g/ + /e, i/: GERAPOLIS (por HIERAPOLIS),
CONGIGI (por CONIUGI), SEPTUAZINTA, aparte de su pérdida,
muy frecuente: AGRIENTUM, TREINTA; su atracción por -j-, -djno impidió que en la mayor parte de la Romania los resultados de
una y otra serie fueran diferentes.
2.1.3. Ya hemos hecho referencia al último gran proceso de
transformación del consonantismo en latín tardío: la variación (vid
N° 23), que introdujo un sistema de alternancias fonéticas
desconocidas por el latín clásico. Las manifestaciones de la
variación, apenas documentadas de forma directa en época latina,
han sido muy diversas en la Romania, incluso su naturaleza, pues
mientras en la zona oriental continúa como alternancia fonética, en
la occidental se produjo un proceso de transformación: así, si /t/
tiene una variante “fuerte” (T) tras pausa o consonante, y “débil”
(t) entre vocales, ello no tiene por qué entrar en conflicto con las
variantes de /d/ (D frente a d). Pero si la variación se traduce,
como ocurrió en la Romania Occidental, en procesos de
sonorización. Etc., ello conduce inexorablemente a la confluencia de
variantes; la “fuerte” D (es decir, inalterada) se iguala a la “débil”
producida al sonorizar -t- entre vocales (así, *CON TODO (< CUM
TOTU), pero también *DE DODO). Se llega de esta forma a un
reajuste de variantes, y la fijación de la variante “fuerte” en
principio de palabra (para evitar posibles confusiones). Al mismo
tiempo, la /t/ incorpora a sí el resultado de la simplificación de -tt(TEMPUS < tiempo(s). SAGITTA > saeta, y surge un nuevo fonema,
fricativo sonoro, de la /d/ “débil”: durante mucho tiempo, fue
distinta la -d- de todo < TOTU o Dios < DEUS, oclusiva, de la de
sudar < SUDARE o nido < NIDU, fricativa.
La cronología de estos cambios es difícil de establecer. La
más estudiada ha sido la de la sonorización, por ser, quizá, el rasgo
diferencial más claro entre las dos Romanias. Las hipótesis han sido
muy variadas, desde quienes la colocaban en el s. VIII (MeyerLübke) hasta quienes la creen ver ya en el s. I: para A. Tovar, se da
en unas inscripciones en zonas de sustrato céltico (este sustrato ha
sido considerado, por estudiosos de las más diversas escuelas,
como responsable de la sonorización); en el Sur de Italia hay
algunos ejemplos del s. I d.C., poco claros y en nombres de origen
griego; todas éstas son sonorizaciones de -T- y -K- (IDEM por
ITEM. PAGATUS por PACATUS), pues las de -P- y -F- sólo se
encuentran desde los ss. VI y VII (LEBRA por LEPRA,
PONTIVICATUS por PONTIFICATUS).
La conversión en fricativas de los fonemas sonoros sólo puede
seguirse con detalle en -B-, pues su variante fricativa fue la que
confluyó con -V-. En las otras sólo puede inducirse a partir de
algunos casos de pérdida (AUSTUS por AUGUSTUS en el s. II) o
de relajamiento (PERES por PEDES) en el s. V), pues el fonema
fricativo no pudo adquirir grafía propia.
La simplificación de geminadas es un proceso más complejo:
arranca de época latina antigua, pues en ella encontramos el hecho
tras vocal larga o diptongo (CASSUS, PAULLUM > PAULUM, y
dobletes CUPA/CUPPA, LITERA/LITTERA, etc.), también delante
de vocal larga (ANALIS por ANNALIS, etc.). En este caso, el
proceso no iba en una sola dirección, pues junto a reducciones como
COMUNIS o ANORUM, hallamos también reduplicación ante yod,
/r/ y wau (BRACCHIUM, LATTRONES, ACQUA).
Las consonantes del castellano medieval
2.2. Los diferentes fenómenos que hemos señalado habían dado ya
sus frutos cuando se empiezan a componer textos romances en la
Península Ibérica; de hecho, pueden considerarse cambios
históricos concluidos. Sin embargo, no todos habían llegado a la
misma situación estable: en este sentido, es digno de destacar que
la sonorización (y fenómenos anexos), el más tardío y difícil de
documentar en época latina, era el que en general había producido
los resultados más definitivos; el sistema resultante, p. ej,, de las
palatalizaciones sufrirá, en cambio, numerosos reajustes todavía en
siglos posteriores. Por tanto, analizaremos en primer lugar aquella
partes del sistema de consonantes en cuya constitución
intervinieron sólo los procesos de sonorización de sordas,
relajamiento de sonoras y simplificación de geminadas (la llamada
“lenición románica”) 25, dejando por el momento de lado la actuación
de estos cambios en sibilantes y palatales y en nasales y líquidas.
Fonemas labiales
2.3. De acuerdo con los principios evolutivos expuestos y las grafías
observadas en los textos, el castellano contaba en sus inicios con
cuatro consonantes labiales:
- La /p/, surgida de la P latina en posición inicial (PATRE >
padre, PORTU > puerto, etc.) y de la -pp-, que, como todas las
geminadas, sólo podía ser interior e intervocálica (CUPPA > copa,
CAPPA > capa, MAPPA > mapa, etc.).
- La /b/, oclusiva por naturaleza, originada en B latina inicial
(BONU > bueno, BUCCA > boca, BADIU > bayo, -P- intervocálica
sonorizada: LUPU > lobo, CUPA > cuba, APOTHECA > bodega), y
algún caso de -BB (ABBATE > abad, escrito con frecuencia abbad o
abbat, por su carácter culto).
- La /v/ (o /B/, según veremos abajo), distinta de la anterior
por el rasgo ‘fricativo’, que procedía de la v latina consonantizada
(VENIRE > venir, *VOLTU > vuelto, LAVARE > lavar NOVEM >
nueve, etc.), de la -B- latina relajada (-ABA (imp.) > -ava, PROBARE
> provar, GLOBELLU > ovillo, etc.), y de varios casos de la muy
escasa -F- intervocálica latina (PROFECTU > provecho, TRIFINIU >
Treviño), incrementada por la adaptación de la -- griega
(RAPHANU >rávano, COPHINU > cuévano); como puede verse, la
grafía propia de este fonema era v ( o u, aún una sola letra).
La /f/, nacida de F inicial latina (FUI > fui, FORTE > fuerte,
FEMINA > fembra), y de unos pocos casos del grupo latino -NF-,
que ya tendía a simplificarse en el mismo latín (INFANTE > ifante,
con frecuencia escrito iffante, por alarde culto; CONFUNDERE >
cofonder).
Este esquema presentaba, no obstante, puntos conflictivos: el
de más alcance es el de la fricativa sonora, tanto en lo que respecta
a su naturaleza como a su oposición con /b/; pero los avatares de
/f/ constituyen uno de los rasgos más característicos del
castellano.
Como lenición se conoce un fenómeno de las lenguas célticas por el que los fonemas
consonánticos adquieren variantes relajadas en ciertos contextos: la diferencia con el conjunto
de fenómenos, al que a veces se llama “lenición románica” es que en aquéllas ha llegado a
gramaticalizarse, mientras que en la Romania queda, donde lo hace, como simple variación
fónica.
