FRAGMENTACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO DE LOS MEDIOS Y ELECCIONES PRESIDENCIALES: PERÚ, AÑO 2000. Javier PROTZEL Universidad de Lima. (ponencia presentada al V Congreso de ALAIC. Santiago de Chile, Abril del 2000) 1. INTRODUCCIÓN. Quienes afirman que un sistema de televisión regido por el libre mercado es de por sí una garantía de democracia pueden estar o bien pecando de ingenuos, o bien limitando su apreciación a un plano abstracto y superficial. Las elecciones presidenciales peruanas del año 2000, además de demostrar más bien lo contrario, son un ejemplo de cómo la comunicación política, lejos de agotarse en el comportamiento de los medios, debe enfocar dos asuntos fundamentales, las condiciones específicas de distribución y ejercicio del poder, y los avatares de la subjetividad política. De eso nos ocupamos en esta breve exposición. A diferencia de 1990, cuando sorpresivamente y con escasos recursos venció al escritor Mario Vargas Llosa, la candidatura del Presidente Alberto Fujimori a una segunda reelección cuenta diez años depués con una maquinaria organizacional y propagandística cuyo poderío sólo es comparable con la que los gobernantes militares desplegaron entre 1971 y 1980. Pero la abundancia de recursos del candidato-presidente está paradójicamente inserta dentro de un modelo de comunicación masiva basado estrictamente en la empresa privada, a su vez uno entre muchos aspectos de una economía ceñida a los postulados neoliberales del Consenso de Washington. Del mismo modo, las bases jurídicas del sistema político peruano permiten -aunque para algunos sólo en parte- su funcionamiento de acuerdo con los principios de la democracia representativa.(1) Por ello, sin tratarse de un régimen intervencionista en lo económico y periodístico, o abiertamente dictatorial en lo político, es difícil poner en duda su naturaleza autoritaria. Las sucesivas transgresiones del Estado de Derecho que han allanado el camino de la multidimensional y ubicua campaña reeleccionista, en contraste desproporcionado con el limitado eco de las voces de denuncia y el escaso brillo de los candidatos adversarios, son indicadoras de un descentramiento de la actividad política peruana con respecto a sus componentes sociales. Y esto no equivale ni a su disolución, ni a la indiferencia popular a secas, sino al estallido del espacio público de la política, de los discursos, las agendas y los intereses puestos en juego. 1. Después del Constitución de 1993. autogolpe de 1992, vale decir con la Al respecto, nos parece necesario identificar dos tipos de fraccionamiento que tomaron cuerpo a lo largo de la década pasada que le dan marco al proceso electoral y ayudan a explicarlo. Por un lado, la crisis de los partidos, y por otro, la diversificación de las ofertas mediáticas, en particular, la televisiva. 2. CRISIS DE LOS PARTIDOS Y DESCOMPOSICIÓN SOCIAL. El antecedente es obvio. Como en otros países de América Latina, el embate de los 80, "década perdida", se expresó en el declive de las simpatías por las organizaciones entonces vigentes, aún las más añejas. El desprestigio generado por el fracaso gubernativo aprista de Alan García (1985-1990) arrastró consigo prácticamente a todo el espectro político peruano. Si con el primer triunfo de Fujimori ya se había reducido significativamente el caudal partidario tradicional, para la reelección de 1995 éste no llegaba al 10% de los votos válidamente expresados. A lo largo del mismo periodo tampoco se han constituido nuevos partidos, si por ello nos referimos a colectivos dotados de cierta cohesión interna con un número significativo de miembros unidos por un proyecto durable, que trasciende las coyunturas electorales. No fue el caso en 1995 de la derrotada Unión por el Perú (UPP) que lideró la fallida incursión del ex-Secretario General de Naciones Unidas Javier Pérez de Cuéllar, como en realidad no lo son en el 2000 ni Somos Perú ni Solidaridad Nacional de Luis Castañeda. Tampoco