2 - IES Séneca

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Ideas útiles para desarrollar el comentario crítico
San Manuel Bueno, mártir, Unamuno.
- Esta novela puede entenderse como un testamento intelectual (espiritual, filosófico) de Unamuno. Escrita en
1931, cuando Unamuno ya es viejo, en esta obra resumió él las grandes preocupaciones que le habían acompañado
a lo largo de su vida. Fundamentalmente, 1) la preocupación religiosa; 2) el sentido de la vida; 3) el sentimiento
del paisaje y 4) la cuestión social (o sea, si “si es útil para la felicidad del pueblo preocuparse de los problemas
sociales”, como dice Lázaro)
- Manuel Bueno (MB), protagonista del relato, es un cura que no tiene fe. La fuerza de la razón (que le dice que
solo existe esta vida, la terrenal) vence en él a la fuerza de la fe (creer en Dios y en la vida eterna). Podríamos
decir que es un cura ateo. Esta contradicción íntima le produce un sufrimiento y una tristeza enormes, una
angustia (“agonía” la llamaba Unamuno), un martirio (como dice el título de la obra). Pero MB sí cree en algo: cree
en el amor al prójimo, a sus semejantes (que es la norma principal de vida de un buen cristiano). De hecho, él se
entrega por completo al pueblo donde vive, ayudando a la gente en lo material y en lo espiritual. A él lo único que
le importa es que la gente sea feliz, que pase su vida evitando sufrimientos inútiles y penalidades. Y ahí entra la
religión, pues DM cree firmemente que la religión tradicional, sencilla del pueblo puede funcionar como consuelo
de la gente ante el sufrimiento y las penalidades de la vida. Así pues, es una persona que, por convencimiento,
oculta a los demás (menos a Lázaro y un poco a Ángela) su gravísima crisis interior. Por lo tanto, su vida es una
paradoja pues no tiene fe como han de tenerla los cristianos pero se comporta como el mejor de ellos. De este
modo, la espiritualidad de DM es vista de tres maneras a lo largo del relato: el pueblo lo ve como un santo
absoluto, el perfecto cristiano, católico, etc; Ángela, que termina la novela muy confusa, ve en él a una persona
buenísima pero atormentada por las dudas; y Lázaro es el único que sabe que es buenísimo pero que no tiene fe
ninguna.
- Además, a lo largo de toda la historia, Unamuno establece un paralelismo entre don Manuel y Cristo. Cristo y DM
se parecen porque los son “ejemplos de vida” para la gente, para los fieles. Cristo lo fue Humanidad entera y DM
lo es para la pequeña “humanidad” de Valverde de Lucerna. Las similitudes son muchas: los dos enseñaban con la
palabra (no escribieron nada); los dos tienen discípulos (los apóstoles y evangelistas de Cristo, y los hermanos
Carballino de MB) que difunden su mansaje y lo dejan escrito para las generaciones futuras; los dos tienen una voz
subrenatural, divina; los dos hacen milagros (igual que Cristo resucitó a Lázaro, también DM resucita
simbólicamente al suyo), y, sobre todo, los dos viven para el amor y para hacer el bien de sus semejantes.
- El resto de los personajes de la historia dependen completamente de DM. Así vemos que Ángela (cuyo nombre
significa en griego mensajera) es la narradora (evangelista) de la vida de DM. Ella, de jovencita, tiene una fe firme
y tradicional pero cuando acaba la historia está confusa, siente que DM tenía dudas religiosas, dudas que le
transmitió a ella también. Lázaro sería un apóstol de DM, pues ha sido resucitado a la fe por DM (una fe muy
especial) y desde ese instante lo ayuda y difunde su mensaje entre el pueblo, incluso después de la muerte del
cura. La evolución espiritual de Lázaro es la contraria que la de la hermana: primero es completamente ateo, no
cree en nada espiritual, pero el contacto con el cura lo hace convertirse a la fe especial de DM. Blasillo representa
el grado máximo de la fe ciega e inocente que don Manuel desea y predica para su pueblo; Blasillo, personaje
tratado con gran cariño por Unamuno, simboliza la fe popular (cándida, inocente, tradicional, sin planteamiento
racional de ningún tipo, confiada, casi “tonta”, como este personaje).
- Tema y temas: la fe y el ansia de inmortalidad frente a la razón (lucha íntima entre la razón, que niega la
inmortalidad del alma, y la voluntad, que lo alienta en su búsqueda de la fe). Pero se plantean ahora con un
enfoque nuevo en él: la alternativa entre una verdad trágica (dictada por la razón, según la cual el hombre es un
ser destinado a la muerte, y la inmortalidad del alma es sólo una ilusión inventada por el hombre para hacer más
soportable la existencia) y una felicidad ilusoria (aquella que se basa en la fe en Dios y en la inmortalidad del
alma. Así, el hombre vive feliz y tiene paz interior, alimentando la esperanza en la vida eterna). Y Unamuno
parece optar por la segunda (lo contrario de lo que harían los existencialistas Sartre o Camus). Así, cuando Lázaro
dice: “La verdad ante todo”, don Manuel contesta:”Con mi verdad no vivirían”. Él quiere hacer a los hombres
felices: “que se sueñen inmortales”.
- Unamuno regresa (después de haber defendido posiciones políticas progresistas) a posiciones conservadoras
respecto a los problemas socio-políticos de España: vemos que DM descree de los exaltados, sean religiosos o
revolucionarios, ya no cree en todos aquellos que perturban la vida tranquila, el día a día de la gente, aunque esta
sea pobre. DM se desentiende de la cuestión social, hay una despreocupación y una oposición clara ante estos
asuntos, en comparación con la trascendencia de la incógnita vital de la existencia de Dios y la inmortalidad del
alma.
- Simbolismo de los elementos del paisaje: la montaña es la fe; el lago es la incredulidad y la duda (también el
sufrimiento interior de DM); la villa sumergida es el recuerdo de la historia y de las almas de las gentes del pueblo
desde lo más remoto, así, la leyenda tradicional representaría el paso del tiempo. La nieve es lo misterioso de la
fe y el paso del tiempo, misterio porque la nieve es perenne sobre la montaña pero se disuelve sobre las aguas del
lago, y al mismo tiempo la nieve cae sobre todo el paisaje, unificándolo, igual que el paso del tiempo, un tiempo
siempre igual, repetido, como la nieve de siempre, un tiempo sin tiempo, algo que parece casi eternidad de tan
repetido.
- Preguntas que pueden servir para aportaciones personales de comentario, siempre que se razonen
convenientemente.
- ¿Es correcto moral o éticamente amparar y proteger la fe de la gente cuando no se tiene fe propia? ¿Se puede
mentir a los demás para hacer de ellos personas felices? ¿El fin de las cosas justifica los medios utilizados para
conseguirlas?
- ¿Tiene la religión el mundo actual la fuerza que tenía en la época de Unamuno sobre la vida de las personas?
- DM pensaba que las ideas políticas y sociales progresistas (revolucionaras) vuelven a la gente infeliz porque ya no
es capaz de contentarse, consolarse y conformarse con lo que tiene ¿Piensas tú igual? ¿Qué tiene más valor en el
mundo actual, para una persona o un joven normal como tú: un sentimiento religioso consolador de la conciencia y
de la vida, unas ideas políticas que te hagan luchar por mejorar tu vida y las de los demás o ninguna de las dos
cosas?
Los girasoles ciegos, Alberto Méndez
- Libro con 4 cuentos o relatos, publicado en 2004 por Alberto Méndez (1941-2004), galardonado a título póstumo
con los dos premios más importantes de ese año: el Nacional de narrativa y el de la Crítica, ambos en 2005.
El libro contiene cuatro historias, cada una situada en un año de la Guerra Civil y la inmediata posguerra: 1939,
1940, 1941 y 1942, a las que titula “derrotas”, un término que resume perfectamente la temática general del
libro. Son sus protagonistas un capitán franquista que renuncia a ganar la guerra (Si el corazón pensara dejaría de
latir); un adolescente –poeta y soldado- que huye con su compañera a la montaña (Manuscrito encontrado en el
olvido); un preso que busca la forma de retrasar su fusilamiento (El idioma de los muertos); y un diácono movido
por su vocación sacerdotal y su activismo e ideales fascistas pero dominado por la lascivia (Los girasoles ciegos).
Además, los cuatro relatos están conectados gracias a ciertos vínculos entre los personajes, lo que significa que la
derrota de unos se prolonga en la derrota de otros y que todos son unos vencidos de la misma historia. Esto crea en
el lector la sensación de hallarse ante un mundo unitario, cerrado, donde el dolor y las desgracias se repiten. Así,
por una parte, el capitán Alegría, del bando nacional (1er cuento), que se rinde al enemigo el día en que las tropas
rebeldes entran en Madrid, se halla en la misma cárcel que Juan Senra (3er cuento); y, por otra parte, la joven
Elena que muere en el parto (2º cuento) es la hija de Elena y Ricardo Mazo, los protagonistas de la 4ª y última
historia. Este ejemplo es bastante significativo ya que los padres, en los años cuarenta, no supieron cuál fue el
destino de la joven pareja mientras que el lector tiene una visión global de las historias y puede medir la amplitud
de las derrotas gracias a la variedad de los puntos de vista que le brindan los distintos narradores.
