Perú, año 2000

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FRAGMENTACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO DE LOS MEDIOS Y
ELECCIONES PRESIDENCIALES: PERÚ, AÑO 2000.
Javier PROTZEL
Universidad de Lima.
(ponencia presentada al V Congreso de ALAIC. Santiago de Chile,
Abril del 2000)
1. INTRODUCCIÓN.
Quienes afirman que un sistema de televisión regido por el
libre mercado es de por sí una garantía de democracia pueden estar
o bien pecando de ingenuos, o bien limitando su apreciación a un
plano abstracto y superficial. Las elecciones presidenciales
peruanas del año 2000, además de demostrar más bien lo contrario,
son un ejemplo de cómo la comunicación política, lejos de agotarse
en el comportamiento de los medios, debe enfocar dos asuntos
fundamentales, las condiciones específicas de distribución y
ejercicio del poder, y los avatares de la subjetividad política.
De eso nos ocupamos en esta breve exposición.
A diferencia de 1990, cuando sorpresivamente y con escasos
recursos venció al escritor Mario Vargas Llosa, la candidatura del
Presidente Alberto Fujimori a una segunda reelección cuenta diez
años depués con una maquinaria organizacional y propagandística
cuyo poderío sólo es comparable con la que los gobernantes
militares desplegaron entre 1971 y 1980. Pero la abundancia de
recursos del candidato-presidente está paradójicamente inserta
dentro de un modelo de comunicación masiva basado estrictamente en
la empresa privada, a su vez uno entre muchos aspectos de una
economía ceñida a los postulados neoliberales del Consenso de
Washington. Del mismo modo, las bases jurídicas del sistema
político peruano permiten -aunque para algunos sólo en parte- su
funcionamiento de acuerdo con los principios de la democracia
representativa.(1)
Por
ello,
sin
tratarse
de
un
régimen
intervencionista en lo económico y periodístico, o abiertamente
dictatorial en lo político, es difícil poner en duda su naturaleza
autoritaria. Las sucesivas transgresiones del Estado de Derecho
que han allanado el camino de la multidimensional y ubicua campaña
reeleccionista, en contraste desproporcionado con el limitado eco
de las voces de denuncia y el escaso brillo de los candidatos
adversarios, son indicadoras de un descentramiento de la actividad
política peruana con respecto a sus componentes sociales. Y esto
no equivale ni a su disolución, ni a la indiferencia popular a
secas, sino al estallido del espacio público de la política, de
los discursos, las agendas y los intereses puestos en juego.
1.
Después del
Constitución de 1993.
autogolpe
de
1992,
vale
decir
con
la
Al respecto, nos parece necesario identificar dos tipos de
fraccionamiento que tomaron cuerpo a lo largo de la década pasada
que le dan marco al proceso electoral y ayudan a explicarlo. Por
un lado, la crisis de los partidos, y por otro, la diversificación
de las ofertas mediáticas, en particular, la televisiva.
2. CRISIS DE LOS PARTIDOS Y DESCOMPOSICIÓN SOCIAL.
El antecedente es obvio. Como en otros países de América
Latina, el embate de los 80, "década perdida", se expresó en el
declive de las simpatías por las organizaciones entonces vigentes,
aún las más añejas. El desprestigio generado por el fracaso
gubernativo aprista de Alan García (1985-1990) arrastró consigo
prácticamente a todo el espectro político peruano. Si con el
primer triunfo de Fujimori ya se había reducido significativamente
el caudal partidario tradicional, para la reelección de 1995 éste
no llegaba al 10% de los votos válidamente expresados. A lo largo
del mismo periodo tampoco se han constituido nuevos partidos, si
por ello nos referimos a colectivos dotados de cierta cohesión
interna con un número significativo de miembros unidos por un
proyecto durable, que trasciende las coyunturas electorales. No
fue el caso en 1995 de la derrotada Unión por el Perú (UPP) que
lideró la fallida incursión del ex-Secretario General de Naciones
Unidas Javier Pérez de Cuéllar, como en realidad no lo son en el
2000 ni Somos Perú ni Solidaridad Nacional de Luis Castañeda.
