Los sentidos, vista, olfato y gusto en la abeja

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Nombre: María Bravo Torres
Curso: 3º I.T.I.A.
Asignatura: Producción y tecnología de la miel, polen y productos derivados
Índice
Págs.
1. Introducción...............................................................................................................3-4
2. Estructura de las abejas..............................................................................................4-7
3. Sentido de la vista en las abejas...............................................................................7-11
3.1. Fotorrecepción
3.2. Funcionamiento de los omatidios
3.3. Los colores de las flores
3.4. Orientación de las abejas: la luz polarizada y la magnetorrecepción
4. Sentido del olfato en las abejas..............................................................................12-16
4.1. Olor de grupo
4.2. Llamadas de reclamo
4.3. Mensajes de alarma
4.4. El atractivo aroma de las flores
4.5. Las larvas atraen a las obreras
4.6. La feromona real: atracción y control de la reina
5. Sentido del gusto en las abejas...............................................................................16-19
6. Conclusiones..........................................................................................................19-20
7. Bibliografía..................................................................................................................21
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1. Introducción:
Las abejas son artrópodos (poseen patas reticuladas), pertenecientes a la clase de
insectos de los himenópteros (que viene del griego himen: membrana), y a la familia de
los ápidos. Estos insectos se caracterizan por tener alas membranosas y translúcidas, al
igual que las hormigas o las avispas.
En el mundo existen diferentes especies de abeja, como la Apis dorsala, Apis florea,
Apis mellifera o Apis cerana; cada una de ellas puebla una determinada zona del
mundo, hasta estar presentes en casi toda la geografía, salvo en aquellas regiones donde
hace demasiado frío en invierno. De todas ellas, la más evolucionada y que suele tener
más interés en la producción de miel y otros compuestos y, por tanto, la más común, es
Apis mellifera, cuyo nombre significa “portadora de miel”. El hecho de que sea la más
evolucionada, ha dado lugar a la distinción de diferentes razas dentro de la especie, que
se asientan en diferentes países y poseen diferentes características.
Sin embargo, a pesar de las diferencias entre las especies y razas, los sentidos y
comunicación en las abejas son semejantes.
Cabe señalar que los insectos, como todos los animales, poseen órganos receptores que
les permiten detectar los cambios del medio y responder a los mismos con determinadas
actitudes o estados fisiológicos; pero, sin embargo, no todos poseen la capacidad de
comunicarse con otros de su misma especie y trasmitir esa percepción del medio. En el
caso de las abejas, son animales sociales por naturaleza, no es posible la vida de una abeja
por separado, y como tales, son capaces de comunicarse entre sí.
La forma en que las abejas son capaces de percibir los estímulos es diferente a como lo
hacemos los humanos; por ejemplo, en los humanos, uno de los sentidos más
desarrollado es el de la vista, pero en el caso de los insectos hay otros sentidos que son
más importantes, como el del olfato o el gusto. Aunque pueda parecer raro, este aspecto
es lógico, ya que, dentro de la colmena, las abejas están casi a oscuras, por lo que el
sentido de la vista no les es de mucha utilidad, pero sí aquellos que capten olores, sabores
y cualquier movimiento o vibración que las pueda poner en alerta ante la presencia de
invasores o depredadores, o de flores a las que acudir a por su comida.
En general, los animales son capaces de adaptarse a las condiciones ambientales porque
poseen células o grupos de células que tienen una sensibilidad específica a los cambios
del medio que les rodea. Estas células especializadas y estructuras asociadas son los
órganos de los sentidos. Posteriormente, de las células receptivas se extienden los nervios
sensoriales hacia el sistema nervioso central y de éste salen los nervios motores hacia los
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músculos y glándulas, respondiendo al estímulo. En el caso concreto de las abejas,
perciben su ambiente a través de la fotorrecepción (sentido de la vista), la
quimiorrecepción (sentidos del gusto y olfato), la mecanorrecepción (sentidos del tacto y
del oído), la termorrecepción y la magenetorrecepción. Así pues, la abeja depende de sus
sentidos para encontrar comida, defender la colonia, reproducirse y cuidar a sus crías. De
todos los sentidos, en este trabajo se comentarán los dos primeros (fotorrecepción y
quimiorrecepción).
Antes de comenzar a explicar cada uno de los sentidos de las abejas, empezaremos por
describir la estructura, tanto externa como interna que poseen las abejas, prestando
especial interés a la cabeza, ya que es la parte en la que se encuentran los órganos de los
tres sentidos a abordar en el trabajo. Con respecto a este tema, cabe señalar que algunos
aspectos difieren en función de si la abeja es obrera, reina o zángano, como se tratará
posteriormente.
