LAS PARÁBOLAS DEL REINO ¿QUÉ SON LAS PARÁBOLAS? Muchas veces, cuando hablamos, utilizamos imágenes y comparaciones para hacernos entender mejor. Por ejemplo: “Es más bueno que el pan”, “habla como un loro”, “llueve como si se fuera a caer el cielo”, etc. Una imagen verbal ayuda a entender mucho más que complicadas definiciones y explicaciones. La mentalidad sencilla suele ser “fotográfica” y por eso una imagen vale más que mil palabras. Jesús lo sabía y por eso presentó el misterio del Reino de Dios a través de parábolas tomadas de la vida real. Pero, ¿qué son las parábolas? Son comparaciones tomadas de la vida cotidiana y no creadas por la fantasía, como los cuentos. Son relatos inacabados que invitan al oyente a reflexionar y comprometerse… Narrar una parábola es como abrir un camino e invitar a los demás a seguirlo; es como entregar materiales y un plano, e invitar a construir. Es decir, no es un relato cerrado, sino abierto, que exige una toma de posición. No deja a nadie indiferente, porque cuestiona la propia vida, las propias opciones y creencias. En cuanto a su lenguaje, las parábolas giran alrededor de una única idea central, un punto clave desde el que hay que entenderlas e iluminarlas. Con respecto a su mensaje sobre el Reino, las parábolas nos dan un criterio para discernir lo que es de Dios de lo que no lo es: todo lo que sirve a la vida de la gente, sirve a la construcción del Reino; todo lo que obstaculiza la vida de la gente, es un obstáculo para el Reino. Lo que hace crecer a las personas en humanidad, justicia, fraternidad, vida digna, hace crecer el Reino; y todo lo que no ayuda a que las personas tengan una vida digna, no es del Reino. JESÚS Y LAS PARÁBOLAS Cuando leemos y reflexionamos las parábolas descubrimos que Jesús era un gran comunicador popular. Sabía llegar al corazón de sus oyentes desde la vida concreta, la realidad cotidiana que les tocaba vivir. En efecto, las parábolas nos demuestran que Jesús tenía un conocimiento profundo de la gente, de su modo de vivir, porque, en realidad, él había vivido como ellos y estaba muy atento a las relaciones personales, familiares, sociales, a la vida del pueblo. Los seguidores de Jesús eran gente sencilla, pobre, sin instrucción. No entendían cuando les hablaban en un lenguaje lleno de términos difíciles o con definiciones complicadas. Comprendían mejor cuando les hablaban con imágenes, con comparaciones, al igual que el pueblo sencillo de hoy. Por eso Jesús presentó la realidad del Reino a través de parábolas. Así los ayudó a descubrir la gran novedad que traía el Reino a la vida de la gente; la fuerza del Reino a pesar de su aparente debilidad; su capacidad de hacer felices a los pobres; su fuerza para transformar a las personas y a las estructuras. LA COMUNIDAD DE JESÚS Y LAS PARÁBOLAS Con Jesús surgió una especie de movimiento popular de rápida expansión que se asentó en: a) La persona de Jesús, con su profunda lucidez para analizar la realidad social, política, religiosa de su tiempo y descubrir sus causas más hondas; con una gran sensibilidad ante la situación en que se encontraban los pobres y los excluidos; con una compasión extrema ante el sufrimiento de la gente y una profética libertad frente a los poderosos de su tiempo. b) Un grupo de discípulos ambulantes, misioneros itinerantes, que lo dejaban todo para seguir a Jesús, enviados por él a anunciar el Reino a los pueblos y aldeas. c) Unas comunidades locales, como la de Betania, formadas por grupos de familias que acogían al maestro y a sus discípulos cuando recorrían los caminos predicando. En estas comunidades Jesús hacía sus