* El desaf o de la comunicaci n democr tica en la televisi n mexicana: perspectiva comparada entre las asociaciones de telespectadores de M xico y Espa a, de Gloria Rosique Cedillo, UC3M

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Actas – II Congreso Internacional Latina de Comunicación
Social – Universidad La Laguna, diciembre de 2010
El desafío de la comunicación democrática en la televisión mexicana:
perspectiva comparada entre las asociaciones de telespectadores de
México y España
Dra. Gloria Rosique Cedillo
Profesora docente investigadora (PDI) Postdoctoral del Departamento de
Periodismo y Comunicación.
Universidad Carlos III de Madrid, UC3M, España.
[email protected]
Resumen
A diferencia de las televisiones europeas, en la mayor parte de los países
Latinoamericanos este medio emergió desde una perspectiva comercial, al
servicio de la gestión privada. Gestionada desde sus orígenes por el ámbito
empresarial y de manera monopólica hasta hace muy pocos años, a día de hoy
la televisión mexicana ha sido testigo de la conformación de uno de los grupos
más importantes de Iberoamérica: el “Grupo Televisa”.
Desde sus orígenes el acelerado crecimiento de este grupo de comunicación,
sumado al nacimiento de una segunda cadena (“TV Azteca”) que abriría el
espectro audiovisual a un duopolio televisivo en el año 1993, dejaría al
descubierto el desequilibrio desproporcionado entre la capacidad de
intervención en las políticas de comunicación por parte de los ciudadanos
telespectadores, así como su representación en los órganos de gobierno y, en
definitiva, de su nula participación dentro del sector audiovisual.
Este hecho ha propiciado, aunque de manera muy ralentizada, el surgimiento
de diversos grupos organizados que buscan formas alternativas de
comunicación social que se constituyan en espacios más democráticos para su
inclusión, cara a la estructura organizativa y a las prácticas televisivas que se
vienen desarrollando desde antaño en este medio de comunicación en México.
A partir de ello cabría hacer una radiografía acerca de quiénes son y qué
objetivos persiguen estos grupos organizados, así como determinar las
perspectivas reales que tienen de propiciar un cambio social que los posicione
en su papel como ciudadanos telespectadores con sus respectivos derechos y
obligaciones.
Lo que resulta indudable es que, pese al alcance que pueden llegara tener
estos grupos organizados, al día de hoy dan fe de la existencia de un capital
social necesario para el ejercicio democrático, en la búsqueda por tener una
televisión más acorde con el “espíritu de los tiempos”.
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Palabras Clave: Comunicación alternativa, Televisión comercial, Asociaciones
de telespectadores, Cambio social, Espacio público.
Sumario: 1. Introducción. 1.1 El contexto televisivo mexicano 1.2. Las
asociaciones de telespectadores en México 2. El movimiento asociativo de
telespectadores en España 3. Conclusiones. 4. Referencias bibliográficas.
1. Introducción
Ante la falta de mecanismos de regulación de los contenidos en el que la
abundancia y el descontrol de la información y las imágenes se convierten en
una problemática acuciante por resolver, las asociaciones de telespectadores
tanto en España como en México, son un ejemplo de “capital social” necesario
en cualquier sociedad democrática.
Sin embargo, el desarrollo de estos grupos organizados ha ido por caminos
muy distintos en dependencia de su contexto histórico social lo que las hace
objeto de estudio para el análisis de estas manifestaciones sociales.
Las diferencias estructurales y organizativas de estos grupos organizados, así
como sus objetivos y fines a alcanzar, permite hacer un análisis comparativo
entre el movimiento asociativo de telespectadores en España y las
asociaciones mexicanas, con el objetivo de conocer los puntos fuertes y débiles
de cada caso y vislumbrar posibles vías de acción hacia la democracia de la
comunicación en ambas realidades sociales.
1.1 El contexto televisivo mexicano
El contexto histórico en el que se fraguó la televisión mexicana conlleva a hacer
primeramente una breve introducción acerca de las diferencias existentes entre
el desarrollo y el modelo de televisión que se hizo en Europa, en comparación
con el que se adoptó, de manera generalizada, en América Latina y
particularmente en México.
La televisión mexicana, a diferencia de los países europeos, inició su historia
desde la iniciativa privada, este hecho la convirtió desde entonces en una
televisión comercial y de divertimento similar al modelo estadounidense.