25
2.3.1. En los primeros textos castellanos la igualación B=V entre
vocales, dentro de la palabra, era general, por lo que sólo queda
suponer que el betacismo iniciado en el latín tardío se había
consolidado en esta posición, dando el fonema fricativo: así, sólo
hallamos cantava, maravilla, cavallo, lavar, nuevo, etc, (en los
textos latinos de Castilla, como de otras zonas, hay todavía una
cierta mezcla de grafías b y v en estos casos). No había ocurrido lo
mismo cuando este fonema labial estaba en contacto con líquida, o
acabó junto a ella; ante líquida domina la grafía b: parabla, palabra
(< PARABOLA), noble (< NOBILE), libro (< LIBRU), fablar (<
FABULARE), salvo en los futuros avré, devré, de aver ( < HABERE)
y dever (DEBERE); detrás de líquida predomina v: yerva ( <
HERBA), barva (< BARBA), olvidar (< OBLITARE), pero no faltan
casos de b: carbón, árbol (y árvol). También detrás de nasa había
clara tendencia a b (con pronunciación, probablemente, oclusiva):
enviar (< INVIARE, conbenir < CONVENIRE, etc.l
En posición inicial, la situación es muchos menos clara. En
líneas generales, la distinción b-/ v- se mantiene en la escritura,
pero con numerosas transgresiones. A veces, éstas son constantes,
dando lugar así a la forma habitual de la palabra (casi siempre, la
dirección es v- - b-), por motivos como la disimilación respecto
de otra v interior (VIVERE > bivir, VERVACTU > barvecho), o de
o, ue (VOCE > BOZ, * VOLTU > buelto, VULTURE > buitre), o la
metátesis (VIPERA > bivora), pero también sin motivo concreto
aparente (VERRERE > barrer, VERMICULU > bermejo, ETC.). Mucho
más frecuentes son las confusiones ocasionales, de b- por v-: baca,
billa, basos, bezino, bibda o biuda, abenidos, etc., o las más raras
de v- por b-: voga, vando, etc., grafías que nunca llegaron a ser las
propias de estas palabras. Tales cruces se dan en documentos,
fueros, etc. (en especial en los producidos en la Castilla más
norteña), aunque no en todos; pero la aparición de la lengua literaria
en el s. XIII va a reducirlos en gran parte a los más constantes, ya
señalados. Esa distinción básica entre las dos grafías, así como su
consolidación en la lengua literaria, puede hacernos pensar que el
castellano diferenciaba ambas labiales como fonemas; pero las
abundantes confusiones indican que buena parte de Castilla, o bien
desconocía por completo tal distinción ( y sólo seguía, si podía, una
norma ortográfica de raíz latina), o la mantendría sólo en muy pocas
situaciones; situación semejante, con algunos casos de b- por v-, se
da en otras zonas del Norte peninsular (Galicia, León, Aragón).
Las dos labiales sordas que sonorizaron vinieron a completar
la distribución de uno y otro fonema; en época medieval ninguna
vaciló: -p- dio siempre -b- (reintrodujo la /b/ oclusiva entre
vocales), distinta siempre de -v- (< -V-, -B-), y -f- (o -ph-) dio -v(aumentó las apariciones de la fricativa).
2.3.1.1. La naturaleza de los orígenes de /b/ y /v/ en castellano
medieval justifica plenamente que el rasgo distintivo en la oposición
sea ‘oclusivo’/’fricativo’; al mismo tiempo, explica también la mayor
parte de las confusiones señaladas, pues en posición inicial dicho
carácter suele depender más bien del contexto, que es siempre
cambiante (así, en boca y con vino se pronunciarían con oclusiva, y
de boca y de vino con fricativa). Por ello, la supervivencia de la
oposición sólo estaba garantizada si existía algún otro carácter
fonético; en la mayoría de las lenguas románicas éste fue la
articulación labiodental de la fricativa. Es posible que ésta
existiera en Castilla medieval, sobre todo entre quienes dirigieron
la norma romance “culta” o “literaria” desde el s. XIII. Ello,
además, parece estar justificado lingüísticamente: al ensordecerse
las consonantes que quedan finales por apócope, la -b- lo hace en -p
(LUPU > Lopo, Lobo > Lop, Lope), mientras que la -v- lo hace en -f
(nuef, nief, nuf, abundan, pero niep sólo se halla en algún texto no
estrictamente castellano como la Fazienda de Ultramar).
2.3.1.2. Hemos de recordar, por último, que la fricativa
intervocálica se perdió con cierta frecuencia; no es éste un proceso
vivo ya en castellano, y además parece afectar más a -V- latina que
a -B-, por lo que su pérdida corresponde a una época en que aún no
estaban igualadas. Continuando algo común en latín tardío, la -V- se
perdió ante vocal velar: -IVU > ío (vacío, estío, río) generalizado en
-IVA (GINGIVA > enzía); otros casos, no sistematizables: BOVE >
buee, bue, buei, -A(V)I > -é. La -B- sólo se pierde regularmente en
el imperfecto ía (< -EBAM, -I(E)BAM), y, por disimilación, en
SABUCU > saúco.
2.3.2. La /f/ latina se daba sobre todo en posición inicial (diversos
cambios la habían hecho muy rara en otros contextos): ahí, o detrás
de consonante, los textos antiguos de Castilla la muestran con
notable regularidad (al igual que los de las otras zonas hispánicas).
Sin embargo, desde el s. IX (el primer ejemplo es de 863, en
Santoña) hay muestras de que daba lugar a una aspirada, que podía
desaparecer: el nombre derivado de FORTICIUS podía aparecer
como Ortico, Hortiz, etc., hay topónimos como Haeto < FAGETU),
Oja (< FOLIA), Hayuela (< FAGEA), Ormaza (< FORMACEA), Rehoyo
(< FOVEA), Hacas (< FASCIA), y también oce (< FAUCE), repartidos
en documentos de la Montaña cántabra, Norte de Burgos y Rioja a
lo largo de los ss. X, XI y XII; en el XIII abundan aún más; Helipe,
Ampudia (< FONTE PUTIDA), Herrera ( de FERRU), herraán (<
farragine), hecho, harán (de FACERE), etc. En la región de Burgos
y en el centro los ejemplos son muchos más raros, aunque no faltan
algunos casos como gaho (por gafo) y hueren (por fueren), en el
Fuero de Brihuega, hijo (< FILIU) en Toledo. Alguna vez la
alteración se da en una F no inicial, como en i(l)hant, forma riojana
de INFANTE. Fuera de estos casos, todavía esporádicos, la
presencia de /f/ era constante en la lengua escrita.
El reparto especial de las primeras muestras de F- > h- (o
“cero fonético”) parece apoyar la hipótesis de Menéndez Pidal
según la cual dicho cambio se debería a la actuación de un sustrato
vasco-ibérico, y más específicamente vasco-cantábrico (en las
zonas ibéricas de Levante la F no se vio alterada). Si tenemos en
cuenta que al otro lado del País Vasco, en Gascuña, F- > h- fue
también general, y que la mayoría de los dialectos vascos
desconocen el fonema /f/, por lo que se ven obligados a alterar de
diversos modos la F latina y románica, la hipótesis cobra aún mayor
verosimilitud. Ahora bien, persisten varias incógnitas: ignoramos la
naturaleza del sustrato “cántabro”; no queda claro si el cambio se
debió a un sustrato que actuó sobre el latín implantado en la zona o
a la convivencia lingüística de vascos y castellanos en los primeros
siglos de la reconquista: y todavía se discute cómo se produjo
exactamente el paso de una labial [f] a una aspirada [h];
últimamente, se ha vuelto a aludir al carácter bilabial, no
labiodental, de las /f/ latina antigua y castellana como punto de
partida para una relajación, o aspiración, de dicha consonante; con
ello (y con propuestas semejantes) se intenta evitar los problemas
de la hipótesis sustratística.
Fonemas dentales
2.4. Escluyendo los de carácter sibilante, el castellano medieval
contaba con los siguientes fonemas dentales:
- La /t/, nacida de T- latina inicial (TOTU > todo, TEGULA >
teja) y -TT- interior (GUTTA > gota, LITTERA > letra)26; a esta
geminada se asimiló, ya en latín tardío, el grupo -PT-, por lo que su
resultado es el mismo: SEPTEM > siete, CAPTARE > catar, etc.
