Explicación de Kant y Habermas para el tema IV

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PROFESOR: FRANCISCO JIMÉNEZ AMOR
IES. ALQUIPIR DE CEHEGÍN 2011-2012
Explicación de Kant y
Habermas para el tema IV
La razón práctica en Kant
Las reglas prácticas.
La conducta del hombre, como habían puesto de relieve los moralistas antiguos, está dominada por sus
pasiones. Pero el hombre puede ordenar su conducta sometiendo sus pasiones
¿Cómo?: lo hace imponiéndose racionalmente mandatos, imperativos los llama Kant.
Ÿ La acción libre, para Kant es la que se sigue de motivos determinados por la reflexión.
Ÿ La razón se pone reglas prácticas de conducta que obligan al mismo sujeto.
Y estas formas de obligación, (o de determinación intelectual y objetiva del libre arbitrio), son
formas de imperativos.
Así, Kant establece que las reglas prácticas, que dicen lo que debemos hacer, son los imperativos:
1. Hipotéticos:
Son aquellos que determinan los medios para alcanzar un determinado fin
Los IMPERATIVOS HIPOTÉTICOS EN SÍ son aquellos imperativos en donde las acciones
van siempre encaminadas como medios para conseguir algún tipo de fin. Tales acciones, por
tanto, no valen por sí mismas sino únicamente como medios para conseguir algo. Tales
imperativos se encuentran presentes en aquellas éticas que Kant denomina como materiales.
Por ejemplo, la ética estoica nos dice que si queremos ser virtuosos, entonces deberíamos
practicar (es decir utilizar como medio para alcanzar el fin) la apatheia. Por su parte, la
moral aristotélica nos dice que si queremos ser felices, entonces desarrollar ante todo el
intelecto; la ética cristiana nos dice que debemos amar al prójimo si queremos ver a Dios,
etc. Según Kant, todas serían éticas materiales.
Ÿ Y pueden ser de dos tipos
De habilidad (problemáticos)
§ No se preocupan por los fines, sino por cuál es el mejor modo de conseguir un objetivo
cualquiera.
§ El imperativo es problemático ï Porque lo es el fin que determina los medios ï Pues sólo
ordenan bajo la hipótesis de que se acepte un fin dado.
§ No se puede universalizar tal conducta ï Puesto que el empleo de los medios, que podría
ser universal y objetivo, depende de la aceptación del fin.
Kant denomina así a lo imperativos hipotéticos problemáticos o de habilidad porque, desde
el momento en que lo esencial en ellos es la necesidad de conseguir algo para llegar al fin,
entonces pueden adquirir formas que nada tienen que ver con la moral pero no por ello
dejarían de ser imperativos hipotéticos. Por ejemplo, si alguien formulara el imperativo
siguiente: si quieres hacerte rico, entonces debes llegar a ser un ladrón profesional, estaría
formulando un imperativo hipotético problemático o de habilidad, aunque fuera inmoral.
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k Y de prudencia (pragmáticos o necesarios).
§ Tienen como fin una noción primaria de felicidad, que se corresponde con las
inclinaciones.
Desde Epicuro, la búsqueda del placer redunda en fuente de infelicidad. Luego la
búsqueda de la felicidad requiere administrar todas las inclinaciones procurándonos su
satisfacción ordenada.
§ Un imperativo que conduce a esta noción de felicidad no es meramente hipotético. ï No
tiene la forma de «si quiero x, tengo que hacer y». Sino que su forma es mucho más
«desde luego quiero x, luego y».
Por ejemplo, si alguien formulara el imperativo siguiente: deseas la felicidad por una
necesidad de la naturaleza; por lo tanto, has de llevar a cabo una serie de acciones que
te permitan alcanzarla; es evidente que estaríamos ante un imperativo hipotético,
aunque no problemático ya que la felicidad no sería algo que intentáramos conseguir
como fin pues tal imperativo estaría afirmando que por naturaleza desearíamos la
felicidad ( imperativo asertórico ).