el mismísimo partido de Fujimori en 1990, Cambio 90, o Nueva Mayoría, el que hace fundar en 1992 tras su autogolpe del 5 de Abril, o Vamos Vecino organización creada desde el gobierno para elecciones municipales en 1998, o incluso Perú 2000, la novísima agregación sinérgica de los tres anteriores corresponde a los rasgos clásicos de un partido, como los describen Michels o Duverger. Se trata más bien de clubes electorales que articulan las apuestas de agentes independientes para fines de movilización y propaganda. Por cierto, nada de ello se explicaría sin la rápida mediatización de la sociedad peruana. A medida que la audiencia televisiva se masificó, pasando de alrededor de 45% de los hogares urbanos del país a aproximadamente un 94% entre 1979 y 1998, el aspecto territorial de la vida partidaria cambió, como el resto del espacio público, cediendo el paso a una visión productivista, común a todo el espectro ideológico. Con ello se hacía posible una cobertura geográfica vasta pero mucho menos costosa e instantánea, para difundir discursos con más uniformidad y aconteceres (aparentementemente) con mayor transparencia a una mayor variedad de ciudadanos. Como en otros países esto condujo a la rápida obsolescencia de las pesadas burocracias y el debilitamiento de las redes de información, militancia y solidaridad, para que el poder de decisión, evacuado hacia las "cúpulas", alcance una concentración mayor. Doble autonomía para éstas últimas. Primero, para saltar a través de las ondas por encima de las instancias partidarias hacia audiencias que el mejor organizador de mítines no reuniría. Y segundo, para darle ingreso a escena al independiente, vale decir al liderazgo individualizado y plasmado en discurso mediante pactos directos con los dueños de los canales y el concurso de expertos en comunicaciones. Sin embargo, no son esas ventajas comparativas de la televisión per se que nos interesan aquí. Es la volatilización de las adhesiones resultante del desencanto popular respecto al mundo político "oficial" de inicios de los 90, con el producto per cápita que cae al nivel de fines de los años 50, y el apenas 16% de la población económicamente activa adecuadamente empleada.(2) En semejante circunstancia, para un sector importante de la ciudadanía, la eficacia gubernamental debió pasar por encima de la pérdida de poder adquisitivo y de la precariedad laboral al extremo de que el ajuste neoliberal de Fujimori fue pronto aceptado por las mayorías,(3) y plenamente legitimado cuando el gobierno controló la hiperinflación, con lo cual se consolidaba este desinterés frente a la representación política. Destaquemos cómo ello ha estado entramado en un desplazamiento de expectativas. Mientras que en las ciudades la asociación popular de ayuda mutua o de sobreviviencia de tipo comunitario y origen andino (organizaciones locales diversas vinculadas a ONGs o al Estado) -golpeada por el terrorismo y la hiperinflación- perdió atractivo para dar paso a la búsqueda del éxito en el mercado, percibido como abierto y promisorio, la agricultura era asfixiada por la apertura de las importaciones, estimulando la migración, pese a la derrota de terrorismo. Por su parte, las clases medias, sin oferta de trabajo profesional debido al importante adelgazamiento del empleo estatal y sobre todo al carácter recesivo del proyecto neoliberal, hacían esfuerzos denodados para diferenciarse de los sectores subalternos. A lo largo de la década la población adecuadamente empleada ha escasamente superado el 20% de la población activa, lo cual se ha agravado desde la recesión iniciada en 1997, cuyos estragos se calculan en una disminución de aproximadamente el 19% del empleo productivo urbano cuando empieza esta década.