La /d/, originada en D- (DIE > día, DOMINU > dueño), y en
-T- sonorizada (VITA > vida, PETERE > pedir, -ATU > -ado, etc.). Es
muy probable que esta /-d-/ fuera distinta fonológicamente, como
oclusiva, de la que procedía la -D- latina, quizá fricativa, aunque se
escribieran igual: GRADU > grado, NIDU > nido, etc.; la razón para
ello es que la /-d-/ castellana surgida de la correspondiente sonora
latina se había perdido, o estaba en situación vacilante, en muchas
palabras, mientras que la /-d-/ < -T- se mantenía estable. Así, son
casos consolidados de -D- perdida: CADERE > caer, IUDICE > juez,
PEDE > piee, pie, e incluso algún semicultismo como IUDICIU >
juizio; y de forma casi general el sufijo de adjetivos -IDU > -io:
LIMPIDU > limpio, SUCIDU > suzio, RIGIDU > rezio, SAPIDU >
sabio, TEPIDU > tibio, etc., frente a unos pocos casos en que la -Dpervivió por haber caído antes la vocal átona: CALIDU A caldo,
FRIGIDU > frido (> frío), RAPIDU > rabdo, (< raudo). Por el
contrario, en el s. XIII aún se vacilaba entre crúo y crudo (<
CRUDU), desnu(y)o y desnudo (<NUDU), y algún otro. En otras
palabras, como grado o nido la -D- fue siempre constante. El
castellano se halla, pues, aquí entre el leonés, que pierde casi toda
-D-, y el aragonés, que la conserva.
Estos dos fonemas se neutralizaban en posición final; en tal
entorno las -T y -D latinas se habían confundido y desaparecido en
época muy temprana (ET > e, y, ALIQUOD > algo), por lo que sólo
tenemos dental final tras la apócope: SALUTE > salud, MERCEDE >
merced, etc., con variantes salut o mercet como muestras gráficas
de dicha neutralización.
Fonemas velares
En casos de TT geminada posterior, la evolución pudo ser diferente: el árabe hasta se
adaptó en castellano como (h)ata, fata, con simplificación normal, pero también como adta o
fasta, con diferenciación de las consonantes del grupo.
26
2.5. Sin tener en cuenta, por ahora, la incipiente h < F, y dado que la
H latina no se aspiraba desde el s. I a.C. (por ello no se escribía:
ombre, onor, etc., salvo por “cultismo”), el castellano sólo poseía
dos fonemas velares:
- La /k/, procedente de idéntico fonema en posición
inicial (CAPUT > cabo, CURTU > corto), de la velar geminada sorda
interior (VACCA > vaca, SICCU > seco), y de la labiovelar sorda
latina, / kw/ (escrita qu), en posición no intervocálica: ésta da la
velar simple en general (QUATTUORDECIM > catorce, QUARERE >
querer, QUINDECIM > quince, QUOTA cota, TORQUACE > torcaz,
SQUILLA > esquila, etc.) salvo en posición inicial seguida de /á/, en
que desarrolla cuá(QUATTUOR > cuatro, QUALE > cual,
QUADRU > cuadro) y también ante /a/ con acento secundario
(QUADRAGINTA > cuarenta, QUADRAGESIMA > cuaresma), y en
algún caso en interior como QUINQUAGINTA > cinquaenta,
cincuenta.
- La /g/ procede de G- (GUTTA > gota, GAUDIU > goco, gozo),
y de algunos casos de K- (COLAPHU > colpe y golpe, CATTU > gato,
CRETA (< greda)27, de -K- intervocálica sonorizada (SECURU >
seguro, PACARE > pagar, ACUTU > agudo, etc.), -kw- sonorizada,
que pierde el apéndice labial por lo general (ALIQUOD > algo,
SEQUI > seguir, ANTIQUU > antigo), conservándolo ante /a/
(AQUA > agua, AEQUALE > igual, ANTIQUA >antigua, SANGUINE
> sangre): a veces la /g/ surge como refuerzo a partir de una
semiconsonante (MINUARE > MENGUAR). También Aquí parece que
hubo distinción frente a la -G- procedente de la sonora latina:
AUGUSTU > agosto, LEGUMINE > legumbre,
CASTIGARE >
castigar, NAVIGARE > navegar, pues sólo ésta llegó a perderse:
LEGALE > leal, LIGARE > liar, FUMIGARE > humear , y también
navear.
Estas consonantes apenas se hallaban en castellano primitivo
en posición implosiva (son muy raras apócopes como duc, etc.), pues
los grupos latinos que las contenían (-CT-, -GN-, etc.) se habían
reducido muy pronto; la -c final latina había desaparecido 8ADILLIC > allí, etc.), salvo en ciertas expresiones adverbializadas,
donde sonorizó: HOC ANNO > hogaño, HAC HORA > agora.
27
Esta curiosa sonorización en inicial (y sólo de la velar) puede deberse a helenismo (cfr.
x > GUBERNARE), o ser un resto de la variación ‘fuerte’/’débil? En principio de palabra.
2.6.1. Los tres fenómenos de sonorización, fricatización y
degeminación. Como partes de un mismo proceso, se condicionan
mutuamente de acuerdo con la antigüedad respectiva de cada una.
Así, las sonoras latinas, al relajarse en fricativas, no se
confundieron con las que resultaron de la sonorización posterior (b- < -P- no era igual a -v- < -B-, etc.); por su parte, al ser lo último
en ocurrir, el resultado de las geminadas ya no pudo seguir el
camino de las simples (-p- < -PP- no sonorizó). En cuanto a la pérdida
de las sonoras fricativas, parece ser un hecho independiente, sin
conexión con los demás (además, no fue sistemático como ellos),
aunque por lo general no fue inmediato: fue anterior, no obstante, a
la época de AI > e (MA(G)ICU > mago) y AU > o (TRA(D)UCERE >
trocir).
La sonorización pudo no producirse en determinados
contextos; precedida de AU, la sorda se mantuvo: CAUTU > coto,
PAUCU > poco, AUTUMNU > otoño, A(V)ICA > oca, lo que muestra
lo tardío de su paso a /o/ (en pobre el étimo es el vulgar POPERE,
no el clásico PAUPERE); AI sólo parece haberla impedido en dos
formas verbales muy irregulares (SAPIAM > *SAIPA > sepa,
CAPIAM > *CAIPA > quepa), pero no en VAICA > vega, etc. Tampoco
la hubo cuando la pérdida de intertónica era muy antigua
(SOL(U)TU > suelto); aquí se encuadran habitualmente ciertas
palabras donde la vocal átona desaparecida iba tras un grupo latino
de dos consonantes, palabras en que la sorda intervocálica se
mantuvo: COMPUTARE > contar, MASTICARE > mascar, VENDITA
> venta, CONSUETUMINE > costumbre, etc. (pero ello no fue
sistemático: VINDICARE > vengar, COLLOCARE > colgar)28. Por el
contrario, estos fenómenos sí se dan ante consonante líquida, tanto
la sonorización 8DUPLARE > doblar, PATRE > padre) como la
fricación y pérdida de sonoras 8PIGRITIA > pereza, etc.).
2.6.2. Todos los romances peninsulares conocieron estos tres
fenómenos, como se atestigua ya desde los primeros textos, incluso
en los todavía “latinos”. Esto es válido también para las hablas
mozárabes, en las que ha sido muy discutida, y aun negada, la
existencia de sonorización: si bien los mozarabismos con sorda son
numerosos (capacho < CAPACEU, alcayata frente a cayado,
marchito < MARCITU), hay también bastantes muestras de sonora,
Naturalmente, la sorda se conserva en cultismos y “semicultismos”: así, lealtad < LEGALITE,
amistad < AMICITATE, frente a los antiguos lealtad y amizad.
28
incluso en escritura árabe; de este modo, para la preferencia por la
sorda que testimonian los topónimos o los autores árabes, aparte
de un cierto conservadurismo, se ha aducido el contagio de un
peculiar proceso de ensordecimiento de sonoras en árabe andalusí.
La única excepción son los documentos aragoneses, donde la sorda
es de rigor, aun en los contextos más romances (lueco, capecas,
otorket, etc.); juento a ello, aparece una curiosa sonorización tras
líquida y nasal (rangura, algalde, frangum), presente también en
León (faculdate, karda, spondania, etc.) y algunos otros puntos: de
origen dudoso (¿sustrato ibérico, vasco, o dialectalismo latino, dada
su existencia en umbro antiguo y en hablas italianas del Sur?), no
llegó a imponerse.