Aunque los gobiernos posrevolucionarios fueron muy proclives a las
nacionalizaciones y a la participación del Estado en todas aquellas actividades
que consideraban estratégicas para la economía o para el control político e
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ideológico, con la llegada al gobierno de Miguel Alemán en 1946, se dio un
vuelco a la orientación del modelo de desarrollo del país y la iniciativa privada
recibió, a partir de entonces, grandes facilidades para invertir, apoyo financiero
y de infraestructuras para crecer en los negocios, fuera en la agricultura de las
grandes extensiones con creación de grandes obras hidráulicas, el turismo
apoyado con modernas carreteras, etcétera.
En particular el negocio de los medios de comunicación se vio favorecido, pero
siempre con estrictos controles sobre la información y los contenidos que se
emitían.
En el caso del negocio de la televisión incluso la misma familia Alemán quedó
implicada con acciones en la empresa “Televicentro”, con la que se inició Emilio
Azcárraga Vidaurreta, quien ya tenía la experiencia de la fundación de la
pionera estación de radio XEW en 1935.
De esta manera, la función política o ideológica que pudiera jugar en un futuro
una televisión en manos de intereses privados al margen del Estado, sería
prácticamente imposible, más al contrario, esta empresa estuvo siempre al lado
de los intereses del gobierno y, cuando en momentos muy puntuales las cosas
se pusieron complicadas en el ámbito político, los noticieros, los mensajes y la
información y los tiempos de televisión estuvieron al servicio del presidente de
la República.
Como si se tratara del brazo de comunicación política del Estado al que sólo se
le daban las órdenes de qué decir y cómo manejarse ante la opinión pública,
desde sus inicios la televisión mexicana no cumplió con sus expectativas como
un medio de comunicación imparcial y objetivo.
Durante muchos años el mapa mediático estuvo conformado por una sola
cadena de televisión privada: “Televisa”, en manos de la dinastía de los tres
Emilios, padre, hijo y nieto, que formaron un monopolio que acapararía la señal
en abierto hasta iniciada la década de los 90‟ s.
Su oferta audiovisual estaba conformada por su canal 2, conocido como el
“Canal de las estrellas”, el canal 5 o XHGC1 dedicado a la programación
infantil, el canal 4 enfocado a series y películas de corte juvenil y el canal 9
espacio contenedor de programas de entretenimiento exitosos de otros tiempos
y de películas del cine mexicano.
1
Siglas de los apellidos del ingeniero precursor de la televisión en México, González Camarena
(Fuente audiovisual, Krauze, 2000: 1).
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Esta situación se mantuvo así hasta que soplaron los vientos neoliberales de la
privatización y el gobierno tuvo que poner a la venta la cadena estatal
Univisión, es decir canales 7 y 13, otorgándole la concesión a una nueva firma,
presidente de la cual es otro importante empresario mexicano2, considerado
entre los hombres más ricos del mundo por la revista Forbes.
De esta manera se vendría a romper con el monopolio del actual grupo de
comunicación “Televisa” y con él una aparente apertura del sistema televisivo
nacional.
Fue en este contexto cuando nació “TV Azteca”, cadena privada que terminaría
por conformar el actual mapa mediático constituido ahora por un duopolio
televisivo, que se reafirmaría a futuro con la nueva Ley de Radio y Televisión
aprobada por el congreso en 2006, al lado de otras minúsculas cadenas que
continúan sobreviviendo al calor del apoyo público.
En un principio, y como parte de su estrategia diferenciadora, TV Azteca
comenzó a emitir contenidos innovadores y de mayor calidad respecto a los
hasta entonces dados a conocer por Televisa, donde prevalecían las historias
ficcionales en el formato “telenovela”, los programas de concursos y de
entretenimiento.
En el caso concreto de las telenovelas, las tramas se ceñía a contar historias
de amor al estilo de los cuentos de hadas, donde la mujer, casi siempre
perteneciente a una clase social inferior que la del hombre (desvalida y sin
estudios), luchaba por alcanzar el amor platónico para, finalmente, conseguir
estar junto a su amado, ayudada siempre por sus atributos físicos. Telenovelas
como: “Rosa salvaje”, “María la del barrio”, “Marimar”, etcétera, darían ejemplo
de este tipo de historias que se exportarían con éxito a todo el mundo.
Todo ello enmarcado dentro de una programación de entretenimiento que
carecía de creatividad e innovación debido a la repetición de fórmulas exitosas.
