1 Renée Bédard En el corazón del oficio de dirigente: el ser y los valores BÉDARD, RENÉE. 1996. EN EL CORAZÓN DEL OFICIO DE DIRIGENTE: EL SER Y LOS VALORES. EN: CUADERNOS DE ADMINISTRACIÓN. VOL 15, NO 23. UNIVERSIDAD DEL VALLE. PP 120-127 http://dintev.univalle.edu.co/revistasunivalle/index.php/cuadernosadmin/article/view/1114/1 124 VISITADO EN MAYO 20131. E N E L C O R AZ Ó N D E L O FI C I O D E D I R I G E NT E : E L SE R Y L O S V AL O R E S Renée Bédard Habiendo sido adjunta en la alta dirección de una gran institución universitaria de Quebec durante cerca de quince años, me encontré en primera fila para observar unos dirigentes en ejercicio y reflexionar sobre la función general de administración, en particular sobre la dirección. Hecho importante a señalar, la institución universitaria no es una organización como las otras. Es una reproducción a escala reducida de la ciudad. Contrariamente a los establecimientos especializados en un sector de actividades, la universidad asume las funciones más diversas, lo que constituye un verdadero universo en estado concentrado, actividades ligadas a la misión (formación de los estudiantes y avance en el conocimiento); servicios de soporte (biblioteca, informática, contabilidad, archivos); servicios de utilidad pública (mensajería, seguridad) y social (higiene y salud, empleo, guardería, deportes, pastoral, actividades culturales y recreativas); servicios comerciales (librería, hotelería y restaurante); administrativos (personal, banca) y técnicos (mantenimiento, compras). La expresión “ciudad universitaria” refleja bien la riqueza de esta realidad. La universidad presenta dos grandes modos de funcionamiento, que encuentra sus fundamentos en filosofías diferentes y que implican, de este modo, concepciones distintas de la autoridad: uno, de naturaleza colegial, se apoya sobre el principio de igualdad de los miembros e interviene en las actividades (la enseñanza y la investigación) estrechamente ligadas a la misión de base; el otro de naturaleza jerárquica, reposa sobre el principio de subordinación y se encuentra en las unidades de soporte. El tipo de organización jerárquica, que está basado sobre la autoridad llamada “estatutaria” (o racional-legal), se conoce por una legitimidad fundada sobre un principio racional y absoluto (la propiedad, el trabajo, la idoneidad...) y en el derecho de hacerse obedecer. Es el modelo que predomina en gestión. Estos dos modos de “gobierno” corresponden a dos representaciones de lo que es la esencia de la dirección y, por consecuencia, exigen dos perfiles diferentes de dirigentes. Hasta una época reciente, esta dualidad estaba consagrada en los Estatutos de la universidad por una división personal (docente/no docente) que no es de naturaleza jerárquica, en el sentido en el cual la jerarquía expresa una orden y una subordinación de niveles o de grados, para marcar bien la separación existente entre aquellos que encarnan la razón de ser de la institución y los otros, Una observación cuidadosa del medio revela que estamos en presencia de universos 1 Traducción del francés: Barthélemy Marchi Soto. Este documento se difunde sin ánimo de lucro únicamente para uso interno de la materia Seminario de Síntesis en Administración, con base en el artículo 14 de la Ley Andina y en el artículo 32 de la Ley Nacional de derechos de autor. 2 Renée Bédard En el corazón del oficio de dirigente: el ser y los valores independientes cuyos fundamentos, valores, conocimientos y modos de funcionamiento pueden ser profundamente ajenos los unos a los otros, aún más, opuestos. Fue observando esta coexistencia excepcional de mundos distintos que pude identificar tres “formas de pensamiento” que llamé, la conciencia mítica, el pensamiento sistemático y el espíritu pragmático. En un establecimiento universitario, donde las actividades fundamentales están sujetas a formas democráticas de funcionamiento, el poder ejecutivo a todos los niveles es atribuido a un miembro de la comunidad, elegido por sus colegas para una duración limitada, mientras que el poder deliberativo y reglamentario es ejercicio en las reuniones de concejos directivos. En razón de la alternancia en los puestos de dirección que caracteriza la universidad y de la multiplicidad de las instancias o de los centros de decisión -facultades, departamentos, programas, centros de investigación, servicios, etc.