catequesis, interpretaba las parábolas y compartía sus alegrías y tristezas. Las parábolas, en este sentido, constituyeron una fuente de formación permanente para los hombres y mujeres que lo seguían, escuchaban y acompañaban. A medida que iban creciendo en su adhesión a Jesús y su proyecto, más iban adentrándose en el misterio del Reino revelado y ocultado en las parábolas. En efecto, para comprender su sentido más profundo, era necesaria una cierta sintonía con Jesús y la lógica nueva que él proponía. Las parábolas fueron comprensibles para su comunidad, pero incomprensibles para los enemigos del Reino, para los curiosos que nunca pensaron en comprometerse con Jesús y su proyecto, para quienes rechazaron a Jesús y la forma en que estaba inaugurando el Reino. LAS PRIMITIVAS COMUNIDADES CRISTIANAS Y LAS PARÁBOLAS DEL REINO Los primeros cristianos gustaron las parábolas casi en la misma atmósfera en que Jesús las había pronunciado, porque todavía era muy reciente su presencia histórica. Los apóstoles y sus discípulos aun vivían y este contacto personal con su persona había dejado en ellos huellas imborrables. Estas se convirtieron en la fuerza que no les permitió callar lo que habían visto y oído. Las comunidades tomaron contacto con las parábolas en forma oral; luego las leyeron en los primeros evangelios y las fueron releyendo a la luz de las nuevas situaciones históricas que les tocaba vivir. Esas mismas parábolas fueron madurando la experiencia de los distintos aspectos del Reino en el corazón de las primeras comunidades. Por ejemplo, ante el desafío de ser fieles en medio del Imperio Romano, seguramente recordarían la parábola de la levadura, la del grano de mostaza. O bien, ante la apertura a gente de otros pueblos y culturas, recordarían la parábola del buen samaritano, ensanchando el corazón contra todo racismo y discriminación. Los ejemplos son innumerables. Por eso, actualmente algunos investigadores, al estudiar las parábolas que quedaron registradas en los Evangelios, las agrupan de acuerdo a ciertos rasgos del Reino anunciado por Jesús. Así podemos encontrarnos con: 1. Las parábolas de la NOVEDAD del Reino, que anuncian la gran confianza en la eficacia transformadora del mismo. En ellas aparece reflejado con claridad el contraste de los comienzos tan pequeños y el resultado final. a. Mateo 9, 14-17 d. Marcos 4, 3-8 g. Marcos 3, 22-27 b. Marcos 4, 30-32 e. Mateo 13, 24-30 h. Marcos 2, 18-20 c. Lucas 13, 20-21 f. Mateo 13, 47-50 i. Marcos 4, 26-30 En estos textos se presenta el Reino que inauguró Jesús como la gran novedad que puede transformar el universo. Estas parábolas nos ayudan a comprender en qué consiste ese carácter innovador del Reino que supera el concepto mezquino, parcial, limitado, que tenían las personas más religiosas contemporáneas a Jesús. Porque la novedad del Reino es el punto central de la predicación de Jesús; ni las dudas sobre su misión, ni las burlas sobre el grupo de pobres que lo seguían, ni la poca fe, ni la impaciencia, pudieron disminuir esta certeza en él: el Reino de Dios está llegando y nada ni nadie puede detenerlo. De la nada, y a pesar de todos los fracasos, sin cesar, Dios hace realidad su Reino en el mundo. Si quisiéramos graficar esa novedad del reino que Jesús inauguró, tal vez podríamos hacerlo de la siguiente manera: LA LEY DECÍA JESÚS DICE Y HACE PROHIBIDO tocar a un leproso o a un muerto. Jesús se acercó y tocó al leproso y le dijo: “¡Quiero, queda limpio!” (Mc. 1, 41) Jesús tomó la mano de la niña muerta y le dijo: “Yo te mando: ¡levántate!” (Mc. 5, 41) PROHIBIDO curar en sábado, cargar cosas o cortar