Dirección Provincial de Educación Superior y Capacitación Educativa Dirección de Educación Superior Subdirección de Formación Docente CAPACITACIÓN PARA LA IMPLEMENTACIÓN DEL CAMPO DE LA PRÁCTICA DE 2° AÑO PROFESORADO DE EDUCACIÓN FÍSICA Módulo Primer Trayecto Re-leer la escuela para re-escribirla Este Módulo es una propuesta de trabajo institucional que surge de reflexiones realizadas durante el año 2009, a partir del intercambio con docentes que actualmente se desempeñan en el Campo de la Práctica Docente en diferentes institutos de la Provincia de Buenos Aires. Toma como insumo los resultados de las evaluaciones realizadas por los docentes que asistieron al Acompañamiento Capacitante para el Campo de la Práctica I. Estamos involucrados en un proceso de transformación curricular, del que hemos participado de diversos modos en instancias previas. Ahora se trata de trabajar específicamente lo referido al Campo de la Práctica de 2º Año de la Formación Docente de Educación Física. 1 Los contenidos Los contenidos de este Módulo corresponden al Primer Trayecto del Campo de la Práctica Docente II. Están organizados en los siguientes capítulos: 1. Introducción: Un itinerario que continúa 2. La comunidad escolar: Análisis de la película “Escritores de Libertad” 3. Re-lectura de la escuela como espacio social 4. Re-lectura de la política y lo político en la institución escolar 5. Re-lectura de la micropolítica cultural y el espacio público escolar 6. Eje transversal: “El cuerpo en los espacios y tiempos escolares” 7. Re-leer la escuela para re-escribirla: Propuesta de trabajo para la Práctica en Terreno 8. Herramientas de la Práctica: El enfoque metodológico del Campo de la Práctica 9. El Taller Integrador Interdisciplinario La metodología de trabajo Como este Módulo pretende inscribirse en un proceso conjunto en el que se considera a los diversos actores como sujetos de la transformación, es importante construir la memoria del proceso, que es una memoria a la vez individual, grupal y colectiva. Para eso, en todo momento, tendremos diversos textos para aprender: el texto de este CD, que contiene sugerencias de prácticas y algunas lecturas que creemos fundamentales; el texto de nuestra propia experiencia y nuestra práctica en las instituciones públicas de Formación Docente donde trabajamos; el texto de nuestro diálogo grupal; de los registros y las devoluciones que realizará el equipo coordinador institucional; el texto de una práctica que nos ponga de cara al Taller Integrador Interdisciplinario; 2 y un texto que será el producto “subjetivo” de todo el proceso: la construcción de un cuaderno de bitácora, que se describe a continuación. El compromiso que les pedimos es el de apropiarse de la propuesta, y trabajar activamente en los encuentros que organice cada Instituto, para que nuestro aprendizaje no sea sólo individual sino fundamentalmente un hecho colectivo que depende de todos. Y que para que la transformación curricular no sea un mero cambio de plan o de dispositivos, como lo venimos sosteniendo, sino un proceso (siempre inacabado) de transformación subjetiva e institucional. Sobre un modo de recorrer sentidamente la reflexión sobre nuestras prácticas docentes EL “CUADERNO DE BITÁCORA” En el desarrollo del “acompañamiento capacitante” consideramos que el aprendizaje es un proceso conjunto donde adquiere importancia la construcción de la memoria colectiva. Esa memoria es un entramado que se conforma con diversos “textos” de los cuales es posible aprender: el texto de nuestras propias experiencias, de nuestras formas de pensar y de nuestra toma de posiciones frente a temas y problemas; el texto del diálogo y de la construcción grupal y del intercambio colectivo; el texto de las referencias conceptuales que se vayan produciendo... Seguramente, cada tema o problema que se trabaje abrirá muchas líneas de ejemplificación, de complementación, desde otras redes de experiencia, desde otras formas de pensar, desde otros textos, desde producciones diversas... Ese entramado va adquiriendo una forma propia en cada uno de nosotros, de acuerdo a los propios procesos de conocimiento, a sus modos de expresión y de compromiso con el saber, a sus formas de construir lo que llamamos un Cuaderno de Bitácora. El Cuaderno de Bitácora, como una especie de intertexto, se enriquecerá con el entramado que cada uno vaya construyendo, con aportes hechos con libertad, con referencias al contexto e incluso a la vida de cada uno. El sentido de producir un Cuaderno de Bitácora es que cada una y cada uno vaya registrando los entretelones subjetivos y reflexivos, relatando momentos que devienen trascendentes para el proceso, trayendo –o no- a colación modos de pensar, experiencias y posicionamientos de tradiciones pedagógicas o de compañeros de caminos; y hacerlo con cierta autonomía y sin quedar atrapado en la rutina de escribir lo dicho por otros. 3 Esta propuesta parte de recuperar (para ser ampliada y resignificada) la figura de la “bitácora”, un mueble parecido a un armario que se ubica en la cubierta de los barcos, próximo al timón. En ella se pone la “aguja de marear” (una brújula). El cuaderno de bitácora es el libro donde se anota la velocidad, rumbo, maniobras y otros accidentes de la navegación. Un registro que, al fin de cuentas, simboliza las distancias entre el recorrido intencional planificado por la “carta de navegación” y el efectivamente recorrido. En este sentido, hacerlo puede ser considerado una forma de navegación configurada por múltiples velocidades, rumbos y contrarrumbos, golpes de timón y maniobras más amplias, que si bien están organizadas por los horizontes estratégicos de alguna brújula académico-escolar, también deviene del interjuego entre algunos objetivos político-educacionales y una realidad cultural de larga y terca materialidad. Estamos convencidos de que el proceso que compartiremos tiene el carácter de una apropiación y una resignificación. Por eso el Cuaderno de Bitácora es una obra, fruto del registro de un proceso de trabajo conjunto. Una obra que puede ser útil en el futuro tanto para quien lo hace como para otras personas, a través del intercambio y la puesta en común. La idea es producirlo con la convicción de que uno escribe para ser leído. Por eso les proponemos que, a lo largo del desarrollo de este Módulo, vayan dándole forma a su Cuaderno de Bitácora. 4 1/ Introducción: Un itinerario que continúa A estas alturas, pocas cosas son tan difíciles como el sostenimiento de los proyectos colectivos. Más aún si esos proyectos están cobijados por el Estado: lo que se ha hecho carne en la cultura cotidiana es el descreimiento hacia el Estado y la gestión gubernamental en tanto lugares y acciones para generar bienestar a partir del trabajo comprometido en ámbitos vitales como la economía y la educación. ¿Cómo decir, así las cosas, que profundizar en la implementación curricular desde una construcción colectiva crea numerosas condiciones para la transformación de la escuela pública en la Provincia de Buenos Aires? En tiempos de evanescencia de los discursos sociales, es posible que de lo que se trate sea de especificar. “Transformación” en muchos sentidos, pero sobre todo en uno: la recuperación del carácter interpelador de la escuela. Y hacer esto a partir de la necesidad de dejar ya de lado sus miradas recelosas respecto a los múltiples espacios y discursos por los que pasa hoy la compleja formación subjetiva, ya que el carácter interpelador de la escuela se ve jaqueado de todas partes por la crisis del estadonación como institución totalizadora y contenedora de lo social. Cobijados por uno de los horizontes formativos del diseño curricular, el maestro como pedagogo, la apuesta no es otra que “leer” lo que sucede en el espacio escolar con la ayuda de al menos algunas sugerencias conceptuales de la teoría social. En ese sentido se trata de “releer” un espacio al fin y al cabo social, para lo cual se vuelve indispensable relacionar las complejas modalidades de formación subjetiva de la sociedad actual con aquellas que alienta o cercena el espacio escolar. Y esto como proceso fundamental para suscitar otras posiciones de sujeto pedagógico: antes que aferrado a un pasado idílico que ya no existe, se trata ahora de vivir la educación pública. Se trata de sostener y recrear la educación común: no unificada y homogeneizadora pero igualitaria; una histórica estrategia político-cultural que, lejos de anular las diferencias, las asume en la búsqueda de inclusión social y de igualdad; una estrategia que fue asediada por el neoliberalismo. Recrear la educación común y pública significa el desafío de comprender algunos aspectos de la realidad cambiante y acelerada. Y esto constituye un aporte clave en el camino a una escuela verdaderamente popular. La educación que se inscriba, no ya en las innovaciones y las opciones ajenas a nuestras culturas e historias, sino en los movimientos de transformación que vive América Latina. 5 Recordemos el horizonte formativo “el maestro como pedagogo”, expresado en el Diseño Curricular de la Formación Docente… Como pedagogo, el maestro se encuentra hoy atravesado por la antigua dicotomía entre tekné (el hacer calculable y ciertamente ordenado) y poiesis (la creación estética y la producción de un mundo o un orden posible, distinto al existente). Dicho de otro modo, ha ganado terreno la idea del maestro regido por una racionalidad pedagógica eminentemente instrumental (calculadora, ordenada, regida por la previsibilidad). Se trata de incorporar, como horizonte formativo, la racionalidad pedagógica comunicativa (para seguir las ideas de J. Habermas), centrada en la intersubjetividad y la problematización. Un tipo de racionalidad que no deja en manos únicamente de los especialistas en educación la producción y reproducción del discurso pedagógico, sino que asume el desafío de articular con su acción la reflexión y de hacer hablar teóricamente su práctica, a la vez que enriquecer el campo de la reflexión teórica en su propia práctica, a través de la problematización que realiza en comunicación con otros. Retomando luego su propia práctica pero también a la teoría y práctica educativas, en una suerte de espiral dialéctica permanente. Por otra parte, la complejidad actual asedia los modelos pedagógicos demasiado “racionales” o abstractos. Pero “la complejidad es el desafío, no la respuesta” como dice E. Morín . Por ello, solo una pedagogía basada en el diálogo de saberes, el pensamiento crítico y la incerteza pueden viabilizar la re-unión entre tekné y poiesis, desinstrumentalizando la racionalidad pedagógica y dotándola de nuevos instrumentos. Se trata de incorporar como horizonte formativo las nuevas, otras, formas de experiencia y los nuevos, otros, lenguajes, no siempre estrictamente “pedagógicos”, en la formación de la subjetividad del maestro, resignificando el carácter artístico de la educación; incorporando como horizontes formativos la sensibilidad, la creatividad y la comprensión “estética” de su práctica y del proceso educativo, junto con las condiciones necesarias para recuperar la alegría en el ejercicio del trabajo educativo. El puente de 1º a 2º Año Dado que la estrategia de “Acompañamiento Capacitante” se había trabajado en 2009 a través de 15 talleres realizados con grupos de profesores de distintas regiones de la provincia, se hizo necesario un encuentro provincial que pudiera reunir a todos los participantes. Al respecto, al ser consultados por el Equipo Central en los últimos talleres, los profesores ratificaron aquella necesidad, pero haciendo hincapié antes que en una evaluación del proceso (que consideraban ya realizada en los últimos talleres), en 6 la importancia de trabajar la “continuidad” entre primero y segundo año del enfoque y la perspectiva construida e implementada en primer año. Considerar a la escuela como espacio social implica, en últimas, aproximarse a ella con las claves del conflicto y la complejidad, propios de los tiempos actuales. En este sentido, la relectura no radica sino en el esfuerzo de trascender las representaciones estereotipadas que, en general, conllevan interpretaciones apresuradas y simplistas. De esta manera, la propuesta es continuar recurriendo a la etnografía (específicamente la “descripción densa” como coordenada metodológica), para facilitar un desplazamiento desde la explicación “causal” hacia el relevamiento y comprensión de los sentidos y significaciones que traman lo que se categoriza como sujeto de la educación, violencia, representaciones del espacio, etc. Un recorrido para 2º Año En el Campo de la Práctica Docente de 1er. Año realizamos una experiencia social en espacios y organizaciones de la comunidad, con el fin de reconocer las interpelaciones formativas de espacios no específicamente educativos, que muchas veces desafían a las interpelaciones escolares. La finalidad no fue otra que asumir el desafío de repensar y reinventar la potencialidad interpeladora y formativa de la escuela. Estos espacios interpelan y resultan desafiantes ya que inscriben en la escuela contenidos conductuales, sensoriales, valorativos, sensibles, más bien abiertos, dinámicos, no tan rígidos, variables, transitorios, contradictorios entre sí, pero que permiten a los niños apropiarse del mundo desde múltiples y variadas posiciones de sujeto. Es decir, interpelaciones que circulan sin ser prescriptas prerrogativamente por la lógica escolar del orden y el control en una sociedad conflictiva, compleja y des-ordenada en las bases de su contrato social. El Diseño Curricular de 2º Año de la Formación Docente para la carrera “Profesorado de Educación Física”, comprende (como la totalidad del currículum) tres componentes. El Campo de la Práctica y cada uno de esos componentes se pueden observar en el cuadro que sigue: 7 Esquema Campo de la Práctica 2º Año Campo de la Práctica Docente Práctica en terreno: en Instituciones educativas (distintos ámbitos) Taller Integrador Interdisciplinario: Espacio escolar y realidad educativa Herramientas: Aproximación y análisis cualitativo institucional Como se ve, en 2º Año la propuesta es , en primer término, aproximarnos a la escuela y a los procesos, pero teniendo en cuenta algunas continuidades del Campo de la Práctica de 1er. Año, entre ellas: La perspectiva de “campo educativo” complejo y la noción de educación donde se interrelacionan las interpelaciones provenientes de diferentes polos o espacios sociales, con los reconocimientos subjetivos. El enfoque político cultural de la “educación popular” en cuanto estrategia de inclusión social en las diferencias y en el contexto de desigualdades y conflictividad social. El enfoque etnográfico y el “cuaderno de bitácora”, ahora referido a la aproximación y análisis cualitativo de las instituciones escolares, consideradas como espacios socio-culturales y micro-políticos, y sus relaciones con el resto de la comunidad. El posicionamiento entusiasta, comprometido y protagónico de las y los estudiantes de la Formación Docente en su práctica en terreno, problematizando la gramática escolar establecida y evitando que sus iniciativas sean fagocitadas por ella. El propósito general de la Práctica de 2º Año es provocar una entrada a las escuelas que facilite su comprensión desde una lectura compleja, una re-lectura que implique 8 cierta “descripción densa”, y no sólo de las evidencias de una mirada acostumbrada y rutinaria. El desafío es, nuevamente, el extrañamiento. Entrar en la escuela equilibrando las marcas que ella ha dejado en nuestras biografías con una perspectiva de “extranjero” que pretende en principio, limitarse a un primer paso de reconocimiento de los significados de la vida escolar que circulan en ese momento y lugar. El segundo propósito es comenzar un camino largo, el de “re-escribir” la escuela, como espacio social público dedicado a la educación pero no divorciado de la vida cotidiana ni del resto de los espacios sociales de la comunidad. Re-escribir la escuela como política pública que debe sostener la “educación común”: una histórica estrategia que, lejos de anular las diferencias, las asume en la búsqueda de inclusión social y de igualdad. Re-escribir la escuela, en definitiva, como espacio de múltiples comunicaciones y significados; como un espacio que debe desnaturalizar rituales, rutinas, jerarquías, saberes, y hacerlo no por un mero capricho ideológico alérgico a la escolarización como proyecto moderno europeo, sino porque es lo que nos permite un posicionamiento que contribuye a imprimirle sentidos acordes con la complejidad de los tiempos que corren, y además con los proyectos populares latinoamericanos actuales que procuran una vida más humana para todas y todos. Reescribir la escuela conllevará también a la reformulación de la enseñanza, en tanto fenómeno complejo, cuya centralidad estará puesta en los sujetos y sus prácticas. De este modo, se propone para la carrera Profesorado de Educación Física un recorrido que contempla dos trayectos. El primer trayecto, se denomina “releer la escuela para reescribirla”; el segundo trayecto “La enseñanza de la Educación Física con centralidad en los sujetos y sus prácticas”. Ambos trayectos están atravesados por un eje sobre el cual, se hace necesario imprimir la mirada, denominado “El cuerpo en los espacios y tiempo escolares”. En cuanto al segundo trayecto y en consonancia con el Diseño Curricular para la Formación Docente, se contempla el enclave de la enseñanza en espacios tanto escolares como no escolares vinculados a la infancia. El recorrido por estos trayectos considera, en un carácter espiralado, la problemática educativa trazada en primer año. El Esquema general de trabajo del Campo de la Práctica de 2º Año para la carrera “Profesorado de Educación Física” (teniendo en cuenta los diversos componentes del mismo) se presenta a continuación. 9 ESQUEMA DEL CAMPO DE LA PRÁCTICA DE 2º AÑO Primer Trayecto “ Re-leer la escuela para re-escribirla” Eje transversal: “El cuerpo en los espacios y tiempos escolares” 1. LA ESCUELA: ESPACIO SOCIAL El espacio y los espacios escolares El espacio diseñado (o prescripto) para los distintos actores educativos y para las interacciones escolares; el espacio efectivamente recorrido por ellos (según o más allá de lo diseñado y prescripto); y al espacio representado, es decir, los significados que se otorga y las ideas que se tiene sobre los ámbitos donde los actores interjuegan. Los sentidos del tiempo en la escuela Los conflictos entre el tiempo cíclico de la escuela (que acentúa la continuidad en un intento por disminuir la contingencia) y el tiempo errático de los niños (de incertidumbre y marcada contingencia). 2. LA POLÍTICA Y LO POLÍTICO EN LA INSTITUCIÓN ESCOLAR Los actores Los directivos, los docentes, los alumnos, el personal, los padres, otros miembros de la comunidad local. El poder El ejercicio del poder y las relaciones de poder. La participación. Los modelos de conducción institucional. Lo instituido y lo instituyente Creencias, mitos, las historias institucionales (momentos fundacionales, crisis y conflictos, refundaciones). Zonas de clivaje, proyectos alternativos y fuerzas que se ponen en juego, creaciones, sueños. 3. LA MICROPOLÍTICA CULTURAL Y EL ESPACIO PÚBLICO ESCOLAR La cultura escolar Las costumbres, ritualidades y rutinas escolares, emblemas, símbolos, ritos instruccionales, ficciones, lógicas de organización, actos escolares, espacios y tiempos de intercambio, situaciones de reciprocidad y reconocimiento mutuo. El discurso escolar y los otros discursos El contacto cultural y el diálogo intercultural. Los discursos y las culturas en el escenario escolar. Los escenarios de pugna y conflicto. Los sentidos en pugna y conflicto. El discurso y la cultura escolar frente a otros discursos y culturas. Los reconocimientos de sujetos y culturas y las interpelaciones escolares. Los proyectos escolares Proyectos “político-culturales” explícitos e implícitos. Proyectos en pugna. Los horizontes político-culturales en los proyectos. La escuela como agencia de distribución y circulación de saberes. Los otros saberes circulantes en las escuelas. El orden micropúblico escolar La escuela como “ventana de la sociedad” donde se establecen, se obturan o se posibilitan determinadas relaciones sociales (en este caso, educativas) y se sitúan y visibilizan las relaciones, los lazos sociales, los conflictos, los malestares, las pugnas, las desigualdades y la fragmentación, las movilidades, las negociaciones, las exclusiones o las expulsiones y discriminaciones a determinados sujetos. La comunidad y la escuela El contexto de la comunidad donde está la escuela, atendiendo a las condiciones socioculturales del barrio o la ciudad, las familias, las organizaciones, instituciones y movimientos que interpelan a los niños y sus familias, los estereotipos sobre los actores escolares provenientes del “afuera”, los sentidos que le otorgan a la escuela diferentes actores sociales (informantes claves de la comunidad), los servicios, las ofertas y consumos culturales, las condiciones estructurales más amplias y abarcativas que permiten comprender la situación de la escuela y sus actores. La clase escolar y la clase de Educación Física La clase escolar y la clase de Educación Física. El proyecto pedagógico de Educación Física El posicionamiento docente Taller integrador interdisciplinario. Eje: Espacio escolar y realidad educativa Los directivos de las “Escuelasdestino” participarán en el Taller Integrador Interdisciplinario Herramienta de la práctica en 2º Año Taller de “Aproximación y análisis cualitativo institucional” Abordajes interpretativos de la institución educativa desde una perspectiva cultural; Procedimientos de investigación cualitativa: observación, registro, entrevistas, encuestas, análisis de documentos y fuentes, relato de vida, grupos focales; Investigación a partir del recorte de un problema: formulación de un problema, elaboración de hipótesis. sustentación y análisis de la información. Segundo trayecto: “La enseñanza de la Educación Física con centralidad en los sujetos y sus prácticas” El paradigma de la complejidad para el análisis de la enseñanza y el currículum. La Didáctica Crítica La enseñanza como proceso comunicacional La vinculación de los problemas didácticos con el acervo cultural de los alumnos. 10 2/ Para comenzar, repensamos “la comunidad escolar”: Análisis de la película “Escritores de Libertad” Siempre hablamos de la escuela. La Formación de los docentes tiene sentido, por así decirlo, en cuanto pensamos a ese docente en la escuela. Tenemos que recordar que hubo muchas resistencias con la Práctica de 1er. Año, ¿lo recuerdan? Muchas y muchos decían “¿y cuándo vamos a las escuelas?”. Muy bien, es hora de ir a las escuelas. A veces nos parece más simpático y, otras, nos enriquece la mirada hablar de “comunidad escolar”. Es un concepto fuerte, con múltiples significados. ¿Qué distingue a “lo escolar”, a la escuela? ¿Qué significa que es una “comunidad”? La comunidad escolar ¿es una comunidad dentro de otra comunidad más amplia?, ¿o es una comunidad absolutamente distinta?, ¿o es la misma comunidad ejerciendo su función educativa? ¿Es posible establecer algún límite e, incluso, alguna “frontera” entre la comunidad escolar y el resto de la sociedad? Lo cierto es que nos proponemos devolver su sentido público, popular, social, a la escuela, en una sociedad compleja y conflictiva como ésta en la que vivimos y de la cual no nos podemos escapar… ¿O sí nos podemos escapar estando dentro de otra comunidad: la “comunidad escolar”? La propuesta es discutir estas cuestiones (y otras que surjan en la institución) a partir de una película, Escritores de Libertad (The Freedom Writers), dirigida por Richard Lagravenese (año 2006) y contextualizada en Long Beach (1994). Escritores de Libertad es la historia real de una maestra de Literatura que trabaja en una escuela destrozada por la violencia y la tensión racial, con jóvenes de barrios marginales. La Docente lucha contra un sistema que no brinda contención a los jóvenes, para hacer que la escuela cobre importancia en la vida de sus alumnos. Actividad: Luego de ver la película Escritores de libertad, nos reunimos con un grupo de compañeros/as y conversamos sobre aquello que nos ha impactado o nos ha llamado la atención. Seguidamente, les proponemos discutir, en base al film, las siguientes cuestiones: El “adentro” y el “afuera” institucional Lo fundacional: escena, ideario Los mitos y naturalizaciones Las ficciones, los rituales, etc. 11 3/ Re-lectura de la escuela como espacio social En el desarrollo de la Práctica de Campo de 2º Año, vamos a proponer tres grandes ejes de “re-lectura” de la escuela. Si bien ellos son distinguibles, en la escuela concreta están estrechamente articulados, y sería imposible encontrarlos aisladamente. Ellos son: la escuela como espacio social, la política y lo político en la institución escolar y la micropolítica cultural y el espacio público escolar. Con el fin de profundizar la idea de “escuela como espacio social” y de trabajar el espacio y el tiempo escolar, les sugerimos la lectura de la Primera Parte del Documento elaborado por el Equipo Central de Práctica, titulado Re-leer la escuela para re-escribirla. Nota: estos Documentos deben considerarse “disparadores” para abrir el intercambio y la discusión y para auspiciar otras búsquedas, y no como posicionamientos cerrados. Re-leer la escuela para re-escribirla (I) La escuela como espacio social Cuando hablamos de un espacio social no intentamos sólo una descripción de los “lugares” que constituyen la escuela (muchas veces considerada meramente como edificio). En ese sentido algunos sólo han trabajado una mirada hacia lo evidente: cuántas aulas hay en la escuela, dónde está ubicada la dirección, qué lugar ocupa el patio o los baños, etc. Podríamos decir que es una mirada “arquitectónica”. Sin embargo, la arquitectura no es un reflejo de los espacios representados en un plano. La arquitectura registra y comprende los sentidos de los lugares y de las experiencias del tiempo en un espacio. Un espacio social se refiere a las zonas donde se establecen relaciones, se plantean conflictos o pugnas por el sentido del mismo espacio, donde se producen encuentros y desencuentros, negociaciones, reciprocidades, indiferencias, autoridades o jerarquías, rituales legitimados o no, rutinas admitidas o sancionadas, etc. Un espacio social es complejo, no lineal. En cuanto tal, es posible trazar una topografía, representando los lugares y distribución en él; pero debemos también comprender una topología, es decir, el sentido que ellos tienen para los sujetos que en ellos circulan y establecen diversos tipos de encuentros. 12 El espacio y los espacios escolares La primera cuestión es aproximarnos al espacio social escolar. Para ello, necesitamos reconocer al menos tres dimensiones del espacio: 1. El espacio diseñado (o prescripto) para los distintos actores educativos y para las interacciones escolares. Nos referimos al diseño arquitectónico, o las prescripciones y regulaciones espaciales, la distribución establecida o instituida en el mismo, las disposiciones espaciales y los equipamientos que las configuran, la regionalización establecida, los ejes, distancias y dominios espaciales, las sendas y estaciones prescriptas, etc. Por detrás existen políticas espaciales y representaciones sobre el espacio para quienes poseen la potestad de diseñarlo o rediseñarlo, relacionadas con el dominio, el control y la disposición, y con la planificación, la ingeniería social y la construcción científica. En este sentido, es un dispositivo que pretende capturar los movimientos, relaciones y formas sociales de habitar el espacio. 2. El espacio recorrido por los diversos actores (según o más allá de lo diseñado y prescripto). Hacemos referencia a las zonas, lugares o regiones que recorren o por las que circulan o en las que se establecen diferentes tipos de relaciones. Es la dimensión de lo clandestino, de la oportunidad, de lo subterráneo, de las inscripciones particulares o identitarias, de lo vivido, de lo efectivamente experimentado. Es el conjunto de diversas apropiaciones y usos del espacio diseñado, con distintos intereses, con significados y modos de habitarlo que no coinciden con lo prescripto por el espacio diseñado. 3. El espacio representado (lo percibido y lo significado): aludimos a los significados que los actores que recorren un espacio le otorgan al mismo, a sus zonas o regiones, además de los posibles significados y sentidos que se le atribuyen a esos espacios por actores que ni siquiera los recorren (es decir, los sentidos sociales y los significados de quienes no circulan o se niegan a circular por ellos). Conviene distinguir aquí los significados de quienes detentan el poder de diseñar los espacios, de los significados de quienes los experimentan y recorren, elaborando una “descripción densa” sobre ello (es decir, una interpretación de los malentendidos acerca de los significados de un espacio común). Resulta clave observar y analizar aquí las cercanías y distancias, los encuentros y desencuentros, las continuidades y rupturas entre los tres aspectos del espacio considerado. Sin embargo, necesitamos comprender que en las instituciones educativas el espacio no puede concebirse como un “receptáculo vacío”, sino algo configurado por el(los) cuerpo(s). Es en los cuerpos que percibimos y construimos el “aquí”, los ejes espaciales (arriba-abajo, izquierda-derecha), la cercanía y la distancia, el adentro y el afuera, la completitud y el vacío, etc. Algunos autores hablan de “escenario”, como si la institución fuera una espacio donde se ponen en escena diferentes roles dramáticos. Otros, como el francés Michel de Certeau, han preferido distinguir dos modos de situarse en el espacio, lo cual será valioso para nuestra aproximación: 1. Las estrategias son el cálculo o manipulación de relaciones de fuerza que se hace posible desde que un sujeto de voluntad y poder (sea un ejército o una empresa, un grupo «educativo» o una escuela) resulta aislable. Postula, entonces, un lugar que puede circunscribirse como algo propio, desde el cual administrar las relaciones con una exterioridad, sean los enemigos o los clientes, como los educandos o los destinatarios. La idea de “estrategia” – conviene recordarlo– proviene de la teoría de la guerra (en especial, 13 Karl Von Clausewitz); en ese contexto, la estrategia significa el plan para derrotar/destruir las fuerzas, la voluntad y el territorio del “enemigo”… muchas veces nos encontramos que, en algunas escuelas, sus destinatarios son sus “enemigos”, y que las estrategias son imaginadas como formas de sometimiento, represión y transmutación de sus prácticas, sus saberes, sus formas de pensar, sus lenguajes, sus culturas. 2. Las tácticas son las artes del débil. Pertenecen a los débiles quienes, valiéndose de usos y prácticas, actúan en un lugar que no les es propio. Las tácticas no tienen más lugar que el del otro: el poderoso, y actúan en un terreno organizado por una fuerza extraña. Es decir, juegan en el territorio y con las reglas diseñadas por otros (o por las estrategias). Las tácticas son producidas por la oportunidad y el interés de apropiación de bienes o sentidos en ese espacio diseñado por otro en el que se juega. El reconocimiento de ellas y el interjuego entre las mismas nos permitirá percibir de manera compleja las relaciones sociales que se producen en el espacio y la posición de los diferentes sujetos. Debemos suponer, además, la diferenciación entre espacio per se (como si fuera una esencia natural) y espacio producido (como sostiene el geógrafo crítico Edgard Soja). De hecho, los espacios sociales no son naturales, aunque muchas veces se los naturalice; ellos son un producto siempre inacabado de las relaciones sociales, del poder, de intereses de sector, etc. El espacio producido es un espacio geopolíticamente dispuesto (dice Michel Foucault). Esto quiere decir que los límites, las fronteras, los territorios, es posible que no coincidan con las vivencias y experiencias de sujetos y grupos. Un ejemplo no escolar es el del choque entre el espacio producido en el cercano Oriente y la experiencia cultural histórica de los palestinos; o la vivencia del espacio producido por la frontera entre EE.UU. y México para los mexicanos, quienes siguen considerando que su espacio cultural histórico (California, Texas, etc.) les ha sido robado por la potencia del norte1. Desde esta perspectiva resulta interesante observar y comprender los sentidos de las delimitaciones espaciales de la escuela y sus alrededores en una comunidad, como así también las funciones y disfuncionalidades de los diversos espacios producidos en la escuela (el patio, el aula, los baños, etc.). Vale la pena pensar en estos términos la vivencia cultural de los distintos lugares de la escuela, las marcaciones que los actores hacen en ellos, las interacciones que en ellos se suscitan; un lugar interesante para observar esto es el baño, por ejemplo, si lo “leemos” como un espacio donde los alumno escriben, interactúan, se apropian, desarrollando y prolongando tácticas, resistencias, contestaciones a las disposiciones escolares y a las funciones para las cuales ese espacio fue diseñado. El baño, entonces, puede revelarnos quiénes son, cómo piensan, qué sienten o hacen los niños, más allá de las posiciones adecuadas o esperadas en el espacio escolar. Los sentidos del tiempo en la escuela Veamos ahora algunas pistas para la aproximación al tiempo escolar. En cuanto a la lectura del tiempo, tenemos que diferenciar entre la durée (duración o tiempo experimentado, según el filósofo Henri Bergson, siempre relativo a las percepciones subjetivas y existenciales) y tiempo producido, que es susceptible de medición y de control; es el tiempo del reloj, un tiempo Vale recordar que el término “dispuesto” proviene de la filosofía heideggeriana, y en el pensamiento de Foucault es lo que constituye los “dispositivos”. Los dispositivos están relacionados con el ejercicio del poder, y tienen por objeto capturar a los sujetos (cosa que muchas veces no logran, debido a diversos modos de resistencia, transgresión, tácticas, etc.). 1 14 que es percibido como “objetivo”. No es lo mismo, por ejemplo, que un recreo tenga establecidos 10 minutos (el tiempo objetivo producido para ese fin) que lo que “dura” para los niños, que puede ser (en su experiencia) muy corto, y que por eso muchas veces lo prolongan en otros horarios establecidos para otros fines, como el tiempo de la clase. El tiempo se juega en la zona de cruce entre tiempo producido y tiempo experimentado. El tiempo producido es un tiempo históricamente determinado (afirma Gianni Vattimo). Esto quiere decir que frecuentemente, en la historia, son los “ganadores”, los conquistadores, los poderosos, quienes pretenden establecer las secuencias temporales históricas, otorgándoles valor en términos de progreso/atraso, civilización/barbarie, primitivismo/modernidad, etc. Es decir, los poderosos son quienes establecen “estrategias” temporales; por ejemplo, la periodización de la historia está producida por determinados intereses y/o “razones” de quienes detentan mayor poder en la sociedad. La organización del tiempo en la escuela suele ser un tiempo producido por razones “pedagógicas” de quienes detentan el poder para hacerlo. La inadecuación a ese tiempo producido es nombrada y valorada como indisciplina, desorden, etc. Lo que resulta clave “releer” son las cercanías y distancias entre ese tiempo producido, determinado, ordenado (según secuencias, momentos, etc.) por la escuela, y las experiencias del tiempo que tienen o hacen los niños, posiblemente más vinculadas a la simultaneidad, el presente, la irrupción, etc. Existen diferentes sentidos del tiempo que, en principio, podríamos dividir en dos: 1. El tiempo estratégico-instrumental, que está dominado por el cálculo racional planteado desde una exterioridad trascendente; en este sentido es cronos (el tiempo medible y periodizable), que en la modernidad ha tenido relación con los períodos medibles que apuntan a un “futuro”. 2. El tiempo práctico, en cambio, que está dominado por la duración, la experiencia subjetiva del tiempo, y por la oportunidad, desde la inmanencia de una interioridad; en este sentido es kairos (el tiempo de la coyuntura experiencial). Es interesante, en esta línea, realizar también una descripción densa que recoja los distintos significados del tiempo, por ejemplo, para docentes y alumnos, o para los padres, etc. En la actualidad sería posible distinguir diversos tiempos conviviendo en las escuelas. Tiempos que poseen diferentes acentos, como lo muestra el filósofo de la geografía David Harvey. Este autor propone relacionar los sentidos del tiempo con formaciones sociales específicas. Su tipología nos permite reconocer la simultánea multiplicidad de tiempos que condicionan las prácticas y estrategias en las instituciones educativas. Entre ellos: el tiempo engañoso (ese tiempo de la sociedad organizada de duración larga), el tiempo errático (de incertidumbre y marcada contingencia, donde prevalece el presente), el tiempo cíclico (como intento de disminuir la contingencia y acentuar la continuidad), el tiempo anticipatorio (de la innovación, la discontinuidad y contingencia del cambio), el tiempo explosivo (del fermento revolucionario y creador), etc. En la institución educativa se percibe una pugna entre los sentidos del tiempo (incluso aunque fuera solapada) y un escenario de confrontación múltiple entre esos sentidos diversos del tiempo respecto de la distribución y apropiación de los saberes. Es notable cómo los docentes suponen y conjugan en sus estrategias el tiempo “engañoso” (que suele enmascarar las crisis y rupturas entre pasado y presente) con el tiempo “cíclico” y, con suerte, con un tiempo “anticipatorio”, poblado de innovaciones frecuentemente tecnológicas. Entretanto, sus alumnos interponen un 15 sentido del tiempo frecuentemente “errático”, y a veces “explosivo”, revolucionario y creativo. Las distancias entre ambos y sus sentidos del tiempo producen los malentendidos en cuanto a la significación y el valor de los saberes en función de esos inconmensurables sentidos del tiempo. Foucault, Michel, Genealogía del racismo, Montevideo, Nordan-Altamira, 1993. Bibliografía: Vattimo, Gianni, La sociedad transparente, Buenos Aires, Paidós, 1990. Bergson, Henri, La evolución creadora, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985. De Certeau, Michel, La invención de lo cotidiano. I. Artes de hacer, México, Universidad Iberoamericana, 1996. Harvey, David, La condición posmoderna, Buenos Aires, Amorrortu, 1998. Léfebvre, Henri, The Production of Space, Oxford, Blackwell Publishers, 1991 (trad. Mgr. Sergio Perdoni). Von Clausewitz, Karl, De la guerra, Bogotá, Labor, 1994. Actividad: Les vamos a pedir que imaginen una herramienta (o parte de ella) para relevar los sentidos del espacio y del tiempo en una escuela. Recordemos que hablamos: de tácticas y estrategias, de espacio diseñado, recorrido y representado, de espacio y tiempo producido y experimentado, de tiempo instrumental y práctico, de tiempo engañoso, errático, cíclico, etc. Tenemos que hacer un esfuerzo por imaginar cómo relevar no sólo los espacios o tiempos “estratégicos” y “tácticos”, sino también los significados que los sujetos les dan a los mismos. Por eso, pensemos de qué manera complementaríamos a la observación como técnica básica de relevamiento. Imaginemos que la escuela en la que aplicaremos esa herramienta es la que se muestra en la Película “Escritores de Libertad” ¿Qué podríamos interpretar de cada una de esas categorías? 16 Les proponemos una idea muy general. Por ejemplo, si relevamos el recreo (o el patio) como un lugar dentro de la escuela… Dimensión Espacio diseñado Espacio recorrido Espacio representado Tiempo producido Tiempo experimentado Objeto Descripción del lugar Descripción de lo que hacen los niños Significados que otorgan los niños al recreo o al patio Lo cronometrado Experiencia, vivencia del tiempo del recreo Técnica Observación Observación Entrevista (bien informal) Participación en un juego que juegan los niños Observación Observación de gestos, reacciones, palabras Entrevista informal Participación en un juego que juegan los niños Como lectura ampliatoria, sugerimos el texto de María Belén Fernández, Espacios educativos: De la arquitectura escolar a la cartografía cultural, que se encuentra como Anexo I de este Módulo. 17 4/ Re-lectura de la política y lo político en la institución escolar La escuela es una institución. Una institución moderna inscripta en tiempos de crisis de la modernidad y sus instituciones (en especial, crisis de las instituciones de representación política y de formación de sujetos). ¿Cómo recrear el sentido de la escuela en estos tiempos? Para hacerlo, necesitamos comprender la “institución escolar”. Por eso, el segundo eje para la re-lectura de la escuela es la política y lo político en la institución escolar. Con el fin de profundizar la idea de “institución escolar” y de trabajar la política y lo político en ellas, les sugerimos la lectura de la Segunda Parte del Documento elaborado por el Equipo Central de Práctica, titulado Re-leer la escuela para re-escribirla. Re-leer la escuela para re-escribirla (II) La política y lo político en la institución escolar La institucionalidad es una dimensión de los fenómenos humanos que comprende aspectos que dan cuenta del poder de regulación social (comunitaria, grupal, organizacional) sobre el comportamiento individual, según explica Lidia Fernández. La institucionalidad es una constricción de la experiencia social que se concreta bajo las formas de políticas, leyes, normas, pautas (explícitas o implícitas) y otras formas de regulación de los comportamientos sociales, como los sistemas de expectativas mutuas, la presión de uniformidad, etc. Estas formas culturales y psicosociales operan sobre los sujetos (los sujetan) al modo de marcos cuyos límites diferencian lo permitido de lo prohibido y dentro de los cuales –previa renuncia a parte de su libertad– manejan el grado de autonomía que su posición social u organizacional les tiene asignada. Las instituciones no sólo son, cada vez (como sostenía René Loureau), las formas sociales visibles, desde el momento en que están dotadas de una organización jurídica y/o material, por ejemplo una empresa, una escuela, un hospital, el sistema industrial, el sistema escolar, el sistema hospitalario de un país. Ellas también son y se fabrican a partir de la invisibilidad de una urdimbre simbólica, de un magma de significaciones imaginarias que autoriza su visualización. La institucionalidad es la forma que adopta la reproducción y la producción de las relaciones sociales en un momento dado. Pero más que eso (siguiendo a Castoriadis) la institucionalidad alude a una red simbólica socialmente sancionada, que actúa como “ley” y “regla”. Eugene Enriquez, desde una perspectiva psicoanalítica, relaciona el origen de las instituciones con Tótem y tabú, de Sigmund Freud2. El crimen del paComo se sabe, la horda primitiva estaba dirigida por el macho todopoderoso que tenía el monopolio del poder sexual y mantenía a los hijos bajo su 2 La institución y las instituciones 18 dre hace posible la organización social, la institución imaginaria de la sociedad. Sin embargo, la presencia del padre es suplida por una ley que provoca el equilibrio social. Enriquez propone dos ejemplos históricos: el asesinato de Luis XVI en la revolución francesa y el del zar Nicolás II en la rusa. En ambos casos, asesinatos innecesarios (ambos eran reyes debilitados), pero simbólicamente imprescindibles, porque permiten afirmar: “ya no hay ‘el Padre’, ahora el padre somos nosotros, esta nueva organización social”3. El autor muestra que el origen de las instituciones siempre es violento, y que la finalidad de las instituciones es la canalización de las pulsiones agresivas y amorosas (sexuales) para construir la unidad de la sociedad. No se puede vivir sin instituciones pero, a la vez, ellas tienen un aspecto asfixiante. Tomando también ideas de Freud, Herbert Marcuse afirma que la institución de la sociedad se hace posible mediante la represión y retardo del principio del placer (las actividades sexuales primordialmente) en virtud del imperio del principio de realidad (las actividades económicas, el trabajo, el estudio, etc.). Esto se concreta en cada institución a través de un proyecto general y de una tarea común. La institucionalidad, como un lenguaje, ordena y otorga sentidos y significación al flujo de experiencias, expectativas y sensaciones singulares. Como dimensión simbólica, la institucionalidad consiste en ligar o anudar determinados símbolos (o significantes) con determinados significados (representaciones, órdenes, incitaciones a hacer o a no hacer) y en hacerlos valer como tales. Es decir, donde hay “indeterminación” se im-pone “lo determinado” (lo indeterminado es racionalizado por la dedominio. Un día los hijos matan al padre y se lo comen, y como sienten culpa, erigen un tótem idealizando al padre asesinado. 3 De modo similar, EE.UU., al finalizar la Segunda Guerra Mundial, obliga al Emperador japonés a declarar públicamente que él no es Dios, lo que permite el origen de un nuevo tipo de institución social, de un nuevo tipo de “ley”. terminación). Para hacerlo, muestra Castoriadis, opera sobre la base de una lógica identitaria que funda un “nosotros” y excluye a “otros”. Ella fabrica la institución como posibilidad de coleccionar en un todo, en un conjunto (que es unidad idéntica consigo misma) que contiene/retiene las diferencias, de manera que quedan lógicamente eliminadas o indiferenciadas. Castoriadis sostiene que la institución no podría existir si no es en lo simbólico. En su dimensión simbólica, institución consiste en ligar o anudar determinados símbolos (o significantes) con determinados significados (representaciones, órdenes, incitaciones a hacer o a no hacer, ideas sobre educación, sobre enseñanza, sobre saber, etc.). Pero también consiste en hacer valer esos anudamientos como “naturales”; es decir, instituirlos y consagrarlos eludiendo su propio carácter históricosocial, haciéndolos valer como si existieran así desde siempre. El filósofo argentino Enrique Marí afirma que en los dispositivos de poder convergen dos construcciones: el “discurso del orden” y el “imaginario social”. El discurso del orden está asociado con la racionalidad: con la fuerzaracional, con la soberanía y con la ley; y el imaginario con cierta irracionalidad: con lo simbólico, lo inconsciente, las emociones, la voluntad y los deseos. Lo imaginario social está hecho de ciertas prácticas y montajes: ficciones, soportes mitológicos, prácticas extradiscursivas, ceremonias, banderas, rituales, cánticos, himnos, distribución de espacios, rangos y prestigios, diplomas, certificados, marcas, apelaciones, manejos de ruidos y silencios, etc. En este sentido, la institución escolar despliega siempre rituales que la sostienen. Estos rituales -que no son nunca asuntos concientes- comportan siempre innumerables reglas, actos, ceremonias, símbolos, componentes llenos de elementos de lo imaginario social. Finalmente, la institución escolar, como institución de poder, instituye a cada momento significaciones que le son favorables a su perduración como tal y 19 que quedan marcadas o internalizadas tanto en los docentes como en los alumnos. La política y lo político: actores, poder, lo instituido y lo instituyente Al referirnos a la institución escolar lo hacemos teniendo en cuenta las diferencias entre “la política” y “lo político” que señala la socióloga argentina Alcira Argumedo. Mientras que “la política” se restringe a los fenómenos relacionados con la representatividad y con la organización institucional, “lo político” designa una compleja configuración de distintas manifestaciones de poder (incluyendo “la política”), reflejando la condensación de distintas instancias del poder sociocultural y reconociendo la relativa autonomía en el desarrollo de distintas esferas de la vida sociocultural. Fundamentalmente, lo político se rige según una lógica de cooperación o antagonismo entre voluntades colectivas. Es importante observar y analizar, en la re-lectura de la escuela, las convergencias y distancias, los dinamismos particulares y las formas que adquiere no sólo la política formal (educativa e institucional) sino también lo político, regido por lógicas de cooperación en el ejercicio del poder cultural, o por lógicas de antagonismo (entre proyectos, actores, modalidades pedagógicas, etc.). En el análisis de las instituciones que proponen G. Frigerio, M. Poggi y G. Tiramonti se destacan las múltiples negociaciones que en ellas se producen. Las instituciones son permanentes construcciones en la que los actores habitan y a la vez son habitados. Dicen que el interjuego entre la prohibición y la protección en las instituciones da cuenta del carácter ambivalente que ellas poseen en su dinámica y que se traduce en relaciones entre los actores y la institución, sesgadas por un doble movimiento (simultáneo y contradictorio) de atracción y repulsión. Frecuentemente se liga a la institución con la idea de lo establecido, de lo reglamen- tado, de la norma y la ley. Sin embargo, en ellas hay zonas de certidumbre y de incertidumbre. Para cada actividad es necesario el mínimo de certezas que nos aseguren el encuentro con otros y la realización de las tareas, pero al interior de ese marco se hace necesario que aparezcan intersticios para la libertad de los actores. Siguiendo las ideas de Michel Foucault, el poder pertenece al orden de las prácticas sociales e implica una relación de fuerzas (no necesariamente violenta). Es decir, el poder no se “posee” sino que “se ejerce” en la institución, a través de la fuerza de la palabra, de los saberes, de las acciones, del discurso. Y se ejerce también a través de la producción de dominios de saber y de regímenes de “verdad”, que crean objetos, métodos, etc. Las relaciones de fuerzas se dan entre los diversos discursos y actores que disputan un espacio social. Allí vemos que hay grupos o actores que ejercen más poder, y que se establecen relaciones de fuerza en términos de dominación de unos sobre otros, o de unos saberes y concepciones sobre otras, o en términos de discriminación y también de exclusión de sujetos, saberes y prácticas. Como el poder no se posee sino que se ejerce, sería un error identificar el poder con lo instituido, con las autoridades (directivos, docentes) y con los proyectos educativos oficiales. También se ejerce el poder desde posiciones de crítica, de impugnación, de cuestionamiento, de resistencia… y desde zonas de construcción de otros proyectos y producción de otras tareas en el ámbito institucional, que frecuentemente son consideradas transgresoras, contrahegemónicas o alternativas. En cuanto al ejercicio y las relaciones de poder, G. Frigerio, M. Poggi y G. Tiramonti le dan importancia a dos cuestiones. En primer lugar, a las “zonas de clivaje”: zonas de posibilidad, de ruptura o de fractura, en las cuales hacer posible la obtención de reconocimiento, espacios, recursos, beneficios. 