Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico

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Escuela de Ayudantes 2010
Valeria Lonardi
Antecedentes del superyó en “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo
psicoanalítico”
En la referencia de Freud en el Capítulo III de "Más Allá del Principio del Placer",
respecto a los tres momentos de la técnica psicoanalítica, podemos situar:
1.- El arte de la interpretación.
2.- El levantamiento de las resistencias.
3.- La operación respecto a las resistencias estructurales.
El texto “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico” del año
1916 es escrito en el segundo momento, en este segundo Freud interesado por las pulsiones,
por las fantasías de los neuróticos, por la represión y sus retornos, por la formación de los
síntomas… pero también podría abordarse desde una lectura retroactiva (nachträglich),
teniendo en cuenta los conceptos solidarios del tercer momento: tercer dualismo pulsional
(pulsión de vida-pulsión de muerte), masoquismo erógeno primario, segunda tópica (YoEllo-Superyó). En este sentido, el texto ya presenta al carácter como una resistencia, como
un obstáculo en la clínica, al cual Freud se acerca e intenta levantarlo, tal como su ideal
cientificista lo conduce; y con lo que se encuentra, es con pacientes que quieren retener
algo de eso que les hace padecer, que los hace sufrir o que los conduciría a ello. Cita 3 tipos
de carácter: las “excepciones”, los que fracasan cuando triunfan, y los que delinquen por
conciencia de culpa.
En el primero de los casos, se encuentra con sujetos que se victimizan -que se consideran
castigados y maltratados por la vida-, y en ello encuentran una ganancia de placer; y aún
dice Freud: “Su neurosis se anudaba a una vivencia o a un sufrimiento que los habían
afectado en la primera infancia de los que se sabían inocentes y pudieron estimar como un
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injusto perjuicio inferido a su persona. Los privilegios que ellos se arrogaron por esa
injusticia, y la rebeldía que de ahí resultó, habían contribuido no poco a agudizar los
conflictos que más tarde llevaron al estallido de la neurosis”1. ¿No habrá en estos sujetos
una satisfacción de otra índole? ¿No será más bien una satisfacción en el “me hacen
sufrir”? A lo mejor estas vivencias infantiles de sufrimiento no hacen más que encubrir algo
del masoquismo femenino, algo de aquella construcción freudiana del segundo tiempo de la
fantasía “Pegan a un niño”, algo de la satisfacción en el dolor que queda como resto de la
mezcla-desmezcla entre Eros y Tánatos.
En el segundo ejemplo, Freud explica cómo en la infancia, una frustración de una
satisfacción real, es condición primera para la génesis de la neurosis. Sin embargo,
aparecen hombres y mujeres que contrariamente fracasan cuando se acercan al
cumplimiento de algún deseo, es decir cuando se acercan al triunfo; el trabajo
psicoanalítico enseña, dice Freud, que “son poderes de la conciencia moral los que
prohíben a la persona extraer de ese feliz cambio objetivo el provecho largamente
esperado” (pág. 325); y “que las fuerzas de la conciencia moral que llevan a contraer la
enfermedad por el triunfo, y no, como es lo corriente, por la frustración, se entraman de
manera íntima con el complejo de Edipo, la relación con el padre y con la madre, como
quizá lo hace nuestra conciencia de culpa en general” (pág. 337). Interesa resaltar esta
última frase para ver cómo en 1916, Freud ya hablaba -se podría decir- del Superyó y del
masoquismo erógeno primario en estado práctico. Había manifestaciones clínicas que eran
explicadas desde las fantasías incestuosas y parricidas, pero que ya se les podía adjudicar
un sentimiento de culpa estructural primario, subyacente a cualquier trama o argumento
Freud, S., “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico” (1916), en: Obras
Completas, Buenos Aires: Amorrortu, tomo XlV, pág. 320.
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edípico posible; en términos de este tercer momento freudiano, ya se las podía ubicar como
necesidad de castigo propia del sujeto, como una manifestación del masoquismo moral,
nuevamente, como un modo de satisfacerse en el dolor. En esta misma línea, se puede
situar, en transferencia analítica, la reacción terapéutica negativa: los pacientes, al
acercarse a la cura, empeoran, acrecientan sus síntomas sostenidos en la compulsión a la
repetición, enferman porque “no merecen nada mejor”.
Por último, el tercer tipo de carácter presentado por Freud en este escrito, es aquel donde se
invierten las secuencias lógicas que cualquiera puede imaginar. Existen casos donde la
conciencia de culpa preexiste a la falta, al delito; es decir, que la culpa no proviene de la
falta sino que, a la inversa, la falta proviene de la conciencia de culpa. De aquí el nombre
que les da Freud: “delincuentes por conciencia de culpa”; donde lo que se intenta es dar
racionalización, argumentos a aquella culpa más primitiva. Entonces, propone que este
sentimiento de culpa brota del complejo de Edipo, y que “es una reacción frente a los dos
grandes propósitos delictivos, el de matar al padre y el de tener comercio sexual con la
madre” (pág. 339); empero, se puede ver en estas palabras nuevamente un argumento de
algo más original, un sentido velando lo más estructural tal como se viene planteando a lo
largo de este trabajo de reflexión.
