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Violación, minoría de edad y aborto: el difícil caso de Belén
Miércoles, 31 de Julio de 2013 19:53
La minoría de edad de una niña violada no puede servir como pretexto para castigarla otra vez
privándola de los mecanismos de protección que se ofrecen, en cambio, a las adultas.
Por Luis Villavicencio y Alejandra Zuñiga,  Profesores de la escuela de derecho de la
Universidad de Valparaíso
El caso de Belén, una niña de tan sólo 11 años que vive en Puerto Montt y que está
embarazada producto de las violaciones reiteradas por parte de su padrastro, ha reabierto el
debate sobre la legitimidad moral de la legislación chilena que, en materia de aborto, es una de
las más restrictivas del mundo (junto con otros tres países latinoamericanos).
Hemos escuchado ya los argumentos conservadores usuales: que el feto, "único inocente",
tiene derecho a la vida sin excepción (como si la "inocencia" fuera requisito para ser titular de
derechos humanos), que la solución no es el aborto sino que acompañar a la niña en este duro
trance para que luego dé el bebé en adopción, etc. Pero hemos leído y oído un argumento
adicional que sí creemos que vale la pena rebatir: se trata de una niña de tan solo 11 años y,
en consecuencia, no tiene la madurez suficiente para tomar una decisión como ésta ¿Tiene
alguna solidez este argumento? No realmente.
La minoría de edad de una niña violada no puede servir como pretexto para castigarla otra vez
privándola de los mecanismos de protección que se ofrecen, en cambio, a las adultas. Razonar
de este modo supone negar la condición de sujeto de derecho que la Convención sobre los
Derechos del Niño reconoce a todas las personas menores de 18 años, sin excepción. Si nos
tomamos en serio el argumento estaríamos operando bajo la lógica del derecho de menores
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tutelar, que escudado en el bien intencionado pretexto de "proteger" a los niños en situaciones
vulnerables, los termina estigmatizando y criminalizando.
El Comité de Derechos Humanos (ONU) –órgano internacional que supervisa que los Estados
parte cumplan con los compromisos asumidos al ratificar el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos– determinó el año 2000, a propósito de la legislación peruana, que las
normas que penalizan a la mujer en casos en que el embarazo sea resultado de una violación,
resultan incompatibles con el derecho a la igualdad (U.N. Doc. CCPR/CO/70/PER). El año
2011 el mismo Comité consideró que la omisión de un Estado de garantizar a una niña como
Belén el derecho a la interrupción del embarazo, constituye un trato inhumano y degradante
que causa un sufrimiento físico y moral contrario al artículo 7 del Pacto que prohíbe la tortura
(LMR v. Argentina).
De similar modo lo ha venido manifestando, desde el año 1997, la Organización Mundial de la
Salud a través de sus informes (Unsafe Abortion: Global and Regional Estimates of Incidence
of and Mortality Due to Unsafe Abortion with a Listing of Available Country Data) y también el
propio Comité de los Derechos del Niño (órgano que supervisa la aplicación de esa
Convención) que en sus observaciones finales sobre la República de Palaos el año 2001
explicitó su "preocupación por el interés superior de las niñas que han sido víctimas de
violaciones y/o incestos", por lo que "recomienda que el Estado Parte revise su legislación
relativa al aborto con miras a salvaguardar el interés superior de las niñas víctimas de violación
e incesto".
Impedir a una niña de 11 años que aborte en las condiciones descritas confunde medidas de
protección —justificadas por el peligro de conculcación de derechos— con situaciones de
desamparo y abandono que, bajo el subterfugio de corregirlas, transforman a los niños
nuevamente en víctimas forzándolas, supuestamente por su propio bien, a continuar un
embarazo que es consecuencia de una violación y que, con seguridad, afectará gravemente su
salud física y psíquica. No podemos amparar situaciones que son producto de deficientes
políticas públicas en materia de protección de la infancia supliendo simbólicamente, a través de
la criminalización primaria, las injusticias de una sociedad como la chilena, escandalosamente
estratificada y asimétrica.
La obligación de los tribunales, de las autoridades administrativas y del poder Legislativo de
actuar respetando el interés superior del niño que establece la Convención no es sólo una
enunciación inspiradora o programática, sino un principio de carácter general y obligatorio
consistente en procurar la máxima satisfacción y pleno disfrute de los derechos de niños, niñas
y adolescentes. Es más, tratándose de conflictos entre los derechos e intereses de los niños y
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otros bienes o intereses igualmente concurrentes, se deben privilegiar los primeros, de modo
que la única forma de cumplir con estas obligaciones internacionales es administrando la
emergencia que afecta a Belén de tal modo de proteger su mejor interés. Y ello pasa por
recuperar la poca infancia que todavía no se le arrebata librándola de continuar sufriendo las
consecuencias de esas violaciones reiteradas.
Es por ello que en casos como estos los países desarrollados del mundo, sin excepción,
recomiendan la interrupción temprana y en condiciones seguras del embarazo. Lo que se hace
bajo el convencimiento, dado por los informes de expertos y, cómo no, por la experiencia, de
que para una niña de la edad de Belén transformarse en madre le hará siempre más mal que
bien.
Queda, entonces, el cambio definitivo: modificar la legislación de manera tal que, en el caso de
un embarazo producto de una violación, las mujeres y, con mayor razón, las niñas, puedan
acceder a un aborto seguro. Ya sabemos que la Organización Mundial de la Salud, la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Europea de Derechos Humanos, Amnistía
Internacional, Human Rights Watch, el Comité de la ONU contra la Tortura, entre los más
relevantes, han declarado unánimemente, en los últimos años, que la penalización del aborto
cuando la vida o salud de la madre corren peligro o cuando el embarazo es producto de una
violación, constituye un acto de tortura que viola los derechos humanos básicos de las mujeres.
Lo que no sabemos todavía es si nuestros legisladores estarán a la altura y harán lo que los
derechos humanos y un porcentaje muy mayoritario de la sociedad chilena claman: aprobar el
proyecto que despenaliza el aborto que está pendiente todavía en el Congreso. Se lo debemos
a las niñas y mujeres de Chile.
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