La hemenéutica del tiempo en Samuel Beckett

Anuncio
Título: La hermenéutica del tiempo en Samuel Beckett. Aportes para un nuevo
humanismo.
Resumen: Explorar el tiempo ficticio y el tiempo real en la obra de Samuel Beckett
a la luz de los siguientes elementos: el mito tradicional- el mito según Beckett- el
sentido del sufrimiento cristiano y de la filosofía Zen- la configuración de la trama y
la construcción temporal que de ella se induce- la experiencia ficticia del tiempo- el
sentido de la catarsis- el arte de narrar historias y el lenguaje. El objetivo es lograr
encontrar la teleología de la obra beckettiana y descubrir su posible carácter unitivo
del fragmentado sujeto contemporáneo que debe recuperar su dimensión humanista.
Datos del autor
Nombre y apellido: Isabel Sancha Piñeiro Sorondo.
Títulos académicos: Profesora en Letras ( U.C.A) Traductora Literaria con
especialidad en idioma inglés (U.M.S.A)
Ponencia:
“La certeza que nos da la experiencia del tiempo, articulada en el lenguaje e
iluminada por la inteligencia es lo que nos preserva de caer en el escepticismo.”
(Paul Ricoeur, Tiempo y Narración 1)
Mi objetivo es explorar el tiempo ficticio y el tiempo real en la obra de Samuel
Beckett, explorando qué papel juega el mito/la narración/la catarsis de su lectura
para el sujeto que “vive” en ambos tiempos. ¿Existe en la obra de Samuel Beckett
un tiempo salvífico? ¿El tiempo es anulador de toda esperanza o es visto con
características regeneradoras?
La disyuntiva está en intentar comprender si lo eterno fundamenta y aparece
en lo temporal, o si lo temporal se agota en su ser. ¿ Qué elementos pueden ayudar
a encontrar una visión de tiempo trascendente en Beckett? Lo primero nos permite
vislumbrar un hombre que se realiza en un tiempo salvífico, mientras que lo segundo
nos presenta un hombre más acotado y encerrado en una visión donde la angustia
existencial puede anularlo sin remedio. El hombre es el que también debe lograr la
síntesis entre la llamada historia del mundo y la “historia eterna” o de salvación. Creo
que es el eslabón que encarna ambas. Su actitud necesaria es la esperanza. Tomo
a Beckett para explorar cómo se puede desarrollar una lectura del tiempo a su vez
trascendente y humanista en un autor que a primera vista parece no tenerla.
Moroux afirma que “ [...] es partiendo del tiempo como se llega al
conocimiento de la eternidad, por un esfuerzo de purificación y negación; pero, en
cambio, es la eternidad la que explica y funda el tiempo.”1
Sin este supuesto es imposible buscar un tiempo regenerador en Beckett. De
lo contrario es difícil efectuar una catarsis de lo tremebundo y lo miserando o no
desesperar en un mundo narrativo lleno de incertidumbres. Sin embargo veremos
1
Jean Moroux. El misterio del tiempo. Traducido por José Lopez Bora, Barcelona, 1965. (Págs. 11-12)
1
que es un tiempo que está plagado de imposibilidades. Es en verdad aporético2. El
pensamiento en su esfuerzo por trascender su finitud y comprender su dimensión
temporal eterna, comprueba que no se puede asir lo eterno. Lo que busca es algo a
la vez inalcanzable. Intenta nombrarlo, intenta articularlo, -intenta encontrar la
palabra. El lenguaje le ayuda a narrar: y en ese narrar dentro de la ficción, surge la
experiencia ficticia del tiempo. Y así como en la ficción se pude ilustrar el decurso
temporal de una vida, la forma de configurar temporalmente esta identidad narrativa,
puede también refigurar el tiempo y la esencia del lector mediante la interpretación
que realiza la hermenéutica. Cuando-según terminología de Ricoeur en su análisis
de la trama o mythos aristotélico- lo discordante de la realidad se resuelve en la
concordancia de la elaboración de la trama y en la construcción temporal que de ella
se induce , se hace realidad la ilusión de llegar a una respuesta dentro de un marco
narrativo... Sin embargo, los personajes de Beckett se quedan balbuceando:
intentando asir hacia dónde van, de dónde vienen con un murmullo de palabras, a
veces quiméricas, a veces pseudo-consoladoras...en última instancia, ¡todo parece
terminar en algo desconsolador, con sabor discordante aún en la misma realidad
ficticia! He aquí un escollo aparente para una hermenéutica del tiempo.
