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Año 1994
V Legislatura
Comisiones. Núm. 62
CORTES GENERALES
DIAMO DE SESIONES DEL
COMISIÓN ESPECIAL SOBRE LOS CONTENIDOS
TELEVISIVOS
PRESIDENCIA DE DOÑA VICTORIA CAMPS 1 CERVERA
Sesión Informativa
celebrada el lunes, 14 de febrero de 1994
ORDEN DEL DÍA:
,
.
Comparecencias:
- De
la Ministra de Asuntos Sociales, Excma. Sra. doña Cristina Alberdi Alonso. (Número de expediente
?11/000029.)
- Del Presidente del Consejo General de la Abogacía, Excmo. Sr. don Eugenio Gay Montalvo. (Número de expediente
713/000087.)
- Del Fiscal General del Estado, Excmo. Sr. Don Eligio Hernández Gutiérrez. (Número de expediente 713/000088.)
- Del Vocal del Consejo General del Poder Judicial, don Antonio Xiol Ríos. (Número de expediente 713í000089.)
-L-
62 COMISIONES.-NÚM.
14 DE FEBRERO DE 1994
Se abre la sesión a las once horas y diez minutos.
- COMPARECENCIA DE LA SEÑORA MINISTRA
DE ASUNTOS SOCIALES. (7 1 11000029.)
L
.
La señora PRESIDENTA: Buenos días, señorías.
Empezamos hoy la primera sesión de esta Comisión de
contenidos televisivos, que hemos estructurado de acuerdo con bloques temáticos que nos permitirán organizar y
ordenar mejor los distintos aspectos que queremos
tratar.
El primer bloque es el del ámbito jurídico. Hoy vamos
a tener cuatro comparecencias: la Ministra de Asuntos
Sociales, el Presidente del Consejo General de la Abogacía, el Fiscal General del Estado y un vocal del Consejo
General del Poder Judicial. En estas comparecencias vamos a tratar una serie de temas, especialmente los derechos fundamentales que son más conflictivos en los actuales programas televisivos, como el derecho a la intimidad; el conflicto posible entre el derecho a la intimidad, o
el derecho a la privacidad, y el derecho a la libertad de
expresión, y el derecho del menor a ser protegido.
Doy la bienvenida a la señora Ministra de Asuntos
Sociales. Agradeciéndole el interés especialísimo que ha
tenido en comparecer en esta Comisión para tratar las
cuestiones de protección del menor en íos programas
_.
televisivos, le doy la palabra.
La señora MlNISTRA DE ASUNTOS SOCIALES (Alberdi Alonso): Muchas gracias, señora Presidenta. Muchas gracias, señorías.
Quiero, en primer lugar, agradecer la invitación para
comparecer en esta Comisión sobre los contenidos televisivos. cuya creación responde al interés de esta Cámara
por un tema como es el de la programación televisiva en
relación con los menores, que constituye también para el
Ministerio de Asuntos Sociales una cuestión prioritaria
por cuanto afecta a los intereses de la infancia.
De acuerdo con los puntos que me ha propuesto la
Presidenta, señora Camps, voy a referirme a la posible
violación de derechos fundamentales en la televisión; al
ámbito del conflicto entre la libertad de expresión y otros
derechos básicos, como el derecho a la intimidad; a la
protección del menor y su viabilidad en la programación
televisiva; a las medidas legales vigentes con respecto a la
protección del derecho a la intimidad y la protección del
menor, y, por último, me referiré al aspecto relativo a las
alternativas de futuro, en el sentido de hacer que las leyes
que tenemos se cumplan y el de resolver posibles insuficiencias legales.
Es un fenómeno relativamente reciente la aparición de
programas televisivos que tratan de captar audiencias
masivas apelando a la emotividad que desprenden situaciones críticas. personales y familiares. La televisión
constituye un medio de comunicación idóneo de información y denuncia social de situaciones, y está cumpliendo un papel importante en la sensibilización de la socie-
dad hacia el mal trato y el abuso, por lo que no es deseable, socialmente, una inhibición hacia esos temas.
Sin embargo, el trabajo periodístico y el derecho a la
información y la denuncia social no debe ser incompatible con el derecho a la intimidad y privacidad de las
personas afectadas, y muy especialmente cuando son niños y adolescentes. El desmesurado tratamiento informativo de hechos que afectan a menores de edad, en los que
se producen claras injerencias a su intimidad, ha originado una llamada de atención desde distintos sectores sociales, organizaciones no gubernamentales, entidades públicas y otras instituciones, para tratar de distinguir los
límites de la labor informativa en aras del respeto a los
derechos fundamentales de las personas, como son el
derecho a la vida privada y familiar y el derecho a la
intimidad. Existe esa sensibilidad social, esa preocupación; buena prueba de ello es que en los últimos meses se
han tramitado en el Congreso de los Diputados dos proposiciones no de ley al respecto. También, diversas instituciones, entre ellas el Defensor del Pueblo en su recomendación 17187, vienen apelando a la necesidad de extremar los cuidados y dar escrupuloso cumplimiento a las
garantías que la Constitución y las leyes establecen para
protección de los derechos fundamentales, máxime cuando se trata de menores, por estar éstos necesitados de una
mayor protección por parte de los poderes públicos. La
protección de la juventud y de la infancia constituye uno
de los límites expresos a la libertad de expresión, reconocido en el artículo 20.4 de la Constitución. Es importante
resaltar este límite expreso que existe en ese principio
fundamental a la libertad de expresión que es base de
cualquier sociedad democrática.
En cuanto al conflicto entre la libertad de expresión o
el derecho a la información y otros derechos básicos,
como el derecho a la intimidad, hay que recordar, en
primer lugar, que el derecho a la intimidad está contemplado en el artículo 18.1 de la Constitución, y que ha sido
desarrollado por la Ley orgánica 1/82 de Protección del
Derecho a la intimidad personal, familiar y a la propia
imagen. Esta ley establece las garantías que deben respetarse para que no se produzca una vulneración de estos
derechos fundamentales, incluso cuando entran en conflicto con otros derechos fundamentales, como la libertad
de expresión y de información. El derecho al honor, a la
intimidad personal y familiar y a la propia imagen no es
sólo un límite a las limitaciones del artículo 20 de la
Constitución, al que me he referido con anterioridad,
sino que también, según el artículo 18.1 de la Constitución es, asimismo, un derecho fundamental. Por consiguiente, cuando del ejercicio de la libertad de opinión, O
del de la libertad de comunicar información por cualquier medio de difusión, resulte afectado el derecho al
honor de alguien, nos encontramos ante un conflicto de
derechos, ambos de rango fundamental. Las garantías
que previene la ley se extreman -y aquí entramos en el
tema de los menores- cuando el derecho fundamental es
atribuido a los menores, según acreditada y consolidada
doctrina del Tribunal Constitucional.
En cuanto a la protección del menor y su viabilidad en
3-
62
COMISIONES.-NÚM.
- la programación televisiva, lo primero que se constata es
que los niños pasan mucho tiempo viendo la televisión, y
ésta influye en el niño y el adolescente, siendo una fuente
de oportunidades para su desarrollo, educación, cultura y
ocio; influye también, negativamente, sobre su conducta
o su aprendizaje de valores morales y actitudes sociales.
Esto significa que deben adoptarse medidas que impidan
los efectos perniciosos en el desarrollo del menor, sin
olvidar la importancia de promocionar programas de especial interés para la infancia. Es decir, hay que ver la
parte negativa, y la parte positiva también, de la función
educativa que tienen los medios televisivos.
La Convención de los Derechos del Niño de Naciones
Unidas de 1989, en su artículo 17 contempla el acceso de
los niños a una información adecuada; reconoce que los
medios de comunicación social desempeñan un papel
importante en la difusión de información destinada a los
niños, que tenga como fin promover su bienestar moral y
que respete la cultura del niño, y establece la obligación
del Estado de tomar medidas de promoción a este respecto y proteger al niño contra toda información y material
perjudicial para su bienestar.
En cuanto al ámbito de la promoción, al que también
se refiere la Convención de Derechos del Niño, las televisiones públicas tienen una responsabilidad especial en
aportar un tratamiento adecuado de los temas relacionados con la infancia y la protección al menor. Pero todas
las televisiones deberían esforzarse en incrementar sus
audiencias con la emisión de buenos productos, en beneficio de la educación, de la libertad, de la convivencia, de
la solidaridad y el ocio, cambiando así la tendencia actual
a emitir el mayor número de programas que se han dado
en denominar de «telebasura» o de areality shows», que
incluyen imágenes contra la dignidad de las personas.
Me parece también muy importante señalar que la televisión puede ser, y en muchos casos lo es, el principal
factor de influencia en la conducta y desarrollo de los
menores, dado el número de horas que los menores están
frente a las televisiones. Por tanto, existe una gran responsabilidad de los padres en la selección de programas,
en la explicación de los contenidos, en la conveniencia de
verlos o no. y en la fijación de horarios para con sus hijos.
En cuanto a las medidas legales vigentes con respecto a
la protección del derecho a la intimidad y la protección
del menor, me voy a referir, en primer lugar, a las medidas legales vigentes en la protección del derecho a la
intiinidad de los menores y luego a aquellas medidas que
protegen a los menores frente a los posibles contenidos
perjudiciales en los medios de comunicación.
En el primer ámbito, como ya he señalado, el derecho
a la intimidad está consagrado constitucionalmente y desarrollado por la Ley Orgánica 1/1982. Esta Ley excluye
de los supuestos de intromisión ilegítima aquellos en los
que el titular del derecho haya otorgado su consentimiento expreso. Sin embargo, en el caso de los menores de
edad el consentimiento deberá prestarse por ellos mismos si sus condiciones de madurez lo permiten. de acuerdo con el vigente Código Civil, y en los restantes casos
hay que otorgar ese consentimiento mediante escrito por
su representante legal, quien ha de ponerlo en conocimiento del fiscal; si el fiscal se opone resuelve el juez.
El Ministerio Fiscal tiene una enorme labor que realizar en relación con los derechos de los menores. Va a
tener ocasión de comparecer en esta Comisión, como ha
dicho la Presidenta de la Comisión, por tanto, Únicamente me voy a referir a ese papel tan importante que tiene y
a la sensibilidad que demostró el año pasado dando lugar
a la instrucción 2í1993 para llevar a cabo una labor previsora y anticipada, impidiendo que muchas emisiones Ilegaran a ver la luz. En esa línea es importante también la
labor de los jueces. Recientemente, un juez de primera
instancia de Madrid, de familia, tomó esa medida cautelar que previenen las leyes e impidió que una emisión
televisiva, que perjudicaba los derechos de un menor,
tuviera lugar.
Entiendo que el derecho a la información puede verse
plenamente ejercido sin menoscabo sin necesidad de
causar los daños que se están causando por el hecho de
dar detalles que no aportan contenidos esenciales a la
noticia, pero que sí atraen una mayor audiencia, que es lo
que estamos viendo que persiguen como objetivo las televisiones.
Merece la pena también hacer una mención al tratamiento de los menores como infractores; es decir, cuando
con motivo de unos hechos delictivos se utiliza la imagen
de esos menores que han cometido los delitos para darle
más relevancia a la noticia. Aquí tenemos que recordar
que nuestro ordenamiento jurídico prohíbe expresamente en la Ley orgánica 411992, de 5 de junio, que los
medios de comunicación social obtengan o difundan
imágenes del menor ni datos que permitan su identificación, cumpliendo así esta Ley con el artículo 40 de la
Convención de Derechos del Niño de Naciones Unidas
-a la que me he referido antes- y también con las reglas
de Beiging, que son las reglas mínimas para la administración de justicia de menores, también aprobadas por
Naciones Unidas. Esta regla recoge que para evitar que la
publicidad indebida o el proceso de difamación perjudique a los menores se respetará en todas las etapas el
derecho de los menores a la intimidad, y que, en principio, no se publicará ninguna información que pueda dar
lugar a la individualización de un menor delincuente.
Esto se incumple, como es sabido, en muchas ocasiones.
Con respecto al segundo aspecto, esa protección de los
menores frente a contenidos perjudiciales en los medios
de comunicación, hay que volver a citar aquí el artículo
20 de la Constitución española en su apartado 4, en cuanto a las limitaciones que existen sobre la libertad de expresión y difusión en relación con la protección de la
juventud y de la infancia. No me cansaré suficientemente
de repetir que esto está en nuestra Constitución, explicitado y claramente consolidado en la doctrina emanada
de las sentencias del Tribunal Constitucional.
Querría mencionar simplemente de p a y d a la importancia también de los acuerdos de autorregulación en
cuanto a la 6rotección de menores frente a contenidos
perjudiciales. Sin embargo, los acuerdos de autorregulación a veces son inefectivos. Tenemos un acuerdo del año
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FEBRERO DE
1994
pasado, de 1993, del Ministerio de Educación y Ciencia
con las Consejerías de Educación de las Comunidades
Autónomas y las cadenas de televisión que no ha dado los
frutos esperados. No obstante, ante la proliferación de
programas que perjudican los derechos de los menores
ciertamente está insistiéndose en la Comisión de seguimiento en el cumplimiento de aquellas normas que se
firmaron en aquel acuerdo de autorregulación.
Y o confío más que en los acuerdos de autorregulación
en las normas jurídicas de obligado cumplimiento, y
también en que existan sanciones para los transgresores;
de esta forma, las normas jurídicas tienen un efecto disuasorio para aquellos que pretenden incumplirlas.
Me voy a referir en ese ámbito de la protección de los
menores frente a contenidos perjudiciales a la medida
que recientemente hemos tomado en el Consejo de Ministros de trasposición de la Directiva de la CEE 89í552,
sobre la coordinación de disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de los Estados miembros. Esta
Directiva marca las pautas para garantizar que las emisiones no incluyan programas que puedan perjudicar seriamente el desarrollo físico, mental o moral de los menores, y hace una especial referencia a la violencia, a la
pornografía y a la discriminación racial, sexual, religiosa
o de nacionalidad. En su artículo 22 esta Directiva se
refiere expresamente a la protección de los menores, y ha
sido traspuesto al Proyecto de ley que hemos remitido
desde el Gobierno al Congreso de los Diputados y que
aparece ya en el Boletín Oficial de los Cortes Generales
de 25 de enero y el acuerdo de tramitación con fecha 20
de enero de 1994.
Aquí se alude a la protección de los menores en dos
ámbitos: la protección de los menores frente a la publicidad y la protección de los menores frente a la programación. Aunque en este ámbito estamos tratando más de los
contenidos televisivos en la programación; tampoco hay
que olvidar la importancia de la protección de los menores en el ámbito de la publicidad; incluso en el ámbito de
la publicidad hay contenidos que pueden entrar en el
segundo ámbito, que es la protección de los menores
frente a la programación, porque muchas veces las cadenas televisivas programan anuncios de lo que es su propia programación nocturna en horarios en los que están
los menores viendo la televisión, sin hacer, naturalmente, ninguna mención de que tenga contenidos violentos o
contenidos agresivos, cuando en estos anuncios de lo que
van a programar por la noche suelen extraer los contenidos.más violentos, más fuertes y más agresivus de esas
películas o de esos programas que van a tener en las
emisiones nocturnas. De ahí la importancia que tiene
también esa protección frente a la publicidad.
Fundamentalmente la Directiva se refiere al ámbito
también en publicidad de que los productos puedan explotar la inexperiencia o la credulidad de los menores y
persuadir también a padres o tutores para que compren
determinados productos o servicios. Sin embargo, y quiero hacer hincapié de ese otro ámbito de la publicidad de
las programaciones televisivas.
Concretamente respecto a la trasposición del artículo
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22 de la Directiva, aparece en e1 Proyecto de ley en elartículo 17 y se refiere a la obligación de que las emisiones de televisión no incluyan programas ni escenas o
mensajes de cualquier tipo que puedan perjudicar el desarrollo físico, mental o moral de los menores, y los programas que fomenten el odio, el desprecio o.la discximinación por motivos de nacimiento, raza, sexo, religión,
nacionalidad, opinión o cualquiera otra circunstancia
personal o social.
Es importante también el aspecto relativo a los tiempos de emisión, y aquí parece ser que hay una cierta
presión de las cadenas televisivas sobre los tiempos de la
emisión. Se consiguió aprobar el texto'en los términos de
que la emisión de programas que fueran susceptibles de
perjudicar ese desarrollo físico, mental o moral de los
menores no se emitieran entre las 22 y las 6 horas, y que
en el caso de que se emitieran debiera hacerse la advertencia oportuna, por medios acústicos, ópticos O de ambas clases. En cualquier caso, es muy importante destacar
cómo en bandas horarias en las que están los niños viendo la televisión masivamente hay anuncios de programaciones posteriores y se incumple de alguna forma el objetivo de esta trasposición de la Directiva.
Y o creo que es muy importante que tengamos ese elemento normativo para poder así hacer cumplir lo que son
normas que están, incluso, en nuestra Constitución y que
están, como he dicho, en la doctrina consolidada a través
de las sentencias del Tribunal Constitucional.
También es importante, desde el punto de vista jurídico, aunque no sé hasta qué punto se cumple de una forma
rigurosa, el tema de la publicidad por televisión regulado
en las normas de 17 de abril de 1990 y que desarrollan
una serie de criterios generales de protección y de restricciones específicas para la publicidad y la intervención de
los niños en los anuncios.
Por último, me voy a.referir al aspecto relativo a las
alternativas de futuro, con el fin de hacer que las normas
jurídicas que tenemos se cumplan y de resolver posibles
insificiencias de la ley. Parece obvio que el menor tiene
que ser protegido por todas las instancias y todos los
sectores. Así se establece en todas las normas jurídicas,
en el Código Civil, en el Código Penal., y específicamente
en todas las que he venido citando. Desde el punto de
vista del Ministerio de Asuntos Sociales tenemos en preparación el borrador de ley de derechos de la infancia que
estamos estudiando para conyetar aún más las normas
previstas en la Ley Orgánica 1/1982 que he comentado
antes sobre el derecho a la intimidad.
En lo que respecta a las materias propias de la Comisión sobre contenidos televisivos, el borrador del anteproyecto las aborda al tratar los derechos del menor a la
intimidad, a la propia imagen y a la información. Con
carácter específico y en la línea de proteger al menor
frente a cualquier actuación que perjudique su normal
desarrollo se impone a las Administraciones Públicas la
obligación de velar por sus derechos y que los medios de
comunicación en sus mensajes exalten los valores de
igualdad y solidaridad y eviten imágenes de violencia,
explotación en las relaciones interpersonales o reflejen
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un trato degradante o sexista. Asimismo, les obliga a
adoptar las medidas legales oportunas para garantizar
que la publicidad dirigida a menores no les perjudique
moral o físicamente.
En lo que alude a la protección de la intimidad y la
propia imagen del menor, el borrador de anteproyecto
establece que la difusión de información o la utilización
de imágenes o nombres de los menores en los medios de
comunicación que puedan implicar una intromisión ilegítima en su intimidad, honra o reputación, o que sea
contraria a sus intereses, determinará la intervención del
Ministerio Fiscal, que instara de inmediato las medidas
cautelares y de protección previstas en la ley y solicitará
las indemnizaciones que correspondan por los perjuicios
causados. Ultimamente, como ya he comentado, las actuaciones del fiscal a partir de la instrucción del año
pasado están siendo muy efectivas.
Con esta finalidad se vincula la protección del menor a
las limitaciones establecidas en la Ley Orgánica 1/1982
de 5 de mayo de Protección al honor, a la intimidad, y a
la propia imagen, y se introduce una modificación expresa en ésta, a fin de considerar como intromisión ilegítima
en la intimidad del menor cualquier utilización de su
imagen o su nombre en los medios de comunicación que
pueda implicar menoscabo de su honra o su reputación o
que sea contraria a sus intereses, incluso si consta el
consentimiento del menor. Esta es una de las medidas de
desarrollo de la Convención de Derechos del Niño. Porque precisamente este anteproyecto de ley del menor lo
que hace es desarrollar los principios recogidos en la
Convención de Derechos del Niño que es de una importancia extraordinaria. España la ratificó en el año 1991, y
tenemos la obligación de desarrollar y concretar al máximo esos derechos que aparecen recogidos en dicha Convención.
Por Último, me voy a referir a la importancia que desde
el punto de vista social tiene el compromiso de todos los
integrantes de la sociedad con este problema. Vemos que
hay una sensibilidad enorme por parte de los responsables políticos; he comentado las dos proposiciones no de
ley, sc ha constituido en esta Cámara una comisión específica para este tema, los jueces y los fiscales están actuando, verdaderamente creo que en una línea muy positiva, pero pienso que tiene que haber un compromiso
mucho mayor, sobre todo por parte de los más implicados, como pueden ser los periodistas. Ahí tenemos un
ejemplo del Colegio de Periodistas de Cataluña que es el
primer grupo que ha elaborado un código deontológico
para reafirmar los principios éticos de la profesión periodística y que, partiendo de la libertad de expresión y del
derecho a la información como dos elementos básicos de
una sociedad democrática, sin embargo, tienen esa limitación. Y ellos mismos a través de esa autorregulación lo
reconocen y lo ponen en práctica precisamente para defender el derecho de ese grupo más vulnerable de la población como son los menores. También merece la pena
destacar el encuentro en Madrid de la Comisión internacional de Juristas que tuvo lugar en el Consejo General
del Poder Judicial y terminó su trabajo con una declara-
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ción que llamó los principios de Madrid y se referían a la
relación entre los medios de comunicación social y una
justicia independiente. Además de señalar como un principio básico la libertad de expresión y la libertad de los
medios de comunicación, que como hemos dicho es básico en una sociedad democrática, establecía claramente
que quedaban autorizadas las restricciones cuando sea
necesario para la protección de los menores.
Es decir, todos confluimos y estamos de acuerdo en
que hay unos principios básicos en una sociedad democrática: el derecho a la libertad de expresión y a la libertad de los medios de comunicación, pero que esas libertades tienen sus límites y uno de los límites clarísimos y
mayoritariamente aceptados por toda la sociedad es precisamente los derechos de los menores, de los grupos más
vulnerables de la sociedad.
Termino con esto. El planteamiento del Ministerio de
Asuntos Sociales desde nuestra responsabilidad es, además de contribuir a crear esa conciencia colectiva sobre
la necesidad de proteger a los menores, desde el punto de
vista jurídico, como he dicho, desarrollar las normas jurídicas suficientes para que, en el caso de los incumplimientos, podamos desarrollar acciones, sanciones que
impidan el incumplimiento de las normas que todos nos
hemos dado como justas para la convivencia, especialmente en lo que se refiere a la protección de los menores
y de los adolescentes.
Muchas gracias, señora Presidenta.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señora Ministra, por esta exposición tan bien documentada que nos
permite contextuar jurídicamente los problemas que sobre los programas televisivos nos preocupan.
Vamos a dar paso a las intervenciones de los portavoces. Puesto que tenemos un programa muy intenso, en
esta primera sesión propongo que haya una sola intervención de portavoces y luego una contestación global de la
señora Ministra. Si no les parece mal, pido su colaboración en este sentido. En todo caso, como todas las comparecencias tratan del mismo tema, podemos dejar para la
última las intervenciones de otros Senadores que quieran
aportar algo nuevo o personal al debate. (La Senadora
Agüero pide la palabra.)
Tiene la palabra la Senadora Agüero.
La señora AGÜERO RUANO: Gracias, señora Presidenta.
Sólo quería decir que creo que tenemos tiempo suficiente. La Ministra ha sido escueta, ha consumido su
media hora y, al fin y al cabo, siempre es costumbre de
todas las Comisiones en el Senado que a Última hora
cualquier Senador pueda preguntar algo. Utilizar sólo el
turno de portavoces teniendo aquí a la Ministra de Asuntos Sociales, a la que probablemente cualquiera de los
Senadores aquí presentes pudiera hacerle alguna pregunta y dejar esta posibilidad solamente para la Última comparecencia, no me parece bien.
La señora PRESIDENTA: Vamos a ver si es posible. Si
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los distintos portavoces limitan su primera intervención
a cinco minutos, seguramente nos dará tiempo luego hasta la una, que es la segunda comparecencia, a tener otro
turno, pero tiene que ser con esa condición.
No está en la sala el Senador Virosta, del Grupo Mixto.
(Pausa.)
Por el Grupo Parlamentario de Senadores Nacionalistas Vascos, tiene la palabra el Senador Gangoiti.
El señor GANGOITI LLAGUNO: Gracias, señora
Presienta.
En primer lugar, quiero agradecer la exposición de la
señora Ministra y su brevedad en la misma.
Cumpliendo la voluntad y el ánimo de colaboración
que nos propone la señora Presidenta, trataré de ser
breve.
La señora Ministra ha hablado de que en estos casos
hay que buscar quizá algún tipo de sanciones para los
incumplimientos. Yo estoy de acuerdo con ella en que es
mucho mejor ir por ese camino que por el camino que
estamos andando en estos momentos. Entonces, mi primera pregunta sería: ¿Cuáles son las ideas que tiene de
cara a ese tipo de sanciones? ¿Qué tipo de sanciones se
podrían imponer? En definitiva, cuál es su opinión a ese
respecto y que profundice un poco más en el planteamiento que nos ha hecho y con el que estoy conforme.
En segundo lugar, en el tema de los contenidos televisivos estamos claramente ante el hecho de que existen
televisiones públicas y televisiones privadas, y en este
sentido, por lo que respecta a la televisión pública estatal
caminará en la línea que nos ha marcado la señora Ministra, pero de cara a las televisiones privadas le preguntaría
¿qué tipo de posibilidades ve de que se obligue al cumplimiento, sobre todo de cara a la protección del menor?
Por Último, y con esto acabo, me gustaría saber qué
opina la señora Ministra de cara a un tema que ha tocado
que es el de la publicidad en horas normales sobre programas que se van a dar posteriormente, si ella contempla alguna fórmula para poder acabar con eso.
Nada más y muchas gracias, señora Presidenta.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, Senador
Gangoiti.
Gracias por la brevedad. Si todos se ajustan a ese límite de tiempo tendremos tiempo de sobra para mucho
debate.
Por Coalición Canaria tiene la palabra el Senador Galindo (Pausa.) Como no está en la sala, tiene la palabra
por el Grupo Parlamentario Catalán en el Senado de
Convergencia i Unió el Senador Codina.
El señor CODINA 1 CASTILLO: Muchas gracias, señora Presidenta.
Señora Ministra, quisiera agradecer en nombre de
nuestro Grupo su comparecencia porque sin ningún lugar a dudas nos va a permitir, a lo largo no sólo del día de
hoy sino en todas las sesiones que tenemos previstas,
poder conocer cuál es la opinión, en este caso de la Ministra, y posteriormente de cada uno de los comparecientes,
COMISIO~*IES.-NUM.
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e intentar llegar a algo que nos anima a todos y cada uno '
de los que estamos presentes en esta Comisión, que es
intentar conseguir una televisión, tanto pública como
privada, que sea capaz de reconducir muchos de los programas que hoy día tenemos que sufrir y fundamentalmente convertir la televisión en un elemento educativo,
un elemento de distracción, un elemento lúdico, en definitiva, y que en ningún caso sea un elemento de distorsión social como podría llegar a ser en algunos de los
casos.
Señora Ministra, suscribo al cien por cien su preocupación. Ha hecho en su intervención una descripción larga
de todo el aparato jurídico administrativo que en estos
momentos tiene el Estado y tienen los Gobiernos para
poder aplicar, y que no se utilizan -según reconoce la
propia Ministra- de toda la legislación que debería estar
protegiendo los derechos del menor, y no siempre y exclusivamente del menor, sino también de otros sectores
de la sociedad, y esto no se cumple. El Senador Gangoiti
ha hecho una pregunta en este sentido a la que me sumo
para conocer qué es lo que se puede hacer cuando hay un
incumplimiento de la legislación vigente.
Nos encontramos, sin duda alguna, ante una realidad
que es el intentar coordinar lo que es la información, que
es un derecho constitucional, con lo que son los intereses
de las televisiones, e incluyo a todas, las privadas y las
públicas. Hemos entrado en una competencia entre las
televisiones privadas para intentar que no baje su audiencia, y al entrar en esta carrera comercial algunas de
ellas se han puesto a la altura de programas que la propia
Ministra calificaba de «telebasuras» o weality-shows», y
las televisiones públicas no siempre han sabido guardar
la distancia que, por su propio carácter público, deberían
de tener con respecto a las privadas. Éste es un debate
que va a ser difícil de conducir. Tenemos que ser capaces
de distinguir entre lo que es la captación de audiencia y
qué es lo que más conviene, y para eso está esta Comisión. Además, en momentos de crisis parte de las televisiones tienen unos ingresos procedentes de las ventas de
publicidad y esto está íntimamente relacionado con las
audiencias. En esta Competencia comercial, no siempre
lícita, va a ser difícil poder desgranar lo que conviene
moralmente y lo que conviene económicamente. Por tanto, el reto que tenemos esta Comisión es un reto importante, y veremos si entre todos somos capaces de llegar a
algún tipo de conclusión.
Hoy, señora Ministra, su recordatorio de la legalidad y
su reconocimiento de lo que es ilegal y no aplicable nos
tiene que hacer a todos estar más alerta, y por tanto
debemos esforzarnos en que esto se pueda realizar. En
esta misma línea del señor Gangoiti, quisiera saber cómo
va a conseguir el Gobierno poder controlar este desmadre que se ha producido últimamente en las televisiones
públicas y privadas, cuál va a ser el remedio y cuáles las
medidas que se pueden aplicar, y cómo y de qué manera
va a poder diferenciar el Gobierno -y más aún teniendo
en cuenta las conclusiones de esta Comisión- entre las
programaciones y las publicidades que se están dando,
especialmente desde la televisión pública, pero sin olvi-
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dar la gran incidencia que ya esta empezando a tener la
televisión privada.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Codina.
Por el Grupo Parlamentario Popular, tiene la palabra
la Senadora Agüero.
La señora AGÜERO RUANO: Muchas gracias, señora
Presidenta.
Ante todo, como el resto de los portavoces de esta
Comisión, quiero agradecer a la señora Ministra de
Asuntos Sociales la gentileza que ha tenido al comparecer
ante la Comisión de contenidos televisivos.
El Ministerio que usted preside de asuntos sociales está
muy bien, y además es justo la palabra que deseo utilizar,
ya que lo que nos esta preocupando en este momento es
un auténtico asunto social, porque desde hace tiempo
venimos asistiendo, casi sin solución de continuidad, a
un proceso de degradación televisiva englobado bajo el
término coloquial de «telebasura» que tiene una complicada y dificil solución por los muchos intereses que hay
en juego.
El objetivo principal de esta Comisión, como la señora
Ministra sabe, es hacer un análisis de los distintos programas televisivos y estudiar cómo hacer compatible el que
las televisiones no pierdan audiencia ni la legítima competitividad, porque así se favorece la iniciativa y la imaginación, sin perder publicidad, tan necesaria para su
financiación, con una televisión que respete los valores
éticos fundamentales, que respete los derechos fundamentales recogidos en la Constitución española, atendiendo a la función educativa y cultural que la televisión
debe contemplar, porque estamos, ante todo, constntiendo en u n atentado contra la salud social, ya que estamos
en el récord del morbo y el mal gusto y los niveles de
estupidez en España están creciendo de manera insospechada.
Como decía un catedrático de Derecho de la Información, la imagen televisiva nos está abocando a un proceso
de regresión cultural, como bien ha recalcado la Ministra. Usted se ha centrado casi exclusivamente en el ámbito de la infancia. Los contenidos televisivos afectan a
muchos ámbitos de la sociedad, pero sobre todo hay dos
de los que me gustaría que hablara, porque están muy
relacionados con su Ministerio, que son los de la tercera
edad. que pasan muchas horas viendo la televisión, y la
mujer, por los contenidos sexistas que hay, tanto en la
publicidad como en los programas. Pregunto a la señora
Ministra cómo afectan los contenidos actuales a esos dos
grupos de población.
Todos nos preguntamos -como bien ha dicho la Ministra en su exposición- qué daño puede estar ocasionando
al menor esta programación -y efectivamente existen
normas dentro de la Constitución española, usted ha hecho referencia al artículo 20-, qué daño se le está haciendo realmente por la innecesaria violencia, el sexo gratuito
o las series norteamericanas un tanto estúpidas y mediocres que no tienen nada que ver con la realidad. Por eso
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queríamos preguntar a la señora Ministra sobre la Ley del
menor -usted se ha comprometido a presentarla a debate
en las Cortes a lo largo de 1994-, si ha hecho ya una
valoración global de esa Ley del menor. Sería recomendable que la agilizara lo más pronto posible, porque ya se
hablaba de esa Ley del menor en la anterior legislatura.
Usted también ha dicho en un programa de radio -como no sabía exactamente si lo había dicho usted, iba a
comentárselo, pero ya he visto que, en efecto, así era, y he
tomado sus mismas palabras- que lo que no haga la autorregulación lo va a hacer la ley. Le repito que eso lo ha
dicho usted, así como que cree.más en la norma coercitiva que en los acuerdos de autorregulación.
Y o deseo saber, señora Ministra, ya que, como usted
ha comentado, tenemos normas o códigos éticos del Ministerio de Educación y Ciencia con las cadenas privadas
y con las cadenas públicas, ¿por qué se incumplen reiteradamente y por qué no hay algún precepto legal o alguna
forma de que esto no sea así? ¿Por qué se está permitiendo que se incumplan estos artículos y estas leyes, sobre
todo en las televisiones públicas? Yo quisiera saber si a
usted le parece que hagan falta leyes especiales, si seria
necesario crear aluna comisión especial de control, de
seguimiento de estos códigos éticos y de esas leyes que se
hacen para este fin, o propiciar sólo códigos éticos para
las televisiones y para los anunciantes.
Por último, sí quería preguntarle -aunque ya ha comentado aigo- sobre la trasposición de la Directiva europea en materia de televisión, que el Gobierno ha remitido a las Cortes. Esperamos que pronto la tengamos aquí
en el Senado para poder debatirla.
Deseo también solicitarle el código ético que se ha
firmado O que se va a firmar entre periodistas, según nos
comentó la Directora del Instituto de la Mujer, con la que
tengo la suerte de compartir los trabajos de la Comisión
Mixta de la Mujer.
Y no sólo eso, sino que también le agradecería que nos
comentase qué se piensa en el Instituto de la Mujer, dependiente de su Ministerio, sobre la imagen y sobre los
contenidos sexistas de la mujer en la publicidad, sobre
todo en lo que se refiere a los trabajos realizados y a los
que se están llevando a cabo sobre la imagen de la mujer
en programas de televisión.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senadora Agüero.
Por el Grupo Parlamentario Socialista, tiene la palabra
el Senador Ardaiz.
