"PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA JUSTICIA , JURADO POPULARES Y CONSTITUCIÓN Jose I. Cafferata Nortes (Abstract de material general sobre los temas de la exposición, para dar mejor pié a ésta) I. Derechos ciudadanos sobre la acusación y el juzgamiento de delitos. . Originariamente, la Constitución Nacional estableció la secuencia de acusación, juicio y castigo (arts. 65 y 115 C.N.), pero no incluyó ninguna norma que expresamente estableciera algún sistema de acusación o tipo de acusador especiales, derivando a "las leyes" (arts. 65 y 115 C.N.) su regulación práctica. Luego de la reforma de 1994, la incorporación del M.P. Fiscal (art. 120) consagra un acusador público, pero no de modo excluyente de otras formas posibles de acusación. Este sistema parece ser acorde con la ideología de nuestra ley ejercicio fundamental. popular de la Es que si ella jurisdicción admite (juicio el por jurados, arts. 102, 67 inc. 11 y 24), no se advierten razones para pensar que sea adversa a la participación del ofendido por el delito en la actividad acusatoria. .Por el contrario, desde que confía en un ciudadano 1 común para la trascendente misión de sentenciar, resolviendo sobre la inocencia o culpabilidad de un semejante, no podrá imaginársela recelosa del mismo ciudadano respecto de la mucho más humilde misión de provocar ese fallo. De modo entonces que se puede decir que la Constitución Nacional no solo autoriza (caso del querellante) sino que impone ciuidadana caso en la de los jurados) actividad la participación acusatoria y en la jurisdiccional del Estado. I. El querellante de acción pública. 1. Existía una corriente de pensamiento entre los procesalistas locales contraria a cualquier forma de participación del ofendido por el delito en el ejercicio de la acción penal pública, aun cuando se admitió que se trata de una cuestión de pura política, de que las leyes procesales pueden resolver libremente dentro de ciertos límites. Esta oposición fue variando hasta lograr un estado de opinión favorable, por el avance de convicciones teóricas y el sustento de experiencias concretas, que reconocen el derecho de la víctima a intervenir como querellante y recogen su utilidad como contralor de la actividad judicial y como colaborador de la investigación. 2 2. El debate -en su evolución- cruzó argumentos, incluso de orden constitucional. Por un lado se dijo que la institución del querellante particular contraría el principio de que la acción penal es consecuencia el pública, titular y que el excluyente Estado "del es, en derecho de acusar". Se agregó que se podría alterar el principio de igualdad, porque por los mismos delitos en una parte del país fiscal) el y imputado en otras tendrá partes, un dos, sólo acusador según los (el códigos procesales (nacional o provinciales) aceptan o no al querellante. Desde derecho la vereda natural o opuesta de los se no señaló que enumerados es un por la Constitución el de promover querella contra el agresor, y sostenerla ante el poder público hasta que se obtenga su castigo, derecho que no puede admitir restricciones, pues negar al individuo la facultad de perseguir, inclusive de manera legal, las ofensas inferidas a su propio derecho, sería tiránico, al despojar a éste de la potestad de defenderse. 3. La naturaleza admitiéndose discusión jurídica como fue zanjada del posible sin derecho la entrar a en la querellar, incorporación del 3 querellante particular en los procesos que motivan los delitos de Nacional acción no pública, tiene ninguna porque norma la Constitución que expresamente establezca o prohiba algún tipo especial de acusador. Pero hoy se discute sobre si la ley suprema otorga tanta libertad a los códigos procesales para la regulación de la actividad acusatoria, como para que estos impidan intervenir al como damnificado querellante, la o posibilidad si tal de omisión significaría privarlo de algún derecho o potestad que le acuerde la Constitución o la ley penal. en cambio en que podrían Se coincide autorizar su intervención en tal carácter, pues la circunstancia de que la potestad de acusar haya sido conferida al Estado a través del M.P. Fiscal (art. 120 C.N.), no era argumento suficiente para afirmar el monopolio estatal excluyente de la acción penal. 