A partir de lo dicho, parece interesante cuestionarse si estos tipos de carácter están en estos
sujetos planteados por Freud, o si efectivamente no hay algo de esto en cada uno de
nosotros. Pensando el carácter como el heredero de las identificaciones infantiles, como las
respuestas estereotipadas de cada uno, y diferenciándolo del síntoma, a pesar de ser algo tan
singular como el carácter, pero en tanto que el síntoma es retorno de lo reprimido, se podría
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pensar en cómo se juega en cada sujeto el masoquismo erógeno primario. Una primera
cuestión podría ser que en el síntoma se articulan las dos vertientes de este masoquismo
original: hay una satisfacción pulsional en el padecimiento; al mismo tiempo, se satisface la
pulsión y la necesidad de castigo; es decir que con el síntoma se satisface el ello y el
superyó, el primero porque lo que se pone en juego es la satisfacción pulsional determinada
por los puntos de fijación propios del sujeto, y el segundo, que hunde sus raíces en el
primero, se satisface al ver sufrir al yo.
¿Pero qué sucede con el carácter? En este punto parece complicarse más… en “Análisis
terminable e interminable”, Freud plantea que los mecanismos de defensa que utiliza el yo,
sirven al propósito de apartar peligros, pero éstos suelen convertirse en “verdaderos
peligros”, ya que se fijan en su interior y devienen unos modos regulares de reacción del
carácter, que durante toda la vida se repiten tan pronto como retorna una situación parecida
a la originaria. Así, los mecanismos de defensa retornan en la cura como resistencias al
restablecimiento; la cura misma es tratada por el yo como un peligro, y se ve manifiesto en
la reacción terapéutica negativa. Por lo tanto, podría pensarse en un análisis no sólo de lo
pulsional y sintomático, sino también, tal como lo propone en 1916 en el texto citado en el
presente trabajo, en un “análisis del carácter”, pero no en el sentido de engordamiento del
yo, ni de la corrección de esos modos de carácter según algún patrón moral, sino un análisis
de los propios modos de defenderse, de los mecanismos que ha fijado el sujeto
singularmente en su interior para defenderse de lo pulsional. En este mismo lineamiento,
respecto a los analistas, Freud propone que “uno no se pondrá como meta limitar todas las
peculiaridades a favor de una normalidad esquemática, ni demandará que los “analizados
de fondo” no registren ni pasiones ni puedan desarrollar conflictos internos de ninguna
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índole. El análisis debe crear las condiciones psicológicas más favorables para las
funciones del yo; con ello quedaría tramitada su tarea”2. Por esto, los analistas son el uno a
uno, no hay Un Ser, no hay un estándar. Las condiciones psicológicas más favorables
podrían pensarse en articulación a la alteración que se produce en el yo del analista –a partir
de su propio análisis- en el encuentro con la propia alteración del yo, en el sentido del
encuentro con esa escisión estructural, de la cual la neurosis nada quiere saber. La clínica
psicoanalítica no se limita a eliminar síntomas, es decir que no se limita a lo terapéutico;
intenta ir más allá del alivio sintomático y del alivio de la angustia, busca que el sujeto
pueda responsabilizarse de aquellas peculiaridades del carácter y de aquellos modos de
satisfacción tan singulares, y así, que pueda hacer algo con ello; de aquí es que se la puede
llamar la clínica del caso por caso, la clínica que indaga lo peculiar de cada sujeto, la
clínica del detalle.
Freud, S., “Análisis terminable e interminable” (1937), en: Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu,
2003, tomo XXII I, pág. 251.
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Bibliografía consultada
- Freud, S., “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico” (1916), en:
Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu, tomo XlV.
- Freud, S., “Análisis terminable e interminable” (1937), en: Obras Completas, Buenos
Aires: Amorrortu, 2003, tomo XXII I.
- Freud, S., “Construcciones en análisis” (1937), en: Obras Completas, Buenos Aires:
Amorrortu, 2003, tomo XXIII.
- Freud, S., “El problema económico del masoquismo” (1924), en: Obras Completas,
Buenos Aires: Amorrortu, tomo XlX.
- Freud, S., “El yo y el ello” (1923), capítulos IV y V, en: Obras Completas, Buenos Aires:
Amorrortu, tomo XIX.
- Freud, S., “La escisión del yo en el proceso defensivo” (1940 [1938]), en: Obras
Completas, Buenos Aires: Amorrortu, 2003, tomo XXIII.
- Freud, S.: Más allá del principio de placer (1920), capítulos: 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7. En: Obras
Completas Amorrortu, Buenos Aires: Tomo XVIII.
- Delgado, O., “La reacción terapéutica negativa”, en: La subversión freudiana y sus
consecuencias, Buenos Aires: JVE Ediciones, 2005.
- Delgado, O., "Pulsión y necesidad de castigo", en: La subversión freudiana y sus
consecuencias, Buenos Aires: JVE Ediciones, 2005.
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