2. Estructura de las abejas:
Las abejas son insectos que tienen el cuerpo peludo y céreo, y dividido en tres
segmentos básicos (véase figura nº 1), que son:
•
•
•
Cabeza
Tórax
Abdomen
Figura nº 1: Partes del cuerpo de la abeja
La cabeza:
La cabeza de las abejas también recibe los nombres de cápsula o tagma craneana,
aunque éstos son menos frecuentes. Esta cabeza es una caja quitinosa con forma de
triángulo invertido, pero achatada por la parte frontal y posterior. Tiene la parte
posterior cóncava y está unida al tórax por un cuello fino y membranoso. En la parte
externa de la cabeza es donde la abeja tiene: las dos antenas, tres ojos simples, dos ojos
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compuestos, un labro, dos mandíbulas, un clípeo y una probóscide. A continuación,
comentaremos un poco que son exactamente cada una de esas partes:
-Antenas: son estructuras localizadas a ambos lados y casi en el centro de la parte
anterior de la cabeza. Cada antena consta de un escapo basal, que es rígido y más
pequeño en el caso de los zánganos que en las obreras, y de un flagelo, que es flexible, y
que está subdividido en 12 artejos en el caso del macho, y 11 en las hembras (figura nº
2). La base del flagelo (porción que une parte rígida con la flexible) se conoce como
pedicelo, y está seguido de un anillo. A su vez, en cada subdivisión del flagelo existen
múltiples órganos sensoriales, olfatorios y de tacto, en forma de placas porosas y poros
(con forma de embudo), o pilosa, respectivamente. La antena posee en su interior una
red de nervios, que sirven a la abeja como aparato receptor y transmisor de sensaciones.
Figura nº 2: Antena de la abeja
Estas antenas son órganos de doble función, ya que detectan sustancias químicas en dos
escalas, a distancia y en las inmediaciones de la abeja. Cuando las abejas están volando,
sus antenas están expuestas al medio ambiente, por lo que pueden percibir la presencia
de: humo, néctar, polen, feromonas, depredadores, etc.; pero, además, en el plano
inmediato, pueden oler y tocar con las antenas; por ejemplo, cuando están trabajando
una flor, inspeccionando a otra abeja, o examinando una gota de néctar o de miel.
-Ojos simples u ocelos: son tres pequeñas esferas localizadas en la parte superior de la
cabeza y que forman entre si forman un pequeño triángulo, con el vértice hacia abajo.
La disposición, medidas y distancias entre ellos varían según la raza, y aún, para cada
individuo dentro de una misma raza; por ejemplo, en el zángano están localizados un
poco más abajo, pero todavía en la parte superior frontal.
-Ojos compuestos: estas dos estructuras están localizadas en la parte superior y lateral
de la cabeza, y son los órganos externos de la cabeza que más espacio ocupan. Cada ojo
está compuesto de múltiples subestructuras conocidas como omatidios.
-Mandíbulas: están suspendidas en la parte inferior de la cabeza, a los lados de la boca,
detrás del labro. Cada mandíbula tiene movimiento lateral solamente. Por término
general, la mandíbula es ancha en su base, delgada en el medio y ancha en su parte
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distal. Por su superficie interior corre un canal que da salida a las secreciones de las
glándulas mandibulares.
-Clípeo y labro: son estructuras en forma de placas que están localizadas en la parte
central inferior de la cabeza y protegen las partes bucales más delicadas. La placa
superior, el clípeo, es la más grande, y la inferior, en forma de rectángulo, es el labro.
-Probóscide: no es un órgano como tal, sino que son un grupo de estructuras que se
unen y tienen una función particular. Por esta estructura retráctil se ingiere y regurgita,
néctar, agua o miel.
Ya en el interior de la cabeza es donde se encuentran el cerebro, la bomba de succión,
que es un saco muscular que le sirve a la abeja para succionar el néctar, las glándulas
secretoras de los alimentos, las salivares y el endoesqueleto que le da rigidez a la abeja.
Tórax:
En el tórax es donde se localizan las alas y las patas, así como las primeras conexiones
externas del sistema respiratorio. El tórax se divide en cuatro segmentos diferentes, que
son el protórax, el mesotórax, el metatórax y el propodeum. Debido a lo unidos que
están entre ellos, resulta difícil percibir sus límites.
El protórax está conectado al cuello y da soporte a la cabeza; además es donde se
encuentra el primer par de patas. El mesotórax es el segmento más grande, contiene el
primer par de alas, el segundo par de patas y el primer par de espiráculos (orificios que
forman parte del sistema respiratorio). El metatórax es un segmento delgado que
contiene el tercer par de patas, el segundo par de alas, y el segundo par de espiráculos.
Por último, el propodeum es el cuarto segmento que se encuentra en el tórax, aunque en
realidad ya es el primer segmento del abdomen; contiene el tercer par de espiráculos, y
en la parte final se reduce para formar el petiolo abdominal.
-Alas: son extensiones finas del integumento que se forman mediante la unión de dos
capas de exoesqueleto. Estas estructuras están fortalecidas por estructuras tubulares
conocidas como venas, a través de las cuales fluye hemolinfa.
-Patas: se encargan de la locomoción en sustratos, aunque también les sirven a las
abejas para recoger y cargar el polen y los propóleos, limpiar las antenas y limpiarse el
cuerpo de polen y materias extrañas. Están divididas en seis segmentos.
