Familia, niños y desarrollo CONTENIDO

Anuncio
Informe Temático de Desarrollo Humano
Familia, niños y desarrollo
Vulnerabilidad de la niñez y la familia en Bolivia
Por Héctor
Maletta
Versión preliminar NO CITAR
CONTENIDO
1.
2.
Introducción ............................................................................................................. 2
Tipos de hogar en Bolivia ......................................................................................... 2
2.1.
Formación y disolución de hogares.................................................................. 2
2.2.
Jefatura del hogar ............................................................................................ 4
2.3.
Tamaño del hogar ............................................................................................ 5
2.4.
Tipos de organización familiar ......................................................................... 6
2.5.
Inserción ocupacional .................................................................................... 10
2.6.
Tipología combinada de hogares ................................................................... 13
2.7.
Hogares con menores de 18 años ................................................................. 16
2.8.
Condiciones de vida de los hogares .............................................................. 17
2.9.
Recursos humanos de los hogares ................................................................ 22
3. Vulnerabilidad y riesgos de la familia y los niños .................................................... 27
3.1.
Riesgo de nacer sin atención adecuada ........................................................ 28
3.2.
Riesgo de desnutrición infantil ....................................................................... 31
3.3.
Riesgo de mortalidad en la niñez ................................................................... 32
3.4.
Riesgo de no ingresar a la escuela ................................................................ 35
3.5.
Riesgo de abandonar la escuela .................................................................... 39
3.6.
Riesgo de trabajo precoz ............................................................................... 42
3.7.
Riesgo de maternidad adolescente ................................................................ 46
4. Evolución de la vulnerabilidad de las familias y de los niños, 1976-2001 ............... 50
5. Análisis prospectivo a 2015 .................................................................................... 50
5.1.
Escenario tendencial...................................................................................... 50
5.2.
Escenario normativo ...................................................................................... 50
REFERENCIAS ............................................................................................................. 51
Capitulo 1. Hogares y familias. Recursos y condiciones de vida de los niños
Capítulo 2. Riesgos y vulnerabilidades de la infancia
Capítulo 3. Análisis prospectivo a 2015.
1
1. Introducción
Este estudio procura determinar las situaciones familiares y socioeconómicas más
riesgosas y desfavorables para el desarrollo de la niñez y la adolescencia en Bolivia.
Siguiendo la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, a lo largo del
estudio se considera como "niño" a toda persona menor de 18 años, aunque para
algunos propósitos el análisis se centra en algunos grupos de edad más específicos,
por ejemplo los menores de cinco años.
El análisis de las familias (o más en general, los hogares) en que viven los niños se
efectúa sobre la base de los censos de población y vivienda, de los cuales Bolivia ha
tenido tres en las últimas décadas, en 1976, 1992 y 2001. El último de ellos se utiliza
más intensamente para mostrar la situación actual, mientras los anteriores se usan para
mostrar tendencias de largo plazo.
Los hogares censales proporcionan una imagen imperfecta de las relaciones familiares.
El Censo es una enumeración de facto, donde cada persona es censada en aquella
vivienda donde pasó la noche anterior. De ese modo hay siempre alguna cantidad de
personas censadas fuera de su lugar habitual de residencia. Tampoco registra el censo
las relaciones entre distintos hogares censales, a pesar que la colaboración entre
dichos hogares puede ser un aspecto importante en la vida de la población.
Pese a estas y otras dificultades este estudio ofrece un rico panorama de información
sobre las distintas formas de organización de los hogares, y sobre sus variadas formas
de inserción en el sistema económico y ocupacional, todo lo cual constituye el contexto
familiar y socioeconómico en que nacen y crecen los niños y adolescentes antes de
llegar a la adultez.
Después de analizar las características de la niñez y la familia en Bolivia entre 1976 y
2001, y de identificar las condiciones que los hacen vulnerables a diferentes riesgos,
este estudio también efectúa estimaciones prospectivas hasta 2015, en relación a las
posibilidades de alcanzar los Objetivos del Milenio respecto de la niñez.
Diversos aspectos metodológicos de este estudio han merecido un análisis detallado,
que se encuentra reflejado en un documento especial que sirve de apoyo a este texto. 1
Aquí sólo se harán referencias muy breves a los aspectos técnicos y metodológicos,
concentrándose más bien en el análisis sustantivo.2
2. Tipos de hogar en Bolivia
2.1.
Formación y disolución de hogares
Los hogares se forman principalmente mediante la constitución de uniones conyugales
que se establecen en un alojamiento independiente. Esas nuevas familias aumentan
luego su tamaño por el nacimiento de hijos, y dando lugar a familias nucleares en su
forma más habitual: una pareja conyugal con sus hijos. Al cabo de un par de décadas (o
antes) tales familias comienzan a cambiar en varias direcciones posibles. Por una parte,
algunos de los hijos entran en uniones conyugales; si esos hijos se quedan en el hogar,
ahora acompañados de su cónyuge y luego de sus propios hijos, la familia se convierte
en una familia extendida; si en cambio esos hijos conyugalmente unidos se retiran del
1
Véase Héctor Maletta, "Familia, niñez y vulnerabilidad en Bolivia: aspectos metodológicos", La Paz,
PNUD, 2005.
2
A menos que se indique lo contrario, los datos se refieren al año 2001 y provienen del Censo de Población
y Vivienda realizado ese año.
hogar paterno y se establecen separadamente, la familia de origen reduce su tamaño y
permanece siempre como una familia nuclear, ahora con menos hijos presentes, o tal
vez con ninguno. Otro proceso paralelo es la disolución de las uniones conyugales
mediante separación, divorcio, o fallecimiento de uno de los cónyuges. En cualquiera de
esos casos el resultado es un hogar (o a veces dos hogares) integrado por uno solo de
los antiguos cónyuges, tal vez acompañado de hijos. El cónyuge separado o viudo
también puede volver al hogar paterno, quizá acompañado de sus hijos. Esas
situaciones que suceden a una disolución de la unión conyugal no son necesariamente
permanentes. Las personas involucradas pueden volver a fundar una unión conyugal
con un nuevo consorte, y quizá incorporarán sus hijos a esa nueva familia. También las
personas viudas, sobre todo si son ancianas, pueden dejar su antiguo hogar e
incorporarse al hogar de alguno de sus hijos o al de otros parientes. Esta dinámica de
constitución y disolución de uniones conyugales, y el nacimiento, alejamiento y (a
veces) retorno de hijos representa el principal proceso que afecta la forma de
organización de los hogares.
Hay además algunos hogares (generalmente pocos) que surgen por motivos diferentes,
principalmente cuando una persona decide vivir sola, o cuando varias personas deciden
vivir juntas, sin que en ello intervenga ninguna unión conyugal. Los hogares
unipersonales a menudo provienen de la disolución de una unión conyugal, pero en
ocasiones aparecen en forma voluntaria, por ejemplo cuando algún hijo decide
establecerse en una vivienda separada, alejándose del hogar paterno. Los hogares
formados por personas no emparentadas entre sí, es decir los hogares no familiares,
pueden surgir por diversos motivos, generalmente razones económicas como la
obtención de economías de escala en el costo del alojamiento, o el deseo de vivir en
compañía en vez de vivir en soledad.
El proceso de constitución y disolución de uniones conyugales está directamente
asociado a la edad. El porcentaje de personas solteras, unidas, divorciadas o viudas
varía en forma muy regular de acuerdo a la edad.
100%
Porcentaje
80%
60%
40%
20%
0%
10
20
30
40
50
60
70
Sep/div.
Viudo
80
Edad
Soltero
Unido
Figura 1 Evolución del estado conyugal de los hombres por edad
3
90
100%
Porcentaje
80%
60%
40%
20%
0%
10
20
30
40
50
60
70
Sep/div.
Viuda
80
90
Edad
Soltera
Unida
Figura 2 Evolución del estado conyugal de las mujeres por edad
Como se ve en la Figura 1 y en la Figura 2, alrededor de los 15 años la casi totalidad de
las personas son solteras. A partir de allí comienzan a unirse o casarse, hasta que
alrededor de los 30-35 años queda apenas un 10% de solteras y alrededor de un 8% de
solteros, porcentajes que se mantienen hasta la vejez (los varones llegan a ese mínimo
un poco más tarde que las mujeres, pues se casan a una edad levemente mayor).
Entretanto comienza a crecer lentamente el número de viudos, que alcanza su máximo
en la vejez, y se aparece también un pequeño porcentaje de separados y divorciados.
El número total de personas que se separan o divorcian es mayor al indicado en los
gráficos, pues muchas personas que se han separado o divorciado ingresan luego en
una nueva unión conyugal, y aparecen como unidas conyugalmente en el censo.
También algunos viudos y viudas vuelven a casarse. Lamentablemente el censo de
Bolivia no investigó la duración de las uniones ni tampoco la existencia de segundas o
posteriores uniones. Sólo se puede tener una imagen aproximada a través de las
edades relacionadas con los estados civiles, como en los gráficos precedentes.
Al final de la vida, entre 80 y 90 años de edad, las personas sobrevivientes son
mayoritariamente viudas, situación en la que están alrededor del 40% de los hombres y
60% de las mujeres de esas edades (hay más viudas que viudos porque
mayoritariamente ellas son más jóvenes y tienen más expectativa de vida que sus
cónyuges).
2.2.
Jefatura del hogar
Para cada hogar particular el Censo considera a una determinada persona como jefe
del hogar, la cual sirve como punto de referencia de las relaciones de parentesco, de
modo que la posición de todos los otros miembros se expresa en relación a ese jefe
(como cónyuge del jefe, hijo del jefe, hermano del jefe, etc.). Sobre un total de
1,977,665 hogares particulares (todos los cuales tienen un jefe) hubo un 69.2% con
jefatura masculina y un 30.8% con jefatura femenina.
Estos porcentajes, sin embargo, pueden inducir a un error de apreciación. Lo que
antecede se refiere a cónyuges presentes en el momento del censo, sin tomar en
4
cuenta los cónyuges que pudieran estar momentáneamente ausentes. Existen
numerosos hogares sin cónyuge presente en los cuales la persona registrada como jefe
del hogar declara sin embargo ser casada o conviviente, lo cual sugiere la fuerte posibilidad de que su cónyuge exista pero esté temporalmente ausente. Este análisis permite
elaborar una clasificación más detallada de las distintas situaciones que se presentan
en relación a la jefatura del hogar, considerando el sexo, la presencia de un cónyuge en
el momento del censo, y la probable existencia de un cónyuge ausente (Cuadro 1).
Cuadro 1 Estado conyugal del jefe del hogar por sexo en hogares particulares, 2001
Hogares Porcentaje
Total de hogares con jefatura masculina
1,368,301
69.19%
Jefe varón con cónyuge presente
965,115
48.80%
Jefe varón sin cónyuge presente, presumiblemente con cónyuge
170,023
ausente*
8.60%
Jefe varón sin cónyuge presente, sin datos de cónyuge ausente**
8,088
0.41%
Jefe varón sin cónyuge***
225,075
11.38%
Total de hogares con jefatura femenina
609,364
30.81%
Jefa mujer con cónyuge presente
53,096
2.68%
Jefa mujer sin cónyuge presente, presumiblemente con cónyuge
230,090
ausente*
11.63%
Jefa mujer sin cónyuge presente, sin datos de cónyuge ausente**
7,063
0.36%
Jefa mujer sin cónyuge***
319,115
16.14%
Total de hogares particulares
1,977,665
100.00%
(*) Jefes o jefas de hogar sin cónyuge presente, que declaran ser casados o convivientes.
(**) Jefes o jefas de hogar menores de 15 años sin cónyuge presente, a los cuales no se les
preguntó sobre su estado civil o conyugal, y por lo tanto se ignora si son unidos o no.
(***) Jefes o jefas de hogar sin cónyuge presente, que declaran ser solteros, viudos, separados o
divorciados.
Fuente: Censo 2001.
En un total de 609,364 hogares particulares con jefatura femenina (30.81% del total),
sólo 319,115 corresponden claramente a mujeres jefas de hogar que no tienen
cónyuge. No sólo no hay cónyuge presente el día del censo, sino que esas mujeres
además declaran ser solteras, viudas, separadas o divorciadas. Esos 319,115 hogares
con auténtica jefatura femenina representan un 52.4% de los hogares particulares con
jefatura censal femenina, y un 16% del total de hogares
2.3.
Tamaño del hogar
Los hogares varían fuertemente en tamaño, desde los hogares unipersonales hasta
aquellos con diez o más miembros. La distribución de los hogares y la población de
acuerdo al tamaño del hogar muestra que el tamaño más frecuente es de 3 o 4
miembros (con un promedio general de 4.05 miembros, incluyendo un promedio de 1.8
miembros menores de 18 años). Un 61.3% del total de miembros de hogares
particulares, y un 72% de los menores de 18 años, viven en hogares que superan los
cinco miembros (Cuadro 2).
5
Cuadro 2 Hogares y población por tamaño del hogar, 2001
Tamaño del hogar
Número de casos
Porcentajes
Menores de
(Número de miembros) Hogares Miembros Menores de 18 Hogares Miembros
18
TOTAL
1,977,665 8,008,446 3,647,736
100.0%
100.0%
100.0%
Uno
304,333
304,333
16,257
15.4%
3.8%
0.4%
Dos
287,135
574,270
108,924
14.5%
7.2%
3.0%
3o4
634,473 2,226,546
892,517
32.1%
27.8%
24.5%
5o6
456,904 2,474,835 1,271,189
23.1%
30.9%
34.8%
7a9
253,177 1,951,285 1,097,481
12.8%
24.4%
30.1%
10 o más
41,643
477,177
261,368
2.1%
6.0%
7.2%
Los hogares de 10 o más miembros son muy pocos (2.1%) y sólo albergan el 6% de los
miembros de hogares particulares. Estos hogares por lo general tienen entre 10 y 14
miembros, y su tamaño promedio es de 11.45 miembros, muy cerca del mínimo de diez,
aunque hay algunos casos excepcionales de hasta 25 miembros.
2.4.
Tipos de organización familiar
En el total de 1,977,665 hogares particulares registrados en el Censo de 2001 había un
total de 8,008,446 miembros, de los cuales 3,647,736, es decir un 45%, tenían menos
de 18 años (Cuadro 3), con alrededor de un millón de niños en cada uno de los tres
primeros lustros de edad (0-4, 5-9 y 10-14) y casi medio millón más entre 15 y 17 años.
Un 69% de los hogares son familias nucleares (con uno o ambos cónyuges presentes),
y un 31% son familias extensas, grupos compuestos o no familiares. Las familias
nucleares, monoparentales o biparentales, albergan un 59% de los miembros de
hogares particulares y casi un 61% de los niños menores de 18 años.
Cuadro 3 Hogares y población según tipos de organización familiar, 2001
Total de población
Hogares
Población en hogares particulares*
Miembros Miembros
Población Menores de Hogares
de hogares menores
censada
18 años particulares
particulares de 18 años
8,274,325
3,730,272
1,977,665
8,008,446 3,647,736
309,592
18,490
304,333
304,333
16,257
TOTAL
1,999,626
Hogar unipersonal
304,333
Familia nuclear
311,086 1,074,909
monoparental
Familia nuclear biparental
742,091 3,374,567
Familia extendida
518,543 2,749,434
Grupo compuesto
43,307
307,404
Grupo no familiar
58,305
274,826
Hogares colectivos
21,961
183,593
(*) Excluye personal doméstico residente en los hogares.
6
585,138
311,086
1,065,219
581,240
1,628,753
1,218,586
123,832
107,808
47,665
742,091
518,543
43,307
58,305
0
3,345,314
2,726,378
301,098
266,104
0
1,617,093
1,208,319
120,945
103,882
0
Cuadro 4 Porcentaje de hogares y población según tipos de organización familiar, 2001
Total de población
Hogares
Población
censada
TOTAL
100.0%
100.0%
Hogar unipersonal
15.2%
3.7%
Familia nuclear
15.6%
13.0%
monoparental
Familia nuclear biparental
37.1%
40.8%
Familia extendida
25.9%
33.2%
Grupo compuesto
2.2%
3.7%
Grupo no familiar
2.9%
3.3%
Hogares colectivos
1.1%
2.2%
(*) Excluye personal doméstico residente en los hogares.
Población en hogares particulares*
Miembros
Miembros
Menores de Hogares
menores
de hogares
18 años particulares
de 18
particulares
años
100.0%
100.0%
100.0%
100.0%
0.5%
15.4%
3.8%
0.4%
15.7%
15.7%
13.3%
15.9%
43.7%
32.7%
3.3%
2.9%
1.3%
37.5%
26.2%
2.2%
2.9%
0.0%
41.8%
34.0%
3.8%
3.3%
0.0%
44.3%
33.1%
3.3%
2.8%
0.0%
Fuera de las familias nucleares y extensas, los grupos compuestos y no familiares no
tienen una incidencia porcentual significativa entre los hogares, la población o los
menores de 18 años. Dada una de esas formas de organización del hogar representa
apenas un dos o tres por ciento de los hogares o de las personas. Por tal razón en una
tipología simplificada a menudo se los considera en bloque junto con las familias
extensas.
Una visión detallada de los tipos de hogares y la población que albergan, así como la
distribución de los niños entre esos hogares (Cuadro 5, Cuadro 6 y Cuadro 7) muestra
que desde 1976 hasta 2001 la estructura de las familias cambió considerablemente.
Aumentaron fuertemente los hogares unipersonales, que pasaron del 12% al 15%, y las
monoparentales (del 12.7 al 15.5 por ciento). En cambio disminuyó fuertemente la
prevalencia de familias nucleares biparentales, que cayeron del 44% al 37%. Estos
cambios se producen sobre todo en la década del noventa, pues entre 1976 y 1992 las
proporciones se mantienen casi invariables. También se triplicó el porcentaje de
hogares colectivos y bajó levemente la prevalencia de grupos compuestos.
Cuadro 5 Hogares y población por tipo de hogar, 1976-2001
Unipersonal varón
Unipers. varón, cónyuge ausente
Unipersonal mujer
Unipers. mujer, cónyuge ausente
Nuclear monoparental varón
Nuclear monop. varón, cónyuge
aus.
Nuclear monoparental mujer
Nuclear monop. mujer, cónyuge
aus.
