Erving Goffman

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BIOGRAFÍA
Erving Goffman nació en Canadá en 1922. Obtuvo su primer título universitario en la universidad de Toronto
en 1945, y estudió después en la de Chicago, donde se graduó de Master Of. Arts en 1949 y de Philosophical
Doctor en 1953. Vivió por espacio de un año en una de las pequeñas islas Shetland, reuniendo material para
una tesis sobre esa comunidad. Más adelante actuó como científico invitado en el Instituto Nacional de Salud
Mental de Washginton. Goffman es autor de varios artículos y reseñas bibliografías, aparecidos en
Pshyquiatry, Americal Journal Of. Sociology y otras publicaciones periódicas, y de las obras Estigma. La
identidad deteriorada y La presentación de la persona en la vida Cotidiana. Es miembro del departamento de
Sociología de la Universidad de California.
CONTEXTO HISTÓRICO−SOCIAL
Goffman se ha convertido en uno de los sociólogos más ejemplares del s.XX, la directriz que sigue en sus
obras es fruto del contexto social en el que se ha visto envuelto. En los años 60 al lado de Beeker desarrolló la
teoría de la reacción social o la sociología de la desviación. Esta teoría la desmiembra en el libro de los
Internados. La desviación social tiene como consecuencia en el individuo la reacción social ante actos
discriminativos. La intervención de las clases superiores llevó a la reacción por parte del individuo hacia este
régimen dominante. Así mediante la norma se produce la desviación, esta se contradice con la perspectiva
positivista que apunta a defender que la motriz de las normas no se encuentra en los grupos excluidos sino en
la propia norma.
A continuación expondremos las bases de esta teoría que sostuvo Goffman:
Teoría de la Reacción Social
Este enfoque se encuadra en la perspectiva teórica del interacionismo simbólico. Se desarrolla en los años 60.
Donde parece increíble que el intento de controlar la desviación pueda producir otra desviación y acentuar el
problema.
La ironía de la intervención del Estado puede empeorar la situación. Los años 60 son una década de peticiones
de las minorías, se criminaliza a las minorías. Se perseguía a conductas diferentes, no criminales, se buscaba
la despenalización de muchas cosas. Este enfoque pone el acento en la reacción social, se olvidan las causas
primeras, de la conducta desviada. Para el interacionismo el yo se desarrolla en la interacción social. Este
planteamiento parte de una relativación de las normas. Las mayorías imponen sus normas a las minorías. La
norma se aplica de modo diferencial, dependiendo del poder que se tenga para imponerla. Las normas son
relativas porque casi no hay conducta desviada que un contexto diferente no sea aceptada. El punto de partida
pone el énfasis en la reacción de los desviados ante la norma. Ante esto puede surgir una dramatización del
mal, y la sociedad puede tachar a la persona que hace esto como mala, ladrón, delincuente En ella se
dramatiza lo que es el acto malo, y puede desarrollar en la persona etiquetada por la sociedad un proceso en el
que esa persona interioriza esa etiqueta, cambia la imagen de sí misma, y llega a ser aquello que se le señala, o
como se la etiqueta.
Así pues, si hay una reacción social esta puede desencadenar un comportamiento desviado cuyo origen sea esa
interacción social porque el proceso de adaptación a estas dificultades que pueden llevar a una reconstrucción
simbólica del propio yo, adopte un nuevo rol y actúe en consecuencia. Mientras no haya reacción social, los
actos pasan como hechos puntuales. Hay una diferencia cuantitativa entre una cosa y otra.
La carrera desviada
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Otro de los puntos que desarrolló Goffman fue el análisis de las variables múltiples, considera varias variables
y una serie de fases o etapas donde un individuo ocupa diferentes posiciones hasta llegar al final. La primera
fase la constituyen el tejido de interés que tiene mucha gente en no infringir la norma. La segunda la
conforman los motivos: nadie prosigue un comportamiento desviado si no significa algo. La tercera es el
momento en el que el desviado cambia de status y empieza a creerse y actuar como tal, la cuarta fase es el
instante en que una persona que ha asumido ese rol reacciona produciendo un efecto de anuncia, comienza
asumir ese papel. Por último ese grupo de personas para las cuales ese comportamiento desviado es aceptable,
le dan el reconocimiento.
Este proceso o etapas por las que pasa el individuo son un idéntico reflejo de las situaciones, condiciones, y
experiencias que tienen que pasar los pacientes en el libro de los internados.
Otra característica a nombrar en la forma de redactar de Goffman es su metáfora teatral para explicar la
intervención de las personas. Distingue entre lo que la persona da conscientemente y lo que emana de él
inconscientemente. Así el hombre se encuentra condicionado por la sociedad, por la norma y actúa sir ser el
mismo sino la encarnación d las perspectivas que los demás tiene sobre él. Es un ser sin personalidad propia ,
que esconde su forma de ser bajo capas para solo darle rienda sueltas en los momentos en los que no es
consiente, en las situaciones en las que no juega ningún tipo de rol en la vida, que son las menos.
Así pues, esta obra resulta una dura crítica hacia los internos a los que se trata de forma infrahumana sin tener
en cuenta que nadie tiene el derecho a prejuzgar y actuar sobre la vida de nadie. El hecho de que hallan tenido
un pasado oscuro no les merece tratarles como animales ni ponerles apodos como los de Gusano o Basura,
resulta curioso, que hoy en día halla presos que prefieran vivir internos coartados de su libertad, supongo que
por miedo, o por no ser capaces de encajar en una sociedad donde se les permite comenzar de nuevo, no
obstante estos son los menos, las condiciones de higiene, salud, convivencia, y estado moral, son
inadmisibles, hagamos a continuación un breve análisis de la obra de Goffman sin asustarnos
La obra se divide en tres partes, seguidamente veremos cada una de ellas.
Sobre las características de las instituciones totales
• El mundo interno
Desde 1954 hasta 1957 actuó como miembro visitante del Laboratorio de Estudios Socio ambientales
perteneciente al Instituto Nacional de Salud Mental. El objetivo fue tratar de aprender algo sobre el mundo
social de las pacientes hospitalizadas. Así pues, se inició en el rol de asistente de director de gimnasia para
poder pasar el día con los pacientes, evitando el contacto social con el personal.
