ENERGIA NUCLEAR-EL AVISO DE FUKUSHIMA

Anuncio
El aviso de Fukushima
Por Vicent Boix, Escritor, autor del libro El parque de las hamacas y responsable de Ecología
Social de Belianís.
Las noticias desde la nuclear japonesa
que inquieta a todo el planeta ya no
ocupan las primeras páginas en los
medios de comunicación. El accidente
agotó su vigencia y se ha enfriado de la
misma manera que los operarios
(liquidadores) enfrían los núcleos de los
reactores de la central. A pesar de ello
Fukushima sigue siendo un asunto muy
serio en el presente y su legado será
peor.
Seguramente en su noticiero preferido la
tragedia nuclear se ha reducido en
espacio y tiempo, aunque la amenaza
radioactiva no ha menguado y sigue
surcando vientos y océanos sin entender
de patrias, lenguas y banderas. La
radiación aumenta fuera de la zona de
exclusión, aparece en alimentos y
atraviesa el Pacífico para esconderse en
la leche estadounidense… aunque
inocuamente según dicen. La
tranquilidad de millones de personas en
Tokio depende de la rosa de los vientos,
las aguas marítimas cercanas presentan
altos índices de radioactividad y en la
propia central el riesgo es tan elevado
que limita el trabajo de los
“liquidadores”. Todo ello sucede
mientras se intenta controlar la
temperatura de cuatro reactores que
siguen todavía fuera de control semanas
después del terremoto y del tsunami.
Conforme pasan los días el verbo
“desconocer” y sus derivados se hacen
más habituales en las noticias referentes
a la central: se desconoce la evolución
que pueden experimentar los cuatro
núcleos dañados y por tanto se
desconoce el riesgo final. Se
desconocen las consecuencias del
desastre a largo plazo en las personas y
se desconocen los daños reales
existentes tanto en los núcleos como en
los sistemas de contención. Se
desconoce, sobre todo, que nuevo
problema puede mañana agudizar este
constante dolor de cabeza llamado
Fukushima. Recuerden que el
inconveniente principal es la fusión de
los núcleos, pero con el paso de los días
se sumó la pérdida de agua en las
piscinas donde se almacena el
combustible usado y recientemente
miles de toneladas de agua con altos
índices de radioactividad, para las
cuales se están improvisando medidas
tan “seguras y científicas” como
verterlas directamente al océano. Sobre
este aspecto algunos científicos han
añadido un “desconocimiento” más,
porque contrariamente a las tantas
veces cacareada seguridad nuclear, al
parecer nadie había contemplado nunca
el escenario -ahora real- de evacuación
urgente de agua radioactiva a los mares.
En Fukushima se desconoce y se
improvisa a mil por hora. Pese a quién
pese, desconocimiento e improvisación
son conceptos antagónicos a la razón y
por lo tanto al método científico. Por eso
ante tanto vacío técnico ciertos
discursos se transforman en
supercherías por muy catedráticos que
sean los oradores. Y pese a quién pese
y esto sí que les pesa a algunos y
algunas, al final el tiempo acaba dando
la razón -una vez más- a los colectivos
sociales especialmente los ecologistas
tantas veces tildados de iletrados y
alarmistas.
Aquello que nunca pasaría ha pasado,
pasa y pasará. Aquello que era fiable y
seguro (energía nuclear, transgénicos,
agroquímicos, etc.) acaba siendo un
problema para las personas y el medio
ambiente. Aquello que era vendido como
el milagro de los peces y los panes con
rango de utilidad pública y máxima
necesidad, resulta ser en realidad un
método de enriquecimiento para que
cuatro cínicos se llenen los bolsillos.
En la otra punta, a 12 000 km de
distancia, se quedaron en ecos de la
soledad los dicharachos pronucleares
que meses atrás cogieron fuerza tras el
“tarifazo” de Rodríguez Zapatero. La
seguridad de estas plantas y las
previsiones halagüeñas de sus expertos
han sido ninguneadas, aunque algunos
tecnócratas se afanen en proclamar que
Fukushima resiste estoicamente y que la
radiación emitida es comparable a la de
una radiografía.
Lo cierto es que nos vendieron esta
tecnología como la panacea de la
seguridad tecnológica. Nos dijeron que
los hechos en Chernóbil fueron fruto de
la burocracia, la desorganización y la
decadencia del régimen soviético. Pero
la realidad es que ha vuelto a pasar en
menor medida y no precisamente en
Cuba. Además los hechos han vuelto a
ser caprichosos y retorcidos con el
crucial tema de la seguridad: falló el
sistema eléctrico por un tsunami en el
país de los tsunamis, los operarios de la
central no disponen de suficientes
medidores de radioactividad y se intenta
frenar la catástrofe enfriando los núcleos
con camiones de bomberos de los de
toda la vida. Como se ve, tecnología
punta y abundancia en el país capitalista
de los tamagotchis mundialmente
conocido por embobarnos con robots
inútiles programados para hacer mil y
una chorradas.
A ello, súmese ahora la falta de
información sobre el asunto y el
currículum manchado con mentiras y
falsos informes de la empresa
propietaria de la central de Fukushima.
Agréguese el interrogante económico de
cuánto costará reparar todo el
desaguisado, aunque ya se sabe de qué
manera se realizará: nacionalizando los
costos de la tragedia, lo que originó que
las acciones de la empresa propietaria
ascendieran nuevamente mostrando las
contradicciones, las miserias y la falta
total de ética de los amos y señores del
planeta.
El resultado del cóctel aleja esta energía
de esa imagen limpia, segura y
económica, situándola en la órbita
hedionda de las grandes
transnacionales y sus políticos y
tecnólogos cómplices, que con los
bolsillos llenos de dinero de las
empresas eléctricas y dopados por la
sobredosis de prepotencia innata al
cargo, quieren que comulguemos con
ruedas de molino mientras tachan de
ignorante al que se opone a lo nuclear.
Y ojo, no dudarán en seguir con su
particular cruzada si Fukushima queda
en un gran, duradero, caro y radioactivo
susto.
Amén y ojala todo quede en un
sobresalto de dimensiones planetarias,
aunque sería estúpido traspapelar en el
olvido el aviso que llegó desde Japón.
Fukushima nos indica una vez más que
ha colapsado el sistema económico
desarrollista en el que vivimos. Podrá
desaparecer su niebla radioactiva pero
volverán a vislumbrarse en toda su
magnitud el cambio climático, la crisis en
los precios de los alimentos, 1000
millones de hambrientos, invasiones
bélicas por petróleo, deforestación,
pérdida de biodiversidad, contaminación
atmosférica, desigualdad, “tarifazos”,
“pensionazos”, reformas laborales
regresivas, “euribors”, ex presidentes
untados por transnacionales, crisis
ecológica, económica, financiera,
energética, agrícola, moral… y un largo
etcétera que han hecho de vivir en este
siglo un deporte de alto riesgo.
Descargar