Nuclear biparental
Familia extendida
Grupo compuesto
Grupo no familiar
Colectivo
Total
1976
53,841
22,860
39,998
8,304
16,774
Hogares
1992
75,415
32,877
55,420
11,021
28,237
2001
122,458
67,962
85,614
28,299
31,302
Tasa
anual
1976-2001
3.34%
4.45%
3.09%
5.03%
2.53%
12,882
54,088
29,546
93,621
37,684
117,869
4.39%
3.16%
1.2%
5.2%
2.0%
6.4%
1.9%
5.9%
49,037
455,319
268,804
50,022
9,300
3,884
1,045,113
76,718
654,430
295,678
79,871
16,921
8,094
1,457,849
124,231
742,091
518,543
83,143
18,469
21,961
1,999,626
3.79%
1.97%
2.66%
2.05%
2.78%
7.18%
2.63%
4.7%
43.6%
25.7%
4.8%
0.9%
0.4%
100.0%
5.3%
44.9%
20.3%
5.5%
1.2%
0.6%
100.0%
6.2%
37.1%
25.9%
4.2%
0.9%
1.1%
100.0%
Población censada total
1976
1992
2001
7
Tasa
anual
1976-2001
Porcentaje del total
1976
1992
2001
5.2%
5.2%
6.1%
2.2%
2.3%
3.4%
3.8%
3.8%
4.3%
0.8%
0.8%
1.4%
1.6%
1.9%
1.6%
Porcentaje del total
1976
1992
2001
Unipersonal varón solo
Unipers. varón, cónyuge ausente
Unipersonal mujer sola
Unipers. mujer, cónyuge ausente
Nuclear monoparental varón solo
Nuclear monop. varón, cónyuge
aus.
Nuclear monoparental mujer sola
Nuclear monop. mujer, cónyuge
aus.
Nuclear biparental
Familia extendida
Grupo compuesto
Grupo no familiar
Colectivo
Total
54,518
23,540
40,914
8,609
54,157
76,268
33,626
56,995
11,376
91,956
123,734
69,007
87,914
28,937
99,525
3.33%
4.40%
3.11%
4.97%
2.46%
1.2%
0.5%
0.9%
0.2%
1.2%
1.2%
0.5%
0.9%
0.2%
1.4%
1.5%
0.8%
1.1%
0.3%
1.2%
42,260
177,830
114,479
314,633
123,294
380,924
4.38%
3.09%
0.9%
3.9%
1.8%
4.9%
1.5%
4.6%
189,478
2,133,588
1,434,326
339,898
27,431
86,868
4,613,417
309,272
3,099,869
1,632,876
511,929
47,759
119,754
6,420,792
471,166
3,374,567
2,749,434
529,147
53,083
183,593
8,274,325
3.71%
1.85%
2.64%
1.79%
2.68%
3.04%
2.36%
4.1%
46.2%
31.1%
7.4%
0.6%
1.9%
100.0%
4.8%
48.3%
25.4%
8.0%
0.7%
1.9%
100.0%
5.7%
40.8%
33.2%
6.4%
0.6%
2.2%
100.0%
Cuadro 6 Miembros de hogares particulares por tipo de hogar, 1976-2001
Tasa
Miembros de hogares particulares*
anual
1976
1992
2001
1976-2001
Unipersonal varón solo
53,841
75,415
122,458
3.34%
Unipers. varón, cónyuge ausente
22,860
32,877
67,962
4.45%
Unipersonal mujer sola
39,998
55,420
85,614
3.09%
Unipers. mujer, cónyuge ausente
8,304
11,021
28,299
5.03%
Nuclear monoparental varón solo
53,793
91,164
98,659
2.46%
Nuclear monop. varón, cónyuge
aus.
41,676
113,095
121,982
4.39%
Nuclear monoparental mujer sola
176,359
311,198
376,813
3.08%
Nuclear monop. mujer, cónyuge
aus.
187,364
306,351
467,765
3.73%
Nuclear biparental
2,112,641 3,067,725 3,345,314
1.86%
Familia extendida
1,417,299 1,599,610 2,726,378
2.65%
Grupo compuesto
327,855
499,064
516,209
1.83%
Grupo no familiar
26,375
46,610
50,993
2.67%
Total
4,468,365 6,209,550 8,008,446
2.36%
Porcentaje del total
1976
1992
2001
1.2%
1.2%
1.5%
0.5%
0.5%
0.8%
0.9%
0.9%
1.1%
0.2%
0.2%
0.4%
1.2%
1.5%
1.2%
0.9%
3.9%
1.8%
5.0%
1.5%
4.7%
4.2%
47.3%
31.7%
7.3%
0.6%
100.0%
4.9%
49.4%
25.8%
8.0%
0.8%
100.0%
5.8%
41.8%
34.0%
6.4%
0.6%
100.0%
Cuadro 7 Niños en hogares particulares por tipo de hogar, 1976-2001
Unipersonal varón solo
Unipers. varón, cónyuge ausente
Unipersonal mujer sola
Unipers. mujer, cónyuge ausente
Nuclear monoparental varón solo
Nuclear monop. varón, cónyuge
aus.
Nuclear monoparental mujer sola
Nuclear monop. mujer, cónyuge
aus.
Nuclear biparental
Familia extendida
Grupo compuesto
Grupo no familiar
Total
Miembros menores de 18 años*
1976
1992
2001
4,232
4,735
10,665
26
74
118
1,427
2,135
5,265
96
148
209
26,682
44,032
43,081
Tasa
anual
1976-2001
3.77%
6.24%
5.36%
3.16%
1.93%
Porcentaje del total
1976
1992
2001
0.2%
0.2%
0.3%
0.0%
0.0%
0.0%
0.1%
0.1%
0.1%
0.0%
0.0%
0.0%
1.2%
1.5%
1.2%
22,165
90,637
59,165
157,214
64,013
177,812
4.33%
2.73%
1.0%
4.2%
2.0%
5.2%
1.8%
4.9%
124,995
1,096,108
646,701
151,144
5,878
2,170,091
203,526
1,567,030
720,916
226,475
11,429
2,996,879
296,334
1,617,093
1,208,319
213,919
10,908
3,647,736
3.51%
1.57%
2.53%
1.40%
2.50%
2.10%
5.8%
50.5%
29.8%
7.0%
0.3%
100.0%
6.8%
52.3%
24.1%
7.6%
0.4%
100.0%
8.1%
44.3%
33.1%
5.9%
0.3%
100.0%
Miembros menores de 5 años*
8
Tasa
anual
Porcentaje del total
1976
1992
2001
1976-2001
1976
Unipersonal varón solo
0
0
0
0.00%
0.0%
Unipers. varón, cónyuge ausente
0
0
0
0.00%
0.0%
Unipersonal mujer sola
0
0
0
0.00%
0.0%
Unipers. mujer, cónyuge ausente
0
0
0
0.00%
0.0%
Nuclear monoparental varón solo
2,669
5,307
5,484
2.92%
0.4%
Nuclear monop. varón, cónyuge
aus.
3,650
15,509
10,676
4.39%
0.5%
Nuclear monoparental mujer sola
18,276
32,807
36,509
2.81%
2.5%
Nuclear monop. mujer, cónyuge
aus.
43,940
65,761
88,537
2.84%
6.0%
Nuclear biparental
402,398
528,792
507,436
0.93%
55.1%
Familia extendida
210,815
223,646
357,863
2.14%
28.9%
Grupo compuesto
46,794
68,754
61,471
1.10%
6.4%
Grupo no familiar
1,227
1,967
2,655
3.14%
0.2%
Total
729,769
942,543 1,070,631
1.54%
100.0%
(*) Miembros = Personas en hogares particulares excepto el personal de servicio domestico.
1992
0.0%
0.0%
0.0%
0.0%
0.6%
2001
0.0%
0.0%
0.0%
0.0%
0.5%
1.6%
3.5%
1.0%
3.4%
7.0%
56.1%
23.7%
7.3%
0.2%
100.0%
8.3%
47.4%
33.4%
5.7%
0.2%
100.0%
Dentro del proceso general de disminución del peso relativo de las familias nucleares
completas, los niños menores de 5 años en 1976 estaban en un 55% en esas familias,
mientras en 2001 sólo un 47% de esos niños pequeños vivían en familias nucleares
completas. Por el contrario, los niños preescolares en hogares monoparentales
aumentaron de 9.4% a 13.2% del total, y en las familias extendidas aumentaron de
28.9% a 33.4%. Estos cambios se relacionan con el proceso general de urbanización y
con los cambios socioculturales conexos con dicho proceso. Si bien el proceso de
urbanización es de larga data, los cambios socioculturales que se traducen en la
organización familiar y la conducta reproductiva requieren tiempo para poder
manifestarse, y en este caso sólo se han manifestado con fuerza en los años noventa,
pues hasta 1992 los valores eran similares a los de 1976.
En este período de 25 años, pero sobre todo en los años noventa, se produjo además
una disminución en el tamaño promedio de los hogares. En parte ello se debe en parte
al mayor peso de los hogares unipersonales, pero también a un menor tamaño
registrado en todos los tipos de hogar si se compara 1976 y 2001 (algunos tamaños
aumentaron transitoriamente en 1992). El tamaño de los hogares particulares, sin contar
el personal doméstico, cayó de 4.28 en 1976 a 4.26 en 1992 y a 4.00 en 2001. El
número promedio de niños menores de cinco años cayó de 0.70 a 0.54 por hogar
(Cuadro 9). En particular, el número de niños preescolares en las familias biparentales
cayó de 0.88 a 0.68 entre 1976 y 2001 (también en estos aspectos la caída se
concentró en los años noventa). Caídas similares se observaron en los hogares
monoparentales y en las familias compuestas o extendidas. Este menor número de
niños es coherente con los datos que indican un descenso de la fertilidad durante las
últimas décadas.
9
Cuadro 8 Tamaño promedio de los hogares, 1976-2001
Población censada por
Miembros por hogar partic.**
hogar*
1976
1992
2001
1976
1992
2001
Unipersonal varón solo
1.01
1.01
1.01
1.00
1.00
1.00
Unipers. varón, cónyuge ausente
1.03
1.02
1.02
1.00
1.00
1.00
Unipersonal mujer sola
1.02
1.03
1.03
1.00
1.00
1.00
Unipers. mujer, cónyuge ausente
1.04
1.03
1.02
1.00
1.00
1.00
Nuclear monoparental jefe varón solo
3.23
3.26
3.18
3.21
3.23
3.15
Nuclear monop. jefe varón, cónyuge
aus.
3.28
3.87
3.27
3.24
3.83
3.24
Nuclear monoparental, jefa mujer
sola
3.29
3.36
3.23
3.26
3.32
3.20
Nuclear monop. jefa mujer, cónyuge
aus.
3.86
4.03
3.79
3.82
3.99
3.77
Nuclear biparental
4.69
4.74
4.55
4.64
4.69
4.51
Familia extendida
5.34
5.52
5.30
5.27
5.41
5.26
Grupo compuesto
6.79
6.41
6.36
6.55
6.25
6.21
Grupo no familiar
2.95
2.82
2.87
2.84
2.75
2.76
Colectivo
22.37
14.80
8.36
Total
4.41
4.40
4.14
4.28
4.26
4.00
(*) Incluye servicio doméstico. (**) Sólo miembros de hogares particulares, excluyendo personal
doméstico.
Cuadro 9 Niños menores de 5 años en hogares particulares: Promedio de niños por hogar,
1976-2001
Niños menores de 5
años
1976
1992
2001
Unipersonales
0.00
0.00
0.00
Nuclear monoparental varón solo
0.16
0.19
0.18
Nuclear monop. varón, cónyuge aus.
0.28
0.52
0.28
Nuclear monoparental mujer sola
0.34
0.35
0.31
Nuclear monop. mujer, cónyuge aus.
0.90
0.86
0.71
Nuclear biparental
0.88
0.81
0.68
Familia extendida
0.78
0.76
0.69
Grupo compuesto
0.94
0.86
0.74
Grupo no familiar
0.13
0.12
0.14
Total
0.70
0.65
0.54
2.5.
Inserción ocupacional
Los hogares particulares difieren marcadamente según la inserción ocupacional de sus
miembros. En primer lugar, varían en cuanto a la presencia o no de personas
económicamente activas y más específicamente de personas ocupadas: hay alrededor
de un 15% de hogares particulares sin ninguna persona ocupada entre sus miembros
(sin contar, por supuesto, la posible presencia de personal doméstico). La fuente de
sostenimiento de estos hogares sin personas ocupadas es variable: pensiones, rentas,
ayudas familiares y otras. Entre los hogares con personas ocupadas, a su vez, no
siempre el censo determinó la categoría ocupacional específica de cada persona, de
modo que hay un cierto número de hogares con personas ocupadas cuya categoría
ocupacional no se especifica claramente. En los restantes hogares puede haber un solo
tipo de ocupación o varios.
10
A los efectos del presente análisis se distinguieron por una parte los hogares donde
existe al menos una persona dedicada a la producción agropecuaria por cuenta propia,
los hogares donde no existe ninguno en esas condiciones pero hay al menos una
persona dedicada a otras actividades por cuenta propia, los hogares donde hay al
menos un patrón o empleador, y los hogares donde sólo se encuentran asalariados (los
trabajadores familiares no remunerados no fueron considerados, y la clasificación se
refiere sólo a los miembros del hogar, sin considerar al personal doméstico o los
transeúntes). El Cuadro 10 exhibe los resultados en cuanto al número de hogares
involucrados, y el Cuadro 11 en lo que concierne al número de personas en cada
situación ocupacional.
Cuadro 10 Hogares particulares clasificados según tipología ocupacional
Total
Clasificación ocupacional de los hogares
CampeEmple- AsalaInact
C.Propiab
sinosa
adoresc riadosd
/desoce
441,062
499,281 72,143 513,070 452,109
304,999
386,114 54,145 372,661 269,969
441,002
499,082 72,143 513,070
62,539
440,998
499,061 72,143 513,070
11,484
42,731
168,172 26,622 513,070
0
16,935
7,536 1,975
48,593
0
Hogares particulares
1,977,665
Hogares con miembros menores de 18 años
1,387,888
Hogares con miembros activos
1,587,836
Hogares con miembros ocupados
1,536,756
Hogares con miembros asalariados
750,595
Hogares con miembros asalariados agropecuarios
75,039
Hogares
con
miembros
asalariados
no
agropecuarios
664,888
26,246
157,125 24,141 457,376
Hogares con miembros en cuenta propia agricola
426,538 423,186
0 3,352
0
Hogares con miembros en cuenta propia no agricola
560,559
51,682
491,626 17,251
0
Hogares con trabajadores familiares no remunerados
89,641 40,860
32,165 4,388
10,514
Hogares con trabajadores familiares agrícolas
42,738 36,883
2,342
649
2,548
Hogares con trabajadores familiares no agrícolas
46,749
5,546
29,434 3,638
7,543
Hogares con miembros empleadores
72,143
0
0 72,143
0
Hogares con miembros desocupados
120,012
6,763
27,146 3,141
30,590
Hogares con miembros jubilados, pensionados y
rentistas
95,809
4,288
19,636 3,940
26,622
Hogares con miembros en labores de casa sin otro
trabajo
832,873 161,952
163,657 25,141 225,852
Hogares con miembros estudiantes que no trabajan 1,019,881 197,737
292,620 41,557 264,146
(a) Puede incluir asalariados o cuenta propia. (b) Puede incluir asalariados. (c) Puede incluir otras ocupaciones.
(d) Sólo asalariados en el hogar. (e) Inactivos, desocupados, y ocupados con ocupación no especificada.
Un hogar de un cierto tipo puede tener miembros en varias categorías ocupacionales.
Censo 2001.
11
0
0
0
1,714
316
588
0
52,372
41,323
256,271
223,821
Fuente:
Cuadro 11 Miembros de hogares particulares clasificados según tipología ocupacional,
2001
Total
Clasificación ocupacional de los hogares
Campesinosa C.Propiab Empleadoresc Asalariadosd Inact/desoce
Población censada en hogares
8,090,732
1,911,581 2,298,355
359,175
2,110,078
1,411,543
particulares
Miembros de hogar particular exc serv
8,008,446
1,904,857 2,272,929
345,364
2,083,854
1,401,442
dom
Miembros menores de 18 años
3,647,736
902,881 1,018,880
135,755
921,432
668,788
Miembros activos (PEA)
2,759,259
807,337 957,457
160,147
761,234
73,084
Miembros ocupados del hogar
2,625,358
799,734 927,461
156,725
727,283
14,155
Miembros asalariados del hogar
1,036,347
57,221 229,041
39,730
710,355
0
Miembros asalariados agropecuarios
97,708
22,521
8,807
3,427
62,953
0
Miembros asalariados no agropecuarios
894,037
32,374 210,195
34,382
617,086
0
Miembros del hogar cuenta propia
612,688
608,142
0
4,546
0
0
agricola
Miembros del hogar cuenta propia no
736,872
63,492 651,027
22,353
0
0
agricola
Miembros trabajadores familiares
125,796
61,568
42,823
6,139
13,213
2,053
Miembros trab. familiares agrícolas
60,688
53,015
2,964
913
3,388
408
Miembros trab. familiares no agrícolas
60,189
6,809
38,749
4,943
9,027
661
Miembros del hogar empleadores
83,445
0
0
83,445
0
0
Miembros desocupados del hogar
133,999
7,620
30,021
3,429
33,972
58,957
Miembros jubilados, pensionados y
103,903
4,459
20,803
4,255
28,943
45,443
rentistas
Miembros en labores de casa sin otro
1,028,684
210,785 196,981
30,572
266,669
323,677
trabajo
Miembros estudiantes que no trabajan
1,982,358
385,862 590,265
82,062
516,502
407,667
(a) Incluye al menos un productor agropecuario por cuenta propia. Puede incluir asalariados o trabajadores por cuenta propia
no agropecuaria.
(b) Incluye al menos un trabajador por cuenta propia no agropecuaria. Puede incluir asalariados. (c) Puede incluir otras
ocupaciones.
(d) Sólo asalariados en el hogar. (e) Inactivos, desocupados, y ocupados con ocupación no especificada.
Un hogar de un cierto tipo puede tener miembros en varias categorías ocupacionales.
Fuente:
Censo 2001.
