CIUDAD E IMAGINARIOS SIMBÓLICOS DE VIOLENCIA IMAGINARIOS, SIMBÓLICOS Y VIOLENCIA Jesús Olmedo Castaño López. Facultad de Ciencias Humanas, Sociales y de la Educación. Departamento de Humanidades. Pereira en su proceso de desarrollo urbanístico, en la última década ha permitido desde sus escenarios económico, político, educativo y sociocultural, estudios sociolingüísticos, pertinentes a sus dinámicas y transformaciones. La ciudad, como organismo vivo en constante transformación y cambio, se ha venido enriqueciendo desde sus desarrollos funcionales, estéticos y simbólico-comunicativos que la representan en su autenticidad e identidad cultural, explícita en las diferentes expresiones semióticas de las comunidades jóvenes que la viven y la sienten desde sus representaciones e imaginarios sociales de violencia y de miedo. Espacios públicos, invadidos por el hambre, la miseria, la incertidumbre y la muerte. Jóvenes que asumen su territorio y lo integran a sus familias, grupos o tribus urbanas, resultado de un proceso de formación y construcción de sentido permanente, enmarcado en creencias, experiencias, representaciones e imaginarios sociales, que ocultan en complejas situaciones que materializan en sus rituales, actitudes y prácticas sociales cotidianas. La ciudad, entonces, se presenta como un territorio no sólo físico, es decir, como espacio de encuentro donde los jóvenes recrean el pasado, el presente y piensan el futuro, sino también como una categoría apriorística del entendimiento, extensión mental, metafórica y simbólica. Por lo tanto, la ciudad, se presenta como el escenario virtual donde los imaginarios simbólicos tienen cabida en las percepciones y representaciones que se configuran en quienes determinan el lugar como un espacio para “matar” el día, es decir, para disipar la vida, marcar territorio en alguna zona especifica de la calle, la cuadra o la esquina ; que como espacio figurado, propicia el diálogo denotativo o connotativo, como una oportunidad para 1 hablar de política, de paz, del conflicto armado, de la violencia urbana o simplemente, para eludir la responsabilidad de la existencia. Según Gilbert Durand en su célebre texto Imaginación simbólica “La conciencia dispone de dos maneras de representar el mundo: una directa, en la cual la cosa misma parece presentarse ante el espíritu, como la percepción o la simple sensación. Otra indirecta, cuando por una u otra razón la cosa no puede presentarse en carne y hueso a la sensibilidad…, en este caso de conciencia indirecta, el objeto ausente se representa ante ella mediante una imagen en el sentido más amplio del término” (DURAND,1968:9). En este sentido, se entiende la ciudad, como “lugar de encuentro, lugar de intercambios, lugar de compromisos, lugar de ensueños. Sitio simbólico por excelencia, pero también sitio de la polis, sitio del pueblo, sitio que pertenece a todos y posible entre todos. Saber de todos para cruzar miradas, preguntas, comentarios, contraer citas y compromisos. Sitio de lo cotidiano y también de lo festivo, sitio de la justicia y de la injusticia, sitio de reposo y de trabajo, sitio para ser y para no ser, sitio para la vida y para la muerte. “Lugar en el cual se deja en manos del lustrador nuestros zapatos, y en manos del desconocido nuestra existencia” (DÁVALOS, 2003). Representaciones e imaginarios simbólicos que en las últimas décadas han permitido acciones encaminadas a conocer, modificar y plantear nuevas manifestaciones sociales y culturales, presentes en las construcciones discursivas de los habitantes de la ciudad, permitiendo ser pensada como tejido social, como discurso; ya que “cada espacio público, como objeto simbólico de representación lingüística y no lingüística lleva a comprender desde los dispositivos de la ciudad, las dimensiones sociales, culturales, económicas y políticas de las gentes de la ciudad” (VIVIESCAS, 1996: 143), posibilitando el conocimiento del fenómeno de la violencia desde los imaginarios y la reflexión social de la semiótica en sus elementos pragmáticos, sintácticos y semánticos de los signos en sus diferentes 2 expresiones comunicativas; ya que la violencia como signo, puede servir para que los jóvenes no permitan que lo exploten los demás, y sean comprendidos desde las dinámicas que las nuevas construcciones de sentido, genera desde la dialéctica de la realidad social; ya que desde los signos se indica lo que se ha de creer, lo que se debe aprobar o desaprobar, lo que se debe hacer o evitar. “Por medio de la sugestión post-hipnótica del símbolo, puede lograrse que un individuo realice las acciones que le sugieren, sin tomar conciencia de donde provienen las órdenes y la convicción de actuar con independencia” (MORRIS, 1962: 