4. Tal como hoy legisla el Código Penal, los códigos procesales no podrán conferir exclusivamente al ofendido la función acusatoria (fuera de los casos de acción privada) privando a los órganos oficiales de la titularidad de la acción (persecución) pública, porque lo impide el en su art. 71. Tampoco podrán aquéllos supeditar su ejercicio ni a la previa intervención del ofendido, ni a cualquier otra condición no prevista por 4 la ley de fondo. Pero ello no descalifica la posible intervención del damnificado junto con los funcionarios encargados de perseguir, o sólo frente a la inercia o desinterés de éstos. La querella sólo tendería así a facilitar la punición (no a condicionarla) determinando la intervención resolverá si del ella órgano jurisdiccional, corresponde. Y esto que también se justificaría por la coincidencia entre el interés de la víctima en lograr la sanción del ilícito, con el interés estatal en idéntico cometido. Sin embargo, ciertos hoy casos se esta propone hacer limitación, desaparecer permitiendo que para la víctima (constituida o no en querellante) pueda evitar la punición cuando esto sea más favorable a su interés. 5. Hasta tanto esto ocurra, habrá que permitirle al querellante -como mínimo- intervenir en el proceso, con facultades para acreditar la existencia del delito y la participación punible del imputado, y recurrir contra las resoluciones jurisdiccionales adversas a su interés, o favorables al imputado (Vgr, sobreseimiento, absolución), incluso si el M.P. Fiscal no las impugna. La posibilidad recursiva tampoco importará una afectación a la oficialidad del ejercicio de la acción (persecución) se autoridad, del penal, si derecho no a priva impugnar, a ni aquella se pone 5 condicionamiento alguno a su actuación. Sólo se tratará de que, frente a la conformidad del acusador público, el querellante pueda provocar un nuevo examen de la cuestión por parte de un tribunal de alzada. deberá permitirse que si el Fiscal También requiere el sobreseimiento (no acusando) o la absolución (durante el juicio) del acusado, la acusación del querellante (previo el control judicial admitido para cualquier acusación) pueda dar base al juicio, y su pedido de pena permita que el tribunal la imponga en la sentencia. 6. Ha reavivado el debate sobre las atribuciones acusatorias del particular querellante, la Convención Americana sobre Derechos Humanos incorporada a la Constitución Nacional, y a su mismo nivel (art. 75 inc. 22) que en su art. 25 establece en términos generales la obligación del Estado de proveer a los ciudadanos sometidos judicial a su cuando jurisdicción alguno de una sus debida derechos protección haya sido violado, siempre que este derecho les sea reconocido por la Convención, o por la Constitución o las leyes internas del Estado. Esta protección agente” al cual corresponderá pueda “cualquiera eventualmente sea atribuírsele el la vulneración, incluso cuando fuere un particular ya que en este último caso el Estado habrá incumplido su 6 obligación de evitar que tal vulneración ocurra y si luego no brinda su protección judicial, en cierto modo la estaría auxiliando (Corte I.D.H., Caso Velásquez Rodríguez, 29-VII-88). Este es el llamado derecho a la tutela judicial efectiva que "comprende el derecho de acceder a los tribunales sin discriminación alguna, el derecho de incoar un proceso y de seguirlo, el de obtener una sentencia o resolución motivada sobre la cuestión planteada, el derecho a obtener una sentencia de fondo sobre esa cuestión, el derecho a la utilización de los recursos, el derecho a que la sentencia se ejecute" (Cf. VAZQUEZ SOTELO, José Luis, Reflexiones en torno a la acción procesal, publicado en "Simplificación procesal", edición del "XI Encuentro Panamericano de Derecho Procesal", Bs. As., 19979).De lo expuesto queda claro que corresponde derecho a la tutela a quien raíz de judicial ha la efectiva, resultado comisión de también menoscabado un le en su a la delito: víctima. 