MANIFIESTO DE LA LORRAINE El Manifiesto de Lorraine constituye un documento de gran interés y sentido ejemplificador y didáctico sobre el desarrollo local. Fue redactado par su proclamación en el Congreso de Carcassone, junto a otros manifiestos representativos de diferentes regiones de Francia y de otros países de Europa, Asia y América. El Congreso de Carcassone convocó a 1.700 participantes y tuvo lugar los días 6 y 7 de junio de 1997, con el lema Territorios de futuro. Se había concebido como una preparación para el Congreso Mundial de Desarrollo Local que tendría lugar posteriormente en Sherbrooke (Canadá), del 22 al 24 de octubre de 1998. El documento hace referencia expresa y pormenorizada a las características y elementos del desarrollo rural, también a sus postulados prácticos y principios inspiradores, en un contexto territorial muy significativo, donde el recurso a la práctica del desarrollo local se hacía poco menos que indispensable. La Lorraine, como otras tantas regiones españolas y europeas, comprende una extensa superficie territorial sometida a un proceso de reestructuración económica y social de grandes proporciones, sin precedentes, como consecuencia del declive del sistema productivo e industrial, lo que representa el principal obstáculo a remontar para superar el estado de crisis dominante. Traducción de INFODAL, 2000 1 MANIFIESTO DE LORRAINE ¿Quiénes somos? Una región en mutación La Lorraine es hoy una región en mutación profunda. Desde hace varios años, sus habitantes soportamos el esfuerzo de una re-estructuración de proporciones desmesuradas sin precedentes. De la prosperidad a la crisis La Lorraine ha sido una región rica, a la cabeza del desarrollo industrial y la prosperidad económica de Francia. Era la edad de oro de la extracción del hierro y el carbón, y de la siderurgia. Además de las principales cuencas mineras, también otras zonas rurales se hallaban fuertemente industrializadas. Sectores como el textil, la madera, el vidrio, la fundición, la agroalimentación, etc., aseguraban una vida próspera a infinidad de pequeñas áreas industriales en la práctica totalidad del territorio. Pero ello se ha visto afectado por la acumulación de varias crisis. La reestructuración agraria ha provocado una fuerte reducción del número de agricultores, coincidiendo con el hundimiento de muchas industrias tradicionales en las zonas rurales. Las pérdidas demográficas ocasionadas han debilitado las pequeñas ciudades de la región, y han hecho frágiles las pequeñas localidades rurales. La crisis de las industrias pesadas ha golpeado con brutalidad en sus cimientos. Las graves consecuencias económicas, sociales y demográficas han desorganizado profundamente los principales núcleos industriales (la cuenca de la hulla de los valles del Orne y del Fensch), pero también otras zonas rurales de su ámbito de influencia. Para La Lorraine, la desintegración de su tejido industrial, su desconexión de los territorios más rurales, ha supuesto la ruptura de solidaridades territoriales ancentrales, y ha alimentado una crisis de identidad cuyo punto álgido se alcanza a mediados de los años ochenta. La cohesión territorial de la región se considera entonces amenazada. 2 De la crisis al desarrollo La mutación industrial de La Lorraine se ha emprendido con resolución y prosigue todavía con gran actividad. El Plan Regional de Desarrollo y el Contrato Estado-Región, han reafirmado que la industria puede mantener su vocación de base sólida de la economía regional. Actualmente se opera una verdadera reindustrialización, con una fuerte componente exógena: nuevas implantaciones, fuertes incitaciones para las inversiones extranjeras. Y emergen nuevos espacios de actividades económicas: pasillo Metz-thionville, PED de Longwy, etc. En la franja septentrional de la región, fuertemente influenciada por territorios de los países vecinos –Alemania, Bélgica y Luxemburgo-, se desarrollan intercambios transfronterizos, algunos de carácter institucional, en diferentes dominios. En un plano estrictamente laboral, cerca de 50.000 habitantes de Lorraine cruzan cada día la frontera para trabajar en esos países. Paralelamente a esta re-afirmación de la vocación industrial de la Lorraine, surgen incontables empleos en nuevos sectores de actividad: servicios, investigación, etc. La aportación del desarrollo local A comienzos de los años 80, casi siempre como reacción ante situaciones de crisis locales, aparecen en la Lorraine nuevos enfoques, planteamientos inspirados en un nuevo espíritu para revitalizar sus territorios, los rurales principalmente. Sobre estos territorios, cada vez más numerosos, las fuerzas vivas (elegidos, militantes asociativos, empresarios, organismos de desarrollo, habitantes interesados, etc.) se aglutinan a nivel local para construir un proyecto global de desarrollo. Se trata de un movimiento nuevo, o que comporta planteamientos y valores hasta entonces insospechados: En una región marcada por el paternalismo tradicional de los jefes de la empresa, y donde los elegidos locales ejercen funciones de “notables”, el hecho de que los habitantes decidan tomar en sus manos su propio futuro se revela como algo importante. Por medio del desarrollo local aprenden a actuar, desde una posición que les permite re-descubrir y re-considerar el territorio local y su propia identidad, para forjar así, de modo progresivo, una cultura de la resistencia y de la superación de las crisis. El proyecto global de desarrollo permite establecer una coherencia entre las acciones aplicadas en el territorio, y desempeña una función de nexo entre los proyectos que surgen en el propio terreno y las políticas descendentes, portadoras de los medios económicos que se necesitan. 