Informe Temático de Desarrollo Humano Familia, niños y desarrollo Vulnerabilidad de la niñez y la familia en Bolivia Por Héctor Maletta Versión preliminar NO CITAR CONTENIDO 1. 2. Introducción ............................................................................................................. 2 Tipos de hogar en Bolivia ......................................................................................... 2 2.1. Formación y disolución de hogares.................................................................. 2 2.2. Jefatura del hogar ............................................................................................ 4 2.3. Tamaño del hogar ............................................................................................ 5 2.4. Tipos de organización familiar ......................................................................... 6 2.5. Inserción ocupacional .................................................................................... 10 2.6. Tipología combinada de hogares ................................................................... 13 2.7. Hogares con menores de 18 años ................................................................. 16 2.8. Condiciones de vida de los hogares .............................................................. 17 2.9. Recursos humanos de los hogares ................................................................ 22 3. Vulnerabilidad y riesgos de la familia y los niños .................................................... 27 3.1. Riesgo de nacer sin atención adecuada ........................................................ 28 3.2. Riesgo de desnutrición infantil ....................................................................... 31 3.3. Riesgo de mortalidad en la niñez ................................................................... 32 3.4. Riesgo de no ingresar a la escuela ................................................................ 35 3.5. Riesgo de abandonar la escuela .................................................................... 39 3.6. Riesgo de trabajo precoz ............................................................................... 42 3.7. Riesgo de maternidad adolescente ................................................................ 46 4. Evolución de la vulnerabilidad de las familias y de los niños, 1976-2001 ............... 50 5. Análisis prospectivo a 2015 .................................................................................... 50 5.1. Escenario tendencial...................................................................................... 50 5.2. Escenario normativo ...................................................................................... 50 REFERENCIAS ............................................................................................................. 51 Capitulo 1. Hogares y familias. Recursos y condiciones de vida de los niños Capítulo 2. Riesgos y vulnerabilidades de la infancia Capítulo 3. Análisis prospectivo a 2015. 1 1. Introducción Este estudio procura determinar las situaciones familiares y socioeconómicas más riesgosas y desfavorables para el desarrollo de la niñez y la adolescencia en Bolivia. Siguiendo la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, a lo largo del estudio se considera como "niño" a toda persona menor de 18 años, aunque para algunos propósitos el análisis se centra en algunos grupos de edad más específicos, por ejemplo los menores de cinco años. El análisis de las familias (o más en general, los hogares) en que viven los niños se efectúa sobre la base de los censos de población y vivienda, de los cuales Bolivia ha tenido tres en las últimas décadas, en 1976, 1992 y 2001. El último de ellos se utiliza más intensamente para mostrar la situación actual, mientras los anteriores se usan para mostrar tendencias de largo plazo. Los hogares censales proporcionan una imagen imperfecta de las relaciones familiares. El Censo es una enumeración de facto, donde cada persona es censada en aquella vivienda donde pasó la noche anterior. De ese modo hay siempre alguna cantidad de personas censadas fuera de su lugar habitual de residencia. Tampoco registra el censo las relaciones entre distintos hogares censales, a pesar que la colaboración entre dichos hogares puede ser un aspecto importante en la vida de la población. Pese a estas y otras dificultades este estudio ofrece un rico panorama de información sobre las distintas formas de organización de los hogares, y sobre sus variadas formas de inserción en el sistema económico y ocupacional, todo lo cual constituye el contexto familiar y socioeconómico en que nacen y crecen los niños y adolescentes antes de llegar a la adultez. Después de analizar las características de la niñez y la familia en Bolivia entre 1976 y 2001, y de identificar las condiciones que los hacen vulnerables a diferentes riesgos, este estudio también efectúa estimaciones prospectivas hasta 2015, en relación a las posibilidades de alcanzar los Objetivos del Milenio respecto de la niñez. Diversos aspectos metodológicos de este estudio han merecido un análisis detallado, que se encuentra reflejado en un documento especial que sirve de apoyo a este texto. 1 Aquí sólo se harán referencias muy breves a los aspectos técnicos y metodológicos, concentrándose más bien en el análisis sustantivo.2 2. Tipos de hogar en Bolivia 2.1. Formación y disolución de hogares Los hogares se forman principalmente mediante la constitución de uniones conyugales que se establecen en un alojamiento independiente. Esas nuevas familias aumentan luego su tamaño por el nacimiento de hijos, y dando lugar a familias nucleares en su forma más habitual: una pareja conyugal con sus hijos. Al cabo de un par de décadas (o antes) tales familias comienzan a cambiar en varias direcciones posibles. Por una parte, algunos de los hijos entran en uniones conyugales; si esos hijos se quedan en el hogar, ahora acompañados de su cónyuge y luego de sus propios hijos, la familia se convierte en una familia extendida; si en cambio esos hijos conyugalmente unidos se retiran del 1 Véase Héctor Maletta, "Familia, niñez y vulnerabilidad en Bolivia: aspectos metodológicos", La Paz, PNUD, 2005. 2 A menos que se indique lo contrario, los datos se refieren al año 2001 y provienen del Censo de Población y Vivienda realizado ese año. hogar paterno y se establecen separadamente, la familia de origen reduce su tamaño y permanece siempre como una familia nuclear, ahora con menos hijos presentes, o tal vez con ninguno. Otro proceso paralelo es la disolución de las uniones conyugales mediante separación, divorcio, o fallecimiento de uno de los cónyuges. En cualquiera de esos casos el resultado es un hogar (o a veces dos hogares) integrado por uno solo de los antiguos cónyuges, tal vez acompañado de hijos. El cónyuge separado o viudo también puede volver al hogar paterno, quizá acompañado de sus hijos. Esas situaciones que suceden a una disolución de la unión conyugal no son necesariamente permanentes. Las personas involucradas pueden volver a fundar una unión conyugal con un nuevo consorte, y quizá incorporarán sus hijos a esa nueva familia. También las personas viudas, sobre todo si son ancianas, pueden dejar su antiguo hogar e incorporarse al hogar de alguno de sus hijos o al de otros parientes. Esta dinámica de constitución y disolución de uniones conyugales, y el nacimiento, alejamiento y (a veces) retorno de hijos representa el principal proceso que afecta la forma de organización de los hogares. Hay además algunos hogares (generalmente pocos) que surgen por motivos diferentes, principalmente cuando una persona decide vivir sola, o cuando varias personas deciden vivir juntas, sin que en ello intervenga ninguna unión conyugal. Los hogares unipersonales a menudo provienen de la disolución de una unión conyugal, pero en ocasiones aparecen en forma voluntaria, por ejemplo cuando algún hijo decide establecerse en una vivienda separada, alejándose del hogar paterno. Los hogares formados por personas no emparentadas entre sí, es decir los hogares no familiares, pueden surgir por diversos motivos, generalmente razones económicas como la obtención de economías de escala en el costo del alojamiento, o el deseo de vivir en compañía en vez de vivir en soledad. El proceso de constitución y disolución de uniones conyugales está directamente asociado a la edad. El porcentaje de personas solteras, unidas, divorciadas o viudas varía en forma muy regular de acuerdo a la edad. 100% Porcentaje 80% 60% 40% 20% 0% 10 20 30 40 50 60 70 Sep/div. Viudo 80 Edad Soltero Unido Figura 1 Evolución del estado conyugal de los hombres por edad 3 90 100% Porcentaje 80% 60% 40% 20% 0% 10 20 30 40 50 60 70 Sep/div. Viuda 80 90 Edad Soltera Unida Figura 2 Evolución del estado conyugal de las mujeres por edad Como se ve en la Figura 1 y en la Figura 2, alrededor de los 15 años la casi totalidad de las personas son solteras. A partir de allí comienzan a unirse o casarse, hasta que alrededor de los 30-35 años queda apenas un 10% de solteras y alrededor de un 8% de solteros, porcentajes que se mantienen hasta la vejez (los varones llegan a ese mínimo un poco más tarde que las mujeres, pues se casan a una edad levemente mayor). Entretanto comienza a crecer lentamente el número de viudos, que alcanza su máximo en la vejez, y se aparece también un pequeño porcentaje de separados y divorciados. El número total de personas que se separan o divorcian es mayor al indicado en los gráficos, pues muchas personas que se han separado o divorciado ingresan luego en una nueva unión conyugal, y aparecen como unidas conyugalmente en el censo. También algunos viudos y viudas vuelven a casarse. Lamentablemente el censo de Bolivia no investigó la duración de las uniones ni tampoco la existencia de segundas o posteriores uniones. Sólo se puede tener una imagen aproximada a través de las edades relacionadas con los estados civiles, como en los gráficos precedentes. Al final de la vida, entre 80 y 90 años de edad, las personas sobrevivientes son mayoritariamente viudas, situación en la que están alrededor del 40% de los hombres y 60% de las mujeres de esas edades (hay más viudas que viudos porque mayoritariamente ellas son más jóvenes y tienen más expectativa de vida que sus cónyuges). 2.2. Jefatura del hogar Para cada hogar particular el Censo considera a una determinada persona como jefe del hogar, la cual sirve como punto de referencia de las relaciones de parentesco, de modo que la posición de todos los otros miembros se expresa en relación a ese jefe (como cónyuge del jefe, hijo del jefe, hermano del jefe, etc.). Sobre un total de 1,977,665 hogares particulares (todos los cuales tienen un jefe) hubo un 69.2% con jefatura masculina y un 30.8% con jefatura femenina. Estos porcentajes, sin embargo, pueden inducir a un error de apreciación. Lo que antecede se refiere a cónyuges presentes en el momento del censo, sin tomar en 4 cuenta los cónyuges que pudieran estar momentáneamente ausentes. Existen numerosos hogares sin cónyuge presente en los cuales la persona registrada como jefe del hogar declara sin embargo ser casada o conviviente, lo cual sugiere la fuerte posibilidad de que su cónyuge exista pero esté temporalmente ausente. Este análisis permite elaborar una clasificación más detallada de las distintas situaciones que se presentan en relación a la jefatura del hogar, considerando el sexo, la presencia de un cónyuge en el momento del censo, y la probable existencia de un cónyuge ausente (Cuadro 1). Cuadro 1 Estado conyugal del jefe del hogar por sexo en hogares particulares, 2001 Hogares Porcentaje Total de hogares con jefatura masculina 1,368,301 69.19% Jefe varón con cónyuge presente 965,115 48.80% Jefe varón sin cónyuge presente, presumiblemente con cónyuge 170,023 ausente* 8.60% Jefe varón sin cónyuge presente, sin datos de cónyuge ausente** 8,088 0.41% Jefe varón sin cónyuge*** 225,075 11.38% Total de hogares con jefatura femenina 609,364 30.81% Jefa mujer con cónyuge presente 53,096 2.68% Jefa mujer sin cónyuge presente, presumiblemente con cónyuge 230,090 ausente* 11.63% Jefa mujer sin cónyuge presente, sin datos de cónyuge ausente** 7,063 0.36% Jefa mujer sin cónyuge*** 319,115 16.14% Total de hogares particulares 1,977,665 100.00% (*) Jefes o jefas de hogar sin cónyuge presente, que declaran ser casados o convivientes. (**) Jefes o jefas de hogar menores de 15 años sin cónyuge presente, a los cuales no se les preguntó sobre su estado civil o conyugal, y por lo tanto se ignora si son unidos o no. (***) Jefes o jefas de hogar sin cónyuge presente, que declaran ser solteros, viudos, separados o divorciados. Fuente: Censo 2001. En un total de 609,364 hogares particulares con jefatura femenina (30.81% del total), sólo 319,115 corresponden claramente a mujeres jefas de hogar que no tienen cónyuge. No sólo no hay cónyuge presente el día del censo, sino que esas mujeres además declaran ser solteras, viudas, separadas o divorciadas. Esos 319,115 hogares con auténtica jefatura femenina representan un 52.4% de los hogares particulares con jefatura censal femenina, y un 16% del total de hogares 2.3. Tamaño del hogar Los hogares varían fuertemente en tamaño, desde los hogares unipersonales hasta aquellos con diez o más miembros. La distribución de los hogares y la población de acuerdo al tamaño del hogar muestra que el tamaño más frecuente es de 3 o 4 miembros (con un promedio general de 4.05 miembros, incluyendo un promedio de 1.8 miembros menores de 18 años). Un 61.3% del total de miembros de hogares particulares, y un 72% de los menores de 18 años, viven en hogares que superan los cinco miembros (Cuadro 2). 5 Cuadro 2 Hogares y población por tamaño del hogar, 2001 Tamaño del hogar Número de casos Porcentajes Menores de (Número de miembros) Hogares Miembros Menores de 18 Hogares Miembros 18 TOTAL 1,977,665 8,008,446 3,647,736 100.0% 100.0% 100.0% Uno 304,333 304,333 16,257 15.4% 3.8% 0.4% Dos 287,135 574,270 108,924 14.5% 7.2% 3.0% 3o4 634,473 2,226,546 892,517 32.1% 27.8% 24.5% 5o6 456,904 2,474,835 1,271,189 23.1% 30.9% 34.8% 7a9 253,177 1,951,285 1,097,481 12.8% 24.4% 30.1% 10 o más 41,643 477,177 261,368 2.1% 6.0% 7.2% Los hogares de 10 o más miembros son muy pocos (2.1%) y sólo albergan el 6% de los miembros de hogares particulares. Estos hogares por lo general tienen entre 10 y 14 miembros, y su tamaño promedio es de 11.45 miembros, muy cerca del mínimo de diez, aunque hay algunos casos excepcionales de hasta 25 miembros. 2.4. Tipos de organización familiar En el total de 1,977,665 hogares particulares registrados en el Censo de 2001 había un total de 8,008,446 miembros, de los cuales 3,647,736, es decir un 45%, tenían menos de 18 años (Cuadro 3), con alrededor de un millón de niños en cada uno de los tres primeros lustros de edad (0-4, 5-9 y 10-14) y casi medio millón más entre 15 y 17 años. Un 69% de los hogares son familias nucleares (con uno o ambos cónyuges presentes), y un 31% son familias extensas, grupos compuestos o no familiares. Las familias nucleares, monoparentales o biparentales, albergan un 59% de los miembros de hogares particulares y casi un 61% de los niños menores de 18 años. Cuadro 3 Hogares y población según tipos de organización familiar, 2001 Total de población Hogares Población en hogares particulares* Miembros Miembros Población Menores de Hogares de hogares menores censada 18 años particulares particulares de 18 años 8,274,325 3,730,272 1,977,665 8,008,446 3,647,736 309,592 18,490 304,333 304,333 16,257 TOTAL 1,999,626 Hogar unipersonal 304,333 Familia nuclear 311,086 1,074,909 monoparental Familia nuclear biparental 742,091 3,374,567 Familia extendida 518,543 2,749,434 Grupo compuesto 43,307 307,404 Grupo no familiar 58,305 274,826 Hogares colectivos 21,961 183,593 (*) Excluye personal doméstico residente en los hogares. 