El señor ARDAIZ EGÜÉS: Gracias, señora Presidenta.
En nombre del Grupo Parlamentario Socialista quiero
agradecer no sólo la presencia como primera comparecencia de la Ministra de Asuntos Sociales en esta Comisión, sino también el contenido de la exposición -aparte
de la brevedad a la que se ha referido algún otro colegacon el que, al menos a mi juicio, ha sabido centrar la
cuestión en los términos que esencialmente pretendemos
analizar en esta Comisión, y que son los relativos a los
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14 DE FEBRERO DE 1994
dos tipos de protección que requieren los menores en
cuanto a los contenidos televisivos.
El primero de ellos es aquel que se refiere a la agresión
que pueden sufrir con los contenidos de determinados
programas o con su emisión en ciertas bandas horarias.
De todos modos, es difícil saber la incidencia que tienen
en los niños por cuanto que la perspectiva desde la que
podemos trabajar tiene en cuenta, aun sin quererlo, la
moral que cada uno de nosotros tiene. A mí me ha parecido interesante que la señora Ministra centrara la cuestión
desde el punto de vista de los valores constitucionales
que nos son comunes a todos los presentes.
En segundo lugar -y también nos parece algo fundamental- está la cuestión relativa a la posible confrontación que a veces se da entre la libertad de expresión y la
utilización o manipulación de los nombres, de las imágenes de los niños. Nosotros pensamos -y por eso nos ha
parecido muy sensato que se intente ponerlo de manifiesto a través de una ley que la señora Ministra nos ha
adelantado que está en la fase de borrador- que cuando el
derecho fundamental a la libertad de expresión, choca
con el derecho a la intimidad, a la imagen, al honor de un
niño, si bien la doctrina jurisprudencia1 ha puesto a veces
de manifiesto que, cuando de quien se habla es de un
personaje público, el derecho a la intimidad puede ceder
-y algunas sentencias así lo demuestran- frente al de la
libertad de expresión, creemos que, efectivamente, en el
caso de los niños, nunca puede ceder el derecho a la
intimidad frente al de la libertad de expresión, sino que
debe ser al contrario: el derecho a la libertad de expresión
debe ceder frente al derecho de la privacidad de los niños. Por eso nos congratulamos de que tenga el borrador
en el Ministerio, y le ayudaríamos en lo que de nosotros
dependiese, a través de esta Comisión o de las tareas que
se hacen en general, a que pudiera traerlo al Parlamento
cuanto antes.
Yo se que estamos ante un problema que tiene difícil
solución por cuanto que, según dicen normalmente, el
mercado suele asignar bien los recursos, pero en este caso
no sucede así con las dos partes esenciales que concurren
en el mercado: el oferente del producto y su adquirente.
En esta ocasión no se da ese paralelismo entre el que
ofrece el producto televisivo y el usuario, sino que en
todo caso se da entre el que ofrece el producto televisivo
y los anunciantes, siendo los espectadores una mera «fatio» que ayuda a determinar en qué programa hay que
invertir en publicidad y en cuál no.
Muchas gracias, señora Presidenta.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Ardaiz.
Tiene la palabra la señora Ministra de Asuntos Sociales.
La señora MINISTRA DE ASUNTOS SOCIALES (Alberdi Alonso): Muchas gracias.
Voy a empezar contestando al planteamiento del Senador del PNV.
Ha hablado de la diferencia entre televisión pública
estatal y televisión privada. Desea saber qué fórmulas
COMISIONFS.-NÚM.
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podemos encontrar para hacer que esas sanciones sean
efectivas en el caso de que se incurra en una conducta que
sea objeto de estas sanciones, de acuerdo con la normativa vigente. También me pregunta sobre cómo se distingue entre unas u otras.
Desde luego, lo que sí es importante en esta trasposición de la Directiva es que el capítulo V entero establece
el régimen sancionador, y el artículo 19 se refiere a las
infracciones y sanciones. Entonces, en cualquier violación reiterada de las obligaciones y prohibiciones que
impone la ley en sus capítulos 11,111 y IV -y el IV es el que
se refiere a la protección de los menores en los dos áinbitos a los que he aludido de la publicidad y de la protección frente a la programación- se entenderá que será de
aplicación la normativa prevista en la Ley 10/1988 de 13
de mayo, en el artículo 25 de esa Ley de Televisión privada. Y dice: ...excepto la sanción de extinción de la concesión. Las sanciones previstas en la Ley 10/1988 -probablemente si alguno de ustedes ha estado en contacto con
las cuestiones referentes a la normativa televisiva las conoce- son como las que siempre se establecen en los
ámbitos administrativos: faltas leves, graves, y muy graves. Las leves tienen sanciones pecuniarias de 500.000 a
2 millones de pesetas, las graves de 2 a 15 millones y las
muy graves de 15 millones a 50 millones. Normalmente,
las sanciones pecuniarias en los medios de difusión, tanto en revistas como en semanarios o en televisión, hacen
que a veces les compense más la emisión de un producto
porque les produce un ingreso superior -bien sea por la
publicidad o por cualquier otra razón- que lo que representa la sanción. En cambio, lo que verdaderamente sí
que les puede hacer más daño es la suspensión, y en la
Ley 10/1988 está prevista la suspensión de hasta quince
días o extinción de la concesión. Sin embargo, en la Cey
que trasponemos, se exceptúa la sanción de extinción de
la concesión. Sin duda alguna, ha debido de ser una de las
presiones que han ejercido las cadenas privadas porque,
sobre todo con la publicidad, ha habido muchas controversias y discusiones. Hace tres o cuatro días, salía la
noticia de que en otros países se están planteando un
código de autorregulación que han establecido las cadenas televisivas en Estados Unidos, sin intervención administrativa. Las propias cadenas televisivas se han reunido para buscar soluciones a los contenidos violentos y
agresivos en sus programaciones. No sé hasta dónde se
llegará. Confío poco en esas autorregulaciones, sobre todo, como he dicho antes, por los efectos que hasta ahora
han tenido. Sin embargo, desde la administración Clinton se ha dicho que se está estudiando la posibilidad de
desarrollar normativas que prevean la extinción de la
concesión. Es decir, el aparato del Estado tiene en su
mano resortes si quiere actuar. N o creo que tengamos
que llegar a tanto, pero si combinamos la toma de conciencia social sobre este tema con la aplicación rigurosa
de las medidas que están en vigor, creo que podremos ir
avanzando. Los trabajos y las conclusiones de esta Comisión creo que podrán ser de una gran utilidad. Por otra
parte, el de la extinción de la concesión también es un
tema clave, como lo es, asimismo, el de las multas, que en
.
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algunos casos pueden llegar a ser de 50 millones de pesetas. Normalmente esto se resuelve en el Ministerio de
Obras Públicas, pero cuando la falta es muy grave, sobre
todo en el caso de suspensión de la concesión, tiene que
ser resuelto por el Consejo de Ministros.
El Senador ha aludido también a la publicidad en horas
normales -a la que yo también me he referido-, a cómo
puede haber ese tipo de publicidad, publicidad que quizá
no se considera como tal ya que consiste en que la propia
cadena anuncia los contenidos que va a emitir por la
noche, con lo cual no es publicidad que afecte específicamente a un sector social. Creo que hay que hacer hincapié en esto; quizá deba ser investigado por el Ministerio
Fiscal y por los propios jueces para que se pueda llevar a
cabo incluso una suspensión en este tipo de actuaciones.
En algunas cadenas esto es verdaderamente llamativo y
se emite a horas como las siete u ocho de la tarde, con lo
cual no están cumpliendo con la banda horaria que tenemos establecida en la trasposición de la Directiva que
marca u n horario que va de las veintidós horas a las seis.
ni tampoco cumplen con el aviso acústico o de cualquier
otro tipo que indique que esa programación es negativa
para los menores.
Con respecto al planteamiento de Convergencia i
Unió, este Grupo también plantea el problema televisión
pública o televisión privada. Quiero hacer a este respecto
una pequeña mención en cuanto a que la televisión pública tiene verdaderamente unas obligaciones superiores a
la televisión privada en el sentido de que, aunque todas
tienen que cumplir la Constitución, las leyes y las normas
de convivencia que todos nos hemos dado, sin embargo,
la tclcvisión pública tiene una obligación mucho mayor
de desarrollar contenidos educativos y de valoración de
la solidaridad y de la convivencia. por lo que dicha televisión tendría que elaborar una programación mucho más
acorde con esos objetivos. Sin embargo, debido a esa
competencia tremenda que están viviendo la televisión
pública y la privada en los Últimos años, competencia
que ha derivado también en esos contenidos morbosos
que Iia mencionado la Senadora del Grupo Popular y en
los que se utilizan a veces de una forma degradante las
imágenes de las personas, Televisión Española ha entrado en una programación que no es propia de una televisión pública y que, además, contradice un poco los objetivos que debe tener una programación pública. De todos
modos, creo que sí hay una mayor responsabilidad por
parte de la televisión pública en cuanto a contenidos
televisivos, sobre todo en lo q u e se refire a tratamiento de
menores, dc adolescentes y también de mujeres, a los que
luego me refcrire: temas en los que tiene mayor obligación de tratar como es debido que la que puedan tener las
cadenas privadas, aunque estas últimas también tienen
quc cumplir con la ley. De otra parte, ya hemos visto
cómo Televisión Española ha desarrollado contenidos
que nunca hubiera desarrollado hace cinco o seis años,
me refiero. por ejemplo. a los llamados «culebrones» de
después de comer. Televisión Española hace ocho o diez
años no tenía esos contenidos. desde luego. pero cuando
empezó la competencia con las cadenas privadas entró en
COMISIONES.-NÚM.
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unos contenidos que nos llamaban la atención, aunque
ahora la cosa ha ido mucho más allá. Ya no se trata tan
sólo de esos «culebrones» que desarrollaban una imagen
de la mujer, los menores o los jóvenes totalmente inadecuada desde el punto de vista de lo que deben ser los
objetivos de una educación y de una promoción de valores mejores para la convivencia, sino que ahora esta televisión pública ha dado un salto mayor que nos ha llevado
a otro tipo de programaciones: los weality shows» o la
utilización inadecuada de imágenes de menores con motivo de hechos delictivos de los que son autores o víctimas en la mayoría de los casos. Creo que tenemos una
obligación importante en relación con todo esto. Además, esta Comisión puede realizar una gran labor marcando las líneas de lo que pueda ser una actuación en el
futuro en esa función educativa a la que también se ha
referido el Senador.
En lo que se refiere al aparato jurídico-administrativo,
lo cierto es que lo tenemos; lo que hay que lograr es que
funcione. Otra cosa es que vayamos hacia alternativas de
futuro -como he dicho antes- concretando nuevas normas jurídicas que nos sirvan de apoyo, pero hoy también
tenemos normas jurídicas: tenemos la Constitución, tenemos a los fiscales, tenemos a los jueces y tenemos también la Ley 10/1988, de Sanciones Administrativas de
Televisión Española, de 3 de marzo. Por tanto, instrumentos tenemos, pero deberíamos utilizarlos mucho
más.
En cuando a qué podemos hacer hoy sin las modificaciones legales, quiero decir que podemos actuar con mayor rigor y que también tenemos el reto de esta Comisión
que puede proporcionar muchos caminos y que puede
abrir muchos cauces.
Paso a referirme al planteamiento de la Senadora del
Grupo Popular. Es evidente que estamos tratando de un
asunto social de los más importantes, ya que se trata de
nuestras futuras generaciones que son el futuro de la
sociedad. Los jóvenes y los menores constituyen el futuro, y si nosotros no nos ocupamos como responsables
políticos, como responsables públicos del futuro de esas
generaciones, seremos responsables de no haber desarrollado y primado lo mejor de esos seres humanos, ello
siempre en la medida de unas posibilidades. En todo ese
proceso juegan un papel fundamental las imágenes y los
contenidos televisivos. En otros tiempos la escuela, la
formación en la familia eran las que iban conformando al
ser humano y las que le iban induciendo a unos principios y a unos valores éticos. Sin embargo, hoy los niños,
por razones sociales -que serían muy interesantes de anglizar-, por razones que han ido transformando la saciedad, están frente a la televisión muchísimo más tiempo
que antes, por lo que uno de los factores clave en la
educación de las nuevas generaciones es la televisión,
mucho más que lo pueda ser la escuela o incluso la propia
familia. De ahí que tengamos una obligación mucho mayor de incidir en este terreno.
La Senadora se ha referido también a la degradación
televisiva. Todos lo estamos viendo; esto no es privativo
de España, sino que se trata de un fenómeno a nivel
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internacional. Como ya he comentado, en otros países ya
se están planteando actuaciones que impidan continuar
en esta línea.
La señora Senadora me ha planteado los contenidos
televisivos en cuanto a la tercera edad y la mujer. Quizá
se deba a un pequeño error nuestro, como Ministerio de
Asuntos Sociales, y hemos entendido que hoy debatíamos únicamente el tema relativo a los menores, pero,
efectivamente, el título de la Comisión es concretamente
el de Comisión Especial sobre Contenidos Televisivos,
como decía la Senadora, y no se menciona que se hayan
de tratar temas en exclusiva sobre menores. Es decir, en
esta Comisión se puede tratar una gama de temas impresionante, pero en ese caso no podría haber empleado tan
sólo media hora.
La señora PRESIDENTA: La volveremos a llamar en
otra ocasión para que pueda desarrollar esos temas.
La señora MINISTRA DE ASUNTOS SOCIALES (AL
berdi Alonso): Si hoy hubiera tenido que tratar también
los contenidos en relación con las mujeres, los contenidos
sexistas, los que están relacionados con la tercera edad y
todo lo que se refiere al tratamiento de la sociedad en su
conjunto, repito que hubiera necesitado más tiempo ya
que todo ello es de una importancia extraordinaria.
Con respecto a la tercera edad, creo que el tratamiento
televisivo en principo es correcto. No tengo conocimiento de que existan quejas por parte de las asociaciones en
este sentido -que en esta tema nos proporcionan una
visión muy real de lo que sucede-, ni de que existan
tampoco quejas individuales. Sin embargo, sí tenemos
bastantes demandas con respecto a las personas con minusvalías, lo que consideramos algo muy importante. La
cuestión de la supresión de barreras arquitectónicas tiene
gran importancia, pero tambien la tiene el tratamiento
televisivo referido a los minusválidos.
Aprovechando que estamos ampliando el abanico que
tenía previsto, mencionaré que tenemos muchas demandas por parte de las minorías étnicas y concretamente de
la minoría gitana, cuestión también dependiente del Ministerio de Asuntos Sociales. En cuanto a esto prodríamos aportar -si no es a través de una comparecencia, sí
por escrito- todas las conclusiones de un encuentro que
tuvo lugar en Cáceres en el mes de diciembre, encuentro
que, precisamente, dio lugar a que elaboráramos un documento de autorregulación, en este caso con las Comunidades Autónomas, documento que está en trámite, que
hemos remitido a todas las Comunidades y que, si les
parece oportuno, remitiremos también a esta Cámara
para que sus señorías lo conozcan. Se refiere a ese tratamiento que a veces se produce en los medios de comunicación al dar una noticia o en un informativo cuando,
por ejemplo, se dice: «tal persona ha delinquido y es
gitanos. Este es un ejemplo un poco burdo, pero se dan
otros casos más representativos aún que ellos nos han
hecho llegar después de valorarlos en los que creo que
aducen unas legítimas razones. En ese sentido, tendríamos que cuidar el tratamiento de la información.
COMISIONES.-NÚM.
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Con respecto a los contenidos sexistas, se trata de un
tema muy amplio y fundamental en una sociedad democrática. Los contenidos sexistas en la sociedad, por tanto
en la televisión, son el resultado de una sociedad sexista
que ha estado dividida en función del sexo, una sociedad
que ha atribuido a hombres y a mujeres distintos papeles,
distintas oportunidades en la vida y distinto trato por el
mero hecho de que sea hombre o mujer. Vamos avanzando en una sociedad que, al menos, permite esa igualdad
de oportunidades, esa posibilidad de igualdad entre hombre y mujer, pero es una sociedad en la que todavía
permanecen los fantasmas de siglos atrás, donde permanecen todos los prejuicios contra las mujeres como colectivo y la utilización del estereotipo sexual de la mujer.
Además, tiene atractivo para la audiencia; es decir, igual
que te dicen los técnicos que las imágenes de menores
tienen atractivo y enganche con la audiencia, el tema de
las mujeres lo tiene también, &igual que la utilización de
la mujer como estereotipo sexual, de ahí que los publicistas lo utilicen al máximo y que los medios de difusión
utilicen la imagen de las mujeres porque tiene gancho,
tiene tirón, pero eso no se puede permitir. Es decir, esa
rivalidad que hay con respecto a Ia utilización de la mujer
tiene una razón de ser en la competencia que están viviendo las cadenas televisivas, y la utilización que se hace
es verdaderamente lamentable.
Le tengo que decir, porque creo que es muy importante, que en el segundo Plan de oportunidades de las mujeres, que se aprobó en febrero del año pasado por el Consejo de Ministros, hay una enorme gama de acciones que
tenemos que desarrollar con respecto a las mujeres para
obtener esa igualdad de trato y de oportunidades. Desde
que hemos llegado al Ministerio, nosotros hemos destacado tres aspectos: el empleo, el acceso de la mujer al
trabajo; la imagen y el acceso a los puestos de responsabilidad. Por tanto, hemos destacado como uno de los objetivos prioritarios del Ministerio de Asuntos Sociales el
tratamiento de la imagen de la mujer desde la dignidad
que hoy, a través de su reconocimento en los textos constitucionales y en las normas fundamentales, tiene derecho a exigir. Ahí entramos en el problema del tratamiento de la mujer como noticia y en la publicidad. Ya hemos
tenido algunos éxitos en medios periodísticos. Hemos
conseguido que se retire un anuncio de Seat, en el que
había un tratamiento degradante de la mujer ya que era
un estereotipo sexual, y con una reacción muy loable por
parte de la compañía Seat. También hemos conseguido,
junto con la presión que han ejercido numerosas mujeres
y otros institutos de la mujer, que se retire un anuncio
poco respetuoso con la imagen de la mujer, con la maternidad, que incitaba a la violencia sexual, que era el de «el
gran musical» del diario «El País».
Y o creo que sí hemos conseguido alertar a la sociedad
sobre la importancia de este asunto, y nosotras, desde el
Instituto de la Mujer, tenemos la opción de requerir a las
empresas que actúen en esta línea para que suspendan la
publicidad que consideramos ilícita; bien ilícita por discriminatoria de una forma manifiesta, o bien ilícita por
discriminatoria de una forma subliminal, que existen
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muchas. De todas formas, para cualquier ampliación -y
tenemos muchísimos trabajos al respecto- que quiera la
Comisión en lo que se refiere a los contenidos sexistas en
la publicidad e imagen de la mujer en los medios de
comunicación, en los contenidos televisivos, estamos a
disposición de esta Comisión para facilitar todo tipo de
documentación.
La Senadora también se ha referido a la ley del menor.
Me pregunta que cuándo se va a presentar. Estamos en
ello. Es una de las prioridades del Departamento y yo
creo que podremos cumplir con ese compromiso, que ya
asumí en mi primera comparecencia en el Congreso de
los Diputados ante la Comisión de Empleo y Asuntos
Sociales en el pasado mes de noviembre.
También se ha referido a algo que yo he mencionado, y
es que lo que no hagan la voluntad y la autorregulación,
lo hagan las normas coercitivas. Efectivamente, yo confío
mucho en la toma de conciencia social a través del compromiso que podemos transmitir a todos los interlocutores sociales, a los medios de difusión, a los jueces, a la
sociedad en su conjunto. Conseguimos mucho persuadiendo, con la fuerza de la razón, pero esa persuasión
tiene que estar apoyada en normas jurídicas de obligado
cumplimiento, y lo hemos visto en un tema al que acabo
de referirme, el de la mujer. Si el tema de la mujer no lo
hubiéramos apoyado con normas jurídicas de obligado
cumplimiento, todavía estaríamos tratando de persuadir
a la sociedad sobre la justicia de nuestros planteamientos. Lo mismo cabe decir aquí. Tenemos que persuadir,
pero también tenemos que regular con normas de obligado cumplimiento.
Siempre se nos ha dicho, tanto en el tema de la mujer
como en el de los menores, que se ha defendido la libertad de expresión. Recientemente a un director de un
programa televisivo le han suspendido la emisión de un
programa y ha dicho que el juez había atentado contra su
libertad de expresión. Al tener una sociedad democrática
como algo tan básico y tan elemental la libertad de expresión, por la que hemos luchado tantos años y que es
básica en una sociedad que se diga democrática, y la
nuestra lo es, ese argumento de la libertad de expresión
ha servido a muchos para romper o tirar por tierra lo que
podían ser los argumentos de los límites a la libertad de
expresión, cuando en la propia Constitución y en todas
las constituciones democráticas del mundo se expresan
claramente y de una forma contundente esos límites. Y
uno de los límites que está claramente establecido es el de
los derechos de los grupos mas vulnerables, en este caso
menores y adolescentes.
La Senadora también ha preguntado si son necesarios
los grupos de seguimiento. Y o creo que sí. Esta Comisión
realiza un trabajo de seguimiento de lo que se está haciendo y de las alternativas de futuro. A mí me parece
muy importante que se trabaje en la línea de verificar por
parte de los grupos de seguimiento y en el cumplimiento
de las normativas vigentes, si se cumplen o no y por qué
no se cumplen. Todo eso puede y debe realizarse a través
de una comisión de estas características.
Por último. quiero contestar al Senador del PSOE, a
COMISIONES.-NÚM.
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quien agradezco que coincida con el planteamiento de
que hemos centrado la cuestión en los dos tipos de protección. Efectivamente, yo creo que es muy importante
ver esa agresión que pueden sufrir los menores y ver el
ámbito de confrontación al que me acabo de referir, la
libertad de expresión y los límites que esa libertad de
expresión puede tener cuando se manipula y se utiliza la
imagen de los menores.
En cuanto al borrador de la ley del menor, le digo lo
mismo que he contestado a la Senadora. Estamos trabajando activamente en ello, con un compromiso importante y como una de las prioridades del Ministerio de
Asuntos Sociales.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señora Ministra.
Voy a dar un segundo turno, porque tenemos mas
tiempo del que había previsto.
Quiero referirme brevemente a los problemas que se
han suscitado a raíz de la intervención de la portavoz del
Grupo Parlamentario Popular. Tanto el tema de la mujer
como el de la tercera edad, el de los minusválidos y de las
minorías étnicas son temas que tendremos que tratar en
esta Comisión extensamente, tanto con respecto a las
acciones que la televisión puede llevar a cabo en ese
sentido, en el de recuperar la dignidad de los grupos mas
desprotegidos y vulnerables, como en el de la imagen que
de todos esos grupos está dando la televisión. Le doy las
gracias a la señora Ministra por la disponibilidad de su
Ministerio y seguramente volveremos a requerir su comparecencia o la de algún cargo del Ministerio para hablar
de estos asuntos.
Pasamos a un segundo turno de portavoces o de algún
Senador que a título individual quiera intervenir.
Por el Grupo Parlamentario Catalán en el Senado de
Convergkncia i Unió, tiene la palabra el señor Codina.
El señor CODINA 1 CASTILLO: Gracias, señora Presidenta.
Señora Ministra, si en mi primera intervención le he
agradecido su comparecencia y su disponibilidad, en esta
segunda tengo que hacerlo, si cabe, con mayor énfasis,
porque su exposición me ha parecido muy buena y con
una responsabilidad importante de destacar.
Déjeme, de todas maneras, que haga un par de comentarios breves. Usted decía que hay una legalidad vigente,
que hay que aplicarla, que hay medios para ello -esta el
fiscal- y que hay que sensibilizar a la sociedad en general
para que haga esto. Debería ser así, porque no en vano
llevamos mucho tiempo soportando algunos programas
televisivos y casi nadie se ha movido en la forma que
podía hacerlo. Vamos a ver si desde la publicidad de esta
Comisión nos animamos todos en general y aplicamos
aquello que ya tenemos hoy como medio para poder
ejercer.
Ha reconocido, en la línea en que yo he hecho mi
primera intervención, que hay que distiguir entre la televisión pública y la privada, pero ha dicho algo que me ha
12 14 DE FEBRERO DE 1994
dejado un poco preocupado, señora Ministra. Usted ha
dicho que las televisiones privadas habían conseguido, a
través de su propia presión, que no pudiera llegarse a la
rescisión de la concesión administrativa de la que disponen; sí a las medidas económicas y a las multas que se
puedan ir aplicando según la falta sea leve, grave o muy
grave. En cambio, ha dejado muy claro que en ningún
caso se podía llegar a la extinción de la concesión. Es un
elemento que esta ahí y que hay que tener en cuenta.
Para terminar, me quiero corresponsabilizar, como
usuario y como padre, de algo que se ha dicho a lo largo
de la mañana, y es que son muchas las horas que nuestras
hijas e hijos pasan viendo la televisión. Alguna responsabilidad tendremos los padres en dejar que vean tanta
televisión. No sólo nos debemos preocupar desde aquí de
que los contenidos televisivos sean los que más convienen, sino que debemos responsabilizarnos como padres.
En este sentido lo digo y desde una cierta culpabilidad, ya
que no en vano soy padre de cinco hijas y alguna responsabilidad tendré en que ellas vean más o menos televisión. Por tanto, esta complicidad de la sociedad en general debería empezar por nosotros, y lo digo por mí mismo. Pienso que va a costar concienciar a toda la sociedad, sobre todo cuando los que debemos hacerlo, y entre
ellos yo, quizá no nos hemos preocupado lo suficiente.
Gracias, señora Ministra, señora Presidenta.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Codina.
Por el Grupo Parlamentario Popular, tiene la palabra
la Senadora Agüero.
La señora AGÜERO RUANO: Gracias, señora Presidenta.
Vamos a hacer dos preguntas a la señora Ministra. Si
me lo permite la señora Presidenta, yo voy a hacer una y
el Senador Agramunt hará la otra.
Señora Ministra, yo no quiero comprometerla a usted,
porque la verdad es que estoy de acuerdo con muchas de
las cosas que ha dicho en su intervención, pero sí quiero
hacerle una pregunta: LQué tienen que hacer mal las televisiones para que puedan ser sancionadas por algún programa en el que se haya herido la intimidad, la imagen y
el honor, como, por ejemplo, en el caso de las niñas de
Alcásser o en el famoso caso Urquijo?
Usted ha dicho que tenemos normas jurídicas-administrativas de obligado cumplimiento, pero que no funcionan. ¿Qué ha pasado para que nadie pueda sancionar,
ya no con multa, sino mediante alguna nota de reproche
ante casos como los que he puesto de ejemplo porque son
los primeros que se me han ocurrido?
Nada más y muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: El Senador Agramunt tiene
la palabra.
El señor AGRAMUNT FONT DE MORA: Muchas
gracias, señora Presidenta.
Señora Ministra, voy a hacerle una pregunta que es
más que una curiosidad, compartiendo además esa gran
COMISIONES-NÚM.
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responsabilidad que los padres tenemos con nuestros hijos: ¿Por qué razón en ninguna cadena de televisión se
emite al principio o en el anuncio de las películas, las
series, las telenovelas y demás programación ningún tipo
de calificación, como existe en el cine? Las películas de
cine están previamente clasificadas, y son para menores,
para mayores de 16 años, para mayores de 13, para menores acompañados o para todos los públicos. Sin embargo, en televisión no se advierte nunca la clasificación, y
yo creo que sería muy sencillo hacerlo, ya que se hace
para el cine. Pregunto, por tanto, si no hay ninguna norma, si sería difícil establecerla o muy sencillo, que es lo
que yo creo. Y , en último caso, si está previsto regular
alguna cuestión de este tipo en la ley de la infancia que se
está preparando.
Aunque no creo que esto resolviera los problemas, al
menos seguramente nos ayudaria a los padres a tener una
excusa para impedir la presión de los niños cuando se
empeñan en ver, pese a todo, estos programas de televisión.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Agramunt.
Por el Grupo Socialista han pedido La palabra el Senador Ardaiz, el Senador Arévalo y la Senadora Tesoro.
El Senador Ardaiz tiene la palabra.
El señor ARDAIZ EGÜÉS: Gracias, señora Presidenta.
No voy a hacer ninguna pregunta a la señora Ministra,
sino que intervengo solamente para.distanciarme de esa
pregunta-propuesta que ha hecho la portavoz del Grupo
Popular en cuanto a que se haga lo que haya de hacerse en
el ámbito civil respecto a los dos casos que ha citado.
Quiero poner de manifiesto que, al menos desde mi Grupo Parlamentario, no tenemos ninguna intención de hacer en esta Comisión nada que se parezca ni de lejos a la
censura.
Muchas gracias.
La sefiora PRESIDENTA: Gracias, Senador Ardaiz.
El Senador Arévalo tiene la palabra.
El señor ARÉVALO SANTIAGO: Muchas gracias, señora Presidenta.
Como se han tratado tantísimas cosas en esta comparecencia, que realmente parecía que era ya una relación
completa de todo lo que se ha de tratar a lo largo de la
Comisión, me voy a limitar a un cispecto que me parece
que es el primero en el tratamiento de la Comisión: la
libertad de expresión que se alega, como ha dicho la
Ministra, como arma arrojadiza para justificarlo todo, y
las resistencias que, naturalmente, se producen como
consecuencia de la defensa de una libertad de expresión
no limitada.
El derecho a la intimidad y el derecho a la dignidad de
las personas son tan importantes como el derecho a la
libertad de expresión. Probablemente, lo primero que
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haya que hacer es señalar con claridad los límites -la
Ministra también ha hecho referencia a los límites- entre
el derecho a la libcrtad de expresión y los demás derechos; el derecho a la intimidad y el derecho a la dignidad.
Hay que contar también con que se van a producir unas
constantes protestas. Y o ruego a la señora Ministra que
nos diga si el Gobierno ha recibido presiones cada vez
que, alegando el derecho a la libertad de expresión, se ha
intentado poner coto a abusos que se han producido en
programas televisivos, también en anuncios y en publicidad, pero sobre todo en los programas televisivos, ya que
hay que entender las cosas en sus justos términos y no
atemorizarse porque se quiera alegar un derecho tan fundamental como la libertad de expresión y el derecho a la
información, que es, en definitiva, un derecho de los
ciudadanos y no sólo dcl informador. Habrá que encontrar la forma de que, sin ninguna censura, como acaba de
decir el portavoz del Grupo Socialista, y sin ningún remedio que impida todas las libertades, se tenga la garantía
dc conseguir, también con el autocontrol, los objetivos
que se pretcndcn con la libertad y con el derecho.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Arévalo.
La Senadora Tesoro tiene la palabra.
La señora TESORO AMATE: Muchas gracias, señora
Presidenta.
Señora Ministra, parece que hay un acuerdo generalizado en esta Comisión, por supuesto, y en el Pleno del
Scnado que aprobó la constitución de esta Comisión para
cl estudio de los contenidos televisivos, y en el tema que
nos ocupa hoy sobre los menores parece que también hay
un acuerdo generalizado de que no nos gustan los programas dirigidos a los menores ni cómo son éstos tratados en
esos programas. En cso, en principio. parece que estamos
de acucrdo, pero para que algo cambie en la utilización
de los menores y en los contenidos tclevisivos hacen falta
varios rcquisitos: que cambie la legislación, que la Administración tenga una potestad sancionadora, pero tambien que cambien las tnentalidadcs de los ciudadanos; es
dccir. es necesario quc se den unos cambios importantes,
entrc ellos. que tengan los ciudadanos cauces de participación para dcinostrar su desacuerdo con ciertos contenidos televisivos. Aycr inisino tenían conocimientalos
ciudadanos dc unos teléfonos de su Ministerio. del Instituto de la Mujer, cn los que se puede denunciar cualquier
maltrato y cualquier contenido en medios de comunicación. cn anuncios de publicidad. etcétera, que sean vejatorios o humillantes para las mujeres.
Han cambiado las leyes y la Administración tiene potestad sancionadora, pero nos preguntanlos si no sería
posible, aparte de que. por supuesto. la Administración
intervenga cada vez que tenga argumentos en cuanto a
que se conculcan los derechos del menor en los contenidos televisivos, establecer un cauce de participación de
los ciudadanos para que manifestemos de modo fehaciente nuestro malestar y disconformidad con la utilización de los niños en la publicidad y en los contenidos de
COMISIONES.-NÚM.
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la televisión. Recuerdo el caso del Duque de Feria, en el
que había niños involucrados, y todavía no conozco ningún medio de comunicación que haya sido sancionado
por la utilización de una niña que era víctima y objeto
pasivo de la comisión de aquel delito, cuya imagen fue
publicitada una y mil veces, lo que en otros paises quizá
no hubiera sucedido.
Nada más y muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senadora Tesoro.
Doy una última palabra la Senadora Agüero, que ha
vuelto a pedirla. Si alguien más quiere intervenir, que
pida la palabra ahora, y luego daremos la palabra a la
señora Ministra.
La Senadora Agüero tiene la palabra.
a
La señora AGÜERO RUANO: Muchas gracias, señora
Presidenta.
No quiero entrar en debate con lo que voy a decir en
este momento. Supongo que la señora Ministra habrá
entendido claramente mi pregunta -si no, la repito- en el
sentido de que mi Grupo Parlamentario no ha pretendido jamás hacer censura de ningún programa. Quiero explicarlo bien, porque siempre surgen problemas de comprensión entre el portavoz socialista y esta portavoz.
Vuelvo a manifestar que mi Grupo jamás ha dicho ni
jamás dirá que se retire un programa de televisión. Siempre hemos dicho que la ética, la estética del programa, la
educación y el estilo tienen mucho que ver en la idea de
que se pueden compaginar perfectamente la libertad de
expresión, la libertad de información y todo lo que se ha
dicho en esta Comisión.
Nada más y muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias.
La señora Ministra tiene la palabra.
La señora MINISTRA DE ASUNTOS SOCIALES (Alberdi Alonso): Muchas gracias.
En primer lugar, responderé al Senador Codina, de
Convergencia i Unió.
Efectivamente, los medios que tenemos no son tan
importantes como los que vamos a tener una vez traspuesta la Directiva, porque ya se refiere específicamente
a esta protección de los menores en el ámbito de la publicidad y en el ámbito de la programación; y también a la
protección de los demás grupos, porque alude claramente
a cualquier discriminación, desprecio o ausencia de dignidad en grupos, bien sea por razón de raza, sexo, religión, nacionalidad, opinión o cualquiera otra circunstancia personal o social, es decir, reproduce el artículo 14 de
ia ConstitUción. Con este instrumento vamos a tener muchas más posibilidades que con los que podamos tener
ahora.