(4) Al incumplirse las expectativas de mejora 2. El Perú es el único país de América Latina que ha padecido simultáneamente de un prolongado periodo de inflación con recesión y de un fenómeno terrorista intenso. Al controlarse en 1991 la inflación -superior a un astronómico 14'200,000% de 1985 a 1990hay índices de pobreza superiores al 60% (Webb y Fernández-Baca, 1992). Pero el panorama, además de ser de indigencia, es de desarraigo y desorganización. Tras la captura de Abimael Guzmán (1992) y eclipsarse Sendero Luminoso, habían de 25,000 muertos, 6,000 desaparecidos, y casi medio millón de desplazados que, abandonando aldeas y campos, huyeron del fuego cruzado de terroristas y militares. 3. STOKES, Susan C. Reforma económica y opinión pública en Perú, 1990-1995. En TUESTA SOLDEVILLA, F. (comp.) Los enigmas del poder. Fujimori 1990-1996. Lima, Fundación Friedrich Ebert, 1996. pp. 340-341. 4. WEBB, Richard y FERNÁNDEZ-BACA, Graciela. Perú en números 1998. Anuario Estadístico. Lima, Ed. Cuánto, 1999. Las cifras colectiva debidas al auxilio de un Estado-bienestar, la lógica de la competitividad se ha ido capilarizando en la vida cotidiana. Son numerosas las investigaciones de campo(5) que muestran cómo los proyectos juveniles se orientan a la sobrevivencia o al ascenso económico individual, con escaso horizonte de largo plazo. La fragilización de los lazos orgánicos de solidaridad que mantenían vivas a las estrategias colectivas de progreso llevan a la búsqueda del éxito material rápido, a falta de alternativas ofrecidas por el mercado. La lucha por la sobreviviencia deviene en un Leviathan que entra en simbiosis con las ideas de eficacia y rentabilidad como criterios absolutos de comportamiento. Ese instrumentalismo, válido en el nivel de la gestión, es extrapolado al del sujeto, quedando así tendidos los puentes ideológicos que unen esas necesidades de certidumbre y éxito con una visión del orden público omnipotente y salvadora. La aceptación de la transgresión de las reglas establecidas en nombre de la urgencia es transladada a los identificadores colectivos del mundo político. Así, la opción pragmática por sobrevivir y el pragmatismo político-electoral del fujimorismo vienen a ser las dos caras de la misma moneda. Por ello, el éxito de Fujimori en tres procesos electorales y la alta aprobación de su gestión durante la mayor parte de una década expresan una opción carente de pasión, como un pacto entre dos partes abismalmente diferentes pero convergentes en un interés puntual. Lo que no es una entrega indiferente de un "cheque en blanco" electoral, como en el concepto de "democracia delegativa" de Guillermo O'Donnell; supone más bien un voto condicionado, sujeto a un premio o a una sanción posterior del elector según los resultados, a una "delegación vigilada" como ha señalado Carmen Rosa Balbi.(6) 3. NEOPOPULISMO Y AUGE DE LOS APARATOS ESTATALES. En este marco, debe destacarse que la crisis de los partidos ha significado también una disminución general de la capacidad de organización de la sociedad y un aumento inversamente proporcional de las del Estado. Los vacíos dejados por la descomposición oficiales del INEI (http://inei.gob.pe) señalan la misma tendencia de aumento del desempleo. 5. BALBI, Carmen Rosa. Modernidad y progreso en el mundo informal. In Pretextos, n. 2. Lima, DESCO, 1991; MACASSI, Sandro. Referendum y Constitución: los jóvenes frente al futuro político. En CALANDRIA, Comunicación y cultura política. Entre públicos y ciudadanos. Lima, 1994; ROSPIGLIOSI, Fernando. Juventud obrera y partidos de izquierda. De la dictadura a la democracia. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1988. 6. O'DONNELL, Guillermo.¿Democracia delegativa? En Grompone, R. (ed.) Instituciones políticas y sociedad. Lima, IEP, 1995; BALBI, Carmen Rosa. El fujimorismo: delegación vigilada y ciudadanía. En Pretextos 9. Lima, DESCO, 1996. política y social y el déficit de empleo en los sectores más empobrecidos los coloca en una postura de extrema dependencia, dándole al gobierno la posibilidad de enfatizar su protagonismo mediante medidas asistencialistas. La fractura entre el potencial de intervención del Estado y una sociedad civil desvertebrada es suturada mediante redes de clientelas que asignan y/o reciben ayuda social proveniente de fondos públicos desde mediados de la década anterior. En otros términos, el mismo régimen que convierte la economía de la manera más ortodoxa al modelo neoliberal aplica fórmulas redistributivas populistas para afianzar su legitimidad y darle un sesgo personalista al poder presidencial.