Defectillos

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Defectillos
El tema es la violencia de género. [demasiado impreciso]
El tema es que ningún chico, por guapo que sea, es perfecto. [evidentemente
mal]
El tema es advertir a las chicas de que no transijan con los defectos de sus
parejas. [bien]
El tema es el peligro que supone para las mujeres no atajar los primeros indicios
de violencia de género. [bien]
El tema es la paciencia excesiva que tienen las chicas con sus novios. [mal]
El tema es la prevención de la violencia de género en las parejas jóvenes. [bien]
El tema es concienciar a las chicas del riesgo que corren si se muestran
permisivas con el comportamiento machista de sus parejas. [bien]
Un resumen del contenido esencial del texto es el siguiente:
A las jóvenes no solo les atraen los malos de ficción sino también los de la vida
real, hasta el extremo de aguantarles gustosamente pequeños defectos que con el tiempo
pueden degenerar en graves problemas, aunque ellas crean lo contrario. Un chico
posesivo acabará convirtiéndose, de esta manera, en un maltratador si alguien no le para
los pies a tiempo.
O:
Lo que parecen en los chicos defectos sin importancia pueden acentuarse con la
edad y originar problemas serios. Esto no lo comprenden las chicas que transigen con
sus parejas, incluso aceptando estar bajo su dominio, porque les atrae la aureola de
chico malo. Deberían rebelarse contra ellos por las funestas consecuencias que en el
futuro pudiera tener en sus vidas esta actitud.
La estructura del texto presenta un esquema de ideas sintetizante o inductivo,
puesto que la tesis principal -las chicas no deben permitir actitudes machistas en sus
parejas- aparece en forma de conclusión en el segundo parágrafo. Para llegar a ese
punto, la autora en el primer párrafo introduce la idea del atractivo que ejercen los
chicos dominantes de ficción a través de una encuesta (argumento estadístico, l. 1)
dirigida a chicas y extrapola sus conclusiones a la vida real (l. 4) con ejemplos de
jóvenes que dominan a sus novias (l. 5-7) y ellas les perdonan porque alegan que ya
cambiarán (l. 8), lo cual es rebatido contundentemente (contraargumento) mediante la
experiencia personal de la autora (l. 8-9). Y, a continuación, pone ejemplos (l. 11-17) de
malas costumbres adquiridas por los hombres e inevitablemente agravadas con el
tiempo. Termina este desarrollo argumentativo con una analogía entre lo imposible que
es transformar una rana en un príncipe y eliminar los defectos de una persona (l.16-18).
El segundo párrafo contiene el argumento más contundente. Ya no se trata de
defectos relativamente perdonables, como los ejemplificados anteriormente, sino de
algo mucho más grave: la violencia ejercida contra la mujer, primero a través del
dominio absoluto sobre ella y luego mediante el maltrato e incluso el asesinato (l. 1922), argumento de causa-efecto, a no ser que se le ponga freno a tiempo (tesis).
O:
La estructura general del texto presenta la disposición expositivo-argumentativa
tan usual en los artículos y columnas de opinión. Una introducción expositiva ocuparía
las ocho primeras líneas, mientras que el cuerpo argumentativo comenzaría en “Pues
bien, chicas, va a ser que no”. La conclusión final, en forma de tesis explícita, la
localizamos en el último párrafo (“dale puerta ya…”), por lo que hablamos de un tipo de
estructura inductiva o sintetizante.
El planteamiento del problema está recogido a través de un argumento
estadístico sobre los gustos femeninos en materia de hombres (líneas 1-2). Al igual que
a ellas les gustan los malos de ficción, también les atraen los chicos malos de carne y
hueso (líneas 3-4). Y justifican su elección arguyendo que si las tratan mal es porque las
quieren de verdad (líneas 5-7) y que si ellos presentan algún defecto con el tiempo ya se
les corregirá. Son argumentos falsos o falacias que la autora va a rebatir
inmediatamente.
En efecto, la contraargumentación se inicia aduciendo Isabel Vicente un
argumento de experiencia personal (líneas 8-11) o, mejor dicho, generacional que puede
servir de enseñanza a la juventud actual: no se mejora con el tiempo sino que se
empeora. Y pone diversos ejemplos de defectos físicos, psicológicos y sociales que se
agravarán con los años (fealdad, egoísmo, insensibilidad, pasotismo, etc. líneas 11-16).
Cierra su argumentación con un argumento analógico (líneas 17-18): los chicos no se
transforman solo por que los quieras mucho en príncipes, sino que continúan siendo
ranas.
Finalmente, el último parágrafo ofrece la tesis de manera contundente (“dale
puerta”) con más ejemplos de dominio machista sobre las chicas y con un argumento de
causa-consecuencia terrible: si no se hace algo a tiempo el fin de una relación así será
trágico (líneas 20-21). La solución que propone la periodista es romper con este tipo de
pareja.