20 Conocer las zonas de clivaje es sumamente importante porque permite que los actores institucionales puedan reconocer lugares desde los cuales trabajar para desarrollar acciones que tiendan lazos para articular lugares de posible fractura. Los clivajes institucionales están relacionados con el hecho de que en cada institución, cada actor y grupo de actores, hace uso de una fuente de poder. En segundo lugar, le dan importancia a los conflictos. Los conflictos constituyen un aspecto sustancial a tener en cuenta en las organizaciones ya que inciden de forma determinante en el desempeño de los actores en la institución. Según estas autoras, en toda institución el conflicto es inherente a su funcionamiento, a su propia dinámica. Una dimensión clave en la re-lectura de la institución escolar es el interjuego entre lo instituido y lo instituyente en clave histórica. Por un lado, el reconocimiento de las creencias que sostienen lo instituido, los mitos, los rituales y las rutinas. Pero además, el reconocimiento de las historias institucionales, distinguiendo los momentos, los actores, las pugnas, las fuerzas en juego, los idearios que constituyeron la etapa fundacional; los tiempos de crisis, de cuestionamientos y conflictos, y las etapas refundacionales. En ese dinamismo, por último, es importante la relectura de los proyectos hegemónicos y alternativos (o contrahegemónicos) y las fuerzas, las creaciones, los sueños que en ellos se ponen en juego. Es cierto que, en su tiempo de crisis, experimentamos un generalizado malestar en las instituciones. El tiempo de la modernidad en nuestras sociedades suponía la confianza en el Estadonación, esa “megainstitución cuyo organigrama interno es el conjunto de todas las instituciones”, decía Ignacio Lewkowicz. Pero hoy asistimos al agotamiento del dispositivo institucional; “cada institución es un mundo aparte” y muchas veces se autoconsidera “productora exhaustiva de los sujetos que necesita en la situación en que los necesita”. Cada institución tiene el aspecto de un “pequeño mundo aislado”, en ciertos sentidos se comporta como si fuera una institución total y autoengendra identidades imaginarias que se sostienen sólo en el interior de ese pequeño mundo aislado. Las escuelas suelen ser una muestra de este nuevo tipo de institución. Bibliografía: Argumedo, Alcira, Los silencios y las voces en América Latina, Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional, 1996. Castoriadis, Cornelius, La institución imaginaria de la sociedad, Vol. 2, Buenos Aires, Tusquets, 1993. Enriquez, Eugene, La institución y las organizaciones en la educación y la formación, Bs. As., Novedades Educativas, 2002. Fernández, Lidia, Las instituciones educativas, Bs. As., Paidós, 1994. Frigerio, Graciela; M. Poggi, y G. Tiramonti, Las instituciones educativas: cara y ceca, Buenos Aires, Troquel, 1992. Lewkowicz, Ignacio, Pensar sin Estado, Buenos Aires, Paidós, 2004. Marcuse, Herbert, Eros y Civilización, Barcelona, Ariel, 1981. Marí, Enrique, “Racionalidad e imaginario social en el discurso del orden”, en AA.VV., Derecho y Psicoanálisis. Teoría de las ficciones y función dogmática. Bs. As., Hachette, 1987. 21 Actividad II: Para debatir en grupos…. ¿Cuáles son, para ustedes, los símbolos y los significados instituidos sobre la escuela y la educación, que obstruyen la “re-escritura” de la escuela pública en el siglo XXI? ¿Desde qué “zonas de clivaje” podrían imaginar un camino posible? 22 5/ Re-lectura de la micropolítica cultural y el espacio público escolar Desde la constitución del sistema educativo argentino, la escuela fue –durante mu- chos años– la principal (y casi la única) política cultural en nuestro país; a través de ella se regulaban las relaciones entre grupos culturales, se legitimaba un mundo simbólico, se distribuían los bienes culturales, se reconocían, se formaban y se impugnaban identidades culturales, etc. Por lo demás, desde esa época y hasta la actualidad hablamos de “escuela pública”, a veces dándole a esa noción distintos significados. Por eso, el tercer eje para la re-lectura de la escuela es la micropolítica cultural y el espacio público escolar. Con el fin de profundizar la idea de la escuela como “micropolítica cultural” y como “espacio público”, les sugerimos la lectura de la Tercera Parte del Documento elaborado por el Equipo Central de Práctica, titulado Re-leer la escuela para re-escribirla. Re-leer la escuela para re-escribirla (III) La micropolítica cultural y el espacio público escolar La cultura escolar La cultura escolar comprende un conjunto de prácticas, saberes y representaciones producidas y reproducidas a partir de la institución escolar. Pero también incluye las modalidades de comunicación y transmisión de saberes para poder actuar socialmente (más allá de la escuela) que operan de acuerdo con la “lógica” del funcionamiento escolar. En este sentido, la cultura escolar es una forma de producción, transmisión y reproducción de saberes, prácticas y representaciones sociales, que tiende a la organización racional de la vida social cotidiana. La cultura escolar, entonces, transforma desde dentro la cotidianidad social, imprimiendo en ella formas de distribución, disciplinamiento y control de prácticas, saberes y representaciones aún más allá de los ámbitos identificados como la “escuela”. Como tal, comprende las costumbres, las ritualidades y las rutinas escolares, los emblemas identitarios, los símbolos, los ritos instruccionales, las ficciones, las lógicas de organización, los actos escolares, los espacios y tiempos de intercambio, las situaciones de reciprocidad y de reconocimiento mutuo. Entretanto, David Tyack y Larry Cuban hablan de la gramaticalidad cultural aludiendo al conjunto de tradiciones y regularidades sedimentadas a lo largo del tiempo, transmitidas de generación 23 en generación por diversos actores; los modos de hacer y de pensar heredados y aprendidos a través de la experiencia organizada; las reglas del juego y supuestos compartidos que no se ponen en entredicho y que posibilitan llevar a cabo la acción específica de la institución, produciendo una lectura y resignificación de lo nuevo según esas matrices heredadas. Pero también las formas de resistencia y de estratagema, más las tácticas y las “mañas” que burlan ciertos dispositivos y regulaciones, y que se refiguran a lo largo del tiempo y la experiencia acumulada. Con el concepto de “gramática institucional” nos proponemos brindar un marco explicativo y de análisis para entender cómo se aplican y adaptan los cambios; cómo y por qué determinadas propuestas o interpelaciones son introducidas más o menos rápidamente a la vida escolar; cómo otras son rechazadas, modificadas, reformuladas o distorsionadas a partir de esos modos de hacer y pensar sedimentados a lo largo del tiempo; y cómo, sobre todo, este modo de leer el espacio escolar puede aportar a generar el cambio (es decir, alentar la posibilidad de “reescribirlo”) y cómo el cambio, en definitiva, es una combinación de continuidades y rupturas. Uno de los rasgos de la gramaticalidad es la producción de lo que Peter McLaren denomina paradigmas raíces. Los “paradigmas raíces” sirven como guiones culturales que existen (porque han sido apropiados) en los docentes y en los estudiantes, que a su vez guían la cognición y orientan las experiencias aceptables. Pero el concepto puede ser extendido a otros espacios para comprender procesos que modelan las nuevas experiencias y los nuevos conocimientos. Entender la gramaticalidad de esta forma, nos acerca al campo y los alcances de la “creencia” en las prácticas. La “creencia” (en el sentido de Bourdieu) resulta ser el tamiz a través del cual se resignifican (desde el posicionamiento de los actores) determinadas innovaciones. Por ejemplo, la “creencia” pedagógica (o mejor, esco- lar) suele recurrir a un orden anterior frente a los cambios comunicacionales o tecnológicos; mientras que la “creencia” mediática (o suscitada por la pertenencia a una cultura mediática) es un factor principal de resolución pragmática (no siempre feliz) de los nuevos problemas en los espacios educativos. Sin embargo, existe cierto nomadismo que caracteriza hoy a la cultura escolar y a las formas de comunicación y de formación subjetiva que en ella se producen. El nómade, para el francés Michel Maffesoli, es el hombre que va de una tribu a otra, que no tiene una única identidad ideológica, sexual, profesional o de clase, que no se deja encerrar dentro de roles que antes eran definitivos, en instituciones como el matrimonio. El nómade puede pertenecer simultáneamente a numerosas tribus. Emergen en las escuelas, por ejemplo, formas nómadas de la atención y la memoria, que suelen ser incomprendidas por el aparato escolar. La cultura escolar está demasiado anclada en una cultura de “lo social” y del “contrato social” que desconoce y desconfía de la socialidad, como forma cotidiana de orientación al otro y de interacción singular ligada a la experiencia, frecuentemente naturalizada, que se desarrolla más allá o a pesar del “contrato social”. Vale recordar que para el filósofo Georg Simmel, a partir de lo singular, de la experiencia y de la vivencia es posible conocer la socialidad, como las diversas formas de relación que se dan a través de interacciones entre los individuos. Si bien no es posible establecer uniformidades fijas y necesarias (como ocurre con la figura de la “sociedad”), es posible describir e interpretar la socialidad. Para Simmel, “la sociedad” como representación imaginaria que contiene la totalidad de las variedades y la cristalización de hechos cambiantes, parece imposible. En cambio, “la socialidad” revela un tipo de sociedad sometida al suceso, a la situación, líquida, porosa, ambigua, en perpetuo estado de devenir… ¿Qué tiene que ver el “aparato 24 escolar moderno” con esta socialidad, a la cual rechaza y califica como fantasía de un orden anterior a la “sociedad” o al “contrato social”? Y sin embargo, la escuela también es ese tipo de comunidad configurada por la socialidad; una comunidad a veces transitoria, y a la vez cotidiana y repetitiva, demasiado territorial (aunque también licuada y porosa). En esa comunidad, la experiencia, la vivencia y lo singular, es acaso lo que tenemos que capturar para poder “re-leer” la escuela. Hay una tensión entre las derivaciones contractuales propias de lo social y las relaciones de socialidad. Para Maffesoli, esto permite apreciar formas tribales de socialidad y “que el neotribalismo se caracteriza por su fluidez, las convocatorias puntuales y la dispersión”. En ese contexto cabe preguntarse si los sujetos educativos son hoy nómadas, o son en realidad vagabundos. O si son “jugadores” que aceptan un mundo de riesgos e intuición, aunque con algunas precauciones, siempre que no signifiquen un control absoluto. O si son “turistas” que están en todos los lugares donde van, pero en ninguna parte son del lugar. En su mundo y para ellos, lo extraño (como la cultura escolar) está domado y ya no asusta. Según Zigmunt Bauman, el turista, huidizo del confinamiento en el hogar, acepta los “paquetes” (en este caso, educativos) siempre que contengan estimulación, complacencia y diversión. Tal vez, también, los sujetos educativos son “paseantes” que viven la realidad como una serie incesante de episodios, es decir, sucesos sin pasado ni consecuencias, donde los encuentros no tienen incidencias demasiado significativas. ¿O será que son todas esas cosas a la vez? Lo cierto es que emerge con fuerza en los espacios institucionales educativos una “razón sensible”: una manera de aproximarse a lo real en su más fluida complejidad; una conjunción de lo material y de lo espiritual y no una oposición, destacándose el papel de lo afectivo, de las interacciones y de lo subjetivo; una apertura a lo imagi- nario, lo lúdico, lo onírico social. Esa razón sensible es característica de las nuevas formas de la socialidad, que nada tienen que ver con el viejo “contrato social”. El discurso escolar y los otros discursos Sin embargo, hoy la gramaticalidad escolar, como una especie de guión cultural, se ve asediada por la emergencia de múltiples discursos o “culturas” que nada tienen que ver con ese guión o esos “paradigmas raíces” propios de las escuelas, y que frecuentemente desafían la seguridad de las creencias institucionales, haciendo a la cultura escolar más caótico, confuso y relativo. El discurso escolar convive y compite con otros discursos sociales, como el mediático, el callejero, el comunal o comunitario, el del mercado, el del trabajo, etc. Lo hemos trabajado en el Campo de la Práctica de 1er. Año, donde el eje pedagógico estuvo puesto en una entrada y una experiencia en espacios de la comunidad en los cuales operan esos otros discursos. Y se hizo evidente que las interpelaciones entre estos discursos, además, suelen no coincidir; cada discurso interpela a la formación de su propio sujeto, un sujeto que dista del que busca formar la escuela. Muchos hablan de multiculturalismo… Existe un interesante debate de la pedagogía crítica acerca del llamado “multiculturalismo”. Algunas claves se encuentran en el Prólogo de Alicia de Alba (que es una larga carta a Adriana Puiggrós) al libro del norteamericano Peter McLaren titulado Multiculturalismo revolucionario. Alicia de Alba, mexicana, critica la noción de “multiculturalismo”. Ella dice que entiende por qué la usa McLaren y por qué él afirma que en nuestros escenarios culturales cada uno de nosotros es un “flâneur”, una especie de observador callejero. Y le dice a Puiggrós: “Como flâneur sólo puedes llegar a concebir las complejas relaciones entre las culturas como pluriculturales o multiculturales”. El flâneur 25 está “tocado” por los otros, por la otredad; pero al mismo tiempo, está atrincherado en su posición de observador. En cambio, cuando uno entabla, establece relaciones (aunque fueran conflictivas) con otras culturas, lo que es más fuerte es el contacto cultural, que es posible que se construya como verdadero diálogo intercultural. Y esto ya no puede vivirse como multiculturalismo, como una suerte de relación entre nosotros y ellos, sino que comienza un proceso de construcción intercultural de un nuevo nosotros (donde yo y el otro, nosotros y ellos, vamos formando parte de esta construcción, no siempre feliz o armoniosa, del nosotros). El contacto cultural se produce continuamente en las escuelas, y entre las escuelas y las comunidades donde ellas están situadas. Ya no se trata sólo de relaciones entre etnias o razas diversas, sino entre grupos generacionales a veces antagónicos, entre diferentes sectores sociales, etc. Ese contacto no está desprovisto de pugnas por el significado de la experiencia, de la vida y del mundo. McLaren dice que el aula debe ser considerada una “arena de lucha simbólica”, donde se ponen en juego diferentes expectativas, miradas, lenguajes, intereses. De allí que hayamos insistido, en el Acompañamiento Capacitante de 1er. Año, en comprender la comunicación como “puesta en común”, frecuentemente poco armoniosa y más bien atravesada por el conflicto y el malentendido. Esto nos permite comprender la diferencia radical entre conocimiento y reconocimiento. En el conocimiento de la otra y del otro, de la otra cultura, se mantiene la relación del flâneur, la relación entre nosotros y ellos. El conocimiento también puede convertirse en un insumo para dominar, destruir, manipular o invadir a las y los otros. En el reconocimiento, en cambio, comienza un proceso donde se construye un nosotros con los otros y las otras. El reconocimiento siempre implica un proceso básico de contacto cultural, que tiene como objetivo construir un diálogo intercultural. El objetivo de diálogo cultural e intercultural, no tiene que significar que el respeto por la otra cultura implique aceptar sus negaciones (como la subordinación de la mujer, por ejemplo). El diálogo es una construcción que también implica problematización de las culturas dialogantes y prácticas de transformación de las relaciones opresivas que muchas veces han sido naturalizadas en cada cultura. El orden micropúblico escolar La escuela puede considerarse una “ventana de la sociedad”. De hecho, en ella es donde se establecen, se posibilitan y se avalan determinadas relaciones sociales, y también se obturan, se impugnan o se reprimen otras. En la escuela también se sitúan y se visibilizan las relaciones de poder, los lazos sociales, los conflictos, las identidades, los malestares, las pugnas, las desigualdades y la fragmentación, las movilidades, las negociaciones, las exclusiones o las expulsiones y discriminaciones a determinados sujetos, por razones de clase, de raza, de identidad sexual, de género, etc. En la escuela, como ventana de la sociedad, se hace visible la construcción de hegemonía. Esto se observa en diversos proyectos “político-culturales” que circulan en ella (además del oficial o hegemónico), a veces explícitos y otras implícitos. Esos proyectos suelen estar en pugna, debido a que representan diferentes o antagónicos horizontes político-culturales. Y esto se produce no sólo en cuanto al tratamiento de las diferencias sociales y/o culturales; también se evidencia en cuanto la escuela es una agencia de legitimación de saberes e impugnación de otros, aunque en ella se distribuyan y circulen saberes estrictamente escolares, o provenientes de la cultura comunal, callejera, mediática, etc. De esta forma es posible re-leer la escuela como micropolítica cultural y co- 26 mo espacio público. La política, para la filósofa alemana Hannah Arendt, es lo más distintivo de la acción humana. La política se instala como acción en el mundo o en el micro-mundo. Un mundo que está formado de cosas producidas por las actividades humanas; pero también esas cosas que deben su existencia exclusivamente a los humanos, condicionan de manera constante a sus productores. Antes que considerar a lo público sólo como lo visto y oído por muchos, Arendt insiste en la recuperación de lo público como espacio de recreación de lo específicamente humano, lo que le permite rescatar la interna relación de este ámbito con la acción y el discurso; es más, reivindicar la palabra como forma de acción política. Para Arendt, recordemos, “(...) la acción sólo es política cuando va acompañada de la palabra (lexis), en la medida en que esta última convierte en significativa la praxis. Y, en este sentido, la palabra es entendida como una suerte de acción, como una vía para conferir significado, sentido y durabilidad al mundo y para decir nuestra responsabilidad con respecto a él”. Así entonces, Arendt afirma la íntima imbricación entre estas dos capacidades humanas, acción (praxis) y discurso (lexis) en cuanto de ellas surge la esfera pública. El carácter comunicativo de la política centrado en la lexis, no significa que el diálogo político sea siempre armonioso y esté ligado sólo al acuerdo racional o al “contrato social”. Antes bien, la lexis es ya acción política no sólo al otorgarle significados y sentidos a la praxis, sino que lo es también en cuanto centrada en la discusión, la disputa y el debate de ideas, de formas de ver, de significados, de interpretaciones. Esto muchas veces lleva al conflicto que, lejos de ser “incomunicación”, refiere a diversas formas de producir significados y sentidos; es decir, el conflicto es también una práctica de comunicación que habla de la praxis y sobre la que se basa la praxis. En el conflicto también se “ponen en común” formas de ver y sentir, de interpretar y de actuar; se “comunica” la diferencia, la oposición, la resistencia. Y es en este clima donde se trama el espacio público. Una cuestión a resolver en la construcción del espacio público, es de qué modos se dirime el conflicto. Si bien tenemos que alejarnos de la visión de una armonía irrealizable, también tenemos que construir formas no violentas de dirimir los conflictos. Este es un desafío para “re-escribir” la escuela, pero sabiendo que ese desafío se presenta en el contexto de una sociedad que suele dirimir violentamente sus conflictos y contradicciones. En cuanto espacio público ligado a la política y a la lexis y la praxis, uno de los grandes problemas hoy es determinar cómo se puede conducir la escuela y las actividades escolares en condiciones de conflictividad social y de complejidad. La argentina Silvia Duschatzky se pregunta sobre el tipo de vínculo que une a los jóvenes de sectores populares pobres con la escuela, una de las instituciones de mayor perdurabilidad histórica que ha pretendido constituirse en el lugar fundamental de construcción de identidades juveniles. En su investigación pretende recuperar esa escuela vivida, transitada y “burlada” por lo jóvenes, no silenciando sus voces. El hallazgo más elocuente radica en el fenómeno de la interpelación de la escuela a los jóvenes (tanto en escuelas más abiertas y participativas, como en escuelas normativistas y excluyentes). La escuela, en un desplazamiento de sus sentidos canónicos, parece perfilarse como un “horizonte de posibilidad”. Los jóvenes, a la vez, impugnan la escuela y la merodean incluso después de su paso por ella, y exhiben con orgullo su guardapolvo. Es decir, hay un carácter de referente interpelador por fuera de sus significados “normales”. Ese “plus” de significación de la escuela para los jóvenes de sectores populares pobres abre a una mirada de la escuela desde el punto de vista simbólico. 27 Para Duschatzky, la escuela como “frontera”, más que un límite, es un horizonte. Es un pasaje a “otro lado” que provoca reconocimiento social, una nueva experiencia de socialidad y una puesta en juego de nuevos soportes discursivos. En la escuela se hacen presentes subjetividades plurales y polifónicas y se mezclan diferentes territorios de identificación. Es, en definitiva, un espacio público residual. Por su parte, para el pedagogo crítico norteamericano Peter McLaren, la escuela debe ser pensada como esfera pública y de posibilidad. A través de su trabajo de etnografía y de estudios críticos de discurso, McLaren propone diferenciar entre “escolarización” y “educación”. “La primera es principalmente un modo de control social; la segunda tiene el potencial de transformar la sociedad, entendiendo al estudiante como un sujeto activo comprometido con su desarrollo y con la sociedad”. Otorga primacía a la experiencia estudiantil que pretende ser borrada en la arena de lucha escolar, por la vía de la imposición de la escolarización. En ese contexto, McLaren reconoce los discursos, las culturas y las posiciones que se ponen en juego en la escuela como esfera pública: la cultura de la calle (o de la esquina) y a cultura del estudiante (o posición escolar). Para el autor, la escuela es una agencia político cultural y el currículum una política cultural, en el sentido que legitima, regula, excluye, ordena, discursos, saberes, prácticas, formas de relación, ritualidades, etc. Se juega allí la hegemonía; pero también allí se ponen de manifiesto micropolíticas culturales contrahegemónicas. En ese sentido, la escuela es espera pública y de posibilidad. En las escuelas se pronuncia la “voz” de los estudiantes. La “voz” es el conjunto de significados multifacéticos por medio de los cuales los grupos de referencia, los sujetos que comparten un microespacio social o determinados “polos de identificación”, hablan y dialogan, leen la experiencia y el mundo, la “escriben” incluso antes de que nosotros (los portadores de las estrategias) les “enseñemos” a escribirlas. La voz resulta de cierta mediación de un discurso privado pero situado en la trama del lenguaje y de los significados compartidos y colectivos. En ese sentido, es ciertamente precaria, incluso puede ser transitoria. A través de la voz, una suerte de lenguaje clandestino o fugitivo, los sujetos interpretan la experiencia, la vida y el mundo, y la hacen posible. Finalmente, la escuela forma parte de la comunidad; no está separa de la comunidad. Como tal, en el interior de la escuela aparecen las condiciones socioculturales del barrio o la ciudad, de las familias cuyos niños van a esa escuela, las organizaciones, instituciones y movimientos que interpelan a los niños y sus familias y que, a veces, interactúan con la escuela. Es clave poder relevar y comprender los estereotipos sobre los actores escolares que proviene del “afuera”, los sentidos que le otorgan a la escuela diferentes actores sociales (informantes claves de la comunidad, por ejemplo); los servicios, las ofertas y consumos culturales que existen en la comunidad además de la escuela; las condiciones estructurales más amplias y abarcativas que permiten comprender la situación de la escuela y sus actores. Bibliografía Arendt, Hannah, La condición humana, Barcelona, Paidós, 1993. Bauman, Zygmunt, “De peregrino a turista, o una breve historia de la identidad”, en S. Hall y P. du Gay (comps.), Cuestiones de identidad cultural, Buenos Aires, Amorrortu, 2003. De Alba, Alicia, “Prólogo”, en P. McLaren, Multiculturalismo revolucionario, México, Siglo XXI, 1998. Duschatzky, Silvia, 1999, La escuela como frontera, Bs. As, Paidós, 1999. 28 Maffesoli, Michel, El nomadismo. Vagabundeos iniciáticos, Fondo de Cultura Económica, México, 2004. Maffesoli, Michel, Elogio de la razón sensible: una visión intuitiva del mundo contemporáneo, Barcelona, Paidós, 1997. McLaren, Peter, La escuela como un performance ritual, México, Siglo XXI, 1995. McLaren, Peter, La vida en las escuelas, México, Siglo XXI, 1994. Simmel, Georg, Sociología. Estudio sobre las formas de socialización, 2 Vol., Bs. As., Espasa Calpe, 1939. Tyack, David y Larry Cuban, En busca de la utopía. Un siglo de reformas de las escuelas públicas, México, Fondo de Cultura Económica, 2001. Actividad I: Para debatir en grupos a partir de la Película “Escritores de Libertad” ¿Qué culturas se observan en la institución, y de qué manera se relacionan? ¿De qué manera entran en pugna los horizontes político-culturales que se visualizan en la escuela? ¿ Cómo se produce el diálogo intercultural en la micropolítica áulica? Actividad II: A continuación sugerimos la lectura de un relato de Kevin Morawicki titulado “Hay una bomba en el colegio” (publicado en el Nº 10 de la Revista Cocú. Cultura y juventud, de Puerto Rico, Misiones). La propuesta es analizar en el relato los tres ejes de “re-lectura” de la escuela presentados en el Módulo. Para eso, les proponemos tener en cuenta: la experiencia y el significado del espacio, el tiempo y el saber para los diferentes personajes; lo instituido y el ejercicio del poder en la institución escolar; la “palabra” y la “voz” como constitutivas de lo público; las pugnas político-culturales que se perciben en el relato. 29 HAY UNA BOMBA EN EL COLEGIO “No existe una escuela que enseñe a vivir” De una canción de Charly García Cada lunes de aquel inolvidable segundo año le escuché relatar a Pablo sus avatares de fin de semana. Ese día, mientras tomaban asistencia, empezó directamente por la conclusión: -Me gustaría tener una novia que toque la guitarra. Pablo tenía el pelo corto, negro y lacio, que siempre llevaba peinado hacia un costado. No era petizo pero visto de lejos su estructura fornida y sus hombros anchos lo acercaban a esa categoría. Tenía ojos marrones, brilantes pero cautelosos, y cultivaba un humor refinado e imprevisto. -Es algo muy raro lo de ahora -continuó-. Viste que siempre hablamos de lo difícil que es poder vivir cosas distintas, conocer caras distintas, barrios distintos, ideas distintas... Bueno, algo de eso hay... -Se te está dando... –acoté. -Imaginate: hace 6 meses, más o menos, en la terminal, un cruce de miradas. Al tiempo otro cruce, ahora en pleno centro. Al tiempo, no sé bien cuánto, otro despliegue de miradas mutuas en la escalera de Ticue... Se veía venir: los dos sabíamos lo que el otro sabía, pero faltaba una oportunidad más... Digamos más oportuna. Sonrió. Levanté la mirada: había entrado la profesora de Cívica. Ustedes saben: Educación Cívica, ese saber que supone una sociedad imaginaria. Pablo maldijo en voz baja y se propuso seguir el relato en un susurro, pero la profesora comenzó a hablar, directamente, sin entrar en calor. Había dejado sus cosas, levantado las cejas con fuerza a modo de saludo, y comenzado a hablar: -Democracia –dijo. Hizo una gran pausa que acompañó con un lento caminar por el aula, como si su palabra hubiera provocado nuestra atención-. La democracia es... un sistema... –y, cambiando de tono, como si pronunciara algo revelador-: Un sistema de gobierno. Pablo sonrió. Esta vez su ironía fue gestual: fingió un exagerado interés por la clase quedándose boquiabierto y con la cabeza levemente inclinada hacia arriba. La profesora prosiguió su discurso con el mismo tono, con esa hueca impostación de la voz que uno inmediatamente relaciona con lo escolar: -En este sistema de gobierno lo importante es el pueblo –dijo-. Porque es el pueblo el que gobierna. –Hizo otra gran pausa y luego agregó-: Pero sólo gobierna a través de sus representantes. Pablo, que estaba recostado contra la pared del fondo, empezó a negar con la cabeza. Ahora estaba enojado. -Esto es mucho –murmuró-. No entiento por qué... -Por qué qué?- Le pregunté. -Por qué no mira lo que está pasando. Lo que nos pasa a todos. Ya sé, es obvio que tiene que desarrollar los contenidos de este curso. Pero que mire hacia fuera. ¿Es 30 democracia que un presidente ande a 200 Km. con una Ferrari y haga fiestas oscuras con animadoras de programas infantiles de televisión? Bueno, eso en realidad es lo de menos... Miró por la ventana buscando que alguien pasara por la calle. Yo seguí su ejemplo. Del otro lado de la calle, en el patio del jardín de infantes, niños de 3 y 4 años formaban filas, derechas y prolijas: de un lado los de azul, del otro los de rosa y, en el rincón, sentados con las piernas cruzadas, un grupo disidente, reacio a la formación de filas en plena infancia, en penitencia. Cuando sonó el timbre pareció que despertábamos de un ensueño. Aceptamos la noticia y salimos al patio. Era un momento agradable el recreo, uno podía verse con el resto de los chicos, saludarse, planificar actividades... Era como volver a la sociedad. Fuimos al baño. Al salir, el timbre volvió a sonar. El recreo nunca duraba lo que se decían que duraba. Teníamos la sensación de que por lo menos unos segundos necesitaban sacarnos, como si fuera una cuestión de honor en una enfrentamiento inexistente. Volvimos al aula: tercera y cuarta hora destinada a lo que en aquella época llamábamos Actividades Plásticas. Agarramos hojas Canson número A3 y algunos lápices de esos que (3B, 4B, 5B) tienen distinta graduación y que cuestan más que los lápices comunes. Cuando nos sentamos Pablo continuó sin ninguna introducción: -El jueves iba yendo a pescar al puerto, tipo cinco de la tarde. Al llegar a la Plaza del Cóndor la vi, dibujando, sentada en una escalera. Me acerqué, pensando improvisar alguna frase robada, pero no se me ocurrió ninguna. Ella me miró pero esquivé su mirada y primero miré su dibujo. Cuando vi árboles con montañas de fondo y un lago, dejé de dudar. La miré a los ojos y las palabras me salieron sin esfuerzo. “Por qué no te incluís en el dibujo –le dije-. Es una pena que prives a la naturaleza de la belleza que vos misma detentás”. Yo, que tenía el respaldo de la silla recostado contra la pared, pegué un sapucai. No por rebeldía sino como una muestra de que ni siquiera las palabras servían para festejar semejante presentación. La profesora nos llamó la atención. Se acercó a nosotros, se bajó los anteojos para poder mirar de cerca y examinó los trabajos: -¿Qué es esto? –me dijo. -Un... -¿Y esto? –dijo a Pablo. -Una versión... -Qué versión ni versión. Fui clara: tres círculos grandes, dos chicos y sólo uno diminuto. Nos miró como esperando que asintiéramos en un gesto de entendimiento de algo que antes no entendíamos. Nos sacó las hojas y sentenció: -Empiecen de nuevo. Cuando se alejó, Pablo golpeó la mesa con el puño cerrado, en un lugar de apoyo cuyo impacto no provocaba ruido. -¡No puede ser! –gritó ahogadamente-. Métodos arcaicos! Dibujar redondos, cuadrados, redondos, cuadrado... percepciones arcaicas. Eso es: ideas arcaicas. Punto. No entienden que el mundo cambió, que cambia a cada segundo... Permanecimos en silencio, pensativos, sin ganas de seguir hablando. Después salimos al recreo largo, que duraba 14 minutos, compramos chipas y nos sentamos en 31 uno de los canteros de ladrillo del patio. Le pregunté cuál fue la impresión que la chica le había dejado en ese primer encuentro. -Y...–pensó cuidadosamente lo que iba a decir- ...bastante buena. Digamos que el grado justo: ni la mínima decepción ni tampoco ese feeling ilusorio y exagerado propio del los primeros encuentros. Fijáte que, después de mi presentación, me dijo: “Epa, hay alguien que no se conforma sólo con pescar en el río”. “En realidad –le respondípodría dejar de lado el río y concentrarme en las calles... Mejor dicho en las plazas”. Ella rió, con soltura y cautela, y me miró a los ojos. -¿Cómo es? –le pregunté. -Y... No sabría decirte... No es lo físico lo que la define. Después veremos si es linda o no. Es... cómo decirte... Tiene los ojos grandes y brillantes que te miran y dicen “te conozco de antes, más allá habrá un lugar”, esas cosas. Sonó el timbre. Nos levantamos y caminamos hacia el aula para entrar en las últimas horas del lunes: Filosofía. (…) 32 6/ Eje transversal. “El cuerpo en los espacios y tiempos escolares” Como señalamos anteriormente, ambos trayectos del Campo de la Práctica II estarán atravesados por el eje: “El cuerpo en los espacios y tiempos escolares”. Es ineludible el problema del cuerpo en los intentos por re-leer la micropolítica institucional, ya que en la escuela se materializan relaciones de comunicación corporal. Este hecho cobra significación puesto que es en los discursos y prácticas escolares donde se producen, en términos de Mc Laren “procesos de encarnamiento”. Para la Formación Docente de Educación Física, la problematización de los cuerpos construidos en diferentes tradiciones intelectuales resulta un compromiso ético, puesto que el tratamiento dado a lo corporal en los planteos didácticos disciplinares tienen consecuencias en la construcción de subjetividades tanto en la Formación de Docentes de Educación Física como en diferentes niveles educativos. En el marco de las pedagogías críticas incorporamos al análisis del cuerpo como resultado de procesos de inscripción cultural. Para ello, les proponemos trabajar sobre el Texto de Peter Mc Laren, cuya densidad nos permitirá acercarnos a la construcción de un cuerpo/sujeto de la historia. Actividad: Luego de leer el texto de Peter Mc Laren extraido de los libros “Pedagogía crítica, resistencia cultural y la producción del deseo”, Aique, 1993; y “Multiculturalismo revolucionario” Siglo XXI, 2000… proponemos reflexionar sobre las siguientes cuestiones en el marco de una pedagogía crítica: ¿De qué manera fuimos educados para entender nuestros cuerpos? ¿Somos capaces de visualizar procesos de encarnamiento en nuestros estudiantes? ¿Cómo repensar a los cuerpo/sujetos empíricos en la institución escolar? 33 Capítulo 2 ENSEÑANZA DEL CUERPO POSMODERNO PEDAGOGÍA CRÍTICA Y POLÍTICA DEL ENCARNAMIENTO Peter Mc Laren MOMENTO HISTÓRICO Aunque los educadores en Estados Unidos son testigos de una reaccionaria y fundamentalmente fatua defensa de retaguardia de las virtudes presuntamente trascendentes de la civilización occidental, de un salto neocorporativista sobre el nuevo Estado de Bienestar, y de lo que Jim Merod llama “violencia contrarrevolucionaria no culpable del Estado de Poder”, también están experimentando una nueva vitalidad en el campo de la teoría educativa. La hegemonía cultural/moral de los principales enfoques del currículum, de la pedagogía y de la epistemología se están agrietando-y en algunos casos resquebrajando- por el efecto de las nuevas estrategias posmodernas deconstructivas desarrolladas por la cultura depredadora. Las estrategias posmodernas (por ejemplo, la grafología derridiana y el análisis del discurso foucaultiano), extraídas en gran parte de la teoría liberal e influidas por el postestructuralismo continental, han problematizado sistemáticamente, por no decir desmantelado, la seguridad epistemológica y las trascendentes afirmaciones de la verdad que caracterizan las tendencias dominantes del discurso modernista. Basta con decir que existe una [crisis de representación] y una erosión continua y a veces vehemente de la con- fianza en las conceptualizaciones imperantes de lo que constituye el conocimiento y la verdad, y en sus formas pedagógicas de logro. Recordando la inflación conceptual del término [posmodernidad] y su pesada sobrecarga semántica- que ha llegado a designar un vasto conjunto de prácticas teóricas, artísticas y arquitectónicas- quiero señalar que utilizo el término en un sentido estrictamente delimitado. Aunque el posmodernismo entrelaza numerosos ámbitos de investigación, yo utilizo el término para referirme a la organización material y semiótica de la sociedad, principalmente en relación a lo que Stanley Aronowitz (1983) llamara cultura visual y homogeneización de la cultura (1981). Es decir , hago referencia a la tendencia actual hacia el significado desubstancializado o literario de lo visual], en la que los estudiantes parecen no poder penetrar más allá de la superficie de las cosas inflada por los mass-media, y rechazan conceptos como los de “sociedad”, “capitalismo” e “historia” que no son directamente perceptibles por los sentidos (Aronowitz 1983). Según Aronowitz, “en la segunda mitad del siglo XX, el grado con el que la cultura de masas ha colonizado el espacio social que toda persona tiene a su disposición para la lectura, la discusión y el pensamiento crítico, debe ser considerado como el principal acontecimiento de la historia social de nuestros días.”(pág 486). Nuestra cultura del los mass-media se ha convertido en una “zona de amortiguación” depredadora, en un “espacio paradójico” en el que los jóvenes viven una relación difícil, por no decir imposible, con el futuro (Grossberg, 1988 b:148). Los anteriores principios estructuradores de la identidad -familia, grupo de iguales, vida institucional- se sitúan ahora en un flujo vertiginoso. Situados como estamos en el crepúsculo de la modernidad, es cada vez más obvio que las viejas formas de producción y de consumo son abandonadas por un nuevo universo de comunicación que potencia el aspecto físico, lo superficial, lo externo, y la uniforma- 34 lización y comodificación de uno mismo. Cornel West indica que “el proceso de comunicación ha penetrado en las prácticas culturales que antes eran relativamente autónomas” (Stephanson, 1988b:274). El posmodernismo, en el momento actual, ha sido absorbido por la publicidad; la imagen- que ya no señala ninguna trascendencia extramundana ni ninguna externalidad física, sino que simplemente se refiere a sí misma – ha reemplazado ahora a la realidad disolviéndola en la realidad artificial de la imagen. Se trata de un mundo- una “teledemocracia”- “sintomático de la Norteamérica de Reagan en su incuestionable materialismo” (Kaplan 1987:30), un terreno que Ihab Hassan describe como poblado por “simulaciones en lugar de representaciones, intolerable tanto para los de derechas como para los de izquierdas, porque renuncia a la ficción de la verdad oculta, porque mina el ejercicio de poder¿Cómo se castigan o se premian las simulaciones del crimen o de la virtud?“ (1987:228). Dick Hebdige ofrece una descripción similar de la cultura posmoderna diciendo que es “una inversión paródica del materialismo histórico (en el que) el modelo precede y genera algo que parece real” (1986:84). La historia se reconoce sólo superficialmente y como la verdad inmutable del pasado, como la narrativa temporal que estructura nuestra inconsciencia política y que es reemplazada por la tiranía del signo (Lash y Urry 1987:292). El seductivo poder simbólico de los bienes ha generado signos en lugar de productos, y se ha convertido en el principal foco del consumo capitalista tardío (pág 288). La representación posmoderna en los mass-media causa el efecto de transportar el significado mediante la circulación de signos, de producir en serie una hemorragia apocalíptica de significantes, abultada con significados prestados o alquilados, todos intercambiables, todos sangrantes unos en otros con tanta intensidad que cualquier distinción entre ellos es casi imposible. Es este aspecto fragmentado y azaroso de la cultura posmoderna el que hace que Hassan afirme que “el mensaje ya no existe; sólo los mass-media se imponen a sí mismos como pura circulación” (1987:221). El sujeto posmoderno se ve reducido en este proceso a un órgano semiótico, aferrado a la panza de la sociedad de consumo. Esto no está muy lejos de los planteamientos de Fredric Jameson, que concibe el posmodernismo como “un síntoma alarmante y patológico de una sociedad que se ha vuelto incapaz de tratar con el tiempo y con la historia” (1982:117). El tiempo se ha vuelto tan discontinuo y tan inestable que el presente y el futuro aparecen juntos como imágenes en una pantalla. Las ondas pulsantes de la pantalla de TV se convierten en el terreno cambiante y peligroso sobre el que formamos nuestros juicios y decisiones, los cuales forjan nuestra visión común, un terreno en el que el deseo es infantilizado, separado del significado y mantenido en un equilibrio narcisista. La cultura posmoderna, al colocar al sujeto en el significado superficial de la imagen y al hacer que nuestras subjetividades sean tan manejables, contribuye inconscientemente al fallecimiento y despolitización del sujeto histórico – succionando literalmente su capacidad crítica y rellenando después la maltrecha cáscara con deseos de consumo-. El sujeto, víctima de la esclavitud petrificada de la cultura depredadora, es incapaz de mirar hacia el pasado o hacia el futuro para asegurarse a sí mismo en una identidad unificada, pero él mismo se convierte en un espacio de lucha en la arena del presente. Como Lawrence Grossberg explica, “este sujeto poshumanista”… es continuamente rehecho y remodelado como un conjunto de relaciones móvilmente situadas en un contexto fluido…luchando por ganar un espacio para él mismo en su situación local” (1986a:72). La condición posmoderna actual no sólo ha sido testigo del fracturamiento del sujeto soberano -que es, después de todo, un producto mítico de la racionalidad ilustrada-, son también de su construcción como un elemento des- 35 centrado. Francis Barker explica que el cuerpo moderno, habiendo sido separado de su previa carnalidad inmediata mediante representaciones textuales, se ha vuelto suplementario a la comunicación escrita. De hecho, el deseo y el significado están siendo separados a medida que el cuerpo moderno se vuelve más “inconsciente…confinado, ignorado y expulsado del discurso” (1984:63). Con estos últimos desarrollos, la existencia se ve reducida cada vez más a una forma de “saciedad de acontecimientos” que, adoptando la frase de Klaus R. Scherpe, refleja “que el sujeto se vuelve incapaz de sentir dolor, un estado caracterizado por la ausencia de dolor, en el que la capacidad de resistencia del individuo abandona su última línea de defensa” (1986/1987:124). Incluso el cuerpo, en el tormento de su agonía de muerte, es estetizado despiadadamente en varias formas de representación discursiva (testigo del creciente número de documentales sobre gente que muere de enfermedades como el cáncer y el SIDA, y de imágenes de niños que mueren emitidas en pro de las organizaciones benéficas). El peligro real que afronta la política de significación en la coyuntura histórica del presente es la disminución de los poderes del cuerpo “a medida que los signos sobrepasan al cuerpo…[escapando]… a su control sensual, separándose a sí mismos del mundo material y dominando lo que se supone que han de servir” (Eagleton 1986:97-98). En la ignorancia regulada de la actual lógica de la comodidad, que está inexorablemente atada a la motivación del provecho, los códigos de la significación y la comodidad aceptan una equivalencia general; es decir, como nos ha mostrado Baudillard, ahora se ha establecido una ecuación abstracta en la que todos los significados se consideran iguales. Pero aunque no todos los significados se crean igual y, evidentemente, no tienen efectos iguales, ahora se consumen como si lo fuesen. La libre circulación del sistema de comodidad ancla el nuevo régimen de terror del mundo posmoderno. Nues- tros cuerpos ahora son regulados por una economía fascista de signos, precisamente porque ahora están completamente separados del servicio del cuerpo. En este proceso el cuerpo se ha visto reducido a un signo de sí mismo-.el cuerpo es ahora otra idea que la lógica de la comodidad puede aterrorizar. En el mundo posmoderno de fácil reproducción de signos y circulación sin límites de los mismos, se nos presenta la vida como una serie continua de saltos a diferentes representaciones que tienen el mismo significado. LA POLÍTICA DEL POSMODERNISMO El dilema ético que ha aparecido como resultado de esta crisis ha generado un vacío ideológico perfecto para la ascendencia de un régimen de la verdad neoconservador. Se trata de un régimen que muestra una persistente tendencia a instrumentalizar el conocimiento, a despojarlo de toda afirmación socialmente emancipatoria, y a evaluarlo en términos de su utilidad inmediata en el marcado capitalista y de su eficacia en la transmisión de una lectura de la cultura occidental que privilegia al “hombre blanco” (Mc Laren y Dantley 1990). El conjunto de problemas que la posmodernidad ha puesto en escena quedan resumidos en la cuestión planteada por Andrew Ross: “¿En interés de quién, exactamente, se declara el abandono de los universales?” (1988:xiv, cursiva en el original). Los teóricos sociales de la izquierda no pueden negar su responsabilidad en el aumento del nuevo cierre cultural, político y moral que plaga actualmente los Estados Unidos. Inconscientemente han contribuido en este proceso, no avanzando un criptopositivismo, sino convirtiendo la teoría social posmoderna en un lenguaje totalizante en sí mismo. En este sentido, Lawrence Grossberg apunta con acierto: Las descripciones ofrecidas por los posmodernistas deben ser situadas en los amplios campos social y cultural de la vida cotidiana y en las luchas de poder, dominación, subordinación y resis- 36 tencia que se dan dentro de ellos. Además se debe combatir la tendencia posmodernista de totalizar sus propias descripciones, de pasar de una descripción de una estructura determinante a la identificación de aquel nivel con la totalidad de nuestras realidades vividas e históricas. (1988b: 147) Los teóricos sociales que escriben sobre la posmodernidad a menudo han eludido las contradicciones que se dan en las experiencias vividas de la gente que pertenece a diferentes fracciones de clase y que están situadas asimétricamente en la sociedad en términos de raza, clase, género. De hecho, el potencial hegemónico de las formas de teorización posmoderna ha conducido a Hassan a afirmar que “los términos de nuestro discurso social, su silencio, sus metáforas constitutivas, pueden necesitar ahora una reinvención” (1987:227). Se trata de un sentimiento compartido también por Bárbara Christian, que desacredita el nuevo discurso literario crítico por ser “tan hegemónico como el mundo que ataca” (1987:55). El discurso totalizante que prevalece en el capitalismo tardío suele ser una condición previa para la subjetividad alienada, ya que dicho lenguaje devalúa la experiencia y la diferencia individual como una forma de construir modalidades resistentes de subjetividad (Schulte-Sasse 1986/1987). Exceptuando unos pocos gestos dialécticos de lo contrario, la mayoría de los teóricos educativos de la izquierda han desplazado la política de la lucha por los grupos desposeídos y su “nihilismo andante”, hacia un estrecho compromiso radical con el tema. Este compromiso es fácilmente separable de lo que West llama la “realidad que uno puede no conocer” (Stephanson 1988b:277, cursiva en el original), y que describe como “los extremos desiguales de lo real, de la necesidad, no poder comer, no tener refugio, no tener atención sanitaria, todo esto es algo que uno puede no conocer”(pág 287) Los teóricos sociales de la izquierda no han sido capaces de señalar puntos de resistencia, contradiscursos, contraidentificaciones, y contraprácticas en las líneas de fuerza existentes, lo que Teresa De Lauretis llama “los puntos ciegos o el espacio fuera de….representaciones…espacios en los márgenes de los discursos hegemónicos, espacios sociales grabados en los intersticios de las instituciones y en las grietas y desconchados de los aparatos del poder y el conocimiento” (1987:24). Tampoco han sido capaces de retar la idea del sujeto desintegrado que aparece en las teorías de Jean Baudillard (1983) y de sus discípulos y hagiógrafos, y que también aterroriza a algunas versiones de las teorías postestructuralistas y del antiesencialismo feminista. Nos orientamos hacia la izquierda con teorías de cuerpos sin órganos, sombras de cuerpos que son meras ficciones discursivas, o cuerpos fracturados compuestos por nexos de solidaridad a lo largo de una cadena significativa. Raramente descubrimos cuerpos/sujetos que sangran, que sufren, que sienten dolor, que poseen una capacidad crítica para adoptar elecciones políticas, y que tienen el coraje moral de cargar con dichas elecciones. Bajo estas condiciones, la nueva derecha ha encontrado poca oposición en su inundación de la arena pública con una serie de discursos autoritarios aparentemente imparables que no han tenido muchos problemas para colonizar el vacío moral dejado por el desmantelamiento deconstructivo del proyecto de la Ilustración. EL CUERPO POSMODERNO: EL ENCARNAMIENTO DE LA SUBJETIVIDAD Hay una cierta estupidez primordial del cuerpo, una extraña inertidad y pasividad, algo que se auotoofrece libremente a todas las categorías de pensamiento y de representación, que les permite invertir y pasar a través de ese algo, como si siempre les evadiese sin esfuerzo. (Steven Shaviro, pág 207) Los cuerpos como lugares de enunciación y de inscripción cultural, nunca son 37 “espacios libres”. No pueden ser reducidos a procesos biológicos o a explicaciones médicas; tampoco pueden concebirse como producciones discursivas, como aquellas que en los últimos años han sido modernamente articuladas por los teóricos posmodernos burgueses, para los que la misma teoría se ha convertido en una suerte de sambenito. Los cuerpos no son espacios aislados, monádicos y fuera de lugar, sino que son el resultado de tradiciones intelectuales y de la forma como dichas tradiciones nos han disciplinado para entenderlas; los cuerpos tienen una fuerte implicación en la construcción de las metáforas a través de las que se construyen las tradiciones. Por lo tanto, no podemos pasar por alto los cuerpos. Porque aunque esto sea evidente, la institución educativa ha tenido un clamoroso éxito en ignorar el cuerpo tanto en la teorización de la práctica educativa como en la práctica de las teorías educativas. El cuerpo puede ser codificado como un símbolo virtual en los jeroglíficos de la esperanza (por ej: el cuerpo sacrificado de Cristo) o constituido en los signos refractados del intercambio físico, como cuando la tensa fuerza de la porra de un policía actúa jurídicamente para partir en dos el cráneo humano en un repentino arco disciplinario. El cuerpo es el punto centralel point d’appui- en la reiniciación dialéctica del significado y del deseo. Como sujetos/cuerpo, no simplemente consumimos conocimiento cultural, sino que somos consumidos por él. En el capítulo 1 he descrito este proceso y lo he llamado encarnamiento. La descripción reclama más elaboración. Por encarnamiento entiendo la relación mutuamente constitutiva de la estructura social y el deseo, es decir, la relación dialéctica entre la organización material de la interioridad y los modos culturales de materialidad que subjetivamente integramos. La idea consiste en que los sueños no son sólo sobre la carne, como Freud nos quería hacer creer, sino que la carne también sueña. [el encarnamiento] implica la entextualización del deseo y el encuerpamiento de las formas textuales. (Mc Laren 1994:273-274) Las escuelas, las prisiones y otros lugares de trabajo de las naciones capitalistas avanzadas funcionan (en gran parte tácitamente) como lugares principales de encarnamiento mediante los regímenes reguladores de significación, gramáticas mayoritarias, y prácticas sociales y culturales –lugares que son capaces de producir un cuerpo /sujeto “occidental” totalmente asimilado, una identidad de grupo desarrollista y orientalista que conspira para contener los impulsos socialistas en su construcción de una subjetividad protofascista una presencia autoritaria irreprimible que puede acomodar a la sociedad global postutópica en ruinas. Quiero manifestarme en contra de algunos aspectos de la modalidad baudrillardiana de la teoría posmoderna, y a favor del cuerpo como un lugar de resistencia a la prevaleciente hegemonía cultural y moral, y extraer algunas de las implicaciones que esto puede tener para la pedagogía crítica. “Cuerpo” es un término promiscuo que puede ser entendido, a botepronto, como almacén de impulsos instintivos arcaicos, como una caldera hirviente de impulsos libidinales, como una economía falocéntrica que declara la guerra a las mujeres, como un trozo de algo perecedero, o como una ficción de discurso. En esta situación yo me referiré al cuerpo como un “cuerpo/sujeto”, es decir, como un terreno de la carne en el que se inscribe, se construye y se reconstruye el significado. Desde esta perspectiva el cuerpo es concebido como el cara a cara entre individuo y sociedad, como la personificación o la “encarnación” de la subjetividad que también refleja la sedimentación ideológica de la estructura social inscrita dentro de ella. Además el cuerpo, como una forma de intencionalidad inscrita socialmente, no constituye un texto sino varios modos de intertextualidadmás adelante me referiré a ello como “modos de subjetividad”-. 