Tampoco el mismísimo partido de Fujimori en 1990, Cambio 90, o
Nueva Mayoría, el que hace fundar en 1992 tras su autogolpe del 5
de Abril, o Vamos Vecino organización creada desde el gobierno
para elecciones municipales en 1998, o incluso Perú 2000, la
novísima agregación sinérgica de los tres anteriores corresponde a
los rasgos clásicos de un partido, como los describen Michels o
Duverger. Se trata más bien de clubes electorales que articulan
las apuestas de agentes independientes para fines de movilización
y propaganda.
Por cierto, nada de ello se explicaría sin la rápida
mediatización de la sociedad peruana. A medida que la audiencia
televisiva se masificó, pasando de alrededor de 45% de los hogares
urbanos del país a aproximadamente un 94% entre 1979 y 1998, el
aspecto territorial de la vida partidaria cambió, como el resto
del espacio público, cediendo el paso a una visión productivista,
común a todo el espectro ideológico. Con ello se hacía posible una
cobertura geográfica vasta pero mucho menos costosa e instantánea,
para difundir discursos con más uniformidad y aconteceres
(aparentementemente) con mayor transparencia a una mayor variedad
de ciudadanos. Como en otros países esto condujo a la rápida
obsolescencia de las pesadas burocracias y el debilitamiento de
las redes de información, militancia y solidaridad, para que el
poder de decisión, evacuado hacia las "cúpulas", alcance una
concentración mayor. Doble autonomía para éstas últimas. Primero,
para saltar a través de las ondas por encima de las instancias
partidarias hacia audiencias que el mejor organizador de mítines
no reuniría. Y segundo, para darle ingreso a escena al
independiente, vale decir al liderazgo individualizado y plasmado
en discurso mediante pactos directos con los dueños de los canales
y el concurso de expertos en comunicaciones.
Sin embargo, no son esas ventajas comparativas de la
televisión per se que nos interesan aquí. Es la volatilización de
las adhesiones resultante del desencanto popular respecto al mundo
político "oficial" de inicios de los 90, con el producto per
cápita que cae al nivel de fines de los años 50, y el apenas 16%
de la población económicamente activa adecuadamente empleada.(2)
En semejante circunstancia, para un sector importante de la
ciudadanía, la eficacia gubernamental debió pasar por encima de la
pérdida de poder adquisitivo y de la precariedad laboral al
extremo de que el ajuste neoliberal de Fujimori fue pronto
aceptado por las mayorías,(3) y plenamente legitimado cuando el
gobierno controló la hiperinflación, con lo cual se consolidaba
este desinterés frente a la representación política.
Destaquemos cómo ello ha estado entramado en un desplazamiento
de expectativas. Mientras que en las ciudades la asociación
popular de ayuda mutua o de sobreviviencia de tipo comunitario y
origen andino (organizaciones locales diversas vinculadas a ONGs o
al Estado) -golpeada por el terrorismo y la hiperinflación- perdió
atractivo para dar paso a la búsqueda del éxito en el mercado,
percibido como abierto y promisorio, la agricultura era asfixiada
por la apertura de las importaciones, estimulando la migración,
pese a la derrota de terrorismo. Por su parte, las clases medias,
sin
oferta
de
trabajo
profesional
debido
al
importante
adelgazamiento del empleo estatal y sobre todo al carácter
recesivo del proyecto neoliberal, hacían esfuerzos denodados para
diferenciarse de los sectores subalternos. A lo largo de la década
la población adecuadamente empleada ha escasamente superado el 20%
de la población activa, lo cual se ha agravado desde la recesión
iniciada en 1997, cuyos estragos se calculan en una disminución de
aproximadamente el 19% del empleo productivo urbano cuando empieza
esta década.(4) Al incumplirse las expectativas de mejora
2.
