Preston, Richard - Zona Caliente - Bestsellers

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Richard Preston
ZONA CALIENTE
Richard Preston
ZONA CALIENTE
Página 2 de 195
Título original The Hot Zone
Traducción Antonio Juan Desmonts Gutiérrez
Diseño de la cubierta Eduardo Ruiz
Copyright© Richard M Preston, 1994
Copyright© Emecé Editores, 1998
Emecé Editores España, S A
Mallorca, 237 - 08008 Barcelona - Tel 215 11 99
Edición Digital: Edcare - Colombia
Reservados todos los derechos Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del
“Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la
distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos
ISBN 84-7888-413-0
22 131
Depósito legal B-31 110-1998
Printed in Spain
Impresión: Liberdúplex, S L Constitución 19-bloque 8, local 19
08014 Barcelona
a FREDERIC DELANO GRANT,
JR, admirado por cuantos lo
conocen
El autor agradece encarecidamente la beca de investigación concedida por
la Alfred P. Sloan Foundation
El segundo ángel derramó el cuenco en el mar y éste fue
semejante a la sangre de un hombre muerto.
Apocalipsis
Índice
Al lector
11
Mapa de África central
15
PRIMERA PARTE
33
La sombra del Monte Elgón
SEGUNDA PARTE
131
La casa de los monos
TERCERA PARTE
La operación
CUARTA PARTE
La Cueva de Kitum
221
285
Personajes principales (por orden de aparición)
Glosario
315
Reconocimientos
319
313
Al lector
E
ste libro no es inventado. Lo que se cuenta es verdad y las personas son reales. A veces he
cambiado los nombres de los personajes que acabaron siendo víctimas, incluidos «Charles Monet»
y «Peter Cardinal», pero los personajes principales aparecen con su nombre auténtico.
Los diálogos se han reconstruido a partir de los recuerdos de los participantes. En determinados
momentos describo los pensamientos de alguna persona. En estos casos me baso en entrevistas en
que los entrevistados recordaban sus pensamientos, a menudo repetidas veces, entrevistas seguidas
de sesiones de verificación en que los individuos confirmaban sus recuerdos. Si se pregunta a una
persona: « ¿En qué piensa?», tal vez se obtenga una respuesta más rica y más reveladora de la
condición humana que todos los «flujos de conciencia» imaginados por los novelistas. He
intentado leer el pensamiento de las personas en su rostro y adentrarme en su vida a través de sus
palabras, y lo que he encontrado está más allá de lo imaginable.
Richard Preston
ÁREA INFECCIOSA
PROHIBIDA LA ENTRADA
SIN AUTORIZACIÓN
Para abrir esta puerta introduzca
la tarjeta de identificación en el sensor
Procesando solicitud...
Entrada autorizada...
Recinto AA-5
Jefatura:
Coronel Nancy Jaax
Agentes con que se opera:
Desconocidos
Siga adelante.
Nivel de Bioseguridad
0
VESTUARIO
Sexo:
Femenino
Quítese TODO lo que esté en contacto con la piel:
ropa, anillos, lentillas, etc.
Póngase el atuendo quirúrgico esterilizado.
Entrada autorizada...
Nivel de Bioseguridad
2
PRECAUCION:
LUZ ULTRAVIOLETA
Nivel de Bioseguridad
3
ZONA DE ESTACIONAMIENTO
Alarmas:
Conectadas
Estado del traje espacial:
En condiciones de uso
PRECAUCION
PELIGRO BIOLÓGICO
Nivel de Bioseguridad
4
PUERTA DE CIERRE NEUMÁTICO
DUCHA DESCONTAMINANTE
NO ENTRE SIN EL TRAJE ESPACIAL
Tarjeta de identificación, por favor
Entrada autorizada...