6 585,138 311,086 1,065,219 581,240 1,628,753 1,218,586 123,832 107,808 47,665 742,091 518,543 43,307 58,305 0 3,345,314 2,726,378 301,098 266,104 0 1,617,093 1,208,319 120,945 103,882 0 Cuadro 4 Porcentaje de hogares y población según tipos de organización familiar, 2001 Total de población Hogares Población censada TOTAL 100.0% 100.0% Hogar unipersonal 15.2% 3.7% Familia nuclear 15.6% 13.0% monoparental Familia nuclear biparental 37.1% 40.8% Familia extendida 25.9% 33.2% Grupo compuesto 2.2% 3.7% Grupo no familiar 2.9% 3.3% Hogares colectivos 1.1% 2.2% (*) Excluye personal doméstico residente en los hogares. Población en hogares particulares* Miembros Miembros Menores de Hogares menores de hogares 18 años particulares de 18 particulares años 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 0.5% 15.4% 3.8% 0.4% 15.7% 15.7% 13.3% 15.9% 43.7% 32.7% 3.3% 2.9% 1.3% 37.5% 26.2% 2.2% 2.9% 0.0% 41.8% 34.0% 3.8% 3.3% 0.0% 44.3% 33.1% 3.3% 2.8% 0.0% Fuera de las familias nucleares y extensas, los grupos compuestos y no familiares no tienen una incidencia porcentual significativa entre los hogares, la población o los menores de 18 años. Dada una de esas formas de organización del hogar representa apenas un dos o tres por ciento de los hogares o de las personas. Por tal razón en una tipología simplificada a menudo se los considera en bloque junto con las familias extensas. Una visión detallada de los tipos de hogares y la población que albergan, así como la distribución de los niños entre esos hogares (Cuadro 5, Cuadro 6 y Cuadro 7) muestra que desde 1976 hasta 2001 la estructura de las familias cambió considerablemente. Aumentaron fuertemente los hogares unipersonales, que pasaron del 12% al 15%, y las monoparentales (del 12.7 al 15.5 por ciento). En cambio disminuyó fuertemente la prevalencia de familias nucleares biparentales, que cayeron del 44% al 37%. Estos cambios se producen sobre todo en la década del noventa, pues entre 1976 y 1992 las proporciones se mantienen casi invariables. También se triplicó el porcentaje de hogares colectivos y bajó levemente la prevalencia de grupos compuestos. Cuadro 5 Hogares y población por tipo de hogar, 1976-2001 Unipersonal varón Unipers. varón, cónyuge ausente Unipersonal mujer Unipers. mujer, cónyuge ausente Nuclear monoparental varón Nuclear monop. varón, cónyuge aus. Nuclear monoparental mujer Nuclear monop. mujer, cónyuge aus. Nuclear biparental Familia extendida Grupo compuesto Grupo no familiar Colectivo Total 1976 53,841 22,860 39,998 8,304 16,774 Hogares 1992 75,415 32,877 55,420 11,021 28,237 2001 122,458 67,962 85,614 28,299 31,302 Tasa anual 1976-2001 3.34% 4.45% 3.09% 5.03% 2.53% 12,882 54,088 29,546 93,621 37,684 117,869 4.39% 3.16% 1.2% 5.2% 2.0% 6.4% 1.9% 5.9% 49,037 455,319 268,804 50,022 9,300 3,884 1,045,113 76,718 654,430 295,678 79,871 16,921 8,094 1,457,849 124,231 742,091 518,543 83,143 18,469 21,961 1,999,626 3.79% 1.97% 2.66% 2.05% 2.78% 7.18% 2.63% 4.7% 43.6% 25.7% 4.8% 0.9% 0.4% 100.0% 5.3% 44.9% 20.3% 5.5% 1.2% 0.6% 100.0% 6.2% 37.1% 25.9% 4.2% 0.9% 1.1% 100.0% Población censada total 1976 1992 2001 7 Tasa anual 1976-2001 Porcentaje del total 1976 1992 2001 5.2% 5.2% 6.1% 2.2% 2.3% 3.4% 3.8% 3.8% 4.3% 0.8% 0.8% 1.4% 1.6% 1.9% 1.6% Porcentaje del total 1976 1992 2001 Unipersonal varón solo Unipers. varón, cónyuge ausente Unipersonal mujer sola Unipers. mujer, cónyuge ausente Nuclear monoparental varón solo Nuclear monop. varón, cónyuge aus. Nuclear monoparental mujer sola Nuclear monop. mujer, cónyuge aus. Nuclear biparental Familia extendida Grupo compuesto Grupo no familiar Colectivo Total 54,518 23,540 40,914 8,609 54,157 76,268 33,626 56,995 11,376 91,956 123,734 69,007 87,914 28,937 99,525 3.33% 4.40% 3.11% 4.97% 2.46% 1.2% 0.5% 0.9% 0.2% 1.2% 1.2% 0.5% 0.9% 0.2% 1.4% 1.5% 0.8% 1.1% 0.3% 1.2% 42,260 177,830 114,479 314,633 123,294 380,924 4.38% 3.09% 0.9% 3.9% 1.8% 4.9% 1.5% 4.6% 189,478 2,133,588 1,434,326 339,898 27,431 86,868 4,613,417 309,272 3,099,869 1,632,876 511,929 47,759 119,754 6,420,792 471,166 3,374,567 2,749,434 529,147 53,083 183,593 8,274,325 3.71% 1.85% 2.64% 1.79% 2.68% 3.04% 2.36% 4.1% 46.2% 31.1% 7.4% 0.6% 1.9% 100.0% 4.8% 48.3% 25.4% 8.0% 0.7% 1.9% 100.0% 5.7% 40.8% 33.2% 6.4% 0.6% 2.2% 100.0% Cuadro 6 Miembros de hogares particulares por tipo de hogar, 1976-2001 Tasa Miembros de hogares particulares* anual 1976 1992 2001 1976-2001 Unipersonal varón solo 53,841 75,415 122,458 3.34% Unipers. varón, cónyuge ausente 22,860 32,877 67,962 4.45% Unipersonal mujer sola 39,998 55,420 85,614 3.09% Unipers. mujer, cónyuge ausente 8,304 11,021 28,299 5.03% Nuclear monoparental varón solo 53,793 91,164 98,659 2.46% Nuclear monop. varón, cónyuge aus. 41,676 113,095 121,982 4.39% Nuclear monoparental mujer sola 176,359 311,198 376,813 3.08% Nuclear monop. mujer, cónyuge aus. 187,364 306,351 467,765 3.73% Nuclear biparental 2,112,641 3,067,725 3,345,314 1.86% Familia extendida 1,417,299 1,599,610 2,726,378 2.65% Grupo compuesto 327,855 499,064 516,209 1.83% Grupo no familiar 26,375 46,610 50,993 2.67% Total 4,468,365 6,209,550 8,008,446 2.36% Porcentaje del total 1976 1992 2001 1.2% 1.2% 1.5% 0.5% 0.5% 0.8% 0.9% 0.9% 1.1% 0.2% 0.2% 0.4% 1.2% 1.5% 1.2% 0.9% 3.9% 1.8% 5.0% 1.5% 4.7% 4.2% 47.3% 31.7% 7.3% 0.6% 100.0% 4.9% 49.4% 25.8% 8.0% 0.8% 100.0% 5.8% 41.8% 34.0% 6.4% 0.6% 100.0% Cuadro 7 Niños en hogares particulares por tipo de hogar, 1976-2001 Unipersonal varón solo Unipers. varón, cónyuge ausente Unipersonal mujer sola Unipers. mujer, cónyuge ausente Nuclear monoparental varón solo Nuclear monop. varón, cónyuge aus. Nuclear monoparental mujer sola Nuclear monop. mujer, cónyuge aus. Nuclear biparental Familia extendida Grupo compuesto Grupo no familiar Total Miembros menores de 18 años* 1976 1992 2001 4,232 4,735 10,665 26 74 118 1,427 2,135 5,265 96 148 209 26,682 44,032 43,081 Tasa anual 1976-2001 3.77% 6.24% 5.36% 3.16% 1.93% Porcentaje del total 1976 1992 2001 0.2% 0.2% 0.3% 0.0% 0.0% 0.0% 0.1% 0.1% 0.1% 0.0% 0.0% 0.0% 1.2% 1.5% 1.2% 22,165 90,637 59,165 157,214 64,013 177,812 4.33% 2.73% 1.0% 4.2% 2.0% 5.2% 1.8% 4.9% 124,995 1,096,108 646,701 151,144 5,878 2,170,091 203,526 1,567,030 720,916 226,475 11,429 2,996,879 296,334 1,617,093 1,208,319 213,919 10,908 3,647,736 3.51% 1.57% 2.53% 1.40% 2.50% 2.10% 5.8% 50.5% 29.8% 7.0% 0.3% 100.0% 6.8% 52.3% 24.1% 7.6% 0.4% 100.0% 8.1% 44.3% 33.1% 5.9% 0.3% 100.0% Miembros menores de 5 años* 8 Tasa anual Porcentaje del total 1976 1992 2001 1976-2001 1976 Unipersonal varón solo 0 0 0 0.00% 0.0% Unipers. varón, cónyuge ausente 0 0 0 0.00% 0.0% Unipersonal mujer sola 0 0 0 0.00% 0.0% Unipers. mujer, cónyuge ausente 0 0 0 0.00% 0.0% Nuclear monoparental varón solo 2,669 5,307 5,484 2.92% 0.4% Nuclear monop. varón, cónyuge aus. 3,650 15,509 10,676 4.39% 0.5% Nuclear monoparental mujer sola 18,276 32,807 36,509 2.81% 2.5% Nuclear monop. mujer, cónyuge aus. 43,940 65,761 88,537 2.84% 6.0% Nuclear biparental 402,398 528,792 507,436 0.93% 55.1% Familia extendida 210,815 223,646 357,863 2.14% 28.9% Grupo compuesto 46,794 68,754 61,471 1.10% 6.4% Grupo no familiar 1,227 1,967 2,655 3.14% 0.2% Total 729,769 942,543 1,070,631 1.54% 100.0% (*) Miembros = Personas en hogares particulares excepto el personal de servicio domestico. 1992 0.0% 0.0% 0.0% 0.0% 0.6% 2001 0.0% 0.0% 0.0% 0.0% 0.5% 1.6% 3.5% 1.0% 3.4% 7.0% 56.1% 23.7% 7.3% 0.2% 100.0% 8.3% 47.4% 33.4% 5.7% 0.2% 100.0% Dentro del proceso general de disminución del peso relativo de las familias nucleares completas, los niños menores de 5 años en 1976 estaban en un 55% en esas familias, mientras en 2001 sólo un 47% de esos niños pequeños vivían en familias nucleares completas. Por el contrario, los niños preescolares en hogares monoparentales aumentaron de 9.4% a 13.2% del total, y en las familias extendidas aumentaron de 28.9% a 33.4%. Estos cambios se relacionan con el proceso general de urbanización y con los cambios socioculturales conexos con dicho proceso. Si bien el proceso de urbanización es de larga data, los cambios socioculturales que se traducen en la organización familiar y la conducta reproductiva requieren tiempo para poder manifestarse, y en este caso sólo se han manifestado con fuerza en los años noventa, pues hasta 1992 los valores eran similares a los de 1976. En este período de 25 años, pero sobre todo en los años noventa, se produjo además una disminución en el tamaño promedio de los hogares. En parte ello se debe en parte al mayor peso de los hogares unipersonales, pero también a un menor tamaño registrado en todos los tipos de hogar si se compara 1976 y 2001 (algunos tamaños aumentaron transitoriamente en 1992). El tamaño de los hogares particulares, sin contar el personal doméstico, cayó de 4.28 en 1976 a 4.26 en 1992 y a 4.00 en 2001. El número promedio de niños menores de cinco años cayó de 0.70 a 0.54 por hogar (Cuadro 9). En particular, el número de niños preescolares en las familias biparentales cayó de 0.88 a 0.68 entre 1976 y 2001 (también en estos aspectos la caída se concentró en los años noventa). Caídas similares se observaron en los hogares monoparentales y en las familias compuestas o extendidas. Este menor número de niños es coherente con los datos que indican un descenso de la fertilidad durante las últimas décadas. 9 Cuadro 8 Tamaño promedio de los hogares, 1976-2001 Población censada por Miembros por hogar partic.** hogar* 1976 1992 2001 1976 1992 2001 Unipersonal varón solo 1.01 1.01 1.01 1.00 1.00 1.00 Unipers. varón, cónyuge ausente 1.03 1.02 1.02 1.00 1.00 1.00 Unipersonal mujer sola 1.02 1.03 1.03 1.00 1.00 1.00 Unipers. mujer, cónyuge ausente 1.04 1.03 1.02 1.00 1.00 1.00 Nuclear monoparental jefe varón solo 3.23 3.26 3.18 3.21 3.23 3.15 Nuclear monop. jefe varón, cónyuge aus. 3.28 3.87 3.27 3.24 3.83 3.24 Nuclear monoparental, jefa mujer sola 3.29 3.36 3.23 3.26 3.32 3.20 Nuclear monop. jefa mujer, cónyuge aus. 3.86 4.03 3.79 3.82 3.99 3.77 Nuclear biparental 4.69 4.74 4.55 4.64 4.69 4.51 Familia extendida 5.34 5.52 5.30 5.27 5.41 5.26 Grupo compuesto 6.79 6.41 6.36 6.55 6.25 6.21 Grupo no familiar 2.95 2.82 2.87 2.84 2.75 2.76 Colectivo 22.37 14.80 8.36 Total 4.41 4.40 4.14 4.28 4.26 4.00 (*) Incluye servicio doméstico. (**) Sólo miembros de hogares particulares, excluyendo personal doméstico. Cuadro 9 Niños menores de 5 años en hogares particulares: Promedio de niños por hogar, 1976-2001 Niños menores de 5 años 1976 1992 2001 Unipersonales 0.00 0.00 0.00 Nuclear monoparental varón solo 0.16 0.19 0.18 Nuclear monop. varón, cónyuge aus. 0.28 0.52 0.28 Nuclear monoparental mujer sola 0.34 0.35 0.31 Nuclear monop. mujer, cónyuge aus. 0.90 0.86 0.71 Nuclear biparental 0.88 0.81 0.68 Familia extendida 0.78 0.76 0.69 Grupo compuesto 0.94 0.86 0.74 Grupo no familiar 0.13 0.12 0.14 Total 0.70 0.65 0.54 2.5. Inserción ocupacional Los hogares particulares difieren marcadamente según la inserción ocupacional de sus miembros. En primer lugar, varían en cuanto a la presencia o no de personas económicamente activas y más específicamente de personas ocupadas: hay alrededor de un 15% de hogares particulares sin ninguna persona ocupada entre sus miembros (sin contar, por supuesto, la posible presencia de personal doméstico). La fuente de sostenimiento de estos hogares sin personas ocupadas es variable: pensiones, rentas, ayudas familiares y otras. Entre los hogares con personas ocupadas, a su vez, no siempre el censo determinó la categoría ocupacional específica de cada persona, de modo que hay un cierto número de hogares con personas ocupadas cuya categoría ocupacional no se especifica claramente. En los restantes hogares puede haber un solo tipo de ocupación o varios. 10 A los efectos del presente análisis se distinguieron por una parte los hogares donde existe al menos una persona dedicada a la producción agropecuaria por cuenta propia, los hogares donde no existe ninguno en esas condiciones pero hay al menos una persona dedicada a otras actividades por cuenta propia, los hogares donde hay al menos un patrón o empleador, y los hogares donde sólo se encuentran asalariados (los trabajadores familiares no remunerados no fueron considerados, y la clasificación se refiere sólo a los miembros del hogar, sin considerar al personal doméstico o los transeúntes). El Cuadro 10 exhibe los resultados en cuanto al número de hogares involucrados, y el Cuadro 11 en lo que concierne al número de personas en cada situación ocupacional. Cuadro 10 Hogares particulares clasificados según tipología ocupacional Total Clasificación ocupacional de los hogares CampeEmple- AsalaInact C.Propiab sinosa adoresc riadosd /desoce 441,062 499,281 72,143 513,070 452,109 304,999 386,114 54,145 372,661 269,969 441,002 499,082 72,143 513,070 62,539 440,998 499,061 72,143 513,070 11,484 42,731 168,172 26,622 513,070 0 16,935 7,536 1,975 48,593 0 Hogares particulares 1,977,665 Hogares con miembros menores de 18 años 1,387,888 Hogares con miembros activos 1,587,836 Hogares con miembros ocupados 1,536,756 Hogares con miembros asalariados 750,595 Hogares con miembros asalariados agropecuarios 75,039 Hogares con miembros asalariados no agropecuarios 664,888 26,246 157,125 24,141 457,376 Hogares con miembros en cuenta propia agricola 426,538 423,186 0 3,352 0 Hogares con miembros en cuenta propia no agricola 560,559 51,682 491,626 17,251 0 Hogares con trabajadores familiares no remunerados 89,641 40,860 32,165 4,388 10,514 Hogares con trabajadores familiares agrícolas 42,738 36,883 2,342 649 2,548 Hogares con trabajadores familiares no agrícolas 46,749 5,546 29,434 3,638 7,543 Hogares con miembros empleadores 72,143 0 0 72,143 0 Hogares con miembros desocupados 120,012 6,763 27,146 3,141 30,590 Hogares con miembros jubilados, pensionados y rentistas 95,809 4,288 19,636 3,940 26,622 Hogares con miembros en labores de casa sin otro trabajo 832,873 161,952 163,657 25,141 225,852 Hogares con miembros estudiantes que no trabajan 1,019,881 197,737 292,620 41,557 264,146 (a) Puede incluir asalariados o cuenta propia. (b) Puede incluir asalariados. (c) Puede incluir otras ocupaciones. (d) Sólo asalariados en el hogar. (e) Inactivos, desocupados, y ocupados con ocupación no especificada. Un hogar de un cierto tipo puede tener miembros en varias categorías ocupacionales. Censo 2001. 11 0 0 0 1,714 316 588 0 52,372 41,323 256,271 223,821 Fuente: Cuadro 11 Miembros de hogares particulares clasificados según tipología ocupacional, 2001 Total Clasificación ocupacional de los hogares Campesinosa C.Propiab Empleadoresc Asalariadosd Inact/desoce Población censada en hogares 8,090,732 1,911,581 2,298,355 359,175 2,110,078 1,411,543 particulares Miembros de hogar particular exc serv 8,008,446 1,904,857 2,272,929 345,364 2,083,854 1,401,442 dom Miembros menores de 18 años 3,647,736 902,881 1,018,880 135,755 921,432 668,788 Miembros activos (PEA) 2,759,259 807,337 957,457 160,147 761,234 73,084 Miembros ocupados del hogar 2,625,358 799,734 927,461 156,725 727,283 14,155 Miembros asalariados del hogar 1,036,347 57,221 229,041 39,730 710,355 0 Miembros asalariados agropecuarios 97,708 22,521 8,807 3,427 62,953 0 Miembros asalariados no agropecuarios 894,037 32,374 210,195 34,382 617,086 0 Miembros del hogar cuenta propia 612,688 608,142 0 4,546 0 0 agricola Miembros del hogar cuenta propia no 736,872 63,492 651,027 22,353 0 0 agricola Miembros trabajadores familiares 125,796 61,568 42,823 6,139 13,213 2,053 Miembros trab. familiares agrícolas 60,688 53,015 2,964 913 3,388 408 Miembros trab. familiares no agrícolas 60,189 6,809 38,749 4,943 9,027 661 Miembros del hogar empleadores 83,445 0 0 83,445 0 0 Miembros desocupados del hogar 133,999 7,620 30,021 3,429 33,972 58,957 Miembros jubilados, pensionados y 103,903 4,459 20,803 4,255 28,943 45,443 rentistas Miembros en labores de casa sin otro 1,028,684 210,785 196,981 30,572 266,669 323,677 trabajo Miembros estudiantes que no trabajan 1,982,358 385,862 590,265 82,062 516,502 407,667 (a) Incluye al menos un productor agropecuario por cuenta propia. Puede incluir asalariados o trabajadores por cuenta propia no agropecuaria. (b) Incluye al menos un trabajador por cuenta propia no agropecuaria. Puede incluir asalariados. (c) Puede incluir otras ocupaciones. (d) Sólo asalariados en el hogar. (e) Inactivos, desocupados, y ocupados con ocupación no especificada. Un hogar de un cierto tipo puede tener miembros en varias categorías ocupacionales. Fuente: Censo 2001. Los medios de vida de un hogar pueden incluir personas en diversas situaciones ocupacionales. Por ejemplo, en los 120,000 hogares con miembros desocupados, en los que el Censo enumeró casi 134,000 desocupados (4.5% de la PEA), un 60% de esos hogares también tenían miembros ocupados como asalariados, trabajadores por cuenta propia, campesinos o empleadores, y en muchos de ellos había también otros perceptores de ingresos como jubilados, pensionados o rentistas. Sólo unos 58,000 desocupados (un 43% de ellos) estaban en los hogares sin otras personas empleadas, o empleados con categoría no bien definida. Muchos de esos hogares albergaban a su vez otros perceptores de ingresos (jubilados, pensionados, rentistas, y ocupados en ocupaciones no bien definidas) y probablemente algunos podrían albergar receptores de remesas familiares, becarios, y otros miembros generadores de ingreso no identificados en el censo. Por lo tanto sólo una fracción de los hogares con desocupados corresponde a hogares sin otra fuente de ingreso. Sobre un total de casi dos millones de hogares particulares, 441,062 incluían pequeños productores agropecuarios, es decir personas dedicadas a la producción agropecuaria por cuenta propia. Entre estos hogares "campesinos", sin embargo, había 51,536 hogares que también incluían personas dedicadas a actividades no agropecuarias por cuenta propia, y 42,669 hogares que también incluían personas asalariadas. Los hogares "campesinos" puros o mixtos incluían una PEA de 807,337 personas, en la cual había 608,142 productores agropecuarios por cuenta propia, 63,269 trabajadores por 12 cuenta propia no agrícola, y 57,135 asalariados así como 60,823 personas ocupadas en categorías no bien definidas (así como trabajadores familiares no remunerados, que el censo tiende a captar insuficientemente). 