Pero sí hay que tener en cuenta -y con esto respondo a
otros planteamientos que se han hecho- que tenemos los
instrumentos civiles y penales. Tenemos la acción que
puede y debe entablar el Ministerio Fiscal, que desde la
Circular 2/93 esta entablando, y en ocasiones ha solicita-
14 -
14 DE FEBRERO DE 1994
do la suspensión cautelar de la emisión de una actuación,
siendo ésta suspendida por el juez. Es decir, que tenemos
instrumentos jurídicos que están en el Código Penal y en
el Código Civil, sobre todo en el Código Civil -porque en
este último caso se realizó en un Juzgado de Primera
Instancia, el número 28 de Familia de Madrid-, aplicando la Ley de desarrollo del articulo 18 de la Constitución,
en cuanto a la intimidad, y las normas de protección de
menores del Código Civil. Es decir, que los nstrumentos
se tienen. Ahora bien, normalmente, La través de quién
puede ser más efectiva esa actuación? A través del fiscal
y del juez. Precisamente una de las funciones del fiscal es
actuar en defensa de los menores, y esa defensa puede ser
de tipo penal y también de tipo civil, y puede ser de
actuación previa, solicitando del juez la suspensión de un
programa como medida cautelar. Eso se ha hecho y se
debería hacer más a menudo, pero que nadie entienda
que eso es una censura, es cumplir con la función de
defensa de un grupo vulnerable que está recogida en la
Constitución y que, naturalmente, no pone en cuestión el
derecho básico a la libertad de expresión ni, como ha
dicho muy bien otro Senador, el derecho a la información, que es un derecho de los ciudadanos, el derecho a
recibir información veraz. Dejo aparte todo el debate
existente sobre el alcance de la información, si es veraz y
cuándo es veraz. Verdaderamente, no debe ser incompatible una cosa con otra. Hay muchos derechos fundamentales que entran en colisión con otros derechos fundamentales, y una labor muy importante es la de establecer
los límites y hacerlo claramente. Y o creo que están claramente establecidos en la Constitución y, como he dicho
al intervenir inicialmente, en la doctrina consolidada que
ha emanado de las sentencias del Tribunal Constitucional.
Aludía el Senador Codina a la responsabilidad de los
padres, al igual que el Senador del Grupo Parlamentario
Popular. Efectivamente, la responsabilidad de los padres
es enorme. Yo creo que los grupos de padres están trabajando, por lo menos los que yo conozco. Son asociaciones
de padres que han trabajado con el Ministerio de Educación el año pasado para el acuerdo de autorregulación
que están en el control de seguimiento. Es un grupo de
padres que está siguiendo la programación televisiva.
También hay otro grupo que está trabajando en relación
con la Dirección del Menor, que se está ocupando de este
tema. Es decir, que hay una enorme preocupación por
parte de los padres, pero los padres muchas veces no
tienen cauces para poder manifestar esa incomodidad o
esa situación, y no todos tienen tiempo para pertenecer a
una asociación y trabajar.
La Senadora doña Martirio Tesoro, del Grupo Parlamentario Socialista, ha aludido a un tema importante
como es el de abrir cauces de participación. En esa línea
tenemos abierto este teléfono y hay muchas posibilidades
de que se abran más caminos para facilitar esos cauces de
participación. Es decir, que los padres o los adultos,
cuando vean que existen situaciones de este tipo, puedan
ponerlo de relieve para que quede patente ese malestar,
bien sea con cartas a los periódicos o a través del teléfo-
COMISIONES.-NÚM.
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no. Todo eso coadyuva a crear esa opinión contraria a
determinados contenidos televisivos, así como también
ayuda a que las propias televisiones piensen que deben
modificar sus planteamientos y a que, naturalmente, desde los poderes públicos y la responsabilidad política se
aprueben leyes que apoyen estos planteamientos.
Con respecto a la pregunta de qué más tienen que hacer
las televisiones para que sean sancionadas, por ejemplo,
creo que el caso Urquijo se llegó a suspender, pero no
estoy segura. El caso de Alcasser tuvo una utilización tan
tremenda que hizo recapacitar a la sociedad sobre la
agresión tan extraordinaria que se había realizado sobre
esas niñas, su recuerdo y sobre sus familias; una explotación de los sentimientos humanos y un tratamiento indigno de lo que era una desgracia. Ahí se abrió un debate
importante en la sociedad, quizá ése fue el punto de
inflexión, porque creo recordar que el tema de las niñas
del Duque de Feria fue posterior.
Desde luego, confío muchísimo en la labor de jueces y
de fiscales, y creo que están en una línea muy positiva.
Tuve ocasión de reforzar ese planteamiento con motivo
del encuentro internacional de juristas que hubo en Madrid y que dio lugar a esa Declaración de los Principios
de Madrid, que también refuerza el planteamiento de los
límites a la libertad de expresión y al derecho a la información.
El Senador Agramunt se refería también, aparte de la
preocupación de los padres, a que pudiera haber una
advertencia previa, algo que pudiera servir a los propios
padres de justificación frente a los hijos como un argumento de autoridad, porque hoy en día cada vez más las
relaciones padres-hijos no son tan jerárquicas -y eso es
bueno- como eran antaño, y quizá haya que negociar
más con los hijos. Y o no tengo noticia de que esto exista,
pero lo que sí se dice en la normativa para el futuro de la
trasposición de la Directiva es que habrá que advertir
sobre el contenido por medios acústicos, Ópticos o de
ambas clases. Éste podría ser un camino -que queda
abierto a través de esta disposición- para que pudiera
haber en las televisiones un anuncio de qué tipo de películas se van a dar, si son o no aconsejables; en fin, un
calificativo para que los padres pudieran tener más capacidad para negar o convencer a los niños de que no deben
ver esas películas o esas programaciones.
En cuanto a la intervención del Senador del Grupo
Parlamentario Socialista, estoy totalmente de acuerdo en
que hay que trabajar en la línea de que todo lo que estamos planteando va en la dirección de que es un derecho
básico en la sociedad la libertad de expresión y el derecho
a la libre información. Es un derecho básico de la sociedad, pero tiene sus límites. Y muchas veces se ha utilizado, como decía otro Senador, este argumento -y yo he
aludido a ello- para, llegando a utilizaciones excesivas de
esa libertad de expresión, poder invadir los derechos de
otros grupos, especialmente de los grupos más vulnerables. El citado Senador ha aludido, naturalmente, a la
dignidad de las personas y a que nos conviene expresar
claramente los límites.
Por Último, quería referirme a la intervención de la
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Senadora doña Martirio Tesoro. Además del mencionado cauce de participación, también ha aludido al cambio
de mentalidad. Estamos todos de acuerdo en el objetivo,
estamos de acuerdo, incluso, en los instrumentos, porque
tenemos muchos: instrumentos de autorregulación, instrumentos normativos; es decir, tenemos que buscar todo
tipo de instrumentos, pero esos instrumentos van a tener
un objetivo que, desde luego, tiene que ser el cambio de
mentalidad. Ese cambio de mentalidad Lo conseguiremos
quizás con más lentitud que otras metas, porque reformar una ley o hacer una ley nueva es más rápido y más
fácil que cambiar la mentalidad. Pero sucesos tan graves
como los que han ocurrido en muchas ocasiones, como el
de Alcasser, por ejemplo, o el del duque de Feria, han
golpeado la conciencia de la sociedad y nos han hecho
sentir que teníamos que actuar. Prueba de ello es la creación de esta Comisión y, más aún, las dos proposiciones
no de ley que en el curso de los últimos meses se han
propuesto en el Congreso de los Diputados por el Grupo
de Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya la Última y
por el Grupo Parlamentario Popular la primera.
Muchas gracias, señora Presidenta.
La señora PRESIDENTA: Quiero agradecer a todos
los componentes de la Comisión su participación activa,
que enriquecerá mucho este debate si se animan los distintos miembros a participar personalmente. Quiero
agradecer también a la señora Ministra el detalle con que
ha contestado a todas las intervenciones y su evidente
entusiasmo en la defensa de los derechos sociales fundamentales.
Se suspende la sesión hasta la una. (Pausa.)
Sc. reanuda la sesión.
La señora PRESIDENTA: Vamos a continuar la sesión
para no retrasarnos más, aunque supongo que tiene que
llegar aún bastante gente.
- COMPARECENCIA DEL PRESIDENTE DEL CON-
SEJO GENERAL DE LA ABOGACíA. (7 l3/000087.)
La señora PRESIDENTA: Comparece ahora don Eugenio Gay. Presidente del Consejo General de la Abogacía y Decano del Colegio de Abogados de Barcelona. Su
presencia nos ha parecido sumamente interesante, no
sólo por su competencia en estos temas dada su trayectoria personal, sino porque también en los últimos meses se
ha manifestado, a propósito de algunos programas televisivos, acusándolos de juicios paralelos, con lo cual su
interés en la materia es especial.
El señor Gay tiene la palabra.
El señor PRESIDENTE DEL CONSEJO GENERAL
DE LA ABOGACíA (Gay Montalvo): Gracias, señora
Presidenta.
En primer lugar. agradezco muy sinceramente la invi-
COMISIONES.-NÚM.
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tación que el Senado me ha cursado para intervenir en
esta Comisión sobre contenidos televisivos.
La pregunta que me formularon en su momento sobre
los aspectos jurídicos que plantea el examen de la programación televisiva en relación con problemas tales como
la posible violación de derechos fundamentales y el conflicto entre la libertad de expresión y los derechos de
información y a la intimidad personal y familiar, así
como la protección de los menores es extremadamente
sugerente, aunque, por otra parte, difícil de abordar porque son muchos los temas que pueden entrar en colisión.
Pero hay algo que inmediatamente me animó a responder que sí, cuando la Presidenta de la Comisión me telefoneó, y era el poder hacer el examen o recorrido a través de los derechos fundamentales o de los derechos humanos.
Yo diría que en estos momentos estamos viviendo una
de las épocas más importantes de formulaciónjurídica de
los derechos fundamentales. El recorrido a través de la
historia ha sido difícil y larguísimo, pero siempre se ha
ido apuntando hacia esta meta que, afortunadamente,
llegó en un momento difícil de la historia de la humanidad, precisamente después de las dos guerras europeas.
Con la Declaración Universal de 1948 culminan las aspiraciones de todos los juristas de todos los tiempos y,
sobre todo, de los juristas que entienden el Derecho como norma reguladora de las conductas humanas. Dice el
profesor Teo Van Boven que hoy en día forman parte de
la conciencia jurídica internacional y que nadie en ningún país, absolutamente en ninguno, quiere separarse de
esa conciencia jurídica internacional, ni quiere ser tachado de violador de los derechos humanos. Y eso lo vemos
en hechos a veces tan curiosos como en las propias guerras, o en la situación que ocurre hoy día en los países de
la ex república de Yugoslavia donde nadie dice que está
violando los derechos fundamentales.
Pero les debo decir que me quedé enormemente impresionado la primera ocasión que tuve la oportunidad de
acudir en la Asamblea de Naciones Unidas a la Comisión
de Derechos Humanos. Presidía entonces la asamblea el
profesor Koajemanns, que había sido profesor mío en el
Instituto de Derecho Comparado y que hoy en día es el
Ministro de Asuntos Exteriores de los Países Bajos, y al
iniciar su discurso dijo: mientras nosotros nos reunimos
y yo pronuncio estas palabras, mueren diariamente de
hambre 40.000 niños en el mundo. Aquello me impresionó que se dijera desde la presidencia de la Comisión de
Derechos Humanos y desde entonces les he de decir que
el Derecho y mi profesión de abogado han tenido otro
sentido para mí y que la forma en que he estado observando y trabajando sin duda alguna tiene otras connotaciones muy diferentes a las que tenía en un principio.
Diría, sin embargo, que la característica de la profesión
de abogado que represento, y que algunos de ustedes
también comparten o han compartido, proviene de ese
apócope del latín, «ab auxilium vocatum», aquel que es
llamado en auxilio de otro, También la caracteriza la
defensa de los intereses jurídicos ajenos e igualmente se
caracteriza por la independencia de la profesión. Ésa es
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su garantía: la democracia, que es el marco, y la división
de poderes, que es la fuerza de la democracia.
La independencia de nuestra profesión es algo que nosotros hemos defendido de una forma total y absoluta y
debo decirles que nace en el año 550 antes de Cristo,
precisamente en la Atenas de Solón, donde se regula por
primera vez la profesión de abogado, y se regula de tal
forma que en aquella época solamente la podían ejercer
hombres libres, es decir, no podían ser ni mujeres, ni
personas dependientes, porque eso era precisamente lo
que caracterizaba al abogado en cuanto a preservar su
independencia. Por otra parte, era gratuita, porque si
mediaba un precio parecía que tampoco podía ser independiente el que ejercía dicha profesión. Sin embargo,
dejaban reservados a los abogados los cargos públicos,
cuando dejaban de ejercer como tales, porque decían:
¿quién mejor para defender los intereses de la colectividad que aquellos que han sabido defender los intereses de
los particulares? La elocuencia era considerada como un
don importantísimo, porque precisamente a partir de
ella se podían defender los intereses ajenos, los intereses
de otras personas.
La abogacía ha recorrido un largo camino, el largo
camino de la historia, íntimamente unido al desarrollo
de los pueblos y de las civilizaciones, y en democracia ha
sido donde realmente se ha desarrollado con mayor esplendor, tanto en Grecia, como después en Roma, como
en nuestros días. Les pondré a ustedes unos ejemplos
muy significativos y uno muy reciente: Alemania. Un
mismo país, una misma cultura y una misma lengua.
Antes de la caída del muro de Berlín presentaba la siguiente proporción: en Alemania occidental, 55.000 abogados; en Alemania oriental, 800. Eso les da a ustedes
una idea de la importancia del papel que tiene la abogacía en el mundo democrático y en el mundo desarrollado
y la dificultad del ejercicio de esta profesión en los países
totalitarios, o en los países donde no se respetan los derechos fundamentales en su totalidad.
Pocos meses después de la caída del muro de Berlín
tuve ocasión de estar en Polonia, en el momento también
de la transición, y para un país similar al nuestro en
extensión y en número de habitantes, unos 40 millones,
mientras nosotros teníamos del orden de 60.000 abogados, en Polonia tenían 2.400. Acompañado por el Presidente del Consejo del Poder Judicial de Polonia, asistí a
un juicio en el que se pedían seis años de condena para
una persona. Me di cuenta de que allí había tres magistrados, el Ministerio Público y un señor esposado. Al acabar
el juicio pregunté cómo es que no había ningún abogado
y me dijeron que los acusados podían elegir entre si querían tener una defensa profesional o hacerla ellos mismos. Naturalmente, el problema tenía una solución rápida, siempre preferían defenderse a si mismos que ser
asistidos por un abogado. Y ése es el resultado donde no
existe, en definitiva, verdadero derecho de defensa, ni
existe independencia.
Asimismo, siempre ha habido una tentación por parte
de estos países y estos regímenes totalitarios de acabar o
con la colegiación obligatoria o disolver los colegios pro-
COMISIONES.-NÚM. 62
fesionales. Un ejemplo clarísimo lo tenemos en Chile. El
general Pinochet al llegar al poder disolvió de alguna
forma esa obligatoriedad de la colegiación. Los abogados
se agruparon en torno a su viejo Colegio y quien fuera su
vicedecano fue luego su Primer Presidente de la República, don Patricio Alwyn, y su decano, el anciano Senador
don Raúl Retig, el que rindiera aquel maravilloso informe sobre los derechos humanos ante Naciones Unidas, el
«informe Retig».
En Perú, el golpe del señor Fujimori hizo que precisamente el doctor Aramburu, antiguo Senador y embajador
de su país ante Suecia y el Reino Unido, abriera las
puertas del colegio de abogados de Lima a la Asamblea
Parlamentaria, lo cual costó realmente la disolución inmediata de la federación de colegios y el cierre de la
financiación económica al colegio de abogados de Lima.
Las Naciones Unidas, a través de su enviado especial,
señor Artucio, constata en Guinea Ecuatorial cómo es
precisamente su colegio de abogados el que mantiene de
una forma clarísima la llama de los derechos humanos y
de las libertades de los ciudadanos.
Pero, evidentemente, esto se puede hacer en el seno de
una sociedad democrática en la que se tengan claramente
delimitadas las funciones del Ejecutivo, del Legislativo y
del Judicial que son, desde mi punto de vista, la verdadera fuerza de esa democracia. Cualquier sistema que altere
la independencia de estos poderes o que menoscabe un
poder en beneficio de otro pone en cuestión el frágil
sistema democrático, que creo que tenemos la obligación
de defender, como ustedes, sin duda alguna, lo están
haciendo desde su función específica.
Pero hoy en día contamos, y a nadie se nos oculta, con
una nueva realidad, con un nuevo poder. Hay muchos
más poderes, pero hay uno que tiene una influencia extraordinaria, cual es el de los medios de comunicación.
Diría que las sociedades modernas no pueden vivir sin
los medios de comunicación y diría que la modernidad y
el gran o espectacular desarrollo de la democracia se lo
debemos a los medios de comunicación. Qué duda cabe
que en estos momentos, gracias a la luz y a los taquígrafos, no solamente estamos informados puntualmente de
todo cuanto ocurre en el mundo político y e n el mundo
económico, sino de todo cuanto ocurre en la sociedad
internacional. Pudimos vivir con verdadera esperanza
cómo en un mismo año desde la Plaza de Tiananmen,
pasando por la Plaza Central de Brandemburgo y acaband o por la extrema occidental Plaza de la Moneda el mundo entero gritaba libertad y lo veíamos en nuestra casa,
desde nuestros aparatos de televisión, gracias precisamente a esos prodigios de la ciencia y a esa capacidad de
estar en el conflicto y en el lugar donde se producen los
hechos de los medios de comunicación y, en especial, de
los periodistas.
Pero, naturalmente, nos encontramos con una continua existencia de intereses legítimos que son contrapuestos y ésa es la realidad misma de la vida. No es una
casualidad que esto haya sucedido a través de los siglos;
ésa precisamente es una de las artes del legislador y una
de las cuestiones más importantes del derecho: compagi-
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nar el respeto entre intereses legítimos contrapuestos que
en muchas ocasiones llegan a una posible colisión de los
derechos, que además son fundamentales y han sido reconocidos como tales.
Por otra parte, son derechos todos ellos protegidos desde la Declaración Universal de 1948 que, como les decía,
desde mi punto de vista es la culminación de esa aspiración de la humanidad. A partir de la misma, gracias a su
artículo 28, entran en cascada en todo el ordenamiento
jurídico internacional y también en los ordenamientos
jurídicos internos que recogen lo que no dejan de ser sino
simplemente unos principios o unas declaraciones con
una voluntad de positivizarse y de llegar a quedar profundamente incardinados en el ordenamiento jurídico
tanto internacional como nacional.
Entre los principios que hoy estamos analizando aquí,
y en concreto para ustedes que tienen una responsabilidad en esta Comisión, tienen una importancia trascendental los derivados de los Pactos Civiles y Políticos de
Nueva York del año 1966 que los recogen en forma muy
clara; así como la Constitución española del año 1978
que no solamente los recoge en el Capítulo 11 y 111 de su
Título 1, sino que además en el pórtico que lo abre, de
una forma preciosa, yo diría que además clarísima, deja
explícito en el artículo 10.2 que todos los derechos fundamentales a los que se refiere serán interpretados conforme a la Declaración de los Derechos Humanos del año
1948 y a aquellos tratados suscritos y ratificados por el
Estado Español sobre la materia. Indudablemente, quedan también recogidos en el ordenamiento jurídico europeo a través del Convenio de Roma del año 1950, de
Protección de los Derechos Fundamentales, que nace
precisamente de esa voluntad que aflora en el año 1948 y
que inmediatamente después, el estatuto constitutivo de
Londres de 1949 del Consejo de Europa va a recoger.
Y o diría que estos instrumentos dejan claro cuáles son
los derechos fundamentales. Pero yo me pregunto, y es
un poco la duda y la reflexión que también efectué el otro
día cn el simposio organizado en Madrid por la Comisión Internacional de Juristas y Unicef celebrado en el
Consejo General del Poder Judicial, cuál es el bien a
proteger en estos casos de posible colisión de derechos
fundamentales. Creo que por encima de todo la dignidad
humana es el bien supremo que hay que proteger. ¿Por
qué? Porque realmente la aspiración plasmada en el trilema precioso de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad abre unas expectativas jurídicas importantes que se recogen y se plasman precisamente en ese
artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A mí me parece que ahí queda claramente especificado por qué es la dignidad. Es decir, todos los
seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben
comportarse fraternalmente los unos con los otros. El
artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos deja clarísimamente sentado el principio
que ya había sido proclamado a través de los siglos, que
había sido internacionalizado a través de esa declaración
del 26 de agosto de 1789, pero que de una forma muy
COMISIONES.-NÚM.
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concisa, muy concreta, se plasma en dicho artículo primero poniendo la dignidad humana como premisa fundamental.
Por tanto, yo diría que todos los derechos tienen sus
límites y, por supuesto, el derecho de la información
también los tiene. Y o creo además que deben fijarse límites a los derechos. Desde mi punto de vista no hay un
derecho sin límite porque por encima está un bien superior que es el de la dignidad humana. Y así la Declaración
Universal en su artículo 12 dice: Nadie será objeto de
injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su
domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra
o a su reputación. He aquí un límite clarísimo establecido
en el artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: el derecho absoluto a la vida privada, a la
vida familiar, al domicilio, a la inviolabilidad de la correspondencia y a los ataques a la honra o a la reputación
de las personas. Yo creo que esto es una cuestión fundamental en el momento de tratar todos los derechos en
general. Y el artículo 19 dice: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión, incluyendo el
derecho a no ser molestado a causa de sus opiniones. Es
decir, de la misma forma que se establece de una manera
rotunda ese derecho a la privacidad, a las propias opiniones, a la propia correspondencia, también le da el derecho al individuo de proclamar sus opiniones, de manifestar libremente su opinión, de expresarla en cualquier
medio y de no ser molestado en ningún caso por causa de
estas opiniones.
El Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos de Nueva York de diciembre de 1966 al que hacía
referencia, ratificado por España el 13 de abril de 1977,
reproduce absolutamente estos principios, haciéndolos
un poco más extensos en los artículos 17 y 19. Por una
parte, el derecho a esa privacidad, el derecho a la intimidad y la inviolabilidad de esos derechos y, por otra, precisamente aquello a lo que hacía referencia en el artículo 19
de que todo el mundo tiene derecho a dar esa opinión.
Respecto al Convenio de Roma de 1950 sobre Protección de Derechos Humanos es relativamente poco conocida por los ciudadanos su importancia. Es un Convepio
que luego será citado en el Tratado de Roma de 1957,
constitutivo de las Comunidades Económicas Europeas,
y también en el preámbulo del de Maastricht. Este Convenio de Roma de 1950 establece por primera vez en la
historia de toda la humanidad la posibilidad del individuo, del ciudadano, de convertirse en sujeto de derecho
internacional público, antes reservado exclusivamente a
los Estados y absolutamente vedado a los particulares. Y
por vía de ese artículo 25 del Convenio de Roma el individuo podrá dirigirse contra su Estado en aquellos aspectos en los que considere que han sido violados los derechos fundamentales. Pues bien, en dicho Convenio en SU
artículo 8 se establece tanto el derecho a la privacidad y
el derecho a la inviolabilidad del domicilio como el derecho, lógicamente reconocido en el artículo 10, a la libertad de expresión. Recuerdo que en el año 1985, presidido
por Sus Majestades los Reyes de España, se celebró un
importantísimo coloquio en Sevilla sobre este tema y fue
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.
ampliamente debatida la posible colisión de los derechos
de información y de expresión respecto a los derechos de
intimidad, honor, etcétera. Dice el artículo 10: Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de
recibir o de comunicar informaciones o ideas sin que
pueda haber injerencia de autoridades públicas sin consideración de fronteras. El presente artículo no impide que
los Estados sometan las empresas de radiodifusión, de
cinematografía o de televisión a un régimen de autorización previa. El ejercicio de estas libertades que entrañan
deberes y responsabilidades podrá ser sometido a ciertas
formalidades, condiciones, restricciones o sanciones previstas por la ley que constituyan medidas necesarias en
una sociedad democrática para la seguridad nacional, la
integridad territorial o la seguridad pública de la defensa
del orden y la prevención del delito, la protección de la
salud o de la moral, la protección de la reputación o de los
derechos ajenos, para impedir la divulgación de informaciones confidenciales o para garantizar la autoridad y la
imparcialidad del poder judicial. Es decir, nosotros nos
movemos dentro de un marco jurídico internacional y en
estos momentos en artículo 10 del Convenio Europeo
para la Protección de los Derechos Humanos podemos
decir que es derecho de nuestro propio país.
¿Qué es, por tanto, intimidad, honor, propia imagen,
libertad de expresión, información? Son principios y
conceptos que se barajan constantemente en el mundo
del derecho. La libertad de expresión, sin embargo, como
se ha dicho, es la piedra de toque de una sociedad democrática, y yo diría que sin libertad de expresión no existe
realmente democracia; por tanto, es un bien superior a
proteger en cualquier caso. La libertad de expresión es
piedra de toque fundamental. Y o me atrevería a decir
que es piedra de toque del talante democrático y liberal
de cualquier poder, por pequeño que sea, y pienso en los
monopolios periodísticos y en la lucha por el control de
los medios de comunicación que sufren a menudo los
periodistas. Pienso en el reciente caso ocurrido en Italia
con el director de un importante periódico, el señor Indro Montanelli. La libertad de expresión es piedra de
toque de las sociedades democráticas, pero es piedra de
toque del talante democrático de cualquier poder y, por
tanto, hemos de preservar siempre esta libertad de expresión. Así lo manifiesta nuestro artículo 20 de la Constitución, que señala entre los derechos que se reconocen y
protegen el de comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. Y mas adelante dice el mismo artículo que la Ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional,
dos cuestiones largamente reivindicadas por los periodistas, concretamente por el Colegio de Periodistas de Cataluña, que conozco bien. Es decir el derecho de comunicar
y recibir información libremente ha de estar por encima
de cualquier otro, pero, ha de ser veraz, como añade
inmediatamente, y hay que regular, además, dos cosas
fundamentales que son la cláusula de conciencia y el
secreto profesional.
El artículo 18.1 garantiza el derecho al honor, a la
COMISIONES.-NÚM.
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intimidad personal y familiar y a la propia imagen, realizándolo precisamente en el artículo 20.4, donde establece el límite. Y o creo que es importante que lo repasemos;
a mí me gusta repasarlo. Dice el artículo 20.4: «Estas
libertades tienen su límite en el respeto a los derechos
reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes
que lo desarrollan y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección
de la juventud y de la infancia.» Es decir, lo declara y, por
otra parte, también declara el derecho a la libertad de
información y de expresión, pero vuelve la propia Constitución a marcar los límites. Es decir, que la Constitución deja clarísimamente especificado la importancia
que tiene para nosotros el honor, la intimidad, la propia
imagen y la protección de la juventud y de la infancia.
La Ley Orgánica 1, de 5 de marzo de 1982, es precisamente la consecuencia lógica de esta proclamación. Por
tanto, yo diría que se han establecido los mecanismos
que hacen posible esa tutela efectiva por vías procesales,
previstas en una parte en esta Ley Orgánica y reforzadas,
además, por el recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional. La jurisprudencia constitucional ha venido
estableciendo que el valor preferente del derecho de información sólo prevalece sobre los derechos fundamentales de las personas afectadas o perjudicadas en la medida
que su sacrificio resulte necesario para asegurar una información libre en una sociedad democrática. Es decir,
que reconoce el sacrificio de otro de esos derechos. Sólo
prevalece sobre los derechos fundamentales de las personas -dice- en la medida que su sacrificio resulte necesario para asegurar una información libre en una sociedad
democrática.
Y o diría que es en este marco en el que los propios
periodistas se dan cuenta de la importancia que tiene un
código de deontología en su profesión, y así el 22 de
octubre de 1992 el Colegio de Periodistas de Cataluña, y
más tarde la Asamblea de Periodistas, aprueban este código que yo diría que es un ejemplo del valor moral y
democrático de una profesión que ha trabajado de una
forma clarísima por la democratización de nuestro país y
que colabora en el mantenimiento de esa pureza con su
independencia. Me remito, y si ustedes quieren les puedo
facilitar el texto íntegro, a ese código deontológico en el
que, sin duda alguna, queda profundamente protegido el
derecho al honor y a la intimidad de las personas.
Lo mismo nos ocurre a los abogados y a los profesionales que intervenimos en el mundo de la justicia. Y o diría
que la confidencialidad y el secreto profesional son elementos básicos para que nosotros podamos efectuar una
defensa independiente y, sobre todo, para que podamos
respetar el sistema democrático y la privacidad de las
personas, y así lo reconoce el legislador. El Código Penal,
en su artículo 360, castiga a los abogados y procuradores
que faltemos a esa obligación, no sólo deontológica, así
como la Ley Orgánica del Poder Judicial en su artículo
437 y el Estatuto General de la Abogacía en el artículo 41.
Tenemos el deber, pero también el derecho, de mantener
ese secreto. A los jueces y magistrados les afecta el artículo 367 del Código Penal y los artículos 137 y 396 de la
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Ley Orgánica del Poder Judicial. Están obligados a guardar el secreto profesional.
¿Esto entra en colisión con la publicidad de los debates
judiciales? De ninguna manera. No sería lógico tener hoy
en día debates secretos. Hace años, afortunadamente,
que se superó el procedimiento inquisitorial, y así lo
manifiesta el artículo 680 de nuestra Ley de Enjuiciamiento Criminal, artículos 120.1 y 124.2, y así lo dicen
los pactos de Nueva York del año 1966 en su artículo 14.
Sin embargo, la difusión del secreto puede ser permitida, y aquí es dónde realmente puede existir el problema.
Numerosas instrucciones de la Fiscalía General del Estado en nuestro país y en otros países protegen aquellos
aspectos de la intimidad de las personas que no resultan
necesarios para tener un conocimiento exacto de cuál es
el sentido de la justicia, la transparencia de la justicia o la
independencia del poder judicial, pero que puedan afectar directamente a las personas. Por ejemplo, todo el
tema de menores, en los que algunas instrucciones del
Ministerio Fiscal obligan a los fiscales a solicitar que los
juicios se celebren a puerta cerrada. Es lógico que una
sociedad democrática establezca estas precauciones. Llevar a lo que se ha venido en llamar «Reality shows)) el
conocimiento de la serena necesaria administración de la
Justicia puede poner en duda la credibilidad del Estado
democrático. Y o sé que esta afirmación puede ser arriesgada, pero la Administración de Justicia es algo delicadísimo. El error judicial es contra lo que han estado luchando jueces, magistrados, fiscales, abogados a través de
todos los siglos. Hay un libro delicioso de ese gran abogado francés, René Floriot, sobre los errores judiciales que
pone los pelos de punta.
Y o diría que las personas que se ven involucradas en
un tema que afecta a su honorabilidad, muchas veces a su
propia vida y a su patrimonio deben ser tratadas con
todo el respeto y con toda la delicadeza.
Tanto la Asamblea de Decanos de los Colegios de Abo-,
gados españoles como el Consejo General de la Abogacía
se han pronunciado en contra de este tipo de procedimientos públicos o paralelos en los que los abogados -y
me refiero exclusivamente a los abogados, aunque podría
referirme también a cualquier otra de las personas implicadas- participan desvelando los secretos que han tenido
precisamente en la confidencialidad, o desvelando aquellos sumarios que están protegidos por el secreto. En
ningún caso eso debe hacerse. Todo ciudadano tiene derecho a un juicio justo e imparcial. Y establecer un juicio
justo e imparcial le ha costado a la humanidad siglos de
trabajo.
El marqués de Beccaria, en el siglo XVIII, decía en su
libro -que, por cierto, fue incluido en el índice, incluso
para las personas que tenía autorización para leerlo- que
era imprescindible tener en cuenta la proporcionalidad
de la pena. Y estamos hablando de una época en la que no
había medios de comunicación, pero él se refería a la
infamia que podía caer sobre una persona.
Hoy en día los Medios de Comunicación pueden conducir un error judicial a través de todos los continentes.
Hoy en día una equivocación en un juicio tiene una re-
COMISIONES.-NÚM.
62
percusión que no tenía hace tan sólo cincuenta años. Y
por encima de todo, como valor superior de un Estado
democrático, está la presunción de inocencia. No pueden
jugar las sociedades democráticas con este principio fundamental. Por tanto, imaginémonos hasta qué punto es
necesario ser cuidadoso en el juicio y en todo el sistema
absolutamente imprescindible de garantías y de igualdad
de las partes. La irreparabilidad del daño causado puede
ser realmente enorme.
Y o diría que evaluar la erosión de la Administración
de Justicia y la desconfianza en los Tribunales no es fácil,
pero el hecho de que la justicia sea tratada con ligereza a
través de los medios audiovisuales en nada ayuda, o en
muy poco favorece, a la consolidación de nuestro orden
decomocrático. El juicio, el proceso es algo realmente
importante para una sociedad, pero ha de serlo mucho
más para una sociedad democrática.
Fijémonos en que el propio Tribunal de Estrasburgo
-ese Tribunal nacido del Convenio del año 1950, al que
hacíamos antes referencia, cuya jurisprudencia, por otra
parte, ha pasado de una forma directa, a través del famoso caso Routilie contra el Estado francés, en el Tribunal
de Luxemburgo, a formar parte de la propia jurisprudencia del Tribunal de la Comunidad Económica Europea,
hoy de la Unión Europea- protege la confidenciaiidad
hasta el extremo de que sustituye el nombre de las personas que intervienen por siglas o por letras para no dañar
la imagen de estas personas que acuden ante el Tribunal
de Derechos Humanos. Esto quiere decir que un Estado
democrático respetuoso con los derechos fundamentales
ha de ser extremadamente respetuoso con las personas.
Hoy, los medios audiovisuales conviven en la intimidad con nosotros hasta unos extremos que a veces llenan
la soledad e incluso los momentos de desesperación de
las personas, desde la más avanzada edad hasta los más
jóvenes.
Por tanto, los videos, estos areality shows», muchas
veces intervienen con tal fuerza que separan a la justicia
e incluso a la propia sociedad de la serenidad que necesitan. Un caso clarísimo ha sido el de los niños de Liverpool, del que se ha hablado tantísimo. ¿Es posible condenar con esas penas tan horrorosas a unos niños que han
cometido un crimen, tremendo, por otra parte? ¿Qué
movió a esos niños a realizar ese crimen? ¿Podemos culpar, como alguien decía, a los videos o a ese tipo de
películas de ser la causa y el móvil del asesinato? Es un
tema, en cualquier caso, difícil de tratar. ¿Pero podemos
sustraernos a la presión de los medios de comunicación
respecto de la condena a estos menores? Son temas que se
han debatido ampliamente y sobre los cuales me es muy
difícil pronunciarme. Yo diría que es una barbaridad que
unos niños sean condenados a unas penas tan enormes,
porque son personas que se están formando, que reciben
estímulos que imitan, como todos los niños hemos hecho, y que luego tienen que pagar con esas penas tan
desproporcionadas.