PRIMERA PARTE
La Sombra del Monte Elgón
Algo sucede en la selva
1 de enero de 1980
Charles Monet era un solitario. Era un francés que vivía solo en una pequeña cabaña de madera
en las tierras privadas de la Azucarera Nzoia, una plantación de Kenia Occidental que se extiende
a lo largo del río Nzoia y desde la que se ve el Monte Elgón, un inmenso y solitario volcán extinto
que se eleva a 4.320 metros de altitud junto al borde de la gran fosa del Rift-Valley. No se sabe
por qué está Monet en África. Como muchos otros expatriados que han terminado aquí, su historia
resulta un poco oscura. Tal vez tuviera problemas en Francia o le sedujese la belleza de Kenia. Era
un naturalista aficionado, amante de los pájaros y los animales, pero no de la humanidad en
general. Tenía cincuenta y seis años, era de estatura media y de mediana constitución, con el pelo
castaño, liso y uniforme. Un hombre guapo. Al parecer sólo intimaba con mujeres que vivían en
los pueblos de alrededor de la montaña, pero ni siquiera ellas supieron decir mucho sobre él a los
médicos que investigaron su muerte. Su trabajo consistía en cuidar de la maquinaria que abastecía
a la azucarera con el agua del río Nzoia, que regaba muchos kilómetros de plantaciones de caña
de azúcar. Estas mujeres cuentan que Monet pasaba la mayor parte del día en la casa de la bomba,
que está junto al río, como si le gustara ver y oír el funcionamiento de las máquinas.
Como suele ocurrir en casos como éste, es difícil recomponer los detalles. Los médicos
recuerdan los síntomas clínicos, porque nadie que haya visto los efectos de un agente activo de
Nivel 4 en un ser humano puede olvidarlos, pero los efectos se amontonan hasta hacer desaparecer
a la persona que hay debajo El caso de Charles Monet surge ante nuestra vista con la fría geometría
de un hecho clínico veteado de relámpagos de terror tan luminosos y perturbadores que
retrocedemos parpadeando, como si estuviéramos frente a un sol extraño y descolorido
Monet llegó al país en el verano de 1979, más o menos cuando el virus de inmunodeficiencia
humana, VIH, el causante del sida, salió definitivamente de las selvas de África central e inició su
largo recorrido por la especie humana El sida ya había caído como una sombra sobre la población
de África central, aunque aún no conociera nadie su existencia Se había ido extendiendo
lentamente siguiendo la autopista de Kinshasa, la carretera transcontinental que atraviesa África
de este a oeste y pasa junto al lago Victoria, a la vista del Monte Elgón El VIH es altamente mortal
pero no es un agente muy infeccioso de Nivel de Bioseguridad 2. No pasa deprisa de una persona
a otra ni tampoco se traslada por el aire. No es necesario ponerse un traje espacial para manipular
sangre infectada con VIH.
Monet trabajaba mucho en la casa de la bomba durante la semana, y los fines de semana y
demás días festivos visitaba las zonas boscosas próximas a la azucarera. Llevaba comida consigo,
la esparcía y observaba mientras se la comían los pájaros y demás animales Sabía quedarse
completamente quieto mientras observaba a un animal. Quienes lo conocieron recordaban que era
aficionado a los monos salvajes, que se daba una especial maña con estos animales. Dijeron que
se sentaba con un poco de comida mientras se le acercaba el mono y que el animal comía de su
mano.
Por la noche, se quedaba solo en su cabaña. Tenía una mujer llamada Johnnie que cuidaba
de la casa, limpiaba y le hacía la comida. Monet estaba aprendiendo por su cuenta a identificar las
aves africanas En un árbol próximo a su casa había una colonia de tejedores y Monet pasaba cierto
tiempo observando como construían y conservaban sus nidos en forma de bolsa. Se cuenta que un
día cercano a Navidad metió un pájaro enfermo en su casa, donde murió, quizás en sus propias
manos. El pájaro tal vez fuese un tejedor —nadie lo sabe— y tal vez muriera de un virus de Nivel
4 —nadie lo sabe.
También tenía amistad con un cuervo. Era un cuervo moteado, un pájaro blanco y negro que
a veces los africanos utilizan como animal doméstico. Este cuervo era un pájaro sociable e
inteligente que gustaba de encaramarse en el tejado de la cabaña de Monet y contemplarlo mientras
iba de un lado para otro. Cuando tenía hambre, el cuervo se posaba en el porche y entraba en la
casa, y Monet le daba restos de comida de su mesa.
Monet se iba a trabajar todas las mañanas, cruzando a pie los campos de caña, un trayecto
de tres kilómetros. Aquella Navidad, los peones de la zafra habían estado quemando los campos y
estaban chamuscados y negros. Al norte del paisaje carbonizado, a unos cuarenta kilómetros de
distancia, Monet distinguía las dos cimas del Monte Elgón. La montaña presentaba un aspecto
siempre cambiante de mal tiempo y tenebrosidad, de lluvia y sol, el espectáculo de la luz africana.