Desde un comienzo, el evangelista Juan asocia la creación del tiempo con el
lenguaje: “Al principio, era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba al principio en Dios.” (Jn. 1,1-2). Los personajes de Beckett intentan
explicar sus existencias usando el lenguaje, narrando historias, recordando a través
de la memoria, como una forma de dominar su destino y su angustia. También es
una forma de llenar su espera.
Mouroux, dentro de una concepción cristiana, afirma3 un tiempo cósmico en
el cual el mundo fue creado. Menciona la duración de la materia y la duración del
ángel y el hombre como “medio” entre las dos...En esta línea es que más adelante
introduciremos la necesidad de un tiempo artístico que centre al hombre y lo
preserve en medio de este tiempo “descentrante” que nos toca vivir.Es Dios el
pensamiento central del tiempo que dimensiona al hombre que, posteriormente,
desarrolla su propia actividad pensadora. Dios nos piensa a cada instante y es eso
lo que nos mantiene en la existencia y por lo que, a su vez, podemos desarrollar
nuestro propio pensamiento. Lo más consolador de esta visión es saber que Dios no
sólo es una Conciencia, sino que también es Corazón, porque es Persona. Si bien
los personajes beckettianos parecen desencantados, hay en ellos cierta nostalgia,
cierto sentido del humor del que intuye esa Presencia Divina. Dichos elementos en
una primera lectura aparecen cubiertos por un manto de cinismo y desesperanza,
pero la fe -o la testarudez- persistente en la búsqueda de algunos, las preguntas
juguetonas de otros, la candidez de ciertas preguntas obvias en una segunda lectura
demuestran que no todo está perdido. ¡Aún el tiempo puede ser regenerador! Al leer
las obras de Beckett experimenté una profunda angustia existencial, sin respuestas
aparentes, pero lo entrañable de sus personajes me habla de un sentido oculto no
tan cargado de connotaciones negativas. La dulzura de la existencia no se ha
perdido...
En todas estas elucubraciones, que conllevan las ideas de tiempo eterno,
tiempo cósmico, tiempo humano... ¡qué cerca están los conceptos de tiempo y
pensamiento, tiempo y conciencia, tiempo y lenguaje! Y es por eso que todo intento
2
Para el sentido de la circularidad entre tiempo y narración, ver: Paul Ricoeur. Tiempo y narración.. Trad. por
Agustín Neira. 3 vols. Méjico, Siglo Veintiuno, 1995-1996.
3
Ibíd., Págs. 33-34.
2
humano de lograr una visión coherente de sí mismo no puede ir separada de una
consideración acerca del tiempo.
El tiempo cósmico tiene sus ritmos como son las estaciones, los días y las
noches. Los personajes de Beckett hacen sus comentarios al respecto. Tienen así
consciencia del tiempo que simplemente pasa y, a la vez, los afecta en su ser
biológico. Cuando sucede que todo parece igual, que no sé sabe cuánto falta para la
muerte, el cielo puede siempre aparecer bajo una misma luminosidad
monocromática (sin distinguir la oscuridad de la noche y la luz del día). Sin embargo,
el discurso del personaje (por ejemplo Winnie en Los días felices )4 tiene
conciencia de la sucesión del tiempo cósmico.
El mito es ícono de pensamiento o sentido de la vida. Aparece en las
primeras formas de cultura y hasta bien entrada muestra posmodernidad. Lo circular
del mito es repetición. Muchas veces se sitúan en un pasado atemporal, algo así
como el mundo de los sueños. Ya aquí las reglas del tiempo cronológico se han roto.
En las obras dramáticas de Beckett hay mucho ritmo circular, muchas reiteraciones
de gestos, de frases, de silencios, de secuencias, de rituales y rutinas diarias. Por
eso quiero referirme a algunas ideas acerca del mito que tienen su eco en Beckett.