Yo diría que la legislación ha de proteger especialmente al menor, y debo de decir que la legislación española
protege al menor. Hay suficiente y abundante legislación,
- 20 14 DE FEBRERO DE 1994
tanto a nivel del Estado como a nivel de Comunidades
Autónomas. Proteger al menor es una responsabilidad
colectiva, una responsabilidad de todos nosotros. Creo
que la señora Ministra ha estado hablando sobre estos
temas, y si después ustedes quieren yo les puedo ampliar
algo respecto de la legislación.
Dan Rather, el famoso periodista norteamericano, decía recientemente, en un importante periódico de nuestro país, que no es bueno tener audiencias altas sin honor,
pero la televisión ha de generar beneficios. He aquí un
problema que se nos plantea.
La cadena que detenta ese desafortunado y equívoco
programa de «La Máquina de la Verdad» dice que ha
recurrido ya al Tribunal Constitucional por el secuestro
de un programa en el que iba a intervenir la niñera de una
criatura inocente que vive una tragedia personal. Esperemos que el veredicto, siempre ponderado, del Tribunal
Constitucional diga si el Juzgado y la Audiencia actuaron
correcta o incorrectamente. Lo cierto es que la justicia
impidió la emisión de ese programa, y personalmente
creo que hizo bien.
Por desgracia -y esto lo digo desde mi responsabilidad
como Presidente del Consejo General de la Abogacíadebo decir que alguno de los abogados que han intervenido en ese programa han avergonzado a la profesión que
me honro en presidir. Y lo digo exactamente así. No se
puede intervenir ante los medios de difusión para explicar las intimidades conocidas en el ejercicio de la profesión, pero menos aún para acusar, sin posibilidad de
defensa, a nadie. Y esto-se lo digo a ustedes, señores
Senadores, desde la responsabilidad del cargo que me
honro en ostentar. Pero, por fortuna, no es ése el talante
de nuestra profesión. Desde siempre nuestra profesión
ha velado por los derechos del hombre. Podría extenderme quizás horas hablando al respecto, porque además me
gusta, pero sólo quiero citarles a un abogado de todos los
tiempos y que está fuera de cualquier sospecha: A Cicerón. Él decía: De las virtudes, la de mayor extensión es la
que tiene por objeto el hombre. Nada de lo que fue creado lo fue sino para el hombre, y el hombre, para los
hombres.
He ahí el resumen de esa lucha por la dignidad de la
persona y esa obligación que tienen los Estados democráticos, que han de hacer un esfuerzo por ser fuertes en el
respeto de todos los derechos, pero, sobre todo, en el
respeto a la dignidad de las personas y de los más desprotegidos, en este caso de los menores.
No cuestionemos en ningún momento la libertad de
expresión y de información. Cuestionemos el daño que
desde esa entrecomillada libertad de expresión y de información se puede hacer y, sobre todo, en el desprecio
que desde esa entrecomillada libertad de expresión y de
información se puede hacer de los demás derechos fundamentales, tan dignos de protección como ése.
En resumen, éstas serían las reflexiones que me he
permitido traer a su consideración, quedando, sin duda
alguna, dispuesto a contestar las preguntas que quieran
hacerme.
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COMISIONES.-NÚM.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señor Presidente, por esa reflexión, que creo que ha sido muy
contundente, rigurosa y ciara, sobre la función de la abogacía en una democracia que crea realmente en los derechos humanos.
Pasamos a las intervenciones de los portavoces.
¿Grupo Parlamentario Mixto? (Pausa.)
¿Grupo Parlamentario de Senadores Nacionalistas
Vascos? (Pausa.)
¿Grupo Parlamentario de Coalición Canaria del Senado? (Pausa.)
Por el Grupo Parlamentario Catalán en el Senado de
Convergencia i Unió, tiene la palabra el Senador Codina.
El señor CODINA 1 CASTILLO: Muchas gracias, señora Presidenta.
Gracias, señor Gay, por su comparecencia hoy en esta
Comisión y por su -me atrevería a decir- brillante exposición, especialmente por lo que hace referencia a la profesión de la abogacía, lo que representa su historia, y lo
que sin duda deberá confiar la sociedad, aun durante
muchos años, en esa profesión.
Centrando la cuestión sobre aquello que nos ocupaba
especialmente en la Comisión, que era escuchar la opinión del Presidente del Consejo General de la Abogacía
en lo que se refiere a los contenidos televisivos, creo que
de nuevo se ha puesto de manifiesto el difícil equilibrio
que habrá que conseguir entre el derecho a la libertad de
expresión y a la información y el respeto de todos los
derechos humanos. Con la intervención de la Ministra
esta mañana ha quedado patente que no va a ser fácil.
Hay unas leyes que garantizan el respeto a la intimidad,
de las que también hablaba la Ministra, en lo que se
refiere al mundo de los menores, pero, en cambio, aun
teniendo los mecanismos, en la sociedad todavía no hemos sabido encontrar la manera de que estos atentados
que se eatán produciendo en algunas televisiones contra
la libertad de las personas, contra su intimidad, contra la
familia, etcétera, hayan podido tener hoy por hoy algún
tipo de consecuencia.
Se produce una dicotomía, porque aunque una televisión.tiene que producir beneficios y, por tanto, una mayor audiencia, ¿hasta qué punto debe permitir la sociedad que las televisiones estén lindando en este punto de'
equilibrio entre lo que debe ser el beneficio de una televisión -supongo que se refieren a las privadas, aunque en
estos momentos algunas de las públicas están cayendo
también en esa misma mecánica- y lo que debería ser el
derecho que debemos tener todos los ciudadanos a que se
nos respete nuestra intimidad?
Por tanto, señor Gay, me han quedado tantas preguntas por hacerme a mí mismo que no voy a plantearle
ninguna a usted. En la línea de la reflexión, me quedo con
su discurso, y a lo largo de la discusión de toda esta
Comisión, estoy seguro de que, al final, su aportación va
a ser importante.
Muchas gracias, señora Presidenta.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Codina.
- 21 -
14 DE
FEBRERO DE
1994
Por el Grupo Popular, tiene la palabra la Senadora
Agüero.
La señora AGÜERO RUANO: Gracias, señora Presidenta.
Ante todo, quiero dar las gracias a don Eugenio Gay
por su presencia en esta Comisión y por su brillante
intervención. La verdad es que muchas de las preguntas
que iba a hacer mi Grupo han sido prácticamente contestadas en su exposición.
Como usted sabe, Últimamente critican a la televisión
tanto políticos como profesionales del medio, cineastas,
productores de cine, jueces y abogados. Los espectadores
se hacen eco, a través de las distintas asociaciones, de sus
abusos, especialmente en el terreno de la publicidad y en
la vulneración de los derechos fundamentales, sobre todo
en los llamados weality shows». Éstos ocupan más de
3.000 minutos semanales, es decir, 50 horas semanales
en la programación de las televisiones de todo el Estado.
Se trata de unos programas muy variados, que no sólo
llaman la atención del público, sino que, en algunos casos, dc algunas instancias judiciales. La televisión, como
medio de comunicación de masas, tiene notables consecuencias sobre las pautas socioculturales y de comportamiento del individuo, véase el ejemplo que usted ha
puesto, el tristcrnente famoso de los niños de Liverpool,
que copiaron su acto brutal de una película de dibujos
animados llamada «El muñeco diabólico».
Pero nos preocupa y con razón -y me alegra, además,
que haya sacado usted esta cuestión- que la nociva influencia de la televisión pueda llevar legítimamente a los
abogados defensores a culpar a la influencia de este medio de la conducta delictiva de sus clientes. Y le voy a
poner un ejemplo.
El mes de diciembre pasado, en la provincia de Granada, u n joven de diecisiete años fue detenido por la policía
e identificado como el guerrero «ninja» porque había
atacado con una espada y una ballesta a una pareja. En el
juicio se solicitaron veintitrés años de cárcel por parte del
fiscal y cuarenta y seis por parte de la acusación particular, que consideraba al joven responsable de dos delitos
de asesinato en grado de frustración, mientras que la
defensa argumentaba que se encontraba bajo un estado
de enajenación mental transitoria.
El guerrero «ninja» reconoció ante los jueces que atacó
a una pareja. vestido y armado como un guerrero japonés, sin poder establecer los motivos que le llevaron a
ello, aunque sí afirmó que los ató y golpeó para aumentar
el siinbolisino de su acción dc poder sobre ellos. El joven
reconoció haber visto con anterioridad una película en
televisión sobre las acciones violentas de guerreros «ninja» americanos en Japón. y que le entraron ganas de
matar a todo Dios. Esa noche hirió a la pareja con una
ballesta y una espada samurai.
Yo le pregunto, dado el cargo que usted representa en
este momento de Presidente del Consejo General de la
Abogacía, qué opina usted sobre esa posible enajenación
mental transitoria derivada de la influencia de los pro-
COMISIONES.-NÚM.
62
gramas de televisión. Porque lo cierto es que el tribunal
que condenó a los niños de Liverpool dijo con sorprendente claridad que entre los factores que influyeron en
ese suceso espantoso había que incluir la afición de los
niños a los programas violentos, y es la primera vez, que
yo sepa, que se da el primer paso para que, jurídicamente, la televisión sea responsable de todas las cosas que
emite.
También me gustaría preguntarle si le parece a usted
bien -y realmente ya me ha contestado- la presencia y la
participación de los abogados en los programas llamados
«reality shows», cuando en muchos de ellos y en los temas que se analizan hay un proceso judicial paralelo que
todavía no se ha archivado o no se ha concluido. Usted
ha hablado del error judicial, ha dicho que se pone en
duda la credibilidad de la justica, y en eso estoy muy de
acuerdo, porque lo hemos presenciado en los últimos
programas, no sólo de televisión, sino también de radio,
en los que se da un veredicto popular con las llamadas
por teléfono, con lo que entramos en esa dinámica de que
haya un proceso judicial, la televisión o los medios de
comunicación den un veredicto a través de llamadas telefónicas, y al cabo del tiempo el juez pueda dictaminar lo
contrario de lo que se haya podido presentar en televisión. Por tanto, la credibilidad de la justicia quedaría en
entredicho. En los Últimos tiempos la presunción de inocencia esta un poco en el aire porque parece que todo el
mundo es culpable. Por ponerles un ejemplo me referiré
a un conocido de todos. No diré el nombre porque todos
ustedes lo conocen. Pues bien, en un programa de radio
se preguntaba exactamente si ustedes se fiarían de un
señor banquero que últimamente está en el candelero por
la intervención del banco que él dirige,
No entiendo que se haga la pregunta en estos términos:
jse fiaría usted de don fulano de tal? La contestación de
esta pregunta ha dejado a este señor en tal situación que
probablemente no vaya a poder vender ni pipas.
Por último, quería preguntarle si usted cree que con
todas las leyes y convenios internacionales que amparan
los derechos fundamentales, porque efectivamente hay
una sofisticada legislación, es posible la interposición de
demandas civiles con petición de indemnizaciones contra las cadenas de televisión por posibles daños a menores o a terceros. No sé si esto se hace en otros países.
Además, quería saber si usted cree que la demanda de
estas peticiones se hará común.
La abogacía en España tiene prohibida la publicidad
por su código deontológico. Pero, ¿no cree que cuando se
presentan los abogados en un programa de televisión se
puede estar haciendo una publicidad personal de unos
determinados letrados? Además, quiero preguntarle a usted si sabe si el Consejo de la Abogacía ha actuado en esta
materia.
Nada más y muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senadora Agüero.
Por el Grupo Parlamentario Socialista, tiene la palabra
el Senador Ardaiz.
- 22
14 DE FEBRERO DE 1994
El señor ARDAIZ EGÜÉS: Gracias, señora Presidenta.
Le doy las gracias también a usted, señor Presidente
del Consejo General de la Abogacía, don Eugenio Gay,
por comparecer hoy aquí. He de decirle que estoy fundamentalmente de acuerdo, hablo en representación de mi
Grupo, con lo que ha dicho respecto de la colisión de
derechos fundamentales, como el de libertad de expresión y otros. Usted ha dicho que lo fundamental para que
eso sea así es la dignidad proclamada por el artículo 10 de
nuestra Constitución. Además, su conculcación es peligrosa para el mantenimiento de los valores democráticos
fundamentales de los que este país se ha dotado para su
convivencia, para ayudar al orden político y a la paz
social, como dice el artículo 10 de la Constitución.
Como usted ha indicado, la necesidad de que en los
medios de comunicación se respete a las partes que intervienen en los procesos judiciales, demandante, demandado, abogados, etcétera, quería recabar su opinión,
puesto que aquellos que me han precedido en el uso de la
palabra han puesto algunos ejemplos y, además, está ya
anunciado un programa en televisión en el que se pretende reproducir una especie de juicio o, por lo menos, las
partes esenciales que existen en un juicio, el demandante,
el demandado y el juez, acerca de si, independientemente
del tratamiento que se le dé en su momento, el simple
hecho de ponerlo en marcha conculca ese respeto que
usted ha tenido con aquellas cuestiones relativas a los
temas judiciales o si, por el contrario, la cuestión tal
como se ha definido, es decir, la escasa definición que
conocemos hasta la fecha del programa en cuestión, puede ayudar a que los españoles tengan por costumbre el
acudir a un árbitro en vez de a las instancias judiciales.
Muchas gracias, señora Presidenta.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Ardaiz.
Tiene la palabra el señor Presidente del Consejo General de la Abogacía.
El señor PRESIDENTE DEL CONSEJO GENERAL
DE LA ABOGAC~A(Gay Montalvo): Muchas gracias,
señora Presidenta.
En primer lugar, quiero agradecer al señor Codina sus
reflexiones sobre mi intervención. De la misma forma, se
las agradezco a la Senadora Agüero y al Senador Ardaiz.
Intentaré, por tanto, responder a las preguntas que me
han formulado los representantes de los Grupos Popular
y Socialista.
Comparto las reflexiones que han efectuado los dos
Senadores. Respecto de la partición de los abogados en
este tipo de programas, debo decirles que mi reprobación
es total, es decir, en tanto en cuanto ellos desvelen temas
que hacen referencia a los casos que están llevando y que
deben ser protegidos por la confidencialidad. Piense usted que hay una importante sentencia del Tribunal de
Casación de París confirmando una sanción del decano
de París sobre un abogado que conducía en estado etílico
y se negó a soplar en la prueba de la alcoholemia. El
decano de París le puso una sanción, una represión pater-
COMISIONES.-NÚM.
62
nal como se llama ya. Él no estuvo de acuerdo. La recurrió. El Consejo del Colegio la ratificó. Fue a la vía contenciosa y llega hasta la última instancia. En la última
instancia, en el Tribunal de Casación, se le dice: «hace
usted bien en invocar el principio “non bis in idem”
porque ya le han sancionado a usted como ciudadano. Y
además, hace bien en decir que usted en ese momento, de
madrugada, no actuaba como abogado. Sin embargo, los
franceses depositamos en los abogados, nada más y nada
menos, que la defensa de nuestros intereses jurídicos en
cuestión. Por tanto, exigimos de estos profesionales una
conducta tal que nos permita acudir a ellos con total
confianza. Y por ello su decano ha hecho bien en sancionarle a usted.
Creo que esta sentencia tiene su lógica. El otro día
regresando de Londres vi al leer «The Times» la siguiente
noticia, también curiosa: «abogado expulsado de la “Law
Society” por bigamia». El tema es difícil porque entra en
la vida privada. No se le expulsa por su vida privada, sino
porque ha conseguido dos actas matrimoniales engañando a dos personas. En la «Law society» británica hay un
anuncio que dice: «acuda usted al abogado, el abogado
jamás le engaña». Y es verdad, no le puede engañar porque es notario y porque no hay registro civil. Por tanto,
tiene que decir la verdad, si no, no funcionarían las relaciones jurídicas en Inglaterra. Uno puede tener la vida
privada que le dé la gana, pero lo que no puede tener
usted son dos actas de matrimonio. Por tanto, este señor
ha sido expulsado.
¿Qué quiere decir esto? Que las sociedades democráticas y las sociedades maduras exigen de los abogados seriedad. Esa es la seriedad que debemos exigir. Yo le voy
a decir a usted, por lo que respecta al Colegio de Abogados de Barcelona, que sí se han abierto diligencias informativas y que se han incoado expedientes disciplinarios
por este tipo de actuaciones. Una cosa completamente
diferente es que un abogado acuda a íos medios de comunicación para hablar de un tema que él conoce y que se
manifieste como cualquier ciudadano. Pero entonces no
está actuando como abogado, sino que está dando una
opinión como jurista, como ciudadano. Naturalmente, a
unos los llamarán de una determinada cadena, de un
determinado medio, y a otros los llamarán de otros. Los
abogados, afortunadamente, pertenecen a todo el abanico social. Por tanto, creo que ésa es una cuestión completamente diferente.
Comparto su criterio -ya he dicho en mi intervenciónsobre la presunción de inocencia. Hablaré ahora de los
veredictos populares. En Francia hoy en día dicen que no
hubieran condenado a muerte a Luis XVI ni a María
Antonieta, que no les hubieran guillotinado. Es muy probable. Los momentos de pasión, los momentos en que las
garantías se cuestionan son difíciles para la justicia.
En el despacho del Decado de los abogados de París
hay un abanico de María Antonieta. Ella no tenía quien
la defendiese; por ese motivo la tuvo que defender un
abogado de oficio. Aquel abogado hizo todo lo que pudo,
y la noche antes de que la guillotinaran ella le pagó los
honorarios con su abanico.
~
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- 23 14 DE
FEBRERO DE
1994
Al colegio de Abogados de aquella época, y también
este abogado, que no sé si era o no partidario de la Revolución, les correspondió hacer esa defensa. Este abogado
murió al cabo de pocos meses en el exilio. En aquella
época del Terror en Francia la respuesta a la abogacía fue
la disolución del Colegio de Abogados. Ya he dicho que
hay épocas difíciles a este respecto y que a las dictaduras,
sean del signo que sean, no les gustan los abogados.
Por todo ello, yo le diría a su señoría, en cuanto a los
veredictos populares, que hay que mirarlos con muchísimo cuidado. Si ya es esto difícil cuando se cuenta con
todas las garantías, imagínese si no ha de ser difícil aceptar por teléfono. Se puede mover a los sentimientos, se
puede apelar incluso a la demagogia más sofisticada, no
ya a la más burda. Por tanto, hay que ser muy cuidadosos. El proceso requiere de serenidad y de tiempo, aunque no de tanto como el que a veces se toman, y lo cierto
es que esto no se puede lograr a través de un veredicto
telefónico.
En cuanto a si se puede solicitar una responsabilidad
civil, creo que sí. Si hay una responsabilidad por parte del
Estado, también hay una responsabilidad por parte de las
cadenas privadas. Po; supuesto que el daño debe tener
una reparación, incluso aquel que moralmente es irreparable. Creo, por tanto, que los ciudadanos y las instituciones están legitimados para poderlo hacer y, además,
nuestro ordenamiento jurídico lo permite.
Quisiera decirle al señor Ardaiz que, lógicamente, también comparto su criterio y las consideraciones que ha
hecho.
Respecto al tema de los weality shows», creo que ya he
respondido bastante, pero el señor Senador ha mencionado algo preocupante. Se ha referido a la posible reproducción de juicios en televisión ante la opinión pública. No
deja de ser un tema grave cómo se establecerán las reglas
de ese juicio, cuánto tiempo intervendrá cada parte, dónde se situarán las cámaras, a quiénes enfocarán más o
menos, quién dirigirá los debates o qué preparación jurídica tendrá esa persona para dirigirlos, ya que no es lo
mismo dirigir un programa de televisión, concediendo o
cortando la palabra y favoreciendo más a uno que a otro
por exigencias de un programa, que juzgar. En una sala
de justicia el juez o el presidente del tribunal escuchan
por igual a una parte que a otra. Las partes pueden proponer con tiempo suficiente los medios de prueba, e incluso
hay inecanismos para interrumpir unas determinadas actuaciones o para corregir una determinada conducta, pero si todo esto es efectuado en una cadena de televisión
no deja de ser difícil de prever. Piense usted en lo difícil
que ya resulta llevar a cabo algo así dentro de nuestro
ordenamiento jurídico.
No sé en qué términos se habrá previsto este programa
si es que se va a realizar, pero tengo noticias, al igual que
usted. de que algo se ha dicho respecto a eso. Tampoco sé
quién va a someterse a un juicio así. Lo que sí pediría es
que en cualquier caso quedara muy claro que eso será
cualquier otra cosa. pero nunca un juicio.
La señora PRESIDENTA: Gracias, señor Presidente.
COMISIONES.-NÚM.
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Podemos permitirnos un segundo turno de intervenciones.
Tiene la palabra en primer lugar el Senador Agramunt.
El señor AGRAMUNT FONT DE MORA: Muchas
gracias, señora Presidenta,
Muchas gracias, señor Presidente del Consejo General
de la Abogacía.
Y o quería insistir en una idea importante que ha sido
planteada por distintos Portavoces, y que usted, quizá al
haberse referido en su comparecencia a una gran cantidad de cuestiones ha pasado un poco por alto. He visto la
circular que ha enviado la Asamblea de Decanos de los
Colegios de Abogados en función de un acuedo unánime
de dicha Asamblea y que está relacionada con la presencia de abogados en este tipo de programas. Llega incluso
a recomendar que se evite que comparezcan y participen
en este tipo de programas los abogados y letrados de los
distintos Colegios -yo tengo el honor de pertenecer a uno
de ellos-. La primera vez que vi aparecer a estos letrados
en defensa de sus clientes en pantalla en este tipo de
programas ya me sorprendió. Me gustó mucho la intervención de la Asamblea de Decanos en este caso, pero a
lo que voy es que, en realidad, la cuestión que ahí se
plantea es que esas intervenciones normalmente van a
estar en contradicción con sentencias ya emitidas -me
refiero, por ejemplo, al «caso Urquijo»- o, lo que considero todavía más grave, van a estar en contradicción con
asuntos que están todavía «sub iudice», caso, por ejemplo, de los novilleros de Murcia, tema sobre el que; estando todavía en el Tribunal Supremo, y no habiéndose
dictado sentencia firme todavía se dictó una sentencia
-entre comillas- en un programa. Quisiera insistir en que
nos diera su opinión sobre hasta dónde llega el derecho a
la información -y hemos hablando muchas veces que hay
una gran contradicción en ello, seguramente es la principal misión de esta Comisión-, el derecho a la libertad de
expresión y los derechos individuales. Por ejemplo, esta
misma noche quienes quieran tendrán la oportunidad de
ver cómo se desmenuzan temas en Televisión Española 1
-en este caso en la televisión publica, en un programa
que se llama «Código 1»- como el de ese chico que mató
a su padre con una ballesta hasta el del caso del padre de
un campeón de «rallies» que disparó contra una persona
que le había robado el bolso a su mujer. Es decir, que este
programa no se va a limitar a la información del hecho
-lo cual sería una cosa lógica-, sino que se van a desmenuzar en él una serie de cosas con lo que se va a dar lugar
a que prácticamente al día siguiente del suceso se dicte
una sentencia o, cuando menos, se emita un veredicto
popular.
Creo que esta cuestión debe excitar a esta Comisión a
hacer la siguiente reflexión: nosotros le pedimos al Presidente del Consejo General de la Abogacía que nos ayude
y nos dé un poco de luz en esa difícil misión que tiene
encomendada esta Comisión para que lleguemos a ser
capaces todos sus miembros -si es que lo somos, espero
que sí- de poner de acuerdo esos dos derechos fundamentales.
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FEBRERO DE
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62
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Agramunt.
Tiene la palabra el Senador Guía.
El señor GUÍAMARQUÉS: De modo muy breve, y
abundando en opiniones ya manifestadas por todos aquí,
tengo que decir que soy un abogado de pueblo y que por
eso mismo me dirijo a mi Presidente planteándole una
queja que me viene.de la gente de mi pueblo que es la
siguiente: muchas veces la gente de a pie, la gente de la
calle opina que los abogados asumimos nuestra responsabilidad en pocas ocasiones y dicen que cuando se denuncia alguna presunta actividad no deontológica realizada
por algún abogado, la sanción por parte de los Colegios
no es la adecuada precisamente en función de ser miembro de uno de esos Colegios. Y o me refería a esto en
relación con el tema que estamos tratando, los programas
televisivos con contenidos de esta índole, en los que queda patente que los Colegios han actuado en casos muy
puntuales y en los que también queda patente que hay
deteminados abogados y abogadas, que siempre son los
mismos, que gozan de una notoriedad pública evidente, y
que continuamente en weality shows», en intervenciones
sobre casos que están todavía en fase de instrucción,
hacen manifestaciones que están muy por encima de lo
que es la propia información del hecho, abogados que
continuamente aparecen y que seguirán apareciendo. La
sensación que tenemos todos es que contra esas personas
no se toma ningún tipo de medidas. Mi pregunta es muy
concreta y abunda en la actuación de los Colegios en este
sentido: quisiera saber si usted, como Presidente del
Consejo General de la Abogacía, tiene pensado algún
tipo de iniciativa que redunde en la solución de este
problema.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señoría.
Tiene la palabra el Senador Ardaiz.
El señor ARDAIZ EGÜÉS: Muchas gracias, señora
Presidenta.
En este segundo turno de intervención, me gustaría
hacer una pregunta muy concreta. El artículo 1 de la Ley
Orgánica de Protección del derecho al honor, la intimidad y la propia imagen, establece que dicho derecho es
irrenunciable, inalienable, e imprescriptible; pero en el
artículo 2." se indica que nunca se considerará violado
ese derecho si existe el consentimiento previo del titular
del mismo, aunque se señala como excepción a los menores o incapaces.
Me gustaría recabar su opinión acerca de si esa compra
-como podríamos denominarla- de la intimidad de las
personas supone, simplemente, un consentimiento o, a
su juicio, y a la vista de los artículos 1 y 2." de dicha Ley,
la intimidad puede ser un objeto contractual.
Muchas gracias.
.O
.O
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Ardaiz.
Tiene la palabra el Presidente del Consejo General de
la Abogacía.
El señor PRESIDENTE DEL CONSEJO GENERAL
DE LA ABOGACÍA
(Gay Montalvo): Muchas gracias.
En primer lugar, quiro agradecer al Senador y compañero, señor Agramunt, su intervención.
En cuanto a lo que ha indicado, le diría que los romanos eran muy sabios. Por tanto, nos deberíamos preguntar, como hacían ellos: si se van a desmenuzar los hechos
acaecidos por un hijo enfermo que acribilla a su padre
con una ballesta, o por un ciudadano que mata fortuitamente, o no, a una persona que le ha robado el bolso a su
mujer, y van a ser tratados en profundidad, ¿qui prodest?
¿A quién aprovecha? ¿Qué interés tiene para la colectividad conocer los sentimientos antinaturales de un hijo y
qué interés tiene para los ciudadanos españoles ver esa
miseria? ¿Qué interés tenemos en conocer los móviles
que llevan a una persona a disparar, con resultado de
muerte -y no establezco ninguna calificación jurídica-, a
otro ciudadano?
Creo que cuando sepamos la respuesta a esa pregunta,
o nos atrevamos a buscarla, encontraremos la solución a
estos problemas. Sin duda alguna, hay que proteger a la
colectividad y el derecho de información, pero el abuso
de cualquier derecho es una puerta abierta a la tiranía, es
decir, todos los derechos han de tener un límite. Por
tanto, preguntémonos lo que se preguntaban los romanos.
Por otro lado, comparto absolutamente lo expuesto
por el Senador -y también compañero- Guía. Sin embargo, también hay que tener en cuenta la proporción de la
pena. Todo ha de tener proporciones. Lo que ocurre es
que esas sanciones no han llevado a la expulsión. Personalmente, me he dirigido, como Presidente, a algunos
decanos, solicitando que abrieran expedientes a determinados abogados, y me consta que así se ha hecho. Algunos decanos de una Comunidad a la que se ha hecho
referencia me han telefoneado para decirme que habían
abierto expediente a abogados que habían acusado públicamente a algunos inculpados o a otros compañeros. A
este respecto, el Colegio de Abogados de Barcelona abrió
unas diligencias no hace mucho.
Al final de mi intervención he señalado que, lamentablemente, algunos de los abogados que han intervenido
en el programa «La Máquina de la Verdad» -como creo
que se llama- han avergonzado -con mayúsculas- a la
profesión que me honro en presidir. Y no se trata simplemente de una vergüenza -que se pasa-, sino que la responsabilidad de la abogacía exige que, como mínimo, se
abran unas diligencias informativas para conocer el porqué de esas actuaciones. Y si éste no queda claro, que se
exija la sanción -si es que corresponde- establecida al
respecto, aunque a lo mejor ésta es pequeña. Sin duda,
ése debe ser el procedimiento.
Por otra parte, también debo romper una lanza en
favor de la abogacía. Son cientos de miles los asuntos que
se tramitan al cabo del año, y si ustedes leen los informes
del Defensor del Pueblo, o los de los «ombudsman» autonómicos, comprobarán que, afortunadamente, son muy
pocas las quejas que existen sobre nuestra profesión en
relación con otras administraciones, aunque nos gustaría
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que no hubiese ninguna. A ése respecto, he de señalar que
la inmensa mayoría de los abogados ejerce dignamente, y
con probidad, su profesión, y eso también supone un
motivo de satisfacción.
En cuanto a la cuestión planteada por el Senador Ardaiz, es muy aguda y de difícil respuesta. ¿Podemos realmente vender nuestra intimidad? Se puede vender todo,
pero habría que preguntarse si, moralmente, es lícito hacerlo. De hecho, se está vendiendo y también hay un
cierto respeto. Y o diría que el que quiera vender su intimidad sea libre de hacerlo, si encuentra un comprador.
Otra cosa es si la sociedad debe ser la destinataria de esa
venta, porque es el tercero al que no se pregunta. Y cuando lo que se compra y se vende pertenece a esa miseria
humana, creo que la sociedad debe tener algún derecho.
Por tanto, como he dicho, su pregunta constituye un
motivo serio de reflexión, y así lo recojo, aunque me es
difícil darle una respuesta exacta, porque puede haber -y
de esto sabe mucho más la doctora Camps- un lícito
jurídico y un ilícito moral. Pero insisto en que creo que la
sociedad también tiene un derecho.
Muchas gracias.
facción y que me enaltece profundamente es comparecer
ante las Cámaras, en este caso concreto para dar mi opinión o mi visión, mejor dicho, y la del Ministerio Fiscal
en general, sobre un problema que ocupa y preocupa a la
sociedad española, a los poderes públicos en general y,
por supuesto a esta Cámara.
Una de las preguntas que probablemente se habrán
hecho sus señorías en la sesión de esta mañana es la de si
el ordenamiento jurídico positivo español e internacional es lo suficientemente satisfactorio en orden a la protección de la intimidad personal y familiar, del honor y
de la propia imagen y, fundamentalmente, en orden a la
protección de la juventud y de la infancia, que es lo que
nos congrega aquí esta tarde. Posiblemente una de las
conclusiones que se van a plantear es si realmente hay
que tomar más iniciativas legislativas para perfeccionar
este ordenamiento jurídico. En mi opinión tanto el marco jurídico internacional como el nacional es exhaustivo,
totalizador y, por tanto, suficiente para afrontar con eficacia este problema.
No hace falta poner de manifiesto cuál es ese marco
jurídico nacional e internacional referido a los derechos
del niño. Sin olvidarme de la Declaración Fundamental
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, don Eugeni de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1948 de
Gay. Le agradecemos su comparecencia ante esta Comi- Naciones Unidas, o del Pacto Internacional de Derechos
sión. Sin duda, sus reflexiones nos v'an a ayudar muchísi- Civiles y Políticos, o de la Convención Europeoa, fundamentalmente hay que hacer referencia a la Convención
mo para la elaboración de nuestro informe.
de Derechos del Niño de 1989 de Naciones Unidas, a las
Se suspende la sesión hasta las cuatro de la tarde.
reglas de Beijins de 1985 y a la famosa Recomendación
87 del Comité de Ministros del Consejo de Europa. En
Eran las catorce horas y treinta minutos.
este marco jurídico internacional se deja perfectamente
claro que hay que evitar cualquier injerencia en la vida
SP rc~anirdafa sesión a las dieciséis horas y cinco mi- privada del menor y hay que rechazar cualquier injerennutas.
cia en su honor y reputación.
Este marco jurídico internacional se completa en España, como es sabido, fundamentalmente con la Ley Orgá- COMPARECENCIA DEL FISCAL GENERAL DEL nica 1f1982, y con la Ley 62/1978, de Protección de
ESTADO. (7 13/000088.)
Derechos Fundamentales. Habría otros prtkedimientos
quizás aconsejables no ya desde instancias legislativas,
La señora PRESIDENTA: Buenas tardes, señorías.
sino desde la sociedad, desde las organizaciones profesioEn nombre de la Comisión, doy la bienvenida al Fiscal nales para intentar preservar y proteger a la infancia y a
General del Estado, don Eligio Hernández, y le agradezco la juventud. Ahí están, por ejemplo, esas reglas de deonsu presencia. Esta mañana, en las dos comparecencias tología profesional del periodismo, aprobadas el 28 de
que hemos tenido, se ha puesto de manifiesto la impor- septiembre en Sevilla por la Federacion de asociaciones
tancia del Poder Judicial y el relevante papel que puede de la prensa, que si se aplicasen por todos los profesionajugar para hacer que la legislación se cumpla y se respete les de la información probablemente no tendríamos que
en relación con la preservación de los derechos básicos y recurrir a las normas coactivas del Derecho. Pero ya safundamentales
bemos todos que eso es un desiderátum y el Derecho
Sin mas, doy la palabra a don Eligio Hernández.
tiene que estar ahí para proteger uno de los bienes jurídicos, uno de los valores más importantes de una sociedad
El señor FlSCAL GENERAL DEL ESTADO (Hernán- democrática, como son la juventud y la infancia.
dez Gutiérrez): Buenas tardes.
¿Cómo ha operado este marco jurídico positivo en la
En primer lugar, tengo que agradecer a la Presidencia práctica? El Ministerio Fiscal no había tomado una inide esta Comisión la invitación que me ha hecho para ciativa para que cada fiscal y fiscalía iniciaran aquellas
hablar de un tema cuyo significado e importancia no acciones pertinentes en defensa del honor, de la intimihace falta resaltar. Me siento honrado al comparecer ante dad personal y familiar, de la imagen, en general, de la
el Parlamento. Creo que una de las funciones del Fiscal infancia y de la juventud.