Los medios de vida de un hogar pueden incluir personas en diversas situaciones
ocupacionales. Por ejemplo, en los 120,000 hogares con miembros desocupados, en
los que el Censo enumeró casi 134,000 desocupados (4.5% de la PEA), un 60% de
esos hogares también tenían miembros ocupados como asalariados, trabajadores por
cuenta propia, campesinos o empleadores, y en muchos de ellos había también otros
perceptores de ingresos como jubilados, pensionados o rentistas. Sólo unos 58,000
desocupados (un 43% de ellos) estaban en los hogares sin otras personas empleadas,
o empleados con categoría no bien definida. Muchos de esos hogares albergaban a su
vez otros perceptores de ingresos (jubilados, pensionados, rentistas, y ocupados en
ocupaciones no bien definidas) y probablemente algunos podrían albergar receptores
de remesas familiares, becarios, y otros miembros generadores de ingreso no
identificados en el censo. Por lo tanto sólo una fracción de los hogares con
desocupados corresponde a hogares sin otra fuente de ingreso.
Sobre un total de casi dos millones de hogares particulares, 441,062 incluían pequeños
productores agropecuarios, es decir personas dedicadas a la producción agropecuaria
por cuenta propia. Entre estos hogares "campesinos", sin embargo, había 51,536
hogares que también incluían personas dedicadas a actividades no agropecuarias por
cuenta propia, y 42,669 hogares que también incluían personas asalariadas. Los
hogares "campesinos" puros o mixtos incluían una PEA de 807,337 personas, en la cual
había 608,142 productores agropecuarios por cuenta propia, 63,269 trabajadores por
12
cuenta propia no agrícola, y 57,135 asalariados así como 60,823 personas ocupadas en
categorías no bien definidas (así como trabajadores familiares no remunerados, que el
censo tiende a captar insuficientemente).
2.6.
Tipología combinada de hogares
Combinando las formas de organización familiar con la inserción ocupacional se genera
una tipología más completa de hogares particulares (Cuadro 12). Dicho cuadro permite
comprobar que hay una distribución bastante pareja de los hogares entre los grupos
que se han denominado aquí "campesinos", "cuenta propia" y "asalariados", con una
cantidad mucho menor de hogares "patronales". Esta distribución más o menos pareja
se repite en todas las formas de convivencia con ligeros matices.
Cuadro 12 Población según tipos de hogares particulares
Población
censada
en el
hogar
TOTAL
1,977,665
8,090,732
UNIPERSONAL
304,333
309,592
Unipersonal campesina
62,237
62,732
Unipersonal asalariada
68,644
69,904
Unipersonal cuenta propia
41,594
42,416
Unipersonal patronal
4,911
5,205
Unipersonal, ocup. no det.
126,947
129,335
NUCLEAR MONOPARENTAL
311,086
1,074,909
Monoparental campesina
53,713
183,722
Monoparental asalariada
68,170
232,985
Monoparental cuenta propia
74,973
268,828
Monoparental patronal
6,497
23,085
Monoparental, ocup. no det.
107,733
366,289
NUCLEAR BIPARENTAL
742,091
3,374,567
Nuclear campesina
189,495
905,799
Nuclear asalariada
214,040
945,466
Nuclear cuenta propia
197,512
921,235
Nuclear patronal
29,171
134,891
Nuclear, ocup. no det.
111,873
467,176
FAMILIA EXTENDIDA
518,543
2,749,434
Extendida campesina
116,328
641,051
Extendida asalariada
132,383
703,572
Extendida cuenta propia
144,318
835,890
Extendida patronal
22,197
133,933
Extendida, ocup. No det.
103,317
434,988
GRUPOS COMPUESTOS**
101,612
582,230
Compuesta campesina
19,436
119,197
Compuesta asalariada
30,229
160,288
Compuesta cuenta propia
30,888
189,966
Compuesta patronal
9,367
62,061
Compuesta, ocup.no det.
11,692
50,718
(*) Excluye personal doméstico y familiares del personal doméstico.
familiares
Hogares
particulares
Miembros
menores
de 18
años
8,008,446
3,647,736
304,333
16,257
62,237
1,585
68,644
2,636
41,594
911
4,911
85
126,947
11,040
1,065,219
581,240
183,268
96,929
229,376
115,011
266,463
139,282
22,155
9,384
363,957
220,634
3,345,314
1,617,093
904,262
464,658
934,867
446,975
912,036
433,224
129,274
56,200
464,875
216,036
2,726,378
1,208,319
639,179
292,258
696,537
297,313
828,269
351,439
130,303
49,527
432,090
217,782
567,202
224,827
117,094
48,014
156,015
60,161
185,519
74,687
58,721
20,559
49,853
21,406
(**) Incluye no
Miembros
del
hogar*
En cada forma de convivencia hay familias campesinas, asalariadas, patronales o por
cuenta propia, y un grupo de ocupación no determinada (que incluye familias sin
personas ocupadas, o cuyas ocupaciones no fueron registradas con claridad). Para
muchos análisis ese grupo sin ocupación determinada no resulta útil, pues alberga
situaciones heterogéneas, poco claras y difíciles de interpretar, puede ser relegado por
13
lo tanto a un grupo residual. Del mismo modo, el análisis de los datos tanto censales
como de la encuesta MECOVI muestra que los hogares con empleadores (considerados
en conjunto) tienen características no muy superiores al conjunto de hogares por cuenta
propia sobre todo cuando se trata de hogares cuyos miembros adultos tienen similares
niveles educativos. Esto sugiere la posibilidad de agrupar los empleadores y los cuenta
propia en una sola categoría de empleo autónomo, si bien en el análisis se debe
diferenciar según el nivel socioeconómico de este grupo bastante heterogéneo.
Por otra parte el objetivo del presente estudio se centra en la situación de la niñez, y por
lo tanto puede concentrarse en las familias donde existen menores de edad, agrupando
los restantes hogares en una categoría global sin mayores diferenciaciones.
Cuadro 13 Porcentaje de hogares y población según tipos de hogar, 2001
Población
censada
en el
hogar
TOTAL
100.0%
100.0%
UNIPERSONAL
15.4%
3.8%
Unipersonal campesina
3.1%
0.8%
Unipersonal asalariada
3.5%
0.9%
Unipersonal cuenta propia
2.1%
0.5%
Unipersonal patronal
0.2%
0.1%
Unipersonal, ocup. no det.
6.4%
1.6%
NUCLEAR MONOPARENTAL
15.7%
13.3%
Monoparental campesina
2.7%
2.3%
Monoparental asalariada
3.4%
2.9%
Monoparental cuenta propia
3.8%
3.3%
Monoparental patronal
0.3%
0.3%
Monoparental, ocup. no det.
5.4%
4.5%
NUCLEAR BIPARENTAL
37.5%
41.7%
Nuclear campesina
9.6%
11.2%
Nuclear asalariada
10.8%
11.7%
Nuclear cuenta propia
10.0%
11.4%
Nuclear patronal
1.5%
1.7%
Nuclear, ocup. no det.
5.7%
5.8%
FAMILIA EXTENDIDA
26.2%
34.0%
Extendida campesina
5.9%
7.9%
Extendida asalariada
6.7%
8.7%
Extendida cuenta propia
7.3%
10.3%
Extendida patronal
1.1%
1.7%
Extendida, ocup. no det.
5.2%
5.4%
GRUPOS COMPUESTOS**
5.1%
7.2%
Compuesta campesina
1.0%
1.5%
Compuesta asalariada
1.5%
2.0%
Compuesta cuenta propia
1.6%
2.3%
Compuesta patronal
0.5%
0.8%
Compuesta, ocup.no det.
0.6%
0.6%
(*) Excluye personal doméstico y familiares del personal doméstico.
familiares.
Hogares
particulares
Miembros
menores
de 18
años
100.0%
100.0%
3.8%
0.4%
0.8%
0.0%
0.9%
0.1%
0.5%
0.0%
0.1%
0.0%
1.6%
0.3%
13.3%
15.9%
2.3%
2.7%
2.9%
3.2%
3.3%
3.8%
0.3%
0.3%
4.5%
6.0%
41.8%
44.3%
11.3%
12.7%
11.7%
12.3%
11.4%
11.9%
1.6%
1.5%
5.8%
5.9%
34.0%
33.1%
8.0%
8.0%
8.7%
8.2%
10.3%
9.6%
1.6%
1.4%
5.4%
6.0%
7.1%
6.2%
1.5%
1.3%
1.9%
1.6%
2.3%
2.0%
0.7%
0.6%
0.6%
0.6%
(**) Incluye no
Miembros
del
hogar*
Las mismas cifras del Cuadro 12 pueden ser expresadas como porcentajes del total
nacional (Cuadro 13), a fin de percibir mejor la importancia relativa de cada uno de los
grupos o tipos de familia. Los hogares unipersonales, si bien representan más del 15%
de los hogares, albergan un porcentaje muy bajo de la población censada en hogares
particulares (3.9%) y sólo un 0.4% de todos los menores de 18 años que viven en
hogares particulares.
14
Algo similar ocurre con los grupos compuestos, que representan 5.2% de los hogares,
7.2% de la población de hogares particulares, y 6.1% de los menores de 18 que son
miembros de esos hogares. En realidad, muchos de los grupos compuestos son en
realidad grupos familiares (nucleares o extendidos) donde se censó alguna persona
adicional no emparentada con el jefe del hogar, y por lo tanto esos hogares ofrecen a
los niños un ambiente con una capacidad protectora similar a la ofrecida por las familias
extendidas, lo cual sugiere la posibilidad de considerar las familias extendidas y los
grupos compuestos como un solo grupo más amplio.
En los 25 años anteriores a 2001, pero sobre todo en los últimos diez años, se
produjeron cambios en la distribución porcentual de los hogares y la población entre
diferentes formas de inserción ocupacional.
Cuadro 14 Hogares, población y niños por inserción económica del hogar, 1976-2001
Número de hogares particulares
Tasa de
Porcentaje de hogares
crec. 19761976
1992
2001
1976
1992
2001
2001
Total
1,041,229 1,449,755 1,977,665
2.60%
100.0% 100.0%
100.0%
Campesinos
411,692
411,354
441,062
0.28%
39.5%
28.4%
22.3%
C.Propia
167,779
295,932
499,281
4.46%
16.1%
20.4%
25.2%
Empleadores
12,645
28,400
72,143
7.21%
1.2%
2.0%
3.6%
Asalariados
287,123
403,241
513,070
2.35%
27.6%
27.8%
25.9%
Sin ocup def
161,990
310,828
452,109
4.19%
15.6%
21.4%
22.9%
Total
Campesinos
C.Propia
Empleadores
Asalariados
Sin ocup def
Total
Campesinos
C.Propia
Empleadores
Asalariados
Sin ocup def
Miembros de hogares
particulares
1976
1992
2001
4,468,365 6,209,550 8,008,446
1,895,334 1,859,577 1,904,857
781,847 1,398,479 2,272,929
67,936
137,671
345,364
1,238,035 1,764,704 2,083,854
485,213 1,049,119 1,401,442
Tasa de
crec. 19762001
2.36%
0.02%
4.36%
6.72%
2.10%
4.33%
Miembros menores de 18 anos
Tasa de
crec. 19762001
2.10%
-0.04%
4.04%
6.15%
1.74%
3.99%
1976
1992
2001
2,170,093
911,900
378,164
30,506
598,118
251,405
2,996,879
922,165
663,428
57,400
836,921
516,965
3,647,736
902,881
1,018,880
135,755
921,432
668,788
Porcentaje de hogares
1976
100.0%
42.4%
17.5%
1.5%
27.7%
10.9%
1992
100.0%
29.9%
22.5%
2.2%
28.4%
16.9%
2001
100.0%
23.8%
28.4%
4.3%
26.0%
17.5%
Porcentaje de hogares
1976
1992
100.0%
42.0%
17.4%
1.4%
27.6%
11.6%
100.0%
30.8%
22.1%
1.9%
27.9%
17.3%
2001
100.0%
24.8%
27.9%
3.7%
25.3%
18.3%
Desde 1976, la población de hogares campesinos prácticamente se mantuvo constante
alrededor de 1.9 millones de miembros. Su participación en el total de miembros de
hogares particulares cayó de 42.0% a sólo un 24.8% de la población que vive en
hogares particulares. En cambio, crecieron fuertemente los hogares de economía
autónoma, tanto los que ejercen actividades por cuenta propia (que crecieron a razón
de 4.36% anual) y los empleadores (que aumentaron 6.72% por año), crecimiento que
operó en ambos períodos intercensales. La población en hogares asalariados aumentó
un 2.10% por año, inferior al crecimiento poblacional de 2.36%, por lo cual su
participación en el total cayó levemente de 28% a 26%, caída que se produce sólo en la
15
década del noventa, mientras aumentaba la participación porcentual de los hogares por
cuenta propia y empleadores.
Los menores de 18 años que son miembros de hogares particulares siguieron las
mismas tendencias. En 1976 un 42% de ellos integraban hogares campesinos, lo que
ha bajado a 24.8% en 2001. Los que forman parte de hogares de cuenta propia eran el
17% y crecieron hasta representar 28 por ciento del total. La proliferación de
empleadores (en su gran mayoría pequeños empleadores) también implicó que se
duplique con creces el porcentaje de niños en esos hogares, pasando de 1.4 a 3.7 por
ciento (el aumento mayor fue en la década del noventa, pues en 1992 todavía
representaban apenas el 1.9%).
2.7.
Hogares con menores de 18 años
Los datos y comentarios precedentes se refieren al total de hogares particulares,
incluyendo los que no albergan ningún menor de 18 años. Sin embargo el énfasis en
este estudio se centra precisamente en el entorno hogareño de los niños, por lo que se
requiere analizar la composición y tamaño de los hogares donde existen menores de
edad.
Cuadro 15 Hogares particulares con y sin menores de 18 años en zona urbana y rural.
2001
TOTAL
TOTAL DE HOGARES PARTICULARES
Hogares sin menores de 18 años
Hogares con menores de 18 años
TOTAL DE MIEMBROS DE H.PARTICULARES
En hogares sin menores de 18 años
En hogares con menores de 18 años
TOTAL DE MIEMBROS MENORES DE 18 AÑOS
1,977,66
5
589,777
1,387,88
8
8,008,44
6
1,087,03
8
6,921,40
8
3,647,73
6
Zona
Urbana
Rural
1,210,96
766,703
2
332,677
257,100
878,285
509,603
4,975,47
2
3,032,97
4
657,163
429,875
4,318,30
9
2,184,02
4
2,603,09
9
1,463,71
2
Un total de casi 1.4 millones de hogares, es decir el 70% del total, albergan menores de
18 años. Esos hogares tienen 6.9 millones de miembros, es decir más del 85% del total
de miembros de los hogares particulares. En ellos viven 3.65 millones de menores de 18
años. Los hogares con menores son levemente más abundantes en las zonas urbanas
que en las rurales: representan el 72.5% de los hogares urbanos y el 66.5% de los
hogares rurales. Las zonas urbanas, sin embargo, tienen menor cantidad de niños por
hogar: 2.49 menores como promedio en los hogares urbanos con menores, y 2.87 en
los rurales. En definitiva 60% de los menores se encuentra en las zonas urbanas, y 40%
en las rurales.
Los hogares con menores tienen un tamaño promedio de 4.99 miembros, superior al
promedio que es de sólo 4.00 miembros. De ese total de 4.99 miembros, 2.63 son
menores de 18 años. Las familias nucleares monoparentales tienen en promedio 2.64
hijos o hijas. Esos 3.64 miembros (un jefe y 2.64 hijos) incluyen 2.27 menores de edad
que en su mayoría son hijos o hijas, aunque también hay en ese grupo algunos jefes de
hogar con menos de 18 años. Las familias nucleares completas (biparentales) tienen un
tamaño promedio de 4.99 miembros, igual al promedio general, y de ellos 2.70 son
16
menores y 2.99 son hijos. Las familias extensas o compuestas son algo más grandes
(5.78 miembros) con una media de 2.77 menores. Nótese que el promedio de menores
de 18 es muy similar ya sea en las familias biparentales, monoparentales, extendidas o
compuestas, oscilando en torno a 2.70 menores por hogar.
Cuadro 16 Hogares con menores de 18: Promedio de miembros según tipo de hogar y
relaciones de parentesco con el jefe, 2001
Hogares con menores de 18
Total
Total de miembros
Miembros menores de 18 años
Jefe del hogar
Cónyuge
Hijos o hijas
Padres/madres o
suegros/suegras
Yernos o nueras
Hermanos o cuñados (ambos
sexos)
Otros parientes
No parientes (exc. serv. dom.)
4.99
2.63
1.00
0.61
2.61
0.06
Unipersonal
1.00
0.05
1.00
0.00
0.00
0.00
Formas básicas de hogar
Monoparental Biparenta
l
3.64
4.99
2.27
2.70
1.00
1.00
0.00
1.00
2.64
2.99
0.00
0.00
Ext./comp
.
5.78
2.77
1.00
0.49
2.23
0.16
0.06
0.14
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.16
0.38
0.41
0.09
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
1.11
0.24
No todos los menores son hijos o hijas del jefe o de su cónyuge. De una media de 2.63
menores en cada uno de los hogares con menores, 2.25 son hijos y 0.44 son no hijos.
Esto indica que los hijos del jefe y/o de su cónyuge representan un 86% del total de
menores en hogares particulares. El hecho de no figurar como hijo del jefe no significa
que un niño viva alejado de sus padres. Algunos de los otros menores también probablemente conviven con sus progenitores, aun cuando estos progenitores no son el jefe
de hogar y su cónyuge sino algún otro miembro del hogar (como ocurre por ejemplo con
los nietos del jefe, cuando el hogar alberga tres generaciones). También es posible que
en algunos casos los menores vivan habitualmente con sus progenitores pero éstos
estaban temporalmente ausentes: con los datos censales es difícil distinguir estas dos
situaciones. De todas maneras, de este análisis se desprende que como mínimo
alrededor del 90% de los menores que están en hogares particulares viven con uno o
ambos progenitores.
2.8.
Condiciones de vida de los hogares
Los hogares bolivianos tienen en su mayoría un hábitat inadecuado. Abundan las
viviendas de materiales pobres e inseguros, y muchas de ellas carecen de un baño y no
acceden a los servicios básicos de agua, electricidad y alcantarillado. Estas carencias
son casi universales en las áreas rurales, y afligen también a una importante proporción
de la población urbana.