- AMéndez declaró en una entrevista que los acontecimientos narrados son invenciones verosímiles inspiradas en
historias que sí lo fueron. El resultado es, como dice un personaje del libro, un mundo “donde todo era real pero
nada verdadero”. Otro factor que refuerza el carácter histórico-realista es que los personajes y lugares inventados
se yuxtaponen a escenarios reales de la época (las cárceles de Porlier, la del Cuartel del Conde Duque, la
Capitanía General del Madrid republicano, la calle de Alcalá de Madrid, el frente de batalla de la capital; etc), a
personas reales que protagonizaron la Guerra Civil y la posguerra (el jurista republicano Jiménez de Asúa; los
militares rebeldes Franco o Enrique Eymar; el poeta Miguel Hernández; dirigentes comunistas como Enrique Líster,
Fernando Claudín y Palmiro Trogliatti; etc).
- Las cuatro historias hablan de personajes menores, sin brillo público, personajes con vidas anónimas, para
subrayar que la Historia no se escribe solo con grandes políticos y de grandes batallas y generales, sino también
con la suma de experiencias de miles de vidas pequeñas, desconocidas e insignificantes. Otro rasgo característico
es que muchos de ellos son personajes cultos, con carreras universitarias, profesores, abogados, periodistas,
poetas, músicos, traductores, como lo era la familia del propio autor. Pero aparte del guiño autobiográfico,
también advertimos que el carácter reflexivo, entre filosófico o ensayístico, de muchos de los pensamientos y
palabras de los protagonistas no sería tan verosímil en otros personajes de un nivel cultural más bajo.
- AMéndez (que fue hijo de exiliados políticos republicanos) escribe desde un punto de vista abiertamente
antifranquista. Esto se ve en que casi todas las víctimas de los cuentos pertenecen al bando republicano, el bando
que defendía la legitimidad democrática del país y que fue derrotado en la Guerra Civil; pero, sobre todo, se ve en
que son esas víctimas, esos derrotados los que representan la razón moral, la integridad y la dignidad, atropelladas
por la rebelión militar. Los vencidos son anti-héroes, abocados al fracaso y a la muerte, pero altruistas, honestos,
desprendidos, dignos, en medio del discurso plano de la violencia ejercido por los vencedores. Sin embargo, no hay
didactismo ni moralina de ningún tipo en el libro. Nadie a lo largo de las historias (salvo el cura del 4º relato, en
unas pocas frases) defiende o ataca ni la rebelión militar ni la República democrática. Son cuatro historias
profundamente intimistas donde lo que llama la atención no es el mensaje político sino el sufrimiento de los
personajes. Los móviles políticos e ideológicos no se hacen nunca visibles, permanecen implícitos en los
acontecimientos y en el comportamiento de los personajes, sean de uno u otro bando. AM no cae ni en el alegato
político ni en la propaganda. No hay tendenciosidad en la obra.
- Como se ha dicho, todos los cuentos transmiten una profunda sensación de sufrimiento. Hay un sufrimiento
externo de los personajes (relacionado con la condición de víctimas de la guerra obligados a luchar por la
supervivencia en medio de los fusilamientos, las penas de cárcel, la huida, la ocultación, el acoso, etc) pero
también hay un sufrimiento íntimo, es decir, un sufrimiento de cada personaje que deriva del hecho de que todos
ellos tienen o han tenido que tomar decisiones irrevocables en su vida, decisiones relacionadas con morir o seguir
viviendo. El cansancio, la debilidad, los remordimientos, la venganza, la conciencia de los errores cometidos, el
idealismo juvenil, la humillación y la dignidad, la responsabilidad familiar, la amistad y el amor, etc. son
emociones y sentimientos que sirven para individualizar a los personajes, para acercarlos emotivamente al lector.
La intensidad humana de los cuatro relatos nace de la relación de ambos sufrimientos. Se puede decir que el
sufrimiento sirve para interiorizar la derrota, para hacer de la derrota bélica una derrota personal, vital,
espiritual. El miedo, la soledad y el silencio opresivo son otras tantas sensaciones y sentimientos vinculados
directamente a ese sufrimiento.
- En los cuatro relatos domina un clima claustrofóbico, de encierro. Los personajes están en la cárcel (en dos
cuentos), en una braña (entre los montes de Asturias, lugar inaccesible, sin salida en el invierno), o en un armario.
Esta imagen funciona como una cruel metáfora de la España real de aquella época: todos los espacios son
vigilados, se levantan barreras, se cierran puertas y se construyen rejas. Circular libremente es peligroso o
imposible. El país queda dividido: los hombres se meten en sus guaridas como animales apaleados, o son
enjaulados por sus enemigos políticos. La libertad no existe para los que piensan de distinta manera que los
vencedores, quienes humillan y castigan: la paz después de la guerra no es liberadora, ya que se traduce, para
muchos, en una estela de odio, lágrimas y muertos. Este clima claustrofóbico crea en el lector una sensación
agobiante y opresiva.
- Otro elemento unificador de los cuentos es el valor que se da en ellos al testimonio y restitución de la memoria
colectiva, es decir, al propósito de que la vida de estos personajes sea recordada a través de lo que les ocurrió
pero también a través de lo que contaron a otros, o de lo que otros contaron de ellos, o a través de lo que
escribieron, o de lo que se escribió y de lo que se investigó sobre ellos. Muchos de los protagonistas escriben notas,
cartas (algunas de las cuales son confesiones) o diarios, a veces censurados, reproducidos íntegros o en parte,
olvidados, recuperados y sacados del olvido; otro personaje escribe unas memorias sobre su infancia; también
aparecen actas de juicios militares y declaraciones de convictos; uno de los narradores habla como si el cuento
fuera producto de una investigación histórica (cuento 1), y otro como si él fuera el editor de un diario de un solado
fallecido (cuento 2), y en ambos casos la historia de los personajes se identifica con la historia de los documentos
y testimonios que sirven para conocerlos. En resumen, los cuatro cuentos forman, podríamos decir, como un
enorme depósito o archivo de recuerdos orales y escritos, públicos y privados, acerca de la vida de los personajes.
Con todo ello AMéndez parece subrayar dos cuestiones: 1ª) toda esta documentación (hoy todavía dispersa y casi
perdida) formaría la memoria colectiva de los derrotados de la guerra, justamente aquella memoria censurada y
barrida por el franquismo; aquellas historias que no conocíamos sencillamente porque las personas que las sabían
no podían contarlas (no pudieron hacerlo durante el franquismo y no lo pueden hacer ahora porque casi todas han
muerto); y 2º) la memoria colectiva no solo es el recuerdo de una colección de acontecimientos más o menos
trágicos sino, sobre todo, el de unos sentimientos y unos valores morales de resistencia ante la barbarie y la
indignidad de los victoriosos; así vemos cómo el Capitán irónicamente apellidado Alegría se rinde por dignidad pero
también por sentirse culpable; el joven poeta muere y causa la muerte de otros por fidelidad e idealismo pero
también por errores propios de la inmadurez; Juan no acepta seguir mintiendo porque le vence un sentimiento de
tristeza y soledad, pero también de rabia y de venganza; Ricardo se condena al salvar a su mujer de la lascivia de
un diácono, el mal llamado Hermano Salvador, y lo hace por cariño y responsabilidad.
- AMéndez era un admirador del cuento como género literario. En alguna ocasión escribió que Carver (escritor
norteamericano), Borges y Cortázar eran sus cuentistas preferidos. Para AMéndez el cuento se caracteriza por su
capacidad sintética y desarrollo vertiginoso, pues sólo utiliza los elementos esenciales de la narración:
planteamiento sucinto, enredo esquemático, personajes paradigmáticos y desenlace sorpresivo; cuando eso se
logra, comenta, se convierte el cuento en un género absolutamente moderno. Este libro responde con rigor a esta
concepción. En sus aspectos formales, no existe en los cuentos un narrador único conocedor de toda la historia;
por el contrario, el autor hace uso de diversos puntos de vista: un narrador omnisciente (combinado o no con los
narradores internos), el manuscrito o diario encontrado, el personaje testigo, o el yo autobiográfico (de diarios y
cartas). Cuando distintos narradores coinciden en el mismo relato se emplean distintos tipos de letra. Con
frecuencia, el lector tiene datos del argumento que los personajes no saben, lo que le sirve para hacerse una idea
de conjunto, de época, sobre el sentido y las consecuencias de los acontecimientos.
Si el corazón pensara dejaría de latir
Composición literaria: como en Crónica de una muerte anunciada (novela de García Márquez), el narrador nos
anticipa el final del personaje, quien «eligió su muerte a ciegas». El narrador se encargará de reconstruir, desde el
presente, los últimos días de la vida del personaje para mostrar cómo llegó a ello. El título (Si el corazón pensara
dejaría de latir) es muy unamuniamo porque recuerda el primer verso del famoso poema “Credo poético” del
profesor de Salamanca (CA estudió y fue profesor en Salamanca): “Piensa el sentimiento, siente el
pensamiento…”; y porque expresa la agonía, el sufrimiento íntimo del personaje, roto interiormente entre lo que
la experiencia le ha obligado a vivir y a sentir y lo que su pensamiento, su conciencia, le ordena.
