Tratado de la Unión Europea

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Tratado de la Unión Europea
El tratado de la Unión Europea, que transformó la Comunidad Europea es una institución más sólida, fue negociado en Maastricht en 1991
y aprobado por los parlamentos nacionales en febrero de 1992. Este Tratado fue previamente aprobado en cada uno de los países miembros, y por fin ratificado por el Parlamento Europeo en octubre de 1993.
El Tratado de la Unión Europea (1992), más conocido como Tratado de Maastricht, allanó el terreno para la introducción de una moneda
única, creó nuevas estructuras políticas en materia de Política Exterior y de Seguridad Común y potenció la cooperación en los ámbitos de
la justicia y de los asuntos de interior. Uno de los aspectos más novedosos de este Tratado fue la capacidad de tomar decisiones en el
seno de la Unión Europea, en materia de Política Exterior y de Seguridad. En estos acuerdos es suficiente la mayoría cualificada, si dichas
decisiones provienen de resoluciones aprobadas por unanimidad en el Consejo de Ministros. En la cumbre de Maastricht se decidió también la creación de la ciudadanía de la Unión, el fortalecimiento de la cooperación en materia de política interior y exterior y el aumento de
las competencias del Parlamento Europeo. A él se le asigna la codecisión en los ámbitos del mercado interior, la protección de los consumidores, el medio ambiente y las redes de comunicaciones comunitarias. Sin embargo, la aplicación de las reformas aprobadas en el Tratado de Maastricht suscitó varios problemas y la reserva de algunos países como Dinamarca y el Reino Unido para mantenerse el margen
de la Unión Económica y Monetaria. Véase Tratado de Maastricht.
Con posterioridad se ha firmado el Tratado de Amsterdam el 2 de octubre de 1997, que modifica ciertos artículos del Tratado de la Unión
Europea, del Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea, del Tratado Constitutivo de la CECA y de la EURATOM, así como del Acta
Única en los aspectos relativos a la elección de los representantes en el Parlamento Europeo. El 26 de febrero de 2001 se suscribió el Tratado de Niza para diseñar la ampliación de la Unión y la reforma de sus instituciones.
El 16 de abril de 2003 se suscribió en Atenas el Tratado de Adhesión de los diez nuevos socios europeos: Polonia, Letonia, Lituania, Estonia, Eslovaquia, República Checa, Eslovenia, Hungría, Chipre y Malta. Nacía así la Europa de los Veinticinco.
Órganos de la Unión Europea
Como organización que intenta una integración real entre los países miembros, la estructura que se creó a tal efecto consta de los siguientes distintos órganos:
Consejo de la Unión Europea
Se le considera el principal legislador de la Unión Europea, además de representar a los Estados miembros. Su funcionamiento goza de un
mayor dinamismo a partir de la entrada en vigor del Acta Única Europea (1986) aunque, salvo en situaciones excepcionales, sólo puede
actuar en los ámbitos de la política comunitaria de la Unión Europea a instancia de la Comisión.
Consejo Europeo
Está formado por los Jefes de Estado o de Gobierno de los países miembros y el Presidente de la Comisión Europea, asistidos por los Ministros de Asuntos Exteriores y un miembro de la Comisión Europea. Aunque en sentido jurídico el Consejo Europeo no es una institución
de la Unión Europea por estar regulado en las disposiciones comunes del Tratado de Maastricht, su influencia ha sido muy notable en el
proceso de integración, ya que tiene como misión impulsar el desarrollo de la Unión y definir sus orientaciones políticas generales. Como
regla general, sus decisiones se adoptan negociando ?paquetes de medidas?.
Comisión Europea
La Comisión Europea, con sede en Bruselas, está formada por 20 comisarios nombrados por los gobiernos de los países miembros, aunque éstos actúan en nombre de los intereses comunitarios y no siguen la directrices de sus países. La presidencia de este organismo corresponde al Secretario General, que responde de la comisión ante el Parlamento. De los comisarios depende un complejo aparato administrativo que tiene como principal cometido la salvaguardia de los intereses comunitarios. Para lo anterior, tiene la capacidad de poner en
marcha el proceso de decisión de la Unión Europea, tiene competencias legislativas y ejerce igualmente funciones administrativas y de
control del ejercicio del derecho comunitario.