Respondiendo a la intromisión que estos derechos funGeneral del Estado -de entre las muchas que tiene, todas
ellas complejas y difíciles- que hago con agrado y satis- damentales sufren por parte de ciertos programas televi-
.
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sivos o de ciertas emisiones radiotelevisivas, la Fiscalía
del Estado dicta en los primeros meses del año pasado la
instrucción 2/93, que fundamentalmente recomienda y
ordena a los fiscales el ejercicio de las acciones pertinentes en defensa de estos derechos fundamentales del
menor.
Los resultados de la aplicación de esta instrucción no
se han hecho esperar, y hoy tenemos ya resoluciones judiciales que creo que pueden ser el punto de partida para
que en el futuro la protección de estos derechos sea verdaderamente eficaz. Las resoluciones a las que hago referencia en el marco penal son el Auto del Juzgado de
Instrucción número 17 de Madrid, dictado el día 15 de
diciembre del año pasado, confirmado por Auto de la
Audiencia Provincial de 1." de febrero de este año, y el
Auto dictado en vía civil por el Juzgado número 28 de
Madrid el 19 de octubre del año pasado. He aquí dos
resoluciones, ambas a instancias del Ministerio Fiscal,
sobre todo la que se ha dictado en vía civil, que en cierta
medida pueden ser el ejemplo a seguir en el futuro y que
constituyen la base de la práctica procesal civil y penal en
esta materia.
A mí me parece que estas resoluciones han demostrado
que el marco positivo español es lo suficientemente completo como para hacer efectiva la protección de estos
derechos en la práctica. Estas dos resoluciones han sido
muy discutidas porque en ambas se han dictado medidas
cautelares, tanto en vía civil como en vía penal, tendentes a prohibir la difusión o la proyección correspondiente
del programa televisivo que presumiblemente significaba
una injerencia en los derechos fundamentales de los menores. Probablemente ha habido por parte del Ministerio
Fiscal y de la autoridad judicial un cierto pudor en la
práctica procesal posterior a la Constitución de llevar a
cabo el secuestro de publicaciones y el secuestro o prohibición de difusión de estos programas televisivos porque,
en cierta medida, venía teniendo un cierto protagonismo
y se cuidaba mucho cualquier cortapisa al ejercicio del
derecho de libertad de expresión del artículo 20 de la
Constitución. Sin embargo, está claro que ese mismo
articulo 20, en su párrafo 5 , establece que el.secuestro de
publicaciones y la prohibición de difusión de programas
televisivos pueden perfectamente llevarse a cabo por resolución judicial.
Y o creo que a partir de ahora tanto el Ministerio Fiscal
como la autoridad judicial tienen perfectamente claro
que resoluciones como ésta son absolutamente necesarias y que, además, están en absoluta consonancia con el
espíritu de la Constitución y con el espíritu y la letra de la
Ley Orgánica 1/82, de mayo de 1982. En la Constitución
se establece de una forma absolutamente clara, aunque a
veces suele olvidarse que los derechos fundamentales tienen su límite en el respeto al resto de los derechos fundamentales previstos en el título correspondiente de la
Constitución y especialmente -dice la Constitución- en
los derechos relativos al honor, la intimidad personal y
familiar y la propia imagen y a la protección de la infancia y de la juventud.
Establece la Ley Orgánica 1/82, del mes de mayo, que
COMISIONES.-NÚM:
62
la autoridad judicial podrá adoptar, naturalmente en este
caso en vía civil, cualquier medida cautelar tendente a
que cese la injerencia en el derecho fundamental. Por
tanto, la prohibición de difusión está en el marco legal
correspondiente. Cierto es que estos secuestros o prohibiciones de difusión todavía no están acogidos por la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, aunque el tribunal europeo ya había dictado diversas resoluciones en las
que se legitima perfectamente este tipo de medidas cautelares.
Como en toda medida cautelar, han de darse tres requisitos fundamentales para que la misma sea perfectamente constitucional y correcta desde el punto de vista del
derecho positivo. En primer lugar, toda medida cautelar
ha de ser provisional y, obviamente, ha de ser ratificada
en la decisión definitiva que se adopte en el procedimiento monitorio que se establece al respecto o en el proceso
rápido que se establece vía incidentes cuando se trate de
una intromisión que no constituya delito y, por tanto,
haya de utilizarse la vía civil. En segundo lugar, es necesario que se acredite lo que se llama el afumus boni
iuris», es decir, laapariencia de buen derecho; ha de
darse, por tanto, la existencia de un derecho subjetivo
necesitado de protección, que en este caso sería el derecho al honor, a la intimidad personal y a la propia imagen, un derecho inequívocamente necesitado de protección. Y luego, naturalmente, ha de darse el llamado «periculum in moran, es decir, el daño irreparable. Hay que
tener en cuenta que la propia Ley Orgánica de Protección
del Derecho al Honor, a la Intimidad y a la Propia Imagen establece que se presume que ese perjuico existe desde el momento en que se produce la injerencia en el
derecho fundamental. Por tanto, aquí hay un refuerzo
legal a esos requisitos que han de darse para que se adopten correctamente medidas cautelares, tal como se ha
hecho en esas resoluciones a las que he hecho referencia
del Juzgado de Primera Instancia número 28 y Juzgado
de Instrucción número 17 de Madrid.
En vía penal el problema es mucho más claro todavía:
la Ley 62/78, cuando habla de la garantía jurisdiccional
penal, establece específicamente la posibilidad de acordar el secuestro o la prohibición de la difusión o de la
proyección, naturalmente, cuando se trata de un procedimiento especial por injurias o calumnias. También podríamos hablar de una hipotética injerencia en los derechos fundamentales del menor por parte de los poderes
públicos, en cuyo caso también esa misma Ley 62/78
arbitra, lógicamente, el cauce contencioso-administrativo de protección de derechos fundamentales para aquella
persona que sufra una injerencia por parte de los poderes
públicos.
Por tanto, el marco se completa mediante la intervención del Ministerio Fiscal, que interviene preceptivamente en la garantía jurisdiccional civil establecida por
esta Ley 62/87, que lógicamente también interviene
cuando se trate de delitos de calumnias o injurias habiéndose empleado para la comisión de esas figuras delictivas
cualquier medio grabado que, naturalmente, sea susceptible de publicidad o de radiodifusión sonora, vídeos o
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televisión, etcétera, y en ese caso concreto el delito de
calumnia o de injuria, que tiene una caracterización privada, como ustedes saben, en el derecho positivo español, se convierte en un delito semipúblico que provoca
inmediatamente la intervención del Ministerio Fiscal,
igual que si se tratara, por ejemplo, de un desacato. Y
también interviene el Ministerio Fiscal preceptivamente
en la garantía jurisdiccional contencioso-administrativa
cuando son los poderes públicos los que provocan esa
injerencia en los derechos del menor.
En este marco se dicta, como ya anticipé, la Instrucción 2 de 1993 por parte de la Fiscalía General del Estado. En esa Instrucción nos hemos quedado prácticamente a mitad de camino, quizá porque éramos conscientes
de que teníamos que ver primero cuál iba a ser la eficacia
de lo que constituía una novedad para el Ministerio Fiscal, no una novedad general, porque el Ministerio Fiscal
siempre tuvo tradicionalmente la misión constitucional
de la defensa de menores o incapacitados y en vía civil
venía actuando regularmente desde hace más de un siglo,
sino la novedad de la intervención del Ministerio Fiscal
en el marco de la Ley 1/82, a la que me estoy refiriendo.
Después de un año de vigencia de esta instrucción
2/93, el Fiscal General del Estado es consciente -y lo
anuncio en esta Cámara- de que hay que avanzar mucho
más en las recomendaciones e instrucciones que se dan a
los fiscales, en esa instrucción que ha tenido ya efectos
benévolos y eficaces en la protección de los menores. En
esa instrucción, lo único que se preveía, prácticamente,
era la intervención del Ministerio Fiscal en aquellos supuestos en que el representante legal de un menor, a falta
del menor en el cual no concurran circunstancias de madurez o la capacidad prevista en la legislación civil, debe
dar el consentimiento por escrito, como ustedes saben
-por ejemplo, para poder ser objeto de una emisión televisiva-, lo cual se comunica al Ministerio Fiscal y, en el
plazo de ocho días, puede oponerse el Ministerio, en
cuyo caso el juez resolverá.
Soy consciente de que es necesario ser un poco más
beligerante. Es decir, una vez que hemos obtenido una
resolución judicial que ha sido confirmada de una forma
brillante y técnicamente impecable por la Audiencia Provincial de Madrid, y una vez que tenemos también el
amparo de esta Cámara -cuya preocupación, Iógicamente, es un incentivo para el Fiscal General del Estado y
para el Ministerio Fiscal- vamos a proceder inmediatamente a una ampliación de los supuestos de intervención
del Fiscal General del Estado en la protección de la juventud y de la infancia. Lo hemos hecho ya en la práctica,
es decir, en la'práctica hemos ido mucho más allá de lo
que esa instrucción obligaba a los componentes del Ministerio Fiscal. Así, lógicamente, hemos iniciado una serie de diligencias informativas en la Fiscalía de Madrid
que se han traducido en acciones penales por calumnias e
injurias, e incluso el acto del Juzgado número 28 de Madrid, de 19 de octubre, se produce precisamente a instancias del Ministerio Fiscal.
El Ministerio Fiscal está, pues, legitimado para iniciar
el procedimiento civil correspondiente en defensa del
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derecho al honor cuando la injerencia en el honor o en la
intimidad de un menor no sea un hecho delictivo sino un
hecho que tiene que dilucidarse en vía civil.
Por tanto, en esa nueva instrucción vamos a ir hacia
una mayor beligerancia en el Ministerio Fiscal, de tal
suerte que se tome la iniciativa ejerciendo las acciones
civiles pertinentes, por la vía de la ley 62/78, lógicamente
en el marco de la Ley Orgánica 1/82, tomando la iniciativa el Ministerio Fiscal en ese tipo de supuestos, cosa que
no suele ser normal porque la calumnia y la injuria han
sido siempre perseguidas a instancia de parte y no de
oficio, pero en este caso concreto,, como quiera que las
calumnias e injurias susceptibles de ser tipificadas como
tales en el Código Penal lo son por un medio de reproducción y difusión como es la televisión, en esa instrucción
se contendrá esa obligación que ya está ejerciendo en la
práctica el Ministerio Fiscal,
Creo, por tanto, que el marco legal, como ya anticipé,
es suficiente. Hacía falta tomar conciencia de la situación; creo que así lo ha hecho el Ministerio Fiscal. Hemos
empezado una experiencia positiva y estamos no a medio
camino, sino iniciando el camino de lo que puede ser una
actuación en este sentido absolutamente prioritaria.
Probablemente, en esa instrucción, que hay que perfeccionar y hay que completar, se va a crear en cada una de
las Fiscalías una obligación específica para los fiscales de
menores, que ya vienen actuando en el marco del Derecho Civil, es decir, en el marco de la tutela, en el marco
del abandono de los menores que se encuentran en situación de incumplimiento por parte de sus padres de la
guardia y custodia. En este marco de la incapacidad vamos a priorizar esas obligaciones del Fiscal de Menores
en lo relativo al ejercicio de acciones penales o civiles que
tiendan a defender el derecho al honor, a la intimidad y a
la imagen, fundamentalmente el derecho a la protección
de la infancia y de la juventud.
No sé si he completado el esquema que quería hacerles,
pero me parece más interesante contestar a las preguntas
que se me hagan, que probablemente entren en supuestos
mucho más concretos, y será mucho más interesante desarrollarlos.
Es evidente que el Ministerio Fiscal, a partir de la
instrucción 2/93, ha tomado conciencia de un problema
que hoy empieza a preocupar de forma prioritaria a la
sociedad y al Parlamento y que nos lleva a luchar denodadamente contra esas intromisiones ilegítimas en los derechos de la infancia y de la juventud. Esa trasposición de
la Directiva comunitaria, que ya está como proyecto de
ley debatiéndose en el Parlamento, puede completar, sin
duda alguna, ese marco jurídico al que he hecho referencia, puede perfeccionarlo y puede, sin duda alguna, contemplar toda esa casuística que es necesario agotar, desde
el punto de vista legislativo, para una efectiva protección.
Creo, sinceramente, que la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional en esta materia, es decir, en esta ponderación de intereses que hay que hacer entre el derecho a la
libertad de expresión y a recibir y dar una información
veraz, que contempla el artículo 20, y el círculo de dere-
28 14 DE FEBRERO DE 1994
chos del artículo 18 de la Constitución, es una jurisprudencia que en modo alguno representa un obstáculo, como podría suponerse para que ese marco jurídico positivo se aplique con eficacia. Hay algunas lecturas de esa
jurisprudencia que podrían suponer un obstáculo para la
aplicación eficaz de ese marco jurídico positivo, pero yo
creo que ya el Tribunal Constitucional, en una jurisprudencia realmente prolija sobre la materia, ha dado algunas pautas que-nos permiten no ya considerarlas como
obstáculos, sino incluso como medidas que coadyuvan a
esa protección eficaz. La jurisprudencia del Tribunal
Constitucional en ese conflicto que puede existir entre
derechos fundamentales, por un lado -las libertades contempladas en el artículo 20- y, por otro, los derechos del
artículo 18 de la Constitución, ha establecido que en cada
caso hay que hacer una ponderación de los intereses en
juego; yo diría una casuística ponderación de los intereses en juego. Y hay que recurrir, naturalmente, al principio de proporcionalidad; sólo cuando la afectada por la
presunta intromisión ilegítima sea una personalidad pública, y sólo cuando realmente aquello de lo que se informa o se opina tenga un interés público, es cuando podemos asistir a limitaciones de esa intimidad o de esa imagen, y no en todo caso, porque, naturalmente, es muy
difícil aplicar una doctrina general y hay que ir a cada
caso concreto para llegar a una conclusión a tenor de la
doctrina del Tribunal Conktitucional en esta materia.
N o creo que el día que se tengan que revisar las resoluciones judiciales que actualmente se han dictado y las
medidas cautelares que se han llevado a cabo -que me
parecen absolutamente fundamentales- esa jurisprudencia del Tribunal Constitucional afecte a estas resoluciones que, como digo, están perfectamente previstas por la
Constitución y por estas dos leyes, la Ley Orgánica 1/82
y por la Ley 62/78, pues en ambas se permiten estas
medidas cautelares sin ningún tipo de limitaciones, cuando se den los supuestos para la aplicación de las mismas.
Bien es verdad que el desuso en la adopción de estas
medidas cautelares ha provocado cierta inquietud en los
ámbitos profesionales del derecho a la información, inquietud que yo creo que no tiene mucho fundamento
porque la infancia y la juventud gozan de una protección
reforzada y en la práctica seria muy difícil proteger a la
infancia y a la juventud si no se adoptan, desde que se
inicia el proceso, esas medidas cautelares. La legislación
internacional, concretamente el Tribunal Europeo, basándose en el artículo 10 del Convenio, viene estableciendo que estas restricciones deben hacerse de forma
restringida, es decir, no establecer nunca estas restricciones en la fase previa a la publicación, o antes de la publicación; normalmente hay que esperar a la publicación
para ver si realmente se ha producido esa injerencia. Pero
eso es una doctrina general que cede en la práctica cuando inicialmente, de una forma inequívoca, el juez, o el
Ministerio Fiscal previa denuncia del mismo, aprecie
una injerencia en los derechos fundamentales que constituyan delito o, simplemente. una intromisión ilegítima
que ha de dilucidarse por la vía civil. Si no se adoptara
esa medida cautelar del secuestro de la publicación o de
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la prohibición de la difusión, prácticamente la intromisión ilegítima se consumaría; de nada vale que luego, en
la sentencia definitiva, se restableciese el derecho, porque el daño, lo que hemos llamado el «periculuni in
moran, sería irreparable. Por tanto, las medidas cautelares son, en mi opinión, absolutamente imprescindibles, y
desde el punto de vista del Ministerio Fiscal se va a
recomendar a los fiscales en esa ampliación de la Instrucción 2/93 que soliciten las mismas a la autoridad judicial,
tanto en el procedimiento civil como en el procedimiento
penal. No se me ocurre otra forma de abogar por la defensa de los derechos fundamentales del niño, que el marco
jurídico internacional tiene muy claros y en nuestro Derecho positivo se recoge su protección de una forma abolutamente inequívoca.
Como decía algún autor americano, hoy se es demasiado propenso a la vulgaridad en la televisión, y si bien es
verdad, como decía Oscar Wilde, que ninguna vulgaridad es un crimen, a veces hay vulgaridades que son auténticos crímenes desde el punto de vista del Código
Penal.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias al señor Fiscal General por la información que nos ha dado y también por la sinceridad al reconocer alguna falta de beligerancia o, incluso, una cierta insuficiencia que es el punto
de partida para subsanarlas.
Procedemos a la intervención de los portavoces, y si le
parece bien al señor Fiscal General puede contestar globalmente a todas.
¿Por el Grupo Parlamentario Mixto? (Pausa.)
¿Por el Grupo Parlamentario de Senadores Nacionalistas Vascos? (Pausa.)
Por el Grupo Parlamentario de Coalición Canaria del
Senado, tiene la palabra el Senador Gaiindo.
El señor GALINDO SANTANA: Con la venia de la
señora Presidenta.
Creo que la responsabilidad que hemos tenido que asumir en esta Comisión, como es dilucidar o ser capaces de
encontrar instrumentos que, de alguna forma, dignifiquen y respeten, fundamentalmente respeten, los derechos de los jóvenes y, principalmente, de los niños, es
muy compleja.
Yo asumo una expresión, que calificaría como profundamente acertada, del portavoz en esta Comisión del
Grupo Parlamentario Socialista cuando hablaba de que
lo importante en las comparecencias que se produzcan en
esta Comisión es oír a la parte y no entrar en debate,
porque, entre otras cosas, se puede suscitar la carga de
subjetividad propia de cada una de las personas que comparezca y puedan ser proclives a intentar, como decimos
en nuestra tierra, tirar la brasa para su sardina. Pero en
esta ocasión está el Fiscal General del Estado, cuya Única
obligación y preocupación, evidentemente, es la defensa
de los intereses públicos de este país.
Por tanto, entrando en esa materia, en nombre de Coalición Canaria quiero agradecer sinceramente al Fiscal
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General del Estado su presencia en esta Comisión, que
para nosotros ha sido muy importante -aunque probablemente mis palabras puedan estar dotadas de una carga
de subjetividad con respecto al Fiscal General del Estado
por la conexión por el paisanaje, o por lo que se quieraporque, entre otras cosas, en su exposición ha puesto de
manifiesto no sólo el sentido de su responsabilidad, de su
coherencia y de su preocupación con respecto a la juventud y a la infancia, sino que además ha sido profundamente honesto en cuanto al planteamiento de que la Justicia no es todo lo eficaz que debiera ser ante los múltiples programas y difusiones que se ven con respecto a la
juventud. Con esto quiero decir que la amplia, grandilocuente, eficaz y coherente exposición que nos ha hecho el
Fiscal General del Estado demuestra no sólo su preocupación, su esfuerzo y su trabajo, sino que a la vez -y esto
es una opinión de los integrantes de Coalición Canariahoy ha demostrado que esas críticas, yo diría que muchas
veces exacerbadas, que se han referido a nuestro Fiscal
General del Estado no tienen consistencia, no tienen coherencia y que, evidentemente, tenemos un Fiscal General preocupado por todos los problemas de este país, por
todos los problemas de esta sociedad y, fundamentalmente, por los problemas que hoy nos atañen, como son
los de la juventud.
No obstante, y respetando la filosofía del portavoz del
Grupo Parlamentario Socialista, que yo comparto, quisiera hacerle una pregunta que va orientada a algo que
usted ha apuntado: los secuestros, que no he entendido
bien si fueron secuestros a programas o secuestros a publicaciones, que me imagino que con buen criterio, y con
mucha mayor razón, el Gobierno en este caso ha frenado
y no ha hecho públicos. De toda su intervención ha sido
lo que me ha preocupado, porque si ello ha sido así podría entenderse que en estos secuestros de programaciones o publicaciones -que el Gobierno, en este caso las
instituciones estatales, entendían que, de una u otra manera, podían herir o perjudicar a losjóvenes- no se respeta el derecho a la libertad de información, a la libertad de
expresión.
Muchas gracias, señora Presidenta. Muchas gracias,
señor Fiscal General del Estado.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Galindo.
Por el Grupo Parlamentario Catalán en el Senado de
Convergencia i Unió, tiene la palabra el Senador Codina.
El señor CODINA 1 CASTILLO: Gracias, señora Presidenta.
Gracias también, señor Fiscal General del Estado. En
realidad, su exposición está bastante en la línea de las
realizadas esta mañana, tanto por parte de la Ministra
como por parte del Presidente del Consejo General de la
Abogacía. Ha habido un reconocimiento en lo que se ha
hecho hasta ahora de que el ordenamientojurídico actual
que posee el Estado español debería haber sido suficiente
para proteger los derechos de la infancia y los derechos
del menor en general, pero, en cambio, ha habido una no
utilización de estos derechos por parte de quienes debe-
COMISIONES.-NÚM.
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ríamos hacerlo, que en Última instancia somos los propios ciudadanos.
Aparte de este reconocimiento, ha habido otro, que
creo que ha sido valiente por su parte, al decir que ha
habido una falta de beligerancia por parte del propio
Ministerio, y seguramente ha sido así. Se nos ha comentado que ha habido dos o tres acciones del propio Ministerio Fiscal que han conseguido que algunos de los programas televisivos no se realizaran. Con todo, insisto, ha
reconocido que ha faltado, quizá, más beligerancia para
poder atajar con una mayor contundencia alguno de estos programas televisivos y algunas de las publicaciones,
tal como el Fiscal hacía referencia.
Yo me preguntaba esta mañana -y aprovecho su presencia hoy aquí para preguntárselo a usted a ver si me lo
puede contestar- por qué cree que hemos utilizado poco
los ciudadanos en general el camino del Ministerio Fiscal
para recurrir a denuncias que puedieran haber evitado, a
instancias del juez, que se emitieran algunos de los programas que en estos momentos, aún hoy, se están emitiendo.
He dicho que sería breve en mi exposición y simplemente quisiera conocer a través de esta pregunta el posicionamiento del Ministerio Fiscal, a la vez que agradecer, como decía en un principio, su intervención. Pienso
que su aportación en su recorrido, literal casi, de todo lo
que es la materia jurídica que regula las cuestiones relacionadas con el mundo del menor ha sido muy interesante, y para el conjunto de esta Comisión su aportación de
esta tarde puede ser definitiva para que en su momento
podamos llegar a conclusiones que nos den una perspectiva que va desde la de una Ministra, por ejemplo, hasta
la de filósofos del derecho, y que en su conjunto nos
pueda marcar un dibujo y una aspiración de lo que debe
ser en el futuro la televisión en nuestro país. '
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, Senador
Codina.
Por el Grupo Parlamentario Popular, tiene la palabra
la Senadora Agüero.
La señora AGÜERO RUANO: Muchas gracias, señora
Presidenta.
Ante todo, quiero manifestar mi agradecimiento en
nombre de mi Grupo por la presencia del Fiscal General
del Estado en esta Comisión.
Como sabe usted, señor Fiscal, el motivo por el cual el
Senado acordó la constitución de esta Comisión Especial, a propuesta del Grupo Parlamentario Popular y consensuada por todos los Grupos políticos, ha sido el contenido de algunos programas de televisión, tanto en las
cadenas públicas como en las privadas, como los pertenecientes al género de los «reality shows», los denominados
«telebasura», o aquellos otros en los que se presenta un
ejercicio constante de la violencia, o se utiliza la imagen
de la mujer o de menores en contra de sus propios derechos, o se realizan incursiones en la intimidad de las
personas sin las debidas salvaguardias, que constituyen
- 3014 DE FEBRERO DE 1994
en el momento actual motivos de preocupación y debate.
Señor Fiscal, si usted me lo permite, voy a leer -supongo que usted se lo sabe, pero siempre es bueno recordarlo- el artículo 124 de la. Constitución española: «El Ministerio Fiscal, sin perjuicio de las funciones encomendadas a otros Órganos, tiene por misión promover la acción
de la justicia en defensa de la legalidad, de los derechos
de los ciudadanos y del interés público tutelado por la
ley, de oficio o a petición de los interesados, así como
velar por la independencia de los Tribunales y procurar
ante éstos la satisfacción del interés social.»
Le hago hincapié en que tiene la misión de promover la
acción de la justicia en defensa de los derechos de los
ciudadanos y del interés público tutelado por la ley, porque -como ya he dicho esta mañana en las comparecencias anteriores- hay cincuenta horas semanales, según las
últimas estadísticas, en la que posiblemente se están violando los derechos fundamentales, como es el derecho al
honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia
imagen, así como otros comprendidos en nuestra constitución, en el Capítulo Segundo, Sección 1." de íos derechos fundamentales y de las libertades públicas.
Para esa defensa del interés de los ciudadanos, tanto en
el Congreso de los Diputados en el mes de diciembre,
como en el Senado en el mes de noviembre, se instaba al
Gobierno a que, con objeto de garantizar la protección de
la juventud y de la infancia frente a la proliferación de
películas y series con alto contenido de violencia y xenofobia y cualquier otro planteamiento que atente contra la
dignidad de las personas en la programación de las televisiones públicas y privadas proponga los cambios legislativos y adopte las medidas necesarias con la finalidad de
establecer: Primero, la no emisión por las televisiones
públicas y privadas en horarios anteriores a las 22 horas
de cualquier película o serie que, tras ser obligatoriamente calificada, resulte no recomendada para menos de 18
años o calificada con X.
Segundo, la obligatoriedad de avisar para qué franja de
edad está indicada cada emisión cuando se programa
antes de las 22 horas.
Y, tercero, igualmente deberán evitar en la expresada
franja horaria la publicidad que pueda afectar a este nivel
de espectadores en la hora habitual de esa audiencia,
incluso la relativa a la propia programación de las características y condiciones ya anunciadas, aunque su proyección esté prevista para después de las 22 horas.
Con este motivo yo le quiero preguntar: Señor Fiscal,
cuando el legislativo aprueba una determinada moción o
proposición de ley o una ley misma y es vulnerada insistentemente por una persona o por unos colectivos, ¿el
Poder Judicial no debería actuar de oficio? O cuando se
vulneran principios de derechos fundamentales recogidos en la Contitución española, ¿el Ministerio Fiscal no
debería actuar de oficio y no a instancia de parte? Creo
recordar que las dos resoluciones que usted ha comentado han sido a instancia de parte.
Esta mañana en las comparecencias hemos comentado
el famoso caso de los niños de Liverpool o el caso ocurrido en Granada hace un par de meses de un guerrero
COMISIONES.-NÚM.
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Ninja que después de ver unos programas televisivos
decidió hacer exactamente igual. Ante eso, ¿no cree usted
que los responsables de las cadenas televisivas deberían
tomar consciencia de que están jugando con un arma
peligrosísima? ¿No le parece que ha llegado el momento
de que sea posible exigir a los programadores responsabilidades sociales, puesto que los que tienen la capacidad
de decidir sobre los contenidos de televisión han de tener
la responsabilidad de lo que emiten?
Señor Fiscal, ¿qué elemento normativo echa de menos
en nuestro ordenamiento jurídico para evitar las actuaciones de los actuales contenidos perniciosos de la televisión?
Somos legisladores, aunque esta Comisión no puede
legislar porque es especial e informativa, necesitamos
conocer las carencias que, a su juicio, existen para poder
actuar en consecuencia desde el Parlamento. Me gustaría
saber qué elemento regulador echa en falta porque, aunque usted ha dicho que hay un marco suficiente entre las
normas comunitarias y el marco legislativo nacional, esta
Comisión se ha tenido que constituir para estudiar los
contenidos televisivos y su injerencia en la intimidad, en
la imagen y en el honor de las personas, o ha tenido que
esperar a la sentencia de la Audiencia Nacional de Madrid -como usted ha dicho- para que el Ministerio Fiscal
se haya dado cuenta de este problema. Le insisto porque
usted ha dicho que, aunque el Ministerio Fiscal ya está
actuando, hay que avanzar más.
Por último, ¿qué opina sobre los juicios paralelos, los
que se ven en televisión y los que se ven en los juzgados
competentes?
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senadora Agüero.
El Senador Ardaiz tiene la palabra por el Grupo Parlamentario Socialista.
El señor ARDAIZ EGÜÉS: Gracias, señora Presidenta.
Además de sumarme a la bienvenida expresada y al
agradecimiento por la exposición del señor Fiscal General del Estado que han hecho los que me han precedido en
el uso de la palabra, quería añadir que me congratulo, en
nombre de mi Grupo Parlamentario, de que el Ministerio Fiscal, siguiendo una tradición larga de asumir la
defensa de la posición jurídica más débil en el ámbito de
la protección de los menores, en el ámbito de la tutela,
etcétera, va a intentar que esa misma tradición se siga
impulsando, incluso en dosis superiores, en procedimientos civiles y penales y dando prioridad a algunas de
las acciones.
No obstante, y o quería hacer una pregunta muy concreta. El hecho de que se haya constituido esta Comisión
obedece, fundamentalmente, a que, por unanimidad de
los grupos parlamentarios de esta Cámara, se haya visto
la necesidad de analizar y modificar algunas cuestiones
en materia de contenidos televisivos.
Sin embargo, hay cuestiones que ya se podrían hacer,
aparte de las que usted nos ha citado. Si hemos visto esa
- 31 14 DE FEBRERO DE 1994
necesidad es una de las señales de que se estaban produciendo algunas intromisiones a través de la televisión en
la intimidad o en el derecho al honor o de la propia
imagen de los menores. Pues bien, esa Ley -la tan citada
Ley 1/ 1982- señala que una persona con capacidad jurídica puede consentir la invasión de su intimidad, que en
el caso de que sea un menor debe consentirlo por escrito
la persona que lo represente y que, además, debe dar
parte al Ministerio Fiscal.
Mi pregunta sería: Suponiendo que ha habido muchos
casos de invasión -por eso estamos aquí- de la intimidad
de los menores, ¿tiene noticia de cuántas veces se ha
producido ese pase de consentimiento escrito al Ministerio Fiscal y cuántas veces, además, el Ministerio Fiscal se
ha opuesto en los ocho días siguientes que preceptúa la
Ley para que resolviera el juez?
Muchas gracias, señora Presidenta.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Ardaiz.
El señor Fiscal General tiene la palabra.
El señor FISCAL GENERAL DEL ESTADO (Hernández Gutiérrez): Muchas gracias.
Se han planteado cuestiones interesantísimas y yo, desde luego, me ofrezco a esta Presidencia para venir con
más frecuencia al Parlamento porque, probablemente,
muchas de las dudas sobre el funcionamientoy actuación
del Ministerio Fiscal se podrían despejar y ningún marco
mejor que el de esta Cámara.
Y o quisiera que esta Comisión fuese consciente de un
problema que afecta a la práctica judicial española desde
la Constitución de 1978.
Los jueces y el Ministerio Fiscal han sido enormemente reticentes a dictar resoluciones o a iniciar acciones
penales o civiles que pudieran, de alguna forma, rozar el
ejercicio a la libertad de expresión contenido en el articulo 20 de la Constitución, que se ha revelado desde los
albores de la Constitución como un derecho preponderante -naturalmente hay que tener en cuenta las circunstancias históricas en las que se inicia esta etapa constitucional en España- y entonces asistimos a un escrupuloso
respeto a la libertad de expresión. Probablemente hemos
colocado el artículo 20 de la Constitución en el frontispicio o en el primer lugar de protección de los derechos
fundamentales que la misma Constitución protege.
Hemos llegado a una situación en la que, a veces, el
derecho fundamental a la libertad de expresión se ha
convertido en el ttius utendi fruendi et abutendi» del
Derecho Romano, exageradamente en algunos casos, y
hay un cierto temor -no solo del Fiscal General del Estado, sino en la carrera fiscal y en la autoridad judicial- y
un exquisito cuidado de no vulnerar ese derecho fundamental, como no podría ser de otra forma. Y se ha tardado algún tiempo, por imperativos de la realidad, en asumir la responsabilidad y la decisión de tener que hacer
valer también, puesto que especialmente lo recoge el artículo 20 de la Constitución, que existen ciertas limitaciones a ese derecho, fundamentalmente cuando se trata
del derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen
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COMISIONES.-NÚM.
y cuando se trata de proteger a la juventud y a la infancia.
Ha tenido que ser la realidad social la que demandase
esa protección para que los jueces y el Ministerio Fiscal
hicieran frente a esa responsabilidad, ponderando los
intereses en juego con arreglo a la jurisprudencia. Naturalmente que lo de ttius utendi fruendi» es una exageración pero, en cierta medida, el derecho a la libertad de
expresión, en la conciencia profesional de los jueces y
fiscales era y es de tal magnitud, hay una idolatría a la
libertad de expresión -por cierto beneficiosa y, además,
yo diría que encomiable- que cualquier actuación que los
restringiese era sometida, naturalmente, a un rigor a veces quizá excesivo, como se ha demostrado en la práctica.
Por tanto, esta situación hay que tenerla en cuenta.
Y o no me quiero tirar flores, porque sería lo último que
haría aquí en el Parlamento pero, realmente, la Fiscalía
del Estado da un paso de gigante cuando, de repente,
detectando esa realidad -yo digo que la Fiscalía es una
especie de sismógrafo que detecta las preocupaciones sociales- da la Instrucción 2, de 1993, en la que, por primera vez, recuerda a los fiscales el cumplimiento de sus
funciones en el marco de la Ley 1/82. Hasta entonces, el
Ministerio Fiscal ya singularmente se venía preocupando, por imperativo de su Estatuto, de la protección de la
infancia y de los minusválidos en el marco del Derecho
Civil, pero en este marco especial todavía no había empezado a cumplir su misión constitucional.
Hacía falta un impulso; hacía falta -y hace falta- la
demanda de esa realidad social para empezar a ponderar
los intereses en juego cuando existe conflicto de derechos
fundamentales, y ahora a los fiscales y a los jueces nos
hace falta precisamente la preocupación específica, que
ha llegado también a estas Cámaras, y que sera el punto
de partida para iniciar una nueva etapa de protección
más eficaz a la infancia y a la juventud. Es decir, hacía
falta crear el clima social, el clima parlamentario y el
clima judicial adecuado para incentivar la actuación del
Fiscal y para que los jueces actuasen con mucha más
eficacia.