El narrador escribe la historia en 1ª persona del plural (estilísticamente se trata de un plural de autoría): “Ahora
sabemos que el capitán Alegría…”; “Ahora sabemos que…”; “Sabiendo ahora lo que sabemos…”; “Todos los
testimonios que hemos encontrado…”. Es decir, escribe como si estuviera dentro de un grupo que comparte una
información comprobada y que la transmite y la pone a disposición del lector. Este plural (muy parecido al usado
en los textos científicos) sirve aquí para sugerir que todo lo que se cuenta no es producto del punto de vista
subjetivo del narrador, sino que nace de una serie de datos ciertos, objetivos y, en definitiva, extraídos de un
proceso de investigación (periodística, histórica). Además, el narrador recoge palabras y opiniones de aquellos que
conocieron al protagonista, transcribe cartas de este y reconstruye aspectos biográficos. Tanto los documentos
como los testimonios contribuyen a producir una fuerte impresión de realidad. Sin embargo, desde el momento en
que Alegría es juzgado y condenado a ser fusilado, el narrador admite que “todos los hechos que relatamos se
confunden en una amalgama de informaciones dispersas, de hechos a veces contrastados y a veces fruto de
memorias neblinosas contadas por testigos que prefirieron olvidar.” O sea, desde este instante, la ficción se
impone a la investigación: el narrador admite que para completar la vida de este personaje es imprescindible
creer en declaraciones no contrastadas, suponer cosas, rellenar vacíos de la memoria, inventar situaciones,
siempre que el relato resultante sea fiel a los datos que positivamente se conocen. Implícitamente, vemos que las
figuras del investigador y del novelista se funden, se hacen una cuando se trata de reconstruir los recuerdos de
esta época de España.
En cuanto a las referencias literarias: 1) CA se describe a sí mismo, ya encarcelado a la espera de juicio, como una
“mónada de Leibniz” (o sea, como un alma aislada de las demás y a la vez perdida de sí misma, eso sí, dotada de
apetito, percepción y conciencia). Una metáfora acerca de la soledad y la lucidez en que vive el protagonista. 2)
En una carta escrita a Franco le dice que el horror de la guerra que él como otros han visto “es imposible que
quede entre las azucenas olvidado.” La cita (…dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado) corresponde al
famoso poema de San Juan de la Cruz “Noche oscura del alma”. Aquí CA intenta ser sarcástico (se supone que la
carta la va a leer el mismísimo jefe del Estado). Lo que ha ocurrido no es algo que quede distraídamente olvidado,
líricamente olvidado entre las flores, como si nada hubiera ocurrido, sino todo lo contrario, algo definitivo,
presente para siempre en la vida de los protagonistas y los testigos. 3) En una carta a su novia dice de sí: “Soy un
fue, y un será, y un es cansado”, otra cita poética, ahora de un famoso soneto metafísico de Quevedo (“Cuán nada
parece lo que se vivió”), una alusión evidente al sufrimiento interior y al absurdo y hastío de la vida, a la pérdida
de un sentido u orden que la rija.
El protagonista es Carlos Alegría (el apellido es evidentemente una ironía). No es un militar ni tiene espíritu de
militar. Se alista como voluntario al ejército sublevado en 1936, cuando empieza la guerra, convencido de que “así
defendía lo que había sido siempre suyo”, es decir, los valores familiares e ideológicos en los que creía
firmemente: religión, matrimonio y linaje (pertenecía a la nobleza), tradición, exigencia moral, etc; y suponemos
que vio en la República una amenaza para todos esos valores. Como civil, reconocemos en él a una persona culta,
aficionada a la literatura, la poesía y la filosofía, acostumbrado a meditar sobre su vida y a justificar siempre lo
que hace. Como militar fue recompensado –en tareas de intendencia- por su capacidad de organización y
meticulosidad, pero nunca entró en batalla. En resumen, para CA la vida es orden, algo perfectamente calculado y
planificado, a partir de un principio moral claro y preciso en la conducta, en el pensamiento y en los sentimientos.
Pero la vida echa por tierra toda esa actitud espiritual y vital: primero la guerra le abre los ojos acerca de lo que
ocurre realmente: él se alistó para derrotar los valores ideológicos, morales, políticos que representaba la II
República, nunca para convertir el país en un cementerio (que es lo que está haciendo Franco). Entonces siente
que su vida ha sido un error, se siente solo y se siente vencido, derrotado. Y decide morir. Para ello se rinde,
convencido de que un bando u otro lo fusilará. Pero por 2ª vez fallan sus planes: los republicanos no le hacen ni
caso y los franquistas lo juzgan y lo fusilan pero lo hacen mal y vive. En consecuencia (como se verá en el cuento
3º), cae en un sufrimiento obsesivo donde se mezclan el desamparo, la soledad y el sinsentido del vida. A la
mínima oportunidad, se suicida.
Manuscrito encontrado en el olvido
Composición literaria: El relato está montado sobre dos técnicas: la del manuscrito encontrado (el narrador
aparece como editor-transcriptor de un diario que ha hallado más o menos fortuitamente); y la anticipación (como
en el cuento anterior) del desenlace. De forma que sin necesidad de leer el diario en sí, el lector ya sabe que tiene
ante sí la consumación de una tragedia. El narrador se presenta, además, como investigador, como historiador que
ha buscada y hallado el diario en cuestión, pero no como un investigador cualquiera, sino como alguien a quien le
llama la atención que el desconocido autor del diario escribiera en las paredes de la braña: “Infame turba de
nocturnas aves”, un verso de Góngora, producto, sin duda, de alguien culto, tal vez de un escritor, pero además
un verso que evoca algo nocturno, cerrado, algo confuso y amenazante. A partir de aquí, la voz narrativa que
predomina es la del autor del diario, el soldado adolescente, acompañada por los comentarios acerca del
contenido del diario o del autor que realiza eventualmente el editor, comentarios que, en algunos momentos, se
llenan de subjetividad, aportando una interpretación e incluso una emoción que recubren los hechos narrados por
el protagonista. Esta técnica permite crear en el lector una intensa impresión de realidad pues parece como si la
historia no fuera algo literario, una invención, sino un pedazo de realidad, de la vida de quien escribe el diario.
El ritmo del relato está firmemente marcado por las páginas del diario, que se corresponden con el paso de los días
y las estaciones (empieza en octubre y termina en pleno invierno) y con la duración del lápiz con que escribe el
diario: cuando se termina el lápiz (símbolo de la escritura) se termina también la vida.
El protagonista (Eulalio Ceballos Suárez) es, antes que nada, un adolescente obligado a enfrentarse a la
experiencia más dura y definitiva de su vida. La juventud de Eulalio es una alusión de AMéndez al hecho de que la
Guerra Civil fue una contienda de adultos (civiles y militares) pero también de muchachos jovencísimos, en un
tiempo en que la conciencia y el compromiso político surgían a edades muy tempranas.
Apasionado aprendiz de poeta, sabemos que, con 16 años, abandona su casa y su familia (que estaban en zona
franquista) y se une a las tropas republicanas. En el frente declama sus versos para arengar a los milicianos y
levantarles la moral. Esta conducta nos recuerda la de Miguel Hernández, personaje real literaturizado en este
cuento, de quien era amigo nuestro protagonista y a quien admiraba. Suponemos que en este tiempo de guerra se
enamora en Madrid de Elena, y que, tras la derrota, huye con ella, que está embarazada, hacia el norte de España,
buscando pasar a Francia. Pero llegados a un punto, el viaje termina: Elena muere en el parto pero su hijo vive. El
hecho de que Elena y su hijo, dos inocentes, hayan muerto –o vayan a morir- derrotados lo desconcierta, y no
puede entenderlo. A la vez, la escritura lo salva del silencio, la soledad y la muerte, y al no poder escribir, el
poeta se muere. También a este personaje le pesa la vida, y por eso se refugia en la escritura como antídoto
contra la desesperación. El muchacho se ve envuelto, sucesivamente, en la huida, en la derrota, en el miedo, en
la soledad y por fin en el olvido (que es una alusión indirecta a un poema de Bécquer que da título a otro de
Cernuda, poeta de la generación del 27: donde habite el olvido). Sin embargo, aparece la oposición entre
muerte/vida (temas esenciales, recordemos, de la poesía de Miguel Hernández) ya que, al elegir el camino
equivocado como consecuencia de la generosidad, el amor y la fidelidad (“Elena ha querido seguirme y ahora
sabemos que nuestra elección ha sido errónea. Jamás se cometió un error tan generoso”), el joven poeta está ya
en la senda sin retorno hacia la muerte sin esperanza. Aquí encontramos ciertas reminiscencias de la tragedia, ya
que el destino juega con dos personajes con madera de héroes. Este personaje también es doblemente derrotado,
y adquiere conciencia de ello: “Hemos perdido una guerra dejarnos atrapar por los fascistas sería regalarles otra
vez la victoria”. Es preferible, pues, la muerte a la humillación. Aparece también en este cuento el recuerdo de su
familia, de los suyos, y don Servando, el maestro asesinado, símbolo de la barbarie contra la cultura, y más tarde,
el enfrentamiento entre un ejército armado y el muchacho con su poesía: “Con un lápiz y un papel me lancé al
campo de batalla y de mi cuerpo surgieron palabras a borbotones que consolaban a los heridos”. A medida que
avanza el relato, vemos primero aparecer y luego crecer cada vez más el cariño hacia su hijo, que se convierte en
el centro de su vida y en lo único capaz de liberarlo momentáneamente de la angustia o del miedo. Incluso llega a
hablarle inculcándole una moral de padre adolescente, pero que se sitúa en dignidad y nobleza por encima de los
vencedores: “Voy a contarle a mi hijo (…) que yo no hubiera dejado que mis enemigos huyeran desvalidos, que yo
no hubiera condenado a nadie por ser sólo un poeta”.
