Castilla-2014-05-PensarBreve.pdf

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JOSÉ RAMÓN GONZÁLEZ, Pensar por lo breve. Aforística española de
entresiglos (1980-2012), Gijón, Trea, 344 págs.
En las últimas décadas se ha evidenciado un interés creciente de
críticos y lectores por un tipo de escritura signada por la brevedad. Lo
que en un principio fue un fenómeno ligado al auge de los
microrrelatos, minicuentos, minificciones, short stories, flash writing
y un largo etcétera de denominaciones, a finales del siglo XX
comenzó a extenderse al ámbito de lo aforístico con idéntico empuje.
No obstante, a diferencia del microrrelato, que ha gozado del prestigio
de sus cultivadores y antólogos como Jorge Luis Borges o Augusto
Monterroso, el aforismo ha andado un poco a tientas, apoyándose en
una tradición milenaria de literatura sapiencial y en los esfuerzos
puntuales y aislados de algunos (in)genios.
A pesar de la advertencia de Juan Ramón Jiménez acerca del
escaso calado que tuvo el género aforístico en las letras españolas, la
propia “ideolojía” del poeta de Moguer, la visión personalísima de
Gómez de la Serna y sus greguerías o los proverbios de Antonio
Machado demuestran la labilidad de un tipo especial de textualidad
ajena a taxonomías. Afortunadamente, la nómina de escritores que han
asumido el aforismo como vehículo de expresión se ha incrementado
de manera exponencial a partir de la década de los ochenta, donde
comienza razonablemente el período antologado por José Ramón
González.
La edición de José Ramón González Pensar por lo breve.
Aforística española de entresiglos (1980-2012), publicada por la
editorial asturiana Trea, demuestra el impulso que está recibiendo el
aforismo de la mano de editoras de nuevo cuño. No es un fenómeno
aislado. Una editorial de amplia recepción y demanda en el terreno de
la poesía como Renacimiento ha abierto en 2010 la colección de libros
de aforismos “A la mínima” dirigida por el poeta y aforista Manuel
Neila, donde se recoge la producción aforística de muchos de sus
grandes correligionarios: Nietzsche, Pessoa, Tagore o Ramón Eder.
Asimismo, grandes editoras como la pionera Edhasa han sacado a la
luz una muestra representativa de la mejor tradición internacional del
aforismo; y, en el ámbito de la literatura nacional, Lumen, Pre-textos y
Tusquets han publicado recientemente varias obras de aforistas
relevantes como Erika Martínez o Jorge Wagensberg.
Castilla. Estudios de Literatura, 5 (2014): XXIII-XXVII
ISSN 1989-7383
Mención aparte merece la editorial granadina Cuadernos del
Vigía. Dirigida con buen criterio por Miguel Ángel Arcas, ha
promovido la difusión del aforismo ya no sólo mediante el
mantenimiento de una colección dedicada al género, sino que ha
creado en 2013 un galardón único en el denso y heterogéneo
panorama literario: el primer Premio Internacional “José Bergamín”
de Aforismos.
Partiendo de este reconocimiento a la labor editorial que ha
sabido recoger el responsable de Pensar por lo breve, José Ramón
González presenta un panorama del aforismo accidentado y
susceptible de continuas matizaciones. De hecho, el aforismo ha
sufrido una indefinición permanente y sus necesarios estudios críticos
se han retrasado, aun habiendo gozado de una rica tradición creativa.
Así, frente al gran número de tesis doctorales, artículos científicos y
números monográficos en revistas especializadas dedicados a otras
formas breves como el microrrelato o el haiku, la aforística ha
permanecido generalmente en un plano secundario para la academia.
Por ello, la completa introducción de González se revela
absolutamente necesaria a la hora de establecer las coordenadas
fundamentales para el estudio y comprensión de este escurridizo
género.