Sólo un 36% de las viviendas tiene paredes de ladrillo o cemento; el material
predominante es el adobe o tapial, y hay también muchas viviendas con paredes
rústicas de piedra, de madera y DE otros materiales. Sólo un 17% tiene pisos cubiertos
con mosaicos, parquet o similares, y más de un 37% tiene pisos de tierra, condición que
afecta al 78% de los hogares campesinos. Los techos inapropiados (paja, barro, caña,
palma, etc.) son minoritarios en el país (20%) pero afectan a la mitad de los hogares
campesinos.
17
Cuadro 17 Materiales de construcción de las viviendas según tipo ocupacional, 2001
1,977,665
441,062
C.
propia
499,281
36.1%
52.8%
11.1%
7.7%
70.7%
21.6%
48.0%
45.9%
6.0%
63.0%
30.3%
6.7%
51.9%
39.8%
8.3%
28.4%
61.4%
10.2%
49.0%
30.6%
20.4%
34.3%
16.1%
49.6%
57.0%
35.9%
7.1%
44.3%
49.0%
6.7%
53.4%
39.1%
7.5%
50.4%
26.4%
23.3%
17.6%
44.5%
37.9%
2.0%
19.9%
78.0%
21.6%
58.9%
19.4%
43.7%
43.3%
13.0%
26.0%
55.3%
18.7%
14.6%
40.3%
45.1%
Total
Hogares
Paredes
Ladrillo/Cemento
Adobe/Tapial
Otro
Techos
Calamina o plancha
Teja o losa
Otro
Pisos
Mosaico/parquet/alfomb.
Otra cobertura
De tierra
Campesinos
Empleadores
Asalariados
72,143
513,070
Sin
ocup.
452,109
Agua y saneamiento. Las condiciones de acceso al agua potable y el sistema de
disposición de excretas en los hogares bolivianos tiene grandes heterogeneidades, pero
la mayoría de la población sufre importantes carencias en estos aspectos (Cuadro 18).
Sólo un tercio de los hogares tiene agua suministrada por cañería en el interior de su
vivienda, sólo un 63% tiene alguna clase de instalación sanitaria (baño o letrina), sólo
39% dispone de alcantarillado o cámara séptica. Estas condiciones son mucho peores
para los campesinos, que disponen de agua por cañería sólo en un 30% de los casos (y
sólo 10% dentro de la vivienda), que tienen baño o letrina sólo en un 35% de los
hogares, de los cuales tres cuartas partes evacuan sus letrinas en un pozo ciego o en
superficie.
Cuadro 18 Agua y saneamiento por tipo ocupacional, 2001
C.
Sin
Total
Campesinos
Empleadores Asalariados
propia
ocup.
Procedencia de agua
Cañería de red
62.3%
30.1%
77.2%
79.8%
76.8% 57.9%
Pileta, carro, pozo
23.6%
37.4%
17.0%
14.9%
17.3% 26.1%
Río, vertiente, lago, otra
14.1%
32.5%
5.8%
5.3%
6.0% 15.9%
Distribución del agua
Cañería dentro de la vivienda 33.5%
9.7%
43.4%
61.8%
43.7% 29.8%
Cañería dentro el lote
36.8%
31.0%
40.7%
25.6%
39.9% 36.5%
No se distribuye por cañería
29.7%
59.3%
15.9%
12.7%
16.4% 33.7%
Disponibilidad de
baño/letrina
Tiene baño o letrina
63.3%
34.6%
76.2%
86.6%
79.4% 55.0%
Exclusivo
43.4%
30.7%
50.7%
68.9%
49.9% 36.5%
Compartido
19.8%
3.9%
25.5%
17.7%
29.5% 18.5%
No tiene baño ni letrina
36.7%
65.4%
23.8%
13.4%
20.6% 45.0%
Desagüe del baño o letrina
Alcantarillado
30.0%
2.6%
41.3%
52.6%
41.8% 27.3%
Cámara séptica
8.9%
3.4%
11.5%
14.2%
12.6%
6.1%
Pozo ciego
22.9%
27.3%
21.7%
18.3%
23.2% 20.1%
Superficie
1.6%
1.3%
1.7%
1.5%
1.8%
1.4%
Sin baño
36.7%
65.4%
23.8%
13.4%
20.6% 45.0%
Las condiciones de los hogares asalariados y por cuenta propia son mejores (sobre
todo porque la mayoría de éstos vive en centros urbanos), pues tienen agua por cañería
18
en la vivienda en un 43%, tiene baño cerca del 80%, y más de la mitad de ellos dispone
de alcantarillado. Los empleadores, como es usual, disponen de condiciones aún
mejores en promedio. Entre aquellos hogares que disponen de un servicio sanitario
(baño o letrina), una tercera parte lo comparte con otros, y esta situación aparece en
casi todos los tipos habitacionales; sólo es raro entre los campesinos, lo cual es
explicable porque las casas de éstos suelen estar relativamente aisladas de sus
vecinos, y es minoritario entre los empleadores en virtud de su mejor status económico
general.
Energía y combustibles. Sólo un 64% de los hogares tiene electricidad, porcentaje que
es muy bajo (24%) en los hogares campesinos, 58% en los hogares sin ocupación, y
más de 80% en los hogares de empleadores, asalariados y trabajadores por cuenta
propia (Cuadro 19). En cuanto a la cocción de alimentos, un 75% dispone de un cuarto
para cocinar, porcentaje que no varía mucho entre diferentes tipos ocupacionales
(excepto el 85% para empleadores). La mayor parte de los hogares campesinos (87%)
cocina con leña o con estiércol de animales como combustible. El uso de esos
elementos en otros hogares es muy minoritario. El otro combustible dominante es el gas
natural (en red o envasado), que es usado por un 58% de los hogares (pero sólo por el
12% de los campesinos).
Cuadro 19 Energía y combustible por tipo ocupacional del hogar, 2001
Total
Hogares
Tiene electricidad
Tiene cuarto de
cocina
Combustible de
cocina
Leña o bosta
Kerosén u otro
Gas
Electricidad
No cocina
Sin
ocup.
513,070 452,109
81.9%
58.4%
Campesinos C. propia Empleadores Asalariados
1,977,665
64.4%
441,062
24.2%
499,281
84.0%
72,143
87.3%
75.1%
78.7%
76.7%
85.5%
72.2%
71.7%
38.3%
1.0%
58.4%
0.9%
1.5%
87.3%
0.4%
12.0%
0.0%
0.2%
15.8%
1.2%
81.0%
0.7%
1.3%
13.1%
0.6%
81.6%
3.5%
1.2%
16.5%
1.0%
78.5%
1.4%
2.7%
44.0%
1.4%
52.0%
0.9%
1.6%
Bienes durables. Tres cuartas partes de los hogares tienen radio, incluso dos terceras
partes de los hogares campesinos. En cambio es más desigual la posesión de televisor,
que sólo existe en un 15% de los hogares campesinos pero en más del 80% de los
hogares asalariados, patronales o de cuenta propia. El acceso a teléfono es bajísimo
entre los campesinos (2.5%), llega a un tercio entre asalariados y cuenta propia, y al
56% entre los empleadores. En cuanto a vehículos, un 13% tiene algún automóvil o
camioneta, 3.6% tiene moto, y 37.5% bicicleta. El porcentaje con automóvil alcanza a
40% entre los empleadores, y a 20% entre los hogares basados en trabajos por cuenta
propia, pero es mucho más bajo en los otros grupos, especialmente entre los
campesinos (4.9%) y en los hogares sin ocupación (6.9%). Sólo un 28% de los hogares
tiene refrigeradora (incluyendo un 6% de los campesinos); incluso entre los
empleadores sólo el 61% dispone de ese artefacto, y menos del 40% en hogares de
asalariados y cuenta propia.
19
Cuadro 20 Bienes durables del hogar por tipo ocupacional, 2001
C.
Total
Campesinos
Empleadores Asalariados
propia
Hogares
1,977,665
441,062
499,281
72,143
513,070
Radio
75.7%
67.5%
82.8%
87.7%
80.5%
Televisor
54.4%
14.7%
75.8%
82.3%
72.0%
Teléfono
22.7%
2.5%
32.0%
56.7%
32.0%
Refrigerador
27.8%
6.1%
39.4%
61.1%
37.5%
Bicicleta
37.5%
37.7%
42.0%
51.0%
39.3%
Automotor
12.7%
4.9%
19.8%
39.7%
13.6%
Moto
3.6%
2.3%
4.7%
9.3%
4.2%
Sin
ocup.
452,109
68.5%
44.9%
16.2%
19.7%
28.2%
6.9%
2.1%
Todos estos indicadores han sido combinados en un índice ponderado de hábitat,
construido mediante análisis factorial (véase Maletta 2005a). El índice vale cero para la
media nacional, y se mide en sus propias desviaciones estándar por encima o por
debajo de la media. Más de la mitad de los hogares se encuentra debajo de la media,
pero incluso esa media nacional representa un estándar de vida relativamente pobre.
El índice, cuyo promedio nacional es cero, tiene en general valores inferiores en las
zonas rurales, y como consecuencia los hogares campesinos tienen en promedio un
índice más bajo (-0.44) Los hogares que dependen de actividades por cuenta propia
tienen un promedio más alto (+0.21) que los asalariados (0.17). Los hogares sin
ocupación determinada, o con todos sus miembros desocupados o inactivos, tienen
también un índice inferior a la media nacional (-0.11), en tanto que los empleadores
tienen un índice mucho más elevado (+0.70).
Por debajo del valor cero se sitúan 27% de los hogares de empleadores, 43% de los
hogares sostenidos por cuenta propia, 46% de los hogares de asalariados, 59% de los
hogares que sólo tienen desocupados e inactivos, y 72% de los hogares campesinos.
Empleadores
Cuenta propia
Asalariado
Sin ocupación
Campesino
Promedio
-0.8
-0.6
-0.4
-0.2
0
0.2
0.4
0.6
0.8
Figura 3 Indice de habitat por tipo ocupacional del hogar, 2001
Las distintas formas de organización familiar (monoparentales, biparentales, etc.)
aparecen distribuidas en forma más o menos pareja en todos los niveles del índice de
hábitat, de modo que sus promedios en dicho índice son similares, y muy cercanos a la
media global de cero. Los únicos que se apartan significativamente de la media son los
grupos familiares compuestos, cuya media es mayor (0.34), y en el otro sentido las
familias monoparentales cuyo promedio es -0.11. En general las familias nucleares
tienen marcas inferiores a la media, y las extensas o compuestas tienen valores
superiores, pero dentro de un margen estrecho respecto de la media nacional, que no
supera un tercio de la desviación estándar (Figura 4).
20
Compuesta
Extendida
No familiar
Unipersonal
Biparental
Monoparent.
Promedio
-0.4
-0.3
-0.2
-0.1
0
0.1
0.2
0.3
0.4
Indice de habitat
Figura 4 Indice de habitat por tipo de organización del hogar, 2001
Por debajo de la media nacional se sitúa un 57% de los hogares monoparentales, un
58% de los biparentales, y un 53% de los grupos no familiares. El porcentaje debajo de
la media es algo menor (un 49%) entre las familias extendidas y un 38% en los grupos
compuestos.
Un factor muy importante del hábitat es la urbanización. El hecho de vivir en zona
urbana implica una visible mejora en el índice de hábitat. Por ejemplo los pequeños
productores agropecuarios campesinos, que en promedio tienen un índice de -0.44,
cuando viven en zonas urbanas incrementan su índice a 0.20, mientras en la zona rural
desciende a -0.51. En el otro extremo, los empleadores tienen 0.81 en la ciudad y un
valor mucho más bajo, -0.01, cuando viven en el campo. En efecto, los empleadores
que residen en zonas rurales en su mayoría son también campesinos, aunque tengan
algún asalariado, y tienen un estándar de vida superior a la media del campesinado
pero inferior a la de los asalariados o cuenta propia urbanas, y por supuesto inferior a
los empleadores urbanos. Los hogares que subsisten por cuenta propia en la ciudad
tienen un índice levemente superior al de los asalariados urbanos, mientras los hogares
rurales por cuenta propia están algo peor que los de asalariados rurales.
Cuadro 21 Indice de habitat por tipo ocupacional y zona urbana o rural, 2001
Total
Campesinos
C. propia
Empleadores
Asalariados
Sin ocup.
TOTAL DEL PAIS
Hogares Habitat
1,977,665
0.00
441,062
-0.44
499,281
0.21
72,143
0.70
513,070
0.17
452,109
-0.11
ZONA URBANA
Hogares Habitat
1,210,962
0.27
42,770
0.20
424,457
0.29
62,239
0.81
428,507
0.25
252,989
0.16
ZONA RURAL
Hogares Habitat
766,703
-0.43
398,292
-0.51
74,824
-0.23
9,904
-0.01
84,563
-0.20
199,120
-0.46
También hay importantes diferencias regionales. En general los índices de hábitat
rurales son peores en los Valles, un poco mejores en el Altiplano, y bastante más altos
en los Llanos. En el caso de las zonas urbanas, en cambio, los peores índices
corresponden al Altiplano, intermedios a los Valles y mejores en los Llanos.
21
Cuadro 22 Indice de habitat por región, zona urbana o rural, y tipo ocupacional, 2001
Zona
TOTAL
Urbana
Rural
Bolivia
0.00
0.27
-0.43
Altiplano
-0.14
-0.04
-0.35
Campesinos
-0.37
-0.27
-0.38
C. propia
-0.10
-0.07
-0.27
Empleadores
0.43
0.48
-0.21
Asalariados
-0.07
-0.04
-0.31
Sin ocup.
-0.17
-0.08
-0.33
Valles
-0.14
0.33
-0.54
Campesinos
-0.55
0.25
-0.61
C. propia
0.21
0.37
-0.28
Empleadores
0.60
0.81
-0.12
Asalariados
0.13
0.29
-0.30
Sin ocup.
-0.23
0.24
-0.58
Llanos
0.49
0.65
-0.11
Campesinos
-0.08
0.52
-0.29
C. propia
0.67
0.70
0.20
Empleadores
1.07
1.15
0.36
Asalariados
0.50
0.57
0.06
Sin ocup.
0.39
0.55
-0.18
2.9.
Recursos humanos de los hogares
La capacidad de los hogares para realizar sus funciones productivas y reproductivas
depende de la cantidad y calidad de sus recursos humanos en relación al tamaño total
del hogar. Esos recursos humanos tienen diferente calidad de acuerdo sobre todo a la
educación alcanzada, y también otras características como el sexo o la edad. La mayor
calidad de los recursos humanos del hogar no sólo permite obtener mayores ingresos
en el mercado laboral, sino también cumplir de mejor manera las funciones hogareñas
como la crianza de los hijos y el cuidado de la salud. Hay amplia evidencia de que el
nivel educativo de las mujeres, por ejemplo, tiene una enorme influencia sobre la forma
en que se desempeña una familia en una multitud de aspectos, y particularmente en lo
que hace a la salud. Asimismo, la educación alcanzada por los adultos influye sobre la
educación de los hijos creando un ambiente hogareño más estimulante y una mayor
motivación para el estudio. Por lo demás, la calidad de los recursos humanos determina
en gran medida las posibilidades de acceder a mejores empleos y a mayores ingresos.
Una forma habitual de medir la cantidad y calidad de los recursos humanos del hogar es
el clima educativo del hogar, definido como el promedio de años de educación
alcanzado por los adultos. En efecto el nivel educativo es el factor determinante de la
capacidad de generar ingresos y de desempeñar funciones hogareñas. Pero dado que
en realidad son varios los factores que determinan la calidad de los recursos humanos,
aparte de la educación, en esta oportunidad se ha calculado un índice de calidad de
dichos recursos que utiliza no sólo el nivel educativo sino otros factores como el sexo, la
edad, la región, la zona urbana o rural, la pertenencia a etnias indígenas y otros, y que
toma en cuenta la remuneración que cada tipo de trabajador obtiene (en promedio) en
el mercado laboral. Este procedimiento se aplicó a la encuesta nacional de hogares
contemporánea con el censo (encuesta MECOVI 2001), a fin de obtener las
ponderaciones que corresponden a los distintos factores involucrados. El índice de
recursos humanos per capita del hogar equivale al "valor de mercado" de los recursos
humanos adultos, dividido por el total de miembros del hogar (se considera como
adultos a las personas mayores de 18 años, y a los menores de 15 a 17 años que están
22
"emancipados" por ser jefes de hogar o cónyuges de un jefe de hogar). Para controlar
diferencias de costo de vida en las diferentes zonas y regiones, los salarios fueron
normalizados mediante la línea de pobreza extrema que equivale al valor de la canasta
básica de alimentos en cada lugar (UDAPE 2001; Maletta 2005a), de modo que el
índice se expresa en canastas alimentarias por persona. El salario promedio en el
país equivale a alrededor de dos canastas alimentarias básicas, pero hay una amplia
variabilidad en torno a esa media. Gran parte de esa variabilidad se debe a los factores
predictivos más evidentes como la edad, la educación, y los otros ya mencionados, y el
resto se debe a factores no controlados (características de cada puesto de trabajo,
horas trabajadas por semana, experiencia y cualidades individuales del trabajador,
productividad de la empresa, etc.), de modo que las personas con el mismo índice
podrían todavía tener muy diferentes ingresos de acuerdo a sus características
individuales.
El índice de recursos humanos per capita de los hogares es un indicador general de la
calidad de los recursos humanos del hogar, es decir su capacidad de generación de
ingresos y de desempeñar las funciones hogareñas, en proporción al tamaño del hogar.
Una variante del índice, por otra parte, contabiliza los recursos humanos promedio de
los adultos. Esta versión puede ser usada como un proxy de los niveles esperados en
promedio de ingresos del trabajo. Como se puede ver en el gráfico hay alrededor de un
20% de los hogares con valores inferiores a una canasta alimentaria per capita, lo cual
significa que aun cuando todos los adultos trabajasen por un salario no podrían esperar
ingresos suficientes para cubrir la alimentación de todos los miembros del hogar. Dado
que sólo una parte de los adultos tiene empleo, y que hay otras necesidades además de
la alimentación, se considera que la remuneración esperada mínima debería ser del
orden de dos canastas alimentarias, y por debajo de ese valor se encuentra un 55% de
los hogares, representados en las cuatro primeras barras de la Figura 5.