El idioma de los muertos
Composición literaria: El relato está contado en 3ª persona omnisciente, con un narrador que domina por
completo los acontecimientos pero que focaliza su atención, su punto de vista, en el protagonista, Juan Senra, del
que detalla sus pensamientos y su estado anímico a lo largo del relato, y en ciertas ocasiones en el coronel Eymar.
Esta construcción tradicional del relato da cabida a la reproducción de los interrogatorios del juicio militar al que
es sometido el protagonista y también a las cartas que este escribe a sus familiares desde la cárcel. Además, como
en otros cuentos, en la historia aparecen varios personajes reales, históricos: Enrique Eymar, su mujer, y, por
alusiones, su hijo Miguel, dentro del bando franquista; y Trogliatti y Fernando Claudín, también a través de
alusiones, por el bando republicanos (eran ambos líderes comunistas) así como el periodista Cruz Salido.
El otro elemento fundamental es la importancia que en el cuento tienen las historias orales. Todos los personajes
guardan una historia que en un momento del relato sale a la luz: el coronel y su mujer guardan la historia de su
hijo; Juan se inventa, como Sherezade, una historia para el hijo de Eymar pero guarda secretamente otra, esta
verdadera: él era quien, por encargo del PCE, debía asesinar al general Casado ante los rumores de rendición, solo
que no le dio tiempo. Eduardo López es un comisario político que sigue cumpliendo su función dentro de la cárcel;
Eugenio Paz tiene una novia embarazada y la esperanza de sobrevivir; El Ro-Ro también guarda una historia que el
lector conoce a la perfección. Cruz Salido decide morir hablando, hablando sin parar, contando todo lo que sabía y
hablando de cuantas personas conocía, hasta caer muerto de puro cansancio.
El protagonista es Juan Senra, profesor de chelo, y muere por decir la verdad. Juan Senra está prisionero en una
cárcel, pero su juez, el coronel Eymar, le pregunta si conoció a Miguel Eymar, su hijo; Senra se da cuenta de que
tiene que mentir acerca de Miguel, ya que efectivamente lo conoció durante la guerra, pero era un estraperlista,
ladrón, que incluso traiciona a los suyos ante la policía y que fue condenado a muerte por sus delitos, pero decir
todo eso, la verdad, no va a salvarlo, así es que inventa una historia de mentiras sobre la bondad y la honradez de
Miguel Eymar para complacer a sus padres, el coronel Eymar y su mujer Violeta. Con esas falsedades logra
convertir al hijo en héroe, e incluso, para la madre, Miguel continúa viviendo a través de la memoria de Juan; de
esta manera, Senra continúa viviendo unos días más. Pero después del fusilamiento de su amigo Eugenio Paz,
decide contar la verdad para vengar su muerte, con lo que derrota definitivamente a los padres de Miguel Eymar
(al igual que otro preso, Cruz Salido el periodista, derrota a sus verdugos al dejarse morir hablando y recordando,
y no llega vivo al fusilamiento). Aparece el tema de la venganza, ya que, antes de los interrogatorios Juan es un
enemigo, pero después de conocer la verdad sobre el hijo Miguel, ya se convierte en una cuestión personal. Todo
el universo, en este relato, se ve reducido al mundo de la cárcel, donde los vencidos son llamados “enemigos de la
patria” y donde reina el hambre, el frío, el dolor y el miedo. Todos los presos son ya hombres muertos, sin alma,
en un camino sin retorno. En medio de ese silencio surge la amistad con el chico de las liendres, que va a poner
una nota de calor y de vida, igual que el recién nacido del segundo cuento. El tema de la amistad también es
importante en este relato, otro rasgo humano que ha sobrevivido a la barbarie, y también se detiene el tiempo en
la frontera entre la vida y la muerte, tal como le escribe a su hermano Luis, al que recuerda y añora –carta que es
censurada por el alférez capellán y devuelta a Juan-. Otro tema que se muestra en el relato es el del
ensañamiento del vencedor, como se ve en la historia de Cruz Salido, el periodista al que le quedaba poco de
vida, pero querían mantenerlo así para poder fusilarlo cuanto antes; lo que ocurre es que fue Cruz el que los
derrotó al conseguir morir antes del amanecer, suicidado por medio de la palabra. Estos seres abocados a la
muerte tienen su propio idioma, que Juan Senra sueña: el lenguaje de los muertos que está en sus sueños y que, a
medida que la muerte se aproxima, se le va haciendo más familiar. Por tanto, dos son los pilares que sostienen al
protagonista: la amistad con Eugenio y las historias inventadas en los interrogatorios: desde el momento en que
pronuncia las palabras “es que he recordado”, firma su sentencia de muerte. Finalmente, es preciso mencionar el
papel de la Iglesia, representado por el alférez capellán, que censura la carta de Juan a su hermano y condena el
suicidio del Capitán Alegría, pero no dice nada de las otras muertes que se producían a diario en los fusilamientos.
Los girasoles ciegos
Composición literaria: en este relato se combinan tres voces narrativas: la del diácono, la de Lorenzo adulto y la
de un narrador no personal, externo a la historia, que conecta y dirige el sentido de los textos autobiográficos del
diácono y de Lorenzo. Las tres se complementan para dar cuenta, desde varios puntos de vista, de la complejidad
de los hechos que se cuentan.
Los protagonistas. Como ya hemos dicho anteriormente, Han pasado casi tres años del final de la guerra y
encontramos el reflejo de la vida cotidiana de la España de esa época; es un relato que tiene mucho de literatura
costumbrista en cuanto a las descripciones detalladas de vestuario, mobiliario, calles, usos y costumbres como la
de los juegos infantiles, y de las formas de vida: la pobreza, el frío, el racionamiento. El cuento se asemeja a una
puerta de bisagras móviles: de un lado, la realidad; de otro, el disimulo. Para ello, el autor recurre al símbolo del
espejo, que supondría la línea divisoria entre los dos universos, universos que Lázaro ha de aprender a sortear
pese a su corta edad, aunque él se sentía sólo parte de su universo real, que era su casa y su familia; por eso
aprende pronto a ser cómplice de los suyos, e incluso, dándose cuenta del peligro, se resiste a ir a la escuela, a
esa escuela militarizada de la España de la posguerra donde aparece el Hermano Salvador, y Lázaro, sin perder la
compostura, no se integra, actitud que lo distingue de los demás alumnos e irrita al maestro diácono. De esta
manera, y desde las distintas voces de los narradores, pasamos continuamente de un lado a otro del espejo, y así,
sólo el lector tiene una visión global de la historia (destino de Elena, la hija del matrimonio), ya que los personajes
únicamente tienen una visión incompleta. El tema de la doble derrota, recurrente en los cuatro relatos, aparece
en éste con el nombre de venganza, en la persona de Ricardo, el “topo”; tan sólo cuando toma el camino de la
valentía tiene que renunciar a vivir, y con su sacrificio, derrota al Hermano Salvador. La Iglesia y su lenguaje
cargado de eufemismos (otra pieza costumbrista que calca la realidad) tiene su lugar en el mundo de los
vencedores, y es la confesión del diácono la que pone la voz y el pensamiento a los vencedores, de forma general;
de manera particular, nos muestra la catadura moral de este personaje, que a través de esta confesión, sólo desea
justificar sus actos, cuyas causas las carga sobre la mujer como inductora del mal. Así se descubren los rasgos del
carácter del diácono: manipulador de la realidad, arrogante, soberbio y de una lascivia incontrolada. De la otra
parte, del otro lado del espejo, tenemos la intimidad del hogar de esa familia de derrotados; las horas pasan
envueltas en un miedo cargado de angustia, que rompen los ruidos de la escalera (pasos de la gente en el rellano,
el ascensor, el estado de permanente alerta ante el sonido del timbre). Miedos y silencios que van desdibujando
los perfiles de los protagonistas y minando sus caracteres, hasta el momento en que Ricardo muestra su valentía
para salvar a su mujer del acoso del diácono, lo que lo conduce al trágico suicidio. Hermano Salvador: otra
ironía, ya que no salva a nadie, ni siquiera a sí mismo, y es causa directa del suicidio de Ricardo.
Luis Sepúlveda, Un viejo que leía novelas de amor
El escritor chileno Luis Sepúlveda, nacido en el pueblo de Ovalle en 1949, es un militante de izquierda,
que durante la represión del dictador Pinochet, sufrió arrestos, cárcel, tortura, desaparición forzada,
logrando sortear la muerte en varias ocasiones. Desde entonces, Sepúlveda vivió huyendo de la
dictadura militar chilena. Estuvo trabajando como escritor y periodista en Argentina, Uruguay, Paraguay
Brasil, Ecuador, Francia, Alemania, Suecia, para finalmente establecerse en Gijón. Sepúlveda, durante
sus viajes y estancias en todos estos países, fue recogiendo material para sus obras que son de temática
variable: social, realista y ecológica: “Cuadernos de viaje”, 1987; “Mundo del fin del mundo”, 1989; “Un
viejo que leía novelas de amor”, 1992; “Desencuentros”, 1997; “Historias marginales”, 2000. Ganador
de numerosos y prestigiosos premios literarios, Sepúlveda ha cultivado diversos géneros literarios,
pasando del periodismo de opinión al relato ecologista, a la novela policíaca, y de intriga y al cuento
infantil. Siempre ha recreado historias reales o de contenido autobiográfico.