2.6. Tipología combinada de hogares Combinando las formas de organización familiar con la inserción ocupacional se genera una tipología más completa de hogares particulares (Cuadro 12). Dicho cuadro permite comprobar que hay una distribución bastante pareja de los hogares entre los grupos que se han denominado aquí "campesinos", "cuenta propia" y "asalariados", con una cantidad mucho menor de hogares "patronales". Esta distribución más o menos pareja se repite en todas las formas de convivencia con ligeros matices. Cuadro 12 Población según tipos de hogares particulares Población censada en el hogar TOTAL 1,977,665 8,090,732 UNIPERSONAL 304,333 309,592 Unipersonal campesina 62,237 62,732 Unipersonal asalariada 68,644 69,904 Unipersonal cuenta propia 41,594 42,416 Unipersonal patronal 4,911 5,205 Unipersonal, ocup. no det. 126,947 129,335 NUCLEAR MONOPARENTAL 311,086 1,074,909 Monoparental campesina 53,713 183,722 Monoparental asalariada 68,170 232,985 Monoparental cuenta propia 74,973 268,828 Monoparental patronal 6,497 23,085 Monoparental, ocup. no det. 107,733 366,289 NUCLEAR BIPARENTAL 742,091 3,374,567 Nuclear campesina 189,495 905,799 Nuclear asalariada 214,040 945,466 Nuclear cuenta propia 197,512 921,235 Nuclear patronal 29,171 134,891 Nuclear, ocup. no det. 111,873 467,176 FAMILIA EXTENDIDA 518,543 2,749,434 Extendida campesina 116,328 641,051 Extendida asalariada 132,383 703,572 Extendida cuenta propia 144,318 835,890 Extendida patronal 22,197 133,933 Extendida, ocup. No det. 103,317 434,988 GRUPOS COMPUESTOS** 101,612 582,230 Compuesta campesina 19,436 119,197 Compuesta asalariada 30,229 160,288 Compuesta cuenta propia 30,888 189,966 Compuesta patronal 9,367 62,061 Compuesta, ocup.no det. 11,692 50,718 (*) Excluye personal doméstico y familiares del personal doméstico. familiares Hogares particulares Miembros menores de 18 años 8,008,446 3,647,736 304,333 16,257 62,237 1,585 68,644 2,636 41,594 911 4,911 85 126,947 11,040 1,065,219 581,240 183,268 96,929 229,376 115,011 266,463 139,282 22,155 9,384 363,957 220,634 3,345,314 1,617,093 904,262 464,658 934,867 446,975 912,036 433,224 129,274 56,200 464,875 216,036 2,726,378 1,208,319 639,179 292,258 696,537 297,313 828,269 351,439 130,303 49,527 432,090 217,782 567,202 224,827 117,094 48,014 156,015 60,161 185,519 74,687 58,721 20,559 49,853 21,406 (**) Incluye no Miembros del hogar* En cada forma de convivencia hay familias campesinas, asalariadas, patronales o por cuenta propia, y un grupo de ocupación no determinada (que incluye familias sin personas ocupadas, o cuyas ocupaciones no fueron registradas con claridad). Para muchos análisis ese grupo sin ocupación determinada no resulta útil, pues alberga situaciones heterogéneas, poco claras y difíciles de interpretar, puede ser relegado por 13 lo tanto a un grupo residual. Del mismo modo, el análisis de los datos tanto censales como de la encuesta MECOVI muestra que los hogares con empleadores (considerados en conjunto) tienen características no muy superiores al conjunto de hogares por cuenta propia sobre todo cuando se trata de hogares cuyos miembros adultos tienen similares niveles educativos. Esto sugiere la posibilidad de agrupar los empleadores y los cuenta propia en una sola categoría de empleo autónomo, si bien en el análisis se debe diferenciar según el nivel socioeconómico de este grupo bastante heterogéneo. Por otra parte el objetivo del presente estudio se centra en la situación de la niñez, y por lo tanto puede concentrarse en las familias donde existen menores de edad, agrupando los restantes hogares en una categoría global sin mayores diferenciaciones. Cuadro 13 Porcentaje de hogares y población según tipos de hogar, 2001 Población censada en el hogar TOTAL 100.0% 100.0% UNIPERSONAL 15.4% 3.8% Unipersonal campesina 3.1% 0.8% Unipersonal asalariada 3.5% 0.9% Unipersonal cuenta propia 2.1% 0.5% Unipersonal patronal 0.2% 0.1% Unipersonal, ocup. no det. 6.4% 1.6% NUCLEAR MONOPARENTAL 15.7% 13.3% Monoparental campesina 2.7% 2.3% Monoparental asalariada 3.4% 2.9% Monoparental cuenta propia 3.8% 3.3% Monoparental patronal 0.3% 0.3% Monoparental, ocup. no det. 5.4% 4.5% NUCLEAR BIPARENTAL 37.5% 41.7% Nuclear campesina 9.6% 11.2% Nuclear asalariada 10.8% 11.7% Nuclear cuenta propia 10.0% 11.4% Nuclear patronal 1.5% 1.7% Nuclear, ocup. no det. 5.7% 5.8% FAMILIA EXTENDIDA 26.2% 34.0% Extendida campesina 5.9% 7.9% Extendida asalariada 6.7% 8.7% Extendida cuenta propia 7.3% 10.3% Extendida patronal 1.1% 1.7% Extendida, ocup. no det. 5.2% 5.4% GRUPOS COMPUESTOS** 5.1% 7.2% Compuesta campesina 1.0% 1.5% Compuesta asalariada 1.5% 2.0% Compuesta cuenta propia 1.6% 2.3% Compuesta patronal 0.5% 0.8% Compuesta, ocup.no det. 0.6% 0.6% (*) Excluye personal doméstico y familiares del personal doméstico. familiares. Hogares particulares Miembros menores de 18 años 100.0% 100.0% 3.8% 0.4% 0.8% 0.0% 0.9% 0.1% 0.5% 0.0% 0.1% 0.0% 1.6% 0.3% 13.3% 15.9% 2.3% 2.7% 2.9% 3.2% 3.3% 3.8% 0.3% 0.3% 4.5% 6.0% 41.8% 44.3% 11.3% 12.7% 11.7% 12.3% 11.4% 11.9% 1.6% 1.5% 5.8% 5.9% 34.0% 33.1% 8.0% 8.0% 8.7% 8.2% 10.3% 9.6% 1.6% 1.4% 5.4% 6.0% 7.1% 6.2% 1.5% 1.3% 1.9% 1.6% 2.3% 2.0% 0.7% 0.6% 0.6% 0.6% (**) Incluye no Miembros del hogar* Las mismas cifras del Cuadro 12 pueden ser expresadas como porcentajes del total nacional (Cuadro 13), a fin de percibir mejor la importancia relativa de cada uno de los grupos o tipos de familia. Los hogares unipersonales, si bien representan más del 15% de los hogares, albergan un porcentaje muy bajo de la población censada en hogares particulares (3.9%) y sólo un 0.4% de todos los menores de 18 años que viven en hogares particulares. 14 Algo similar ocurre con los grupos compuestos, que representan 5.2% de los hogares, 7.2% de la población de hogares particulares, y 6.1% de los menores de 18 que son miembros de esos hogares. En realidad, muchos de los grupos compuestos son en realidad grupos familiares (nucleares o extendidos) donde se censó alguna persona adicional no emparentada con el jefe del hogar, y por lo tanto esos hogares ofrecen a los niños un ambiente con una capacidad protectora similar a la ofrecida por las familias extendidas, lo cual sugiere la posibilidad de considerar las familias extendidas y los grupos compuestos como un solo grupo más amplio. En los 25 años anteriores a 2001, pero sobre todo en los últimos diez años, se produjeron cambios en la distribución porcentual de los hogares y la población entre diferentes formas de inserción ocupacional. Cuadro 14 Hogares, población y niños por inserción económica del hogar, 1976-2001 Número de hogares particulares Tasa de Porcentaje de hogares crec. 19761976 1992 2001 1976 1992 2001 2001 Total 1,041,229 1,449,755 1,977,665 2.60% 100.0% 100.0% 100.0% Campesinos 411,692 411,354 441,062 0.28% 39.5% 28.4% 22.3% C.Propia 167,779 295,932 499,281 4.46% 16.1% 20.4% 25.2% Empleadores 12,645 28,400 72,143 7.21% 1.2% 2.0% 3.6% Asalariados 287,123 403,241 513,070 2.35% 27.6% 27.8% 25.9% Sin ocup def 161,990 310,828 452,109 4.19% 15.6% 21.4% 22.9% Total Campesinos C.Propia Empleadores Asalariados Sin ocup def Total Campesinos C.Propia Empleadores Asalariados Sin ocup def Miembros de hogares particulares 1976 1992 2001 4,468,365 6,209,550 8,008,446 1,895,334 1,859,577 1,904,857 781,847 1,398,479 2,272,929 67,936 137,671 345,364 1,238,035 1,764,704 2,083,854 485,213 1,049,119 1,401,442 Tasa de crec. 19762001 2.36% 0.02% 4.36% 6.72% 2.10% 4.33% Miembros menores de 18 anos Tasa de crec. 19762001 2.10% -0.04% 4.04% 6.15% 1.74% 3.99% 1976 1992 2001 2,170,093 911,900 378,164 30,506 598,118 251,405 2,996,879 922,165 663,428 57,400 836,921 516,965 3,647,736 902,881 1,018,880 135,755 921,432 668,788 Porcentaje de hogares 1976 100.0% 42.4% 17.5% 1.5% 27.7% 10.9% 1992 100.0% 29.9% 22.5% 2.2% 28.4% 16.9% 2001 100.0% 23.8% 28.4% 4.3% 26.0% 17.5% Porcentaje de hogares 1976 1992 100.0% 42.0% 17.4% 1.4% 27.6% 11.6% 100.0% 30.8% 22.1% 1.9% 27.9% 17.3% 2001 100.0% 24.8% 27.9% 3.7% 25.3% 18.3% Desde 1976, la población de hogares campesinos prácticamente se mantuvo constante alrededor de 1.9 millones de miembros. Su participación en el total de miembros de hogares particulares cayó de 42.0% a sólo un 24.8% de la población que vive en hogares particulares. En cambio, crecieron fuertemente los hogares de economía autónoma, tanto los que ejercen actividades por cuenta propia (que crecieron a razón de 4.36% anual) y los empleadores (que aumentaron 6.72% por año), crecimiento que operó en ambos períodos intercensales. La población en hogares asalariados aumentó un 2.10% por año, inferior al crecimiento poblacional de 2.36%, por lo cual su participación en el total cayó levemente de 28% a 26%, caída que se produce sólo en la 15 década del noventa, mientras aumentaba la participación porcentual de los hogares por cuenta propia y empleadores. Los menores de 18 años que son miembros de hogares particulares siguieron las mismas tendencias. En 1976 un 42% de ellos integraban hogares campesinos, lo que ha bajado a 24.8% en 2001. Los que forman parte de hogares de cuenta propia eran el 17% y crecieron hasta representar 28 por ciento del total. La proliferación de empleadores (en su gran mayoría pequeños empleadores) también implicó que se duplique con creces el porcentaje de niños en esos hogares, pasando de 1.4 a 3.7 por ciento (el aumento mayor fue en la década del noventa, pues en 1992 todavía representaban apenas el 1.9%). 2.7. Hogares con menores de 18 años Los datos y comentarios precedentes se refieren al total de hogares particulares, incluyendo los que no albergan ningún menor de 18 años. Sin embargo el énfasis en este estudio se centra precisamente en el entorno hogareño de los niños, por lo que se requiere analizar la composición y tamaño de los hogares donde existen menores de edad. Cuadro 15 Hogares particulares con y sin menores de 18 años en zona urbana y rural. 2001 TOTAL TOTAL DE HOGARES PARTICULARES Hogares sin menores de 18 años Hogares con menores de 18 años TOTAL DE MIEMBROS DE H.PARTICULARES En hogares sin menores de 18 años En hogares con menores de 18 años TOTAL DE MIEMBROS MENORES DE 18 AÑOS 1,977,66 5 589,777 1,387,88 8 8,008,44 6 1,087,03 8 6,921,40 8 3,647,73 6 Zona Urbana Rural 1,210,96 766,703 2 332,677 257,100 878,285 509,603 4,975,47 2 3,032,97 4 657,163 429,875 4,318,30 9 2,184,02 4 2,603,09 9 1,463,71 2 Un total de casi 1.4 millones de hogares, es decir el 70% del total, albergan menores de 18 años. Esos hogares tienen 6.9 millones de miembros, es decir más del 85% del total de miembros de los hogares particulares. En ellos viven 3.65 millones de menores de 18 años. Los hogares con menores son levemente más abundantes en las zonas urbanas que en las rurales: representan el 72.5% de los hogares urbanos y el 66.5% de los hogares rurales. Las zonas urbanas, sin embargo, tienen menor cantidad de niños por hogar: 2.49 menores como promedio en los hogares urbanos con menores, y 2.87 en los rurales. En definitiva 60% de los menores se encuentra en las zonas urbanas, y 40% en las rurales. Los hogares con menores tienen un tamaño promedio de 4.99 miembros, superior al promedio que es de sólo 4.00 miembros. De ese total de 4.99 miembros, 2.63 son menores de 18 años. Las familias nucleares monoparentales tienen en promedio 2.64 hijos o hijas. Esos 3.64 miembros (un jefe y 2.64 hijos) incluyen 2.27 menores de edad que en su mayoría son hijos o hijas, aunque también hay en ese grupo algunos jefes de hogar con menos de 18 años. Las familias nucleares completas (biparentales) tienen un tamaño promedio de 4.99 miembros, igual al promedio general, y de ellos 2.70 son 16 menores y 2.99 son hijos. Las familias extensas o compuestas son algo más grandes (5.78 miembros) con una media de 2.77 menores. Nótese que el promedio de menores de 18 es muy similar ya sea en las familias biparentales, monoparentales, extendidas o compuestas, oscilando en torno a 2.70 menores por hogar. Cuadro 16 Hogares con menores de 18: Promedio de miembros según tipo de hogar y relaciones de parentesco con el jefe, 2001 Hogares con menores de 18 Total Total de miembros Miembros menores de 18 años Jefe del hogar Cónyuge Hijos o hijas Padres/madres o suegros/suegras Yernos o nueras Hermanos o cuñados (ambos sexos) Otros parientes No parientes (exc. serv. dom.) 4.99 2.63 1.00 0.61 2.61 0.06 Unipersonal 1.00 0.05 1.00 0.00 0.00 0.00 Formas básicas de hogar Monoparental Biparenta l 3.64 4.99 2.27 2.70 1.00 1.00 0.00 1.00 2.64 2.99 0.00 0.00 Ext./comp . 5.78 2.77 1.00 0.49 2.23 0.16 0.06 0.14 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.16 0.38 0.41 0.09 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 0.00 1.11 0.24 No todos los menores son hijos o hijas del jefe o de su cónyuge. De una media de 2.63 menores en cada uno de los hogares con menores, 2.25 son hijos y 0.44 son no hijos. Esto indica que los hijos del jefe y/o de su cónyuge representan un 86% del total de menores en hogares particulares. El hecho de no figurar como hijo del jefe no significa que un niño viva alejado de sus padres. Algunos de los otros menores también probablemente conviven con sus progenitores, aun cuando estos progenitores no son el jefe de hogar y su cónyuge sino algún otro miembro del hogar (como ocurre por ejemplo con los nietos del jefe, cuando el hogar alberga tres generaciones). También es posible que en algunos casos los menores vivan habitualmente con sus progenitores pero éstos estaban temporalmente ausentes: con los datos censales es difícil distinguir estas dos situaciones. De todas maneras, de este análisis se desprende que como mínimo alrededor del 90% de los menores que están en hogares particulares viven con uno o ambos progenitores. 2.8. Condiciones de vida de los hogares Los hogares bolivianos tienen en su mayoría un hábitat inadecuado. Abundan las viviendas de materiales pobres e inseguros, y muchas de ellas carecen de un baño y no acceden a los servicios básicos de agua, electricidad y alcantarillado. Estas carencias son casi universales en las áreas rurales, y afligen también a una importante proporción de la población urbana. Sólo un 36% de las viviendas tiene paredes de ladrillo o cemento; el material predominante es el adobe o tapial, y hay también muchas viviendas con paredes rústicas de piedra, de madera y DE otros materiales. Sólo un 17% tiene pisos cubiertos con mosaicos, parquet o similares, y más de un 37% tiene pisos de tierra, condición que afecta al 78% de los hogares campesinos. Los techos inapropiados (paja, barro, caña, palma, etc.) son minoritarios en el país (20%) pero afectan a la mitad de los hogares campesinos. 