espigas. Jesús vio al hombre de la mano seca y lo curó; era sábado (Mc. 3, 1.11) Jesús curó a un paralítico y le dijo: “Levántate, toma tu camilla y vete.” Era sábado. (Jn. 5, 8-10) Los fariseos le dijeron: “¿Por qué cortan espigas en día sábado?” Jesús contestó: “El sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado.” (Mc. 2, 23) PROHIBIDO comer alimentos impuros y sin lavarse las manos. Jesús les dijo: “No hay alimentos impuros; lo que mancha al hombre es la impureza del corazón.” (Mc. 7, 1-15) PROHIBIDO comer con pecadores, con publicanos. Jesús les dijo: “No necesitan médicos los sanos, sino los enfermos.” Y comió con ellos. (Mc. 2, 15-17) PROHIBIDO hablar con extranjeros y con mujeres. Jesús dijo al fariseo: “¿Ves esta mujer? A ella se le perdona mucho porque ha amado mucho.” (Lc. 7, 47) Jesús dijo a la mujer sirofenicia: “Mujer, ¡grande es tu fe!” (Mc. 7, 24) Los discípulos se sorprenden cuando lo ven hablar con una mujer samaritana. (Jn. 4) 2. Las parábolas de la GRATUIDAD del Reino, dichas específicamente contra los enemigos de Jesús. En ellas no se da una presentación del Reino, sino una defensa ante quienes rechazan a Jesús y al humilde grupo de sus seguidores. a. Lucas 18, 10-14 d. Lucas 14, 16-20 g. Lucas 15, 8-10 b. Mateo 20, 1-15 e. Lucas 7, 36-50 h. Lucas 15, 11-32 c. Lucas 14, 7-11 f. Lucas 15, 4-7 i. Lucas 12, 42-46 En estos textos se presenta el Reino que inauguró Jesús como algo que no se compra ni se vende, porque es un regalo gratuito de Dios. Estas parábolas fueron dichas por Jesús a sus enemigos, a los que se burlaban de él y de su misión. No se las contó a la gente del pueblo, ni a los pobres, sino a los que no creían ni en él ni tampoco en los pobres que él había elegido para formar su comunidad de discípulos. Por lo tanto, estas parábolas no son una presentación del Reino, sino su defensa, la justificación del modo de obrar de Jesús a favor de los pobres y oprimidos de su tiempo. En efecto, muchas personas de Israel reaccionaron contra Jesús y su manera de implantar el Reino en medio de los pobres. Por ejemplo, muchos se escandalizaron porque se sentaba en la mesa con los despreciados y comía con ellos. Por eso Jesús pronuncia estas parábolas en contra de todos los que se creían con derechos delante de Dios, calificándose a sí mismos como herederos del Reino pero olvidándose que, ante todo, Dios es misericordioso y que el Reino es propuesto a todos. Estas parábolas con las que Jesús justificó su práctica y su mensaje, se convirtieron en la acusación más severa contra quienes lo rechazaron. Por eso se llaman parábolas de la gratuidad del Reino, porque no pueden comprarlo los que tienen dinero, poder o prestigio. Dios lo regala a quienes aceptan a Jesús y adhieren a su proyecto de fraternidad, justicia y solidaridad. 3. Las parábolas de la COMUNIDAD del Reino, utilizadas por Jesús para formar a las comunidades que va fundando. Los discípulos necesitan una enseñanza especial que los ayude a discernir y cuidarse de la levadura (ideología) de los fariseos, saduceos y otros grupos que quieren que el Reino llegue por el camino del poder, de la riqueza, del privilegio. a. Mateo 5, 13-14 e. Lucas 14, 28-33 i. Mateo 7, 24-27 b. Lucas 10, 30-37 f. Lucas 17, 7-10 j. Mateo 7, 9-11 c. Mateo 18, 23-35 g. Lucas 16, 1-8 k. Lucas 11, 5-8 d. Mateo 13, 44-46 h. Mateo 13, 52 l. Lucas 18, 2-8 Estas parábolas fueron dichas por Jesús a sus discípulos, a los que lo seguían y adherían a sus enseñanzas, ya sea como misioneros ambulantes o como miembros de las comunidades locales. A su vez, estos relatos forman parte de las primeras catequesis para que los