La locuci n, como garante del espect culo en el periodismo deportivo

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Actas – IV Congreso Internacional Latina de Comunicación
Social – IV CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2012
La locución, como garante del espectáculo
en el periodismo deportivo
Dr. Carlos González Ávila, Universidad de La Laguna, ULL, España
[email protected]
Resumen: En el periodismo audiovisual y más en concreto en el periodismo
deportivo es un reclamo de necesidad que el profesional domine a la
perfección las técnicas de voz que le permitan comunicar con atractivo y
elegancia. Con esto logrará extraer el máximo rendimiento de sus cuerdas
vocales, sin perjuicio de sufrir alguna patología vocal, como les sucede a
muchos narradores de encuentros deportivos.
En nuestro tiempo, con la proliferación de los medios de comunicación, han
surgido profesionales que no le prestan la debida atención a esta técnica,
razón por la cual se han empobrecido los mensajes audiovisuales, distando
mucho de los carismáticos y precursores de este género, como Matías Prats
Cañete o Gerardo Esteban.
Una deficiente locución puede privar al espectador del disfrute de un
acontecimiento deportivo, bien por la incapacidad de construir una curva tonal
agradable, que le reste intensidad a los momentos relevantes o por incurrir en
el histrionismo o sobreactuación.
En esta línea se abordarán las claves sobre las cuales descansa la locución y
como ésta contribuye a mejorar la situación comunicativa de los encuentros
deportivos.
Palabras clave: Locución; prosodia; periodismo; espectáculo; receptores.
1.
Introducción
A la hora de afrontar una narración deportiva y especialmente la de un
encuentro futbolístico es preciso que el profesional domine una técnica vocal
que lo faculte para desempeñar elegantemente tal cometido.
Para la consecución de ese fin es necesario que preste atención a los
diferentes matices, que puede extraer de su aparato fonador, para que los
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receptores sigan el hilo argumental del acontecimiento sin que pierdan el
interés del mismo y se mantengan atentamente activos en dicho seguimiento.
Es cierto que muchos locutores, paradójicamente, no son auténticos
profesionales de la voz, aunque ésta sea su medio de trabajo por la sencilla
razón de que no se sirven de todos los matices de la misma, es decir, solo la
aprovechan en una mínima parte, dejando escapar una riqueza de esencias
capaces de dotar al mensaje audiovisual de una distinguida elocuencia.
En nuestro tiempo, salvo raras excepciones, se hecha en falta la maestría de
los locutores provenientes de la radio de la década de los cincuenta del siglo
pasado, como Matías Prats Cañete, Vicente Marco o Miguel Ángel Valdivieso,
entre muchos otros, que únicamente con su voz eran capaces de crear
vínculos estrechos con sus seguidores, primero en grupo en torno al aparato
de radio y posteriormente con la llegada del transistor, en solitario e incluso
paseando para aligerar los nervios propios de la emoción que resultaba
escuchar a su equipo en las tardes dominicales.
El secreto de estos narradores no era otro que el dominio de las cualidades de
la voz inspirada en la interpretación teatral, por ejemplo, Miguel Ángel
Valdivieso fue actor de doblaje y hasta su fallecimiento era la voz de Woody
Allen.
La idea de fondo de este trabajo centra su atención en perseguir y reivindicar
los valores de eufonía y elocuencia en las narraciones deportivas, en las que
se potencien las habilidades discursivas mediante el correcto uso de las
inflexiones y declinaciones de la voz, las diferentes modulaciones e
impostaciones, junto con una variada riqueza tonal que revista al mensaje de
gran atractivo.
Para aspirar a tal fin el interesado ha de atender a los conocimientos que
aporta la locución y como ésta se nutre de la espectacularidad teatral.
2.
Objetivo y metodología de trabajo
El objetivo a perseguir radica en evidenciar la falta de brillantez que tienen
muchos locutores al no hacer un correcto uso de la fonación y cómo las
narraciones se ven claramente empobrecidas no solo por la falta de
conocimientos que aporta la locución, sino también por la escasez descriptiva a
la hora de atrapar en conceptos las diferentes jugadas más espectaculares.
La forma de tratar esta problemática consiste en aplicar un método analítico
pormenorizado, que posibilite establecer comparaciones, que al final permitan
generalizar por inducción los casos sometidos a observación bajo el estudio de
nuestra atmósfera audiovisual y que sirva de contraste con la de los comienzos
de las narraciones deportivas a partir de la década de los cincuenta del siglo
XX.