Introducido en la institución que el mismo definió como residencia de trabajo, donde un gran número de
individuos en igual situación, aislados de la sociedad por un periodo de tiempo, comparten en su encierro una
rutina diaria, administrada formalmente, en la que cada uno de ellos tiene una fuente distinta sociológica y
tiene escasa relación con los demás
Este primer ensayo es un examen general de la vida social en estos establecimientos, fundado sobre todo en
dos ejemplos en los que el ingreso de los internados no es voluntario: los hospitales psiquiátricos y las
cárceles. Lo define como la carrera moral del paciente mental, considera los primeros efectos de la
institucionalización sobre las relaciones sociales que el individuo mantenía antes de convertirse en interno.
Forma de dividir las instituciones sociales según Goffman: La primera la constituye los hogares de ancianos,
para ciegos y huérfanos, en las que cuidan de estas personas, pero a la vez son incapaces e inofensivas. La
segunda la constituyen los enfermos infecciosos, hospitales psiquiátricos y leprosarios. El tercer tipo lo
constituyen las cárceles y los reclusos. El cuarto grupo lo conforman los cuarteles y escuelas de internos
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destinados a un mejor cumplimiento de la tarea laboral. Finalmente se encuentran los establecimientos
concebidos a las afueras del mundo como son los monasterios y los claustros.
Las actividades que se realizan dentro del centro están estrictamente programadas y organizadas, con
supervisión personal de quienes hacen mover a la masa humana. Las prestaciones que se daban, pero con
ninguna dedicación ni estima a los internos. Las enfermeras actuaban por costumbre como si las enfermeras
no pudiesen oír algo si no era a gritos. Por otro lado si hablamos de los pagos, las cantidades eran insuficientes
por el trabajo realizado, otras veces no había trabajo por lo que los internos sufrían crisis de aburrimiento y no
recibían dinero. El horario también tenía sus peculiaridades era establecido según la conveniencia del
personal. Por lo que la institución total era un híbrido social, eran como invernaderos donde se transformaban
a las personas, era un experimento natural en el que se jugaba con los sentimientos de las personas.
La falta de información es otro inconveniente. Puede ocurrir la llamada desculturización, el preso llega con
una determinada cultura, pero a lo largo de su estancia pierde el contacto con el exterior, las visitas son
restringidas, y los medios de comunicación brillan por su ausencia.
Esta barrera que marcan las instituciones con los internos levantan entre estos últimos y el exterior la primera
mutilación del yo. El aislamiento lleva a formar un grupo constituido de novatos. Y seguimos mutilando al yo,
la despedida del nombre por un apodo o insulto que le acompañará siempre, el despojarse de sus posesiones,
el perder el contacto con su familia y amigos, si es que la tienen, lo llevan a emergerse más en ese mundo
infrahumano que cierra sus puestas a toda moral. Y dispuesto a ello, puede que obliguen al individuo a perder
su integridad física. Es curioso leer algunos de estos párrafos: un guardián los lleva por un largo pasillo hasta
una letrina abierta y les da dos minutos para hacer sus necesidades
¿Es que acaso se incluye con la internación, la pérdida de la intimidad? Parece increíble que ni siquiera le
dejen ha uno mantener su intimidad, que es lo más personal que pueda haber. Así pues, la prisa y la presencia
de espectadores resulta intolerable sobretodo para las mujeres.
No ponen interés en cuidar ningún aspecto, ni siquiera la salud de cada individuo. No se si habrá controles de
sanidad, cosa que dudo, pero la contaminación física que se refleja en la comida en mal estado, los
alojamientos en desorden, las toallas manchadas, los zapatos sucios, las camisas con el sudor de anteriores
usuarios, resulta denigrante para una persona humana.
resulta muy difícil evocar mis días escolares sin una bocanada de algo frío y maloliente
Se violan los derechos humanos de los internos porque ellos también lo hallan hecho en una ocasión
anteriormente, estamos abortando toda ley y toda constitución que la manda, es el ojo por ojo y diente por
diente, ¿qué sentido tiene entonces todo lo dictado anteriormente, todo principio de ética moral?
No obstante, sigamos reflexionando sobre una cuestión tan interesante: la costumbre de mezclar los grupos de
edades, los pueblos y razas en las diferentes prisiones y en los hospitales psiquiátricos que pueden dar lugar a
que un interno se sienta contaminado por el contacto de compañeros indeseables. A muchos presos se les aloja
en celdas colectivas desde un primer momento, no importa ninguno de los aspectos citados anteriormente, se
les trata como despojos, al ingente número de masa humana que pierde toda identidad en el mismo momento
en que entran y se les tratan como reclusos. Porque basados en la teoría de que hay que disciplinarnos, es
necesario o conveniente bajo su punto de vista el almacenarlos a todos juntos sin puertas, sin cierres.
S i eso no es suficiente, se le somete a una burla constante sobre sus derechos e integridad física y psicológica,
se lee su correspondencia y se le censura cuando les convenga. Claro que luego sorprende que el interno
llegue a un estado que han denominado como terapia de chock, en la que el paciente es presa de convulsiones
que a menudo parecen las de un accidentado. Algo semejante a la mortificación experimental que se encuentra
en los campos de concentración. Este tipo de agresiones directas contra el yo llevan a que el paciente actúe en
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defensa propia, se sienta como un niño indefenso en estado de looping: un estímulo que origina una reacción
defensiva por parte del interno. La rebeldía que encrespaba en su alma y que no podía salir sino retenerse bajo
la presión y la agonía que producían sobre ellos las clases dominantes, se manifestaba a modo de
convulsiones, estados de mal humor, irritación, que tenían que disimular cuando se le realizaba el diagnóstico
o tratamiento correspondiente.
En definitiva, si alguien piensa que cualquier conducta encaminaba hacia ese modo de actuar no conlleva a la
tiranización es que está ciego o no quiere ver como se atropella a l ser humano, encerrado bajo una celda que
le sigue a todas partes donde debe mantenerse firme, incluso a las horas de las comidas, donde debían comer
erguidos, sin mirar a los lados y sin quejarse.
