Por Melissa Sepúlveda, ex presidenta de la FECH. Vocera de... Con la reciente aprobación del aborto libre en Argentina cuya...

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Opinión: Aborto ¿Hasta cuándo Chile sigue con la restrictiva legislación vigente?
Viernes, 03 de Julio de 2015 17:42
Por Melissa Sepúlveda, ex presidenta de la FECH. Vocera de la Campaña Derecho a Decidir.
Con la reciente aprobación del aborto libre en Argentina cuya legislación declara “El ejercicio
de este derecho se encuentra enmarcado en los derechos sexuales y reproductivos como parte
de los derechos humanos”, nos volvemos a preguntar ¿Hasta cuándo Chile sigue con la
restrictiva legislación vigente?
No fue hasta 1989, en la etapa legislativa de la dictadura, cuando se modifica en el código
sanitario la ley que regía desde 1931 en nuestro país que permitía con la aprobación de 2
facultativos médicos realizar la interrupción del embarazo como procedimiento de salud. Una
constante en las dictaduras ha sido el retroceso en materia de derechos humanos y entre ellos
la reducción de la mujer a la función de reproducción dentro de la sociedad, eso implica la
maternidad obligatoria y la exclusividad de las tareas del cuidado.
Durante más de 26 años no se ha visibilizado el legado moral e ideológico de la dictadura. A
pesar del silencio de Estado y sus instituciones, en nuestros cuerpos aún resuenan las
palabras de Jaime Guzmán, quien en 1974 señalaba en la comisión Ortúzar: “La madre debe
tener el hijo aunque éste salga anormal, aunque no lo haya deseado, aunque sea
producto de una violación o aunque de tenerlo, derive su muerte.”
Para juzgar adecuadamente debemos preguntarnos ¿Cuáles son los problemas que intenta
resolver el proyecto del gobierno que, sin urgencia legislativa, intenta sortear las cuotas de
poder del conservadurismo nacional? Desde el punto de vista de la salud, la despenalización
del aborto en las tres causales propuestas- riesgo de vida de la madre, inviabilidad fetal
extrauterina y violación- aborda una parte del problema. Sin duda su aprobación dignifica la
vida de quienes atraviesan estas tres críticas situaciones.
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Sin embargo, al considerar las cifras internacionales y las estimaciones nacionales, estas
particularidades no constituyen en ningún caso la mayoría de las causas de interrupción
voluntaria del embarazo. Por lo tanto, el proyecto de ley está bastante lejos de resolver el
problema del aborto en Chile. Una vez más la política de los consensos, ciega a la
realidad, entrega al mercado clandestino el derecho a una atención de salud oportuna
para todas las mujeres. Es a todas luces el resultado del tira y afloja entre
conservadores y progresistas dentro de la Nueva Mayoría.
Nos preguntamos entonces si somos las y los profesiones de salud quienes en la práctica
tendremos que seguir asumiendo la falta de iniciativa política, o más bien, ¿debemos
declararnos violadas, todas quienes queremos decidir sobre nuestros cuerpos y proyectos de
vida? El proyecto de ley no se hace cargo de la maternidad impuesta y obligatoria, por lo tanto,
no erradica el legado ideológico patriarcal de la dictadura que afirma que ser mujer es sinónimo
de ser madre por mandato divino.
Al hablar de proyecto de vida, nos referimos a las alternativas para las mujeres dentro de la
sociedad chilena y cuando planteamos el problema desde esta perspectiva, el derecho al
aborto pasa a ser sólo un tema más en la larga lista de vulneraciones de los derechos de las
niñas, adolescentes y mujeres. Las limitaciones para constituirnos como sujetas de
derecho no están dadas sólo por la prohibición del aborto, sino por un modelo político,
económico, social y cultural de segregación en el cual desde niñas, dependiendo de
donde nacemos, se nos encausa en los engranajes del orden y la subordinación.
Familias en las cuales somos violentadas sexualmente, un sistema educativo sexista donde se
nos enseñan los roles de género, un sistema de salud que no titubea en cobrar más a las
mujeres en edad fértil, condiciones laborales precarias – o flexibles como les gusta decir a
defensores del neoliberalismo-, televisión y medios de comunicación que refuerzan
simbólicamente el lugar que nos corresponde tomar. Todo ello, determina que las niñas de
nuestro país, principalmente las más pobres, vean en la maternidad el único proyecto de vida
que les entrega un lugar dentro de la maquinaria de producción y reproducción, por supuesto,
una maternidad que se ejerce desde el abandono y la exclusión.
Podemos afirmar que la maternidad obligatoria, limita la capacidad de construir nuestros
proyectos de vida y tiene repercusiones en la salud física, psíquica y social de las niñas,
adolescentes y mujeres. Así lo reconocieron recientemente en Argentina donde la causal de
salud para la interrupción legal del embarazo señala que no hace falta la constatación de una
enfermedad, basta un riesgo potencial de afectación de la salud mental y que las personas, en
este caso mujeres, son capaces por sí mismas de determinar este riesgo.
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Lo que hizo Argentina, como resultado de la presión de las organizaciones sociales y
feministas en particular, fue dejar de hacer oídos sordos a la realidad nacional, poner por sobre
las consideraciones ideológico-morales particulares la salud de su población, eso significó dejar
atrás una legislación eufemística que entrampaba en la burocracia judicial y médica la
interrupción del embarazo, y por sobre todo recoger la experiencia internacional que indica
claramente que la única manera de reducir el número de procedimientos de aborto es
garantizar el acceso a una educación sexual de calidad, a mecanismos anticonceptivos
regulares y de emergencia como también el derecho a la interrupción oportuna del embarazo
cuando así se requiera, es decir una sociedad consciente de que la reproducción y crianza es
responsabilidad colectiva y no imposición que esclaviza a más de la mitad de la población.
*Columna escrita para el Observatorio de Género y Equidad
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