267) Por lo tanto, comprender los imaginarios sociales que tienen los jóvenes de la violencia en la ciudad, como territorio de miedo, de encuentro y desencuentro, amerita un estudio desde la dimensión simbólico-comunicativa, como forma de conocer a través de la palabra o el discurso los imaginarios simbólicos de los jóvenes; quienes desde sus creencias, hábitos y experiencias, dejan huella y constituyen su memoria en un espacio vivido, marcado y reconocido desde la norma y la forma. Es así como los imaginarios sociales que los jóvenes tiene de la violencia en Pereira nos acercan al estudio de diferentes grupos sociales que la habitan: barras del Atlético Nacional, vendedores ambulantes, grupos religiosos católicos y grupos de jóvenes de los estratos 5 y 6; los cuales a través de sus diferentes percepciones y representaciones sucesivas configuran lo simbólico-comunicativo en su devenir existencial, ya que como comunidades o grupos urbanos, su unicidad radica en su capacidad de tejer continuamente la red lingüística en la que se encuentran inmersos, en su razón y discurso, en sus comportamientos y en la construcción permanente de sentido y de mundo. En sus diferentes edades (Gráfico N°1), los jóvenes se agrupan, se organizan en cuadros socio-culturales, regidos por la emocionalidad simple de sus discursos y auto-centrados en la multiplicidad dinámica de sus deseos, anhelos e incertidumbres. Ahora bien, el aumento exponencial de la violencia en la ciudad de 3 Pereira, en todas sus formas, tiene su incidencia grandemente en los jóvenes, que según la estadística los presenta con la mayor participación en el escenario de la violencia en su propio orden social, en la movilidad, en el super-poblamiento, en el consumo y en el desequilibrio estructural ético-político de la región, ya que la violencia directa acaba volviéndose en particular de minorías, no como forma de revueltas, sino de intereses particulares asociados con el poder estructural tecnoburocrático. GRÁFICO N° 1. GÉNERO GRÁFICO N° 1. EDADES Los imaginarios sociales de los jóvenes (Gráfico N°2), así lo recrean desde sus tejidos sociales y construcciones de género, producto propio de sus edades, experiencias, vivencias y rituales permanentes. Ahora bien, los imaginarios sociales que de violencia tienen los jóvenes, se revela de esta manera, como un excelente operador semiótico propio de las hibridaciones ficcionales entre realidad e imaginarios de violencia que los jóvenes perciben y representan en la memoria urbana de las gentes de la región. La atmósfera generalizada de horror-schow, en que el sufrimiento del otro y el miedo colectivo, son producidos como espectáculos, irrumpe en los discursos metafóricos que invisibilizan las realidades de violencia en la ciudad, según representaciones ficcionales híbridas de realidad e imaginarios, correspondientes a la gran capacidad mediática de generar fantasías apocalípticas, a favor de quienes ejercen el poder. Los jóvenes de la ciudad de Pereira no se sustraen a 4 estos imaginarios simbólicos del ejercicio de la violencia en la ciudad, considerando el ejercicio de la fuerza y la misma violencia como la única alternativa histórica para la proclamación de los derechos individuales y colectivos, a pesar que ya no tenga el mismo vigor de otrora. La violencia, esencia en el desarrollo histórico del hombre, se simplifica por los tópicos mediáticos. Se habla del aprendizaje de la violencia a través de la pantalla del televisor, de la inseguridad ciudadana, como manifestación cotidiana de la degradación de la urbe, de las violaciones y asesinatos como condimento indispensable de los programas llamados de interés humano. De esta manera, diferentes investigaciones dan prueba del juego de las intenciones de los jóvenes para que desde sus imaginarios simbólicos, la violencia recree los escenarios donde el ser humano se divierte, pasa el tiempo libre, se recrea o expresa sus inconformidades, sus angustias, sus sueños y sus representaciones, ya que no se pueden descartar las posibilidades de que los migrantes, los desarraigados, las masas en general, puedan realizar con todo eso un juego original, capaz de desbordar aquí y allí nuevas formas socio-culturales de convivencia y de subsistencia. GRÁFICO N° 3. EMPLEO DE LA FUERZA La violencia, entonces, no sería un fenómeno socialmente relevante si no estuviera vinculado con el ámbito personal de las necesidades básicas, ya que en la 5 actualidad se suele hablar poco de estas necesidades, pues las sociedades burocráticas de consumo controlado se ocupan más de la distribución de la abundancia para las minorías privilegiadas que de la satisfacción de las necesidades primarias de las mayorías populares del conjunto del