25%
20%
15%
10%
5%
0%
<0.50
0.50 a
0.99
1.00 a
1.49
1.50 a
1.99
2.00 a
2.49
2.50 a
2.99
3.00 a
3.49
3.50 a
3.99
4,00 a
4.49
4.50 a
4.99
5.00 a
5.49
5.50 a 6 y más
5.99
Indice de recursos humanos
Figura 5 Indice de recursos humanos per capita
El promedio del índice global es 2.09, y no difiere mucho entre la zona rural y la urbana.
Los salarios son ciertamente más bajos en las áreas rurales en términos nominales,
pero también son más bajos allí los precios de los bienes de subsistencia, de modo que
una vez normalizados por el costo de la canasta alimentaria básica la diferencia se
reduce (véase la discusión metodológica en Maletta 2005a). En las familias nucleares,
23
extendidas o compuestas el valor promedio del índice oscila alrededor de 2.00. Los
hogares unipersonales tienen un valor decididamente más alto (3.35), pues lo usual es
que el único miembro de ese hogar sea un adulto o un menor emancipado, y su
potencial ingreso no debe ser distribuido entre una pluralidad de miembros, como ocurre
con otras formas de familia. Algo análogo ocurre en los grupos no familiares (2.92),
donde no hay muchos niños y casi todos son adultos o menores emancipados.
Respecto a las formas de inserción ocupacional, los hogares campesinos, cuenta propia
y sin ocupación están en el promedio o algo por debajo, mientras los asalariados están
en 2.30 y los empleadores en 2.71, sin muchas diferencias entre zonas urbanas y
rurales.
Cuadro 23 Indice de recursos humanos per capita, por tipo de inserción ocupacional, tipo
de familia y zona urbana o rural, 2001
TOTAL
TOTAL DE HOGARES
Total
Campesinos
C. propia
Empleadores
Asalariados
Sin ocup.
Hogar unipersonal
Total
Campesinos
C. propia
Empleadores
Asalariados
Sin ocup.
Familia nuclear monoparental
Total
Campesinos
C. propia
Empleadores
Asalariados
Sin ocup.
Familia nuclear biparental
Total
Campesinos
C. propia
Empleadores
Asalariados
Sin ocup.
Familia extendida
Total
Campesinos
C. propia
Empleadores
Asalariados
Sin ocup.
Grupo compuesto
Total
Campesinos
C. propia
Empleadores
Asalariados
Sin ocup.
24
Zona
Urbana
Rural
2.09
1.97
1.96
2.71
2.30
2.02
2.10
1.76
1.94
2.72
2.23
2.03
2.08
1.99
2.05
2.59
2.64
2.00
3.35
3.30
3.33
4.69
3.91
3.02
3.30
2.82
3.27
4.69
3.60
3.03
3.41
3.34
3.48
4.66
4.81
3.02
1.51
1.55
1.50
2.36
1.85
1.22
1.54
1.34
1.51
2.41
1.85
1.24
1.45
1.57
1.46
1.99
1.89
1.21
1.94
1.74
1.87
2.58
2.04
2.03
2.03
1.66
1.88
2.66
2.05
2.18
1.81
1.75
1.79
2.07
1.98
1.87
1.88
1.79
1.90
2.50
2.07
1.58
1.94
1.64
1.90
2.54
2.08
1.64
1.78
1.82
1.86
2.27
2.03
1.51
2.12
2.04
2.00
2.64
2.25
1.78
2.10
1.84
1.98
2.59
2.20
1.83
2.17
2.09
2.21
2.91
2.41
1.69
TOTAL
Grupo no familiar
Total
Campesinos
C. propia
Empleadores
Asalariados
Sin ocup.
Zona
Urbana
Rural
2.92
3.05
2.72
3.79
3.07
2.49
2.71
2.31
2.61
3.65
2.79
2.49
3.34
3.17
3.36
4.12
3.78
2.49
Los hogares sin ocupación, donde sólo hay desocupados o inactivos, tienen casi
siempre el valor más bajo, independientemente de la forma de organización familiar.
Esto indica que la falta de trabajo afecta más a los hogares con menores niveles de
calidad de sus recursos humanos. A esos hogares les siguen los hogares campesinos
que también tienen en general recursos humanos relativamente pobres. Valores
intermedios cercanos a la media se observan para asalariados y cuenta propia
(generalmente un poco más altos para los asalariados), y finalmente valores significativamente más altos para los empleadores. Por ejemplo en las familias nucleares
biparentales, que son la forma familiar más abundante, la media es 1.94, y el promedio
de los empleadores 2.58, mientras los demás grupos se ubican a poca distancia de la
media.
A medida que aumenta el valor del índice de recursos humanos aumenta también el
valor promedio del índice de habitat (Figura 6). En otras palabras, los hogares con
mejores recursos humanos también disponen de mejores condiciones materiales de
vida en materia de vivienda, saneamiento y equipamiento del hogar. También se da la
relación opuesta: al aumentar el nivel del índice de habitat hay promedios crecientes del
índice de recursos humanos (Figura 7). Ambos índices guardan directa correlación el
uno con el otro, a nivel de promedios. La correlación directa de ambas variables a
nivel de hogares es más débil (0.28) pues hay múltiples factores que determinan
ambas variables y que no siempre varían juntas: hay hogares con buenos recursos
humanos cuyas condiciones de vida son precarias, y viceversa. Entre los dos índices se
obtiene una medición más acabada de los medios de vida, el estándar de vida y la
capacidad de generar ingresos de los hogares, que a su vez condicionan fuertemente
sus posibilidades de subsistir, criar hijos y desarrollar plenamente sus potencialidades.
Indice de habitat
1.20
0.80
0.40
0.00
-0.40
-0.80
<0.50
0.50 a 0.99
1.00 a 1.49
1.50 a 1.99
2.00 a 2.99
3.00 a 3.99
4,00 a 4.99
5 y más
Indice de recursos humanos
Figura 6 Indice de habitat promedio según valor del índice de recursos humanos per
capita, 2001
25
Indice de rec hum
4.00
3.00
2.00
1.00
0.00
-2.5
-2
-1.5
-1
-0.5
0
0.5
1
1.5
2
2.5
3
Indice de habitat
Figura 7 Promedio del índice de recursos humanos per capita, según valor del índice de
habitat
El análisis de la calidad de los recursos humanos de los hogares calculado sobre la
totalidad de los adultos del hogar es un indicador genérico de la capacidad que tienen
esos adultos para atender las necesidades de su familia. Ello incluye no sólo la
generación de ingresos sino también las actividades hogareñas relacionadas con la
reproducción y crianza.
El número de hijos, y en particular los menores, afecta gravemente la capacidad de
subsistencia, sea cual fuere el nivel de calificación de los recursos humanos del hogar.
El siguiente gráfico muestra, por ejemplo, la distribución acumulativa del índice de
recursos humanos per capita en las familias nucleares biparentales, para distinto
número de hijos menores de 18 años presentes en el hogar. Las curvas acumulativas
indican qué porcentaje se encuentra por debajo de cada valor del índice. Las curvas
están más arriba (es decir, son peores) cuando mayor sea el número de hijos en el
hogar. En hogares con cinco o más hijos menores cerca del 100% se encuentra por
debajo de dos canastas alimentarias potenciales per capita.
26
100%
% acum.hogares
80%
60%
40%
20%
0%
0
1
2
3
4
5
6
7
Indice de recursos humanos per capita
Total
Sin hijos menores
Uno
Dos
3o4
5a7
8 o más
Figura 8 Recursos humanos per capita en familias nucleares biparentales según número
de hijos menores de 18 años, 2001
Un panorama similar aparece en los hogares monoparentales, con mayor dramatismo
porque en ese caso hay generalmente un solo adulto capaz de trabajar dentro y fuera
del hogar.
3. Vulnerabilidad y riesgos de la familia y los niños
La existencia de los niños está plagada de riesgos, y se asemeja a una carrera de
obstáculos. Para llegar a la adultez sin arrastrar déficits significativos los niños tienen
que sortear una cantidad de peligros, que van desde la muerte en edad temprana hasta
la imposibilidad de completar su formación o un ingreso prematuro en conductas y
actividades propias de la vida adulta (sea a través del trabajo o a través de una
maternidad precoz).
En esta sección se utilizan técnicas estadísticas para estimar la vulnerabilidad de los
hogares y los niños ante diversas contingencias que inciden en su calidad de vida. Este
análisis no se centra en analizar los casos que han sufrido dichas contingencias, sino en
identificar los factores de riesgo que tornan particularmente vulnerables a ciertos
hogares en comparación con otros.
En particular se analizan las condiciones que influyen en los siguientes riesgos:
a. Riesgo de que un niño nazca sin la debida atención profesional en el parto
b. Riesgo de que un niño nacido vivo fallezca en sus primeros años de vida
c. Riesgo de que un niño de menos de cinco años padezca retraso de crecimiento,
que es un indicio de desnutrición crónica
d. Riesgo de que un niño no ingrese a la educación o que lo haga con retraso
e. Riesgo de que un niño matriculado sufra retraso en su avance escolar respecto a
su edad
f. Riesgo de que un niño que asiste a la escuela la abandone antes de cumplir con
los niveles esperados de escolaridad.
El análisis de estos riesgos se realiza en parte con datos censales y en parte con datos
auxiliares obtenidos en las encuestas de hogares tipo MECOVI y en las encuestas de
demografía y salud. Se excluyeron algunos riesgos para los cuales existen insuficientes
datos, como por ejemplo el riesgo de tener bajo peso al nacer, que es un factor muy
27
importante para determinar la salud y las posibilidades de supervivencia del niño, pero
sobre el cual las encuestas disponibles no permiten hacer un análisis muy detallado ni
arribar a resultados confiables sobre los factores de riesgo.
El estudio de estos problemas permite, por una parte, determinar cuáles son los factores
de riesgo y cuál es su efecto absoluto y relativo sobre cada uno de los eventos adversos
enumerados precedentemente, y por otra parte permite identificar grupos y áreas
geográficas particularmente expuestos a esos riesgos, con el fin de focalizar las
políticas públicas adecuadas en cada caso.
3.1. Riesgo de nacer sin atención adecuada
Los datos del Censo de 2001 revelan que un porcentaje apreciable de los niños nacen
sin la debida atención profesional. El riesgo se acrecienta en zonas rurales y es también
función de las características socioeconómicas y educativas de las familias. En el Censo
de Población 2001 se investigó la forma y lugar en que ocurrió el último parto de las
mujeres mayores de 15 años, y la fecha de dicho evento. Si bien todas las madres
declaran sobre ese punto, se tomaron solamente las madres recientes, es decir
aquellas cuyo último parto ocurrió en los cinco años anteriores al censo (desde el 1
de septiembre de 1996 hasta comienzos de septiembre de 2001). El Censo registra
estos datos para unas 755,000 madres con información completa en esas preguntas.
Cuadro 24 Atención del último parto de madres recientes
Lugar del último parto*
En un estableci- En un
En otro
Total
Quién atendió el parto
miento de salud domicilio
lugar
Médico
413,505
7,821
4,740
426,066
Enfermera, auxiliar de enfermería
40,850
13,128
1,339
55,317
Partera
2,591
70,547
2,344
75,482
Usted misma
0
96,540
2,657
99,197
Otra persona
532
92,736
4,105
97,373
Total
457,478 280,772
15,185
753,435
(*) Sólo incluye casos en que el último parto haya ocurrido en los cinco años anteriores al
censo 2001, y que tengan información sobre la fecha del último parto, lugar del parto y
atención recibida. Se excluyen mujeres que no respondieron a alguna de las dos preguntas, o
a ambas (que representan un porcentaje pequeño del total).
Fuente: Censo 2001.
Es aceptable internacionalmente que la atención del parto esté a cargo de personal
idóneo aunque no se trate de un médico, pero el riesgo de salud y de mortalidad
perinatal se minimiza cuando interviene un profesional y el parto se realiza con las
debidas condiciones en un establecimiento de salud. En este análisis se usaron dos
criterios alternativos para definir un nacimiento en riesgo. El criterio más estricto exige
que el parto sea atendido por un médico en un establecimiento de salud, criterio que fue
cumplido por un 55% de los casos. El criterio más amplio acepta que el parto sea
atendido por un médico, por personal de enfermería o por una partera, y que ocurra en
cualquier lugar, no necesariamente en un establecimiento de salud. Este criterio fue
cumplido por un 74% del total de casos con información. El análisis basado en
cualquiera de ambos criterios dio resultados muy similares.
Para analizar los riesgos diferenciales derivados de distintas condiciones y factores se
aplicó el método de regresión logística, que predice la probabilidad de que ocurra un
evento a partir de diversos factores predictores.
28
Cuadro 25 Riesgos relativos de retraso de parto mal atendido, según factores de riesgo
(2001)
Criterio amplio1
Criterio estricto2
Factor de Incremento Factor de Incremento
riesgo
de riesgo
riesgo
de riesgo
Región3
Altiplano
4.9506
395.1%
3.8849
288.5%
Valles
1.8575
85.7%
1.3031
30.3%
Zona rural
0.9822
-1.8%
1.4735
47.4%
Inserción ocupacional4
Hogar campesino
1.0572
5.7%
1.1179
11.8%
Hogar cuenta propia
0.8701
-13.0%
0.9049
-9.5%
Hogar patronal
0.7949
-20.5%
0.8420
-15.8%
Hogar asalariado
0.8469
-15.3%
0.8333
-16.7%
Sin baño adecuado
1.4703
47.0%
1.4065
40.6%
Pisos de tierra
1.4226
42.3%
1.4252
42.5%
Techos inadecuados
1.3609
36.1%
1.4349
43.5%
Sin electricidad
1.3173
31.7%
1.3213
32.1%
Sin agua por cañería
1.2978
29.8%
1.2788
27.9%
Cocina con leña o bosta
1.2935
29.4%
1.3026
30.3%
Migrante reciente
1.1975
19.7%
1.1629
16.3%
Paredes inadecuadas
1.1725
17.3%
1.1165
11.7%
Lengua indígena
1.1573
15.7%
1.2047
20.5%
Número de hijos
1.0975
9.7%
1.1077
10.8%
Casada o conviviente
1.0965
9.6%
1.0659
6.6%
Migrante antigua
1.0710
7.1%
1.0032
0.3%
Ocupada
1.0537
5.4%
1.0471
4.7%
Personas por dormitorio5
1.0341
3.4%
1.0157
1.6%
Edad de la madre6
0.9875
-1.2%
0.9800
-2.0%
Educación de la madre6
0.9837
-1.6%
0.9896
-1.0%
Clima educativo del
hogar6
0.8827
-11.7%
0.8747
-12.5%
No jefa ni cónyuge
0.7295
-27.0%
0.7343
-26.6%
1. Criterio amplio: Parto atendido por médico, enfermera, auxiliar de enfermería o partera, en
cualquier lugar (establecimiento de salud, domicilio u otro lugar).
2. Criterio estricto: Parto atendido por médico en un establecimiento de salud.
3. En comparación con los Llanos
4. En comparación con los hogares de ocupación no definida o sin ocupación.
5. Incremento de riesgo por cada persona adicional por dormitorio.
6. Incremento o disminución de riesgo por cada año adicional de edad o de educación
El riesgo relativo equivale a la probabilidad de que el parto sea mal atendido, sobre la probabilidad
de que sea bien atendido. El riesgo de base es el que aparece cuando todos los factores de riesgo
valen cero. Para la región se considera los Llanos como igual a cero, y para la inserción
ocupacional se tomó como base igual a cero los hogares sin ocupación definida. El efecto de cada
factor de riesgo es calculado controlando todos los otros factores, y representa el efecto neto de
cada factor manteniendo constantes los demás factores. La columna "Factor de riesgo" es el
factor diferencial neto asociado a cada variable. "Incremento de riesgo" equivale a la columna
precedente, menos 1, en forma de porcentaje.
Zona rural : No significativo (p=0.098) en el criterio amplio
Migrante antigua: No significativo (p=0.65) en el criterio estricto.
Fuente:
Censo 2001
Para las mujeres que viven en la región del Altiplano el riesgo, tomando como referencia
el criterio más amplio, aumenta en un 395%. Vivir en la región de los Valles lo
29
incrementa en un 86% (en comparación con los Llanos, región que se toma como
referencia). Que la madre tenga como lengua materna una lengua indígena incrementa
el riesgo en 125%. Las familias campesinas tienen un riesgo mayor que las otras,
mientras que las familias que dependen del trabajo asalariado o por cuenta propia, y las
familias de empleadores, tienen menos riesgo. Las condiciones materiales de vida
también inciden en el riesgo.3 Tener inadecuadas paredes, pisos, o techos, no tener
baño adecuado, no tener electricidad, usar leña o bosta para cocinar: cada uno de estos
factores separadamente aumenta el riesgo entre 20 y 40%; cada persona adicional por
dormitorio lo incrementa en un 5%. El hecho que la madre sea migrante reciente
determina un aumento de 16 a 20% en el riesgo de parto mal atendido, independientemente de los otros factores. Para las migrantes antiguas el riesgo en sentido
amplio aumenta un 7%, sin efecto significativo sobre el riesgo definido en forma estricta.
Cada año de educación de la madre disminuye el riesgo en un 1%, y además cada año
de educación del promedio de los adultos del hogar disminuye el riesgo en un 12%,
mientras que cada hijo adicional que haya tenido la madre aumenta el riesgo en un
10%. La zona rural no tiene efecto significativo sobre el riesgo definido en forma amplia
pero tiene un mayor efecto para el criterio estricto, que exige parto atendido por un
médico en un establecimiento de salud: las mujeres rurales tienen un 47% más de
riesgo de no cumplir este criterio, independientemente de los otros factores como la
educación o las condiciones de vida. En igualdad de condiciones las mujeres casadas o
convivientes tienen un poco más de riesgo. Las mujeres que no son ni jefas de hogar ni
cónyuges del jefe tienen menor riesgo que las otras.
Las madres recientes que carecieron de adecuada atención en el parto representan
diferentes proporciones según el tipo de grupo familiar y su forma de inserción
ocupacional. Son más afectadas las que pertenecen a hogares campesinos, y las que
viven solas. Por ejemplo las mujeres campesinas que en el momento del censo vivían
solas tienen un 88% de probabilidad de haber tenido su último hijo sin atención
adecuada de un médico en un establecimiento de salud, y 65% de haberlo tenido sin
ninguna clase de atención.