Un dato significativo es la especialización periodística con la fundación de las
facultades de Ciencias de la Información, en la que la titularidad de la profesión
descansa en el decreto 2.070/71, de 13 de agosto.
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Con esta medida se van fusionando las figuras de locutor y redactor hasta tal
punto, que hoy en día, casi ni se oye hablar del locutor como profesional, salvo
aquellos que graban publicidad, documentales, etc. Este hecho se agrava
cuando en las facultades de periodismo se hace poco hincapié en la
enseñanza de la locución, de esta manera, el titulado a la hora de ejercer,
difícilmente contará con los arneses suficientes para afrontar cualquier
situación comunicativa.
La diferencia de estos profesionales con la de los incipientes de este gremio
estriba en que los segundos estaban familiarizados con la interpretación propia
del teatro radiofónico, en la que trabajaban la respiración abdominal, la dicción,
la impostación y modulación de la voz… de esta manera contribuían
notablemente al espectáculo deportivo.
3.
El valor de la prosodia en la locución deportiva
Dentro de la locución se manifiestan las cualidades de la voz, que son:
Intensidad, tono, timbre y duración; así la prosodia, desde una perspectiva
acústica se encarga del estudio de las variaciones de las mismas.
La prosodia es considerada uno de los aspectos cruciales de la locución,
porque contribuye al entendimiento del sentido del mensaje y permite la
eficacia de la comunicación.
En un partido de fútbol, pongamos por caso, se suceden muchas
circunstancias de diferente valor significativo, atendiendo al grado de
expectación creada y es el narrador el que ha de plasmarlas valiéndose de su
herramienta principal de trabajo, que es su voz. Es aquí donde debe hacer
valer un buen uso de la prosodia. De esta manera, el público entenderá mejor
los mensajes y se mantendrá más interesado en su seguimiento.
De ahí que la prosodia se erija como garante del atractivo, la brillantez y la
belleza dentro de la locución.
Cuando se ignoran los valores de la prosodia sucede que el resultado de una
narración queda muy plana, monocorde y monorrítmica, lo que imposibilita una
curva tonal elegante, incapaz de crear vínculos emotivos y de complicidad con
la audiencia. A todos nos ha pasado seguir la transmisión de un evento
deportivo interesante, que deja de serlo por una mala narración del mismo.
La prosodia alberga tres aspectos determinantes para la comprensión
expresiva del mensaje, que son: La entonación, el acento y el ritmo.
La entonación no es otra cosa que las diferentes variedades tonales dentro del
espectro vocal de un individuo, que aportan sentido y colorido a la narración.
Llegados a este punto conviene distinguir lo que es entonar de lo que se
conoce como cantilena o tonillo, que resulta muy molesto en el discurso
audiovisual.
Muchas personas que se dirigen a los públicos a través de los micrófonos son
incapaces de desprenderse de la repetición de una cadencia determinada, es
decir, suelen dejar los finales de un determinado parlamento suspendidos en
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tono alto y no transmiten la idea de conclusión. Esto sucede mucho con las
narraciones atropelladas en los encuentros de fútbol con las jugadas de
máximo peligro, que no llegan a materializarse como gol y sin embargo son
enfatizadas como si lo fueran.
Para dar respuesta a esta problemática hay que hacer verdadero hincapié en lo
que se conoce como grupo fónico, que Rodero lo ha definido en sus cursos de
locución, como la unidad de medida del lenguaje oral; por tanto se trata de la
unidad de sentido oral en que se puede dividir las partes de una narración sin
que pierda su significado.
Dentro de la locución, para ganar expresividad, hay que dominar la forma de
finalizar cada grupo fónico y saber qué tonema utilizar, que según la propia
autora son cinco: Cadencia, anticadencia, semicadencia, semianticadencia y
suspensión.
La cadencia es el tonema descendente más grave de todos. Marca el final
absoluto y categórico de la frase. Por tanto aparece en el grupo final de la frase
afirmativa que cierra.
La anticadencia es el tonema ascendente que corresponde al ascenso más
elevado de todos.
La semicadencia es un tonema descendente muy cercano al tono normal.
La semianticadencia es un tonema ascendente y se manifiesta con un ligero
ascenso de la curva que consigue unir fundamentalmente el grupo fónico
presente con el que continúa.
La suspensión es un tonema ascendente que presenta una terminación en la
línea media sin ascenso ni descenso. Se utiliza en las frases con sentido
incompleto, en continuidad o en las que queda una idea pendiente.