El Perú es el único país de América Latina que ha padecido
simultáneamente de un prolongado periodo de inflación con recesión
y de un fenómeno terrorista intenso. Al controlarse en 1991 la
inflación -superior a un astronómico 14'200,000% de 1985 a 1990hay índices de pobreza superiores al 60% (Webb y Fernández-Baca,
1992). Pero el panorama, además de ser de indigencia, es de
desarraigo y desorganización. Tras la captura de Abimael Guzmán
(1992) y eclipsarse Sendero Luminoso, habían de 25,000 muertos,
6,000 desaparecidos, y casi medio millón de desplazados que,
abandonando aldeas y campos, huyeron del fuego cruzado de
terroristas y militares.
3.
STOKES, Susan C. Reforma económica y opinión pública en
Perú, 1990-1995. En TUESTA SOLDEVILLA, F. (comp.) Los enigmas del
poder. Fujimori 1990-1996. Lima, Fundación Friedrich Ebert, 1996.
pp. 340-341.
4.
WEBB, Richard y FERNÁNDEZ-BACA, Graciela. Perú en números
1998. Anuario Estadístico. Lima, Ed. Cuánto, 1999. Las cifras
colectiva debidas al auxilio de un Estado-bienestar, la lógica de
la competitividad se ha ido capilarizando en la vida cotidiana.
Son numerosas las investigaciones de campo(5) que muestran cómo
los proyectos juveniles se orientan a la sobrevivencia o al
ascenso económico individual, con escaso horizonte de largo plazo.
La fragilización de los lazos orgánicos de solidaridad que
mantenían vivas a las estrategias colectivas de progreso llevan a
la búsqueda del éxito material rápido, a falta de alternativas
ofrecidas por el mercado. La lucha por la sobreviviencia deviene
en un Leviathan que entra en simbiosis con las ideas de eficacia y
rentabilidad como criterios absolutos de comportamiento. Ese
instrumentalismo, válido en el nivel de la gestión, es extrapolado
al del sujeto, quedando así tendidos los puentes ideológicos que
unen esas necesidades de certidumbre y éxito con una visión del
orden público omnipotente y salvadora. La aceptación de la
transgresión de las reglas establecidas en nombre de la urgencia
es transladada a los identificadores colectivos del mundo
político. Así, la opción pragmática por sobrevivir y el
pragmatismo político-electoral del fujimorismo vienen a ser las
dos caras de la misma moneda. Por ello, el éxito de Fujimori en
tres procesos electorales y la alta aprobación de su gestión
durante la mayor parte de una década expresan una opción carente
de pasión, como un pacto entre dos partes abismalmente diferentes
pero convergentes en un interés puntual. Lo que no es una entrega
indiferente de un "cheque en blanco" electoral, como en el
concepto de "democracia delegativa" de Guillermo O'Donnell; supone
más bien un voto condicionado, sujeto a un premio o a una sanción
posterior del elector según los resultados, a una "delegación
vigilada" como ha señalado Carmen Rosa Balbi.(6)
3. NEOPOPULISMO Y AUGE DE LOS APARATOS ESTATALES.
En este marco, debe destacarse que la crisis de los partidos
ha significado también una disminución general de la capacidad de
organización de la sociedad y un aumento inversamente proporcional
de las del Estado. Los vacíos dejados por la descomposición
oficiales del INEI (http://inei.gob.pe) señalan la misma tendencia
de aumento del desempleo.
5. BALBI, Carmen Rosa. Modernidad y progreso en el mundo
informal. In Pretextos, n. 2. Lima,
DESCO,
1991; MACASSI,
Sandro. Referendum y Constitución: los jóvenes frente al futuro
político. En CALANDRIA, Comunicación y cultura política. Entre
públicos y ciudadanos. Lima, 1994; ROSPIGLIOSI, Fernando.
Juventud obrera y partidos de izquierda. De la dictadura a la
democracia. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1988.
6.
O'DONNELL, Guillermo.¿Democracia delegativa? En Grompone,
R. (ed.) Instituciones políticas y sociedad. Lima, IEP, 1995;
BALBI, Carmen Rosa. El fujimorismo: delegación vigilada y
ciudadanía. En Pretextos 9. Lima, DESCO, 1996.
política y social y el déficit de empleo en los sectores más
empobrecidos los coloca en una postura de extrema dependencia,
dándole al gobierno la posibilidad de enfatizar su protagonismo
mediante medidas asistencialistas.