Al amanecer, el Monte Elgón aparecía como una acumulación desordenada de aristas grises que
desaparecían en la niebla, culminando en una cumbre con dos picos, que son los labios opuestos
del erosionado cráter. Conforme ascendía el sol, la montaña se tornaba de color verde plateado, el
color del bosque húmedo del Monte Elgón, y conforme avanzaba el día aparecían nubes que
ocultaban la montaña. Más entrada la tarde, cerca de la puesta de sol, las nubes se espesaban y se
formaban cúmulos en forma de yunque. El fondo de las nubes era del color del carbón y el borde
superior se encendía de color naranja apagado al iluminarlo el sol poniente, y por encima de las
nubes el cielo era azul intenso y brillaban unas cuantas estrellas tropicales.
Tenía cierto número de amistades femeninas que vivían en el pueblo de Eldoret, al sur de la
montaña, donde la gente es pobre y habita en chozas hechas de tablones y planchas metálicas.
Monet daba dinero a sus amigas y éstas, a cambio, lo amaban de buena gana. Cuando llegaron las
vacaciones navideñas, Monet hizo un plan para acampar en el Monte Elgón e invitó a una de las
mujeres de Eldoret. Nadie parece acordarse del nombre de la mujer
Monet y su amiga fueron en un Land Rover por la carretera recta de tierra roja que conduce
al Risco de Endebess, un peñasco sobresaliente situado en la cara oriental del volcán. La carretera
era de polvo volcánico, tan rojo como la sangre seca. Subieron por el pie del volcán y atravesaron
los maizales y las plantaciones de café, tras los que estaban los terrenos de pastos, donde la
carretera pasaba junto a unas granjas coloniales inglesas medio en ruinas y ocultas detrás de hileras
de eucaliptos. El aire se hizo más frío conforme fueron ascendiendo y entre los cedros aletearon
algunas águilas de penacho. No muchos turistas visitan el Monte Elgón, de modo que
probablemente el de Monet y su amiga era el único vehículo de la carretera, aunque habría muchos
peatones, lugareños que cultivaban las pequeñas fincas de las laderas bajas de la montaña. Se
acercaron al deshilachado borde exterior del bosque húmedo, atravesando franjas e islas de árboles,
y pasaron de largo frente al Pabellón del Monte Elgón, un hostal inglés construido a principios de
siglo, actualmente desmoronándose, con los muros agrietados y descascarillándosele la pintura a
resultas del sol y la lluvia
El Monte Elgón se alza en la frontera entre Uganda y Kenia, y no lejos de Sudán. La montaña
es una isla biológica de bosque tropical húmedo en el centro de África, un mundo aislado que se
alza sobre las planicies secas, unos ochenta kilómetros alfombrados de árboles, bambúes y brezales
alpinos. Es una protuberancia en la columna vertebral del centro de África. El volcán nació hace
entre siete y diez mil años, y produjo violentas erupciones y explosiones de ceniza que repetidas
veces aniquilaron los bosques que crecían en sus laderas, hasta alcanzar una tremenda altura, tal
vez superior a la actual del Kilimanjaro. Antes de que el Monte Elgón fuera rebajado por la erosión,
es posible que fuese la montaña más alta de África. Sigue siendo la más ancha. Cuando sale el sol,
la sombra del Monte Elgón se proyecta hacia el oeste y penetra en Uganda, y cuando el sol se
pone, la sombra alcanza el este de Kenia. La sombra del Monte Elgón abarca aldeas habitadas por
los masai de Elgón, pastores que llegaron del norte, se asentaron alrededor de la montaña hace
varios siglos y hoy son ganaderos. Las faldas bajas de la montaña disfrutan de lluvias suaves, la
atmósfera se mantiene fría y fresca, y el suelo volcánico produce abundantes cosechas de maíz y
pastos altos para el ganado que sostienen a una densa población humana. Las aldeas forman un
círculo de asentamientos humanos alrededor del volcán, un lazo que está estrangulando el
ecosistema de la montaña. La selva se despeja, los gigantescos árboles se talan para hacer leña y
crear tierras de pastos, y los elefantes están desapareciendo.
...
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