(7) Recursos y funciones que normalmente corresponderían, por ejemplo, a los ministerios de educación, salud, agricultura o transportes han sido transferidas a organismos tales como el Ministerio de la Presidencia, que tienden un puente de ayuda directo entre el mandatario y la población más necesitada. Así Fujimori está en una campaña electoral perpetua y ubicua, tanto en el territorio como en los medios, visitando, inspeccionando o inaugurando obras públicas o bien haciendo de benefactor. Estos fondos recorren un largo e intrincado trayecto para canalizarse, beneficiando, además de los destinatarios finales, a una densa red de intermediarios, entre los cuáles figuran funcionarios y cuadros a sueldo de organizaciones de fachada. A inicios del 2000 más del 42.5% de la población del Perú depende directa o indirectamente de la asistencia de organismos como FONCODES, PROMUDEH, PRONAA o Ministerio de la Presidencia,(8) que permite establecer un intercambio funcional de ayuda contra apoyo electoral. Objetivamente, el dispositivo de asistencialismo estatal se comporta como un poderosa y compleja maquinaria política y propagandística en la que la línea divisoria entre lo oficial y lo soterrado, y entre lo gubernamental, lo civil y lo militar son muy tenues. La certidumbre que generan las prebendas populistas entre quienes apenas tienen como perspectiva la sobreviviencia, pero sobre todo la inmensa superioridad material de este verdadero partido sin rótulo, son el primer factor de explicación del éxito de Alberto Fujimori(9) y de la incapacidad de sus competidores para salir de la sombra con que los eclipsa. 7. CRABTREE, John. Neopopulismo y el fenómeno Fujimori. En CRABTREE, J. y THOMAS, J. El Perú de Fujimori, 1990-1998. Lima, IEP/ Universidad del Pacífico, 1999. 8. Llegando a más del 70% en los sectores rurales pobres e indigentes. Cuánto S.A. Encuesta Nacional de Niveles de Vida. Lima, 1997. 9. Ver al respecto TANAKA, Martín. Del movimientismo a la media-política: cambios en las relaciones entre la sociedad y la política en el Perú de Fujimori. En CRABTREE, J. y THOMAS, J. El Perú de Fujimori, 1990-1998. Lima, IEP/ Universidad del Pacífico, 1999. Dos ejemplos al canto. El recrudecimiento de las invasiones de terrenos privados y públicos urbanos -fomentado o no soterradamente por el gobierno- ha dado lugar a una ley por la cual basta con sólo una inscripción para ser propietario. Cada ciudadano inscrito tiene derecho a recibir gratuitamente un lote de terreno, lo que alcanza a ¡cinco millones de personas! Esta inscripción se realiza dos meses antes de los comicios presidenciales...y la gente sabe que si no vota por Fujimori, no hay seguridad de obtener ese terreno. Al escribir este texto me entero de que el Servicio de Inteligencia Nacional habría mandado a estampar tres millones de polos con el logo de Perú 2000, la entidad que agrupa a los tres organizaciones que promueven la reelección de Fujimori. Serían regalados. ¿Quién paga este operativo cívico-militar? 4. LIDERAZGOS POLÍTICOS ELECTRÓNICOS Y TALK Y REALITY SHOWS. A diferencia del clientelismo tradicional, la propaganda oficial del 2000 consiste en un bombardeo integral, que combina el flanco cognitivo y el emocional. Por un lado, la mencionada utilización de recursos públicos como muestra de un poderío que convoca a una indispensable adhesión. Si bien los límites entre la inauguración de una obra pública y un acto de campaña podrían discutirse, las apariciones públicas cotidianas del presidente inspeccionando trabajos o en inauguraciones, dejan difícilmente dudas acerca del carácter preelectoral que esos