Pero el que no ha estado nunca en una posición de desamparo similar quizá no alcance a darse perfecta cuenta
de la humillación que sufren quienes sin tener ningún tipo de impedimento físico, pero sin autoridad para
desempeñar por sí mismas las ocupaciones más elementales, deben recurrir a una cargosa insistencia para
lograr cosas tan minúsculas como una muda limpia o un fósforo para encender el cigarrillo, y para eso
inoportunan constantemente a las enfermeras que se lo sacan de encima prometiendo complacerlas y se
marcharán si lo pedido. Es decir, hasta el personal de la cantina parecía compartir opinión general de que era
un desperdicio gastar miramientos para ellos.
Una institución social podía compararse con una escuela de perfeccionamiento social, en la que todos los
reclusos debían realizar una actividad regulada al unísono de los compañeros internos. Esto es a lo que se le
denomina regimentación. Así hacían patente su dominio sobre el mundo, o al menos sobre su mundo, en el
que tenían los hilos y la tutela de cada uno de ellos. Esta es otra muestra de su incompetencia personal, la
autoridad no se obtiene con la represión, sino con el hacerse respetar y guardad una distancia que no tiene
porque ser una demarcación que conlleve a la humillación y el maltrato físico−psicológico, por tanto, hablar
de comodidades aquí es una utopía permanente, sino se mira por el bienestar personal y las necesidades
básicas de cada uno, es incoherente pedir un confort mayor a una situación tan degradante. Una de las
paradojas y contradicciones del personal del campo es el hecho de que obliguen a los reclusos trabajar en
colmena y por otro lado, impidan la sociabilización entre ellos. Así los meten a todos bajo el mismo
envoltorio, los mezclan, pero no dejan que ellos se autorealizen ni se relacionen.
En los campos de concentración, y en menor medida en las cárceles, algunas mortificaciones parecen
admitirse por su poder mortificante, pero aquí el interno ni dificulta ni facilita la destrucción de su propio yo,
porque hace ya tiempo que perdió su personalidad, ya no se siente persona, anda porque se lo dicen, come
porque es su deber, y se levanta por la mañana por miedo a no morirse en el poco rato que duerme, por eso si
alguna vez se le abre el candado y lo sueltan a la calle, se encuentra desconcertado y perdido en el mundo que
desconoce. La mortificación del yo o disminución del yo probablemente impliquen alguna tensión psíquica
para el individuo, con los hábitos del yo, como la falta de sueño, la alimentación insuficiente o la indecisión
crónica, puede exagerar el efecto psicológico de la violación de los límites del yo.
Los castigos y privilegios son en sí mismos modos de organización inherentes a las instituciones totales. En
el mundo habitual del interno los castigos se conocen como algo impuesto a los animales y a los niños. Por lo
que no cuadra aplicar este modelo de condicionamiento conductivita a los adultos, pero lo hacen porque ahora
que están dentro los reclusos se encuentran tan indefensos como niños, y se dejan llevar por sus instintos. Es
el experimento humano, sacado de Paulov quien estudió con animales el condicionamiento clásico, y la teoría
del refuerzo y castigo con perros. Es curioso, pero creo que cabe relación con lo que hace el personal con sus
reclusos. A este respecto cabe resaltar los privilegios que son utilizados por la misma regla que los castigos.
Castigos y privilegios llegan a articularse en un estado de tareas internas. Los lugares para trabajar y para
dormir se van caracterizando poco a poco, por la vigencia de ciertos tipos y niveles de privilegio. Así pues, los
castigos que pueden aplicar al interno son: suspenderle todos los privilegios, maltratarlo psíquicamente,
poniéndole en ridículo o sometiéndole a humillaciones innecesarias. Si esto es digno, entonces es que nosotros
también hemos perdido la dignidad con ellos. Si bien el sistema de privilegios parece aportar el principal
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marco de referencia dentro del cual tiene lugar la reconstrucción del yo, existen otros factores típicos que
apuntan en la misma dirección general por distintos caminos.
De mayor importancia son los procesos de confraternidad, que llevan a personas socialmente distantes a
prestarle ayuda mutua y a cultivar hábitos comunes de resistencia contra el sistema que les viola su intimidad.
Necesito recordarme cada tanto tiempo que un gobierno que de veras cree en la libertad de conciencia, no
debería meter presa a la gente por practicarla. Aunque el sistema de castigo−recompensa pueda servir para las
infracciones individuales cuya fuente es identificable, la solidaridad de los internos puede ser lo
suficientemente poderosa para sostener breves actos de desafío anónimo. La mayoría se atienden a la política
de hacer un juego astuto.
El tiempo para los reclusos. La mayoría piensa que el tiempo pasado allí es tiempo perdido, malogrado, es un
tiempo con el que no debe contarse. Hasta que llega a convencerse de que ha sido desterrado de la vida para
cumplir su condena, y se olvida del tiempo, porque todos los días son una copia del anterior, y una réplica del
siguiente. Además se le suman las duras condiciones de existencia que conllevan a la esterilidad absoluta de
sus propias vidas. A su vez las desconexiones sociales causadas por el ingreso, y la impotencia para adquirir
dentro de la institución beneficios transferibles a la vida de afuera, propician al recluso esa agonía que arrastra
por el tiempo muerto, la desconexión plena de todo y la violación de toda su intimidad que llevan al paciente a
vivir en un mar inerte, del que emergen como pequeñas islas hormigueantes sin vida y sin aspiraciones. La
perspectiva resulta probablemente desmoralizadora, pero el salir de este entramado insufrible se preguntan
¿Podré arreglármelas ahora yo fuera?, ¿Ahora que puedo dar rienda suelta a mi vida y actuar con absoluta
libertad? Estas preguntas se la han hecho muchos ex−internos que pensaban en volver a dentro, porque eran
incapaces de tomar decisiones por ellos mismos. Muy poco después de su liberación el interno había olvidado
en gran parte cómo era y cómo sentía la vida antes de entrar en la institución. A la entrada en la institución
habían adquirido un status proactivo que podía ser favorable o desfavorable, si era el caso de este último los
ex − internos harían todos los esfuerzos por ocultar su pasado y superarlo. Pero al borrarlo su salida al exterior
resulta desprovista de toda orientación. Se han empeñado tanto en mantenerse dentro de la institución que se
han olvidado el pensar que harían cuando salieran realmente. Así dice Goffman que cuando el individuo en
estas condiciones sale al mundo exterior encuentra una fría acogida, es posible que la liberación se le presente,
en suma, como el traslado desde el nivel más alto al nivel más bajo del mundo grande
• El mundo personal
Aquí Goffman define las instituciones totales como depósitos de interno, organizaciones diseñadas de cabo a
rabo y a conciencia como máquinas efectivas, cuya meta es cumplir unos pocos fines formalmente admitidos
y aprobados, que tienen como objetivo primordial la reforma de los internos, de acuerdo con un esquema ideal
que aplican al material del que cuentan, la gente que puede presentar las mismas características de los seres
inanimados. Por lo que existen similitudes entre trabajar con humanos y trabajar con objetos, el determinante
crucial del mundo laboral, recalco, deriva de los aspectos del ser humano como material sobre el cual se
trabaja. Según los principios morales que rigen en la sociedad circundante, las personas se consideran como
fines en sí mismas. De esto se deduce que en el manejo del material humano hay que atenerse a ciertas
normas, aunque a veces se la saltan porque son obstáculos que se interponen en el camino de la
descalificación humano. No obstante, en cuestión de normas y derechos, el personal tiene obligaciones
precisas cuyo cumplimiento se encargan de recordarle, no los superiores jerárquicos, sino los diversos
organismos de control de la sociedad general, aquellas personas que aún quedan aunque escasean que todavía
actúan con un poco de ética y coherencia.
