Educación: Modernización sin luz ni agua

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Educación: Modernización sin luz ni agua
Hernando Burgos
Juanito tiene 14 años, cursa el tercer año de media en un colegio nacional y piensa
presentarse a la universidad el año 2000, cuando haya culminado la secundaria.
Lo que él no sabe es que tendrá que postergar ese anhelo por lo menos hasta el 2001.
Cuando termine el cuarto año tendrá que estudiar dos años más en el hasta ahora misterioso
bachillerato, que se implantará a partir de 1999.
Tampoco sus profesores saben mucho sobre el tema. Apenas se han enterado que habrá
bachillerato porque un día de marzo escucharon al presidente Fujimori anunciarlo y
después leyeron alguna declaración del ministro de Educación Domingo Palermo cuando se
presentó ante la Comisión de Educación del Congreso. Pero nada más.
En realidad, tampoco saben nada. Como el resto de los peruanos. Porque salvo esos dos
anuncios verbales, el gobierno no ha formalizado proyecto escrito alguno.
La confusión es tanta que el 18.5% de una muestra de jóvenes, entrevistados por Radda
Barnen en 9 ciudades del país a fines de abril y principios de mayo, piensa que el
bachillerato servirá para mejorar la enseñanza escolar y otro 13.7% cree que se prestará
para que los estudiantes ingresen a la universidad.
Sin embargo, bachillerato de todas maneras va. El régimen tiene la decisión política de
implantarlo a partir de 1999, de modo que la primera promoción egrese el 2000, por
coincidencia año de elecciones generales. Los preparativos para ponerlo en práctica ya
están en marcha. Pero afuera, entre quienes serán directamente involucrados por esta
creación gubernamental escolares, maestros y padres de familia no se sabe nada. Como en
muchos otros ámbitos del quehacer público, misterio absoluto, acción inconsulta.
Cambios silenciosos
Desde hace algunos años el gobierno ha puesto en práctica diversas acciones cuyo objetivo
declarado sería el mejoramiento de la calidad educativa.
Estas cubren desde aspectos infraestructurales, hasta aquellos propiamente pedagógicos reajustes curriculares, capacitación magisterial, pasando por la reestructuración de los
niveles educativos y la creación del bachillerato.
El lema machaconamente repetido es «modernización educativa», muy asociado al
programa de construcciones escolares.
Entre los fines buscados estarían el mejoramiento de algunos indicadores de la educación
básica, como los referidos a promoción (por oposición a repitencia), retención (por
oposición a deserción) y mejorar la relación entre edad y grado de aprendizaje (por
Desco / Revista Quehacer Nº 107 /May-Jun 1997
oposición al fenómeno de extraedad). En buena cuenta, conseguir una mayor eficiencia del
sistema.
En el caso del Ministerio de Educación, el diseño y ejecución de los cambios en marcha
están a cargo de un equipo de profesionales y técnicos.
El apoyo financiero es ofrecido principalmente por organismos internacionales, entre ellos
el Banco Mundial y el BID.
Los créditos suman alrededor de 700 millones de dólares, repartidos en el quinquenio 19962000: 340 millones para los proyectos destinados a Primaria y el saldo para aquellos
destinados a Educación Inicial y los que se planean para el nivel secundario.
El manejo de estos recursos está a cargo del Programa Especial de Mejoramiento de la
Calidad Educativa en la Educación Primaria (MECEP).
Uno de los objetivos propuestos por el Ministerio es universalizar la Educación Inicial para
los niños de 5 años, de modo que el primer grado de primaria reciba alumnos con algún
grado de aprestamiento escolar.
Según las cifras oficiales la Educación Inicial para niños de 5 años cubre al 64 por ciento de
la población en esa edad. La meta ministerial es llegar al 100 por ciento.
La universalización de la Educación Inicial para niños de 5 años está ligada al proceso de
articulación de la currícula en primaria, que procura hacer de ésta un nivel más flexible y
donde haya integración y relaciones más estrechas entre sus distintos grados.