mensajes transmiten. A ello se añade la abundancia de publicidad estatal exterior funcionalmente innecesaria (paneles de organismos oficiales, afiches, paredes pintadas, fiestas, seudomovilización de gente, etcétera) y su difusión a través de la caja de resonancia de los noticieros televisivos,(10) así como los invasivos spots televisivos del Estado, del los que más del 72% provienen del Ministerio de la Presidencia. FALTA LO DE LAPARTIDOCRACIA, OJO. Este demoledor marketing electoral oficialista viene precedido por la sujeción de casi la totalidad de las empresas televisivas al diktat gubernamental. Incluso desde antes del autogolpe de 1992, el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) y el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), invocando "razones de seguridad nacional" ya intervenían en las emisiones periodísticas orientando o censurando sus contenidos.(11) Contrariamente al verticalismo duro de los discursos oficiales de la televisión 10. Un documento reciente de Transparencia muestra que durante Octubre de 1999 el tiempo de aparición en pantalla de Alberto Fujimori era de 78%, casi cuatro veces más que los otros posibles candidatos juntos. Datos Electorales, Noviembre de 1999. 11. Como ya lo hemos señalado anteriormente. Véase PROTZEL, Javier. El paradigma del Príncipe: el líder, la razón de Estado y los medios electrónicos. En Contratexto, n. 7. Lima, Universidad de Lima, 1994. incautada por el gobierno militar, dos décadas después la tutela del bloque en el poder es soft y explota hábilmente los recursos de la neotelevisión. La producción de simulacros, la convivialidad y lo lúdico, la poca densidad de las exposiciones de los programas periodísticos, en suma el replanteamiento de las fronteras entre lo real y lo imaginario, lo aburrido y lo entretenido, lo fácil y lo difícil sirven propósitos políticos. Así, el sentido común generado con los ataques a los "partidos tradicionales" y en general a la democracia representativa orquestados con posterioridad al autogolpe de Abril de 1992, contenía -más acá de cualquier crítica al funcionamiento del Parlamento o al entrampamiento de la gobernabilidad- un cuestionamiento implícito al razonamiento argumentativo, encarnado en discusiones percibidas como innecesarias. El defecto de hablar mucho y no hacer nada es caricaturizable para crear la figura opuesta, la de un pragmatismo de pocas palabras que prescinde del consenso para obtener resultados rápidos. Con la anuencia de los canales y la participación del SIN y el SIE, el proyecto autoritario encontraba su instrumento predilecto en aquéllos géneros televisivos más capaces de dar una versión maniquea, simplificada y emotiva de la actualidad, manipulando a una audiencia ansiosa. (Lo que no impide constatar, en contrapartida, que la televisión haya derribado a los estilos políticos de su pedestal retórico decimonónico, identificados por los sectores populares con élites almidonadas. Eso ocurrió con la derrota Vargas Llosa en 1990 y más adelante con la explotación sistemática de los significantes antielitarios de los que fue revestido Fujimori. como su manera de hablar- que lo diferenciaban frente a sus opositores). Pero el lado más novedoso consiste en la búsqueda de identificaciones electoralmente eficaces que sean alternativas emocionalmente viables frente a la desgastada figura del héroe político luchador. Se trata de liderazgos electrónicos que interpelan mejor los problemas cotidianos que el discurso doctrinario o la promesa programática vinculando, como un puente simbólico, ciertas demandas públicas con el malestar de las transformaciones contemporáneas de la intimidad. Los programas televisivos de mayor sintonía -los reality shows- y las conductoras más cotizadas han sido en cierto modo cooptados por el Presidente Fujimori, cuando éste se ha hecho presente en el estudio. El y la conductora han mezclado los espacios simbólicos en que discurren, han hecho una mutua transfusión de