Ÿ Si se repara, no se ha destruido la forma de la hipótesis, del razonamiento condicional
medios-fines.
Ÿ Pero la hipótesis tiene una cláusula de necesidad: quiero con necesidad esa felicidad
Con ello Kant distingue entre:
1. Imperativos hipotéticos problemáticos (imperativos de habilidad)
2. Imperativos hipotéticos necesarios. A estos últimos los llama pragmáticos
ï Porque aspiran a la felicidad y debe suponerse natural en todo hombre en la medida
en que sea consciente de los límites del concepto de felicidad como agrado puntual o
de las paradojas de la vida pasional.
La habilidad para conseguir este fin, el concepto más refinado de felicidad, es
también la prudencia, que:
1º. No da una mera regla de habilidad.
2º. Pero tampoco ordena incondicionalmente nada concreto.
En ese territorio abierto, la prudencia siempre aconseja que se siga una regla.
No sólo establece la técnica de resolver un fin, sino que aconseja o desaconseja que
algo sea un fin desde la perspectiva de su juego en la consecución de la felicidad
global. Pero esto no dice cómo debe obtenerse la felicidad.
Los imperativos hipotéticos asertóricos son aquellos que no tienen el modo estricto de una
fórmula condicional ( Si quieres....entonces.... ). De todos modos, lo que también es
evidente es que, en este imperativo asertórico, se afirma que deberían utilizarse los medios
necesarios para alcanzar tal felicidad. Por ello sería hipotético. Pues bien, según Kant, los
imperativos hipotéticos, sean del tipo que sean, no constituirían los imperativos de la
moral.
2. Y los categóricos: Ÿ Son los de la eticidad (morales).
Según esta formulación, sólo obramos moralmente:
1º. Cuando podemos querer a la vez la universalización de la máxima de nuestro actuar
2º. Cuando el fundamento subjetivo puede ser un fundamento objetivo
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3º. O dicho de otro modo, cuando el principio sobre la base del cual decidimos hacer una cosa:
a) No es algo a lo que nos adherimos circunstancialmente
b) Sino que puede convertirse en una ley válida para todos, una ley que jamás nos transforme
en excepciones.
Los IMPERATIVOS CATEGÓRICOS ordenan acciones que son buenas en sí mismas y
no por constituir meros medios para conseguir algo. Kant los denomina como imperativos
apodícticos, es decir, imperativos que valen por sí mismos. Por todo ello afirma Kant: el
imperativo categórico, que declara una acción es objetivamente necesaria en sí misma sin
referencia a finalidad alguna, o sea, sin finalidad alguna distinta de sí misma, es válido
como principio práctico apodíctico. A continuación, Kant, analiza la NATURALEZA del
tal imperativo señalando que es algo a priori, ya que sólo nos muestra una fórmula que nos
dice únicamente que deberíamos lograr que las máximas subjetivas deberían de adecuarse
a la ley moral universal. Por ello, Kant, lleva a cabo la siguiente FORMULACIÓN del
imperativo categórico: A) Obra sólo según la máxima que te permita al mismo tiempo
querer que tal máxima se convierta en una ley universal. B) Obra como si la máxima de tu
acción hubiera de convertirse por tu voluntad en ley universal de la naturaleza. En
definitiva, de la formulación de tal principio se deduce claramente que la
UNIVERSALIDAD es la forma de la ley moral práctica y que los principios concretos de
conducta subjetiva ( máximas ) deberían acomodarse a tal universalidad si es que
pretenden el calificativo de deberes perfectos.
Todos queremos ser felices. Cualquier moral que no parta de este ideal es fantástica, ilusa. Pero no
todo lo querido por mí puede ser querido por una voluntad universal. | Por lo tanto, si ha de ser
racional, la búsqueda de la felicidad debe someterse a la forma de la voluntad universal. ð Pero esto
significa que en mi interpretación de la felicidad: 1. No puedo únicamente juzgar según mi sentido 2.