La fractura entre el potencial de intervención del Estado y
una sociedad civil desvertebrada es suturada mediante redes de
clientelas que asignan y/o reciben ayuda social proveniente de
fondos públicos desde mediados de la década anterior. En otros
términos, el mismo régimen que convierte la economía de la manera
más ortodoxa al modelo neoliberal aplica fórmulas redistributivas
populistas para afianzar su legitimidad y darle un sesgo
personalista al poder presidencial.(7) Recursos y funciones que
normalmente corresponderían, por ejemplo, a los ministerios de
educación, salud, agricultura o transportes han sido transferidas
a organismos tales como el Ministerio de la Presidencia, que
tienden un puente de ayuda directo entre el mandatario y la
población más necesitada. Así Fujimori está en una campaña
electoral perpetua y ubicua, tanto en el territorio como en los
medios, visitando, inspeccionando o inaugurando obras públicas o
bien haciendo de benefactor. Estos fondos recorren un largo e
intrincado trayecto para canalizarse, beneficiando, además de los
destinatarios finales, a una densa red de intermediarios, entre
los
cuáles
figuran
funcionarios
y
cuadros
a
sueldo
de
organizaciones de fachada.
A inicios del 2000 más del 42.5% de la población del Perú
depende directa o indirectamente de la asistencia de organismos
como FONCODES, PROMUDEH, PRONAA o Ministerio de la Presidencia,(8)
que permite establecer un intercambio funcional de ayuda contra
apoyo electoral. Objetivamente, el dispositivo de asistencialismo
estatal se comporta como un poderosa y compleja maquinaria
política y propagandística en la que la línea divisoria entre lo
oficial y lo soterrado, y entre lo gubernamental, lo civil y lo
militar son muy tenues. La certidumbre que generan las prebendas
populistas entre quienes apenas tienen como perspectiva la
sobreviviencia, pero sobre todo la inmensa superioridad material
de este verdadero partido sin rótulo, son el primer factor de
explicación del éxito de Alberto Fujimori(9) y de la incapacidad
de sus competidores para salir de la sombra con que los eclipsa.
7.
CRABTREE, John. Neopopulismo y el fenómeno Fujimori. En
CRABTREE, J. y THOMAS, J. El Perú de Fujimori, 1990-1998. Lima,
IEP/ Universidad del Pacífico, 1999.
8.
Llegando a más del 70% en los sectores rurales pobres e
indigentes. Cuánto S.A. Encuesta Nacional de Niveles de Vida.
Lima, 1997.
9.
Ver al respecto TANAKA, Martín. Del movimientismo a la
media-política: cambios en las relaciones entre la sociedad y la
política en el Perú de Fujimori. En CRABTREE, J. y THOMAS, J. El
Perú de Fujimori, 1990-1998. Lima, IEP/ Universidad del Pacífico,
1999.
Dos ejemplos al canto. El recrudecimiento de las invasiones
de terrenos privados y públicos urbanos -fomentado o no
soterradamente por el gobierno- ha dado lugar a una ley por la
cual basta con sólo una inscripción para ser propietario. Cada
ciudadano inscrito tiene derecho a recibir gratuitamente un lote
de terreno, lo que alcanza a ¡cinco millones de personas! Esta
inscripción se realiza dos meses antes de los comicios
presidenciales...y la gente sabe que si no vota por Fujimori, no
hay seguridad de obtener ese terreno. Al escribir este texto me
entero de que el Servicio de Inteligencia Nacional habría mandado
a estampar tres millones de polos con el logo de Perú 2000, la
entidad que agrupa a los tres organizaciones que promueven la
reelección de Fujimori. Serían regalados. ¿Quién paga este
operativo cívico-militar?
