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DESARROLLO CON EQUIDAD
Conclusiones de Salamanca
20 y 21 de marzo, 2014
Tomando en cuenta las contribuciones que expertos, representantes de gobiernos, de instituciones
internacionales y de la sociedad civil han hecho en el debate habido en Salamanca (España), en los
días 20 y 21 de Marzo, en torno a “Desarrollo con Equidad” y con el ánimo de contribuir a la reflexión
que la comunidad internacional mantiene sobre la agenda de desarrollo post-2015 y la reforma del
sistema de ayuda, cuya más inmediata cita es la Reunión de Alto Nivel de la Alianza Global por una
Cooperación para el Desarrollo Eficaz, a celebrar en México en el próximo mes de abril, la Secretaría
General de Cooperación Internacional para el Desarrollo (SGCID), del Gobierno de España, formula
las siguientes consideraciones:
1- El objetivo de la cooperación para el desarrollo es mejorar las condiciones de vida de las
personas que padecen carencias extremas en los países en desarrollo y contribuir a la
generación de sociedades dignas y equitativas, que brinden oportunidades de progreso a todos
sus miembros. Para ello es necesario garantizar los derechos de las personas y erradicar la
pobreza, pero también hacer frente a los elevados niveles de desigualdad existentes, tanto a
escala internacional como en el seno de los países. Es importante, por tanto, que la agenda
internacional de desarrollo considere adecuadamente este tema y lo incorpore a la relación de
aquellos objetivos que convocan el esfuerzo internacional. Una agenda que debe ser universal
tanto en sus objetivos e indicadores como en la implicación y compromiso de los países. Y una
agenda, en fin, que afronte los desafíos que comporta el deterioro ambiental como uno de los
ejes centrales del nuevo compromiso hacia un desarrollo humano, sostenible e incluyente.
2- Sin menoscabo de que los países más pobres deben tener la prioridad en la canalización de los
recursos de la ayuda, los países de desarrollo intermedio siguen teniendo necesidades
específicas que es necesario afrontar. Por ello, carece de fundamento que los donantes
prosigan en su proceso de retirada de la ayuda a los países de renta media. Esto es
especialmente importante si se tiene en cuenta que en estos países se concentra más del 70%
de las personas que sufren pobreza y exclusión del mundo.
3- El recurso exclusivo o preferente a la renta per cápita como criterio de elegibilidad o
graduación de los países en su acceso a las medidas de apoyo internacional se muestra
claramente insatisfactorio. Existen numerosas limitaciones, carencias o vulnerabilidades de
algunos países que no mantienen una relación clara o lineal con la renta per cápita. Es
necesario, por tanto, que los donantes recurran a un diagnóstico más completo y adaptado a
las condiciones de los países y que tengan en cuenta una consideración más plural de factores
en los procesos de asignación de la ayuda. De hecho, los donantes pueden aplicar criterios
solventes en la asignación de la ayuda sin necesidad de crear para ello nuevas clasificaciones.
Para ello, es bueno que la atención de la comunidad internacional se oriente hacia la
identificación de aquellos problemas que son merecedores de atención internacional,
seleccionando los países que son afectados por esos problemas y diseñando las medidas de
apoyo específicas para tratarlos. Solo en aquellos casos en donde el problema sea relevante y
requiera para su tratamiento de coordinación internacional, tendría sentido pensar en la
creación de nuevas categorías de países.
4- Los PRM sufren importantes brechas (gaps) en su capacidad de movilización de recursos
nacionales e internacionales, para atender los problemas relacionados con las carencias
sociales de sus poblaciones y de desarrollo del país. Adicionalmente, estos países padecen
estrangulamientos en sus procesos de cambio (las llamadas trampas de renta media) que
afectan, muy centralmente, a las condiciones de gobernanza y cohesión social, de inserción
financiera y estabilidad macroeconómica, de transición hacia un modelo energético sostenible y
de promoción del cambio productivo y tecnológico, con generación de empleo de calidad.
Todos estos estrangulamientos pueden afectar a sus procesos de convergencia hacia superiores
niveles de renta y bienestar. La cooperación internacional puede ser un buen mecanismo para
ayudar a atenuar esas brechas financieras y a estimular la superación de esos
estrangulamientos, facilitando la sostenibilidad de los procesos de desarrollo en los países
afectados.
5- Los países de renta media requieren de una agenda propia, adaptada a sus circunstancias, y
acompañada de una estrategia de cooperación diferenciada. En estos casos, lo relevante de la
cooperación internacional no es tanto el volumen de recursos transferidos, como su carácter
selectivo y estratégico, su potencial de apalancamiento y de movilización de nuevos recursos y
su capacidad para propiciar un cambio en el marco de incentivos de desarrollo del país. De
forma particular, la cooperación internacional debe apoyar los esfuerzos de los países por
favorecer la cohesión social, mejorar la calidad institucional, acceder al conocimiento
tecnológico y fortalecer sus sistemas nacionales de innovación y desarrollo y de formación y
capacitación de las personas para avanzar hacia un desarrollo con equidad.