3 En las intervenciones a escala intermunicipal, en particular, hace emerger actuaciones sectoriales(mejora de la vivienda y otras) que no podría abordar cada municipio de forma aislada, y que interesan a todos los aspectos de la vida de los habitantes. No es un proyecto sólo económico, sino que tiene en cuenta también la cultura, el medio ambiente, la inserción de las persona desfavorecidas, etc. Y genera además nexos y sinergias entre los diferentes dominios de acciones. La reconstrucción de las solidaridades locales, el intercambio entre los diferentes partenaires, y la alineación en red de diversos territorios favorece la apertura a nuevas ideas y suscita nuevas actitudes y comportamientos. Una muestra es el nuevo marco de relaciones que ha establecido entre distintos territorios de la Lorraine y de varios países de África. El desarrollo local, por su propia naturaleza, favorece el debate entre los actores de los diferentes territorios. Se trata de un debate fructuoso, del que nacen espacios de convivencia, de diálogo y de construcción de proyectos, que contribuyen a reducir las situaciones de aislamiento o bloqueo, y que en último término generan un tejido social denso y de incidencias o efectos positivos. ¿Cuáles son nuestras preocupaciones? Revitalizar los territorios En la Lorraine se necesita el desarrollo local para revitalizar sus territorios rurales, para reconvertir sus cuentas industriales, mediante dinámicas orientadas a crear empleos para sus habitantes, evitándoles que se vean obligados a emigrar. Pero más allá de una simple creación de empleos, a modo de solución de emergencia, de los que se trata es de revitalizar los territorios para consolidar su futuro. Esto plantea a los actores locales diversos interrogantes. El primero es cómo definir el territorios para un proyecto. En la práctica definir un territorio, para llevar a cabo en él un proyecto, encuentro numerosos obstáculos: condicionamientos históricos (como la división de la Lorraine entre 1870 y 1918), restricciones impuestas por los límites administrativos, resistencias políticas. Por otra, no todas las acciones pueden realizarse a la misma escala territorial. Se impone, pues, articular los diferentes espacios, para conciliar la proximidad que permite la implicación directa de los habitantes y la eficacia de las acciones. El segundo es establecer qué empleos, o qué actividades promover. En muchos sectores la tasa de desempleo es elevada, en particular la referente a los jóvenes, que siempre supera la media nacional. En este capítulo de interrogantes sobre el empleo, la cuestión de la empleabilidad de las personas es también importante. 4 Hay personas que buscan empleo y que comprueban, en el marco de las dinámicas de inserción practicadas, que resultan realmente empleables una vez que han logrado integrarse en la empresa que les sirve de marco de comprobación. Pero sucede que las empresas ofrecen cada vez menos oportunidades para la acogida de las personas en régimen de aprendizaje y para la formación. En lugar de exigir a las personas que se adapten, ¿no sería mejor decidirse a adaptar la organización del trabajo?. Esta interrogación es igualmente válida en el caso de las mujeres, ya que muchas actividades se encuentran todavía poco abiertas al trabajo femenino. En sus dinámicas de trabajo, los actores locales se esfuerzan en crear espacios de democracia y de participación de los habitantes. Esta implicación de los habitantes, esencial en la conducción de los proyectos locales, es naturalmente un factor determinante para la eficacia de las acciones. Pero, además, se apoya en un planteamiento ético, cuya ambición es instaurar una verdadera ciudadanía local, que permita a cualquier habitante que lo desee convertirse en actor pleno del futuro de su territorio. En todo caso, la participación de los habitantes no es fácil. Hay que convencer a los elegidos para que faciliten un espacio real de expresión a los no elegidos. Hay que incitar a los habitantes a participar en la construcción de los proyectos colectivos. Hay que idear procedimientos o fórmulas para que los habitantes jueguen un papel eficaz en la toma de decisiones. En fin, la vida asociativa es indispensable para la participación de los no elegidos. Pero, la implicación de las asociaciones, es siempre