prestigio. Este tipo de operaciones constituye una palanca neopopulista dirigida a sectores urbanos pauperizados que abre una segunda vía asistencialista, oblicua, que confluye con la del clientelismo territorial y posiciona mejor, con un rentable "costo por mil". Al mezclarse la alegría y las eufóricas distribuciones de premios, con la puesta en escena de sus propios conflictos personales, se le crea al público popular una ilusión de protagonismo. El lazo social protector plasmado en este populismo de mercado es la consecuencia lógica de lo que Giovanni Sartori ha llamado el debilitamiento del demos.(12) Sin embargo, no hay que menoscabar la importancia actual de los reality y talk shows. En última instancia, las emisiones más "televisivas" son aquéllas en que predomina la conversación, cuyo denominador común es la circulación regular, estructurada, de los discursos, tanto en el set como en el entendimiento del espectador, pese a la variedad de temáticas y densidades de tratamiento. Estos géneros, que corresponden a una época de transformación de la subjetividad, fueron inicialmente objeto de mucha crítica en los países industrializados del norte.(13) Más adelante se ha aceptado que para amplios sectores del público urbano hay una devaluación del discurso sobre los problemas del espacio público que habían nutrido las agendas de la política. Los verdaderos problemas estarían ahora en lo privado, en la esfera interpersonal sacudida por los cambios económicos y sociales de fin de siglo, en particular la permisividad. La acción de los líderes políticos o el conocimiento de los expertos habrían perdido su atractivo. Serían reemplazados por la experiencia directa del testigo, de aquél cuya confesión directa, antes irrevelable, es sometida al escrutinio de la audiencia convirtiéndose en punto de fuga para una catarsis. Así como desde mucho tiempo atrás el espacio público habría pasado al privado, ahora -también los medios, pero al revés- harían público el espacio privado. Con un juego escénico que suprime distancias en el trato interpersonal, la versión peruana de estos shows recurre a la replana y permite que la agresividad o el afecto se expresen como señales de un espacio sin jerarquías ni inhibiciones. Se pretende establecer cierta transparencia entre el set y el mundo exterior, un realismo cuyo localismo es siempre subrayado con la exacerbación de problemas cotidianos "ejemplares", que exigen ser juzgados y castigados como ante un implícito tribunal popular. Las exigencias de castigo o recompensa del público hacen "funcionar" al programa, conviertiendo a sus conductoras en lideresas políticas y benefactoras. En esas condiciones, el programa resulta ideal para filtrar un discurso político propagandístico. Pero tanto la fuerte identificación con la conductora como la complacencia (proyectiva) ante los insultos o humillaciones padecidas por los diversos personajes son signos de una fuerte dependencia afectiva y de una bajísima autoestima. De ahí que detrás de lo festivo o participativo de este tipo de programas se estén manipulando fibras autoritarias y vindicativas, la urgencia del televidente, sus pedidos de certidumbre y de resultados rápidos a quien se los pueda dar. Y al revés, el ambiente de unanimidad inducido ejerce un tácito chantaje en contra de todo aquello que lo cuestione con argumentos racionales, haciéndolo aparecer como antipopular. Obviamente, el contenido depende de la empresa productora y 12. SARTORI, Giovanni. Homo videns. La sociedad teledirigida. Tautrus, Madrid, 1998. 13. MEHL, Dominique. La télévision de l l'intimité. de la orientación del público. Y en el caso de los canales peruanos de señal abierta, nada de ello es en última instancia ajeno a su subordinación al gobierno. Situemos el auge de estos géneros destacando primero dos elementos de esta subordinación. Por un lado, la ya larga alianza estratégica de los canales con el gobierno. Para las empresas televisivas, la adhesión a un régimen de autoritarismo plebiscitario a inicios de la década constituyó una ganancia absoluta de poder, un asiento en sus primeros círculos, como el que ocuparon sus presidentes el 5 de Abril de 1992 en la Comandancia General del Ejército con ocasión del mensaje autogolpista. El medio podía darle convergencia a la popularidad política con la popularidad a secas. 