El mito en Beckett no tiene el significado del mito clásico que es la búsqueda del
héroe de su identidad- a veces en un viaje iniciático-: búsqueda lineal en un tiempo
imaginario y circular. Si bien su obra claramente se hace eco de la búsqueda heroica
de antaño, no nos ofrece los lujos de resolución que dicha configuración narrativa
posee. No esperemos encontrar en Beckett vestigios de la autoridad y el magisterio
que ejercían los mitos y mucha de la literatura contemporánea anterior al teatro del
absurdo y del pesimismo. No esperemos encontrar un Dios, un héroe, un sistema
ordenado o sentido que eche luz sobre nuestras vidas. La búsqueda de Beckett
inicia un movimiento aún más difícil para la conciencia contemporánea: es la tarea
de deshacer el ego, nuestra caricatura de sujeto, fragmentándolo en un intento de
redescubrir nuestro espíritu. Es la deconstrucción para la depuración y posterior
refiguración. Un espíritu lleno de misterio que agota las palabras al punto de
convertirlas en sonidos sin sentido. El tiempo valedero será aquel que nos otorgue el
espacio artístico para experimentar nuestro ser. No un tiempo carente de
pensamiento, sino un tiempo que piense y profiera palabras humildes: palabras que
no acallen sordamente sino que beban su sonido en las profundidades del misterio.
Tampoco debo tentarme de hacer un paralelo simplista entre los mitos de los
antiguos y algunos aspectos retóricos en la obra de Beckett. Creo que la realidad
mágica y más simbólica en la que nacen los mitos antiguos, y la realidad moderna/
posmoderna desencantada en la que nacen las obras beckettianas, marcan una
diferencia en el sentido de los mitos antiguos y las narraciones de Beckett. Sin
embargo, los mitos son historias contadas, y las obras de ficción contemporáneas
surgen de la misma necesidad del hombre de empuñar la palabra. El hombre
antiguo- estoy pensando en los griegos y los mayas- carece de un dios que
trascienda su cosmogonía al no haber revelación. El mito es una forma de llegar a lo
trascendente del misterio. Muchos de los narradores beckettianos, que llevan sobre
sus espaldas un terrible cinismo y una desesperanzada visión, a la vez se consuelan
narrando historias, repitiendo la monotonía de sus rutinas diarias que los siguen
“conectando” con el mundo y con su existir. El personaje beckettiano puede
nombrar a Dios, pero no tiene la certeza de su consuelo- como no pudiendo afirmar
una Persona Trascendente.
4
Ver Samuel Beckett. Los días felices. Edición bilingúe a cargo de Antonia Rodríguez Gago. Madrid, Cátedra,
1989.
3
Dice Moyers en su entrevista con Campbell:
MOYERS: Leyendo tus libros (Las máscaras de Dios o El héroe de las
mil caras, por ejemplo) llegué a comprender que lo que tienen en
común los seres humanos lo podemos hallar como revelación en los
mitos. Los mitos son historias de nuestra búsqueda de la verdad a
través de los tiempos, del sentido. Todos necesitamos contar
nuestra historia y comprenderla. Todos necesitamos comprender la
muerte y llegar a un acuerdo con ella, y todos necesitamos ayuda en
nuestros pasajes del nacimiento a la vida y después a la muerte. Lo
necesitamos para que la vida signifique algo, para que se
comunique con lo eterno, para que atraviese el misterio y podamos
descubrir quiénes somos.5
Vemos aquí expresado en forma muy coloquial, la relación entre lo temporal
(en la necesidad de religar con lo eterno) y la actividad narradora o poiética.
6
MOYERS: ¿ Los mitos son pistas?
CAMPBELL: Los mitos son pistas de las potencialidades espirituales
de la vida humana.
MOYERS: ¿De lo que somos capaces de conocer y experimentar en
nuestro interior?
CAMPBELL: Sí.
MOYERS: Has cambiado la definición del mito, de ser la búsqueda
del sentido pasa a ser la experiencia del sentido.
CAMPBELL: La experiencia de la vida. Del sentido ocupa la mente.