Parlamento Europeo
Esta formado por 626 diputados elegidos por sufragio directo en los 15 países miembros. Entre sus funciones fundamentales se encuentra
la deliberación y el control. La toma de decisiones se realiza por mayoría simple, salvo que se trate de materias de especial importancia.
Los parlamentarios se agrupan por ideologías, no por nacionalidades, y su sede se encuentra en Estrasburgo (Francia), aunque tiene comisiones de trabajo en Bruselas y Luxemburgo.
Tribunal de Justicia
El Tribunal de Justicia está constituido por quince jueces y ocho abogados generales que tienen como misión garantizar la observancia de
la ley en la interpretación y ejecución de los Tratados. Tiene su sede en Luxemburgo y se reúne de forma plenaria cuando lo solicita un
Estado miembro o una institución comunitaria que sea parte del proceso.
Las normas comunitarias tienen diferentes rangos. Por una parte se encuentran los reglamentos, dictados por las Comisiones, que son de
obligado cumplimiento por todos los países miembros. Por otro, se dispone de las directrices que implican a las legislaciones nacionales en
cuanto al cumplimiento de resultados pero no en cuanto al modo de hacerlo, que dejan al arbitrio de cada estado. Se emiten también recomendaciones y dictámenes, aunque no tienen carácter obligatorio. En el ámbito externo, la Unión Europea puede establecer acuerdos
internacionales, ya que posee personalidad jurídica internacional; mandar legaciones diplomáticas y desarrollar, en suma, política exterior
propia. Así pues, los diferentes países mantienen legaciones diplomáticas en la sede de Bruselas.
Principales políticas comunitarias
En su funcionamiento cotidiano, la Unión Europea lleva a cabo diversos programas y políticas de muy amplio alcance. Entre ellas destacan
la gestión del mercado único, la política agrícola común, la política pesquera común, la política de medio ambiente y la política regional.
Además hay otras actuaciones de gran trascendencia como la ayuda a las pequeñas y medianas empresas, una política en favor del consumidor y elementos de una política industrial. También hay algo así como una Política Monetaria común puesta en marcha con el inicio
de la tercera fase de la Unión Monetaria Europea y llevada a cabo por el Sistema Europeo de Bancos Centrales integrado por el Banco
Central Europeo y los Bancos Centrales nacionales de los quince países miembros.
La gestión del Mercado Único
Consiste fundamentalmente en velar por que los principios de la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas se lleven a
efecto y sean plenamente respetados en los Estados miembros.
La Política Agrícola Común (PAC)
Se preocupa por el incremento de la productividad de la agricultura con el fin de garantizar un nivel de vida equitativo para los agricultores. Además garantiza el abastecimiento de los mercados y los suministros a los consumidores a precios razonables. (Véase Política Agrícola Común)
La Política Pesquera Común
Surgida en 1970, garantiza el libre e igualitario acceso de todos los pescadores de la UE a los caladeros comunitarios, con la excepción de
algunas costas especialmente sensibles. Para ello se determina anualmente el total admisible de capturas y el reparto de las cuotas respectivas, completándose sus acciones con una política común de estructuras en el sector pesquero. El objetivo es procurar un desarrollo
armonioso de la actividad pesquera así como una utilización racional de los recursos biológicos del mar y de las aguas interiores.
La Política de Medio Ambiente
Reviste especial importancia en el Tratado CE, al estar vinculada al desarrollo sostenible y adaptarla cada vez más a las exigencias económicas, mediante la elaboración de programas de acción en los que se establecen directrices y objetivos prioritarios.