-, tuve la ocasión de encontrar centenares de personas en posición de dirección y de trabajar, de discutir con ellas, Ahora bien, en contraste con la empresa privada y pública donde los dirigentes, a menudo habiendo seguido una carrera de gestores ligada bien a una formación profesional clásica -la contabilidad, el derecho y la administración que constituyen las ramificaciones tradicionales de acceso a los puestos de dirección- bien a ascensos acaban por parecerse, Los dirigentes universitarios se caracterizan por su heterogeneidad. Esta gran diversidad y esta gran riqueza en los tipos de dirigente, que contribuyen de una manera primordial a su capacidad y a su éxito, valoran mucho el sello de la formación universitaria de base de cada uno, no una formación en gestión. En la universidad, son generalmente las personas eminentemente competentes en su campo de experticia y respetadas por sus compañeros por su renombre en el mundo académico que son solicitadas para llenar funciones de dirección y que se encuentran, ni más ni menos, en puestos de responsabilidad y en un universo de gestión que les era ajeno hasta entonces. Cuando en cualquier otro campo, la ausencia de una formación específica o de un mínimo de experiencia constituiría de seguro un obstáculo de tamaño en la práctica del oficio, tal no es el caso en la función de dirección donde se constatan éxitos ejemplares de parte de los no- iniciados que nada parecía predisponer a asumir puestos de responsabilidad e, inversamente, fracasos en personas que habían recibido no obstante una buena formación administrativa o que disponían de una sólida experiencia. En esta constatación paradójica que me obligó a preguntarme sobre las claves del éxito y del fracaso en el ejercicio de la actividad de dirección. El éxito alcanzado por las escuelas de gestión desde los años sesenta tuvo como efecto el tender a circunstancias el asunto de La dirección al ejercicio de una “función administrativa” que reposa sobre el dominio de conocimientos y de técnicas que pueden ser adquiridas siguiendo programas formales o, en su defecto, progresando en su carrera. Más recientemente, la dirección ha sido asimilada a la toma de decisión, al liderazgo y a la estrategia. En el medio universitario, el principio de rotación democrática, que conlleva una perpetua renovación en los puestos de dirección y la nominación de personas novatas en la administración, viene a cuestionar seriamente esta concepción de la dirección centrada esencialmente sobre conocimientos formales y/o sobre saber-hacer. El hecho que la gestión sea considerada por los universitarios que tienen responsabilidades administrativas como actividad temporal, un paso obligado, los autoriza a manifestar una libertad de pensamiento y de acción que se encuentra escasamente en los gestores de carrera. Esta independencia de espíritu, de ideas y de carácter, propia del medio universitario, se traduce por 3 Renée Bédard En el corazón del oficio de dirigente: el ser y los valores un no-conformismo y, gracias a ello, provee condiciones de laboratorio excepcionales para observar en estado puro varias de las características fundamentales que definen la esencia de la dirección y que, por otra parte, están a menudo ahogadas en las particularidades de la situación (la experiencia personal, el plan de carrera, la cultura del entorno, las ideas recibidas...) ¿Cuáles son entonces estas dimensiones esenciales? Para poder analizar y comprender el comportamiento de los dirigentes que he contactado, he tenido que realizar un cuadro de análisis construido por dos partes que integran ciertas características fundamentales del ser humano: por un lado, el dominio de la conciencia o del pensamiento; por el otro, el de la conducta o de la acción. Cada una de estas partes comprende a su vez dos dimensiones: los principios o los fundamentos y las aplicaciones concretas. El esquema comprende entonces cuatro partes: el ser, los valores, los conocimientos y finalmente el saber hacer, que se encuentra en la mayoría de los análisis pero que yo propongo en una configuración que permita rodear a la vez el campo propio de cada una y precisar las relaciones que existen entre ellas. Es crucial que se establezcan relaciones armoniosas entre estas cuatro partes, que la filosofía denomina como la ontología, la axiología, la epistemología y la praxeología, de manera que converjan hacia un efecto de conjuntos, una coherencia interna, una unidad. No obstante, los datos que he recogido me conducen a concluir que la