Articulación
Cuando se cumpla esa meta el nivel de Educación Inicial se incorporaría al sistema de la
educación básica, que, además de la primaria, incluiría también a la secundaria (que ahora
se piensa limitar sólo hasta el cuarto año).
Para los dos primeros grados de primaria la idea incluye hacer de ellos uno solo, de modo
que la promoción del primer al segundo grado sea automática, en el entendido que aquellos
niños que no pudieron terminar de aprender a leer y escribir en el primer grado lo hagan en
el transcurso del segundo.
De ese modo se espera evitar los elevados niveles de repitencia escolar que se producen en
el primer grado de primaria, que provocan un fenómeno de extraedad en el resto de la
primaria y que son una invitación a la deserción.
Para atender el programa dirigido a mejoras en la educación básica se ha garantizado una
inversión de aproximadamente 440 millones de dólares durante 5 años, de los cuales 340
provienen del Banco Mundial y el saldo del Tesoro Público.
En la mente del equipo de técnicos y profesionales a cargo de los cambios debe
incorporarse la secundaria a la educación básica.
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El proyecto de cambio de la currícula de secundaria aún no está culminado. Pero las
innovaciones se están experimentando en unos 50 colegios a nivel del primer y segundo
año de secundaria.
Se piensa que los cambios tendrán que hacerse de manera progresiva pero continua, ya que
la distancia entre lo que se aprende y lo que se debe aprender es ahora muy grande.
Además, las modificaciones tienen que involucrar la reconversión de los maestros, así
como la dotación de materiales y equipos.
El próximo año se van a introducir pequeños cambios en la currícula de toda la secundaria
y se proseguirá en el mismo sentido en los años siguientes.
Está en negociaciones con el BID a través del BIRF un crédito por 238 millones de dólares,
a partir de 1998, para los proyectos dirigidos a la educación secundaria que incluyen
mejoras en infraestructura, capacitación magisterial, materiales educativos y apoyo a
escuelas de excelencia.
Capacitación
Hasta hace algunos años la capacitación docente corría a cargo del Ministerio de
Educación, que en los meses de verano concentraba a los profesores en los locales de
algunos colegios de Lima y provincias para impartirles cursos de capacitación.
Ahora la labor ha sido en parte delegada a otras instituciones, tanto públicas como privadas:
facultades de educación, institutos pedagógicos, ONGs.
Eso trae consigo una diversidad en enfoques que podría ser positiva, pero asimismo
desigualdad en la calidad de la capacitación que se ofrece.
La capacitación se orienta a poner al corriente al docente en las técnicas y métodos para la
enseñanza de las distintas materias, para la evaluación de los alumnos, para la planificación,
etc. Es decir, se dirige al maestro que se encuentra en ejercicio y debe ser acompañada de
un seguimiento que permita ayudar al docente a poner en práctica los conocimientos que
adquieren en el reentrenamiento.
«Ese seguimiento es virtualmente inexistente», dice la profesora Ligia Fernández Baca,
directora del Colegio Nacional Elvira García y García. Y añade que la naturaleza
estandarizada de algunos de los programas de capacitación no satisface las necesidades a
que se enfrentan los maestros en el ejercicio docente.
«Por eso en el colegio llevamos adelante nuestra propia capacitación. Nos reunimos tres
veces al año con ese propósito», sostiene.
En cuanto a la formación magisterial aquella que forma profesionalmente a los futuros
docentes el Ministerio de Educación no proyecta abrir nuevos Institutos Pedagógicos.
Más bien tiene un programa de fortalecimiento de unos 22 Pedagógicos estatales, que
incluye cambios en la currícula y la capacitación de sus docentes.
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Esos colegios míos..
De todos los programas puestos en marcha, el más sonado, y publicitado, por el régimen, ha
sido el de construcción de locales escolares.
El presidente Alberto Fujimori se ha esmerado en aparecer inaugurando los nuevos
colegios, cuya construcción se aceleró en vísperas de los distintos procesos electorales de
los últimos cuatro años.
La edificación de locales escolares en zonas urbano-marginales ha servido para
descongestionar a los grandes colegios nacionales ubicados en el casco urbano.
