INBA Dpto. de Biología Prof. Sra. Alejandra Aguilera

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Dpto. de Biología
Prof. Sra. Alejandra Aguilera
Guía de aprendizaje, 4° Medios, plan diferenciado
DESARROLLO EMBRIONARIO EN EL ORGANISMO HUMANO.
Aprendizaje Esperado: Durante el desarrollo se establece primero un esquema que
define las principales regiones del cuerpo (cabeza, tronco, cola) y luego se produce una
diferenciación en las células del embrión, generándose una gran variedad de fenotipos
celulares. La definición del plan corporal y diferenciación celular ocurre por la
expresión de distintos genes.
El desarrollo del embrión humano es típico de los placentarios. Como se muestra en
la figura 1, después de la fecundación en el extremo distal de una de las trompas de
Falopio, el huevo se desplaza hacia el útero durante tres días y se divide
progresivamente por mitosis en dos, cuatro, ocho o doce blastómeros. Las divisiones
posteriores transcurren en la cavidad uterina, hasta formar una cavidad hueca llamada
blastocisto, la blástula de los mamíferos placentarios.
El blastocisto consta de una capa de células superficiales, el trofoblasto, desde el cual
se proyecta hacia el centro de la cavidad una masa de células internas. El embrión se
desarrolla a partir de la masa de células internas; el trofoblasto produce las estructuras
necesarias para proteger y nutrir al embrión a expensas de los tejidos maternos.
Fig. 1 Desarrollo inicial del huevo e implantación del blastocisto.
Hacia el séptimo día después de la fecundación, el blastocisto se instala contra el
esponjoso revestimiento del útero, generalmente en la parte superior y comienza a
introducirse el él. Este proceso denominado implantación o nidación marca el inicio real
del embarazo. La implantación es el resultado de una interacción entre el trofoblasto,
que produce enzimas proteolíticas capaces de disolver el endometrio, y el tejido uterino
materno, cuyas células se reproducen y terminan por envolver completamente al
blastocisto. Al penetrar en la pared del útero, el trofoblasto obtiene de la sangre materna
las sustancias necesarias para nutrir a las primeras células del embrión, mientras se
estructura a la placenta.
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Al mismo tiempo, dentro de la masa de células internas se forman dos cavidades: la
cavidad amniótica, revestida por una sola capa de células, el ectodermo, y la cavidad del
saco vitelino, con paredes formadas igualmente por una sola capa celular, el endodermo
(figura 2). Entre las dos cavidades se constituye el disco embrionario, de dos capas
celulares, que evolucionará a embrión propiamente tal. Esta gástrula didermica se
completa enseguida, al aparecer el mesodermo entre el ectodermo y el endodermo. El
mesodermo también tapiza interiormente al trofoblasto y forma además una delgada
lámina que envuelve a la cavidad amniótica y al saco vitelino. El trofoblasto y su
revestimiento interno de mesodermo constituyen, ahora, la estructura llamada corion.
Deasde laprimera semana después de la implantación, el intestino primitivo del embrión
desarrolla un tubo, el alantoides, que crece hacia el interior del “pedículo de fijación”,
grupo de células que une al embrión con el corión.
Fig. 2 Formación de cavidad amniótica y del saco vitelino y origen del disco
embrionario.
De esta manera y probablemente antes de que la madre sepa que está embarazada, el
embrión humano consta de tres capas, cada una de las cuales proporcionará los
materiales necesarios para construir los diversos tipos específicos de tejidos. El saco
vitelino, sin sustancias nutritivas, carecerá de importancia en el futuro y terminará por
degenerar al perder sus conexiones con el embrión. El amnios en cambio, continuará
siendo un anexo fundamental hasta el momento del alumbramiento.
A medida que pasa el tiempo, el embrión se arraiga fuertemente en la pared del útero.
Para tal efecto, brotan de toda la superficie del corion centenares de proyecciones
digitiformes, las vellosidades coriónicas, que crecen hacia el interior del tejido uterino,
penetrando en la m asa esponjosa llena de sangre materna. Estas vellosidades
coriónicas, junto con los tejidos de las paredes uterinas, engrosadas y vascularizadas,
forman la placenta. Las vellosidades se desarrollan extensamente en el área del corion
más inmediata a la región de aprovisionamiento de sangre materna; en el resto del
corion, las vellosidades son comparativamente escasas.
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A medida que el embrión crece, se contrae la porción ventral de su cuerpo y disminuye
consecuentemente el tamaño relativo de esa área. Como el amnios a continuado su
desarrollo, la alteración mencionada facilita la ampliación de la cavidad amniótica.
Cuando el amnios termina por envolver al embrión, la aproximación de los pliegues
amnióticos da por resultado una estructura tubular, denominada cordón umbilical, que
conecta al cuerpo embrionario con la placenta (figura 3). El cordón umbilical contiene
además del saco vitelino y alantoides, las arterias y venas que conducen sangre entre la
placenta y el embrión. Estos y muchos otros cambios tienen lugar en los dos primeros
meses de desarrollo embrionario, período durante el cual es casi imposible distinguir el
embrión humano del de los demás mamíferos. Pero ya trazados todos sus principales
sistemas orgánicos, el embrión comienza a definir sus rasgos físicos, adquiriendo la
apariencia de ser humano en el transcurso del tercer mes de embarazo. A partir de
entonces y hasta el momento del nacimiento, se le denomina feto.