clave de la armonía entre estos cuatro componentes está ligada a la vez al influjo de la ontología y de la axiokogía sobre la epistemología y la praxeología, y aquella influencia en un primer tiempo, de la praxeologia sobre la epistemología y, en un segundo tiempo, de la ontología sobre la axiología. Con el fin de ayudar al lector a comprender cómo llegué, en última instancia, a esta triple conclusión que acabo de expresar bajo una forma muy condensada, voy a presentar cada una de las partes en el orden en el cual las descubrí. PFNSAMENTO ACCIÓN Principios Principios Ontologías: Principios Axiología: Valores Ser Existir Finalidad Deber, virtud Lo real Presencia Identidad, sentido El bien, lo justo Filosofía Ética APLICACIONES APLICACIONES Epistemología: Conocimientos Praxeología: Conducta y obras Conocer, saber Actuar, conducirse 4 Renée Bédard En el corazón del oficio de dirigente: el ser y los valores Proceso, método Hacer, producir, fabricar Lo cierto Saber hacer, habilidades Ciencia Herramientas Lo bueno, lo bello, lo útil Prudencia, inteligencia práctica Artes (técnica y oficio) Fuente: Elaboración propia EL CAMPO DE LA CONDUCTA Y DE LAS OBRAS HUMANAS: LA PRAXEOLOGÍA El campo inmediato y directamente accesible a la observación y a la reflexión, así se trate del trabajador mismo, de su dirigente o de un consultor, es el de las conductas y de las realizaciones concretas. En el sentido estricto, la praxeología (del griego praxis que significa acción) difiere de la actividad intelectual (el conocimiento) y de la actividad laboriosa (la producción, la fabricación, la creación). Ella es el lugar del actuar humano. Enfocada como el campo de aplicación de la voluntad, la praxeología incluye la decisión, las habilidades y el saber-hacer. En el cuadro de análisis que propongo, la praxeología entendida en un sentido amplio, comprende la creación, la producción y la fabricación de bienes y servicios necesarios para la conservación y el desarrollo de la sociedad, las herramientas, la tecnología, los procedimientos y las técnicas ligadas a la industria humana. Aún en el caso en el cual las prácticas reposan sobre saberes formalizados, permanecen como la expresión por excelencia de lo individual y de lo contingente. Ello se traduce en una “competencia tácita” que permite al que la posee poner en práctica a la vez las habilidades y los saber-hacer apropiados y determinar en qué momento recurrir a ellos. EL CAMPO DEL PENSAMIENTO Y DEL SABER: LA EPISTEMOLOGÍA Para los fines de este informe, convengamos que la epistemología remite, en sustancia, a todo lo que concierne al conocimiento bajo todas sus formas (los saberes formales, los conocimientos empíricos, la intuición, etc). A lo largo del siglo xx, los éxitos conseguidos por las ciencias teóricas con dominio matemático (la física, la química, la biología molecular, la genética entre otras), conjuntamente con la fascinación ejercida por los problemas de metodología, han acrecentado el espacio de los conocimientos que responden a estos criterios, al punto que acaparan hoy día lo esencial de la formación en detrimento del saber-hacer, del juicio y del acto creador. Sin embargo, mis observaciones me han llevado a concluir que, en el caso de la dirección, la experiencia práctica prima sobre los conocimientos formales, que recaen en mayor cantidad en los especialistas. De esto resulta que la inteligencia práctica, la prudencia y el discernimiento son, para el dirigente, cualidades más fundamentales para actuar que la posesión de conocimientos en gestión exactos, universales y verificables. Mis conclusiones se unen a la constatación efectuada por Patricia Pitcher quien, en su estudio de una institución financiera, ha rehabilitado el estatus y 5 Renée Bédard En el corazón del oficio de dirigente: el ser y los valores la contribución de los dirigentes, artistas y artesanos, y, en paralelo, ha puesto en evidencia los límites del tecnócrata. EL CAMPO DE LOS VALORES: LA AXIOLOGÍA La axiología designa, en el vocabulario actual, a ciencia y a teoría de los valores que sostienen las conductas y las prácticas concretas, A menudo asimilada a la ética o la moral, engloba los preceptos que gobiernan la actividad humana bajo todas sus formas. Ahora bien, se revela que estos preceptos regias, fórmulas y prescripciones adoptadas por una comunidad dada y que se apoyan sobre orígenes diversos (la tradición, la costumbre, la razón a experiencia..) son la expresión de