Los documentos primitivos, de forma “latina”, oscilan
constantemente entre la inercia se seguir escribiendo las grafías
tradicionales (es decir, las sordas) o reflejas ya las formas
romances: por tanto, no debemos apoyarnos en ellos para
caracterizar las distintas zonas lingüísticas peninsulares por este
rasgo. Sí es cierto que en los documentos de León de los ss. IX, X y
XI hay una abundantísima presencia de sonoras, no sólo en las
formas romances (eglesia, comde, etc.), sino también en las de
transmisión erudita, o sin herederos románicos directos (artigulo,
ederno, catoligo, sigut, cingidur, etc.). No sabemos hasta qué punto
esto puede caracterizar al romance leonés de la época, pues la
mayoría de los escribas era de origen mozárabe; esta sonorización
extrema, desaparecida de León hacia el s. XII, no se encuentra en
las demás regiones.
Fonemas sibilantes
2.7. estos fonemas, caracterizados por la especial impresión
acústica de “silbido” de su componente fricativo, se repartían en
castellano medieval en los órdenes dental y alveolar: los primeros
eran además africados, y los segundos, fricativos, dentro de ellos
se producía la oposición entre sordas y sonoras. En conjunto, se
caracterizaban por lo que algunos fonólogos han llamado rasgo
‘estridente’, que para los lingüistas españoles es más bien
‘rehilamiento’29.
Estridente es el rasgo fonológico (opuesto a mate) de aquellas consonantes que hacen
intervenir un obstáculo suplementario en la salida del aire, por lo que ésta se hace con mayor
turbulencia y firmeza y(así, los fonemas labiodentales, sibilantes, etc.). Los sonidos rehulantes
29
2.7.1.1. La sibilante dental sorda, africada y realizada con el dorso
de la lengua: /s/ -sh-, tenía muy diversos orígenes:
- En posición inicial provenía de la /k-/ ante vocales palatales:
CAEPULLA > cebolla, CIVITATE > cibdad, ciudad, etc.; a veces,
precedida de S- líquida: SCHEDULA > cédula, SCHISMA > cisma
(genera una e- protética en SCAENA > escena); y de algunos casos
de la labiovelar de la palabra: QUINQUE > cinco,
QUINQUAGINTA > cincuenta (frente a QUINDICEM > quince,
etc.).
-Dentro de palabra, procedía de la K palatalizada latina o de -tj-, -kj- precedidas de consonante que impidiera la sonorización:
VINCERE > vencer, CARCERE > cárcel, MARTIU > Março (martso), ANTIA > ança (esperança, templança, etc.), LANCEA > lança,
POST.COCCEU > pescueco, etc. (también -CT- ante yod originó /s/
-sh-: *DIRECTIARE > (a)dereçar, COLLACTEU > collaco); cuando la
consonante precedente era /s/, el resultado fue el mismo, con la -sabsorbida en la sibilante: PISCE > pes(e), -(E)SCERE -ecer, USTIU
(por el clásico OSTIU) > oco, FASCIA > faca, haca, ASCIATA >
acada (en todos los demás dialectos peninsulares, el resultado fue
/s/ -sh-: peix(e), fa(i)xa, etc.).
- Otros orígenes son más esporádicos. Así, algún caso de
consonante + /kwe, kwi/: TORQUERE > torcer. De difícil
explicación resulta el cambio, no sistemático, -DJ- > -s- (con acento
circunflejo), tanto en posición intervocálica; BADIU > baço (frente
a bayo), *FODIARE > hoçar, GAUDIU > goço (y gozo), como tras
consonante: VERICUNDIA > vergüença, HORDEOLU > orçuelo,
VIRDIA > berça (y ADMORDIU> almuerzo; si bien DJ ya en latín
parecía dar unas sibilante (cfr. HODIE > OZE), lo extraño es que
diera un resultado sordo, a partir de sus componentes sonoros.
- Por último, esta sibilante pudo absorber a una /t/ con la que
había quedado en contacto: ACCEPTORE > acetore (y azttor) >
açor, y en los arabismos con el grupo ST, recogido por los
castellanos como Ct: ASTIGI > Ecija, MUSTARAB > moçárabe, etc.
(término de la Fonética española que no coincide por entero con el anterior) son aquellos que
presentan una vibración especial en la zona de articulación. En todo caso, parece que las
sibilantes pueden recibir ambas caracterizaciones.
2.7.1.2. El correspondiente fonema sonoro /z/ -con circunflejoprocede de los mismos orígenes, pero en contextos de sonorización
(por ello, no se da en inicial de palabra)30;
- Su fuente fundamental es K (palatalizada), TJ y KJ en posición
latina intervocálica: DICERE > dezir, VICINU > vezino, , UNDECIM
> onze, PUTEU > pozo, -ITIA, > -eza, -V + TIONE > -V + zón.
CORTICEA > corteza, , -ICIU > -izo, izo, etc; también algunos
casos de /kwe, kwi/ intervocálicos: COQUERE > cozer, COQUINA >
cozina, LAQUEU > lazo. Sin embargo, TJ y KJ tuvieron en ocasiones
un comportamiento errático: con frecuencia, -TJ- intervocálica
generó la sibilante sorda (en cultismos y semicultismos TJ se
adaptaba como sorda: GRATIA > gracia, VITIU > vicio, etc., pero
KJ: IUDICIU > juizio, GALLAECIA > Galizia): CAPITIA > cabeça,
PLATEA > plaça, POTIONE > poçon, poçoña, CORACEA > coraca,
BRACHIU > braço (alguna vez aparece sonora por sorda: ARCIONE
> arzón); este resultado sordo no siempre puede explicarse por
geminación de la consonante ante yod (lo que vale para
MAT(T)IANA > ma(n)çana y algún otro, pero no para todos), sino
que parece acercar al castellano a los dialectos occidentales, donde
la dos secuencias con yod dieron la sibilante sorda.
- El grupo latino -RG- dio -rz- (con z palatalizada) de forma
regular: ARCILIA > arzilla, SPARGARE > sparzer, BERGIDU >
Bierzo (en ARGENTEU > arienço hubo disimilación ante la otra
sibilante); en cambio, el paralelo -NG- (G palatalizada) produjo -nz(con z palatalizada sonora): GINGIVA > enzía, * SINGELLU >
senzillo, RINGELLA > renzilla, pero fue más frecuente que
resultara en -n- (eñe) (LONGE > lueñe, y sobre todo en verbos: NGERE > ñir, como reñir, ceñir, salvo IUNGERE > unzir¸ junto a
uñir). No se ha explicado aún el porqué de este doble tratamiento;
tampoco se ha establecido con claridad cómo G (palatalizada), que
normalmente desaparece, da /z/ (palatal sonora africada) tras
estas consonantes31
-Por último, el grupo romance de consonantes -K’T- origina /z/
(sonora palatal africada): PLACITU > plazdo > plazo, RECITO >
rezo, etc.
Es excepcional el caso de zelo, del latín ZELUS < gr. Zs
Y. MALKIEL ha dedicado varios estudios a esta cuestión; pueden citarse: “Interplay of
Sound and Forms in the shaping of three Old Spanish Medial Consonant Clusters”, Hispanic
Review, I, 1982, 247-266.
30
31
2.7.1.3. Como se ha podido ver por las grafía empleadas, el
castellano medieval distinguía las dos sibilantes dentales,
empleando para la sorda c, ante vocal palatal, y ç ante cualquier
vocal: la sonora tenía reservada la z. Este reparto sólo se anulaba
en posición implosiva, dentro o al final de la palabra, donde la
oposición fonológica se neutralizaba y el castellano escribía sólo z,
no porque se pronunciara sonora, sino quizá porque el fonema
sonoro y la sibilante implosiva coincidían en una articulación más
relajada. Así, hallamos z tanto donde correspondía sorda: PISCE >
pez, FALCE > hoz, como donde debía ser sonora: DECIMU, >
diezmo, -ICINU > -ezno (lobezno, osezno, etc.), PACE > paz, CRUCE
> cruz, etc.