La Política Regional
Pretende mitigar las disparidades económicas y sociales, para lo cual la UE utiliza los tres fondos estructurales: el Fondo Social Europeo
(FSE), el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) y el Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agrícola (sección orientación del
FEOGA). Asimismo utiliza otros mecanismos como el IFOP (Instrumento Financiero de Orientación de la pesca), el Fondo de Cohesión, el
Banco Europeo de Inversiones (BEI) y la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA).
Logros y resultados
La Europa comunitaria ha cumplido una serie de etapas a lo largo de su historia, con el propósito de avanzar en la integración económica.
En consecuencia, desde el principio se han dispuesto mecanismos con la intención de intensificar las relaciones económicas entre los países miembros. A este objetivo se unieron más tarde la necesidad de una convergencia económica y de un poder legislativo de similar grado. Como consecuencia, la ahora Unión Europea ha conseguido una serie de objetivos.
Unión Aduanera
El principal logro de la Comunidad fue la Unión Aduanera, decretada en 1968, que suprimió las barreras aduaneras entre los miembros y
adoptó una política comercial común ante terceros países. Para lograrlo, se trató desde el principio de introducir la unidad monetaria y un
sistema de impuestos común. (Véase Unión Aduanera)
Libre circulación
En cuanto a la libre circulación de personas y servicios (trabajadores), entró en vigor en 1992 con los acuerdos de Maastricht, pero no todos los países se han adaptado al convenio sobre el aspecto del empleo, por lo que se continúa en un período transitorio.
La Europa Verde
Sin duda, el mayor problema de la Unión es la agricultura en la conocida como Europa Verde, formada por España, sur de Italia, Grecia,
Portugal, Francia, Dinamarca y zonas de los Países Bajos. En una situación como la europea, en la que los costes de producción agrícola
se encuentran por encima de los precios internacionales, la política agraria tendía al proteccionismo. Tras los problemas creados por las
subvenciones y los excedentes de producción, en 1993, se inició una reforma de la PAC que tenía por objetivos reequillibrar los mercados,
la preocupación medioambiental, la racionalización de las estructuras productivas y una cierta política redistributiva en las subvenciones.
Sus efectos se han concretado en una reducción de cuotas de producción con la intención de reducir los excedentes de algunos productos
o en un impulso a los cultivos alternativos. (Véase Política Agrícola Común)
Sistema Monetario Europeo
En marzo de 1989 se creó el Sistema Monetario Europeo, como paso para lograr la unión monetaria. Este plan, muy optimista cuando se
diseñó, estableció un sistema de fluctuaciones conjuntas de las diferentes divisas de los países miembros. Sin embargo, la crisis monetaria
de principios de los años noventa afectó a todas las monedas, más a las de algunos países que a las de otros, y desestabilizó al sistema, a
la vez que las devaluaciones limitaron el crecimiento y dispararon la inflación.
El Sistema introdujo como innovación la Unidad de Cuenta Europea (ECU), compuesta por un porcentaje de cada una de las monedas de
los países miembros, que variaba según su importancia económica. Según el Sistema, cuando una moneda se salía de la banda establecida de fluctuación, los bancos centrales estaban obligados a intervenir vendiendo la divisa más valiosa y comprando las monedas más
amenazadas. Asimismo, según el SME, los gobiernos estaban obligados a seguir políticas económicas (aunque fuera una decisión impopular dentro de sus países) que lograran la convergencia con el plan establecido en 1989. Las tormentas monetarias de 1992 comprometieron el funcionamiento del sistema y tras un periodo de adaptación de las economías de los países se llegó al euro. De esta manera desapareció el ECU y entró en vigor el euro el uno de enero de 1999. (Véase Sistema Monetario Europeo)
Impuesto sobre el Valor Añadido
Uno de los primeros logros en el proceso de armonización fiscal comunitaria ha sido la implantación del IVA (Impuesto sobre el Valor Añadido), que se ha convertido en un importante recurso financiero de la Unión. Es éste un impuesto que grava el consumo final de productos
y servicios. En las facturas en que se formalizan aparecen las correspondientes entregas de bienes o prestaciones de servicios y la cuantía
del impuesto. Las personas tanto físicas como jurídicas que realicen una actividad económica liquidan su IVA de suerte que sólo pagan la
cantidad correspodiente al consumo de bienes y servicios cuando actúen como consumidor final. Las ventajas de este impuesto han sido
la de no estimular artificialmente la integración vertical de las empresas, la eliminación del doble gravamen sobre los bienes de inversión,
la garantía de la neutralidad en el comercio internacional, su potencial como sistema recaudatorio y las facilidades que presenta para la
persecución del fraude fiscal.