Pese a que TV Azteca cosechó grandes éxitos con sus nuevas propuestas
especialmente en el campo de las telenovelas, donde la base de sus historias
eran más reales, en ocasiones trasgresoras con la cultura tradicional y católica
mexicana y más cercanas a los temas de interés de las amplias capas de
clases medias y populares, poco a poco y producto de la competencia por la
audiencia con “Televisa”, la programación de TV Azteca fue perdiendo la
espontaneidad de aquellas temáticas iniciales y esa forma de abordar las
historias ficcionales con las que en un inicio se dio a conocer.
2
El empresario Ricardo Salinas Pliego es el dueño de la cadena de televisión „TV Azteca‟.
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Con este hecho se hacía patente la rivalidad y la presión que al día de hoy
continúa prevaleciendo en el sector audiovisual mexicano, bajo una tendencia
hacia lo banal en los contenidos y a la “espectacularización de la realidad”
(Imbert, 2008) tan común en las televisiones de todo el mundo.
Por su parte “Televisa”, en prácticamente la totalidad de los géneros que emite,
sigue superando en amarillismo y en “telebasura” a “TV Azteca”3, cautivando
así a los estratos sociales más bajos y numerosos del país.
En cuanto a la marca de las cadenas, desde sus inicios “Televisa” se ha forjado
una imagen de televisión de entretenimiento pero con un cierto hermetismo de
tipo elitista, mientras que “TV Azteca” surgió bajo la idea de “una televisión para
el pueblo” que permitía ver rostros y personajes más cercanos a la idiosincrasia
mexicana.
1.2. Las asociaciones de telespectadores en México
Como antecedentes hacia la construcción del movimiento asociativo de
telespectadores mexicano, data la asociación “Televidentes en Alerta” y “Mejor
televisión para niños”, creada en agosto de 1974 por profesionales interesados
en mejorar la calidad de los contenidos enfocados para este público (Rojas,
1990: 160).
Poco más de una década pasaría para que una segunda asociación tuviera
cabida, la ya nombrada “Televidentes en Alerta”, conformada a raíz de las
inquietudes vertidas en el coloquio “La televisión y el niño”, realizado en agosto
de 1986 en Morelia, Michoacán, e integrada por padres de familia, amas de
casa, educadores, productores de televisión, especialistas en el ámbito de la
comunicación y académicos, principalmente.
Al día de hoy, la única asociación que prevalece en el panorama audiovisual
mexicano es “A favor de lo mejor”, que hasta ahora no ha tenido como principal
objetivo el darse a conocer a la opinión pública, pese a que cuenta con un
teléfono de quejas y sugerencias a disposición de la ciudadanía, una página
web y un correo electrónico.
3
Televisa ha destacado por su gran cartera de „estrellas‟ televisivas, como gran productor de
telenovelas de historias „rosas‟ y sus telediarios, ya que posee, de antaño, a periodistas
reconocidos de mucho tiempo atrás que se forjaron en la radio y en la televisión. Por el
contrario, TV Azteca destaca en los deportes como líder indiscutible y algunos programas como
„Lo que callamos las mujeres‟ y ha sobresalido con telenovelas que, en su momento, rompieron
esquemas, como es el caso de „Mirada de Mujer‟.
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Pese a ello, en este 2006 está en preparación una campaña que perseguirá
este propósito, habiendo tenido como estrategia prioritaria, darse a conocer
primero entre los anunciantes más influyentes en este país (Reyes, Entrevista,
21/01/2006)4.
Una de las tareas de esta organización es fomentar la educación para los
medios, ejerciendo funciones de observatorios de los contenidos y de la
publicidad.
Para ello cuentan con personal calificado, realizan análisis de contenido y
actúan como actores intermediarios que cumplen una función específica dentro
de la cadena de valor televisiva, tal como queda representada en el siguiente
esquema:
Esquema 12:
“Relación de los agentes televisivos respecto a la asociación”
“A favor de lo mejor”
ESTADO
Anunciantes
Asociación
‘A favor de
lo Mejor’
Cadenas
TV
Productoras
Contenidos
Fuente: Elaboración propia.
4
Entrevista realizada a Sergio Reyes Córdova, Director Nacional de Expansión de la
asociación mexicana “A favor de lo Mejor” (21/01/2006).
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A este respecto, Olivia E.