La obligación del personal es de mantener ciertas normas de humanidad con los internos que plantea
problemas en sí misma, pero un conjunto adicional de problemas característicos se encuentra en el conflicto
permanente entre las normas humanitarias, por un lado, y la eficiencia institucional, por el otro. Entrar en un
consenso e intentar compaginarlas resulta difícil porque se suele tender hacia uno de los dos extremos el
tiranicidio y la irresponsabilidad.
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Un tercer aspecto general es que los materiales humanos, aunque resulte frivolizar sobre el tema, es que
difieren de los otros porque plantean problemas únicos, y tienen la capacidad de llegar a constituirse en
objetos de la simpatía y hasta el cariño del personal. El interés afectuoso que el personal puede sentir con el
tiempo por los pupilos de las instituciones está relacionado con una especie de ciclo envolvente, en el que
adopta una posición vulnerable ante el interno, poniéndose en el lugar de éste, pero esto pocas veces sucede,
nunca se comparan con ellos, porque ellos no están a su alcance.
Cuando se permite el contacto cara a cara de los internos con el personal, cada encuentro se presenta a
menudo en forma de acosos, de pedidos por parte del enfermo, y estos se ven obligados a controlar a los
internos y a defender a la institución en nombre se sus fines declarados, pero esto es una contraposición a lo
expuesto en el primer punto del mundo interno, será entonces cierto que estamos hablando de dos mundos
diferentes.
Otra de las funciones del personal es lograr que los internos se autoconduzcan de un modo manejable y,
propender ese fin, tanto en el comportamiento deseable como indeseable deben definirse como surgidos de la
voluntad y el carácter personal de cada interno y sometidos a una decisión. No obstante cada perspectiva
institucional contiene una moralidad personal, y en cada institución total podemos ver, el desarrollo de algo
análogo a una versión funcionalista de la vida moral. Pero todas las instituciones sustentan una teoría humana,
un elemento importante que consiste en creer que si se logra que el interno demuestre una defensa extrema al
personal, resultará manejable en lo sucesivo, porque al someterse a estas exigencias iniciales, su resistencia
queda de algún modo quebrantada, es decir queda manejable y moldeable a su antojo.
• Las ceremonias institucionales
Toda institución total parece desarrollar una serie de prácticas institucionalizadas, a través de las cuales el
personal e internos se acercan lo suficiente para que cada grupo obtenga una imagen favorable del otro, y se
identifique simpáticamente con el otro. Estas prácticas expresan unidad, solidaridad e interés conjunto en la
institución, pero ¿de verdad se llevan acabo estos principios que simbolizan parte de los derechos humanos y
la integridad personal de cada individuo? o ¿se quedan a orillas para ceder el timón al tiranicidio operante?
Un tipo de ceremonia institucional un tanto especial es la fiesta anual en ella el personal e internos se
mezclan, participando en forma de sociabilidad tan convencionales como una comida, un baile, una tertulia.
La fiesta anual suele asociarse en las instituciones totales, a la celebración de Navidad. De esta manera, les
dejan saborear las apremiaciones dadas por la institución, y el resto del año lo barnizan de un duro trabajo
monótono y unas condiciones de vida insalubres.
Otro tipo de ceremonia interesante es la función teatral, es el caso típico de que los internos hacen de actores
y los directores de la producción son el personal, pero a veces hay elencos mixtos. La primera parte del
espectáculo consiste en una sátira con imitaciones burlescas de personas muy conocidas en el ambiente, sobre
todo de los miembros importantes del personal superior.Además de los cuadros satíricos puede haber
representaciones dramáticas que evoquen el deplorable pasado histórico de las instituciones totales similares,
en contraste con un presente, presumiblemente mejor, que utopía.
Hay dos tipos de materiales publicados que anuncian las ceremonias institucionales. En primer lugar están las
noticias locales que incluyen información sobre las ceremonias recientes, referencias a acontecimientos de
orden particular, cumpleaños, viajes y defunciones de los miembros de las instituciones. En segundo término
se encuentran las noticias del mundo exterior, relativas al status social y jurídico de los internos y externos,
ensayos originales, cuentos, poesías
Generalmente la exhibición institucional parece destinarse a las visitas. El interés se enfoca a veces hacia un
visitante determinado de un interno determinado. También dicha exhibición puede estar destinada al público
general, y a proporcionarle una imagen apropiada del establecimiento, capaz de disipar la aprensión común
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hacia las instituciones donde la permanencia es voluntaria.
Con estas ceremonias la dinámica de apariencia supone algo más que un mero contraste entre lo que se exhibe
y la realidad. En muchas instituciones totales se aplica castigos no autorizados por el reglamento. Con
respecto a la rutina diaria del establecimiento, guardan la misma relación que la que mantiene esta rutina con
respecto al despliegue de espectadores extraños a la institución, y los tres aspectos de la realidad, en que se
oculta a los internos, el que se les revela, el que se muestra a los visitantes, deben considerarse en conjunto,
como tres partes de un todo, íntimamente conectadas entre sí.