Estos aspectos eran muy tenidos en cuenta por los locutores de los comienzos
de las narraciones deportivas, por eso resultaban elocuentes. Así, célebre fue
la narración del gol de Zarra en el estadio de Maracaná radiado por Matías
Prats Cañete. Se dijo por aquel entonces que Zarra metió el gol en la portería y
que Matías Prats lo metió en la cabeza de los radioyentes.
A día de hoy es difícil encontrar a profesionales tan carismáticos y versados,
salvo contadas excepciones, como por ejemplo, Carlos Martínez en Canal Plus
o Alex Porras en Gol Televisión, sin embargo J.J. Santos en Telecinco y Sergio
Sauca de TVE son malos ejemplos, porque aunque sean reputados
profesionales de la información, no llegan a dominar las técnicas de voz que se
vienen abordando en este texto, tan indispensables para ejercer la locución.
Sobre estas cuestiones se irá ahondando conforme se vaya avanzando en el
estudio del carácter espectacular de las trasmisiones deportivas.
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4.
Problemas de acentuación
El acento tiene la función dentro de la prosodia de destacar una sílaba y con
ello, una palabra respecto de las demás.
La elección en la colocación del acento nunca es inocente, ya que es voluntad
del locutor y con esto se consigue que el mensaje se perciba con mayor
claridad, debido al realce de las palabras clave hecho en la narración deportiva,
que al ser duraderas, requieren de mucha pericia.
Ahora bien, cuando el emisor no sabe locutar le surgen serias dificultades a la
hora de valerse de este rasgo prosódico, esto es, hay quienes narran de forma
tan plana que no remarcan nada, con lo cual las palabras suenan igual y el
encuentro deportivo queda notablemente empobrecido y sus seguidores
pueden caer en el tedio más absoluto al no distinguir claramente lo
fundamental de lo accesorio.
Otro error es el caso contrario, en el que los locutores, se afanan en enfatizarlo
todo, con lo que no se consigue destacar nada y lo que se está ofreciendo
realmente es una narración insistentemente molesta.
Imaginemos por un momento unos apuntes de clase: Si estos no están
subrayados al alumno le costará más estudiar y si por el contrario, mostramos
otros apuntes en los que están todos los renglones subrayados no se destaca
lo fundamental, por lo que el estudio tampoco es cómodo. Y sin embargo, al
ofrecer otros apuntes en los que las ideas principales estén subrayadas es fácil
a primera vista, discernir entre lo fundamental y lo accesorio, pues lo mismo
sucede al locutar un evento deportivo, que debido a la inmediatez y fugacidad
natural del acontecer, hay que cuidar la colocación del acento. Veamos un
ejemplo:
“El seleccionador nacional ha anunciado la lista de convocados.”
En este enunciado el dato más importante es la lista de convocados, por eso
hay que matizarlo de manera clara.
El error sería enfatizar palabras carentes de valor informativo:
“El seleccionador nacional ha anunciado la lista de convocados.”
Remarcando este verbo a la audiencia no se le está aportando nada
significativo, porque lo relevante no es el hecho de anunciar sino el anuncio en
sí, que en este caso es la lista de convocados.
Y si se pone el acento en el sujeto de la oración tampoco se consigue mucho:
“El seleccionador nacional ha anunciado la lista de convocados.”
En este ejemplo el seleccionador nacional no es tan importante como su
acción, por eso, el locutor habrá de darle la vida sonora correspondiente.
Para los iniciados en esta práctica profesional es un recurso muy útil subrayar
las palabras clave que deben de enfatizar, como por ejemplo al nombrar las
alineaciones, los resultados o la quiniela. De esta manera, no se le escaparán
matices tan preciados e interesantes para su audiencia, que resulta que en
nuestro tiempo, los que ejercen la función comunicativa ante un micrófono
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parece habérseles olvidado, porque en definitiva la audiencia es la destinataria
final del mensaje.
No hay nada más decepcionante que un evento deportivo interesante deslucido
por una narración imprecisa o carente de valor estético por culpa de una
deficiente locución.
Otro aspecto a tener en cuenta respecto de la acentuación es que no se están
respetando las normas de acentuación del idioma. La característica principal
del español es que solo hay una sílaba tónica, salvo un grupo de palabras que
son los adverbios acabados en “mente” que cuentan con dos sílabas tónicas:
Lentamente, tranquilamente, rápidamente…
El problema surge cuando a una palabra se le altera su acento natural con el
fin de destacarla, como por ejemplo:
“Los JUgadores son los RESponsables de la derrota”
En este caso se ve claramente la transmutación del acento, lo que conlleva a
una pérdida de eufonía, porque esto implica cierta cantilena martilleante y
antinatural, además de la clara transgresión de la norma ortológica.