Dentro del panorama de la literatura hispanoamericana del s. XX, Sepúlveda se sitúa en la generación
del post-boom (Adolfo Bryce Echenique, Antonio Skármeta, Tomás Eloy Martínez, Ricardo Piglia, etc),
aquella que desde la década de los 80-90 tiende a superar temática y estilísticamente las diversas
fórmulas literarias del realismo mágico. Concretamente, la narrativa de Sepúlveda ha puesto el acento
en los asuntos etno-ecológicos, inventando historias donde se aúnan la reflexión crítica y el realismo
testimonial.
0. UN VIEJO QUE LEÍA NOVELAS DE AMOR DENTRO DE LA TRADICIÓN LITERARIA HISPANOAMERICANA
Un viejo que leía novelas de amor es una narración que se sitúa dentro de la tradición literaria
hispanoamericana de la novela indigenista, donde la selva y el indígena (la vida y costumbres del indio)
se convierten en protagonistas del relato. Esta tradición moderna arranca en los años 20 del s. XX con
obras como La vorágine (1924) de José Eustasio Rivera; Doña Bárbara (1929) del venezolano Rómulo
Gallegos; El mundo es ancho y ajeno (1941) del peruano Ciro Alegría; y Hombres de maíz (1949) del
guatemalteco Miguel Ángel Asturias. En todas estas obras los autores huyen del exotismo, así como de la
idealización y la mitificación de la naturaleza y el indígena para realizar un testimonio de denuncia, o
sea, una acusación a un orden económico, político y social que no ha sabido ni querido integrar ni a las
masas indígenas ni a la naturaleza virgen de sus países.
Al mismo tiempo, la novela de Sepúlveda está vinculada con dos temáticas históricas de las literaturas
nacionales hispanoamericanas desde la época de la independencia (comienzos del XIX): la temática de la
civilización frente a la barbarie, y la del melodrama. Se puede decir que la novela indigenista es una
manifestación más del tema recurrente de la fuerza de la civilización frente a la fuerza de lo salvaje o
bárbaro, un tema que se repite sin cesar en Latinoamérica hasta la actualidad. La fuerza civilizadora es
la fuerza del progreso, del estado moderno, la fuerza del colonialismo europeo o norteamericano, de los
negocios y de las ciudades, la educación, las infraestructuras; y la fuerza de la barbarie es la fuerza de
la naturaleza virgen, de la selva, de lo indómito y enigmático, de lo indígena, de las culturas y
costumbres ancestrales precolombinas, etc. Es evidente que en Centro y Sudamérica la naturaleza
virgen (la Pampa argentina, los Andes, la Amazonia, la selva tropical del Caribe, etc) es un mundo (y
una fuerza) no asimilado por el progreso y la civilización, es decir, por el mundo moderno, digamos, a la
europea. Ese mundo moderno, civilizador, siempre ha tomado dos actitudes con respecto a la
naturaleza, o bien, olvidarla, como si fuera una realidad inexistente, o bien, depredarla y destruirla
para hacer negocio de ella. Como vemos, también este conflicto está en la base de la novela de
Sepúlveda.
El otro elemento literario de la tradición hispanoamericana que recorre toda la novela de Sepúlveda
desde el título mismo es la temática del melodrama. Un melodrama es toda narración de asunto
amoroso, de carácter popular, pensada sobre todo para consumo femenino que llega desde Europa a
América a mediados del s. XIX, y que enseguida se aclimata a los gustos de las masas latinoamericanas,
primero en forma de folletines y novelas románticos (los que le gustaban precisamente a Antonio José
Bolívar), después en forma de cine y radionovelas y actualmente en forma de culebrones televisivos. En
estas historias, el amor, como dice el protagonista de la novela, es un sentimiento doloroso y terrible,
que hace llorar pero que al final triunfa. El amor provoca innumerables peripecias en las que la
protagonista es una joven pobre, hermosa e inocente que, después de ser engañada y deshonrada por
algún tipo sin escrúpulos, consigue rehacer su vida y su honor de la mano de un galán rico, apuesto y
bueno que la salva de la desgracia y de la pobreza, y le profesa amor eterno.
Un viejo que leía novelas de amor es una novela que entronca con estas tradiciones literarias, en
especial con la narrativa de Miguel Ángel Asturias. En las novelas de este autor el nexo entre los
indígenas y la tierra (la naturaleza virgen) es algo sagrado y la explotación comercial de la selva (de sus
recursos naturales) es una forma de violación de ese cordón umbilical que separa al pueblo indígena de
su historia, costumbres y cultura. Esta comunión espiritual entre el indio y la naturaleza reaparece con
fuerza en la novela de LSepúlveda. Además de M. A. Asturias, hallamos otro autor que influye en el
tratamiento que hace LSepúlveda del indígena y la selva: el novelista norteamericano Jack London. En
novelas de este autor como Colmillo blanco o como La llamada de lo salvaje, encontramos una
aproximación a la conducta y “psicología” de los animales, cosa que aparece también en la novela de
Sepúlveda, por ejemplo, cuando se centra en la tigrilla. A través de unos perros lobos, London
reflexiona acerca de la violencia intrínseca al mundo animal y a la sociedad humana, subrayando
especialmente la determinación del medio natural en que se mueven animales y humanos y la fuerza
incontenible del instinto de supervivencia, asuntos que también aparecen en la obra del novelista
chileno.
1. ARGUMENTO
La historia se centra en la Amazonía ecuatoriana y cuenta las aventuras de Antonio José Bolívar Proaño,
un anciano que habita en El Idilio, remota población que solo recibe la visita de un barco dos veces al
año. Para matar las largas noches de su vejez, a nuestro protagonista le gusta leer novelas de amor que
le lleva dos veces al año su amigo el dentista Rubicundo Loachamín, y procura mantenerse alejado de
las ambiciones y locuras de sus convecinos blancos. Un día se ve obligado a tomar parte en la cacería de
una tigrilla que ronda por los contornos después de que un insensato gringo matara a sus cinco crías e
hiriera a su macho, convirtiéndose desde entonces en un peligro para la comunidad. Durante la caza,
Antonio José descubrirá los verdaderos motivos que llevaron al animal a convertirse en un cazador de
hombres y le llevará a sentir una mayor comunión con el animal que con sus congéneres.
Partiendo de esta anécdota, Sepúlveda narra la vida del protagonista: su juventud, la llegada a la jungla
como colono y su convivencia con la tribu shuar que le permite conocer diversos aspectos de la cultura
de esta tribu: comidas, forma de vestir, códigos de cortesía e incluso el embrutecimiento de los shuar
debido al contacto con la civilización y sobre todo con el alcohol. Junto a los shuar, Bolívar aprenderá a
conocer, respetar y amar la selva. Después de un tiempo con ellos, vuelve a El Idilio, donde se dedica a
la caza, a mirar con ojos críticos cómo su amada selva va siendo destruida y a leer novelas de amor,
“del verdadero amor, del que hace sufrir”, y que, a ser posible, tengan un final feliz.
2. TEMAS
2.1. La relación contradictoria del hombre con la Naturaleza
Es el tema principal de la novela. Sepúlveda plantea desde el principio un conflicto no resuelto entre el
ser humano y su entorno natural, es decir, un enfrentamiento entre civilización y Naturaleza. En la
novela el conflicto se encarna en dos fuerzas que se oponen: los indios shuar, los animales, la selva y el
viejo Antonio José Bolívar frente al alcalde, los gringos, los buscadores de oro y el resto de los colonos.
En términos simbólicos, hablaríamos del reino de la naturaleza frente al de la civilización y el dinero. El
reino de la naturaleza se rige de acuerdo a leyes que no agreden el ecosistema, el entorno natural,
mientras que la conducta del mundo civilizado-mercantil solo ve el entorno natural como medio de
enriquecimiento. El viejo, los indios y los animales actúan como seres autoconscientes que la necesidad
de preservar el equilibrio ecológico de la selva, sin embargo, el alcalde, los colonos, los cazadores y los
buscadores de oro no saben nada de la selva ni quieren saberlo, por eso fracasan una y otra vez cuando
intentan acomodarse a ella (como le ocurrió al mismo protagonista cuando llegó al Idilio) y por eso no la
destruyen sin remordimiento alguno.
Si nos fijamos bien, vemos que la novela no plantea ninguna crítica especial contra países o gobiernos
en concreto. No aparece ningún problema local o nacional que sea decisivo en la historia y del que sean
responsables grupos sociales o personajes del mundo de la política o la economía. Nada de eso tiene
interés en el tema de la relación del hombre con la naturaleza tal como lo plantea aquí LSepúlveda. El
autor, en cambio, lo que parece plantear al lector es una actitud ética de defensa de dos valores
universales básicos: el reconocimiento de la diversidad (natural y étnica) de una región del planeta (la
Amazonia) y el respeto a los derechos humanos de las minorías indígenas.