Internamente, el tórax está formado por músculos, y es donde se encuentran todos los
órganos de locomoción. Además, también existen ganglios nerviosos que controlan los
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músculos del tórax y que van al abdomen. Finalmente, por su interior también pasa la
hemolinfa, parte del corazón y el esófago.
El abdomen:
El abdomen es la parte que contiene las vísceras principales de la abeja. En su interior
se encuentra la mayor parte del sistema digestivo, órganos reproductivos y glándulas
accesorias, mientras que en la parte externa se encuentran los órganos de acoplamiento
y de postura así como las glándulas de cera, las glándulas aromáticas, siete pares de
espiráculos, y la ponzoña y glándulas asociadas a la producción del veneno. Toda su
superficie se haya dividida en nueve segmentos.
Relacionado con los sentidos, en el interior de este abdomen se encuentran varias
glándulas que son las responsables de diversos aromas en la abeja.
3. Sentido de la vista en la abeja:
Hecho un recorrido por la estructura de la abeja, pasamos ahora a centrarnos en los
sentidos que son objeto del trabajo.
3.1. Fotorrecepción:
En el caso de la energía radiante de la luz, las abejas la perciben a través de sus ojos.
Como se ha comentado, éstos pueden ser de dos tipos, los ojos simples u ocelos, y los
compuestos (figura nº 3). Los dos tipos de ojos están dispuestos sobre la cabeza de la
abeja, pero sus funciones son bastante diferentes.
Figura nº 3: Ojos de las abejas
Las abejas poseen dos ojos compuestos que están situados a ambos lados de la cabeza, y
que, a su vez, están formados por estructuras más pequeñas, independientes y de forma
hexagonal, llamadas omatidios. Por otra parte, posee tres ocelos u ojos simples que están
situados formando un triángulo en la parte superior de la cabeza. Cabe señalar que los
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ojos compuestos son órganos muy perfeccionados que dan una visión de gran calidad,
mientras que los ocelos sólo sirven para la visión corta en la oscuridad de la colmena.
Los ojos de los insectos se conocen con bastante exactitud porque están compuestos,
como cualquier otro ojo, de lentes externas para enfocar la luz, y de una retina que se
encuentra debajo, sensible a la luz, y conectada con el cerebro por nervios.
Por lo que respecta a los ojos simples u ocelos, se puede decir que éstos no son órganos
muy especializados. Cada ocelo consiste en una lente sobre una capa muy simple de
células retinales alargadas conectadas con las fibras nerviosas; en ellos, no existe ningún
refinamiento, por lo que es imposible que puedan formar imágenes. Tras varias
investigaciones, se ha llegado a la conclusión de que su función es la de detectar la
intensidad de la luz, y que pueden percibir los rayos infrarrojos, que son muy útiles para
la actividad de la abeja dentro de la colmena.
Por el contrario, los ojos compuestos constituyen estructuras bastante complejas. Su
superficie exterior es un óvalo alargado, muy convexo, que está formado por las lentes de
los omatidios y recubiertos de pelo, como se puede ver claramente en el esquema que se
incluye a continuación.
Figura nº 4: Corte transversal de la cabeza de un zángano
El número de omatidios (también llamados facetas) de los ojos compuestos varía en los
diferentes individuos de la colmena; por ejemplo, la reina tiene en torno a 4000 omatidios
(exactamente se cree que son 4.290), las obreras algo más de 6000 (concretamente 6.300),
y los zánganos sobre 13000 (en total 13.090). Aunque pueda parecer extraño, el hecho de
que haya tanta diferencia de unos individuos a otros tiene una sencilla explicación: la
reina sólo va a necesitar agudizar el sentido de la vista una vez en su vida, para su vuelo
nupcial, y para la vuelta a la colmena después del mismo, mientras que la obrera lo
necesita toda su vida para la recolección, localización de la colmena, etc. En el caso del
zángano, la visión es más importante aún, ya que su misión principal es localizar a las
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hembras en el vuelo nupcial, y copular con ellas, por eso tiene los ojos más grandes, más
abultados y con mayor número de omatidios.
3.2. Funcionamiento de los omatidios:
Los omatidios son cuerpos alargados que se van estrechando hacia los extremos. Se
disponen en dirección perpendicular a la superficie de la cornea, por lo que, de esta
manera, cada uno cubre un pequeño campo de visión angular.
La estructura de cada omatidio es mucho más compleja que la de los ojos simples, ya que
poseen una lente, detrás de la cual hay un claro y transparente cono cristalino, rodeado de
células pigmentadas; a su vez, detrás de este cono están las células retinianas, también
rodeadas de células pigmentadas. Los bordes de las células retinianas que se unen en los
ejes de los omatidios, se combinan de forma tal que componen un largo y delgado
rabdoma, que es como una vara transparente. Este rabdoma es estriado y parece que su
función es dividir la luz que lo atraviesa y va hacia las células (véase figura nº 5).
Figura nº 5: Estructura detallada del ojo compuesto
Estas células pigmentadas sirven para excluir la luz que penetra en las proximidades de
los omatidios, asegurándose que el estímulo sea sólo aplicado a la luz que penetra en la
unidad.