sinónimo de participación de los habitantes? Una región a cohesionar Las evoluciones que han afectado a la Lorraine han modelado progresivamente una región disgregada, en la que se destaca el abismo que separa la extensa franja del Mosela, que tiende a concentrar las poblaciones, las actividades, los equipamientos y los empleos, y las zonas rurales más distanciadas de este eje, cuya fragilidad tiende a agravarse. El desarrollo regional se encuentra, pues, frente a este problema que representa la necesidad de trabajar duro para cohesionar la región. La necesidad de una metrópoli fuerte, fundamentada en una cooperación inteligente entre NancY, Metz y sus territorios de influencia, se revela evidente. Más que de un crecimiento cuantitativo, se trata de reforzar las funciones que compete ejercer a una metrópoli que, con el conjunto de la región, ambiciona cumplir una misión importante en el marco del Gran Este y de las regiones europeas vecinas. 5 Este enfoque esencialmente cualitativo debe favorecer la implantación de un mayor equilibrio entre la franja del Mosela y los territorios rurales. Conscientes de ello, las grandes colectividades (Región y Departamentos) han aplicado rápidamente políticas contractuales de apoyo al desarrollo territorial. Lo que ha favorecido en gran medida el desarrollo de estas dinámicas. En este contexto las estructuras intermunicipales, por su parte, tras haber establecido un convenio de desarrollo, no parecen todas dispuestas a promover un proyecto global, en el que se incluya a todos los actores locales del territorio. Esto ha obligado a los actores locales a movilizarse. Ciertas reacciones de “defensa del medio rural” disimulan una falta de reflexión y de acción sobre el futuro del territorio, y están alejadas del espíritu de una fuerza organizada de proposición y de negociación con los “poderes exteriores”. En todo caso compete también a las grandes colectividades garantizar la perennidad de su compromiso. Nuestro campo de acción para el mañana Impulsar la vida democrática Hoy se consolida en la Lorraine un movimiento que aspira a revitalizar la vida democrática, especialmente a nivel local. Se trata de superar las limitaciones actuales de la descentralización del poder público que, con frecuencia, hacen que se detenga en los “notables” la facultad de trabajar por el bien común, y no llegue todavía a los ciudadanos. Esto requiere, ante todo, adaptar las reglas de la democracia representativa. Ahora que las estructuras municipales e intermunicipales, con fiscalidad propia, cobran una importancia creciente, se hace más necesario reflexionar sobre la designación de los elegidos. No parece lógico a estas alturas, teniendo como tienen la facultad de establecer impuestos, conformarse con una elección directa, obscura para la mayoría de los electores. Más aún, las reglas de funcionamiento de las asambleas que rigen estas estructuras deberían re-formularse, para evitar que se creen a ese nivel nuevos poderes que no se comparten. En este contexto, la legitimidad de la democracia representativa se vería reforzada, si los elegidos optaran por crear espacios de participación real de los ciudadanos en las decisiones que les conciernen, principalmente a través de la vía asociativa. Pueden encontrarse soluciones originales, adaptadas a cada territorio, para que todo habitante que lo desee tenga capacidad de participar de modo concreto, al lado de los elegidos, en la construcción del futuro de su territorio. La evolución que esto supone, para que fuera efectiva, debería incluir un trabajo de formación de los elegidos, con el fin de reforzar su capacidad de escucha y de diálogo. 6 Esta ambición debe hacerse extensible a todos los habitantes, también a los marginados y a los que se hallan en condiciones “de inserción”. Hay que trabajar duro para que se abra paso la idea de que las personas que operan en el marco de los dispositivos de inserción son habitante que crean riquezas para su territorio. Esto requiere, además, ayudar a superar una concepción mezquina de la riqueza, a la que se considera reducida únicamente a términos de producción material. En la medición de la riqueza debe comprenderse también la creación de lazo social y la cultura. Exigir la renovación de la democracia local no significa discutir la función que corresponde a los elegidos, sino al contrario. Cuando se trabaja para que se reconozca su poder a la “sociedad civil”, se revitaliza la legitimidad de la democracia representativa, porque se ofrecen así soluciones razonables a los argumentos de aquellos que, aprovechando la distancia creciente que separa a los elegidos, ponen en tela de juicio la validez de la democracia misma. Tomar en consideración todos los aspectos de la vida El discurso dominante en nuestra sociedad reconoce hoy una prioridad absoluta a lo económico. Es explicable, sin duda, dado el contexto actual de desempleo elevado en que nos movemos. Pero hablar sólo de economía y de creación de empleo no ayuda para nada a ensamblar los fragmentos de