17 Cuadro 17 Materiales de construcción de las viviendas según tipo ocupacional, 2001 1,977,665 441,062 C. propia 499,281 36.1% 52.8% 11.1% 7.7% 70.7% 21.6% 48.0% 45.9% 6.0% 63.0% 30.3% 6.7% 51.9% 39.8% 8.3% 28.4% 61.4% 10.2% 49.0% 30.6% 20.4% 34.3% 16.1% 49.6% 57.0% 35.9% 7.1% 44.3% 49.0% 6.7% 53.4% 39.1% 7.5% 50.4% 26.4% 23.3% 17.6% 44.5% 37.9% 2.0% 19.9% 78.0% 21.6% 58.9% 19.4% 43.7% 43.3% 13.0% 26.0% 55.3% 18.7% 14.6% 40.3% 45.1% Total Hogares Paredes Ladrillo/Cemento Adobe/Tapial Otro Techos Calamina o plancha Teja o losa Otro Pisos Mosaico/parquet/alfomb. Otra cobertura De tierra Campesinos Empleadores Asalariados 72,143 513,070 Sin ocup. 452,109 Agua y saneamiento. Las condiciones de acceso al agua potable y el sistema de disposición de excretas en los hogares bolivianos tiene grandes heterogeneidades, pero la mayoría de la población sufre importantes carencias en estos aspectos (Cuadro 18). Sólo un tercio de los hogares tiene agua suministrada por cañería en el interior de su vivienda, sólo un 63% tiene alguna clase de instalación sanitaria (baño o letrina), sólo 39% dispone de alcantarillado o cámara séptica. Estas condiciones son mucho peores para los campesinos, que disponen de agua por cañería sólo en un 30% de los casos (y sólo 10% dentro de la vivienda), que tienen baño o letrina sólo en un 35% de los hogares, de los cuales tres cuartas partes evacuan sus letrinas en un pozo ciego o en superficie. Cuadro 18 Agua y saneamiento por tipo ocupacional, 2001 C. Sin Total Campesinos Empleadores Asalariados propia ocup. Procedencia de agua Cañería de red 62.3% 30.1% 77.2% 79.8% 76.8% 57.9% Pileta, carro, pozo 23.6% 37.4% 17.0% 14.9% 17.3% 26.1% Río, vertiente, lago, otra 14.1% 32.5% 5.8% 5.3% 6.0% 15.9% Distribución del agua Cañería dentro de la vivienda 33.5% 9.7% 43.4% 61.8% 43.7% 29.8% Cañería dentro el lote 36.8% 31.0% 40.7% 25.6% 39.9% 36.5% No se distribuye por cañería 29.7% 59.3% 15.9% 12.7% 16.4% 33.7% Disponibilidad de baño/letrina Tiene baño o letrina 63.3% 34.6% 76.2% 86.6% 79.4% 55.0% Exclusivo 43.4% 30.7% 50.7% 68.9% 49.9% 36.5% Compartido 19.8% 3.9% 25.5% 17.7% 29.5% 18.5% No tiene baño ni letrina 36.7% 65.4% 23.8% 13.4% 20.6% 45.0% Desagüe del baño o letrina Alcantarillado 30.0% 2.6% 41.3% 52.6% 41.8% 27.3% Cámara séptica 8.9% 3.4% 11.5% 14.2% 12.6% 6.1% Pozo ciego 22.9% 27.3% 21.7% 18.3% 23.2% 20.1% Superficie 1.6% 1.3% 1.7% 1.5% 1.8% 1.4% Sin baño 36.7% 65.4% 23.8% 13.4% 20.6% 45.0% Las condiciones de los hogares asalariados y por cuenta propia son mejores (sobre todo porque la mayoría de éstos vive en centros urbanos), pues tienen agua por cañería 18 en la vivienda en un 43%, tiene baño cerca del 80%, y más de la mitad de ellos dispone de alcantarillado. Los empleadores, como es usual, disponen de condiciones aún mejores en promedio. Entre aquellos hogares que disponen de un servicio sanitario (baño o letrina), una tercera parte lo comparte con otros, y esta situación aparece en casi todos los tipos habitacionales; sólo es raro entre los campesinos, lo cual es explicable porque las casas de éstos suelen estar relativamente aisladas de sus vecinos, y es minoritario entre los empleadores en virtud de su mejor status económico general. Energía y combustibles. Sólo un 64% de los hogares tiene electricidad, porcentaje que es muy bajo (24%) en los hogares campesinos, 58% en los hogares sin ocupación, y más de 80% en los hogares de empleadores, asalariados y trabajadores por cuenta propia (Cuadro 19). En cuanto a la cocción de alimentos, un 75% dispone de un cuarto para cocinar, porcentaje que no varía mucho entre diferentes tipos ocupacionales (excepto el 85% para empleadores). La mayor parte de los hogares campesinos (87%) cocina con leña o con estiércol de animales como combustible. El uso de esos elementos en otros hogares es muy minoritario. El otro combustible dominante es el gas natural (en red o envasado), que es usado por un 58% de los hogares (pero sólo por el 12% de los campesinos). Cuadro 19 Energía y combustible por tipo ocupacional del hogar, 2001 Total Hogares Tiene electricidad Tiene cuarto de cocina Combustible de cocina Leña o bosta Kerosén u otro Gas Electricidad No cocina Sin ocup. 513,070 452,109 81.9% 58.4% Campesinos C. propia Empleadores Asalariados 1,977,665 64.4% 441,062 24.2% 499,281 84.0% 72,143 87.3% 75.1% 78.7% 76.7% 85.5% 72.2% 71.7% 38.3% 1.0% 58.4% 0.9% 1.5% 87.3% 0.4% 12.0% 0.0% 0.2% 15.8% 1.2% 81.0% 0.7% 1.3% 13.1% 0.6% 81.6% 3.5% 1.2% 16.5% 1.0% 78.5% 1.4% 2.7% 44.0% 1.4% 52.0% 0.9% 1.6% Bienes durables. Tres cuartas partes de los hogares tienen radio, incluso dos terceras partes de los hogares campesinos. En cambio es más desigual la posesión de televisor, que sólo existe en un 15% de los hogares campesinos pero en más del 80% de los hogares asalariados, patronales o de cuenta propia. El acceso a teléfono es bajísimo entre los campesinos (2.5%), llega a un tercio entre asalariados y cuenta propia, y al 56% entre los empleadores. En cuanto a vehículos, un 13% tiene algún automóvil o camioneta, 3.6% tiene moto, y 37.5% bicicleta. El porcentaje con automóvil alcanza a 40% entre los empleadores, y a 20% entre los hogares basados en trabajos por cuenta propia, pero es mucho más bajo en los otros grupos, especialmente entre los campesinos (4.9%) y en los hogares sin ocupación (6.9%). Sólo un 28% de los hogares tiene refrigeradora (incluyendo un 6% de los campesinos); incluso entre los empleadores sólo el 61% dispone de ese artefacto, y menos del 40% en hogares de asalariados y cuenta propia. 19 Cuadro 20 Bienes durables del hogar por tipo ocupacional, 2001 C. Total Campesinos Empleadores Asalariados propia Hogares 1,977,665 441,062 499,281 72,143 513,070 Radio 75.7% 67.5% 82.8% 87.7% 80.5% Televisor 54.4% 14.7% 75.8% 82.3% 72.0% Teléfono 22.7% 2.5% 32.0% 56.7% 32.0% Refrigerador 27.8% 6.1% 39.4% 61.1% 37.5% Bicicleta 37.5% 37.7% 42.0% 51.0% 39.3% Automotor 12.7% 4.9% 19.8% 39.7% 13.6% Moto 3.6% 2.3% 4.7% 9.3% 4.2% Sin ocup. 452,109 68.5% 44.9% 16.2% 19.7% 28.2% 6.9% 2.1% Todos estos indicadores han sido combinados en un índice ponderado de hábitat, construido mediante análisis factorial (véase Maletta 2005a). El índice vale cero para la media nacional, y se mide en sus propias desviaciones estándar por encima o por debajo de la media. Más de la mitad de los hogares se encuentra debajo de la media, pero incluso esa media nacional representa un estándar de vida relativamente pobre. El índice, cuyo promedio nacional es cero, tiene en general valores inferiores en las zonas rurales, y como consecuencia los hogares campesinos tienen en promedio un índice más bajo (-0.44) Los hogares que dependen de actividades por cuenta propia tienen un promedio más alto (+0.21) que los asalariados (0.17). Los hogares sin ocupación determinada, o con todos sus miembros desocupados o inactivos, tienen también un índice inferior a la media nacional (-0.11), en tanto que los empleadores tienen un índice mucho más elevado (+0.70). Por debajo del valor cero se sitúan 27% de los hogares de empleadores, 43% de los hogares sostenidos por cuenta propia, 46% de los hogares de asalariados, 59% de los hogares que sólo tienen desocupados e inactivos, y 72% de los hogares campesinos. Empleadores Cuenta propia Asalariado Sin ocupación Campesino Promedio -0.8 -0.6 -0.4 -0.2 0 0.2 0.4 0.6 0.8 Figura 3 Indice de habitat por tipo ocupacional del hogar, 2001 Las distintas formas de organización familiar (monoparentales, biparentales, etc.) aparecen distribuidas en forma más o menos pareja en todos los niveles del índice de hábitat, de modo que sus promedios en dicho índice son similares, y muy cercanos a la media global de cero. Los únicos que se apartan significativamente de la media son los grupos familiares compuestos, cuya media es mayor (0.34), y en el otro sentido las familias monoparentales cuyo promedio es -0.11. En general las familias nucleares tienen marcas inferiores a la media, y las extensas o compuestas tienen valores superiores, pero dentro de un margen estrecho respecto de la media nacional, que no supera un tercio de la desviación estándar (Figura 4). 20 Compuesta Extendida No familiar Unipersonal Biparental Monoparent. Promedio -0.4 -0.3 -0.2 -0.1 0 0.1 0.2 0.3 0.4 Indice de habitat Figura 4 Indice de habitat por tipo de organización del hogar, 2001 Por debajo de la media nacional se sitúa un 57% de los hogares monoparentales, un 58% de los biparentales, y un 53% de los grupos no familiares. El porcentaje debajo de la media es algo menor (un 49%) entre las familias extendidas y un 38% en los grupos compuestos. Un factor muy importante del hábitat es la urbanización. El hecho de vivir en zona urbana implica una visible mejora en el índice de hábitat. Por ejemplo los pequeños productores agropecuarios campesinos, que en promedio tienen un índice de -0.44, cuando viven en zonas urbanas incrementan su índice a 0.20, mientras en la zona rural desciende a -0.51. En el otro extremo, los empleadores tienen 0.81 en la ciudad y un valor mucho más bajo, -0.01, cuando viven en el campo. En efecto, los empleadores que residen en zonas rurales en su mayoría son también campesinos, aunque tengan algún asalariado, y tienen un estándar de vida superior a la media del campesinado pero inferior a la de los asalariados o cuenta propia urbanas, y por supuesto inferior a los empleadores urbanos. Los hogares que subsisten por cuenta propia en la ciudad tienen un índice levemente superior al de los asalariados urbanos, mientras los hogares rurales por cuenta propia están algo peor que los de asalariados rurales. Cuadro 21 Indice de habitat por tipo ocupacional y zona urbana o rural, 2001 Total Campesinos C. propia Empleadores Asalariados Sin ocup. TOTAL DEL PAIS Hogares Habitat 1,977,665 0.00 441,062 -0.44 499,281 0.21 72,143 0.70 513,070 0.17 452,109 -0.11 ZONA URBANA Hogares Habitat 1,210,962 0.27 42,770 0.20 424,457 0.29 62,239 0.81 428,507 0.25 252,989 0.16 ZONA RURAL Hogares Habitat 766,703 -0.43 398,292 -0.51 74,824 -0.23 9,904 -0.01 84,563 -0.20 199,120 -0.46 También hay importantes diferencias regionales. En general los índices de hábitat rurales son peores en los Valles, un poco mejores en el Altiplano, y bastante más altos en los Llanos. En el caso de las zonas urbanas, en cambio, los peores índices corresponden al Altiplano, intermedios a los Valles y mejores en los Llanos. 21 Cuadro 22 Indice de habitat por región, zona urbana o rural, y tipo ocupacional, 2001 Zona TOTAL Urbana Rural Bolivia 0.00 0.27 -0.43 Altiplano -0.14 -0.04 -0.35 Campesinos -0.37 -0.27 -0.38 C. propia -0.10 -0.07 -0.27 Empleadores 0.43 0.48 -0.21 Asalariados -0.07 -0.04 -0.31 Sin ocup. -0.17 -0.08 -0.33 Valles -0.14 0.33 -0.54 Campesinos -0.55 0.25 -0.61 C. propia 0.21 0.37 -0.28 Empleadores 0.60 0.81 -0.12 Asalariados 0.13 0.29 -0.30 Sin ocup. -0.23 0.24 -0.58 Llanos 0.49 0.65 -0.11 Campesinos -0.08 0.52 -0.29 C. propia 0.67 0.70 0.20 Empleadores 1.07 1.15 0.36 Asalariados 0.50 0.57 0.06 Sin ocup. 0.39 0.55 -0.18 2.9. Recursos humanos de los hogares La capacidad de los hogares para realizar sus funciones productivas y reproductivas depende de la cantidad y calidad de sus recursos humanos en relación al tamaño total del hogar. Esos recursos humanos tienen diferente calidad de acuerdo sobre todo a la educación alcanzada, y también otras características como el sexo o la edad. La mayor calidad de los recursos humanos del hogar no sólo permite obtener mayores ingresos en el mercado laboral, sino también cumplir de mejor manera las funciones hogareñas como la crianza de los hijos y el cuidado de la salud. Hay amplia evidencia de que el nivel educativo de las mujeres, por ejemplo, tiene una enorme influencia sobre la forma en que se desempeña una familia en una multitud de aspectos, y particularmente en lo que hace a la salud. Asimismo, la educación alcanzada por los adultos influye sobre la educación de los hijos creando un ambiente hogareño más estimulante y una mayor motivación para el estudio. Por lo demás, la calidad de los recursos humanos determina en gran medida las posibilidades de acceder a mejores empleos y a mayores ingresos. Una forma habitual de medir la cantidad y calidad de los recursos humanos del hogar es el clima educativo del hogar, definido como el promedio de años de educación alcanzado por los adultos. En efecto el nivel educativo es el factor determinante de la capacidad de generar ingresos y de desempeñar funciones hogareñas. Pero dado que en realidad son varios los factores que determinan la calidad de los recursos humanos, aparte de la educación, en esta oportunidad se ha calculado un índice de calidad de dichos recursos que utiliza no sólo el nivel educativo sino otros factores como el sexo, la edad, la región, la zona urbana o rural, la pertenencia a etnias indígenas y otros, y que toma en cuenta la remuneración que cada tipo de trabajador obtiene (en promedio) en el mercado laboral. Este procedimiento se aplicó a la encuesta nacional de hogares contemporánea con el censo (encuesta MECOVI 2001), a fin de obtener las ponderaciones que corresponden a los distintos factores involucrados. El índice de recursos humanos per capita del hogar equivale al "valor de mercado" de los recursos humanos adultos, dividido por el total de miembros del hogar (se considera como adultos a las personas mayores de 18 años, y a los menores de 15 a 17 años que están 22 "emancipados" por ser jefes de hogar o cónyuges de un jefe de hogar). Para controlar diferencias de costo de vida en las diferentes zonas y regiones, los salarios fueron normalizados mediante la línea de pobreza extrema que equivale al valor de la canasta básica de alimentos en cada lugar (UDAPE 2001; Maletta 2005a), de modo que el índice se expresa en canastas alimentarias por persona. El salario promedio en el país equivale a alrededor de dos canastas alimentarias básicas, pero hay una amplia variabilidad en torno a esa media. Gran parte de esa variabilidad se debe a los factores predictivos más evidentes como la edad, la educación, y los otros ya mencionados, y el resto se debe a factores no controlados (características de cada puesto de trabajo, horas trabajadas por semana, experiencia y cualidades individuales del trabajador, productividad de la empresa, etc.), de modo que las personas con el mismo índice podrían todavía tener muy diferentes ingresos de acuerdo a sus características individuales. El índice de recursos humanos per capita de los hogares es un indicador general de la calidad de los recursos humanos del hogar, es decir su capacidad de generación de ingresos y de desempeñar las funciones hogareñas, en proporción al tamaño del hogar. Una variante del índice, por otra parte, contabiliza los recursos humanos promedio de los adultos. Esta versión puede ser usada como un proxy de los niveles esperados en promedio de ingresos del trabajo. Como se puede ver en el gráfico hay alrededor de un 20% de los hogares con valores inferiores a una canasta alimentaria per capita, lo cual significa que aun cuando todos los adultos trabajasen por un salario no podrían esperar ingresos suficientes para cubrir la alimentación de todos los miembros del hogar. Dado que sólo una parte de los adultos tiene empleo, y que hay otras necesidades además de la alimentación, se considera que la remuneración esperada mínima debería ser del orden de dos canastas alimentarias, y por debajo de ese valor se encuentra un 55% de los hogares, representados en las cuatro primeras barras de la Figura 5. 