Resumen de "Filosofía y futuro"

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Filosofía y futuro
Sólo después de haber renunciado a lo eterno, los filósofos comenzaron a proyectar
imágenes del futuro. La filosofía buscaba refugiarse en un mundo en el cual no hay cambio.
Sólo cuando se tomaron el tiempo en serio, comenzaron a preocuparse por el mundo
secular.
El giro decisivo fue dado por Hegel y Darwin: ambos ayudaron a cambiar la pregunta
“¿Qué es el hombre?” por “¿Qué podríamos intentar hacer del hombre?”.
Platón y Kant: pretendían observar el mundo desde una posición externa. Priorizaban la
contemplación. En la medida en que integramos el tiempo en el pensamiento, ya no
podemos observar el mundo desde afuera ni privilegiar la contemplación por sobre la
acción.
El filósofo deja de parecerse al sabio y al sacerdote, para parecerse al ingeniero y al
abogado: no elige por sí mismo sus temas, sino que debe responder a las necesidades de su
sociedad.
El abandono de Platón y Kant no equivale al fin de la filosofía. Hegel y Darwin nos dan
una imagen del hombre distinta, que sustituye a una vieja descripción que, debido a los
cambios sociales y culturales, no se ajusta a esos cambios. La filosofía no llegará a su fin
mientras haya cambios sociales y culturales. Los cambios hacen inútiles a las descripciones
de nosotros mismos y de las situaciones y, así, generan la necesidad de nuevos lenguajes.
Sólo una sociedad sin política podría prescindir de la filosofía. En sociedades libres,
siempre será necesaria la filosofía porque habrá cambios y necesidad de nuevas
descripciones.
Siguiendo a Dewey, Rorty afirma que la filosofía es parasitaria, es una reacción a
evoluciones que han acontecido en la cultura y la sociedad. La función de la filosofía es
entrelazar viejos y nuevos vocabularios de modo que no se obstaculicen.
Conflictos entre lenguajes del pasado y necesidades del futuro.
1- Reconciliar la imagen moral cristiana del hombre con la imagen científica del
universo. La divinidad no es garante de las instituciones morales.
2- Darwin: deberíamos entender al hombre como un animal complejo, y no como un
ser con una esencia (entendimiento o alma racional). Esta tesis pone en duda el
intento de escapar de la temporalidad y la distinción entre conocer y adaptarse.
3- Surgimiento de la democracia de masas: pone en peligro la distinción platónica
entre aspiración racional a la verdad, propia de sabios, y la pasión, propia de la
masa.
La concepción deweyana obliga a abandonar la distinción ciencia-ideología y a priori-a
posteriori. Hay que renunciar a la idea de la filosofía como una disciplina autónoma.
Abandonar la autonomía de la filosofía significa abandonar la pretensión de trazar líneas
exactas entre filosofía, por un lado, y religión, política y ciencia, por otro. Hay que aceptar
cierta desprofesionalización. Si no se hace esto, la filosofía no podrá tomarse en serio el
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tiempo ni podrá tener el papel que Dewey le asignó. El filósofo no tiene una posición
privilegiada, más racional, que su sociedad ni por ende puede fundamentar sus instituciones
(Cfr. La prioridad de la democracia sobre la filosofía).
Tres tendencias filosóficas a combatir:
1- Vanguardismo continental: La idea de cambiarlo todo, de ser vanguardista en filosofía,
la idea de que las instituciones cambiarán radicalmente cuando nuestro vocabulario
filosófico cambie, hay que combatirlo. Marx, Nietzsche y Heidegger comparten ese
vanguardismo (Cfr. Síndrome del último filósofo, en CIS).
2- Escolástica analítica: La tendencia hacia la profesionalización, a conservar la pureza de
la filosofía, su autonomía. No hay problemas estrictamente filosóficos. La filosofía analítica
ha perdido importancia práctica y espiritual. Los profesores de filosofía intentan defender
sus intuiciones, y han abandonado la tarea de ver si el vocabulario en el que formulan esas
intuiciones es útil. La filosofía no puede trabajar independientemente de los cambios
sociales y culturales.
3- Chauvinismo: defiende la necesidad de hacer una filosofía nacional. Para Rorty, la
literatura puede narrar historias locales, pero los filósofos tienen la habilidad de tender
puentes entre naciones y hacer propuestas cosmopolitas.
Podemos evitar los tres peligros si adoptamos la idea de Dewey sobre la filosofía. La
filosofía debe reconciliar lo antiguo y lo nuevo, ser intermediaria entre generaciones, entre
diferentes ámbitos culturales, entre tradiciones.
Rorty defiende el cosmopolitismo de una sociedad democrática universal. Utopía:
culturalmente, puede haber multiculturalismo, pero habrá una única política: la
democrática. El fin de la política será defender a los pobre de los ricos, a los débiles de los
fuertes. Hay que hallar el vocabulario que medie entre el vocabulario igualitario y el no
igualitario de muchas tradiciones. Hay que mostrar que ciertas diferenciaciones no son
relevantes para la política. Esta convicción debe introducirse, no por medio de una
revolución, sino de reformas, por medio de la persuasión. En todas las culturas hay relatos
en los que los pobres triunfan sobre los ricos, de matrimonios mixtos exitosos, etc. Hay
elementos en todas las culturas que hacen receptiva la idea de una democracia universal. La
misión del filósofo es convencer a otros de las ventajas de la libertad. Hay que concentrarse
en la veracidad, no en la verdad. Esta última es eterna y nunca se sabe cuándo la tenemos,
la veracidad, en cambio, es temporal y frágil, como la libertad. Y podemos reconocerlas.
Los filósofos tendrían que ser servidores de la libertad, de la democracia.
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