4. LIDERAZGOS POLÍTICOS ELECTRÓNICOS Y TALK Y REALITY SHOWS.
A diferencia del clientelismo tradicional, la propaganda
oficial del 2000 consiste en un bombardeo integral, que combina el
flanco cognitivo y el emocional. Por un lado, la mencionada
utilización de recursos públicos como muestra de un poderío que
convoca a una indispensable adhesión. Si bien los límites entre la
inauguración de una obra pública y un acto de campaña podrían
discutirse, las apariciones públicas cotidianas del presidente
inspeccionando trabajos o en inauguraciones, dejan difícilmente
dudas acerca del carácter preelectoral que esos mensajes
transmiten. A ello se añade la abundancia de publicidad estatal
exterior
funcionalmente
innecesaria
(paneles
de
organismos
oficiales, afiches, paredes pintadas, fiestas, seudomovilización
de gente, etcétera) y su difusión a través de la caja de
resonancia de los noticieros televisivos,(10) así como los
invasivos spots televisivos del Estado, del los que más del 72%
provienen del Ministerio de la Presidencia. FALTA LO DE
LAPARTIDOCRACIA, OJO.
Este
demoledor
marketing
electoral
oficialista
viene
precedido por la sujeción de casi la totalidad de las empresas
televisivas al diktat gubernamental. Incluso desde antes del
autogolpe de 1992, el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) y el
Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), invocando "razones de
seguridad nacional" ya intervenían en las emisiones periodísticas
orientando o censurando sus contenidos.(11) Contrariamente al
verticalismo duro de los discursos oficiales de la televisión
10.
Un documento reciente de Transparencia muestra que
durante Octubre de 1999 el tiempo de aparición en pantalla de
Alberto Fujimori era de 78%, casi cuatro veces más que los otros
posibles candidatos juntos. Datos Electorales, Noviembre de 1999.
11.
Como ya lo hemos señalado anteriormente. Véase PROTZEL,
Javier. El paradigma del Príncipe: el líder, la razón de Estado y
los medios electrónicos. En Contratexto, n. 7. Lima, Universidad
de Lima, 1994.
incautada por el gobierno militar, dos décadas después la tutela
del bloque en el poder es soft y explota hábilmente los recursos
de la neotelevisión. La producción de simulacros, la convivialidad
y lo lúdico, la poca densidad de las exposiciones de los programas
periodísticos, en suma el replanteamiento de las fronteras entre
lo real y lo imaginario, lo aburrido y lo entretenido, lo fácil y
lo difícil sirven propósitos políticos.
Así, el sentido común generado con los ataques a los
"partidos
tradicionales"
y
en
general
a
la
democracia
representativa orquestados con posterioridad al autogolpe de Abril
de 1992, contenía -más acá de cualquier crítica al funcionamiento
del Parlamento o al entrampamiento de la gobernabilidad- un
cuestionamiento implícito al razonamiento argumentativo, encarnado
en discusiones percibidas como innecesarias. El defecto de hablar
mucho y no hacer nada es caricaturizable para crear la figura
opuesta, la de un pragmatismo de pocas palabras que prescinde del
consenso para obtener resultados rápidos. Con la anuencia de los
canales y la participación del SIN y el SIE, el proyecto
autoritario encontraba su instrumento predilecto en aquéllos
géneros televisivos más capaces de dar una versión maniquea,
simplificada y emotiva de la actualidad, manipulando a una
audiencia ansiosa. (Lo que no impide constatar, en contrapartida,
que la televisión haya derribado a los estilos políticos de su
pedestal retórico decimonónico, identificados por los sectores
populares con élites almidonadas. Eso ocurrió con la derrota
Vargas Llosa en 1990 y más adelante con la explotación sistemática
de los significantes antielitarios de los que fue revestido
Fujimori.
como su manera de hablar- que lo diferenciaban frente a sus
opositores).
Pero el lado más novedoso consiste en la búsqueda de
identificaciones electoralmente eficaces que sean alternativas
emocionalmente viables frente a la desgastada figura del héroe
político luchador. Se trata de liderazgos electrónicos que
interpelan mejor los problemas cotidianos que el discurso
doctrinario o la promesa programática vinculando, como un puente
simbólico, ciertas demandas públicas con el malestar de las
transformaciones contemporáneas de la intimidad. Los programas
televisivos de mayor sintonía -los reality shows- y las
conductoras más cotizadas han sido en cierto modo cooptados por el
Presidente Fujimori, cuando éste se ha hecho presente en el
estudio. El y la conductora han mezclado los espacios simbólicos
en que discurren, han hecho una mutua transfusión de prestigio.