38 LA DEMONIZACIÓN DEL REFERENTE EMPÍRICO Aquí debo exponer mis dudas con respecto a la tendencia baudillardiana de disolver el sujeto casi completamente en el texto de los mass-media y en relación a la tendencia de otros críticos de la modernidad a convertir el mundo empírico en complejas líneas de discurso. Ambas posiciones son cómplices en la desvitalización y en la desconcienciación del cuerpo, y en su reductiva cancelación; además, despojan solemnemente a los cuerpos de la intencionalidad y la voluntad, así como de su capacidad para resistir a los sistemas de imagen que ayudan a dar forma a sus conciencias subjetivas. Se trata de una postura que malversa el cuerpo vivido como un referente material para la construcción de formas subjetivas de oposición, prácticas materiales, y formaciones culturales -lo que llamo “zonas de emancipación”-. En efecto, la cultura posmoderna ha puesto el cuerpo bajo custodia y ahí éste ha sido liquidado por el flujo de signos. Es como si la carne se hubiese vuelto insensible para evitar así el impronunciable terror de su propia existencia. Como Alan Megill anuncia: Es demasiado fácil la negación o incluso el olvido de una realidad histórica y natural que no debería ser ni negada ni olvidada…Si uno adopta, en un modo despreocupado y unilateral, las perspectiva de que todo es discurso, o texto o ficción, está trivializando la realia. Así, las personas reales que murieron realmente en las cámaras de gas de Auschwitz o de Treblinka se convierten en un decir. (1985:345) También aquí nos encontramos ante la posmoderna “pérdida de afecto” que se da cuando el lenguaje intenta “capturar la inefable” experiencia del otro (Yudice 1988:225). También se da el peligro de textualizar el género, de denegar la especificidad sexual, o de considerar la diferencia como una mera categoría formal en lugar de reconocer que tienen una existencia empírica e histórica: problemas que Teresa De Lauretis (1987:25) ha descubierto en los trabajos de Deleuze, Foucault, Lyotard, y Derrida. Los avisos anunciados por Megill y De Lauretis dan gran relevancia al hecho de que no podemos -y no debemosescapar del referente empírico. Como Charles Levin señala, el cuerpo es inescapable y no puede ser postergado o abandonado en una cadena de referencia, ni dividido en significante y significado; no podemos capturar la realidad del cuerpo en términos de diferencia, indeterminación, o constitución ideológica del sujeto (Levin 1987:108). Levin escribe que “el cuerpo es el símbolo; y mientras la relación entre lo que constituye significado y el funcionamiento del cuerpo se pueda separar y colocar en los discretos marcadores de la secuencia temporal, su actualidad nunca la agotará ésta o cualquier otra variación del significado lingüístico” (pág 108). Terry Eagleton hace una indicación similar cuando sugiere que mientras el discurso funciona para ampliar e intensificar el cuerpo, éste no puede nunca estar totalmente presente en el discurso. Eagleton añade: “Es una parte de la verdadera naturaleza de un signo que “absenta” su referente. El símbolo, como Jacques Lacan ha indicado, es la muerte del objeto. En el lenguaje tratamos con el mundo a nivel de significación, pero no con los objetos materiales en sí mismos.”(1986:97). Es importante reconocer la relación existente entre significado lingüístico y cuerpos “reales”, una relación que Silverman ha explicado como sigue: No sólo la relación del sujeto con su cuerpo es vivida a través de la mediación del discurso sino que el propio cuerpo es coaccionado y moldeado tanto por la representación como por la significación. Los cuerpos discusivos se apoyan en y moldean los cuerpos reales en formas complejas y múltiples, de las que el género es sólo una consecuencia. Incluso si pudiéramos arrancar el velo discursivo que separa el sujeto de su cuerpo “real”, ese mismo cuerpo llevaría el inconfundible sello de la cultura. Consecuentemente, no hay posibilidad ni tan sólo de recuperar 39 un “auténtico” cuerpo femenino, ni dentro ni fuera del lenguaje. (Silverman 1988:146) Silverman reconoce que las formas en que el cuerpo está “marcado e inscrito” tienen importantes implicaciones para la subjetividad. Por supuesto, lo que interesa aquí es reconocer y reorientar las condiciones discursivas bajo las cuales las mujeres, las minorías y otros grupos son demonizados por las relaciones patriarcales y sociales del capital, de manera que su presencia como sujetos raciales, culturales y con un género es eliminada de los archivos y de las actuales narrativas de la historia. Así, los cuerpos son siempre artefactos culturales incluso antes de que sean discursivamente moldeados. Dado que no podemos tener cuerpos nuevos sin desocializar los viejos, se hace necesario que proporcionemos la base mediadora para una corporeidad reencarnada. Esto significa crear conocimientos encarnados que nos ayuden a refigurar las directrices de nuestros deseos y dibujen el camino hacia nuestras necesidades colectivas fuera y más allá de las sofocadoras limitaciones del capital y del patriarcado. Puede ser que este conocimiento no se conozca previamente de forma objetiva, sino sólo desde la posición del sujeto o de una perspectiva que siempre es parcial (Haraway 1988:585). Esto significa que, si queremos observar críticamente desde esas posiciones, no podemos actuar en y sobre el mundo como otros (Haraway 1988; Giroux 1988a). Pero podemos articular una visión y una praxis para liberar los contextos y recolocar los significados inscritos en el cuerpo/sujeto. Haraway defiende una política y una epistemología de la ubicación, la posición y la situación en la que las afirmaciones de conocimiento racional se basan en lo parcial y no en lo universal, lo que Haraway llama (pág 589) “la visión desde el cuerpo, siempre un complejo, contradictorio, estructurante y estructurado cuerpo, versus la visión desde arriba, desde ninguna parte, desde la simplicidad”. Es importante reconocer que la autora se refiere con ello al hecho de realizar el trabajo crítico en un “espacio social de género no homogéneo” (¿Se puede definir mejor el aula que de esta manera?), y que para descodificar los discursos conflictivos que operan en dicho espacio –o para liberar dicho espacio- debemos seguir a Haraway (pág 589) en la búsqueda de un enfoque que “siempre es interpretativo, crítico y parcial… una base para la conversación, la racionalidad y la objetividad-que es sensible al poder- y no una “conversación” pluralista. Esto es a lo que ella denomina “la unión de visiones parciales y de voces titubeantes en una postura subjetiva colectiva”. Lo que esto implica para los educadores críticos es la aparición de una sensibilidad hacia la intervención de los cuerpos generativos de los sujetos (estudiantes). Los estudiantes como cuerpos/sujetos no son recursos biológicos pasivos a colocar y manipular por los últimos avances en tecnología del comportamiento, o desde una postura subjetiva de certeza moral que ejerza una cerrazón autoritaria sobre las habilidades de los estudiantes para generar significados, en el nombre de un patriarcado trascendente o de un discurso imperial. LA POLÍTICA DEL ENCARNAMIENTO El cuerpo tiene poco peso epistemológico, tanto como foco de teorización cuanto como parte de una estrategia pedagógica. El psicólogo Howard Gardner conceptualiza el conocimiento corporal “como un discreto dominio proveniente de la lingüística, la lógica y otras de las llamadas formas elevadas de inteligencia” (1985:13). Principalmente como legado del pensamiento cartesiano occidental, dicha inteligencia cinestésico-corporal ha sido percibida como “menos privilegiada, menos especial que aquellas rutinas de resolución de problemas llevadas a cabo mediante el uso del lenguaje, la lógica u otros sistemas simbólicos relativamente abstractos”(pág 208). Otras culturas no establecen esa marcada distinción entre lo activo y lo reflexivo. Así J. L. 40 Hanna escribe que “de todos los posibles medios de comunicación, el cuerpo es el menos desvinculado de nuestras asociaciones de la experiencia personal” (1983:7) Brian Fay argumenta que el aprendizaje no es un simple proceso cognitivo, sino también un proceso somático en el que la “opresión deja sus huellas no sólo en las mentes de las personas, sino también en sus músculos y sus esqueletos” (1987:146). Es decir, la ideología no se percibe sólo a través de las mediaciones discursivas del orden sociocultural, sino a través de las mediaciones del encarnamiento de relaciones de poder desiguales; esto se manifiesta intercorporalmente mediante la actualización de la carne y se incrusta en la experiencia encarnada. Fay lo describe como “transmitir elementos de una cultura a sus nuevos miembros penetrando sus cuerpos directamente sin pasar a través del medium de sus mentes” (pág 148). Ello se asemeja al concepto de Jacques Attali de “autovigilancia” que, en palabras de Fredric Jameson, “marca la penetración de la tecnología de la información en el cuerpo y en la psique” (1987: xiii). Si consideramos el planteamiento de Fay, es importante reconocer la penetración esencialmente no discursiva de la carne mediante el posicionamiento físico, las posturas reforzadas y el tatuaje cultural del cuerpo, el espacio de la escuela y sus códigos de vestimenta. En este sentido la cultura se inscribe tanto en el cuerpo como sobre él, mediante la extensión de la vestimenta del cuerpo en función de la lógica mercantil de la industria de la moda (lo cual no es precisamente un tema irrelevante en la cultura de la juventud, en la que las chaquetas de piel se convierten en un estilo de vestir, evocando la era de “hijos de Yale” de ensueño patriótico: los flyboys con chamarra y pañuelo de seda y los pilotos aventureros nos han emancipado del impresionante yugo de yuppy de los años ochenta) y por la inscripción en los sistemas muscular y óseo de determinadas posturas, modos de andar o “estilos de la carne”. Éste es nuestro conocimiento corporal, la me- moria que nuestro cuerpo tiene sobre cómo se deben mover nuestros músculos, cómo se deben balancear nuestros brazos y sobre cómo deben andar nuestras piernas. Es la forma de ser en nuestros cuerpos. La producción material que habitamos subjetivamente se da no sólo a nivel de la materialidad de la carne, sino también mediante la encarnación corporal de símbolos y metáforas en la carne y la desencarnación de ideas a nivel de formas culturales y estructuras sociales. Es decir, el cuerpo incorpora y genera ideas. Por supuesto, este proceso es dialéctico. Cabe señalar aquí que las palabras y los símbolos son fisionómicos y también una parte tanto de nuestros cuerpos como de nuestra carne. Esto significa que el lenguaje no es un modo de comunicación desencarnado, sino que constituye lo que Denys Turner llama “una intensificación de los poderes corporales” (1983:17), así como una extensión de dichos poderes. Nuestros cuerpos, al ser insertados en el poder abstracto del lenguaje, se intensifican y se extienden. Así, las ideas tienen una “materialidad social” (pág 182); son encarnadas en ideologías y en formas de subjetividades históricas y culturales. Aquí el encarnamiento se puede concebir como el aspecto mutuamente constitutivo (envolvimiento) del deseo y la estructura social. Los discursos ni se asientan en la superficie de la carne ni flotan en el éter amorfo de la mente, sino que están envueltos en las verdaderas estructuras de nuestro deseo, puesto que el propio deseo se forma por las reglas históricas anónimas el discurso. En este sentido el sujeto/cuerpo se convierte tanto en medio como en resultado de la formación subjetiva. El encarnamiento, como yo lo concibo, se refiere no sólo a la inserción del sujeto en el orden simbólico preexistente y preconstituido (lo que Silverman llama “interioridad discursiva” 1988:149), sino también a una inversión en la parte del sujeto que Grossberg (1986b) llama “afecto”. La inversión afectiva se da durante la inserción del sujeto en, o en el compromiso con, varios campos de 41 discurso. Ser encarnado no es sólo apropiarse de símbolos, sino también identificarse con el símbolo del que uno se apropia; es decir, consiste en identificarse uno mismo con el propio símbolo, y también alcanzar una correspondencia entre la posición del sujeto proporcionada por el discurso y el sujeto. En otras palabras, consiste en errar la autoría de dicha posición en las reglas históricas anónimas que lo han constituido. Además, es reprimir u olvidar las contradicciones entre el cuerpo/sujeto y la postura discursiva o las múltiples posturas que ha adoptado. Identificarse sin problemas con el símbolo que se ha apropiado o con las posturas subjetivas disponibles en un ámbito de discusión, significa estar en condición de encarnamiento. La resistencia como forma de encarnamiento aún se puede tener en cuenta, en este caso, no por la aleatoriedad del significante o por el excedente del significado (polisemia) implicada en todo símbolo, sino por lo que Colin Mc Cabe (1986:214) denomina “el cuerpo y la imposibilidad de que se agote en sus representaciones…el posicionamiento específico del cuerpo en las practicas económicas, políticas e ideológicas.” Lo que he descrito como encarnamiento se asemeja al proceso que De Certeau (1984) llama “intextuación” o la transformación de los cuerpos en significantes del estado de poder y de la ley. Las escuelas se convierten en lugares de encarnamiento en el sentido de que sirven de arenas discursivas en las que las normas de poder social basado en la clase y el género son intextualizadas en el cuerpo del estudiante, reflejando el amplio cuerpo político de la sociedad en su totalidad (véase Fiske 1989). Se debería recordar que el poder no es simplemente opresivo sino que funciona relacionalmente; la escuela potencia una combinación de relaciones de poder- una determinada “potenciación de prácticas y técnicas” que Michel Feher llama “régimen político del cuerpo” (1987:160)-. El cuerpo, así, se convierte en el objeto de poder- “el realizador de las relaciones de poder”- y en la resistencia al poder. El ejercicio del poder y la resistencia al mismo no se da fuera del cuerpo, sino que opera en forma de tensión dentro de uno mismo (pág 161). La cuestión de disciplinar el cuerpo se convierte en una cuestión ética: “”¿Para qué usamos nuestros cuerpos?”,”¿qué pueden percibir y hacer nuestros cuerpos?”, “¿en nombre de qué se disciplinan y modelan las actividades corporales?”, “¿cuáles son las finalidades de esas prácticas éticas centradas en el automodelado del cuerpo?”. En las cuatro preguntas de Feher (págs. 162-163) vemos la importancia de conceptualizar el cuerpo no como un lugar para la reconciliación de las luchas conscientes e inconscientes, sino como una serie de técnicas y montajes históricamente específicos. Ian Hunter indica, después de Marcell Mauss, que el cuerpo es “el instrumento y el objeto de su propia elaboración…de su propio manufacturado” (1993:117) El problema de las escuelas no radica en que ignoren los cuerpos, sus placeres, ni el sufrimiento de la carne (aunque se admite que ello es parte del problema), sino en que infravaloran el lenguaje y la representación como factores constitutivos en la formación del cuerpo/sujeto como el creador del significado, la historia, la raza y el género. Nosotros no existimos simplemente como cuerpos; tenemos cuerpos -no sólo porque hayamos nacido dentro de ellos sino porque aprendemos nuestros cuerpos, es decir, porque somos enseñados a pensar sobre ellos y a experimentarlos-. Y de modo similar, nuestros cuerpos nos inventan a través de los discursos que encarnan (Turner 1984). No somos sólo cuerpos femeninos o cuerpos masculinos, sino también cuerpos afroamericanos, cuerpos blancos, cuerpos chicanos, cuerpos judíos, cuerpos mexicanos, etc. Muchos de los que escribimos dentro de la tradición crítica y bajo el signo de la liberación hemos intentado dirigir la importancia de reproblematizar radicalmente al sujeto de su monocentrismo soberano hacia un sujeto que tiene historia, raza, clase y género (Giroux 42 1988). Hemos indicado repetidamente que las consecuencias de excluir las voces de las mujeres, las minorías, los gays y las lesbianas, y “asignarlo al otro” u “ocultarlos” en el campo discursivo de nuestras pedagogías o en la especificidad de nuestras prácticas pedagógicas conlleva efectos políticos y morales graves. Como Giroux (1988) ha manifestado en su discusión de la voz, no todos los discursos tienen igual peso y legitimidad en el aula, y la pedagogía crítica libera sólo si detecta palpablemente los intereses patriarcales y basados en la clase y en la raza que nutren todas las formas de pedagogía, incluyendo aquellas que afirman ser críticas. Quisiera añadir aquí que debemos procurar no textualizar las voces marginadas colocando un límite fijo en la finalidad o en el sentido de su representación; tampoco debemos establecer una ecuación falsa entre las varias expresiones de dolor o en las formas de resistencia que muestran la especificidad de la opresión de los afroamericanos, latinos, mujeres blancas, mujeres afroamericanas, etc. Necesitamos construir en nuestras aulas aquellos espacios culturales para la constitución de la diferencia que prueban los límites de los regímenes de discurso existentes, incluyendo el nuestro propio. Como escribe Carolyn Porter (1988:78) “Lo que no necesitamos es un criticismo que reasigne al otro aquellas voces que estaban y están marginadas y debilitadas por estos discursos dominantes”. En cambio, necesitamos encontrar caminos para intervenir en la cultura dominante y en las formaciones políticas de manera que podamos prestar atención a la diferencia, mientras compartimos un “ethos común” de solidaridad, lucha y liberación. De esta forma, las diferentes manifestaciones de la pedagogía crítica pueden mostrar la especificidad de la opresión de la raza, de la clase y del género, y la differentia specifica de varios grupos de proyectos, a la vez que construyen nuevos espacios de posibilidad, justicia social y libertad humana. El reto es entender cómo, en la realidad virtual de la subjetividad encarnada en esta épo- ca de cultura depredadora, nuestra carne recuerda, entender cómo ésta crea la historia e historiza el acto de la creación, cómo la carne se convierte en fobia, cómo la memoria abcesa y cómo la acción genera miedo. MODALIDADES DE DESEO, MODALIDADES DE PRODUCCIÓN Y MODALIDADES DE SUBJETIVIDAD Considero que la constitución del cuerpo/sujeto ha de ser contemplada como un proceso complejo que incluye la producción de la subjetividad a partir de varias prácticas sociales y materiales. En concreto se trata de la relación que se obtiene entre modalidades de deseo, modalidades de producción y modalidades de subjetividad (Turner 1984). El término “modalidades de deseo” hace referencia a las diferentes formas en que el deseo se construye socialmente. Específicamente se refiere al hecho de que no nos podemos despegar de la carne para acceder sin trabas a determinados deseos instintivos irreductibles: los fines del deseo se hallan siempre en una lucha perpetua. A diferencia de la concepción platónica, esta concepción del deseo nunca es completamente libre, pero es vivida en formas históricas y culturales específicas y es mediatizada por deseos de y para el otro. Como indica John Brenkman, Las formas actuales en las que la dialéctica del deseo es jugada y vivida son históricas. Estas formas permitirán o impedirán la intervención de satisfacciones y reconocimientos en formas específicas que deben, a su vez, hacer referencia a un marco institucional de sociedad que organiza la satisfacción del deseo humano a través del deseo de otros. (1985:189) Según Jacques Lacan, las necesidades son biológicas, y el deseo es el principio activo de los procesos físicos que se hallan tanto antes como después de la demanda (Sarup 1989:153). Por ello, se puede decir que el deseo trasciende a la demanda porque en esencia en- 43 mascara o encubre una absoluta ausencia o un deseo inconsciente de reconocimiento por parte del otro. Madan Sarup (1989:154) expresa la concepción de Lacan sobre el deseo como “el deseo por el deseo”. Un deseo es lo que no puede ser especificado por la demanda, ya que “el significado de la demanda no es intrínseco pero es parcialmente determinado por la respuesta del otro a la demanda” (pág 24). Según Lacan, las demandas cancelan la necesidad, pero entonces la necesidad reemerge en el otro lado del deseo. Como indica Sarup cuando resume el planteamiento de Lacan: “el deseo proviene de la ausencia de satisfacción y nos empuja hacia otra demanda”. Deleuze y Guattari plantean la idea de que dicha “ausencia” no debe ser vista como el prerrequisito universal del deseo sino como una construcción social en una configuración histórica concreta (1983:25). Los objetos del deseo no son moldeados en un laboratorio libre de valores o en una esfera homogénea, sino por las a menudo conflictivas formas culturales y sociales en las que se da la acción de desear. Como afirman Deleuze y Guattari, el deseo no invierte directamente el campo social de manera que lo hace inmune a la mediación. Debemos evitar ver el deseo como una forma de vitalismo producida por la voluntad en combinación con la testosterona o el anhelo de la felicidad preedípica, ya que ésta es la forma más segura de caer en un esencialismo ingenuo, en un reduccionismo biológico o en alguna forma de naturalismo (Holland 1988: 405-416). Ernst Bloch (1986) concibió el deseo como una forma de sueño, de búsqueda de algo más allá de nosotros mismos; rechazó las explicaciones freudianas de las motivaciones y los móviles indicando con acierto que estaban saturadas de asunciones burguesas. Según Bloch, la concepción que Freud planteó sobre el deseo tiende a desencarnar, a sacar del cuerpo, los impulsos humanos e ignora sus aspectos socioeconómicos y su mutabilidad histórica (Geoghegan 1987:87-97). El capitalismo engendra una dialéctica del deseo socialmente construida -una economía libidinal de tipos o clases- en la que se moviliza la fantasía para buscar un sustituto de la “ausencia”, es decir, para descubrir un objeto material que sustituya el objeto mítico que nos falta “en realidad” y que sentimos que necesitamos para completar nuestra subjetividad (una noción que tiene sus antecedentes en el mundo de Jean –Francois Lyotard). Es importante reconocer que las formas del deseo están relacionadas históricamente y discursivamente con “modalidades de producción” y “modalidades de subjetividad” específicas. El deseo no puede ser entendido como una fuerza presocial o biológica. El deseo y sus determinaciones sociales, sus objetos culturales del deseo, no pueden ser considerados separadamente, sino que deben ser concebidos como mutuamente constitutivos. Paralelamente, los deseos que los estudiantes expresan en las escuelas no pueden ser entendidos sin considerar la forma en que han sido institucionalizados y socialmente legitimados, o sin atender a sus fines ni a sus propósitos -tanto inmediatos como a largo plazopor los que han sido elaborados en relación con los discursos educativos establecidos y con las economías del poder y del privilegio imperantes en el conjunto de la sociedad. Bryan Turner indica que cada modalidad de producción tiene una modalidad de deseo y que las relaciones sociales de la producción material estructuran relaciones -o modalidades- concretas de deseo (1984:13). Esto conduce a afirmar que el deseo siempre es movilizado por la contingencia de lo social y sus circuitos particulares de poder que suelen estar atados a los requisitos económicos de las modalidades dominantes de producción material y cultural. En el capitalismo, por ejemplo, las modalidades del deseo están vinculadas a la producción de excedentes laborales y a los procesos del consumo. En este contexto, las necesidades de consumo en una cultura depredadora a menudo son superimpuestos sobre los deseos del cuerpo de manera que “las intenciones del sujeto de satisfacer el cuerpo deben 44 desviarse a través de valores de intercambio; la respuesta a las demandas del cuerpo es postergada, para la visible finalidad del trabajo que es el sueldo” (Brenkman 1985: 182). MODALIDADES DE SUBJETIVIDAD Utilizo el término “modalidades de subjetividad” para referirme a la forma en que la cultura posmoderna ha penetrado en la naturaleza constitutiva de nuestras subjetividades. Jochen Schulte-Sasse (1987/1988) lo denomina una organización lógica de sentimientos que está más allá del control del conocimiento de los sujetos. Es una forma de “rearmamiento psicológico” que está semióticamente organizado y que se basa en la “colonización posindustrial de la identidad” y en una “organización ideológica de superegos” que se han desarrollado ampliamente a partir de las nuevas modalidades narrativas no lineales posmodernas (1987/1988:127). Con el término modalidades de subjetividad también me refiero al hecho de que el capitalismo moderno tiende a fomentar modalidades de deseo que contribuyen a lo que David Michael Levin llama “una reducción de los seres humanos a los estados duales de egos privatizados subjetivados, subyugados, objetos “ingenieriables”” (1987:486). En la cultura posmoderna hemos sido testigos de la erosión de los procesos simbólicos que generan el cuerpo y la visión común. Esta erosión de las modalidades comunes de subjetividad ha creado patologías condicionadas por la duplicitada desterritorialización del cuerpo bajo las modalidades capitalistas de producción- lo que Levin ha llamado “patologías de la voluntad históricamente condicionadas”-. El autor indica que “las patologías que hoy vemos los desórdenes narcisistas del carácter, las esquizofrenias y las depresionesson patologías distintivas de una sociedad y de una cultura en la que la suerte de uno mismo ha sido atada al creciente deseo nihilístico de poder del ego” (1987: 486). Grossberg adopta planeamientos similares sobre el tema cuando afirma que “la posmodernidad exige que se viva esquizofrénicamente, intentando, por un lado vivir… el significado heredado y, por otro lado, reconociendo la incapacidad de dichos significados para responder a las propias experiencias afectivas” (1988b:148) No me estoy limitando simplemente a equiparar las modalidades de subjetividad con patologías de la voluntad producidas por modalidades concretas del deseo del consumidor. También pretendo llamar la atención sobre las tecnologías morales que contribuyen en la construcción de estas modalidades de producción y de deseo. Por ejemplo, las tecnologías morales del tecnocapitalismo han reducido el revolucionario cuerpo /sujeto, el sirviente sufridor, a un cuerpo muerto, a un cadáver, situado en un ataúd barato y sin encajes ni puntillas. El crítico literario Terry Eagleton describe las tecnologías morales como “un conjunto(s) particular de técnicas y prácticas para la instalación de tipos específicos de valores, disciplinas, comportamientos y respuestas en los sujetos humanos”. (1985/1986:9697). Eagleton revela cómo una de dichas tecnologías morales -la de la literatura inglesa- sirve para crear un cuerpo/sujeto burgués que valora la subjetividad en sí mismo. Lo que Eagleton argumenta, de forma convincente en mi opinión, es que en la sociedad capitalista liberal la experiencia vivida del “agarro literario” se da en una forma particular de subjetividad que valora la libertad y la creatividad como un fin en sí mismo, donde la cuestión más importante debería ser: libertad y creatividad, ¿Para qué? Lo que los cuerpos/sujetos burgueses no reconocen en este proceso es el encarnamiento de la indiferencia a la opresión. Eagleton hace la importante observación de que “el encadenamiento del sujeto es desde dentro -y que este encadenamiento es en sí mismo nada más y nada menos que nuestras propias formas de subjetividad”(1985/1986:100- 101). Eagleton hace hincapié en el hecho de que el capitalismo liberal produce for- 45 mas de subjetividad “libres de cualquier fin riguroso” cuyo formalismo moral, por ejemplo creatividad, sensibilidad, e interioridad por su propio bien, aparta la atención del hecho de que estas formas de subjetividad son colonizadas por específicos intereses capitalistas y modos de dominación. Esto es a lo que yo llamo encarnamiento. EL CUERPO RESISTENTE: LA PEDAGOGÍA CRÍTICA Y LAS POLÍTICAS DE FORTALECIMIENTO Sin negar mi propia ambivalencia ante la posmodernidad, en este apartado intentaré establecer algunas orientaciones pedagógicas basadas en algunas de las ideas proporcionadas por el posmodernismo en relación a la constitución del significado y de la subjetividad. He estado argumentando que las modalidades de subjetividad formadas en la escena posmoderna son precisamente aquellas que dan los individuos lo ilusión de una elección libre mientras enmascaran las formas por las que los parámetros que definen dichas elecciones han sido constituidos en las prácticas materiales y sociales de la cultura capitalista del consumo. Si es verdad que existe una conexión entre las patologías posmodernas de la voluntad y la constitución del cuerpo/sujeto, entonces es importante comprender la resistencia a las modalidades dominantes de subjetividad, de producción y del deseo, especialmente si dicha resistencia está conectada somáticamente con la formación de la voluntad y con la construcción del significado. Una pedagogía crítica debe ir en contra de la tendencia de algunos postestructuralistas burgueses suculentos a disolver la voluntad, y de su afirmación de que en el discurso nosotros somos siempre sujetos producidos y finalizados. Aquí, el deseo ha sido encorsetado en prieta ropa interior de polyester y ha convertido la voluntad en cualesquiera fantasías que no pueden ser contenidas por las limitaciones del discurso. Debemos reconocer que también existen modalidades de subjetividad resistente que suelen estar más estrechamente atadas a las formas de producción cultural que a las formas de producción económica, y que se desarrollan como compromisos de oposición con la hegemonía cultural dominante. Una cosa es decir que los individuos no existen independientemente, como cuerpos/sujetos, de las estructuras sociales que les rodean. Pero otra cosa muy distinta es afirmar que son simplemente el producto de un compromiso monolítico o de una identificación con textos sociales. Caer en el error de considerarnos a nosotros mismos como meros productos en lugar de cómo productores de subjetividad significa, en palabras de Lichtman, “cosificar nuestra alienación habiendo absorbido la mera facticidad a la que hemos reducido el mundo en la propia concepción de nosotros mismos” (1982: 257). Además, Litchman advierte que “mantener que nosotros no nos decepcionamos a nosotros mismos sino que es la realidad la que nos decepciona implica que estamos absueltos de lucha gracias a las ambivalentes vicisitudes de nuestra propia experiencia vivida” (1982:256). El cuerpo/sujeto no es simplemente el producto de una totalidad homogénea de discursos sino más bien un lugar de lucha, de conflicto y de contradicciones. Uno de los retos centrales de la pedagogía crítica es revelar a los estudiantes cómo las relaciones sociales conflictivas (la lógica social de sociedad) se inscriben activamente en la intencionalidad humana y en la voluntad sin reducir a los individuos a simples resultados estáticos de las determinaciones sociales. Aunque estoy de acuerdo con los postestructuralistas que desacreditan inexorablemente una lectura esencialista del yo y que afirman que no podemos hablar del yo como una esencia o como un objeto no mediatizado de reflexión, no comparto que el yo se constituya sólo a través de creencias de base -tanto conscientes como inconscientes- generadas mediante el encarnamiento. Esto explica el 46 por qué se debe hacer la importante distinción de que los seres humanos cuerpos- son autoconscientes y no autoconstituidos. Es decir, mientras los individuos se constituyen mediante creencias de base que son inaccesibles a la autocomprensión explícita y al conocimiento (y que se hallan fundamentalmente fuera de la conciencia), sus subjetividades también son formadas por sus autoconciencias. La autoconciencia y la represión juegan roles decisivos en la formación de nuestra subjetividad. Los cuerpos no pueden desear su propia formación subjetiva o determinar su propia significación. A diferencia de los autoconscientes y autopresentes cuerpos/sujetos cartesianos, que afirman el poder de la conciencia individual por un acto de voluntad, los individuos no son capaces de realizar comunicaciones intencionales y transparentes, o de realizar acciones no mediadas en el mundo (Turner 1983). Así, es necesario percatarse de que la capacidad de los individuos de reconocer al menos parcialmente la constitución del yo, es lo que hace que la liberación sea posible. (Esto va claramente en contra de la noción de Lacan que concibe al sujeto como un “punto de fuga” que resiste a la autopercepción; véase Larmore [1981].) También es una condición para el reencarnamiento, o formar un espacio del deseo donde podemos asumir autoconscientemente y críticamene nuevas formas de subjetividad acogedoras de una praxis o de un autofortalecimiento y un fortalecimiento social. No debemos olvidar que podemos actuar de otras formas de las que lo hacemos. La tarea de la pedagogía crítica es la de aumentar nuestra autoconciencia, de apartar la distorsión, de descubrir formas de subjetividad que sean consecuentes con el cuerpo/sujeto capitalista y que asistan al sujeto en su rehacer histórico. El proyecto de colocar el deseo en una circulación crítica y autoconsciente necesita un lenguaje que hable de las experiencias vividas y que sienta las necesidades de los estudiantes, pero también un lenguaje crítico que pueda problematizar las relaciones sociales que a menudo damos por hechas. Necesita un lenguaje no totalizador que rechace el hecho de arrancar la experiencia de su contingencia y de su apertura-cerrazón, que rechace la textualización de la opresión, y la deshistorización o la desexuación o la degeneración -de género- del cuerpo, o suavizar las diferencias en nombre de la justicia o de la igualdad (Giroux 1988b). CONTRADICCIONES IDEOLÓGICAS Y LA POLÍTICA DEL PLACER Un importante aspecto de la producción de placer en la cultura de la juventud consiste en los que Grossberg llama inversión afectiva -“la intensidad o el deseo con que invertimos en el mundo y en nuestras relaciones con él” (1986b:185)- en la que se entrelazan diferentes, y a menudo contradictorias, modalidades de deseo y de subjetividad, las cuales por lo general no se dan en los emplazamientos escolares tradicionales. Aquí, las modalidades de deseo pueden consistir en el propio placer de participar en el mismo acto de desear. Los cuerpos producidos rechazan activamente las tecnologías morales, los espacios panópticos y las modalidades de subjetividad producidas en las escuelas (Shumway 1989). Aunque es importante remarcar que los individuos como cuerpos/sujetos -como subjetividad encarnada o corporalconstituyen precisamente la lógica contradictoria del mundo social, es un error asumir que los individuos permanecen pasivos en dicho proceso de formación subjetiva. Los estudiantes son insertados en la cultura en formas que a menudo son excesivamente diferentes e incluso contradictorias. Por ejemplo, lo que a menudos e malinterpreta como conservadurismo juvenil o indiferencia de la juventud, en realidad es un rechazo activo de la realidad politizada. La juventud suele cumplir esto entrando en el presente más plenamente, como parte de una inversión afectiva, más que de una mera inversión intelec- 47 tual. Grossberg indica que “el poder de los jóvenes radica en su habilidad para apropiarse de todo texto, para minar la distinción entre producción y consumo y, de este modo, negar el poder de la ideología y de la comodidad” (1988b:140) Consideremos el reconocido éxito de MTV. John Fiske escribe que: MTV es leída por el cuerpo, experimentada a través de los sentidos, y resiste el sentido de que es siempre de ellos. MTV es experimentada como un placer…La amenaza del significante es su resistencia a la ideología, su ubicación en las sensaciones del cuerpo, los sentidos físicos más que los sentidos mentales. La pluralidad de los significados en los videoclips nos hace hablar de sus sentidos y no de su sentido. (Fiske 1986b:75) La pura materialidad y sobrevaloración del significante, intocable y autónomo, libre de todo significado asegurado, forma una superficie cultural del presente que resiste a la inversión ideológica. De hecho, para confrontarse con la inherente ambigüedad de esta forma particular de producción de imagen, constituye un rechazo a la ideología. Así, adoptar dicha política de representación es adoptar plenamente la modalidad burguesa de subjetividad que cree que dicha ambigüedad de pensamiento representa un espacio ofrecido para ejercitar la libertad humanista liberal de elegir el propio significado. En verdad, los individuos pueden aceptar, rechazar o elegir significados particulares asociados con imágenes flotantes. Pero siempre se da una lectura predeterminada o “preferente” de las imágenes de la cultura dominante. Creer que se puede escapar a esta soberanía o lectura imperial mediante el ejercicio de reflexión crítica, también presupone que la gente hace elecciones sólo a partir de la comprensión semántica, y no mediante la movilización del deseo y del afecto, ni como una forma de desintensificación de la experiencia, lo que David J. Sholle llama “espectáculo postura de la audiencia” (1988:33). En su vinculación con formas de imagen generadas por los mass-media, los es- pectadores se convierten en los más vulnerables a las intenciones políticas que se hallan bajo esas imágenes, precisamente cuando creen que se pueden distanciar intelectualmente de su articulación discursiva y de su poder persuasivo. La nueva derecha se ha beneficiado muy a menudo del hecho de que los mass-media comunican con mucha más eficacia con nuestras estructuras primarias de afecto que con nuestras facultades lógicas. Consideremos la imagen de “Willy” Horton explotada por los publicistas de George Bush en la campaña de las elecciones presidenciales de 1988. La campaña de Bush consiguió concentrar su ideología sobre la justicia criminal en la imagen negativa de Horton, un hombre afroamericano que cometió un asesinato durante un permiso penitenciario en Massachusetts. Aunque la mayoría de los espectadores comprendieron que se trataba de otra sucia táctica ideológica (por no mencionar otra violación histórica del cuerpo afroamericano), y creían que todavía tenían libertad de elección para aceptar o rechazar lo que parecía ser el efecto intencionado de dicha imagen, para un gran número de blancos la imagen de Willy Horton se vinculaba efectivamente con miedos previos socialmente inducidos. Así, se creó una alianza afectiva, como opuesta a la ideológica, con las ideas reaccionarias de Bush sobre la justicia criminal (que supuestamente, mediante la abolición de los permisos penitenciarios, evitarían que otros Willy Horton de mirada salvaje y dientes chirriantes andasen sueltos y aterrorizacen a los blancos). El éxito de dicha alianza confirma uno de los principales descubrimientos de Adorno (1974) que dice que los productos culturales suelen ser aceptados, incluso aunque sus mensajes ideológicos sean comprendidos por aquellos que los adoptan (Sholle 1988:33). A pesar de que muchos espectadores resistieron al mensaje ideológico de la imagen de Willy Horton en un nivel semántico, fueron seducidos por el juego afectivo de la superficie de la imagen lo que Schulte-Sasse llama “la relati- 48 vamente inestructurada homogeneidad semántica del mundo de las imágenes” (1986/1987: 46)- y la campaña de Bush fue capaz de lograr mucho a favor de sus postura. Lo que supuestamente es un rechazo consciente a la ideología que nutre las imágenes televisivas, a menudo significa que las imágenes tanto de la política de izquierdas como de la de derechas son aceptadas en una imparcialidad espectatorial, como una cadena de significados equivalentes. Además, sugiere que las imágenes electrónicas ya están siempre inscritas en la lógica del medio y son predeterminadas por él. En este caso, la ideología no es tanto una forma de configuración cognitiva, cuanto una forma de producción de estructuras de afecto. La pedagogía crítica se debe centrar en la cultura popular y desarrollar estrategias curriculares basadas en cómo se forma la subjetividad de los estudiantes dentro de ellas (Giroux y Simon 1988). Si no trabajamos con los estudiantes en esta área de sus vidas les negamos las verdaderas modalidades de subjetividad que dan significado a sus vidas. Si queremos tomarnos en serio las posibilidades emancipatorias inherentes a la resistencia de los estudiantes, debemos tratar de responder a las siguientes preguntas: ¿de qué manera los mass-media, las actividades de ocio, las instituciones como la familia y las formas culturales como el rock and roll y los videos musicales forjan las subjetividades, los sueños, los deseos y las necesidades de los estudiantes?¿Cómo se sitúa la ética práctica con la que los estudiantes afrontan la vida cotidiana en una política contestataria de significación? ¿Cómo se realiza la construcción social de las imágenes de lo masculino y lo femenino? ¿Cómo estructuran las políticas de significación la problematización de la experiencia? ¿Cómo se constituyen las subjetividades de los estudiantes por los efectos de las representaciones que penetran a nivel del cuerpo? Es un imperativo que, como educadores en la era posmoderna, empecemos a examinar aspectos como la feminización y la masculinización del cuerpo y la cosificación del cuerpo político. Debemos estudiar cómo nuestras necesidades y deseos como educadores han sido moldeados en formas contradictorias mediante las formas culturales dominantes, las modalidades de subjetividad imperantes y los circuitos de poder. Toda pedagogía crítica debe tratar de descubrir las formas en que la juventud se resiste a la cultura dominante al nivel de sus cuerpos, ya que con ello los momentos utópicos en los que dichas resistencias aparecen pueden ser pedagógicamente transformados en estrategias de fortalecimiento. Jochen Schulte-Sasse escribe que el fortalecimiento de la imaginación es ineficaz como proyecto cultural revolucionario; lo que se necesita con más urgencia son “estrategias retóricas que irrumpan en el reino del simulacro y arranquen, tan adecuadamente como sea posible, las estructuras lingüística y mentalmente retrógradas de nuestra identidad y de la economía global, y comprendan las inscripciones que ambas han dejado en nuestros cuerpos” (1986/1987: 47-48) La pedagogía crítica nos debe ayudar a distinguir nuestras necesidades reales y las de nuestros estudiantes de las fantasías depredadoras en búsqueda de necesidades artificiales, y enunciar la demanda de una nueva ética de la compasión y la solidaridad. Me estoy refiriendo a una praxis en la que el sujeto conocido es un cuerpo/sujeto en acción, una praxis que puede fortalecernos para asumir responsabilidades históricas y para desarrollar una visión del mundo que todavía no se da. Esto no significa negar el historicismo de la praxis sino adoptarlo plenamente con el reconocimiento de que incluso en estos tiempos posmodernos somos capaces de asir el estadio de la historia en la unidad de nuestro pensamiento y nuestras acciones, y generar un nuevo mundo al mando de nuestras voces y con la fuerza de nuestras manos. El prerrequisito para tal empresa radica en reafirmar el cuerpo y en formular estrategias de oposición cuyos referentes primarios consistan en nuevas for- 49 mas de tematizar el conocimiento y la subjetividad en relación al cuerpo. Dicho proyecto podría culminar en una praxis crítica de transformación social que trabaje contra los horrores políticos y los depredadores de nuestro tiempo. Las nuevas comunidades de cuerpos/sujetos colectivos deben ser moldeadas mediante el no cubrimiento del trabajo subversivo del deseo, y mediante la creación de formas sociales y culturales en las que los nuevos deseos pueden ser producidos y nuevas modalidades de subjetividad formadas de acuerdo a la compasión y la reciprocidad. Necesitamos explorar nuestra autoconstitución utilizando estrategias pedagógicas que nos permitan sostener el testigo y practicar la lucha por los oprimidos en lugar de adoptar estrategias que desmarginalizen, decoloren, asexúen y esteticen dicho sufrimiento. Aquí, la no fijación y la aperturacerrazón que caracteriza la condición posmoderna puede hacer posibles “nuevos abrazos”, que George Yudice describe como la “no fijación delimitada por la no limitación de la lucha” (1988:229). De esta forma los guardianes de la cultura dominante pueden verse privados de la seguridad moral y política que han adoptado como refugio. Por supuesto, para alcanzar dicho objetivo no debemos cesar de recorrer el camino que va de la dialéctica negativa a la esperanza crítica. Tampoco debemos abandonar nuestra vigilancia teórica desde la base de nuestra afirmación de la inocencia moral. Reclamar la inmunidad desde nuestra ejercitación de dominio sobre otros fundamentada en el hecho de que tenemos buenas intenciones, es sinónimo de evadir eufemísticamente el mandato de Michel Foucault de juzgar la verdad por sus efectos y de negar nuestra complicidad con las economías de la opresión basándonos en nuestra ignorancia o superioridad teórica. LA PEDAGOGÍA CRÍTICA Y LA POLÍTICA DEL SIGNIFICADO Una pedagogía del cuerpo/sujeto posmoderno puede ayudar a los educadores a comprender mejor cómo el cuerpo/sujeto resistente intenta significar más allá de la normativa y de los sistemas de significación disponibles, retando y rompiendo los discursos que crean el espacio de la subjetividad. Aunque paradójicamente los cuerpos/sujetos firman su propia sujeción negándose a ocupar el espacio normativo del cuerpo/sujeto -los “propios” espacios socialmente codificados de “masculino”, de “femenino”, y de “ciudadano”- y negándose a ser semióticamente construidos en la modalidad subjetiva de “felicidad” burguesa. Precisamente por ello es difícil incluso para los estudiantes resistentes esquivar su reinscripción como sujetos en los códigos de orientación consumista del capitalismo tardío. En la posmodernidad es más difícil separar los cuerpos/sujetos de los lenguajes que representan sus deseos. Dada la ausencia de un lenguaje de resistencia, los estudiantes resistentes simplemente se convierten en signos de ellos mismos, y sólo pueden codificar la ansiedad del presente y la aprehensión del futuro. Como consecuencia de ello los estudiantes permanecen en su resistencia, arrastrados por imágenes de la historia, en lugar de forjar símbolos con el poder para transformarlo. Ellos encarnan el terror y no la promesa de posmodernidad. Para defenderse del miedo a la incerteza, del horror de la ambigüedad, y de la amenaza de la diferencia, los cuerpos/sujetos necesitan construir un lenguaje que rechace sus propios límites, que sea capaz de localizar los fallos y las fisuras de la hegemonía cultural que prevalece. Dicho lenguaje debe permitir a los que lo utilicen reflexionar sobre su propia formación subjetiva y su incorporación en las relaciones sociales del capitalismo, así como participar en su propia autotransformación. Dicho lenguaje también debe ayudar a transformar la pedagogía crítica en una pedagogía de la esperanza. Debe ir más allá de las divisiones de los grupos de intereses sectáreos y más allá de los varios pluralismos sobre los que 50 Richard Bernstein (1988) es tan elocuentemente crítico: el “pluralismo flojo” que supone la simple aceptación de la existencia de una variedad de perspectivas y paradigmas; un pluralismo que contempla las diferentes perspectivas como virtualmente inconmensurables, y el "pluralismo anarquista descentrado” que celebra la incerteza o que recae en un amenazador y nihilístico refugio de la vida. Debemos ir más allá de la conversación liberal general y negarnos a aceptar el constante aplazamiento del significado en cualquier diálogo hasta tal punto que elegimos hablar sólo de nosotros mismos. La primera postura cree que, afirmando la diferencia sin problemas, aparecerá la liberación a modo de ensueño pluralista. La segunda cree que la tenacidad de todo significado nos coloca inevitablemente en la esclavitud de la parálisis ética y discursiva. En su extremo menos peligroso, la gran conversación recae en un relativismo tonto mientras que la postura postestructuralista pasa a ser una mera locura política. En sus extremos peores, ambas posturas conducen a una inercia política y a una cobardía moral, en la que los educadores se quedan helados en la zona de práctica “muerta” en la que se asume que todas las voces son aquellas que silencian o que contienen al “otro” mediante un elevado acto de violencia, y todas las posturas éticas apasionadas son las construidas sobre los cimientos de alguna forma u otra de tiranía. El educador posmoderno, incapaz de saber con certeza o con seguridad absoluta si su pedagogía ha sido o no corrompida por alguna forma de dominación, se niega totalmente a hablar. Esta penosa postura que ha sido asumida por algunos educadores críticos, me recuerda una forma de imparcialidad filosófica de algunos sociocríticos que, criticando constantemente y radicalizándose en la vía de la universalidad, fracasan al constituir una praxis concreta basada en sus propios principios. (véase Michael Walzer 1987). Para los teóricos como los que he descrito, la pedagogía se convierte en una especie de maldición que puede ser abrogada sólo si las formas de persuasión, autoridad, retórica y autoconfianza son eliminadas de la discusión en el aula. Desde esta perspectiva es mejor no hacer nada que entre en una praxis crítica, porque los intereses dominantes se pueden esconder tras la lección o los marcos de referencia que la propia praxis crítica adopta como su centro ético o conceptual. Una cosa es averiguar de qué manera el lenguaje de la teoría crítica puede formar parte de la unidad opresiva de la que se intenta liberar; y otra muy diferentes es desterrar dicho lenguaje en el cubo de la basura de