Cuadro 26 Porcentaje de madres recientes sin adecuada atención en el parto, 2001
Criterio amplio: Parto no atendido por ningún personal idóneo
Inserción ocupacional del hogar
Forma de organización del
Sin
hogar actual de las madres
TOTAL
Campesino C.Propia Empleador Asalariado
ocup.
Total
26.1%
51.1%
15.8%
9.9%
13.2%
34.0%
Hogar unipersonal
34.9%
65.2%
33.3%
15.9%
10.5%
38.4%
Familia nuclear monoparental
30.6%
58.5%
24.0%
13.3%
13.9%
32.3%
Familia nuclear biparental
28.6%
54.9%
17.7%
11.0%
14.3%
37.8%
Familia extendida
22.8%
46.8%
12.4%
9.1%
11.6%
31.7%
Grupo compuesto
15.2%
30.6%
9.7%
7.8%
10.7%
25.3%
Grupo no familiar
17.6%
37.2%
16.7%
12.9%
12.5%
20.3%
Criterio estricto: Parto no atendido por un médico en un establecimiento de salud
Inserción ocupacional del hogar
Forma de organización del
Sin
hogar actual de las madres
TOTAL
Campesino C.Propia Empleador Asalariado
ocup.
Total
45.1%
77.5%
32.1%
22.5%
28.3%
55.3%
3
Se considera baño inadecuado cuando no existe ninguna clase de baño o letrina, o cuando el desagüe no se
efectúa por alcantarillado o cámara séptica. Se consideró adecuadas las paredes de ladrillo o bloques de cemento, tanto revocadas como sin revocar, y como inadecuadas las demás (barro, paja, piedra, etc.). Techos
adecuados son los de losa, calamina o tejas.
30
Hogar unipersonal
56.2%
88.8%
55.1%
25.0%
25.9%
62.3%
Familia nuclear monoparental
50.3%
83.9%
42.6%
27.1%
28.1%
53.2%
Familia nuclear biparental
48.1%
81.2%
34.9%
24.2%
29.9%
59.9%
Familia extendida
41.0%
73.4%
27.2%
21.0%
26.0%
52.5%
Grupo compuesto
32.5%
58.1%
23.8%
20.2%
26.2%
43.4%
Grupo no familiar
37.8%
65.0%
33.9%
39.2%
33.3%
36.5%
Se refiere al último parto de aquellas madres que tuvieron algún hijo en los 5 años anteriores al censo de
2001.
Estas proporciones observadas son reproducidas muy fielmente por la ecuación de
regresión logística, cuya capacidad predictiva fue del orden del 80%. Aplicando la
misma ecuación a censos anteriores se puede ver la evolución de la probabilidad
esperada de un parto mal atendido. En general, dado que los factores involucrados han
tendido a mejorar, el riesgo de un parto mal atendido ha tendido a disminuir. Esa
tendencia puede usarse para proyectar ese riesgo al 2015. El mismo procedimiento se
usa para otros riesgos.
3.2. Riesgo de desnutrición infantil
La desnutrición en la infancia y hasta los cinco años tiene consecuencias muy
importantes para el desarrollo del niño. Se mide a través del retraso en estatura durante
los primeros años de vida, pero se manifiesta en una mayor sensibilidad a infecciones,
una mayor probabilidad de muerte, mala salud en la vida adulta, y deficiente desarrollo
intelectual.4
Las variables presentes en la ecuación reflejan la región de residencia, la cantidad de
hijos (orden de nacimiento de los niños), el número de niños menores de 5 en el hogar,
la educación de la madre, las condiciones materiales de vida del hogar, y la
disponibilidad de servicios médicos medida a través del lugar donde se realizó el parto
(bajo el supuesto de que esto último es un buen indicador de la atención pre y post
parto recibida por la madre y por el niño). Se escogieron solamente variables que
estuviesen medidas en el Censo de Población, para poder aplicar la ecuación a los
datos censales.
Esta ecuación, sobre la muestra de niños menores de cinco años en la ENDSA 1998,
tuvo una capacidad predictiva promedio de 66% a nivel individual, pero reproduce muy
fielmente la proporción de desnutridos en la población (los errores de predicción se
compensan). La ENDSA contiene una gran cantidad de variables que podrían mejorar la
predicción, pero esas variables no figuran en el censo por lo cual fueron excluidas.
Otras variables fueron ensayadas pero acabaron excluidas por no tener significatividad
la estimación dado el tamaño de muestra de la ENDSA.
Cuadro 27 Riesgos relativos de retraso de talla según factores de riesgo
Factor
de
Incremento
Factor de riesgo
riesgo
de riesgo
Altiplano*
1.6023
60.23%
Valles*
1.2829
28.29%
Baño inadecuado
1.3488
34.88%
Parto en domicilio u otro (no en
estab.salud)
1.3282
32.82%
4
El indicador de retraso de talla consiste en el porcentaje de niños de menos de cinco años que se
encuentran a más de dos desviaciones estándar por debajo de la estatura mediana de referencia internacional para cada sexo y edad.
31
Pisos inadecuados
Niños menores de 5 años en el hogar**
Paredes inadecuadas
Total de hijos tenidos por la madre**
Años de educación de la madre***
Refrigeradora
Teléfono
(*) Respecto a Llanos.
adicional
(***) Riesgo por año adicional.
1.2605
1.2320
1.1762
1.0405
0.9465
0.6945
0.5805
(**) Riesgo
26.05%
23.20%
17.62%
4.05%
-5.35%
-30.55%
-41.95%
por niño
Fuente: ENDSA 1998.
Los riesgos relativos de un retraso de talla, según la ecuación, se incrementan en un
60% si el niño está en el Altiplano, y en un 28% si está en los Valles, respecto a la
situación de base (Llanos). La variable urbano-rural, incluida originalmente en el
análisis, no aparece en la ecuación final por no tener impacto significativo una vez que
las demás variables son tenidas en cuenta. Se supone que el efecto de vivir en zona
rural está adecuadamente reflejado por las condiciones de la vivienda y la atención en
establecimientos de salud.
Cada hijo adicional tenido por una mujer incrementa en un 4% el riesgo de que el último
de ellos padezca retraso de talla. Cada niño adicional menor de 5 años incrementa el
riesgo en un 23%. No no se debe solamente al mero número de hijos tenidos, o de
niños menores de 5 existentes en el hogar, sino a otros factores concurrentes. Por
ejemplo, un mayor número de hijos o de niños significa que los recursos económicos del
hogar deben repartirse entre un mayor número de consumidores; un mayor número de
niños menores de 5 años está asociado a un breve intervalo entre partos, lo cual
deteriora la salud de la madre y puede reducir el peso al nacer.
Este efecto de la mayor fecundidad es independiente de otros factores, asociados con
ella pero incluidos separadamente en la ecuación, como la educación de la madre, la
residencia rural o las condiciones materiales de vida.
La disponibilidad de servicios de salud es un poderoso factor para evitar el retraso de
talla: el hecho de que el parto no haya ocurrido en un establecimiento de salud
(indicativo de una deficiente atención de salud en general) incrementa el riesgo de
desnutrición en un 32%. Cada año adicional de educación de la madre reduce el riesgo
del retraso de talla en un 5.35%. Las mejores condiciones de vida del hogar (que
también indican mejores ingresos) también reducen el riesgo de desnutrición. Así, los
hogares con refrigeradora tienen un 30% menos de riesgo, los hogares con teléfono lo
reducen en un 42% adicional. El riesgo aumenta significativamente en los hogares con
paredes inadecuadas (+17%), con pisos de tierra (+26%) o sin baño adecuado (+35%).
3.3.
Riesgo de mortalidad en la niñez
En forma similar al riesgo de desnutrición, el riesgo de mortalidad en la niñez (menos de
5 años) debe estimarse sobre la base de las Encuestas Demográficas y de Salud. Para
los niños menores de 5 años en el censo de 2001, el período de exposición a ese riesgo
fue de 1996 a 2001, y por lo tanto puede estar bien reflejado por la ENDSA de 1998. Se
utilizó regresión de Cox para estimar el riesgo de que un niño muera desde el
nacimiento hasta los cinco años.
Se aplicó regresión de Cox para estimar la probabilidad de que un niño muera antes de
cumplir cinco años (cubriendo así mortalidad infantil y en la niñez). Se tomaron los
nacimientos de los últimos diez años (los nacimientos de los últimos cinco años
32
resultaban en un número limitado de fallecimientos que restaba significatividad a los
resultados).
Los resultados del ejercicio de regresión de Cox indican que, como es esperable, el
factor abrumadoramente más importante es la atención de salud. El hecho de no haber
contado con la atención de un médico en el parto (que va asociado a mejor atención
durante el embarazo y la infancia) aumenta el riesgo de mortalidad 32 veces (es decir
un 3186%). Los otros factores agravantes más importantes son la residencia en el
Altiplano (sobre todo en zonas rurales), la ausencia del padre del niño (madres solteras,
viudas, separadas o divorciadas), el orden de nacimiento del niño (total de hijos ya
tenidos por la madre), las condiciones habitacionales del hogar (indicadas por la calidad
de las paredes y pisos de la vivienda, la existencia de un baño, y la posesión de
artefactos y servicios básicos como refrigerador o teléfono. El riesgo disminuye, en
cambio, con la edad y la educación de la madre, o en hogares de mayor tamaño, o en
caso que el hogar tenga jefatura femenina.
Cuadro 28 Factores de riesgo para la mortalidad en la niñez (hasta los cinco años)
Factor
Incremento
de
de riesgo
riesgo
Parto sin atención médica
32.861
3186.1%
Altiplano rural
1.803
80.3%
Madre sep-viuda
1.672
67.2%
Madre soltera
1.646
64.6%
Altiplano urbano
1.632
63.2%
Valle rural
1.455
45.5%
Valle urbano
1.339
33.9%
Total de hijos
1.335
33.5%
Piso de tierra
1.192
19.2%
Paredes inadecuadas
1.168
16.8%
Sin baño
1.135
13.5%
Llano rural
1.108
10.8%
Año de nacimiento
0.976
-2.4%
Educ madre
0.957
-4.3%
Edad madre
0.934
-6.6%
Refrigerador
0.902
-9.8%
Telefono
0.879
-12.1%
Total de miembros del
0.778
-22.2%
hogar
Hogar con jefatura
0.608
-39.2%
femenina
Fuente: ENDSA 1998. Estimado por regresión de
Cox
Para la estimación se incluyeron inicialmente otras variables que no resultaron
significativas. Por ejemplo, no resultó incluida la subdivisión en zonas urbanas y rurales,
cuyo efecto ha sido captado por otras variables como la calidad de la vivienda. Hay
efectos agravantes de todas las regiones y zonas en comparación con la zona urbana
de los Llanos que se toma como referencia. Otras características habitacionales como la
existencia desagüe adecuado, la provisión de agua o el número de personas por
habitación también resultaron no significativas (su efecto probablemente es captado por
la calidad de las paredes y pisos y por otras variables asociadas a condiciones de tipo
urbano). Tampoco resultó significativa la actividad económica de la madre (su efecto es
posiblemente captado por la jefatura femenina del hogar y la educación de la madre, y
33
además refleja la actividad de la madre en el momento de la encuesta y no en el
período de embarazo y lactancia que ocurrió varios años antes).
La jefatura femenina del hogar es un factor favorable (reduce el riesgo de mortalidad) si
se mantienen constantes otros factores como el tamaño del hogar y el estado conyugal
o la educación de la madre. Esto merece una pequeña explicación. La mujer que es jefa
del hogar no es necesariamente la misma mujer considerada como madre. Aquí sólo se
considera como madres a aquellas cuyo último hijo nació en los diez años anteriores a
la encuesta. El estado conyugal de la madre agrava el riesgo de mortalidad, pero la
jefatura femenina lo disminuye. Esta diferencia se debe, probablemente, a que algunas
jefas de hogar son en realidad abuelas del niño, y las madres que no son jefas del
hogar sino hijas o nueras de la jefa, y posiblemente ello implica un mayor cuidado
recibido por el niño cuando vive con su abuela. El efecto favorable de la jefatura
femenina (-39%) manteniendo constante el estado conyugal, es inferior al efecto de que
la madre no sea casada o conviviente manteniendo constante la jefatura (+67% para las
separadas y viudas, y +63% para las solteras), por lo cual en balance los hogares
donde la madre del niño es jefa del hogar ejercen un efecto neto negativo que agrava la
mortalidad en la niñez.
En la ecuación ha ingresado con valores significativos la variable "Año de nacimiento
del niño". Dado que se tomaron los diez años anteriores a la ENDSA 1998, esos años
fueron de 1988 a 1998. Cada año adicional implica una reducción del 2.4% en el riesgo
de morir antes de los cinco años de edad, lo cual confirma claramente la tendencia
declinante de la mortalidad infantil aun manteniendo constantes los otros factores
incluidos en la ecuación.
Se analizó también la distribución de las probabilidades de supervivencia (o muerte) por
edad de los niños, y mediante los resultados alcanzados se puede estimar la
supervivencia de los niños en diferentes zonas y regiones. Como es de esperar, los
niños sobreviven en zonas urbanas mejor que en las rurales. La supervivencia es mejor
en los Llanos, intermedia en los Valles y peor en el Altiplano.
1.00
.98
Supervivencia
.96
.94
Zona
Urbano
.92
Rural
0
10
20
30
40
50
60
Edad en meses
Figura 9 Supervivencia hasta 5 años de niños urbanos y rurales
A los cinco años sobreviven cerca de 94% de los niños urbanos pero apenas un poco
más de 92% de los niños rurales. Al cabo de cinco años sobreviven más de 94% de los
niños de los Llanos, 93% en los Valles, y algo menos de 92% en el Altiplano. Estas
34
diferencias reflejan el efecto conjunto de todos los factores de riesgo para la población
de cada región o zona. El tamaño de la muestra no permite una desagregación mayor
en la ENDSA, pero la aplicación de la misma ecuación a los datos del Censo permite
estimar riesgos diferenciales a nivel mucho más detallado.
1.00
.98
Supervivencia acumulada
.96
.94
Región
Llanos
.92
Valles
.90
Altiplano
0
10
20
30
40
50
60
Edad en meses
Figura 10 Supervivencia de niños hasta 5 años por regiones
3.4.
Riesgo de no ingresar a la escuela
El ingreso escolar normal está previsto legalmente para niños de seis años, aunque en
algunos casos el ingreso se produce a los cinco. Un ingreso posterior a esas edades se
considera tardío, pero de hecho hay niños que ingresan a la escuela en diferentes
edades, y hay también niños que no ingresan nunca, o al menos no ingresan a la
educación regular hasta que cumplen la mayoría de edad (algunos de ellos asisten más
tarde a la educación de adultos). El riesgo de no ingresar a la escuela puede ser
estudiado bajo dos modalidades principales: (1) el riesgo de no ingresar en la edad
apropiada puede ser estudiado por regresión logística al igual que otros riesgos
similares, pero este enfoque deja de lado la posibilidad de un ingreso tardío; (2) el
riesgo de no ingresar antes de cierta edad puede ser analizado mediante métodos de
análisis de supervivencia como la regresión de Cox. Este enfoque analiza los factores
que determinan el tiempo que transcurre hasta la ocurrencia de un evento, y la
probabilidad de que dicho evento ocurra (o no ocurra) en determinados plazos. El
evento de interés aquí es el ingreso a la escuela, que puede suceder en cualquier edad
a partir de los 5 años, y la variable que interesa es la probabilidad de supervivencia, es
decir en este caso la probabilidad de que un niño permanezca en condición "no
escolarizada" hasta una determinada edad, y los factores que determinan dichas
probabilidades.
Dado que el ingreso puede ocurrir a diferentes edades, el método más adecuado es la
regresión de Cox.
La gran mayoría de los niños de Bolivia (casi el 90%) ingresan a la escuela, tarde o
temprano. Sólo una pequeña proporción del orden del 10% llega a la edad adulta sin
35
haber ingresado a la educación formal. Sobre un total de 2.88 millones de personas de
4 a 19 años, al menos 2.57 millones ingresaron alguna vez a la escuela, y sólo 310,000
(un 10.8%) no tienen registrada su matriculación.
Cuadro 29 Factores que influyen en el ingreso a la educación
Factores
Sexo femenino
Region y zona (base Altiplano urbano)
Altiplano rural
Valles urbano
Valles rural
Llanos urbano
Llanos rural
Insercion ocupacional (a)
Cuenta propia (b)
Empleadores (c)
Asalariados (d)
Desocupados, inactivos y/o sin
datos
Jefe de hogar es migrante reciente
Hogar con miembros de lengua
indígena (e)
Clima educativo del hogar (f)
Años de estudio del jefe del hogar
Personas por habitación
Paredes adecuadas
Techos adecuados
Pisos de tierra
Cocinan con leña o bosta
No tienen baño
Tienen electricidad
Tienen radio
Tienen televisor
Tienen refrigeradora
Tienen teléfono
Factor de
riesgo de
ingresar
1.009
Incremento
de chances
de ingresar
0.9%
1.149
0.981
1.032
0.943
0.987
14.9%
-1.9%
3.2%
-5.7%
-1.3%
0.973
0.958
0.951
-2.7%
-4.2%
-4.9%
0.965
-3.5%
0.975
-2.5%
1.012
1.2%
1.020
1.004
0.980
0.989
1.081
0.985
0.971
0.961
1.057
1.038
1.019
1.036
1.010
2.0%
4.0%
-2.0%
-1.1%
8.1%
-1.5%
-2.9%
-3.9%
5.7%
3.8%
1.9%
3.6%
1.0%
(a) Base de referencia: Hogares campesinos
(b) Hogares sin productores agropecuarios, al menos un cuenta propia, sin empleadores
(puede haber asalariados o desocupados)
(c) Hogares con algún empleador (puede haber también otras ocupaciones).
(d) Hogares con asalariados, sin productores agropecuarios ni cuenta propia ni empleadores.