5.
Ritmo y locución
El elemento prosódico que falta por abordar es el ritmo, éste es decisivo
también en el producto final de la locución, porque guarda una relación directa
con la asimilación que puede tener el receptor de los datos transmitidos.
La velocidad de la locución va a incidir directamente en la calidad de la emisión
del mensaje y en su consecuente decodificación por parte de los destinatarios.
Con esto, se quiere dar a entender que una forma lenta de locutar provoca el
rechazo de los públicos, porque los aboca al aburrimiento y difícilmente
seguirán prestando la atención debida.
Por el contrario, una locución muy rápida es antinatural, como le sucede
muchas veces al narrador Javier Pérez Sala, de ABC Punto Radio. Además se
agrava con las constantes vibraciones exageradas de la “eres” finales.
Una narración muy rápida genera mucha tensión y los destinatarios no pueden
captar los hechos con facilidad, lo que hace que los contenidos relevantes
puedan perderse por el camino.
Otro hecho a tener en cuenta es que se aleja de la verosimilitud, porque si a la
hora de narrar una jugada poco trascendente le pone demasiado ímpetu, por
medio de una velocidad un tanto acelerada, estaría confundiendo a la
audiencia transmitiéndole unas emociones inciertas.
Lo ideal es la alternancia entre un ritmo lento con otro más rápido, de acuerdo
con la importancia de las partes del mensaje, porque un narrador o un
comentarista de eventos deportivos no puede faltar a la verdad por el mero
hecho de crear espectáculo, puesto que si el partido de fútbol, pongamos por
caso, está poco interesante no lo puede suplir con una narración espectacular
parar atrapar a la audiencia. En estas circunstancias lo que debería ser es más
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explicativo y transmitir con cierto atractivo que el encuentro está resultando
insulso.
Es cierto que una lentitud excesiva en las narraciones no implica a los públicos
y con una demasiada rapidez no se consigue una comunicación eficaz, de este
modo, como se ha dicho, lo correcto es combinar ritmos lentos con más
rápidos, dependiendo de la naturaleza de las jugadas, así los destinatarios
formarán parte del juego comunicativo, al estar más atentos y predispuestos a
captar los diferentes tipos de datos emitidos.
Utilizar correctamente los diferentes ritmos permite dibujar sensaciones nuevas
y más aún en la radio, que al ser un medio ciego adquiere otra dimensión,
siendo capaz de recrear el dinamismo o la imagen mental del movimiento.
6.
Velocidad adecuada para la locución
Sobre la velocidad de la locución en términos generales lo ideal sería una
media entre ciento sesenta y ciento setenta palabras por minuto, ya que a partir
de doscientas surgen los problemas de comprensión.
Una velocidad excesiva en la narración de un acontecimiento deportivo
imposibilita una buena dicción, salvo en los casos aislados de los
contorsionistas de la voz, como el locutor de publicidad Paco Tano o el locutor
y conocido actor extra, de la serie “Aquí no hay quien viva”, Jaime Ordoñez.
Evidentemente estos son casos aislados, que nos alejan un poco de la idea
que se está abordando.
El narrador deportivo debe tomar conciencia de que a la hora de acelerar
mucho su transmisión corre el riesgo de trastabillarse y de que su mensaje
pierda claridad y eficacia.
Lamentablemente en la radio española se pueden encontrar muchos vicios de
este tipo. Esto se agrava porque muchos profesionales ignoran que los oyentes
tienen predisposiciones distintas a la hora de escuchar la radio, que depende
en gran medida de la hora del día, porque no es lo mismo escuchar un partido
de fútbol por la mañana que después de almorzar o a media noche.
Estas experiencias se ponen a prueba cuando llega la temporada de los
mundiales que, debido a la diferencia horaria, hemos tenido que ver los
partidos fuera de los horarios habituales a los que estamos acostumbrados.
Al tener en cuenta este factor hay que incidir en que los profesionales adapten
el ritmo a la franja horaria en cuestión, porque una misma locución no se
percibe igual de día que de noche, por eso, casi todas las emisoras tienen
indicativos distintos en la programación matutina que en la vespertina y los
ritmos de las diferentes locuciones se ajustan a los ritmos circadianos de las
audiencias.