la historia, como los grupos “postcríticos” quisieran hacer. Hemos llegado a la línea divisoria en el desarrollo de la pedagogía crítica, a un punto en el que nos debemos preguntar lo siguiente: ¿Los diversos discursos de la pedagogía crítica son capaces de fundamentar normativamente las luchas feministas y de las minorías por la liberación? Sólo en una época que Cornel West (1989a: 256) caracteriza diciendo que está “obsesionada con articulaciones de particularidades como, por ejemplo, el género, la raza y la nación” se puede formular dicha pregunta con tanto fervor. Se trata de una pregunta importante que, por supuesto, debe ser respondida. Pero responder “sí” conduce a varias cualificaciones. En concreto, responder afirmativamente significa someterse a las varias corrientes teóricas de la pedagogía crítica, tanto en su constante vigilancia y autosupervisión ética como al replanteamiento de sus fundamentos conceptuales. Esto, por supuesto, puede realizarse sin un reduccionismo teórico, y ha sido la herencia radical de la pedagogía crítica, cuyo proyecto emancipatorio siempre ha explorado las precondiciones de sus propias categorizaciones y asunciones. Es responsabilidad nuestra continuar este legado en nuestra teorización presente y futura. Aunque muchos de estos pasos de la pedagogía crítica llevan la marca de nacimiento de la fracasada modernidad, y aunque pueden generar contradicciones políticas y producir confusiones por 51 la forma en que aquella enfoca las cuestiones de la diferencia, proporciona sin embargo una base indispensable para la revitalización política y ética de nuestras escuelas como lugares de transformación propia y social. Lo que todavía no se ha reconocido plenamente en el discurso de la pedagogía crítica es lo que llamo praxis utópica sociocrítica. Con ello me refiero a la acción crítica que se debe reconocer en la historia. Dicha práctica está empezando a mostrar promesas en varias de las continuas críticas realizadas por los educadores críticos contra el sexismo, el racismo, la explotación económica, la violencia ecológica y el militarismo, y en las formas como los educadores revolucionarios están forjando una colaboración con los marxistas, los feministas y los movimientos sociales que luchan por descubrir y confrontar los valores y los intereses que, aunque se desconocen, están operando constantemente en nuestras pedagogías y nuestras liturgias de la vida práctica valores que deshumanizan y despersonalizan-. La praxis utópica sociocrítica reclama nuestra retirada incondicional de la inhumanidad y nuestra acción hacia lo que Agnes Heller (1988) llama el “bien común”, que significa ir hacia una praxis que potencie la bondad de las personas que prefieren sufrir erróneamente a actuar erróneamente. Para alcanzar el bien común es necesario desarrollar un lenguaje de la representación y un lenguaje de la esperanza, para que juntos permitan a los dominados hablar superando los términos y los marcos de referencia proporcionadas por el colonizador, tanto si en cada caso éste es el profesor, el investigador o el administrador. Debemos adquirir un lenguaje de análisis y de esperanza que permita a las mujeres hablar en palabras que salgan del vocabulario “en el nombre del Padre”, y que no impida a las minorías y a los excluidos expresar sus planeamientos de liberación y sus deseos. Dicho lenguaje debe ser capaz de descubrir y de transformar las construcciones de la subjetividad. Con ello, el lenguaje de la praxis utópica sociocrítica debe desautorizar y reescribir las principales narraciones de la democracia postindustrial liberal, y los discursos humanistas, individualistas y patriarcales que las suscriben, a la vez que minan y reconstruyen la concepción idealizada y romántica del sujeto que es modelado por discursivas relaciones de poder eurocéntricas y androcéntricas. Dicha praxis pedagógica rechaza la sujeción clasista del cuerpo proletario mediante su estetización estéril por parte de las categorías burguesas de la carne. También rechaza la imposición del patriarcado sobre el cuerpo femenino y la intextuación de las ideologías masculinas. Debemos proporcionar a los marginados y a los que se han visto conducidos a la miseria el poder necesario en la línea de sus deseos. El proyecto de la pedagogía crítica se sitúa irreverentemente contra el culto pedante de la singularidad en que la autoridad moral y la seguridad teórica han alcanzado un nivel no problemático, sin tener en cuenta los relatos reprimidos ni el sufrimiento de los históricamente privados del derecho al voto. Como educadores críticos debemos entender que estamos viviendo en un momento de transición hacia una era de múltiples feminismos, liberalismos y marxismos que, por un lado, contienen la promesa posibilitadora de liberación, mientras que por otro amenazan con dividir irrevocablemente la izquierda en una serie de micropolíticas a menudo mutuamente antagónicas. Esto reclama alguna forma de visión totalizadora -lo que quiero llamar un arco de sueño social- que abarque la actual división de la que somos testigos. Este arco de sueño social debe dar forma, coherencia y protección a la unidad de nuestras luchas colectivas. Significa la conquista de una visión de lo que la transformación total de la sociedad puede significar. Como remarca Best: Si la totalidad puede significar una pesadilla no utópica de coacción, cerrazón e identidad endosada, también puede significar el sueño utópico de desarrollo personal y de armonía social y ecológica. (Best, 1989:359) 52 Por supuesto, la asunción de esta visión implica que la pedagogía crítica no debe convertirse en un lugar de divisiones entre la izquierda, sino que ha de servir como foro que pueda generar un ethos de solidaridad que muestre lo que los educadores como agentes críticos –latinos, afroamericanos, anglos, feministas, gays y otros- comparten en la lucha común contra la dominación y a favor de la libertad preservando la especificidad de la diferencia. Attali plasma el espíritu de la creación de este nuevo groupe moteur o “sujeto de la historia” al que me he estado refiriendo, en este discurso de composición musical: En la composición, como en la repetición, ya no es una cuestión de marcar el cuerpo, tampoco es una cuestión de producirlo, como en la repetición. Es cuestión de encontrar placer en ello. Esto es hacia lo que tiende la relación. Un intercambio entre cuerpos – a través del trabajo, no a través de objetos-. Esto constituye la subversión más fundamental…para crear, en común, el código en el que se dará la comunicación. (Attali ,1987:143) Aquellos que trabajan en la tradición crítica en educación deberían mirar lo que Cornel West (1989a) ha formulado como “pragmatismo profético” como una “forma de pensamiento y acción de izquierda norteamericana en nuestra época posmoderna” (pág 239). Éste, endeudado con el marxismo, el estructuralismo y el postestructuralismo, también es un intento de avanzar más allá de un “discurso eurocéntrico y patriarcal que no solamente fracasa al considerar teóricamente las formas de sumisión raciales y de género, sino que también permanece callado ente las dimensiones antirracistas y feministas de determinadas luchas políticas progresistas” (pág 215). El pragmatismo profético, rechazando la búsqueda ilustrada de los fundamentos y la cuestión de la certeza, sitúa la indagación humana en la verdad y el conocimiento de las circunstancias sociales y comunales bajo las que las personas pueden comunicar y cooperar en el proceso de obtener conocimiento (pág 213). El pragmatismo profético es una modalidad política de crítica cultural. Refleja los conceptos de Emerson de poder, provocación y personalidad, el énfasis de Dewey en la conciencia histórica, y el enfoque de DuBois en la situación de los desgraciados de la tierra. West recupera la visión utópica de Emerson, la concepción de Dewey sobre la democracia creativa, y el análisis socioestructural de DuBois sobre los límites de la democracia capitalista, y relaciona todo ello con el trabajo de Niebuhr, C.W. Mills y Gramsci. El pragmatismo profético no es sólo una crítica cultural de oposición sino “una fuerza material para la individualidad y la democracia” (pág 232). Al igual que el intelectual orgánico de Gramsci y el activismo intelectual de Mills, el pragmatismo profético “premia el educar y ser educado por gentes que luchan, a organizar y ser organizado por grupos de resistencia” (pág 234). West resume su postura como sigue: El culto del pragmatismo profético no tiene altares ideológicos. Condena la opresión siempre y en todo lugar, sea ésta la brutal carnicería de los dictadores del Tercer Mundo, la regimentación y represión de los pueblos en la Unión soviética y en los países del bloque soviético, o el racismo, el patriarcado, la homofobia, y la injusticia económica de las naciones capitalistas del Primer Mundo. De este modo, los preciosos ideales de individualidad y democracia propios del pragmatismo profético oponen todas esas estructuras de poder que faltan en el cálculo público, sean dirigidas por generales militares, jefes burócratas o magnates de empresa. El pragmatismo profético no está predestinado a ningún agente histórico, como la clase social, la gente de color, o las mujeres. Por el contrario, invita a todas las personas de buena voluntad tanto aquí como en el extranjero a luchar por una cultura emersoniana e democracia creativa en la que la situación de los desgraciados de la tierra sea aliviada. (West 1989 a: 235) El pragmatismo profético puede ser problemático, pero ofrece a los educadores un enfoque filosófico de izquierdas que está vinculado a la historia y a la lucha de los Estados Unidos, y que muestra directamente las condiciones 53 necesarias para la transformación social. Además, se trata de un enfoque que impide la parálisis de la voluntad que inunda la mayoría de las perspectivas teóricas posmodernas actuales. Dadas las condiciones de la vida social contemporánea, su desencadenamiento del deseo colectivo sin un centro -un teatro vacante de uno mismo construido fuera de las impotentes ilusiones y de las certezas alucinadas que están en peligro de colisión bajo su propio exceso irreductible de significados, y que dejan nuestras identidades autointeresadas, insaciables anárquicas y flotando-, el pragmatismo profético “da prioridad a la situación de aquellas personas que encarnan y representan los temas posmodernos de la degradación del otro, de la alienación del sujeto, de la marginación de los sometidos, es decir, de los desgraciados de la tierra (gente pobre de color, mujeres, trabajadores)” (West 1989 a: 237). UNA PEDAGOGÍA VOCEADA DESDE LOS MÁRGENES La Pedagogía crítica en sus muchas y diversas encarnaciones ha estado, desde sus primeros desarrollos, en una situación de colisión con el fortalecimiento de los estudiantes como Verkindividualitat, o individuo autónomo. El fortalecimiento de uno mismo sin atender a la transformación de las estructuras sociales que moldean los propios elementos no es un fortalecimiento real, sino una ingenua estancia en una versión de terapia humanista en la que la catarsis es confundida con la liberación. La Pedagogía crítica es algo más que la desacralización de las grandes narrativas de la modernidad, y pretende establecer nuevas fronteras morales y políticas para la lucha emancipatoria y colectiva, en las que tanto las narrativas sometidas como las nuevas puedan ser escritas y voceadas en la arena de la democracia. Estas nuevas -y a veces extravagantes- narrativas no están unificadas por principios morales reguladores y objetivos, sino por un ethos común de solidaridad y de lucha por la toma de conciencia de una democracia más profunda y de la participación cívica. La pedagogía crítica que ha estado describiendo es más que un ejercicio de simpatía imaginativa y de compasión creativa. Es más que la pena cívica de los optimizados, más que una empatía lujuriosa de los humanistas liberales o que los intereses formalizados de lo académico, un interés con demasiada frecuencia limpio de historia y de lucha. La pedagogía crítica no rechaza adoptar una postura, sopesar la verdad en un punto medio imaginario entre el silencio y el caos. No domestica la indiferencia ignorando las rupturas históricas y culturales entre las sociedades industriales occidentales, o el proyecto imperial de colonizar la subjetividad de los estudiantes en el interés de la civilidad occidental. La pedagogía de la liberación actúa fuera de los límites inviolables del orden, en la escisión entre una praxis subversiva y una utopía concreta. Recupera la historia no como sometida a la experiencia, sino como una forma de proporcionar aquellas memorias que han sido vigiladas en silencio con una voz inmutable ante los ecos de la industria o los motores del progreso. La esperanza en esta pedagogía crítica permanece en aquellos educadores que mencionen sus lenguajes y sus prácticas vivas e in corpore mientras se percatan de los contextos históricos cambiantes y de la especificidad y de las limitaciones de la diferencia. La esperanza existe en aquellos que se niegan a permitir que la opresión de la mente y del cuerpo se convierta en una opresión del espíritu, y en aquellos que se resisten a la grotesca identificación de la educación con los intereses económicos de las clases dominantes y de la necrópolis de la tradición. Como señala Dean MacCannell en su debate de California, todos somos “soldados potenciales en un ejército fascista” (1992:204). Ello se debe a que vivimos en una época “en la que una hábil superficie de corrección se desarrolla como tapadera de la absoluta pudredumbre moral” (pág 209). En la sobredramatización de lo ordinario, la estetiza- 54 ción de la política y la “inmensa intensidad” del amor expresada como una tarea nacional sublime para preservar los “valores familiares” de Norteamérica, todos somos vulnerables a la “seducción” 4fascista de nuestros cuerpos volatilizados e histéricos, en cuerpos guais, relajados, indiferentes -cuerpos perfectos-. ¿Perfectos para qué? ¿Para vivir un drama fascista light como magnate corporativo? ¿O cómo monitor de aeróbic en tanga? ¿O como asesino múltiple? Al final de la historia -que es ahora mismo- en realidad no importa. Todos ellos serán tratados por igual. Necesitamos desesperadamente encarnar una esperanza, una esperanza fundamentada al afrontar el amanecer del nuevo siglo. El deseo que se deja tragar por la oscuridad que existe fuera de la concreción de la lucha histórica y colectiva, se transforma a sí mismo en fantasía, en una persecución sin fin de lo que le falta. Las razones críticas pueden dar alas a los deseos, de manera que puedan alzarse más allá de las limitaciones del momento presente para así transformarse en sueños de posibilidad. Y con los sueños podemos hacer cosas maravillosas. 4 Seducation (en el original) , vocablo creado por el autor a partir de los términos minos “seducción” y “educación”, con la intención de significar “una educación que seduce”. [N. de la t.] 55 Teniendo en cuenta la presentación que de la problemática del cuerpo/sujeto hace Peter Mc Laren, se nos presenta el desafío de visualizar en la Institución escolar, la forma en la que los cuerpos entran en relación de comunicación. Gabriel Cachorro presenta un corrimiento de la mirada que nos sitúa en lo viscoso y en algún sentido inaprehensible del cuerpo, revalorizando la etnografía como método para llegar a éste. Por eso, proponemos la lectura del texto “las dimensiones viscosas del cuerpo y la comunicación” con el compromiso político que implica hacer emerger el cuerpo/sujeto en las discusiones que se promueven para la Formación Docente de Educación Física. Creemos que el autor nos invita a pensar dimensiones no trazadas en la mirada escolar tradicional, que nos van a ayudar por un lado a re-leer la escuela, materializando nuestro trabajo en terreno y a reconfigurar la enseñanza a lo largo del segundo trayecto. Luego de leer el texto de Gabriel Cachorro y a partir de la Película “Escritores de Libertad” les proponemos las siguientes actividades. Actividad I: Intentar relevar en la película indicios de la presencia de los cuerpos en la escuela. Elegir una escena en la que se visualice fuertemente la comunicación corporal. Actividad II: Diseñar una herramienta que nos permita concurrir a las instituciones y tomar registro de los procesos de comunicación corporal. 56 Dimensiones viscosas del cuerpo y la comunicación Gabriel Cachorro Magíster en Desarrollo Educativo de la Universidad Pedagógica Nacional de México. Docente e investigador en el Departamento de Educación Física de la Facultad de Humanidades u Ciencias de la Educación, UNLP. Docente en el Seminario de Tesis de la Maestría en Educación Corporal, UNLP. Al abordar las posibles relaciones entre el cuerpo y la comunicación encontramos aleaciones interesantes en los autores que se han dedicado a escribir sobre la comunicación no verbal. En esta construcción linguística se muestra una visión fenomenológica de las relaciones corporales que pueden establecer los sujetos en situación de enfrentamiento cara a cara y atravesados por las nociones de proxémica5, cronémica6, kinésica7, háptica8, oculéHall define la proxémica “para designar las observaciones y teorías interrelacionadas del empleo que el hombre hace del espacio, que es una elaboración especializada de la cultura”. Hall, E. La dimensión oculta, Bs As, Siglo XXI, 1997. 6 La noción de cronémica se refiere a la concepción, estructuración y uso del tiempo que varía según las culturas. Hall estableces estas singularidades comparando la valoración del tiempo en distintos países, refiriéndose a “las voces del tiempo” y afirmando que “el tiempo habla”. Hall, E. El lenguaje silencioso, Madrid, Alianza Editorial, 1989. 7 Esta noción se e atribuye a Ray Birdwhistell y se refiere a “los gestos, los movimientos corporales, los de las extremidades, las manos, la cabeza, los pies y las piernas, las expresiones faciales (sonrisas), la estructura de los ojos (parpadeo, dirección de la mirada y dilatación de la pupila), y también la postura. Knapp, M. La comunicación no verbal. El cuerpo y el entorno, Bs As., Paidós, 1980. 8 La categoría de “háptica” tiene que ver con la conducta táctil. En la bibliografía pueden hallarse estudios que detallan zonas del cuerpo implicadas en el contacto corporal, tipos de contactos 5 sica9 y paralinguística10. En esta perspectiva de abordaje se accede a una noción de cuerpo y comunicación tangible, cuyos encuadres se describen en situaciones de interacción limpias de mayores complejidades y mediaciones, en un orden continuo de la vida cotidiana, en medio de situaciones típicas de socialización que producen ciertas tipificaciones entre individuos halladas en los encuentros corporales. Se infieren encuentros de alta frecuencia y un mundo con tendencia a lo previsible. Con este tratamiento de los parámetros espaciales, temporales y contextuales se enuncian claves de interpretación que guardan ciertas regularidades más allá de las condiciones específicas de las culturas donde se desarrolla una trama vincular con el cuerpo y la comunicación. Estos trabajos de la comunicación no verbal han sido desarrollados poniendo el acento en los comportamientos de corporales, clasificaciones de esos contactos: 1. Funcional-profesional;2. Social-cortes; 3. Amistad-calidez; 4. Amor intimidad; 5. Excitación sexual. Knapp, M. Op cit. 9 La oculésica nos ubica en los efectos de la conducta visual en una perspectiva de abordaje que plantea la mirada funcionalista, que nos brinda en sus configuraciones faciales sensaciones de sorpresa, miedo, disgusto, cólera, felicidad, tristeza. Esas sensaciones pueden detectarse según los estudiosos de este enfoque en el área de la ceja y el ojo. Knapp, M. Op cit. 10 La paralingüística nos ubica en un umbral entre la comunicación verbal y la no verbal en aquellas situaciones donde la palabra se enuncia y, según como vaya acompañada con el cuerpo, adquiere sentidos diferentes. La paralingüística involucra cualidades y modificaciones fónicos (el tono y el timbre de voz); sonidos fisiológicos y emocionales (suspiros, gritos, bostezos); elementos cuasi-léxicos (las interjecciones: ¡che!, ¡eh! Y los onomatopéyicos: guau; así como también pausas y silencios durante la comunicación humana. Esta categoría resulta interesante analizarla al interior de las culturas orales primarias donde la expresión del cuerpo y su retórica tiene un lugar destacado para concretar el acto comunicativo con el otro. Ong, W. Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, D.F., F.C.E, 1993. 57 los individuos observados. Los hallazgos de gran importancia se obtienen de los años cincuenta hasta los sesenta a partir de autores de la talla de Hall, Goffman, Birdhwistell, Ekman y Shefflen, entre otros. En esta vertiente podemos percibir desde sus planteos,, más que un cuerpo, un físico. En estos parámetros de las conductas observables en recortes precisos y definiciones se desprende un cuerpo, una comunicación y una relación corporal que implican límites, se cierran en sí mismos en un marco teórico autorreferente. Si analizamos las categorías teóricas del cuerpo y la comunicación trabajadas en una intersección llamada comunicación no verbal, podemos visualizar un cuerpo educado que adquiere competencia, conoce, respeta y se ajusta a la pertinencia de los encuadres institucionales. Un cuerpo que se deja atravesar por las normas que regulan sus actuaciones, controla su comportamiento y adquiere sentido de obicuidad inserto en un orden continuo más allá de algunos desatinos y sobresaltos. Es un cuerpo legible, interpretable, que en su desempeño nos brinda pistas claras e indicios fáciles de decodificar. Un cuerpo que nos comunica mensajes a través de su vestimenta, sus olores, sus localizaciones territoriales; un cuerpo que desarrolla la competencia de la comunicación con otros cuerpos. La comunicación que se despliega en este enfoque resalta los acuerdos, subraya los momentos de captación de los mensajes, describe los majos entendidos en forma provisional como una falla del sistema de comunicación posible de enmendar, hasta que medien las aclaraciones que despejen los malos entendidos entre los interlocutores. En definitiva, la comunicación está a salvo, los sujetos tarde o temprano, enfrentados en una relación corporal, van a saltar los obstáculos de la comunicación que se nombran como ruidos a despejar, para aclarar un mensaje. No se corre el riesgo de no discernimiento, están camufladas las ambigüedades de la comunicación corporal. Se lograron reducir los bordes, el aura del cuerpo, el doble mensaje de la comunicación. En esta perspectiva de abordaje el proceso de comunicación se establece mediante un mecanismo lineal entre un emisor que envía mensajes a un receptor, a través de canales con el uso de un código especializado. Esta vertiente muestra cierto mecanicismo en tanto señala un sistema de comunicación donde el emisor porta sus aparatos físicos como soporte de la comunicación: cara, ojos, cuerpo y voz. Mientras que el receptor está dotado de sus cinco sentidos como soportes para decodificar los mensajes: vista, oído, tacto, sabor y olor.11 Al momento de producirse el acto comunicativo, las combinaciones entre un emisor y un receptor se generan a través de canales, pudiéndose desarrollar con combinaciones simultáneas. La comunicación no verbal así presentada se acerca a un enfoque de corte conductista donde se enuncian encadenamientos de estímulos y respuestas, reforzadores que aseguran la captación de un mensaje; se analizan los efectos de la conducta reduciendo el objeto de estudio a una escala de lo observable. Se toman test de somatotipos que clasifican al cuerpo desde su morfología exterior. A Sheldon le corresponde la autoría del test de autodescripción de tipos de cuerpo donde presenta a los endomorfos, mesomorfos y ectomorfos. Los rasgos físicos según se acercan en su semejanza a uno u otro somatotipo tienen correlatos con rasgos de personalidad del gordo, flaco o el atlético. 12 También pude recogerse la existencia de pruebas 11 Así lo explican SCHULMAN, A. Y PENMAN, R. al referirse al sistema de comunicación no verbal. Véase Historia de la Comunicación, Vol. 1: Del lenguaje a la escritura, Barcelona, Bosch Comunicación,, 1992. 12 Knapp retoma este test dentro del capítulo sobre “los efectos de la apariencia física y la ropa”. Allí, recupera este test de autodescripción que resulta interesante para analizar la percepción corporal que tenemos de nosotros mismos para luego contratar la autoimagen que tenemos formada con los rasgos de personalidad que le atribuye según encajemos en un tipo de cuerpo endomorfo, mesomorfo y /o ectomorfo. Knapp, M., op. Cit. 58 tales como las P.S.N.V. referidas a los canales y a la evaluación de las diferencias individuales, juicios de canales visuales.13 El proceso de la comunicación que se interpreta entre la conexión entre un estímulo y una respuesta se completa considerando el contexto de la interacción que condiciona las operaciones de los observados (la mirada, los gestos, las posiciones del cuerpo) y los efectos de la retroalimentación obsesionada en conseguir una sincronía interactiva. En la propuesta de Hall puede apreciarse la diagramación de zonas que se separan entre sí a partir de mediciones en centímetros: la zona íntima de 15 a 20, la zona personal entre 46 y 1,22 mts., la zona social entre 1,23 y 3,6 cm. y la zona pública a más de 3,6 mts. 14 El abordaje de la categoría territorio apela a reflexiones sobre reacciones que establecen paralelismos con experiencias del mundo animal con la puesta en acción de comportamientos de celo, invasión, apropiación, defensa ante extraños, llegando a atribuir a la especie humana la polémica condición de instinto. Esta permanente relación entre las conductas animales y humanas en comparación puede verse en la bibliografía de estos autores. En el caso de Ray Birdwisthell se descubren porcentajes de comunicación: verbal 35%, no verbal 65%15. En estas investigaciones, pioneras de la comuni13 La sigla P.S.N.V. significa perfil de sensibilidad no verbal; fue introducido por Rosenthal Robert y sirve para estudiar los elementos del comportamiento no verbal que utilizamos para interpretar a los demás. Véase Historia de la comunicación, op. cit 14 Hall, E. La dimensión oculta, op.cit, p. 139 15 También aparece en Mehrabian (comentado por los compiladores Schulman, A. Y Penman , R) un abordaje estadístico en el estudio de la recepción de los mensajes visuales. Este autor narra que “se evaluaron las reacciones a fotografías de caras agradables acompañadas de voces desagradables grabadas y viceversa. Se encontró que el 55% de los juicios acerca de los sentimientos que subyacían a estas indicaciones contradictorias se fiaban de la cara, el 38% del tono de voz y el 7% en el contenido de lo que se decía”. Véase Historia de la comunicación, Op.cit, p 125. cación no verbal, aparece una perspectiva de abordaje que transita por la descripción minuciosa y pormenorizada de los gestos, desplazamientos y posturas que adoptan los cuerpos. Existe un trabajo fino que va desmenuzando las conductas de los individuos participantes y esas definiciones apelan a explicaciones bioquímicas y fisiológicas –se enuncian excitaciones o inhibiciones del sistema nervioso, sensaciones propioceptivas e interoceptivas-. En este autor también encontramos la tensión de un debate entre naturaleza y cultura cuando problematiza en los indicadores de sexo acerca de los movimientos corporales masculinos y femeninos que no están programados por la biología sino por la cultura. Birdwisthell establece además la clasificación del movimiento humano en partes del cuerpo, donde a través de esta operación puede visualizarse una fragmentación del cuerpo en pedazos independientes para su análisis: cara, cabeza completa, manos, etcétera. Este debate vuelve a aparecer en forma de dicotomía entre lo innato y lo adquirido al momento de explicar, a través de conductas imitativas, la comunicación no verbal que se aprende en relación con otros y desde esta forma de relación con el mundo es como se desarrolla la evolución de la especie humana. La propuesta de Ekman y Friesen resume tres fuentes primordiales del comportamiento no verbal: 1. Programas neurológicos heredados; 2. Experiencias comunes a todos los miembros de la especie; 3. La experiencia variable de acuerdo a la cultura, la clase, la familia, el individuo. Estos debates se atraviesan por discursos sobre evolución, filogénesis y ontogénesis del desarrollo. Estos mismos autores son los que aportaron esquemas clásicos de la comunicación no verbal que clasifican los gestos: emblemas, ilustrativos, regulativos, adaptativos, exhibidores de afecto. 16 En lo referente 16 Una compilación comentada puede verse en Le bretón, D. Las pasiones ordinarias. Antropología de las Emociones, Bs As, Nueva Visión, 1999. 59 a la kinesia puede verse un trabajo de disección detallada de un movimiento complejo o gestos en partes analíticas para describir en forma microscópica reacciones corporales en un plano de constricciones y relajaciones musculares, las que vistas en su conjunto nos grafican un rostro con diversas expresiones emocionales: enojo, bronca, felicidad, angustia, etc. En este método de trabajo se busca comprender un gesto complejo fraccionándolo en pequeñas microunidades para poder observarlas por separado. Las partes analizadas por separado luego se vuelven a juntar y en ese proceso de estudio, se alterna un momento de separación y agrupación, se pretende entender la globalidad de un movimiento complejo del cuerpo. 17Los “kinemas” de Birdwisthell tienen una analogía en paralelo con los “fonemas” del lenguaje. 18 17 Este procedimiento es muy utilizado como forma de enseñanza en los deportes de habilidades cerradas como la natación. Al momento de enseñar una técnica de nado que compromete la combinación de distintos movimientos coordinados del cuerpo, el gesto se parte en acciones motoras aisladas que se automatizan a través de repeticiones aisladas que luego intentan ensamblarse en forma simultánea. 18 En esta analogía de lo gestual y lo verbal Patrizia Magli, en un anclaje semiótico, formula la pregunta: ¿el lenguaje del cuerpo es un verdadero lenguaje? Luego hace un listado de posibles analogías donde destaca: “1. Es un hecho de aprendizaje, como el lenguaje verbal; 2. Se pueden distinguir en ella dos planos, el de la expresión y el del contenido (…); 3. Es posible reconocer los ejes paradigmático y sintagmático del lenguaje (…); 4. como lenguaje verbal, también la gestualidad es segmentable en unidades (…), 5. El lenguaje del cuerpo es una interacción de muchos códigos. Es necesario individualizar los rasgos suprasegmentales (…); 6. Los gestos (…) se cargan de sentido solamente dentro de un contexto que tenga en cuenta el comportamiento global de la persona y la situación en la cual este comportamiento se produce(…); 7. Existen repertorios retóricos de la gestualidad, en sofisticada integración con la palabra y que pueden ser clasificados. “ Magli, P. “Para una semiótica del lenguaje gestual” en DE SSIGNIS N°3. Los gestos, sentidos y prácticas , BS As Gedisa, 2002. Si tomamos las investigaciones de EiblEibesfeldt sobre las expresiones faciales de los sujetos, dichos investigadores llegan a la conclusión que existen expresiones universales que trascienden las especificidades culturales. Por ejemplo, la manifestación de dolor y sufrimiento ante la muerte demostrada con el cuerpo, graficando en fotos que testifican esta idea.19 La comunicación no verbal es presentada con una descripción objetiva configurada a partir de procedimientos de estandarización, medición, clasificación, organización. Así, una temática compleja difícil de manejar se torna más controlable estableciendo recortes precisos. Con este tipo de búsquedas , es que puede verse el tratamiento de la información que brinda el cuerpo buscando una división tajante entre lo verdadero y lo falso de un mentiroso o un embustero, en las claves que proporciona la “gotera no verbal” como ese desliz inherente al cuerpo que delata al impostor. El mérito de estos trabajos es haber logrado recortar un tema infinito que abarca el cuerpo y la comunicación a una escala de análisis controlable, posible de estudiar orientando sus búsquedas hacia las conductas. Este recorte analítico deja afuera dimensiones que otras líneas de abordaje pueden trabajar. Por el tipo de abordaje, no se describen las marcas de un contexto del cuerpo y la comunicación, en todo caso sólo se menciona un condicionamiento social que sirve únicamente para enmarcar los comportamientos, para que no queden en el vacío de un laboratorio de pruebas. La descripción resume esquemas clásicos de saludos, abrazos; enfoca situaciones tradicionales de la confrontación y la pelea. Todo está en un orden racional y funcional: la distribución de roles, asignación de funciones, todo se aclara y todo movimiento corporal se corrige. La comunicación 19 Véase Historia de la comunicación, op.cit, cap 2: “El lenguaje”. Allí se despliega un conjunto de imágenes sobre el “cara a cara” que pone ante nuestros ojos el lenguaje corporal. 60 verbal se simplifica en un esquema unidireccional de estímulos y respuestas, ubica un modelo lineal de emisor, canal por donde viaja un mensaje hacia el receptor y designa con el nombre de ruido a todo aquello que dificulta la concreción de la llegada nítida de un mensaje, cierra el círculo con la clásica retroalimentación entre el enunciador y el enunciatario. En este esquema se está dejando de lado lo borroso por ser un elemento conflictivo. Corrimientos de la Mirada En este sentido, nuestra propuesta consiste en retomar estos desarrollos teóricos de la comunicación no verbal instalándonos en una perspectiva que reubique el ángulo de la mirada e incluya dimensiones de la comunicación corporal ancladas en lo aleatorio, lo cambiante, lo impreciso, lo ambiguo. No desestimamos los estudios desarrollados hasta aquí, por el contrario sus líneas de investigación respondieron a inquietudes de otra ápoca. Estos estudios, pioneros del tema, constituyen un patrimonio teórico muy valioso por la rigurosidad y meticulosidad de sus investigaciones, que nos dan una base material. Esa base material puede tomarse como punto de partida para ver la temática, desde nuevas preguntas que incluyan otros planteos y preocupaciones que transiten por zonas más densas localizadas en lo que hace al cuerpo y la comunicación desde la viscosidad de los imaginarios20, las representacio- 20 Si uno se propone pensar el cuerpo y la comunicación desde el “imaginario radical” que no señala Castoriadis, puede encontrar un terreno fértil para repensar la temática teniendo en cuenta que cuando el sujeto se abre de “lo psíquico individual” a “Lo social histórico” lo hace con un cuerpo y la movilización de su capacidad de inscribirse a ese orden económico-funcional y simbólico no se hace como un fantasma, se hace con la exposición del propio cuerpo en relación con otros cuerpos. Señalizándonos en ese hecho una comunicación implícita porque se hace pensando en un otro. nes21, los erotismos22, las intersubjetividades23 y los procesos de reflexividad24. Esas zonas corresponden a nuestras preocupaciones, allí podemos formular las preguntas sobre un terreno desconocido. Son zonas que nos tienen guardado algo más rico, profundo e importante del cuerpo y la comunicación. Nos guardan secretos para ser develados, que son constitutivos de la comunicación corporal. Sin la contemplación de estas propiedades implícitas, la comunicación corporal queda interpretada desde una visión que no escarba hasta el fondo. Su aproximación de corto alcance sólo fija posición en la apariencia y no llega a raspar lo que pasa por debajo de este tema. Desde allí produce captaciones que 21 Un posible recorrido puede hacerse retomando a Serge Moscovici. 22 Si pensamos el cuerpo y la comunicación en la dimensión del erotismo, Bataille nos hará revisar nuestras matrices de pensamiento capitalista provocándonos con la sugerencia de una “economía del derroche”, nos va a instalar en puntos neurálgicos referidos a nuestra “parte maldita” que nuevamente se expresa en los rituales con el cuerpo y en relación de comunicación con otros cuerpos. 23 La línea de pensamiento que nos ofrece Levinas en torno a ponerse debajo del pellejo del otro, dar la cara por el otro, sostener que la comunicación comienza en el rostro del otro, lleva implícito un compromiso brutal con el cuerpo y la comunicación. Tal vez la experiencia límite el campo de concentración nazi fue la experiencia más extrema que vivió para poder elaborar desde la materialización de la sensibilidad/subjetividad incrustada en la incertidumbre terrible de saber si era el día de ser trasladado al horno humano. 24 El concepto es utilizado por Garfinkel y también por Giddens. A nosotros nos interesa la situación de reencuentro entre sujetos que pueden entablar un diálogo y pronunciar la cultura en la enunciación de sus palabras. Ese acto a veces inaugural no pasa de largo, inscribe modificaciones en los participantes del acto comunicativo, sus cuerpos ya no son lo que eran antes, se modificaron en forma recíproca. El ejemplo más gráfico es el encuentro del indio con el colonizador que desestructura el repertorio de imágenes corporales que le habían reportado las respectivas experiencias culturales en espacios que no guardaban relación hasta ese momento. 61 merodean por fuera el cuerpo y la comunicación. Pensar el cuerpo y la comunicación en este tipo de dimensión nos instala en otra clase de búsquedas relativizadas a un aquí y ahora particular que nos atraviesa. Reconocer como punto de partida condiciones de realización en un tiempo y un espacio específico nos lleva a desestructurar los moldes atemporales de interpretación sobre la comunicación no verbal y a abordarlas con otras herramientas de intervención. Es decir, pretendemos incursionar en el cuerpo y la comunicación en zonas que no permiten cosificaciones ni lecturas unívocas. Los tópicos sugeridos nos despiertan otro tipo de planteos, preguntas y problematizaciones teóricas. Se nos ocurre reconocer las múltiples dimensiones de la comunicación corporal superpuestas, enganchadas entre sí de manera sofisticada, inasible a simple vista, imposible de abarcar delimitando sus fronteras estáticas. La demarcación de límites puede dejar de ver complejas relaciones, al dejar fuera en la misma operación de recorte. Desde este posicionamiento que reconoce situaciones distintas, coyunturas históricas diferentes, se desprende otra forma de hacer los acercamientos a estos elementos valiosos del cuerpo y la comunicación. Dichas aproximaciones son jugados en apropiaciones subjetivas que nos invitan a tomar registros de ellos en forma transitoria, adaptadas a exploraciones, tanteos que buscan dar otro tipo de explicaciones sobre las maneras de comunicar con el cuerpo. En definitiva pretendemos valorar las dimensiones indeterminadas del cuerpo y la comunicación, creemos en su riqueza y su inagotable potabilidad porque son dimensiones muy profundas, complejas y problemáticas. En estos sitios oscuros pretendemos iniciar un recorrido exploratorio, tenemos la sospecha que allí hay algo más prioritario por descubrir. Algunos desplazamientos En esta modificación del enfoque, sugerimos pasar de la observación de conductas predeterminadas a la observación de prácticas comunicacionales materializadas en los cuerpos. En vez de medir, clasificar, estandarizar, sugerimos trasladar la intervención hacia la interpretación de los sentidos sociales y ofrecer versiones inacabadas del cuerpo y la comunicación. Nuestra clave es reemplazar las nociones de acciones instrumentales por las de hacer social, remover el concepto de comportamiento por el de subjetividad, asumir la comunicación multidireccional, pasar de los comportamientos predecibles y medibles a la subjetividad azarosa y contingente. Apelar a la intervención, que se preocupe más por la interpretación subjetiva que por la descripción objetiva. Entender a los cuerpos no como pedazos de carne despedazadas sino como construcciones sociales, tratar el cuerpo no como sistemas funcionales, maquinarias estereotipadas sino como cuerpos movidos por los invisibles deseos, sueños y utopías de los sujetos. Contemplar los universales de de las respuestas mecánicas de un individuo aislado sino de las construcciones culturales de los sujetos que sujetan sus cuerpos a realidades múltiples. Sugerimos el pasaje del esquema de un cuerpo físico, conceptualizado desde las taxonomías de los esquemas corporales estandarizados con estructuras rígidas, con partes diseccionadas y hasta disecadas para su preservación eterna en formol, a un cuerpo inserto en experiencias inéditas, de los esquemas móviles y no determinados para siempre o en todo caso de las imágenes borrosas e inacabadas. La perspectiva biológica que se resume en mecanismos, aparatos, sistemas, órganos, funciones, objetos tangibles puede enriquecerse si la atravesamos desde otra perspectiva antropológica. Esta perspectiva apela al reconocimiento de una materialidad biológica que condiciona un orden de funcionamiento físico pero que se abre a la participación de la vida sociocultural y tiene además la 62 posibilidad de generar desplazamientos desde un orden simbólico e imaginario. Otro corrimiento importante es el que nos lleva a abandonar la primacía de los resultados, las comprobaciones y las respuestas eficaces hacia la apropiación de la lectura localizada en procesos abiertos a situaciones imprevistas, azarosas y contingentes de la comunicación corporal. Nuestro camino por transitar es inverso, en vez de cerrar en conductas restringidas y controladas proponemos abrir la posibilidad hermenéutica de las infinitas interpretaciones para poder descubrir lógicas artesanales de la comunicación corporal. En vez de inventariar un catálogo de tipos ideales de comunicación no verbal, que niega al cuerpo en su mismísima construcción lingüística, preferimos instalar una pregunta: ¿Qué nos quieren decir los cuerpos más allá de su comunicación no verbal? Con esta pregunta nos movilizamos hacia una heurística del descubrimiento que no se vale de recetas sino de procedimientos originales de investigación para llegar a entender qué más contiene esa comunicación corporal en su fuero más íntimo. En este sentido este pasaje de lo externo, entendido como lo más visible del cuerpo, y la comunicación que se invagina hacia lo interno, entendido como lo escondido que nos seduce para descubrir. En el caso de la comunicación, no la proponemos como oposición entre lo verbal y lo no verbal sino como tensión de fuerzas que hacen fluctuar al cuerpo y la comunicación en un agonismo que no se resuelve. También pensamos que la relación cara a cara ha sido trastocada por relaciones corporales mediadas por objetos producidos en la alta modernidad que dan la posibilidad de hacer una toma de distancia de los contactos corporales, una regulación elegante de los encuentros, diluida con medios que despersonalizan la relación corporal o la complejizan. En este sentido, hay cierta ruptura de un orden continuo y de reformulación de situaciones típicas de interacción social que pueden llevar a enfrentamientos cara a cara, de menor frecuencia, a maneras de trabar vínculos de una manera intercambiable, menos comprometida con el otro. Los procedimientos de la comunicación no verbal desarrollados de forma precedente parecen buscar más la permanencia, están anclados en la fijeza. Nuestra propuesta va en busca de un seguimiento que no captura para el cautiverio sino que efectúa un relevamiento de un cuerpo en construcción que no agota sus posibilidades de comunicación y que está expresando el contenido de algo más denso, más de fondo. La comunicación del cuerpo está dotada de una creatividad que es infinita, posee la cualidad de lo no vaticinable y de la sorpresa; por lo tanto, no podemos tenerla bajo control, siempre se escurre proponiendo nuevas alternativas de expresión. Por esta capacidad que posee el cuerpo de comunicar poniendo en escena una fuente inagotable de formas creemos más conveniente redescubrir el cuerpo y la comunicación en su devenir. Llamado de atención sobre la negación del cuerpo Pensamos que la comunicación no verbal podría reformularse en principio tomando una crítica de Le Bretón donde nos da a entender esta negación del cuerpo.25Por otra parte, podemos revisar la comunicación no verbal que se orquesta involucrando los gestos, la proxémica, el tacto, la mirada, el olor, el entorno puede resignificarse en otro contexto de realización, distinto al momento en que fueron delineadas por sus autores. Nuestra idea es liberar esas categorías teóricas del encapsulamiento, del laboratorio preparado con las condiciones de realización controladas, generadas en forma cercana a lo artificial utilizando actividades previsiEl autor señala. “La expresión comunicación no verbal queda descalificada por la disparidad de las dimensiones que pretende reunir por defecto: escritura, lenguaje de los signos, posturas, gestos, mímicas, etc. La reivindicación corriente de la eminencia de lo no verbal en la interacción es tan absurda como su negación.”Le Bretón, D., Op cit, p 39. 25 63 bles, con el ejercicio de pruebas y ensayos lo más fiables posibles. Nosotros proponemos un rescate de estos insumos teóricos para ser utilizados con otros tratamientos metodológicos que no las sometan a tipos de pruebas o experimentos de test evaluativos. En vez de ello sugerimos poner el acento en registros etnográficos cualitativos que las observen en las formas de devenir; las mutaciones, contradicciones, revoluciones, crisis, etc. Que tienen estas categorías teóricas en el contexto de realización, fuera de los laboratorios de pruebas para reubicarlas en escenarios complejos de la vida social en donde estén debidamente contempladas las mediaciones que impulsan los procesos culturales mundiales. Nuestro planteo es revisar estas nociones de espacio, tiempo, sujetos, objetos enmarcados en otro orden; no es el orden esterilizado de las conductas observables, congeladas en el tiempo. Pensamos en resituar la temática en contextos, realidades mediadas, valorando las coordenadas de espacio y tiempo donde se configuran las relaciones corporales. De este modo, tenemos en cuenta ciertos rasgos de una gestación de la cultura mundializada donde se destacan los cambios en las formas de relación, las crisis de los espacios, la aceleración de los tiempos, la familiarización con nuevos olores, rituales de interacción, los cruces entre materiales de distinta procedencias regionales y la inauguración de extraños ropajes. En este sentido se presta singular atención a los procesos culturales mediadores que atraviesan nuestra temática del cuerpo y la comunicación. Resaltamos elementos mediadores porque con ellos aparecen, por ejemplo, el reformateo de los encuadres institucionales, los usos tergiversados de objetos referidos al cuerpo-como el uso de rosario en los jóvenes-, los desplazamientos de sentidos sociales corporales que manifiesta la ropa, los trastocamientos ideológicos impulsados con otras formas de poner el cuerpo colectivo para la manifestación política, los corrimientos de roles sexuales pasi- vos y activos y las redistribuciones de géneros femenino y masculino en organización de la vida cotidiana, los desfasajes históricos que sufre el cuerpo en las instituciones, los desanclajes culturales de prácticas corporales importadas de una región a otra del planeta. Todos estos procesos socioculturales nos evidencian que el cuerpo y la comunicación poseen la cualidad del continuo movimiento. Estas propiedades dinámicas que le son inherentes nos invitan a repensar la comunicación y el cuerpo desde otras perspectivas de análisis resituando nuestros abordajes en su perpetuo fluir. La comunicación no verbal podría ser incluida en el marco de un escenario mundial para romper con la idea esquemática del cuerpo y la comunicación, muy cercana a lo estático. Esta idea es susceptible de ser complejizada a partir de una noción de cuerpo más escurridizo, imposible de atrapar y graficar de una manera definitiva; hacemos referencia a un cuerpo más libre, rebelde a su educación de los convencionalismos y los buenos modales. Al suscribir a otra dimensión del cuerpo y la comunicación preferimos hablar de comunicación corporal para que el cuerpo aparezca en primer plano y deje de estar tapado por la expresión “no verbal”. La comunicación corporal desde esta perspectiva ampliada, es otra cosa, implica claves de lectura siempre provisorias, con finales abiertos, sujetas a reformulaciones relativas a las coyunturas particulares de manifestación. Nos invita a dejar de lado las lecturas que se resuelven con interpretaciones unívocas y coincidentes entre los intérpretes, para resolver el desafío de comprender algo más complejo de lo que nos da el cuerpo, comunicando con pistas difíciles de decodificar a simple vista. Nuestro desafío es más ambicioso, pretende traducir lo que quiere decir el cuerpo cuando comunica en lo que no se deduce con una primera impresión. La comunicación corporal es un diálogo abierto sin fin, propone una lógica de intervención cualitativamente distinta. 64 Se instala en lo sutil y lo indicial que nos puede brindar una mirada cautivante, más en lo que insinúa y dispara el rostro extraño que nos atrae por su excentricidad. La comunicación corporal con estas cualidades nos coloca en el terreno de las sospechas que nos genera la identidad sexual de un sujeto por las maneras de mover el cuerpo. Nos crea curiosidades por sabe qué quiso decir con ese gesto raro y también nos depara angustias por las incertidumbres de existencia con vida del cuerpo momentáneamente desaparecido en un secuestro express. Nos abre polémicas eternas acerca de las versiones subjetivas que los sujetos pueden atribuir a una puesta en escena corporal de actores en una obra de teatro. Al hacer enfrentar criterios y lógicas interpretativas, la comunicación con el cuerpo puede dejar certezas pero también deja dudas que por contener esa propiedad desconocida nos resultan emocionantemente atractivas. Relaciones Corporales Cara a Cara y Mediadas La comunicación corporal se pone en escena desplegando mensajes mezclados en múltiples dimensiones que por su complejidad resultan difíciles de descifrar a simple vista. Son percibidas como desorden, nos ubican frente a una saturación de pistas que no nos dejan captar el contenido profundo de lo que nos quiere mostrar apoyado en el acto comunicativo del cuerpo. De esta densidad se desprenden dos tipos de relación corporal: la relación corporal “cara a cara”, que para nosotros quiere decir también cuerpo a cuerpo, y las relaciones corporales mediadas por nuevos soportes materiales, tecnológicos y procesos culturales. Esas modalidades de relación corporal a su vez aparecen combinadas y complejizan la configuración de la comunicación corporal. Se establecen, así, relaciones sociales con un cuerpo atravesado por referen- tes diversos. Existe una reformulación incesante de las formas del cuerpo que no termina de cristalizarse jamás. El cuerpo es un material permanentemente resignificado por su relación con componentes. Siempre baraja y da de nuevo, traza el inicio de una relación amorosa con otro cuerpo, retrasa las apuestas religiosas con los mismos uniformes que significan investiduras institucionales, se marca a fuego con un tatuaje, tacha definitivamente su procreación cuando liga sus trompas, remarca sectores del cuerpo con un lápiz labial, borra una opción ideológica en un corte de pelo, escribe otra historia con su cuerpo cuando decide procrear un nuevo ser, vuelve a escribir revalidando o volviendo a elegir su pareja. Siempre recoloca y modifica las combinaciones entre los elementos y presenta con nuevos formatos la exterioridad. Hay una relación dialéctica del cuerpo con la cultura a partir de la cual se teje una novela de la comunicación corporal con sus enredos, maraña de relaciones, itinerarios y recorridos del sujeto. Los rasgos del cuerpo y la comunicación transitados por un patrón narrativo distinto al de las taxonomías nos pueden llevar a hallazgos de otro tipo. El cuerpo y la comunicación ponen en juego temas muy delicados. Los rasgos encarnados en la incertidumbre cuando un sujeto espera los resultados médicos para saber si es o no portador de HIV; la imagen de un rostro borroso del subcomandante Marcos debajo de un pasamontañas; el sutil indicio que muestra el bretel del un corpiño rojo escapándose de la vestimenta más exterior; la insinuación de las transparencias portadas por un cuerpo femenino. La invitación a la libre interpretación de cuerpos difíciles de encasillar por su apariencia externa porque poseen una mezcla indiscriminada de fragmentos. Todas estas posibilidades de presentación, nos colocan en una posición de intérpretes de puestas en escena del cuerpo y la comunicación en un terreno más abierto que nos demanda otras formas de acercamiento a la comunicación corporal. 