Pero al margen de ese efecto positivo, se han hecho diversas observaciones al programa de
construcciones.
La obra no está en manos del Ministerio de Educación, titular del sector, sino del INFES,
que depende del Ministerio de la Presidencia.
Acaso por esa razón, se han dado casos de construcción de edificios para instituciones
educativas inexistentes. Tal, por ejemplo, el Instituto Superior Tecnológico de Eten, en
Lambayeque, creado recién el 17 de marzo de este año. El edificio fue inaugurado en enero
de 1995, en vísperas de las elecciones de ese año, y permaneció cerrado hasta hace poco.
Los colegios se construyen en base a planos estandarizados. Por lo tanto, no atienden a las
necesidades de la zona a la que son destinados ni a las características del terreno sobre el
que se asientan. De ahí que algunas edificaciones hayan sufrido rajaduras y muestren otras
fallas de construcción.
Mientras tanto, la infraestructura de los colegios nacionales más antiguos sufre el inevitable
paso del tiempo, pero por allí casi no llega el favor del presupuesto nacional.
Ni siquiera iniciativas adoptadas por los propios planteles son tomadas en cuenta. Del
olvido no se salvan ni siquiera los pocos colegios estatales como el Mariano Melgar, que el
Ministerio de Educación ha calificado como «colegios de excelencia».
En 1992 el Ministerio de la Presidencia solicitó a 9 grandes colegios nacionales la
presentación de proyectos de mejoras. El Mariano Melgar elevó uno para remodelar su
estadio y pista atlética que tantos deportistas destacados ha dado al país.
«Gastamos 2,500 dólares en un proyecto que suponía la inversión de unos 100 mil dólares.
Ha pasado bastante tiempo y la respuesta del Ministerio que nos llamó es siempre la
misma: no hay presupuesto», cuenta el profesor Neil Ramírez, director de ese centro
educativo.
También pasó por allí la Asociación Deportiva de Futbol Profesional, ofreció arreglar el
campo y no volvió más.
«¿A quién le tocará ahora venir a `mecernos'?», se pregunta con escepticismo el director.
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Inorganicidad
El congresista Francisco Cardoso, ex-rector de la Universidad «Pedro Ruiz Gallo» de
Lambayeque quien tras renunciar al grupo parlamentario oficialista fue excluido de la
Comisión de Educación del Congreso ha hecho hincapié en el carácter inorgánico de las
medidas adoptadas.
Ha destacado que aparecen más bien como programas destinados a atender problemas
puntuales, pero no como una reforma educativa integral.
Asimismo, «no son parte de ningún proyecto de desarrollo nacional», ha dicho.
Según el parlamentario ello revela la falta de un pensamiento integral en el gobierno en
torno al sector Educación. De ahí también su renuencia a buscar el consenso en torno a
políticas más globales y de más largo alcance, como una reforma educativa, ya que carece
de propuesta alguna.
«Más bien hace uso de algunas medidas, como la construcción de escuelas, con fines
electorales», ha señalado.
En otros casos, como el Instituto Peruano del Deporte (IPD), se ha procedido de manera
irracional, destaca el representante.
Se supone que una de las funciones que debe cumplir el IPD es la promoción del deporte
escolar y juvenil como parte del proceso formativo de los colegiales. ¿Por qué entonces se
le sacó del ámbito del Ministerio de Educación para trasladarlo al Ministerio de la Mujer?
Sectores vinculados a la Educación y políticos de oposición comparten la convicción de la
necesidad de una reforma del sistema. Asimismo, de que ésta requiere del acuerdo de todos
para dotarla del largo aliento que requiere para ser efectiva.
Sin embargo, el gobierno no ha buscado la concertación encaminada a una reforma
educativa. Y esta parece más lejana cuanto más se acercan las elecciones, porque entonces
las posibilidades de consenso entre fuerzas políticas disímiles se debilitan.
Discurso y realidad
Y mientras en algunos círculos del Ministerio de Educación se habla de calidad educativa,
de reducir los índices de deserción y repitencia, de colegios de excelencia y de bachillerato,
la realidad constituye un cotidiano desafío de sobrevivencia para la educación pública.