Sino según un sentido universal a crear. | Lo que necesitamos es limitar la mecánica de la sociedad
como insociable sociabilidad, de forma que impida la imposición de un proyecto de felicidad sobre
otros. Esto es lo propio de la moralidad.
Y el instrumento es la conciencia moral
ï Porque a través de ella hacemos discriminaciones de orden ético ð Y, al hacerlo, admitimos
ciertos principios como necesarios e incuestionables.
§ La conciencia moral es la conciencia del deber, es decir, la conciencia que manda hacer algo
sin restricción, sin condición alguna, simplemente porque es nuestro deber hacerlo.
Precisamente, el carácter absoluto de las exigencias morales es lo que las distingue de otro
tipo de mandatos, por ejemplo, de los consejos de prudencia o las reglas de habilidad.
1º. Un consejo de prudencia sería una proposición del tipo: "si en unas circunstancias
dadas quieres alcanzar la máxima felicidad posible, entonces debes etc..."
2º. Una regla de habilidad se presentaría bajo la siguiente forma: "si en unas circunstancias
dadas quieres alcanzar una meta determinada y específica, entonces debes etc...".
§ Kant se concentra en el hecho indiscutible de que existen semejantes exigencias en el hombre
y prescinde totalmente de que, una vez planteado un imperativo moral, éste se realice o no
ï Lo importante no es lo que efectivamente hacemos sino que sabemos lo que deberíamos
hacer con independencia de que lo llevemos a la práctica o no.
Kant describe una CUATRO EJEMPLOS que nos mostrarían la grave contradicción que se produciría si
alguien decidiera convertir en ley universal acciones subjetivas que no estuvieran en concordancia con la
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ley moral universal. El primero de los ejemplos hace referencia a un hombre que por una serie de
desgracias rayanas en la desesperación, siente despego de la vida, aunque tiene aún suficiente razón como
para preguntarse si no será contrario al deber para consigo mismo quitarse la vida. El segundo hace
referencia a otro hombre se ve apremiado por la necesidad de pedir dinero prestado. Sabe perfectamente
que no podrá pagar, pero también sabe que nadie le prestará nada si no promete formalmente devolverlo
en determinado momento. Siente deseos de hacer tal promesa, pero aún le queda conciencia bastante
como para preguntarse: ¿no está prohibido, no es contrario al deber salir de apuros de esta manera? El
tercer ejemplo se refiere a otra persona que posee cierto talento en su interior, lo que, con ayuda de
alguna cultura, podría hacer de él un hombre útil en diferentes aspectos. Sin embargo, se encuentra en
circunstancias cómodas y prefiere ir en búsqueda de placeres a esforzarse por ampliar y mejorar sus
afortunadas capacidades naturales. Por último, en el cuarto ejemplo, Kant, se refiere a otra persona a la
que le van bien las cosas y que ve a otras luchando con grandes dificultades. Podría ayudarles, pero
piensa: ¿a mí que me importa? ¡que cada uno sea lo feliz que le cielo le conceda o él mismo quiera
hacerse; nada voy a quitarle, y ni siquiera le tendré envidia; no tengo ganas de contribuir a su bienestar o
a su ayuda en la necesidad.
Pues bien, después de describir estos ejemplos, Kant, intenta explicar por qué serían deberes imperfectos
el quitarse la vida, no cumplir las promesas, no cultivar el talento natural y no preocuparse por el destino
de los demás. Para llevar a cabo tal explicación establece una diferencia entre los dos primeros ejemplos
y los dos segundos. Afirma que, en los dos primeros ejemplos, intentar convertir tales máximas en leyes
morales universales implicaría una grave contradicción lógica. En los dos últimos ejemplos aunque la
contradicción lógica no aparece tan clara, sin embargo resultaría imposible querer que tal máxima se
convirtiera en ley universal ya que, en este caso, la voluntad se encontraría en contradicción consigo
misma. Veamos por qué.