Algo a resaltar es que los ojos compuestos de las abejas no pueden formar imágenes como
las producidas por las lentes de los vertebrados. En realidad, se cree que cada omatidio
detecta la intensidad de luz del campo situado inmediatamente enfrente de su lente, y que
la impresión total recibida por todo el ojo es como una reproducción en mosaico,
compuesta de pequeñas manchas; es decir, que los ojos compuestos de las abejas forman
imágenes por aposición.
Como consecuencia de la creación de imágenes por aposición, la capacidad de definición
de las abejas es muy limitada (distinguen mal las formas), aunque a la abeja le resulta
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suficiente, ya que pueden reconocer marcas de referencia en el terreno, y detectar con
gran rapidez los movimientos; además, también perciben diferencias de color, forma y
posición.
3.3. Los colores de las flores:
Se ha decidido incluir este apartado porque, entre los diferentes estímulos visuales que
entran en juego en las relaciones insecto-flor (tamaño, forma, contorno, simetría...), la
percepción del color tiene un papel fundamental, y en la abeja no es diferente.
De hecho, gracias a los experimentos de Karl von Frisch (a principios del siglo XX)
sabemos que las abejas tienen una buena visión para los colores. Unos años después de
que Karl von Frisch descubriera esto, otro científico llamado Kühn (en 1924) descubrió
que las abejas ven la luz ultravioleta (UVA). Por lo tanto, las abejas ven el mundo que
les rodea en un espectro distinto al de los humanos. En el caso de las abejas, la gama de
color se extiende desde el ultravioleta (300 nanómetros) hasta el amarillo-anaranjado
(650 nm), mostrando picos de sensibilidad para el ultravioleta, azul y verde. Sin
embargo, para el ojo humano, la gama de color se extiende desde los 400 a los 750 nm,
con mayor sensibilidad para el azul, verde y rojo (figura nº 6).
Así pues, las abejas no son capaces de ver el color rojo, que para ellas es negro, pero sí
que son muy sensibles a la gama de los ultravioletas, al contrario que los humanos,
quienes no somos capaces de ver la banda ultravioleta, pero percibimos con gran
facilidad toda la banda roja.
Figura nº 6: Visión de las abejas y los humanos
El ultravioleta es tan importante para las abejas que, de hecho, es uno de sus tres colores
primarios y, aunque son atraídas fundamentalmente por flores que a nuestros ojos son
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azules y amarillas, es posible que ellas los aprecien de diferente color, ya que el
ultravioleta puede estar también presente.
Cabe señalar que, en el diseño de la corola de una flor, son muy importantes las marcas
de contraste que guían a los insectos hacia donde se encuentra el néctar (líneas
convergentes hacia el interior de la flor). El color de estas marcas, denominadas
correctamente “guías de néctar”, suele contrastar con el color floral de fondo, lo que
ayuda al polinizador a encontrar el camino correcto. De todas las flores polinizadas por
las abejas, un 30% tienen guías de néctar claramente visibles por el ojo humano, pero
otro 26% tienen pautas ultravioletas que solamente son percibidas por el ojo de estos
insectos. Además, las abejas tienen preferencia por flores cuya parte central absorbe el
ultravioleta, lo que se denomina “efecto diana”.
3.4. Orientación de las abejas: la luz polarizada y la magnetorrecepción:
Los ojos compuestos de las abejas tienen otra propiedad muy importante: la de detectar el
plano de vibración de la luz polarizada. Karl Von Frisch demostró que la abeja encuentra
el camino de vuelta a la colmena y registra la ubicación de la fuente de alimento mediante
el ángulo del sol y, si éste no se ve, por el plano de vibración de la luz. Así, cuando el
cielo está cubierto de nubes, ellas se orientan por el sol y localizan su posición, sin
perderse.
Como es sabido, una de las señales naturales del medio ambiente es el campo
geomagnético (la tierra se comporta como un enorme imán), pero los polos de dicho
campo geomagnético no han estado siempre en el mismo lugar, a veces han invertido su
posición y, como consecuencia de este hecho, se han extinguido diferentes grupos de
seres vivos. La abeja es uno de los insectos en los que más se ha estudiado su detección
del campo magnético, demostrando que es capaz de detectarlo, y que ejecutan sus danzas
ajustándolas con la dirección de dicho campo. Por ejemplo, cuando un enjambre deja la
colmena original, construyen los nuevos panales en la misma dirección magnética de la
colmena anterior, y se ha demostrado que es necesario campos magnéticos muy fuertes
para destruir esa orientación geomagnética de los panales. Aunque no se conoce con
seguridad, se cree que la magnetita encontrada en el abdomen de las abejas (y que es un
imán natural), puede ser el sensor magnético responsable de la magnetorecepción en estos
insectos.
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4. Sentido del olfato en las abejas: Quimiorrecepción.
Pasando al sentido del olfato, en el interior de la colmena predomina la oscuridad, por lo
que la percepción de sustancias químicas, junto con las mecánicas, son necesarias para la
comunicación de las abejas.