7. Antes de la vigencia de esta normativa mucho se discutió entre nosotros sobre si la víctima de un delito tiene o no el derecho, derivado simplemente de su condición de tal, de reclamar al Estado el enjuiciamiento del autor y de lograr la aplicación de las sanciones correspondientes previstas por la ley 7 penal. El nuevo sistema constitucional, pero sobre todo las interpretaciones de los organismos supranacionales sobre la aportan normativa mucho de a derechos esta humanos discusión, incorporada, aproximándonos paralelamente a nociones de “protección penal” de la víctima, por obra de un “derecho penal protector”. 8. La jurisprudencia supranacional de la región avanza luego extraordinariamente sobre estos conceptos al afirmar categóricamente que, "cuando la violación de los derechos tipificado humanos sea penalmente, el la resultado víctima de tiene un hecho derecho de obtener del Estado una investigación judicial que se realice "seriamente con los medios a su alcance ... a fin de identificar imponerles las a los sanciones responsables, pertinentes...". [y] A de este derecho se lo deriva del "derecho a la tutela judicial efectiva" previsto en el art. 25 de la CADH 9.Pero el avance de este pensamiento es todavía más profundo, pues los organismos regionales de protección de los derechos humanos han producido además un conjunto de opiniones y decisiones que proporcionan un amplio margen para administración de fundamento propio del la rediscutir justicia derecho el rol penal penal, y pues de hasta la el permiten inferir que consideran al derecho a la tutela judicial efectiva de la víctima del delito "como la base 8 insustituible de legitimación del ejercicio del poder punitivo". Es así que en aquel ámbito supranacional se ha expresado que la razón principal por la que el Estado debe perseguir el delito es la necesidad de dar cumplimiento a su obligación de "garantizar el derecho a la justicia de las víctimas..." (Cf. Comisión I.D.H. Informe No. 34/96, Casos 11.228 y otros), entendiendo a la persecución penal (cuando alguno de los derechos de estas haya sido violado), como un corolario necesario del derecho investigación competente, de todo individuo judicial imparcial a e cargo a de independiente obtener un en una tribunal que se establezca la existencia o no de la violación de su derecho, se identifique "a los responsables" y se les imponga "las sanciones pertinentes" Cf. Comisión I.D.H. Informe No. 5/96, Caso 10.970). III. El Jurado. 1. La Constitución Nacional dispone que "todos los juicios criminales ordinarios se terminarán por jurados..." (art. 118, concordante con los arts. 75 inc. 12 y 24). A pesar de tan categórica disposición, el mandato Constitucional ha sido incumplido y el jurado no ha sido instituido en la Argentina. La de Córdoba autoriza que “los tribunales colegiados” puedan 9 ser “también integrados por jurados” (art. 162), lo que así estableció la ley 8123 (nuevo C.P.P. de Córdoba de 1991). 2. La reforma de la carta magna de 1994, que dejó subsistentes aquellas disposiciones (pudiendo no hacerlo), ha dado nuevo impulso a un movimiento que se reinicia a partir de la restauración institucional de 1983 con fuerza creciente, llegándose al punto de sostener que sólo el juicio por jurados, sea en el modelo anglosajón, o sea en el modelo escabinado, satisface la garantía del "juicio previo" , pues es a ese tipo de “juicio” al que se refiere el art. 18 de la Constitución ( no a otro), lo que es acorde con la ideología política que da sustento a nuestra ley fundamental. Pero es importante señalar (para precisar desde ya el concepto) que la idea actual de jurado es ajena a la de “asamblea popular”, pues en cualquiera de sus más conocidas expresiones (modelo anglosajón; escabinado) tiene un componente técnico y oficial: siempre se tratará de un tribunal penal compuesto por jueces (o algún juez) permanentes del Estado, junto con ciudadanos comunes. Lo que variará según sea el modelo de jurado que se trate, será el número de aquellos dos componentes (el oficial y el popular), el modo en que 10 se vinculen entre sí y las atribuciones que les asignen a cada uno, en relación a aspectos procedimentales y a cuestiones sustanciales del asunto a juzgar (vgr, si los ciudadanos deben opinar sólo de los hechos o también sobre el derecho, etc.). 