sistema-mundo. De allí la utilización de la fuerza, de la violencia para reclamar los derechos (Gráfico N°3). “Es necesario, por eso, tomar en consideración el concepto de violencia social como el de un efecto orgánicamente inherente a la sociedad de clases, en el sentido de que la materialización de relaciones basadas en la propiedad privada impone el ejercicio de una violencia social” (MUNIZ, 2001: 20). Aunque es forzoso tener en cuenta la diferencia de los diferentes grupos y cuadros socio-culturales de los jóvenes en los espacios en que esos procesos tienen lugar, lo que se traduce en la práctica, en la fuerza de la sociedad civil frente a la organización tecno-burocrática con mayor participación de los jóvenes en el gobierno de la ciudad, implementándose el ethos comunitario sobre la desmovilización violenta de la ciudadanía, independiente del concepto clásico de violencia, donde la falta de educación, la disputa por la venta de drogas, la descomposición familiar y la falta de oportunidades se traducen en motivos de la violencia en Pereira. (Gráfico N°4) GRÁFICO Nº 4 MOTIVOS DE VIOLENCIA. 6 La ciudad, entonces, se presenta como la ciudad mostruo donde lo feo y lo tenebroso desterritorializa e invisibiliza al sujeto de las realidades, un hombre sin atributos, sin sentido; donde la violencia se convierte en el dispositivo que todo lo cambia y en donde los contrarios tienen sentido y las explicaciones de los imaginarios sociales de violencia se manifiesta como razón causal de las necesidades básicas de seguridad o supervivencia, de identidad y libertad, en los planes estratégicos de desarrollo gubernamentales. Se hace notar, por lo tanto, la tendencia dominante a resaltar la violencia directa a través de imágenes sangrantes y a hacer invisible la violencia estructural impuesta por el sistema a través del la explotación y de otros dispositivos señalados como la segmentación o la marginalización. El territorio, en su concepto esencial de representatividad e imaginario social de violencia, posibilita el encuentro con las diferentes apropiaciones y usos que se da de la ciudad. Uso transitorio para los transeúntes que cruzan el lugar como paso obligado hacia la zona centro, estratégica para generar el miedo y la inestabilidad individual y social. Uso de encuentro, para la visita concertada, la conversación inesperada y la acción pensada para el uso de la violencia; determinado por el trabajo formal e informal y diferenciado por las invisibilidades de los sujetos que actúan entre los límites del adentro y el afuera de la violencia, poder del hombre de la calle (Gráfico N° 5). Es decir, el espacio como herencia de disputa en la construcción de sentido de lo público que nos legó la modernidad como alternativa para reclamar los derechos, ejercer la legalidad o la ilegalidad, mantener la subsistencia y disputar el dominio de la familia. 7 GRÁFICO N°5 EJERCICIO DE LA VIOLENCIA En relación con los imaginarios sociales de violencia, estos no se identifican con las ideologías, pues la ideología juega su papel en el campo de la legitimación de los valores aceptados por una sociedad, mientras que los imaginarios simbólicos actúan más bien en el campo de la plausibilidad o comprensión generalizada de la fuerza de esas legitimaciones y donde la sistemática exclusión social del otro, es la base para la organización del genocidio tecno-burocrático y simular desde la violencia la justificación del poder desmedido del Estado. En este orden de ideas, estudios continuos sobre la ciudad de Pereira, permiten entender como los imaginarios sociales de la violencia se presentan como nodos vitales que se explicitan en el sentido simbólico de la existencia citadina. “Existía pues el kiosco del parque La Libertad, espacio donde la cultura de la violencia hace su gestión. En él, los jóvenes desorientados, esos invisibles hombres de la calle expresaban sus representaciones e imaginarios de ciudad líquida, de ciudad interrumpida”. Por lo tanto, los jóvenes desde sus imaginarios simbólicos se constituyen en un cúmulo de experiencias y vivencias, cuyo oleaje imaginario social de violencia lo extienden cada vez más allá de las fronteras de la realidad, ya que las palabras han dejado de entenderse como representaciones de un supuesto mundo existente con independencia de un sujeto que intenta conocerlo. Por lo 8 tanto, las intencionalidades y las ilusiones, por el contrario, se presentan por la seductora apariencia de cada discurso y de cada cosmovisión de constituir el único mundo posible. Ahora bien, desde de la realidad de la violencia en Pereira no es posible representar las connotaciones que los jóvenes tienen en sus imaginarios sociales; ya que tan pronto se presentan las realidades