Lo experiencial se vuelve muy actual en Beckett cuando algunos personajes
reviven lo pasado al recordar, narran en base a la memoria, comprueban que lo que
están enunciando- si bien tiene autoridad de pasado- no corresponde exactamente a
lo que están vivenciado en este instante de presente y desconfían de su discurso.
Aquí radica la desconfianza en la autoridad de la palabra.Luego los personajes
vuelven a comenzar su discurso e intentan ver dónde habían dejado el hilo
conductor. En los mitos antiguos donde se busca un sentido de la vida, hay una
confianza en la autoridad del mito. Esa confianza se ha roto en Beckett. El sentido
de la vida requiere ser permanentemente cotejado con la experiencia que de ella
tienen sus personajes. El ritual que en una época transmitía una realidad interior es
ahora, muchas veces, sólo forma.
Carmen Balzer realiza un paralelo entre el valor purificador del dolor en los
budistas y en Heidegger :
El angustiado siente la estrechez, siente una reducción radical, o sea,
una pérdida amenazadora de su mundo, de su identidad.
5
Joseph Campbell. Bill Moyers. El poder del mito. Trad. del inglés por César Aira. Emecé, Barcelona, 1991.
(Pág.30)
6
Ibíd., Pág.31.
4
Simultáneamente, la angustia le torna “vigilante”, principal efecto
asimismo de la dialéctica budista; le descubra su vida desnuda, su estar
en el mundo como tal. Por ende, la angustia es reveladora de la nada [...]
7
En lo personal me resultó maravilloso encontrar los puntos que comparten el
drama mítico de Beckett con la experiencia budista. Encuentro un parecido entre los
personajes de Beckett y el hombre budista en que el hombre se salva por sus
propios medios, sin la ayuda divina. Los personajes de Beckett no reciben nunca un
deus ex machina que los saca de su angustia mas perseveran en su actividad
mental de recordar y narrar, de intentar encontrar una configuración. El verdadero
mensaje de transformación ocurre en el momento de mayor angustia. La luz surge
paradójicamente del mayor abismo.
Paralelamente, la iluminación del Zen es un fruto al que se llega tan sólo por
micronésimas de segundo, luego de haber dejado “volar los pensamientos”. Las
conceptualizaciones deben desaparecer y se debe pensar en la nada. Se logra este
estado con un esfuerzo voluntario y un repetido-esfuerzo que tiene mucho de rito.
Pienso en La última cinta de Krapp8 donde Krapp (personaje de Beckett) en su
esfuerzo por poner la mente en blanco para comenzar a escuchar repetidamente las
cintas que él mismo ha grabado relacionadas con su vida pasada. Lo hace para
iluminar su presente, que está en blanco. En lo que deriva luego la obra es historia
para otro momento... Lo que Beckett no puede aceptar es que la ´iluminación´ trae
consigo la ´liberación´. Si bien Paul Forster en su libro Beckett and Zen9 traza un
paralelo en el método y la búsqueda de ambos, los resultados de una búsqueda con
tales características no convencen ni a Beckett (de extracción y formación
protestante) ni al propio Krapp de la ficción. ¡Desde una visión oriental, Campbell se
perdió el premio del cielo cristiano!.
Para los cristianos, fuera del Jardín del Edén empieza la Vida dolorosa, pero
Vida con mayúscula. Vida que semejará un Purgatorio, pues es como una Vía
Dolorosa de purgación. Los budistas tienen este sufrimiento. Los personajes de
Beckett también. El secreto reside en no convertir el camino en fin. Beckett está en
búsqueda del premio y lo consigue. Tras la desfiguración y en el silencio, está la luz:
tal es la paradoja que encontramos también en la estética teológica balthasariana.
La crítica ha llegado a identificar a Beckett con la vía negativa. Lejos se encuentra
esta crítica de la que interpreta la aparente inacción de esperar a Dios (en
Esperando a Godot) y la desesperanza como emanada de un Beckett con
convicciones nihilistas.10 Es un lugar común entre los críticos hallar en algunos topos
beckettianos ecos de purgatorio: un tiempo intermedio que ya no es el temporal,
pero un tiempo que no comparte la plenitud de la eternidad; un cielo gris, personajes
con vestimentas grises, cabelleras canas, todo monocromático, expresiones de
remordimientos, culpas no purgadas. Sin embargo hay cierta esperanza porque los
personajes están vigilantes, están en una espera, ¿anhelan acaso un pasado mejor?