3. Históricamente, el jurado ha sido una institución que se comporta atrayendo como una irresistiblemente especie a juristas de espejismo, y a hombres comunes. Pero la aproximación al jurado nunca es fácil, al contrario, siempre es polémica, seguramente porque se trata una actividad, la de juzgar, que sino es la "más divina" de las actividades humanas, es por lo menos la más poderosa, porque pone a ciertos hombres por encima de otros, con atribuciones para decidir sobre su libertad, su honor, sus bienes, es decir, sobre su vida. La polémica se potencia porque, en verdad, de lo que se trata es de una cuestión de poder: el poder de juzgar y penar (o de impedir que los órganos estatales impongan la pena). Es bajo esta óptica en donde el tema se conecta con la histórica discusión sobre quién debe normas decurso jurídicas se concepciones ha a los producido tildadas casos un de aplicar las concretos, juego en antitético, "elitistas" o cuyo entre de 11 "democráticas" de la administración de justicia. Es por eso, que la controversia sobre jurado -en su versión anglosajona- se ha planteado, tradicionalmente, no sólo como un conflicto entre jueces técnicos en derecho y jueces legos, sino también como un conflicto entre funcionarios oficiales y simples ciudadanos (o quizá más lo segundo que lo primero), simples ciudadanos cuyo veredicto absolutorio impedirá absolutamente que el absuelto sea penado (no hay recurso del fiscal), aun cuando haya sido contrario a la ley (el jurado es "juez de leyes y en tal caso, si se nos permite la comparación, el veredicto absolutorio funciona como un "criterio de oportunidad", o como una "excusa absolutoria", expresando que al jurado le parece justo que el acusado, aun cuando pudo haber violado la ley penal, en el caso concreto no reciba pena). Y en la polémica, se han vertido sucesivos argumentos, y se han formulado múltiples y contradictorias imputaciones. 4. En contra del jurado se ha dicho, entre otras cosas, que el pueblo gobierna (juzgar es una forma de gobernar) sólo a través de sus representantes y que, no teniendo los jurados tal carácter, se afecta la representatividad propia del sistema republicano. Se ha respondido diciendo que la institución se relaciona con la democracia que implica participación ciudadana en 12 las decisiones oficiales; y también que los jurados son representantes del pueblo, aun cuando selección haya sido distinta. que en escrito un sistema e inspirado interpretación y su forma de Se dice también jurídico en su conformado principios aplicación a por derecho científicos, los hechos su supone conocimientos técnicos que sólo puede tener un juez formado en la ciencia jurídica (a quien irónica y quizá injustamente se pretende mostrar como una especie de "máquina de subsumir"). Este argumento, se ha contestado, si bien es serio, no es decisivo, pues cuando el jurado examina el hecho que se pone bajo su juzgamiento bajo la lente del derecho, lo hace en la forma natural que le permite el término medio de la cultura general. Además, el valorar un hecho en sus consecuencias jurídicas no es sólo aplicar la ley en su sentido técnico, sino también el captar el sentido jurídico del pueblo del cual los jurados forman parte. Esta objeción –se agregó- parece más bien una expresión de auto-defensa de los juristas. Se argumenta, resistir mejor asimismo, las que el presiones juez oficial sociales sobre puede sus decisiones: en cambio el jurado, que no juzga con la razón sino con el corazón, puede caer en injusticias por exceso (fruto de la presión o indignación popular) o por defecto (fruto del sentimiento de piedad pública) 13 en las que oratoria lo hábil puede de cuestionamiento, un que hacer incurrir, fiscal o un tiene también incluso, defensor. peso, la A este se ha contestado que la prevalencia del juez técnico (del que no debe olvidarse autoritarios y que se aparece perfecciona con bajo los el regímenes sistema inquisitivo) ha determinado una suerte de clase (alta) judicial, cuyos fallos configuran movimientos reflejos, expresados en una mecánica aplicación del derecho con sentido meramente burocrático (cuando no clasista: fíjense en la "clientela" del derecho penal, dicen), que no capta la realidad social. Además, los jurados pueden