¿Por qué? Porque el Ministerio Fiscal desde la transición viene realizando acciones penales, yo diría que infructuosamente, aunque nunca el ejercicio de una acción
penal es infructuoso y aunque no se traduzca en resoluciones firmes de los jueces y tribunales. Hemos realizado,
repito, acciones en materia de apología del terrorismo en
las que hemos tenido muy poco éxito, porque la jurisprudencia en esta materia, como ustedes saben, no sólo la del
Tribunal Constitucional sino la del Tribunal Europeo, es
una jurisprudencia enormemente garantista de la libertad de expresión -y me parece muy qien-. Ahí está la
famosa sentencia del caso ttCastell» que, en cierta medida, obliga al Ministerio Fiscal a depurar «quintaesenciadamenten cualquier acción penal dirigida a la apología
del terrorismo; es decir, todo delito que de una forma u
otra conlleve para su comisión la expresión escrita o hablada es un delito que exige un rigor importante y, a
veces, lógicamente ese rigor es tan exigente que se traduce en una cierta pasividad porque no teníamos el clima
adecuado. Por eso yo creo que esta Comisión es muy
32 -
COMISIONES.-NÚM.
62
14 DE FEBRERO DE 1994
importante, porque empieza a crearse el eco social y parlamentario necesario para que en los ambientes judiciales empiece a propiciarse ese tipo de actuaciones.
Voy a decirlo con claridad: existía un cierto temor por
parte del Ministerio Fiscal y de los jueces de ser beligerantes en este tema, por si acaso se nos pudiera acusar de
atentar contra ese sacrosanto derecho que, a lo mejor,
dicho por mí de esta forma campechana parece que yo no
lo estimo y lo estimo muchísimo. Lo estimo como el
derecho más importante, aunque en derechos fundamentales es m u y difícil establecer prioridades pero, evidentemente, ha sido el derecho que ha gozado de una mayor
preponderancia en el marco judicial, en el marco parlamentario y en el marco de la sociedad.
Pues bien, y o creo que estamos llegando a un punto en
el que ya se está tomando conciencia de que hay que
hacer esa ponderación y que en esa proporcionalidad que
se establezca habrá que decir en algunas ocasiones que,
efectivamente, se ha producido intromisión ilegítima en
la intimidad, en la imagen y en lo que se refiere a la
protección de la infancia y de la juventud.
Esa es la explicación -y contesto a mi ilustre paisano
también de forma subjetiva, porque nos conocemos hace
muchísimos años y sentimos los dos un profundo respeto
y amistad el u n o por el otro-, y eso es lo que nos ha
llevado a no solicitar o a acordar un secuestro de una
publicación o una prohibición de la difusión o proyección de un programa televisivo, porque en la «communis
opinio», en el alma democrática española, el secuestro
recordaba a ciertas prácticas del régimen anterior y había
ciertos reparos por parte de la autoridad judicial y del
Ministerio Fiscal para solicitar el secuestro de una publicación; realmente se necesitaba cierta osadía. La verdad
es que se ha producido y, afortunadamente, ha sido porque la realidad social lo demandaba; además, esa misma
realidad social ha ratificado esa medida como absolutamente necesaria. quizá porque hasta ahora no se habían
dado las condiciones objetivas necesarias para que esa
actuación judicial se produjese a instancia del Ministerio
Fiscal. Sin embargo, quedaba claro -la Constitución ya lo
había dicho- que sólo se podría acordar el secuestro de
publicaciones, grabaciones u otros. medios de información en virtud de resolución judicial.
Por tanto, cuando la resolución judicial se produzca en
el marco de los requisitos que deben concurrir en las
medidas cautelares que el juez adopte, a tenor de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional y de la jurisprudencia del Tribunal de Derechos Humanos -y aquí han
concurrido esos requisitos de forma inequívoca-, el tema
n o ofrece ningún problema, porque también la Ley de
Protección de Derechos Fundamentales, al igual que el
día en el que se desarrolle el amparo en sede jurisdiccional -artículo 53.2 de la Constitución-, establece de forma absolutamente inequívoca que en el caso de garantía
jurisdiccional penal es posible que los jueces acuerden,
según los casos. el secuestro de la publicación o la prohibición de difundir o proyectar el medio a travks del cual
se comete la actuación delictiva. Igual medida cautelar
establece la Ley Orgánica 1/82, que hace referencia a las
medidas que hagan cesar inmediatamente la intromisión
ilegítima en el derecho a la intimidad de los menores.
Por tanto, lo que hicimos con la Instrucción 2 de 1993
fue, en cierta medida, anticiparnos a lo que era ya una
necesidad apremiante. Fuimos pioneros, aunque era
nuestra obligación; no voy yo aquí ahora a jactarme ante
la Cámara de que he cumplido con mi obligación, había
que hacerlo y por eso fuimos un poco tímidos en la instrucción del Fiscal General del Estado. Fuimos un poco
tímidos porque éramos conscientes de la dificultad que
había en la aplicación práctica, y éramos conscientes de
la jurisprudencia que se ha hecho de la libertad de expresión y sobre su conflicto con el derecho a la intimidad, a
la propia imagen y al honor. Ahora se ha resuelto en sede
jurisprudencia menor; esperamos lógicamente que la
propia jurisprudencia del Tribunal Constitucional, del
Tribunal Supremo y del Tribunal de Derechos Humanos
vaya por este camino, por lo menos para que los que
estamos poniendo toda nuestra buena voluntad nos sintamos respaldados.
Esa es la razón fundamental por la cual hasta ahora no
ha habido iniciativas del Ministerio Fiscal. A mí me anima esta comparecencia a que, en esa instrucción que hay
que complementar y perfeccionar, precisamente el Fiscal
General del Estado encomiende a los fiscales que lleven
la iniciativa y 90 esperen a que lo denuncie la persona
perjudicada.
Bien es verdad, que esto en la práctica -contesto a la
representante del Partido Popular- tiene algunas dificultades porque el Ministerio Fiscal no tiene conocimiento
de los programas televisivos que se van a proyectar. Quizá haya que cubrir esa laguna legal de modo que se comuniquen previamente al Ministerio Fiscal los programas
televisivos. Eso siempre tiene sus dificultades jurídicas.
Por ejemplo, en la Ley que se acaba de aprobar definitivamente sobre blanqueo de capitales, se insiste en la
obligación -es un símil y no tiene nada que ver una cosa
con la otra- de comunicar al Ministerio Fiscal cualquier
conducta o programa que se vaya a proyectar previamente. Quizá podría ser saludable, no lo sé; o bien pudiera
establecerse que la Administración de oficio lo haga voluntariamente al Ministerio Fiscal. Obviamente lo hace
el perjudicado porque es el que conoce el contenido del
programa que se va a proyectar y, por tanto, el Ministerio
Fiscal luego lo que hace es cumplir su misión en ese
específico procedimiento. En el caso del auto de 19 de
octubre, dictado por el Juzgado número 28 de Madrid,
naturalmente fue a instancias de la parte perjudicada
como se inició el procedimiento civil correspondiente
-también está legitimado el Ministerio Fiscal para iniciar
la acción civil, en ese caso concreto, en el marco de la Ley
62/1978, de garantía jurisdiccional civil- pero obviamente ahí sí fue el Ministerio Fiscal el que solicitó el
secuestro que luego fue decretado por el juez y confirmado posteriormente por la Audiencia Provincial de Madrid, en auto de l de febrero pasado.
Desde luego, yo, si no me cae una avalancha porque
aprovecho esta ocasión para atentar contra la libertad de
expresión porque siempre se me acusa, probablemente
.O
- 33 14 DE FEBRERO DE 1994
con razón, por exceso y no por defecto, desde luego por
mí no va a quedar; lo voy a escribir; los fiscales van a ser
beligerantes en el ejercicio de las acciones penales y civiles en defensa de la infancia y de la juventud, y lo voy a
poner así en la instrucción. Y , además, voy a exigir que
los fiscales especiales específicamente ejerciten estas acciones. Espero que el Parlamento salga en mi ayuda cuando digan: ya está este señor intentando ensombrecer esa
libertad de expresión duramente conseguida. Pero, desde
luego, animado por esta comparecencia voy a hacerlo, no
voy a dudarlo ni un minuto. Hasta ahora tenía cierto
reparo, pero ya no lo voy a tener y espero que esta Cámara me apoye.
Ha existido esa falta de beligerancia, de la que hablaba
el portavoz de Convergencia i Unió, por estas circunstancias que he mencionado. Y es verdad que toda esa
cultura jurídica de la sociedad española ha hecho que se
recurra poco al Ministerio Fiscal, que haya una especie
de desconfianza en lo que el Ministerio Fiscal vaya a
hacer. En este marco es natural que el propio Ministerio
Fiscal -reitero- haya tenido una cierta desconfianza en el
ejercicio de su misión constitucional, porque el fiscal
siempre vela porque su acción penal correspondiente se
traduzca en una acogida por parte de la autoridad judicial y, lógicamente, no le gusta mucho ser rechazado por
la misma. Y aquí, como digo, nos hemos movido en una
materia enormemente complicada y compleja. Probablemente las cosas han tenido que ser así para que ahora
sean como son y de aquí en adelante me imagino que será
otra la actitud. De la misma forma que propiciamos esta
instrucción, evidentemente la realidad está ya demandando -y esa pequeña jurisprudencia y el apoyo que la
misma ha tenido así lo manifiestan- una actuación mucho más beligerante por parte del Ministerio Fiscal.
La portavoz del Grupo Popular me ha preguntado por
algo por lo que yo tengo una especial preocupación, los
llamados juicios paralelos. Cualquiera se atreve a hablar
públicamente de restringir el secreto del sumario. La andanada que nos cae a los que tenemos la osadía de hablar
de que el sumario es secreto se pueden ustedes imaginar
cuál es. Pues bien, también el Fiscal General del Estado
ha tenido una específica preocupación por recordar a los
fiscales que deben velar por el secreto del sumario para
evitar los juicios paralelos que hoy campan por sus respetos en la sociedad española, porque una de las crisis más
importantes que vive el proceso penal es, precisamente,
la vulneración de la presunción de inocencia a través de
los juicios paralelos, o a través de las acciones penales
infundadas. Ya ha recordado el Tribunal Constitucional
que la presunción de inocencia no solamente existe una
vez que se ha iniciado el procedimiento, sino incluso
antes de iniciarse, no admitiendo acciones penales carentes de fundamento y que propician ciertos juicios paralelos. Se ha dictado también una instrucción, la 3/93, en la
cual el Fiscal General del Estado recomienda específicamente a los fiscales velar por el secreto del sumario. Ha
recordado a los fiscales -hay que recordarlo siempreque el Tribunal Constitucional, en su sentencia 13 de
1985, establece que una cosa es revelar el secreto del
COMISIONES.-NÚM.
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sumario cuando se ha tenido conocimiento de los hechos
del sumario antes o al margen del mismo, en cuyo caso no
cabe ninguna restricción al artículo 20 de dar y recibir
información, y otra muy distinta cuando la fuente única
de conocimiento de los hechos sea el sumario, en cuyo
caso, por supuesto, hay una revelación de secretos.
Nuestra vieja Ley de Enjuiciamiento Criminal, monumento liberal a la libertad de expresión y a los derechos
fundamentales, dice en su artículo 301 -siempre de forma clara, porque el léxico y la gramática de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal es también otro monumento al
idioma castellano- que el sumario es secreto hasta la
apertura del juicio oral y que luego podrá ser declarado
secreto para las partes perdonadas. Yo creo que hoy el
secreto del sumario campa por sus respetos. Hoy, cuando
se levanta el secreto del sumario que ha sido previamente
declarado para las partes personadas, es como si se hubiera levantado la veda y empiezan a circular las fotocopias
del sumario por toda España, por todas las revistas y
periódicos. Y, desde luego, no será porque el Fiscal General del Estado no recomiende e instruya a los fiscales
de que deben velar por el secreto del sumario, pero en la
práctica reconozco mi absoluto fracaso porque las diligencias por revelación de secretos en España son contadas con los dedos de la mano.
¿Qué es lo que pasa? Pues que de todo lo que se llama
Administración de Justicia, de los 1.200 fiscales, 3.000 y
pico jueces, más secretarios y personal auxiliar, el único
responsable político es el Fiscal General del Estado. Que
conste que yo tampoco abogo por la responsabilidad política de los jueces en España, soy contrario a ella, o sea,
que no lo digo irónicamente. El Fiscal General del Estado
es el referente político y es al que hay que exigir las
responsabilidades. A mí me encanta que me las exija el
Parlamento más que otras instancias de las que no me fío
mucho, pero del Parlamento totalmente.
Lo que quiero significar en este momento es que y o he
hecho lo que he podido para evitar los juicios paralelos,
pero he fracasado y naturalmente tengo esa responsabilidad. No creo que haya que modificar ninguna legislación
al respecto. Nuestra Ley de Enjuiciamiento Criminal es
clara y diáfana, pero aquí estamos otra vez con el famoso
problema que mencioné al principio. Cualquier medida
que adopte un juez de instrucción, de oficio o a instancia
del fiscal, para preservar el secreto del sumario se ve con
cierto recelo, y no digamos por los medios de comunicación. Son medidas que luego no resultan eficaces porque,
como digo, tenemos ese temor a rozar directa o indirectamente la libertad de expresión del artículo 20 de la Constitución.
Lo cierto es que ahí están los juicios paralelos. Todos
los días estamos viendo cómo a instancias extrajudiciales
se inician procedimientos paralelos, se condena y hasta
se ejecuta la sentencia, sin que sea posible una sentencia
firme por parte de los tribunales. Es decir, la presunción
de inocencia en este país sufre una crisis extraordinaria
porque en nuestra cultura jurídica no se ha asumido que
únicamente se puede establecer la culpabilidad en el juicio oral, en la fase de plenario y no en el período de
- 3414 DE FEBRERO DE 1994
instrucción. Quizá cuando se reforme el procedimiento
abreviado y puedan garantizarse mejor los derechos fundamentales en la fase de instrucción acabaremos con este
problema. Yo lo he expuesto aquí de la única forma que
sé, porque es u n problema que me preocupa muchísimo y
me alegra que también sea una preocupación de los
miembros de esta Comisión.
Respecto a la pregunta que me ha hecho el portavoz del
Grupo Socialista, efectivamente sólo en el caso al que me
he referido de la resolución del juzgado de primera instancia número 28 de Madrid se ha planteado el problema
del consentimiento por escrito. Aquí también nos tropezamos con la dificultad que tiene el Ministerio Fiscal
para conocer aquellos hechos en los cuales está implicado
un menor que, según las leyes civiles, carezca de madurez
para prestar su consentimiento y tenga que hacerlo el
representante legal. Además, éste normalmente no cumple con la obligación de comunicarlo al Ministerio Fiscal.
Esto no se ha articulado en la práctica, por lo que el
Ministerio Fiscal la desconoce y la realidad social transcurre al margen de él. Habría que arbitrar algún procedimiento para que los representantes legales conozcan la
obligación que tienen de comunicar al Ministerio Fiscal
estos consentimientos por escrito. Muchas veces el consentimiento ni siquiera se da por escrito por parte del
representante legal, en cuyo caso también tendría que
intervenir el Ministerio Fiscal.
¿Qué ocurre? Que la articulación práctica de los principios de la Ley 1/1982 tiene muchas deficiencias que es
necesario colmar en esa instrucción. Hemos preferido
optar por un cierto rodaje de la Instrucción 2/1993 para
saber en cierta medida cuál es la respuesta que ha tenido
en la práctica, cuál es la eficacia que ha logrado, cuáles
son los problemas que se plantean con el paso del tiempo
y ahora, con afán totalizador, recoger todos los supuestos
prácticos e n esa instrucción e intentar corregirlos.
Muchísimas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, señor Fiscal.
Creo que nos va a ayudar mucho ese alegato en contra
de una mala interpretación de la libertad de expresión,
que es uno de los puntos fundamentales que nos tenemos
que plantear en esta Comisión, es decir, situar la libertad
de expresión en sus justos términos. Comparto totalmente sus palabras, no sólo como Presidenta de la Comisión,
sino también en nombre propio.
Pasamos a u n segundo turno. Los Senadores portavoces y no portavoces que quieran intervenir pueden pedir
la palabra.
Tiene la palabra el Senador Galindo Santana.
El señor GALINDO SANTANA: Gracias, señora Presidenta.
Sólo quiero decir que la explicación del Fiscal General
del Estado -coino ya había dicho al principio- ha sido
consecuente. coherente y sintoniza profundamente con el
sentimiento y los deseos de esta Comisión. En consecuencia, no deseo hacer otras preguntas.
' Muchas gracias, señora Presidenta.
COMISIONES.-NÚM.
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La señora PRESIDENTA: Por el Grupo Parlamentario
de Convergencia i Unió, tiene la palabra el Senador Codina.
El señor CODINA 1 CASTILLO: Muchas gracias, señora Presidenta.
Voy a intervenir muy brevemente, en primer lugar,
para decir al Fiscal General del Estado que me ha gustado mucho la rotundidad con la que se ha manifestado
respecto de los juicios paralelos. Este es un tema que ha
salido esta mañana en las dos comparecencias anteriores.
La rotundidad de la opinión del Fiscal General me parece que es positiva y aclara mucho las cosas.
Con respecto a la instrucción que va a formular a los
fiscales para que tengan una mayor beligerancia en cuidar de que los programas televisivos estén en la línea en
la que deben, me parece bien y, de alguna manera, puede
garantizar que esta preocupación de la Comisión esté
encomendada al Ministerio Fiscal, que es lo que, por lo
menos parte de esta Comisión, venía demandando.
Sin embargo, no es que esté preocupado, pero sí me
permitiré decir al Fiscal General del Estado que tendríamos que tener un poco más de cuidado con respecto a la
propuesta que, aunque no se ha hecho de una manera
formal, ha planeado en cuanto a si los contenidos televisivos deberían ser conocidos con anterioridad por parte
del Ministerio Fiscal como una fórmula de garantía para
luego no caer en los errores en los que se ha caído hasta
ahora. Deberíamos ir con mucho cuidado, no fuéramos a
caer en una especie de censura que todos hemos criticado
con anterioridad. Quizá sí fuera bueno que aquellos programas que se van repitiendo semana tras semana y que
ya denotan su estilo, en caso de duda y si estuvieran
filmados con anterioridad, se pudieran ver antes de su
emisión en casos extremos, pero sin caer en la tentación
de que el Ministerio Fiscal pida a las televisiones conocer
de forma previa su programación. Estoy seguro de que no
es eso lo que usted ha querido decir, pero como es lo que
yo he entendido, he preferido que no quedara sombra de
duda.
Gracias.
La señora PRESIDENTA: Tiene la palabra la señora
-. j
Agüero.
La señora AGÜERO RUANO: Gracias, señora Presidenta.
Tengo que decir dos cosas al Fiscal General del Estado.
Comparto lo que acaba de decir el portavoz de Convergencia i Unió. Creo que todos hemos entendido lo que en
realidad quería decir el Fiscal General, pero quizá el
hecho de supervisar un programa antes de su emisión
podría parecer una censura previa. Creo que ya está perfectamente aclarado.
Sencillamente quería agradecer al Fiscal General su
franqueza .y el que haya reconocido sus fallos -cosa que
no es habitual- en el tema de los juicios paralelos.
También quiero agradecer la claridad meridiana con la
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que ha expuesto en esta Comisión la falta de ese impulso
que luego le había dado la realidad social.
Nada más y muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Tiene la palabra el Senador
Arévalo.
El señor ARÉVALO SANTIAGO: Muchas gracias, señora Presidenta.
En primer lugar, quiero decir que me parece muy bien
que el Fiscal General del Estado anuncie la insistencia y
la iniciativa fiscal, no sólo la actuación fiscal como consecuencia de, sino la iniciativa fiscal en muchos de los
asuntos que se pueden plantear con motivo de la vulneración, primero de la presunción de inocencia, después de
la vulneración de la libertad de expresión y, por último,
de la vulneración del derecho a la intimidad y a la dignidad. Por tanto, que la iniciativa sea del Ministerio Fiscal
me parece correctísimo, y no sólo en la acción penal, sino
también -como ha dicho- en la acción civil, que, muchas
veces, resulta más eficaz, incluso, que la primera. Me
parece muy bien que el Fiscal General del Estado no haya
anunciado hoy esa disposición.
Quisiera también unirme a lo que ha dicho el Senador
Codina. La comunicación previa de programas no sé si
tiene encaje legal. Los programas de las televisiones se
anuncian todos los días en los medios de comunicación,
pero no sabemos más. Y conste que me parece muy acertada la iniciativa que en su día tuvieron el Fiscal y el Juez
de suspender un programa de televisión. Me parece bien,
porque era de justicia que aquello se suspendiera; después se ha demostrado que su emisión hubiera sido altamente inoportuna y vulneradora de derechos. Por tanto,
es bueno que se evite caer en estos defectos. Lo que no
parece que pueda tener encaje -al menos en este momento- es la comunicación previa. Y no es que lo esté confundiendo con ninguna censura previa. Evidentemente,
la censura no entra para nada en el debate. La censura
aquí no existe, por tanto, partiendo de ahí, entiendo por
dónde va lo otro.
Por último, señor Fiscal General, quisiera conocer su
opinión sobre los juicios publicados, es decir, la posibilidad de emitir por televisión el juicio oral. No me refiero
al tratamiento de los juicios paralelos o al tratamiento
informativo y resumido de un juicio oral cualquiera, sino
a la retransmisión por televisión de un juicio oral.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Arévalo.
¿Algún otro Senador o Senadora quiere hacer uso de la
palabra? (Pausa.)
Tiene la palabra el Senador Ardaiz Egüés.
El señor ARDAIZ EGÜÉS: Gracias, señora Presidenta.
Quiero agradecer las explicaciones del señor Fiscal General del Estado y poner encima de la mesa la reflexión
que, en principio, ha dejado muy cerrada, en cuanto a
que no se necesitaba más legislación, lo que en principio
podríamos compartir. Pero también ha quedado bastan-
COMISIONES.-NÚM.
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te claro que quizá sea necesario hacer alguna modificación legislativa en cuanto a la posibilidad de que el Fiscal
intervenga cuando no se comunica por escrito el consentimiento del representante legal.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Ardaiz.
Tiene la palabra el Fiscal General del Estado.
El señor FISCAL GENERAL DEL ESTADO (Hernández Gutiérrez): Agradezco profundamente al representante del Grupo Parlamentario de Convergencia i Unió y
al señor Arévalo que hayan hecho una interpretación
auténtica de mi expresión, ya que podría resultar equívoca. Así han evitado que la primera página de los periódicos diga mañana que el Fiscal General del Estado exige
que se le comuniquen previamente los programas de televisión. Lo agradezco profundamente; me han quitado un
peso enorme de la conciencia. Naturalmente, nada más
lejos de mi intención. Quizá, como canario, n o tenga un
lenguaje Suficientemente depurado. Lo que he querido
decir es que habria que articular alguna medida, por supuesto lejos de cualquier tipo de censura, para que el
Fiscal tuviera conocimiento de los programas televisivos.
Pero yo no quisiera ni por un momento salirme de la
órbita que nos ha ocupado esta tarde aquí. Me refiero a la
protección de la infancia. He hablado siempre pensando
en el menor, en la protección de la infancia, que es, según
dice el párrafo 4 del artículo 20, lo que especialmente
puede limitar los derechos fundamentales a la libertad de
expresión y a recibir la debida información. Por tanto, yo
me muevo en el marco de protección a la infancia, que es
algo muy delicado y a lo que todos somos sensibles. Es lo
único que motivaría una limitación en los programas
televisivos; lo Único, no otros derechos fundamentales,
no los que pueden suponer una intromisión ilegítima en
general al honor, a la propia imagen o a la intimidad
familiar y personal; me refiero sólo a los que atañen a la
infancia, que tienen que tener por parte de todos nosotros, de la sociedad y del Fiscal General del Estado, una
protección especialísima, una especial sensibilidad y un
especial rigor.
Se decía que es bueno que el Fiscal inicie -y naturalmente estoy de acuerdo- la vía civil, porque la calumnia
y la injuria, que son los delitos que podrían dar lugar a la
vía penal, hoy son delitos difíciles de centrar jurisprudencialmente, porque lo del «animus iniurandiw -como todos sabemos- cede a múltiples ánimos como puede ser el
«iocandi» «retroquendi» «narrandi», etcétera, por lo que
prosperan muy pocas acciones penales a iniciativa particular, respecto de esos delitos. Y o creo que la vía normal debe ser la prevista como garantía jurisdiccional civil por la Ley 62/78 y por la Ley 1/1982.
El Ministerio Fiscal no puede conocer todos los programas televisivos; los conoce el perjudicado porque le ha
llamado algún conocido y es él quien denuncia que se va
a producir dicha emisión. No me estoy refiriendo a ningún tipo de censuras. No seré yo quien proponga la más
mínima restricción a la libertad de expresión o a dar y
36 COMISIONES.-NÚM.
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.
recibir iriformación; todo lo contrario, yo seré, hablando
sin apasionamiento -cosa que para mí es difícil- quien la
proteja. Pero sí quería indicar la posibilidad de que estos
hechos se pongan en conocimiento del Ministerio Fiscal,
bien por los particulares o bien de alguna otra forma que
en ningún caso implique censura previa, para que el Ministerio Fiscal pueda ejercitar con eficacia estas acciones.
Por ahí va el espíritu y la letra de la Ley Orgánica
1/1982. El artículo 9 dice que la tutela judicial comprenderá la adopción de todas las medidas -insisto, de todas
las medidas- necesarias para poner fin a la intromisión
ilegítima de que se trata y restablecer al perjudicado en el
pleno disfrute de sus derechos, así como para prevenir o
impedir intromisiones ulteriores. Fíjense en el alcance
que esto tiene.
Cuando se trata del derecho a la intimidad o a la propia
imagen de las personas adultas demasiado lejos puede ser
excesivo, e, incluso, puede ser tan preocupante como lo
otro. Pero cuando se trata de un niño, y puesto que el
Ministerio Fiscal tiene la misión constitucional específica e histórica de proteger a la infancia y a los desvalidos,
habría que arbitrar algún sistema que no supusiera una
censura; además en este caso la censura sería de la autoridad judicial, nunca la que se establecía antes por la Administración, que, afortunadamente, en nuestro sistema
actual es inimaginable.
Creo que todo lo que sea garantizar la eficacia de la
actuación del Ministerio Fiscal en defensa de los menores es bueno. Por supuesto que todo esto hay que hacerlo
con el más escrupuloso respeto a la libertad de expresión.
Pero después de hacer esa ponderación de intereses de
cara a la jurisprudencia, después de introducir el principio de proporcionalidad, no creo que el derecho a la
libertad de expresión resulte mermado si priorizamos la
proteccion de la infancia. Y no hace falta teorizar aquí
sobre ese bien jurídico porque sería ofender o poner en
entredicho a la Cámara, que tiene las ideas perfectamente claras al respecto.
El juicio oral en la televisión. La Constitución establece de forma absolutamente clara que el principio de publicidad ha de regir el juicio oral, y ahí no hay ningún tipo
de restricciones. Por tanto, todo lo que sea dar publicidad al juicio oral creo que es bueno. El plenario, desde
nuestra legislación liberal sobre el proceso penal, siempre
ha gozado de entera publicidad, que solamente puede ser
restringida en el caso de que el Presidente de la Sala lo
considere oportuno, incluso en los casos -y no voy a
poner el ejemplo de la alteración del orden .público- en
los que se trata de la infancia. Eso con carácter general.
N o obstante, cuando se refiere a la justicia del menor, la
Ley prevé la restricción de la publicidad y la toma de
imágenes del menor. Por tanto, principio de publicidad
con carácter general para juicio oral, y cuando se trata de
enjuiciamiento de menores, nuestro Derecho positivo
tiene una restricción importantísima. Así, la Ley de Enjuiciamiento Criminal, de junio de 1992, y la instrucción
que específicamente ha dictado la Fiscalía General del
Estado para este supuesto, recuerda a los fiscales la obligación de preservar -y la propia Ley lo establece- la
intimidad del menor que es objeto de un procedimiento
judicial. En este caso concreto está perfectamente justificada la restricción del principio de publicidad. Así, se
establece que el Juez de menores competente puede tomar la determinación de que las vistas no sean públicas y,
por supuesto, la prohibición de tomar imágenes del menor mientras es objeto de un juicio. En este caso concreto, las reglas de Beiging son muy claras y, desde luego, la
Ley de Procedimiento especial para el enjuiciamiento de
menores, que ya fue objeto de la instrucción 111993 por
parte de la Fiscalía General del Estado, establece perfectamente esa restricción al principio de publicidad. Pero,
con carácter general, la publicidad para el plenario está
perfectamente garantizada, aunque también existe una
especificidad: esa publicidad, que no sufre restricciones
en ningún caso, salvo las que el Presidente pueda establecer en un momento determinado, con respecto a los menores está perfectamente restringida por la reciente Ley
de Enjuiciamiento de menores.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señor Fiscal General, por su exposición y sus opiniones.
Se suspende la sesión hasta las dieciocho horas.
(Pausa.)
S e reanuda la sesión.
- COMPARECENCIA DEL SEÑOR VOCAL DEL
CONSEJO GENERAL DEL PODEK JUDICIAL.
(7 13/000089.)
La señora PRESIDENTA: Se reanuda la sesión.
Doy la bienvenida, en nombre de todos los miembros
de la Comisión y en el mío propio, a don Juan Antonio
Xiol Ríos, Vocal del Consejo General del Poder Judicial,
que va a completarnos el asunto que estamos tratando
hoy con sus puntos de vista.
Tiene la palabra el señor Xiol.
El señor VOCAL DEL CONSEJO GENERAL DEL
PODER JUDICIAL (Xiol Ríos): Gracias.
Desde fechas recientes proliferan programas televisivos que están realizados preferentemente en directo y
que tienen como característica común presentar algún
ingrediente sensacionalista. El interés del espectador es
atraído primero y mantenido después, durante los frecuentes cortes publicitarios, mediante el despliegue de
recursos llamativos o escandalosos. En estos programas
se advierte inmediatamente la presencia de u11 móvil
comercial exacerbado, que indudablemente repercute en
una menor objetividad y profesionalidad y en una baja
de la calidad periodística del producto. Tales programas
especulan, en gran medida, con la vida íntima de las
personas, porque se basan en publicar cuestiones escabrosas respecto a detalles, circunstancias personales que
afectan al honor y a la intimidad. Constituye un motivo
de preocupación adicional que en algunas ocasiones se
utilice la imagen y la intimidad de menores de edad, ya
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que a veces existe la sospecha de que detrás de esta presencia existe una operación de carácter mercantil.
Otro fenómeno que confluye con este tipo de contenidos televisivos es que el atractivo por el sexo y la violencia, con el contenido sensacionalista que se busca, coincide en ocasiones con la atención específica respecto de
procesos judiciales. Recientemente, en los Estados Unidos han existido varios procesos que simultáneamente
han ocupado un nivel de atención absolutamente desacostumbrado en la televisión: juicio de Lorena Bobbit y
el de la secta de los davidianos.
Otro fenómeno relacionado con estos programas y
preocupante desde el punto de vista de la justicia es que
producen el efecto de lo que se llama un juicio paralelo.
Eso ocurre cuando en estos programas se efectúan valoraciones críticas acerca de la regularidad ética de la conducta de una persona que va a ser sometida a enjuiciamiento
por parte de los tribunales. En ocasiones, este juicio paralelo confluye en transformar en espectáculo público un
determinado proceso; en otras, se observa que producen
un efecto, sin duda, indeseable de publicidad para el
delincuente; en otras, por el contrario, adoptan un punto
de vista de venganza social o particular y permiten suponer que se especula con un sentimiento de doble condena
respecto del sometido a enjuiciamiento. Además, estos
juicios paralelos suponen en muchas ocasiones una amenaza para la imparcialidad del juzgador, para el derecho
al juicio justo, especialmente en aquellos casos en los que
el jurado está llamado a intervenir.
Estos fenómenos televisivos recuerdan la reacción totalmente contrapuesta que suele producirse frente al ejercicio de la libertad de expresión y a los abusos de la
misma. Por una parte, una posición que insiste en el
carácter central, inamovible que la libertad de expresión
tiene como núcleo imbatible en toda sociedad democrática para garantizar el pluralismo ideológico y el mantenimiento de la estructura misma de esta sociedad. Pero,
por otra parte, en una especie de ley del péndulo, cuando
se registran abusos de esta naturaleza, también existe una
tendencia, que en ocasiones se exagera, a condenar los
abusos de este ejercicio de la libertad de expresión en
nombre del respeto a la verdad o de la imposibilidad de
especular con la falta de cultura de algunos ciudadanos, o
con los sentimientos bajos por parte de éstos.
Desde el primer punto de vista, se afirma que el precio
de la libertad es tolerar cierto grado de irresponsabilidad,
como hizo Kenneth Morgan, Presidente del Consejo de
Prensa Británico en el año 1989. Desde el segundo de los
puntos de vista, Lucas Powe, en un libro que escribió en
1987, dijo que el libelo se había convertido en un entretenimiento nacional. Pero lo cierto es que existe una preocupación por parte de los poderes públicos, totalmente
legítima y justificada, para corregir esos abusos de la
libertad de expresión, en la medida en que pueden afectar seriamente a derechos fundamentales, a la protección
de la juventud y de la infancia. Pero en otro lado está esa
visión de la libertad de expresión que también es posible
que sea contemplada con exageraciones en su defensa.
Es frecuente que los periodistas sostengan una perspec-
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tiva unilateral de defensa a ultranza del derecho a la
información; que cuando se produce una condena por
parte de un tribunal, vean un atentado a la libertad de
expresión; que cuando se adopta una medida cautelar
para proteger un derecho fundamental, hablen de censura previa, a pesar de que esta medida pueda haber sido
adoptada por el juez con arreglo a la ley.
En todo caso, sí es necesario afirmar que cualquier
reflexión que se haga sobre esta materia debe partir de la
base del papel central, de la posición preferente que a la
libertad de expresión se atribuye en toda sociedad democrática. Es ésta una tradición común en la civilización
occidental, que está recogida plenamente en la jurisprudencia de los distintos países, en los tratados internacionales, y que en nuestro Derecho ha sido perfectamente
asumida, a partir de la Constitución, por el Tribunal
Constitucional y por el Tribunal Supremo.
El Tribunal Constitucional, en efecto, ha partido de la
base de que la posición de la libertad de expresión no
solamente puede explicarse como limitada por los derechos fundamentales, sino que ocupa una posición claramente preferente y que ésta la lleva a prevalecer, por
ejemplo, sobre el derecho fundamental al honor o a la
intimidad cuando cumple determinados requisitos: el de
la veracidad, el del interés público y social de la información y el de la moderación de las expresiones, porque,
como gráficamente dice el Tribunal Constitucional, la
Constitución no consagra el derecho al insulto. Pero aquí
nos importan las limitaciones a la libertad de expresión,
la primera de las cuales, a mi juicio, al menos desde el
punto de vista de las manifestaciones de los medios de
comunicación que aquí especialmente nos interesan, es
la protección de los menores, la protección de la juventud
y de la infancia.