Sin embargo, con anterioridad al s. XIII las grafías para
estos fonemas son mucho más confusas: no hallamos el reparto
mencionado, sino que para cualquier caso se emplea o bien la grafía
latina (face, serbitsjo, etc.); de un tipo especial de z empleada en
la escritura de los ss. X-XII surgió la c. También se emplearon en
época primitiva, para la sorda, c ante vocal no palatal: macanares,
capeca, infancones, cc: maccanares, sz: cabesza, aszada, y otras.
Por resabio cultista, se siguió luego empleando sc o sc cuando
dicha secuencia existía en el origen latino: conoscer (<
COGNOSCERE), etc.
2.7.1.4. En bastantes casos, hallamos una palatal africada /c/
alternando con algunas de estas sibilantes, o en lugar de ellas, de
acuerdo con la etimología. Así, CICCU > chico; CICERU > chicharo,
CIMICE > cisme y chinche, interferido con SCHISMA > cisma,
chisme, CORTICE > corcho, CAPACEU > capacho (frente a capaço),
FURNACE > hornacho (frente a fornaz), etc. Habitualmente, se
piensa que tales formas son mozarabismos: estas hablas
mantendrían el grado palatal en la evolución de la consonante velar
palatalizada del latín tardío hacia la sibilante dental del resto de
los romances peninsulares; esa fase sería la del románico de época
visigótica (común con los romances orientales: italiano, rumano,
etc.). Esta idea viene apoyada por el hecho de que mozarabismos
indudables como cauchil (< CALICE) o almatrice (< MATRICE), o
numerosos topónimos de ese origen: Elche (ILICI), Turruchel (<
TURRE + -ICELLA), (Al)conchel (< CONCILIU), Aroche (< ARUCCI),
etc. , presentan ese mismo fenómeno.
Hoy ya no se cree en el mozarabismo de la palatal /c/ por /s/
-con cincunflexo) o /z/ -con circunflejo-: en mozárabe también se
alcanzó el grado dental, como atestiguan topónimos Luchena,
Marchena o Archena). Más bien parece que fueron los árabes los
que fijaron ese grado palatal primitivo, que escribían con su letra
de palatal sonora ( gim) y pronunciaban como /c/ africada sorda
palatal; desde entonces, lo utilizaron para reproducir cualquier
sibilante romance (aunque a veces usaran también sus propias
dentales). En cuanto a las palabras que no parecen tener otro rasgo
de mozarabismo sino éste, se piensa en trueques de fonemas hacia
los palatales, en búsqueda de mayor expresividad.
2.7.2. Las sibilantes alveolares, fricativas ambas y realizadas con la
punta o ápice de la lengua, sólo se oponían como sorda frente a
sonora en posición interior como sorda frente a sonora en posición
interior intervocálica. En los demás contextos, o sólo había sorda
(así, en posición inicial o tras consonante) o una y otra se
neutralizaban en (en posición implosiva); la conservación de -s final,
frente a la tendencia latina, arcaica primero y “vulgar” después, a
su pérdida, alinea al
castellano con
los demás romances
occidentales (mientras que los orientales generalizaron la
pérdida)32. De todo este conjunto de fonemas, eran, pues, los que
presentaban una distribución más defectiva.
2.7.2.1. El fonema sordo, /s/, escrito habitualmente, pero no
siempre, con ss, tenía los siguientes orígenes:
-La –ss- geminada latina: GROSSU >
grueso, -SSEM
(pluscuamperfecto subjuntivo) > -sse (imperfecto, subjuntivo),
PASSU > passo, en latín VERSU > viesso (pero DEORSUM y
SURSUM, hechos IUSUM y SUSUM en latín tardío dieron sonora:
yuso, suso).
2.7.2.2. La /z/ sonora, escrita con s entre vocales procedía de:
- La -s- latina intervocálica, escasa, y cuyo carácter fónico es
dudoso: CASA > casa, -OSU > -oso (bondadoso, perezoso, etc.); la
sonorización se produjo incluso tras diptongo AU: PAUSARE >
posar, CAUSA > cosa, o tras metátesis de semiconsonante: CASEU
> queso, BASIU > beso.
32
En las inscripciones latinas de la Bética pueden hallarse algunas muestras de la caída de -s,
lo que indica hasta qué punto esta zona asimilaba las tendencias lingüísticas latinas.
2.7.2.3. Fueron frecuentes los trueques de estos dos fonemas por
otros; pero en esas sustituciones nunca se mezclaron sordas con
sonoras, lo que prueba la solidez de la distinción. El más extendido
fue el de /s/ por su correspondiente fricativa sorda palatal / s/
(circunflejo invertido), estabilizado en algunas voces desde el
principio: SAPONE > xabón, SEPIA > xibia, BASSU > baxo,
VESSICA > vexiga, vacilante aún en otras: passaro y paxaro <
PASSERE, sugo y xugo < SUCU, etc.; se ha aducido influjo morisco
(los árabes adaptaban como /s/ -prepalatal fricativa- toda /s/
románica), lo que es probable en algún topónimo como SALONE >
Xalón, pero no en los demás casos, o también influencia leonesa
(donde el cambio fue casi general): en último término, hemos de
pensar que ambos fonemas estaban muy próximos, por lo que las
posibilidades de cruce eran muy grandes. Más esporádicos fueron
/s/ > /s/ -africada-, casi siempre por asimilación en inicial de
palabra: SAETACEU < cedaço, * SICCINA > cecina, y algunos casos
de SUB- > ça- (ça(m)bullir, çahondar), aparte de otros ocasionales
(ceruiçio en el Poema del Cid, çeçe en Calila, etc.); y /s/ > /c/ palatal africada-; ?*SAURICIU > choriço, cha(m)puzar (*SUBPUEARE).
La /z/ también se trocó por /z/ -palatal sonora-: *CINISIA >
ceniza, CERESIA > cereza, CERVESIA < cerveza (asimilación desde
la inicial, pero también analogía con -eza (-ITIA) y por la palatal
/z/ -prepalatal sonora-: TONSORIA > tixera y tigera, sobre todo
en algún caso de -SJ-: ECLESIA > eclegia, egrija (cfr. Grijalba,
Grijota), igleja o igreja.
Fonemas palatales
2.8. En el orden palatal el castellano antiguo contaba con una tríada
de fonemas relativamente bien organizados: excluyendo a la
problemática /y/, había dos fonemas sordos frente a uno sonoro;
los dos sordos se oponían entre sí como ‘oclusivo’ (africado) frente
a ‘fricativo’. Por otro lado, en estos fonemas las oposiciones mutuas
se daban en caso todos los entornos.
2.8.1. La /s/ -palatal fricativa sorda- aparte de algunos trueques ya
vistos, procedía casi exclusivamente del grupo latino -ks-; de ahí la
grafía x, propia de este fonema desde los orígenes, pues era la
misma de su antecesor latino (otras grafías empleadas en época
primitiva fueron más raras: (i)sc, o incluso (i)ss, s), Así, TAXU >
texo, LAXUS > lexos, DIXI > dixe, LAXARE > lexar,dexar, etc.; si
dicho grupo estaba, o quedó, en posición implosiva, neutralizó
inmediatamente en /s/: FRAXANU > fresno, SEX > seis, AD VIX >
abés (en latín, SEXTA, etc. se pronunciaban ya sólo con [s]).
Otros casos de /s/ surgieron en diversas secuencias de s, o
ss, junto a semivocal palatal: IMPULSARE > empuxar (a través de
*empuisar), *QUASSiare > quexar, etc.
2.8.2. La palatal sonora, /z/, empleó diversas grafías: las más
habituales, que permanecieron, fueron i, j, y g ante vocal palatal;
en época primitiva conoció muchas más: g con cualquier vocal, ig o
gi, y sobre todo gg, grafía ésta compartida con /c/ -africada- (lo
que parece indicar su carácter africado)33. Los orígenes son
también variados:
- Algunos casos, según veremos, de I- semiconsonántica latina:
IAM MAGIS > jamás, IUDICE > juez, IUNCTA > junta, IUNCU >
junco, etc.
- Préstamos galorrománicos o catalanes con idéntico fonema:
p. ej, el sufijo -aje (<fr. -age o prov. -atge (-ATICU) de salvaje,
lenguaje, etc.; y también los cultismos latinos con -Isemiconsonántica interior o G con vocal palatal (majestad, gente,
etc.).