Olivia Núñez Orellana, directora de Análisis y seguimiento estratégico de la
asociación „A Favor de lo Mejor‟, reitera: „(…) la tarea de involucrar a los
anunciantes y a los patrocinadores mediante la reflexión de los contenidos, es
una estrategia ineludible para alcanzar la calidad televisiva‟ (Núñez Orellana,
2005: 325).
Dentro de este contexto, han sido pocas las organizaciones que han surgido
desde la sociedad civil para analizar, criticar y realizar acciones pertinentes
para modificar algún aspecto del entorno inmediato, y más tratándose de los
medios de comunicación (Rojas, 1990), quizás producto de la falta de una
tradición organizativa donde se discierne una sociedad frágil y desorganizada.
Por ello, actualmente no es posible hablar de un movimiento asociativo de
telespectadores en México, ya que sólo se tiene constancia de un par de
asociaciones vinculadas a la transformación del medio televisivo: “A favor de lo
Mejor” y la “Asociación Mexicana de Derecho a la Información” (AMEDI). La
primera actúa como agente corregulador de las cadenas de televisión y de los
anunciantes, trabajando conjuntamente con el Estado y ejerciendo una función
como “mediador” y “canalizador” de las quejas de los telespectadores.
En el caso de AMEDI, se constituye como una organización social activa y un
grupo de presión que pretende servir de contrapeso frente al desequilibrio de
antaño generado por los medios de comunicación, sus estructuras
empresariales y el mercado, que tienen que ver con el poder de la información
y que repercuten en la falta de pluralidad y democracia en los medios de
comunicación en México.
Esta organización actúa como observatorio de los medios y se autodefine como
“una organización social interesada en promover una cultura jurídica
encaminada a avanzar en la Reforma de los Medios y en ella, una nueva
relación Estado/Medios/Sociedad como vertiente fundamental de nuestra
transición política a la democracia (AMEDI, 2010).
Ambos grupos parten de la responsabilidad que les compete como ciudadanos
y actores sociales de ejercer su derecho a participar en los procesos de la
comunicación y en la construcción de las políticas públicas en su ámbito de
actuación.
2. Las asociaciones de telespectadores españolas
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El inicio del movimiento asociativo de telespectadores en España se remonta a
los años 80 (Rosique, 2007a), década en la que data la inscripción en el
Registro Nacional de Asociaciones en el Ministerio del Interior la primera
Asociación Española de Espectadores de Televisión (1980) y que coincide con
la elaboración del Estatuto de la Radio y la Televisión (Ley 4/1980, de 10 de
enero).
El renacer de las asociaciones de telespectadores se hace presente justamente
con la entrada de las televisiones privadas, momento en el que se otorgan las
primeras concesiones de televisión privada en España.
A partir de entonces, la televisión en España comenzaría un proceso de
transformación basada en un modelo de negocio rentable, que afectaría a la
calidad de sus contenidos, bajo la concepción de una televisión que, pese a
estar enmarcada dentro de la Ley de la Radio y la Televisión en España como
un “servicio público”, desde sus comienzos comenzaría a desmarcarse de este
ideal.
A partir de la irrupción de las televisiones privadas, comenzarían a conformarse
la mayor parte de las asociaciones de telespectadores españolas existentes al
día de hoy tales como la (AUC) “Asociación de Usuarios de la Comunicación”
(1983) que actualmente se constituye como una de las más importantes en
España, junto con la (ATR) “Agrupación de Telespectadores y Radioyentes”
(1985), que tiene representación en gran parte del territorio español, así como
(iCmedia) la “Federación de Asociaciones de Consumidores y Usuarios de los
Medios” creada con el nombre de FIATYR en 1992, la cual agrupa a la mayor
parte de asociaciones de telespectadores incluida a una que opera en ámbito
portugués y el “Foro del Espectador” (2001).
Al día de hoy las asociaciones de telespectadores españolas vienen
desarrollando líneas de trabajo entorno a la creación de un “usuario crítico de
los medios de comunicación”, labor que realizan a través de la “alfabetización
mediática”.
Asimismo, ejercen como observatorio de los medios y mediadores entre la
ciudadanía y los actores sociales de la televisión: cadenas, anunciantes y
Estado intentando ejercer como grupos de presión ante las continuas
irregularidades que presentan las cadenas frente a los códigos auto y
corregulatorios y a la normativa vigente a través del envío de comunicados.
