“ está un tanto devaluada." no da lo mismo quien gobierna”

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No da lo mismo
Lunes, 28 de Diciembre de 2009 08:23
María de los Ángeles Fernández, Directora de Fundación Chile 21: "La consigna “
no da lo mismo quien gobierna”
está un tanto devaluada."
Por María de los Ángeles Fernández. Directora
Fundación Chile 21
La consigna “no da lo mismo quien gobierna” está un tanto devaluada.
Quizás esto no se deba tanto a la promesa de Piñera de mantener las
políticas de protección social impulsadas por la Presidenta Bachelet como a
que, y así nos ven desde afuera, existirían consensos básicos entre las
fuerzas políticas relevantes por lo que no se alteraría sustancialmente la
economía de mercado ni la preocupación por los equilibrios
macroeconómicos. El inmovilismo que de ello se desprende, así como una
cierta desesperanza, no deja de ser preocupante.
De ser así, no se divisan los giros estructurales que permitirían modificar la
desigualdad en la distribución del ingreso así como la difundida sensación de
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abuso en amplios sectores de la población.
Sin embargo, hay un grupo que debiera inquietarse frente a lo que viene y a
quien no debiera dar todo lo mismo. Nos referimos a las mujeres de Chile, que
constituyen el 52% de la población. La confianza entregada a Piñera en primera
vuelta proyecta señales de alarma, aunque el respaldo recibido por MEO permite
matizar los pronósticos más sombríos. El voto femenino a Piñera fue de 44,16%
mientras que los hombres lo hicieron en 43,89%. La opción MEO recibió un
21,32% frente a 18,73% de varones. Frei, mientras tanto, tuvo más apoyo
masculino, 30,54% que femenino, 28,83%. Arrate, a su vez, obtuvo una votación
de 6,83% hombres frente a un 5,67% de mujeres. Comparando con su propia
votación, MEO fue el más competitivo en mujeres. De hecho, su efectividad en
dicho sector fue del 56,8% de su votación. En cambio, en Piñera fue de 53,72% y
en Frei fue de 52,2%.
Resulta preocupante, así como un desafío, el hecho de que el candidato
concertacionista no pudiera capitalizar, no sólo el balance positivo que los
gobiernos concertacionistas reportan en materia de equidad de género, sino lo
realizado durante su propio mandato. Si no se recuerdan los logros, la inercia de
la desmemoria y de la amnesia femenina tiende a prevalecer. Resulta lamentable
la incapacidad de mirar hacia atrás y reconocer que, antes de 1990, nacían en
Chile tres tipos de hijos (naturales, legítimos e ilegítimos), que las salas cunas
eran escasas, que se pagaba la asignación familiar al padre, que las mujeres
trabajadoras estaban imposibilitadas de amamantar a sus hijos, que las
trabajadoras de casa particular carecían de fuero maternal, que el subsidio
maternal se calculaba sobre el sueldo base, que la participación laboral femenina
alcanzaba al 31%, que se exigía el test de embarazo para postular a un empleo,
que el acoso sexual parecía como algo obvio, que los problemas de familia los
veían los tribunales ordinarios, que la violencia familiar era invisible, que el
embarazo limitaba tanto el trabajo como la continuidad de los estudios de las
mujeres, que los padres estaban ausentes en los primeros días de vida de sus
hijos, que no existía un sistema de protección preferencial e integral para la
primera infancia, que la ley de matrimonio civil no contemplaba el divorcio y se
utilizaba el fraude de las nulidades y así, suma y sigue. La mirada femenina
comenzó a estar presente en las políticas públicas de 1990 a la fecha, no antes.
Es cierto que podría haberse andado más rápido pero también es cierto que,
antes de recuperar la democracia, lo que existía en la materia era un páramo
sombrío. Es una lástima que los autocomplacientes de la Concertación no
incorporen, a la lista de los logros obtenidos luego de veinte años de gobierno, no
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sólo la reducción drástica de la pobreza o el doblaje del ingreso per cápita, sino
también el arsenal de políticas que han intentado horadar las diferencias por sexo
y la discriminación femenina.
