El periodista ante los modelos de negocio emergentes en la comunicaci n: entre la precariedad laboral y las nuevas f rmulas organizativas para los profesionales del sector de Cristina Prieto S nchez, Universidad de M laga (Espa a)

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Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación
Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013
El periodista ante los modelos de negocio
emergentes en la comunicación: entre la
precariedad laboral y las nuevas fórmulas
organizativas para los profesionales del
sector
Cristina Prieto Sánchez – Universidad de Málaga – [email protected]
Resumen: La profesión periodística vive uno de sus peores momentos
económicos y de credibilidad. Los modelos de negocio existentes han
encontrado la excusa perfecta con la crisis económica para reducir sus
plantillas y precarizar aún más el trabajo de los profesionales entre los que las
irregularidades laborales, lejos de desaparecer, forman ya parte del día a día
de las redacciones. Ni las organizaciones profesionales del sector ni los
sindicatos mayoritarios han sabido poner freno a la ilegalidad contractual en la
que se mueven miles de periodistas atrapados en la economía sumergida y
con unos salarios cada vez más miserables. En 1994 se constituye en
Cataluña el primer sindicato de periodistas ante la alarmante escalada de
precarización en el sector y, tras asentarse este nuevo modelo en el noreste de
España, su experiencia se ha trasladado a otras seis comunidades autónomas
con la constitución de sindicatos profesionales de periodistas en Madrid,
Andalucía, La Rioja, Baleares, Galicia y Canarias. Con un discurso alejado de
los marcados por las cúpulas dirigentes de las grandes centrales aplicado a
cualquier actividad laboral –que poco o nada tiene que ver con las
singularidades del trabajo en prensa- los sindicatos de periodistas llegan a las
redacciones desde la libertad que ofrece la independencia de cualquier partido
político y una acción sindical renovada en la que se combina la defensa lo
laboral y lo profesional para devolver a la ciudadanía su derecho a recibir
información veraz y honesta.
Palabras clave: Periodistas, precariedad, sindicatos, medios de comunicación,
crisis
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1. Introducción
La crisis económica que vive España desde hace cinco años ha terminado de
dar la puntilla a la profesión periodística. Situaciones enquistadas en las
redacciones como los falsos colaboradores, los periodistas “a la pieza”, la
ausencia de contratos escritos o el abuso de los becarios se han agravado aún
más ante las pérdidas económicas registradas en muchos medios. En los
últimos quince años, se asistió “a una expansión del sistema de medios, en
parte artificial, vinculada a las tensiones de la vida política y a la permisividad
ante soluciones carentes, muchas veces de lógica comunicativa y profesional
(Díaz Nosty, 2011: 20)” que ha llevado al sector no sólo a una pérdida de
puestos de trabajo muy importante, sino a una merma de credibilidad que será
difícil volver a recuperar tal y como se está planteando el negocio de la
comunicación en estos momentos. Movidos por los excedentes del negocio
inmobiliario, proliferaron “chiringuitos mediáticos” que ni reforzaron la
conciencia crítica de los periodistas ni mejoraron sus condiciones de trabajo. Si
a esta circunstancia se suman las tres características apuntadas por Ignacio
Ramonet para la información en estos momentos -su abundancia, su rapidez y
la carencia de valor en sí misma al haberse convertido en una simple
mercancía- el cóctel resulta explosivo.
Estas circunstancias han encontrado, además, una profesión completamente
desregulada y carente de un texto legal que establezca las condiciones en las
que debe ejercerse la profesión, determine quién está facultado para ello, fije
las obligaciones y los derechos de los profesionales y establezca un régimen
de sanciones para aquellos que no cumplan con los principios éticos y
deontológicos de la actividad. Derogado, en parte, el Estatuto de 1967
(Escobar Roca, 2002) –que fue redactado al margen de la profesión por
técnicos y funcionarios del Ministerio de Información y Turismo- y suprimida la
Ordenanza Laboral por la que se regía el trabajo en las redacciones, hoy no
hay ninguna regulación legal del ejercicio del periodismo.