7
Carmen Balzer. Breve historia de las ideas religiosas. Buenos Aires, Ed. Claridad, 1988. (Pág.103).
Ver Samuel Beckett.The Collected Shorter Plays. New York, Grove Weidenfeld, 1984.
9
Ver Paul Forster.Beckett and Zen. London, Wisdom Publications, 1989.
10
Ver Helene L. Baldwin. Samuel Beckett´s Real Silence. University Park London. The Pennsylvania State
University Press. 1981. Pág.16-21.
8
5
MOYERS: ¿La historia está tratando de decirnos que, antes de lo que
sucedió en este Jardín para nuestra destrucción, había una unidad de
la vida?
CAMPBELL: Es una cuestión de planos de consciencia. No tiene que
ver con nada que haya pasado. Está el plano de la conciencia donde
puedes identificarte con lo que trasciende los pares de opuestos.
MOYERS: ¿Qué es...?
CAMPBELL: Innombrable. Innombrable. Es trascendente a todos los
nombres.
MOYERS: ¿Dios?
CAMPBELL: “Dios” es una palabra ambigua en nuestra lengua, porque
parece referirse a algo conocido. Pero lo trascendente es incognoscible
y desconocido. Dios trasciende, en última instancia, a todo lo que lleve
el nombre “Dios”.11
Beckett toca el límite de esa otra realidad en su poesía. Beckett está a punto de
tocar ese “cielo” con las manos y no puede más que por medio del lenguaje de la
paradoja, de un mundo bellísimo de metáforas. Es por eso que en el comienzo de su
obra en la poesía Whoroscope 12comienza buscando esa palabra que nombra esa
otra realidad y donde parte del acerbo cultural de occidente es ridiculizado para
llegar a esa realidad intangible. Luego escribe una novela Lo Innombrable donde
en la búsqueda del ser se anulan las categorías espacio-temporales 13para luego
concluir en What is the word14 donde la inhabilidad de articular la palabra que
nombre Aquello es evidente. No encontró la palabra porque la misma no existe, no
porque no haya sabido buscarla. Lo redime el camino andado. Lo redime el dolor
que se siente ante la angustia de quedarse balbuceando la nada, de ver que la
configuración de nuestro espacio y tiempo- pues somos espacio y tiempo para
Einstein- descansa sobre algo trascendente que escapa toda conceptualización,
todo intento de encorsetarlo en las categorías espacio-temporales. Sólo el mito con
sus paradojas y analogías puede hacer algo al respecto, aunque sea un débil
intento. La filosofía budista y la obra beckettiana comparten un lenguaje de
imágenes, de símbolos maravillosos para adivinar, mas no ver, lo que no se puede
conocer, lo que no se puede nombrar.15
11
Joseph Campbell, Bill Moyers. (Pág.83)
Ver Samuel Beckett. A Reader. Nueva York, Grove Weidenfeld, 1976. (Págs. 80-86).
13
Otro autor interesante que menciona Foster en su libro Beckett and Zen es Chambers, Samuel Beckett and
the Padded Cell, 1962. Chambers, analiza (Pág. 458) la aniquilación de las categorías de tiempo y espacio en
Lo innombrable: el ´infierno´de la existencia en un espacio y el ´purgatorio´ en un espacio temporal. Luego
Chambers concluirá:(Pág.459) In the annihilation of the where and when, a who has survived to ask questions
about itself (i.e. the Unnamable): there is then some consciousness existing outside space and time [...] a
timeless, spaceless something. [ En la aniquilación de las categorías de tiempo y espacio, sobrevivió un ´quien´
para cuestionarse acerca de sí mismo (eso es, lo Innombrable): por lo tanto existe una consciencia fuera del
tiempo y del espacio [...] un algo acrónico e incorpóreo.]
14
Ver Samuel Beckett. As The Story Was Told. John Calder, London, 1976. (Págs,131-134).