Así las visitas individuales y las inspecciones permiten mostrar a los extraños que todo marcha bien en su
interior, que todo y todos están estrictamente controlados.
Para añadir algunos comentarios finales acerca de estas ceremonias. Goffman presenta una periocidad
bastante espaciada con la que todos los grupos del establecimiento se asocian a ellas, cualquiera que sea su
rango y posición, pero se les da el lugar que corresponde. Estas prácticas ceremoniales expuestas en un
análisis realizado por Durkheim son presentadas en una sociedad peligrosamente dividida en internos y
personal que puede a través de estas ceremonias mantenerse unidas.
Por simple que sea una ceremonia, marca una pausa en la que soslaya, y hasta se invierte el drama social
ordinario. Es una paradoja a la realidad emergente, es la muestra inversa de que las cosas se pueden hacer de
otra manera y que los beneficiarios y perjudicados sean otros.
Hay un fundamento sujeto por Goffman en que una de las principales torpezas de las instituciones totales
consiste en exhibir la diferencia entre dos categorías construidas de personas, diferencia en calidad social y en
carácter moral, diferencias en las percepciones perceptivas del yo y del otro, en una institución entre una
enfermera y un paciente, así cabe resalta que uno de los principales problemas aparezcan por la falta de
consenso entre estas diferencias, y surja, por tanto, la tensión social.
• Salvedades y conclusiones
Se ha de resaltar aquí una de las características que más relevancia tienen en las instituciones totales, que son
la adopción de ciertas formas de deferencia que están asentadas sobre una base formal, en cuya virtud se
plantean exigencias específicas y se determinan sanciones negativas específicas para infracciones. El personal
se defiende de esta alteración en las relaciones de deferencia, mediante ciertas argucias comunes. Primero en
definir a los internos como no del todo adultos, segunda la idea de que se saluda al uniforme y no al soldado, y
tercera que el personal puede ocuparse del adiestramiento, dejando a los niveles superiores en libertad para
recibir personalmente los testimonios no reforzados de deferencia. En esencia, la función que incumbe la
miembro interno es la de instruir y disciplinar al interno en las formas de comportamiento que debe adoptar en
sus contactos. Pero ni el grupo del personal ni el grupo de internos es homogéneo.
Respecto a las personas que ingresan por primera vez en el centro, lo pueden hacer bajo diferentes estados de
ánimo. En un estado está la entrada totalmente involuntaria y en el otro extremo están se encuentran las
instituciones religiosas que solo tratan con quienes son llamados a esa vida. A medio camino se encuentra
entre los dos extremos el ejército en el que los internos están obligados a servir. A esta variable de modo de
reclutamiento se le incluye otra, relativa al grado en el que el personal tenderá a provocar un cambio
autorregulador en el interno. A este cambio regulador se le incluye la tendencia a cambiar los nombres a los
que ingresan, desde ese mismo momento para simbolizar mejor la ruptura con el pasado, y la entrega a la vida
de establecimiento. Pero la permeabilidad a una institución total puede tener consecuencias variables para sus
operaciones y sus cohesiones interna. Esto se ejemplifica adecuadamente en la posición precaria del personal
de nivel más bajo. Al compartir la cultura del mundo habitual de los internos, pueden servir como un canal de
comunicación natural entre estos y el personal superior. Sin embargo les costara mantener la distancia con sus
pupilos y aún más el librarse de los acosos y las peticiones.
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La carrera moral del paciente mental
La palabra carrera empieza a utilizarse en un sentido más amplio, para referirse a cualquier trayectoria social
recorrida por una persona en el curso de su vida. Una de sus ventajas destaca en la ambivalencia: por un lado
se relaciona con asuntos subjetivos como la imagen del yo y por otro se refiere a una posición formal, a
relaciones jurídicas y a un estilo de vida.
Este trabajo, como ya he dicho al principio de la obra, es un ensayo del yo de enfoque institucional. Nos
preocupan principalmente los aspectos morales de la carrera, es decir, la secuencia regular de cambios que la
carrera introduce en el yo de una persona, y en el sistema de imágenes con que se juzga a sí misma y a las
demás.
Por otro lado, la categoría de paciente mental, debe entenderse desde un punto de vista sociológico. En esta
perspectiva la concepción psiquiátrica de una persona solo cobra significación en cuanto altera su destino
social, y en nuestra sociedad esa alteración parece significativa solo cuando la persona es sometida a un
proceso de hospitalización.
La carrera del enfermo mental puede dividirse en tres etapas:
• Etapa pre−paciente: periodo previo a su internación
• Etapa del paciente: periodo posterior al alta del hospital
• Etapa ex −paciente
• Etapa pre− paciente
Encontramos en él una lucha entre lo que es realmente y la impotencia de ser algo que valga la pena
ser, y por ende se merezca su propio respeto. Apareada a esta se encuentra otro aspecto el esfuerzo de
ocultar a los otros lo que considera las nuevas verdades fundamentales acerca de si mismo y l intento de
ver si los otros también lo han percibido. Este estado provoca ansiedad y angustia en el paciente.
Para la persona que se cree mentalmente desequilibrada, el ingreso a un hospital psiquiátrico resulta a
veces un alivio. En otros casos la hospitalización puede empeorar la situación. Así pues, su primer
contacto con la institución adopta una de las formas siguientes: algunos internan porque la familia le ha
suplicado que lo haga, o ha amenazado romper los vínculos de parentesco, bajo escolta policial, o
porque los llevan engañados.
La carrera del pre− paciente puede considerarse como un proceso de expropiación: cuando se inicia
esta primera etapa, es poseedor de derechos y de relaciones, cuando termina se da comienzo a su
estancia en el hospital. Los aspectos morales de esta carrera parten de una experiencia de abandono,
deslealtad y resentimiento.
Agentes y agencias constituyen un sistema social que adquiere una importancia cada vez mayor, y
cuyos elementos entran en contacto sistemático por la necesidad de atender y transferir a las mismas
personas. Esta en primer término las personas más allegadas al pre−paciente, en segundo término la
persona que ha puesto al paciente de camino al hospital, y en tercer puesto los mediadores, la sucesión
de agentes o agencias a los que el pre− paciente es transferido.