De todos los sentidos, el más primitivo está relacionado con la percepción de moléculas
químicas en el ambiente (es decir, los sentidos del olfato, y del gusto).
Cuando la percepción es a distancia, las moléculas llegan al receptor disueltas o en
suspensión en el aire, en baja concentración, por lo que se perciben por el sentido del
olfato, mientras que cuando la percepción es por contacto, y las sustancias se hayan en
mayor concentración, interviene el sentido del gusto, del que se hablará en el siguiente
apartado del trabajo.
En el caso del sentido del olfato, éste está relacionado con el reconocimiento del grupo,
defensa, protección y alimentación de la cría, reproducción y búsqueda de comida.
En el caso de las abejas, hay que decir que su sentido del olfato es, quizás, el más
importante, sobretodo dentro de la colmena, donde se encuentran prácticamente a oscuras,
pero también fuera de ella. Además, las abejas agudizan su olfato en función de su
necesidad; pueden reconocer los aromas de una misma sustancia en distintos grados de
concentración.
Los quimiorreceptores responsables del olfato en las abejas se encuentran principalmente
en sus antenas, tanto en forma de pelos olfativos, como formando unas estructuras
microscópicas llamadas placas porosas (son como unos orificios que se encuentran en las
antenas por donde entran los aromas). Además, la antena se encuentra recorrida
internamente por un nervio doble que procede directamente del cerebro.
Cada placa tiene una ranura alrededor de su borde y cubre un grupo grande de células
sensoriales. Dichas placas son capaces de captar diminutas partículas de materia que
viajan por el aire. Después de realizar diversas investigaciones, se estima que hay entre
5000-6000 órganos placa sobre el flagelo de la antena de la obrera, 2000-3000 órganos
placa en la reina y, posiblemente, 30000 en el zángano. De nuevo, estas diferencias tan
grandes tienen una explicación; como se comentó al hablar del sentido de la vista, los
zánganos tienen que oler a las abejas reinas para poder copular con ellas, por eso poseen
una mayor cantidad de órganos placa.
Dentro de este apartado del sentido del olfato, hay que hacer una mención especial a las
feromonas, que son sustancias químicas producidas por muchos animales, entre los que se
encuentra la abeja, que son secretadas al exterior y que, recibidas por otro individuo de la
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misma especie, provocan en él una reacción específica. En el caso concreto de las abejas,
estas feromonas les sirven para emitir mensajes. Entre las ventajas de las feromonas, se
encuentra el hecho de que poseen gran alcance y evitan los obstáculos, puesto que son
arrastradas por las corrientes de aire o viento. Normalmente, estas sustancias químicas
están generadas por las glándulas Nasonov (Odorífera).
Para comprender la importancia del sentido olfativo en la abeja, se van a comentar los
principales olores que debe percibir en su vida.
4.1. Olor de grupo:
El olfato es el sentido que tiene un papel más importante en la defensa de la colonia frente
a extraños, ya que todos los individuos de la misma colmena pueden reconocer su propio
olor y no mostrarse agresivos entre ellos. Sin embargo, cuando abejas procedentes de otra
colmena se introducen de forma súbita en una colmena que no les es propia, esto lleva a la
lucha entre obreras, y la muerte de muchas de ellas de uno y otro bando.
Por ello, cuando se desea introducir una reina en una colmena huérfana, o fortalecerla con
un aporte de abejas procedente de otra colmena más fuerte, deben de mantenerse
separadas por medio de papel de periódico, que ellas irán rompiendo poco a poco, de
forma que los olores de los dos grupos se vayan mezclando. Además, también conviene
rociar las abejas introducidas, con agua con azúcar, a fin de que se laman y vayan
acostumbrándose a su olor. Con respecto a este tema, también se debe tener en cuenta el
olor de colonias, perfumes o cosméticos de los humanos cuando se acerquen a la colmena,
ya que estos olores tan fuertes y diferentes al suyo, pueden alterar su conducta.
Relacionado con este olor de grupo, también es importante decir que aquellas abejas que
individualmente lleguen, por acción de la deriva, a la piquera de una colmena ajena, serán
obligadas a marcharse (en ocasiones, acaban por matarlas y arrojarlas fuera de la
colmena) por las abejas guardianas situadas en la piquera, quienes las huelen y no
reconocen el olor del grupo. De hecho, se cree que sólo si la intrusa viene con carga de
néctar o polen, la guardiana permite su paso; éste es un comportamiento natural que evita
el pillaje entre colmenas. El olor característico del grupo es segregado por la glándula de
Nasanoff, situada en la parte dorsal del abdomen (véase figura nº 7).
Por el contrario, los machos, al no tener esta glándula, no tienen olor propio, lo que
facilita su aceptación por las obreras de cualquier colmena, ya que no le identifican como
un extraño.
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Figura nº 7: Estructura interna de la abeja
4.2. Llamadas de reclamo:
Las glándulas de Nasanoff son capaces también de exhalar otras sustancias, cuyo aroma,
semejante al de la melisa, es un poderoso reclamo para las abejas (ya que uno de los
compuestos químicos que posee es el geraniol). Cuando el flujo de llegada de las abejas
pecoreadoras a la colmena se interrumpe o desciende su ritmo, algunas abejas se sitúan en
la piquera de la colmena y abren su glándula para crear pistas olorosas que reclaman a las
que puedan estar desorientadas o perdidas.