Fig. 3 Formación del cordón umbilical.
El cordón umbilical es la única conexión entre la madre y el feto. A través de la
placenta, el feto obtiene de la sangre materna el oxígeno y los nutrientes que requiere su
desarrollo y elimina, por esta misma vía, CO2, urea y los demás desechos de su
actividad metabólica. Contra lo que pudiera creerse, no hay contacto directo entre la
circulación sanguínea de la madre y la del hijo; pues el aparato circulatorio del feto es
enteramente independiente del aparato circulatorio de la madre. Los capilares
sanguíneos de uno y otro están contiguos pero sin comunicación entre ellos. Las dos
corrientes sanguíneas –materna y fetal- intercambian sustancias a través de la fina
membrana que las separa, pero jamás se mezcla la sangre de la madre con la del hijo.
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Además de canjear el oxígeno por el dióxido de carbono y los nutrientes por los
desechos, la placenta protege al feto llevándole anticuerpos que lo inmunizan
temporalmente contra algunas enfermedades. No obstante su acción protectora, la
barrera placentaria puede ser superada por distintos agentes nocivos. Por ejemplo, si la
madre enferma de Rubéola, el virus patógeno atraviesa la placenta y afecta al embrión.
De igual modo, ciertas drogas peligrosas, como la talidomida, filtran a través de la
placenta y provocan deformaciones irreversibles en el cuerpo del futuro bebé.
Entre sus muchas funciones, la placenta actúa también como un órgano endocrino,
puesto que produce una amplia variedad de hormonas que ayudan a mantener el
embarazo.
EMBARAZO Y PARTO
Se da el nombre de embarazo o gestación al período que transcurre desde la
fecundación del óvulo (concepción) hasta el nacimiento del nuevo ser (parto). En la
especie humana, el embarazo tiene una duración aproximada de nueve meses.
En cuanto se produce la implantación del blastocisto, el corion empieza a segregar
gonadotrofina coriónica humana (GCH), una hormona semejante a la HL de la
hipófisis. La GCH impide la degeneración del cuerpo lúteo y lo estimulo para que
continúe entregando los estrógenos y la progesterona, necesarios para mantener el
revestimiento uterino durante los primeros dos o tres meses del embarazo. Al cabo de
este tiempo, decrece la producción de GCH y el cuerpo lúteo degenera. Entonces, la
placenta toma a su cargo la elaboración de estrógenos y de progesterona que conservan
al útero en condiciones apropiadas para la vida del feto.
En consecuencia, la placenta no solo protege y abastece de alimentos al embrión, sino
que además, genera hormonas que mantienen el embarazo.
El crecimiento acelerado del feto en los últimos meses del embarazo coincide con la
ampliación de la cavidad amniótica, de manera que al término de su desarrollo, el feto y
sus envolturas llenan todo el útero determinando que este crezca y se dilate. (figura 4)
Fig.4 Embarazo.
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El parto se inicia cuando las paredes musculares del útero comienzan a contraerse y
relajarse, ejerciendo sobre el feto una presión que aumenta paulatinamente a medida que
se hace mayor la frecuencia e intensidad de tales contracciones. En ese memento,
generalmente, el amnios se rompe y deja salir el líquido amniótico al exterior. Poco
después, el feto es empujado a través de la vagina fuera del cuerpo de la madre. El
recién nacido permanece unido a la cavidad uterina por el cordón umbilical y la
placenta. Para desprenderlo se liga y secciona el cordón umbilical en un punto cercano
al cuerpo del niño. La pequeña porción del cordón que queda unida al niño termina por
secarse y desprenderse en posos días, dejando como señal el “ombligo”. Después del
nacimiento, la acción muscular del útero continúa hasta que expulsa a la placenta
(alumbramiento).
El parto es “de término” cuando sobreviene al final del 9° mes del embarazo;
“prematuro”, si ocurre entre el 7° mes y la mitad del 9° mes; “retardado”, cuando se
produce después de finalizado el 9° mes del embarazo. Antes del 7° mes, no se trata de
un parto, sino de un “aborto”
HORMONAS DETERMINANTES DEL PARTO
Entre las causas determinantes del parto figuran varias hormonas, principalmente
estrógeno, progesterona y oxitocina. Se sabe que las contracciones del útero son
estimuladas por los estrógenos e inhibidas por la progesterona. Mientras predomina la
acción de la progesterona, los músculos uterinos permanecen relativamente inactivos,
pero en cuanto baja el nivel de ésta hormona, en los días que preceden al parto, las
paredes musculares del útero comienzan a contraerse débilmente. Estas contracciones se
acentúan progresivamente por la acción de la hormona llamada oxitocina, liberada por
el lóbulo posterior de la hipófisis, cuando decrece la cantidad de progesterona.
Investigaciones indican que en la iniciación del parto, también interviene la
“prostaglandina”, una sustancia que aparece al terminar el período de gestación.
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