Examen de Conciencia

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Examen de Conciencia
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Preparación del corazón
Se recomiendan algunas de estas lecturas bíblicas a fin de preparar el corazón
para el encuentro salvífico con Dios: Efesios 4, 20-32; Romanos 5, 1-11;
Romanos 6, 1-23; Corintios 13, 1-13; Lucas 7, 36-50; Lucas 19, 1-10; Mateo
5, 1-12.
No se trata de leer todas las lecturas indicadas, sino de tomar alguna de ellas
y leerla despacio, dejando que la Palabra de Dios penetre en el corazón y
haga allí su trabajo de purificación y redención.
Guía para un examen de conciencia
I. “Si confesamos nuestros pecados Dios es fiel en perdonarnos”.
a. ¿Me acerco a celebrar el sacramento de la reconciliación con un
deseo sincero de cambiar y renovar mi vida, y de alcanzar una
amistad más profunda con Dios y con el prójimo? ¿Voy de mala
gana, como para cumplir, y considerando este sacramento como
una carga que trato de evitar en lo posible?
b. En mis confesiones pasadas, ¿olvidé o callé algún pecado a
propósito? ¿Cumplí la penitencia que me dio el sacerdote? Si había
cometido alguna injusticia, ¿hice lo posible por repararla? ¿Me
esforcé para cumplir la decisión y el propósito de mejorar mi vida,
viviendo en mayor conformidad con el Evangelio?
II.
“Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón¨.
a. ¿Amo de veras a Dios y me esfuerzo por cumplir su voluntad como
lo hace un buen hijo con su padre? ¿O lo olvido dejándome
absorber por las cosas y las preocupaciones de cada día?
b. ¿Es firme mi fe en Dios? ¿Acepto lo que Él me dice por medio de
Jesús y me recuerda por medio de su Iglesia? ¿Leo la Palabra de
Dios y participo en las celebraciones y reuniones de catequesis
para comprender mejor el contenido de mi fe? ¿Me muestro como
cristiano en mi vida privada y pública, o niego y oculto mi fe por
miedo o vergüenza?
c. ¿Hablo con Dios en la oración? ¿Lo hago seriamente y de corazón
o me conformo con repetir palabras? ¿Rezo al comienzo y al
terminar el día? ¿Recuerdo a Dios en el trabajo, en mis alegrías,
en mis preocupaciones y penas? ¿Pongo mi confianza en Él en los
momentos difíciles?
d. ¿Respeto el nombre de Dios o lo ofendo con blasfemias, con falsos
juramentos y nombrándolo sin seriedad ni necesidad? ¿Falté el
respeto a la Virgen y a los santos?
e. ¿Les doy importancia al domingo y a las fiestas de la Iglesia,
participando en la Misa u otras reuniones, para dedicarle un poco
más de tiempo a Dios y al prójimo? ¿Cumplo con el precepto de
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confesar y comulgar al menos una vez al año en tiempo de
Pascua?
f. ¿Me olvido de Dios, para darle importancia al dinero, a la fama, al
poder y a las supersticiones?
III.
“ Aménse unos a otros como yo los amé a ustedes”.
a. ¿Quiero de veras a mi prójimo? ¿O abuso de mis hermanos
empleándolos para mis fines y forzándolos a hacer lo que no
quiero que me hagan a mí? ¿Los escandalizo con mis palabras y
acciones? ¿Soy causa de escándalo para mis hermanos?
b. ¿Soy causa de alegría en mi familia, con mi amor y actitud de
servicio? Como hijo, ¿soy obediente y servicial con mis padres y
hermanos? Como padres, ¿amamos a nuestros hijos y los
educamos cristianamente con nuestra palabra y nuestro ejemplo?
Como esposos, ¿cultivamos la comprensión y la amistad en el
diálogo sincero y colaborando en todas las cosas?
c. ¿Ayudo con mi dinero a los que son más pobres y necesitados que
yo? ¿Hago todo lo posible para defender a los oprimidos y ayudar
a los que sufren? ¿Desprecio a los pobres, a los ignorantes, a los
débiles, o a los ancianos?
d. ¿Trato de vivir como testigo fiel de Jesús y del Evangelio, como
me corresponde por haber sido confirmado? ¿Colaboro con las
obras de servicio que organiza mi comunidad parroquial?
¿Participo con mi oración y con mi esfuerzo para que se alcancen
los fines que se propone la iglesia, como la unidad entre todos los
cristianos, el anuncio del Evangelio a todas las personas, la paz y
la justicia social?
e. ¿Me preocupo por el bien de todos en la sociedad, o sólo me
interesan mis cosas? ¿Hago algo por promover la justicia, la
fraternidad y la libertad entre los hombres? ¿Cumplo con mis
deberes de ciudadano? ¿Pago los impuestos para obras de bien
común?
f. ¿Soy serio y cumplidor en mi trabajo? ¿Lo hago con la intención de
prestar un servicio a la sociedad? Si soy dueño, ¿pago con justicia
a mis obreros y empleados? ¿Cumplo con las promesas y
contratos?