Es evidente, afirma Kant, que, en los DOS PRIMEROS EJEMPLOS, implicaría una gravísima
contradicción lógica intentar convertir en leyes universales de tipo moral, máximas que establecieran
como un deber el suicidarse cada vez que tuviéramos problemas o mentir y no cumplir las promesas. Es
evidente que si lo bueno fuera quitarse la vida o mentir por norma, la especie humana acabaría por
encontrarse en un callejón sin salida. Por lo tanto, repugna lógicamente a la razón justificar tales máximas
como leyes morales universales. Por lo que se refiere a los DOS ÚLTIMOS EJEMPLOS la contradicción
lógica no estaría tan clara. Podría decirse que la especie humana podría seguir viviendo aunque existiera
una norma moral universal que estableciera que no era necesario cultivar el talento natural o ayudar a los
demás. Ahora bien, Kant afirma que tales máximas tampoco podrían tener validez universal ya que nadie
podría querer tales máximas como leyes. Y es que, según Kant, en estos casos, sería la voluntad misma la
que se encontraría en contradicción consigo misma. Por ello, afirma Kant lo siguiente: en otros casos
falta esa imposibilidad lógica intrínseca.....y a pesar de ello sigue siendo imposible querer que la máxima
se alce a la universalidad de una ley de la naturaleza, porque una voluntad así estaría en contradicción
consigo misma. Kant describe a modo de conclusión lo que piensa sobre estos 4 ejemplos.
El criterio del consenso o del acuerdo racional mediante el
diálogo. Habermas
Esta teoría tiene su origen remoto en la figura de Sócrates (siglo v a.C.), y ha sido desarrollada
contemporáneamente por filósofos como Karl Otto Apel y Jürgen Habermas.
En lo sustancial, esta teoría establece que un enunciado es verdadero (o una acción es moralmente
buena) cuando puede alcanzar la aceptación unánime de todos en un diálogo en el cual se
argumente sin ningún tipo de limita-ción. La verdad (o las distintinciones morales en el ámbito de
lo práctico), por tanto, se entiende como acuerdo racional de todos los interlocutores en un diálogo
sin limitaciones.
Esta interpretación de la verdad se basa en una concepción dialógica de la razón; es decir, se basa
en la idea de que la razón es inseparable del diálogo.
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El ejercicio de la razón, la argumentación y la búsqueda de la ver-dad:
1. no es una actividad privada y subjetiva,
2. sino que es siempre intersub-jetiva, explícita o implícitamente.
Supongamos que alguien se enfrenta a un problema en la soledad de sus propias reflexiones y
llega finalmente a la conclusión de que la solución “S” es la verdadera. ¿Qué significa para él
que es verdadera? Según la teoría del acuerdo racional, significa que cualquier interlocutor
racional llegaría a la misma conclusión.
Pero hablamos de acuerdo racional. ` No se trata de cualquier tipo de acuerdo entre interlocutores;
no se trata, por ejemplo, de un acuerdo al que se llega bajo amenazas o movidos por intereses
particulares. Se su-pone un diálogo entre iguales, no condicionado por relaciones de po-der,
engaños, ignorancia ole los datos pertinentes, etc. Ahora bien, este tipo de diálogo no existe
realmente. Por ello, se habla de «acuerdo en una situación ideal de diálogo».
La acción comunicativa, nos dice Habermas, es aquélla en que:
1. Los actores no coordinan sus planes de acción calculando su éxito personal
2. Sino a través de un acuerdo
En principio, esa discusión puede desembocar en un consenso ï siempre que los que participen en la
misma se ajusten a las condiciones de la situación ideal de habla, que sería aquella en la que todos
los afectados gozasen de una posición simétrica para defender argumentativamente sus puntos de
vista e intereses à de forma que el consenso resultante: a) No se debiera a ningún tipo de coacción
o control b) Sino sólo a la fuerza del mejor argumento.
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