Además, observamos que no todo el mundo civilizado está sucio y corrompido. No lo está la maestra de
El Dorado que ayuda al protagonista ni el dentista que asiste a los enfermos en el poblado. LSepúlveda
no dice ni da a entender en ningún momento que todo el mundo civilizado, moderno, represente el mal,
lo bárbaro. Lo que dice que es cuando el mundo moderno solo ve en la selva un negocio, un medio de
enriquecimiento, entonces la fuerza civilizadora se corrompe porque tiende a destruir el frágil equilibrio
etno-ecológico del entorno. LSepúlveda, en este sentido, da un paso nuevo dentro del indigenismo de la
novela hispanoamericana, pues para él la solución al conflicto naturaleza/civilización no está en la
integración del indígena y de la selva en el mundo y la cultura occidental (lo que en poco tiempo
llevaría a la desaparición de los pueblos indígenas y de grandes zonas de selva amazónica) ni tampoco,
por el contrario, en la exaltación superlativa de la cultura indígena, buena y maravillosa, frente a la
maldad del mundo urbano y civilizador, y la necesidad de que la naturaleza “engulla” al mundo
civilizado. Más bien, lo que Sepúlveda parece proponer en esta novela es una actitud de respeto y
reconocimiento de la diversidad, de la biodiversidad natural y de las diferencias étnicas de las minorías,
que es la actitud profunda que guía la vida de Bolívar Proaño desde que convive con los indios shuar.
Este sería el mensaje en positivo que el autor imprime a la novela. En el mundo del siglo XXI, un reto
fundamental para preservar el equilibrio del hombre y la naturaleza sería sustituir el indigenismo
tradicional, la lucha entre civilización y babarie, por planes de convivencia y de respeto de unos
hombres con otros (especialmente las minorías indígenas) y de todos con la naturaleza, en la misma
línea de las llamadas políticas de “etnodesarrollo”(1) que muchas organizaciones indígenas y ecologistas
están defendiendo, sobre todo, en América Latina.
(1) Se entiende como ETNODESARROLLO todas aquellas iniciativas políticas, sociales, económicas y
culturales protagonizadas por grupos ecologistas y organizaciones indígenas que están promoviendo
decididamente acciones y reivindicaciones de autonomía, autodeterminación y diversidad cultural
de las minorías étnicas, como por ejemplo, la de los shuar. En este orden de cosas, el
etnodesarrollo ha de ser reconocido como riqueza por los estados y sociedades, de manera se
concrete en decisiones políticas y directrices jurídicas que garanticen, entre otras cosas: 1) el
derecho de propiedad de tierras; 2) el mantenimiento de la seguridad alimenticia; 3) la promoción
de actividades generadoras de ingresos; 4) la mejora del servicio de salud de las poblaciones
indígenas con la integración de la medicina tradicional y la occidental; 5) el respeto de la identidad
cultural indígena teniendo en cuenta que el desarrollo no debe significar “cambiar sino fortalecer
los recursos propios” y considerando que la cultura es algo dinámico que se irá adaptando
permanentemente a los cambios; 6) el Apoyo a proyectos de educación y entrenamiento bilingüe y
multicultural; 7) la participación política de los indígenas no sólo como ciudadanos sino también
como culturas y colectivos; 8) la promoción de la participación indígena en la conservación de los
recursos naturales.
Los shuar como modelo del hombre natural
Los shuar son el pueblo indígena amazónico más numeroso, con decenas de miles de habitantes (no
menos de 35000 y no más de 80.000) asentados entre las selvas del Ecuador y Perú . LSepúveda decidió
escribir esta novela después de convivir con ellos durante casi siete meses.
En la novela, los shuar se sienten parte de la naturaleza y actúan en consonancia con ella: la cuidan y
por eso sólo se quedaban tres años en cada sitio, no hacen daño a los animales ni a la vegetación. Sus
costumbres, creencias, mitos, medicinas, ideas del amor y de la muerte, forman su cultura, basada en
el ritmo de la naturaleza selvática y en un profunda sabiduría acerca de la selva y del cuerpo propio
(fuerte, ágil, que solo busca alimento cuando siente hambre, que escoge adecuadamente lo que come,
etc). Además los shuar son fraternales, compasivos y altruistas. Cuando Proaño y los primeros colonos
llegan a El Idilio son derrotados por una selva desconocida y avasalladora, y entonces solo salen
adelante gracias a la ayuda desinteresada de los shuar. Sin ser nunca uno de los suyos, admiten
fraternalmente a Proaño, le salvan la vida, le transmiten toda su cultura y le permiten integrarse
plenamente en su poblado.
Los indios shuar encarnan en la novela el respeto y la convivencia con la naturaleza, por un parte; y por
otra, los valores humanos que ya se han perdido en las sociedades civilizadas o modernas, donde domina
el egoísmo, el desprecio hacia los demás, el individualismo más feroz. Frente a un mundo sucio y
corrompido moralmente, la vida sencilla y cándida de los indios aparece como un mundo moralmente
limpio y auténtico.
Los animales
A los animales de la selva amazónica se les adjudica sólo características positivas, no son crueles y
atacan únicamente si se les agrede antes. La tigrilla enloquece de dolor al encontrar a sus crías muertas
y al tigre macho herido y solo por esa razón ataca al hombre. Sus víctimas fueron: el gringo infractor, el
buscador de oro Napoleón Salinas, Miranda y su acémila, y el amigo de este, Plascencio Puñán. Pero esas
muertes el viejo las justifica porque en ellas ve un acto de justicia: “Un cruento, pero ineludible, ojo
por ojo”. Dado que el animal está más cerca del medio natural que el hombre “civilizado”, también
demuestra más inteligencia para sobrevivir.
La destrucción de la Naturaleza
En toda la novela aparecen una y otra vez alusiones y actos de depredación y destrucción de la
Amazonía. El planteamiento de Sepúlveda sería la inversión de valores dentro del viejo conflicto de
civilización frente a barbarie, pues en esta novela la barbarie no es la selva sino el hombre blanco y sus
afanes desquiciados, y la civilización no es el hombre blanco sino el equilibrio ecológico (vital) de los
seres que habitan la selva.
La barbarie civilizadora se muestra de dos maneras: los aventureros y el papel del Estado. En cuanto a
los aventureros, buscadores de negocio y fortuna fácil y rápida se dice: “Tanto los colonos como los
buscadores de oro cometían toda clase de errores estúpidos en la selva. La depredaban sin
consideración, y esto conseguía que algunas bestias se volvieran feroces”. En cuanto al papel del
Estado, vemos cómo la misma fundación de El Idilio está basada en el engaño del Gobierno que nunca
cumplió las promesas hechas a los colonos. El Idilio y su región selvática aledaña han sido dejadas a la
“mano de Dios”, olvidadas, una vez que se cumplió el deseo de las autoridades gubernamentales de que
ese territorio estuviera poblado, por conveniencias meramente políticas. Allí envían de alcalde a un
político corrupto, sin escrúpulos, necio y violento, que solo busca el beneficio propio. Por ejemplo, el
alcalde, quien llega a cobrar impuestos a El Idilio y a vender permisos de caza y pesca. Del mismo
modo, se ve que las elecciones en las que participa Proaño están amañadas pues cuando este emite el
voto que interesa a los visitantes, estos le regalan una botella de aguardiente Frontera.
Para encontrar una verdadera comunión o comunidad (física y espiritual) de la naturaleza con la vida de
los seres humanos tenemos que adentrarnos en la selva.
2.2. Las novelas de amor como sucedáneos del amor
En nuestra sociedad se lee por necesidad de trabajo o por estudios. Poca gente lee por placer. Esto no
pasa por la mente de nuestro protagonista, Bolívar Proaño, que recurre a la lectura de novelas de amor
en busca de entretenimiento para alejarse de la soledad de la vejez. De hecho, dice que mientras vivió
con los shuar no necesitó la lectura, es decir, todo lo que necesitaba de la vida lo tenía, pues ni se
sentía solo ni se sentía viejo. El protagonista acude a la lectura buscando algo que realmente lo
entretenga, que ocupe por completo su atención y sus sentimientos, algo que complete lo que está
incompleto o vacío dentro de él, y entonces busca hasta encontrar en las novelas románticas
(melodramáticas) el género que más le gusta.
Este hecho es importante en el relato porque si seguimos la historia personal de Proaño, vemos que, en
el fondo, siempre fue un inexperto en las cosas del querer, en el amor de pareja. Por eso su
predilección por las historias de amor, porque suplían un hueco que siempre había sentido en su
interior. Casado por conveniencia siendo niño con otra niña, descubrió el amor en su mujer al mismo
tiempo que tenía que resignarse a no tener hijos y a padecer las sucias y groseras insinuaciones del
pueblo donde vivían. Cuando huyen a la selva, todavía muy jóvenes, Proaño no llega disfrutar el amor
de su esposa porque esta muere de fiebres, y desde entonces, desde los veinte y pocos años, se siente
definitivamente solo, sin una conciencia clara de haber amado o de haber sido feliz en el amor. Su
experiencia con los shuar, que incluye ocasionales encuentros sexuales con nativas, le reporta un
sentimiento de libertad corporal y moral, de higiene espiritual, pero no le enseña nada acerca del amor.
Las pasiones exageradas del melodrama, las aventuras y los sufrimientos interminables que desembocan
en un final feliz parecían reflejar no tanto su vida como el deseo de algo siempre oculto y siempre
desconocido dentro de sí mismo.