una sociedad cada vez más desintegrada. Por eso en el desarrollo local sus dinámicas incluyen todos los aspectos de la vida de los hombres y de las mujeres: la cultura, el medio ambiente y la calidad de vida, la convivencia, etc. Esto no se contradice con la creación de empleos, sino al revés. Numerosas acciones que se desarrollan en estos sectores mencionados generan nuevos empleos. Reforzar los lazos entre las acciones que se realizan en un territorio contribuye, poco a poco, a tejer una red en el territorio, a potenciar su dinámica global, y a mejorar así la vida de los habitantes proporcionándoles más empleos. Pero una dinámica de esta naturaleza plantea exigencias humanas importantes. En primer lugar hay que invertir en la formación de voluntarios, en la preparación de los habitantes para una verdadera ciudadanía en la que las asociaciones, especialmente las organizaciones de educación popular, ocupan un lugar irremplazable. Este trabajo es el que va a posibilitar que los habitantes acepten movilizarse colectivamente para impulsar la dinámica de su territorio, y el que va a prepararles para ejercer responsabilidades, asociativas pero también políticas, garantizando así la renovación de los efectivos de animación y la perennidad de la dinámica de desarrollo. 7 La apuesta por el elemento humano para también por el reconocimiento de la necesidad de contar con profesionales de la animación. Una estructura intermunicipal, una asociación o cualquier organismo que se inscribe en el espíritu de una dinámica de desarrollo, debe imperativamente poder apoyarse en un equipo de animación sólido, capaz de estar permanentemente a la escucha de los actores locales, de buscar los medios necesarios para instrumentar sus ideas y de establecer nexos entre los diferentes proyectos. Este elemento es esencial para el desarrollo local. Quienes contribuyan, o deseen contribuir a financiarlo, deben tomar buena nota de ello, tanto si se trata de entidades y organismos del territorio, como si son partenaires exteriores. Conciliar “lo local” y “lo global”, “lo ascendente” y lo “descendente” El desarrollo local no es un remedio para todos los males de nuestra sociedad. Nadie lo duda. Tampoco es un simple bricolaje, consistente en llevar a cabo algunas acciones locales. Hay que salvar el foso que se abre todavía entre el “todo local” y las políticas descendentes tradicionales. Lo que en realidad importa es reconocer la verdadera riqueza de las dinámicas locales. En materia económica, por ejemplo, el desarrollo local comprende en primer término el acompañamiento y apoyo al tejido de las pequeñas empresas. Es un trabajo cotidiano y poco espectacular, inscrito necesariamente en la duración, y que demanda humildad y paciencia, pero cuya importancia es considerable. Si cada pequeña empresa, considerada individualmente, es casi siempre poco significativa, la suma de muchas representa para su territorio una fuerza de magnitud a valorar, en términos de producción y de empleos. De aquí el interés de este tejido de las PYME, que presenta además la ventaja de estar anclado en el territorio. Se podrían multiplicar los ejemplos, relativos a diversos sectores, que arrojan luz sobre la importancia de sostener fuertemente las acciones que se realizan en los territorios en desarrollo. En el polo opuesto a una política –por otra parte costosa- de simple “fachada” o de “empujones” puntuales, estas dinámicas de desarrollo local son portadoras a la vez de sentido y de eficacia. Afirmar lo anterior es compatible con admitir la necesidad de las políticas tradicionales, “descendentes”, a cargo de las grandes colectividades territoriales, el Estado o la U.E. Pero importa mucho distinguir entre los dos tipos de dinámicas, como también importa mucho buscar, a partir de un reconocimiento mutuo, el modo de articular eficazmente una y otra, la que representa “lo local” y la que procede “de arriba”. De aquí la importancia, también, de los contratos entre los territorios y las grandes colectividades o el Estado. Estos procedimientos contractuales significan, precisamente, el punto de encuentro entre lo local y lo global. Pero es importante que se apoyen en un espíritu real de partenariado. 8 No es admisible, por tanto, vestir de una falsa contractualización lo que sólo es un nuevo medio de las grandes colectividades para imponer sus políticas, sin dejar ningún espacio de expresión a los actores locales. Los procedimientos deben ser lo suficientemente flexibles para permitir una verdadera autonomía a los territorios a la hora de definir sus proyectos, así como a la hora de negociarlos con los financiadores, en un marco de partenariado equilibrado. Se trata, en realidad, de reformular el viejo sistema de ayudas públicas, para reforzar el apoyo a los proyectos surgidos de la reflexión de los territorios organizados. Y ello para una mayor eficacia, sin duda, pero también para reducir la distancia que existe, todavía considerable, entre los ciudadanos y las decisiones que conciernen a su futuro. 9