Sin embargo, más miope resulta que la febril identificación de las convergencias
programáticas entre las tres candidaturas de la centro-izquierda que se intenta
por estos días no incluya los consensos existentes en materia de igualdad de
género. Todo ello es revelador de que, para los hombres concertacionistas, estos
asuntos no revisten la importancia que se le suele asignar a las reformas
laborales, educacionales o tributarias. Es un craso error porque hace rato que se
conocen las consecuencias de la inequidad de género y de las distintas formas
de discriminación y cómo afectan al desarrollo de la sociedad en su conjunto. Ahí
están, por ejemplo, los europeos (y las europeas), que han avanzado
ejemplarmente en la visibilización del impacto económico del trabajo doméstico o
de la violencia de género.
Amelia Valcárcel, filósofa española, advirtió para el caso español que “las
electoras casi nunca recuerdan, al votar, que son mujeres”
y
“dan su voto a quienes se lo negaron, dejan que administre su libertad quien la
impidió a toda costa y entregan su recién adquirida educación a las opciones que
quisieron mantenerlas analfabetas”.
Dado el resultado electoral de la primera vuelta, cabe preguntarse legítimamente
qué podría suceder con los asuntos de género y la situación de vida de las
mujeres si llega a ganar un gobierno de la llamada Coalición por el Cambio. En
este sentido, vale la pena volver a revisar las propuestas de género de los cuatro
candidatos de la primera vuelta. Sólo así es posible percatarse de que quien
afirma que Piñera y Frei dan lo mismo, al menos en estos asuntos, lo hace presa
de algún efecto alucinógeno. El
Centro de Estudios de la Mujer (CEM)
constata la existencia de dos enfoques distintos en las cuatro candidaturas de la
primera vuelta. En la candidatura de la derecha,
“el orden de género tradicional aparece reforzado, combinándolo con las ideas de
libertad de mercado y manteniendo en sus lineamientos el eje de la división
tradicional del trabajo y la adscripción de las mujeres a sus roles de esposa y
madre”.
En las otras tres candidaturas, se plantea la necesidad de
“generar garantías constitucionales en materia de igualdad de género y medidas
de participación política equilibrada”
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, aunque MEO se diferencia al añadir el compromiso de promover la aprobación
de legislación específica en materia de derechos sexuales y reproductivos.
Por tanto, no solamente el programa de gobierno de Piñera es revelador de lo
que les espera a las mujeres, sino que el carácter subalterno que se le confiere a
las demandas femeninas se infiere de las declaraciones emitidas recientemente
por el diputado y vicepresidente de RN, Cristián Monckeberg quien, ante los
señalamientos de que figuras DC podrían engrosar un futuro gabinete de
derecha, afirmó que “a Cortázar no le alcanza ni para ser ministro de Sernam”.
Sus dichos son coherentes con lo señalado hace un tiempo por el presidente de
esa colectividad, Carlos Larraín, para quien la Presidenta se estaría dando
“un gustito”
al privilegiar los temas de igualdad de género.
Estas afirmaciones, que la prensa suele reducir a lo folklórico suponen un peligro,
no solamente porque no reconocen el papel del Sernam en los avances
experimentados por las mujeres y lo sitúan en los subsuelos ministeriales, sino
también porque son el preludio de un freno a las reivindicaciones de
reconocimiento y autonomía de las mujeres y, en suma, a la aspiración de
aceptar la pluralidad de estilos de vida. Las mujeres no se agotan en la dimensión
familiar y no se protege eficazmente a la familia convirtiendo a las mujeres en
rehenes frente a sus propias aspiraciones, anhelos y sueños. Sus dichos
suponen la antesala de lo que vendrá en materia de institucionalidad de género y
su vinculación con un cierto modelo de mujer que subyace al imaginario
conservador que no logra reconocer que la familia y la maternidad, la
participación política y los derechos y deberes en materia económica, por citar
algunos ejemplos, son un asunto de a dos.
Es probable que, para estos personeros de la derecha, la violencia de género, la
discriminación salarial, la participación política y laboral de las mujeres y, en
suma, sus posibilidades de desarrollo en todos los ámbitos lo que incluye también
el cuerpo, temas todos que constituyen los afanes del Sernam, debieran
reducirse a conversaciones de peluquería. Lo cierto es que la afirmación del
diputado Monckeberg es grave y, de no revertirse dramáticamente la tendencia
electoral por sexos en la segunda vuelta, no cabe duda de que las grandes
perdedoras de esta quinta elección presidencial en democracia seremos las
mujeres.
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