El paciente suele sentirse traicionado por su familia y amigos.
• Etapa del paciente
El paciente ha quedado al margen de la sociedad y sus allegados le han dado la espalda. Al llegar
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evitará que nadie lo conozca, para evitar toda reciprocidad. Pero en la mayoría de los casos se expone a
disposición hospitalaria. En cuanto el pre− paciente comienza a asentarse, su destino tiende a seguir el
modelo de la institución. El ambiente y conjunto de normas del hospital psiquiátrico presionan al
paciente para sentirse que después de todo, no es más que un caso patológico, que ha sufrido alguna
especie de colapso social. Por lo que el interno debe compenetrarse o fingir que se compenetra con los
dirigentes y compañeros del hospital.
Si Ya decimos que los hospitales psiquiátricos divulgan el tipo de información sobre cada interno qué
este puede tener mayor interés en ocultar, entonces toda aberración queda acogida por las riendas del
personal que cada vez se asemeja más a la represión y la falta de ética moral.
Desde el punto de vista actual, este sistema funciona como una especie de incubadora: los pacientes
ingresan en condiciones sociales de primera infancia para pasar, al término de un año, a salas de
convalecientes, en condiciones de adultos resocializados. Pero el concepto de socialización queda un
tanto lejano de la mano de las instituciones que sé centran en coaccionar a los pacientes y absorberles
su propia identidad. El yo del pre− paciente aumenta o disminuye de acuerdo a la afiliación que se
entabla entre la persona más allegada y el entorno.
Y por otro lado ataña la protección requerida por la persona que lo acoge, la propia institución. El
paciente en esta segunda etapa ya se ha vinculado a la institución como un integrante más, pero esta no
deja de manejarle a su antojo y disposición, continua la degradación del yo.
La vida íntima de una institución pública
Primera Parte
Actuar y ser
Goffman hace aquí una crítica a los vínculos que unen al individuo con las entidades sociales. La
participación del individuo en la entidad le creará una serie de obligaciones: trabajos y servicios a
cumplir, tiempo a insumir o dinero a gastar. Por tanto, la participación en una entidad implica un
compromiso y al mismo tiempo una adhesión.
Dentro de esta institución, organización instrumental formal que lleva acabo un conjunto de
actividades deliberadamente coordinadas, que tienden a la obtención de algunos fines explícitos, se
aseguran de que el participante se mantenga ocupado en actividades de la organización, para mantener
en marcha el organismo humano. El esquema de la misma entabla una coalición intrínseca y estratégica
entre los intereses de la organización y los del miembro individual. Pero para que cooperen vuelven a la
técnica del refuerzo− castigo, amenazándoles con castigos y sanciones a quienes no lo hagan. Estas
sanciones negativas para el individuo, pueden comportar eventualmente una disminución en las
renumeraciones habituales, o en los niveles de bienestar ordinarios.
Ajustes primarios y secundarios
Cuando un individuo entra en una cooperación se le pide que actúe como cooperador, es decir, el
individuo coopera en una organización aportando la actividad requerida en condiciones requeridas. Se
ha transformado en ese cooperador, miembro programado o construido. Así se ha creado el ajuste
primario, para llegar a ajustarle del todo, habrá otro segundo paso o ajuste secundario, un arreglo que
permite al miembro de una organización emplear medios o alcanzar fines no autorizados. Los ajustes
secundarios representan vías por las que el individuo se aparta del rol y del ser que la institución daba
por sentado en su respecto. Cabe mencionar que una importante característica de los ajustes
secundarios consiste en contribuir a la estabilidad institucional, el participante que se adapta de este
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modo a la organización probablemente seguirá integrándola mientras pueda serle útil. A su vez
podemos clasificarlos en dos tipos: ajustes violentos propios de los participantes con intenciones
concretas de abandonar la organización o alterar la estructura interrumpen en cualquiera de ambos
casos su forma de funcionamiento, y los ajustes reprimidos que se amoldan, como los primarios, a las
estructuras institucionales existentes, sin introducir ninguna presión enderezada hacia un cambio
radical, también llamados prácticas. Estos abarcan toda la vida íntima del establecimiento social,
observando que ocurren con diferente frecuencia y en formas diferentes según la ubicación de quienes
lo practican. La ramificación de los ajustes secundarios difieren también en extensión, según el tipo de
establecimientos.
No obstante, conviene advertir, que loo que constituye un ajuste primario para una categoría de
participantes, puede ser un ajuste secundario para otra categoría.
Cabe resaltar que no solo son las instituciones mencionadas al principio de la obra las que realizan estos
ajustes también existen otras entidades, que sin ser organizaciones delimitadas por muros, también
intentan mantener un dominio sobre los participantes, legitimando los ajustes secundarios con el
carácter de ajustes primarios. Puede mencionarse un ejemplo relativo a la administración municipal.
Segunda parte
Vida íntima del hospital
Fuentes
En este apartado se hace una consideración a las fuentes de los materiales que emplean los pacientes en
sus ajustes secundarios. Se advierte primero de la amplia vigencia de instituciones. En todo
establecimiento social, los participantes utilizan los artefactos que tiene a su alcance para fines
previstos. En las cárceles sucede que puede obtenerse un cuchillo golpeando una cuchara hasta
aplanarla, o extraer tinta de dibujo de una revista. Así aunque los recursos son escasos el ingenio y las
situaciones de extremas hacen desarrollar este tipo de habilidades en los pacientes. Otra nota curiosa
era que en el Hospital Central en las salas de bancos duros, los pacientes solían tener en la mano rollos
de periódicos para colocárselos entre la nuca o toallas.
Los más ancianos también se buscaban su trucos para hacerse la vida más fácil, así para andar eludían
a veces la molestia de ir hasta el baño recurriendo a determinadas tácticas: en la sala cuando el
radiador se la calefacción estaba al máximo se podía orinar encima sin dejar huellas demasiado
durables. En las perores salas, los internos de cualquier edad a menudo llevaban consigo vasos de papel,
a modo de salivaderas y vasos portátiles.