5. FRAGMENTACIÓN DE LA TELEVISIÓN. La segunda fractura mencionada al inicio de este texto es la que ocurre en los medios, en particular la ocasionada por la introducción de la televisión transmitida por cable. Desde que el servicio se inauguró en 1991, sólo un 20% de la audiencia televisiva limeña (y aproximadamente 10-12% de la nacional) lo ha contratado. Sin especular sobre esa acogida comparativamente escasa, es necesario constatar el establecimiento de una marcada diferencia entre señal abierta y cerrada en lo referente a segmentos de audiencias, tipo de programación y orientación en las transmisiones de respectivamente. El efecto integrador atribuido en los años 80 a la consolidación de una audiencia nacional y la perspectiva de vertebrar el espacio público mediante el acceso a la información y al debate ya no corresponden a la situación actual. Para explicarlo, debe recordarse que el medio ha conocido un ciclo de auge y caída durante la última década paralelo al comportamiento de la economía nacional. Con un parque nacional de receptores consolidado e indicadores macroeconómicos estables, la inversión en televisión pasó a concentrar del 58% al 88% de total publicitario entre 1987 y 1996, el cual a su vez se multiplicó aproximadamente por 19 durante el mismo lapso.(14) Con una "torta" publicitaria mucho mayor, la oferta televisiva se expande a través de nuevos canales locales, de horarios ampliados, de redes nacionales más extensas, y por cierto, del cable. Esto es animado por una feroz competencia por el rating, tanto más en cuanto el mercado empieza a desfallecer desde 1996, agitado por el viento de la recesión. El repliegue de los anunciantes comerciales le da proporcionalmente más peso a la publicidad estatal, aunque ésta a su vez desde 1998 se incrementa substancialmente, sobre todo en base a anuncios de propaganda publicitaria que destacan la figura del presidente como benefactor. En 1999 el Estado se ha convertido en el primer anunciante de la televisión de señal abierta(15) lo 14. Fuentes: Medio de marketing, Diciembre 1987; Marketing Estratégico, Marzo 1997; ROBLES, Max y BURGOS, Hernando. Cuestión de cifras. En Quehacer 118, Lima mayo-junio 1999. p. 49-50. 15. ROBLES, Max y BURGOS, Hernando. op. cit., p. 49. que le permite financiarla y quitarle autonomía, como públicamente lo señaló el ex-propietario de un canal de televisión, hoy perseguido.(16) Es lógico que esta época de vacas flacas tenga mucho que ver con el auge de los reality y talk shows. La producción de estos programas resulta atractiva empresarialmente dada su buena relación costo/beneficio. Se pueden reducir presupuestos de producción manteniendo ratings altos, cuando la multiplicación de la oferta electrónica tiende históricamente a hacerlos bajar. Equivalen casi un tercio de la producción nacional, llegando Laura en América, el más popular de todos, a superar la barrera de los 50 puntos, casi la totalidad del encendido en los segmentos bajo y muy bajo.(17) Además, la sintonía relativamente baja del periodismo político en un contexto de poca efervescencia se da la mano con la tutela gubernamental sobre el medio. Así, desde 1997 el periodismo crítico fue prácticamente desapareciendo. Primero fueron clausurados los pocos programas políticos críticos incluyendo un atentado dinamitero contra un canal transmisor y la transferencia del accionariado de otro, también opositor, mediante una leguleyada(18)-, o bien transformados en voceros del oficialismo o en asépticos magazines. Y los noticieros devinieron en crónica roja y de actividades oficiales. La televisión de señal abierta en el 2000 no transmite