objetivas de violencia, surgen universos absurdos e inesperados o, incluso, referencias a una objetividad independiente, donde el símbolo transpone sus límites y avanza hacia otras configuraciones de la realidad, hacia imaginarios sociales que trascienden las realidades de los jóvenes en las cuales se encuentran inmersos. Si a la ciencia y a los sueños les es inherente la facultad del movimiento, la permanente posibilidad de discurrir, cada uno a su manera, hacia nuevos mundos posibles, en el lenguaje de los jóvenes existe una absoluta identidad entre las percepciones, representaciones e imaginarios sociales que configuran no sólo lo real, sino las realidades en las cuales el ser humano predica su existencia como ser histórico e ideológico. La pertenecía a uno u otro pensamiento: político, religioso y cultural lleva a los jóvenes a asumir diferentes posiciones que representan a través de sus imaginarios simbólicos. Para los jóvenes, por ejemplo, en los imaginarios simbólicos de violencia, no acontecen palabras ofensivas ni sueños descoloridos, en ella se construyen intuiciones de lo porvenir, construcciones permanentes de sentido, ya que alada y de pies ligeros la violencia se toma a los hombres al serles conferido el don del poder, el que se transfigura, se connota y se simboliza mediante diversas figuras que la representan y la significan. GRÁFICO N°6 IDEOLOGÍA A LA QUE SE PERTENECE. 9 De izquierda o de derecha, la multiplicidad de formas ideológicas cobra sentido en el imaginario social que identifica a los jóvenes en Pereira. De allí que la violencia, como imaginario social, se entiende como desplazamiento de sentido y ampliación del significado, la que no corresponde sólo al lenguaje sino a la realidad misma, siempre en proceso de construcción (Gráfico N°6). El mundo conocido de la violencia no constituye más que un momento de relaciones de doble sentido, puestas hacia lo desconocido, hacia el imaginario de nuevas realidades sociales, que los jóvenes predican y reclaman permanentemente. La creación de imaginarios simbólicos de violencia, desde escenarios referenciales, e imágenes mentales y de todos aquellos lugares que tienen que mudar de sentido, de significado para crecer y permanecer invulnerables durante algún tiempo, son mucho más ricos que la imagen lineal del individuo que crece, se desarrolla y se enriquece por acumulación de realidades ficticias, representadas por valores absolutos, ausentes de imágenes relacionadas con una especie de trascendencia que permite rebasar el círculo reducido de la vida real y de realidades representadas con cifras denotativas y objetos sensibles de la cotidianidad violenta en las casas, las calles, los parques y los centros comerciales de la de la ciudad pensada e imaginada (Gráfico N°7) GRÁFICO N° 7. LUGARES DEL CENTRO MÁS FRECUENTADOS. 10 Despertar los imaginarios simbólicos desde la relación dialógica que el individuo hace con los Otros y no a partir de sí mismo; es decir, las voces que permiten el diálogo en la capacidad de oír al Otro, posibilita preferir las imágenes de relación, de perduración, de vida entre las calles, las piedras y las redes, en permanentes construcciones, de sentido, de significación y de vida, ya que los espacios no son liberadores en sí mismos, sino que también pueden reducir el mundo esquematizándolo, como también pueden enriquecer o empobrecer, como una posibilidad ausente de ampliar nuestros mundos, nuestros imaginarios, contando con muchas construcciones de doble sentido y símbolos para significar el mundo espacio-temporal sobre sí mismo y del Otro. Imposible, entonces, interpretar la realidad social de la ciudad, con el lenguaje de las ciencias naturales, que aspira a ser unívoca, preferentemente denotativa, que evita, hasta donde esto le sea posible toda forma connotativa de hablar. Su vocabulario es especializado, definible, pobre en connotaciones, lo cual permite que las teorías que se expresen a través suyo sean comprendidas exactamente con el sentido que el intérprete tuvo la intención de darle. Ahora bien, los miedos, el terror, la violencia tienen la posibilidad de interpretación, ya que no se limita sólo a la descodificación. Aceptamos que el texto filosófico es rico en posibilidades interpretativas, lo cual permite que podamos leer los espacios desde diferentes ángulos, dándole diversas connotaciones al mundo simbólico de la violencia. Francis Bradley tuvo que reconocer en “Apariencias y Realidad” que no podía prescindir de la metáfora, del símbolo y del sentido para dimensionar las realidades sociales. 