representaciones que encuentran su fuente en la manera de concebir el ser. En otros términos, los valores morales, sociales y estéticos de una comunidad, de una sociedad o de una institución, es decir, lo que es juzgado justo, bien, verdadero, belio y bueno, son siempre el reflejo de concepciones a menudo inconscientes, no formales, implícitas, sobre la naturaleza de la realidad. Por ejemplo, un dirigente fijará valor a la rentabilidad, al empleo, a la calidad, al prestigio, a la estabilidad, al corto o largo plazo... según su concepto del mundo y la razón de ser que él da a su existencia y a sus actividades. EL CAMPO DE LOS PRINCIPIOS GENERALES DEL SER LA ONTOLOGÍA La ontología trata de identificar los rasgos esenciales del ser, las características propias de la realidad o de la actividad, para diferenciarlas de los atributos accidentales o contingentes. Es el campo de la razón de ser, de la misión o de la finalidad o, en otros términos, el lugar de la identidad y de las especificidades, el fundamento de la legitimidad de un ser, de una cosa o de una actividad. En este sentido, Alain Chanlat ha mostrado que el dirigente es ante todo un “ser de palabras”. La ontología de un ser humano encuentra sus fundamentos en la familia, la formación recibida, las personas que han ejercido una influencia y con las cuales él se identificó, así como en el “oficio” que ejerce. En el caso de una institución la ontología se reconoce en las actividades que contribuyen directamente a su razón de ser. En un hospital, por ejemplo, es el personal médico y enfermero que encarna la misión, en la policía es el patrullero... Para un dirigente, la noción de ontología presenta varios intereses: el primero, es el de recordarle que no debe perder de vista jamás la finalidad de la institución, del departamento o de la unidad que dirige y que debe adaptar su gestión a las especificidades de los oficios de base más que dedicarse a métodos y a técnicas de gestión universales y abstractas; con respecto a su propia persona, la ontología muestra lo importante que es permanecer fiel a sí mismo, adoptar un modo de dirigir y un estilo de administración que estén de acuerdo con su personalidad profunda y de rodearse de colaboradores que lo completen. Las personas que encarnan perfectamente su oficio y que son reconocidas por sus iguales como modelos a seguir integran de manera coherente estas cuatro dimensiones y dan la prioridad al respecto de la identidad y del ser. En la actividad de dirección, se observa a menudo en los que fracasan incoherencias entre sus prácticas y los valores que preconizan, lo cual los lleva a perder toda legitimidad a los ojos de sus subalternos y a hacerse reprochar de tener una doble palabra. Se 6 Renée Bédard En el corazón del oficio de dirigente: el ser y los valores puede igualmente destacar el caso de los dirigentes cuyos hechos y gestos entran en contradicción con lo que son. Estas disonancias son el origen de un inmenso desperdicio humano que no podría ser corregido con una lógica y medidas de productividad. Este esquema puede igualmente revelarse útil para comprender la pérdida de sentido a la cual ha llegado la noción de oficio con el triunfo de la organización racional del trabajo, que se limita a describir las tareas, a enumerar las conductas a seguir, a hacer la lista de los conocimientos formales que hay que poseer, pero que ignora, al fin de cuentas, casi totalmente el significado profundo de la actividad y el respeto de los valores que deben acompañarle. Un formulario de solicitud de empleo, por completo que sea, no incorpora en el mejor de los casos, sino la parte tangible del trabajo. Los textos aquí citados nos introducen en el rico universo del oficio y ponen en evidencia el papel determinante jugado por las dimensiones que tratan sobre el ser y los valores en la calidad de los resultados obtenidos y en el placer que los hombres de oficio experimentan, solos o en el interior de su comunidad, en el ejercicio cotidiano de sus actividades. En el momento en el cual la gestión se encuentra confrontada a un mundo extremadamente difícil y siempre más exigente en términos de calidad y de productividad, sería imperdonable cometer el error de no tomar en consideración estas dimensiones filosóficas profundas que son no sólo el origen de la motivación y del deseo de obrar bien y de superarse, sino igualmente indispensables para la expresión de una verdadera competencia. 