65 La comunicación corporal también tiene consistencia en lo anárquico; es también una metástasis caótica de partes involucradas que dejaron de ser piezas reconocibles y no sólo es una comunicación de sistemas diferenciados que responden a lógicas de la autorregulación y el equilibrio. La comunicación corporal nos exige un tiempo de demora para atribuir significados debido a que tiene ese componente contingente, rebelde, transgresor. Es incómodo, impredecible y no nos deja encasillar de manera apresurada para no emitir juicios erróneos, ni etiquetar cómodamente con la certeza de estar haciéndolo de manera precisa. Nuestra sugerencia es mirar la comunicación corporal desde otros posicionamientos. Es decir, localizar la mirada en un cuerpo más ilegible que se escurre y no se deja atrapar cambiando sus formas cuando se ve acorralado por la obsesión clasificatoria de los intérpretes que a toda costa quieren etiquetarlo o ubicarlo en algún lugar de identificación. El cuerpo y la comunicación están reformulándose permanentemente, no terminan de definirse ni de delimitar sus contornos; lejos de ello, sus bordes son imprecisos y están participando en procesos de reformulación incesante. La comunicación corporal que sugerimos va a desentenderse de asignación de etiquetas definitivas que, tomando de referencia las apariencias físicas, sugieren su asociación con las convenciones clásicas para ser pertinentes con los eventos sociales de ocasión. La comunicación corporal no se da en el vacío contextual sino que se involucra con procesos de cambio por los que atraviesa una sociedad particular adoptando múltiples formas. Se muestra cuando se profanan los órdenes religiosos de los buenos modales durante una misa. Se manifiesta al impugnar los criterios funcionales del caminar a favor de desfiles seductores. Cobre expresión al atribuir nuevos sentidos sobre los convencionalismos sociales. También al reubicar en otra escala jerárquica las partes íntimas y no íntimas que pueden ser mostradas en público. La comunicación corporal se canaliza en las intenciones degradantes de los sujetos cuando se ultraja a otro tirándole el dinero como paga del sexo comprado, o cuando desgarra las vestiduras y viola a otro cuerpo haciendo entender quién es más fuerte o quién manda. En ella está contenido el deterioro de un sujeto cuando se despedazan las estructuras de pensamiento en tiempos de crisis para hacer las prácticas corporales novedosas incursionando en trabajos forzosos que sacan callos en las manos. Logra distanciarse más allá de la realidad que quiere negarse cuando se convierte a una religión que lo somete a regímenes corporales de abstinencia en un lugar de retiro lejos de la ciudad. Es una comunicación corporal que pensada en movimiento sólo se puede abordar en suspenso siguiendo hilos conductores delicados que van trazando las experiencias biográficas de los sujetos que en sus historias de vida ponen el cuerpo y su comunicación en recorridos abiertos a un destino que nos e puede vaticinar de manera definitiva. Entonces, se reconocen las claves fenomenológicas de la precedente comunicación no verbal pero se pretende dotarlas de dinamismos en la participación de la cultura. El cuerpo es una red extensa con límites borrosos, fronteras imprecisas difíciles de representar en un dibujo mental que lo abarque. Es una entidad repleta de pliegues e invaginaciones, que conectan el adentro con el afuera; parece inasible por sus desfiguraciones constantes y por otra parte sus vínculos son tantos que hasta parece que todo tiene que ver con el cuerpo. La comunicación que de ella se desprende es multidimensional. La Construcción de Posibles Senderos hacia la Comunicación Corporal En el abordaje de esta temática hemos señalado la sugerencia de desplazarnos desde la comunicación no verbal hacia la comunicación corporal que de 66 fondo encierra una traslación de la mirada de lo explícito a lo implícito. En esta traslación además inscribimos el cuerpo y la comunicación en campos problemáticos. Las problemáticas tienen una cualidad interesante: la de someternos al cuestionamiento de nuestras formas de ver las cosas, siempre guiadas desde teorías muchas veces no del todo explicitadas. El este cambio del foco de atención sobre la temática, que va del afuera hacia ese adentro de los misterios escondidos, está el espesor del cuerpo y la comunicación. Allí donde radica la densidad, la consistencia viscosa alojada en las entrañas profundas del cuerpo y la comunicación es donde pretendemos introducirnos. Para internarnos en esas zonas no tan manifiestas sino ocultas, nos podemos vales de autores que si bien no hablan ni declaran en forma explícita la comunicación corporal, sí la tienen involucrada en sus reflexiones sobre el cuerpo y la comunicación. Una posibilidad de apertura hacia las problemáticas del cuerpo y la comunicación la podemos encontrar en las narrativas de Sarlo, en donde muchos de sus ensayos nos reportan otros ejes de lectura del cuerpo 26; en las interpretaciones polémicas del cuerpo en el debate modernidadposmodernidad auspiciado por Séller; en los análisis multidisciplinarios del cuerpo que propone Zizek27; en la pos26 La autora recorre el cuerpo por diversas dimensiones: su sexualidad, sus gimnasias, sus dietas, sus modas de ropa, sus músicas, sus recorridos cotidianos, etc. Véase Sarló, B. Instantáneas. Medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo, Bs As, Ariel, 1996. 27 Por ejemplo, cuando el autor se remite al “corte en el cuerpo” mostrando cuatro etapas: “primero, en las sociedades paganas prejudías “estoy marcado por lo tanto soy”; es decir que el corte en mi cuerpo representa mi inscripción en un espacio socio simbólico(…) Viene después la lógica judía de la circuncisión “un corte para poner fin a todos los cortes” (…)Finalmente, con el cristianismo, este corte excepcional se internaliza, y ya no hay más cortes físicos de ningún tipo (…) la cuarta etapa, el corte neotribal del cuerpo (…)La función del corte posmoderno en el cuerpo no es servir como marca de castración simbólica, sino exactamente lo con- tura feminista del cuerpo en la óptica de J. Butler; en las miradas antropológicas de los cuerpos juveniles de Reguillo28.Son otras preocupaciones, esbozos interesantes, provocativos, que pueden ser rescatados como insumos teóricos para contemplar la comunicación corporal en su perpetuo flujo y movimiento, haciendo enfrentar visiones de la temática que dialoguen entre sí. Nuestra apuesta entonces va dirigida hacia la exploración en dimensiones desconocidas de la comunicación corporal. Nos instalamos en una aventura exploratoria sobre lo que conocemos del cuerpo y la comunicación, lo que ante nosotros se nos presenta como algo escabroso que nos supera por su densidad y viscosidad. Pretendemos ver lo que hay más allá de una mera apariencia externa de un cuerpo, un gesto o un movimiento, tratando de arribar a interpretaciones más de fondo alojadas en sus pliegues internos. Trazado de algunas problematizaciones Los elementos de la comunicación corporal problemáticos que nos obligan a revisar la relación corporal cara a cara: Los accesorios del cuerpo: Si problematizamos los accesorios del cuerpo, podemos registrar que este ha multiplicado sus dimensiones comunicacionales; el cuerpo entabla un vínculo carnal a los nuevos materiales en sus implementos de metal, de plástico y se transforma en un cuerpo consumidor que desarrolla una anatomía sofisticada de accesorios. trario: señalar la resistencia del cuerpo contra la sumisión de la ley socio simbólica.”Véase ZIZEK, S. El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política, Bs As, Paidos, 1998. 28 Rossana Reguillo nos ofrece una versión actualizada del biopoder que atraviesa a los jóvenes y nos aconseja revisar sus prácticas y discursos teniendo en cuenta dos dimensiones, a saber: la situacional y la contextual-relacional. Véase en especial el cap 3: “Entre la insumisión y la obediencia biopolítica de las culturas juveniles” en emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto, Bs As, Norma, 2000. 67 Por ejemplo, con el uso de las vestimentas, las tendencias de las modas y el eclecticismo de la indumentaria portada por sujetos que combinan con otros criterios estéticos los artefactos que adornan el cuerpo pero contienen algo más importante: la construcción de identidad que se modeliza en el cuerpo y que cada sujeto tiene la posibilidad de elegir con cierto margen de libertad, en lo que quiere hacer con su carne y sus huesos.29Todo puede ser mezclado, los retazos de telas, pedazos de alambres, jeans agujereados; hasta se puede inaugurar las tinturas transitorias en los cabellos, rescatar las corbatas de épocas lejanas recicladas con la excusa de enarbolar la moda retro. Los criterios de producción estética de los cuerpos de hombres y mujeres establecen fusiones, ellos convergen hacia la unidad indiscriminada y nos arrastran hacia otro parámetro de identidad corporal que se aleja de la división tajante de un modelo de hombre y mujer dirigiéndose a un cruce de atributos que desdibuja definitivamente la separación e inaugura la identidad corporal de la confusión. Es indistinto visualizar a la lejanía, la silueta el cuerpo del hombre y la mujer que caminan como pareja pero muy pareja. Dos cuerpos son contemplados en un horizonte distante donde apenas podemos percibir la imagen de dos cuerpos abrazados o tomados de la mano y portando ambos jeans, zapatillas, pelos cortos, mochilas. Los dos cuerpos se homogeneízan en una comunión que es la pareja. El aspecto exterior del cuerpo. El cuerpo ambivalente que señala Bernard con su oposición de valencias contrasta a su vez con la aparición de un cuerpo ambiguo que desdibuja los polos de la diferencia. Por ejemplo, de aquellos que nos cuesta ubicar y atri29 Sarlo describe un diálogo de una hija adolescente encaprichada con los liftings, las operaciones, cirujías, y otras alternativas de diseño corporal. Su reflexión la lleva hasta la influencia del mercado que opera sobre el deseo de los sujetos para concretar esas remodelaciones del cuerpo. Sarlo, B. Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina, Bs As, Ariel, 1994. buirle su identidad porque no tenemos en nuestro acervo de experiencias un patrón clasificatorio para ubicar adecuadamente a ese cuerpo extraño. Cuando nos enfrentamos a sus rasgos imprecisos en torno a su carácter de femenino y masculino, se dificultan nuestros esfuerzos por clasificar y rotular lo estrictamente femenino y masculino. Esta división que podían plasmar con total nitidez no sólo Goffman sino también Bourdieu en La Distinción apelando al ejemplo rotundo de fotografías de hombres vestidos con pantalones y mujeres con polleras; hombres de pelo corto, mujeres de pelo largo; hombres con una imagen de dominio y poder y mujeres con las improntas de la docilidad y sumisión que se percibe en las poses y las posturas en la relación de interacción; hombres jefes y mujeres empleadas. En estos estudios de las modas y el cuerpo, este último es un elemento divisor de atributos que pertenecen casi con exclusividad a los hombres y otros elementos que son propiedad exclusiva de las mujeres. Es el cuerpo de la divalencia30, de las oposiciones que se atraen y se complementan en el acople de diferencias centrales presentadas como constitutivas. 31 La háptica o el tacto. Los cuerpo a cuerpo, la carne y la piel, los besos, abrazos, roces entre sujetos que establecen otro tipo de contactos corpora30 En Bernard puede verse reflejada esta oposición de extremos cuando hace referencia a la “ambivalencia del cuerpo”. Permanentemente ejemplifica esa contradicción que nos da la experiencia del cuerpo señalando la oposición de potencia/debilidad, placer/dolor, la pulsión de la vida y muerte. Bernard, M. el cuerpo, Bs AS, Paidós, 1985, p 11. 31 Goffman nos ofrece una serie de fotos agrupadas y categorizadas con sus respectivos comentarios. Allí podemos ver descripciones con fotos sobre: lo masculino y lo femenino; el tacto; la mujer oculta; la mujer lejana; la mujer sumisa; los juegos de manos; la risa; la mujer dócil; la mujer juguete; la mujer niña; la mujer juguetona; dicha de ser mujer. Véase texto “Los rituales de la femineidad” en Los momentos y los hombres, Bs As, Paidós comunicación, 1991, p.135. 68 les con su materialidad. Se utilizan modos de dar besos, abrazos, caricias, saludos. Simplemente con contrastar las formas de festejar los goles de los jugadores de fútbol de la década del 70 con la década del 90 que incluyen montañas humanas, festejos artificiales acordados previamente entre los compañeros de equipo que muestran delanteros tomados de la mano bailando, dándose besos de boca a boca, armando una fila que se desplaza, tomados todos de la cintura, simulando ser una locomotora. También podemos rescatar las formas de relación corporal que reconstruyen los padres con sus hijos en la década de los noventa en contraste con la década del 70. El padre que cambia un pañal, elige la ropa para su hija, la baña haciendo de niñero, no posterga la relación corporal con su hijo e, incluso, se atreve a hablarle y trata de conectarse, creyendo en la existencia de la vida intrauterina, cuando está en el vientre de su madre y le habla, lo toca, percibe sus movimientos y se emociona al ver su diminuta figura en una ecografía. Como puede verse, esta comunicación corporal que se va construyendo socialmente, dista mucho de aquel hombre que sólo se encontraba con su hijo los fines de semana y se mantenía alejado de los olores y hedores que su hijo podía producir. La comunicación corporal que se entreteje desde muy temprano nos brinda así muchos elementos para ser debatidos y problematizados. Los elementos de la comunicación no verbal problemáticos en la relación corporal mediada por la intromisión de nuevos materiales. La Kinesia. Podemos rescatar los juegos electrónicos que generan interacciones con máquinas programadas con ritmos musicales (por ejemplo, el jump it up), o con la TV de los flashes informativos. La cultura mediática que no nos termina de dejar de descifrar movimientos corporales extraños, inéditos cuando nos compagina cortos publicitarios que combinan motricidades inéditas, desplazamientos inverosímiles, coreografías corporales que se transforman en una palabra digital dentro de la pantalla de un teléfono celular alternándose con sonidos de máquinas. Las tecnologías que condicionan nuevas formas de interacción e invitan a la experiencia solipsista de los sujetos que pueden darse el lujo de entrometerse en las vellosidades de cuerpos desconocidos, espiar sus formas porosas, llegar a sus profundidades, enfrentarse a sus volúmenes, deslizar la mirada en los tamaños de cada porción de esa carne. Ver y no tocar, tocar sólo con los ojos que buscan plegarse a la pantalla.32 También la multiplicación, sofisticación y recombinación de prácticas corporales sedimentan otro patrimonio kinésico en los sujetos. Las transformaciones en los cuerpos pueden verse en las formas de desplazamiento por la ciudad utilizando los “rollers”, la preparación de bicicletas especiales para realizar mountain bike o mostrar habilidades con estos rodados haciéndolos describir peligrosas parábolas de vuelo en equilibrio inestable o deslizarse valiéndose sólo de la rueda trasera suspendiendo en el aire la rueda delantera, mientras la bicicleta avanza, para, luego de tomar impulso por rampas de tierra, volver a saltar haciendo acrobacias que combinan giros, rotaciones y caídas en diversos planos y direcciones. La oculésica, la mirada, los gestos. Nuevamente retomamos los rasgos imprecisos de la comunicación corporal. Podemos referirnos a la figura andrógina de David Bowie rotulado por sus fanáticos como “el camaleón” por sus cambios de fisonomías constantes; la comunicación corporal artificial con32 Un texto compilado por Croci y Vitali nos presenta a Mcluhan con el tema “vestido: arma y tecnología”. Allí plantea que “la ropa como prolongación de la piel humana es tan tecnología como la rueda o la brújula”. A pié de página también se describe a este autor como “optimista y polémico, considera a los medios electrónicos una prolongación del sistema neurológico central del hombre y los divide en cálidos y fríos según impliquen menor o mayor participación del receptor”. Croci, P. y Vitale, A. Los cuerpos dóciles. Hacia un tratado sobre la moda, Bs As, La Marca, 2000, p. 157. 69 cretada en las operaciones deformatorias de Michael Jackson, cuyo rostro desfigurado muestra una cara reinventada que se percibe como tal. Esas prácticas se extienden a la conjunción de la carne y el metal en la figura del cyborg que no sólo se grafica en Terminator y Robocop sino que se encarna y se hace patente en las ortopedias de plástico o de metales variados que suelen ofrecerse a discapacitados que, de alguna manera, recuperan en parte su subjetividad merced a estos suplementos de la carne. Con ellos pueden moverse en complejas sillas de ruedas, autos especialmente diseñados para personas que tengan mutilados algunos de sus miembros. Esta preocupación no sólo es personal sino que es personal con respecto a otro que me constituye y realiza en la relación corporal que con él entablo y que por él reformateo mi cuerpo adquiriendo prolongaciones que se incrustan o conectan con alguna porción de mi superficie carnal. Los cuerpos indefinidos que van contra la naturaleza biológica y devienen en cuerpos de travestismos y transexuales que dejaron de ser alteridades de aparición esporádica. La riqueza de la mirada no está en la efectiva manera de dar a entender un mensaje de forma clara y precisa, la dimensión problemática viscosa de la mirada se aloja en la seducción que intriga generando curiosidad y despertando el deseo del otro. En relación con la mirada planteada desde un panóptico, pone en relación a sujetos con complejos dispositivos de vigilancia y control; la construcción de una mirada relaciona, compromete a la alteridad que se prepara para ser vista y en tal sentido la producción personal del cuerpo no sólo es un acto narcisista hacia sí mismo sino también un acto de comunicación corporal. El sujeto pone su cuerpo en relación con esa mirada del otro que lo va a registrar en su foco visual. Este juego se complejiza aún más al momento de multiplicarse las miradas entre voyeuristas. La reformulación del espacio público y privado en cuanto al acceso a dimensiones privadas y hasta sagradas del cuerpo y las situaciones del cuerpo (mostrar a desconocidos el aseo, la evacuación intestinal, el coito) nos colocan en otro nivel problemático de la mirada. Aquí la comunicación corporal partiendo de la mirada tiene una densidad y riqueza ávida de análisis profundos. La mirada excede las descripciones de mecanismos fisiológicos sobre la dilatación y contracción de la pupila, las distancias en la interacción de los actores, las características físicas. La mirada, si se la dirige aún más a fondo, puede llevarnos a preguntar cómo se construye una mirada en relación con un marco sociohistórico. Cómo repensar la mirada tomando, por ejemplo, las nuevas tecnologías, los reality shows, los cuerpos que se preparan para ser mirados y despliegan el bioterrorismo, como en los peligros del ántrax dispersado por el mundo. El peso de la mirada empuja al otro para que se ajuste a una estética corporal que la sociedad construye. Ese otro que también me constituye como gran referente. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BATAILLE, G El erotismo, D.F., Tusquets, 1996 BERNARD, M. el cuerpo, Bs AS, Paidos, 1985. DE SIGNIS N°3 Los gestos, sentidos y prácticas, Bs As , Gedisa, 2002. CASTORIADIS, C. La Institución imaginaria de la sociedad, Bs As , Tusquets, 1999 CROCI, P. Y VITALE, A. Los cuerpos dóciles. Hacia un tratado sobre la moda, Bs As, La Marca, 2000. DAVIS, F. comunicación no verbal, Madrid, Alianza, 1991. GIDDENS, A. Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época contemporánea, Bs As, Península, 1999. GOFFMAN, E. La presentación de la persona en la Vida cotidiana, Bs As, Amorroru, 1989. GOFFMAN, E. Estigma, la identidad deteriorada, Bs As, Amorroru, 1996. 70 HALL, E. La dimensión oculta, Bs As, Siglo XXI, 1997. HALL, E. El lenguaje silencioso, Madrid, Alianza Editorial, 1989. KNAPP, M. La comunicación no verbal. El cuerpo y el entorno, Bs As., Paidos, 1980. LE BRETÓN, D. Las pasiones ordinarias. Antropología de las Emociones, Bs As, Nueva Visión, 1998. LE BOULCH, J. Hacia una ciencia del Movimiento Humano. Introducción a la Psicokinética, Bs As, Paidos, 1991. LEVINAS, E. Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, salamanca, Ed. Sígueme, 1987. ONG, W. Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, D.F., F.C.E, 1993. POMMIER, G. Los cuerpos angélicos de la posmodernidad, Bs As, Nueva visión, 2000. REGUILLO ROSSANA. Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto, Bs As, Norma, 2000. SARLO, B. Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina, Bs As, Ariel, 1994. SARLO, B. Instantáneas. Medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo., Bs As, Ariel, 1996. WILLIAMS, R. Historia de la comunicación, vol 1: del lenguaje a la escritura, Barcelona, Ed. Bosch, 1992. ZIZEK, S. El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política, Bs As, Paidós, 1998. 71 7/ Re-leer la escuela para re-escribirla: Propuesta de trabajo para la Práctica en Terreno Antes de presentar el recorrido propuesto para el Campo de la Práctica de 2º Año, es necesario recordar que la centralidad del Diseño no está puesta en el dispositivo sino en los sujetos y sus prácticas. Por eso, esta propuesta tiene que asumirse como algo en construcción constante e inacabada, para debatir, no sólo entre los docentes del Campo de la Práctica de 1º y 2º Año, sino también con docentes y directivos de los niveles Inicial y Primario. Echamos a rodar una propuesta que no es cerrada, sino que se irá construyendo sobre las coordenadas que aquí se presentan, y con el diálogo y la participación de los distintos actores. Sabemos adónde queremos ir, cuáles son los horizontes, pero no podemos hacerlo solos. Necesitamos hacer un proceso colectivo, hacerlo juntos. Para la re-lectura y re-escritura de la escuela vamos a tener en cuenta fundamentalmente dos horizontes formativos: el maestro como pedagogo y el maestro como trabajador de la cultura. Reconocimiento del mundo cultural Otros espacios Escuela (espacio social, institución, micropolítica cultural) Otros espacios Re-lectura / re-escritura Maestro como pedagogo y trabajador de la cultura 72 De lo que se trata, en primer lugar, es de hacer un reconocimiento del mundo cultural de la escuela; una aproximación y una entrada al mundo cultural escolar (de acuerdo con los tres ejes de análisis o re-lectura propuestos en capítulos anteriores de este Módulo). Para hacer ese reconocimiento, vamos a trabajar con herramientas de aproximación, que son cualitativas (las Herramientas de la Práctica). Esas herramientas van a tener dos líneas de producción: el cuaderno de bitácora y la descripción densa (que se explicará más adelante en este Módulo). La idea es comprender el espacio escolar y lo que ocurre en él, antes que calificarlo o descalificarlo prematuramente. Reconocimiento del mundo cultural documento “ Aproximación… ” (Herramientas) Cuaderno de bitácora Descripción densa Otros espacios Escuela (espacio social, institución, micropolítica cultural) Otros espacios Re-lectura / re-escritura Maestro como pedagogo y trabajador de la cultura Tenemos que producir discurso pedagógico sobre esta comprensión que vayamos logrando, sin apurarnos a dar respuestas desde el sentido común o desde discursos producidos desde fuera. Lo clave es poder realizar lecturas de la realidad y no repetición de lecturas ya hechas. O, como decía Arturo Jauretche, mirar la realidad con ojos propios. Las dos líneas de producción van a desembocar en un producto, que es un documento que presentarán los y las alumnas de 2º Año. En esta aproximación, que se trata de un reconocimiento del mundo cultural de la escuela, la propuesta es prestar especial atención y capturar las problemáticas que en ellas se producen, pero entendidas como disputas por el sentido de la escuela. Es 73 frecuente encontrarnos con que la escuela tiene distintos sentidos para diferentes sujetos: los maestros, los alumnos, los directivos, los padres, etc. Reconocimiento del mundo cultural documento “ Aproximación… ” (Herramientas) Otros espacios Cuaderno de bitácora Descripción densa problematizar des-naturalizar Escuela (espacio social, institución, micropolítica cultural) problemáticas / disputas por el sentido Otros espacios Re-lectura / re-escritura Maestro como pedagogo y trabajador de la cultura En la escuela nos encontramos con ciertos sentidos que han sido naturalizados. De lo que se trata es de problematizar, de des-naturalizar esos sentidos. Desde allí, la propuesta es que las alumnas y los alumnos construyan una interpelación a la escuela, pero también a las organizaciones, instituciones y espacios de la comunidad (con los que ya han trabajado en 1er. Año), que se genera a partir del reconocimiento del mundo cultural escolar y de las pugnas de sentidos que en ella se producen. 74 Reconocimiento del mundo cultural documento “ Aproximación… ” (Herramientas) Otros espacios Cuaderno de bitácora Descripción densa problematizar des-naturalizar interpelación Escuela (espacio social, institución, micropolítica cultural) problemáticas / disputas por el sentido escuela, organizaciones instituciones espacios Otros espacios Re-lectura / re-escritura Maestro como pedagogo y trabajador de la cultura Todo el proceso de re-lectura (que profundizaremos más adelante con el enfoque metodológico) va abriendo posibilidades para imaginar estrategias de interpelación. Como venimos sosteniendo, la interpelación sólo suscita identificaciones en cuanto es generada a partir del reconocimiento del mundo cultural y de los sujetos que queremos interpelar. Por eso es que todo el recorrido de la Práctica en 2º Año se va constituyendo en un proceso formativo, más aún en la medida en que fundamenta y da sentido a las acciones que se proponen las alumnas y los alumnos, para hacer un aporte a la reconstrucción del vínculo entre la escuela y la vida. La interpelación se concreta o se plasma en una estrategia (por ejemplo, una jornada) que puede realizarse en la escuela o en el instituto, cuyo propósito es que en ella participen no sólo los actores escolares sino también las diferentes organizaciones o instituciones con las que se trabajó en 1er. Año. La idea es trabajar sobre una problemática sociocultural de la cotidianidad genuina para la escuela. En la planificación de esa estrategia, es clave aprovechar historias, vínculos y experiencias institucionales anteriores, así como los recorridos de 1er Año de la Formación Docente. Lo que llamamos “estrategia” o “jornada”, puede ser, por ejemplo, un día o una semana de la “escuela abierta” que pueda tener distintas modalidades o estar organizada de distintas formas; puede ser: una jornada de expresión artística con algún eje; un libro que se escribe en la circulación (o un periódico)… o todas aquellas acciones que contribuyan a la construcción de un proyecto sociocultural integrador, con participación de la escuela y otras organizaciones de la comunidad. 75 Reconocimiento del mundo cultural documento “ Aproximación… ” (Herramientas) Otros espacios Cuaderno de bitácora Descripción densa problematizar des-naturalizar interpelación problemáticas / disputas por el sentido escuela, organizaciones instituciones espacios Escuela (espacio social, institución, micropolítica cultural) Otros espacios otras líneas de acción “ en” la escuela jornada en escuela o instituto Re-lectura / re-escritura Maestro como pedagogo y trabajador de la cultura La coordinación de esas estrategias –entendida como un proyecto integrador de la escuela y la comunidad– la llevará adelante las/los alumnos/as de los Institutos de FD del Campo de la Práctica de 2º Año. En este sentido y no en otro es que un comprometido y fluido proceso de relectura abre las puertas y otorga sentidos a la imaginación, diseño, organización, puesta en práctica y evaluación de acciones y estrategias que contribuyan al abordaje de las problemáticas que sean consideradas como tales. Si el espacio escolar es concebido como un espacio público en que, como tal, se produce una arena de lucha por el sentido en el marco de choques, yuxtaposiciones, convivencias y encuentros entre universos de sentido provenientes de distintas matrices culturales –callejera, mediática, familiar, etc. –; el posicionamiento de los docentes ante el espacio escolar será, necesariamente, otro, menos unidimensional y simplista, y abierto a vivir y repensar la complejidad cultural. Y esto como antesala de la práctica pedagógica: al desplazarse de una explicación causalística y tentativamente moralista y descontextualizada, a una descripción y posterior interpretación de los sentidos y significaciones en disputa, otorga la posibilidad de re-escribir el espacio escolar. No tanto describiendo la distribución de las aulas y la superficie de la arquitectura escolar, sino protagonizando encuentros comunitarios, jornadas de “lectura y escritura del mundo” (a través de dibujos, poemas, música, títeres), o aquellas acciones que se proyecten, para generar condiciones lleven a –o, por qué no, provoquen incisivamente– un diálogo cultural. Entendido el diálogo cultural como un amplio y vasto concepto que además posee una historia de altí- 76 simo compromiso ético-político, las posibilidades para dar forma a la reescritura son infinitas y dependerá del proceso particular y cualitativo de cada escuela y cada Instituto, y sobre todo de la creatividad y capacidad de fundamentación teórica que consigan construir las alumnas en formación. Actividad: ¿Cómo imaginamos que trabajaríamos el proceso de construcción de un proyecto integrador de la escuela y la comunidad? Los invitamos a que hagan este ejercicio. 77 8/ Herramientas de la Práctica: El enfoque metodológico del Campo de la Práctica El Campo de la Práctica, en el Diseño Curricular de la Formación Docente, sigue siendo considerado un “eje vertebrador”. En este Campo se especifican tres componentes: las herramientas de la práctica, la práctica en terreno y el taller integrador interdisciplinario. En cuanto a las Herramientas de la Práctica, en 2º Año se propone una Aproximación y análisis cualitativo institucional. Como sabemos, el enfoque cualitativo tiene diferencias básicas respecto del cuantitativo, como las que se presentan a continuación: Perspectiva cuantitativa Perspectiva cualitativa Está regida por el cálculo y la medición de hechos o fenómenos El conocimiento se logra por repetición de experiencias o fenómenos y cuantificación de elementos Permite establecer regularidades y promedios en las relaciones Apunta a lograr conocimientos generalizables, verificables y sobre lo general Su principal interés es la descripción, la comprensión y el entendimiento El conocimiento se logra mediante el reconocimiento de lo distinto y lo propio de cada elemento Se refiere a situaciones, sujetos o prácticas concretas y singulares Su aspiración puede ser sólo singular o particular (conocer en profundidad y en detalle) Busca la neutralidad del investigador Supone el involucramiento del investigador Trabaja con “variables” de investigación Construye “categorías analíticas” Procede, por lo general, separando Procede articulando y asociando Trabaja con técnicas precisas de inves- Permite un alto grado de creatividad tigación metodológica Es más adecuada para estudiar ma Es adecuada para investigar microprocroprocesos cesos Logra conocimientos estadísticos Permite la articulación entre lo teórico y las prácticas Sin embargo, ambos enfoques o perspectivas (formas de enfocar o mirar) tienen que combinarse para lograr un conocimiento más ajustado o que obtenga mayor certeza. Pero no olvidemos que de lo que se trata en 2º Año, es de la comprensión del espacio escolar. ¿Por qué? Porque si el propósito es reconstruir el sentido de la escuela en la sociedad, es reconstruir el vínculo entre la escuela y la vida, es re-escribir la escuela y sus significados políticos, sociales, culturales, debemos comprender qué ocurre en y con ella, y no tanto enumerar cantidades (de aulas, de alumnos, de mobiliario, etc.). La comprensión, más allá de las explicaciones según leyes causales, se refiere no sólo a cuántas aulas hay, cómo se distribuyen los espacios, cómo son los baños, etc. La 78 comprensión tiene por objeto a los significados que los diferentes sujetos otorgan al espacio que comparten, en este caso: la escuela. De la explic ac ión A la c omprens ión en función de leyes causales de los significados E l conocimiento: un proyecto de comprensión del mundo el mundo condiciona a las mujeres y los hombres , quienes cons truyen es e mundo y le dan sentido No s e trata tanto de “s acar una fotografía” s ino de comprender los s entidos de lo fotografiado y comprender la mirada con que se s aca la foto Muchas veces calificamos como “anómalas” a las conductas de los niños, por ejemplo; en tiempos de complejidad, aquellas prácticas que son incomprensibles desde nuestros parámetros, rápidamente desde la escuela las tachamos de anómalas o anormales. Y de hecho, a veces, reclamamos más personal para los gabinetes psicopedagógicos. De lo que se trata, en cambio, es de comprender qué significados tienen esas prácticas o esas conductas para los niños en el mundo sociocultural en el que viven. No pretendemos “sacar una foto” de la escuela; una foto no nos dice demasiado sobre desde qué sentidos o significados cada sujeto está actuando en ese espacio escolar. Trabajaremos con la idea de fotografía, pero preguntándonos por la mirada que saca la foto (recordemos La cámara lúcida, de Roland Barthes) y por el significado de las acciones, los posicionamientos, las relaciones, las prácticas, las resistencias, etc. También tenemos que hacer “vigilancia epistemológica” en esta aproximación y comprensión de la escuela, porque muchas veces lo que miramos lo miramos porque contribuye a endurecer nuestras miradas anteriores o nuestros preconceptos. Es importante revisar de qué manera vamos a mirar, con qué mirada, cómo trabajamos la mirada. 79 Dice Martin Heidegger que la comprensión abre. Abre a querer modificar algunas cosas. Aunque produce cierta angustia, la comprensión abre a poder transformar las cosas. Del mismo modo, la incomprensión (aunque conozcamos profundamente una realidad) cierra toda puerta a la transformación. Además, tenemos que precavernos de lo que Heidegger llama un “estado público de interpretado”, como que hubiera una única forma de interpretación que la vamos adoptando todos. El desafío es involucrarnos en la dinámica de una reflexión propia, que no es individualista sino que necesita de las otras y los otros (por eso es importante fortalecer el Taller Integrador, con la participación también de los maestros de Inicial y de Primaria y con agentes comunitarios que no son sólo los miembros del Instituto). C aptar las redes de s ignific ac ión tejidas por quienes pertenec en a una c ultura la c ultura es una urdimbre de s ignific ac iones los s ignificados tienen validez en el entorno donde s e producen el s er humano es tá ins erto en tramas de s ignificación que él mis mo ha tejido el anális is de la cultura ha de bus car y comprender es as s ignificaciones El desafío de la descripción densa será captar las redes de significación tejidas por quienes pertenecen a una cultura. “Redes de significación” es algo similar a lo que Freire llamaba “universo vocabular” (códigos, lenguajes, ideas, compartidas por algunos, no siempre por todos). Es decir, debemos partir del reconocimiento de esas redes de significación. La cultura misma, dice Clifford Geertz, es una urdimbre simbólica, es una urdimbre de significaciones. Los significados tienen validez en el mundo cultural donde se producen. Por eso existe esa distancia entre los significados que otorgan a las actividades escolares los maestros y los que otorgan los niños. En nuestra época es muy fuerte esa ruptura entre los campos de significación de distintas generaciones. 80 Lo clave es reconocer que el ser humano está inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido. El análisis de la cultura, entonces, no pretende explicar causalmente de los “fenómenos”, sino buscar y comprender esas significaciones. P roceso de la descripción densa C apturar las es truc turas s ignific ativas a partir de las c uales s e produc en, s e perc iben y s e interpretan las prác tic as , los lenguajes , las ideas , las c reenc ias , las c onduc tas , etc . E sas estructuras son extrañas, evanescentes, irregulares, no explícitas 1 . Obs ervac ión y entrevis ta en profundidad: inmersión en el ambiente (captar la perspectiva del “nativo”) 2. Regis tro: escribir la complejidad que se lee (diario, cuaderno de bitácora) 3 . Anális is : desentrañar las estructuras (o los campos) de significación Para lograr esa descripción densa tenemos que asumir, en primer lugar, que esas estructuras de significación son extrañas, evanescentes, irregulares, no explícitas; están en permanente movimiento. Luego, tenemos algunas técnicas de trabajo etnográfico: la observación y la entrevista en profundidad, que requiere una inmersión de parte nuestra en ese ambiente que nos es extraño o del que debemos extrañarnos. Pero una inmersión para poder captar la perspectiva del “nativo”, es decir, de quienes viven cotidianamente ese espacio; el registro de lo relevado, pero no como una simple toma de notas que refleje la realidad o nuestras interpretaciones personales sobre ella, sino como desafío de “escribir la complejidad que se lee”; ese registro lo podemos hacer en un diario de campo y en el cuaderno de bitácora; finalmente, el análisis, que nos llevará a desentrañar esas estructuras o campos de significación. 81 “la des c rip c ió n dens a es c omo tratar de leer un manus c rito extranjero, borros o, plagado de elips is , inc oherenc ias , s os pec hos as enmiendas y c omentarios tendenc ios os , y además es c rito, no en grafías c onvenc ionales s ino extrañas ” (C . G eertz) C aptar y c apturar el “malentendido” el “malentendido” expres a los diferentes campos o es tructuras de s ignificación Dice Geertz que “la descripción densa es como tratar de leer un manuscrito extranjero, borroso, plagado de elipsis, incoherencias, sospechosas enmiendas y comentarios tendenciosos, y además escrito, no en grafías convencionales sino extrañas”. Sucede que, habitualmente, entre los sentidos que diversos sujetos les dan a las cosas se produce un malentendido. El objeto central de la descripción densa es captar y capturar esos malentendidos, que revelan diferentes estructuras o campos de significación. En definitiva, muchas veces lo que desde la escuela se califica como anomalía (respecto de la atención y la memoria, de formas de jugar, de los lenguajes, del contacto corporal, de los modos de estar juntos, etc.), no es otra cosa que el emergente de un malentendido que expresa diversos campos de significación. De allí que para poder recrear el sentido de la escuela en nuestras sociedades complejas y conflictivas, necesitemos comprender esas significaciones “otras” o esos diversos campos de significación. Para enriquecer este enfoque que se propone, les sugerimos leer el texto Descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura, de Cliffort Geertz (1992). 82 Descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura Por Clifford Geertz I En su libro Philosophy in a New Key, Susanne Langer observa que ciertas ideas estallan en el paisaje intelectual con una tremenda fuerza. Resuelven tantos problemas fundamentales en un momento que también parecen prometer que van a resolver todos los problemas fundamentales, clarificar todas las cuestiones oscuras. Todos se abalanzan a esa idea como si fuera una fórmula mágica de alguna nueva ciencia positiva, como si fuera el centro conceptual alrededor del cual es posible construir un nuevo sistema general de análisis. El súbito auge de semejante grande idée, que eclipsa momentáneamente casi todo lo demás, se debe, dice la autora, "al hecho de que todos los espíritus sensibles y activos se dedican inmediatamente a explotarla. La probamos en toda circunstancia, para toda finalidad, experimentamos las posibles extensiones de su significación estricta, sus generalizaciones y derivaciones". Pero una vez que nos hemos familiarizado con la nueva idea, una vez que ésta forma parte de nuestra provisión general de conceptos teóricos, nuestras expectativas se hacen más equilibradas en lo tocante a los usos reales de dicha idea, de suerte que así termina su excesiva popularidad. Sólo unos pocos fanáticos persisten en su intento de aplicarla universalmente; pero pensadores menos impetuosos al cabo de un tiempo se ponen a considerar los problemas que la idea ha generado. Tratan de aplicarla y hacerla extensiva a aquellos campos donde resulta aplicable y donde es posible hacerla extensible y desisten de hacerlo en aquellos en que la idea no es aplicable ni puede extenderse. Si era valedera se convierte entonces verdaderamente en una idea seminal, en una parte permanente y perdurable de nuestro arsenal intelectual. Pero ya no tiene aquel promisorio, grandioso alcance de su aparente aplicación universal que antes tenía. La segunda ley de termodinámica o el principio de la selección natural o el concepto de motivación inconsciente o la organización de los medios de producción no lo explica todo y ni siquiera todo lo humano, pero, sin embargo, explica algo; de manera que nuestra atención se dirige a aislar sólo lo que es ese algo, a desembarazarnos de una buena porción de seudociencia a la que, en el primer entusiasmo de su celebridad, la idea también dio nacimiento. Que sea en realidad éste o no el modo en que se desarrollan los conceptos científicos fundamentalmente importantes, no lo sé. Pero ciertamente este esquema encaja en el concepto de cultura alrededor del cual nació toda la disciplina de la antropología, la cual se preocupó cada vez más por limitar , especificar, circunscribir y contener el dominio de aquélla. Los ensayos que siguen, en sus diferentes maneras y en sus varias direcciones están todos dedicados a reducir el concepto de cultura a sus verdaderas dimensiones, con lo cual tienden a asegurar su constante importancia antes que a socavarla. Todos ellos, a veces explícitamente pero con más frecuencia en virtud del análisis particular que desarrollan, preconizan un concepto de cultura más estrecho, especializado y, según imagino, teóricamente más vigoroso que el de E. B. Tylor, al que pretende reemplazar, pues el "todo sumamente complejo" de Tylor, cuya fecundidad nadie niega, me parece haber llegado al pun- 83 to en el que oscurece más las cosas de lo que las revela. El pantano conceptual a que puede conducir el estilo pot-au-feu tyloriano de teorizar sobre la cultura resulta palpable en lo que todavía es una de las mejores introducciones generales a la antropología, Mirror for Man de Clyde Kluckhohn. En unas veintisiete páginas de su capítulo sobre el concepto de cultura, Kluckhohn se las ingenia para definir la cultura como: 1) "el modo total de vida de un pueblo"; 2) "el legado social que el individuo adquiere de su grupo"; 3) "una manera de pensar, sentir y creer"; 4) "una abstracción de la conducta"; 5) "una teoría del antropólogo sobre la manera en que se conduce realmente un grupo de personas"; 6) "un depósito de saber almacenado"; 7) "una serie de orientaciones estandarizadas frente a problemas reiterados"; 8) "conducta aprendida"; 9) "un mecanismo de regulación normativo de la conducta"; 10) "una serie de técnicas para adaptarse, tanto al ambiente exterior como a los otros hombres"; 11) "un precipitado de historia"; y tal vez en su desesperación el autor recurre a otros símiles, tales como un mapa, un tamiz, una matriz. Frente a este género de dispersión teórica cualquier concepto de cultura aun cuando sea más restringido y no enteramente estándar, que por lo menos sea internamente coherente y que, lo cual es más importante, ofrezca un argumento susceptible de ser definido (como, para ser honestos, el propio Kluckhohn lo comprendió sagazmente) representa una mejora. El eclecticismo es contraproducente no porque haya únicamente una dirección en la que resulta útil moverse, sino porque justamente hay muchas y es necesario elegir entre ellas. El concepto de cultura que propugno y cuya utilidad procuran demostrar los ensayos que siguen es esencialmente un concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones. Lo que busco es la explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie. Pero semejante pronunciamiento, que contiene toda una doctrina en una cláusula, exige en sí mismo alguna explicación. II El operacionalismo como dogma metodológico nunca tuvo mucho sentido por lo menos en lo que se refiere a las ciencias sociales y, salvo unos pocos rincones demasiado transitados -el conductismo skinneriano, los tests de inteligencia, etc.- está en gran medida muerto en la actualidad. Pero así y todo, hizo un aporte importante que conserva cierta fuerza, independientemente de lo que uno pueda pensar al tratar de definir el carisma o la alienación en términos operacionales: si uno desea comprender lo que es una ciencia, en primer lugar debería prestar atención, no a sus teorías o a sus descubrimientos y ciertamente no a lo que los abogados de esa ciencia dicen sobre ella; uno debe atender a lo que hacen los que la practican. En antropología o, en todo caso, en antropología social lo que hacen los que la practican es etnografía. y comprendiendo lo que es la etnografía o más exactamente lo que es hacer etnografía se puede comenzar a captar a qué equivale el análisis antropológico como forma de conocimiento. Corresponde advertir enseguida que ésta no es una cuestión de métodos. Desde cierto punto de vista, el del libro de texto, hacer etnografía es establecer relaciones, seleccionar a los informantes, transcribir textos, establecer genealogías, trazar mapas del área, llevar un diario, etc. Pero no son estas actividades, estas técnicas y procedimientos lo que definen la empresa. Lo que la define es cierto tipo de esfuerzo intelectual: una especulación elaborada en términos de, para emplear el concepto de Gilbert Ryle, "descripción densa". 