- El origen más frecuente viene constituido por los grupos
latinos -LJ-, -C(U)L-, -G(U)L, -T(U)L (asimilado a -CL- tras la
pérdida de la vocal): FILIU > fijo, MULIERE > mug(i)er, OC(U)LU >
ojo, -ICULU -> -ejo, REG(U)LA > reja, VET(U)LU (en latín tardío
VECLUS) > viejo, etc.
Esta última evolución, cambio fónico regular en castellano, ha
planteado algunos problemas. En general, la Romania occidental, y
dentro de ella los romances peninsulares, han dado -l- (elle) a partir
de este origen; en castellano, tal resultado sólo se halla en zonas
33
Esto viene apoyado por el hecho de que las confusiones antiguas de esta palatal sonora lo son
con el fonema africado sordo: así, en el Fuero de Madrid hallamos conechos por coneios y Toia
por (A)tocha.
periféricas; tella (Fuero de Madrid), fillo, mullier (Soria), semellar,
(Guadalajara, Toledo), uiella (Santoña), etc. En leonés central,
desde el s. XIII, y mozárabe parece que hubo también un resultado
palatal central, distinto de la palatal lateral producida por la
geminada latina -LL-: en todas estas zonas, pues, los herederos de
VALLE y FILIU tuvieron sonidos palatales distintos (mientras que
en otras confluyeron en la lateral -l- (elle). No queda claro si el
castellano conoció -l- (elle) como grado previo en la evolución que
venía de -LJ-, ni tampoco vino cómo y por qué se diferenció del
resultado de la geminada -LL-.
2.8.3. La africada sorda, /c/, escrita regularmente con ch, grafía
de origen francés, desde el s. XII (antes conoció otras, como g, gg,
etc.), procede también de varias fuentes (aparte de los trueques,
ya vistos, con las sibilantes):
- Grupos de consonante + PL, CL, FL.: AMPLU > ancho,
IMPLERE > (f)enchir, CONCLAVARI > conchabar(se), INFLARE >
(f)inchar (salvo -FFL-: AFFLARE > (f)allar).
- Grupos de consonante - LJ, C’L, G’L, T’L: COCHLEARE >
cuchar(a), MA(N)CULA > mancha, CONCHULA > concha, MASCULU
> macho (también maslo), CINGULU > cincho (y CINCULA >
cincha)34.
El origen más quizá más frecuente es el grupo latino -CT-,
tras la relajación de la velar implosiva en -it- (y no la simple
asimilación en -tt-, propia de Italia ya desde el s. I d.C.): la mayoría
de los romances permaneció en ese grado, pero otros, entre ellos el
castellano y el leonés, llegaron hasta la palatalización, consumada ya
en el s. XI. Los ejemplos abundan: NOCTE > noche, OCTO > ocho,
FACTU > fecho, LUCTA > lucha, PACTARE > pechar, etc. En algunos
entornos no hubo CT > c (palatal africada): tras /n/ (ya en latín,
SANCTU > SANTU), tras /i/, al absorber ésta a la semivocal
palatal (AFLICTU > aflito, FRICTU > frito), y al quedar -itimplosivo (PECT(I)EN > peine, BENE FACT(O)RIA > be(n)fetría,
etc.).
-Por último, el grupo -LT-, precedido de U -breve-, oriiginó en
estas mismas zonas peninsulares el fonema /c/ palatal africado:
MULTU > mucho (ante adjetivo, sobre todo con consonante inicial,
quedó en el grado mui(t)o > muy), CULTELLU > cuchillo,
34
No obstante, _NG’L da habitualmente /n/ (eñe): UNGULA > uña, etc.
AUSCULTARE > as-, es- cuchar, etc. En estos dos casos, las
formas castellanas fueron arrinconando las mozárabes o navarroaragonesas (además de gallego-portuguesas) feito, muito, etc.
2.8.4. El otro fonema palatal sonoro, representado habitualmente
por y, pero también por i, j, y en época primitiva por g, ante
cualquier vocal, y también ig o gi), plantea graves problemas de
descripción e interpretación: no se ha determinado aún si era un
fonema plenamente consonántico, una variante no silábica de /i/, o
un fonema vocálico peculiar; en el primer supuesto, no sabemos cuál
sería su integración con el resto de las palatales, y, en concreto,
qué rasgos la opondrían a la otra sonora, /z/ -prepalatal fricativa
sonora-. Sus orígenes son muy variados;
- En posición inicial procede del refuerzo de la J- latina
inicial: IAM > ya, IACERE > yazer, IUNCTA > yunta, IUGU > yugo,
IUSUM < yugo (lat. Clás. DEORSUM) > YUSO, etc.; este resultado
parece más arcaizante, o más propio de las zonas centrales
peninsulares (p. ej. del mozárabe), que la otra sonora (IOCARE >
jugar, IUNCU > junco, etc.). El refuerzo puede ser de la
semiconsonante del diptongo románico /ie/ en posición inicial:
HEBRA > yerba, EQUA > yegua, EGO > yo, Esto, o la palatalización
de G-, puede ser el origen de: GENERU > yerno, GEMMA > yema,
GELU > yelo, GENTE > yente (relegado por el culto gente). Como el
castellano antiguo no admitía /ie/ en sílaba átona, eso podría
explicarnos la desaparición de la palatal en GELARE > (h)elar,
GINGIVA > enzía, GERMANU > (h)ermano, IENUARIU (lat. clás.
IANUARIU) > enero, IECTARE (lat. clás. IACTARE) echar (y por
disimulación ante otra palatal: IAIUNU > ayuno, IUNGERE > unzir):
formas antiguas como yermano, yelar, etc., paralelas a las de los
otros romances peninsulares, que conservaron la palatal sonora
inicial, fueron pronto desechadas por el castellano.
-En interior de palabra procede de las secuencias latinas -J-,
-dj-. -gj-, siempre entre vocales. MAIU > mayo, JAJUNU > ayuno,
RADIU > rayo, PODIU > poyo, FAGEA > haya, EXAGIU > ensayo (la G- latina palatalizada se perdió sistemáticamente: LEGERE > leer,
FRIGIDU > fri(d)o, etc.): cuando esta /y/ quedó junto a vocal
palatal, en general tras ella, desapareció absorbida en ella: PEIORE
> pe(y)or, FASTIDIU > (fasti(y)o, CORRIGIA (corre(y)a, etc.
Fonemas nasales y líquidos
2.9. Estos fonemas, “periféricos” en cierto modo respecto de las
demás consonantes, presentan algunos rasgos comunes, y
peculiares, en su historia, pese a que puedan encuadrarse en las
grandes líneas evolutivas ya señaladas.
2.9.1. Las nasales latinas mantienen la oposición entre labial /m/ y
alveolar /n/. La labial reúne en sí tanto a /m/ como a -mm- del latín
(en este caso, la oposición ‘simple’ / ‘geminada’ no tenía tanto
rendimiento como para conservarse); MATRE > madre, PRAEMIU >
premio, SUMMU > somo, etc. También procede del grupo latino
-MB-: LUMBU > lomo, PLUMBU > plomo, PALUMBA > paloma, no era,
sin embargo, cambio sistemático: vacilaban amos y ambos > AMBO,
camiar y cambiar < CAMBIARE35. En cuanto a /n/, hereda idéntico
fonema latino: NIGRU > negro, POENA > pena.
Ambos fonemas se neutralizaban en posición implosiva. Una n
en tal situación podía provenir de M: COMITÉ > conde, SEMITA >
senda o semda), pero también una /n/ latina podía aproximarse al
sonido de [m], adoptando su grafía: embiar > IN-VIARE, combenir <
CONVENIRE: por otro lado, la -m- implosiva solía escribirse con n:
canpo, (h)ombre, etc. En posición final sólo había -n, pues la -M
latina había desaparecido ya en latín, y sólo había pervivido en
algunos monosílabos como -n: TAM > tan, CUM > con, QUEM > quien
(salvo IAM > ya); por lo demás, -n procedía de -N latina: IN > en,
NON > non (se empleaba no como respuesta aislada, o ante
pronombre enclítico apocopado: nol(e), etc., y del grupo -NT en el
plural de los verbos (AMANT > aman, etc.).