7 Renée Bédard En el corazón del oficio de dirigente: el ser y los valores ANEXO Para complementar se anexan dos extractos de documentos que hicieron parte del material estudiado en la materia “Los fundamentos del pensamiento y las prácticas administrativas” de la Maestría en Ciencias de la Administración de la Universidad EAFIT, en la segunda cohorte (2001), cuyo autor es la propia Renée Bédard2 y que fueron traducidos por el profesor Rodrigo Muñoz. Estos modelos de análisis son una construcción simplificada de la realidad de tipo ideal, y pretenden ser operativos, es decir, pretenden facilitar y ser útiles a la hora de querer observar, describir o explicar un fenómeno determinado. Algunas de las explicaciones fueron complementadas a su vez con las suministradas en la tesis doctoral de Diana del Consuelo Caldera González, dirigida por el Dr. Antonio Barba y con co-tutoría de Rénee Bédard. Extractos del documento No 1. EL ROMBO Y LAS CUATRO DIMENSIONES FILOSÓFICAS Renée Bédard, Ph.D. Durante mis estudios de doctorado, experimenté muy tempranamente la dificultad de encontrar una metodología apropiada que me permitiera dar cuenta de las informaciones y de los datos empíricos recolectados durante los quince años que había ejercido la función de adjunta en la alta dirección de la Universidad Laval, experiencia que constituiría el material de base de mi tesis. En el presente texto, describiré el marco del análisis que he construido progresivamente a medida que mi reflexión avanzaba y que me ha servido para descifrar, analizar e interpretar los hechos que habían llamado mi atención y que constituían la base de mis interrogaciones. El modelo que yo represento bajo la forma de un rombo, integra cuatro grandes ramas de la filosofía estrechamente ligadas entre sí: la praxeología, la epistemología, la axiología y la ontología.*…+ La praxeología. El saber hacer *…+ La praxeología comprende desde un punto de vista general: las diferentes conductas humanas y las actividades de creación, de producción y de fabricación; las actitudes (en los planos cognitivos, afectivos y comportamentales); el saber hacer y las habilidades; las prácticas, los métodos de trabajo y los procedimientos; las herramientas, los materiales, las técnicas y la tecnología; las palabras y los escritos; las obras, los productos y los resultados La materia de la praxeología está constituida por la realidad cotidiana fenomenológica, el mundo de los acontecimientos, los hechos y los actos de las personas que hacen su práctica en el campo en cuestión y que ejercen una actividad especializada. Esta base empírica se caracteriza por lo particular, lo individual y lo contingente. Ella es el lugar por excelencia de la vivencia, del presente, de lo subjetivo, de la sensibilidad, de lo existencial, “del gesto y de la palabra”. La praxeología es el dominio propio de la estética, del juicio, del arte, de la tecnología y de la técnica. El objeto propio 2 Este texto retorna algunas de las ideas desarrolladas en una tesis de Doctorado en Gestión titulada: “Los fundamentos filosóficos de la dirección”. (H.E.C. 1995). 8 Renée Bédard En el corazón del oficio de dirigente: el ser y los valores de esta dimensión es la realidad material en todas sus dimensiones: objetivas y subjetivas, formales e informales, visibles e invisibles La fiabilidad de la información obtenida a través de los sentidos se realiza mediante la validación y la legitimación. La validación trata sobre la exactitud, la confirmación o la verificación y es del dominio de la epistemología; la legitimación es la justificación según el buen derecho, la razón, el buen sentido, la cultura, la mentalidad…, y es del dominio de la axiología. En la figura No 2 se puede ver que la praxeología hace parte del iceberg visible. La epistemología. El conocimiento En el rombo, la epistemología es visualizada no como un territorio particular, es decir una disciplina o un campo especializado, sino como una función general de vigilancia crítica que ejerce su autoridad sobre todos los territorios especializados. Su mandato propio es el de la investigación de la Verdad, pero en el lenguaje científico actual, se prefiere hablar de validez más bien que de verdad. Etimológicamente, la validez designa la fuerza, la solidez de un cuerpo. Por extensión, una cosa es considerada válida cuando es revestida de todas las formalidades necesarias. El centro de gravedad de la epistemología es entonces, la noción de criterio de validez, y el