g. Si tengo algún cargo, ¿uso mi actitud para dominar a los otros, o
para su bien y crecimiento? Como súbdito, ¿obedezco a las
autoridades legítimas?
h. ¿Amo y respeto a mi prójimo diciendo siempre la verdad y siendo
digno de confianza? ¿O hago daño a los demás con mentiras,
calumnias, juicios temerarios y no guardo los secretos que me
confían?
i. ¿Perjudico la vida, la salud, la fama, el honor y los bienes de los
demás? ¿Mato la vida con el aborto o aconsejo a otros que lo
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hagan? ¿Me separo de mis hermanos por rencores, envidias o
celos? ¿Sé dar la cara para defender a los inocentes o prefiero no
meterme por miedo o comodidad?
j. ¿Robé dinero u otras cosas? ¿Estoy dispuesto a devolver lo robado
y a reparar el daño que causé?
k. Si me ofendieron, ¿estoy dispuesto a buscar la paz y la
reconciliación por medio del perdón, o guardo odio y rencor?
IV.
V.
“Sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en los
cielos”.
a. ¿Cuál es la dirección fundamental de mi vida? ¿Qué ideales y
proyectos tengo? ¿Vivo con la esperanza de alcanzar la vida
eterna en el Reino de Dios? ¿Cultivo mi vida espiritual, leyendo y
meditando la Palabra de Dios y participando en la celebración de
sus sacramentos?
b. ¿Cómo empleo el tiempo, las fuerzas y las cualidades que Dios me
da? ¿Utilizo todos mis talentos para ser mejor y más útil a los
demás, o me dejo estar en la comodidad y la pereza?
c. ¿Soporto con paciencia y sin desanimarme los sufrimientos y las
contrariedades de la vida? ¿Me rebelo contra Dios en las
enfermedades y en otras dificultades, como si Él tuviera la culpa?
¿Cumplo la ley del ayuno y de la abstinencia de carne para unirme
al sufrimiento de Jesús?
d. ¿Respeto mi cuerpo y el de los demás, como templo vivo del
Espíritu Santo, como llamado a la resurrección? ¿Guardo la
castidad en pensamientos, palabras y conducta? ¿Respeto la
sexualidad como fuerza sagrada, puesta por Dios en cada persona
al servicio del amor y de la vida? Si soy casado, ¿guardo las
normas de castidad en las relaciones matrimoniales y la fidelidad
total a mi pareja?
e. ¿Obro contra mi conciencia por miedo, debilidad o cobardía?
¿Trato de vivir en la libertad de los hijos de Dios, como lo quiere
Jesús, o me dejo dominar por las pasiones descontroladas? ¿Vivo
tratando de medir la vida por un amor que tiene que crecer cada
día, o me coformo con hacer exactamente lo que mandan las
leyes?
“Esta es la santificación que exijo de ustedes. Ella es la coraza que
tienen que ponerse”.
a. ¿Vivo con fidelidad mi Alianza de Amor con la Virgen, a la luz de:
“Yo amo a los que me aman”? ¿Me preocupo realmente de
“probarle” que la amo? En mi vida diaria, ¿tengo un claro y
profundo espíritu de Capital de Gracias? ¿Recuerdo que la
presencia y actuar de la Virgen en el Santuario depende de mí,
según la frase familiar: “Nada sin ti, nada sin mí”? ¿Me vinculo al
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Santuario mediante peregrinaciones regulares para ofrecerle a la
Virgen mis contribuciones e implorar las gracias que ella promete?
¿Cultivo una vinculación personal al Padre Fundador y me esfuerzo
en vivir con fidelidad su espíritu y lo que él nos dejó como
herencia y misión? ¿Leo sus escritos y conozco su obra para
amarla y servirla?
¿Me esfuerzo por vivir con fidelidad el mundo de ideales que
Schoenstatt me abre? ¿Me esfuerzo en mi autoeducación como
prueba de amor a la Virgen y medio de realizar en mí el “hombre
nuevo”? ¿Me esfuerzo por la vida de grupo, de rama y de Familia
a fin de ayudar en la construcción de la “Nueva Comunidad”?
¿Aspiro seriamente a la vivencia de mi ideal personal, de grupo y
de rama?
¿Cómo ha sido mi fidelidad al Horario Espiritual y al Examen
Particular? ¿Lucho por ser una personalidad libre, firme y
sobrenatural? ¿Voy por la vida diaria, seguro de la victoria, alegre
en la esperanza, construyendo un mundo de ideales?
En mi vida matrimonial, ¿me preocupo por mi pareja, dejo tiempo
libre para dialogar y estar abierto a lo que el otro me quiera decir?
¿Lucho contra mi egoísmo, pereza, comodidad, a fin de estar
siempre abierto a recibir al otro? ¿He levantado la voz, me he
cerrado, sin escuchar ni comprender al otro?
¿Recuerdo que la maternidad/paternidad es un reflejo insondable
de Dios y que debo manifestar mediante mi vida? ¿Hemos cuidado
de la vida espiritual de los hijos, de rezar en familia, de convertir
la casa en un Santuario hogar? ¿Cuidamos que en la familia se
viva un clima alegre y acogedor?
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