84 Ryle habla de "descripción densa" en dos recientes ensayos suyos (reimpresos ahora en el segundo volumen de sus Collected papers) dedicados a la cuestión de, como él dice, qué está haciendo Le Penseur: "pensando y reflexionando" y "pensando pensamientos". Consideremos, dice el autor, el caso de dos muchachos que contraen rápidamente el párpado del ojo derecho. En uno de ellos el movimiento es un tic involuntario; en el otro, una guiñada de conspiración dirigida a un amigo. Los dos movimientos, como movimientos, son idénticos; vistos desde una cámara fotográfica, observados "fenoménicamente" no se podría decir cuál es el tic y cuál es la señal ni si ambos son una cosa o la otra. Sin embargo, a pesar de que la diferencia no puede ser fotografiada, la diferencia entre un tic y un guiño es enorme, como sabe quien haya tenido la desgracia de haber tomado el primero por el segundo. El que guiña el ojo está comunicando algo y comunicándolo de una manera bien precisa y especial: 1) deliberadamente, 2) a alguien en particular ,3) para transmitir un mensaje particular, 4) de conformidad con un código socialmente establecido y 5) sin conocimiento del resto de los circunstantes. Como lo hace notar Ryle, el guiñador hizo dos cosas (contraer su ojo y hacer una señal) mientras que el que exhibió el tic hizo sólo una, contrajo el párpado. Contraer el ojo con una finalidad cuando existe un código público según el cual hacer esto equivale a una señal de conspiración es hacer una guiñada. Consiste, ni más ni menos, en esto: una pizca de conducta, una pizca de cultura y -voild- un gesto. Pero todo esto no es más que el comienzo. Supongamos, continúa diciendo el autor, que haya un tercer muchacho quien "para divertir maliciosamente a sus camaradas" remeda la guiñada del primer muchacho y lo hace torpemente, desmañadamente, como aficionado. Por supuesto, lo hace de la misma manera en que el segundo muchacho guiñaba el ojo y el primero mostraba su tic, es decir, contrayendo rápi- damente el párpado del ojo derecho; sólo que este último muchacho no está guiñando el ojo ni mostrando un tic, sino que está parodiando a otro cuando risueñamente intenta hacer la guiñada. También aquí existe un código socialmente establecido (el muchacho hará "el guiño" trabajosamente, exageradamente, quizá agregando una mueca... los habituales artificios del payaso); y también aquí hay un mensaje. Pero ahora lo que flota en el aire es, no una conspiración, sino el ridículo. Si los demás piensan que él realmente está haciendo una guiñada, todo su proyecto fracasa por entero, aunque con diferentes resultados si los compañeros piensan que está exhibiendo un tic. y podemos ir aún más lejos: inseguro de sus habilidades mímicas, el supuesto satírico puede practicar en su casa ante el espejo; en ese caso no estará mostrando un tic, ni haciendo un guiño, ni remedando; estará ensayando; pero visto por una cámara fotográfica, observado por un conductista radical o por un creyente en sentencias protocolares, el muchacho estará solamente contrayendo con rapidez el párpado del ojo derecho, lo mismo que en los otros casos. Las complejidades son posibles y prácticamente no tienen fin, por lo menos lógicamente. Por ejemplo, el guiñador original podría haber estado fingiendo una guiñada, digamos, para engañar a los demás y hacerles creer que estaba en marcha una conspiración cuando en realidad no había tal cosa; en ese caso, nuestras descripciones de lo que el remedador está remedando y de lo que el que ensaya ante el espejo está ensayando cambian desde luego en consecuencia. Pero la cuestión es que la diferencia entre lo que Ryle llama la "descripción superficial" de lo que está haciendo el que ensaya ante el espejo (remedador, guiñador, dueño de un tic...), es decir, "contrayendo rápidamente el ojo derecho" y la "descripción densa" de lo que está haciendo ("practicando una burla a un amigo al simular una señal con el fin de engañar a un inocente y hacerle creer que está en marcha una conspiración") define el objeto de la etnogra- 85 fía: una jerarquía estratificada de estructuras significativas atendiendo a las cuales se producen, se perciben y se interpretan los tics, los guiños, los guiños fingidos, las parodias, los ensayos de parodias y sin las cuales no existirían (ni siquiera los tics de grado cero que, como categoría cultural, son tan no guiños como los guiños son no tics), independientemente de lo que alguien hiciera o no con sus párpados. Como tantas de las pequeñas historias que los filósofos de Oxford se complacen en urdir, todo este asunto de la guiñada, la falsa guiñada, la imitación burlesca de la guiñada, el ensayo burlesco de la falsa guiñada, puede parecer un poco artificial. Con la intención de agregar una nota más empírica me permito (sin hacer antes ningún comentario explicativo) transcribir un extracto, bastante típico, de mi propia libreta de campo para demostrar que, por redondeado que esté a los efectos didácticos, el ejemplo de Ryle presenta una imagen bien exacta de la clase de estructuras superpuestas, en cuanto a inferencias e implicaciones, a través de las cuales un etnógrafo trata continuamente de abrirse paso. Los franceses (según dijo el informante) sólo acababan de llegar. Instalaron unos veinte pequeños fuertes entre este punto, la ciudad, y la región de Marmusha en medio de las montañas, y los instalaron en medio de los promontorios a fin de poder vigilar el interior del país. Así y todo no podían garantizar protección y seguridad sobre todo por las noches, de manera que aunque se suponía que estaba legalmente abolido el sistema del mezrag (pacto comercial), en realidad continuaba practicándose lo mismo que antes. Una noche, cuando Cohen (que habla fluidamente el beréber) se encontraba allá arriba, en Marmusha, otros dos judíos comerciantes de una tribu vecina acudieron al lugar para comprarle algunos artículos. Unos beréberes pertenecientes a otra tribu vecina trataron de irrumpir en la casa de Cohen, pero éste disparó su escopeta al aire. (Tradicionalmente no estaba permitido que los judíos tuvieran armas, pero en aquel período las cosas estaban tan inquietas que muchos judíos las tenían de todas maneras.) El estampido llamó la atención de los franceses y los merodeadores huyeron. Pero regresaron a la noche siguiente; uno de ellos disfrazado de mujer llamó a la puerta y contó cierta historia. Cohen tenía sospechas y no quería dejarla entrar, pero los otros judíos dijeron: "Bah, si es sólo la mujer. Todo está bien". De manera que le abrieron la puerta y todo el grupo se precipitó adentro. Dieron muerte a los dos visitantes judíos, pero Cohen logró encerrarse en un cuarto adyacente. Oyó que los ladrones proyectaban quemarlo vivo en el negocio después de haber retirado las mercaderías; abrió entonces la puerta y se lanzó afuera blandiendo un garrote y así consiguió escaparse por una ventana. Llegó al fuerte para hacerse atender las heridas y se quejó al comandante local, un tal capitán Dumari, a quien le manifestó que deseaba obtener su ´ar, es decir , cuatro o cinco veces el valor de las mercaderías que le habían robado. Los bandidos pertenecían a una tribu que todavía no se había sometido a la autoridad francesa y estaban en abierta rebelión, de modo que cuando Cohen pidió autorización para ir con su arrendador del mezrag, el jeque de la tribu de Marmusha, con el fin de recoger la indemnización que le correspondía por las reglas tradicionales, el capitán Dumari no podía darle oficialmente permiso a causa de la prohibición francesa del mezrag, pero le dio autorización verbal y le dijo: “Si te matan, es asunto tuyo". Entonces el jeque, el judío y un pequeño grupo de hombres armados de Marmusha recorrieron diez o quince kilómetros montañas arriba por la zona rebelde, en la cual desde luego no había franceses; deslizándose a hurtadillas se apoderaron del pastor de la tribu ladrona y de sus rebaños. Los de la otra tribu pronto llegaron montados a caballo y armados para perseguirlos y ya estaban dispuestos a atacar. Pero cuando vieron quiénes eran los "ladrones de las ovejas" cambiaron de idea y dijeron: "Muy bien, hablaremos". Real- 86 mente no podían negar lo que había ocurrido -que algunos de sus hombres habían despojado a Cohen y dado muerte a sus dos visitantes- y no estaban dispuestos a desatar una contienda seria con los de Marmusha porque eso supondría una lucha con los invasores. Los dos grupos se pusieron pues a hablar y hablaron y hablaron en la llanura en medio de millares de ovejas; por fin decidieron reparar los daños con quinientas ovejas. Los dos grupos armados de beréberes se alinearon entonces montados a caballo en dos extremos opuestos de la llanura teniendo entre ellos el ganado; entonces Cohen con su negra vestidura talar y sus sueltas pantuflas se metió entre las ovejas y comenzó a elegir una por una a su placer para resarcirse de los daños. Así Cohen obtuvo sus ovejas y retornó a Marmusha. Los franceses del fuerte lo oyeron llegar desde lejos (Cohen gritaba feliz recordando lo ocurrido: "Ba, ba, ba”) y se preguntaron "¿Qué diablos es eso?" Cohen dijo: "Este es mi ´ar". Los franceses no creyeron lo que en realidad había ocurrido y lo acusaron de ser un espía que trabajaba para los beréberes rebeldes. Lo encarcelaron y le quitaron su ganado. Su familia que vivía en la ciudad, no teniendo noticias suyas durante largo tiempo, creyó que había muerto. Pero los franceses terminaron por ponerlo en libertad y Cohen regresó a su hogar, aunque sin sus ovejas. Acudió entonces al coronel de la ciudad, el francés encargado de toda la región, para quejarse de lo ocurrido. Pero el coronel le replicó: "Nada puedo hacer en este asunto. No es cosa mía". Citado textualmente y de manera aislada como "una nota metida en una botella", este pasaje da (como lo haría cualquier pasaje semejante presentado análogamente) una buena idea de cuantas cosas entran en la descripción etnográfica aun del tipo más elemental, da una idea de cuán extraordinariamente "densa" es tal descripción. En escritos antropológicos terminados, incluso en los reunidos en este libro, este hecho (que lo que nosotros llamamos nuestros datos son realmente interpretaciones de interpretaciones de otras personas sobre lo que ellas y sus compatriotas piensan y sienten) queda oscurecido porque la mayor parte de lo que necesitamos para comprender un suceso particular , un rito, una costumbre, una idea o cualquier otra cosa, se insinúa como información de fondo antes que la cosa misma sea directamente examinada. (Revelar, por ejemplo, que este pequeño drama se desarrolló en las tierras altas del centro de Marruecos en 1912 y que fue contado allí en 1968, determina gran parte de nuestra comprensión de ese drama.) Esto no entraña nada particularmente malo y en todo caso es inevitable. Sólo que lleva a una idea de la investigación antropológica que la concibe más como una actividad de observación y menos como la actividad de interpretación que en realidad es. Apoyándonos en la base fáctica, la roca firme (si es que la hay) de toda la empresa, ya desde el comienzo nos hallamos explicando y, lo que es peor, explicando explicaciones. Guiños sobre guiños sobre guiños. El análisis consiste pues en desentrañar las estructuras de significación -lo que Ryle llamó códigos establecidos, expresión un tanto equívoca, pues hace que la empresa se parezca demasiado a la tarea del empleado que descifra, cuando más bien se asemeja a la del crítico literario- y en determinar su campo social y su alcance. Aquí, en nuestro texto, ese trabajo de discernir comenzaría distinguiendo las tres diferentes estructuras de interpretación que intervienen en la situación, los judíos, los beréberes y los franceses, y luego continuaría mostrando cómo (y por qué) en aquella época y en aquel lugar la copresencia de los tres elementos produjo una situación en la cual el sistemático malentendido redujo la forma tradicional a una farsa social. Lo que perjudicó a Cohen y junto con él a todo el antiguo esquema de relaciones sociales y económicas dentro del cual él se movía, fue una confusión de lenguas. 87 Luego volveré a ocuparme de esta afirmación demasiado compacta así como de los detalles del texto mismo. Por ahora sólo quiero destacar que la etnografía es descripción densa. Lo que en realidad encara el etnógrafo (salvo cuando está entregado la más automática de las rutinas que es la recolección de datos) es una multiplicidad de estructuras conceptuales complejas, muchas de las cuales están superpuestas o enlazadas entre sí, estructuras que son al mismo tiempo extrañas, irregulares, no explícitas, y a las cuales el etnógrafo debe ingeniarse de alguna manera, para captarlas primero y para explicarlas después. y esto ocurre hasta en los niveles de trabajo más vulgares y rutinarios de su actividad: entrevistar a informantes, observar ritos, elicitar términos de parentesco, establecer límites de propiedad, hacer censo de casas...escribir su diario. Hacer etnografía es como tratar de leer (en el sentido de "interpretar un texto") un manuscrito extranjero, borroso, plagado de elipsis, de incoherencias, de sospechosas enmiendas y de comentarios tendenciosos y además escrito, no en las grafías convencionales de representación sonora, sino en ejemplos volátiles de conducta modelada. III La cultura, ese documento activo, es pues pública, lo mismo que un guiño burlesco o una correría para apoderarse de ovejas. Aunque contiene ideas, la cultura no existe en la cabeza de alguien; aunque no es física, no es una entidad oculta. El interminable debate en el seno de la antropología sobre si la cultura es "subjetiva" u "objetiva" junto con el intercambio recíproco de insultos intelectuales ("¡idealista!", "¡mentalista!", "¡conductista!", "¡impresionista!", "¡positivista!") que lo acompaña, está por entero mal planteado. Una vez que la conducta humana es vista como acción simbólica -acción que, lo mismo que la fonación en el habla, el color en la pintura, las líneas en la escritura o el sonido en la música, significa algo- pierde sentido la cuestión de saber si la cultura es conducta estructurada, o una estructura de la mente, o hasta las dos cosas juntas mezcladas. En el caso de un guiño burlesco o de una fingida correría para apoderarse de ovejas, aquello por lo que hay que preguntar no es su condición ontológica. Eso es lo mismo que las rocas por un lado y los sueños por el otro: son cosas de este mundo. Aquello por lo que hay que preguntar es por su sentido y su valor: si es mofa o desafío, ironía o cólera, esnobismo u orgullo, lo que se expresa a través de su aparición y por su intermedio. Esto podrá parecer una verdad evidente, pero hay numerosas maneras de oscurecerla. Una de ellas es imaginar que la cultura es una realidad "superorgánica ", conclusa en sí misma, con fuerzas y fines propios; esto es reificar la cultura. Otra manera es pretender que la cultura consiste en el craso esquema de la conducta que observamos en los individuos de alguna comunidad identificable; esto es reducirla. Pero aunque estas dos confusiones todavía subsisten e indudablemente subsistirán siempre, la fuente principal del embrollo teórico que presenta la antropología contemporánea es una concepción que se desarrolló como reacción a esas dos posturas y que ahora está ampliamente sostenida; me refiero a la concepción, para citar a Ward Goodenough, quizá su principal expositor, según la cual "la cultura (está situada) en el entendimiento en el corazón de los hombres". Designada de varias maneras, etnociencia, análisis componencial o antropología cognitiva (una terminología fluctuante que refleja profunda incertidumbre), esta escuela de pensamiento sostiene que la cultura está compuesta de estructuras psicológicas mediante las cuales los individuos o grupos de individuos guían su conducta. "La cultura de una sociedad", para citar de nuevo o Goodenough, esta vez un pasaje que ha llegado a convertirse en el locus classicus de todo el movimiento, "consiste en lo que uno debe conocer o creer a fin de obrar de una manera 88 aceptable para sus miembros". y partiendo de este concepto de lo que es la cultura resulta una concepción, igualmente afirmada, de lo que es describirla: la exposición de reglas sistemáticas, una especie de algoritmia etnográfica que, de ser seguida, haría posible obrar, como, o pasar (dejando de lado la apariencia física) por un nativo. De esta manera, un subjetivismo extremado se vincula con un formalismo extremado, y el resultado no ha de sorprender: un violento debate sobre si los análisis particulares (que se realizan en la forma de taxonomías, paradigmas, tablas, árboles y otras ingenuidades) reflejan lo que los nativos "realmente" piensan o si son meramente hábiles simulaciones, lógicamente convincentes pero sustancialmente diferentes de lo que piensan los nativos. Como a primera vista este enfoque parece lo bastante próximo al que estamos desarrollando aquí para que se lo confunda con él, conviene decir explícitamente lo que los divide. Si por un momento dejamos a un lado nuestros guiños y nuestras ovejas y tomamos un cuarteto de Beethoven como un ejemplo de cultura muy especial, pero sumamente ilustrativo en este caso, nadie lo identificará, creo, con su partitura, con la destreza y conocimientos necesarios para tocarlo, con la comprensión que tienen de él sus ejecutantes o el público, ni (poner atención, en passant, a los reduccionistas y a los reificadores) con una determinada ejecución del cuarteto o con alguna misteriosa entidad que trasciende la existencia material. "Ninguna de estas cosas" tal vez sea una expresión demasiado fuerte, pues siempre hay espíritus incorregibles. Pero que un cuarteto de Beethoven es una estructura tonal desarrollada en el tiempo, una secuencia coherente de sonidos modulados -en una palabra, música- y no el conocimiento de alguien o la creencia de alguien sobre algo, incluso sobre la manera de ejecutarlo, es una proposición que probablemente se acepte después de cierta reflexión. Para tocar el violín es necesario poseer cierta inclinación, cierta destreza, conocimientos y talento, hallarse en disposición de tocar y (como reza la vieja broma) tener un violín. Pero tocar el violín no es ni la inclinación, ni la destreza, ni el conocimiento, ni el estado anímico, ni (idea que aparentemente abrazan los que creen en "la cultura material") el violín. Para hacer un pacto comercial en Marruecos uno debe llevar a cabo ciertas cosas de determinadas maneras (entre ellas, mientras canta uno en árabe curánico degollar un cordero ante los miembros varones adultos de la tribu reunidos en el lugar) y poseer ciertas características psicológicas (entre otras, el deseo de cosas distantes). Pero el pacto comercial no es ni el degüello, ni el deseo, aunque es bien real, como hubieron de descubrirlo en una ocasión anterior siete parientes del jeque de Marmusha a quienes éste hizo ejecutar como consecuencia del robo de una mugrienta y sarnosa piel de oveja carente de todo valor que pertenecía a Cohen. La cultura es pública porque la significación lo es. Uno no puede hacer una guiñada (o fingir burlescamente una guiñada) sin conocer lo que ella significa o sin saber cómo contraer físicamente el párpado y uno no puede llevar a cabo una correría para adueñarse de ovejas (o fingir tal correría) sin saber lo que es apoderarse de una oveja y la manera práctica de hacerlo. Pero sacar de estas verdades la conclusión de que saber guiñar es guiñar y saber robar una oveja es una correría para robar ovejas supone una confusión tan profunda como tomar descripciones débiles y superficiales por descripciones densas, identificar la guiñada con las contracciones del párpado o la correría para robar ovejas con la caza de animales lanudos fuera de los campos de pastoreo. La falacia cognitivista -de que la cultura consiste (para citar a otro vocero del movimiento, Stephen Tyler) en "fenómenos mentales que pueden [el autor quiere decir "deberían"] ser analizados mediante métodos formales semejantes a los de la matemática y la 89 lógica"- es tan demoledora para un uso efectivo del concepto de cultura como lo son las falacias del conductismo y del idealismo de las cuales el cognitivismo es una corrección mal pergeñada. y tal vez esta falacia sea aun peor puesto que sus errores son más refinados y sus deformaciones más sutiles. La crítica generalizada de las teorías personales de la significación constituye ya (desde el primer Husserl y el último Wittgenstein) una parte tan importante del pensamiento moderno que no necesitamos exponerla aquí una vez más. Lo que se impone es darse cuenta de que el fenómeno alcanza a la antropología, y especialmente advertir que decir que la cultura consiste en estructuras de significación socialmente establecidas en virtud de las cuales la gente hace cosas tales como señales de conspiración y se adhiere a éstas, o percibe insultos y contesta a ellos no es lo mismo que decir que se trata de un fenómeno psicológico (una característica del espíritu, de la personalidad, de la estructura cognitiva de alguien) o decir que la cultura es el tantrismo, la genética, la forma progresiva del verbo, la clasificación de los vinos, el derecho común o la noción de "una maldición condicional" (como Westermarck definió el concepto de 'ar , en virtud del cual Cohen reclamaba reparación de los daños sufridos). Lo que en un lugar como Marruecos nos impide a quienes nos hemos criado haciendo señas captar la significación de las señas de otros no es tanto ignorancia de cómo opera el proceso de conocimiento (aunque si uno supone que ese proceso opera de la misma manera en que opera en nosotros tal suposición contribuirá mucho a que conozcamos menos de tal proceso) como falta de familiaridad con el universo imaginativo en el cual los actos de esas gentes son signos. Ya que hemos nombrado a Wittgenstein, podemos también citarlo ahora: "Decimos de algunas personas que son transparentes para nosotros. Sin embargo, tocante a esta observación, es importante tener en cuenta que un ser humano puede ser un enigma completo para otro. Nos damos cuenta de esto cuando vamos a un país extranjero de tradiciones completamente extrañas para nosotros; y, lo que es más, aun teniendo dominio de la lengua del país. No comprendemos a la gente. (Y no a causa de no saber lo que esas gentes se dicen unas a otras.) No podemos sentirnos cómodos con ellas". IV Como experiencia personal la investigación etnográfica consiste en lanzarnos a una desalentadora aventura cuyo éxito sólo se vislumbra a lo lejos; tratar de formular las bases en que uno imagina, siempre con excesos, haber encontrado apoyo, es aquello en que consiste el escrito antropológico como empeño científico. No tratamos (o por lo menos yo no trato) de convertirnos en nativos (en todo caso una palabra comprometida) o de imitar a los nativos. Sólo los románticos o los espías encontrarían sentido en hacerlo. Lo que procuramos es (en el sentido amplio del término en el cual éste designa mucho más que la charla) conversar con ellos, una cuestión bastante más difícil, (y no sólo con extranjeros) de lo que generalmente se reconoce. "Si hablar por algún otro parece un proceso misterioso", observaba Stanley Cavell, "esto puede deberse a que hablar a alguien no parece lo suficientemente misterioso". Considerada la cuestión de esta manera, la finalidad de la antropología consiste en ampliar el universo del discurso humano. Desde luego, no es ésta su única finalidad, también aspira a la instrucción, al entretenimiento, al consejo práctico, al progreso moral ya descubrir el orden natural de la conducta humana; y no es la antropología la única disciplina que persigue esta finalidad. Pero se trata de una meta a la que se ajusta peculiarmente bien el concepto semiótico de cultura. Entendida como sistemas en interacción de signos interpretables (que, ignorando las acepciones provinciales, yo llamaría símbo- 90 los), la cultura no es una entidad, algo a lo que puedan atribuirse de manera causal acontecimientos sociales, modos de conducta, instituciones o procesos sociales; la cultura es un contexto dentro del cual pueden describirse todos esos fenómenos de manera inteligible, es decir, densa. La famosa identificación antropológica con lo (para nosotros) exótico -jinetes beréberes, mercachifles judíos, legionarios franceses- es pues esencialmente un artificio para ocultarnos nuestra falta de capacidad para relacionarnos perceptivamente con lo que nos resulta misterioso y con los demás. Observar lo corriente en lugares en que esto asume formas no habituales muestra no, como a menudo se ha pretendido, la arbitrariedad de la conducta humana (no hay nada especialmente arbitrario en robar ovejas violentamente en Marruecos), sino la medida en que su significación varía según el esquema de vida que lo informa. Comprender la cultura de un pueblo supone captar su carácter normal sin reducir su particularidad. (Cuanto más me esfuerzo por comprender lo que piensan y sienten los marroquíes, tanto más lógicos y singulares me parecen.) Dicha comprensión los hace accesibles, los coloca en el marco de sus propias trivialidades y disipa su opacidad. Es esta maniobra, a la que suele designarse demasiado superficialmente como "ver las cosas desde el punto de vista del actor", demasiado librescamente como el enfoque de la Verstehen o demasiado técnicamente como "análisis émico", la que a menudo conduce a la idea de que la antropología es una variedad de interpretación mental a larga distancia o una fantasía sobre las islas de caníbales, maniobra que, para algunos deseosos de navegar a través de los restos de una docena de filosofías hundidas, debe por eso ejecutarse con gran cuidado. Nada es más necesario para comprender lo que es la interpretación antropológica y hasta qué punto es interpretación que una comprensión exacta de lo que significa -y de lo que no significa- afirmar que nuestras formulaciones sobre sistemas simbólicos de otros pueblos deben orientarse en función del actor. Lo cual significa que las descripciones de la cultura de beréberes, judíos o franceses deben encararse atendiendo a los valores que imaginamos que beréberes, judíos o franceses asignan a las cosas, atendiendo a las fórmulas que ellos usan para definir lo que les sucede. Lo que no significa es que tales descripciones sean ellas mismas beréberes, judías o francesas, es decir, parte de la realidad que están describiendo; son antropológicas pues son parte de un sistema en desarrollo de análisis científico. Deben elaborarse atendiendo a las interpretaciones que hacen de su experiencia personas pertenecientes a un grupo particular, porque son descripciones, según ellas mismas declaran, de tales interpretaciones; y son antropológicas porque son en verdad antropólogos quienes las elaboran. Normalmente no es necesario señalar con tanto cuidado que el objeto de estudio es una cosa y que el estudio de ese objeto es otra. Es claro que el mundo físico no es la física y que una clave esquemática del Finnegan's Wake no es el Finnegan' s Wake. Pero, como en el estudio de la cultura, el análisis penetra en el cuerpo mismo del objeto -es decir, comenzamos con nuestras propias interpretaciones de lo que nuestros informantes son o piensan que son y luego las sistematizamos-, la línea que separa la cultura (marroquí) como hecho natural y la cultura (marroquí) como entidad teórica tiende a borrarse; y tanto más si la última es presentada en la forma de una descripción, desde el punto de vista del actor, de las concepciones (marroquíes) de todas las cosas, desde la violencia, el honor, la dignidad y la justicia hasta la tribu, la propiedad, el padrinazgo y la jefatura. En suma, los escritos antropológicos son ellos mismos interpretaciones y por añadidura interpretaciones de segundo y tercer orden. (por definición, sólo un "nativo" hace interpretaciones de primer orden: se trata de su cultura). De 91 manera que son ficciones; ficciones en el sentido de que son algo "hecho", algo "formado", "compuesto" -que es la significación de fictio-, no necesariamente falsas o inefectivas o meros experimentos mentales de "como si". Elaborar descripciones orientadas hacia el punto de vista del actor de los hechos relativos a un caudillo beréber, a un comerciante judío y a un militar francés en el Marruecos de 1912 constituye claramente un acto imaginativo, en modo alguno diferente de la elaboración de análogas descripciones de, digamos, las relaciones que tenían entre sí un médico de provincias francés, su boba y adúltera esposa y el fútil amante en la Francia del siglo XIX. En el último caso, los actores están representados como si no hubieran existido y los hechos como si no hubieran ocurrido, en tanto que en el primer caso los actores están interpretados como reales y los hechos como ocurridos. Esta es una diferencia de no poca importancia, una diferencia que precisamente Madame Bovary encontraba difícil de entender. Pero la importancia no reside en el hecho de que la historia de Madame Bovary fuera una creación literaria en tanto que la de Cohen fuera sólo una anotación. Las condiciones de su creación y su sentido (para no decir nada de la calidad literaria) difieren. Pero una historia es tan fictio, "una hechura", como la otra. Los antropólogos no siempre tuvieron conciencia de este hecho: de que si bien la cultura existe en aquel puesto comercial, en el fuerte de la montaña o en la correría para robar ovejas, la antropología existe en el libro, en el artículo, en la conferencia, en la exposición del museo y hoy en día a veces en la película cinematográfica. Darse cuenta de esto significa comprender que la línea que separa modo de representación y contenido sustantivo no puede trazarse en el análisis cultural como no puede hacérselo en pintura; y ese hecho a su vez parece amenazar la condición objetiva del conocimiento antropológico al sugerir que la fuente de éste es, no la realidad social, sino el artificio erudito. Lo amenaza, pero se trata de una amenaza superficial. El derecho de la relación etnográfica a que se le preste atención no depende de la habilidad que tenga su autor para recoger hechos primitivos en remotos lugares y llevarlos a su país, como si fueran una máscara o una escultura exótica, sino que depende del grado en que ese autor sea capaz de clarificar lo que ocurre en tales lugares, de reducir el enigma -¿qué clase de hombres son ésos?- al que naturalmente dan nacimiento hechos no familiares que surgen en escenarios desconocidos. Esto plantea varios problemas serios de verificación, o si la palabra "verificación" es demasiado fuerte para una ciencia tan blanda (yo preferiría decir "evaluación"), el problema de cómo hacer una relación mejor a partir de otra menos buena. Pero aquí está precisamente la virtud de la etnografía. Si ésta es descripción densa y los etnógrafos son los que hacen las descripciones, luego la cuestión fundamental en todo ejemplo dado en la descripción (ya se trate de una nota aislada de la libreta de campo, o de una monografía de las dimensiones de las de Malinowski) es la de saber si la descripción distingue los guiños de los tics y los guiños verdaderos de los guiños fingidos. Debemos medir la validez de nuestras explicaciones, no atendiendo a un cuerpo de datos no interpretados ya descripciones radicalmente tenues y superficiales, sino atendiendo al poder de la imaginación científica para ponernos en contacto con la vida de gentes extrañas. Como dijo Thoreau, no vale la pena dar la vuelta al mundo para ir a contar los gatos que hay en Zanzíbar. V La proposición de que no conviene a nuestro interés pasar por alto en la conducta humana las propiedades mismas que nos interesan antes de comenzar a examinar esa conducta, ha elevado a veces sus pretensiones has- 92 ta el punto de afirmar: como lo que nos interesa son sólo esas propiedades no necesitamos atender a la conducta sino en forma muy sumaria. La cultura se aborda del modo más efectivo, continúa esta argumentación, entendida como puro sistema simbólico (la frase que nos atrapa es "en sus propios términos"), aislando sus elementos, especificando las relaciones internas que guardan entre sí esos elementos y luego caracterizando todo el sistema de alguna manera general, de conformidad con los símbolos centrales alrededor de los cuales se organizó la cultura, con las estructuras subyacentes de que ella es una expresión, o con los principios ideológicos en que ella se funda. Aunque represente un claro mejoramiento respecto de la noción de cultura como "conducta aprendida" o como "fenómenos mentales", y aunque sea la fuente de algunas vigorosas concepciones teóricas en la antropología contemporánea, este enfoque hermético me parece correr el peligro (y de manera creciente ha caído en él) de cerrar las puertas del análisis cultural a su objeto propio: la lógica informal de la vida real. No veo gran beneficio en despojar a un concepto de los defectos del psicologismo para hundirlo inmediatamente en los del esquematismo. Hay que atender a la conducta y hacerlo con cierto rigor porque es en el fluir de la conducta -o, más precisamente, de la acción social- donde las formas culturales encuentran articulación. La encuentran también, por supuesto, en diversas clases de artefactos y en diversos estados de conciencia; pero éstos cobran su significación del papel que desempeñan (Wittgenstein diría de su "uso") en una estructura operante de vida, y no de las relaciones intrínsecas que puedan guardar entre sí. Lo que crea nuestro drama pastoral y de lo que trata por lo tanto ese drama es lo que Cohen, el jeque y el capitán Dumari hacían cuando se embrollaron sus respectivos propósitos: practicar el comercio, defender el honor, establecer el dominio francés. Cualesquiera que sean los sistemas simbólicos "en sus propios términos", tenemos acceso empírico a ellos escrutando los hechos, y no disponiendo entidades abstractas en esquemas unificados. Otra implicación de esto es la de que la coherencia no puede ser la principal prueba de validez de una descripción cultural. Los sistemas culturales deben poseer un mínimo grado de coherencia, pues de otra manera no los llamaríamos sistemas, y la observación muestra que normalmente tienen bastante coherencia. Sin embargo, nada hay más coherente que la alucinación de un paranoide o que el cuento de un estafador. La fuerza de nuestras interpretaciones no puede estribar, como tan a menudo se acostumbra hacerlo ahora, en la tenacidad con que las interpretaciones se articulan firmemente o en la seguridad con que se las expone. Creo que nada ha hecho más para desacreditar el análisis cultural que la construcción de impecables pinturas de orden formal en cuya verdad nadie puede realmente creer. Si la interpretación antropológica es realizar una lectura de lo que ocurre, divorciarla de lo que ocurre -de lo que en un determinado momento o lugar dicen determinados personas, de lo que éstas hacen, de lo que se les hace a ellas, es decir, de todo el vasto negocio del mundo- es divorciarla de sus aplicaciones y hacerla vacua. una buena interpretación de cualquier cosa -de un poema, de una persona, de una historia, de un ritual, de una institución, de una sociedad- nos lleva a la médula misma de lo que es la interpretación. Cuando ésta no lo hace así, sino que nos conduce a cualquier otra parte -por ejemplo, a admirar la elegancia de su redacción, la agudeza de su autor o las bellezas del orden euclidiano- dicha interpretación podrá tener sus encantos, pero nada tiene que ver con la tarea que debía realizar: desentrañar lo que significa todo ese enredo de las ovejas. El enredo de las ovejas -su robo, su devolución reparadora, la confiscación política de ellas- es (o era) esencial- 93 mente un discurso social, aun cuando, como lo indiqué antes, fuera un discurso desarrollado en múltiples lenguas y tanto en actos como en palabras. Al reclamar su 'ar, Cohen invocaba al pacto mercantil; al reconocer la reclamación, el jeque desafiaba a la tribu de los ladrones; al aceptar su culpabilidad la tribu de los ladrones pagó la indemnización; deseosos de hacer saber con claridad a los jeques y a los mercaderes por igual quiénes eran los que mandaban allí ahora, los franceses mostraron su mano imperial. Lo mismo que en todo discurso, el código no determina la conducta y lo que realmente se dijo no era necesario haberlo dicho. Cohen, considerando su ilegítima situación a los ojos del protectorado, podría haber decidido no reclamar nada. El jeque, por análogas razones, podría haber rechazado la reclamación. La tribu de los ladrones, que aún se resistía a la autoridad francesa, podría haber considerado la incursión como algo "real" y podría haber decidido luchar en lugar de negociar. Los franceses si hubieran sido más hábiles y menos durs (como en efecto llegaron a ser luego bajo la tutela señorial del mariscal Lyautey) podrían haber permitido a Cohen que conservara sus ovejas haciéndole una guiñada como para indicarle que podía continuar en sus actividades comerciales. y hay además otras posibilidades: los de Marmusha podrían haber considerado la acción francesa un insulto demasiado grande, precipitándose en la disidencia; los franceses podrían haber intentado no tanto humillar a Cohen como someter más firmemente a ellos al propio jeque; y Cohen podría haber llegado a la conclusión de que, entre aquellos renegados beréberes y aquellos soldados de estilo Beau Geste, ya no valía la pena ejercer el comercio en aquellas alturas del Atlas y haberse retirado a los confines de la ciudad que estaban mejor gobernados. Y eso fue realmente lo que más o menos ocurrió poco después cuando el protectorado llegó a ejercer genuina soberanía. Pero lo importante aquí no es describir lo que ocurría o no ocurría en Marruecos (partiendo de este simple incidente uno puede llegar a enormes complejidades de experiencia social.) Lo importante es demostrar en qué consiste una pieza de interpretación antropológica: en trazar la curva de un discurso social y fijarlo en una forma susceptible de ser examinada. El etnógrafo "inscribe" discursos sociales, los pone por escrito, los redacta. Al hacerlo, se aparta del hecho pasajero que existe sólo en el momento en que se da y pasa a una relación de ese hecho que existe en sus inscripciones y que puede volver a ser consultada. Hace ya mucho tiempo que murió el jeque, muerto en el proceso de lo que los franceses llamaban "pacificación"; el capitán Dumari, "su pacificador" se retiró a vivir de sus recuerdos al sur de Francia y Cohen el año pasado se fue a su "patria" Israel, en parte como refugiado, en parte como peregrino y en parte como patriarca agonizante. Pero lo que ellos se "dijeron" (en el sentido amplio del término) unos a otros en una meseta del Atlas hace sesenta años ha quedado conservado -no perfectamente, por cierto- para su estudio. Paul Ricoeur, de quien tomé toda esta idea de la inscripción de los actos aunque algún tanto modificada, pregunta: "¿Qué fija la escritura?" "No el hecho de hablar, sino lo 'dicho' en el hablar, y entendemos por 'lo dicho' en el hablar esa exteriorización intencional constitutiva de la finalidad del discurso gracias a la cual el sagen el decir- tiende a convertirse en Aussage, en enunciación, en lo enunciado. En suma, lo que escribimos es el noema ('el pensamiento', el 'contenido', la 'intención') del hablar. Se trata de la significación del evento de habla, no del hecho como hecho.” "Con esto no queda todo "dicho", pues si los filósofos de Oxford recurren a cuentitos, los fenomenólogos recurren a grandes proposiciones; pero esto de todas maneras nos lleva a una respuesta más precisa de nuestra pregunta inicial "¿Qué hace el etnógrafo?": el etnógrafo escribe. Tampoco éste pare- 94 ce un descubrimiento muy notable, y para algunos familiarizados con la actual "bibliografía" será poco plausible. Pero, como la respuesta estándar a nuestra pregunta fue "El etnógrafo observa, registra, analiza -una concepción del asunto por el estilo del Vini, vidi, vinci-, dicha respuesta puede tener consecuencias más profundas de lo que parece a primera vista, y no poco importante entre ellas es la de que distinción de estas tres fases de conocimiento (observar, registrar, analizar) puede normalmente no ser posible y que como "operaciones" autónomas pueden no existir en realidad. La situación es aún más delicada porque, como ya observamos, lo que inscribimos (o tratamos de inscribir) no es discurso social en bruto, al cual, porque no somos actores (o lo somos muy marginalmente o muy especialmente) no tenemos acceso directo, sino que sólo la pequeña parte que nuestros informantes nos refieren. En la medida en que la idea de "observación participante" reforzó el impulso del antropólogo a compenetrarse con sus informantes y considerarlos antes personas que objetos, fue una idea valiosa. Pero en la medida en que condujo al antropólogo a perder de vista la naturaleza muy especial de su propio papel ya imaginarse él mismo como algo más que un transeúnte interesado (en ambos sentidos de la palabra), este concepto fue nuestra fuente más importante de mala fe. Esto no es tan terrible como parece, pues en realidad no todos los cretenses son mentirosos y porque no es necesario saberlo todo para comprender algo. Pero hace parecer relativamente imperfecta la concepción del análisis antropológico como manipulación conceptual de hechos descubiertos, como reconstrucción lógica de una realidad. Disponer cristales simétricos de significación, purificados de la complejidad material en que estaban situados, y luego atribuir su existencia a principios autógenos de orden, a propiedades universales del espíritu humano o a vastas Weltanschaungen a priori, es aspirar a una ciencia que no existe e imaginar una realidad que no podrá encontrarse. El análisis cultural es (o debería ser) conjeturar significaciones, estimar las conjeturas y llegar a conclusiones explicativas partiendo de las mejores conjeturas, y no el descubrimiento del continente de la significación y el mapeado de su paisaje incorpóreo. VI De manera que la descripción etnográfica presenta tres rasgos característicos: es interpretativa, lo que interpreta es el flujo del discurso social y la interpretación consiste en tratar de rescatar "lo dicho" en ese discurso de sus ocasiones perecederas y fijarlo en términos susceptibles de consulta. El kula ha desaparecido o se ha alterado, pero para bien o para mal perdura The Argonauts of the Western Pacific. Además, la descripción etnográfica tiene una cuarta característica, por lo menos tal como yo la practico: es microscópica. Esto no quiere decir que no haya interpretaciones antropológicas en gran escala de sociedades enteras, de civilizaciones, de acontecimientos mundiales, etc. En realidad, en esa extensión de nuestros análisis a contextos más amplios, lo que, junto con sus implicaciones teóricas, los recomienda a la atención general y lo que justifica que los elaboremos. A nadie le importan realmente, ni siquiera a Cohen (bueno... tal vez a Cohen sí) aquellas ovejas como tales. La historia puede tener sus puntos culminantes y decisivos, "grandes ruidos en una pequeña habitación"; pero aquel pequeño episodio no era uno de esos momentos. Quiere decir simplemente que el antropólogo de manera característica aborda esas interpretaciones más amplias y hace esos análisis más abstractos partiendo de los conocimientos extraordinariamente abundantes que tiene de cuestiones extremadamente pequeñas. Enfrenta las mismas grandes realida- 95 des políticas que otros -los historiadores, los economistas, los científicos políticos, los sociólogos- enfrentan en dimensiones mayores: el Poder, el Cambio, la Fe, la Opresión, el Trabajo, la Pasión, la Autoridad, la Belleza, la Violencia, el Amor, el Prestigio; sólo que el antropólogo las encara en contextos lo bastante oscuros -lugares como Marmusha y vidas como la de Cohen- para quitarles las mayúsculas y escribirlas con minúscula. Estas constancias demasiado humanas, "esas grandes palabras que nos espantan a todos", toman una forma sencilla y doméstica en esos contextos domésticos. Pero aquí está exactamente la ventaja, pues ya hay suficientes profundidades en el mundo. Sin embargo, el problema de cómo llegar, partiendo de una colección de miniaturas etnográficas como el incidente de nuestras ovejas -un surtido de observaciones y anécdotas-, a la descripción de los paisajes culturales de una nación, de una época, de un continente, o de la civilización no es tan fácil de eludir con vagas alusiones a las virtudes de lo concreto y de mantener bien firmes los pies en la tierra. Para una ciencia nacida en tribus indias, en las islas del Pacífico y en las comunidades africanas y que luego se sintió animada por mayores ambiciones, éste ha llegado a ser un importante problema metodológico, un problema que por lo general fue mal manejado. Los modelos que los antropólogos elaboraron para justificar su paso desde las verdades locales a las visiones generales fueron en verdad los responsables de socavar toda la empresa antropológica en mayor medida que todo cuanto fueron capaces de urdir sus críticos: los sociólogos obsesionados con muestreos, los psicólogos con medidas o los economistas con agregados. De estos modelos, los dos principales fueron: el de Jonesville como modelo "microcósmico" de los Estados Unidos, y el de la isla de Pascua como caso de prueba y modelo de "experimento natural". O bien los cielos metidos en un grano de arena, o bien las más remotas costas de la posibilidad. Decretar que Jonesville es Estados Unidos en pequeño (o que Estados Unidos es Jonesville en grande) es una falacia tan evidente que aquí lo único que necesita explicación es cómo la gente ha logrado creer semejante cosa y ha esperado que otros la creyeran. La idea de que uno puede hallar la esencia de sociedades nacionales, de civilizaciones, de grandes religiones en las llamadas pequeñas ciudades y aldeas "típicas" es palpablemente un disparate. Lo que uno encuentra en las pequeñas ciudades aldeas es (¡ay!) vida de pequeñas ciudades o aldeas. Si la importancia de los estudios localizados y microscópicos dependiera realmente de semejante premisa -de que captan el mundo grande en el pequeño-, dichos estudios carecerían de toda relevancia. Pero por supuesto no depende de esto. El lugar de estudio no es el objeto de estudio. Los antropólogos no estudian aldeas (tribus, pueblos, vecindarios... ); estudian en aldeas. Uno puede estudiar diferentes cosas en diferentes lugares, y en localidades confinadas se pueden estudiar mejor algunas cosas, por ejemplo, lo que el dominio colonial afecta a marcos establecidos de expectativa moral. Pero esto no significa que sea el lugar lo que uno estudia. En las más remotas provincias de Marruecos y de Indonesia me debatí con las mismas cuestiones con que se debatieron otros científicos sociales en lugares más centrales: la cuestión, por ejemplo, de cómo se explica que las más importunas pretensiones a la humanidad se formulen con los acentos del orgullo de grupo; y lo cierto es que llegué aproximadamente a las mismas conclusiones. Uno puede agregar una dimensión, muy necesaria en el actual clima de las ciencias sociales, pero eso es todo. Si uno va a ocuparse de la explotación de las masas tiene cierto valor la experiencia de haber visto a un mediero javanés trabajando en la tierra bajo un aguacero tropical o a un sastre marroquí cosiendo caftanes a la luz de 96 una lamparilla de veinte bujías. Pero la idea de que esta experiencia da el conocimiento de toda la cuestión (y lo eleva a uno a algún terreno ventajoso desde el cual se puede mirar hacia abajo a quienes están éticamente menos privilegiados) es una idea que sólo se le pude ocurrir a alguien que ha permanecido demasiado tiempo viviendo entre las malezas. El concepto de "laboratorio natural" ha sido igualmente pernicioso, no sólo porque la analogía es falsa -¿qué clase de laboratorio es ése en el que no se puede manipular ninguno de los parámetros?-, sino porque conduce a la creencia de que los datos procedentes de los estudios etnográficos son más puros o más importantes o más sólidos o menos condicionados (la palabra preferida es "elementales") que los datos derivados de otras clases de indagación social. La gran variación natural de las formas culturales es, desde luego el gran (y frustrante) recurso de la antropología, pero también es el terreno de su más profundo dilema teórico: ¿cómo puede conciliarse semejante variación con la unidad biológica del género humano? Pero no se trata, ni siquiera metafóricamente, de una variación experimental porque el contexto en que se da varía junto con ella, de manera que no es posible (aunque hay quienes lo intentan) aislar la y de la x y asignarles una función propia. Los famosos estudios que pretenden mostrar que el complejo de Edipo era al revés entre los naturales de las islas Trobriand, que los roles sexuales estaban invertidos entre los chambuli y que los indios pueblo carecían de agresión (todos ellos eran característicamente negativos, "pero no en el sur") no son, cualquiera que sea su validez empírica, hipótesis "científicamente demostradas y aprobadas". Son interpretaciones o malas interpretaciones a las cuales se llegó, como en otras interpretaciones de la misma manera y que son tan poco concluyentes como otras interpretaciones, de suerte que el intento de asignarles la autoridad de experimentación física no es sino un malabarismo metodológico. Los hallazgos etnográficos no son privilegiados, son sólo particulares. Considerarlos algo más (o algo menos) los deforma y deforma sus implicaciones, que para la teoría social son mucho más profundas que la mera primitividad. Otra particularidad es ésta: la razón de que prolijas descripciones de remotas incursiones para robar ovejas (y un etnógrafo realmente bueno hasta llegaría a determinar qué clase de ovejas eran) tengan importancia general es la de que dichas descripciones presentan al espíritu sociológico material concreto con que alimentarse. Lo importante de las conclusiones del antropólogo es su complejo carácter específico y circunstanciado. Esta clase de material producido en largos plazos y en estudios principalmente (aunque no exclusivamente) cualitativos, con amplia participación del estudioso y realizados en contextos confinados y con criterios casi obsesivamente microscópicos, es lo que puede dar a los megaconceptos con los que se debaten las ciencias sociales contemporáneas -legitimidad, modernización, integración, conflicto, carisma, estructura, significación- esa clase de actualidad sensata que hace posible concebirlos no sólo de manera realista y concreta sino, lo que es más importante, pensar creativa e imaginativamente con ellos. El problema metodológico que presenta la naturaleza microscópica de la etnografía es real y de peso. Pero no es un problema que pueda resolverse mirando una remota localidad como si fuera el mundo metido en una taza de té o el equivalente sociológico de una cámara de niebla. Ha de resolverse -o en todo caso se lo mantendrá decentemente a raya- comprendiendo que las acciones sociales son comentarios sobre algo más que ellas mismas, y que la procedencia de una interpretación no determina hacia dónde va a ser luego impulsada. Pequeños hechos hablan de grandes cuestiones, guiños hablan de epistemología o correrías contra ovejas hablan de revolución, porque están hechos para hacerlo así. 97 VII Y esto nos lleva por fin a considerar la teoría. El vicio dominante de los enfoques interpretativos de cualquier cosa literatura, sueños, síntomas, culturaconsiste en que tales enfoques tienden a resistir (o se les permite resistir) la articulación conceptual ya escapar así a los modos sistemáticos de evaluación. Uno capta una interpretación o no la capta, comprende su argumento o no lo comprende, lo acepta o no lo acepta. Aprisionada en lo inmediato de los propios detalles, la interpretación es presentada como válida en sí misma o, lo que es peor, como validada por la supuestamente desarrollada sensibilidad de la persona que la presenta; todo intento de formular la interpretación en términos que no sean los suyos propios es considerado una parodia o, para decirlo con la expresión más severa que usan los antropólogos para designar el abuso moral, como un intento etnocéntrico. En el caso de este campo de estudio, que tímidamente (aunque yo mismo no soy tímido al respecto) pretende afirmarse como una ciencia, no cabe semejante actitud. No hay razón alguna para que la estructura conceptual de una interpretación sea menos formulable y por lo tanto menos susceptible de sujetarse a cánones explícitos de validación que la de una observación biológica o la de un experimento físico, salvo la razón de que los términos en que puedan hacerse esas formulaciones, si no faltan por completo, son casi inexistentes. Nos vemos reducidos a insinuar teorías porque carecemos de los medios para enunciarlas. Al mismo tiempo, hay que admitir que existe una serie de características de la interpretación cultural que hacen el desarrollo teórico mucho más difícil de lo que suele ser en otras disciplinas. La primera característica es la necesidad de que la teoría permanezca más cerca del terreno estudiado de lo que permanece en el caso de ciencias más capaces de entregarse a la abstracción imaginativa. En antropología, sólo breves vuelos de raciocinio suelen ser efectivos; vuelos más prolongados van a parar a sueños lógicos y a confusiones académicas con simetría formal. Como ya dije, todo el quid de un enfoque semiótico de la cultura es ayudarnos a lograr acceso al mundo conceptual en el cual viven nuestros sujetos, de suerte que podamos, en el sentido amplio del término, conversar con ellos. La tensión entre la presión de esta necesidad de penetrar en un universo no familiar de acción simbólica y las exigencias de progreso técnico en la teoría de la cultura, entre la necesidad de aprehender y la necesidad de analizar es, en consecuencia, muy grande y esencialmente inevitable. En realidad, cuanto más se desarrolla la teoría más profunda se hace la tensión. Esta es la primera condición de la teoría cultural: no es dueña de sí misma. Como es inseparable de los hechos inmediatos que presenta la descripción densa, la libertad de la teoría para forjarse de conformidad con su lógica interna es bastante limitada. Las generalidades a las que logra llegar se deben a la delicadeza de sus distinciones, no a la fuerza de sus abstracciones. Y de esto se sigue una peculiaridad en la manera (una simple cuestión de hecho empírico) en que crece nuestro conocimiento de la cultura... de las culturas... de una cultura..: crece a chorros, a saltos. En lugar de seguir una curva ascendente de comprobaciones acumulativas, el análisis cultural se desarrolla según una secuencia discontinua pero coherente de despegues cada vez más audaces. Los estudios se realizan sobre otros estudios, pero no en el sentido de que reanudan una cuestión en el punto en el que otros la dejaron, sino en el sentido de que, con mejor información y conceptualización, los nuevos estudios se sumergen más profundamente en las mismas cuestiones. Todo análisis cultural serio parte de un nuevo comienzo y termina en el punto al que logra llegar antes de que se le agote su impulso intelectual Se movilizan hechos anteriormente descu- 98 biertos, se usan conceptos anteriormente desarrollados, se someten a prueba hipótesis anteriormente formuladas; pero el movimiento no va desde teoremas ya demostrados a teoremas demostrados más recientemente, sino que va desde la desmañada vacilación en cuanto a la comprensión más elemental, a una pretensión fundamentada de que uno ha superado esa primera posición. Un estudio antropológico representa un progreso si es más incisivo que aquellos que lo precedieron; pero el nuevo estudio no se apoya masivamente sobre los anteriores a los que desafía, sino que se mueve paralelamente a ellos. Es esta razón, entre otras, la que hace del ensayo, ya de treinta páginas ya de trescientas páginas, el género natural para presentar interpretaciones culturales y las teorías en que ellas se apoyan, y ésta es también la razón por la cual, si uno busca tratados sistemáticos en este campo, se ve rápidamente decepcionado, y tanto más si llega a encontrar alguno. Aquí son raros hasta los artículos de inventario y en todo caso éstos sólo tienen un interés bibliográfico. Las grandes contribuciones teóricas están no sólo en estudios específicos -y esto es cierto en casi todos los campos de estudio- sino que son difíciles de separar de tales estudios para integrarlas en algo que pudiera llamarse "teoría de la cultura" como tal. Las formulaciones teóricas se ciernen muy bajo sobre las interpretaciones que rigen, de manera que separadas de éstas no tienen mucho sentido ni gran interés. y esto es así no porque no sean generales (si no fueran generales no serían teóricas), sino porque enunciadas independientemente de sus aplicaciones, parecen vacías o perogrulladas. Puede uno (y en verdad es ésta la manera en que nuestro campo progresa conceptualmente) adoptar una línea de ataque teórico desarrollada en el ejercicio de una interpretación etnográfica y emplearla en otra, procurando lograr mayor precisión y amplitud; pero uno no puede escribir una Teoría General de la Interpretación Cultural. Es decir , uno puede hacerlo, sólo que no se ve gran ventaja en ello porque la tarea esencial en la elaboración de una teoría es, no codificar regularidades abstractas, sino hacer posible la descripción densa, no generalizar a través de casos particulares sino generalizar dentro de éstos. Generalizar dentro de casos particulares se llama generalmente, por lo menos en medicina y en psicología profunda, inferencia clínica. En lugar de comenzar con una serie de observaciones e intentar incluirlas bajo el dominio de una ley, esa inferencia comienza con una serie de significantes (presuntivos) e intenta situarlos dentro de un marco inteligible. Las mediciones se emparejan con predicciones teóricas, pero los síntomas (aun cuando sean objeto de medición) se examinan en pos de sus peculiaridades teóricas, es decir , se diagnostican. En el estudio de la cultura los significantes no son síntomas o haces de síntomas, sino que son actos simbólicos o haces de actos simbólicos, y aquí la meta es, no la terapia, sino el análisis del discurso social. Pero la manera en que se usa la teoría -indagar el valor y sentido de las cosas- es el mismo. Así llegamos a la segunda condición de la teoría cultural: por lo menos en el sentido estricto del término, esta teoría no es predictiva. Quien pronuncia un diagnóstico no predice el sarampión; simplemente manifiesta que alguien tiene sarampión o que a lo sumo anticipa que es probable que a breve plazo alguien lo adquiera. Pero esta limitación, que es bien real, ha sido en general mal interpretada y además exagerada porque se la tomó como que significaba que la interpretación cultural es meramente post facto; que, lo mismo que el campesino del viejo cuento, primero hacemos los agujeros en la cerca y luego alrededor de ellos pintamos el blanco de tiro. No se puede negar que hay algo cierto en esto y que a veces se manifiesta en lugares prominentes. Pero debemos negar que éste sea el resultado inevitable de un enfoque clínico del empleo de la teoría. 