25% 20% 15% 10% 5% 0% <0.50 0.50 a 0.99 1.00 a 1.49 1.50 a 1.99 2.00 a 2.49 2.50 a 2.99 3.00 a 3.49 3.50 a 3.99 4,00 a 4.49 4.50 a 4.99 5.00 a 5.49 5.50 a 6 y más 5.99 Indice de recursos humanos Figura 5 Indice de recursos humanos per capita El promedio del índice global es 2.09, y no difiere mucho entre la zona rural y la urbana. Los salarios son ciertamente más bajos en las áreas rurales en términos nominales, pero también son más bajos allí los precios de los bienes de subsistencia, de modo que una vez normalizados por el costo de la canasta alimentaria básica la diferencia se reduce (véase la discusión metodológica en Maletta 2005a). En las familias nucleares, 23 extendidas o compuestas el valor promedio del índice oscila alrededor de 2.00. Los hogares unipersonales tienen un valor decididamente más alto (3.35), pues lo usual es que el único miembro de ese hogar sea un adulto o un menor emancipado, y su potencial ingreso no debe ser distribuido entre una pluralidad de miembros, como ocurre con otras formas de familia. Algo análogo ocurre en los grupos no familiares (2.92), donde no hay muchos niños y casi todos son adultos o menores emancipados. Respecto a las formas de inserción ocupacional, los hogares campesinos, cuenta propia y sin ocupación están en el promedio o algo por debajo, mientras los asalariados están en 2.30 y los empleadores en 2.71, sin muchas diferencias entre zonas urbanas y rurales. Cuadro 23 Indice de recursos humanos per capita, por tipo de inserción ocupacional, tipo de familia y zona urbana o rural, 2001 TOTAL TOTAL DE HOGARES Total Campesinos C. propia Empleadores Asalariados Sin ocup. Hogar unipersonal Total Campesinos C. propia Empleadores Asalariados Sin ocup. Familia nuclear monoparental Total Campesinos C. propia Empleadores Asalariados Sin ocup. Familia nuclear biparental Total Campesinos C. propia Empleadores Asalariados Sin ocup. Familia extendida Total Campesinos C. propia Empleadores Asalariados Sin ocup. Grupo compuesto Total Campesinos C. propia Empleadores Asalariados Sin ocup. 24 Zona Urbana Rural 2.09 1.97 1.96 2.71 2.30 2.02 2.10 1.76 1.94 2.72 2.23 2.03 2.08 1.99 2.05 2.59 2.64 2.00 3.35 3.30 3.33 4.69 3.91 3.02 3.30 2.82 3.27 4.69 3.60 3.03 3.41 3.34 3.48 4.66 4.81 3.02 1.51 1.55 1.50 2.36 1.85 1.22 1.54 1.34 1.51 2.41 1.85 1.24 1.45 1.57 1.46 1.99 1.89 1.21 1.94 1.74 1.87 2.58 2.04 2.03 2.03 1.66 1.88 2.66 2.05 2.18 1.81 1.75 1.79 2.07 1.98 1.87 1.88 1.79 1.90 2.50 2.07 1.58 1.94 1.64 1.90 2.54 2.08 1.64 1.78 1.82 1.86 2.27 2.03 1.51 2.12 2.04 2.00 2.64 2.25 1.78 2.10 1.84 1.98 2.59 2.20 1.83 2.17 2.09 2.21 2.91 2.41 1.69 TOTAL Grupo no familiar Total Campesinos C. propia Empleadores Asalariados Sin ocup. Zona Urbana Rural 2.92 3.05 2.72 3.79 3.07 2.49 2.71 2.31 2.61 3.65 2.79 2.49 3.34 3.17 3.36 4.12 3.78 2.49 Los hogares sin ocupación, donde sólo hay desocupados o inactivos, tienen casi siempre el valor más bajo, independientemente de la forma de organización familiar. Esto indica que la falta de trabajo afecta más a los hogares con menores niveles de calidad de sus recursos humanos. A esos hogares les siguen los hogares campesinos que también tienen en general recursos humanos relativamente pobres. Valores intermedios cercanos a la media se observan para asalariados y cuenta propia (generalmente un poco más altos para los asalariados), y finalmente valores significativamente más altos para los empleadores. Por ejemplo en las familias nucleares biparentales, que son la forma familiar más abundante, la media es 1.94, y el promedio de los empleadores 2.58, mientras los demás grupos se ubican a poca distancia de la media. A medida que aumenta el valor del índice de recursos humanos aumenta también el valor promedio del índice de habitat (Figura 6). En otras palabras, los hogares con mejores recursos humanos también disponen de mejores condiciones materiales de vida en materia de vivienda, saneamiento y equipamiento del hogar. También se da la relación opuesta: al aumentar el nivel del índice de habitat hay promedios crecientes del índice de recursos humanos (Figura 7). Ambos índices guardan directa correlación el uno con el otro, a nivel de promedios. La correlación directa de ambas variables a nivel de hogares es más débil (0.28) pues hay múltiples factores que determinan ambas variables y que no siempre varían juntas: hay hogares con buenos recursos humanos cuyas condiciones de vida son precarias, y viceversa. Entre los dos índices se obtiene una medición más acabada de los medios de vida, el estándar de vida y la capacidad de generar ingresos de los hogares, que a su vez condicionan fuertemente sus posibilidades de subsistir, criar hijos y desarrollar plenamente sus potencialidades. Indice de habitat 1.20 0.80 0.40 0.00 -0.40 -0.80 <0.50 0.50 a 0.99 1.00 a 1.49 1.50 a 1.99 2.00 a 2.99 3.00 a 3.99 4,00 a 4.99 5 y más Indice de recursos humanos Figura 6 Indice de habitat promedio según valor del índice de recursos humanos per capita, 2001 25 Indice de rec hum 4.00 3.00 2.00 1.00 0.00 -2.5 -2 -1.5 -1 -0.5 0 0.5 1 1.5 2 2.5 3 Indice de habitat Figura 7 Promedio del índice de recursos humanos per capita, según valor del índice de habitat El análisis de la calidad de los recursos humanos de los hogares calculado sobre la totalidad de los adultos del hogar es un indicador genérico de la capacidad que tienen esos adultos para atender las necesidades de su familia. Ello incluye no sólo la generación de ingresos sino también las actividades hogareñas relacionadas con la reproducción y crianza. El número de hijos, y en particular los menores, afecta gravemente la capacidad de subsistencia, sea cual fuere el nivel de calificación de los recursos humanos del hogar. El siguiente gráfico muestra, por ejemplo, la distribución acumulativa del índice de recursos humanos per capita en las familias nucleares biparentales, para distinto número de hijos menores de 18 años presentes en el hogar. Las curvas acumulativas indican qué porcentaje se encuentra por debajo de cada valor del índice. Las curvas están más arriba (es decir, son peores) cuando mayor sea el número de hijos en el hogar. En hogares con cinco o más hijos menores cerca del 100% se encuentra por debajo de dos canastas alimentarias potenciales per capita. 26 100% % acum.hogares 80% 60% 40% 20% 0% 0 1 2 3 4 5 6 7 Indice de recursos humanos per capita Total Sin hijos menores Uno Dos 3o4 5a7 8 o más Figura 8 Recursos humanos per capita en familias nucleares biparentales según número de hijos menores de 18 años, 2001 Un panorama similar aparece en los hogares monoparentales, con mayor dramatismo porque en ese caso hay generalmente un solo adulto capaz de trabajar dentro y fuera del hogar. 3. Vulnerabilidad y riesgos de la familia y los niños La existencia de los niños está plagada de riesgos, y se asemeja a una carrera de obstáculos. Para llegar a la adultez sin arrastrar déficits significativos los niños tienen que sortear una cantidad de peligros, que van desde la muerte en edad temprana hasta la imposibilidad de completar su formación o un ingreso prematuro en conductas y actividades propias de la vida adulta (sea a través del trabajo o a través de una maternidad precoz). En esta sección se utilizan técnicas estadísticas para estimar la vulnerabilidad de los hogares y los niños ante diversas contingencias que inciden en su calidad de vida. Este análisis no se centra en analizar los casos que han sufrido dichas contingencias, sino en identificar los factores de riesgo que tornan particularmente vulnerables a ciertos hogares en comparación con otros. En particular se analizan las condiciones que influyen en los siguientes riesgos: a. Riesgo de que un niño nazca sin la debida atención profesional en el parto b. Riesgo de que un niño nacido vivo fallezca en sus primeros años de vida c. Riesgo de que un niño de menos de cinco años padezca retraso de crecimiento, que es un indicio de desnutrición crónica d. Riesgo de que un niño no ingrese a la educación o que lo haga con retraso e. Riesgo de que un niño matriculado sufra retraso en su avance escolar respecto a su edad f. Riesgo de que un niño que asiste a la escuela la abandone antes de cumplir con los niveles esperados de escolaridad. El análisis de estos riesgos se realiza en parte con datos censales y en parte con datos auxiliares obtenidos en las encuestas de hogares tipo MECOVI y en las encuestas de demografía y salud. Se excluyeron algunos riesgos para los cuales existen insuficientes datos, como por ejemplo el riesgo de tener bajo peso al nacer, que es un factor muy 27 importante para determinar la salud y las posibilidades de supervivencia del niño, pero sobre el cual las encuestas disponibles no permiten hacer un análisis muy detallado ni arribar a resultados confiables sobre los factores de riesgo. El estudio de estos problemas permite, por una parte, determinar cuáles son los factores de riesgo y cuál es su efecto absoluto y relativo sobre cada uno de los eventos adversos enumerados precedentemente, y por otra parte permite identificar grupos y áreas geográficas particularmente expuestos a esos riesgos, con el fin de focalizar las políticas públicas adecuadas en cada caso. 3.1. Riesgo de nacer sin atención adecuada Los datos del Censo de 2001 revelan que un porcentaje apreciable de los niños nacen sin la debida atención profesional. El riesgo se acrecienta en zonas rurales y es también función de las características socioeconómicas y educativas de las familias. En el Censo de Población 2001 se investigó la forma y lugar en que ocurrió el último parto de las mujeres mayores de 15 años, y la fecha de dicho evento. Si bien todas las madres declaran sobre ese punto, se tomaron solamente las madres recientes, es decir aquellas cuyo último parto ocurrió en los cinco años anteriores al censo (desde el 1 de septiembre de 1996 hasta comienzos de septiembre de 2001). El Censo registra estos datos para unas 755,000 madres con información completa en esas preguntas. Cuadro 24 Atención del último parto de madres recientes Lugar del último parto* En un estableci- En un En otro Total Quién atendió el parto miento de salud domicilio lugar Médico 413,505 7,821 4,740 426,066 Enfermera, auxiliar de enfermería 40,850 13,128 1,339 55,317 Partera 2,591 70,547 2,344 75,482 Usted misma 0 96,540 2,657 99,197 Otra persona 532 92,736 4,105 97,373 Total 457,478 280,772 15,185 753,435 (*) Sólo incluye casos en que el último parto haya ocurrido en los cinco años anteriores al censo 2001, y que tengan información sobre la fecha del último parto, lugar del parto y atención recibida. Se excluyen mujeres que no respondieron a alguna de las dos preguntas, o a ambas (que representan un porcentaje pequeño del total). Fuente: Censo 2001. Es aceptable internacionalmente que la atención del parto esté a cargo de personal idóneo aunque no se trate de un médico, pero el riesgo de salud y de mortalidad perinatal se minimiza cuando interviene un profesional y el parto se realiza con las debidas condiciones en un establecimiento de salud. En este análisis se usaron dos criterios alternativos para definir un nacimiento en riesgo. El criterio más estricto exige que el parto sea atendido por un médico en un establecimiento de salud, criterio que fue cumplido por un 55% de los casos. El criterio más amplio acepta que el parto sea atendido por un médico, por personal de enfermería o por una partera, y que ocurra en cualquier lugar, no necesariamente en un establecimiento de salud. Este criterio fue cumplido por un 74% del total de casos con información. El análisis basado en cualquiera de ambos criterios dio resultados muy similares. Para analizar los riesgos diferenciales derivados de distintas condiciones y factores se aplicó el método de regresión logística, que predice la probabilidad de que ocurra un evento a partir de diversos factores predictores. 28 Cuadro 25 Riesgos relativos de retraso de parto mal atendido, según factores de riesgo (2001) Criterio amplio1 Criterio estricto2 Factor de Incremento Factor de Incremento riesgo de riesgo riesgo de riesgo Región3 Altiplano 4.9506 395.1% 3.8849 288.5% Valles 1.8575 85.7% 1.3031 30.3% Zona rural 0.9822 -1.8% 1.4735 47.4% Inserción ocupacional4 Hogar campesino 1.0572 5.7% 1.1179 11.8% Hogar cuenta propia 0.8701 -13.0% 0.9049 -9.5% Hogar patronal 0.7949 -20.5% 0.8420 -15.8% Hogar asalariado 0.8469 -15.3% 0.8333 -16.7% Sin baño adecuado 1.4703 47.0% 1.4065 40.6% Pisos de tierra 1.4226 42.3% 1.4252 42.5% Techos inadecuados 1.3609 36.1% 1.4349 43.5% Sin electricidad 1.3173 31.7% 1.3213 32.1% Sin agua por cañería 1.2978 29.8% 1.2788 27.9% Cocina con leña o bosta 1.2935 29.4% 1.3026 30.3% Migrante reciente 1.1975 19.7% 1.1629 16.3% Paredes inadecuadas 1.1725 17.3% 1.1165 11.7% Lengua indígena 1.1573 15.7% 1.2047 20.5% Número de hijos 1.0975 9.7% 1.1077 10.8% Casada o conviviente 1.0965 9.6% 1.0659 6.6% Migrante antigua 1.0710 7.1% 1.0032 0.3% Ocupada 1.0537 5.4% 1.0471 4.7% Personas por dormitorio5 1.0341 3.4% 1.0157 1.6% Edad de la madre6 0.9875 -1.2% 0.9800 -2.0% Educación de la madre6 0.9837 -1.6% 0.9896 -1.0% Clima educativo del hogar6 0.8827 -11.7% 0.8747 -12.5% No jefa ni cónyuge 0.7295 -27.0% 0.7343 -26.6% 1. Criterio amplio: Parto atendido por médico, enfermera, auxiliar de enfermería o partera, en cualquier lugar (establecimiento de salud, domicilio u otro lugar). 2. Criterio estricto: Parto atendido por médico en un establecimiento de salud. 3. En comparación con los Llanos 4. En comparación con los hogares de ocupación no definida o sin ocupación. 5. Incremento de riesgo por cada persona adicional por dormitorio. 6. Incremento o disminución de riesgo por cada año adicional de edad o de educación El riesgo relativo equivale a la probabilidad de que el parto sea mal atendido, sobre la probabilidad de que sea bien atendido. El riesgo de base es el que aparece cuando todos los factores de riesgo valen cero. Para la región se considera los Llanos como igual a cero, y para la inserción ocupacional se tomó como base igual a cero los hogares sin ocupación definida. El efecto de cada factor de riesgo es calculado controlando todos los otros factores, y representa el efecto neto de cada factor manteniendo constantes los demás factores. La columna "Factor de riesgo" es el factor diferencial neto asociado a cada variable. "Incremento de riesgo" equivale a la columna precedente, menos 1, en forma de porcentaje. Zona rural : No significativo (p=0.098) en el criterio amplio Migrante antigua: No significativo (p=0.65) en el criterio estricto. Fuente: Censo 2001 Para las mujeres que viven en la región del Altiplano el riesgo, tomando como referencia el criterio más amplio, aumenta en un 395%. Vivir en la región de los Valles lo 29 incrementa en un 86% (en comparación con los Llanos, región que se toma como referencia). Que la madre tenga como lengua materna una lengua indígena incrementa el riesgo en 125%. Las familias campesinas tienen un riesgo mayor que las otras, mientras que las familias que dependen del trabajo asalariado o por cuenta propia, y las familias de empleadores, tienen menos riesgo. Las condiciones materiales de vida también inciden en el riesgo.3 Tener inadecuadas paredes, pisos, o techos, no tener baño adecuado, no tener electricidad, usar leña o bosta para cocinar: cada uno de estos factores separadamente aumenta el riesgo entre 20 y 40%; cada persona adicional por dormitorio lo incrementa en un 5%. El hecho que la madre sea migrante reciente determina un aumento de 16 a 20% en el riesgo de parto mal atendido, independientemente de los otros factores. Para las migrantes antiguas el riesgo en sentido amplio aumenta un 7%, sin efecto significativo sobre el riesgo definido en forma estricta. Cada año de educación de la madre disminuye el riesgo en un 1%, y además cada año de educación del promedio de los adultos del hogar disminuye el riesgo en un 12%, mientras que cada hijo adicional que haya tenido la madre aumenta el riesgo en un 10%. La zona rural no tiene efecto significativo sobre el riesgo definido en forma amplia pero tiene un mayor efecto para el criterio estricto, que exige parto atendido por un médico en un establecimiento de salud: las mujeres rurales tienen un 47% más de riesgo de no cumplir este criterio, independientemente de los otros factores como la educación o las condiciones de vida. En igualdad de condiciones las mujeres casadas o convivientes tienen un poco más de riesgo. Las mujeres que no son ni jefas de hogar ni cónyuges del jefe tienen menor riesgo que las otras. Las madres recientes que carecieron de adecuada atención en el parto representan diferentes proporciones según el tipo de grupo familiar y su forma de inserción ocupacional. Son más afectadas las que pertenecen a hogares campesinos, y las que viven solas. Por ejemplo las mujeres campesinas que en el momento del censo vivían solas tienen un 88% de probabilidad de haber tenido su último hijo sin atención adecuada de un médico en un establecimiento de salud, y 65% de haberlo tenido sin ninguna clase de atención. Cuadro 26 Porcentaje de madres recientes sin adecuada atención en el parto, 2001 Criterio amplio: Parto no atendido por ningún personal idóneo Inserción ocupacional del hogar Forma de organización del Sin hogar actual de las madres TOTAL Campesino C.Propia Empleador Asalariado ocup. Total 26.1% 51.1% 15.8% 9.9% 13.2% 34.0% Hogar unipersonal 34.9% 65.2% 33.3% 15.9% 10.5% 38.4% Familia nuclear monoparental 30.6% 58.5% 24.0% 13.3% 13.9% 32.3% Familia nuclear biparental 28.6% 54.9% 17.7% 11.0% 14.3% 37.8% Familia extendida 22.8% 46.8% 12.4% 9.1% 11.6% 31.7% Grupo compuesto 15.2% 30.6% 9.7% 7.8% 10.7% 25.3% Grupo no familiar 17.6% 37.2% 16.7% 12.9% 12.5% 20.3% Criterio estricto: Parto no atendido por un médico en un establecimiento de salud Inserción ocupacional del hogar Forma de organización del Sin hogar actual de las madres TOTAL Campesino C.Propia Empleador Asalariado ocup. Total 45.1% 77.5% 32.1% 22.5% 28.3% 55.3% 3 Se considera baño inadecuado cuando no existe ninguna clase de baño o letrina, o cuando el desagüe no se efectúa por alcantarillado o cámara séptica. Se consideró adecuadas las paredes de ladrillo o bloques de cemento, tanto revocadas como sin revocar, y como inadecuadas las demás (barro, paja, piedra, etc.). Techos adecuados son los de losa, calamina o tejas. 