3. ASPECTOS TÉCNICOS Y FORMALES
3.0. Los personajes
Aparte del personaje antagonista (el alcalde), toda la historia gira en torno a un único personaje y
protagonista, Antonio J. Bolivar Proaño, cuyo nombre es una evocación del libertador de América, Simón
Bolivar, que soñó una América sin fronteras ni estados, un continente y una comunidad política unidos
por la identidad geográfica plena de Centro y Sudamérica.
Ningún otro personaje, salvo esporádicamente sus amigos el dentista y Nushiño, toma la palabra a lo
largo de la historia. Ningún indio shuar queda individualizado como tampoco alcanza relieve la figura de
su mujer. Quizá el tratamiento de los personajes sea uno de los aspectos más débiles de la novela.
Todos los personajes quedan un segundo plano, oscurecidos por el primer plano de la vida completa del
protagonista.
3.1. El punto de vista
La novela está narrada por un narrador en tercera persona, de carácter omnisciente, aunque con
focalización en el protagonista, Antonio José Bolívar Proaño. En una parte del capítulo 8 este narrador
omnisciente se convierte en un narrador en segunda persona, el propio Antonio José Bolívar, en una
especie de monólogo interior o discurso vivencial antes del enfrentamiento final con la tigrilla.
3.2. La técnica narrativa
La técnica narrativa es la de un relato tradicional: 1) narrador omnisciente (que domina por completo
toda la historia, los hechos pero también los pensamientos y sentimientos del protagonista), y 2)
linealidad cronológica y causal: planteamiento, nudo y desenlace.
3.3. El tiempo
La historia principal sigue un desarrollo lineal, interrumpido por frecuentes flash backs, cuya función
principal es la de actualizar la vida del personaje principal para que el lector entienda perfectamente
los móviles de su conducta en el presente. La duración externa de la historia es breve, podemos
calcular, tres o cuatro días, no más.
Igualmente hay digresiones, que interrumpen el desarrollo de la acción. Las más importantes son las
relativas a las novelas que lee el protagonista.
3.4. El desarrollo de la acción
Existe una acción principal: la partida de caza para dar muerte a la tigrilla, que se extiende por todos
los capítulos. Sobre ella se integran las diferentes historias y recuerdos de los personajes,
especialmente la de Antonio José Bolívar.
Planteamiento
[Flash-back]
Caps. 1 y 2
Caps. 3 y 4
Caps. 5 y 6
Nudo
Cap. 7 y Cap. 8
Desenlace
Cap. 8
Muerte del gringo
Historia de Antonio José Bolívar
Muerte de Napoleón Salinas (cap. 5)
Muerte de la mula de Miranda (cap. 6)
Partida de caza. Nuevas muertes (cap. 7) Comienza el duelo de AJ Proaño
– tigrilla: hasta la muerte del macho (cap. 8)
Enfrentamiento final AJ Proaño – tigrilla (cap. 8)
3.5. El espacio
Si se observa el mapa, todos los nombres de los lugares aludidos en la novela son reales, lo cual genera
verosimilitud dentro de la historia inventada. Sitios como El Dorado, Loja, Zamora, Marañón (río que da
origen al Amazonas), se ubican en la parte sur del territorio ecuatoriano. El pueblo El Idilio
probablemente se podría encontrar dentro de lo que se conoce como “zona de litigio” y que estaría
situada entre Ecuador y Perú.
Los dos espacios simbólicos de la obra son la selva y el poblado, El Idilio. La selva ya hemos dicho cómo
funciona y quiénes la pueblan. El Idilio, en cambio, es un lugar contradictorio, como el mismo nombre,
una evidente ironía. Por una parte está situado en un lugar exuberante y maravillosamente dotado por
la naturaleza, y, sin embargo, es un lugar donde nadie acaba de ser verdaderamente feliz. De algún
modo, el poblado de el Idilio representa un punto diminuto, civilizador, dentro de la selva indómita (allí
está la autoridad, la alcaldía, allí actúan las leyes del estado, allí está el pequeño amarre fluvial, el
almacén de provisiones, allí cura el dentista, etc). Y como tal lugar de civilización, su relación con la
selva será siempre una relación imposible, fracasada. La única persona que está a medio camino entre
la selva y el poblado es el protagonista que no es un indio de la selva y tampoco es visto como un
auténtico colono.
4. ESTILO
Realismo, sencillez expresiva, abundantes imágenes poéticas. Los procedimientos discursivos son
variados: narración (fundamentalmente), algunas descripciones, digresiones y diálogos. Aparecen
abundantes términos y expresiones del español de América (“cojudo”; “gringo”), y, especialmente,
palabras relacionadas con la selva (“guatusas”; “capibaras”; “saínos”), que ayudan a crear, por su
componente exótico, ese clima de misterio tan característico de las novelas de aventuras. También son
numerosos las escenas humorísticas o burlescas donde la deformación caricaturesca y la ironía sirven
para valorar negativamente a los personajes indeseados por el narrador (“El Gobierno tiene la culpa de
que tengas los dientes podridos”; “Y usted, que traspira tanto, todo saladito, es una invitación para
estos bichos”).
5. ORIENTACIONES SOBRE EL COMENTARIO CRÍTICO
Ecologismo: 1) La destrucción del medio ambiente
La selva amazónica está considerada la cuenca fluvial más grande del mundo, un gigantesco ecosistema
de selvas tropicales que se extiende sobre un área de siete millones de kilómetros cuadrados. Los
expertos consideran a esa zona como la reserva biológica más rica del mundo, con varios millones de
especies de insectos, plantas, pájaros y otras formas de vida, muchas de las cuales todavía no han sido
catalogadas por la Ciencia. Y sobre ella pesa continuamente la amenaza de su destrucción: hasta el 40%
de la selva amazónica podría desaparecer antes del 2050, a menos que se apliquen medidas para la
conservación de ese enorme ecosistema, según se desprende de un informe elaborado por el científico
brasileño Britaldo Silveira Soares-Filho, y que ha sido publicado en la revista científica Nature3.
Ecologismo: 2) La desaparición de la selva ecuatorial
Las selvas ecuatoriales son los ecosistemas más ricos y complejos de toda la Tierra. La abundancia de
agua y las pocas variaciones estacionales permiten a los seres vivos de estas regiones desarrollarse sin
limitaciones a lo largo de todo el año, lo que origina una extraordinaria biodiversidad. En cada hectárea
de selva ecuatorial se han llegado a contabilizar 1.500 especies vegetales diferentes (de ellas 200 son
árboles), 400 de aves y 100 de reptiles. Además, en algunos de los grandes árboles viven 1.000 insectos
diferentes, e incluso aún existen numerosas especies desconocidas para la ciencia. Esto la convierte en
la gran reserva de biodiversidad (entre el 70% y el 90% de las especies del planeta).
Y sin embargo, estos bosques que durante miles de años habían permanecido intactos están siendo
destruidos a un ritmo alarmante. Cada año se pierden 16 millones de Ha. Las causas son las
explotaciones madereras que llevan a cabo compañías multinacionales, la sustitución del bosque por
pastos para el ganado, cuya carne normalmente se comercializa en los países desarrollados, y por último
la agricultura de subsistencia que realizan los indígenas impulsados por su necesidad de conseguir
tierras.
Pero a pesar de todo este despliegue de vida, la selva ecuatorial es un ecosistema muy frágil. La
circulación de los nutrientes es muy rápida y se produce a través de los seres vivos, dado que las altas
temperaturas aceleran las reacciones químicas y la descomposición de los restos orgánicos. Esto quiere
decir que los nutrientes no se concentran en el suelo, sino sobre todo en los árboles, que además son los
que crean el microclima adecuado para el desarrollo del resto de la vegetación. Por este motivo cuando
se talan para conseguir pastos o madera, el suelo, muy pobre en nutrientes, queda expuesto a las
fuertes Iiuvias y sometido a un proceso de lavado muy fuerte (arrastre de las sales minerales por el
agua) que lo hace inservible a los pocos años.
Diversidad étnica: La comunidad Shuar
Son aproximadamente 45.000 personas que habitan en las cuencas del río Santiago, Marona y Pastaza.
Ocupan el Este de la Provincia de Zamora y Morona Santiago y el Sur de la Provincia de Pastaza. Los
shuar son aproximadamente 35.000 habitantes y los Achurs unos 15.000. La subsistencia se basa
principalmente en la horticultura itinerante de tubérculos, complementando con la caza, pesca y
recolección que son realizadas por el hombre; el cuidado de la parcela y también de la recolección, le
corresponde a la mujer. Ella está a cargo de los niños y de las labores del hogar, particularmente de la
preparación de la chicha y de la cocina. Utilizan el sistema de cultivo de roza y quema. La caza es la
principal fuente de proteínas, complementando la alimentación con la pesca y recolección de frutos,
insectos y plantas.
Sin embargo, en la actualidad la mayoría del tradicional territorio de caza está siendo sustituido por
pastizales para ganado, lo que ha traído como consecuencia el agotamiento progresivo del suelo y una
menor disponibilidad de tierras. Esto ha ocasionado la implantación de un patrón de asentamiento
sedentario, el mismo que está produciendo cambios en su sistema socioeconómico. Tradicionalmente el
asentamiento fue disperso, normalmente zonificado de acuerdo a las relaciones de parentesco.