Se puede decir, sin temor a exagerar, que la profesión periodística se
encuentra hoy en un páramo en el que sus profesionales vagan sin
expectativas de poder ejercer su trabajo con unas mínimas condiciones
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laborales que les hagan dignos merecedores de ser los transmisores del
derecho a la información de la ciudadanía, un principio básico del que intentan
también adueñarse propietarios y directores de los medios de comunicación.
Por otra parte, del gran boom mediático de finales de los 90 se ha pasado a un
continuo cierre de cabeceras, televisiones y radios.
2. Más precariedad y menor calidad
La situación económica ha desplomado los sueldos entre los periodistas, tanto
de los profesionales que desarrollan su labor en medios escritos, como de
aquellos que prestan sus servicios en plataformas digitales, radios o
televisiones, especialmente las de ámbito local. No es difícil encontrarse hoy
ofertas que rozan la esclavitud, muchas de ellas recogidas en el perfil de
Facebook Gratis no Trabajo, creado en 2012 para denunciar a las empresas
que no pagan después de haber realizado el trabajo encargado o aquellas que
ofrecen sueldos de miseria (recientemente un diario de tirada nacional ofrecía
un euro por información a sus colaboradores).
La ausencia de convenios colectivos en muchos medios ha favorecido todas
estas situaciones. Los llamados colaboradores –en realidad, en muchas
ocasiones redactores sin contratos formalizados- los periodistas “a la pieza”
(modalidad de trabajo que sólo se encuentra en este sector), los profesionales
vinculados a las empresas con contratos mercantiles (la última argucia legal
utilizada por las empresas para encubrir verdaderas relaciones laborales) y los
becarios ocupando puestos estructurales supliendo bajas de redactores o
cubriendo sus vacaciones, son habituales en las empresas periodísticas y
quedan desamparados en los propios convenios colectivos. Incluso el
Convenio Marco Estatal de Prensa Diaria que logró firmarse, por primera vez,
en 2001 ante la negativa de los editores a reconocerse como patronal del
sector al considerarse a sí mismos industrias culturales, deja fuera a estos
trabajadores.
En 2005 el Juzgado de lo Social número 4 de Sevilla condenó a la Agencia
Korpa, dedicada a la cobertura de noticias del corazón, a indemnizar a la
familia de Ana Belén García González con 90.000 tras el accidente de tráfico
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que sufrió la reportera cuando se dirigía a cubrir una información desde Sevilla
a Córdoba en el que perdió la vida. A pesar de cubrir noticias a diario, con
medios proporcionados por la empresa, con jornadas laborales establecidas y
sus correspondientes descansos semanales, en una oficina facilitada por la
agencia con los medios técnicos necesarios, acreditada por su medio y con las
gastos cubiertos por Korpa, la reportera trabajaba sin contrato formalizado y
era considerada por la Agencia como una profesional freelance.1
Este caso sólo es uno entre miles de situaciones similares que se detectan en
los últimos años en los medios de comunicación con el agravante de que las
prestaciones salariales han sufrido una merma importante. No es difícil
encontrar redactores por 600 euros mensuales y periodistas “a la pieza” que no
pueden darse de alta como autónomos porque no pueden hacer frente a las
cotizaciones requeridas, lo que les sitúa inexcusablemente en la economía
sumergida.
Si a esta precariedad se le suma el desempleo, la situación en el sector es
insostenible. Y las cifras lo demuestran. En septiembre de 2012, los periodistas
que demandaban empleo en primera opción eran 13.383 (Ufarte, 2013)
mientras que otras fuentes sitúan el desempleo en el sector en cifras cercanas
a los 20.000.2 A esta fuerte subida han contribuido los continuos Expedientes
de Regulación de Empleo presentados en medios de comunicación
importantes (Telemadrid, El País, El Mundo, Radio Televisión de Valencia,
Ser…) que han tenido como consecuencia inmediata miles de empleos
destruidos.
Pero, los que han logrado escapar a esta purga en sus medios no mantienen
una situación cómoda. Las sinergias impuestas por editores y directores que
obligan a los redactores a preparar cada información para distintos formatos
incide directamente sobre la calidad del producto. Es imposible estar pendiente
de recoger una buena imagen y un sonido limpio sin desviar la atención del
contenido informativo. Según el informe Periodistas, empresas e instituciones.
