Los/as periodistas convivimos con la tragedia. Pero a veces, en... sufrimientos humanos, surge un nombre que nos conmueve y quedamos...

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El cuerpo de las mujeres y el caso de Rosalba Almonte
Jueves, 30 de Agosto de 2012 22:48
Los/as periodistas convivimos con la tragedia. Pero a veces, en esa lista interminable de
sufrimientos humanos, surge un nombre que nos conmueve y quedamos detenidos en su
historia.
Por Alejandra Araya, periodista
Dieciséis años, embarazada, enferma. Leucemia. La hija de Rosa Hernández murió el
viernes 17 de agosto en un hospital de
Re
pública Dominicana
. No respondió adecuadamente a la quimioterapia y el jueves su cuerpo rechazó la transfusión
de sangre que se le aplicó. Finalmente sufrió un aborto y luego un paro cardiaco. No pudieron
revivirla.
Podría parecer un número más para agregar a las estadísticas terribles del cáncer. Pero
es más que eso.
El caso de la hija de Rosa, llamada Rosalba Almonte, había despertado una intensa
discusión sobre el aborto en un país donde está estrictamente prohibido
,
aún cuando esté en peligro la vida de la madre
. Así, en una primera instancia no se usó la quimioterapia para evitar la muerte del feto.
Organizaciones feministas reclamaron que le dieran la terapia a la menor;
los sectores conservadores se opusieron bajo el argumento de que había que aplicar la
Constitución Dominicana que dice que "el derecho a la vida es inviolable desde el
momento de la concepción y hasta la muerte"
. Mientras, Rosa rogaba: "la vida de mi hija es lo más importante. Sé que (el aborto) es un
pecado y que es ilegal, pero la salud de mi hija es primero". Tras largas discusiones, el
ministerio de Salud y los médicos decidieron aplicar la quimioterapia. Habían pasado 20 días
desde que Rosalba había ingresado al hospital.
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Los/as periodistas convivimos con la tragedia. Escribimos sobre guerras, masacres, desastres
naturales, hambre. No es muy lejana la caricatura del editor preguntando sobre cuántos
muertos hay en un determinado hecho para evaluar si la noticia será publicada. Pero a veces,
en esa lista interminable de sufrimientos humanos, surge un nombre que nos conmueve y
quedamos detenidos en su historia. Para mí, ese nombre es el de Rosalba Almonte, la hija de
Rosa Hernández, quien rogaba afuera del hospital que le dieran a la adolescente el tratamiento
adecuado para mantenerla con vida. Quizás por lo tardío del diagnóstico, el desenlace no
hubiera cambiado, pero la imagen de esa madre llorosa, de las mujeres protestando, de un
cura descalificándolas, lo cambia todo. ¿Hasta qué punto las mujeres somos dueñas de
nuestros cuerpos? ¿Somos realmente sujetos de derecho o nuestros derechos básicos
–como el derecho a nuestras propias vidas- tienen límites?
En República Dominicana se aplica estrictamente la prohibición del aborto, pero en la mayoría
de los países latinoamericanos está permitido cuando la salud de la madre está en peligro. Sin
embargo, la nación caribeña tiene su paralelo en Chile. Hay variantes. El ministro de Salud,
Jaime Mañalich, argumenta que el país no tendría necesidad de una legislación sobre el tema
pues "en Chile existe aborto terapéutico y nunca ha habido ninguna duda respecto a la
legitimidad de aplicarlo", y que cuando "los equipos médicos se enfrentan a esta disyuntiva
tratan a la madre aún si eso tiene como consecuencia indeseable el término del embarazo". Es
o implicaría que el caso de Rosalba no ocurriría en Chile, que la mujer queda a merced
del criterio de los médicos,
quienes deciden en el contexto de una legislación que prohíbe el aborto, pues si bien entre
1931 y 1989 existió la figura del aborto terapéutico en el Código Sanitario, la junta militar
liderada por Augusto Pinochet la derogó durante el último suspiro de la dictadura
.
Tras el regreso a la democracia, la discusión ha saltado al tapete político en varias ocasiones
–casi diez veces se ha visto en el Congreso-. El último debate legislativo sobre el aborto
terapéutico en Chile se dio a principios de este año cuando el senador socialista, Fulvio
Rossi, con la entonces senadora de la UDI y actual ministra del Trabajo, Evelyn Matthei,
presentaron un proyecto que legalizaba el aborto en casos de inviabilidad fetal y cuando
estuviere en riesgo la vida de la madre.
Uno de
los orígenes de este último debate se encuentra en la televisión, cuando una famosa lectora de
noticias, Mónica Pérez, relató su propia experiencia: "tenía 14 semanas de gestación y
supimos que tenía una enfermedad incompatible con la vida, no había posibilidades de que
naciera... pese a ello, me obligaron a estar cinco semanas más con ella en mi guata (vientre),
con la pena que ello conlleva". Luego, la hija del presidente de la Democracia Cristiana, Elisa
Walker, escribía una carta al diario El Mercurio. La joven se embarazó mientras vivía en
Inglaterra y los médicos diagnosticaron que el feto padecía una patología genética incompatible
con la vida. A pesar que podía abortar, decidió seguir con el embarazo. Y justamente en esa
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carta, Elisa puntualiza la importancia del derecho a la elección. "A pesar de que tengo la
convicción de que la vida merece protección, también me parece importante entender que
existen ciertos casos en los que el dolor que puede afectar a algunas mujeres y sus familias
simplemente no se puede sobrellevar. En estos casos, la coacción de la decisión de otros sólo
puede generar más dolor (especialmente si está respaldada por la potestad punitiva del
Estado)", escribió.
Previo a la discusión legislativa del proyecto, la senadora de la UDI (partido político oficialista
en Chile), Ena von Baer, daba una de sus más famosas declaraciones oponiéndose a la idea.
"No tiene derecho, desde mi punto de vista, una mujer que presta el cuerpo en el fondo, presta
el hogar a esa vida que se va a desarrollar, a terminar con esa vida", puntualizó. La frase causó
delirio en las redes sociales y fue comentario público. Sin embargo, a mi juicio, la senadora
apunta justamente al fondo de la cuestión. Si "una mujer presta el cuerpo", significa que
ella no tiene propiedad sobre su propia carne, sobre su propia vida
. Es sujeto de derecho a veces, hasta que su vientre contiene un feto, pues ese feto la termina
convirtiendo en un objeto que aloja a otro, y sus propios derechos quedan supeditados a los
derechos de ese otro. En República Dominicana, la promesa de vida en el vientre de Rosalba
Almonte estaba por sobre la existencia de la joven de 16 años, y terminaron muriendo los dos;
en Chile, decenas de mujeres están obligadas a lidiar con embarazos imposibles.
El cuerpo de las mujeres es una fuente de debate, en el que ellas tienen poca voz. La última
muestra de ello fueron las palabras del congresista republicano, Todd Akin, quien afirmó que,
de acuerdo a los expertos que él había consultado, si una violación era real "una mujer no
puede quedar embarazada porque su cuerpo tiene formas de defenderse contra eso y
reaccionará de manera natural"
, como si en los cuerpos femeninos hubiera una suerte de anticuerpos contra las violaciones.
Otro hombre, el presidente Obama, le respondió:
"una violación es una violación".
Las mujeres fueron activas participantes de la Revolución Francesa, sin embargo cuando
redactaron la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, muchas se dieron
cuenta que las estaban dejando afuera. Olympe de Gouges respondió y promovió la
Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. Murió en la guillotina.
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