La mayoría de las técnicas habituales para la explotación del sistema no parecían relacionarse
directamente con la enfermedad. La compleja serie de prácticas asociadas a la obtención de comida,
bebida o vicios eran producto de años de internación. Para explotar el sistema hay que reconocerlo a
fondo.
Por otra parte, existían algunas formas menos tradicionales de explotar el sistema. Todo
establecimiento social tiende a favorecer los contactos preferenciales íntimos entre sus parientes, de
donde surge un nuevo motivo de ajustes secundarios
Pero algunos pacientes e mostraban hartos de conversar sobre su reclusión, y de ventilar su caso con los
demás pacientes y aspiraban a la conversación con otras personas, como medio posible de olvidar su
cultura. Al vincularse con la gente de afuera, esperaban poder confirmar su impresión de no ser
enfermos mentales. Pero era una opción que muy pocas veces se les ofrecían pues tenían las visitas y las
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llamadas restringidas.
Era un juego al que jugaban todos, el paciente intentaba ganarse al personal mediante alguna
estratagema, el interno va ganándose la buena opinión del personal y va induciéndole a una actitud
favorable sobre él.
Lugares
Una de las asignaciones típicas del Hospital Central era explotar a los compañeros de internado con
fines a la sociabilidad, mediante esta terapia se trataba de instruir al interno, más bien se trataba de
cambiarle, de prejuzgarle y hacer que se creyera esos prejuicios, a partir de ahora sería los desviados
encarrilados por la sociedad manejante de individuos o marionetas que dejan de ser personas, en el
mismo momento en que están en sus manos, o al menos dejan de ser la persona que eran. Había que
educarles en un espacio de vigilancia constante, allí podía estar un paciente sometido a la autoridad y
sin restricciones usuales en el establecimiento. Esta área comprendía casi todo el hospital, para los
pacientes sin libertad. de esta manera cualquier actividad desencadena por el interno quedaba visible
ante los ojos de la autoridad. Un sentimiento de autodeterminación podía impregnar la atmósfera de
estos lugares.
Conseguir un lugar libre era una de las principales formas de aprovecharse de los pacientes. No solo los
privaban de toda libertad e intimidad sino que ironizaban sobre ello e los chantajeaban psíquicamente.
Asignados os espacios sobre los que el paciente tiene inusitado el dominio, que son todos, los lugares
libres y los territorios de grupo como el recreo, queda solo como opción reclamar un espacio privado,
donde el individuo pueda tener comodidades, dominio y tácitos derechos. Es una utopía constante y en
aquella década los principios de Goffman se quedarán en puertos hasta que pase algún tiempo.
Depósito y transporte
Estos dos elementos adicionales también suponían ciertas condiciones materiales que arroyaban con la
autonomía del individuo. Si una persona no puede guardarse nada para sí misma, si todo lo que usa es
usado también por otros, pocas posibilidades tendrá de atenerse a la contaminación social, esta envuelto
en la misma manta, metido en el mismo saco de ganado desviado, pero el hombre necesita ventilarse,
salir un poco de este enjambre, y no estoy hablando de las visitas restringidas, sino de un espacio de
libertad y autorrealización propio. Por lo que hacían uso de un escondijo estable requerido con el fin de
llevar acabo los objetivos o fines de cada individuo, como puede ser un momento de soledad.
Para los medios de transporte también había que especificar el porque se iban a utilizar y para que
fines. Y lo mismo pasaba a la hora de circular mensajes que debían ser leídos
antes por la autoridad.
Otro aspecto general de estos sistemas es que cualquier interno esta obligado por su asignación a hacer
rondas en el establecimiento, parece un candidato natural para el oficio del mensajero, y
probablemente acabe explotando así su asignación, si no es por deseo propio, por la presión de otros
internos. Por o que el interno sino estaba manejado por los intereses de sus compañeros o los suyos
propios tenía que acatar los de las instituciones generarles.
Estructura social
Vinculado a los sistemas de transporte cabe destacar el esfuerzo ajeno que se basa en la fuerza no
racionalizada, o que podría llamarse la coerción privada, el ayudante no ayuda aquí porque halla de
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mejorar con ello su condición presente. El ayudante ayuda porque es su obligación.
Existía también dentro de esta estructura un espacio para la venta o trueque que permitían a los
internos un importante medio extraoficial para utilizar al prójimo. Un medio a través del cual
cambiaban objetos y servicios por algo tal vez de escaso
valor para cualquiera, pero no para ellos. Dentro de un ámbito donde se cierran las puertas al exterior,
donde no se tiene nada, porque no vales nada, las pequeñas cosas tiene un valor tan importante, incluso
más que tu propia vida, por eso vendes y te vendes por nada.
El sistema de salas y el sistema de asignaciones
Al ingresar en el Hospital Central, el paciente debía ubicarse en dos estructuras sociales básicas: el
sistema de salas incluía un lugar de residencia y el sistema de asignación permitía que el paciente
saliera de su sala y pasara todo el día, o parte de él, bajo la vigilancia del miembro del personal que
utilizaba sus servicios, o que le administraba algunas de las diversas clases de terapia.
La franquicia principal concedida a los trabajadores era el derecho a faltar de su sala durante el lapso
diario que reclamasen sus tareas. Ese lapso no incluía un periodo de descanso o de relax propio,
supongo que este no vendría incluido en el lote con la entrada en la institución. Por lo que solo podían
contar ocasionalmente con una parte libre de ese tiempo, para ir a la cantina, o concurrir a las
reuniones del pabellón o recreo.
El modelo médico y la hospitalización psiquiátrica
Caben mencionar las presiones a las que se somete a las personas internas que impiden que se realicen
plenamente. El individuo se ve sometido a una serie de cargas porque tiene la responsabilidad de
obedecer al personal. Así de esta manera se constituye una relación social entre el cliente que aporta a
esta relación, respeto a la competencia técnica del servidor, y la confianza en que usará de ella
éticamente, por otro lado y fuera de lugar dará gratitud y honorarios. A su vez el servidor aportará
presencia esotérica y empíricamente afectiva, puesta de buen grado a disposición del cliente; discreción
profesional, que conlleva a una absoluta falta de interés mostrada ante los usuarios. Esto justifica una
dedicación desinteresada, una buena compostura, a la que llaman disciplina.
