A diferencia de los agentes del Estado violadores de derechos... de "cuello y corbata", la realidad de la población carcelaria...

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Lujo para genocidas e indignidad para los privados de libertad
Miércoles, 25 de Septiembre de 2013 15:00
A diferencia de los agentes del Estado violadores de derechos humanos y de los delincuentes
de "cuello y corbata", la realidad de la población carcelaria en Chile está lejos de los privilegios
a los que ellos han podido acceder por razones de clase y por presiones políticas.
Por Marisol Aguila, Periodista
Tras una controvertida entrevista a 40 años del golpe de Estado, en que el genocida de lesa
humanidad Manuel Contreras no mostró ni un ápice de arrepentimiento por ser el autor
intelectual de sistemáticas violaciones a los derechos humanos en dictadura y por las cuales
está condenado a 360 años de cárcel y dos prisiones perpetuas, se vuelven a cuestionar los
privilegios carcelarios del ex jefe de la DINA, que aseguró que le había "exigido" al entonces
Presidente de la República, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, que lo ubicara en la cárcel militar
Cordillera.
De los 62 agentes del Estado condenados por juicios de derechos humanos que cumplen
prisión efectiva (184 nunca fueron encarcelados por recibir beneficios, 15 conmutaron su
sentencia y 576 aún no tienen sentencia definitiva), 54 cumplen condena en las cárceles
militares de Punta Peuco y Cordillera.
Construidas especialmente para ellos durante la transición a la democracia, cuentan con
canchas de tenis, TV cable, jardines, derecho a recibir visitas a toda hora y hasta parrillas para
hacer asados cuando les plazca. Un estado de veraneo permanente.
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Por otra parte, en estos días de Fiestas Patrias la prensa da cuenta de que le suspendieron el
arresto domiciliario al ex gerente y Presidente de La Polar, Pablo Alcalde, para que pase el
dieciocho en el Lago Ranco y en Zapallar, tras cancelar dos millones de pesos de fianza y con
el compromiso de firmar cada dos días en una comisaría.
Formalizado por infracción a la Ley de Bancos, a la Ley del Mercado de Valores y Lavado de
Activos, este ejecutivo fue parte de un entramado delictual que abultó la cartera de la compañía
realizando repactaciones unilaterales a más de 500 mil clientes, que vieron multiplicarse
sideralmente su deuda inicial.
A diferencia de los agentes del Estado violadores de derechos humanos y de los delincuentes
de "cuello y corbata", la realidad de la población carcelaria en Chile está lejos de los privilegios
a los que ellos han podido acceder por razones de clase y por presiones políticas.
Apremios ilegítimos, tratos crueles, inhumanos y degradantes y tortura se practican en las
cárceles en nuestro país y los privados de libertad sufren a diario deplorables condiciones
carcelarias. Éstas vienen siendo denunciadas desde el tristemente célebre informe de la Fiscal
de la Corte Suprema, Mónica Maldonado, que alertó sobre los peligrosos niveles de
hacinamiento y sobrepoblación en los penales chilenos, que la muerte de 81 reclusos en el
incendio de la Cárcel de San Miguel vino a constatar en 2011, dando cuenta de estas
violaciones a los derechos humanos de los privados de libertad.
Ya en 2006 el juez de garantía, Daniel Urrutia, había constado en una de sus visitas a la ex
Penitenciaría de Santiago que más de ochenta personas dormían a la intemperie en carpas
improvisadas de plástico y cartón.
El mismo juez que un año antes había sido sancionado por la Corte Suprema por abogar en su
tesis de posgrado por la incorporación del enfoque de derechos humanos en la judicatura. Y
que en septiembre de 2013 está siendo acusado por el Consejo de Defensa del Estado de
cometer una infracción a las normas constitucionales, por haber fallado en agosto que el Servel
debía arbitrar las medidas necesarias para que los imputados no acusados sujetos a prisión
preventiva y que se encuentren en Santiago I pudieran votar.