15
En Paul Forster.1989.( Pág.27) figura una lista de los temas que nos interesan para una hermenéutica del
tiempo y las obras que los tratan:
[hastío de vivir mientras se espera el momento de darle un sentido pleno a la vida (Esperando a
Godot), abandono de la búsqueda de ese sentido (Fin de Partida), la búsqueda de la identidad/ de una
autoconsciencia (Lo innombrable), el tema del tiempo, la vejez y el deterioro/ decadencia de nuestras facultades
(La última cinta de Krapp), la aprehensión del abismo tras lo que llamamos realidad (Lo innombrable, Los
días felices), los móviles del deseo, esa ´perniciosa voluntad / insistencia de vivir´ en Proust][Mi traducción]
12
6
Se puede aún dar un equivalente narrativo a la extraña situación
temporal que hace decir que todas las cosas- incluso nosotros
mismos- están en el tiempo [...] en el sentido en el que los mitos dicen
que el tiempo nos envuelve con su vastedad? [Eso es: responde una
aporética de la narratividad/ narración adecuadamente a una aporética
del tiempo?]
[¿Cuál es] el límite más allá del cual la temporalidad, escapando al
marco de la narratividad, retorna del problema al misterio [?].16
Rescatemos el concepto de Ricoeur de experiencia ficticia del tiempo
para cotejar lo que Andrés García Bacca comenta acerca de la catarsis 17 La catarsis
o purificación de los afectos será en un ámbito artístico, no enteramente real o
natural. Por tanto, “purificar afectos, anímicos y éticos, consiste en colocarlos fuera
del orden real y causal.” 18La catársis requiere también un término medio que vive el
hombre- ser intermedio- entre el terror ante lo tremebundo y la conmiseración o
compasión ante lo miserable. Esta purificación permite que el hombre no pierda su
centro. Esta purificación lo “humaniza” y preserva de cualquier exceso hacia el
absoluto o hacia lo puramente animal. Al mismo tiempo la catársis que se
experimenta en los sentidos, nos ayuda a encontrar una salida a un pensamiento
puramente teórico o también sólo fenoménico que, por momentos, sólo parece
señalar el poco sentido que tiene la multiplicidad temporal. La catársis nos da un
respiro en la vida, y creo que en esto radica el placer artístico. Un respiro para
nuestra carne.
¿Cómo entra el tiempo en todo esto? Si bien Aristóteles en su Poética
se refiere a la tragedia y a su acción como forma más excelente en donde describir
la catarsis, lo tremebundo y lo miserando, su esfera de descripción se puede
trasladar a la narrativa en general, siendo el mismo el espectador de la tragedia y el
lector (ideal) de la narrativa. Lo valioso es rescatar el placer o deleite que produce la
catarsis pero que es posible tan sólo por encontrarse en un tiempo con un tono
especial, no causal, no real de acuerdo a las categorías “cronológicas” pero que, a
pesar de ello, las “representa” de alguna manera. No como un exacto paralelo. La
catarsis produce sentimientos que remotamente también tienen su efecto benéfico
en la vida real, o no artificial o artística. Creo que cuando nos figuramos el tiempo, lo
figuramos yendo hacia una finalidad (gr. telos). También es placentero experimentar
en la tragedia o narrativa esta capacidad ordenadora que intenta hallar una
configuración a lo que se está narrando, configuración que luego se puede trasladar
a nuestra vida real. Tal configuración narrativa está auxiliada en gran medida por la
unidad de acción. En algunos casos puede la configuración ordenada y “lógica” de la
ficción darnos algún consuelo ante lo aparentemente incontestable o paradojal de
nuestra existencia real. En otros casos, puede la configuración aparentemente
absurda de una obra sumirnos más aún en el misterio de nuestro “telos” como es en
la literatura contemporánea del absurdo o del pesimismo. Lo rescatable es lo
experiencial del espectador/lector. Puede zambullirse a beber el misterio sin temor a
perderse él mismo: no lo enajenará lo absoluto, no lo tragará fatalmente el abismo.
Obtiene la seguridad del punto o término medio y ante la evidencia de nuestra
16
Paul Ricoeur. Tiempo y narración III. Pág. (994)
. Poética de Aristóteles. Versión de Andrés García Bacca. Méjico, Editores Mexicanos Unidos, 1996.
18
Ibíd., Pág. 47.