Un esquema de las ideas más importantes del texto podría ser el siguiente:
1. Chicas atraídas por chicos malos.
1.1. Por personajes de ficción.
1.1.1. Según encuesta.
1.2. Por personas reales.
1.2.1. Chicas los aceptan.
1.2.1.1.Creen que cambiarán.
2. Los defectos no se corrigen.
2.1. Experiencia personal.
2.1.1. Se agravan con el tiempo.
3. No hay que transigir con ellos.
3.1. Las consecuencias serán funestas.
El texto aborda, desde una postura realista y con un lenguaje directo, un
problema que afecta desgraciadamente a muchas parejas, como demuestra la cantidad
de sucesos enmarcados en la violencia de género que tienen como víctima a la mujer.
Si, como defiende Isabel Vicente, prevenimos estos comportamientos luego no habrá
que lamentarse. Y son las chicas quienes deben actuar a tiempo y no caer en las redes de
la resignación o el perdón. Cierto que no hay nadie perfecto –ni chico ni chica- y que
todos tenemos algún defecto más o menos soportable, pero de ahí a permitir el dominio
de un miembro de la pareja sobre el otro media un abismo al que nadie debería
arrojarse.
En conclusión, nos hallamos ante un texto valiente, oportuno para una nueva
generación de jóvenes tal vez demasiado confiados en la igualdad de género, y dirigido
a aquellas personas más vulnerables (aunque también hay hombres entre las víctimas)
en las relaciones de pareja: las mujeres. No obstante, creo que sería más oportuno
transmitir estos valores desde la educación básica dada por padres e impartida en las
escuelas, pues un periódico, sea en el formato que sea, no suele ser leído por las
generaciones más jóvenes.
El texto, como corresponde a su carácter argumentativo, presenta un alto grado
de modalización puesto que el autor, desde un punto de vista personal, defiende una
opinión propia. Encontramos, en primer lugar, marcas de deixis personal referentes
tanto al emisor como a los receptores del mensaje contenido en el texto: “Leía”, “mi
compañera” (emisor), “te atraiga”, “tu lado”, “te vistes”, “tus mensajes”, “enamoraros”,
“dale”, “tenedlo”, “asume” (junto a un tú genérico aparece un vosotros dirigido a las
chicas jóvenes, presuntas receptoras del texto y a las que se apela directamente en la
línea 8 mediante el vocativo “chicas”), “todos sabemos” (plural inclusivo de todos los
lectores), “hemos aprendido” (plural exclusivo pues solo alude a mujeres maduras como
la autora).
En segundo lugar, mencionemos las modalidades oracionales que se apartan de
la usual enunciativa o asertiva, que sirve al autor para aparentar objetividad, como son
la exhortativa o imperativa para apelar a los lectores: “dale”, “tenedlo”, “asume” y la
exclamativa para manifestar repulsa o indignación: “maldita la gracia”.
En tercer lugar, el léxico valorativo también es un claro indicio de subjetividad
como se comprueba en el uso irónico de los sufijos diminutivos, que más que indicar
tamaño tienen un sentido despectivo: “defectillos” (que luego serán lacras) “noviete”
(posesivo e intransigente). Términos como “dueño”, “buen chico” o “maldita”, así como
la perífrasis “puede convertirse”, expresan una modalización valorativa que junto a la
deóntica (aquella dirigida a influir sobre los lectores y manifestada en la formulación de
hipótesis: “Si… si… si…”) son las predominantes en el texto.
El cambio de registro, del estándar al vulgar o coloquial –mucho más expresivo
para la juventud-, es otro de los rasgos de modalización. Lo podemos observar en
palabras del argot juvenil como “farra”, “parranda”, “ligón”, “imbécil”, “berrinche”,
“borde”, “dar puerta”, que acercan además a la autora al mundo de los jóvenes y
demuestran su conocimiento del mismo.
Acabamos este apartado de modalización con una alusión al humor y la ironía
como síntomas del enfoque personal que la autora ha dado al asunto abordado. El chiste
de las ranas para referirse a los novietes es muy gracioso y la ironía “el ser amado es
casi perfecto” y “muestras de amor” (donde las comillas ya subrayan la ironía) funciona
como recurso expresivo destacable. Son recursos dirigidos a que el lector interprete el
verdadero sentido de las palabras e incluso complete mentalmente el mensaje del
emisor, como los puntos suspensivos de la línea 18: “Al tiempo y verás…”.
La cohesión gramatical es aquella propiedad textual que contribuye a la unidad
de sentido del texto a través de mecanismos morfológicos y sintácticos, es decir,
lingüísticos. El entramado de relaciones que se originan a partir de estos elementos
(palabras, oraciones, párrafos…) posibilita la interpretación correcta del texto por parte
del lector.