ofrecer iguales o mejores garantías de imparcialidad que los jueces oficiales: éstos, sobre todo en procesos de trascendencia pública, saben que de la decisión de un caso puede depender no sólo su consagración o su desconcepto públicos, sino incluso el riesgo de su permanencia en el cargo, o su carrera futura. Aquéllos, en cambio, no tendrán esta presión pues son sólo jueces accidentales, su concepto social no dependerá de su intervención aislada en un caso judicial, y no tienen ni trayectoria ni futuro como magistrados que deban cuidar. ¿Y los prejuicios de los jurados? se argumenta ¿Y los prejuicios de los jueces técnicos? se responde. Por lo menos -se dice- aquéllos pueden ( o deberían) ser 14 detectados en cada caso y determinarán la exclusión del jurado prejuicioso. A los jueces oficiales, en cambio, se los prueba presume en indebidamente contrario que desprejuiciados surja de una (salvo causa de recusación concreta, vgr, enemistad con el acusado) por lo que sus desapercibidos prejuicios no pudiendo generalmente por esta pasarán circunstancia determinar la exclusión del juez (lo que sí ocurrirá con el jurado) aunque influirán (aun inconscientemente) en sus decisiones. En último caso, se concluye, la discusión sobre las condiciones personales de jueces y jurados es relativa, pues ser corruptible o incorruptible, venal o probo, templado o apasionado, no son virtudes ni defectos propios del juez oficial, ni tampoco del juez popular. Es sólo un problema de hombres. Más recientemente se ha señalado (con pretensión de denuncia) que, algunos jueces oficiales están apoyando al jurado como un modo de derivar hacia ciudadanos comunes los defectos del funcionamiento judicial (y el desprestigio que ello acarrea) y de cargarlos con la responsabilidad de que “los delincuentes entren por una puerta y salgan (o no salgan) por otra”. 5. Entre superadora de nosotros estos se dos ha concebido sistemas que una han opción sido 15 considerados antitéticos (y de la interminable discusión que generan), procurando su integración al estilo europeo, diferente del modelo anglosajón donde teóricamente el jurado es el juez del hecho y declara la culpabilidad -lo que indiscutiblemente no es una noción puramente fáctica- y el juez técnico interviene solamente en la conducción del procedimiento (cuyos alcances pueden exceder la mera información técnicajurídica y aun orientar a los jurados en la solución del caso) y en la fijación de la sanción. Ella postula un modelo donde técnicos y legos se encuentren en el mismo nivel (aunque no en cualquier proporción) en jurisdiccionales; orden o sea, a un sus atribuciones tribunal compuesto por jueces oficiales y por ciudadanos comunes. Esta propuesta parte de la base del juez letrado, bajo el fuerte argumento que sólo el técnico en derecho puede cumplir las funciones que la administración de justicia exige, que no requieren menos conocimiento profesional que cualquier otra similar. Pero esta alternativa también acepta que la intervención de ciudadanos legos puede configurar, en ciertos casos, un eficaz auxilio para los técnicos, pues la participación contribución valoración de sociológica del hecho y aquéllos ética motivo del importará para obtener juicio y de una una la 16 personalidad de sus partícipes, lo más concordante posible con las opiniones y los sentimientos del común de la gente, todo por cierto dentro de los límites de la ley. 6. El sistema escabinado trata de superar los defectos originados tanto en las posibles deformación profesional y burocratización del tribunal totalmente oficial, como los que pueden derivarse de la ignorancia del derecho por parte de los jurados. Sin duda que la deliberación de la sentencia adquirirá un nuevo perfil cuando actúen conjuntamente jueces técnicos y legos. En un acto de tales características, "ambas clases de jueces colaboran y se prestan mutuamente aquellas facultades que a los otros les faltan. Los técnicos prestan su conocimiento del derecho; los jurados la visión espontánea de relaciones jurídicas, propias del hombre común". exigirá "a los jueces técnicos una las Esto responsabilidad adicional... cual es la de hacer comprender a los legos el valor de lo