1
Sentencia nº 384/06 del Juzgado de lo Social Número 4 de Sevilla, autos nº 853/2005
2
Cálculo aportado por la Federación de Sindicatos de Periodistas en el III Congreso celebrado
en Madrid el 19 y 20 de octubre de 2013.
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Claves de una relación necesaria, elaborado por Estudio de Comunicación,
Demométrica y organizaciones sectoriales como la Federación de Asociaciones
de la Prensa (FAPE), Asociación de Periodistas de Información Económica
(API) y la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS), el tiempo
necesario para elaborar con rigor una noticia es de seis horas de media. Ahora
bien, no es lo mismo hacerlo para una cadena de televisión que para una
agencia. Según los primeros, el tiempo medio ronda las nueve horas, mientras
que los últimos sólo precisan de dos horas. Los empleados de los medios
escritos emplean ocho horas y los de radio seis. ¿Cómo hacer este cómputo
cuando el mismo redactor tiene que preparar la noticia para el medio impreso y
la plataforma digital (vídeo y fotografías incluidas)? ¿Y cuándo la misma pieza
se ofrece en formato televisivo y en radio?.
3.La escasa conciencia del periodista como trabajador
A esta situación no se ha llegado por casualidad. Históricamente, el periodista
no se ha considerado a sí mismo trabajador sino un profesional liberal y hay
que remontarse a 1919 para encontrar la primera y única huelga general de
periodistas convocada por el primer Sindicato Español de Periodistas adscrito a
la Unión General de Trabajadores, impulsado por el periodista palentino
Ezequiel Endériz. Curiosamente, su plataforma reivindicativa podría retomarse
hoy sin variar una coma, es decir, en un siglo poco se ha avanzado en la
mejora de las condiciones laborales de los periodistas. Las colaboraciones
gratuitas (Humanes, 1999) eran ya una preocupación en el sector que contaba,
además, con un escollo aún más difícil de solventar, la escasa conciencia
profesional de los periodistas quienes “a pesar de sus condiciones de vida y de
trabajo, que en más de un aspecto los equiparaban con los proletarios, […]
conservaban el individualismo propio del intelectual y de su clase de origen
(Desvois, 1977: 52)”.
Mariano González Rothvoss, secretario del Comité Paritario Interlocal de la
Prensa de Madrid, recogió en su obra Una experiencia corporativa en la prensa
del centro de España una relación detallada de los periodistas que tenían
contrato de trabajo en 1929 y empujó a las empresas, con no demasiado éxito,
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a formalizar contratos con sus redactores, entre otras cosas, porque eran los
propios periodistas los que, en ocasiones, mostraban escaso interés por
firmarlos al tener esta actividad como una segunda ocupación.
El estallido de la Guerra Civil sumó a la mala situación laboral de los
periodistas un aspecto más controvertido: la visión del profesional como un
“apóstol del pensamiento”, según consta en el Decreto de 22 de marzo de
1938, conocido como Ley Serrano por ser su principal artífice Ramón Serrano
Súñer. La Dictadura del General Franco sometió a los periodistas a la ideología
imperante y les hizo funcionarios al servicio de la propagación de unas
determinadas ideas. Suprimidos los partidos políticos y los sindicatos –a
excepción de la Organización Sindical o Sindicato Vertical creado por la propia
dictadura al que era obligatorio pertenecer- la prensa se convertía en el único
vehículo transmisor de valores oficiales e instrumento de adoctrinamiento
político.
La resistencia sindical entre los periodistas era prácticamente inexistente pues
sus mayores valedores –en torno a la UGT y la CNT- habían sido
encarcelados, fusilados o residían ya en el exilio. La única organización
profesional –que no sindical- fueron las Asociaciones de la Prensa que
rápidamente se integraron en la estructura del Sindicato Vertical. Los
periodistas quedaban, por tanto, neutralizados tanto en su estructura
reivindicativa como en el desempeño libre de su actividad bien sujetos por un
Decreto que estaría vigente hasta 1966.
A pesar de que España en los años treinta, con la existencia de la UGT y la
CNT era uno de “los países de Europa más organizados sindicalmente”
(Führer, 1996: 52), incluidos los periodistas más comprometidos afiliados a
estas dos organizaciones que tuvieron, además, un papel muy importante
durante la Guerra Civil, la situación al término de la contienda no tuvo ningún
parecido con la realidad anterior. Habrá que esperar hasta la década de los 60
para encontrar los primeros movimientos opositores de periodistas que
demandaban, en aquel momento, libertad para el ejercicio profesional por
encima de sus reivindicaciones laborales.