ningún programa político crítico, mientras la escueta información sobre la campaña electoral soslaya sistemáticamente la importancia de los competidores del presidente-candidato. Más aún, pese a sus dificultades económicas, es irónico que los canales más importantes invocquen la libertad de empresa y contratación para justificar su renuencia a difundir spots pagados de propaganda electoral, en contraste con la nutrida cantidad de avisos que difunden la obra social del gobierno. Pero por otro lado, las dos emisoras locales que transmiten por cable, ligadas respectivamente a los diarios El Comercio y Expreso, son la otra cara de la moneda. Ofrecen abundante 16. Entrevista a Genaro DELGADO PARKER en Somos n. 675, 11 de Noviembre de 1999. 17. CICOSUL. Los programas de conversación en la pantalla. Mesa de Coyuntura. Centro de Investigación en Comunicación Social, Universidad de Lima, Abril de 1998. 18. Tal fue el caso de una emisión de César Hildebrandt en Global Televisión, cuyo local de Puno fue objeto en 1996 de un atentado dinamitero impune cuyos autores pertenecen probadamente a los servicios de inteligencia. Por otro lado, al empresario Baruch Ivcher, presidente de Frecuencia Latina, por cuyas ondas se transmitían denuncias contra el todopoderoso asesor del SIN Vladimiro Montesinos, se le suspendieron sus derechos de propiedad mediante una argucia sobre su nacionalidad. Al prohibir la ley peruana a los ciudadanos extranjeros ser dueños de una estación de televisión, fue reemplazado por un directorio dócil. información sobre política, así como permanentemente debates y entrevistas con márgenes mucho mayores de autonomía, sobre todo el primero. El excelente periodismo al que se asiste en esta programación da la impresión de vertebrar espacios públicos ideales para una comunicación política democrática. Lamentablemente, estos talk shows -si le damos su significado literal a la expresión- son accesibles sólo a una minoría de la audiencia, que la consume con avidez. La confrontación entre frecuencias de consumo de televisión por cable o de señal abierta con intenciones de voto demuestra a todas luces que a mayor información, menor simpatía por la segunda reelección de Fujimori. Lo cual no quiere decir que haya un nexo de causalidad de lo primero a lo segundo, sino que los marcos concretos de lo cotidiano son determinantes en la construcción de una cultura política. Por ello, el espacio público de los medios se ha fragmentado. Por un lado, uno mayoritario, consumidor de televisión de señal abierta y lector de prensa amarilla, poco motivado por el acontecer político y a menudo ligado al asistencialismo gubernamental. Y por otro, uno minoritario, televidente del cable y lector de diarios, abierto a la información y al debate argumentativo, pero en general de mayor holgura económica. La polarización entre una candidatura de cuño autoritario, eficaz garante de la certidumbre, y varias opositoras, que carecen de la fuerza fundacional para darle credibilidad a sus proyectos recubre grosso modo la polarización entre dos dispositivos de comunicación, dos tipos de discurso y también diferentes sectores económicos, por no decir clases. Pero la figura de dos bloques antagónicos no es la que mejor describe la situación. La rapidez de los cambios de actitud, los matices dentro de una misma categoría socio-cultural, las grandes diferencias de región a región, nos advierten contra las falsas generalizaciones. En cambio, sí puede afirmarse que para las mayorías se trata de una campaña que usa los recursos clásicos de los medios con baja intensidad, pero que, en el caso de la candidatura oficialista, una maquinaria poderosa e inteligente inventa nuevas versiones para darle cuerpo a antiguos nexos de dependencia. Mientras el sistema político no se revertebre sobre bases institucionales sólidas éstos seguirán primando, y los beneficios de la modernidad seguirán sin alcanzar a aquéllos a quienes más falta les hacen. Lima, Febrero del 2000.