Como bien se aprecia en estas páginas, el género se encuentra en
el límite “entre la literatura y la filosofía, entre la prosa de
pensamiento y la poesía, y en el que vienen a confluir, además,
diferentes fórmulas sentenciosas de tradición oral y escrita”
(González, 2013: 18-9). Debido a esto, muchos de sus practicantes
han buscado etiquetas más “expresivas” y que recogieran mejor el
escrutinio subjetivo de cada autor ante el género; en consecuencia, de
un tipo determinado de microtextualidad surgen libre e
individualmente las neuronas (Valdelomar), los membretes (Girondo),
los aerolitos (Carlos Edmundo de Ory), los aforemas (Miguel Ángel
Arcas), los aflorismos (Castilla del Pino), los pensamientos (Pascal) o
los escolios (Gómez Dávila), entre otras denominaciones.
Esta movilidad permanente entre fronteras y ámbitos genéricos
ha provocado que el aforismo comparta campo semántico con un
grupo muy amplio de formas breves señaladas por su brevedad y
carácter sentencioso: adagios, apotegmas, máximas, sentencias,
dichos, proverbios o refranes. A causa de esta problemática, el
antólogo recurre al examen del género en su evolución histórica, así
como al establecimiento de relaciones de parentesco –filiaciones,
XXIV
contaminaciones, convergencias y diferenciaciones– entre el aforismo
y el resto de fórmulas. De este modo, González observa dos estadios
posibles del aforismo: un primer momento “clásico” de la aforística,
en el que se solapa con la máxima o la sentencia, y un segundo
periodo “moderno”, más próximo a la subjetividad poética y al
“desvío” del lenguaje. En el fondo, en esta división subyace una
consideración de la literatura como vehículo de verdad general,
universal y prescriptiva en oposición a la fragmentación del
monologismo inaugurada por pensadores de finales del siglo XVIII de
la talla de La Rochefoucauld, Lichtenberg o la emergente
intelectualidad del Círculo de Jena. En palabras de González: “Lo que
proporciona esta nueva fórmula, a la que se ciñe también el aforismo
moderno, son verdades parciales y provisionales, propias de un autor y
de un momento y una circunstancia concreta, que aspiran a dar cuenta
de un pensamiento en acción, liberado de cualquier atadura lógicoretórica” (González, 2013: 27).
Sin duda, el aspecto más relevante y más controvertido del
estudio introductorio sobre el aforismo moderno es la cuestión de su
posible condición fragmentaria o totalizadora. La estética de la
fragmentación ha suscitado un animado debate sobre la prevalencia de
una totalidad ausente o la dignificación del fragmento como entidad
autónoma y significativa. González reconoce que el aforismo puede
adoptar “una forma fragmentaria y discontinua” (González, 2013: 28),
aunque finalmente se alinea con una corriente intermedia deudora de
los presupuestos de Pedro Salinas sobre el signo lírico de la literatura
del siglo XX, que reivindica la virtud epifánica del aforismo.
El otro gran debate intelectual que emprende el autor de Pensar
por lo breve se basa en la difícil adscripción del aforismo al discurso
poético o al filosófico. Para dirimir esta cuestión, González se apoya
en uno de los teóricos más relevantes del género, Werner Helmich,
quien diferencia el “aforismo conceptual” del “aforismo metafórico o
analógico”. Si atendemos a taxonomías anteriormente mencionadas, el
conceptual se ajustaría con bastante precisión al concepto de aforismo
“clásico”, próximo a la máxima y al contenido doctrinal aplicable
universalmente; por su parte, el “aforismo metafórico o analógico”
supondría el correlato del aforismo “moderno”, más cercano a la
poesía por el carácter revelador y subjetivo del lenguaje que emplea.
Tanto Helmich como González aprecian una separación evidente entre
estos dos tipos, aunque la terminología del teórico alemán desea evitar
las fuertes connotaciones que arrastran las ideas de “clásico” y
XXV
“moderno”. En este sentido, González se muestra conciliador en su
posicionamiento del aforismo como interregno en el que,
provisionalmente, puede ejercer más fuerza una determinada
“dominante” poética o filosófica con posibilidad de formas
intermedias inclasificables.