Puede haber desocupados
(e) Hogares en que al menos un miembro de la familia tuvo como primera lengua un idioma
indígena
(f) Años promedio de estudio de los miembros adultos del hogar (incluye menores
emancipados)
Fuente: Censo 2001
El "riesgo" representado en estos valores es el "riesgo" o chances relativas de ingresar
a la escuela, es decir que tiene un sentido positivo. Se supone que las diferencias
determinadas por diferentes variables se comparan con una situación de base. Esa
situación de base es una situación en la cual la región y zona es el Altiplano Urbano, el
36
hogar es campesino, y todas las demás variables valen cero. El análisis predice con
mucha precisión la proporción de niños no ingresados a diferentes edades. El ingreso
efectivo es un poco mayor que el pronosticado, debido a factores no incluidos en la
ecuación predictiva (Figura 11).
1.00
0.80
0.60
0.40
0.20
0.00
0
5
10
15
20
Edad
Observada
Predicha
Figura 11 Probabilidad de no haber ingresado aún a la escuela, por edad
La curva de valores observados corresponde a niños y adolescentes que en 2001
tenían entre 5 y 19 años, y por lo tanto corresponde a experiencias escolares realizadas
a lo largo de un período de unos quince años. La curva de valores predichos, en
cambio, toma en cuenta la experiencia de todos los niños y se refiere a la edad
esperada de ingreso, que tiende a mejorar con el tiempo. Por ello la curva de
proporciones predichas, que toma en cuenta esa mejora a través del tiempo, indica una
menor proporción de niños que nunca han ingresado a la escuela, sobre todo entre las
edades de 6 y 10 años. Considerando ese factor se aprecia la estrecha relación entre
los valores observados y la predicción obtenida por regresión.
Según ambas series de valores, alrededor de un 20% de los niños ingresa a los cinco
años; a los seis o siete años queda un 40% sin ingresar, a los 8 años un 20-30%, y
luego de los 10 años se estabiliza la proporción no ingresada alrededor de un 10-12%.
En otras palabras, los ingresos tardíos posteriores a los 10 años son muy pocos, y la
mayor parte de los niños ingresa entre los 5 y 8 años. Una política de universalización
del ingreso escolar debería concentrarse en el 11% que a los 10 años no ha ingresado
todavía. Una política de mejoramiento del ingreso para asegurar mayor probabilidad de
permanencia escolar debería atacar los factores que retardan el ingreso escolar más
allá de la edad reglamentaria. Los factores de riesgo más importantes son la zona de
residencia (en particular los Llanos, donde el ingreso es más tardío), y los migrantes
recientes, así como los hogares con bajo estándar de vida y menor educación del jefe
del hogar.
Si bien el efecto neto de vivir en zonas rurales es positivo, los niños de zonas rurales se
ven afectados por muchos otros factores de riesgo, de modo que en promedio los niños
rurales tienen una mayor probabilidad de no ingresar a la escuela. Esto se puede
comprobar con las proporciones observadas de niños que no han ingresado hasta
diferentes edades, que se exhiben en la figura siguiente.
37
1.00
0.80
0.60
0.40
0.20
0.00
0
5
10
15
20
Edad
Urbana
Rural
Figura 12 Proporción acumulada de niños que nunca ingresaron a la escuela, por edad
La diferencia a favor de las zonas urbanas es perceptible desde los seis años, y se
mantiene hasta alcanzar la adultez: en general la probabilidad de no ingresar a la
escuela para un niño rural es alrededor de cinco puntos más alta. A los 18-19 años
quedan sin ingresar 9% de los urbanos y 14% de los rurales, de modo que para los
niños rurales el riesgo relativo de llegar a la adultez sin haber ingresado es alrededor de
un 50% más alto que el riesgo de los niños urbanos.
En general los otros indicadores sociales de los Llanos son mejores que los del
Altiplano y Valles, pero en cuanto al ingreso escolar se observa una clara ventaja de las
regiones andinas sobre el Oriente. Las dos poblaciones con menores chances de
ingreso a la escuela son las zonas rurales de Valles y Llanos.
En general, el comportamiento del Altiplano Rural es muy semejante al de las zonas
urbanas de las tres regiones, mientras que las zonas rurales de Valles y Llanos tienen
un desempeño menos favorable. Al llegar a la adultez queda alrededor de un 8-10% de
niños sin ingresar a la escuela en todas las zonas urbanas. En el Altiplano Rural es
apenas un poco más (11%), mientras que en Valles Rural y Llanos Rural la proporción
final llega a 15-16%.
Aun con los grandes progresos realizados en Bolivia para lograr la universalización de
la educación, estos porcentajes residuales de niños que llegan a la mayoría de edad sin
haber ingresado a la escuela señalan la dimensión del camino por recorrer, ya que
probablemente se trata de los casos más difíciles: falta de oferta escolar en poblaciones
muy dispersas, o falta de demanda suficiente en grupos urbanos marginalizados, familias poco integradas y otros grupos similares con graves carencias sociales.
38
120%
100%
80%
60%
40%
20%
0%
0
2
4
6
8
10
12
14
16
18
20
Edad
Altiplano Urbano
Altiplano Rural
Valles Urbano
Valles Rural
Llanos Urbano
Llanos Rural
Figura 13 Porcentaje de niños que aún no ingresaron a la escuela, por edad (2001)
3.5.
Riesgo de abandonar la escuela
La proporción de niños que han abandonado la escuela guarda una relación creciente
con la edad, y a los 19 años alcanza un 34% de los varones y un 38% de las mujeres
que alguna vez ingresaron, una proporción apenas inferior a la de aquellos que
completan la secundaria (38% de los varones y 40% de las mujeres). El proceso de
abandono es gradual y bastante regular.
Suponiendo que un niño se encuentra ya asistiendo a la escuela, se analizaron los
distintos factores que influyen sobre el riesgo de que abandone los estudios antes de
completar la educación regular primaria y secundaria, es decir entre el primer año de la
escuela primaria hasta el último de la secundaria (un total de doce cursos anuales de
educación básica). El método adecuado para este análisis es nuevamente la regresión
de Cox. Se utilizaron las mismas variables que se aplicaron al riesgo de no ingresar a la
escuela.
39
Cuadro 30 Factores que influyen en el abandono de la educación primaria o secundaria
Factor
Incremento
de
de riesgo
riesgo
Sexo femenino
1.3460
34.6%
Region y zona (base Altiplano
urbano)
Altiplano rural
1.2100
21.0%
Valles urbano
1.4440
44.4%
Valles rural
2.2320
123.2%
Llanos urbano
1.6110
61.1%
Llanos rural
2.3870
138.7%
Insercion ocupacional (a)
Cuenta propia (b)
Empleadores (c)
Asalariados (d)
Desocupados, inactivos y/o sin
datos
Jefe migrante reciente
Paredes inadecuadas
No tienen baño adecuado
Personas por habitación
Pisos de tierra
Años de educación del jefe del
hogar
Usan leña o bosta para cocina
Personas indígenas en el hogar (e)
Clima educativo del hogar (f)
Tienen radio
Tienen refrigeradora
Techos adecuados
Tienen electricidad
Tienen teléfono
Tienen televisor
0.9270
1.2410
1.1510
-7.3%
24.1%
15.1%
0.6560
1.5120
1.1730
1.1680
1.0170
1.0170
-34.4%
51.2%
17.3%
16.8%
1.7%
1.7%
0.9920
0.9440
0.9020
0.8830
0.8760
0.8280
0.7920
0.7420
0.7240
0.7010
-0.8%
-5.6%
-9.8%
-11.7%
-12.4%
-17.2%
-20.8%
-25.8%
-27.6%
-29.9%
(a) Base de referencia: Hogares campesinos
(b) Hogares sin productores agropecuarios, al menos un cuenta propia, sin empleadores
(puede haber asalariados o desocupados)
(c) Hogares con algún empleador (puede haber también otras ocupaciones).
(d) Hogares con asalariados, sin productores agropecuarios ni cuenta propia ni empleadores.
Puede haber desocupados
(e) Hogares en que al menos un miembro de la familia tuvo como primera lengua un idioma
indígena
(f) Años promedio de estudio de los miembros adultos del hogar (incluye menores
emancipados)
Fuente: Censo 2001.
De acuerdo a este análisis, el riesgo de abandonar la escuela una vez empezados los
estudios se incrementa muy fuertemente en las zonas rurales de Valles y Llanos,
mientras que en el Altiplano Rural el incremento es mucho más modesto (respecto al
Altiplano Urbano que se toma como base de referencia). De hecho, en las ciudades de
Valles y Llanos se incrementa el riesgo en mayor proporción que en el Altiplano Rural.
Estos incrementos son netos, es decir, una vez descontado el efecto de las otras
40
variables incluidas en el análisis. Es decir que para alumnos del mismo sexo, con
iguales condiciones materiales de vida, con igual clima educativo del hogar, etc., el
riesgo de abandono es el mínimo en el Altiplano Urbano, un poco más alto en el
Altiplano Rural, moderadamente más alto en las zonas urbanas de Valles y Llanos, y
mucho más alto en las zonas rurales de Valles y Llanos). La diferencia no puede
deberse a la mejor o más amplia oferta escolar, pues evidentemente en las ciudades de
Valles y Llanos hay mayor oferta escolar que en las zonas rurales del Altiplano.Este
dato, junto con otros ya revisados, sugiere que la población del Altiplano Rural otorga a
la educación una importancia superior a la que se le asigna en otras regiones del país.
La migración incrementa el riesgo de abandono. Cuando el jefe del hogar es migrante
reciente, el riesgo de abandono escolar de los niños o adolescentes se incrementa en
un 51%. También el sexo de los menores juega un papel considerable: pertenecer al
sexo femenino (siempre en términos netos) incrementa el riesgo de deserción en un
34%. Si bien no hay una significativa discriminación por sexo para el ingreso a la
educación, sí existe una clara diferenciación en el abandono de los estudios.
Otra constatación notable es que (en igualdad de otros factores) los hogares
campesinos tienen un riesgo inferior al de aquellos hogares donde hay empleadores o
donde sólo hay asalariados. Esto no significa que en promedio los campesinos
abandonen menos los estudios, pues operan también otras circunstancias, pero si viven
en la misma región y zona, gozan de iguales condiciones de vida y demás aspectos
controlados en la ecuación, los hogares campesinos tienen mayor tendencia a que sus
niños completen la escuela secundaria. Esto remarca la especial importancia que la
población campesina le otorga a la educación como una forma privilegiada para mejorar
las condiciones de existencia y las perspectivas futuras de sus hijos, tal como se percibe
al comparar zonas rurales con urbanas especialmente en el Altiplano. Asimismo se
comprueba que en términos netos la pertenencia a etnias indígenas reduce el riesgo en
un 9.8% (considerando como indígenas a las personas cuya primera lengua fue una
lengua indígena). Esto implica que en igualdad de otros factores, la población de origen
indígena muestra un interés adicional en mantener sus niños en la escuela, en
comparación con la población no indígena.
La educación promedio de los miembros adultos (clima educativo del hogar) reduce el
riesgo en un 11% por cada año adicional de estudios que los adultos tengan, con una
reducción adicional del 0.8% por cada año de estudios del jefe del hogar. Esto implica
que entre un hogar con clima educativo cero (todos los adultos son analfabetos) y un
hogar con clima educativo de 8 años en promedio el riesgo de abandonar la escuela se
reduciría en casi un 90%. Si además el jefe del hogar tiene primaria completa el riesgo
se reduciría en un 6.4% adicional, de modo que resultaría casi igual a cero.
Las mejores condiciones de vida, en general, reducen el riesgo de abandono. La única
excepción, como en otras regresiones, es la calidad de las paredes. Tener paredes de
materiales adecuados (ladrillo o bloques de cemento), manteniendo constantes los otros
factores, tiende a aumentar el riesgo, probablemente por su asociación con otras
condiciones no incluidas (como la oferta escolar de la zona) o por interacciones entre
las variables, como por ejemplo la frecuencia de diferentes materiales de las paredes en
diferentes zonas del país. Por otra parte la mayoría de las condiciones habitacionales
tienen un efecto muy pequeño, que suele ser inferior al 20% de reducción o incremento
del riesgo. En particular, el tener piso de tierra casi no tiene efecto sobre el riesgo de
abandono escolar, de nuevo sugiriendo que los hogares campesinos pobres le otorgan
gran importancia a la educación y procuran que sus hijos completen la escuela. El
efecto de tener piso de tierra (+1.7%) equivale al efecto de tener una persona más por
habitación, variable que por lo general varía entre 1 y 5, de modo que en casos de alto
hacinamiento, con cinco o aún excepcionalmente seis personas por habitación, el riesgo
41
de abandono escolar se incrementaría sólo en un 5-8% respecto a hogares con una o
dos personas por habitación. Estos datos refuerzan la conclusión de que los grupos de
población más pobres, como los campesinos, hacen un esfuerzo considerable para
mantener sus hijos en la escuela.
3.6.
Riesgo de trabajo precoz
Tanto los que continúan estudiando como aquellos que abandonan los estudios tienen
una alta proclividad a ingresar en el mundo del trabajo durante la adolescencia e incluso
en la niñez. La proporción de menores que trabaja aumenta gradualmente desde los 7
años (edad mínima para medir la ocupación en el Censo) hasta los 19. Antes de llegar a
la mayoría de edad (17 años) trabaja un 35% de los varones y un 25% de las mujeres.
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%
7
8
9
10
11
12
13
Varones
14
15
16
17
18
19
Mujeres
Figura 14 Porcentaje de menores que trabaja por sexo y edad
Esta temprana participación en el mundo del trabajo (que probablemente empiece antes
de los siete años) guarda estrecha relación con la continuación o abandono de los
estudios primarios y secundarios, como lo muestra el Cuadro 31.
42
Cuadro 31 Estudio y trabajo entre 5 y 19 años
100%
90%
80%
70%
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
Edad
Nunca asistió
Abandonó los
Nunca asistió
Abandonó los
y no trabaja
estudios y no trabaja
y trabaja
estudios y trabaja
Asiste a la escuela y no trabaja
Completó secundaria y no trabaja
Asiste a la escuela y trabaja
Completó secundaria y trabaja
Figura 15 Estudio y trabajo de los varones entre 5 y 19 años
100%
90%
80%
70%
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
Edad
Nunca asistió y no trabaja
Completó secundaria y no trabaja
Abandonó los estudios y trabaja
Asiste a la escuela y no trabaja
Nunca asistió y trabaja
Completó secundaria y trabaja
Abandonó los estudios y no trabaja
Asiste a la escuela y trabaja
Figura 16 Estudio y trabajo de las mujeres de 5 a 19 años
La proporción de niños que trabaja (con diferentes situaciones de estudio) se
incrementa primero suavemente desde los 7 a los 14-15 años, y luego más
aceleradamente a partir de los 15-16. El porcentaje que todavía asiste o ya completó la
escuela y todavía no trabaja a los 17 años alcanza al 56.8% de los varones y el 56.5%
de las mujeres. Entre los que abandonaron los estudios, en varones dos tercios
trabajan, mientras entre las mujeres trabaja un 40% (entre las que no tienen empleo hay
un cierto número que ya son amas de casa). Un tercio de los varones de 17 sin estudiar
43
ni trabajar, con estudios secundarios incompletos, es un problema social de bastante
envergadura por sus inmediatas ramificaciones hacia distintas conductas antisociales.
Dentro de los niños que trabajan (las franjas superiores de los gráficos) son muy pocos
los que han completado la secundaria: la mayor parte de los niños trabajadores han
abandonado sus estudios. Y también es destacable un grupo importante que ha
terminado la secundaria pero aún no trabaja.
Se realizó un análisis estadístico del Censo de 2001 para determinar los factores que
incrementan o disminuyen el riesgo de que un niño ingrese al mundo del trabajo en
forma prematura. El concepto normativo que está detrás del análisis es que los niños de
hasta 17 años deberían dedicarse esencialmente a estudiar, y por lo tanto el ingreso a
la actividad económica debería ocurrir a partir de los 18 años. Este concepto no
desconoce que en ciertas circunstancias (incluso en países desarrollados y en buenas
condiciones socioeconómicas) los niños pueden enrolarse en actividades laborales,
sobre todo de manera temporal, por ejemplo durante sus vacaciones escolares, o a
tiempo parcial durante el período de clases. Sin embargo, ese concepto normativo no
determina totalmente el curso del análisis pues se utiliza una metodología que estudia el
proceso de incorporación al trabajo a medida que el niño avanza en edad. Tomando
sólo la edad en cuenta, como ya se ha visto, el porcentaje de niños que trabaja es muy
bajo hasta los 10 años, se incrementa luego gradualmente hasta los 15 años, y se
acelera fuertemente a los 16-18 años. Ese proceso representa el resultado neto de
todos los grupos sociales y regiones, y de todas las circunstancias socioeconómicas de
los niños y sus hogares. El análisis realizado permitió identificar los principales factores
de riesgo, es decir las condiciones asociadas a una mayor probabilidad de que los niños
trabajen.
44
Cuadro 32 Riesgo de trabajar antes de los 18 años (2001)
Factor
Incremento de
de riesgo
riesgo
Región y zona
Llanos Urbano
1.2569
25.7%
Valle Urbano
1.1372
13.7%
Llanos Rural
1.1185
11.9%
Altiplano Rural
1.1133
11.3%
Valle Rural
1.0977
9.8%
Inserción ocupacional del
hogar
Hogar por cuenta propia
1.1188
11.9%
Hogar campesino
1.0665
6.6%
Hogar de empleador
0.7064
-29.4%
Hogar de asalariados
0.2177
-78.2%
Jefe migrante reciente
1.1179
11.8%
Primera lengua indígena
1.0762
7.6%
Paredes de ladrillo o cemento
1.0428
4.3%
Techos de losa, calamina o
1.0364
3.6%
tejas
Educación del jefe del hogar
1.0181
1.8%
Pisos de tierra
0.9933
-0.7%
Desagüe por alcantarillado
0.9872
-1.3%
Agua por cañería
0.9847
-1.5%
Hogar con electricidad
0.9823
-1.8%
Radio
0.9806
-1.9%
Existencia de baño
0.9729
-2.7%
Clima educativo del hogar
0.9634
-3.7%
Refrigerador
0.9615
-3.8%
Televisor
0.9601
-4.0%
Asiste a la escuela
0.9514
-4.9%
Automotor
0.8989
-10.1%
Teléfono
0.8732
-12.7%
Años de educación
0.8440
-15.6%
aprobados
Sexo femenino
0.7165
-28.4%
Fuente: Censo 2001
En primer lugar se observa un fuerte impacto de las regiones de residencia, aun
tomando en cuenta o manteniendo constantes todos los demás factores. La región con
menos riesgo, que se toma como referencia, es el Altiplano Urbano. Todas las otras
zonas tienen un incremento de riesgo de trabajo infantil, incluyendo las zonas urbanas
de Valles y Llanos, y más aún las zonas rurales. De hecho el riesgo es mayor en zonas
urbanas de Valles y Llanos que en zonas rurales de todo el país, y el mayor incremento
de riesgo se da en las zonas urbanas de los Llanos (especialmente Santa Cruz que
tiene un peso determinante en ese conjunto), quizá como reflejo de mayores
oportunidades de empleo para los niños y adolescentes.