En el texto que nos ocupa, dada la intención persuasiva del emisor sobre sus
lectores, es constante la oposición de deícticos personales: “mi compañera, mi
generación, Leía (yo)” / “te atraiga, tu lado, crees (tú), te hace, apaciguarás (tú)”. En
ocasiones, aparece un plural inclusivo para unificar la perspectiva: “todos sabemos”; o
bien un plural colectivo referido a las jóvenes lectoras del texto mediante el vocativo
“chicas”. En este sentido, es elocuente el tuteo como forma de dirigirse a los lectores,
revelador de un destinatario joven y de una emisora madura.
La deíxis temporal viene determinada por la constante interrelación entre
presente y futuro. El adverbio temporal “ahora” acompañado de verbos en presente (“es,
se resiste, hace, crees…”) alude a la actualidad del problema, mientras que el futuro
agravamiento del mismo se indica mediante referencias temporales (“al año siguiente,
con el tiempo, en un par de años, Al tiempo, en un tiempo”) reforzadas con verbos en
futuro (“hará, lograrás, apaciguarás, dejarán, regalará…”). Esta insistencia tiene que ver
con la repetición de la estructura sintáctica formada por proposición condicional y
proposición principal para formular hipótesis y deducir consecuencias. La cercanía del
problema a los lectores también se expresa mediante el deíctico espacial “aquí”, línea 9.
Por lo que respecta a las correferencias endofóricas, es decir, los mecanismos de
sustitución (proformas, pronombres, proadverbios…) que funcionan en el interior del
texto, distinguimos entre anáforas y catáforas. Las primeras tienen como función
recoger sintéticamente algo dicho anteriormente (línea 4: “lo que llevado a la vida…”;
línea 9: “en esto [lo explicado anteriormente] no hay excepciones”; etc.) y las segundas
anuncian algo que se dirá a continuación (línea 8: “Si algo hemos aprendido en mi
generación es que…”; línea 10: “tenedlo claro: con el tiempo…”).
Por último, un mecanismo muy importante para dotar al texto de cohesión es el
uso de conectores o marcadores discursivos. La sucesión de argumentos que la autora da
para reforzar su tesis está concatenada mediante el conector estructurador de la
información “Pues bien”, que aparece en las líneas 2-3, 8 y 10. También el conector
aditivo “Y” en las líneas 9 y 19 sirva para sumar argumentos. Además, para cerrar una
serie de ideas, a modo de conclusión final, utiliza los conectores “Al fin y al cabo” en la
línea 7 y “En fin” en la línea 16.
Entendemos por cohesión léxico-semántica el conjunto de relaciones semánticas
(sinonimia, antonimia, etc.) que se establece entre los significados de las palabras de un
texto. Este entramado de relaciones, también llamado red léxico-semántica, obedece al
sentido unitario y coherente otorgado por el emisor de un texto y permite la
interpretación correcta del mismo por parte del receptor.
En el texto que nos ocupa, podemos partir de la palabra clave “defectillos” para
relacionarla con términos como “taciturno”, “feo”, “viejo”, “juerguista”, “aburrido”,
“antipático”, “ligón”, “celos”, “borde”, “grosero”, “vago”, “egoísta”, “control”. Cada
uno de estos defectos sería un cohipónimo del hiperónimo “defectillos” y, dado el
sentido irónico con que lo emplea la autora, lo utiliza como sinónimo de “muestras de
amor” y de “prueba de amor”. Esta visión equivocada la tiene, según Isabel Vicente, la
JUVENTUD, campo conceptual en el que podríamos incluir vocablos como “cine”,
“móvil”, “berrinche”, “mensajes”, “beses”, “cama”, “20 años”, “familia”,
“adolescentes”, “citas”, “televisión”, “enamoraros”, “flores”, “ordenador”, “farra”,
“parranda”… Los dos últimos serían sinónimos. La juventud se divide en dos sectores,
masculino (“amigo”-“chico”, “ser amado”, “noviete”, “dueño”-“imbécil”, “malos”“canallas”, “turbios”-“atormentados”) y femenino (“las jóvenes”, “niñas”, “chicas”).
Ambos contienen sinónimos pero hay que destacar que muchos términos referidos a
ellos tienen un sentido muy negativo (sinonimia referencial). Precisamente, asociado a
este sector masculino tendríamos el campo conceptual de la VIOLENCIA DE
GÉNERO: “grita”, “controla”, “obliga”, “celos”, “posesivo”, “violento”, “machistas”,
“maltratándote”. El carácter contraargumentativo del texto queda recogido en el par
antonímico “corregible”/”empeora”, que respecto a los defectos juveniles sintetiza la
postura optimista de mujeres jóvenes frente a la visión pesimista de mujeres adultas
como la periodista. Otra relación de antonimia sirve para explicar la analogía entre
realidad y ficción y denunciar, por tanto, el engaño en que viven las muchachas: “vida
real” / “series”, “pelis”.
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