Este tipo de operaciones constituye una palanca neopopulista
dirigida a sectores urbanos pauperizados que abre una segunda vía
asistencialista, oblicua, que confluye con la del clientelismo
territorial y posiciona mejor, con un rentable "costo por mil". Al
mezclarse la alegría y las eufóricas distribuciones de premios,
con la puesta en escena de sus propios conflictos personales, se
le crea al público popular una ilusión de protagonismo. El lazo
social protector plasmado en este populismo de mercado es la
consecuencia lógica de lo que Giovanni Sartori ha llamado el
debilitamiento del demos.(12)
Sin embargo, no hay que menoscabar la importancia actual de
los reality y talk shows. En última instancia, las emisiones más
"televisivas" son aquéllas en que predomina la conversación, cuyo
denominador común es la circulación regular, estructurada, de los
discursos, tanto en el set como en el entendimiento del
espectador, pese a la variedad de temáticas y densidades de
tratamiento. Estos géneros, que corresponden a una época de
transformación de la subjetividad, fueron inicialmente objeto de
mucha crítica en los países industrializados del norte.(13) Más
adelante se ha aceptado que para amplios sectores del público
urbano hay una devaluación del discurso sobre los problemas del
espacio público que habían nutrido las agendas de la política. Los
verdaderos problemas estarían ahora en lo privado, en la esfera
interpersonal sacudida por los cambios económicos y sociales de
fin de siglo, en particular la permisividad. La acción de los
líderes políticos o el conocimiento de los expertos habrían
perdido su atractivo. Serían reemplazados por la experiencia
directa del testigo, de aquél cuya confesión directa, antes
irrevelable,
es
sometida
al
escrutinio
de
la
audiencia
convirtiéndose en punto de fuga para una catarsis. Así como desde
mucho tiempo atrás el espacio público habría pasado al privado,
ahora -también los medios, pero al revés- harían público el
espacio privado.
Con un juego escénico que suprime distancias en el trato
interpersonal, la versión peruana de estos shows recurre a la
replana y permite que la agresividad o el afecto se expresen como
señales de un espacio sin jerarquías ni inhibiciones. Se pretende
establecer cierta transparencia entre el set y el mundo exterior,
un realismo cuyo localismo es siempre subrayado con la
exacerbación de problemas cotidianos "ejemplares", que exigen ser
juzgados y castigados como ante un implícito tribunal popular. Las
exigencias de castigo o recompensa del público hacen "funcionar"
al programa, conviertiendo a sus conductoras en lideresas
políticas y benefactoras. En esas condiciones, el programa resulta
ideal para filtrar un discurso político propagandístico. Pero
tanto la fuerte identificación con la conductora como la
complacencia (proyectiva) ante los insultos o humillaciones
padecidas por los diversos personajes son signos de una fuerte
dependencia afectiva y de una bajísima autoestima. De ahí que
detrás de lo festivo o participativo de este tipo de programas se
estén manipulando fibras autoritarias y vindicativas, la urgencia
del televidente, sus pedidos de certidumbre y de resultados
rápidos a quien se los pueda dar. Y al revés, el ambiente de
unanimidad inducido ejerce un tácito chantaje en contra de todo
aquello que lo cuestione con argumentos racionales, haciéndolo
aparecer como antipopular.
Obviamente, el contenido depende de la empresa productora y
12.
SARTORI, Giovanni. Homo videns. La sociedad teledirigida.
Tautrus, Madrid, 1998.
13.
MEHL, Dominique. La télévision de l l'intimité.
de la orientación del público. Y en el caso de los canales
peruanos de señal abierta, nada de ello es en última instancia
ajeno a su subordinación al gobierno. Situemos el auge de estos
géneros destacando primero dos elementos de esta subordinación.