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El Grupo Democrático de Periodistas de Barcelona fue uno de las
organizaciones más reivindicativas. Integrado por periodistas en posesión del
carnet profesional –sólo podían acceder a él quienes se encontraban inscritos
en el Registro Oficial de Periodistas controlado por el Gobierno-, contratados
como redactores y con formación específica para el desarrollo de esta
actividad, tenía como objetivo principal asaltar la Asociación de la Prensa de
Barcelona y dignificar una profesión que se encontraba secuestrada. Mientras
la organización “oficial” de los periodistas de Barcelona se definía como una
entidad profesional y cultural y “de beneficencia particular que tiene como fin
esencial velar y atender los intereses morales, culturales, profesionales y
materiales
de
los
periodistas
barceloneses
a
los
que
representa
corporativamente (Roglam, 1992: 35)”, el Grupo se fijaba como objetivo, dentro
de la dignificación de la profesión, terminar con las situaciones de precariedad
que obligaban a muchos periodistas a compaginar su trabajo en varios diarios
para llegar a final de mes.
En la década de los setenta, periodistas de esta organización contactan con
miembros de Comisiones Obreras que en aquellos momentos aún no se definía
como una organización sindical sino como un movimiento político-social de
oposición a la Dictadura. Trabajadores ligados a las Artes Gráficas son los
encargados de llevar a cabo estas conversaciones que se materializan,
después, en el apoyo a varias acciones reivindicativas.
Con la muerte del General Franco en 1975 y la nueva Ley de Asociación
Sindical de 1977 que permitía la constitución de sindicatos, los trabajadores
fueron abandonando rápidamente la Organización Sindical franquista para
integrarse en los nuevos sindicatos legalizados, según sus preferencias.
¿Ocurrió igual con los periodistas? Definitivamente, no. Cegados por los
nuevos aires que corrían en España con unas libertades cívicas, políticas y
sindicales recuperadas tras cuarenta años, los profesionales de los medios
olvidaron su precaria situación laboral para ocuparse en la fundación de
nuevos medios, la denuncia de atentados contra algunas cabeceras por parte
de
organizaciones fascistas, los procesamientos de varios periodistas por
supuestos delitos de opinión o de exhibición –“los primeros meses de 1980
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serían sesenta los periodistas, escritores e intelectuales procesados por
supuestos delitos relacionados con la libertad de expresión (García Galindo,
2009: 97)”- y el establecimiento de relaciones de camaradería con los políticos.
Excepto los más concienciados, pertenecientes en su mayoría a grandes
empresas como RTVE y en capitales importantes como Madrid o Barcelona, no
se interesaron demasiado por defender sus derechos como trabajadores a
través de las organizaciones sindicales.
Las Asociaciones de la Prensa, presentes en prácticamente todas las ciudades
españolas, continuaron siendo el referente de la profesión pero, además de
tardar en reaccionar y adecuarse a los nuevos aires de libertad para la
profesión que empezaban a soplar en una España que despertaba de un largo
letargo, no entraron en las redacciones para intentar poner freno a las
enquistadas situaciones de precariedad laboral que se mantenían en el
colectivo. Por otra parte, las grandes centrales sindicales que lograron
asentarse en los comités de empresa de los medios más influyentes, no fueron
capaces de revertir la situación ya que, frente a la gran concienciación
existente entre los trabajadores de los talleres y la administración, la escasa
participación de las redacciones tuvo como consecuencia un gran peso de la
representación sindical de estos dos sectores en los comités de empresa frente
a la de la redacción. Mientras en rotativas, talleres, administración o reparto se
controlaban los contratos y no había ningún trabajador en condiciones
precarias, los periodistas seguían soportando un catálogo de irregularidades
laborales de larga lectura.