Esta necesidad, propia de las sociedades democráticas,
es admitida como legitimadora de una restricción de la
libertad de expresión en la jurisprudencia de prácticamente todos los países; por ejemplo, en Estados Unidos
es uno de los pocos motivos que pueden justificar la
legitimidad de una interdicción previa a la publicación
de una determinada noticia o información. Y en las normas deontológicas que en muy distintos lugares y países
se elaboran sobre la profesión periodística siempre sc
hace una referencia a la protección de la infancia y de la
juventud; por ejemplo, en el Código de Programas de la
Comisión Independiente de la Televisión, en Gran Bretaña, o en el Código Deontológico de la Profesión Periodística, en Cataluña, que se aprobó en el año 1992, o en
el más reciente e interesante Convenio sobre Principios
de Autorregulación para las Cadenas de Televisión que
se firmó en el año 1993 por el Ministerio de Educación
con las consejerías de las Comunidades Autónomas y con
determinadas cadenas televisivas. Los llamados ya
«principios de Madrid», que fueron aprobados en un
seminario celebrado en enero de este año sobre la relación entre los medios de comunicación y la independencia judicial, consideran también en lugar preferente como causa de restricción de la libertad de expresión que
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puede establecer la ley de protección de menores o de
grupos necesitados de protección.
Pero en cuanto reflexionamos sobre este criterio restrictivo, observamos que, al menos en nuestro derecho,
en la proclamación a nivel internacional, a nivel jurisprudencia] y también a nivel constitucional, es quizá superior al desarrollo legislativo que luego merece. En la
Constitución, en efecto, la protección de la juventud y de
la infancia está expresamente prevista en el párrafo 4 del
artículo 20 como una de las limitaciones a la libertad de
expresión, y luego hay muchos otros preceptos constitucionales que pueden relacionarse con este principio: el de
la dignidad de la persona y libre desarrollo de la personalidad, el derecho a la educación, la protección integral de
los hijos, la protección de los niños conforme a los instrumentos internacionales, la promoción de la juventud.
El Tribunal Constitucional acepta plenamente en sus
sentencias, recogiendo también en este punto la orientación ya marcada por el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos, que la protección de la juventud y de la infancia es un criterio restrictivo de la libertad de expresión.
Así ocurre también en instrumentos internacionales que
son perfectamente conocidos: la Declaración Universal
de Derechos Humanos, los pactos de derechos, la Declaración de Derechos del Niño, las normas e instrumentos
y reglas mínimas internacionales acerca de la justicia
j uven i 1.
Pero, insisto, cuando descendemos al desarrollo legal
de estos principios tan ricamente reconocidos a nivel
constitucional e internacional, observamos que quizá el
desarrollo es mucho más fragmentario, mucho más indirecto. Observamos en nuestro ordenamiento jurídico desarrollos o, por así llamarles, más bien referencias puramente genéricas y en ocasiones realizadas de una manera
indirecta; por ejemplo, en el Estatuto de Radiotelevisión
se alude, ciertamente entre los principios, al respeto a la
protección de la juventud y de la infancia, pero realmente
no se va más allá. Esta misma referencia la encontramos
en la Ley del Tercer Canal de Televisión de 1983 y también en las normas de las distintas Comunidades Autónomas que regulan los entes públicos de gestión de las televisiones y de los medios de comunicación autonómicos,
aunque sean de titularidad estatal o autonómica y, en
cambio, en la Ley de Televisión Privada ni siquiera encontramos esta referencia. En la Ley de Televisión Privada, al hablar de las sanciones, se hace una referencia
exclusivamente a la violación declarada en resolución
firme de la normativa vigente sobre el derecho al honor,
a la intimidad personal y a la propia imagen, entre otras
normativas, sin ni siquiera hacer una referencia específica a la protección de la juventud y de la infancia.
En la Ley de Publicidad de 1988, en la cual cabría, en
principio, encontrar una referencia, como es habitual en
los códigos deontológicos, a la protección de la juventud
y de la infancia, observamos que se hace más hincapié en
los contenidos externos de la publicidad, en la protección
de la salud y del patrimonio. derechos de los consumidores y defensa de la competencia. que sobre los contenidos
de la publicidad. N o se hace referencia a las limitaciones
COMISIONES.-NÚM.
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de los contenidos publicitarios por razón de la protección'
de la juventud y de la infancia.
La Ley Orgánica de Protección del Honor y la Intimidad, Ley Orgánica 1/1982, tampoco la proyección de lo
que podríamos llamar la intimidad del menor merece un
desarrollo específico, sino que simplemente se hace una
referencia en un importante precepto, el artículo 3, a la
necesidad de que el consentimiento del menor para que
un acto de intromisión en la intimidad pierda su carácter
ilegítimo deberá ser comunicado al Ministerio Fiscal y, si
éste se opone, deberá quedar la resolución en manos del
juez. Se trata del consentimiento prestado, lógicamente,
por los representantes legales del menor.
Esto explica, por tanto, que con un panorama legislativo ciertamente tan escueto, los esfuerzos que desde los
ámbitos jurídicos se hacen para hacer valer este principio
constitucional e internacional, exigencia de una sociedad
democrática, la protección de la juventud y de la infancia
de la libertad de expresión, especialmente en el medio
televisivo, en el que son especialmente graves las agresiones que pueden realizarse respecto de los menores, tanto
en cuanto a su intimidad como en cuanto a su necesidad
de protección, hayan tropezado en muchas ocasiones con
obstáculos de falta de regulación legal. Por ejemplo, la
circular del Ministerio Fiscal del 15 de marzo de 1992
hace un esfuerzo importante por tratar de hacer efectiva
esta protección, pero solamente puede articularse jurídicamente en torno a este, que por eso he llamado importante, artículo 3 de la Ley Orgánica 1/1982, y prácticamente se limita a decir que el Ministerio Fiscal, cuando
tenga conocimiento o suponga que en algún medio televisivo o similar se vaya a producir una entrevista respecto
de un menor o se vayan a publicar datos relativos a la
intimidad de un menor, comprobará si efectivamente se
ha producido su intervención y, por tanto, la decisión del
juez en el caso de que el Ministerio Fiscal se haya opuesto, y en otro caso advertirá a los representantes legales del
menor de la posible no validez del negocio jurídico, vía
ciertamente indirecta para una restricción a la libertad de
expresión que la Constitución directamente concibe como tal.
Tenemos también otro ejemplo de un auto de un Juzgado de Primera Instancia dictado en el Último trimestre
de 1993, que se decidió por adoptar una medida cautelar,
que es probablemente una decisión con pocos. por no
decir ningún precedente; una medida cautelar a instancia
del Ministerio Fiscal por la que se prohibió la emisión de
una entrevista con los familiares de un menor por la
implicación de este último como perjudicado en un hecho que afectaba a su integridad física. La decisión judicial se apoyó nuevamente en este artículo 3 de la ley
Orgánica 1/1982 y también en el artículo 158 del Código
Civil, precepto que sólo puede ser invocado para estos
fines de una manera indirecta, puesto que en el marco de
las relaciones paterno-filiales atribuye al juez la facultad
de adoptar medidas a instancia, entre otros, del Ministerio Fiscal a fin de evitar perjuicios o apartar al menor de
un peligro.
Otro principio muy importante, desde la profesión que
39 -
COMISIONES.-NÚM.
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yo ejerzo, como restricción de la libertad de expresión -y
del cual suele hablarse en nuestro país, quizá, menos de
lo que sería deseable- es el relacionado con la imparcialidad del juzgador. En nuestro Derecho, y esto también
constituye un principio común a todas las sociedades
democráticas, el proceso es público y esto supone ya desde la Revolución Francesa una garantía de la imparcialidad del juzgador, pues facilita la crítica pública de las
decisiones judiciales. Sin embargo, la publicidad del proceso puede estar sometida a restricciones importantes,
algunas de ellas, como dice el artículo 10 del Convenio
Europeo de Derechos Humanos, restricciones que tienen
como finalidad el garantizar la imparcialidad del juzgador.
Es en el Derecho anglosajón donde encontramos una
manifestación más clara de esta limitación en la institución del desacato a la Corte, desacato al tribunal o «contempt of Court». La «contempt of Court» incluye la desobediencia a las órdenes del tribunal, las presiones sobre
testigos y las presiones sobre el tribunal o jurado. Sin
embargo, en los países anglosajones se admite que pueda
incluirse dentro de este que podemos llamar desacato las
discusiones o comentarios durante el desarrollo del proceso o previos al mismo susceptibles de suponer una
presión sobre el tribunal que amenace a su imparcialidad.
En el Reino Unido y en los Estados Unidos ha corrido
distinta suerte esta institución. En el Reino Unido, donde tenia una gran extensión, donde prácticamente no
podía publicarse antes de la sentencia más que escuetamente los datos acerca del proceso, la sentencia dictada
por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en el
caso «Sunday Times» obligó a reconsiderar la posición.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos dijo que
cuando el tribunal inglés había ordenado la no publícación de determinadas informaciones en relación con el
proceso de la talidomida, aunque había aplicado esta
institución del desacato al tribunal, en este caso por presión sobre una de las partes, sin embargo no había actuado con suficiente justificación para ello dada la trascendencia pública del asunto, dado el carácter socialmente
catastrófico -dice el Tribunal Europeo de Derechos Humanos- que el asunto revestía. Ello obligó a que se dictara en el Reino Unido una ley o acta sobre el desacato al
tribunal, «Contempt of Court Act» de 1981, en la cual
trata de inclinarse algo la balanza en favor de la libertad
de expresión, pero se sigue incurriendo en desacato en
caso de publicaciones que hagan comentarios previamente a la sentencia sobre el carácter del acusado, que
revelen sus antecedentes penales, que manifiesten que ha
confesado la realización del delito o cuando se lleve a
cabo un juicio paralelo, se publican entrevistas con los
testigos, o incluso la mera publicación de la fotografía del
acusado si hay problemas de identificación, también los
meros comentarios sobre los testimonios, bien para infravalorarlos, bien para supravalorarlos.
Por el contrario, en los Estados Unidos ha sido la propia jurisprudencia de la Corte Suprema la que ha restringido el alcance de esta institución. Existe en primer tér-
mino, en la primera fase, una importante sentencia &hepard versus Macwell», en la cual la Corte Suprema de los
Estados Unidos anuló el proceso por entender que el
tribunal debía haber prohibido determinadas intervenciones de los testigos y de los abogados ante los medios de
comunicación, ante la prensa, pues con ello no había
evitado el que se crease una atmósfera carnavalesca en
torno al juicio. Sin embargo, en 1976, en el caso «Nebraska Press Association versus Stuartn se afirmó que las
restricciones previas a la publicación de informaciones
serían la más intolerable violación de la Primera Enmienda de la Constitución, que proclama la libertad de
expresión; con ello se produjo un apartamiento de los
mecanismos británicos. En esta sentencia la Corte Suprema indicaba para garantizar la imparcialidad del tribunal
medidas indirectas: el cambio del tribunal, traslado a
otro lugar del juicio, aplazamiento del juicio hasta que
minorase la situación de candencia en los medios de
comunicación, examen previo del jurado, aislamiento
del jurado, instrucciones, etcétera.
En otros países europeos en algunas ocasiones se ha
intentado trasladar algunos aspectos de esta institución,
aunque nunca lo ha sido con el alcance que tiene en el
Reino Unido y en los Estados Unidos. En Francia, por
ejemplo, el Código Penal de 1958 previó precjsamente
como delito la existencia, antes de la decisión definitiva,
de comentarios tendentes a ejercer presiones sobre las
declaraciones de los testigos o sobre las decisiones dictadas, tanto en fase de instrucción como en fase de juicio
oral.
Otra institución que, desde el punto de vista judicial,
tiene una estrecha relación con la libertad de expresión es
el secreto del sumario, vieja institución regulada en la
Ley de Enjuiciamiento Criminal del siglo pasado y que
ciertamente no ha sido adaptada a las exigencias ni del
funcionamiento moderno de los tribunales ni de la libertad de expresión.
El secreto sumarial, según la sentencia del Tribunal
Constitucional 13/1985, afecta exclusivamente a las actuaciones procesales. En consecuencia, no legitima al
juez -según interpreta esta sentencia del Tribunal Constitucional- para prohibir que se publiquen noticias, informaciones que puedan afectar al éxito de la investigación que, en definitiva, según dice la Exposición de Motivos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y admite esta
sentencia, es el fin del secreto del sumario.
Sin embargo, en la actualidad tanto en la doctrina como en la jurisprudencia tiende a observarse en los distintos países una evolución de este principio acerca del secreto de las investigaciones, que en nuestro Derecho se
integran dentro de la fase sumarial. Efectivamente, se
observa que no es tanto el éxito de la investigación penal
lo que trata de asegurarse, sino la adecuada ponderación
de los derechos en juego, y concretamente el derecho a la
tutela judicial, especialmente en este caso por parte de las
víctimas del delito. Por otra parte, se observa también
que el principio acerca de que el sumario es secreto no
puede excluir el hecho de que cuando esté seriamente
amenazada la imparcialidad por parte del juzgador éste
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pueda prohibir la publicación de determinadas informaciones que afecten al proceso en su conjunto, o incluso
que afecten a derechos fundamentales, especialmente el
derecho a la intimidad, de los implicados en él.
En nuestro sistema se ha empezado a percibir también
esta necesidad y tenemos también algún caso de resolución judicial en donde ha intentado hacerse algo así. Me
estoy refiriendo concretamente a una resolución que dictó el juez del Partido de Olot prohibiendo la intervención
de u n testigo que había tomado parte en el sumario en
relación con el secuestro de una farmacéutica en un conocido proceso; esta intervención estaba llamada a ser prestada precisamente en un programa de televisión que entra plenamente dentro de las características a que me he
referido en el comienzo de esta intervención. En aquella
ocasión el juez justificó esta decisión en la advertencia al
interesado de que podría ordenar su ingreso en prisión
por un presunto delito de obstrucción a la investigación
judicial.
El secreto del sumario exige también el compaginarlo
con la libertad de expresión, en el sentido de que en las
sociedades democráticas se advierte que el contenido
propio del proceso debe ser objeto de información al
público, y aplicando rigurosamente las reglas sobre el
secreto del sumario esto sería absolutamente imposible.
Sin embargo, se observa cómo de vez en cuando en los
distintos países se producen disposiciones tendentes a
interpretar que los jueces, los miembros del Ministerio
Fiscal y los miembros de la Policía Judicial están autorizados para facilitar ciertas informaciones a la prensa que
en principio estarían comprendidas en el secreto del sumario. Estoy refiriéndome, por ejemplo, a una famosa
circular dictada en Bélgica por el Ministerio de Justicia
en el año 1953, que fue el resultado del trabajo de una
Comisión en la cual se decía precisamente que los magistrados. fiscales y jefes de policía con consentimiento de
aqudlos podían confirmar los hechos que son objeto de
un proceso con exclusión de toda apreciación personal.
También existe en España una Orden Ministerial del año
1928 que regulaba precisamente el servicio de guardia en
Barcelona y donde se hacía también unabreferencia a la
posibilidad por parte del juez de dar la información que
considerasc necesaria a los medios de comunicación.
Sin embargo. la cosa no ha pasado realmente en el nivel
formal dc estc grado; sí, en cambio, como se ha sentido
siemprc esta necesidad por parte de los medios judiciaIcs. lo cierto es que la regla de no facilitar información a
los medios dc comunicación ha sido interpretada ciertamente con una enorme laxitud. con una enorme flexibilidad. a veces claramente excesiva.
En el año 1986. el Consejo General del Poder Judicial
adoptó un acuerdo manifestando su preocupación por las
declaraciones que los jueces efectuaban a los medios de
comunicación sobre asuntos de su competencia; fue la
llamada. naturalmente desde ambientes informativos.
((ley del silencio».
Otro aspecto también importante, desde el punto de
vista judicial, es el de la publicidad de las sentencias. Las
sentencias. ciertamente son públicas. es más, los tratados
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internacionales, la Constitución, las leyes procesales ordenan expresamente su publicación. En el año 1989 el
Consejo General del Poder Judicial entendió que este
principio de publicidad de las sentencias no tiene límites
y que, por tanto, cualquier persona puede tener acceso a
los libros de sentencias que se coleccionan en los juzgados sin necesidad de alegar interés especifico alguno.
N o obstante, en el año 1991, y esto es significativo, el
Consejo General del Poder Judicial varía totalmente la
doctrina anterior, y dice que la publicidad de las sentencias tiene como finalidad facilitar la crítica pública de las
sentencias, pero no el atender a cualquier interés y que,
por tanto, en la medida en que el interés alegado no sea
efectivamente el interés informativo que está insito en la
necesidad de facilitar la crítica pública para garantizar un
juicio justo, el interés de aquel que pretende el conocimiento de las sentencias debe valorarse en función de
otro criterio totalmente distinto: el de la ponderación del
interés para el acceso a los registros judiciales. En el año
1993 se completó este principio por el Consejo General
del Poder Judicial, sentando la doctrina de que el tribunal puede limitar la pub!icidad de las sentencias, sobre
todo en cuanto a los medios de comunicación, para proteger precisanente e1 derecho a la intimidad de los afectados. Esta liinirsción puede consistir en suprimir los
nombres o incl1:;o la comunicación de una sentencia a
los medios de comunicación.
Realmente, hoy por hoy existen muchas garantías para
exigir responsabilidad a los jueces y magistrados, tal como se halla el estado de la cuestión, por excesos en el
quebrantamiento del secreto que podemos llamar profesional. Ciertamente, existe un precepto genérico en el
Código Penal sobre quebrantamiento del secreto profesional por parte de los funcionarios, pero apenas existen
más referencias concretas en la Ley Orgánica del Poder
Judicial al alcance de este secreto, salvo las normas procesales que regulan el secreto del sumario.
Sin embargo, el Consejo General del Poder Judicial el
año pasado tuvo ocasión de dictar una interesante resolución, confirmando una sanción impuesta a un magistrado, precisamente poi intromisión en la independencia de
otro magistrado como consecuencia de unas declaraciones a la Prensa. Se trataba del presidente del tribunal que
debía conocer, en vía de recurso, la resolución que al día
siguiente iba a dictar el juez inferior en un procedimiento
cautelar, y que el magistrado del Órgano superior prejuzgaba en cuanto a su contenido. El Consejo General del
Poder Judicial, utilizando la técnica del (&dancing», del
balanceo o de la ponderación de intereses de derechos
fundamentales, y enfocando ciertamente desde este punto de vista la posible existencia de una restricción a la
libertad de expresión, dijo lo siguiente: una opinión públicamente manifestada en estos términos por el presidente del tribunal de apelación ofrece un instrumento
desigual de defensa a la parte a quien interesa, y un
motivo de severa desconfianza a las demás partes, susceptibles ambos de poner en cuestión la apariencia de
imparcialidad con que el juzgador debe proceder, presupuesto de su independencia y de quebrar la confianza en
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el principio de contradicción y en el sistema de recursos
y hace, en definitiva, que se aprecie un plus en la restricción de la libertad de información que pudiera predicarse
para otros supuestos en los que no concurrieren tales
circunstancias. En consecuencia, confirmó la sanción, sería una especie de «contempt of Court» cometido por un
magistrado repecto de otro.
Voy a referirme ya a posibles líneas de solución en
relación con alguno de los problemas que he planteado.
Creo que el hacer efectivas las limitaciones a la libertad
de expresión exige, en primer término, plantearse una
alternativa acerca de la autorregulación o de la intervención.
Y o pienso que quizá esta alternativa pueda contestarse
mediante una respuesta ecléptica, la que siguen precisamente los «principios de Madrid» de este año, en el sentido de que, dada la dificultad que comporta el contrapeso,
la ponderación de la libertad de expresión que ocupa,
como he indicado, una posición, preferente respecto de
los otros derechos, quizá lo más adecuado sea combinar
todo tipo de medidas: las medidas de autorregulación,
códigos deontológicos, acompañados además de Comisiones que intervienen con carácter no vinculante y medidas similares juntamente con las medidas de carácter
legal.
Si admitimos, por tanto, que caben medidas de control
de la libertad de expresión, aparte de las que queden en el
ámbito de la estricta autorregulación, habremos de plantearnos si este control ha de ser parlamentario, administrativo o judicial, es decir, a cuál de los tres Poderes ha de
corresponder. Tampoco aquí puede darse una respuesta
Única: el control parlamentario, al menos en nuestro Derecho, está llamado a ejercer una importante función
respecto de los medios de comunicación de titularidad
estatal, como establece el artículo 20 de la Constitución;
por tanto, ello aconseja en este punto potenciar en todo lo
posible la Comisión parlamentaria de Control de Radiotelevisión, que no solamente puede tener como finalidad
garantizar el pluralismo, sino también el cumplimiento
de los principios constitucionales.
Por otra parte, el control por la Administración está
llamado también aquí a ejercer un papel importante, sobre todo en el ámbito de la televisión privada porque en
este marco como consecuencia de las particularidades
que presenta esta actividad, la titularidad del servicio
publico se mantiene en manos de la Administración y
ésta se desempeña en régimen concesional. La concesión
de unas facultades a la Administración, que están previstas en la Ley de Televisión Privada, entre otras importantes facultades sancionadoras en relación precisamente
con el incumplimiento de la normativa, previa resolución firme, entre otras del derecho a la intimidad.
Por otra parte, dado que normalmente estaremos aquí
en presencia de restricciones de derechos fundamentales,
será la actividad jurisdiccional la llamada a jugar un papel decisivo. Deberíamos recordar aquí las palabras de
Tocqueville, el cual decía que la magistratura es la única
aristocracia compatible con la democracia. En este sentido, el juez es el llamado a usar estas prerrogativas para
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hacer efectivas las restricciones a la libertad de expresión. Pero ello plantea inmediatamente otra alternativa
que deberemos resolver, la alternativa entre legislación y
jurisprudencia. Para algunos debe dejarse un amplio
campo a la jurisprudencia para delimitar el alcance de las
restricciones a la libertad de expresión; para otros, debe
buscarse un mayor desarrollo legislativo. A mi juicio,
esta última posición, al menos aquí y ahora en España es
la procedente.
Efectivamente, a partir de la Convención Europea de
Derechos Humanos el Tribunal Europeo exige que para
que sean legítimas las injerencias en la libertad de expresión estén previstas en la ley, y con cierto grado -con un
grado importante- de previsibilidad y de precision, y así
lógicamente se desprende también de nuestra Constitución.
Por tanto, aunque aparentemente tenemos una jurisprudencia muy detallada por parte del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo acerca de la ponderación de este derecho, del alcance a las restricciones de la
libertad de expresión, no debemos engañarnos por esta
razón: toda esa jurisprudencia está siempre montada sobre la base de la existencia de una sanción previa, civil o
penal, a un acto ilícito, y es sobre esta base sobre la que se
da ocasión a los tribunales para pronunciarse si ese acto,
efectivamente, puede sancionarse constitucionalmente o
no, pero no puede pretenderse que esa ya rica jurisprudencia del Tribunal Constitucional pueda ser efectiva sin
contar previamente con un adecuado desarrollo legal que
establezca lo que es lícito y lo que no lo es en el ámbito
del ejercicio de la libertad de expresión.
En consecuencia, si admitimos que debe desarrollarse
más la legislación en este punto, deberemos decidir otra
alternativa: la dualidad de vías entre la vía civil y la vía
penal. Se ha defendido en muchas ocasiones que la vía
civil es la adecuada para resolver los problemas de protección del derecho a la intimidad; probablemente ello es
bastante cierto pero no del todo, mientras que respecto
del ámbito de la protección de la juventud y de la infancia posiblemente deba admitirse una mayor entrada del
Derecho penal en la materia.
En efecto, en el ámbito penal se echa de menos en el
actual Código Penal una protección de la intimidad del
menor; asimismo, se echa de menos una adecuada regulación de los delitos contra la intimidad que están simbólica y fragmentariamente representados por el delito del
descubrimiento y revelación de secretos, que realmente
no tiene o no cubre el alcance que la protección penal del
derecho a la intimidad debe desempeñar en el Derecho
moderno. Algo así es lo que se intenta regular en el anteproyecto de Código Penal del año 1992.
En el ámbito civil se ha pedido ya desde la doctrina una
reforma de la Ley Orgánica 1/1982. Es necesario que se
incorporen las novedades jurisprudenciales sobre el ambito del derecho a la intimidad y al honor en relación con
la libertad de expresión. Pero también es necesario que se
dé otro enfoque al derecho a la intimidad para no relacionarlo siempre -como parece hacer esta Ley- con las ofensas o los perjuicios a la reputación.
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Asimismo, en el marco del desarrollo legislativo, es
necesario cumplir el mandato constitucional que prevé la
regulación de la cláusula de conciencia del periodista. Es,
asimismo, necesario y apremiante el que exista una legislación más desarrollada sobre los contenidos publicitarios y televisivos en función de la protección de menores.
Ciertamente, las perspectivas no son del todo negativas
en este punto. Existe un proyecto de Ley que tiene como
finalidad la trasposición de una Directiva comunitaria
sobre ejercicio de actividades de radiodifusión televisiva
que contiene unos preceptos directamente encaminados
a limitar el contenido de la publicidad en la medida en
que pueda causar daños a los menores o abusar de ellos y
respecto al contenido de los programas televisivos en
general en la medida en que puedan afectar al desarrollo
físico o intelectual de los menores. Este proyecto de Ley,
trasponiendo la Directiva, recoge unas normas muy similares a las que se contienen en aquel convenio para la
autorregulación, firmado por el Ministerio de Educación
y Ciencia con diversos canales de televisión y Consejerías
de las Comunidades AutÓmonas.
Finalmente, apuntaré algunas medidas que creo que
también pueden contribuir a dar un arsenal de instrumentos jurídicos -en este caso al Poder Judicial- para
hacer efectivas estas limitaciones a la libertad de expresión. Todas estas medidas se mueven en el ámbito del
Derecho Procesal. En algunas ocasiones, solamente el
hecho de apuntarlas, da idea de la existencia de lagunas
clamorosas en el desarrollo de nuestro Ordenamiento
Jurídico.
Así, en primer lugar, debe regularse con mayor detalle
el secuestro, es decir, la prohibición anticipada de la publicación de determinadas informaciones, tanto en e1
ámbito del Derecho Civil como en el del Derecho Penal.
N o es suficiente -como hace la Ley Orgánica 1/1982- el
afirmar que podrán adoptarse medidas cautelares para
evitar que continúe la intromisión ilegítima. El juez necesita un mayor marco de definición, aunque sólo sea para
cumplir con las exigencias de precisión de la Ley que
puedan traerse a colación en esta materia.
Por otra parte, también es menester que sin más tardanza se desarrolle el artículo 5 3 . 2 de la Constitución.
Este artículo prevé que se establecerá un procedimiento
sumario y preferente para la protección de los derechos
fundamentales por parte de los jueces: prevé, por tanto,
la regulación del amparo ordinario.
La regulación de la Ley 62/ 1978 -anterior a la Constitución- es absolutamente insuficiente en este punto. Es
necesario abordar sin tardanza esta materia. Difícilmente podemos hablar de proteger derechos fundamentales,
como el derecho a la intimidad. si ni siquiera está desarrollada csta Ley y es necesario acudir más frecuente e
intensamente de lo que sería de desear al amparo constit ucional.
Por otra parte, también debe regularse, adaptando las
exigencias de la libertad de expresión a su verdadera
finalidad. el secreto del sumario. Probablemente debe
estudiarse la introducción de medidas procesales que
puedan permitir al juez -como antes he indicado- prohi-
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COMISIONES.-NÚM.
bir la difusión de determinadas informaciones al hilo de
un proceso penal, cuando perjudiquen el fin del proceso,
el derecho a la tutela o cuando atenten al derecho a la
intimidad de alguna de las partes. Ciertamente se trata de
algo que hay que reflexionar con mucho detenimiento y
cuyo carácter, totalmente excepcional, debe admitirse y
establecerse claramente en la Ley; sin embargo, es una
medida -insisto- que se está considerando cada vez más
en los foros internacionales, en las reuniones internacionales e, incluso, parece apuntarse -como sostiene algún
autor- en la propia Jurisprudencia del Tribunal Constitucional.
Por otro lado, debe permitirse al juez que limite la
publicidad de los propios actos procesales para proteger
el derecho a la intimidad y las exigencias de la juventud
y de la infancia. Pero, probablemente, podrán introducirse otras prohibiciones ya directamente por la Ley como, por ejemplo, prohibir la identificación de los menores, de
las víctimas de delitos sexuales, etcétera.
Probablemente, una medida que puede contribuir a
resolver los problemas respecto de la publicidad de los
actos judiciales es la desjudicialización de la instrucción
penal o, dicho en otros términos, la atribución de la investigación penal al Ministerio Fiscal, porque entonces el
juez siempre actuará contradictoriamente, podrá incrementarse y no sufrir tantas limitaciones el principio de
publicidad y, sobre todo, cuando se le pida una medida
de restricción a la libertad de expresión, se sabrá quién la
pide, tendrá que justificar ante el juez contradictoriamente por qué la pide y, por tanto, este tipo de medidas
se adoptará con más garantías.
Finalmente, como Última medida, creo que también
deben preverse las restricciones -como antes he indicado-, en la línea del acuerdo del Consejo General del
Poder Judicial, a la publicidad de las sentencias aprovechando, probablemente, para que la publicación de éstas
se regule de una forma realista y no como ocurre ahora
que está ordenado que el ponente las lea siempre en
audiencia pública y, sin embargo, esta exigencia, por imperativo de la realidad fácil de comprender, no se cumple
en todos los casos, ni siquiera, evidentemente, en la mayoría de ellos.
Estas son las consideraciones que se me han ocurrido,
en relación con ei tema para el que se me ha citado aquí,
respecto a las restricciones a la libertad de expresión, con
especial incidencia en la actividad de los Órganos judiciales, y respecto a algunas de las posibles soluciones que, a
mi juicio, podrían aconsejarse o emprenderse para hacer
efectivas estas limitaciones que tiendan a evitar los abusos en el medio televisivo de la libertad de expresión.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señor Xiol,
por la exposición tan bien documentada y por las propuestas de medidas que, sin duda, serán muy útiles a los
trabajos de esta Comisión.
Voy a dar la palabra a los portavoces de los Grupos
Parlamentarios Popular y Socialista, que son los que quedan en la sala.
Tiene la palabra la Senadora Agüero.
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.
La señora AGÜERO RUANO: Gracias, señora Presidenta.
Ante todo, muchas gracias al señor Xiol por la comparecencia en esta Comisión y, so6re todo, por la brillante
intervención que ha tenido, coincidente, además, con
algunos planteamientos que yo quería apuntarle.
Como usted ha dicho hay conflictos entre derechos
fundamentales la libertad de expresión e información
con el derecho a la imagen, al honor y a la intimidad, pero
creemos que la libertad de expresión tiene unos límites
-según nuestra Constitución- y, además, ya se ha manifestado en anteriores comparecencias. Como ya sabe, esta mañana ha venido la Ministra de Asuntos Sociales, el
presidente del Consejo General de la Abogacía y el Fiscal
General del Estado. En cuanto a la libertad de información, tampoco vemos de qué se nos informa, sino que
demuestra que las tragedias personales pueden convertirse en espectáculo. Este tipo de televisión donde todo vale
con tal de conseguir audiencia y esa dificultad para reconocer los límites a la propia labor tiene que acabar provocando que sean otros quienes tengan que decir dónde
tienen que parar.
Primero surgieron los culebrones, luego los areality
shows)) y ahora le toca el turno a la emisión de juicios en
directo, como el caso de Lorena Bobbit, que usted ha
comentado. Se anuncia además -como hace el marido de
esta señora- antes del juicio ¿cómo engañó Lorena Bobbit al jurado? Por tanto, creo que estamos ante una casi
locura colectiva y pienso como un crítico de televisión
que hace poco escribió que un mundo capaz de generar
un debate social de tal intensidad sobre asuntos así es un
mundo podrido, y quizás habría que empezar a resaltar la
palabra decadencia, aunque no es deseable por parte de
nadie. Recuerdo que hace años le coftaron la oreja a un
nieto del millonario Paul Getty después de raptarlo, y no
vendían orejas de caramelo como han hecho con el órgano cortado del marido de esta señora..
Yo le pregunto, señor Xiol Ríos: ¿Qué le parecen a
usted esos juicios sobre hechos íntimos, como pueden ser
violaciones o castraciones? @e puede celebrar el juicio a
puerta cerrada en lugar de celebrarse en audiencia pública con televisiones de todo el mundo para luego comerciarlo? Como siempre copiamos, sobre todo lo que viene
de Norteamérica, si usted me permite, voy a hacerle un
pregunta un tanto jocosa: ¿usted consideraría ético que
nuestro Ministro de Justicia, al establecer el Jurado en
España, vendiera al mejor postor la vista de un juicio
para que se comercializara en televisión y que, además,
diera unos teléfonos -como se están dando en este momento-: uno para la solución y otro para la condena? Así,
aparte de enriquecerse un poco más Telefónica con
15.000 llamadas, ¿podría firmar una sentencia cualquier
juez?
Usted ha hablado también de los juicios paralelos. Y o
quería preguntarle sobre este tema porque tuve la osadía
de presenciar un programa de televisión el 30 de diciembre del pasado año en el que, efectivamente, había un
juicio paralelo. Hay un procedimiento judicial que está
en trámite y en el programa se manifestaba una actriz
COMISIONES.-NÚM.
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contra un actor, pero lo que se debatía era la paternidad
de la niña en cuestión, y la niña, además, salió en fotografía, no en persona pero sí en fotografía, y era una niña de
corta edad. Quiero preguntarle ¿cómo se puede preservar
la intimidad de esas personas, y sobre todo de la menor?
No voy a entrar en la discusión sobre si la actriz tenía
razones suficientes para asegurar la paternidad y para
decir que el actor era el padre de su hija, pero se le
hicieron preguntas del calibre de si se había hecho la
prueba del sida, sencillamente porque en este programa
había gente que estaba a favor de la «compareciente» y
otros a favor de la persona que no estaba en el programa.
Los que estaban a favor de ella le acusaron a él textualmente -y perdonen que utilice esta expresión en esta
Cámara- de maricón y de homosexual, y por eso la preguntaron a ella sobre la prueba del sida para que quedara
en entredicho la posible paternidad del actor.