99 Verdad es que en el estilo clínico de la formulación teórica, la conceptualización se endereza a la tarea de generar interpretaciones de hechos que ya están a mano, no a proyectar resultados de manipulaciones experimentales o a deducir estados futuros de un determinado sistema. Pero eso no significa que la teoría tenga que ajustarse a solamente a realidades pasadas (o, para decirlo con más precisión, que tenga que generar interpretaciones persuasivas de realidades pasadas); también debe contemplar -intelectualmenterealidades futuras. Si bien formulamos nuestra interpretación de un conjunto de guiños o de una correría de ovejas después de ocurridos los hechos, a veces muy posteriormente, el marco teórico dentro del cual se hacen dichas interpretaciones debe ser capaz de continuar dando interpretaciones defendibles a medida que aparecen a la vista nuevos fenómenos sociales. Si bien uno comienza toda descripción densa (más allá de lo obvio y superficial) partiendo de un estado de general desconcierto sobre los fenómenos observados y tratando de orientarse uno mismo, no se inicia el trabajo (o no se debería iniciar) con las manos intelectualmente vacías. En cada estudio no se crean de nuevo enteramente las ideas teóricas; como ya dije, las ideas se adoptan de otros estudios afines y, refinadas en el proceso, se las aplica a nuevos problemas de interpretación. Si dichas ideas dejan de ser útiles ante tales problemas, cesan de ser empleadas y quedan más o menos abandonadas. Si continúan siendo útiles y arrojando nueva luz, se las continúa elaborando y se continúa usándolas. Semejante concepción de la manera en que funciona la teoría en una ciencia interpretativa sugiere que la distinción (en todo caso relativa) que se da en la ciencias experimentales o de observación entre "descripción" y "explicación", se da en nuestro caso como una distinción aún más relativa entre "inscripción" ("descripción densa") y especificación" ("diagnóstico"), entre establecer la significación que determinadas ac- ciones sociales tienen para sus actores y enunciar, lo más explícitamente que podamos, lo que el conocimiento así alcanzado muestra sobre la sociedad al que se refiere y, más allá de ella, sobre la vida social como tal. Nuestra doble tarea consiste en descubrir las estructuras conceptuales que informan los actos de nuestros sujetos, lo "dicho" del discurso social, y en construir un sistema de análisis en cuyos términos aquello que es genérico de esas estructuras, aquello que pertenece a ellas porque son lo que son, se destaque y permanezca frente a los otros factores determinantes de la conducta humana. En etnografía, la función de la teoría es suministrar un vocabulario en el cual pueda expresarse lo que la acción simbólica tiene que decir sobre sí misma, es decir, sobre el papel de la cultura en la vida humana. Aparte de un par de artículos de orientación que versan sobre cuestiones más fundamentales, es de esta manera cómo opera la teoría en los ensayos reunidos aquí. Un conjunto de conceptos y de sistemas de conceptos muy generales y académicos -"integración", "racionalización", "símbolo", "ideología", "ethos", "revolución", "identidad", "metáfora", "estructura", "rito", "cosmovisión", "actor", "función", "sagrado" y desde luego la "cultura" misma- está entretejido en el cuerpo etnográfico de descripción densa con la esperanza de hacer científicamente elocuentes meras ocurrencias aisladas. La meta es llegar a grandes conclusiones partiendo de hechos pequeños pero de contextura muy densa, prestar apoyo a enunciaciones generales sobre el papel de la cultura en la construcción de la vida colectiva relacionándolas exactamente con hechos específicos y complejos. De manera que no es solamente interpretación lo que se desarrolla en el nivel más inmediato de la observación; también se desarrolla la teoría de que depende conceptualmente la interpretación. Mi interés por el cuento de Cohen, lo mismo que el interés de Ryle por los 100 guiños, nació de algunas ideas muy generales. El modelo de "la confusión de lenguas" (la concepción según la cual el conflicto social no es algo que se dé cuando, por debilidad, falta de definición o descuido, las formas culturales dejan de obrar , sino más bien algo que se da cuando, lo mismo que los guiños burlescos, esas formas están presionadas por situaciones o intenciones no habituales para obrar de maneras no habituales) no es una idea que extraje del cuento de Cohen. Se la debo a colegas, estudiantes y predecesores. Nuestra en apariencia inocente "nota metida en una botella" es algo más que una pintura de los marcos de significación dentro de los cuales actúan mercaderes judíos, guerreros beréberes y procónsules franceses, y hasta algo más que una pintura de sus recíprocas interferencias. Es un argumento en favor de la idea de que reelaborar el esquema de relaciones sociales es reacomodar las coordenadas del mundo experimentado. Las formas de la sociedad son la sustancia de la cultura. VIII Existe un cuento de la India -por lo menos lo oí como un cuento indio- sobre un inglés que (habiéndosele dicho que el mundo descansaba sobre una plataforma, la cual se apoyaba sobre el lomo de un elefante el cual a su vez se sostenía sobre el lomo de una tortuga) preguntó (quizá fuera un etnógrafo, pues ésa es la manera en que se comportan): ¿y en qué se apoya la tortuga? Le respondieron que en otra tortuga. ¿ y esa otra tortuga? " Ah, sahib, después de ésa son todas tortugas." Y ésa es verdaderamente la condición de las cosas. No sé durante cuánto tiempo sería provechoso meditar en el encuentro de Cohen, el jeque y Dumari (el tiempo de hacerlo quizá se haya pasado); pero sé que por mucho que continúe meditando en ese encuentro no me acercaré al fondo del asunto. Tampoco me he acercado más al fondo de cualquier otra cosa sobre la cual haya escrito en estos ensayos que siguen o en otros lugares. El análisis cultural es intrínsecamente incompleto. Y, lo que es peor, cuanto más profundamente se lo realiza menos completo es. Es ésta una extraña ciencia cuyas afirmaciones más convincentes son las que descansan sobre bases más trémulas, de suerte que estudiar la materia que se tiene entre manos es intensificar las sospechas (tanto de uno mismo como de los demás) de que uno no está encarando bien las cosas. Pero esta circunstancia es lo que significa ser un etnógrafo, aparte de importunar a personas sutiles con preguntas obtusas. Uno puede escapar a esta situación de varias maneras: convirtiendo la cultura en folklore y colectándolo, convirtiéndola en rasgos y contándolos, convirtiéndola en instituciones y clasificándolas, o reduciéndola a estructuras y jugando con ellas. Pero éstas son escapatorias. Lo cierto es que abrazar un concepto semiótico de cultura y un enfoque interpretativo de su estudio significa abrazar una concepción de las enunciaciones etnográficas, para decirlo con una frase ahora famosa de W. B. Gallie, "esencialmente discutible". La antropología, o por lo menos la antropología interpretativa, es una ciencia cuyo progreso se caracteriza menos por un perfeccionamiento del consenso que por el refinamiento del debate. Lo que en ella sale mejor es la precisión con que nos vejamos unos a otros. Esto es muy difícil de ver cuando nuestra atención está monopolizada por una sola parte de la argumentación. Aquí los monólogos tienen escaso valor porque no hay conclusiones sobre las cuales informar; lo que se desarrolla es meramente una discusión. En la medida en que los ensayos aquí reunidos tengan alguna importancia, ésta estriba menos en lo que dicen que en aquello que atestiguan: un enorme aumento de interés, no sólo por la antropología, sino por los estudios sociales en general y por el papel de las formas simbólicas en la vida humana. La significación, 101 esa evasiva y mal definida seudoentidad que antes muy contentos abandonábamos a los filósofos y a los críticos literarios para que frangollaran con ella, ha retornado ahora al centro de nuestra disciplina. Hasta los marxistas citan a Cassirer; hasta los positivistas citan a Kenneth Burke. Mi propia posición en el medio de todo esto fue siempre tratar de resistirme al subjetivismo, por un lado, y al cabalismo mágico, por otro; tratar de mantener el análisis de las formas simbólicas lo más estrechamente ligado a los hechos sociales concretos, al mundo público de la vida común y tratar de organizar el análisis de manera tal que las conexiones entre formulaciones teóricas e interpretaciones no quedaran oscurecidas con apelaciones a ciencias oscuras. Nunca me impresionó el argumento de que como la objetividad completa es imposible en estas materias (como en efecto lo es) uno podría dar rienda suelta a sus sentimientos. Pero esto es, como observó Robert Solow, lo mismo que decir que, como es imposible un ambiente perfectamente aséptico, bien podrían practicarse operaciones quirúrgicas en una cloaca. Por otro lado, tampoco me han impresionado las pretensiones de la lingüística estructural, de la ingeniería computacional o de alguna otra forma avanzada de pensamiento que pretenda hacernos comprender a los hombres sin conocerlos. Nada podrá desacreditar más rápidamente un enfoque semiótico de la cultura que permitirle que se desplace hacia una combinación de intuicionismo y de alquimia, por elegantemente que se expresen las intuiciones o por moderna que se haga aparecer la alquimia. Siempre está el peligro de que el análisis cultural, en busca de las tortugas que se encuentran más profundamente situadas, pierda contacto con las duras superficies de la vida, con las realidades políticas y económicas dentro de las cuales los hombres están contenidos siempre, y pierda contacto con las necesidades biológicas y físicas en que se basan esas duras superficies. La única defensa contra este peligro y contra el peligro de convertir así el análisis cultural en una especie de esteticismo sociológico, es realizar el análisis de esas realidades y esas necesidades en primer término. y así llegué a escribir sobre el nacionalismo, sobre la violencia, sobre la identidad, sobre la naturaleza humana, sobre la legitimidad, sobre la revolución, sobre lo étnico, sobre la urbanización, sobre el status social, sobre la muerte, sobre el tiempo y ante todo sobre determinados intentos de determinadas personas para situar estas cosas dentro de un marco comprensible, significativo. Considerar las dimensiones simbólicas de la acción social -arte, religión, ideología, ciencia, ley, moral, sentido común- no es apartarse de los problemas existenciales de la vida para ir a parar a algún ámbito empírico de formas desprovistas de emoción; por el contrario es sumergirse en medio de tales problemas. La vocación esencial de la antropología interpretativa no es dar respuestas a nuestras preguntas más profundas, sino darnos acceso a respuestas dadas por otros, que guardaban otras ovejas en otros valles, y así permitirnos incluirlas en el registro consultable de lo que ha dicho el hombre. 102 El malentendido… Las tramas de significaciones diferentes… Como dice Geertz, la cultura es una urdimbre simbólica. Hay un relato tradicional (muchas veces reformulado como un chiste) que muestra cómo se produce el malentendido, y que el mismo tiene que ver con distintos “campos de significación”, con culturas diferentes. EL LENGUAJE POR SEÑAS Había un sabio romano de visita en la corte de Babilonia (actualmente, Irak) y el emperador árabe pidió al Mullah (un sabio árabe) que se preparase para una batalla de ingenio con el romano. El día de la prueba, el Mullah se apareció en la corte con su burro cargado de libros con títulos ficticios pero que sonaban muy impresionantes. El Mullah abrumó al erudito romano con su gran ingenio e inteligencia, quien, no obstante decidió poner a prueba sus conocimientos teóricos. El sabio romano levantó un dedo. El Mullah respondió con dos dedos. El romano levantó tres dedos, el Mullah respondió con cuatro. El erudito mostró toda su palma, a lo que el Mullah respondió con el puño cerrado. El sabio romano abrió su cartera y sacó un huevo, el Mullah sacó una cebolla de su bolsillo. El romano preguntó: –¿Qué evidencias tienes? El Mullah respondió con los títulos de sus libros. Cuando el romano balbuceó que nunca había oído tales títulos, el Mullah respondió: –Pues claro que no los has oído. Mira y verás cientos de libros que nunca has leído. – El romano quedó muy impresionado y concedió que había sido derrotado. Nadie había entendido nada. Más tarde, cuando se sirvieron los refrescos, el emperador árabe le preguntó al sabio romano cuál era el significado de todo lo que había pasado. –Es un hombre brillante, este Mullah –dijo el romano. –Cuando levanté un dedo, significando que no hay más que un Dios, él levantó dos para decir que Él creó el cielo y la tierra. Yo levanté tres dedos significando el ciclo de la concepción, la vida y la muerte, a lo que el Mullah respondió mostrando cuatro dedos, indicando que el cuerpo está compuesto de cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. –¿Y lo del huevo y la cebolla? –inquirió el emperador. –El huevo era el símbolo de la tierra (la yema) rodeada por los cielos (la clara). El Mullah sacó una cebolla, indicando las capas de los cielos alrededor de la tierra. Cuando le pedí que apoyara su información de que hay un mismo número de capas en los cielos que en la piel de la cebolla, la apoyó con todos esos sabios libros sobre los que yo, desgraciado de mí, lo ignoro todo. Tu Mullah es un hombre muy sabio, ciertamente. El romano, abatido, partió. A continuación, el emperador árabe preguntó al Mullah sobre el debate. El Mullah respondió: –Fue muy fácil, Majestad. Cuando levantó un dedo desafiándome, yo levanté dos, significando que le sacaría ambos ojos. Cuando levantó tres dedos, con el significado, estoy seguro, de que me daría tres patadas, le respondí amenazándolo con cuatro 103 patadas. Su palma entera, naturalmente, significaba una bofetada en la cara, a lo que respondí con el puño apretado. Viendo que iba en serio, empezó a mostrarse amistoso y me ofreció un huevo, así que yo le ofrecí una cebolla. Actividad: Para conversar: ¿Qué tipo de escenas ocurren en las escuelas similares a esta que presenta El lenguaje por señas? ¿Cuáles son los principales “malentendidos” que se producen entre la escuela y la comunidad? 104 9/ El Taller Integrador Interdisciplinario Uno de los componentes centrales (y quizás más novedoso) del Espacio de la Práctica es el Taller Integrador Interdisciplinario. Una de las características de la Formación Docente es la fragmentación curricular y la falta de comunicación entre los actores involucrados, a la vez que la ausencia de relaciones dinámicas entre los conocimientos teóricos y disciplinares y los conocimientos prácticos. Existe, por otra parte, una histórica demanda de espacios institucionales y de horas de encuentro que, en el caso de este Diseño, son reconocidas a través del pago de un módulo destinado a este Taller. La propuesta de creación, cada año, de un Taller integrador interdisciplinario tiene por objeto provocar el encuentro de saberes, de prácticas y de sujetos en la Formación Docente. Este Taller es el espacio de encuentro de la comunidad de los docentes y los estudiantes de cada año de la Carrera. La integración interdisciplinaria Pero… el trabajo interdisciplinario, ¿es sólo una reunión para intercambiar y discutir?; ¿es nada más que el desarrollo aislado de cada materia o disciplina acerca de un tema? Necesitamos aclarar estos aspectos… Para comprender el sentido de la “integración interdisciplinaria”, les sugerimos leer el artículo de Alicia Stolkiner De interdisciplinas e indisciplinas. 105 De interdisciplinas e indisciplinas Por Alicia Stolkiner Los que intentamos trabajar y /o investigar en campos de problematización del saber como son Salud y Educación hemos visto aparecer en nuestro discurso y en los referentes conceptuales el término interdisciplina y, últimamente, el deslizamiento hacia la transdisciplina. Para algunos, la inclusión de estos términos se transforma en un requisito formal que una vez cubierto con la constitución de un “equipo” de especialistas diversos permite permanecer en la comodidad (o no) de la propia teoría. Para otros, aquellos que aman el orden de la pureza doctrinaria, los términos mencionados son sinónimo de eclecticismo, de Torre de Babel bien intencionada pero insostenible. Pocos aceptan que se trata de formas parciales de prefiguración que va de la Ciencia poseedora de un objeto y un método, a los Campos conceptuales articulados en prácticas sociales alrededor de situaciones problemáticas. En nuestra opinión, la interdisciplinariedad y las distintas vertientes que apuntan lo transdisciplinario son emergentes de un momento en el cual los paradigmas positivistas de las ciencias se fisuran, pero las alternativas aparecen en forma marginal, fragmentaria, utópica (como toda prefiguración). Cuestionar nuestro modelo de Ciencia es cuestionar nuestro modelo de vida. Es cuestionar la posibilidad de la existencia de un Saber Racional (con mayúsculas) pre construido a la acción, neutro, desprovisto d ideología y de mitos, reverenciable, desapasionado. La ciencia se equivoca, por lo menos, tantas veces como el saber común, dice Feyerabend. Con esta sencilla frase dispara al corazón de uno de los mitos en los cuales se ha sostenido nuestra cultura: el mito del Progreso fundado en la Ciencia Positiva. Aquel que nos prometió el bienestar a cambio de aceptar mansamente que el saber es una cuestión de especialistas, de técnicos. Creemos necesario señalar que el positivismo nos legó explícitamente una propuesta de Sociedad en la cual se le asigna a la Ciencia el lugar de Razón de Poder. A una Ciencia Positiva, que conjuntamente con su nacimiento construyó sus objetivos y delimitó sus fronteras. En ese proceso se velaron los determinantes de sus orígenes. Valga el ejemplo de la antropología, nacida ante las necesidades de dominación imperial, frente a pueblos a los que rápidamente hubo de llamarse primitivos. Solemos titular el “fetichismo de las disciplinas” al carácter “natural” con que se nos aparecen. Esto se manifiesta en su forma más clara en las ciencias llamadas “naturales”, que parecen ostentar una inobjetable referencia real en el recorte de su objeto. Sin embargo, a poco de adentrarse en ellas, se las descubre en el mismo nivel de incertidumbre que las ciencias llamadas humanas o sociales. Valga al respecto el enigma que para la Biología sigue siendo aquello de lo cual se ocupa: la vida las tormentosas polémicas de la física actual acerca, justamente, de la materia. Toda ciencia es, obviamente una construcción social y humana. No se debe confundir la capacidad de producir efectos esperables con la confirmación de la Verdad. 106 Hay disciplinas, sin embargo, que bosquejan otras posibilidades. El sujeto y el objeto del conocimiento se construyen en la acción, sostiene el constructivismo, se llega a lo concreto por el camino de lo abstracto, invierte el materialismo dialéctico; y el psicoanálisis termina afirmando que pienso allí donde no soy. Bachelard titula la Filosofía el No aquello que se define por lo que no es. Nos place, a veces, hablar de pensamientos o prácticas no- positivistas, sin que esto signifique plantearse homogeneidades inexistentes. Hay que ser capaz de cuestionar la existencia misma de las disciplinas tal cual aparecen. Cuestionar no significa negar, se trata de no dar por natural e inmutable una categorización de las Ciencias que surgió ante una demanda social determinada y, quizá, es inútil para otra. La interdisciplina nace, para ser exactos, de la incontrolable indisciplina de los problemas que se nos presentan actualmente. De la dificultad de encasillarlos. Los problemas no se presentan como objetos, sino como demandas complejas y difusas que dan lugar a prácticas sociales inervadas de contradicciones e imbricadas con cuerpos conceptuales diversos. Tal es el caso de Salud o Educación, abordadas además en este caleidoscópico territorio cultural de América Latina. Por último sostenemos la necesidad de ser indisciplinado frente a las disciplina. Toda relación con una teoría es pasional, podemos someternos a ella, refugiarnos en ella, o hacerla trabajar, desafiarla. Creemos que hoy sólo se puede desarrollar la ciencia (con minúscula) con una actitud irrelevante ante la Ciencia (con mayúscula). La irrelevancia no es el rechazo o la negación, es simplemente el no reverenciar. Entonces, la integración interdisciplinaria parte de situaciones problemáticas de la realidad y trabaja procurando la integración entre teoría y práctica. Se reconoce que las ciencias no son “naturales” sino una construcción social e histórica. Y que la interdisciplina nace de la incertidumbre y la incontrolable “indisciplina” de los problemas, que son complejos y, muchas veces, difusos. Para comprender las sustanciales diferencias entre multidisciplina y “aproximación interdisciplinaria”, les sugerimos leer el artículo de Nora Emilce Elichiry, Importancia de la articulación interdisciplinaria para el desarrollo de metodologías transdisciplinarias. 107 Importancia de la articulación interdisciplinaria para el desarrollo de metodologías transdisciplinarias Por Nora Emilce Elichiry Es común observar en nuestro medio un predominio de prácticas multidisciplinarias acompañadas de una conceptualización ambigua que utiliza como conceptos intercambiables las nociones de multidisciplina e interdisciplina. El objetivo de este trabajo es el de procurar precisar estas conceptualizaciones y develar los supuestos epistemológicos subyacentes a estos enfoques. Pensamos que esta puede ser una forma de orientarnos hacia nuevas prácticas. Resulta alarmante ver la aprehensión superficial de ciertos conceptos y su rápida inclusión en un discurso aparentemente “nuevo”, sin que se articule con una práctica concomitante, coherente, de verdadera transformación ejemplo de esto son los “usos” y “abusos” del término participación o el de transdiciplina). Podemos decir que el enfoque multidisciplinario es aquel caracterizado por una simple yuxtaposición de áreas del conocimiento, en el cual cada disciplina se dedica a su especialidad sin que haya una relación ni se evidencien modificaciones o transformaciones en las disciplinas involucradas. La característica de esta perspectiva es su visión atomística de la realidad y un total aislamiento respecto de toda demanda social. ¿De dónde derivan estas prácticas multidisciplinarias? Vemos en nuestro país, y en general en América Latina, que la formación educativa en todos los niveles de la enseñanza es básicamente disciplinaria. En el nivel universitario esta orientación se condensa aún más, ya que la enseñanza se mantiene apegada a la tradicional concepción positivista de áreas del conocimiento, basada en divisiones supuestamente pedagógicas. Los diseños curriculares y los planes de estudio muestran un parcelamiento del saber en disciplinas aisladas como comportamientos estancos. Esta concepción disciplinaria de la educación universitaria nos lleva a una excesiva especialización que fragmenta el conocimiento en áreas y obstaculiza la comprensión de la pluralidad y complejidad de las dimensiones de la realidad. Es característico en este tipo de formación el escindir la formación profesional de la inserción laboral. La enseñanza no prepara para el trabajo, ni orienta sus lineamientos curriculares en función de las necesidades del país. Se tiende a la súper-especialización, y dentro de cada disciplina se forman áreas más especializadas aún, que constituyen “escuelas”. La formación de “escuelas” conlleva al aislamiento y al dogmatismo. A los congresos, jornadas y eventos científicos sólo acceden “los convencidos” de ciertos postulados o los “dueños” de determinados paradigmas. Esta carencia de comunicación entre los miembros de la comunidad académica obstaculiza las relaciones entre las disciplinas, y esto suele ser agudizado por la propia estructura institucional. Relacionado con lo anterior, se evidencia una desarticulación entre la teoría y la práctica. Observamos que, en la mayoría de las carreras, los contenidos teóricos se organizan al comienzo de 108 la formación, dejando las prácticas para el final. Por otra parte, los contenidos teóricos básicos se dictan “dentro” del aula, universitaria casi exclusivamente, alejados del ámbito en el cual se generan las situacionesproblema. Quedan entonces los trabajos prácticos para el final y recién ahí se incluyen las experiencias en terreno. Esto hace que los mismos contenidos deben ser vistos dos veces, primero como conceptualización teórica y luego como concatenación práctica, como si fueran teoría y práctica aspectos complementarios de un mismo proceso de aprendizaje. En algunas disciplinas ejemplo de esto son las áreas Psicología, Psicopedagogía y Psicoanálisis; las tareas de supervisión de las prácticas profesionales quedan excluidas de la programación curricular y se “adquieren” en contextos extra-universitarios que for- yuxtaposición No hay transformación en cada disciplina man una verdadera red paralela de educación. Estos tres aspectos de la educación disciplinaria de excesiva especialización, de división entre formación profesional y laboral y de desarticulación teoría- práctica, tienden a aislar el desarrollo del conocimiento del contexto histórico-social generando verdaderas “islas académicas” sumamente eruditas, pero des contextuadas de los problemas que nuestra realidad plantea. Es por ello que están sujetas a los avatares de las “modas intelectuales” y a los lineamientos teóricos desarrollados en otros medios. De esta manera sólo se logra “reproducir” conocimientos pero no se generan conocimientos nuevos. fragmentación No hay comprensión integral de la realidad desarticulación La aproximación interdisciplinaria, en cambio surge ante la demanda social, ante las situaciones de problemas cada vez más complejos y por la evolución interna de las ciencias. Esta orientación interdisciplinaria puede favorecer la integración y producción de conocimientos. dogmatismo No hay integración y se cree poseer la Verdad teoría / práctica conocimiento / contexto Nuestra propuesta es: partir de los problemas, no de las disciplinas dadas. Desde esta perspectiva, la colaboración interdisciplinaria es básica a través de la convergencia de problema. Pero debemos aclarar que el tema “borde” entre dos disciplinas no constituye interdisciplinariedad. 109 Ha sido característico de los modelos positivistas el plantear la demarcación disciplinaria como rígida y física. Consideramos que “los problemas” no tienen fronteras disciplinarias y que los límites de cada disciplina no están fijos y determinados para siempre. En términos de Jean Piaget, “nada nos compele a dividir lo real en compartimentos estancos, o en pisos simplemente superpuestos que corresponden a las fronteras aparentes de nuestras disciplinas científicas, y por el contrario, todo nos obliga a comprometernos en la búsqueda de instancias y mecanismos comunes. La interdisciplinariedad deja de ser un producto de lujo o un producto ocasional para convertirse en la condición misma del progreso”. La orientación interdisciplinaria surge de una concepción constructivista de la realidad, siendo ésta considerada como una totalidad estructurada pero a la vez estructurante. Desde esta visión, la interdisciplina reconoce que la realidad no es algo obvio, unívoco y simple que se puede comprender fácilmente, sino que es contradictoria. En este sentido la interdisciplina se basa en la complejidad y unidad de la realidad, por un lado, y en la división del trabajo científico necesario para la evolución de la ciencia, por otro. La interdisciplinariedad incluye cambios disciplinarios que producen enriquecimiento mutuo y transformación. Estos intercambios disciplinarios implican además interacción, cooperación y circularidad entre las distintas disciplinas a través de la reciprocidad entre estas áreas, con intercambio de instrumentos, métodos, técnicas, etc. Al incluir el vocablo inter lo ubicamos como nexo del cual se espera una cierta totalidad. Esta propuesta de aproximación interdisciplinaria requiere que se lleve a cabo desde la especificidad de cada disciplina, con el criterio de división del trabajo anteriormente mencionado. En este sentido deben estructurarse coordinadamente la pluralidad de dimen- siones implicadas en la unidad de la situación problema. Ilya Prigorine (Premio Nobel de Química, 1977), al señalar laña complejidad de la historia de la ciencia nos dice: “Por un lado, vamos hacia una perspectiva pluralista. Por otro existe una tendencia a encontrar una nueva unidad en aspectos aparentemente contradictorios de nuestra experiencia…” “Es la coexistencia de los dos niveles de descripción la que nos aboca a la conflictiva situación que percibimos en las ciencias”. Este es el dilema: unidad y diversidad en las ciencias. ¿Cómo compatibilizar ambas? La interdisciplinar sólo puede implementarse cuando los que la realizan son expertos en su propia disciplina, “…del mismo modo que sólo puede entrar en una orquesta el que después de cursados sus estudios de música, sea experto en violín, oboe, piano, etc.” Lo fundamental es mantener la identidad y especificidad disciplinaria; sólo entonces se podrán establecer enlaces y relaciones. En la articulación interdisciplinaria cada disciplina es importante en su función, en su individualidad. Cuando cada disciplina está nítidamente identificada y estructurada podemos recién orientarnos a la interdisciplinar. El principio de la articulación disciplinaria se basa en las correspondencias estructurales, en las intersecciones y en los vínculos interdisciplinarios. Esto es importante, porque la integración no se realiza exclusivamente a nivel de las disciplinas, sino a través de los miembros del equipo de trabajo, que en grupos heterogéneos aportan prácticas convergentes. Es por ello que la cooperación orgánica entre los miembros del equipo es básica. Existen además otros prerrequisitos complementarios para que la interdisciplinar sea tal. Estos en líneas generales son: 1) Trabajo en equipo: formación de actitudes cooperativas en el grupo. 110 2) Intencionalidad: que la relación entre las disciplinas sea provocada. El encuentro fortuito entre disciplinas no es interdisciplinar. 3) Flexibilidad: que exista apertura en cuanto a la búsqueda de modelos, métodos de trabajo, técnicas, etc...sin actitudes dogmáticas, con reconocimiento de divergencias y disponibilidad para el diálogo. 4) Cooperación recurrente: que haya continuidad en la cooperación entre las disciplinas para lograr cohesión del equipo. Una cooperación ocasional no es interdisciplina (esto se relaciona estrechamente con el punto 2). 5) Reciprocidad: está dada por la interacción entre las disciplinas. La reciprocidad lleva al intercambio de métodos, conceptualizaciones, códigos lingüísticos, técnicas, resultados, etc. Con estos requisitos básicos asegurados nos ubicamos en el nivel máximo, desde el punto de vista estructural de las relaciones interdisciplinarias, que es el de la integración sistémica. En este nivel de articulación interdisciplinaria, cada disciplina es importante en su función, en su individualidad. “El sistema funciona si cada disciplina desempeña su función individualmente pero no independientemente” (/ como vimos en el ejemplo de la orquesta anteriormente mencionado, se exige que se respete la especificidad de cada instrumento, si bien la partitura es común): Esta integración sistémica nos lleva a la orientación transdisciplinaria. La transdiciplinariedad es una aproximación metodológica que compatibiliza la unidad y diversidad de la ciencia. Trabajo en equipo Identidad disciplinaria Interdisciplina Unidad Intencionalidad Reciprocidad Transdisciplina Flexibilidad Especificidad Cooperación recurrente En términos de Piaget, la etapa de las relaciones transdiciplinarias es aún incipiente: “se trata aún de un sueño, pero no parece ´irrealizable´”. La transdisciplinareidad supone un sistema total que integra las distintas disciplinas a través de un marco conceptual común. La aproximación transdisciplinaria “no se contentaría con logar interacciones o reciprocidad entre investigaciones especializadas sino que situaría estas Diversidad conexiones en el interior de un sistema total sin fronteras estables entre las disciplinas”. Esto nos brinda un intento de explicación científica totalizadora de la realidad. De acuerdo con la definición de Álvarez Méndez, definimos sistema al “todo relacional funcional y organizado en el que importan las interacciones e interconexiones que mantiene las partes que lo configuran (estructuras)”. 111 punto de partida trabajo en equipo PROBLEMAS COMPLEJ OS intencionalidad intercambios disciplinarios enriquecimiento mutuo y transformación identidad disciplinaria críticas discusiones interacción y enlaces flexibilidad cooperación recurrente no “ las disciplinas”; porque los problemas no tienen fronteras orientación transdisciplinaria reciprocidad divergencias consensos secuencia de aislamiento del desarrollo científico del contexto social. Estas partes interactuantes funcionan de manera individual y a la vez conjunta, en base a un principio de organización. Pero el sistema no evoluciona de manera continua sino a grandes saltos. El estructuralismo constructivista es una concepción de evolución de sistemas. Lo fundamental en el sistema es la estructura. “Las estructuras no son consideradas como “formas” rígidas en condiciones de equilibrio estático, sino como el conjunto de relaciones dentro de un sistema organizado que se mantiene en condiciones estacionarias mediante procesos dinámicos de regulación.”…”El estudio de las estructuras del sistema no excluye la historicidad sino que la explica”…”El nudo central del análisis de la dinámica de los sistemas es el estudio de los procesos.” Estos conceptos han sido definidos en profundidad por el Doctor Rolando García en el trabajo que abajo mencionamos. Para concluir, queremos señalar dos grandes riesgos que percibimos en la aproximación a la tara. Vimos al comienzo aquellos riesgos referentes a la especialización absoluta, con su con- Pero podemos caer en un segundo riesgo, que es el de la generalización excesiva y la falta de profundidad. Pensamos que este segundo riesgo puede evitarse con la integración activa del equipo interdisciplinario de trabajo desde el inicio. Piaget dice que los científicos establecen consensos de naturaleza diferente al que mantienen los miembros de un partido político o de un grupo artístico, porque este consenso no es de naturaleza estática, ya que puede haber muchas discusiones entre investigadores que realizan experimentos sobre un mismo problema, pero lo común es la actitud de verificación. “…Lo que ha dado unidad a nuestras ciencias, desde su período de formación, ha sido la voluntad de verificación y de una verificación cuya precisión aumenta previamente en relación con los controles recíprocos e incluso con las críticas.” De esta manera conjunta se procurará conciliar unidad-diversidad y especialidad-universalidad a través de las interacciones de diferenciación e integración de las disciplinas, como así también a través de las interrelaciones de diferenciación e integración de las dis- 112 ciplinas, como así también a través de las discusiones, divergencias, críticas y consensos del equipo de trabajo. La construcción interdisciplinaria La idea del “Taller integrador interdisciplinario” surgió de dos experiencias históricas (además de muchas otras que podamos evocar y poner en común). Una de ellas es la del Taller Total en la carrera de Arquitectura de la Universidad de Córdoba, a inicios de los 70. Una experiencia en la que participaron reconocidos pedagogos y referentes de la Arquitectura de América Latina. La otra es la experiencia, en los 90, de los Centros Experimentales de Bachilleratos para Adultos en Salud (CEBAS) en la Provincia de Buenos Aires. En ésta, el eje de cada año tenía relación con la problemática de la enfermería en el campo de la Salud Pública, y comenzaba (en 1er Año) con un diagnóstico sanitario-social, en el terreno del primer nivel de atención, trabajado de manera interdisciplinaria. En la experiencia del CEBAS, los docentes eran designados con horas plus para reunirse (con los estudiantes) en un taller en día sábado, una vez al mes (acumulando las horas semanales en una sola jornada mensual). La integración interdisciplinaria se producía en proceso, ya que la práctica iba interpelando, movilizando y requiriendo de esa integración y de la interdisciplina. De todos modos, esa estrategia formativa poseía dos construcciones paralelas pero relacionadas: La construcción de la o las problemáticas que se abordarían en el Taller (definidas en el proceso del trabajo educativo del año, aunque con un eje integrador predeterminado, como por ejemplo: Diagnóstico sanitario-social en 1er Año). La construcción de las bases concretas para lograr el diálogo interdisciplinario, que se realizaba al comienzo del año, identificando las redes de contenidos a desarrollar durante el proceso por cada materia y las relaciones posibles de las materias entre sí. Actividad: A partir de estas referencias, la propuesta es que realicemos un Taller de construcción de Redes de Contenidos y Articulación Interdisciplinaria, con la participación de todos los docentes del 2º Año. 113 TALLER Propósitos del Taller: Exploración, reconocimiento y organización conceptual de los contenidos de cada Materia. Conocimiento de las redes conceptuales de cada Materia. Vinculación de contenidos con otras Materias. Elementos para la programación del Taller integrador interdisciplinario. Revisión de la propia red conceptual en función de las vinculaciones interdisciplinarias. Análisis de superposiciones de contenidos, diferentes enfoques, bibliografía, etc. Pasos del trabajo de Taller: 1/ Cada Materia (cada docente a cargo de una Materia) esboza su programa para el año y anota en no más de 10 tarjetas los contenidos fundamentales de su materia. Con estas tarjetas trabaja sobre un tablero (con tres círculos concéntricos), intentando distribuir los contenidos (escritos en las tarjetas) por orden de centralidad. Una vez definida la organización de los contenidos: a) en el círculo central del tablero, pegan las tarjetas con los temas prioritarios o ejes temáticos centrales; b) en el segundo círculo, pegan las tarjetas con los contenidos secundarios; c) luego intentan vincular los temas de todo el tablero por medio de líneas o algún otro signo vinculante. (Tablero de trabajo) 114 2/ En el segundo momento, se agrupan todos los docentes y trabajan de la siguiente manera: a) cada Profesor muestra y explica su tablero; b) los demás, en forma de rueda, participan seleccionando contenidos (de los tableros de los otros) para ubicar en el tercer círculo de su tablero (“temas de otras materias”), teniendo en cuenta el eje del Taller integrador interdisciplinario y explicando por qué los incluye; [Para el paso b), en el centro de la mesa de trabajo hay tarjetas en blanco. Cada Profesor interesado en un tema de otro toma una tarjeta en blanco, anota el tema o contenido y la Materia de la cual lo tomó, y coloca la tarjeta en su tercer círculo, y así sucesivamente cada una de las Materias (o Profesores).] (Formato posible de la tarjeta) Materia:…………………………………… ……………………………………………. Contenido:………………………………… …………………………………………….. 3/ Cada Profesor vuelve con su tablero a reorganizar la red de contenidos incluyendo los temas o contenidos del tercer círculo y vinculándolos con los del primero y segundo círculos con líneas u otras formas de graficar. 115 4/ Se ponen en común los diferentes tableros. Los docentes analizan las potencialidades de articulación interdisciplinaria basadas en el trabajo con los tableros. Bibliografía: Arendt, Hannah, La condición humana, Barcelona, Paidós, 1993. Argumedo, Alcira, Los silencios y las voces en América Latina, Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional, 1996. Bauman, Zygmunt, “De peregrino a turista, o una breve historia de la identidad”, en S. Hall y P. du Gay (comps.), Cuestiones de identidad cultural, Buenos Aires, Amorrortu, 2003. Bergson, Henri, La evolución creadora, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985. Castoriadis, Cornelius, La institución imaginaria de la sociedad, Vol. 2, Buenos Aires, Tusquets, 1993. 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El ámbito escolar nos abre y re-abre preguntas en torno a las construcciones, el espacio, su significatividad; hablan de un modelo pedagógico y del mandato impreso en uno de los escenarios cotidianos de interacción que la modernidad le ha asignado a la infancia. Pensar en la arquitectura escolar en un marco de comunicación/educación implica avanzar en lineas superadoras de la contradicción objetivismo-subjetivismo. El edificio escolar ha dado lugar a una mirada objetivista a través de los estudios que la disciplina ha desarrollado con criterios de racionalidad especifica, y una mirada subjetivista ha sido desarrollada por la etnografía educativa (Rockwell, Ezpeleta) y la etnometodología (Schutz, Garfinkel). Desde una perspectiva estructural constructivista pensar el espacio implica analizar la realidad de manera relacional: lo visible que esconde lo invisible que lo determina. La arquitectura escolar resulta escenario de interiorización muda de un modo de comunicación y matriz de significado de la comunicación educativa. La arquitectura no es sólo arcaica (cfr. Martín-Barbero, 1991: 90) sino que es un elemento residual que puede condicionar efectivamente determinadas prácticas comunicacionales y educativas, y no otras. El espacio tiene en las culturas un sentido simbólico y un significado mítico, enfocar esta mirada sobre el espacio escolar pretende aportar no sólo lo que la historia legitimó en sus monumentos, sino algunas pistas para la comprensión de la comunicación en la escuela, las relaciones sociales y las relaciones de poder, desde el imaginario, y por ende la potencialidad transformadora del espacio. ¿Cuál es el imaginario social escuela que en cada época histórica definió el diseño de edificios escolares? ¿Cuáles los modelos pedagógicos instalados, que construyen y hacen de marco del imaginario? ¿Cuál es la función asignada a la escuela? 