Esta es la razón por la que hay intervenciones que según el momento del día
sientan como un verdadero somnífero o como un relajante bálsamo y otras,
como auténticos fusilamientos.
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7.
Significado de las pausas en la narración deportiva
Otro aspecto crucial dentro del estudio del ritmo son las pausas y su valor
mágico para la locución.
Las pausas tienen la capacidad de dar sentido al argumento, además de
dividirlo según el contenido. Otra categoría de las mismas es que sirven para
destacar un elemento clave dentro de la narración, que se consigue haciendo
una leve pausa antes de pronunciar lo que se quiera destacar, esto es:
“La final del clásico se jugará / a las nueve de la noche”.
En este mensaje el elemento a destacar es la hora del encuentro, por eso, el
locutor se habrá de parar antes de pronunciarla, de esta manera quedará
perfectamente destacada, pero la pausa no deberá ser más amplia que el
grupo prosódico que la anteceda.
Dentro de la locución se pueden distinguir básicamente dos tipos de pausas,
que según Alonso, Fuentes y Rodero (2004:269-270) han convenido
denominar pausas obligadas y pausas estratégicas.
Las pausas obligadas son aquellas que se hacen por una necesidad fisiológica,
que es la de tomar aire y no debería de notarse, además son las que sirven
para organizar la expresión y son de escasa duración.
Las pausas estratégicas dependen de la intención comunicativa del locutor,
son más amplias y notorias para el oyente. Este tipo de pausas se utilizan para
captar la atención del oyente y así transmitir sensaciones o resaltar aspectos
de interés, como es el caso de este ejemplo:
“Un partido de fútbol lleno de sensaciones en las que / se suceden los goles”.
El silencio radiofónico es significativo, pero por la falta de costumbre no es
aconsejable prolongarlo, porque el oyente se puede quedar confuso o
interpretarlo como un error técnico.
El rasgo más importante de las pausas estratégicas es que tienen autonomía
propia, es decir, son independientes mientras que no se rompa ningún grupo
fónico. Otro detalle a tener en cuenta dentro de las pausas estratégicas es que
no pueden ser muy frecuentes ni repetitivas, porque se podrían convertir en
previsibles para la audiencia, además de correr el riesgo de incurrir en la
monotonía.
Dentro de la narración de los eventos deportivos son muy importantes las
pausas, porque se ofrece mucha información en poco tiempo, además los
mensajes suelen ser fugaces y unidireccionales, donde la audiencia se
presenta como receptores pasivos. Esta es la razón por las que el locutor debe
dominarlas a la perfección para facilitarle el seguimiento a su audiencia.
Es cierto que esto no sucede de la manera deseable, porque muchos
narradores se atropellan locutando las jugadas sea de la índole que sean y les
imprimen, muchas veces, un ritmo muy acelerado que poco contribuye a la
captación de los datos más relevantes del encuentro.
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No hay que olvidar que el público es lo primero y es el destinatario final de lo
que se le transmita, por eso hay que deberle el respeto máximo que se le
confiere a través de una eficiente locución.
8.
Corrección de hábitos perjudiciales para la voz
Todo profesional de la locución y especialmente los que se dedican a la
narración deportiva deben conocer las características y capacidades de su
espectro vocal. Para la consecución de tal fin hay que saber proyectar la voz,
de esta manera se extraen las mejores propiedades de la misma con un
mínimo de esfuerzo y molestia, pues ya se sabe que en el ejercicio de este
oficio se requiere un mayor ingreso de aire, porque evidentemente se
consumirá más.
Para proyectar bien la voz hay que mantenerse relajados, porque si se fuerza
la garganta se podrán padecer lesiones importantes en la voz o perderla.
El problema es que muchas veces no se tiene conciencia de estos hábitos
erróneos y precisamente, por eso, porque son hábitos que se tienen bien
interiorizados, pero en esos casos hay que darse cuenta de lo pernicioso que
puede ser tal o cual conducta e inhibirla.
El cuerpo humano es un todo que funciona interconectado, que en lo postural
hay que atender a la relación entre la cabeza, el cuello y la espalda a la hora
de tratar la fonación.
Uno de los errores más graves en la emisión de sonidos es cuando se arquea
la espalda hacia adentro, porque con esto se impide la respiración abdominal,
ya que las costillas constriñen la parte donde los pulmones tienen más
volumen.