30 Hogar unipersonal 56.2% 88.8% 55.1% 25.0% 25.9% 62.3% Familia nuclear monoparental 50.3% 83.9% 42.6% 27.1% 28.1% 53.2% Familia nuclear biparental 48.1% 81.2% 34.9% 24.2% 29.9% 59.9% Familia extendida 41.0% 73.4% 27.2% 21.0% 26.0% 52.5% Grupo compuesto 32.5% 58.1% 23.8% 20.2% 26.2% 43.4% Grupo no familiar 37.8% 65.0% 33.9% 39.2% 33.3% 36.5% Se refiere al último parto de aquellas madres que tuvieron algún hijo en los 5 años anteriores al censo de 2001. Estas proporciones observadas son reproducidas muy fielmente por la ecuación de regresión logística, cuya capacidad predictiva fue del orden del 80%. Aplicando la misma ecuación a censos anteriores se puede ver la evolución de la probabilidad esperada de un parto mal atendido. En general, dado que los factores involucrados han tendido a mejorar, el riesgo de un parto mal atendido ha tendido a disminuir. Esa tendencia puede usarse para proyectar ese riesgo al 2015. El mismo procedimiento se usa para otros riesgos. 3.2. Riesgo de desnutrición infantil La desnutrición en la infancia y hasta los cinco años tiene consecuencias muy importantes para el desarrollo del niño. Se mide a través del retraso en estatura durante los primeros años de vida, pero se manifiesta en una mayor sensibilidad a infecciones, una mayor probabilidad de muerte, mala salud en la vida adulta, y deficiente desarrollo intelectual.4 Las variables presentes en la ecuación reflejan la región de residencia, la cantidad de hijos (orden de nacimiento de los niños), el número de niños menores de 5 en el hogar, la educación de la madre, las condiciones materiales de vida del hogar, y la disponibilidad de servicios médicos medida a través del lugar donde se realizó el parto (bajo el supuesto de que esto último es un buen indicador de la atención pre y post parto recibida por la madre y por el niño). Se escogieron solamente variables que estuviesen medidas en el Censo de Población, para poder aplicar la ecuación a los datos censales. Esta ecuación, sobre la muestra de niños menores de cinco años en la ENDSA 1998, tuvo una capacidad predictiva promedio de 66% a nivel individual, pero reproduce muy fielmente la proporción de desnutridos en la población (los errores de predicción se compensan). La ENDSA contiene una gran cantidad de variables que podrían mejorar la predicción, pero esas variables no figuran en el censo por lo cual fueron excluidas. Otras variables fueron ensayadas pero acabaron excluidas por no tener significatividad la estimación dado el tamaño de muestra de la ENDSA. Cuadro 27 Riesgos relativos de retraso de talla según factores de riesgo Factor de Incremento Factor de riesgo riesgo de riesgo Altiplano* 1.6023 60.23% Valles* 1.2829 28.29% Baño inadecuado 1.3488 34.88% Parto en domicilio u otro (no en estab.salud) 1.3282 32.82% 4 El indicador de retraso de talla consiste en el porcentaje de niños de menos de cinco años que se encuentran a más de dos desviaciones estándar por debajo de la estatura mediana de referencia internacional para cada sexo y edad. 31 Pisos inadecuados Niños menores de 5 años en el hogar** Paredes inadecuadas Total de hijos tenidos por la madre** Años de educación de la madre*** Refrigeradora Teléfono (*) Respecto a Llanos. adicional (***) Riesgo por año adicional. 1.2605 1.2320 1.1762 1.0405 0.9465 0.6945 0.5805 (**) Riesgo 26.05% 23.20% 17.62% 4.05% -5.35% -30.55% -41.95% por niño Fuente: ENDSA 1998. Los riesgos relativos de un retraso de talla, según la ecuación, se incrementan en un 60% si el niño está en el Altiplano, y en un 28% si está en los Valles, respecto a la situación de base (Llanos). La variable urbano-rural, incluida originalmente en el análisis, no aparece en la ecuación final por no tener impacto significativo una vez que las demás variables son tenidas en cuenta. Se supone que el efecto de vivir en zona rural está adecuadamente reflejado por las condiciones de la vivienda y la atención en establecimientos de salud. Cada hijo adicional tenido por una mujer incrementa en un 4% el riesgo de que el último de ellos padezca retraso de talla. Cada niño adicional menor de 5 años incrementa el riesgo en un 23%. No no se debe solamente al mero número de hijos tenidos, o de niños menores de 5 existentes en el hogar, sino a otros factores concurrentes. Por ejemplo, un mayor número de hijos o de niños significa que los recursos económicos del hogar deben repartirse entre un mayor número de consumidores; un mayor número de niños menores de 5 años está asociado a un breve intervalo entre partos, lo cual deteriora la salud de la madre y puede reducir el peso al nacer. Este efecto de la mayor fecundidad es independiente de otros factores, asociados con ella pero incluidos separadamente en la ecuación, como la educación de la madre, la residencia rural o las condiciones materiales de vida. La disponibilidad de servicios de salud es un poderoso factor para evitar el retraso de talla: el hecho de que el parto no haya ocurrido en un establecimiento de salud (indicativo de una deficiente atención de salud en general) incrementa el riesgo de desnutrición en un 32%. Cada año adicional de educación de la madre reduce el riesgo del retraso de talla en un 5.35%. Las mejores condiciones de vida del hogar (que también indican mejores ingresos) también reducen el riesgo de desnutrición. Así, los hogares con refrigeradora tienen un 30% menos de riesgo, los hogares con teléfono lo reducen en un 42% adicional. El riesgo aumenta significativamente en los hogares con paredes inadecuadas (+17%), con pisos de tierra (+26%) o sin baño adecuado (+35%). 3.3. Riesgo de mortalidad en la niñez En forma similar al riesgo de desnutrición, el riesgo de mortalidad en la niñez (menos de 5 años) debe estimarse sobre la base de las Encuestas Demográficas y de Salud. Para los niños menores de 5 años en el censo de 2001, el período de exposición a ese riesgo fue de 1996 a 2001, y por lo tanto puede estar bien reflejado por la ENDSA de 1998. Se utilizó regresión de Cox para estimar el riesgo de que un niño muera desde el nacimiento hasta los cinco años. Se aplicó regresión de Cox para estimar la probabilidad de que un niño muera antes de cumplir cinco años (cubriendo así mortalidad infantil y en la niñez). Se tomaron los nacimientos de los últimos diez años (los nacimientos de los últimos cinco años 32 resultaban en un número limitado de fallecimientos que restaba significatividad a los resultados). Los resultados del ejercicio de regresión de Cox indican que, como es esperable, el factor abrumadoramente más importante es la atención de salud. El hecho de no haber contado con la atención de un médico en el parto (que va asociado a mejor atención durante el embarazo y la infancia) aumenta el riesgo de mortalidad 32 veces (es decir un 3186%). Los otros factores agravantes más importantes son la residencia en el Altiplano (sobre todo en zonas rurales), la ausencia del padre del niño (madres solteras, viudas, separadas o divorciadas), el orden de nacimiento del niño (total de hijos ya tenidos por la madre), las condiciones habitacionales del hogar (indicadas por la calidad de las paredes y pisos de la vivienda, la existencia de un baño, y la posesión de artefactos y servicios básicos como refrigerador o teléfono. El riesgo disminuye, en cambio, con la edad y la educación de la madre, o en hogares de mayor tamaño, o en caso que el hogar tenga jefatura femenina. Cuadro 28 Factores de riesgo para la mortalidad en la niñez (hasta los cinco años) Factor Incremento de de riesgo riesgo Parto sin atención médica 32.861 3186.1% Altiplano rural 1.803 80.3% Madre sep-viuda 1.672 67.2% Madre soltera 1.646 64.6% Altiplano urbano 1.632 63.2% Valle rural 1.455 45.5% Valle urbano 1.339 33.9% Total de hijos 1.335 33.5% Piso de tierra 1.192 19.2% Paredes inadecuadas 1.168 16.8% Sin baño 1.135 13.5% Llano rural 1.108 10.8% Año de nacimiento 0.976 -2.4% Educ madre 0.957 -4.3% Edad madre 0.934 -6.6% Refrigerador 0.902 -9.8% Telefono 0.879 -12.1% Total de miembros del 0.778 -22.2% hogar Hogar con jefatura 0.608 -39.2% femenina Fuente: ENDSA 1998. Estimado por regresión de Cox Para la estimación se incluyeron inicialmente otras variables que no resultaron significativas. Por ejemplo, no resultó incluida la subdivisión en zonas urbanas y rurales, cuyo efecto ha sido captado por otras variables como la calidad de la vivienda. Hay efectos agravantes de todas las regiones y zonas en comparación con la zona urbana de los Llanos que se toma como referencia. Otras características habitacionales como la existencia desagüe adecuado, la provisión de agua o el número de personas por habitación también resultaron no significativas (su efecto probablemente es captado por la calidad de las paredes y pisos y por otras variables asociadas a condiciones de tipo urbano). Tampoco resultó significativa la actividad económica de la madre (su efecto es posiblemente captado por la jefatura femenina del hogar y la educación de la madre, y 33 además refleja la actividad de la madre en el momento de la encuesta y no en el período de embarazo y lactancia que ocurrió varios años antes). La jefatura femenina del hogar es un factor favorable (reduce el riesgo de mortalidad) si se mantienen constantes otros factores como el tamaño del hogar y el estado conyugal o la educación de la madre. Esto merece una pequeña explicación. La mujer que es jefa del hogar no es necesariamente la misma mujer considerada como madre. Aquí sólo se considera como madres a aquellas cuyo último hijo nació en los diez años anteriores a la encuesta. El estado conyugal de la madre agrava el riesgo de mortalidad, pero la jefatura femenina lo disminuye. Esta diferencia se debe, probablemente, a que algunas jefas de hogar son en realidad abuelas del niño, y las madres que no son jefas del hogar sino hijas o nueras de la jefa, y posiblemente ello implica un mayor cuidado recibido por el niño cuando vive con su abuela. El efecto favorable de la jefatura femenina (-39%) manteniendo constante el estado conyugal, es inferior al efecto de que la madre no sea casada o conviviente manteniendo constante la jefatura (+67% para las separadas y viudas, y +63% para las solteras), por lo cual en balance los hogares donde la madre del niño es jefa del hogar ejercen un efecto neto negativo que agrava la mortalidad en la niñez. En la ecuación ha ingresado con valores significativos la variable "Año de nacimiento del niño". Dado que se tomaron los diez años anteriores a la ENDSA 1998, esos años fueron de 1988 a 1998. Cada año adicional implica una reducción del 2.4% en el riesgo de morir antes de los cinco años de edad, lo cual confirma claramente la tendencia declinante de la mortalidad infantil aun manteniendo constantes los otros factores incluidos en la ecuación. Se analizó también la distribución de las probabilidades de supervivencia (o muerte) por edad de los niños, y mediante los resultados alcanzados se puede estimar la supervivencia de los niños en diferentes zonas y regiones. Como es de esperar, los niños sobreviven en zonas urbanas mejor que en las rurales. La supervivencia es mejor en los Llanos, intermedia en los Valles y peor en el Altiplano. 1.00 .98 Supervivencia .96 .94 Zona Urbano .92 Rural 0 10 20 30 40 50 60 Edad en meses Figura 9 Supervivencia hasta 5 años de niños urbanos y rurales A los cinco años sobreviven cerca de 94% de los niños urbanos pero apenas un poco más de 92% de los niños rurales. Al cabo de cinco años sobreviven más de 94% de los niños de los Llanos, 93% en los Valles, y algo menos de 92% en el Altiplano. Estas 34 diferencias reflejan el efecto conjunto de todos los factores de riesgo para la población de cada región o zona. El tamaño de la muestra no permite una desagregación mayor en la ENDSA, pero la aplicación de la misma ecuación a los datos del Censo permite estimar riesgos diferenciales a nivel mucho más detallado. 1.00 .98 Supervivencia acumulada .96 .94 Región Llanos .92 Valles .90 Altiplano 0 10 20 30 40 50 60 Edad en meses Figura 10 Supervivencia de niños hasta 5 años por regiones 3.4. Riesgo de no ingresar a la escuela El ingreso escolar normal está previsto legalmente para niños de seis años, aunque en algunos casos el ingreso se produce a los cinco. Un ingreso posterior a esas edades se considera tardío, pero de hecho hay niños que ingresan a la escuela en diferentes edades, y hay también niños que no ingresan nunca, o al menos no ingresan a la educación regular hasta que cumplen la mayoría de edad (algunos de ellos asisten más tarde a la educación de adultos). El riesgo de no ingresar a la escuela puede ser estudiado bajo dos modalidades principales: (1) el riesgo de no ingresar en la edad apropiada puede ser estudiado por regresión logística al igual que otros riesgos similares, pero este enfoque deja de lado la posibilidad de un ingreso tardío; (2) el riesgo de no ingresar antes de cierta edad puede ser analizado mediante métodos de análisis de supervivencia como la regresión de Cox. Este enfoque analiza los factores que determinan el tiempo que transcurre hasta la ocurrencia de un evento, y la probabilidad de que dicho evento ocurra (o no ocurra) en determinados plazos. El evento de interés aquí es el ingreso a la escuela, que puede suceder en cualquier edad a partir de los 5 años, y la variable que interesa es la probabilidad de supervivencia, es decir en este caso la probabilidad de que un niño permanezca en condición "no escolarizada" hasta una determinada edad, y los factores que determinan dichas probabilidades. Dado que el ingreso puede ocurrir a diferentes edades, el método más adecuado es la regresión de Cox. La gran mayoría de los niños de Bolivia (casi el 90%) ingresan a la escuela, tarde o temprano. Sólo una pequeña proporción del orden del 10% llega a la edad adulta sin 35 haber ingresado a la educación formal. Sobre un total de 2.88 millones de personas de 4 a 19 años, al menos 2.57 millones ingresaron alguna vez a la escuela, y sólo 310,000 (un 10.8%) no tienen registrada su matriculación. Cuadro 29 Factores que influyen en el ingreso a la educación Factores Sexo femenino Region y zona (base Altiplano urbano) Altiplano rural Valles urbano Valles rural Llanos urbano Llanos rural Insercion ocupacional (a) Cuenta propia (b) Empleadores (c) Asalariados (d) Desocupados, inactivos y/o sin datos Jefe de hogar es migrante reciente Hogar con miembros de lengua indígena (e) Clima educativo del hogar (f) Años de estudio del jefe del hogar Personas por habitación Paredes adecuadas Techos adecuados Pisos de tierra Cocinan con leña o bosta No tienen baño Tienen electricidad Tienen radio Tienen televisor Tienen refrigeradora Tienen teléfono Factor de riesgo de ingresar 1.009 Incremento de chances de ingresar 0.9% 1.149 0.981 1.032 0.943 0.987 14.9% -1.9% 3.2% -5.7% -1.3% 0.973 0.958 0.951 -2.7% -4.2% -4.9% 0.965 -3.5% 0.975 -2.5% 1.012 1.2% 1.020 1.004 0.980 0.989 1.081 0.985 0.971 0.961 1.057 1.038 1.019 1.036 1.010 2.0% 4.0% -2.0% -1.1% 8.1% -1.5% -2.9% -3.9% 5.7% 3.8% 1.9% 3.6% 1.0% (a) Base de referencia: Hogares campesinos (b) Hogares sin productores agropecuarios, al menos un cuenta propia, sin empleadores (puede haber asalariados o desocupados) (c) Hogares con algún empleador (puede haber también otras ocupaciones). (d) Hogares con asalariados, sin productores agropecuarios ni cuenta propia ni empleadores. Puede haber desocupados (e) Hogares en que al menos un miembro de la familia tuvo como primera lengua un idioma indígena (f) Años promedio de estudio de los miembros adultos del hogar (incluye menores emancipados) Fuente: Censo 2001 El "riesgo" representado en estos valores es el "riesgo" o chances relativas de ingresar a la escuela, es decir que tiene un sentido positivo. Se supone que las diferencias determinadas por diferentes variables se comparan con una situación de base. Esa situación de base es una situación en la cual la región y zona es el Altiplano Urbano, el 36 hogar es campesino, y todas las demás variables valen cero. El análisis predice con mucha precisión la proporción de niños no ingresados a diferentes edades. El ingreso efectivo es un poco mayor que el pronosticado, debido a factores no incluidos en la ecuación predictiva (Figura 11). 