Otra de sus labores como observatorios de los medios es la realización de una
investigación de carácter semestral en la que hacen un seguimiento de la
televisión en abierto en la que analizan sus contenidos y el apego de éstos a la
legislación española.
En lo que respecta a su estructura organizativa, actualmente cohabitan tres
grandes asociaciones de telespectadores independientes y una federación., la
“Federación de Asociaciones de Consumidores y Usuarios de los Medios”
(ICMedia), la cual está conformada por 17 asociaciones de telespectadores que
se encuentran repartidas en las distintas provincias españolas, con excepción
de AC media Portugal que como su nombre lo indica tiene su sede en Portugal.
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Entre las asociaciones que persiguen objetivos similares cabe destacar la
Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC), seguida de las
Asociaciones de Telespectadores y Radioyentes (ATR‟ s) y finalmente, el Foro
del Espectador.
En definitiva, desde el inicio de su actividad estas asociaciones han logrado
hacer presión logrando sacar de emisión ciertos contenidos emitidos en la
televisión en abierto que, a su juicio, no respetaban la actual normativa.
Asimismo vienen trabajando de manera conjunta con el Estado en tareas de
alfabetización audiovisual, tales como la organización de jornadas informativas
para padres de familia y en acciones conjuntas como la campaña anual “Un día
sin TV”, organizada por la asociación de telespectadores de Pamplona.
Asimismo, las asociaciones de telespectadores tienen representación a nivel
internacional a través de European Associations for Viewers Interests (EAVI) y
de la Alianza Europea de Oyentes y Asociaciones de Telespectadores
(EURALVA), de la cual forma parte iCmedia.
3. Conclusiones
La historia del asociacionismo en México es muy reciente en comparación con
el tejido asociativo que desde hace más de dos décadas han venido
construyendo las asociaciones de telespectadores españolas.
Resulta interesante observar cómo en el contexto en el que nació y se fue
desarrollando la televisión mexicana, que en principio debía haber sido más
proclive a la conformación de grupos de presión debido al carácter monopólico
privado que predominó durante los primeros años de la televisión y
posteriormente a la conformación de su duopolio, no hayan emergido grupos
de presión alternativos ante la desmesura de una televisión única que desde
entonces cohabita con una televisión pública debilitada.
Este hecho se traduce en una falta de pluralidad y de oferta audiovisual en este
medio de comunicación, así como un termómetro de cómo se encuentra la
sociedad mexicana en relación a la “alfabetización audiovisual” y a la ausencia
de formas de vías institucionales de participación ciudadana.
En España el panorama legislativo dista mucho de la realidad mexicana, ya
que el marco legislativo actual tiene contemplado poner en marcha un “Consejo
Estatal de Medios Audiovisuales5” en el que se contempla la creación de un
5
En este sentido a priori se da un voto de confianza a la reciente creación de este Consejo
Estatal de medios Audiovisuales, para que contribuya a crear un nuevo escenario en materia
de regulación en España (Rosique, 2010 b).
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“Comité Consultivo”, entendido como un órgano de participación ciudadana y
de asesoramiento.
En él se hace un llamamiento a la participación ciudadana, tanto de
representantes de las asociaciones de defensa de los usuarios de los servicios
de comunicación audiovisual, como del Consejo de Consumidores y Usuarios.
Por tanto, este órgano se conforma como un espacio alternativo de
participación en el que podrían tener cabida las asociaciones de
telespectadores más representativas en España, en dependencia a su número
de afiliados.
Asimismo, en el artículo sexto sobre el “derecho a una comunicación
audiovisual transparente”, en su cuarto apartado, la Ley General de la
Comunicación Audiovisual (Ley 7/2010, de 31 de marzo, General de la
Comunicación Audiovisual), y por primera vez en España menciona que los
poderes públicos y los prestadores del servicio de comunicación audiovisual
deben “contribuir a la alfabetización mediática de los ciudadanos”.
Este hecho deja ver la importancia que el Estado español le otorga a la
“alfabetización mediática” en un contexto audiovisual complejo en el que la
integración de las tecnologías de la información y la comunicación son una
realidad cara a los nuevos usuarios de la comunicación y a la necesidad de
acortar la brecha digital.
En definitiva se puede concluir que las asociaciones de telespectadores
mexicanas distan mucho de la estructura organizativa, bastante consolidada,
de las asociaciones de telespectadores españolas. Pese a que estas
mantienen una cierta independencia en lo que se refiere a su gestión interna y
en cuanto al desarrollo de sus actividades, entre ellas mantienen una
comunicación constante, y en su mayoría trabajan en proyectos comunes como
lo es la publicación de su revista mensual: Boletín ATR.