2.9.2. Creación romance general (con algunas particularidades en
las distintas lenguas) fue la de una nasal palatal, /n/ (eñe), surgida
de numerosos orígenes:
-Secuencias de n + yod, formadas a partir de -NJ-: SENIORE
> señor, HISPANIA > España, VINEA > viña, y de -NG-: LONGE >
lueñe, -NGERE > -ñir o -ñer (CINGERE > ceñir, TANGERE > tañer,
etc.).
Esta asimilación, junto a la aragonesa y catalana de ND > n (GERUNDA > Girona), la
esporádica de LD > ll, y las sonorizaciones tras nasal y líquida del aragonés (cambo, etc.), fue
postulada por Menéndez Pidal, como muestra del dialectalismo suritálico que impregnaba el latín
traído a la Península. No obstante, si bien estos rasgos existen hoy en los dialectos italianos,
sólo ND > n está atestiguado en época latina.
35
- Grupo -NG’L-: UNGULA > uña, RIVI ANGULU > Riaño,
SINGULARIU > señero, SINGULUS > seños (junto a sendos).
- Grupo -GN- (en realidad, secuencia de nasal velar + nasal):
SIGNA > seña, LIGNA > leña, PUGNU > puño, COGNATU > cuñado,
etc.); a veces, la evolución se interrumpe si queda en posición
implosiva (PIGN(O)RA > peindra (luego prenda)).
- La Nasal geminada latina, -NN-: ANNU > año, CANNA > caña,
PINNULA > péñola (variante “semiculta”: péndola) con la que se
identificó, ya en latín tardío, el grupo -MN-: SCAMNU > escaño,
DAMNU > daño, DOMNU > (por el clásico DOMINUS) > dueño. A
este origen le debe su grafía actual, pues, como era habitual, nn
solía abreviarse en n con tilde superpuesta: de ahí ñ, empleada ya
en el s. XIII, junto con nn, para la basal palatal de cualquier origen.
2.9.3. En las líquidas, a la lateral /l/ el romance le creó una palatal
con ese rasgo. /l/ (elle): común a la mayoría de los romances, sus
orígenes difieren en cada uno (uno de los más frecuentes es -LJ-,
etc., de resultado muy distinto en castellano). En nuestra lengua
hemos de señalar:
- En posición inicial procede, casi en exclusiva, de los grupos
latinos PL-, CL-: PLANU > llano, PLANCTU > llanto, PLANTAGINE >
llantén, PLUVIA > lluvia, CLAMARE > llamar, CLAVE > llave, y de
algún caso de FL-: FLAMMA > llama.
Es éste un cambio no sistemático (o “débil”), pues tales grupos
en muchos casos se mantuvieron (no sólo en cultismos como plano o
clave), bien para evitar homonimias: CLAVU > clavo (frente a llave),
o resolver una polisemia. PLICARE > llegar/(a)plegar, por
disimilación respecto de otra palatal: PLANGERE > plañir,(frente a
llanto), PLATEA > placa, CLAVICULA > clavija, o sin razón
aparente: PLUMBU > plomo; FL-, por su parte, se conserva en
general36.
La historia de estos grupos presenta bastantes puntos
oscuros. Ignoramos la razón de tales palatalizaciones, que existen
en otras zonas románicas, aunque bajo formas muy diversas (las
habituales explicaciones de sustrato: ¿Prerromano: vasco-ibérico o
“lígur”? no han logrado dar cuenta de ello). En la Península Ibérica
También se simplifica en l-: FLACCIDU > lacio, solución semejante a la de un grupo parecido
como es GL-: GLANDULA > landre, GLIRONE > lirón, GLOBELLU > lovillo (pasó a ovillo por
falso análisis con la l del artículo: el (l)ovillo).
36
contrastan radicalmente el área occidental (gallego-portugués y
leonés occidental), donde tales grupos dan /c/ -ch- o /s/ -sh-, y el
área oriental (aragonés, riojano, catalán, pero también el
mozárabe), que los altera; entre ellos, el castellano, con un grado
intermedio de palatalidad, y con resultados propios de las áreas
laterales; no sólo conserva estos grupos como la oriental, sino que
puede convertirlos en /c/- -che- como la occidental (POPULU >
*PLOPPU > chopo, PLUTEU > choco). Por otra parte, el cambio PL-,
CL- > ll fue tardío, pues sólo empieza a documentarse en el s. XII, y
debió ser muy vulgar (lo que explicaría su paralización), pues sus
primeros datos son ultracorrecciones: plosa, flausa, flosa (por
CLAUSA), flano (por PLANU), aflamare (por AD-CLAMARE).
- En posición interior, su origen fundamental es la geminada
latina -LL-, de donde deriva su grafía: CABALLU > cavallo, VALLE >
valle, PULLU < pollo, etc. (en formas de transmisión “semiculta”
LL- se mantuvo, disimilada en -ld-: APPELARE >apeldar, frente al
más culto apelar, CELLA > celda, BULLA > bulda, frente a bula,
REBELLE > rebelde, frente a REBELLIONE > rebelión, etc.).
-Otros orígenes son más esporádicos: la secuencia latina FFL:
AFFLARE > fallar, SUFFLARE > sollar (de ahí resollar), algunos
casos del grupo romance de consonantes -B’L (TRIBULU > trillo,
INSUBULU > ensullo o enxullo), o -TL- (ROTULU > rollo, quizá
semiculta o dialectal), y -LJ- en semicultismos (MIRABILIA >
maravilla, HUMILIARE > omillar, humillar, BATTUALIA > batalla,
etc.). En cambio, no dejó herederos la asimilación -ld- > -l- (elle),
difundida por casi todo el Norte y Centro peninsulares hasta el s.
XIII: dicha asimilación podía afectar a un grupo -ld- primario:
Armillo, Armillez, Ermillez ( de HERMENEGILDUS o
ERMENEGILDUS), Atanagillo, Fronille, o secundario: solladas (de
SOL(I)DU), eguallat (< AEQUALITAT), espallas (< SPATULAS >
espaldas), mallito (< MALE-DICTU).
2.9.4. Los fonemas /r/, simple, y /r/ (rr), múltiple, mantienen su
oposición en castellano (puede decirse que es la única distinción
‘simple’/’geminada’ que lo hace): CARU > caro / CARRU > carro; en
algunos casos una -r simple se ha convertido en múltiple , en general
por analogía con alguna otra palabra: así, CHARACIU > carrazo,
*CARICEU > carrizo, *CARONEA > carroña (influjo de carro),
SERARE > cerrar (por SERRA y SERARE), etc.
Frente al latín y a otros romances, el castellano ha
generalizado la vibrante múltiple en posición inicial: RADICE > raíz,
etc.), y cuando quedaba tras consonante: HONORATU > (h)onrado.
2.9.5. El proceso de palatalización de las geminadas LL y NN debía
estar vivio aún en época primitiva pues afectó a geminadas
arábigas: AL-BANNA > albañil, AL-MUSAL-LA > almucalla. Hay
grafías claramente palatales en el s. XI: valge, y desde el s. XII las
grafías ll y nn se emplean para estas palatales, fuera cual fuera su
origen. Es, por otro lado, un proceso propio de las lenguas
peninsulares (salvo el gallego-portugués).
El refuerzo de R- inicial en r (vibrante múltiple), confluyendo
así la inicial con la geminada, según es habitual en la evolución del
consonantismo (la /p/ de PATRE > padre como la de CAPPA > capa),
tuvo su paralelo en los de L- > /l/ (elle), general en leonés y catalán
desde época muy temprana y dudoso en mozárabe (LINGUA >
llingua (leon.), llengua (cat.), ¿yengua? (mozár.)), y N- > n (eñe),
propio del leonés desde el s. XI (NOS > nios, o ños, etc.). En
castellano sólo hay casos aislados en el s. XIII (¿interferencia
dialectal?: Llorenço, lleño, llenguage, llogar; sólo parece haber
previvido en LEVARE > llevar /si no es que esa ll- proviene de LEVO
> lievo > llevo, extendida luego al resto del verbo).