Por un lado, la ya larga alianza estratégica de los canales
con el gobierno. Para las empresas televisivas, la adhesión a un
régimen de autoritarismo plebiscitario a inicios de la década
constituyó una ganancia absoluta de poder, un asiento en sus
primeros círculos, como el que ocuparon sus presidentes el 5 de
Abril de 1992 en la Comandancia General del Ejército con ocasión
del mensaje autogolpista. El medio podía darle convergencia a la
popularidad política con la popularidad a secas.
5. FRAGMENTACIÓN DE LA TELEVISIÓN.
La segunda fractura mencionada al inicio de este texto es la
que ocurre en los medios, en particular la ocasionada por la
introducción de la televisión transmitida por cable. Desde que el
servicio se inauguró en 1991, sólo un 20% de la audiencia
televisiva limeña (y aproximadamente 10-12% de la nacional) lo ha
contratado. Sin especular sobre esa acogida comparativamente
escasa, es necesario constatar el establecimiento de una marcada
diferencia entre señal abierta y cerrada en lo referente a
segmentos de audiencias, tipo de programación y orientación en las
transmisiones de respectivamente. El efecto integrador atribuido
en los años 80 a la consolidación de una audiencia nacional y la
perspectiva de vertebrar el espacio público mediante el acceso a
la información y al debate ya no corresponden a la situación
actual.
Para explicarlo, debe recordarse que el medio ha conocido un
ciclo de auge y caída durante la última década paralelo al
comportamiento de la economía nacional. Con un parque nacional de
receptores consolidado e indicadores macroeconómicos estables, la
inversión en televisión pasó a concentrar del 58% al 88% de total
publicitario entre 1987 y 1996, el cual a su vez se multiplicó
aproximadamente por 19 durante el mismo lapso.(14) Con una "torta"
publicitaria mucho mayor, la oferta televisiva se expande a través
de nuevos canales locales, de horarios ampliados, de redes
nacionales más extensas, y por cierto, del cable. Esto es animado
por una feroz competencia por el rating, tanto más en cuanto el
mercado empieza a desfallecer desde 1996, agitado por el viento de
la recesión. El repliegue de los anunciantes comerciales le da
proporcionalmente más peso a la publicidad estatal, aunque ésta a
su vez desde 1998 se incrementa substancialmente, sobre todo en
base a anuncios de propaganda publicitaria que destacan la figura
del presidente como benefactor. En 1999 el Estado se ha convertido
en el primer anunciante de la televisión de señal abierta(15) lo
14.
Fuentes: Medio de marketing, Diciembre 1987; Marketing
Estratégico, Marzo 1997; ROBLES, Max y BURGOS, Hernando. Cuestión
de cifras. En Quehacer 118, Lima mayo-junio 1999. p. 49-50.
15.
ROBLES, Max y BURGOS, Hernando. op. cit., p. 49.
que le permite financiarla y quitarle autonomía, como públicamente
lo señaló el ex-propietario de un canal de televisión, hoy
perseguido.(16)
Es lógico que esta época de vacas flacas tenga mucho que ver
con el auge de los reality y talk shows. La producción de estos
programas resulta atractiva empresarialmente dada su buena
relación costo/beneficio. Se pueden reducir presupuestos de
producción manteniendo ratings altos, cuando la multiplicación de
la oferta electrónica tiende históricamente a hacerlos bajar.
Equivalen casi un tercio de la producción nacional, llegando Laura
en América, el más popular de todos, a superar la barrera de los
50 puntos, casi la totalidad del encendido en los segmentos bajo y
muy bajo.(17)
Además, la sintonía relativamente baja del
periodismo político en un contexto de poca efervescencia se da la
mano con la tutela gubernamental sobre el medio. Así, desde 1997
el periodismo crítico fue prácticamente desapareciendo. Primero
fueron clausurados los pocos programas políticos críticos incluyendo un atentado dinamitero contra un canal transmisor y la
transferencia del accionariado de otro, también opositor, mediante
una leguleyada(18)-, o bien transformados en voceros del
oficialismo o en asépticos magazines. Y los noticieros devinieron
en crónica roja y de actividades oficiales.