La integración de España a las Comunidades Europeas
El crecimiento económico español de los últimos años y, sobre todo, algunos aspectos de su política económica se han producido en función de un objetivo concreto: la integración europea. En el Primer Plan de Desarrollo de 1964 se señalaba la necesidad de proponerse los
objetivos de un rápido desarrollo para lograr la integración en la Europa de las Comunidades como meta última.
Con menor concreción, y pese a las dificultades surgidas en las largas negociaciones sostenidas con la Comunidad, esta preocupación siguió viva en la década siguiente, tanto a nivel oficial como, sobre todo, en los círculos privados empresariales y financieros. Incluso la reconversión industrial de los primeros ochenta se ha entendido como un instrumento previo e imprescindible al ingreso en las Comunidades
Europeas.
Para España, la integración en esta organización se ha justificado por razones geográficas, históricas y económicas. Las primeras derivan
de la situación de España, ya que forma parte física del continente europeo. De esta motivación geográfica derivan otras de carácter humano e histórico. De igual forma, la pertenencia física de España a Europa ha determinado desde antiguo que los españoles hayan
desempeñado un papel esencial en la formación de Europa. La última justificación se deriva de la importancia estratégica de España como
nexo de unión entre Europa, África y América.
A todas estas razones, se suman otras de índole económico. La relación económica de España con la Comunidad Económica Europea ha
sido esencial, tanto por el volumen de comercio exterior como por el carácter complementario que, hasta cierto punto, tiene la economía
española con respecto a la europea. Esta complementariedad tenía sus raíces en el sector agrario español y, especialmente, en sus productos mediterráneos, esto es, en los sectores de frutas y verduras, vinícola y aceitero. La emigración laboral española a Europa, el turismo europeo en España y los crecientes lazos empresariales y financieros, por intermedio de las multinacionales con capital procedente de
la Comunidad, se constituyeron en otras causas de relación y complementariedad.
La integración, no obstante, de España en la Unión Europea ha sido bastante tardía. En 1970 se firmó en Bruselas un Acuerdo Preferencial
de Comercio que implicaba que la solución española quedase integrada en el marco de un área mediterránea con relaciones distintas a las
ya clásicas entre los miembros del CEE. No se consideraba entonces este vínculo como un período asociativo destinado a concluir en una
adhesión plena. El acuerdo preferencial afectaba a una parte limitada de la economía española, en especial a la industria, pero en muy escaso nivel a los productos agrícolas, los que España consideraba más necesitados de protección. Por último, esta vinculación parecía ser
incompatible con las reglas del GATT, lo que hacía difícil su aplicación. Tras la firma del Acuerdo Preferencial, España insistió en que éste
pudiera servir de base a una futura asociación con la Europa de las Comunidades.
La posterior ampliación de la Comunidad a nueve miembros, con la adhesión del Reino Unido, Dinamarca e Irlanda y, luego a diez, con la
inclusión de Grecia, disminuyó considerablemente la eficacia del Acuerdo Preferencial y motivó la petición española de una nueva negociación que considerase la nueva situación de la organización.
Sin embargo, las nuevas negociaciones que habían comenzado a finales de la década de los años setenta ?tras la desaparición del franquismo y la instauración de un régimen democrático de libertades que culminó 1982 con el nuevo gobierno socialista? fueron mantenidas
por este nuevo gobierno hasta conseguir la firma del Tratado de Adhesión, en junio de 1985.