4. El nuevo modelo impulsado por los sindicatos de Periodistas
El asentamiento de la Democracia encontró una profesión completamente
desregulada, con una Ley de Prensa de 1966 que algunos consideran aún en
vigor en ciertos artículos al no haber sido expresamente derogada, un
intrusismo profesional creciente al no existir aún hoy un censo oficial para
saber cuántos periodistas hay trabajando en el sector, prácticas abusivas como
las que se cometen con los becarios, los periodistas “a la pieza” o los mal
llamados colaboradores y la ausencia de un estatuto profesional que ponga fin
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a las ambigüedades, las lecturas interesadas y fije un marco estable de
relaciones contractuales entre la empresa y el periodista que permita “delimitar
el perfil de la profesión” (Desantes, 1992: 23)
El panorama empeoró así como el creciente deterioro de la profesión y sus
actores en la década de los 90 con una explosión de medios, en su mayor
parte aventuras empresariales con dinero procedente de la burbuja inmobiliaria
e intereses políticos que demandaban profesionales de la información. El caos
en la profesión estaba servido. Miles de recién titulados accedían a puestos de
trabajo sin importarles sus condiciones laborales, la sociedad empezó a
considerar periodista a todo aquel que se ponía delante de un micrófono a
dirigir cualquier concurso radiofónico, a los presentadores más mediáticos de
las televisiones que con su gracejo personal encandilaban a las audiencias o a
considerar noticia cualquier publirreportaje insertado entre las páginas de
información de un diario. Este despropósito ayudó, poco a poco, a desprestigiar
la profesión y a los periodistas que, bajo la presión de jornadas interminables y
la rapidez para elaborar contenidos olvidaron los principios básicos de la ética
profesional y no tuvieron en cuenta la obligación de ofrecer información
honesta, veraz, plural y contrastada.
Alarmados por este deterioro profesional, un grupo de periodistas de
Barcelona, con experiencia en la militancia sindical, constituyeron en 1994 el
Sindicato de Periodistas de Cataluña convencidos de que sólo desde la acción
sindical en las redacciones y con las armas que pone a disposición de todos
los trabajadores el Derecho Laboral se podía actuar contra las paupérrimas
condiciones de los periodistas. Su experiencia se ha extendido a otras seis
comunidades autónomas –Madrid, Andalucía, La Rioja, Galicia, Baleares y
Canarias que cuentan con sindicatos profesionales de ámbito autonómico
agrupados a nivel estatal en la Federación de Sindicatos de Periodistas
(FeSP).
¿Qué han aportado estas nuevas estructuras a la profesión? Principalmente,
una forma distinta de entender el sindicalismo en las redacciones pequeñas o
en aquellos medios que no tienen suficiente número de trabajadores para
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formar un comité de empresa y una defensa combinada de los intereses
laborales y los profesionales inherentes a la práctica del periodismo.
Hasta la constitución de los sindicatos de periodistas, las grandes
organizaciones de trabajadores predominantes en España –y también en este
sector- sólo se habían ocupado de los grandes centros de trabajo donde el
número de miembros en el comité de empresa es muy importante para el
cómputo global de estos sindicatos a la hora de negociar convenios de ámbito
estatal. Por otra parte, es en estos centros de trabajo donde se negocian
acuerdos importantes que afectan a un gran número de trabajadores. Pero, la
puesta en marcha de pequeños medios de ámbito local o provincial –
periódicos, emisoras de televisión y radios locales de titularidad pública o
privada, medios digitales…- que da trabajo a un gran número de profesionales
no cuentan con ningún asesoramiento laboral. Por otra parte, la problemática
de estos medios es peculiar, como lo es en general el trabajo en el sector con
características singulares que escapan a las que se dan en otras actividades –
trabajo en festivos, jornadas laborales especialmente largas en momentos
informativos claves como elecciones, sucesos, competiciones deportivas- y el
discurso de los grandes sindicatos, más acostumbrados a la defensa de un
modelo de producción de fábrica, se situaba muy lejos de estas redacciones.