Como bien previene el editor, el aforismo es “una realidad
textual autónoma y autosuficiente, que admite una lectura exenta, pero
una afirmación de este tipo resulta en última instancia una propuesta
marcadamente idealista” (González, 2013: 42); sin embargo, este
género puede presentarse en solitario o incluido en conjuntos más
amplios, ya sea conformando un volumen unitario o como cita dentro
de una obra de otro género. Esta tensión entre el texto individual y el
conjunto provoca una oscilación significativa entre la lectura exenta y
la “global”, que proporciona una hipotética macroestructura de
sentido. Evidentemente, estas posibilidades de concreción de lecturas
son múltiples y, en ocasiones, deliberadas o, al menos, condicionadas
por un “plan previo” autorial. No obstante, González arguye con
perspicacia que, pese a la resistencia que generan dichas estrategias, el
lector “se enfrenta siempre a una tarea abierta” (González, 2013: 47).
Por último, el antólogo aborda el siempre peliagudo asunto del
“canon” español de autores y obras para el período comprendido entre
1980 y 2012. Tras una breve mención a ilustres precedentes del
género en la modernidad –Miguel de Unamuno, Benjamín Jarnés, José
Bergamín o Max Aub–, aborda la “normalización del género” que ha
ido produciéndose desde los años ochenta. Sin entrar en disputas sobre
la presencia de tal o cual autor –toda antología nace condenada a ser
criticada por sus elecciones–, los cincuenta autores de diferentes
promociones seleccionados constituyen una muestra representativa de
la producción aforística española de entresiglos.1 Por supuesto, esto no
1
En orden cronológico: Carlos Castilla del Pino, Cristóbal Serra, Carlos
Edmundo de Ory, Ángel Crespo, Vicente Núñez, Antonio Fernández de Molina,
Rafael Sánchez Ferlosio, Dionisia García, Rafael Pérez Estrada, Carlos Pujol,
Guillermo Puerto, Eugenio Trías, Andrés Ortiz-Osés, Ángel Guinda, Rafael
Argullol, Ricardo Martínez-Conde, Manuel Neila, Álvaro Salvador, Enrique
Baltanás, Ramón Eder, Ángel de Frutos Salvador, Fernando Menéndez, Andrés
Trapiello, Luis Valdesueiro, José Luis Gallero, Ramón Andrés, Rafael Marín,
Miguel Ángel Arcas, José Luis Morante, Luis Felipe Comendador, Miguel Catalán,
Fernando Aramburu, José Luis Argüelles, Carlos Marzal, Roger Wolfe, José
Mateos, Mario Pérez Antolín, Jordi Doce, Pablo Miravet, Lorenzo Oliván, Javier
Almuzara, Rafael Gonzalo Verdugo, Juan Varo, Camilo de Ory, Carmen Machado,
XXVI
quiere decir que Pensar por lo breve ofrezca una visión íntegra de un
género que es pura posibilidad. González se decanta por la inclusión
de aforismos breves y muy breves en detrimento de reflexiones más
extensas, ya que en ellas “se diluye la fuerza expresiva propia del
aforismo o la máxima poética” (González, 2013: 61). Asimismo,
soslaya los acercamientos expresivos más lúdicos o “greguerescos”.
Estimo que esta exclusión, aunque operativa, delata una concepción
“formalista” del género centrada en tres principios constitutivos:
“máxima condensación verbal, máxima apertura semántica y máxima
capacidad expansiva y proyectiva” (González, 2013: 38). Desde este
punto de vista, una buena parte de la última aforística más irreverente,
en especial la difundida a través de la red, queda descartada del
corpus.
Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos (19802012) es un libro largamente esperado por quienes amamos el género.
La profundidad del análisis de González, así como su inteligencia y
buen gusto a la hora de seleccionar a los autores, brindan al lector
–especializado o no– una valiosa incursión en uno de los géneros más
alabados, pero igualmente temido. Sin lugar a dudas, la obra cumple
con creces su objetivo de hacer ingresar al aforismo en un campo
literario hostil, con frecuencia, a la brevedad.
PAULO ANTONIO GATICA COTE
Universidad de Salamanca
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Fran Molinero, Andrés Neuman, Erika Martínez, Carlos R. Pavón y Barón de
Hakeldama (José Gustavo Bernal Vidal).
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