Por tanto, me ha gustado bastante que usted haya dado
-y ha sido la primera persona en estas comparecencias
que lo ha hecho- unas posibles soluciones desde el punto
de vista jurídico, porque ha entendido que hay lagunas
clamorosas, y estoy utilizando sus mismas palabras. Al
Fiscal General del Estado le he preguntado si en nuestro
Ordenamiento jurídico faltaba algún elemento regulador
para que se pudieran evitar, sin quitar ni un apéndice a la
libertad de expresión, los actuales contenidos perniciosos
de nuestra televisión referidos al menor, y el Fiscal me ha
contestado que él entiende que en el marco legislativo
nacional e internacional son suficientes todas las normas
jurídicas. Hay, pues, una contradicción -no una contradicción exactamente entre usted y él- en el sentido de
que él entiende que sí hay suficientes normas. Me ha
parecido entender que hay lagunas en nuestro Ordenamiento jurídico, como usted ha dicho al referirse a la
regulación de determinadas leyes o articulados.
Por último, quiero preguntarle qué le parece que los
abogados aparezcan en este tipo de programas. Esta pregunta ya se ha formulado también a los anteriores comparecientes.
Nada más y muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, senadora.
Por el Grupo Parlamentario Socialista tiene la palabra
el senador Ardaiz.
El señor ARDAIZ EGÜÉS: Gracias, señora Presidenta.
Solamente quiero agradecer a don Juan Antonio Xiol
Ríos su comparecencia y su valiosa aportación a los trabajos que estamos realizando en esta Comisión, fundamentalmente porque nos ha hecho una exposición de
alternativas, además de alternativas descendentes; primero planteando si hace falta autorregulación o no; en el
caso de que sí, si legislación o jurisprudencia, etcétera.
Con los apuntos que nos ha dado hemos visto la posibilidad de rellenar algunos vacíos normativos.
Muchas gracias.
La señora PRESJDENTA: Gracias, senador Ardaiz.
El señor Xiol tiene la palabra.
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El señor VOCAL DEL CONSEJO GENERAL DEL
PODER JUDICIAL (Xiol Ríos): Voy a intervenir muy
brevemente para decir a la representante del Grupo Parlamentario Popular que, en principio, me parece absolutamente lógico que en esta materia se hayan producido
muchas coincidencias. Creo que es una materia muy estrechamente ligada a los derechos fundamentales, y en
materia de derechos fundamentales, normalmente al menos en una sociedad democrática, la coincidencia suele
producirse al 100 por cien, si no al 90 por cien. Otro
problema es cómo conseguir la plena efectividad de estos
derechos. Éste es, efectivamente, el gran problema que
tiene planteado el Estado social y democrático de Derecho, de estos derechos y también de los derechos que se
llaman sociales y los derechos fundamentales de la tercera generación.
Y o , como jurista, lógicamente, tiendo a considerar estos problemas desde el punto de vista jurídico y, en consecuencia, quiero creer y necesito creer, porque es mi
profesión y porque además tengo fe en el Estado social y
democrático de Derecho, que el Ordenamiento jurídico
tiene medios suficientes para lograr que dentro de ese
progreso que es algo insito, que es algo propio al Estado
social, se vayan afirmando todos estos derechos y vayamos afinando y perfeccionando nuestros instrumentos
de eficacia para el equilibrio del sistema jurídico.
Por tanto, frente al fenómeno que pueden suponer estas nuevas manifestaciones de la televisión y en general
de los medios de comunicación, esta impresión que efectivamente pueda existir de descontrol, de grave desinformación e incluso de decadencia, el jurista, en principio,
poco tiene que decir. No es labor del jurista el dar una
respuesta o una explicación a estos fenómenos; esto será
más propio quizás del filósofo, será más propio del historiador, será más propio del político. Desde el punto de
vista del jurista, éste debe ceñirse exclusivamente a tratar
de afinar lo más posible los instrumentos partiendo de la
base, que es casi una base dogmática, de que el Derecho
es suficiente para regular la convivencia, porque si no el
Derecho no existiría.
En relación con las cuestiones concretas planteadas,
quizá por la deformación propia de mi profesión de juez,
no me gustaría enjuiciar contenidos televisivos concretos, porque los jueces tenemos la experiencia de que no
hay nada n o más arriesgado sino más seguro para equivocarse que enjuiciar un caso sin conocerlo hasta el último
detalle en todos sus aspectos. Cuántas veces se lee la
demanda. está uno absolutamente convencido de que la
cuestión jurídica debe resolverse en un determinado sentido y. posteriormente, al avanzar y leer las alegaciones
del demandado se cambia totalmente de postura y entran
las dudas, y a veces un cambio total de opinión. Esto es
algo que nos ha pasado a todos los juristas. Por tanto,
quiero decir que en las respuestas que voy a dar ahora no
hay en absoluto una voluntad de enjuiciar ni de cerca ni
de lejos hechos concretos. sino mas bien de ofrecer posibles soluciones para el perfeccionamiento del Ordenamiento jurídico en relación con determinadas situaciones.
COMISIONES.-NÚM. 62
En relación con la publicidad de los juicios y la retransmisión directa de los juicios, aunque sería conveniente
que se actualizase y se perfeccionase algo, creo que en el
Ordenamiento jurídico actual este momento, aunque
obligando a un cierto esfuerzo de interpretación al juez,
existen claramente elementos para evitar y para proteger
perfectamente el derecho a la intimidad de los interesados. El juez puede acordar motivadamente que el juicio
se celebre a puerta cerrada, y aunque no lo dice expresamente la Ley, sí hemos dicho ya en el Consejo General
del Poder Judicial -naturalmente,.la importancia de esta
opinión no reside en que lo hayamos dicho nosotros sino
en que creo que hemos interpretado bien eii este punto el
Ordenamiento jurídico- que el juez tiene facultades para, en todos los ámbitos de la publicidad del proceso,
introducir motivadamente limitaciones con la finalidad
de proteger los derechos fundamentales. Hay un precepto
de la Ley Orgánica del Poder Judicial -precepto con el
que probablemente se ha adelantado a su tiempo porque
es muy poco citado y, sin embargo, ofrece unas grandes
posibilidades en este sentido- que dice que el juez podrá
motivamente limitar la publicidad de las actuaciones judiciales, y lo dice con carácter general, para la protección
de los derechos fundamentales. Hay que ser conscientes
de que este precepto existe y hacer un uso mucho más
intenso, mucho más rico de él. Pero, insisto, también
sería bueno que las leyes procesales, ahora que estamos
probablemente en puertas de una importante reforma
procesal, solucionen muchos de los problemas que no son
en realidad de valoración del juez, sino que son valoraciones anticipadas que puede ya realizar el legislador
reduciendo el grado de incertidumbre con el que el juez
se encuentra en el momento de adoptar una decisión.
Los juicios paralelos, por ejemplo con llamadas telefónicas y de otras muchas formas, son efectivamente una
cuestión preocupante. Soy de los que piensan que debemos importar muchos instrumentos jurídicos no de los
Estados Unidos pero sí del Derecho anglosajón, y probablemente la institución del desacato al tribunal, del desacato a la Corte ofrece instrumentos adecuados para corregir este tipo de cosas.
Ciertamente, con los instrumentos jurídicos que tenemos es difícil prohibir un juicio paralelo. Los jueces han
sentido esta necesidad. He citado alguna resolución que
intentaba evitar esto. Pero han tenido que realizar una
labor creativa para interpretar el Ordenamiento jurídico,
aunque todavía debemos esperar a que se pronuncien los
Tribunales superiores para saber si esas resoluciones son
adecuadas a la ley y a la Constitución. Eso lo dirán el
Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional en el ámbito de sus respectivas competencias.
En este punto se ganaría mucho si introdujéramos algunas instituciones propias del «Contempt of Court».
Esto se ha intentado en algunos países europeos y en
varios se ha conseguido. Hay que hacerlo con una enorme prudencia y reflexionando intensamente, porque todo lo que amenaza a la libertad de expresión amenaza a
la propia existencia de la sociedad democrática. Por tanto, debemos curarnos en salud, reflexionar y adoptar to-
- 45 14 DE FEBRERO DE 1994
'das las precauciones necesarias, puesto que todos sabemos lo que ocurre cuando se comienzan a introducir
restricciones aparentemente justificadas, pero en el fondo restricciones, a la libertad de expresión. Y a los múltiples ejemplos que nos da la Historia en este punto me
remito.
En otros procesos se produce un atentado a la intimidad, y en estos casos, dada la concepción que existe en
este momento en la Ley Orgánica 1/1982, la solución es
más difícil. En realidad, esta Ley parte de la base, que
casi podría decirse que es el principio básico que inspira
la regulación de este derecho en la ley, de que cada uno
administra su propia intimidad. Por tanto, uno puede
abrir o cerrar su ámbito de intimidad. Por otra parte,
como prevé expresamente esta Ley, aunque dice que el
derecho a la intimidad es irrenunciable, puede prestar su
consentimiento para que un acto de intromisión no se
convierta en ilegítimo. Por tanto, si se sigue con este
criterio en este punto, que no parece del todo irrazonable, podrían adoptarse dos tipos de medidas. Una, sancionar según el Código Penal aquellos atentados que claramente constituyen una infracción del «minimun» ético
de penetración en la intimidad ajena. Normalmente, todos los Derechos -todavía no lo hace el nuestro, aunque
sí lo preveía el proyecto de 1992 que, naturalmente, ha
sido retirado de las Cámaras; esperemos que vuelva en
iguales o mejores condiciones en este punto- recogen,
por ejemplo, como delito la obtención de secretos ajenos
mediante artilugios mecánicos cuya simple utilización o
colocación en la morada ajena ya es susceptible de generar un fuerte reproche social.
En un mundo donde, nos guste o no, la intimidad es
objeto -y debe decirse con las palabras más duras- de
comercio, de compraventa, difícilmente puede adoptarse
una postura a priori en este punto. Una vez sentadas las
infracciones penales, que ésas sí pueden tener todas las
consecuencias propias del Derecho Penal, lo que hay que
hacer es realizar una regulación desde el punto de vista
civil lo mas precisa, lo más adecuada posible, pero probablemente dejando siempre a los interesados la posibilidad de entablar, cuando lo consideren oportuno, demandas y peticiones de indemnización. Y , a resultas de esto,
corregir las infracciones que se hayan producido.
Para casos muy graves cabe establecer una medida cautelar, que es la prohibición anticipada de la publicación
de un determinado contenido a petición de una parte que
afecta a su intimidad. Recientemente hemos tenido un
ejemplo. Sin embargo, esto es difícil en nuestro Ordenamiento. Es difícil ahora porque la Ley Orgánica 1/1982
habla de medidas cautelares en general. Pero pienso que
una medida cautelar de tan enorme significación en una
sociedad democrática y de tan enorme significación para
la clásica libertad de prensa como la prohibición anticipada de la publicación de un contenido informativo sería
conveniente que tuviera un desarrollo legislativo mucho
más preciso, para que el juez pudiera confiar en unos
instrumentos legislativos más sólidos y, por otra parte,
no pudiera alegarse que existe una infracción de la seguridad jurídica.
COMISIONES.-NÚM.
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En cambio, hay algo con lo que creo que debemos ser
inflexibles, y es la protección de la intimidad de los menores o simplemente aquellos contenidos televisivos que
puedan afectar al desarrollo físico y mental del menor.
Aquí creo que tenemos que reaccionar de oficio, como
decimos los juristas, sin necesidad de que exista petición
de parte o, dicho de otra manera, confiando en que la
iniciativa en este punto la ejercite, puesto que puede
hacerlo, el Ministerio Fiscal. En este punto sí es necesario
que el Código Penal avance más en la tipificación de
conductas delictivas y es necesario también que la protección de la intimidad del menor se configure con contenidos mucho más estrictos que la intimidad en general.
La renuncia, asimismo, a la intimidad del menor también debe ser objeto de restricciones. Esto no ocurre en
este momento con la Ley de 1982.
¿Son suficientes o no son suficientes los mecanismos
jurídicos que existen en el momento? Naturalmente, ya
he dicho que para cualquier jurista los mecanismos jurídicos siempre son suficientes, pero al mismo tiempo puede decirse que los mecanismos jurídicos para cualquier
jurista también son siempre insuficientes, porque siempre son susceptibles de desarrollo, de perfeccionamiento,
de evolución. El Derecho nunca presenta un estado plenamente satisfactorio ni en el momento de su creación, el
momento legislativo por excelencia, ni en el momento de
su aplicación, el momento jurisprudencial. No sé si en
esta posible doble visión de un mismo problema puede
haber contradicción o puede haber visiones complementarias del problema.
Me ha preguntado también qué podía pensarse acerca
de que los abogados aparezcan en este tipo de programas.
Pienso que, en principio, el abogado debe estar sujeto a
las reglas generales sobre libertad de expresión y también
sobre respeto de los derechos a la intimidad, protección
de la juventud, de la infancia, etcétera. Por tanto, a mi
juicio, no parece que sea conveniente establecer reglas
demasiado especiales para los abogados. Hay que tener
en cuenta que el derecho de defensa del abogado no solamente se ejercita en el proceso, sino que se ejercita también, y a veces de forma muy eficaz, fuera del proceso.
Por tanto, pienso que quizás esto puede ser objeto de una
limitación deontológica, de una autorregulación por parte de la profesión de la abogacía. Desde el punto de vista
penal, solamente cabrá sancionar algunas conductas claramente atentatorias contra la imparcialidad del juez,
que signifiquen ataques, presiones sobre la otra parte y
falta de lealtad a la verdad en el proceso. Estas conductas
serán, probablemente, susceptibles de sanción penal. Pero creo que es muy difícil hacerlo en el ámbito de la
legislación general, sin perjuicio, repito, de esta autorregulación que además los abogados pueden realizar en el
ámbito corporativo. Es muy difícil. Creo que no sería
admisible que pudiéramos imponer a los abogados la
prohibición de comparecer en este tipo de programas si
realmente creen que su comparecencia puede contribuir
a proteger y a defender a su cliente.
Al representante del Grupo Parlamentario Socialista
quiero decirle que mi propósito ha sido el que él ha
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recogido perfectamente. Pienso, estoy convencido de zstá preservando son los derechos que están en juego en
ello, que una actitud general en el marco del Derecho es. 1: procedimiento. Pero no sólo se trata de que algunos
la de n o confiar en panaceas, en fórmulas cabalísticas, en datos no se mantengan en secreto, sino que lo importante
fórmulas únicas que resuelvan todos los problemas. Creo 2s la utilización que, a continuación, se hace de ellos y,
que se conseguirá una protección adecuada de los dere- concretamente, por lo que interesa a esta Comisión, en
las televisiones. Datos de un sumario son después utilizachos -que es el tema que en este momento nos interesaque pueden resultar lesionados en este tipo de programas dos para hacer un juicio paralelo, con lo que en ese caso
televisivos en el momento en que consigamos una red se está causando un mal irreparable a la sociedad y a las
perfectamente equilibrada de instrumentos jurídicos en personas. Esto resulta mucho más grave todavía si el
todos los terrenos: autorregulación, legislación, ejecu- sujeto pasivo es un niño. También lo es mucho más que
ción, legislación civil,^ legislación penal, legislación pro- en el caso de la publicidad de las sentencias porque, auncesal, legislación administrativa, control parlamentario y que se intente proteger el derecho a la intimidad, lo cierto
es que la sentencia ya se ha dictado.
control administrativo.
Lo que más me importa, pues, es el secreto del sumario
Normalmente, los controles equilibrados, los que realmente responden a la dinámica, al sentido íntimo y pro- y, por tanto, la extracción de datos del sumario que caupio del Estado de Derecho no son este tipo de medidas sen un mal irreparable, Insisto en esta cuestión por si el
taumatúrgicas, sino las medidas que se apoyan en otras y señor Xiol quiere ampliarla algo más e indicarnos cómo
se puede prever y corregir, en su caso, no sólo la extracque logran con ello un conjunto equilibrado.
ción de los datos sumariales, sino su utilización posterior
Muchas gracias, señora Presidenta.
por los medios de comunicación.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias.
¿Algún Senador o Senadora quiere intervenir por seLa señora PRESIDENTA: Gracias, señor Arévalo.
gunda vez? (Pausa.)
Tiene
la palabra el Senador Román.
Tiene la palabra la Senadora Agüero.
La señora AGÜERO RUANO: Solamente quiero dar
las gracias al señor Xiol Ríos por la magnífica explicación
de todas las cuestiones que le he planteado.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias.
Tiene la palabra el Senador Arévalo.
*
El señor ARÉVALOSANTIAGO: Muchas gracias, señora Presidenta. Permítame que felicite al señor Xiol por
su excelente exposición, muy precisa, muy técnica y creo
que muy adecuada para la labor que intentamos desarrollar en esta Comisión.
Sólo me voy a referir a un par de cuestiones. Los juristas sabemos que cuando se inicia un procedimiento cualquiera, civil o penal, podemos caer en la tentación de
determinar quien es el que en ese momento, a nuestro
juicio. tiene razón. Pero también es verdad que a lo largo
del proceso los criterios se van modificando y, al final,
por medio de la sentencia comprobamos quién la tenía.
Actualmente, se está vulnerando constantemente el
proceso ordinario. Se juzga incluso antes de que se inicie
un procedimiento; no se tienen en cuenta la presunción
de inocencia y el resto de los derechos de la persona y,
como he dicho, se termina sentenciando sin que a lo
mejor se haya iniciado el procedimiento. Tampoco se
tiene en cuenta la protección a la intimidad y la de los
inenores. Por tanto, estoy de acuerdo con el señor Xiol en
que será necesario determinar algunos elementos legislativos precisos que en lo sucesivo nos pueden facilitar una
mayor claridad para la plena efectividad de estos derechos.
En cuanto al secreto del sumario. cuando no se cumple
rigurosamente no se tiene en cuenta que lo que el secreto
2
El señor ROMÁN GUERRERO: Gracias, señora Presidenta.
Al igual que los intervinientes anteriores, quiero agradecer la intervención del señor Xiol. Me gustaría contar
con todos los datos que él tiene -no creo que con esto se
desvele ningún secreto- (Risas.), ya que nos interesaría
contar con las propuestas completas.
Creo que tenemos que hacer una autocrítica por la
ausencia de referencias a la protección de la infancia.
tanto en la Ley de Publicidad, en la de Televisiones Privadas como en otras que ha citado. Por otra parte, creo
que el día ha sido absolutamente fructífero; al menos,
tengo que reconocer que yo lo empecé sin saber si eran
precisos o no los cambios legislativos, y hoy nos hemos
encontrado con una batería de propuestas que nos vemos
abocados a estudiar.
Finalmente, me gustaría hacer una reflexión. Creo que
existe una cierta pasividad entre nosotros, los parlamentarios, por no haber sido más radicales en materia de
protección de la infancia, y quizá usted pueda decir lo
mismo del Ministerio Fiscal o de la judicatura. En el caso
de que no se trate de pasividad, quizá se deba a que, al
igual que en materia electrónica o audiovisual vamos
muy por detrás de los acontecimientos, en esta materia
también lo está el conjunto del sistema parlamentario y
judicial, que tiene su origen en otra época y no ha hecho
un esfuerzo por adaptarse a este avance extraordinario de
la tecnología y de los medios de comunicación. Por tanto,
tendría que producirse un avance importante, con todas
las precauciones, para adaptarnos a los que ya existen en
la tecnología actual. Es simplemente una reflexión.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Román.
Tiene la palabra el Senador Foz del Cacho.
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El señor FOZ DEL CACHO: Gracias, señora Presidenta.
De la documentada intervención del representante del
Consejo General del Poder Judicial se deduce la preocupación que existe en estos momentos no sólo entre los
ciudadanos y en esta Comisión, que se ha creado al efecto, sino entre los miembros del Consejo, que han estado
tratando estos temas.
Los ciudadanos asistimos con perplejidad a toda una
serie de hechos que empiezan a rodear los juicios. Oímos
declaraciones de jueces, cuando pensamos que muchas
veces el silencio ayuda a solucionar los problemas. También hay que resaltar la actitud de ciertos abogados en
algunos programas, que llevan a cabo el juicio por anticipado. Por tanto, creo que éste es el momento en el que
habría que pensar en variar algunos aspectos de la legislación.
Por lo que se refiere a la Comisión, me gustaría saber
qué piensa de la autorregulación y de la posible existencia
en España de una Comisión, en la que participaran los
sectores que fuera preciso, que dictara unas normas para
evitar, por ejemplo, que ciertos programas se emitieran.
En otros países existe este tipo de instrumentos que, además, tienen mucha fuerza y autoridad sobre los medios
de información. Quizás así podría evitarse que se cometan algunos de los abusos que estamos presenciando últimamente en España.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Foz del
Cacho.
El señor Xiol tiene la palabra.
El señor VOCAL DEL CONSEJO GENERAL DEL
PODER JUDICIAL (Xiol Ríos): Gracias, señora Presidenta.
Con respecto a la cuestión planteada por su señoría,
relativa no sólo a la revelación de los datos del sumario
sino a su posterior utilización, creo que, como en otras
ocasiones, también en este caso podría pensarse en un
conjunto de medidas.
Por una parte, probablemente tendría que atribuirse al
juez la facultad -naturalmente, siempre excepcional y
sólo en aquellos casos en que considerara que una determinada información, perteneciera o no al sumario o estuviera relacionada con ella, perjudicara gravemente al
proceso o afectara gravemente a la intimidad de los que
intervienen en él- de prohibir su publicación durante un
determinado tiempo. Por otro lado, creo que esta medida
garantizaría la no publicación inmediata, pero no la utilización de aquellos datos que ya hubieran salido ilegítimamente del sumario y que no se previera que fueran a
ser objeto de publicación.
Respecto de esta Última cuestión, probablemente la
solución sea Únicamente penal; veo difícil que pueda
existir otra. Los tribunales anglosajones poseen una gran
facultad para imponer sanciones, que no son propiamente penales sino que se mueven en el ámbito gubernativo,
cosa que no responde a nuestra tradición según la cual
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este tipo de infracciones Únicamente puede ser castigado
desde el punto de vista penal. Por tanto, creo que merecería la pena hacer un esfuerzo para que determinadas conductas especialmente graves desde este punto de ,vista,
que implican graves atentados para la intimidad de quienes participan en un proceso -y que, por el hecho de
hacerlo, no están obligados a revelarla «urbi et orbe»-, o
que perjudican gravemente a la imparcialidad del juzgador, fueran sancionables desde el punto de vista penal.
Insisto en que, si realmente quiere atajarse esta posibilidad, creo difícil que se pueda utilizar otra medida.
El anteproyecto de Código Penal de 1992 apunta algo
en ese sentido, pero, con la lógica prudencia que siempre
debe imponerse cuando se trata de restricciones a la libertad de expresión, Únicamente toma del «Contempt of
Court» el caso en el que alguna persona intenta presionar
sobre los abogados, los testigos o algunas de las partes con
violencia o intimidación. Probablemente esto no sea suficiente para incluir estas conductas; quizá haya que pensar en incluir algún otro supuesto típico que pueda recoger aquellos casos en los que los medios de comunicación, con notorio desprecio a los derechos fundamentales
de las personas o con notorio desprecio a la autoridad del
tribunal y al derecho a un proceso justo, p~ublicanestos
datos movidos por intereses comerciales. Al menos a mí
no se me ocurre fácilmente otra solución.
Respecto de la cuestión que me ha planteado el Senador Román sobre las reformas legislativas y su necesidad
o no, yo creo que es necesario plantearse cuestiones como
las siguientes. Existe un mandato constitucional de desarrollar el Jurado que no ha sido todavía cumplido y que,
indudablemente, tiene una gran importancia para organizar y equilibrar todos estos derechos fundamentales de
los que estamos hablando aquí; por ejemplo, la imparcialidad del juzgador y la protección que se haga de la imparcialidad del juzgador en los medios de comunicación
es muy distinta cuando estamos hablando de jueces profesionales, acostumbrados, aunque yo les aseguro que no
del todo, a no dejarnos influir por los medios de comunicación, y el Jurado, que, por esencia, porque está compuesto por ciudadanos, está acostumbrado a dejarse influir por los medios de comunicación. Luego, evidentemente, ese mandato de desarrollo del Jurado hay que
hacerlo con objeto no de buscar soluciones, evidentemente, a la justicia, sino para que esa nueva pieza nos
permita saber dónde estamos ya definitivamente en el
sistema procesal penal para articular equilibradamente
todos estos derechos.
Disponemos de leyes procesales como, por ejemplo, la
Ley de Enjuiciamiento Criminal, que en el núcleo, en sus
principios -muchos de los cuales, evidentemente, deben
mantenerse- es una ley del siglo pasado. Aunque felizmente está adecuada a la Constitución porque responde a
los mismos principios en los que se inspira el proceso
penal en la Constitución, sin embargo, no ha podido
tener en cuenta, como es lógico, todas las matizaciones,
toda la evolución y todo el proceso de creación jurisprudencial que desde el siglo pasado hasta ahora los juristas,
modestamente, hemos intentado hacer con idea de per-
\
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feccionar el sistema. Por tanto, la idea de una reforma
procesal, que tantas veces se ha invocado, me parece que
adquiere rasgos de necesidad desde la perspectiva del
objeto del trabajo de esta Comisión.
Por otra parte, existe otro mandato constitucional,
tampoco desarrollado y que curiosamente también afecta
a la justicia, que es el del artículo 53.2, que toca directamente la materia relativa a los derechos fundamentales.
Se trata de la materia relativa al amparo judicial. El Consejo General del Poder Judicial ha tenido hace pocos días
ocasión de pronunciarse en el sentido de la necesidad del
desarrollo del artículo 53.2. Y o aseguro a sus señorías
que lo había hecho anteriormente en más de una ocasión,
en cuatro o cinco, aprovechando diversas oportunidades.
En esta ocasión se ha visto forzado a hacerlo cuando se ha
producido una situación en la cual se ha puesto más de
relieve la necesidad de desarrollo del amparo judicial,
pero si el amparo judicial tiene como función articular la
protección sumaria y preferente de los jueces respecto de
los derechos fundamentales, es evidente que en tanto no
se desarrolle este artículo no tendremos el esquema completo. Por otra parte, ahora se introduce un elemento que
aporta, probablemente de manera muy positiva, insumos
en ese proceso legislativo, que es el proceso de Unidad
Europea. Casi sin comerlo ni beberlo nos hemos encontrado con la necesidad de trasponer una Directiva que
tiene contenidos muy importantes desde el punto de vista del objeto del trabajo de esta Comisión en cuanto a los
contenidos de la publicidad y de la programación televisiva; un proyecto de ley que traspone normas de la Directiva que hasta este momento prácticamente sólo habían
circulado en códigos deontológicos y que supone un extraordinario avance desde el punto de vista de la limitación del contenido de los programas en relación con la
protección de la juventud y de la infancia y que refuerza
el cumplimiento de estas obligaciones mediante el ejercicio de la potestad sancionadora por parte de la Administración, tanto respecto de la televisión pública como de la
privada.
Preguntaba su señoría si puede hablarse de que exista
miedo por parte de losjuristas a tomar estas medidas. Y o
creo que los juristas estamos acostumbrados a funcionar
con otros sentimientos distintos del miedo, porque la
seguridad jurídica es otro de los dogmas de los cuales
debemos partir. Sin embargo, como efectivamente estos
instrumentos legislativos que podemos manejar han sido
totalmente desbordados por estos tremendos avances
tecnológicos que creo que no solamente nos han sorprendido a nosotros, sino también a otros países, probablemente en el momento de adoptar una medida de esta
índole tengamos que examinar muy detenidamente no
solamente la legislación y la jurisprudencia, sino también
la doctrina, y luego probablemente plantearnos fuertes
quebraderos de cabeza para decidir si nos inclinamos por
adoptar o no una medida.
Las resoluciones o autos que he podido citar de Juzgados de Primera Instancia o de Instrucción prohibiendo la
publicación de contenidos televisivos en relación a procesos en curso yo estoy seguro de que han requerido un
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grado muy elevado de elaboración y muchísimas horas
de trabajo, y probablemente dudas por parte de los jueces. Digo esto porque yo ni siquiera conozco directamente las resoluciones más que a través de la información
que precisamente los medios de comunicación han dado
de ellas, supongo que acogiéndose al principio de publicidad de las actuaciones judiciales.
Efectivamente, creo que ha habido una cierta sorpresa,
primero, en cuanto al avance de los medios tecnológicos;
segundo, por esos nuevos fenómenos de areality show»,
de juicios paralelos, de retransmisión directa de los procesos, retransmisión organizada además de una forma
muy curiosa en algunos procesos que hemos tenido ocasión de ver y que, en cierto sentido, supone una modificación de los sistemas habituales de retransmisión que en
algunos países se seguían respecto de los procesos judiciales. Pero, ¿cuándo los juristas no estamos en una situación de sorpresa? Creo que la actitud normal del jurista
es siempre de sorpresa ante los hechos que le plantean
una cuestión nueva o un problema, a los que siempre, por
definición, tiene que responder con instrumentos jundicos que están atrasados. La labor del jurista es siempre de
actualización de instrumentos jurídicos que, aunque sea
por unos poco3 meses, siempre están atrasados respecto
del momento en que se plantea el problema. Por tanto, yo
no creo que sea negativo que tengamos esta sensación de
sorpresa que yo comparto.
El Consejo General del Poder Judicial, efectivamente,
se lleva planteando hace mucho tiempo estas cuestiones;
no es una cuestión del actual mandato. El Consejo General del Poder Judicial empieza en el año 1990 su actual
período de mandatos, pero ya en el período anterior tuvo
una dedicación muy intensa a estas materias. En la declaración del año 1986, más o menos afortunada -no lo fue
según la prensa, porque se la llamó la «ley del silencio»-,
estaban presentes ya estos elementos de limitación de la
libertad de expresión, deber de secreto o n o por parte del
juez. En las resoludones administrativas del ano 1989
sobre publicidad de las sentencias se plantea también,
con un criterio que luego se corrige, este mismo problema. Posteriormente, en el año 1991 se rectifica -con todo
el proceso interno de estudio, de elaboración y de discusión que supone- el principio de publicidad de las sentencias, y recientemente, en el año 1993, se completa.
Existe también una reflexión en torno a la potestad disciplinaria y a la posible cobertura que puede tener respecto
del deber de secreto o de sigilo por parte del juez, y he
citado una resolución del Consejo General del Poder Judicial en la que aborda disciplinariamente esta cuestión.
No olvidemos que también existen colecciones de trabajos importantes con aportaciones no solamente de juristas, sino también de periodistas y de interesados en el
fenómeno, que en cierto sentido han sido auspiciados,
impulsados o amparados por el Consejo General del Poder Judicial, por lo menos publicados. Recuerdo, por lo
menos, dos números monográficos dedicados a cuestiones que tienen muy estrecha relación con esta materia.
Uno, en el que el título, a lo mejor, puede despistar acerca de su contenido, que se dedica mayoritariamente a las
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relaciones entre la libertad de expresión y la justicia que
se titula, me parece, «El Poder Judicial en relación con
los demás poderes sociales», y que responde a un curso
que se dio en la Universidad Menéndez Pelayo dirigido
por la entonces Vocal del Consejo General del Poder
Judicial, y actual Ministra de Asuntos Sociales, doña
Cristina Alberdi. Y luego existe también, creo que es del
año anterior, un número monográfico, con aportaciones
de distintos juristas, y ahí el título sí expresa claramente
su contenido, «La relación entre la Justicia y la libertad
de expresión». Pienso que todo esto refleja que el Consejo General del Poder Judicial ha tenido y tiene una intensa preocupación por la materia, como no podía ser menos, puesto que todos estos temas que hemos planteado
aquí están presentes, casi a diario, en la mesa del juez:
qué podemos decir de la protección de la juventud y de la
infancia, qué podemos decir acerca de la protección del
derecho a la intimidad; el juez se está batiendo a diario
con problemas como los que aquí se han planteado.
Y respecto a la autorregulación, yo la veo como un
mecanismo muy deseable, lo que creo es que no puede
confiarse exclusivamente en ella. Pienso que la autorrea
gulación es aconsejable claramente por parte de los medios de comunicación y que debe sacársele todo el partido posible. Diría, como hace la Comisión Calcultt, que,
quizá, hay que dar una última oportunidad a los medios
de comunicación para que se autorregulen y, en todo
caso, dejar un margen razonable a la autorregulación;
pero creo que caeríamos en un error si confiáramos exclusivamente en la autorregulación, porque basta que
haya un cambio de equilibrio en la situación de los medios, que se produzcan circunstancias sociales distintas,
para que esta autorregulación -que por su propia significación no es vinculante- claramente pueda ser objeto, sin
consecuencias jurídicas apreciables, de una transgresión.
En otros países el sistema de autorregulación se hace en
combinación con los juristas; incluso en los Estados Unidos esas normas deontológicas se aprueban no solamente
como autorrestricción por parte de los medios de comu-
nicación, sino también, al propio tiempo, como indicaciones que se hacen a los tribunales. Desgraciadamente,
en nuestro sistema tenemos una tradición que presenta
muchos obstáculos para esta manera de proceder. Tenemos una tradición, perfectamente reflejada en la actual
Ley Orgánica del Poder Judicial, con arreglo a la cual se
estima que es contrario a la independencia judicial dar
instrucciones sobre el modo de aplicar la ley. Por lo tanto, el Consejo General del Poder Judicial siempre que ha
tratado de dar orientaciones sobre la aplicación de la ley
lo ha hecho insistiendo en su carácter no vinculante y
dejando muy claro que no se trata, en absoluto, de violentar el criterio del juez, pero en muchas ocasiones le ha
salido mal, porque se ha interpretado mal esta intención;
probablemente, esta declaración del año 1986 es un buen
ejemplo.
Por tanto, yo pienso que en España, a la vista de nuestra tradición jurídica y a la espera de que incorporemos
en este punto también mecanismos del sistema anglosajón, que creo que perfeccionaría la resolución de este
problema, debemos evitar utilizar dentrode esta autorregulación, como una pieza más, los órganos de gobierno
del Poder Judicial, pero sí, en cambio, tenemos una pieza
importante, que es el Ministerio Fiscal, que sí.puede
dictar circulares y que pienso que sí tiene capacidad para
intervenir dentro de estos procesos autorregulativos.
Gracias.
La señora PRESIDENTA: Estamos muy agradecidos
por su comparecencia, señor Xiol, y por todo el material
que nos deja, que, como ha dicho, es una buena conclusión, sin haberlo previsto, a todo lo que hemos estado
debatiendo hoy aquí y que nos va a servir muy positivamente.
Muchas gracias a todos.
Se levanta la sesión.’
Eran las diecinueve horas y treinta y cinco minutos.
Cuesta de San Vicente, 28 y 36
Teléfono 547-23-00.-28008 Madrid
Depósito legal: M. 12.580 - 1961
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