La interacción que se produce apenas entre cliente y servidor cobra en principio una forma
relativamente estructurada. El servidor puede emprender operaciones mecánicas, manuales, sobre la
posición del cliente, sobre todo con carácter de exploración diagnóstica. Y también puede iniciar
intercambios verbales con el cliente. La parte verbal aquí mencionada comprende tres componentes:
primero técnico, que consiste en un intercambio de preguntas y respuestas con miras a mirar
información pertinente sobre la reparación. El segundo lugar es contractual y se reduce a la
formulación sobre costos aproximados, duración del trabajo y cosas por el estilo, y por último es
sociable porque abarca una serie de cortesías, gentilezas y muestras de cordialidad. Es un acuerdo entre
caballeros, donde existe una reciprocidad de mutuo respeto, pero esto solo se queda en el aire, debido a
unas bases cimentadas en el régimen autoritario que ejercen las instituciones sobre sus pacientes.
Una vez vista la relación cliente−personal, nos centraremos en este primero. Los clientes son seres que
se determinan a si mismos, por esa teoría de la reacción social, en entidades del mundo social, dignas de
ser tratadas con los debidos miramientos, y según los principios de la etiqueta. El éxito de la operación
experimento− cliente depende de que el servidor mantenga aisladas esas entidades de diferente índole,
dando a cada uno lo que le corresponde. Cuando el servidor ha terminado su trabajo transcurre un
mínimo periodo de tiempo en el que el cliente debe acatar sus exigencias. Debido a que el servidor tiene
pleno derecho sobre el cliente este puede disponer la ley de la forma que crea conveniente sobre su
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paciente. Esto es el precio de la ambivalencia que recoge la Constitución que transfiere de derechos
universales al mundo, pero solo en la teoría y no la práctica. Por lo que saco la conclusión, de que
dentro de la institución constatan dos delitos uno producido por el paciente de índole diversa, y otro
acometido por el propio personal por tomar sin consentimiento la posesión de cada usuario actuando y
opinando sobre él, reprimiendo su libertad, que al igual que el anterior va contra la ley.
L a versión médica de los modelos de servicios de reparación lo enfocan como un proceso mediante el
cual se pone al servicio del médico nuestro cuerpo, y éste lo somete a un tratamiento empírico racional a
su modo de pensar
. Así dejamos rienda suelta a que hagan con los pacientes lo que quieran, lo que vean conveniente según
su forma de pensar. Por ética profesional el médico no podrá aconsejar al paciente, solo puede
insinuarle. Pero los pacientes tienen la tendencia a pedirle consejo en asuntos ajenos a la medicina, y
existe la propensión del médico a creerse dotado a admitir esta expansión de su rol. Es evidente que la
gente tiende a postular y a decir como tiene que actuar cada uno, sin preguntarse por los peligros que
ello conlleva y descuidando si cabe su propia persona.
El médico, por otro lado, puede tocar distintos ámbitos: puede emplearse no para asistir a un
determinado individuo sino para asegurar que una empresa social constituida por un cierto número de
personas, se maneje de acuerdo con estándares mínimos de sanidad, por lo que también tiene aspectos
positivos.
Cuando un paciente ingresa por primera vez en la prisión se le hace una especie de reconocimiento
terapéutico de su enfermedad, la tenga no, los profesionales están encargados de aplicar siempre el
modelo médico.
Existe una diferencia entre la hospitalización médica y la estancia en un hospital psiquiátrico. En esta
última suele ser más prolongada y sus resultados demasiado estigmatizantes para que el individuo
vuelva del lugar social donde partió. Esto es consecuencia del desposeimiento de su propia persona que
ocurre cuando entra en el hospital. A pesar de todo, el personal del hospital psiquiátrico estima que las
condiciones de vida del paciente son la expresión de sus capacidades y organización del personal en ese
momento, así como una respuesta hacia ellas. Dentro del hospital, la vida del cliente a medida que se
regula y ordena conforme a un régimen de disciplina elaborado para que un personal reducido maneje
a una gran cantidad de internos involuntarios, acata los castigos y las recompensas que le pone le
personal en bandeja así como la autorización médica necesaria para imponer penas y conceder
privilegios.
Por otro lado si quieren salir del hospital deben demostrar que aceptan de buen grado el puesto que allí
se les adjudica. Este puesto consiste en apoyar el rol ocupacional de quienes al parecer imponen esta
sanción.
Los pacientes mentales pueden encontrarse aplastados por el peso de un ideal de servicio, que a las
demás personas no allana la vida.
CONCLUSIÓN
Al leer una obra con tanta riqueza de contenido, con tanta dureza, y tan semejante a
la realidad tan cercana, parece mentira que superen a la ficción los casos tan estremecedores que aquí
relata Goffman, las situaciones tan inhumanas e insalubres por las que tienen que pasar los internos, las
atrocidades que el personal acomete sobre ellos que les lleva a perder su identidad todo por cumplir
unas normas sin fundamento y seguir las directrices de una disciplina sin contenido.
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Lo que me asombra es la facilidad que tiene el servicio para emitir opiniones y juicios sobre una
persona que acaba de llegar solamente por haber leído su historial médico. Hay que ser muy ingenuo
para creer que un papel escrito puede representar a una persona.
Por otra parte me ha llamado la atención la paradoja constante que refleja el libro en la relación entre
el personal y el cliente. Intento ponerme en la postura de ambos, pero me es imposible, no entiendo el
atrevimiento por parte del personal al verter su ideología de disciplina ética a los clientes cuando ellos
no cumplen ninguno de los principios que profetizan, es una utopía, una contradicción, y un insulto a la
ley, que se encuentra en la constitución como algo inerte de la que cada uno hace lo que quiere. El
comportamiento por parte del servicio con sus idas y venidas, de castigos y privilegios aborta toda
moral ética.
Lo más grave de todo es que el individuo pierda toda identidad y se deje manejar por un reducido
número de persona que se creen dueñas del mundo, porque no solo intentan controlar sus vidas, sino
que hacen lo mismo con la de los demás, y las ponen en tela de juicio.
Por último, he de decir, que ha sido un placer leer por fin un libro con tanto fundamento, un libro que
apuesta por la veracidad de los hechos, que no trata de adornar con eufemismos una realidad tan dura
y llena de asperezas que todavía en la actualidad quedan por pulir.
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