1.00 0.80 0.60 0.40 0.20 0.00 0 5 10 15 20 Edad Observada Predicha Figura 11 Probabilidad de no haber ingresado aún a la escuela, por edad La curva de valores observados corresponde a niños y adolescentes que en 2001 tenían entre 5 y 19 años, y por lo tanto corresponde a experiencias escolares realizadas a lo largo de un período de unos quince años. La curva de valores predichos, en cambio, toma en cuenta la experiencia de todos los niños y se refiere a la edad esperada de ingreso, que tiende a mejorar con el tiempo. Por ello la curva de proporciones predichas, que toma en cuenta esa mejora a través del tiempo, indica una menor proporción de niños que nunca han ingresado a la escuela, sobre todo entre las edades de 6 y 10 años. Considerando ese factor se aprecia la estrecha relación entre los valores observados y la predicción obtenida por regresión. Según ambas series de valores, alrededor de un 20% de los niños ingresa a los cinco años; a los seis o siete años queda un 40% sin ingresar, a los 8 años un 20-30%, y luego de los 10 años se estabiliza la proporción no ingresada alrededor de un 10-12%. En otras palabras, los ingresos tardíos posteriores a los 10 años son muy pocos, y la mayor parte de los niños ingresa entre los 5 y 8 años. Una política de universalización del ingreso escolar debería concentrarse en el 11% que a los 10 años no ha ingresado todavía. Una política de mejoramiento del ingreso para asegurar mayor probabilidad de permanencia escolar debería atacar los factores que retardan el ingreso escolar más allá de la edad reglamentaria. Los factores de riesgo más importantes son la zona de residencia (en particular los Llanos, donde el ingreso es más tardío), y los migrantes recientes, así como los hogares con bajo estándar de vida y menor educación del jefe del hogar. Si bien el efecto neto de vivir en zonas rurales es positivo, los niños de zonas rurales se ven afectados por muchos otros factores de riesgo, de modo que en promedio los niños rurales tienen una mayor probabilidad de no ingresar a la escuela. Esto se puede comprobar con las proporciones observadas de niños que no han ingresado hasta diferentes edades, que se exhiben en la figura siguiente. 37 1.00 0.80 0.60 0.40 0.20 0.00 0 5 10 15 20 Edad Urbana Rural Figura 12 Proporción acumulada de niños que nunca ingresaron a la escuela, por edad La diferencia a favor de las zonas urbanas es perceptible desde los seis años, y se mantiene hasta alcanzar la adultez: en general la probabilidad de no ingresar a la escuela para un niño rural es alrededor de cinco puntos más alta. A los 18-19 años quedan sin ingresar 9% de los urbanos y 14% de los rurales, de modo que para los niños rurales el riesgo relativo de llegar a la adultez sin haber ingresado es alrededor de un 50% más alto que el riesgo de los niños urbanos. En general los otros indicadores sociales de los Llanos son mejores que los del Altiplano y Valles, pero en cuanto al ingreso escolar se observa una clara ventaja de las regiones andinas sobre el Oriente. Las dos poblaciones con menores chances de ingreso a la escuela son las zonas rurales de Valles y Llanos. En general, el comportamiento del Altiplano Rural es muy semejante al de las zonas urbanas de las tres regiones, mientras que las zonas rurales de Valles y Llanos tienen un desempeño menos favorable. Al llegar a la adultez queda alrededor de un 8-10% de niños sin ingresar a la escuela en todas las zonas urbanas. En el Altiplano Rural es apenas un poco más (11%), mientras que en Valles Rural y Llanos Rural la proporción final llega a 15-16%. Aun con los grandes progresos realizados en Bolivia para lograr la universalización de la educación, estos porcentajes residuales de niños que llegan a la mayoría de edad sin haber ingresado a la escuela señalan la dimensión del camino por recorrer, ya que probablemente se trata de los casos más difíciles: falta de oferta escolar en poblaciones muy dispersas, o falta de demanda suficiente en grupos urbanos marginalizados, familias poco integradas y otros grupos similares con graves carencias sociales. 38 120% 100% 80% 60% 40% 20% 0% 0 2 4 6 8 10 12 14 16 18 20 Edad Altiplano Urbano Altiplano Rural Valles Urbano Valles Rural Llanos Urbano Llanos Rural Figura 13 Porcentaje de niños que aún no ingresaron a la escuela, por edad (2001) 3.5. Riesgo de abandonar la escuela La proporción de niños que han abandonado la escuela guarda una relación creciente con la edad, y a los 19 años alcanza un 34% de los varones y un 38% de las mujeres que alguna vez ingresaron, una proporción apenas inferior a la de aquellos que completan la secundaria (38% de los varones y 40% de las mujeres). El proceso de abandono es gradual y bastante regular. Suponiendo que un niño se encuentra ya asistiendo a la escuela, se analizaron los distintos factores que influyen sobre el riesgo de que abandone los estudios antes de completar la educación regular primaria y secundaria, es decir entre el primer año de la escuela primaria hasta el último de la secundaria (un total de doce cursos anuales de educación básica). El método adecuado para este análisis es nuevamente la regresión de Cox. Se utilizaron las mismas variables que se aplicaron al riesgo de no ingresar a la escuela. 39 Cuadro 30 Factores que influyen en el abandono de la educación primaria o secundaria Factor Incremento de de riesgo riesgo Sexo femenino 1.3460 34.6% Region y zona (base Altiplano urbano) Altiplano rural 1.2100 21.0% Valles urbano 1.4440 44.4% Valles rural 2.2320 123.2% Llanos urbano 1.6110 61.1% Llanos rural 2.3870 138.7% Insercion ocupacional (a) Cuenta propia (b) Empleadores (c) Asalariados (d) Desocupados, inactivos y/o sin datos Jefe migrante reciente Paredes inadecuadas No tienen baño adecuado Personas por habitación Pisos de tierra Años de educación del jefe del hogar Usan leña o bosta para cocina Personas indígenas en el hogar (e) Clima educativo del hogar (f) Tienen radio Tienen refrigeradora Techos adecuados Tienen electricidad Tienen teléfono Tienen televisor 0.9270 1.2410 1.1510 -7.3% 24.1% 15.1% 0.6560 1.5120 1.1730 1.1680 1.0170 1.0170 -34.4% 51.2% 17.3% 16.8% 1.7% 1.7% 0.9920 0.9440 0.9020 0.8830 0.8760 0.8280 0.7920 0.7420 0.7240 0.7010 -0.8% -5.6% -9.8% -11.7% -12.4% -17.2% -20.8% -25.8% -27.6% -29.9% (a) Base de referencia: Hogares campesinos (b) Hogares sin productores agropecuarios, al menos un cuenta propia, sin empleadores (puede haber asalariados o desocupados) (c) Hogares con algún empleador (puede haber también otras ocupaciones). (d) Hogares con asalariados, sin productores agropecuarios ni cuenta propia ni empleadores. Puede haber desocupados (e) Hogares en que al menos un miembro de la familia tuvo como primera lengua un idioma indígena (f) Años promedio de estudio de los miembros adultos del hogar (incluye menores emancipados) Fuente: Censo 2001. De acuerdo a este análisis, el riesgo de abandonar la escuela una vez empezados los estudios se incrementa muy fuertemente en las zonas rurales de Valles y Llanos, mientras que en el Altiplano Rural el incremento es mucho más modesto (respecto al Altiplano Urbano que se toma como base de referencia). De hecho, en las ciudades de Valles y Llanos se incrementa el riesgo en mayor proporción que en el Altiplano Rural. Estos incrementos son netos, es decir, una vez descontado el efecto de las otras 40 variables incluidas en el análisis. Es decir que para alumnos del mismo sexo, con iguales condiciones materiales de vida, con igual clima educativo del hogar, etc., el riesgo de abandono es el mínimo en el Altiplano Urbano, un poco más alto en el Altiplano Rural, moderadamente más alto en las zonas urbanas de Valles y Llanos, y mucho más alto en las zonas rurales de Valles y Llanos). La diferencia no puede deberse a la mejor o más amplia oferta escolar, pues evidentemente en las ciudades de Valles y Llanos hay mayor oferta escolar que en las zonas rurales del Altiplano.Este dato, junto con otros ya revisados, sugiere que la población del Altiplano Rural otorga a la educación una importancia superior a la que se le asigna en otras regiones del país. La migración incrementa el riesgo de abandono. Cuando el jefe del hogar es migrante reciente, el riesgo de abandono escolar de los niños o adolescentes se incrementa en un 51%. También el sexo de los menores juega un papel considerable: pertenecer al sexo femenino (siempre en términos netos) incrementa el riesgo de deserción en un 34%. Si bien no hay una significativa discriminación por sexo para el ingreso a la educación, sí existe una clara diferenciación en el abandono de los estudios. Otra constatación notable es que (en igualdad de otros factores) los hogares campesinos tienen un riesgo inferior al de aquellos hogares donde hay empleadores o donde sólo hay asalariados. Esto no significa que en promedio los campesinos abandonen menos los estudios, pues operan también otras circunstancias, pero si viven en la misma región y zona, gozan de iguales condiciones de vida y demás aspectos controlados en la ecuación, los hogares campesinos tienen mayor tendencia a que sus niños completen la escuela secundaria. Esto remarca la especial importancia que la población campesina le otorga a la educación como una forma privilegiada para mejorar las condiciones de existencia y las perspectivas futuras de sus hijos, tal como se percibe al comparar zonas rurales con urbanas especialmente en el Altiplano. Asimismo se comprueba que en términos netos la pertenencia a etnias indígenas reduce el riesgo en un 9.8% (considerando como indígenas a las personas cuya primera lengua fue una lengua indígena). Esto implica que en igualdad de otros factores, la población de origen indígena muestra un interés adicional en mantener sus niños en la escuela, en comparación con la población no indígena. La educación promedio de los miembros adultos (clima educativo del hogar) reduce el riesgo en un 11% por cada año adicional de estudios que los adultos tengan, con una reducción adicional del 0.8% por cada año de estudios del jefe del hogar. Esto implica que entre un hogar con clima educativo cero (todos los adultos son analfabetos) y un hogar con clima educativo de 8 años en promedio el riesgo de abandonar la escuela se reduciría en casi un 90%. Si además el jefe del hogar tiene primaria completa el riesgo se reduciría en un 6.4% adicional, de modo que resultaría casi igual a cero. Las mejores condiciones de vida, en general, reducen el riesgo de abandono. La única excepción, como en otras regresiones, es la calidad de las paredes. Tener paredes de materiales adecuados (ladrillo o bloques de cemento), manteniendo constantes los otros factores, tiende a aumentar el riesgo, probablemente por su asociación con otras condiciones no incluidas (como la oferta escolar de la zona) o por interacciones entre las variables, como por ejemplo la frecuencia de diferentes materiales de las paredes en diferentes zonas del país. Por otra parte la mayoría de las condiciones habitacionales tienen un efecto muy pequeño, que suele ser inferior al 20% de reducción o incremento del riesgo. En particular, el tener piso de tierra casi no tiene efecto sobre el riesgo de abandono escolar, de nuevo sugiriendo que los hogares campesinos pobres le otorgan gran importancia a la educación y procuran que sus hijos completen la escuela. El efecto de tener piso de tierra (+1.7%) equivale al efecto de tener una persona más por habitación, variable que por lo general varía entre 1 y 5, de modo que en casos de alto hacinamiento, con cinco o aún excepcionalmente seis personas por habitación, el riesgo 41 de abandono escolar se incrementaría sólo en un 5-8% respecto a hogares con una o dos personas por habitación. Estos datos refuerzan la conclusión de que los grupos de población más pobres, como los campesinos, hacen un esfuerzo considerable para mantener sus hijos en la escuela. 3.6. Riesgo de trabajo precoz Tanto los que continúan estudiando como aquellos que abandonan los estudios tienen una alta proclividad a ingresar en el mundo del trabajo durante la adolescencia e incluso en la niñez. La proporción de menores que trabaja aumenta gradualmente desde los 7 años (edad mínima para medir la ocupación en el Censo) hasta los 19. Antes de llegar a la mayoría de edad (17 años) trabaja un 35% de los varones y un 25% de las mujeres. 60% 50% 40% 30% 20% 10% 0% 7 8 9 10 11 12 13 Varones 14 15 16 17 18 19 Mujeres Figura 14 Porcentaje de menores que trabaja por sexo y edad Esta temprana participación en el mundo del trabajo (que probablemente empiece antes de los siete años) guarda estrecha relación con la continuación o abandono de los estudios primarios y secundarios, como lo muestra el Cuadro 31. 42 Cuadro 31 Estudio y trabajo entre 5 y 19 años 100% 90% 80% 70% 60% 50% 40% 30% 20% 10% 0% 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 Edad Nunca asistió Abandonó los Nunca asistió Abandonó los y no trabaja estudios y no trabaja y trabaja estudios y trabaja Asiste a la escuela y no trabaja Completó secundaria y no trabaja Asiste a la escuela y trabaja Completó secundaria y trabaja Figura 15 Estudio y trabajo de los varones entre 5 y 19 años 100% 90% 80% 70% 60% 50% 40% 30% 20% 10% 0% 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 Edad Nunca asistió y no trabaja Completó secundaria y no trabaja Abandonó los estudios y trabaja Asiste a la escuela y no trabaja Nunca asistió y trabaja Completó secundaria y trabaja Abandonó los estudios y no trabaja Asiste a la escuela y trabaja Figura 16 Estudio y trabajo de las mujeres de 5 a 19 años La proporción de niños que trabaja (con diferentes situaciones de estudio) se incrementa primero suavemente desde los 7 a los 14-15 años, y luego más aceleradamente a partir de los 15-16. El porcentaje que todavía asiste o ya completó la escuela y todavía no trabaja a los 17 años alcanza al 56.8% de los varones y el 56.5% de las mujeres. Entre los que abandonaron los estudios, en varones dos tercios trabajan, mientras entre las mujeres trabaja un 40% (entre las que no tienen empleo hay un cierto número que ya son amas de casa). Un tercio de los varones de 17 sin estudiar 43 ni trabajar, con estudios secundarios incompletos, es un problema social de bastante envergadura por sus inmediatas ramificaciones hacia distintas conductas antisociales. Dentro de los niños que trabajan (las franjas superiores de los gráficos) son muy pocos los que han completado la secundaria: la mayor parte de los niños trabajadores han abandonado sus estudios. Y también es destacable un grupo importante que ha terminado la secundaria pero aún no trabaja. Se realizó un análisis estadístico del Censo de 2001 para determinar los factores que incrementan o disminuyen el riesgo de que un niño ingrese al mundo del trabajo en forma prematura. El concepto normativo que está detrás del análisis es que los niños de hasta 17 años deberían dedicarse esencialmente a estudiar, y por lo tanto el ingreso a la actividad económica debería ocurrir a partir de los 18 años. Este concepto no desconoce que en ciertas circunstancias (incluso en países desarrollados y en buenas condiciones socioeconómicas) los niños pueden enrolarse en actividades laborales, sobre todo de manera temporal, por ejemplo durante sus vacaciones escolares, o a tiempo parcial durante el período de clases. Sin embargo, ese concepto normativo no determina totalmente el curso del análisis pues se utiliza una metodología que estudia el proceso de incorporación al trabajo a medida que el niño avanza en edad. Tomando sólo la edad en cuenta, como ya se ha visto, el porcentaje de niños que trabaja es muy bajo hasta los 10 años, se incrementa luego gradualmente hasta los 15 años, y se acelera fuertemente a los 16-18 años. Ese proceso representa el resultado neto de todos los grupos sociales y regiones, y de todas las circunstancias socioeconómicas de los niños y sus hogares. El análisis realizado permitió identificar los principales factores de riesgo, es decir las condiciones asociadas a una mayor probabilidad de que los niños trabajen. 