jurídico, especialmente de las formalidades procesales y de las reglas de valoración de la prueba". Tal como se ha dicho, el jurista que esté seguro de sus convicciones deberá “encontrar la vía para solucionar los prejuicios sentimentales que puedan tener los jueces legos y convencerlos del valor 17 y la necesidad de los resultados jurídicos”. Y si el juez técnico no lo consigue tendrá "un importante motivo para revisar su propio pensamiento y preguntarse si el hábito y la rutina no habrán influido decisivamente en su modo de pensar". Esta propuesta “mixta” permitirá también que el fallo del jurado sea motivado, satisfaciendo así un aspecto de la defensa en juicio, la que conlleva el derecho del ciudadano de conocer por qué culpable; además, facilitará la lo declaran interposición de recursos contra la sentencia condenatoria (derecho hoy de nivel Constitucional, art. 75 inc 22 C.N; P.I.D.C.P., art. 14 inc 5; C.A.D.H., art. 8 inc. 2, h) atacando los fundamentos fácticos o jurídicos en ella consignados. 7. También se discute sobe si el tribunal de jurados debe tener intervención obligatoria en todas las causas criminales o solamente en algunas (las más graves; o las más leves) y acerca de la influencia que pueda tener al respecto la voluntad del acusado. 8. Si bien nuestro modelo constitucional contempla expresamente el juicio con jurados (CN Arts. 24, 75, inc. 12º y en el art. 118) tanto para la Nación como para las provincias (CN arts. 5 y 121). Mucho se 18 ha discutido y aun se sigue debatiendo acerca de si las provincias se encuentran facultadas para legislar al respecto o bien, si ello corresponde al Congreso Nacional, quedando en manos de las provincias sólo su aplicación. Pese al imperativo constitucional, lo cierto es que el Congreso Nacional no ha dictado ninguna ley que lo haga efectivo, sí lo han las provincias de Córdoba y Chubut, aunque sólo está vigente en la primera de ellas. Con la reforma constitucional del año 1987, la provincia de Córdoba inició este proceso, incorporando en su art. 162 administración la participación de justicia. ciudadana Sin en embargo, la su implementación no fue inmediata. Es que su entrada en vigencia recién se llevo a cabo con la ley 8123 que reformó el Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba (en adelante: CPP). Esta nueva legislación, estableció, por un lado, la posibilidad de que los tribunales se integren con dos jurados para aquellos delitos en donde el máximo de la escala penal supere los 15 años de pena privativa de libertad y siempre que (imputado, Ministerio particular), mientras lo que sea a pedido Público por otro, o de parte querellante estableció la 19 obligatoriedad para todos los delitos correspondientes al Fuero Penal Económico (art. 369 CPP). Pero provincial este no proceso culminó reformador con ello, en sino el ámbito que siguió avanzando y recién se vio concluido en el año 2004 con la sanción de las leyes 9181 y 9182 que ampliaron, aún mas, la participación ciudadana estableciendo la integración de las Cámaras Criminales con ocho jurados para el juzgamiento de todos los delitos comprendidos en el Fuero Penal Económico y Anticorrupción como también para los homicidios agravados (art. 80 CP), para los delitos contra la integridad sexual de la que resultare la muerte de la persona ofendida (art. 124 CP), secuestro extorsivo seguido de muerte (art. 142 bis CP), homicidio con motivo u ocasión de tortura (art. 144, tercero, inciso 2) y homicidio con motivo u ocasión de robo (art. 165 CP), (art. 7 ley 9181 y arts. 2 y 4 ley 9182). Ambos sistemas tienen mayores semejanzas con el modelo escabinado que con el anglosajón. Por cierto, que su incorporación no ha sido una tarea sencilla, habiendo generado polémicas, debates y fuertes resistencias de diversos sectores, no sólo en orden a su implementación sino también en relación al modelo a adoptar, que se adapte a nuestro sistema (modelo 20 anglosajón -EEUU, Reino Unido-, modelo escabinado o modelo puro). Hoy en día la mayoría de las provincias argentinas siguen esperando el juicio con jurados, pero hay que destacar que algunas como Mendoza, Buenos Aires, Neuquén, cuentan con proyectos legislativos para su implementación. 21