Cabe traer a colación el artículo 13 de la Constitución que sostiene que son ciudadanos los
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chilenos que hayan cumplido 18 años de edad y que no hayan sido condenados a pena
aflictiva. La calidad de ciudadano otorga los derechos de sufragio, de optar a cargos de
elección popular y los demás que la ley le confiere.
La propia Constitución expresa que el derecho de sufragio se suspende en el caso de personas
que estén acusadas de haber cometido un delito que merezca pena aflictiva, por conducta
terrorista o tráfico de estupefacientes (artículos 16 y 17).
Tal como lo señaló la ministra de Justicia, Patricia Pérez, antes de que el gobierno le quitara el
piso a un proyecto de ley que ya había anunciado para que los privados de libertad imputados
y quienes no tuvieran condenas superiores a tres años pudieran ejercer su derecho a voto, la
Constitución deja un vacío legal respecto de los reclusos no condenados a penas aflictivas.
Frente a la airada reacción de la candidata presidencial oficialista, Evelyn Matthei, que
consideró que era "ir demasiado lejos" permitir el voto de los privados de libertad y por
la cual el gobierno terminaría desechando el proyecto, la Ministra se apuró en explicar
que la propuesta legislativa -que habría beneficiado a 13.527 reclusos- no implicaba
crear un derecho nuevo, sino un mecanismo que viabilizara el cumplimiento del derecho
a sufragio y un padrón de todos los reos habilitados.
Por su parte, el Instituto Nacional de Derechos Humanos proponía una vía administrativa para
que los reclusos pudieran ejercer su derecho a voto, pues de acuerdo a estándares
internacionales, no se justifica limitar el voto a aquellos que no estén acusados. Y sostenía que
conculcar los derechos políticos de los privados de libertad vulnera el principio de inocencia.
Por lo tanto, medidas administrativas como las decretadas por el juez del 7mo Juzgado de
Garantía de Santiago lo que hacen, justamente, es hacer cumplir la Constitución. De acuerdo a
la resolución, la inconstitucionalidad en realidad está en que un sector claramente definido de
nuestros ciudadanos y ciudadanas no puede ejercer, por imposición del propio Estado, sus
derechos políticos como es el de votar en las elecciones presidenciales próximas.
Como sostiene la doctora en Derecho de la Universidad de Cambridge, Mandeep K. Dhami, "la
exclusión del proceso cívico (de millones de presos en todo el mundo) es una amenaza a la
democracia", por cuanto eliminar el derecho a votar de un preso puede conducir a la
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desigualdad y la injusticia que es contraria a los ideales democráticos y, por el contrario, la
restitución del sufragio de los presos puede favorecer su rehabilitación y reinserción social.
Por ello, el derecho a voto no sólo debe favorecer a los imputados y no condenados a pena
aflictiva, sino ampliarse a toda la población penal, con la sola excepción de los reos
condenados por delitos de lesa humanidad.
La imagen de las mesas de votación instaladas en los patios de las cárceles chilenas
claramente no se concretará en las próximas elecciones presidenciales, parlamentarias
y de COREs de noviembre, porque la propia institucionalidad estatal se resiste a llenar el
vacío que la Constitución ha dejado respecto de los privados de libertad que no han sido
condenados a pena aflictiva.
Pero sí tolera que violadores de derechos humanos condenados de por vida y delincuentes de
cuello y corbata accedan a privilegios, mientras la mayoría de los privados de libertad no
pueden gozar de sus derechos políticos y ni siquiera de su dignidad humana.
Es la esquizofrenia de nuestro sistema penal, que en nada ayuda a la reinserción de aquellos
que antes de llegar a la cárcel estaban entre los más marginados de esta sociedad, y que al
entrar a ella no sólo pagan el delito cometido con la privación de libertad, sino con la
conculcación del resto de sus derechos.
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