4.3. Mensajes de alarma:
Por otra parte, el veneno de las abejas está dotado de una sustancia volátil llamada acetato
de isoamilo, cuyo olor es semejante al del plátano. Este acetato de isoamilo es una
feromona importante que actúa como mensaje de alarma, y, cuando las abejas pican, el
olor es captado por otras obreras, creando en ellas un estado de excitación y agresividad,
que las induce a picar al individuo que huele de forma más intensa a veneno.
Además de este acetato de isoamilo, también existen otras sustancias que actúan como
feromonas de alarma, como la heptanona-2, segregada por las glándulas mandibulares.
Por otra parte, determinados olores, como el sudor, pueden también ser captados por las
abejas, y actuar como mensajes de alarma alterando su conducta.
4.4. El atractivo aroma de las flores:
Cuando las abejas pecoreadoras intentan excitar al resto de abejas para que busquen
néctar de una determinada especie de planta, al final del baile que realizan dejan salir un
poco del néctar de su buche, olor que llega hasta las otras abejas y les permite identificar
la fuente del alimento.
Se cree que estas abejas, así entrenadas para reconocer el olor de una determinada flor,
son capaces de almacenar la información en su memoria para después dirigirse
exclusivamente hacia las flores que tienen ese olor.
Además, también existen evidencias científicas de que el propio aroma de las flores se
adhiere a la capa de cutícula cerosa que cubre el cuerpo de la abeja; de esta forma, las
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abejas que siguen a la pecoreadora huelen el aroma y luego responden de forma selectiva
ante él cuando salen en busca de alimento.
Algo a resaltar es que esta selectividad en la pecorea de una determinada especie floral,
presenta una doble ventaja biológica, tanto para la abeja, que aprende la técnica de
recolección del néctar y como llegar a los nectarios, como para la planta, que recibe
granos de polen de otras flores de su especie y puede tener una polinización cruzada.
Otra característica relacionada con el sentido del olfato es que las pecoreadoras pueden
evitar la visita a una flor si captan el olor de la abeja que visitó dicha flor con anterioridad.
Por otra parte, los apicultores usan aromas de determinadas plantas aromáticas, como la
melisa, para atraer y atrapar a los enjambres.
4.5. Las larvas atraen a las obreras:
Se cree que las larvas no operculadas son capaces de segregar unas sustancias que atraen a
las abejas nodrizas situadas encima del nido de cría, por lo que estas nodrizas regurgitan
el alimento en la celdilla donde se encuentra la larva, para verse recompensadas con la
secreción de la larva. De todas las abejas existentes en la colmena, las más sensibles al
olor de las crías son las obreras jóvenes, cuyo estado fisiológico las lleva a producir
abundantemente jalea real (por este motivo, los tres primeros días el alimento de las larvas
tiene como base la jalea real).
4.6. La feromona real: atracción y control de la reina.
Por último, relacionado con el sentido del olfato, cabe comentar que la abeja reina es
capaz de segregar una sustancia especial con sus glándulas mandibulares, la denominada
feromona real, que se esparce por todo el cuerpo de la misma y que atrae poderosamente a
las abejas, sobre todo a las jóvenes, produciendo una cohesión en torno a la reina.
Las obreras y los machos son atraídos debido a que perciben una mezcla de ácidos
volátiles, que los inducen a que busquen a la reina y formen una corte real. Para poder
obtener esta feromona secretada por la reina, las obreras lamen su boca y regurgitan en
ella su especial secreción de jalea real (con la que se alimenta la reina). Posteriormente,
también lamen el abdomen de la reina, adquiriendo de esta manera una porción de tan
apreciada feromona.
A continuación, cuando dos abejas se encuentran, se tocan con las antenas e intercambian
parte del contenido de su buche, tanto azúcar como algo de la feromona real, en un
comportamiento que se denomina trofalaxia; de esta forma, se transmiten y difunden por
todo el conjunto de abejas las feromonas. Estas sustancias que se intercambian llevan
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información química al resto de sus congéneres, interactuado en la actividad vital de las
mismas.
Con respecto a la feromona real, entre sus funciones se encuentran:
•
Inhibir el desarrollo de los ovarios de las obreras, impidiendo que estas pongan
huevos.
•
Regular el tipo y tamaño de las celdillas que deben de construir las abejas cereras.
•
Inhibir la construcción de celdas reales (cuando la reina es joven y produce mucha
feromona real).
Cuando la abeja reina envejece, su producción de feromona real disminuye, por lo que la
concentración de la misma en los elementos de la colonia baja. En el caso de las abejas
cereras, al recibir menos feromona real, desaparece su inhibición de construir celdas
reales; es decir, que tienen la orden de buscar una reina de repuesto (así, la colmena se
prepara para la enjambrazón con la transformación de unas cuantas larvas en princesas).