Las formas de inserción ocupacional de las familias también incrementan las
probabilidades de que los niños trabajen. Se toman como base los hogares formados
por desocupados, inactivos o personas ocupadas sin ocupación definida. Las
probabilidades de que un niño trabaje se reducen fuertemente en los hogares que
dependen del trabajo asalariado (-78%) y en los hogares de empleadores (-29%),
45
mientras que el riesgo es algo mayor en los hogares campesinos (+6.6%) y en los
hogares por cuenta propia (+11%).5
En cuanto a factores específicos que agravan las chances de que los niños tengan que
trabajar, ninguno de ellos tiene efectos muy acentuados. Los más importantes factores
agravantes del trabajo infantil son el hecho de que el jefe del hogar sea migrante
reciente (+11.8%), y que el niño haya tenido una lengua indígena como primera lengua
en su casa (+7.6%). Los factores habitacionales que denotan mejores o peores
condiciones de vida tienen efectos muy pequeños, algunos agravantes y otros
atenuantes.
Entre los factores atenuantes o preventivos del trabajo infantil el principal es el sexo: las
mujeres tienen un riesgo 28% menor que el de los hombres. En segundo lugar, los años
de educación ya aprobados por el niño son un factor muy importante, ya que por cada
año adicional de estudios el riesgo de trabajar se reduce en un 15.6%. Este resultado es
más notable porque los años de educación están correlacionados con la edad, y con la
edad aumenta la probabilidad de trabajar, de modo que se podría esperar que los niños
con más educación (y por consiguiente más edad) tengan mayor probabilidad de salir a
trabajar. Sin embargo, el efecto de la educación en este análisis es el efecto neto
adicional al efecto de la edad, y se calcula manteniendo constante la edad, es decir
que representa el efecto neto de la educación para cada edad. Entre dos niños de la
misma edad, el más educado tiene menos chances de tener que trabajar. Este efecto
disuasorio de la educación no está ligado a la asistencia escolar sino al nivel de
estudios como tal. En efecto, el hecho de estar todavía asistiendo a la escuela
disminuye el riesgo de trabajar en sólo 4.9%, mientras cada año adicional de educación
lo reduce en un 15.6%. Tampoco el clima educativo del hogar (educación promedio de
los adultos) es un factor decisivo: sólo reduce el riesgo en un 3.7% por cada año
adicional de educación alcanzada en promedio por los adultos, indicando que los
hogares con poco nivel educativo tienen mayores chances, pero no mucho mayores, de
enviar sus niños a trabajar.
Por último los indicadores de elevado status socioeconómico, como la posesión de un
automotor o de teléfono, reducen el riesgo en proporción apreciable (10 y 12 por ciento
respectivamente). Otros indicadores socioeconómicos más básicos, como la radio, el
televisor, el baño o los pisos y paredes no tienen influencia importante, con todos sus
efectos inferiores al 2-3% en uno u otro sentido.
3.7. Riesgo de maternidad adolescente
Uno de los riesgos que corren las niñas es la de una maternidad precoz. Un porcentaje
considerable de las adolescentes han tenido su primer hijo a edad muy temprana. El
Censo de 2001 preguntó a todas las mujeres desde los 15 años si habían tenido hijos
nacidos vivos, y la cantidad de hijos que habían tenido hasta ese momento. Ya a los 15
había un pequeño porcentaje de mujeres con hijos, porcentaje que aumenta
gradualmente hasta la adultez. Muchas de las mujeres de 20-24 años que declararon
tres o más hijos es altamente probable que hayan tenido el primer hijo durante la
adolescencia. La mitad de las mujeres ya han tenido al menos un hijo a los 20 años, y
una cuarta parte lo ha hecho antes de los dieciocho años.
5
Los datos censales no registran como ocupados a muchos niños (o mujeres) de hogares campesinos que
colaboran en tareas agropecuarias, por ejemplo el cuidado y pastoreo de los animales, de modo que el
trabajo infantil en zonas rurales está probablemente muy subestimado en los datos censales. Este factor
puede ser muy importante especialmente en las zonas rurales del Altiplano.
46
Cuadro 33 Porcentaje de mujeres de 15-24 años por número de hijos, según edad, 2001
Edad en
el
censo
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
Ninguno
96.7%
91.8%
84.2%
73.1%
63.9%
53.0%
46.0%
39.3%
33.3%
28.5%
Uno
3.0%
7.2%
13.2%
20.6%
25.2%
27.8%
28.8%
28.3%
27.5%
25.9%
Dos
0.1%
0.8%
2.2%
5.2%
8.5%
13.5%
16.5%
19.1%
20.7%
21.7%
Tres
4o
más
0.1%
0.2%
0.9%
1.9%
4.3%
6.3%
8.9%
11.5%
13.8%
0.1%
0.1%
0.4%
1.5%
2.5%
4.3%
7.0%
10.1%
Total
100.0%
100.0%
100.0%
100.0%
100.0%
100.0%
100.0%
100.0%
100.0%
100.0%
Fuente: Censo 2001. Se excluyeron algunos pocos casos en los cuales evidentemente la edad de la madre estuvo mal registrada, pues de su estado
civil, educación y número de hijos se deduce una edad superior a la que
aparece en el censo. El cuadro se basa en una población de 661,206
mujeres de 15 a 24 años.
El riesgo de quedar embarazada y tener un hijo durante la adolescencia no afecta por
igual a todas las mujeres. Está fuertemente condicionado por factores socioeconómicos,
educativos, socioculturales, regionales y otros. Para identificar esos factores y así
localizar mejor la población en riesgo se recurrió a una regresión de Cox basada en la
edad en que cada mujer se estima que tuvo su primer hijo.
El censo en realidad no registra la edad en la cual cada madre tuvo su primer hijo, pero
registra la fecha del último de estos niños. En el caso de las madres de 15-19 años la
gran mayoría de aquellas que han sido madres tiene sólo un hijo, de modo que ese
último hijo probablemente fue también el primero, pero algunas de ellas declararon
haber tenido algún hijo anterior. Se ha considerado así la edad de la madre al tener su
último hijo, cuando esa edad fue inferior a los 19 años, como un indicador conservador
de la edad en que tuvo el primero, pues algunas de ellas tenían algún hijo anterior. Para
corregir en forma aproximada este posible error, cuando una madre tuvo su último hijo
antes de los 19 años, pero declara haber tenido ya dos o más niños, se estimó que los
tuvo con un año de intervalo, sujeto a que la edad así estimada para el primero de ellos
no resulte inferior a 12 años. Para este análisis se incluyó solamente las mujeres que en
el momento del censo tenían hasta 24 años, pues en esas edades es posible que el
último hijo haya nacido cuando la mujer era adolescente, y sin embargo ese suceso no
está muy alejado en el tiempo.
47
Cuadro 34 Factores de riesgo de la maternidad adolescente
Factor
de
riesgo
Región y zona (base: Altiplano
Urbano)
Altiplano rural
Valles urbano
Valles rural
Llanos urbano
Llanos rural
Inserción ocupacional del hogar
(base:
Hogares
sin
ocupación
definida)
Campesinos
Cuenta propia
Empleadores
Asalariados
Abandonó los estudios*
Sin agua de cañería en la vivienda
Televisor
Sin alcantarillado ni cámara séptica
Personas por cuarto
Paredes inadecuadas
Techos inadecuados
Cocinan con leña o bosta
Pisos de tierra
Educación alcanzada**
No tienen baño
.967
1.380
1.283
1.776
1.854
Incremento
de riesgo
-3.3%
38.0%
28.3%
77.6%
85.4%
0.875
-12.5%
0.991
-0.9%
0.948
-5.2%
1.115
11.5%
3.483
248.3%
1.134
13.4%
1.059
5.9%
1.058
5.8%
1.044
4.4%
1.021
2.1%
1.01
1.0%
0.998
-0.2%
0.98
-2.0%
0.966
-3.4%
0.964
-3.6%
Factor
Incremento
de
de riesgo
riesgo
Radio
0.93
-7.0%
Automotor
0.84
-16.0%
Teléfono
0.806
-19.4%
Primera lengua indígena
0.784
-21.6%
Refrigerador
0.748
-25.2%
(*) Dejó de asistir a la escuela y no completó la enseñanza
secundaria.
(**) Efecto por año adicional de educación de la adolescente.
El análisis realizado sugiere que una vez controlados los otros factores considerados, la
región del Altiplano (en área rural o urbana) tiene el menor riesgo de maternidad
adolescente, los Valles un riesgo intermedio y los Llanos tienen el riesgo más alto. Entre
las distintas formas de inserción económica de los hogares, las mujeres que al momento
del censo integraban hogares campesinos tienen el riesgo más bajo, las que están en
hogares que dependen del trabajo por cuenta propia y los empleadores un nivel
intermedio, y las que integran hogares de asalariados un riesgo un poco mayor. Entre
los factores específicos, el más importante es el abandono de la escuela: las
adolescentes que no completaron la escuela secundaria tienen un riesgo que multiplica
tres veces y media el riesgo que corren las que terminaron sus estudios. Las
condiciones habitacionales tienen alguna influencia, levemente positiva o levemente
negativa según los casos, pero no son determinantes. El riesgo es reducido fuertemente
para las mujeres que al momento del censo ostentaban indicadores de una posición en
48
estratos medios, pues estaban en hogares con automóvil, televisor y refrigeradora.
Asimismo, es interesante destacar que las mujeres cuya lengua materna es indígena
tienen una fuerte reducción del riesgo de maternidad precoz (-21%).
Los datos habitacionales se refieren al hogar donde fueron censadas las mujeres en
2001, pero su maternidad precoz ocurrió quizá varios años antes, cuando posiblemente
no integraban ese mismo hogar, de modo que no se puede tomar muy seriamente la
relación de la maternidad adolescente con las comodidades de su hogar censal, aunque
sin duda indican el nivel socioeconómico general de cada mujer en el momento del
censo, que probablemente esté correlacionado con el nivel que tenían cuando quedaron
embarazadas y tuvieron un hijo en plena adolescencia.
Las predicciones surgidas del análisis toman en cuenta la experiencia de maternidad de
mujeres que en 2001 tenían hasta 25 años, de modo que se refieren a un período
bastante largo que abarca toda la década del noventa, y no son directamente
comparables con la maternidad reciente de adolescentes observada en el censo. En
general las predicciones concuerdan con lo observado para las edades de 15-16 años,
pero tienden a subestimar crecientemente la maternidad adolescente. La proporción de
jóvenes que ya habían sido madres a los 15-18 años resulta superior a las proporciones
pronosticadas por el modelo estadístico utilizado, y la diferencia se acentúa al aumentar
la edad. En particular es notable el caso de los Llanos, donde a los 18 años el modelo
predice que 22% son madres, cuando en realidad casi un 35% de las mujeres de esa
edad eran ya madres en el Oriente. La causa más probable de esta discrepancia es que
la maternidad adolescente está aumentando. La maternidad adolescente registrada en
el censo corresponde a nacimientos ocurridos mayormente en 1998-2001 mientras que
las predicciones se basan en información más antigua, proveniente de la maternidad
adolescente del período 1990-2001.
Cuadro 35 Porcentaje de adolescentes que han sido madres, 2001
Total del pais
Altiplano
Valles
Llanos
Edad
Observada Estimada Observada Estimada Observada Estimada Observada Estimada
12
0.3%
0.1%
0.2%
0.4%
13
0.9%
0.5%
0.6%
1.3%
14
1.7%
1.1%
1.3%
2.1%
15
3.3%
3.5%
1.6%
2.3%
2.8%
2.8%
5.8%
4.4%
16
8.2%
7.4%
4.6%
5.1%
7.3%
5.9%
13.3%
9.2%
17
15.8%
12.6%
10.0%
8.9%
15.3%
10.8%
23.1%
16.0%
18
26.9%
17.7%
21.0%
13.0%
26.4%
16.2%
34.6%
22.5%
La pregunta censal sobre hijos tenidos por las mujeres se formuló sólo a partir de 15 años.
El análisis realizado, en su conjunto, indica que la maternidad adolescente está
bastante extendida, sobre todo en los Llanos, y aparentemente estaría aumentando su
incidencia. Está por un lado asociada a la pobreza y al abandono escolar, pero también
está asociada a la vida urbana más que a la rural. En cuanto a la dimensión geográfica,
parece ser mucho más probable en mujeres de los Llanos que en el Altiplano o Valles;
el efecto de las regiones está reflejado en el efecto directo de la zona de residencia, y
también en el dato sobre lengua indígena pues la inmensa mayoría de las personas con
lengua nativa indígena habitan en las regiones andinas del país. Esta diferenciación
regional y étnica sin duda proviene de elementos de las culturas locales que desalientan
o toleran, según el caso, la maternidad precoz.
49
4. Evolución de la vulnerabilidad de las familias y
de los niños, 1976-2001
Esta sección aplica los instrumentos analíticos desarrollados para 2001, usándolos para
1976 y 1992.
[Sección que será completada
posteriormente]
5. Análisis prospectivo a 2015
5.1.
Escenario tendencial
5.2.
Escenario normativo
[Sección que será completada
posteriormente]
50
REFERENCIAS
ALVAREZ, Gustavo (2002) "Capacidad económica de los hogares - Una
aproximación censal a la insuficiencia de ingresos". CELADE, Notas de
poblacion
http://www.eclac.cl/publicaciones/Poblacion/8/LCG2148P/lcg2148p_7.pdf.
No.74,
ALVAREZ, Gustavo, Alicia GOMEZ, Ariel LUCARINI, Silvia MARIO & Fernanda OLMOS
(2004). El estudio de la pobreza según el Censo Nacional de Población,
Hogares y Viviendas - El Indice de Privación Material de los Hogares
(IPMH), Versión preliminar. INDEC, Dirección Nacional de Estadísticas Sociales
y de Población, Documento de Trabajo.
BLAIKIE, P.M; T. CANNON; I. DAVIS & B. WISNER. 1994 At risk: Natural hazards,
people’s vulnerability and disasters. Routledge, London.
BOUDREAU, T. (1998). The Food Economy Approach: a framework for understanding rural livelihoods. Relief and Rehabilitation Network Paper 26. London,
Overseas Development Institute, 1998.
CARNEY, D., M. DRINKWATER, T. RUSINOW, K. NEEFJES, S. WANMALI, & N.
SINGH (1999). Livelihood approaches compared. A brief comparison of the
livelihood approaches of the UK Department for International Development,
CARE, Oxfam & UNDP. Department for International Development, London.
CHAMBERS, R & G. CONWAY (1992). "Sustainable rural livelihoods: practical concepts
for the 21st Century". IDS Discussion Paper 296. Brighton, England, Institute of
Development Studies.
CHAYANOV, A. V. (1974). La organización de la unidad económica campesina.
Buenos Aires, Nueva Visión, 1974 (publicado originalmente en ruso en 1925).
DEATON, Angus & John MUELLBAUER (1980). Economics and consumer behavior.
Cambridge (UK), Cambridge University Press.
DEATON, Angus (1997). The analysis of household surveys. Banco Mundial y
Johnns Hopkins University Press.
DFID/FAO (2001). Proceedings from the Forum on operationalizing sustainable
livelihood approaches, Pontignano (Siena), 7-11 March 2000. Roma, FAO.
FIFC (2002). "Nutrition and Livelihoods in Situations of Crisis and Conflict: Reducing
Vulnerability and Risk". Ponencia presentada por el Feinstein Internacional
Famine Center (FIFC) de la Tufts Univertsity en el simposio sobre nutrición en
contextos de crisis y conflicto, ACC/SCN 29th Session, Berlín.
FRANKENBERGER, T.R. & M. KATHERINE McCASTON (1998b). From Food Security
to Livelihood Security: The Evolution of Concepts. CARE USA.
FRANKENBERGER, Timothy R. (1996). "Measuring household livelihood security: an
approach for reducing absolute poverty." Food Forum, No. 34. Washington, DC.
FRANKENBERGER, Timothy R. and M.Katherine MCCASTON (1998a). "The household
livelihood security concept", Food, Nutrition and agriculture No. 22.
FRANKENBERGER, Timothy R.; Michael DRINKWATER & Daniel MAXWELL (2001).
"Operationalizing household livelihood security: A holistic approach for
addressing poverty and vulnerability". En DFID/FAO (2001).
INDEC (2004). Organización familiar en la Argentina. Instituto Nacional de Estadística
y Censos de la República Argentina, Censo Nacional de Población, Hogares y
Viviendas 2001, Serie 4 (Estudios Temáticos), No. 1.
51
LAZEAR, Edward P. & Robert T. MICHAEL (1988). Allocation of income within the
household. Chicago (US), The University of Chicago Press.
LAUTZE, Sue (1997). Saving lives and livelihoods: The fundamentals of a
livelihoods strategy. Medford (Massachussetts), Tufts University, Feinstein
International Famine Center.
MALETTA, Héctor (2005a). Familia, niñez y vulnerabilidad en Bolivia: Aspectos
metodológicos. La Paz, PNUD, documento de trabajo del proyecto IDH.
MALETTA, Héctor (2005b). Niñez y familia en Bolivia. La Paz, PNUD, documento de
trabajo del proyecto IDH.
SAVE THE CHILDREN (2000). The Household Economy Approach. A resource
manual for practitioners. Save the Children UK, London.
TORRADO, Susana (1998): Familia y diferenciación social. Cuestiones de método,
EUDEBA, Colección Manuales, Buenos Aires.
TORRADO, Susana (2003). Historia de la familia en la Argentina moderna (18702000), Ediciones de la Flor, Buenos Aires.
UDAPE (2001). Estimación de la línea de pobreza a partir de la encuesta MECOVI
2001. La Paz, UDAPE, documento de trabajo.
52
Descargar