6- De forma adicional, los países de renta media están llamados a tener una mayor implicación y
protagonismo en la agenda internacional. La cooperación internacional para el desarrollo
puede ayudar a los países a asumir de manera más activa esos compromisos. Particularmente,
a través del respaldo a la Cooperación Sur-Sur, a la promoción de la cooperación entre países a
escala regional o a su más activa participación en la provisión de bienes públicos regionales y
globales. Al tiempo, deben respaldarse los cambios en las reglas y mecanismos de gobernanza
global, para garantizar una mejor distribución de la voz y de las oportunidades de desarrollo a
escala internacional.
7- A lo largo de los últimos años, e impulsados por los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la
comunidad internacional ha hecho progresos significativos en la lucha contra la pobreza
absoluta. No obstante, la forma en la que hasta ahora se ha medido ese fenómeno es poco
satisfactoria. La definición de líneas de pobreza exclusivamente basadas en el ingreso
monetario limita la percepción de un fenómeno que es, en esencia, multidimensional. Es por
tanto el momento de avanzar hacia una concepción más rica y comprehensiva del fenómeno. A
este respecto, los avances realizados por el PNUD, junto a algunas instituciones académicas,
para definir una medida multidimensional de la pobreza ha de ser valorada positivamente y
debería ser incorporada como índice de medición en la nueva agenda post2015.
Adicionalmente, se hace un llamamiento llamarse a la comunidad internacional a que amplíe su
enfoque y considere no sólo a la población que vive por debajo de la línea de pobreza, sino
también a aquella que, estando por encima de ese umbral, padece altos niveles de
vulnerabilidad.
8- La persistencia de elevados niveles de desigualdad, tanto a escala internacional como en el
seno de los países, tiene costes elevados en términos de crecimiento, solidez institucional,
logros en la erradicación de la pobreza o bienestar y cohesión social. Hay un amplio consenso
en torno a la necesidad de alcanzar una más plena igualdad de oportunidades en el seno de las
sociedades, pero no tanto en torno a los modos de medirla y a las políticas necesarias para
garantizarla. No obstante, es tarea de los poderes públicos diseñar aquellas políticas que
favorezcan el avance hacia sociedades más incluyentes, que promuevan la cohesión social. La
política fiscal y la provisión de servicios sociales accesibles y de calidad son cruciales en el logro
de ese objetivo. Aun cuando existan discrepancias en los modos de afrontar la desigualdad
vertical, existe un mucho más amplio consenso en la necesidad de poner fin a las desigualdades
horizontales que rigen entre distintos colectivos. De entre ellas, la desigualdad más relevante,
por su papel central en la configuración de las sociedades, es la desigualdad de género. La
comunidad internacional debe integrar en su nueva agenda objetivos específicos y ambiciosos
en materia de género, pero debe también incorporar en todos los objetivos criterios de género,
estableciendo los indicadores adecuados para su medición y seguimiento. De igual modo, se
debería avanzar en la lucha contra otros factores de segregación social y de incremento de las
desigualdades horizontales, como puedan ser las desigualdades derivadas de los distintos
estratos de edad, las motivadas por razones étnicas, incapacidades de las personas o lugares de
residencia, entre otras.
9- La creciente heterogeneidad del mundo en desarrollo y al mismo tiempo la emergencia de
nuevos poderes procedentes del Sur brindan la oportunidad de erigir un sistema de
cooperación al desarrollo más incluyente y cooperativo a escala internacional. A ello contribuye
también la presencia en las políticas de desarrollo de nuevos actores, en algunos casos
relacionados con el sector privado. El hecho de que una parte creciente de la agenda de
desarrollo sea compartida, con problemas comunes entre países desarrollados y en desarrollo
(como la lucha contra el deterioro ambiental, el paro juvenil o la inseguridad ciudadana, entre
otros) amplía las posibilidades de erigir un sistema de cooperación basado en relaciones más
horizontales de colaboración entre los países, con una presencia más plural de actores y con
una agenda más amplia y diversificada. La más eficaz y equitativa provisión de bienes públicos
internacionales (regionales y globales) debiera estar presente como una de las líneas de acción
de ese sistema basado en relaciones horizontales de cooperación entre países, de acuerdo al
principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”.
10- Los mecanismos de gobernanza del sistema de cooperación para el desarrollo deben adaptarse
a esa nueva realidad internacional. Tanto el UN Development Cooperation Forum como el
Global Partneship for Effective Development Cooperation constituyen iniciativas en esa línea. Es
importante que los países donantes respalden sus esfuerzos, consoliden sus dinámicas de
trabajo y propicien una más estrecha relación entre ambas instancias, al objeto de facilitar la
coordinación y la voz de todos los actores del sistema de cooperación.
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