El 7 de mayo de este año más de una docena de grandes unidades escolares y colegios
nacionales de Lima sufrieron cortes en los servicios de agua y hasta de luz.
Resulta que desde mediados de marzo se ha dispuesto que aquellos colegios que
supuestamente generan grandes recursos económicos, deben asumir el pago de los servicios
básicos que hasta ese momento eran de responsabilidad del Ministerio de Educación.
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La medida se refiere a aquellos planteles que cuentan con talleres en los que se ofrece
educación laboral a los educandos y eventualmente alguno que otro servicio a la
comunidad.
Coincidentemente el dispositivo se emitió en los mismos días en que el presidente Fujimori
manifestaba públicamente que los padres de familia no debían pagar más de 21 soles por
todo concepto al momento de matricular a sus hijos en un plantel del Estado.
«Los ingresos anuales que tiene el colegio suman 26 mil soles. Si los dedicamos a pagar
servicios entonces no va a a quedar nada para el mantenimiento y otras mejoras», dice el
profesor Ramírez, director del Colegio Nacional Mariano Melgar. A ese centro educativo
llegó en mayo un recibo de agua por 12,500 soles.
«Las autoridades nunca han hecho una evaluación de los ingresos que tienen los colegios
nacionales. Se trata de una medida ciega», sostiene la profesora Fernández Baca, directora
del Elvira García y García.
La reposición del servicio en los planteles afectados se logró por mediación del Defensor
del Pueblo y por la presión que los directores ejercieron sobre el Ministerio de Educación.
Pero la empresa proveedora del agua potable ha advertido que la restitución es temporal;
por lo tanto, la amenaza del corte pende sobre la salud de miles de estudiantes.
Los colegios Alfonso Ugarte -otro colegio de excelencia-; y María Reiche no han tenido la
misma suerte con la empresa proveedora de la luz eléctrica. Hasta mediados de junio
seguían sin fluido eléctrico. Durante unos días las clases en la sección nocturna quedaron
suspendidas, pero el empeño de alumnos y profesores pudo más y han proseguido con el
auxilio de velas.
«¿De qué reforma se puede hablar entonces si ni siquiera recibimos recursos para comprar
tizas o para arreglar los servicios higiénicos»?, se preguntó el profesor Odón Bustinza,
director del primero, en su intervención durante una mesa redonda «Propuestas para una
Reforma Educativa» organizada por DESCO a mediados de mayo.
En esa ocasión, mientras los distintos expositores autoridades universitarias y destacados
especialistas en Educación se extendieron ampliamente en torno al tema para el que habían
sido convocados, una parte de la concurrencia directores y maestros de colegios nacionales
se dedicaron, cuando llegó el turno de comentar o hacer preguntas de los asistentes, a
describir puntualmente las penurias que cotidianamente enfrentan para ejercer su cada vez
más difícil labor de educar.
En cierto momento de la conferencia era evidente la existencia de dos niveles de discurso:
el de la problematización acerca del proyecto de bachillerato, a cargo de los conferencistas
que cumplían solventemente con el cometido para el que habían sido convocados, y el de la
dura realidad, expuesta dramáticamente por los docentes.
Estos ponían en evidencia la fractura que existe entre los anuncios informales del
establecimiento del bachillerato incluidas las justificaciones de una supuesta mayor equidad
educativa, y los problemas que cotidianamente enfrenta la educación pública en el Perú.
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¿Y los protagonistas?
Los problemas de la educación pública no sólo son de provisión de servicios públicos a los
colegios nacionales. Ellos conciernen sobre todo a los propios protagonistas de la
educación: a los maestros y a los alumnos.
Ahora es casi un lugar común decir que sin maestro no hay escuela. Sin buenos profesores,
que además estén compenetrados con los cambios que se desea emprender, no hay reforma
educativa o proyecto educativo alguno que marche.