problema crucial será entonces en consecuencia, su determinación. La epistemología busca dar seguridad, certificar, ratificar, sancionar, afirmar la exactitud, más precisamente, evaluar la solidez de los fundamentos intelectuales y conceptuales sobre los cuales se apoyan las prácticas; ella examina los procedimientos y los métodos utilizados; ella emite un juicio sobre los resultados obtenidos con respecto al marco de referencia que ha servido para justificarlas a priori. De esta forma la epistemología suministra los instrumentos que permiten hacer progresar una práctica sometiéndola a un examen sistemático y a una rectificación metódica y permanente. De la misma forma, trata de garantizar el marco conceptual implicado, no los conocimientos como tales, sino las condiciones que preceden a su formación, es decir el método. La epistemología tiene por objeto el acto de conocer, es el estado de la reflexión general, de las teorías, de la metodología, de las técnicas de investigación. Sin embargo, no existe un acuerdo general en cuanto a su significado, podemos entenderlo como el estudio del conocimiento en general, o el estudio de las ciencias, teniendo por objeto tanto el estudio crítico de los principios, las leyes, los postulados e hipótesis científicas, como el estudio de las ciencias consideradas como las realidades que se observan, describen y analizan La axiología. La axiología. Los valores La axiología designa el campo de los valores individuales y colectivos, es decir los valores morales y culturales, así como el enunciado de los principios que determinan las costumbres. Ella pertenece al dominio del bien. La axiología comprende la ética y la moral. La ética se interesa en los principios generales de la conducta humana y tiene por objeto la teoría de la acción moral, individual y colectiva. Por su parte, la moral trata sobre las costumbres, los hábitos y las reglas de conducta admitidas y practicadas en una sociedad. En un sentido estricto, la moral se entiende como un conjunto de reglas que se imponen a la conducta de cada hombre en la sociedad donde vive y en su vida privada. Aplicada a la acción moral colectiva y privada, la ética funda la política (para la vida en sociedad) la deontología (para la vida en el trabajo) y la moral doméstica (para la vida en familia). *…+ 9 Renée Bédard En el corazón del oficio de dirigente: el ser y los valores Figura 1. El Rombo filosófico de Rénee Bédard Determina aquello que es valedero3, es decir, aceptable, admisible, bien fundado, digno de ser creído y ejecutado. Precisamente en la dimensión axiológica el centro de gravedad es el valor; es él quien determina aquello que es aceptable, lo cual implica una preferencia, es decir un sentimiento o juicio por medio del cual elegimos algo en lugar de otra cosa. La axiología ejerce una función de vigilancia critica con respecto a la praxeología para asegurar su legitimidad por los juicios de valor que ella conlleva, pero desde un punto de vista que le es propio: aquel de la conciencia del bien y del mal, de los sentimientos morales, de la virtud, de la conciencia moral en general y de las costumbres concretas en particular. La axiología es entonces el lugar de los valores, absolutos o relativos, según sean reconocidos como los valores intrínsecos o que resulten de una elección subjetiva o social y de las normas derivadas. Figura 2. El rombo filosófico en analogía con el iceberg 3 Mientras que una cosa es considerada válida cuando ha sido revestida de todas las formalidades necesarias en el momento presente, una cosa es valedera en sí misma con respecto al futuro y al efecto que de ella se derivará, por el hecho de ser admitida. Así, un acto es válido cuando no hay nada que agregar para que tenga toda su fuerza. Es válido de derecho, es decir que tiene todas las cualidades necesarias. Por otra parte, un acto es valedero por el hecho de que será recibido y aceptado por una autoridad. (Bédard). Ej. El pasaporte es válido porque ha sido emitido por las autoridades legales competentes y es validado cuando es aceptado por otras autoridades aeroportuarias por ejemplo. 