La escritora Mónica Echeverría cuenta en primera persona la historia...   Según la escritora Mónica Echeverría, Violeta Parra no descansa en ...

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Violeta Parra en novela
Miércoles, 08 de Septiembre de 2010 07:44
La escritora Mónica Echeverría cuenta en primera persona la historia de la cantautora.
Por Marcela Fuentealba. La Tercera
Según la escritora Mónica Echeverría, Violeta Parra no descansa en paz. Imagina que
desde el más allá interpela a su propio hermano, Nicanor, para que muestre la última
carta que escribió, antes de suicidarse de un tiro en febrero de 1967. Echeverría se puso
en su lugar: le envió al antipoeta otra carta en la que lo interpela para que dé a conocer
ese último escrito, advirtiéndole que de no obtener respuesta, publicaría la arenga
imaginaria en su novela
Yo, Violeta
. No obtuvo respuesta de Nicanor, y ahora aparece el libro con el alegato en cuestión,
donde Violeta le pide a su
"guachito culebra"
que lance
"esa porquería de mi póstuma carta, llena de errores y verdades que tan bien
delatas tú como antipoeta"
.
Echeverría intentó modular la voz de la gran cantante chilena, con su lenguaje fuerte y
campesino. Conversó con Nicanor Parra como parte de la investigación, que duró dos años y
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que en 200 páginas cuenta la vida de la artista de la cuna a la tumba. También habló con
Gastón Soublette, Miguel Letelier, Amparo Claro. Utilizó las Décimas, la autobiografía en
verso de Violeta; leyó los libros escritos por sus hijos, Angel e Isabel; conoció los pueblos
donde vivió y a los descendientes de los músicos que ella descubrió en sus extensas
investigaciones musicales por los campos de Chile.
¿Por qué hacer otro libro más sobre Violeta Parra y usando la primera persona?
Casi ningún libro sobre ella habla de la mujer apasionada, mal hablada, resentida, rencorosa.
También, por supuesto, muy generosa y capaz de denunciar las grandes injusticias. No han
querido hablar de la Violeta Parra sexual. Ella no podía dejar de tener un hombre cerca. Su
último amor fue Zapicán, un uruguayo que era tupamaro, mucho más joven que ella, como
muchas de sus parejas. Ella era una mujer de pelea: según dicen los que la conocieron de
chiquita, como Gonzalo Rojas, nació con dos dientecitos. Ella siempre atacaba, y eso le
permitía seguir adelante.
¿Usted la conoció?
La conocí cuando ella se dirigió a mi marido, que entonces era alcalde de La Reina
(Fernando Castillo Velasco, en la década de 1960), para pedirle un sitio e instalar su carpa.
Fernando le dijo que se la cedía, que era para él una honra. Ella cumplía un sueño de mucho
tiempo: hacer una universidad popular de día y de noche presentar a los auténticos
cantautores chilenos. El lugar estaba en el Parque La Quintrala y ahí Violeta armó la carpa con
sus hermanos y su cuñado. Al comienzo le fue muy bien, pero tal como le habían advertido,
entre el invierno y que quedaba muy lejos, la gente dejó de ir. Ella sintió que este sueño era
un fracaso. A esto se sumó que su gran amor, Gilbert Favre, se fue de Chile. Ella tenía 49
años. Entró en una gran depresión.
¿Piensa que su obra ha sido bien transmitida?
No como debiera. Piensa tú que El gavilán, la música que compuso en su última etapa, con
resonancias mapuches y chilotas, es casi desconocida. Ella lo soñó representado en el Teatro
Municipal, con el Ballet Nacional. Al hacer este libro me di cuenta de que este genio que
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estaba tratando de relatar era un milagro. Piensa que su madre era analfabeta, tuvo que
mantener a 10 hijos, niños a pata pelada. Y su padre, un hombre que tocaba muchos
instrumentos, pero de pocos estudios. Todo les fue adverso y ella logró con su afán y empeño
ser una creadora genial, que sabía pintar, hacer sus arpilleras, escribir, componer. Ella
simboliza nuestra tierra, es lo más auténtica, pues casi no recibió influencias.
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