Los sindicatos de periodistas, gestionados y dirigidos por profesionales que
conocen muy bien el sector porque desarrollan en él su trabajo, han aportado
un discurso cercano a las redacciones donde se registran situaciones
impensables para cualquier otro sector productivo. Problemas ya superados en
otras actividades profesionales como la obligación de regular la relación laboral
con la empresa a través de un contrato de trabajo con arreglo a la legislación
vigente en cada momento, la existencia de convenios colectivos de ámbito
nacional, autonómico o de empresa donde se recogen los derechos de los
trabajadores, la utilización de becarios para cubrir puestos estructurales en las
empresas o la existencia de contratos mercantiles para encubrir relaciones
laborales continúan presentes en los medios de comunicación. Esta tónica no
sólo no ha mejorado con el paso del tiempo, sino que se ha agravado en los
últimos diez años. El descontento entre los periodistas es patente y se refleja
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en cada estudio que se realiza sobre la profesión y las condiciones laborales
de sus protagonistas. En el realizado por las profesoras Cantalapiedra y
Bezunartea y el profesor Coca entre los periodistas del País Vasco publicado
en 2000, se ponía de manifiesto que el 40% de los periodistas desarrollan su
actividad en régimen de colaboración a lo que se suma un gran porcentaje de
becarios, lo que significa que el número del profesionales que trabajan de
forma irregular llega a ser superior al que lo hace con un contrato convencional
La independencia de estos sindicatos profesionales, definidos cada uno de
ellos en sus estatutos fundacionales como una estructura “democrática,
profesional, independiente, pluralista, unitaria y de clase”3 les ha dejado las
manos libres para actuar en las redacciones sin ningún condicionamiento
político o gubernamental y con un lenguaje directo, alejado del dictado por las
cúpulas dirigentes de las grandes centrales aplicable a todos los sectores
productivos, que les ha permitido entrar en las redacciones donde la
concienciación de los periodistas como parte de la masa asalariada es aún
escasa.
5- Un Estatuto del Periodista Profesional necesario
Una de las propuestas que con más interés ha trabajado la Federación de
Sindicatos de Periodistas ha sido la elaboración de un Estatuto del Periodista
Profesional para regular el trabajo en prensa. Este texto, consensuado en el
Foro
de
Organizaciones
de
Periodistas
formado
por
organizaciones
profesionales y sindicatos se presentó a la mesa del Congreso de los
Diputados en septiembre de 2001 acompañado de una propuesta de Ley de
Derechos Laborales de los Periodistas para dotar de un marco legal el
contenido de un Estatuto que tenía como finalidad la defensa del derecho a la
información de la ciudadanía. Pero la unidad de acción se rompió cuando la
Federación de Asociaciones de la Prensa (FAPE) tras cambiar su presidente,
decidió abandonar el Foro y presentar un texto alternativo. La excusa que
esperaban políticos poco comprometidos con los intereses de los periodistas y
3
Estatutos del Sindicato de Periodistas de Andalucía, Título 1, Artículo 2º.
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presionados por los grandes grupos de comunicación, estaba servida. Si no
había acuerdo entre los propios periodistas, ¿qué podía hacer el Congreso?.
Dardo Gómez, entonces Secretario de Organización de la Federación de
Sindicatos de Periodistas (FeSP), señalaba en el preámbulo del Estatuto
“[…] no se puede hacer un ejercicio independiente del periodismo ni
ejercer
derechos
como
la
cláusula
de
conciencia
o
la
confidencialidad de las fuentes ni imponer principios básicos de la
deontología profesional desde la precariedad laboral. Redacciones
estructuradas sobre plantillas sin contrato alguno carecen de
capacidad para oponerse a la manipulación o al tratamiento
indecente de la información”.4
Mientras se cumplían largos trámites en el Congreso y sus correspondientes
comisiones parlamentarias, donde se propuso escuchar a más de cien
expertos, se producía en 2004 el cambio del Gobierno tras las Elecciones
Generales y entonces, el PSOE que había dado su visto bueno al Estatuto
cuando se encontraba en la oposición, empieza a no tenerlo tan claro cuando
accede al Gobierno. Simultáneamente, los grandes grupos mediáticos se alían
contra el Estatuto y el 10 de noviembre de 2005, en una coincidencia inédita,
publican en El País, ABC, El Mundo, La Razón y La Vanguardia, un editorial
contra el Estatuto en el que niegan, incluso, la competencia del Parlamento
español para legislar en este asunto. En 2010, casi diez años después de su
primera entrada en el Congreso, el Foro de Organizaciones de Periodistas,
ante el estancamiento del tema, decide modificar algunos puntos del Estatuto
propuesto para intentar aunar voluntades y convertirlo en una Ley Orgánica de
Garantías del Derecho a la Información de la Ciudadanía (LOGDIC) que tiene
pocas oportunidades de prosperar en este momento.