10 Renée Bédard En el corazón del oficio de dirigente: el ser y los valores Es común confundir a la ética con la moral, lo cual es un gran error. Cuando se habla de ética, generalmente se refiere al estudio del comportamiento moral del hombre en sociedad. Se trata de la forma en la que las personas interpretan las normas morales, lo cual implica necesariamente el pensamiento, la conciencia, los sentimientos y las emociones. Cuando se habla de moral, se refiere al conjunto de normas, valores y costumbres por medio de las cuales es posible juzgar algún acto; es decir, diferenciarlo según sea bueno-malo; correcto-incorrecto; justo-injusto. Como seres humanos nos encontramos impregnados de subjetividad, somos los que elegimos o quienes preferimos, y al momento de hacerlo, impregnamos nuestra decisión de nuestros valores, ya sea consciente o inconscientemente, se trata de algo así como la legitimación moral de la acción y las prácticas, es decir, que implicamos la voluntad, aspecto opuesto a la normatividad. La ontología. El ser. Como lo hemos visto en las páginas precedentes, la praxeología está no solamente apoyada en un cuadro conceptual teórico y empírico, sino también, validado por la epistemología y legitimado por la axiología, que, conjuntamente, tienen por visión asegurar el fundamento de la acción. Sin embargo, la seguridad que ellas aportan para tomar la idea de certeza de Descartes, no es ni suficiente ni completa, pues la epistemología y la axiología en sí mismas, tienen su origen en los fundamentos más vagos y a menudo no formulados. Para que exista una explicación completa de la praxeología, la epistemología y de la axiología, es siempre necesaria una ontología La ontología, cuya etimología nos remite al conocimiento del ser, trata sobe los fundamentos conceptuales de la realidad. Ella es el componente más profundo del marco de referencia, del substrato en el que las ideas y las concepciones de la naturaleza general de la persona tienen sus raíces; por ese hecho, son a menudo las más difíciles de penetrar. La ontología suministra las grandes ideas directrices que permite a cada uno orientarse, asegura la inteligibilidad de base y procura las certidumbres fundamentales; ella ofrece una cierta lectura del universo, una primera concepción de la realidad. Para resumir, ontología es la matriz y la base 11 Renée Bédard En el corazón del oficio de dirigente: el ser y los valores sobre la cual todo el edificio conceptual, ético, crítico y práctico de cada persona es subsecuentemente construido. La ontología comprende entonces los paradigmas fundadores, considerados como los puntos de vista comunes compartidos por varias personas sobre un tema, en un momento y en un lugar dado. Más exactamente, un paradigma comprende no solamente un marco teórico reconocido sino además un conjunto de disposiciones adquiridas por los miembros de la comunidad: leyes, valores, modelos y ejemplos, procedimientos y esquemas. *…+ Pertenecen a esta categoría las concepciones genéricas sobre la realidad, su organización y su funcionamiento que son más que todo, representaciones de orden cosmológico más bien que doctrinas metafísicas, pues ellas corresponden a grandes maneras de concebir y de leer el universo. *…+ La ontología da a la persona un marco general de referencia, un telón de fondo metafísico o filosófico, un marco conceptual de naturaleza general que procura los principios fundadores que permiten explicar el orden de las cosas tales como ellas existen en la realidad fenomenológica (el estar). Extracto del documento No 2 El Rombo y los Modos de Pensamiento Notas explicativas Renée Bédard, Ph.D. *…+ Este primer esquema, que he creado completamente y que me ha servido de marco para el análisis, integra cuatro grandes ramas de la filosofía. Las razones profundas de las prácticas concretas de una persona (la praxeología) deben buscarse en sus preferencias metodológicas (la epistemología), en los valores que ella privilegia (la axiologia) y, en última instancia, en la concepción que ella tiene de su propio ser y de la realidad que la rodea (la ontología). Además de esta primera conclusión –las prácticas y las conductas concretas de las personas reposan sobre fundamentos a menudo desconocidos, no formulados e inconfesados que, sin embargo, les dan su validez, su legitimidad y su razón de ser–, mis observaciones, análisis y reagrupamientos han desembocado en una segunda conclusión fundamental: en la sociedad occidental, coexisten cuatro modos de pensamiento muy diferentes, aunque todos ellos legítimos y apropiados, dependiendo de la situación y del contexto. La importancia de esta segunda contribución reside en el descubrimiento de la coexistencia de cuatro modos de pensamiento originales, cada uno con su lógica propia, sus méritos, sus