Otro dato significativo es el esfuerzo que se hace del aparato fonador, donde
las cuerdas vocales al friccionarse pueden ocasionar los tan temidos nódulos,
que son una especie de callos que se forman en las cuerdas vocales. También
con un mal uso de la voz se pueden padecer pólipos, que es un desgarro en
las cuerdas vocales. Hay que tener presente que éstas no cuentan con
protección, por eso hay que respirar debidamente para no dañarlas con
esfuerzos innecesarios.
Está demostrado que la mayoría de las personas solamente utilizan un tercio
de su capacidad pulmonar, hecho que se agrava cuando se trata de
profesionales de la voz.
La manera adecuada de respirar es la que utilizan los cantantes de ópera,
éstos a la hora de sacar el do de pecho están trabajando la zona baja de los
pulmones, inflando el vientre y no el pecho como se piensa.
Esta técnica es de gran importancia para el ejercicio de la locución profesional,
donde hay que transmitir una ingente cantidad de información en poco tiempo,
como es el caso de los eventos deportivos. Además, aquí hay que comunicar
sentimientos de diferente naturaleza y mantener la tensión de las jugadas más
espectaculares.
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En numerosas ocasiones hay locutores que gritan en los momentos álgidos del
encuentro y llegan a padecer serias disfonías como le pasó a Manolo Lama
narrando el triunfo del Real Madrid cuando se alzó con la Séptima Copa de
Europa. Esta negligencia se puede evitar utilizando la gama más alta de la
tesitura, es decir, subiendo el tono. De esta manera se transmite alegría, y
todos los demás sentimientos positivos sin padecer lesiones en el aparato
fonador.
9.
Soluciones y conclusiones
La solución ante esta problemática pasa por la idea de que el interesado
adquiera una técnica vocal adecuada que le permita utilizar el mayor espectro
de su voz sin que por ello pueda sufrir alguna lesión.
Esto se consigue aprendiendo a respirar con el abdomen, es decir, valiéndose
de la respiración diafragmática o costodiafragmática, en la que intervienen
también los músculos intercostales. De este modo, se dosifica mejor el aire y la
fonación es más limpia y sana.
Esta precisión es importante, porque los narradores deportivos, debido a la
larga duración de los eventos someten mucho la voz a grandes esfuerzos,
porque tienen que comunicar emociones y para ello, con harta frecuencia, en
vez de utilizar los tonos más altos de su tesitura, lo que hacen es gritar. Con
esto corren el riesgo de padecer una disfonía, en el mejor de los casos, pero
que les impide trabajar con solvencia.
Hay veces en las que se puede padecer una afonía, que va más allá de una
simple ronquera, porque se pierde por completo la voz y el sujeto queda
incapacitado para desempeñar su trabajo, circunstancia que se da también al
padecer nódulos o pólipos.
Una vez conocido el pilar basal sobre el que se sustenta el ejercicio de la
locución también es de imperiosa necesidad hacer mención a la parte
expresiva de la voz.
La parte expresiva de la voz puede aprenderse realizando ejercicios que
contribuyan a soltar las emociones para poderlas transmitir correctamente y
poder involucrar a la audiencia. Así el locutor conseguirá granjearse el favor de
su público, que dicho sea de paso es el mayor premio al que puede aspirar un
profesional de la comunicación.
A la hora de afrontar una narración se habrá de atender a los criterios de
claridad, precisión y audibilidad, de ahí que la articulación y el volumen son
esenciales para realizar un trabajo impecable, digno de un buen profesional.
Una correcta vocalización unida a una adecuada colocación de los órganos
articulatorios son determinantes para que el mensaje sea percibido con
facilidad.
Además de lo expuesto hay que considerar una alternancia de subidas y
bajadas de volumen para romper con la monotonía, pero sin faltar a la realidad
de los hechos.
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Los locutores de antaño estaban avezados al uso y manejo del micrófono,
porque en su mayoría provenían de las tablas. Esta circunstancia les dota de
una magia que no poseen muchos locutores de hoy, porque apenas saben
locutar, salvo contadas excepciones.
El narrador ideal es el que únicamente con su voz es capaz de transmitir
sentimientos, valiéndose de las inflexiones y declinaciones de la misma, con
una riqueza tonal y un fluido verbo, que consiga captar al receptor con la magia
espectacular de un acontecimiento deportivo de primer orden.
En esta línea hay que apelar a los valores cognoscitivos con los que estaban
dotados los locutores de los años cincuenta para incorporarlos al ejercicio de
nuestro tiempo, que paradójicamente, con más medios resultan menos
brillantes.
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Actas on-line: http://www.revistalatinacs.org/12SLCS/2012_actas.html
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