A propósito del nuevo caso generado por la violación y... su padrastro en Villarica –quien tiene ya cinco meses de...

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Opinión: Violación y embarazo de una niña de 11 años… ¿en qué va el proyecto de aborto?
Miércoles, 17 de Agosto de 2016 22:39
A propósito del nuevo caso generado por la violación y embarazo de una niña de 11 años por
su padrastro en Villarica –quien tiene ya cinco meses de gestación–, puede ser útil informarse
sobre qué ha sucedido desde que, en el mes de marzo pasado, ingresara al Senado el
Proyecto de Ley que Regula la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en
tres causales.
Por Alejandra Zuñiga Fajuri, abogada y doctora en derecho 
A propósito del nuevo caso generado por la violación y embarazo de una niña de 11 años por
su padrastro en Villarica –quien tiene ya cinco meses de gestación–, puede ser útil informarse
sobre qué ha sucedido desde que, en el mes de marzo pasado, ingresara al Senado el
Proyecto de Ley que Regula la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en
tres causales.
Lo primero que vale la pena recordar es que la Presidenta Bachelet decidió ingresar el proyecto
al Senado sin ninguna urgencia legislativa. Esto es, a diferencia de lo que demanda la
ciudadanía y las distintas organizaciones de DD.HH., Bachelet estimó que la tramitación del
proyecto no era apremiante, por lo que está siendo analizado sin ningún tipo de urgencia por la
Comisión de Salud del Senado. Por lo mismo, en estos meses, han concurrido más de treinta
profesionales de la salud, el derecho, las ciencias sociales, entre otros, a alguna de las nueve
sesiones de discusión del proyecto, como requisito previo a su votación en la Sala.
Usted podrá preguntarse: ¿es toda esta discusión realmente necesaria? Claro que no.
Principalmente porque el desfile de profesionales y ciudadanos interesados en el proyecto ya
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pasó por la Cámara de Diputados (sus argumentos forman parte del acervo de documentos
recibidos en el Senado) y podrá luego repetirse tanto en la Comisión de Constitución como al
momento de la discusión general en la Sala. Es decir, la tramitación podría durar otro año más.
Hasta ahora, por lo demás, los argumentos presentados tanto en la Cámara de Diputados
como en el Senado no son novedad para nadie medianamente informado y, sin duda, son
conocidos por la mayoría de los parlamentarios, especialmente por aquellos que tan solo
quieren dilatar su tramitación. Por una parte, están los grupos conservadores, respaldados por
las iglesias, que han demandado una y otra vez el rechazo del proyecto sustentados,
fundamentalmente, en doctrinas religiosas y una muy deficiente argumentación constitucional.
Por otra parte, los médicos, abogados y demás representantes de la ciudadanía han repetido
los argumentos que desde hace décadas las distintas organizaciones de derechos humanos en
todo el mundo han utilizado para despenalizar el aborto (baste recordar que este debate se dio,
por ejemplo, en los Estados Unidos a principios de la década del 70 del siglo pasado). Así, los
principales argumentos a favor del proyecto que se han presentado (nuevamente) en la
discusión en el Senado pueden resumirse en tres.
Primero, que las más importantes organizaciones de Derechos Humanos del mundo han
demandado a Chile la modificación de su legislación en materia de aborto, pues ella –aducen–
viola los derechos humanos básicos de las chilenas, sobre todo, de niñas como la pequeña
violada en Villarica.
En segundo lugar, se sostiene que se trata de un problema de salud pública que las
autoridades no pueden obviar, pues es la vida y salud de las mujeres lo que está en juego y es
esa la razón de que todos los países del mundo (salvo otros 3 subdesarrollados en
Latinoamérica) tengan despenalizado al menos alguna de las causales de aborto que este
proyecto de ley propone.
Finalmente, se ha recordado hasta el cansancio a los parlamentarios, tanto en la Cámara como
en el Senado, que las encuestas de opinión –todas ellas, incluso la del conservador CEP–
arrojan un apoyo más que mayoritario (cercano al 70%) por la población, a despenalizar del
aborto en las tres causales incorporadas en el proyecto. De ahí que sea tan difícil para la
ciudadanía entender la demora por dar solución a algo que, como nos recuerdan los porfiados
hechos una y otra vez, es realmente urgente: garantizar los derechos humanos a la integridad
física y psíquica de las mujeres chilenas y, en especial, los de las niñas violadas.
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La total discrepancia entre lo que quiere la población y lo que hace el Congreso deja en
evidencia que los legisladores chilenos no representan a quienes deben representar: a los
ciudadanos que los eligieron. Por el contrario, tienden a representarse a ellos mismos, a sus
ideas, a sus convicciones personales, a sus prejuicios, contrariando las bases de las doctrinas
de la representación democrática que nos prometen –a los ciudadanos– que el autogobierno
colectivo (la autodeterminación política) es posible por la vía de la elección de representantes.
Ellos (nos dicen) actuarán honrando los intereses ciudadanos, pues saben que el “buen
político” –como escribía Weber–- no es aquel que actúa sobre la base de una “ética de la
convicción” sino que quien lo hace conforme a una “ética de la responsabilidad”.
Existe una diferencia abismal, sostenía Weber, entre actuar con la convicción de un principio
ético –fundado en alguna doctrina religiosa personal– o bien con la responsabilidad ética de
hacerse cargo de las consecuencias (previsibles) de sus actos. Un político que se guía por la
ética de la responsabilidad tendrá en cuenta lo que Weber llamaba “el promedio estadístico de
los defectos humanos”. El político, argüía este autor, no tiene ningún derecho a presuponer la
bondad y la perfección en los seres humanos y no se sentirá capaz de cargar sobre las
espaldas de otros las consecuencias de su propio accionar en la medida en que haya podido
preverlas. Ese es un buen político.
Pero nosotros estamos representados malamente por malos políticos, políticos de la convicción
que solo se sienten “responsables” por mantener encendida la llama de sus convicciones
personales, aun cuando seamos los ciudadanos (las mujeres) quienes suframos las
consecuencias de su ardor religioso. La lentitud e incertidumbre respecto de la aprobación de
un proyecto de ley ampliamente querido por las chilenas y chilenos no hace más que demostrar
que nuestros ya cuestionados y desaprobados parlamentarios no saben, simplemente, lo que
es la buena política.
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