Algo curioso es que, aunque la reina sea joven, si hay mucha población de abejas y éstas
reciben poca feromona real, las abejas lo sienten como si hubiera que buscar una nueva
reina.
Esta feromona real también es muy importante en la reproducción, ya que, en el vuelo
nupcial, los machos son capaces de encontrar y perseguir a la reina gracias a su olor
característico y a su buena vista.
5. Sentido del gusto en la abeja:
Por último, el otro sentido que se abordará en este trabajo es el del gusto, del que ya se ha
comentado en el apartado anterior que interviene cuando la percepción es por contacto, y
las sustancias se encuentran en mayor concentración. Este sentido del gusto parece ser
menos sensible que en otros insectos, ya que, por ejemplo, existen sabores como el
amargo, que no son detectados por las abejas; además, concentraciones de una solución
azucarada de un 2%, que para los humanos ya resulta bastante dulce, las abejas no la
distinguen del agua pura.
Esta baja sensibilidad ante una concentración de azúcar, es debida a que el néctar
recolectado por las abejas debe de tener una gran cantidad de azúcar, pues en otro caso no
resulta susceptible de transformarse en miel y conservarse durante el invierno.
Además, en el sabor del néctar hay algún tipo de información que se trasmite de las
pecoreadoras que vuelven del campo a las abejas receptoras; este mecanismo es
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importante para alertar sobre la existencia de fuentes de alimentos con una alta
concentración de azúcar en el néctar.
Dicho esto, cabe señalar que los quimiorreceptores del sentido del gusto se encuentran
situados en varias zonas en la abeja, que son:
-Trompa o probróscide: que no es un órgano como tal, sino un conjunto de estructuras que
forman una especie de tubo por donde se mueve la lengua, y se ingiere y regurgita,
néctar, agua o miel.
-Tarso: parte final pata
En cualquiera de los dos sitios, los quimiorreceptores se hayan ubicados en el interior de
unos pelos sensoriales denominados sensilios tricoideos, que proporcionan importantes
características a la codificación sensorial. Cada una de las células receptores cuenta con
varios quimiorreceptores, y cada uno de ellos responde especialmente a una clase de
estímulo químico, como la sal o el azúcar.
Por otra parte, hay que decir que el aparato bucal de las abejas es de tipo lamedor, y se
compone de diferentes partes, algunas ya comentadas, que son:
-Clípeo y labio superior o labro (figura nº 8): son estructuras en forma de placas que
están localizadas en la parte central inferior de la cabeza y protegen las partes bucales
más delicadas. La placa superior, el clípeo, es la más grande, y la inferior, en forma de
rectángulo, es el labro.
Clípeo
Labro
Figura nº 8: Clípeo y labro en la abeja
-Epifaringe: es una pieza quitinosa, ligada a la parte interna del labro como si fuera la
parte superior de la boca; se trata de un órgano sensorial, por lo que se cree que es el
responsable del sentido del gusto, pero no se ve porque está oculta por el labro y las
mandíbulas.
-Mandíbulas: las mandíbulas de la abeja se encuentran suspendidas de la cabeza a los
costados de la boca, inmediatamente detrás de la base del labro. Cada mandíbula (cada
abeja tiene un par) tiene una punta de articulación anterior y una posterior en la cabeza,
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y sólo se encuentra provista de dos músculos fijados en costados opuestos del eje de
movimiento. Algo curioso es que las mandíbulas son diferentes en los distintos tipos de
individuos de la colmena (véase figura), ya que las de las obreras son anchas en sus
extremos, con forma de cuchara, pero estrechas en el medio, mientras que las de la reina
y el zángano son dentadas y más velludas. La obrera, por ejemplo, utiliza sus
mandíbulas para recoger el polen, construir los panales, limpiar la colmena, luchar,
recoger y elaborar propóleos, etc.
Figura nº 9: Tipos de mandíbulas en las abejas
Dentro de este aparato lamedor de la abeja, hay que destacar a la probóscide o trompa,
que está compuesta por las maxilas y el labio.
A su vez, las maxilas se componen de los estipites, galeas, lacinias y vestigios de los
palpos maxilares, mientras que el labio está formado por varios segmentos, que son:
•
Segmento basal: llamado posmentón.
•
Prementón: es amplio y rectangular, y está ligado lengua media (ésta es producto
de la combinación de la glosa y la paraglosa, que incluye la base de la glosa). A
la base del prementón se hallan unidos los cuatro segmentados palpos labiales.
La unión de los maxilares con los palpos labiales forma un tubo por donde se mueve la
lengua o glosa, y todo el conjunto es lo que recibe el nombre de probróscide.
Con respecto a la lengua, se puede comentar que está formada por un gran número de
anillos, y cubierta de pelos quitinosos colocados en filas transversales que cambian,
sucesivamente, de longitud y forma, hasta ser muy finos y sensibles en su extremo. La
lengua acaba en un botón o plumón llamado labello que se pliega hacia atrás cuando la
abeja lame. La lengua es concretamente un canal, y no un tubo, aunque sus bordes
pueden unirse formando un tubo. Este hecho es importante porque, si la lengua fuese un
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tubo, correría el riesgo de obstruirse con granos de polen, sobretodo si éstos están
untados con miel. Por otra parte, la abeja es capaz de separar los bordes de la lengua, lo
que le facilita la tarea de su limpieza.