La televisión de señal abierta en el 2000 no transmite ningún
programa político crítico, mientras la escueta información sobre
la campaña electoral soslaya sistemáticamente la importancia de
los competidores del presidente-candidato. Más aún, pese a sus
dificultades
económicas,
es
irónico
que
los
canales
más
importantes invocquen la libertad de empresa y contratación para
justificar su renuencia a difundir spots pagados de propaganda
electoral, en contraste con la nutrida cantidad de avisos que
difunden la obra social del gobierno.
Pero por otro lado, las dos emisoras locales que transmiten
por cable, ligadas respectivamente a los diarios El Comercio y
Expreso, son la otra cara de la moneda. Ofrecen abundante
16.
Entrevista a Genaro DELGADO PARKER en Somos n. 675, 11 de
Noviembre de 1999.
17.
CICOSUL. Los programas de conversación en la pantalla.
Mesa de Coyuntura. Centro de Investigación en Comunicación Social,
Universidad de Lima, Abril de 1998.
18.
Tal fue el caso de una emisión de César Hildebrandt en
Global Televisión, cuyo local de Puno fue objeto en 1996 de un
atentado dinamitero impune cuyos autores pertenecen probadamente a
los servicios de inteligencia. Por otro lado, al empresario Baruch
Ivcher, presidente de Frecuencia Latina, por cuyas ondas se
transmitían denuncias contra el todopoderoso asesor del SIN
Vladimiro Montesinos, se le suspendieron sus derechos de propiedad
mediante una argucia sobre su nacionalidad. Al prohibir la ley
peruana a los ciudadanos extranjeros ser dueños de una estación de
televisión, fue reemplazado por un directorio dócil.
información sobre política, así como permanentemente debates y
entrevistas con márgenes mucho mayores de autonomía, sobre todo el
primero. El excelente periodismo al que se asiste en esta
programación da la impresión de vertebrar espacios públicos
ideales
para
una
comunicación
política
democrática.
Lamentablemente, estos talk shows -si le damos su significado
literal a la expresión- son accesibles sólo a una minoría de la
audiencia, que la consume con avidez.
La confrontación entre frecuencias de consumo de televisión
por cable o de señal abierta con intenciones de voto demuestra a
todas luces que a mayor información, menor simpatía por la segunda
reelección de Fujimori. Lo cual no quiere decir que haya un nexo
de causalidad de lo primero a lo segundo, sino que los marcos
concretos de lo cotidiano son determinantes en la construcción de
una cultura política. Por ello, el espacio público de los medios
se ha fragmentado. Por un lado, uno mayoritario, consumidor de
televisión de señal abierta y lector de prensa amarilla, poco
motivado por el acontecer político y a menudo ligado al
asistencialismo gubernamental. Y por otro, uno minoritario,
televidente del cable y lector de diarios, abierto a la
información y al debate argumentativo, pero en general de mayor
holgura económica. La polarización entre una candidatura de cuño
autoritario,
eficaz
garante
de
la
certidumbre,
y
varias
opositoras, que carecen de la fuerza fundacional para darle
credibilidad a sus proyectos recubre grosso modo la polarización
entre dos dispositivos de comunicación, dos tipos de discurso y
también diferentes sectores económicos, por no decir clases.
Pero la figura de dos bloques antagónicos no es la que mejor
describe la situación. La rapidez de los cambios de actitud, los
matices dentro de una misma categoría socio-cultural, las grandes
diferencias de región a región, nos advierten contra las falsas
generalizaciones. En cambio, sí puede afirmarse que para las
mayorías se trata de una campaña que usa los recursos clásicos de
los medios con baja intensidad, pero que, en el caso de la
candidatura oficialista, una maquinaria poderosa e inteligente
inventa nuevas versiones para darle cuerpo a antiguos nexos de
dependencia. Mientras el sistema político no se revertebre sobre
bases institucionales sólidas éstos seguirán primando, y los
beneficios de la modernidad seguirán sin alcanzar a aquéllos a
quienes más falta les hacen.
Lima, Febrero del 2000.
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