Para algunos lingüistas, todos estos fenómenos encajan en el
esquema de la ‘lenición’: las consonantes iniciales se igualan con las
geminadas, adquiriendo en este caso el mismo refuerzo, palatal, que
ellas; no queda claro entonces por qué el castellano no conoció L- >
ll- ni por qué N- > n- (eñe) fue tan limitado. Por ello, otros como
Menéndez Pidal prefieren pensar, de nuevo, en el dialectalismo
suritálico del latín hispánico (fenómenos semejantes hay hoy en las
hablas italianas meridionales), aunque no hay dato ninguno de que
tales procesos estuvieran ya dándose en latín, ni siquiera en latín
dialectal de las antiguas zonas osco-umbras.
Grupos consonánticos
2.10 Hemos ido viendo en los párrafos anteriores cómo diversos
grupos consonánticos del latín generaron consonantes simples en
romance (p. ej. -CT- > c (ch), NG > n (ñ), etc. Todo ello forma parte
de un amplio movimiento de reducción de las combinaciones de
consonantes en latín tardío; así, los grupos binarios se simplifican,
muchas veces por simple asimilación (es lo que ocurrió con -PS-,
-MN- o -PT-), y los ternarios se acomodan a las secuencias más
habituales, como se observa en SANCTU > santo, CAMPSARE >
cansar, CONSTARE > costar o SEXTA > siesta. De esta forma,
quedan como grupos preferidos por el romance primitivo castellano
los de nasal, /s/ o líquida más consonante, seguida esta última o no
por otra consonante líquida: PORTA > puerta, FONTE > fuente,
FESTA >fiesta, CONTRA > contra, NOSTRU > nuestro, etc.
Frente a estos grupos heterosilábicos o implosivos (par/te), el
romance mantuvo los grupos tautosilábicos o explosivos de
consonante más líquida (pa/dre), con la excepción de -tl-, -dl-,
inexistentes también en latín, a no ser en composición de palabras.
2.10.1. estos tipos de grupos consonánticos, al representar los
esquemas preferidos del castellano, se han mantenido en general.
Sólo en algunos casos, ha habido simplificación: así, en los grupos NS-, -NF- o -RS-, cuya asimilación es más latina que romance (quizá
fuera también el caso de -MB-).
Por su parte, L implosiva, por razones que ignoramos, vocalizó
en determinados contextos; precedida de /a/, lo hizo en /u/
(SALTU > *SAUTO > soto), aunque no de forma sistemática (ALTU
alto: cfr. # 1.3.2.3.), y precedida de U -breve- lo hizo en /i/, quizá
por disimilación: esta evolución fue sistemática en -ULT- (MULTU >
*MUITO >mucho), pero no en los demás casos, pues si, p. ej. en
IMPULSAT > empuxa puede pensarse en una fase *EMPUISA, no
hay otra razón que la inflexión sobre la vocal para creer en un
proceso semejante en SULPHURE > sufre, SULCU > sulco, surco y
suco, DULCE > duz, CULMINE > cumbre; y a veces no hay alteración
ninguna: *PULVUS > polvo(s), ULMUS > olmo (cfr. # 1.3.2.4.).
Las secuencias de consonante + líquida constituyeron, en
posición interior intervocálica, un entorno apropiado para los
procesos de sonorización y afines (cfr. # 2.6.1.). En pocas ocasiones
estas secuencias se comportaron como grupos heterosilábicos, con
relajamiento de la consonante implosiva en semivocal: INTEGRU >
enteiro,> entero, CATHEDRA > cadeira > cadera, AGRU > eiro > ero.
Por último, en los grupos triconsonánticos los únicos que
presentaron una evolución especial fueron los de Cons. + PL, CL, FL
(en correspondencia con su evolución en posición inicial, aunque los
resultados fueran muy distintos: cf. ## 2.8.3. y 2.9.3.9.
2.10.2. La pérdida de vocales intertónicas produjo la formación de
numerosas combinaciones consonánticas, muchas de las cuales no
tenían precedentes latinos: son los llamados “grupos romances”.
Algunos de estos grupos originan consonantes simples: es lo que
ocurre con -CL-, -G’L-, -T’L- > z (prepalatal fricativa sonora), -NG’L> n (ñ) o -CT- > Z (africada palatal sonora). No obstante, en la
mayoría de los casos, los grupos resultantes se adecuaron a los
esquemas de combinación reseñados. BON8I)TATE > bondad,
COMP(A)RARE > comprar, casi siempre por medio de procesos de
simplificación paralelos a los vistos arriba, y cumplidos a los largo
del s. XIII:
- LIM(I)TE > limde (incluso limbde) < linde, VIND(I)CARE >
vendgar > vengar, SEPTIMANA > setmana, > sedmana > semana.
_En muchos casos hubo que alterar alguno de los elementos
componentes, en especial si se trataba de líquidas: PALL(I)DU >
pardo, AN(I)MA > alma, SANG(UI)EN > sangre, ANCORA > ancla,
aunque también otras consonantes cuando las secuencias resultaban
inaceptables: MELIORARE > mej(o)rar > medrar, FRAX(I)UN >
fresno, SIC(E)RA > sizra > sidra.
Otras veces se produjo el cambio de orden, por metátesis,
entre los miembros del grupo: CAT(E)NATU > candado, VENERIS >
viernes, GEN(E)RU > yermo, CUMULU > colmo (y en -TL- en
semicultismos: CAPIT(U)LU > cabildo, TIT(U)LU > tilde), etc.
Hubo también vocalización de L hecha implosiva: SAL(I)CE<
sauce, CAL(I)CE > cauce (frente a salz(e), calz(e), pronto reducidos
a saz, caz), y de la labial sonora en la misma situación (así, en el
sufijo -IFICARE> *IV(I)GARE > -iguar).
Algunos grupos constituidos tras la caída de la vocal (y los
procesos de sonorización, etc.) se mantenían en castellano en el s.
XIII, pese a que no encajaban en el modelo señalado: así, -bd- en
CAP(I)TELLU > cabdiello, RAP(I)DU > rabdo, DUB(I)TA > dubda, o
-dg- en -AT(I)CU > -adgo (portadgo, mayoradgo, etc.), IUD(I)CARE
> judgar, etc.
En otros casos, los elementos del grupo no se asimilan, sino
que mantienen sus diferencias (pueden llegar, incluso, a disimilar),
por lo que para conformarse a los esquemas señalados de
combinaciones consonánticas han de intercalar una consonante de
apoyo, articulatoriamente próxima al entorno en que se introduce.
Este comportamiento, opuesto al de los grupos latinos, suelen
explicarse, aparte de la distinta fecha de formación, por el
recuerdo de la vocal perdida (Menéndez Pidal). Podemos señalar:
- El grupo -M’N- disimuló en -mr-, y por último llegó a -mbr-:
HOM(I)EN > omne, omre > (h)ombre, LUM(I)NE > lumbre, FEMINA
> fembra, etc. La solución -mbr- era la escogida por el castellano
desde comienzos del s. XII, pero debía contender con las otras
dos, más arcaizantes, en las zonas periféricas de Castilla
(Cantabria, Rioja, Toledo). Esa contienda era general en los
herederos de HOMINE, que mantuvo durante mucho más tiempo en
Castilla las formas arcaizantes, incluso una asimilación ome (sólo
explicable sintácticamente, a partir del uso de esta palabra como
“sujeto impersonal”.
- El grupo M’L- produjo -mbl-: TREM(U)LARE > temblar, o
mbr-: FLAM(U)LA > Lambla o Lambra.
-Al mismo resultado llegó -m’R-: HUM(E)RU > hombro. Etc.
- El grupo -N’R-, aparte de la inversión 8GEN(E)RU > (yerno)
y el refuerzo de /r/ (HON(O)RARE > (h)onrar), conoció también la
inserción de una consonante: INGEN(E)RARE > engendrar,
PIGN(O)RA > pein’ra > pendra > prenda.
(FIN DEL CAPITULO III)
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