118 ¿Cuáles los trayectos sociales y las regiones que significan y resignifican los muros? Escuela:¿establecimiento, institución, lugar, espacio, sede? Algunos enfoques acerca del espacio escolar La necesidad de un encuadre de referencia y el uso reiterado de un mismo sitio destinado a la educación fue marcando las características del edificio escolar, a la vez que dando origen a la noción escuela-establecimiento, la cual denota el lugar fijo,que desde una lógica burocrático-administrativa, constituirá la base de una pirámide organizacional que son los Sistemas Educativos. La noción de escuela-institución denota una parcela del espacio social. El espacio social presenta parcelas que son las instituciones, una de ellas es la institución escuela, la cual es un producto histórico definida por un mandato social fundante, que se expresa en el curriculum prescripto. Este actúa como organizador de la actividad de la institución educativa y redefine los contratos encadenados pedagógicos-didácticos en cada aula, en la relación docente-alumno. La institucionalización aparece cada vez que se da una tipificación recíproca de acciones habitualizadas por tipos de actores. Toda tipificación de esa clase es una institución (Berger y Luckman, 1993: 76). Los campos sociales constituyen espacios estructurados que para funcionar requieren que haya algo en juego y que se esté dispuesto a jugar. Los actores de un campo están dotados de los habitus que implican el conocimiento y reconocimiento de las leyes innatas del juego, como una aprehensión sincrónica (Bourdieu, 1991: 135136). La escuela resulta, como todo espacio habitado, un campo social destacado para la objetivación de los "principios generadores". Es el escenario donde se despliega toda una danza corporal, movimientos, miradas, gestos, discursos donde se conforman esos habitus. El cuerpo está notablemente «implicado». Hace una «puesta» (enjeu) que muestra esa «implicación» (investissement), en el doble sentido de inversión del cuerpo en la «puesta» y de inmersión en el juego institucional (Bourdieu, 1991) conforman una "postura social" (Giddens, 1991). Los antropólogos que han investigado en etnografía escolar han podido comprobar como dentro y fuera del aula rigen acciones simbólicas; el patio de recreo, los pasillos, los baños, los rincones, la vereda de entrada, la dirección, cada uno posee rituales propios del mundo simbólico que constituyen. Cada uno de estos lugares llevan huellas del espacio histórico, contenedor de mitos, de mandatos instituidos y de prácticas instituyentes, posibilidades de sentidos que resisten dichos mandatos (Melich, 1996). Estos espacios marcan lugares e indican valores. Pierre Bourdieu plantea que el peso y el valor simbólico del espacio marca «umbrales» que distinguen dos 119 espacios definidos por oposiciones, en relación a movimientos del cuerpo y trayectos socialmente cualificados; dirá: el espacio es el lugar en el que el mundo se invierte. El afuera y el adentro, espacios femeninos y masculinos, lo público y lo privado. Una mención aparte merecen los objetos mediadores que son portadores de sentido y actúan como la escenografía y vestuario de cada puesta en escena del aula. Son formadores de identidad y aportan a la conformación del habitus-alumno y del habitus-docente. El guardapolvo blanco es el vestuario imprescindible que marca el espacio social y las relaciones que define el juego; todo cuanto se desarrolle sin él es "extracurricular". Es a la vez símbolo de una profesión junto con la tiza y el pizarrón: Las carpetas, los registros, el portafolio son un segundo escudo cada vez que se entra a escena y el docente se "enfrenta" a los alumnos. El cuaderno de clase, los útiles escolares, los boletines, los cuadros de honor, el cuaderno de comunicaciones, son objetos que controlan al alumno lo definen y establecen su orden de mérito. De acuerdo a los diversos modelos pedagógicos fueron incorporándose nuevos objetos mediadores, eliminándose otros. El mobiliario escolar fue estudiado desde el inicio de la modernidad, desarrollándose manuales que especificaban dimensiones, formas y ubicación; éstos fueron variando de acuerdo a las funciones asignadas a la escuela. Del banco único de la escuela lancasteriana, a los pupitres dobles o individuales fijos que disciplinaron el cuerpo de generaciones; luego se paso a las sillas-pupitre individual y las mesas grupales, formas distintas de la ortopedia escolar.La forma de administrar el arreglo espacial del aula ha sido sociofugal en vez de sociopetal, es decir: ha estado diseñada para inhibir interacciones sociales más que promoverlas (McLaren, 1995). Marc Auge, en su trabajo sobre la sobremodernidad y los no-lugares, caracteriza a los lugares de la modernidad como identificatorios, relacionales e históricos. El "lugar antropológico es principio de sentido para aquellos que lo habitan y principio de inteligibilidad para aquellos que lo observan. El plano de una casa tiene reglas de residencia... tiene posibilidades, prohibiciones y prescripciones, cuyo contenido es espacial y social" (Auge, 1995). En este sentido, Michel de Certeau define al lugar como una configuración instantánea de posiciones y al espacio, en cambio, como el lugar practicado. Desde la teoría de la estructuración, no se emplea el concepto de lugar para designar un punto en el espacio. Anthony Giddens opta por el de sede como una "disponibilidad de presencia que denotan el uso del espacio para proveer los escenarios de interacción" (Giddens, 1995), como contextualidades de interacción que Goffman (1963) tipifica como: reuniones, ocasiones sociales, interacciones difusas o interacciones convergentes (por encuentros o rutinas). Desde esta perspectiva toda interacción social es una interacción situada en el espacio y en el tiempo, una ocurrencia oportuna 120 y ritualizada de los encuentros. Los aspectos específicos de los escenarios también se usan como rutina, para constituir el contenido de una interacción social. "Una de las razones que me llevan a utilizar el término sede más que lugar es qué propiedades de escenarios reciben un uso sistemático por parte de agentes en la constitución de encuentros por un espacio y un tiempo (Giddens, 1991: 151). A la idea de umbrales de Bourdieu, se vincula lo que Giddens señala como fronteras que definen una región: éstas pueden ser simbólicas y poseer marcadores físicos. La regionalización esta referida a una zonificación de un espacio-tiempo en relación a practicas sociales ritualizadas; esa cotidianeidad está marcada por recorridos con frecuencias especificas y contenidos diversos. Las rutinas presentan intervalos de presencia semanales, diarios esporádicos e implican desplazamientos que denotan sendas o recorridos con atribución de significado. La regionalización puede incorporar zonas de gran variabilidad en el recorrido, regiones de recorridos amplios (mucho espacio durante un largo tiempo); cuando las interacciones de recorrido son considerables se da la institucionalización. Se definen estaciones en el recorrido de la rutina cotidiana, determinantes y provocadores de interacción. Una escuela es una estación; sus características físicas comprenden: las imaginarias fronteras entre una clase y otra, entre una clase con el maestro y la irrupción en ella del director, etc. La noción de sede desarrollada presenta tres aspectos notorios: spacio. La escuela presenta fronteras cerradas, sus bordes físicos están separados con mucha claridad del afuera: murallas, paredones, rejas. Al interior del cerco se presenta una coordinación estricta de los encuentros seriales, la distribución de un área de acceso garantiza la eliminación dentro del cerco de encuentros intrusivos del exterior. "La regionalización cerca zonas de espacio-tiempo, un cercamiento que permite sostener relaciones diferenciales entre regiones "anteriores" y regiones "posteriores", que los actores emplean para organizar la contextualidad de una acción y el mantenimiento de la seguridad ontológica" (Giddens, 1995: 156). La división regional interna o partición es un dispositivo del poder disciplinario, en el que cada individuo tiene su lugar especifico en cada momento de la jornada: "no se puede circular por los pasillos en horas de clase". La definición de regiones anteriores/posteriores estaría indicada por la disponibilidad de presencia. El docente cuenta con una región posterior, la sala de profesores, donde los alumnos no entran; para los 121 alumnos las regiones posteriores se sitúan en algún lugar de las estrechas fronteras temporales entre clases, supongan o no desplazamiento. El contexto que presenta el aula y la postura espacial del maestro y alumnos es diferente de la que rige la mayoría de otras interacciones en las que intervienen componentes gestuales, faciales, etc. Aun así la permanencia de esa interacción difiere en el modo de designarse, de nombrase el maestro y el alumno: señorita, maestro, profesor, al alumno por el apellido, cuando en otras interacciones dicha disponibilidad de presencia implica un trato personal. El sistema ritual escolar presenta microrituales y macrorituales que tienen diversas funciones. Estas funciones, según las describe Peter McLaren, pueden ser: de instrucción-formación, de intensificación (cuya función es renovar el compromiso de los participantes del ritual), de resistencia. Todos ellos definen tipos de interacciones sociales de los actores en lugares y tiempos precisos. Se delimita lo que McLaren llama «estado del estudiante» y «estado de la esquina», que constituyen los repertorios de rituales que dan forma a las interacciones del estudiante, en el aula, en la escuela, o en la vereda o esquina de la escuela. El estado del estudiante lo caracteriza como racional, preciso, de tipo monocromático; el trabajo es el arco ritual, es generador de tensión, resistente a la fluidez; la acción es dirigida, jerárquica; la forma es el gesto. En cambio, el estado de la esquina se caracteriza por ser emocional y catártico, azaroso e impreciso; el marco ritual es el juego; la acción es espontánea; la forma es el movimiento, es flexible e improvisado (McLaren, 1995). Algunos saltos históricos acerca de los lugares del saber A lo largo de la historia, la concepción que el hombre tuvo sobre sí mismo y el mundo la plasmó en sus obras, sus monumentos, expresiones tangibles de la permanencia y de la duración. La escuela no quedó al margen de ello. La arquitectura escolar ha nacido para plasmar sucesivas concepciones filosóficas, pedagógicas, culturales y sociales en el edificio escolar. La arquitectura es una de las formas como se perpetúa y se garantiza la continuidad de un modelo socio-político e ideológico; cuando se producen rupturas en dichos modelos se presentan discontinuidades en el espacio en una continuidad temporal. Así pues, analizar la diversidad de ofertas existentes de la infraestructura instalada en educación, permite comprender a los espacios educativos como lugares preexistentes, que sobrevivirán a las discusiones actuales. En una misma localidad se suma la escuela del siglo pasado, la escuelita de barrio del Plan Mercante, las futuristas estructuras de hormigón armado, el centro de Adultos en la Sociedad de Fomento y las aulas 122 modulares; a la vez que en una misma escuela la noción de educación tuvo diversos sentidos: las paredes fueron testigos de discursos pedagógicos diversos y cercos que definieron sus alcances. La arquitectura es, pues, "un operador para la transformación de los individuos por cuanto actúa sobre aquellos a quienes abriga, conduce hasta ellos los efectos del poder, ofreciéndoles un conocimiento" (Foucault, 1993). Desde las antiguas universidades de Takshasila y Nalanda en la India del Siglo VII a.C. hasta hoy, la educación y las construcciones escolares han hecho una larga trayectoria, aunque el término arquitectura escolar tiene apenas poco más que un siglo: el primer tratado lo escribió Henry Banard en 1838, los primeros edificios construidos especialmente para la educación fueron levantados para universidades: ellos son la universidad de Alcalá de Henares, la de Salamanca y el seminario del Escorial en el Siglo XVI, el colegio de las cuatro naciones en París, y las universidades de Oxford y Cambridge en Inglaterra (Frias, 1968). El hombre antiguo construyó grandes sistemas filosóficos, detenido en el análisis sobre sí mismo y el mundo circundante, los cuales llevados al plano cultural, social y político marcan el período del apogeo griego y su "polis"; ésta fue la expresión de un valor traspolado a todas las áreas, incluso la educativa. El hombre era formado para ser defensor de su ciudad: el ideal del guerrero. Cuando este sistema, forjado en torno a la ciudad, se diluye, en el sentido que el griego comprende que no basta cuidar las fronteras de su ciudad, sino que es preciso crear un hombre dentro de ella que defienda su valor, entonces el hombre es formado para ser político: el ideal del "zoón politikón". Así prescriben leyes que determinan las horas de asistencia a la escuela (didaskaleion) y al gimnasio (palaistra). El niño, pais, era llevado diariamente a ambos espacios por un esclavo de confianza de la familia, que pasó a denominarse paidagogos; sus funciones siempre estaban relacionadas con el desplazamiento y acompañamiento en un trayecto que cruza la ciudad hacia un lugar definido, más por su carácter lúdico o de dispersión que de obligatoriedad. La crisis de la destrucción de su ciudad significó un replanteo para el hombre helénico: nace el ideal del sabio, su escuela era concebida como la "enkyclos paideia". El hombre humanista romano, el orador, despliega su poderío político sobre una vastísima cultura popular. El lugar de lo público, de la asamblea y el poder define las construcciones romanas con un sello imperial. La antigüedad fue una sociedad espectáculo, que a través de circos, teatros y templos hacía accesible a una multitud de hombres la inspección de un pequeño número de objetos. La edad Moderna planteará un problema inverso: "procurar a un pequeño número o incluso a uno solo la visión instantánea de una gran multitud" (Foucault, 1992: 219). 123 La edad Media destaca la vida religiosa; sus inicios se ven marcados por el alto valor dado al clérigo docto. Lo arquitectónico se expresa en la construcción de iglesias y lugares sagrados, monasterios y cofradías, y dentro de ellas se concentra la vida cultural y educativa. Las escuelas fueron monacales y catedralicias, de las cuales se originaron la primeras Universidades, como París, Salerno, Bolonia. El espacio social medieval quedará marcado por la temporalidad en la regularidad de la "liturgia de las horas" y la “celda-clausura” que definirá un lugar diverso del resto y cerrado sobre sí mismo: todas estas cuestiones de orden serán tomadas posteriormente en el programa de la modernidad y sus mecanismos disciplinadores. El Renacimiento trae un nuevo interés por la antigüedad clásica, forjándose una corriente humanística. Aparecen las escuelas desvinculadas de la catedral, creadas con un fin especifico y delimitado. Se construye la «Casa Giocosa» de Victoriano da Feltre, que pretende crear en la escuela una experiencia de juego y alegría para los niños, comenzando a pensarse la educación más allá del enciclopedismo de la Universidad, produciéndose las primeras propuestas en torno a las escuelas elementales. En la modernidad, caracterizada por la coexistencia del capitalismo, la industrialización y la democracia, la escuela sería la encargada de trasmitir los saberes necesarios para el nuevo orden mundial. Los nuevos Estados Nacionales desarrollarán, a través de la escolarización, la estrategia que legitimará la hegemonía de la nueva burguesía y amalgamará el proyecto liberal: progreso, ilustración-racionalismo, homogeneización y normalización del diferente. Algunos definirán a la Escuela y su función como la redentora de la humanidad, “esta escuela nace con un sentido misional, viene a redimir a los hombres de su doble pecado histórico, la ignorancia y la opresión política. La ilustración los hará otros. La escuela era la llamada a realizar la gran obra y los maestros serían los apóstoles laicos de la gran cruzada” (Zanotti, 1981). Se definirá un nuevo sujeto pedagógico que integrará las demandas de dichas transformaciones. Con Juan Amós Comenio (1592-1670) se concibe a la escuela con una función más amplia que ser el lugar de instrucción. Surgen nuevos métodos que van definiendo una filosofía educativa. El «todo a todos» de la Didáctica Magna prescribió una normativa estructurada del «saber hacer» del docente. La finalidad de su didáctica ha de ser "investigar y hallar el modo de que los que enseñan tengan menos que enseñar y los que aprenden más que aprender, las escuelas tengan menos ruidos y molestias y trabajo en vano, y más sosiego, atractivo y sólido provecho; la república cristiana, menos oscuridad, confusión y desidia y más claridad, orden, paz y tranquilidad” (Comenio, 1657). Comenio describe en detalle tiempo, espacio, disciplina y orden: “II- Hay que hacer una escrupulosa distribución del tiempo para que cada año, mes, día y hora tenga su particular ocupación" (Cap. X. Fundamento II ) 124 “III- Si sentado en el sitio más elevado extiende sus ojos en derredor y no permite que nadie haga otra cosa que tener puesta su mirada en él" (Cap. XIX, ap. 20 ). "El maestro ante la clase permanecerá sobre una tarima elevada y observará a sus alumnos exigiendo que fijen en la suya su mirada... El maestro como el sol esparcirá sus rayos sobre todos mientras sus alumnos con sus ojos, oídos y espíritus atentos aprenderán cuanto se expone de palabra, con el gesto o el dibujo". "...no hay que inferir tampoco de esto que la escuela debe estar siempre llena de gritos golpes y cardenales, sino por el contrario, colmada de vigilancia y atención, tanto por parte de los que aprenden como de los que enseñan..."(Cap. XVI, ap. 4). Según Varela y Álvarez Uría, las condiciones sociales que permitieron la aparición de la llamada Escuela Nacional en la modernidad son la definición de la infancia, la emergencia de un espacio especifico destinado a la educación del niño, la aparición de un cuerpo específico de especialistas en educación, la destrucción de otros modos de socialización, característicos del medioevo, y la institucionalización de dicha enseñanza mediante la obligatoriedad escolar decretada por el poder público y legitimada por el orden jurídico. La delimitación de la infancia como etapa de la vida es caracterizada con ciertos rasgos como son: maleabilidad, por tanto con capacidad para ser modelada; debilidad, por tanto con necesidad de tutela; rudeza, que precisa civilización; y flaqueza de juicio, que requiere desarrollo de la razón, es decir naturaleza que debe ser encauzada y disciplinada. Comienza así la escolarización que Varela Uría define como encierro y secuestro de niños pobres: una cuarentena. “Para que exista esta cuarentena se delimita un espacio de encierro, lugar de aislamiento, pared de cal y canto, que separe a las generaciones jóvenes del mundo y sus placeres" (Varela-Uría, 1991: 26-27). El modelo del nuevo espacio cerrado es diferenciador de acuerdo a las clases sociales; distinto es el colegio de los jesuitas de las escuelas de recogida de niños pobres. Esta nueva configuración de infancia alejará a los niños de los espacios públicos reservados para los adultos, creando una distancia social generadora de prácticas cotidianas diferenciadas, manifiesta en los juegos, los espacios culturales legitimados, el tono y las expresiones hacia los niños. Los rituales que instituirá la escolarización, definirán formas de socialización marcadas fundamentalmente en la relación docentealumno, que anularán la participación de los niños y adolescentes en aquel lugar creado para ellos; establecerán gestos, tonos de voz que impostarán superioridad. Surgen entonces los especialistas, apóstoles de la ilustración, el maestro. En el caso de la educación de niños de primera infancia, los gestos, los tonos, idiotizarán, pondrán lími- 125 tes, crearán una realidad ficticia sin conflictos, un cuento de hadas para una edad de fantasía. Las ideas de Rousseau (1712-1778), Pestalozzi (1746-1827), Herbart (17761841) y Fröbel (1782-1852) produjeron en la educación una verdadera revolución. La escuela elemental sistemática se impone como una etapa fundamental del niño, el educador de infantes surge como una nueva profesión antes relegada a los esclavos. Así comienza Pestalozzi en una modesta casa familiar a practicar sus métodos. Tanto sus ideas como las del británico Lancaster (1778-1838) influyen en toda Europa, comenzando la construcción de pequeños edificios para la enseñanza elemental, generalmente constituido por un gran salón de forma rectangular donde se ubicaban de 50 a 200 alumnos a lo largo de mesas paralelas, custodiada cada hilera por un celador; el maestro se ubicaba sobre un estrado especial flanqueado por altas columnas, a modo de escenario, a fin de darle mayor autoridad y jerarquía. El salón de enseñanza se completaba con pequeñas salas de «recitado», donde los educandos repetían a los celadores las lecciones que se les explicaban dentro de una rigurosa disciplina. La iluminación se recibía por pequeñas ventanas proyectadas a una altura mayor que la de los niños y la ventilación se realizaba a través de puertas y ventanas Para ayudar al maestro se elige a los mejores alumnos como oficiales observadores, repetidores, quienes hacen leer a los alumnos de a dos, oficiales de escritura, habilitados de tinta y visitadores de familia, quienes investigan en las familias sobre los alumnos que no han asistido algún día a clase. Al iniciar el siglo XIX, una verdadera avalancha de niños intentaba llegar a la escuela elemental, generalmente parroquial; de allí que su expresión arquitectónica era una continuación de la del templo que la albergaba. La dificultad de aplicar los nuevos métodos pedagógicos en los escasos espacios disponibles, unida a un gran hacinamiento de alumnos, obligó a pensar a modificar el ámbito educativo. Así aparecen en las postrimerías del siglo XIX los primeros manuales de construcción escolar, dentro de las cartillas de enseñanza, donde se establece que las edificaciones estén dispuestas en círculo, abiertas hacia el interior, con un patio central que permita con una sola mirada verlo todo, las aulas reducidas se establecen a intervalos regulares; los baños poseen medias puertas. En lo arquitectónico, el apogeo de la modernidad se caracterizó por la grandiosidad, el artificio, la fantasía en los adornos, el uso generoso de elementos clásicos como columnas y cúpulas. La formación de la sociedad disciplinaria transitó por dos imágenes de disciplina: por un lado, aquella disciplina-bloqueo de la institución cerrada ubicada en los márgenes, dirigida hacia funciones negativas; por otro, la disciplina-mecanismo que a través de un dispositivo funcional mejora el ejercicio del poder volviéndolo más rápido, 126 eficaz y sutil. La extensión progresiva de un esquema disciplinario a otro a lo largo del siglo XVII y XVIII implicó una transformación histórica sostén de la modernidad,: de la disciplina de excepción, del distinto, de la separación, a la vigilancia generalizada, patentizada en el panoptismo (Foucault, 1992: 213). Este dispositivo funcional aportó tres elementos claves en lo que se consolidó como imaginario escuela: la observación individualizadora, la caracterización y la disposición analítica del espacio. La escuela-edificio es en la modernidad operador del encauzamiento de la conducta, "máquina pedagógica" como la definiría Foucault; su diseño pasa de la clausura y el muro al cálculo de aberturas y de trasparencias, de la celda monástica al aula. “En la organización de celdas lugares y rangos las disciplinas crean espacios complejos que son al mismo tiempo arquitectónicos, funcionales y jerárquicos" (Foucault, 1993). Son espacios que otorgan posiciones fijas y permiten la circulación en un ordenamiento y sujeción de los cuerpos; a la vez el ordenamiento temporal de regulación de la jornada escolar. “Se trata de establecer las presencias y las ausencias, de saber dónde y cómo encontrar a los individuos, instaurar las comunicaciones útiles, interrumpir las que no lo son, poder en cada instante vigilar la conducta de cada cual, apreciarla, sancionarla, medir las cualidades o los méritos” (Foucault, 1993: 147 ). Uno de los aspectos que se introdujo en educación fue el agrupamiento de los alumnos por grados, que hizo variar el viejo aspecto teatral del espacio educativo. La arquitectura escolar en la Argentina 1. La construcción de escuelas: Primera etapa La infraestructura existente en el país a principios del siglo pasado estuvo compuesta por precarios ranchos o piezas alquiladas, en los mejores casos viviendas familiares donadas, adaptadas a los efectos de escuelas elementales. En muchos casos el mobiliario era provisto por los alumnos. Las modificaciones realizadas en la segunda mitad del siglo fueron de calidad y no cantidad. En 1818 Diego Thompson introduce en Buenos Aires el sistema lancasteriano o monitorial, el cual influirá en la organización de muchas escuelas de Buenos Aires y del interior La definición de la escuela como institución moderna fue modificando la imagen de los edificios y del rancho de adobe o la casa que no se distinguía de las viviendas; se construyeron edificios representativos en la ciudad o los barrios en los que se los emplazaba. El carácter emblemático definía el realce y la jerarquía que se le otorgaba como función. 127 En los primeros planes de construcciones escolares de esta época podemos observar la monumentalidad de los proyectos, donde se imponen esquemas cerrados con grandes patios, custodiados por galerías a las que daban las aulas alineadas, el ingreso del edificio siempre imponente con un gran hall en comunicación con el sector educativo. Las aulas de forma rectangular, iluminadas pobremente y con mobiliario fijo. La expresión estética estaba dada por la arquitectura gótica, especialmente, con reminiscencias de las griegas y romanas. Los edificios escolares pensados por los pedagogos argentinos de fines de siglo XIX y principios de siglo XX han sido definidos con criterios disciplinadores e higienicistas. Lugones sostuvo la necesidad de que cada escuela contase con una piscina con capacidad para 15 alumnos, los cuales deberían bañarse dos veces por semana; en el centro de la piscina sobre un macizo un maestro dominaba los cuerpos civilizados. Rodolfo Senet advirtió sobre la ubicación de los locales escolares definiendo como criterios "la equidistancia de los domicilios de los alumnos, el fácil acceso y la no existencia de lugares de inmoralidad, mercados, talleres o grandes fábricas donde los alumnos podrían tomar ejemplos nada edificantes y que están en perjuicio con la decencia y la cultura" (Puiggrós, 1990). En Buenos Aires son reflejo de este modelo: las escuelas «Catedral Norte», «Carlos Pellegrini» y «Julio A. Roca»; escuelas monumentales concebidas como «templos del saber». La monumentalidad de las obras y su localización en el casco urbano, concentra el sentido del emplazamiento. En las ciudades del interior de la provincia se asignaban terrenos en el casco central sobre la plaza, junto a los otro ámbitos de poder, el ejecutivo-municipio, la iglesia catedral, y en muchos casos el correo, anticipo del lugar de la Comunicación. En una etapa posterior de expansión se propuso extender los alcances de la civilización hasta los márgenes y las escuelas construidas se imponen con una presencia exótica y venerable en barrios planos, junto a construcciones de viviendas familiares sencillas. Fue parte de la segunda conquista del desierto urbano. En octubre de 1876 fue sancionada la ley promovida por Sarmiento, por la que se dispuso la apertura de la Escuela Normal de Profesores de Paraná, y en 1887 se proyectaron los planos de la primera escuela normal de la ciudad de Bs. As.: la Escue33 la Mariano Acosta (Catedral Norte) . La localización definida para esta escuela fue el barrio de Once, a dos cuadras de plaza Miserere, al límite del casco urbano de la ciudad. En esa época, el barrio se caracterizaba por la existencia de barracas de acopio de lanas y otros productos agrícolas, un baldío destinado a la descarga de los carros 33 El constructor debió atenerse a las pautas establecidas por la ley de Obras Públicas elevando junto al proyecto un informe preciso al Inspector de Obras Arquitectónicas en el que menciona: "He confeccionado los planos y presupuestos para el edificio destinado a la escuela Normal de Capital, habiendo solicitado y obtenido del director de la Escuela un detallado programa a objeto que ese edificio respondiese a las necesidades de la enseñanza" (Schavelzón, 1989). 128 de basura. El segundo director del establecimiento, Honorio Leguizamón, la encontraba demasiado alejada del centro y diría: "...impide tener un contingente de alumnos más selecto y numeroso. Muchos padres ignoran o desconocen su importancia" (Schavelzón, 1989). Esta apreciación referencia el sector social al que se destinaba la Escuela Normal y la significatividad que ésta tenía en el contexto social. Cuando las dimensiones del terreno lo permitían se diseñaba un conjunto de aulas contorneando un patio central, en cambio en los terrenos anchos y poco profundos eran preferibles los pabellones aislados, vinculados con un corredor lateral de acceso. Las dimensiones de las aulas no eran tan generosas como las dimensiones del edificio hacía suponer. El mobiliario para las escuelas normales fue seleccionado por Sarmiento entre diversas ofertas existentes en Europa y EE.UU.; los pupitres fueron traídos del Canadá. El diario de sesiones del Senado de la Provincia de Buenos Aires (Archivo Histórico de la Provincia) da cuenta como primera previsión presupuestaria para la construcción de edificios escolares la nota 8 del 22 de abril de 1875 sobre: "Proyecto sobre estudio de una escuela teórica-práctica de oficio", y en diciembre de ese año nota 137: "Proyecto de presupuesto de la Dirección General de Escuelas, para 1876". En una compilación realizada por el propio Archivo Histórico de la Provincia, sobre la federalización de Buenos Aires y la fundación de la ciudad de La Plata, se cita: "Inmediatamente después de la fundación de la ciudad (La Plata) fue la instalación de las escuelas, si bien el número de inscriptos en los primeros años no parece justificar el número de escuelas, se respondió al deseo de no privar de la enseñanza a los niños cuyos domicilios estaban situados a largas distancias del centro urbano: Tolosa, Hornos, Quintas, cuya comunicación era difícil por falta de medios de transporte. Se las instaló en parajes donde existían niños en edad escolar, cualquiera fuese su número y distribución, respondiendo así a un plan que contemple el probable crecimiento de la ciudad" (...)"Para la fundación de escuelas el Poder Ejecutivo concedió al Consejo General de Escuelas 34 y media manzanas (Archivo Histórico, sección: C.G.E. 1882), las que en Noviembre de 1882 fueron elegidas y ubicadas dentro del plano del municipio.Las autoridades escolares se instalaron en la ciudad en 1884 en la escuela Nº 3" (Diario El Día, 26/4/1884). En 1887 se fundó la Escuela Normal Nº 1 de La Plata cuyo edificio se construyó a las espaldas de la entonces catedral (hoy Iglesia San Ponciano); su directora fue la maestra norteamericana Miss Mary O. Graham. Con posterioridad en dicho edificio funcionó el Liceo de Señoritas Víctor Mercante. Este es uno de los ejemplos que mejor representan este período de construcción monumental, uso de materiales pesados (mármoles, por ejemplo) y la majestuosidad en sus frentes, con influencias románticas 129 y clásicas. Se caracteriza por el diseño cerrado que mira hacia adentro, con la rigidez del banco fijo y la mirada obligada a la negra pizarra. El aula estaba diseñada en relación a una clase magistral, el patio cubierto para el recreo en el que sólo estaban los alumnos el 10% del tiempo transcurrido dentro de la escuela. Los espacios eran pensados para una única función, la escuela era concebida como una sumatoria de espacios independientes y absolutos, inflexibles a todo cambio: museo, biblioteca, salón de actos, galerías, organizados con un riguroso concepto de compartimentalización de la actividad pedagógica. El espacio actuaba como disciplinador ubicando los cuerpos en espacios con contenidos fijos. Desde las escuelas normales se construyeron rituales escolares instalados con tal fuerza que a 100 años siguen siendo vigentes y constitutivos del habitus docente. Estos rituales eran pautados en manuales de didáctica y fundamentalmente por la conducción permanente de las maestras norteamericanas, esqueleto del proyecto normalista sarmientino: formarse por orden de estatura permitiendo la visión del maestro de todos los alumnos definiendo una distancia fija; la «táctica del concierto» que impone uniformidad de voces y evita la disponía, serán los rituales de saludo, de recitado en la ceremonia de apertura y cierre diarios, y paulatinamente se constituirán en la rítmica que marcará los diálogos docente-alumno, sesgados por un verbalismo expositor docente como monopolizador de la palabra; la localización dentro del aula, el desplazamiento del docente por las «calles» del aula, pararse junto al banco cada vez que el alumno se dirige al maestro, etc. El perfil de las maestras normales norteamericanas que dejaron su impronta en «el buen docente» se puede observar, por ejemplo, en la biografía escrita de Miss Mary O. Graham por una alumna y discípula, Raquel Camaña: "Sarmiento en un rasgo de genial egoísmo, de entre todas las profesoras norteamericanas que trajo para organizar la escuela normal Argentina, escogió a 'Miss Mary', para fundar una escuela normal en San Juan. Allí formó maestras, allí formó madres, allí formó mujeres. Llamada después a la Plata como fundadora de la escuela normal. (...) Miss Mary se ocupaba ante todo, por obtener de cada alumno 'el buen animal' de que nos habla Spencer (...) La disciplina era férrea impuesta de adentro afuera por cada alumno juez de sí mismo en toda ocasión ordinaria, sometido al tribunal de sus condiscípulos en casos gravísimos, la enseñanza era tan profunda, tan individual, tan personal que hacía de cada escolar un eterno alumno de la vida." (Chavarría, 1947: 373). Las huellas del sujeto pedagógico sarmientino (Puiggrós, 1994) estarán presentes en la constitución del imaginario escuela en la argentina, tan profundo, tan indi- 130 vidual como para permanecer sin estarlo, como para quedar fijado luego de «la cuarentena» en el banco de alumno y todo cuanto desde allí se veía. Muchas fueron las transformaciones de la primera mitad el siglo XX en las ciencias sociales que fijarán los rumbos de la pedagogía y la escuela; no obstante este modelo, sus espacios y prácticas son profundamente constitutivas del ser docente hoy. 2. La segunda etapa: el peronismo Los aportes de las ciencias sociales fueron configurando el movimiento de la Escuela Nueva que marcarán un imaginario social escuela distinto; y por lo tanto se inicia otra etapa en la Arquitectura escolar. A partir de la década del treinta empiezan a tomar forma, enmarcados en las corrientes antipositivistas proyectos pedagógicos de perfil humanistas, centrados en los intereses de los sujetos ,entre ellos se destaca el proyecto Escuela Activa. El nuevo imaginario social escuela modificó la práctica educativa al interior de la institución, estas fueron de un peso tal que crearon una imagen escuela centrada en la relación docente-alumno y en la metodología, modificándose el curriculum prescripto con numerosas y distintas variantes. Estas fueron tenidas en cuenta al pensar el edificio escolar como demandas de los actores y de los Sistemas Educativos. Los métodos y prácticas de la educación quebraron su rigidez. A su vez el avance de las poblaciones rurales sobre los núcleos urbanos y generó nuevos problemas que la educación debió colaborar a resolver. Los costos de construcción aumentaron considerablemente. El urbanismo, como técnica, entra al estudio sociológico de los núcleos urbanos y la escuela va a formar parte del equipamiento de la ciudad, jugando la planificación de las construcciones escolares, por primera vez, un papel importante. El funcionamiento del edificio escolar se hace más complejo, educadores por un lado y arquitectos por el otro, intentan encontrar soluciones y de esta manera la arquitectura escolar surge naturalmente como especialidad (Frías, 1968). En nuestro país, el segundo momento clave en la expansión del Sistema corresponde a las construcciones inscriptas en el marco del «Primer Plan Quinquenal», llevado adelante por el gobierno del presidente Juan Domingo Perón, que en la provincia de Buenos Aires se denominó «Plan Mercante», en referencia al gobernador bonaerense. Dicho plan consistió en una reactivación económico-social llevada adelante mediante doce leyes que especificaron lo respectivo a cada área. En el área educativa, el objetivo fue promover a la educación primaria a todos los niños en edad escolar, implicó el aumento de presupuesto para la construcción de escuelas, desmitificándola como patrimonio de sólo algunos sectores sociales. Estuvo regido por dos principios 131 vertebradores: el de la democratización de la educación, entendida como igual para todos, y el principio de la educación como transformadora de las fuerzas de trabajo. La enseñanza práctica y para el trabajo dió lugar a la creación de las escuelas industriales, vinculadas con las necesidades de la creciente industrialización.(Puiggrós, 1993). El criterio desarrollado por el Plan Mercante reconoce la historia y la incorpora en la creación de un espacio social construido, utiliza materiales regionales con carácter expresivo, buscando códigos referenciales, como fueron las tejas y las piedras. Las construcciones se oponen al racionalismo, crean un lugar de contención. Las propuestas elaboradas se centraron, por un lado, en ajustar el edificio a las dimensiones de los niños; por el otro, en la idea de la escuela como «segundo hogar», evidenciado en un tipo de construcción reducido a un esquema similar a una vivienda familiar, con techo a dos aguas de tejas, que refleja una similitud en los diseños de las viviendas construidas por la misma gestión (viviendas populares). La escuela adquiere una significatividad en el contexto comunitario generando una activa participación en la vida social, fundamentalmente en relación con el trabajo y la cultura. Fueron sede de las bibliotecas populares o en muchos casos construidas como anexo de la misma. Los nuevos diseños cambian el esquema tradicional por el abierto con vistas al exterior, con prolongación del aula a espacios verdes y variación de la forma del aula. La monumentalidad es reemplazada por una escala en relación al alumno; el funcionamiento se estructura por pabellones organizados por áreas de enseñanza académica, especial, cultural, deportiva y administrativa, claramente definidos. La escuela reduce su tamaño y busca un emplazamiento estratégico. 3. La tercera etapa: del desarrollismo a la década del '80 En la década del 60 la expansión de los sistemas educativos definió una estrategia vinculada al modelo desarrollista, traspolando la lógica tecnicista que promovió el crecimiento industrial ,provocando una «división técnica del trabajo escolar» (Davini,1995), a los docentes se les asigna el lugar de especialistas ejecutores de planes y programas pensados en algún estamento superior, evaluados en torno a objetivos operativos. El sistema educativo diversifica la organización burocrática y la oferta cubría las necesidades de infraestructura a la vez que atendía las características individuales diferenciadoras que la psicología educacional instaló, construyendose asi las primeras escuelas para discapacitados y los jardines de infantes. La proyección de estas escue34 las tenía en cuenta el mobiliario y los recursos didácticos propios del escolanovismo . 34 Con este término nos referimos al movimiento de la Escuela Nueva. 132 En la distribución de los espacios aparece el lugar del gabinete psico-pedagógico, la nueva forma de tratar al diferente. La revolución tecnológica, la explosión demográfica, las concentraciones urbanas, las migraciones internas dan nueva fisonomía a la estructura del complejo urbano que junto con las restantes de la comunidad conforman el «Centro Educativo». La estructura educativa se va transformando y la arquitectura escolar adquiere identidad en la planificación de los sistemas educativos a través de áreas de gestión y planificación como lo son la Direcciones de Arquitectura Escolar. Se instala una concepción de arquitectura escolar centrada en el diseño funcional, cuya funcionalidad implica la comprensión de la escuela como una totalidad, no una sumatoria de aulas y pasillos circulatorios, en la que se instalan áreas educativas flexibles, capaces de adecuarse a los cambios pedagógicos que las reformas educativas impulsan. Los espacios se utilizan intensivamente, eliminándose las áreas de uso restringido. El proyectista deberá atenerse al factor económico, insistiéndose en evitar proyectos infinanciables. Se desarrollan esquemas de plantas escolares cerrados, normalmente para poblaciones reducidas, donde los espacios educativos están separados por edad y funcionamiento; y esquemas abiertos, con variantes como alas o pabellones, destinadas para escuelas con gran número de alumnos: cada pabellón concentra áreas específicas (administrativa, espacios especiales, salón de actos, gimnasio) separando la actividad teórica de la práctica y la relación con la comunidad. No obstante estas transformaciones en la forma de encarar el edificio escolar, en la provincia de Bs. As. se produjo una meseta en la construcción de nuevas escuelas durante la década de los sesenta y setenta, lo cual amplió la brecha entre en calidad y cantidad, definiendo circuitos educativos diferenciados cuyo impacto fue ampliamente analizado en las investigaciones pedagógicas de la época (Braslavsky, 1985). El edificio escolar parecería ser el elemento más permeable de la diferenciación. La oferta de capacidad instalada de zonas céntricas, caracterizada por proyectos arquitectónicos de envergadura, se distancia de las escuelas de triple turno de la periferia en el conurbano bonaerense, para lo cual se llegó a construir durante la dictadura aulas modulares de chapa galvanizada para atender la emergencia del crecimiento de la demanda. En menor medida se desarrollaron las tendencias hacia los esquemas descentralizados con agrupamiento en racimos para los casos de disponibilidad de terreno, y esquemas centralizados con tabiques móviles que permita una gran flexibilidad de agrupamientos transformando el mismo espacio en lugares de función múltiple. Este esquema es el que sustentó el nuevo enfoque de la enseñanza con la escuela «no graduada», que tiende a eliminar la agrupación de niños de la misma edad en diferentes grados sucesivos. 133 Los primeros edificios que respondían a este enfoque se comenzaron a construir en la década del '60 surgiendo los grandes espacios educativos para una «escuela sin aulas». El objetivo fundamental es crear una atmósfera en la que los niños aprendan resolviendo sucesivas dificultades independientemente del tiempo y el proceso que ello les demande. Los niños se agrupan en cada área según sus aptitudes. En la provincia de Buenos Aires este proyecto se desarrolla desde 1984, contando en el Partido de La Plata con 6 escuelas denominadas Centros Pedagógicos. El diseño de esta unidad arquitectónica denominada «espacio educativo» está en estrecha relación a la necesidad de un máximo de flexibilidad, creando lugares donde se puedan estructurar nuevos ambientes, por medio de grandes paredes operables y desmontables, equipos mobiliarios, etc., que puedan ajustar el ambiente a los requerimientos de la enseñanza en un momento dado. Se introduce al espacio educativo el componente acústico, el concepto de «aula» se reemplaza por espacio educativo, flexible y transformable. Los espacios son de múltiple función social y cultural para la vida de la comunidad. Existe una fluida intercomunicación entre los diversos ámbitos, la escuela y la comunidad en que se halla emplazada (Proyecto Consejo de Escuelas, gestión del Gobernador Antonio Cafiero). La creciente pauperización y pobreza de los conglomerados urbanos en la década de los ochenta produce modificaciones en el imaginario social escuela, por cuanto comienza a absorber entre sus funciones, la de asistencia social mediante lo comedores escolares. Los proyectos de escuelas contemplan un gran espacio de usos múltiples o comedor; en las escuelas en funcionamiento el aula se convierte en comedor cotidianamente, creándose un nuevo ritual escolarizado. Así como las escuelas del Plan Mercante era imposible pensarlas sin biblioteca en las de la década perdida son imposibles de pensar sin comedor. Dos necesidades sociales, dos modelos políticoeconómicos que las impulsan. Como proyectos novedosos incorporados han sido la construcción de los Centros Educativos Complementarios y los proyectos de escuela comunal, que evidencian la asunción de tareas de asistencia que el Estado Benefactor desarrollaba desde otras instancias. Analizando algunas memorias descriptivas de estos proyectos se expresa para los Centros Educativos Complementarios como objetivo "la atención integral de niños en desventaja sociocultural", se adopta un esquema en racimos; para la escuela comunal "desarrollar una escuela que trascienda los limites de su función específica, para operar como Centro de Servicios, atendiendo las necesidades de la comunidad", contempla guardería, jardín de infantes, escuela primaria, asistencia médica, educación física, asistencia social. Las aulas son de forma irregular. 134 La práctica ha dado cuenta que aun con una posibilidad amplia de movimiento, distribución y articulación de áreas, en el salón de clase se repite la ubicación enfrentada docente alumno y el ordenamiento impreso en el modelo fundante escuela. Una mención significativa merecen las experiencias de educación popular, que en gran medida estuvieron sostenidas por las organizaciones sociales, las cuales establecieron una definición de espacios referido a su identidad. En este sentido son, sin lugar a dudas, las ideas y prácticas de Paulo Freire las que marcarán una línea en toda América Latina y será el Círculo de la Cultura donde se cristaliza la educación como hecho político, centrado en el sujeto y en el diálogo de éste con la realidad que lo compromete. A partir de los cambios políticos en América Latina de fines de la década de los setenta y los ochenta por la cual, los movimientos sociales se orientaron a la lucha por los derechos sectoriales y el desarrollo de estrategias específicas (infancia, mujer, indígenas, y a grandes temáticas alfabetización, salud, vivienda y medio ambiente), se produjo una corriente alternativa en tanto resistente y organizada en redes, que instaló infraestructura de servicios. Es interesante analizar el peso del imaginario social en la infraestructura instalada por estas organizaciones populares, las cuales en muchas oportunidades, a la hora de plasmar un proyecto político-cultural en el diseño de las obras reiteraban las mismas estructuras vigentes en el modelo hegemónico, aun cuando la práctica institucional estuviese atravesada por una mirada diversa. Es el caso de grupos trabajando en salud, donde el protagonista era el sujeto y su contexto, que al construir sus Centros replicaban un modelo de consultorio, donde el protagonista era el médico ,en vez de proyectar salones de usos múltiples para la salud preventiva de la comunidad. Del mismo modo al desarrollarse líneas que financiaron la instalación de infraestructura en proyectos de infancia (casa del niño, jardines maternales, guarderias, comedores infantiles) replicaban la construcción de aulas, clasificando grupos por las tipificaciones tradicionales del sistema educativo. En la actualidad, la Provincia de Bs. As ha iniciado una importantísima ampliación en la infraestructura instalada sin que esto implique un aumento proporcional de los beneficiarios, por cuanto este Plan de construcción de escuelas apunta a la eliminación de los triple turnos en el conurbano y la expansión en nivel inicial. La ley Federal de Educación abre una nueva demanda de espacios como son los 8º y 9º años. En entrevistas realizadas hace una década, a arquitectos integrante de equipos profesionales oficiales manifestaban rescatar del Plan Mercante el edificio en escala comunitaria con emplazamiento estratégico, casi una tendencia a que la escuela pierda su identidad histórica para construir una nueva en relación de las demandas sociales. Hoy surgen elementos que señalan la necesidad de recuperar la escuela- 135 emblema, su porte y distinción, recuperar el imaginario histórico superando la escuela comedero por otro: criterios diversos que dan cuenta del poco espacio dado a debatir en ámbitos multidisciplinarios estas cuestiones. 4. Y la escuela de fin de siglo? Mirando la educación del fin de siglo desde la perspectiva de la aldea global, en un mundo dominado por las técnicas, el video y la virtualidad, las telecomunicaciones, Internet, etc; la velocidad. es posible incluir una nueva idea de espacio en función del tiempo. tal como plantea Paul Virilio: "La velocidad absoluta de las telecomunicaciones nos libera del espacio real, del espacio de los cuerpos en beneficio del tiempo real, de la inmediatez" (Virilio, 1996). Plantea lo real en sus dos sentidos: lo virtual y lo actual; ambas conforman una realidad con relieve: el segmento del tiempo real -el mundo de las computadoras, teléfonos, etc- y el otro segmento, el de una casa normal. "Los ricos vivirán en el relieve del mundo, con una percepción enriquecida de la realidad, pero los pobres vivirán en el único sector, el de la realidad cotidiana, del tiempo diferido, del hábitat precario, del contrato de trabajo inestable, el de la soledad o la colectivización. Desde esta mirada la geografía del Norte y Sur perderá su importancia en beneficio de una tercermundización de todos los lugares" (Virilio, 1996). Así habrá quienes sostengan que a las Universidades los alumnos irán con sus computadoras. La Universidad privada de Belgrano, cuenta con un sistema de comunicación telemática que permite a los profesores dejar sus trabajos prácticos en un «mail-box» y a los alumnos responderles por esta vía. El aula informática no tendría sede institucional, basta contar con modem y PC en las casas. Esto mientras las aulas primarias y secundarias e incluso universitarias no cuentan con conexiones eléctricas, cuando todo permanece como era entonces, resulta casi una realidad virtual. Atrás quedaron las aulas cuadradas con pizarrón, pupitres en fila, el aula del futuro incluirá los cambios tecnológicos, estarán equipadas con computadoras y bibliotecas en el aula; dirá el Arq. Frias que "la clave está en transformar los lugares en espacios dinámicos, donde el chico pueda tomar infinitas posiciones de trabajo". Los especialistas señalan que la escuela se transformará en un espacio semi-abierto, de aula taller. Algunas pistas metodológicas para abordar el espacio y su significación Desde la perspectiva de las alfabetizaciones posmodernas críticas, que implican una percepción dialéctica de los fenómenos de alfabetización pos-moderna, a la 136 vez que una apropiación política de estas, Peter McLaren destacará el poder emancipatorio y de resistencia del discurso. La resignificación de lo dicho, la desnaturalización de lo actuado y el diálogo como portador de construcciones colectivas son perspectivas que la pedagogía crítica delinea para recuperar al sujeto, su historia y su devenir en este relieve creado por los «capitalistas del tiempo». El sentido de las alfabetizaciones posmodernas criticas es la de crear comunidades de resistencia y apropiación, re-pensar la escuela como territorio de re-semantización y recuperar los múltiples espacios culturales de la infancia de fin de siglo. Entrar a la escuela, atravesar sus lugares, resultan claves de una propuesta que, desnaturalizando lo obvio construya y re-apropie sentido, que permita narrar la escuela desde el espacio con la significatividad anteriormente planteada, que pueda leer trayectos, escenarios y rituales institucionales. Esta mirada de lo institucional abre líneas de investigación en el campo comunicación/educación, a la vez que despliega un soporte para el abordaje curricular tanto del proyecto institucional, la formación docente y las prácticas culturales hacia una transformación crítica. Implica avanzar en un enfoque topológico del espacio educativo a través de cartografías mentales, recorridos analíticos-proyectivos de la escuela por diversos actores, como elementos de comprensión del lenguaje del espacio y las prácticas discursivas en diversos escenarios. El sentido dado a este modo de entrar y atravesar las sedes culturales ha sido desarrollado en prácticas de análisis institucional y talleres tanto en instituciones formales como no-formales, mediante las cuales, a través de diversas técnicas se propone a los actores analizar las sedes de interacción. Un ejemplo de las técnicas de análisis implementadas es la fotografía institucional, a través de la cual se propone dibuje/represente a modo de una imagen fotográfica la institución (si es preciso se definen contextos temporales) se produce un corte de imagen, con sentido. Siempre que se le pidió a docentes "fotografía a tu escuela", estas fotografías presentaban una clara delimitación de los espacios y sus rituales incluidos, definiéndose el cerco perimetral, lo que distingue y diferencia del afuera, recurrentemente aparecieron las normas y rituales y sus transgresiones; se visualiza lo que McLaren llama «estado del estudiante» y «estado de la esquina». En una experiencia realizada en una escuela primaria de un barrio periférico de la ciudad de La Plata, en que la problemática explicitada eran las dificultades institucionales ante «problemas de conducta», los docentes delimitaron la situación en "numerosos chicos de la calle que asisten" (en sus fotografía aparecen «estacionados» en el acceso de la escuela los carritos de cirujeo, con los cuales los chicos trabajaban al salir de la escuela). En torno a ello definen rituales del «estado de la esquina», que 137 luego reconocen están invadiendo el adentro del cerco, definiendo la situación como de descontrol del sistema simbólico interno, causa del problema. De este primer emergente se trabajó acerca de la dinámica institucional, los espacios deseados y los detestados, las contradicciones y coherencias, etc. En todos los casos el espacio institucional supera lo descriptivo, para dar cuenta de las estaciones, en el sentido de Giddens, los recorridos y las prácticas discursivas. Por otra parte las cartografias mentales constituyen una técnica cualitativa (Morley y Silverstone, 1993) a través de la cual los actores intervinientes grafican el espacio institucional asignando significatividad, definición de zonas anteriores y posteriores, los lugares ocultos, los objetos mediadores de relaciones, desplazamientos, posturas y gestos por los que el cuerpo expresa un habitus adquirido y construido. Se definen lugares de rituales específicos, sedes de interacciones y distribución espacial de poder. Lugares sobredimensionados, negados, vacíos, subdimensionados, cargados de luchas o conflictos. Una conjunción de esta propuesta es el dibujo de la escuela deseada o ¿cómo debería ser tu escuela?, trabajando con docentes, padres, alumnos y proyectistas, de modo de ir definiendo el imaginario social escuela. Esta técnica aporta a la construcción conceptual de los sentidos del imaginario social escuela, la cual es en sí misma investigación-acción. Para analizar los trayectos institucionales y definir el sentido en ellos se realiza un recorrido con diversos actores de una institución por las regiones de la misma, como visita guiada, paralelamente a la observación etnográfica de esos actores en su práctica cotidiana en distintos segmentos espacio-temporales de una jornada de clase. Estas propuestas desarrolladas en grado diverso, se encuadran en una cartografía cultural que proporciona el cuestionamiento de la propia discursividad. Es evidente que el diseño y la administración «pedagógica» de los espacios educativos generan una «puesta en juego» del cuerpo, y van conformando una postura social. Los sujetos no sólo son constituidos por las biografías y las marcas en el cuerpo de la historia, sino por las geografías y los escenarios que implican al cuerpo en específicos movimientos y trayectorias, en sectores y regiones cotidianas, reforzadas por la rutinización (que a su vez opera como generadora de una sensación de seguridad ontológica). El intento por recuperar y reconstruir diferentes, sucesivas y coexistentes etapas en la constitución de formatos culturales, permite visualizar cómo los sujetos nos constituimos a partir del interjuego entre prácticas sociales (fruto de relaciones de poder) y dominios de saber (resultantes provisorias de regímenes de verdad). Y cómo los sujetos actuamos desde una identidad híbrida, es decir: desde una identidad conformada por múltiples identidades o desde una combinación de matrices identitarias. 138 La mirada histórica aportada da cuenta de la compleja implicación espaciopráctica social, espacios que definen prácticas y prácticas que construyen espacios, espacios viejos con propuestas nuevas y espacios nuevos con propuestas viejas, escenarios que los docentes ritualizan y actualizan, "el tiempo y sus destiempos, las profundas anacronías de que esta hecha la modernidad cultural" (Martín-Barbero, 1991: 250). Bibliografía: Augé, M. (1995), Los "no lugares" del anonimato, Barcelona, Gedisa. Berger, P. L. y Luckmann, T. (1993), La construcción social de la realidad, Buenos Aires, Amorrortu. Bourdieu, P. (1991), El sentido práctico, Madrid, Taurus. Bowen, J. (1976), Historia de la educación occidental, Barcelona, Herder. Braslavsky, C. (1985), La discriminación educativa en Argentina, Buenos Aires, FLACSO. 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