Actualmente su patrón de asentamiento se integra a la estructura político administrativa de la
Federación Shuar, y otras organizaciones. Está formada por varias unidades llamadas “centros”,
vinculados en torno a una zona comunal, que es la plaza donde funcionan servicios tales como; escuela,
capilla centro de salud, campos de juego y lugar de reuniones sociales. Su territorio está delimitado por
el número de familias que conforman y es reconocido por las autoridades.
El origen de la visión amable de la naturaleza: Rousseau y el Emilio
Jean Jacques Rousseau (1721 – 1778) vive la mayor parte de su vida en Francia, aunque nació en Ginebra
y fue un infatigable viajero. Durante el siglo XVIII, conocido como el “siglo del Despotismo Ilustrado” se
le da preponderancia a la razón y se considera que el “ilustrarse” es garantía de felicidad y de progreso
social. De ahí que, se le adjudica gran importancia a la educación como elemento modificador de la
naturaleza humana.
La doctrina que defiende Rousseau es que el hombre natural es bueno, es la sociedad la que corrompe
esa bondad. Para buscar una salida a esta situación, Rousseau propone el retorno a la virtud primitiva.
Este escritor publica el Emilio, en 1762, obra que fue condenada a la hoguera, y que lo obliga a huir de
Francia. En el Emilio, obra considerada como “novela de educación”, Rousseau propone una
educación triple, la primera es la que brota de la misma naturaleza, la segunda viene de los hombres y
la tercera de las cosas. En la obra Rousseau de convierte en preceptor de Emilio, un niño o alumno
imaginario, y lo educa con base en esa triple secuencia que también está acorde con su desarrollo
biológico, cuyas etapas son la infancia, adolescencia y juventud. El educador, para Rousseau, tiene
que ser muy especial y hábil porque primero tiene que conseguir poner al niño en armonía con su medio
ambiente y después, con esa base, debe conformar al hombre social.
Crítica a la posición de Luis Sepúlveda
La propuesta del autor deja ciertos vacíos en una época como la actual. Su angustia es válida en una
coyuntura en donde los recursos naturales se están perdiendo y el hombre aparece impotente ante
problemas como la deforestación, la extinción de especies naturales y la desaparición de pueblos
nativos. Efectivamente, ya es hora de que tomemos conciencia de nuestra condición natural y
aprendamos a convivir con el medio ambiente para amarlo y cuidarlo en vez de destruirlo. En el texto
se percibe la nostalgia por volver a ese estado natural, rousseauniano, considerado por LS como ideal.
Pero ya no estamos en el s. XVIII de Rousseau y quizá la posición de LS a fines del siglo XX se considere
demasiado idealista y romántica.
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¿Cómo puede el hombre prescindir de la civilización en su condición de ser social?
¿Debe el hombre civilizador intervenir en la vida de unos indios que viven perdidos en la selva en
unas condiciones sanitarias y alimenticias que en muchos momentos son objetivamente precarias?
El viejo protagonista de la novela, tuvo la suerte de aprender muchos secretos y leyes de la
naturaleza mediante la convivencia directa con ella; sin embargo, no tenía sus raíces en ese lugar y
por esa razón no se “compenetra” del todo con él. ¿Qué actitud debe ser la adecuada para una
persona que no ha pasado por tal experiencia? ¿Sería fácil para nosotros ponernos en el lugar de los
indígenas?
¿Podemos defender la inmensa diversidad animal y botánica de la Amazonia en un sistema
productivo capitalista como el actual, o es una lucha inútil?
¿Es la naturaleza algo siempre maravilloso o positivo, o también la naturaleza puede crear
destrucción y muerte?
Dos artículos sobre la relación naturaleza/ser humano en el contexto de la crisis del Japón. Ideas
extrapolables a la novela de LSepúlveda.
I. La enemiga
HAY que respetar a la naturaleza, desde luego. Por instinto de supervivencia lo primero: golpe de
explotación salvaje, de grave alteración o de contaminación que se le dé, golpe que devuelve
multiplicado. También hay que respetarla por ética religiosa o laica, distintas en sus orígenes pero
idénticas en sus conclusiones al confluir en la ética ecológica que exige respeto para con el medio
entorno y solidaridad para con las generaciones futuras. E incluso se la debe respetar por estética, ya
que nada hay más hermoso que el espectáculo de la naturaleza.
Pero todo ello no debe hacernos olvidar que la entera historia de la civilización y la cultura ha sido una
lucha contra ella. Glaciaciones, desertizaciones, maremotos, terremotos, tsunamis, erupciones
volcánicas, inundaciones, rayos, sequías, tempestades, avalanchas o huracanes nos han diezmado desde
hace siglos, destruido nuestras ciudades, arrasado nuestras cosechas, deshecho en un instante lo
construido y trabajado durante siglos. Si a ello se suman los ataques de otros seres vivientes -desde los
microscópicos a los grandes depredadores- y las enfermedades y epidemias, nadie puede dudar que, por
mucho que convenga llevarse bien con ella, la naturaleza poco tiene de amigable o simpática y sigue
siendo, como lo será siempre, nuestra enemiga.
Catástrofes naturales fueron interpretadas de antiguo como un castigo de Dios -el diluvio universal- o de
los dioses -la destrucción de Pompeya y Herculano-. Y cuando se entró en la edad de la razón, lo fueron
como impugnación del optimismo ilustrado -terremoto de Lisboa-.
Hoy, mal acostumbrados por los avances científicos y por la visión simplonamente poshippie y ecológicoposmoderna de la naturaleza, nos deja atónitos e incrédulos cuando sucede una catástrofe como la de
Japón, que se lleva por delante cientos de personas en el país mejor preparado del mundo para resistir
los terremotos. Las imágenes del aeropuerto de Sendai o de las autopistas rajadas por la mitad lo dicen
todo. A la explosión de 200.000.000 de toneladas de TNT dice un experto que equivale el terremoto de
Japón.
¡La naturaleza! La respeto, pero como a algo imponente y terrible a lo que conviene no enfadar y ni tan
siquiera molestar. A veces hasta la admiro, pero como a un formidable y hermoso felino que muerde
más que runrunea. Pero cariño, la verdad, no le tengo. Lo siento. Y no sólo por catástrofes tan
pavorosas como la de Japón. Recuerden a Timothy Treadwell, el activista ecologista que convivió con
los osos grizzly durante 13 años, filmándolos y estudiándolos, y al final fue devorado por uno de ellos.
CARLOS COLÓN. En Diario de Sevilla, 12/03/2011
II. El enemigo
HAY algo peor, más agresivo y terrorífico, que la naturaleza de cuya devastación me quejaba ayer? Sí: el
hombre. Puede alcanzar a través de sus obras cumbres de límpida belleza (Bach), de majestuosa
serenidad (Haydn) o de imponente grandeza (Beethoven) que emocionan y sobrecogen tanto, si no más,
que los más espléndidos paisajes o fenómenos del mundo natural. Quien apetezca leer u oír música en el
campo o frente al mar, en la frondosidad de un bosque o la pureza de una montaña, comprende además
hasta qué punto la belleza natural y la creada por el hombre se complementan.
Añade además el hombre -superando a la naturaleza- algo que le es propio: la emoción, la compasión, la
instauración de sentido o siquiera su búsqueda. Desgraciadamente cuando se trata de aniquilar y
destruir también añade algo que le es propio: la maldad. El más letal de los virus, el más venenoso de
los insectos o reptiles, el más depredador de los carnívoros o la más destructora de las catástrofes
aniquila siguiendo el instinto o el ciclo natural. La destrucción obrada por el hombre, el dolor, daño o
mal causado por él, es consciente; y ello le da una dimensión pavorosa a la vez que repulsiva.
"Protégeme del hombre" suplicaba el salmista; "el hombre es lobo para el hombre" avisaban los clásicos.
En la catástrofe japonesa -el país que sufrió la devastación obrada por el hombre (Hiroshima y Nagasaki)
que junto a los campos de exterminio (Auschwitz) representa el fracaso de la razón y la abyección de la
ciencia- se entrecruzan a la vez los efectos más devastadores de la naturaleza con lo mejor y lo peor
que la razón del hombre pueda idear. De una parte el terremoto y el tsunami. Del primero pudieron
protegerse gracias a la razón y la buena administración pública que han dispuesto construcciones
capaces de resistir los terremotos. Del segundo, no: hay límites para la resistencia del hombre ante la
furia de la naturaleza. Pero si la razón y la ciencia les permitieron defenderse del terremoto, los daños
producidos a las dos plantas nucleares de Fukushima (sólo a 240 kilómetros de Tokio) han abierto otro
frente catastrófico, esta vez obra del hombre, obligando evacuar 45.000 personas.
De la revolución industrial a la fusión del átomo se ha recorrido un camino en el que el progreso y la
destrucción de la naturaleza, el avance científico y la ambición depredadora, la mejora de las
condiciones de vida y lo que puede aniquilar la propia vida se han unido como causa y efecto hasta casi
ser inseparables. El progreso es imparable, se decía. ¿También la destrucción que al parecer
necesariamente conlleva?
CARLOS COLÓN. En Diario de Sevilla, 13/03/2011
Bodas de sangre, Federico García Lorca
Ver web Departamento de lengua IES Séneca. Sección ESTANTERÍA. Buscar título de la obra y autor.
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