Pero el maestro de colegio nacional es el empleado público peor pagado. El salario del
director de una gran unidad escolar se acerca a los 700 soles, apenas unos 60 soles más que
el profesor del nivel inmediatamente inferior. El de un profesor de aula no supera en
promedio los 500 soles, cifra que contrasta con sueldos por encima de los 6 mil u 8 mil
soles que se pagan a algunos altos funcionarios del Ministerio dirigido por Domingo
Palermo.
Los bajos salarios han provocado tanto el pluriempleo como la deserción de muchos
profesionales del magisterio, con la consiguiente merma en la calidad académica de la
enseñanza.
Según el censo escolar de 1993, el 46 por ciento de los docentes en ejercicio eran
intitulados. La mayor parte de los que se desempeñaban en el nivel inicial (51%) se
encontraban en esa situación, en tanto que en primaria los docentes sin título representaban
el 47% y en secundaria el 43%.
La situación salarial y profesional del maestro no tiene visos de cambiar. Las restricciones
presupuestales impuestas desde el Ministerio de Economía no contemplan mejoras para
ellos.
Contra una dotación de buenos profesionales en el magisterio conspira también el bajo
nivel académico de la mayor parte de las facultades de educación e institutos pedagógicos,
tanto estatales como privados.
De acuerdo con el Instituto de Investigación para el Desarrollo y la Defensa Nacional
(INIDEN), el número anual promedio de horas de estudio en los colegios primarios
peruanos apenas llega a las 486 horas en 32 semanas de asistencia a la escuela.
Los planes de estudio proponen unas 1080 horas (30 horas por semana en 38 semanas),
pero se estima que una meta más acorde con la realidad sería 810 horas de 45 minutos cada
una.
Sin embargo, entre el tiempo real de dictado (40 minutos por hora), la inasistencia de
profesores y alumnos y el tiempo dedicado al control de la disciplina, el tiempo efectivo de
clases baja a 540 horas en el área urbana y a 432 horas en las zonas rurales.
La cifra contrasta mucho con las 900 horas promedio que se dictan en los colegios chilenos
y colombianos, o con las 800 horas que en promedio se dictan en América Latina. Dista aun
más de las 1,200 horas que se emplean en los colegios de países desarrollados.
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Se estima que hacia los 17 años los jóvenes deberían tener 11 grados de instrucción
aprobados. El promedio para esa edad en el Perú es de 8.7 y desciende a 6.8 en Cajamarca
y Amazonas.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en la primaria la tasa de
atraso escolar es de 39.4%. Supera el 50% en departamentos como Huancavelica,
Ayacucho, Apurímac, Cajamarca, Huánuco, Loreto y Amazonas. El promedio nacional de
años de atraso en el nivel primario es de 1.96 años.
Ese promedio sube ligeramente a 1.97 años en secundaria, nivel en el que el 42.4 por ciento
de los alumnos estudian en grados inferiores a los que corresponden a su edad. En los
departamentos antes mencionados más de la mitad de la población escolar está en esa
situación y en Apurímac y Ayacucho el atraso escolar supera el 60%.
En el atraso escolar que da lugar al fenómeno de la extraedad inciden tanto el ingreso tardío
a la escuela, como la repitencia y la deserción. Estos problemas están vinculados al trabajo
infantil sobre todo en áreas rurales, como a los de nutrición y salud de los niños y jóvenes,
que influyen en su rendimiento académico.
El I Censo Nacional de Talla en Escolares, realizado en 1993, reveló que el 48% de los
escolares que cursaban el primer grado de primaria sufrían de desnutrición crónica. Ese
porcentaje se elevaba a 67% en las zonas rurales.
Los más afectados eran los niños del departamento de Huancavelica, calificado en otros
estudios como el de mayor pobreza en el Perú, donde el porcentaje promedio llegaba a 72
por ciento.
Las diferencias también eran importantes entre colegios estatales y particulares. Mientras
que en estos últimos los niños desnutridos representaban el 15%, en los planteles
nacionales los problemas derivados de una deficiente alimentación afectaban al 53% de la
población matriculada en el primer grado.