Este ha sido el intento más serio de regular la profesión en Democracia pero
los grandes intereses empresariales, en connivencia con políticos y algunas
organizaciones profesionales han bloqueado una iniciativa que podía haber
4
Introducción a la edición del Estatuto del Periodista Profesional realizada por Dardo Gómez,
Secretario de Organización de la FeSP. Octubre de 2003.
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ayudado a poner coto a las malas prácticas laborales y profesionales que
presentan los periodistas. Como contrapartida, enarbolan la bandera de la
autorregulación que se ha mostrado completamente ineficaz para dignificar el
trabajo en prensa. Y a estas dos circunstancias se han sumado las reformas
laborales que han terminado de dar la puntilla a la profesión y restan poder a
los sindicatos. Precisamente, estas organizaciones han registrado en los
últimos años un descenso de la afiliación debido al gran número de
profesionales expulsados del mercado laboral o que deciden dedicarse a otras
actividades productivas como consecuencia de la precariedad a la que se ven
sometidos. Un ejemplo de ello es el Sindicato de Periodistas de Andalucía en el
que el porcentaje de afiliados en situación de desempleo ha pasado del 11%
en 2010 al 25% en 2013 mientras que el número de bajas se ha situado en
2013 en un 3,5%, siendo la primera vez desde su constitución en diciembre de
1999 en la que la organización registra una bajada de la base afiliativa, realidad
que responde al abandono de la profesión en la mayor parte de los casos.
(Prieto, 2013: 326)
6.Conclusión
Es urgente regular la profesión desde el derecho para garantizar la práctica
profesional, preservar los principios deontológicos inherentes a esta actividad y
garantizar a la ciudadanía su derecho a ser informados con veracidad y
pluralidad. De lo contrario, no nos encontraremos ante una profesión titulada
sino ante una práctica a la que puede dedicarse cualquiera sin necesidad de
cumplir ningún tipo de código. La precariedad en las redacciones está
contribuyendo a degradar la profesión por las malas condiciones de quienes la
ejercitan y a los que se les está negando la posibilidad de acogerse a la
cláusula de conciencia o el secreto profesional además de
privarles de
Consejos de Redacción que vigilen la calidad de la información, que no se
trata, por otra parte, de una mercancía sino de un derecho. El periodista no es
una máquina de hacer noticias, es un profesional reconocido que necesita
dotar a su trabajo de calidad atendiendo principios fundamentales cuyo
incumplimiento revierte directamente sobre la sociedad. Por tanto,
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“la vinculación laboral no puede ser una patente de corso del
empresario para obligar a los profesionales de la información a
actividades que distan mucho de su función social. La defensa de su
estatuto profesional resulta necesaria para garantizar la democracia
redaccional. A tal efecto está dirigido el reconocimiento de una serie
de derechos de los periodistas frente a la empresa informativa,
cuando
ésta
pueda
exigir
comportamientos
contrarios
a
la
deontología profesional” (Aurrecoechea, 2013: 49).
Para reconducir una situación que empeora cada vez más rápidamente, es
necesaria la actuación conjunta de organizaciones profesionales, sindicatos,
administración e instituciones como las universidades para, desde el ámbito de
influencia de cada uno, se defina el ejercicio de la profesión periodística y las
condiciones en las que lo hacen sus actores. Se hace imprescindible una
actuación contundente de la autoridad laboral, a través de la Inspección de
Trabajo, para terminar con las irregularidades contractuales en las redacciones,
de las universidades para ejercer un mayor control sobre los becarios y desde
las organizaciones profesionales y sindicatos para recuperar el prestigio
profesional de los periodistas y denunciar las malas prácticas. En este sentido,
el último congreso de la Federación de Sindicatos de Periodistas aprobó iniciar
una estrecha colaboración con las inspecciones de trabajo para denunciar las
irregularidades laborales de las redacciones.
6. Referencias bibliográficas
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ciudadanos. El periodista frente al derecho a la información. Universidad de
Sevilla. Tesis doctoral no publicada.
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