seguidores de Jesús comprendieran el sentido del Reino que inauguró Jesús con su persona, con sus palabras y con sus obras. Algunas de estas parábolas tienen su paralelo con otras enseñanzas de Jesús o catequesis de la Iglesia primitiva. Por ejemplo: ‒ La parábola de los “servidores desinteresados” (Lc. 17, 10), corresponde a la enseñanza de Lc. 22, 27, reafirmada inclusive por el ejemplo de Jesús: “Yo estoy entre ustedes como el que sirve”. ‒ La parábola de la sal (Mt. 5, 13) corresponde a la catequesis de Mc. 9, 50b: “Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros”. La parábola de “la casa edificada sobre roca” (Mt. 8, 25-27) tiene su propia explicación en las palabras de Jesús: “¿Por qué ustedes me llaman ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que les digo?” (Lc. 6, 46). ‒ La parábola del “siervo despiadado” (Mt. 18, 23) es un paralelo de la enseñanza del Sermón de la montaña: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lc. 6, 36) En resumen, este grupo de parábolas está dirigido a formar el corazón de los hombres y mujeres del Reino. ‒ 4. Las parábolas de la CRISIS del Reino, porque ante la llegada del Reino de Dios no se puede permanecer neutral, frente a la propuesta del Reino son juzgadas las personas, la familia, la comunidad, la sociedad, la Iglesia. Es el cernidor que ayuda a separar lo que es de Dios de lo que no lo es. a. Mateo 24, 37-39 e. Lucas 7, 31-32 i. Mateo 25, 1-13 b. Mateo 16, 1-4 f. Lucas 12, 16-20 j. Marcos 12, 1-9 c. Lucas 11, 34-36 g. Mateo 25, 14-28 k. Mateo 25, 31-46 d. Mateo 15, 12-14 h. Lucas 12, 35-39 Los judíos esperaban un Mesías judío, nacionalista, que expulsara a los romanos y les diera el reinado y poderío sobre las otras naciones. En cambio, aparece Jesús y anuncia la llegada del reino de Dios, pero es un Reino universal, no solamente para los judíos, sino abierto a los paganos. Los judíos esperaban que con el Mesías, sus grandes instituciones del Templo y la Ley fueran llevadas a su mayor grandiosidad. Llega Jesús y dice que el Templo, la Ley y las instituciones judías deben terminarse, porque se ha inaugurado “el tiempo de los cielos abiertos” (Mc. 1, 10), es decir de la relación directa del pueblo con Dios, por el único Mediador Jesucristo, dador del Espíritu Santo (Jn. 4, 23). Todo esto provocó una profunda crisis en Israel. Decidieron matar a Jesús antes que aceptar esta realidad que se les anunciaba de parte de Dios. Desconocieron al Mesías porque ya antes habían cerrado sus oídos y su corazón, transformando su misión de servicio a los otros pueblos en una ideología de dominación que disimulaba sus ansias de poder, bajo apariencias religiosas; una ideología de carácter nacional y racista, que los incapacitó para recibir el reinado universal y misericordioso de Dios (Gál. 3, 23.28) En este contexto histórico, Jesús pronuncia estas parábolas de la crisis que provoca el Reino de Dios. Dichas en una situación única y decisiva, son ejemplos proféticos que quieren sacudir, despertar, abrir los ojos a un pueblo, a sus jefes y líderes. Son un llamado a la penitencia, a la conversión, a entrar en el Reino de Dios, a la Paternidad de Dios que exige fraternidad, igualdad y justicia con los hermanos, sin tener en cuenta etnias, naciones ni privilegios. Un Reino de salvación sin fronteras, sin excluidos, a la medida del Corazón de Dios. La salvación es gratuita y universal; no está atada a etnias ni naciones; por eso este grupo de Parábolas de la crisis está muy unido a las Parábolas de la gratuidad. Adaptado del texto introductorio en la colección Evangelizar con Parábolas, de Editorial Claretiana