Los problemas nutricionales están muy vinculados a los de salud. En casi todos los colegios
nacionales se reportan casos de tuberculosis, con mayor incidencia en aquellos ubicados en
zonas urbano marginales.
A estas dificultades se suman otras vinculadas al entorno social y familiar de los menores,
sobre todo los de menores recursos.
La violencia, la generalizada falta de respeto por sus derechos, la falta de mayores
estímulos para su desarrollo afectivo, emocional e intelectual, entre otros problemas,
inciden también en la perfomance que tendrán en el colegio.
Es decir, los problemas de la educación en el Perú trascienden hoy más que nunca el ámbito
de la escuela. Incorporan problemas como el de la alimentación, la salud y la familia, que
demandan un esfuerzo multisectorial y concertado.
El problema de la educación en el Perú es, desde hace mucho tiempo, un problema
estructural. No sólo porque se vincula estrechamente con el desarrollo del país, sino porque
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para su abordaje serio y en profundidad hace falta afrontar cuestiones que afectan el propio
ordenamiento económico y social existente.
Bachillerato 2000
El 28 de febrero el presidente Fujimori anunció públicamente el próximo establecimiento
del bachillerato, como un nivel intermedio entre el colegio y la universidad, a fin de
preparar a los estudiantes para el ingreso a esta última.
El objetivo de su creación, según el primer mandatario, era acabar con la desigualdad
existente en el ingreso a las universidades, es decir, con la ventaja de quienes tienen
capacidad económica para pagar una academia de preparación.
Pero la creación del bachillerato no asegurará el ingreso a la universidad, ha advertido el
rector de la UNI, arquitecto Javier Sota Nadal.
Los exámenes de ingreso seguirán siendo la criba necesaria ante una demanda que supera la
oferta de vacantes (5 a 1 en las universidades estatales, 2 a 1 en las privadas). Y enfrentados
a esa prueba, siempre estarán en ventaja quienes se encuentren mejor preparados, quienes
hayan podido hacer un buen bachillerato (y pagarlo). Es decir, el negocio de las academias
de ingreso post-bachillerato tiene todavía larga vida por delante.
En otro plano, algunos especialistas en educación han destacado la inconveniencia de
truncar el proceso formativo que ofrece el colegio a los niños y adolescentes, al dar por
concluidos los estudios secundarios en el 4º año, cuando el estudiante promedia los 14 ó 15
años de edad.
Sin la madurez necesaria pasaría a otro nivel educativo, de dos años, donde el acento no
estaría puesto tanto en la formación en valores, sino en la adquisición de conocimientos,
bien sea para competir en los exámenes de ingreso universitarios o para hacerlo en el
mercado laboral.
El conocido experto en educación León Trahtemberg es más bien partidario de la extensión
de la secundaria a un año más. En los dos últimos años de una secundaria que duraría seis,
los alumnos podrían optar entre módulos diferenciados que pongan énfasis en aspectos
científicos, artísticos, deportivos o técnico-ocupacionales, pero con un currículum que
garantice a todos una sólida formación científico- humanística.
¿Es posible el establecimiento del bachillerato, de modo que la primera promoción esté
egresando el 2000?
A pesar de todos los problemas que confronta el sistema educativo, todo indica que el
bachillerato será una realidad en el corto plazo.
Según un cálculo efectuado por el doctor Marcial Rubio, vice-rector de la Universidad
Católica, se requerirían 14 mil aulas a 50 alumnos por salón y un similar número de
profesores para prestar el servicio a aproximadamente los 700 mil alumnos que se
repartirán en dos años de estudios.
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El costo aproximado por alumno, estimado por Rubio, ascendería en promedio a unos 2 mil
dólares anuales, sin contar gastos de infraestructura y equipamiento. Eso equivaldría a un
presupuesto ascendente a mil 400 millones de dólares anuales.
De acuerdo a cifras reveladas por el congresista Francisco Cardoso, 400 millones de dólares
se financiarían con un préstamo internacional. Otros 300 millones de dólares saldrían del
Estado. Pero quedaría un faltante de 700 millones por cubrir. ¿A cargo de quien quedaría?
¿De la iniciativa privada?
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