El Acta de Adhesión que supuso la entrada de España en la Comunidad Económica Europea a partir de 1986 fue en realidad la modificación de los tratados anteriores en aquello en que los diez países miembros concedían a España algún tipo de excepción. Lo que se negoció
fueron, por un lado, la posición que tendría España en la organización ampliada, y por otro, los aspectos relacionados con reglamentos y
derechos derivados del Acta de Adhesión (que pueden ser alterados previo acuerdo del Consejo de Ministros). En este aspecto, se negoció, por ejemplo, un período transitorio de siete años para la adaptación al modelo arancelario, que no obstante podría haber sido recortado por decisión del Consejo.
El texto que recoge el Tratado de Adhesión aportó como principal novedad respecto a las ampliaciones anteriores la de su extensión, sensiblemente superior a la del Tratado de Adhesión de Grecia.
En España, la firma del Tratado se ha considerado como el inicio de una etapa trascendental en su historia, puesto que se cumplía con el
anhelo histórico de acabar con el aislamiento político, a la vez que se entendía como una apuesta por un impulso modernizador y estimulante para una economía en crisis.
Proceso de adaptación
Con carácter general, se puede adelantar que España, junto con Portugal, Grecia e Irlanda, se encontraban en el momento de su integración en un bajo nivel de desarrollo con respecto a los otros países comunitarios. La perspectiva de que la economía española tuviera que
competir con la del resto de la Comunidad en igualdad de condiciones al final del periodo transitorio era un arma de doble filo. Era evidente que la integración supondría un impacto negativo en muchas ramas de la economía española, pero a la vez la integración era una
apuesta por el futuro.
En materia agraria, por ejemplo, España debió asumir una reestructuración global, sobre todo en las áreas vinculadas a la agricultura tradicional, porque su producción no se ajustaba a las necesidades de la demanda, debido a la mala relación calidad-precio y a su baja productividad. Coincidía además con que este problema se daba en las zonas de más densidad y con un índice elevado de envejecimiento
como consecuencia del masivo éxodo rural. Todo ello obligó a invertir en otras regiones y a crear unas condiciones aptas incluso para
nuevos asentamientos de población.
Esta reestructuración exigió eliminar las competencias con otros países comunitarios, para que las importaciones estipuladas por la CEE no
tuvieran efectos negativos sobre la producción o supusieran una acumulación de excedentes.
La industria española también ha estado sufriendo el período de adaptación y modernización, si se tiene en cuenta el compromiso de reducir los aranceles, lo que supone la introducción progresiva de productos comunitarios que entran en competencia de calidad y precio
con los nacionales.
El estado de la industria española, desfasado en relación con los países comunitarios del norte y centro del continente, aconsejó en años
anteriores una política de proteccionismo excesiva. La excesiva eficacia productiva del país y, en muchos casos, la amplia fragmentación
de la producción, dominada por la pequeña y mediana empresa, la antigüedad de los bienes de equipo, la escasa capitalización y la debilidad y dependencia tecnológica han sido factores determinantes de este atraso, lo que permitió que los productos industriales españoles
no fueran competitivos.
En la renovación industrial se hizo necesario contar con capital nacional y con inversiones extranjeras, que se han centrado, sobre todo,
en los subsectores, que parecen tener mayor aceptación en el mercado comunitario. Así, las inversiones se han concretado sobre bienes
intermedios, maquinaria y productos electrónicos, piezas de avión y automóviles, sin marginar las nuevas industrias que derivan de la aplicación de la actual revolución tecnológica o sobre aquéllas que tienen una cierta aceptación en los mercados internacionales, como el calzado y la moda.
Pero al realizar la reconversión del sector industrial no sólo se ha tenido en cuenta el mercado interior, sino también en el comunitario, por
lo que se ha buscado, incluso, una cierta especialización. El reto no es fácil, ya que supone un esfuerzo de adaptación progresiva, que
acarrea situaciones conflictivas momentáneas pero, sin embargo, necesarias para acortar las distancias con respecto a los países más
desarrollados de la Unión.
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