44 Cuadro 32 Riesgo de trabajar antes de los 18 años (2001) Factor Incremento de de riesgo riesgo Región y zona Llanos Urbano 1.2569 25.7% Valle Urbano 1.1372 13.7% Llanos Rural 1.1185 11.9% Altiplano Rural 1.1133 11.3% Valle Rural 1.0977 9.8% Inserción ocupacional del hogar Hogar por cuenta propia 1.1188 11.9% Hogar campesino 1.0665 6.6% Hogar de empleador 0.7064 -29.4% Hogar de asalariados 0.2177 -78.2% Jefe migrante reciente 1.1179 11.8% Primera lengua indígena 1.0762 7.6% Paredes de ladrillo o cemento 1.0428 4.3% Techos de losa, calamina o 1.0364 3.6% tejas Educación del jefe del hogar 1.0181 1.8% Pisos de tierra 0.9933 -0.7% Desagüe por alcantarillado 0.9872 -1.3% Agua por cañería 0.9847 -1.5% Hogar con electricidad 0.9823 -1.8% Radio 0.9806 -1.9% Existencia de baño 0.9729 -2.7% Clima educativo del hogar 0.9634 -3.7% Refrigerador 0.9615 -3.8% Televisor 0.9601 -4.0% Asiste a la escuela 0.9514 -4.9% Automotor 0.8989 -10.1% Teléfono 0.8732 -12.7% Años de educación 0.8440 -15.6% aprobados Sexo femenino 0.7165 -28.4% Fuente: Censo 2001 En primer lugar se observa un fuerte impacto de las regiones de residencia, aun tomando en cuenta o manteniendo constantes todos los demás factores. La región con menos riesgo, que se toma como referencia, es el Altiplano Urbano. Todas las otras zonas tienen un incremento de riesgo de trabajo infantil, incluyendo las zonas urbanas de Valles y Llanos, y más aún las zonas rurales. De hecho el riesgo es mayor en zonas urbanas de Valles y Llanos que en zonas rurales de todo el país, y el mayor incremento de riesgo se da en las zonas urbanas de los Llanos (especialmente Santa Cruz que tiene un peso determinante en ese conjunto), quizá como reflejo de mayores oportunidades de empleo para los niños y adolescentes. Las formas de inserción ocupacional de las familias también incrementan las probabilidades de que los niños trabajen. Se toman como base los hogares formados por desocupados, inactivos o personas ocupadas sin ocupación definida. Las probabilidades de que un niño trabaje se reducen fuertemente en los hogares que dependen del trabajo asalariado (-78%) y en los hogares de empleadores (-29%), 45 mientras que el riesgo es algo mayor en los hogares campesinos (+6.6%) y en los hogares por cuenta propia (+11%).5 En cuanto a factores específicos que agravan las chances de que los niños tengan que trabajar, ninguno de ellos tiene efectos muy acentuados. Los más importantes factores agravantes del trabajo infantil son el hecho de que el jefe del hogar sea migrante reciente (+11.8%), y que el niño haya tenido una lengua indígena como primera lengua en su casa (+7.6%). Los factores habitacionales que denotan mejores o peores condiciones de vida tienen efectos muy pequeños, algunos agravantes y otros atenuantes. Entre los factores atenuantes o preventivos del trabajo infantil el principal es el sexo: las mujeres tienen un riesgo 28% menor que el de los hombres. En segundo lugar, los años de educación ya aprobados por el niño son un factor muy importante, ya que por cada año adicional de estudios el riesgo de trabajar se reduce en un 15.6%. Este resultado es más notable porque los años de educación están correlacionados con la edad, y con la edad aumenta la probabilidad de trabajar, de modo que se podría esperar que los niños con más educación (y por consiguiente más edad) tengan mayor probabilidad de salir a trabajar. Sin embargo, el efecto de la educación en este análisis es el efecto neto adicional al efecto de la edad, y se calcula manteniendo constante la edad, es decir que representa el efecto neto de la educación para cada edad. Entre dos niños de la misma edad, el más educado tiene menos chances de tener que trabajar. Este efecto disuasorio de la educación no está ligado a la asistencia escolar sino al nivel de estudios como tal. En efecto, el hecho de estar todavía asistiendo a la escuela disminuye el riesgo de trabajar en sólo 4.9%, mientras cada año adicional de educación lo reduce en un 15.6%. Tampoco el clima educativo del hogar (educación promedio de los adultos) es un factor decisivo: sólo reduce el riesgo en un 3.7% por cada año adicional de educación alcanzada en promedio por los adultos, indicando que los hogares con poco nivel educativo tienen mayores chances, pero no mucho mayores, de enviar sus niños a trabajar. Por último los indicadores de elevado status socioeconómico, como la posesión de un automotor o de teléfono, reducen el riesgo en proporción apreciable (10 y 12 por ciento respectivamente). Otros indicadores socioeconómicos más básicos, como la radio, el televisor, el baño o los pisos y paredes no tienen influencia importante, con todos sus efectos inferiores al 2-3% en uno u otro sentido. 3.7. Riesgo de maternidad adolescente Uno de los riesgos que corren las niñas es la de una maternidad precoz. Un porcentaje considerable de las adolescentes han tenido su primer hijo a edad muy temprana. El Censo de 2001 preguntó a todas las mujeres desde los 15 años si habían tenido hijos nacidos vivos, y la cantidad de hijos que habían tenido hasta ese momento. Ya a los 15 había un pequeño porcentaje de mujeres con hijos, porcentaje que aumenta gradualmente hasta la adultez. Muchas de las mujeres de 20-24 años que declararon tres o más hijos es altamente probable que hayan tenido el primer hijo durante la adolescencia. La mitad de las mujeres ya han tenido al menos un hijo a los 20 años, y una cuarta parte lo ha hecho antes de los dieciocho años. 5 Los datos censales no registran como ocupados a muchos niños (o mujeres) de hogares campesinos que colaboran en tareas agropecuarias, por ejemplo el cuidado y pastoreo de los animales, de modo que el trabajo infantil en zonas rurales está probablemente muy subestimado en los datos censales. Este factor puede ser muy importante especialmente en las zonas rurales del Altiplano. 46 Cuadro 33 Porcentaje de mujeres de 15-24 años por número de hijos, según edad, 2001 Edad en el censo 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 Ninguno 96.7% 91.8% 84.2% 73.1% 63.9% 53.0% 46.0% 39.3% 33.3% 28.5% Uno 3.0% 7.2% 13.2% 20.6% 25.2% 27.8% 28.8% 28.3% 27.5% 25.9% Dos 0.1% 0.8% 2.2% 5.2% 8.5% 13.5% 16.5% 19.1% 20.7% 21.7% Tres 4o más 0.1% 0.2% 0.9% 1.9% 4.3% 6.3% 8.9% 11.5% 13.8% 0.1% 0.1% 0.4% 1.5% 2.5% 4.3% 7.0% 10.1% Total 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% 100.0% Fuente: Censo 2001. Se excluyeron algunos pocos casos en los cuales evidentemente la edad de la madre estuvo mal registrada, pues de su estado civil, educación y número de hijos se deduce una edad superior a la que aparece en el censo. El cuadro se basa en una población de 661,206 mujeres de 15 a 24 años. El riesgo de quedar embarazada y tener un hijo durante la adolescencia no afecta por igual a todas las mujeres. Está fuertemente condicionado por factores socioeconómicos, educativos, socioculturales, regionales y otros. Para identificar esos factores y así localizar mejor la población en riesgo se recurrió a una regresión de Cox basada en la edad en que cada mujer se estima que tuvo su primer hijo. El censo en realidad no registra la edad en la cual cada madre tuvo su primer hijo, pero registra la fecha del último de estos niños. En el caso de las madres de 15-19 años la gran mayoría de aquellas que han sido madres tiene sólo un hijo, de modo que ese último hijo probablemente fue también el primero, pero algunas de ellas declararon haber tenido algún hijo anterior. Se ha considerado así la edad de la madre al tener su último hijo, cuando esa edad fue inferior a los 19 años, como un indicador conservador de la edad en que tuvo el primero, pues algunas de ellas tenían algún hijo anterior. Para corregir en forma aproximada este posible error, cuando una madre tuvo su último hijo antes de los 19 años, pero declara haber tenido ya dos o más niños, se estimó que los tuvo con un año de intervalo, sujeto a que la edad así estimada para el primero de ellos no resulte inferior a 12 años. Para este análisis se incluyó solamente las mujeres que en el momento del censo tenían hasta 24 años, pues en esas edades es posible que el último hijo haya nacido cuando la mujer era adolescente, y sin embargo ese suceso no está muy alejado en el tiempo. 47 Cuadro 34 Factores de riesgo de la maternidad adolescente Factor de riesgo Región y zona (base: Altiplano Urbano) Altiplano rural Valles urbano Valles rural Llanos urbano Llanos rural Inserción ocupacional del hogar (base: Hogares sin ocupación definida) Campesinos Cuenta propia Empleadores Asalariados Abandonó los estudios* Sin agua de cañería en la vivienda Televisor Sin alcantarillado ni cámara séptica Personas por cuarto Paredes inadecuadas Techos inadecuados Cocinan con leña o bosta Pisos de tierra Educación alcanzada** No tienen baño .967 1.380 1.283 1.776 1.854 Incremento de riesgo -3.3% 38.0% 28.3% 77.6% 85.4% 0.875 -12.5% 0.991 -0.9% 0.948 -5.2% 1.115 11.5% 3.483 248.3% 1.134 13.4% 1.059 5.9% 1.058 5.8% 1.044 4.4% 1.021 2.1% 1.01 1.0% 0.998 -0.2% 0.98 -2.0% 0.966 -3.4% 0.964 -3.6% Factor Incremento de de riesgo riesgo Radio 0.93 -7.0% Automotor 0.84 -16.0% Teléfono 0.806 -19.4% Primera lengua indígena 0.784 -21.6% Refrigerador 0.748 -25.2% (*) Dejó de asistir a la escuela y no completó la enseñanza secundaria. (**) Efecto por año adicional de educación de la adolescente. El análisis realizado sugiere que una vez controlados los otros factores considerados, la región del Altiplano (en área rural o urbana) tiene el menor riesgo de maternidad adolescente, los Valles un riesgo intermedio y los Llanos tienen el riesgo más alto. Entre las distintas formas de inserción económica de los hogares, las mujeres que al momento del censo integraban hogares campesinos tienen el riesgo más bajo, las que están en hogares que dependen del trabajo por cuenta propia y los empleadores un nivel intermedio, y las que integran hogares de asalariados un riesgo un poco mayor. Entre los factores específicos, el más importante es el abandono de la escuela: las adolescentes que no completaron la escuela secundaria tienen un riesgo que multiplica tres veces y media el riesgo que corren las que terminaron sus estudios. Las condiciones habitacionales tienen alguna influencia, levemente positiva o levemente negativa según los casos, pero no son determinantes. El riesgo es reducido fuertemente para las mujeres que al momento del censo ostentaban indicadores de una posición en 48 estratos medios, pues estaban en hogares con automóvil, televisor y refrigeradora. Asimismo, es interesante destacar que las mujeres cuya lengua materna es indígena tienen una fuerte reducción del riesgo de maternidad precoz (-21%). Los datos habitacionales se refieren al hogar donde fueron censadas las mujeres en 2001, pero su maternidad precoz ocurrió quizá varios años antes, cuando posiblemente no integraban ese mismo hogar, de modo que no se puede tomar muy seriamente la relación de la maternidad adolescente con las comodidades de su hogar censal, aunque sin duda indican el nivel socioeconómico general de cada mujer en el momento del censo, que probablemente esté correlacionado con el nivel que tenían cuando quedaron embarazadas y tuvieron un hijo en plena adolescencia. Las predicciones surgidas del análisis toman en cuenta la experiencia de maternidad de mujeres que en 2001 tenían hasta 25 años, de modo que se refieren a un período bastante largo que abarca toda la década del noventa, y no son directamente comparables con la maternidad reciente de adolescentes observada en el censo. En general las predicciones concuerdan con lo observado para las edades de 15-16 años, pero tienden a subestimar crecientemente la maternidad adolescente. La proporción de jóvenes que ya habían sido madres a los 15-18 años resulta superior a las proporciones pronosticadas por el modelo estadístico utilizado, y la diferencia se acentúa al aumentar la edad. En particular es notable el caso de los Llanos, donde a los 18 años el modelo predice que 22% son madres, cuando en realidad casi un 35% de las mujeres de esa edad eran ya madres en el Oriente. La causa más probable de esta discrepancia es que la maternidad adolescente está aumentando. La maternidad adolescente registrada en el censo corresponde a nacimientos ocurridos mayormente en 1998-2001 mientras que las predicciones se basan en información más antigua, proveniente de la maternidad adolescente del período 1990-2001. Cuadro 35 Porcentaje de adolescentes que han sido madres, 2001 Total del pais Altiplano Valles Llanos Edad Observada Estimada Observada Estimada Observada Estimada Observada Estimada 12 0.3% 0.1% 0.2% 0.4% 13 0.9% 0.5% 0.6% 1.3% 14 1.7% 1.1% 1.3% 2.1% 15 3.3% 3.5% 1.6% 2.3% 2.8% 2.8% 5.8% 4.4% 16 8.2% 7.4% 4.6% 5.1% 7.3% 5.9% 13.3% 9.2% 17 15.8% 12.6% 10.0% 8.9% 15.3% 10.8% 23.1% 16.0% 18 26.9% 17.7% 21.0% 13.0% 26.4% 16.2% 34.6% 22.5% La pregunta censal sobre hijos tenidos por las mujeres se formuló sólo a partir de 15 años. El análisis realizado, en su conjunto, indica que la maternidad adolescente está bastante extendida, sobre todo en los Llanos, y aparentemente estaría aumentando su incidencia. Está por un lado asociada a la pobreza y al abandono escolar, pero también está asociada a la vida urbana más que a la rural. En cuanto a la dimensión geográfica, parece ser mucho más probable en mujeres de los Llanos que en el Altiplano o Valles; el efecto de las regiones está reflejado en el efecto directo de la zona de residencia, y también en el dato sobre lengua indígena pues la inmensa mayoría de las personas con lengua nativa indígena habitan en las regiones andinas del país. Esta diferenciación regional y étnica sin duda proviene de elementos de las culturas locales que desalientan o toleran, según el caso, la maternidad precoz. 49 4. Evolución de la vulnerabilidad de las familias y de los niños, 1976-2001 Esta sección aplica los instrumentos analíticos desarrollados para 2001, usándolos para 1976 y 1992. [Sección que será completada posteriormente] 5. Análisis prospectivo a 2015 5.1. Escenario tendencial 5.2. Escenario normativo [Sección que será completada posteriormente] 50 REFERENCIAS ALVAREZ, Gustavo (2002) "Capacidad económica de los hogares - Una aproximación censal a la insuficiencia de ingresos". CELADE, Notas de poblacion http://www.eclac.cl/publicaciones/Poblacion/8/LCG2148P/lcg2148p_7.pdf. No.74, ALVAREZ, Gustavo, Alicia GOMEZ, Ariel LUCARINI, Silvia MARIO & Fernanda OLMOS (2004). El estudio de la pobreza según el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas - El Indice de Privación Material de los Hogares (IPMH), Versión preliminar. INDEC, Dirección Nacional de Estadísticas Sociales y de Población, Documento de Trabajo. BLAIKIE, P.M; T. CANNON; I. DAVIS & B. WISNER. 1994 At risk: Natural hazards, people’s vulnerability and disasters. Routledge, London. BOUDREAU, T. (1998). The Food Economy Approach: a framework for understanding rural livelihoods. Relief and Rehabilitation Network Paper 26. London, Overseas Development Institute, 1998. CARNEY, D., M. DRINKWATER, T. 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