17
7
fragilidad humana, ¿qué puede causar más placer que esta seguridad de la
catarsis? Y el hombre nacerá del parto de la catarsis con equilibrio, con sofrosyne.
No estamos en el plano moral y ontológico, pero los efectos de la catarsis, de esta
evasión transitoria que nos ofrece la obra de arte, son benéficos al “centrar y
templar” al mismo hombre que fue espectador/lector y que ahora se debe enfrentar
de nuevo a las “tiranteces” del tiempo real, causal, fagocitador como nuestro amigo
Cronos. Sin embargo es un hombre más fuerte, más seguro, más dulcificado ante la
aparente arbitrariedad del cambio y el deterioro. ¡Qué misterioso y milagroso es este
placer, esta purificación, esta dulzura al experimentar en el tiempo de la ficción!
¡Siempre me resulta una paradoja pensar por qué al escuchar las palabras de los
personajes de Beckett no me hundo con ellos, tan desesperanzados son a veces!
Pero termino encantada con ellos, es como si la catarsis los hiciera muy cercanos y
no rechazables, por que no tengo temor que en mi contacto con ellos, termine yo en
el mismo estado de miserabilidad. Aprendo de ellos, me hacen un generoso servicio.
Pienso ilusoriamente que los efectos del deterioro se están llevando a cabo en la
carne de los personajes- por momentos puros espectros- y puedo observar desde
fuera sin temer padecer las consecuencias de su situación y angustia. Sin embargo,
nuestra realidad nada lo perdona porque en verdad también los estoy padeciendo
silenciosamente durante el transcurso de mi evasión artística. Lo que cambia es la
seguridad que adquiero en la exploración de lo miserando y lo tremebundo, en la
experiencia angustiosa de buscar un telos y de ver en qué forma la reproducción
imitativa o mímesis da una respuesta en forma de configuración o no a la aporía del
tiempo. No la dará pero el camino circular por el que nos llevó el “mythos”” (o la
trama de la acción) nos enriqueció y colmó de sentimientos “centrantes” ante la
realidad “descentrante”.
Bebiendo en las aguas de la fenomenología, Ricoeur explica:
Lo importante es el modo cómo la praxis cotidiana ordena uno
con respecto al otro el presente del futuro, el presente del
pasado y el presente del presente. Pues esta articulación
práctica constituye el inductor más elemental de la narración.19
Luego menciona la reconsideración de la historia narrada que, si bien se relaciona
con la historia que debe ser seguida o lo propiamente histórico, también puede
asemejarse a la reconsideración de la recolección romántica; proceso parecido al
que hace Krapp en La última cinta de Krapp. La diferencia es que Krapp tiene sus
acontecimientos pasados fragmentados y desordenados.Cuando Ricoeur menciona
20el libro de Kermode The Sense of an Ending explica que el mito trágico o
aristotélico o apocalíptico se ha transformado hoy día en un mito de “crisis” y el fin
inminente que es postergado, se transforma en un fin inmanente con el que siempre
hay que convivir. Es un fin inmanente el del mito de “crisis”. Pero radica en la
expectativa del lector la convicción de que la concordancia triunfara sobre la
discordancia pues el fin está allí. Se cuestiona si es el fin o decadencia del arte de
narrar. Todavía no tenemos la suficiente perspectiva para aseverarlo. De todo esto,
rescato que la catarsis y el placer de la lectura que se dan en la literatura y su
experiencia del tiempo de ficción retroalimentan el tiempo real y desarrollan un
carácter unitivo en nuestro ser que está fragmentado por Tiempo fagocitador y
destructor de Cronos.
19
20
Ricoeur, I, 1995, (Pág. 125)
Ibíd., II, Pág. 405.
8
No olvidemos que así como Cronos olvidó devorar a Zeus, fagocitando una
piedra en su lugar, para luego ver a su hijo “renacer” (aparentemente para él de la
piedra de su estómago), los personajes de Beckett, también están esperando el
momento oportuno para “renacer” mediante el arte de contar historias. Esto le
confiere cierto carácter unitivo a ser tan fragmentado.21
21
Ver Mary A. Doll. Beckett and Myth. New York, Syracuse University Press, 1988. (Págs. 41-52).
9
Descargar