debilidades y patologías. Este esquema se opone a la visión evolucionista tan expandida hoy día en la cultura occidental según la cual el pensamiento habría evolucionado a la manera de las especies animales: la consciencia mítica sería una forma de pensamiento arcaico que ha sido suplantado por el advenimiento de la Razón y el pensamiento lógico, a su vez destronado por la emergencia del espíritu científico moderno. En cuanto a la emancipación con el movimiento romántico del siglo XIX, digamos que se trataba de un retorno de la conciencia mítica reprimida. En mi opinión, cada uno de esos cuatro grandes modos de pensamiento constituye una manera particular, original y completa de aprehender y estructurar la realidad. Identificados como consciencia mítica, pensamiento sistemático, espíritu pragmático y actitud conciliadora, estos modos de pensamiento permiten explicar, no solamente los rasgos dominantes de la mayoría de los dirigentes que he frecuentado, sino también aquellos de varias culturas. Además, mi experiencia me ha demostrado claramente que esos 12 Renée Bédard En el corazón del oficio de dirigente: el ser y los valores diferentes modos de pensamiento se sitúan en un mismo plano de igualdad, que están todavía vivos y que cohabitan todavía hoy en nuestras instituciones, aún en un establecimiento tan “evolucionado” como la universidad. Veamos brevemente una ilustración de cada uno. Primero, el dirigente mítico. Investido de una misión fuertemente anclada en el plano simbólico, es un ensamblador, un líder, un animador y un entrenador. En su manera de conducir una comunidad de personas él encarna el jefe de tribu o de banda, el padrino o el patrón, para quien la fidelidad y el compartir constituyen deberes sagrados. Para defender una causa, emprender una acción común, la familia extendida se constituye en cuerpo y cierra filas alrededor del pater familias. En segundo lugar el dirigente sistemático. Cerebral y reflexivo, él es el arquetipo del espíritu cartesiano: claro, lógico, metódico, racional, sólido. Él respira inteligencia formal. Su espíritu de geometría y su carácter analítico, producen admiración e inspiran un respeto mezclado con temor. Practica el culto a los principios y a las reglas. Privilegia lo general sobre lo particular. Atraído por los conjuntos coherentes, las estructuras y los dispositivos, tiene la tendencia a hacer prevalecer el orden, la lógica interna y la integración de las partes en un sistema articulado. En tercera instancia, el dirigente pragmático. Dedicado, realista y recursivo, él sabe sacar partido de las circunstancias y salir triunfante. Ingenioso, activo y emprendedor, es una persona de proyectos que busca la eficiencia, las realizaciones, los mejores resultados posibles en el momento presente y en las condiciones actuales. Si encuentra un obstáculo, él se esfuerza por encontrar una solución imaginativa pero “que funcione” , aún si esta no ha de durar largo tiempo. Fundamentalmente, en lo que confía y en lo que se apoya es aquello que la experiencia le ha enseñado jugándosela sobre el terreno. Finalmente, el dirigente conciliador. Persona que busca a resolver los conflictos entre personas o grupos. Procede escuchando las diferentes partes en presencia, a las cuales trata en un mismo plano de igualdad, llevándolos a negociar y a encontrar compromisos. Este trámite exige del conciliador mucha destreza y diplomacia, y, para que sea creíble, él debe ser independiente e inspirar respeto. Para él no existe una “buena solución en sí” sino solamente soluciones que tienen en cuenta las especificidades de los diferentes contextos. Es por esto que hacer prueba de buen juicio es su cualidad fundamental. Renée Bédard. Profesora de Gestión de Empresas. Grupo Humanismo y Gestión. Escuela de Altos Estudios Comerciales Quebec Canadá. Renée Bédard obtuvo un Ph.D. (management) de la Escuela de Altos Estudios Comerciales (Montreal, 1996). Su tesis trata sobre los fundamentos filosóficos de la gerencia. Ella es miembro del grupo de investigación humanismo y gestión (HEC Montreal), fundado y dirigido por el profesor Alain Chanlat. Este grupo se ha propuesto como misión desarrollar una perspectiva de la administración centrada en la persona y, para lograrlo, se apoyan sobre las contribuciones de las ciencias humanas y de la filosofía bajo una perspectiva interdisciplinaria. Estudios: Maîtrise (histoire), Lyon II; MBA (management), Laval; Ph. D. (management), HEC Montréal