Las diferencias que se pueden apreciar entre las asociaciones de
telespectadores mexicanas y las españolas, es que “A favor de lo Mejor”
trabaja conjuntamente con los anunciantes, ya que realiza reuniones periódicas
en las que logra dialogar con estos actores. En estas tertulias se discute y se
debate sobre los principales temas de la televisión, enfocándose a la mejora de
la calidad de los contenidos a modo de “corregulación”.
Así, esta agrupación más que contestataria, mantiene una relación de
cooperación con los anunciantes más importantes de México, constituyéndose
como un grupo orgánico-funcional dentro del sector audiovisual. Conviene en
este sentido resaltar este rasgo distintivo de la asociación dentro de las claves
democráticas, ya que hay otro tipo de movimientos y agrupaciones que no
están dispuestas a traducir las disputas en diálogo y menos en colaboración
(Fernández Santillán, 2005: 16).
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Mientras que las asociaciones de telespectadores españolas se manifiestan a
través de comunicados que hacen llegar a las empresas audiovisuales para
hacer expresas sus inconformidades, las asociaciones mexicanas trabajan de
la mano de las cadenas de televisión y de los anunciantes, llevando a cabo un
papel más conciliador y consensuado, considerados como actores sociales
participantes dentro de la estructura mediática6.
En el caso de “AMEDI”, ésta se conforma como una organización contestataria
y crítica de los medios de comunicación que busca la democracia y reclama el
derecho a la participación en las políticas de comunicación.
En los países latinoamericanos incluido México, las experiencias de las
asociaciones civiles que han logrado constituirse, han tenido una existencia
efímera, a diferencia de lo que ha sucedido en otros países como Suiza,
Estados Unidos y Canadá (Orozco, 1996: 143).
Tal y como lo afirma Fuente Cobo (2010) cabe concluir que si hay un ámbito de
actuación en el que este tipo de organizaciones parecen especialmente aptas
para desenvolverse, es precisamente el de la educación y la promoción de los
derechos y libertades (2010, 113).
En palabras de Orozco (1996), la razón de los pocos logros obtenidos por las
asociaciones de telespectadores en América Latina, en gran parte se han
debido a que en la mayoría de los casos, se ha privilegiado al „contenido‟ de la
programación, teniendo como principal objetivo el de atenuar sus efectos
ideológicos o axiológicos, dando por supuesto que al modificarlos se
transformarán a su vez, y automáticamente, sus efectos en la audiencia,
dejando así, en segundo orden de importancia, la transformación social de la
audiencia, que resulta primordial para lograr los cambios esperados en las
programaciones y en el proceso de la comunicación en su conjunto (Orozco,
1996: 144-145).
4. Referencias bibliográficas
Fernández, Santillán, J. (2005): “Sociedad civil: cultura política y cultura
ciudadana”, n. 4, México, Concepción Haydee Rojas Barradas.
Fuente, Cobo C. (2010): “El papel del asociacionismo audiovisual tras la LGCA.
Las asociaciones de usuarios de los medios como agentes de la alfabetización
mediática”, en Icono 14, 8, 102-11.
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Esto en referencia concreta a la asociación mexicana “A Favor de lo Mejor”.
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Imbert, G (2008): El transformismo televisivo: postelevisión e imaginarios
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Krauze, E. (2001): “Historia de la televisión en mexicana 1. El gran invento”,
México, México Nuevo Siglo y México Siglo XX: Clío.
Núñez, Orellana, O. (2005): “El telespectador crítico: un agente determinante
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Orozco, G. (1996): Televisión y audiencias. Un enfoque cualitativo, Madrid: La
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frente a la televisión”, en Educación para la recepción. Hacia una lectura crítica
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Rosique, C. G. (2007a). “Nuevos actores sociales en el escenario audiovisual:
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Rosique, C. G. (2010 b). “Los derechos y responsabilidades de los ciudadanostelespectadores en la construcción de un espacio audiovisual regulado”, en Las
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éticas y jurídicas, Fundación COSO, Valencia, pp. 321-336.
Fuentes electrónicas:
AMEDI, Asociación Mexicana de Derecho a
http://www.amedi.org.mx. Consultada el 20/112010.
ISBN: 978-84-938428-0-2
la
Información.
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