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Formación Nacional
Consejo Nacional-Chile
Subsidio de Formación N° 4
Trienio 2008-2011
Julio 2009
Hno. Alonso Acevedo ofs.
Formador Nacional
“LA POBREZA DE ESPIRITU EN LAS ADMONICIONES DE SAN FRANCISCO”
Objetivo:
Reflexionar a la luz de las fuentes franciscanas, en este caso las admoniciones,
consejos nacidos de la experiencia pastoral de Francisco con los primeros
hermanos, los que buscan reorientar y no olvidar la forma de vida elegida.
Mediante la reflexión de una de ellas: “XIV De la pobreza de espíritu”, y tomando
como base el artículo de K. Esser ofm ( Selecciones de Franciscanismo 51 pag
449-456- año 1988) , debemos buscar que como fraternidad veamos si la pobreza,
elemento fundamental dentro de la espiritualidad, la vivimos en su real dimensión
como hermanos de la Orden Franciscana Seglar.
Desarrollo:
Las admoniciones son verdaderas fuentes de espiritualidad franciscana.
Constituyen una serie de avisos, que tienen como finalidad ayudar a los hermanos
a no olvidar la forma de vida “pasar del evangelio a la vida y de la vida al
evangelio”.
Apuntan a la espiritualidad y están acentuadas en la pobreza interior como fuente
de la pobreza exterior, buscan y exhortan a ser hermano y pobre, teniendo a
Cristo como ejemplo de vida.
Son en total 28 “consejos”, divididos en enseñanzas (de la I a la XII) y
bienaventuranzas ( XIII a la XXVIII).
Pero nos detendremos a reflexionar a partir de la admonición XIV
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XIV: De la pobreza de espíritu
1Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5,3).
2Hay muchos que, perseverando en oraciones y oficios,
hacen muchas abstinencias y mortificaciones corporales,
3pero, por una sola palabra que les parezca injuriosa para sus cuerpos o
por alguna cosa que se les quite, escandalizados enseguida se perturban.
4Estos no son pobres de espíritu,
porque quien es de verdad pobre de Espíritu,
se odia a sí mismo y ama a aquellos que lo golpean en la mejilla (cf. Mt 5,39).
Esta admonición no refiere a la pobreza solo material, va más allá.
Seguramente no podemos vivir con la extrema pobreza material de San Francisco,
pero si podemos esforzarnos en experimentar su pobreza de espíritu.
La pobreza es la síntesis de nuestra espiritualidad y opción,
esto lo descubrimos en nuestra regla vida.
“Cristo, confiado en el Padre, aún apreciando atenta y amorosamente las realidades creadas, eligió
para Sí y para su Madre una vida pobre y humilde*); del mismo modo, los Franciscanos seglares
han de buscar en el desapego y en el uso, una justa relación con los bienes terrenos, simplificando
las propias exigencias materiales; sean consientes, en conformidad con el Evangelio, de ser
administradores de los bienes recibidos, en favor de los hijos
de Dios.
Así, en el espíritu de las "Bienaventuranzas", esfuércense en purificar el corazón de toda tendencia
y deseo de posesión y de dominio, como "peregrinos y forasteros" en el camino hacia la casa del
Padre” (artículo 11 Regla OFS)
Francisco comienza la admonición de la pobreza de espíritu, tomando la palabra
de Jesús:
“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.
Esto demuestra el tono evangélico de la admonición.
Al continuar la admonición señala:
“Hay muchos que, perseverando en oraciones y oficios, hacen muchas abstinencias y
mortificaciones corporales, pero, por una sola palabra que les parezca injuriosa para sus
cuerpos o por alguna cosa que se les quite, escandalizados enseguida se perturban”.
En el caso de los fariseos vemos en las escrituras como ellos cumplen preceptos
de oraciones y penitencia, y son “puros y limpios”, creyendo fielmente que se
encuentran salvados, pudiendo exigir una contraprestación de parte de Dios por
sus méritos y por lo asegurado que tienen su salvación.
Esta actitud puede ser muy humana y a la vez actual en nuestras vidas, la actitud
de justificar nuestras acciones por lo “buenos que somos” .
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Francisco de Asís entiende lo contario y los franciscanos debemos entender lo
mismo. Francisco ve como existe el peligro de justificarnos por la piedad o en
nuestro caso por ser “franciscanos”, justificarnos por el cumplimiento de ritos y
oraciones , pudiendo decir que muchas veces nos transformamos en personas
que cumplimos solamente preceptos y vivimos de eso y para eso. Francisco
advierte esto y sabe que esa actitudes de cumplimento perfecto sin espíritu
pueden solo alimentar el propio YO, y solamente nos contemplemos en nuestras
propias “buenas obras”.
Al continuar con su admonición Francisco señala
“pero, por una sola palabra que les parezca injuriosa para sus cuerpos o por alguna cosa
que se les quite, escandalizados enseguida se perturban”
El YO surge de lo oculto cuando se toca lo que se cree propio y reaccionamos por
lo creemos como una ofensa, manteniéndola y masticándola día tras día, nos
irritamos y no nos recobramos del “dolor” de la ofensa, sufriendo incluso
externamente con el semblante y la actitud por la injuria que ha sufrido nuestra
santa persona.
Para Francisco, las personas que reaccionan así no son verdaderos pobres.
El continúa señalando en la admonición
Estos no son pobres de espíritu, porque quien es de verdad pobre de espíritu, se odia a sí
mismo y ama a aquellos que lo golpean en la mejilla
Para Francisco el verdaderamente pobre es aquel que sigue dos criterios
1-. se niega a sí mismo y abandona su yo o su verdad.
2-. ama a sus enemigos, amando más allá de la ofensa o el dolor, ya que nadie
nos puede quitar la paz.
¿Cómo podemos ser pobres de espíritu a la luz de la admonición de San
Francisco?
1-.Encarnar exteriormente lo interior, transformar la intención de pobreza en
acción, lo exterior debe ir moldeado por lo interior, entendiendo que el amor de
Dios florece en la pobreza de espíritu.
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2-.Debemos liberarnos de las ataduras de las “tendencias de posesión y dominio,
no sólo sobre lo material sino también sobre lo “espiritual”, como la verdad y
las ideas. Sólo así podremos hacernos libres para amar a los demás.
3- Vivir el espíritu de penitencia característico de nuestra opción O.F.S., con un
constante examen de conciencia y la cercanía vivencia del sacramento de la
reconciliación.
Solo así podremos vivir como verdaderos “pobres de espíritu”.
Actividad
Compartir la reflexión en fraternidad, junto con las siguientes preguntas
1-. ¿Qué entendemos por ser “pobres de espíritu”?
2-. ¿Somos verdaderamente pobres de espíritu, a la luz de la admonición de
San Francisco?
3-. ¿Qué nos falta personalmente y como hermanos de fraternidad, para
encarnar la pobreza de espíritu a la luz del Evangelio y el artículo 11 de
la regla de la O.F.S.?
Paz y Bien
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