En la figura nº 10 se muestran algunas de estas partes comentadas:
Figura nº 10: Partes del aparato lamedor de la abeja
Cuando la abeja lame líquidos livianos, carga sus pelos por capilaridad, pero cuando se
trata de líquidos espesos, junta los lóbulos terminales del labio con el maxilar para
formar esa especie de tubo aspirante, y el alimento llega a la boca por la succión que
producen los músculos de la faringe.
Además, el botón o labello, tiene en su parte central una ranura que se expande en forma
de doble rulo en el interior de la lengua; como los canales de la lengua son ventrales, el
néctar pasa a la parte dorsal por medio de la paraglosa, que son dos lóbulos blandos que
la recubren.
Por tanto, se puede comprobar que el sentido del gusto en las abejas es bastante
primitivo, aunque les sirve para verificar la composición química de lo que ingieren. Su
número de percepciones gustativas es menor que en el caso de los hombres, pues, como
se ha comentado, no son capaces de detectar el gusto amargo, aunque a diferencia de los
humanos, no aceptan el dulzor artificial.
6. Conclusión:
Finalmente, como conclusión, comentar que nuestras abejas están provistas de sistemas
sensoriales que les permiten analizar su entorno vital, y que, además, son capaces de
intercambiar la información entre ellas y relacionarse.
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En ocasiones, resulta un tanto difícil comprender como funcionan dichos sistemas, ya
que en muchos casos los humanos establecemos comparaciones con nuestros propios
órganos de los sentidos, cuando los sentidos de los animales no siempre funcionan igual
que los nuestros. Por ejemplo, los ojos de las abejas son, desde un punto de vista
estructural, bastante diferentes a los nuestros, pero las dos especies (humanos y abejas)
los utilizamos para un mismo fin, que es conocer mediante imágenes el mundo que nos
rodea.
En el caso de las antenas, que es donde se encuentran el sentido del olfato y tacto en las
abejas, la cosa se complica algo, ya que nosotros carecemos de órganos de este tipo, y
por este motivo a veces resulta algo complicado entender como utilizan las abejas sus
antenas.
A pesar de estas diferencias, en ocasiones notables, el objetivo que persiguen las abejas
a través de sus sentidos es el mismo que perseguimos los humanos: comunicarnos entre
nosotros, y con el medio que nos rodea.
Así pues, a lo largo de este tema, se ha profundizado en tres de los cinco sentidos de la
abeja: gusto, olfato y vista.
De ellos, el del gusto es el más primitivo, y el olfato el más importante, aunque eso es
lógico, pues éste último es el que les resulta más útil en su vida diaria a las abejas.
Por tanto, aunque en muchas ocasiones nos pueda parecer que animales tan pequeños, y
aparentemente poco evolucionados, como las moscas, abejas u hormigas, no se
relacionan ni intercambian información, eso no es cierto, ya que alguno de estos
animales, como es el caso de las abejas, son animales sociales, que se comunican y
desarrollan su vida de una forma perfectamente planificada.
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7. Bibliografía:

Libros y artículos empleados en la elaboración de este trabajo:
-Universidad de Oviedo (Dpto. Biología de Organismos y Sistemas): “Como percibe la
abeja su ambiente”. Autor: Rocío Ocharan Ibarra (Licenciada en Ciencias biológicas).
-Artículo: “Anatomía de la abeja”. Autor: Daniel G. Pesante
-Universidad de Córdoba (Dpto. de Zoología): “Los órganos de los sentidos de las
abejas”. Autor: Francisco Padilla Álvarez.
- Artículo (P. Gouras ed.) Macmillan:”Colour vision in insects”. Autor: R. Menzel y W.
Backhaus (1991).
-Artículo: “El atractivo ultravioleta”. Autor: J. P. Carrasco, F. J. Romo y L. Galán.
-Libro: “Abejas por dentro y por fuera”. Autor: Gillian Houghton
-Libro: “Abejas”. Autor: Federico M. Mendizábal
-Departamento de Entomología agrícola (Universidad de Almería). Temas: “Estructura
interna y fisiología de la abeja (I) y (II)”, y “Biología de la abeja”. Autor: Tomas
Cabello.

Páginas de Internet
y documentos de donde se han extraído las figuras:
Webgrafía
- Figura nº 1: nea.educastur.princast.es
- Figura nº 2: dipualba.es
- Figura nº 3: Anatomía de la abeja y tiemposidereo.blogspot.com
- Figura nº 4: Como percibe la abeja su ambiente
- Figura nº 5: galeon.com
- Figura nº 6: Como percibe la abeja su ambiente
- Figura nº 7: Estructura interna y fisiología de la abeja
- Figura nº 8: Anatomía de la abeja
- Figura nº 9: dipualba.es
- Figura nº 10: dipualba.es
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