La Reconquista

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La Reconquista
Batalla de Palo Hincado
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Antecedentes (Tratado de Basilea)
Gobierno francés
Juan Sánchez Ramírez
Inicios de la Reconquista
Batalla de Palo Hincado
A los vencedores de Palo Hincado (José Núñez de Cáceres)
Monumento a la batalla de Palo Hincado
(El Seibo, República Dominicana)
Antecedentes (Tratado de Basilea)
Al tiempo que en la colonia francesa de Saint Domingue ocurrían cambios provocados por la
rebelión de los esclavos, en Francia sucedían cambios políticos de primera importancia. El
gobierno burgués de los girondinos fue derrocado por los radicales jacobinos quienes
inmediatamente declararon la guerra a Inglaterra, Holanda y España, potencias enemigas de la
Revolución Francesa.
España fue a la guerra por defenderse contra el republicanismo francés, pero la perdió y a
mediados de 1795 se vio obligada a poner fin a la lucha firmando un tratado de paz en la
ciudad de Basilea, el 22 de julio de ese año. Con este tratado España logró recuperar sus
posiciones perdidas en manos de los franceses, a cambio de entregarles a éstos la parte
oriental de la isla de Santo Domingo.
Sin embargo, los españoles continuaron ocupando y gobernando Santo Domingo hasta el
1801, cuando Toussaint L'Ouverture, erigido por sí mismo en ejecutor del Tratado de Basilea,
ocupó todo el territorio oriental, hasta que fue desalojado en 1802 por los franceses
comandados por el general Leclerc, cuñado de Napoleón Bonaparte.
Gobierno francés
Durante la era francesa en Santo Domingo, a partir de 1802 y sobre todo desde 1804, hubo sin
duda convencidos francófilos entre los dominicanos. El brillo de la Francia napoleónica se
percibió y surtió sus efectos en el país. Una vez rechazada la invasión de los vecinos
haitianos, se advirtió que se iniciaba una administración competente y progresista; se advirtió
que el gobernador francés, general Louis Marie Ferrand, era hombre capacitado y bien
intencionado.
Durante su gobierno, los franceses se ocuparon de las labores de reconstrucción y
consolidación de la Colonia. Ferrand lanzó proclamas en el extranjero llamando a los
franceses a vivir en Santo Domingo; muchos acudieron al llamado lo mismo que algunas
familias españolas, y así continuaron las cosas mejorando increíblemente después de tantas
vicisitudes. En Samaná, por ejemplo, que hasta entonces había sido una aldea pobre y
olvidada, el Gobierno fomentó la plantación de cafetales que ya en 1808 prometían dar nueva
vida a esta región, cuya población francesa creció tanto que Ferrand llegó incluso a hacer
preparar los planos de una moderna ciudad que llevaría como nombre “Puerto Napoleón”. Los
bosques de madera, que hasta entonces habían sido explotados muy esporádicamente, fueron
objeto de una explotación regular, pues la caoba de la Isla por su belleza tenía gran demanda
en Estados Unidos y en Europa. Los impuestos fueron rebajados hasta el mínimo a fin de
ayudar a los habitantes de la Colonia a recuperar sus fortunas.
Ferrand estableció un gobierno paternal, amparado en un decreto de Napoleón del año 1803
por medio del cual ordenaba respetar los usos y costumbres españolas, especialmente en lo
que a la organización jurídica tocaba. Lo cierto fue que hubo colaboración entre la población
y las autoridades, aunque Ferrand, convencido de que los sentimientos hispánicos seguían
vivos entre la gran mayoría de la población, evitaba tanto como era posible, las ocasiones de
hacerles sentir su poder.
Toda esta tranquilidad vino a quebrarse con motivo de dos acontecimientos que tuvieron
lugar, uno en la Colonia y el otro en Europa. El primero fue la orden de Ferrand a los
habitantes de la Colonia para que suspendieran todo trato comercial, en especial las ventas de
ganado, a la parte occidental de la Isla gobernada por los haitianos.
El otro acontecimiento que vino a turbar la existente armonía entre franceses y dominicanos
fue la invasión de España por parte de Napoleón Bonaparte a principios de 1808. Este hecho,
y otros relacionados, se conocieron en detalle en las posesiones españolas casi
inmediatamente y ya en principios de mayo se sabía que Napoleón tenía la intención de
nombrar como Rey de España a su hermano José Bonaparte.
En Santo Domingo, particularmente, en donde los franceses gobernaban a una población que
todavía seguía considerándose española, la traición de Napoleón contra los monarcas de
España provocó la indignación de los propietarios más importantes que ahora se consideraban
doblemente humillados al saber que también la Madre Patria había caído bajo el dominio
francés y al ver sus negocios lesionados por la prohibición de vender sus ganados a los
haitianos.
Juan Sánchez Ramírez
Algunos de ellos, como fue el caso de don Juan Sánchez Ramírez, rico propietario de hatos y
cortes de caoba en los alrededores de Cotuí e Higüey, se indignaron en grado extremo y
pensaron en obtener la colaboración del Gobernador de Puerto Rico, y de la población
dominicana que había emigrado a esa isla, para luchar contra los franceses de Santo Domingo
de la misma manera que lucharían los españoles para expulsar a los invasores de la Península.
Sánchez Ramírez había nacido en 1762 en la región del Cotuí, y en su juventud, al frente de
una compañía de lanceros formada por él con compueblanos, había combatido en los tiempos
del gobernador Joaquín García contra la República Francesa. Emigró a Puerto Rico en
diciembre de 1803, pero se vio en la necesidad de volver a su tierra natal en 1807, cuando
comenzó su labor de ganar adeptos para la Reconquista, al tiempo que se dedicaba a la
explotación de cortes de maderas en unas posesiones suyas situadas en las costas del Este
entre Higüey y el Jobero (el actual Miches, también conocido como Jovero), desde donde las
comunicaciones con Puerto Rico eran más fáciles.
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