11 Es cierto que la ciudad es el lugar de residencia de los dioses, pero también lo es de los demonios. Si en la ciudad se aloja el poder y con el poder la violencia; la ciudad es también el escenario privilegiado de las luchas y las deserciones en masa. Desde la urbs, la ciudad se conduce así como un conglomerado mutante, crónicamente alterado, constituido por elementos inestables, fundamentado casi exclusivamente en los azares, en un maremagnun de coyunturas. Noreña con una visión clara de la violencia en la ciudad, alude al lenguaje connotativo como manera de expresarla, es decir, que el autor del texto “Los interlocutores urbanos contemporáneos” una vez más afirma que el símbolo es la manera como el campesino y el urbanita expresan los imaginarios sociales que tienen de violencia, violencia que ha sido trasformada y que día a día se reconstruye y transforma; ya que se asume que todo lenguaje es una demostración del pensamiento lógico racional” (NOREÑA, 2001: 17). De otro lado, la ciudad reconstruida es la ciudad de todos, donde convergen distintas maneras de vivirla, pensarla y habitarla. Una ciudad que en semejanza con los espacios públicos se convierte en un escenario de circulación de la violencia en todas sus derivas; donde el ser humano se forma, se encuentra y construye el concepto que según sus creencias, rituales y vivencias citadinas, le permitan simbolizar la ciudad-violenta. El doble sentido que lo metafórico le permite, lleva a pensar en cómo la ciudad es el sitio, el lugar o el territorio donde la violencia toma nuevos significados. Según estudios que se han hecho de violencia, como base esencial para entender la dinámica de tales escenarios dentro de la urbe, posibilitando en sus planos, lo cognitivo y lo emocional, creando espacios fantasmas plenos de terror y de miedo (Gráfico N° 8). 12 GRÁFICO N° 8 IMPRESIONES, SENSACIONES Y SENTIDOS Luis Mauricio Cuervo, Fernando Viviescas, Sergio Boisier y Edgard Moncayo en el libro “Ciudad y Complejidad” expresan la metrópoli como el lugar de encuentro, de intercambio no meramente económico, sino también cultural, ciudad de lugares y no únicamente de espacios de flujos, de lugares donde la movilidad individual y las fuerzas de las distancias son el sitio donde se da la disputa para dar continuidad formal y simbólica a los espacios públicos. “desde la complejidad del lugar se concibe el espacio público como el espacio de las significaciones imaginarias” (GIRALDO Y VIVIESCAS, 2003: 79). De allí que la ciudad-violenta, no se perciba tanto como hecho físico, en cuanto como fenómeno mental, ya que el hecho materializado es siempre producto de una operación inicial, básicamente intelectual que se traduce en actitudes y en conductas empíricas, es decir, en representaciones o imaginarios sociales. La problemática o complejidad de la violencia en la ciudad, se ha reducido, a ordenamientos analíticos, estadísticos que justifican planes tecno-burocráticos. Una atención monótona en trabajos inventariados que dejan de lado su vitalidad en la aplicación creativa y crítica del símbolo, como unidad de análisis. Categoría, tenida en cuenta por pocos avisados teóricos que incorporan su poder evocador, hacedor de mundos, construcción de realidades sociales. Realidades cargadas de tensión, 13 sugestión y condensación para crear un efecto conciso, abreviado y apocalíptico, propio del ejercicio del poder tecno-burocrático. GRÁFICO N° 9 SÍMBOLOS E IMÁGENES Margarita Baz habla del desconocimiento de lo metafórico, de lo simbólico, de lo imaginario, por parte de los teóricos puros, eruditos e intelectuales, “porque creen saber y no saben, o saben poco, de las fuerzas que constituyen la dinámica subjetiva, que para el psicoanálisis y la sociolingüística, son el deseo inconsciente y sus problemas”. (BAZ, 2001:) Es decir, lo metafórico, lo imaginario simbólico como revelación de la existencia humana, de su fantasmagoría y subjetividad. La abstracción de lo misterioso, su incógnita, se enfrenta a la simulación, a la mimesis. El imaginario simbólico de violencia, recreación de “sensibilidad perversa”, el extrañamiento, el silencio y la profecía propia de lo inefable, de la violencia que contiene el universo de los imaginarios sociales, espacio introvertido y revelado (Gráfico N°9), donde lo simbólico se confunde con lo real y lo real con lo simbólico. En el vínculo con lo estrictamente personal y la memoria colectiva, la imagen simbólica humaniza al joven desde sus tensiones, retos, batallas y luchas. Para ello, es en suma primordial, el testimonio, la síntesis del diálogo intersubjetivo, la experiencia intensa y la evocación de posiciones encontradas, temores e incertidumbres de las realidades violentas que se experimentan a cada momento y en cada espacio vivido. El símbolo, entonces, evoca el movimiento perpetuo, la construcción-constitución incesante, el camino implicado, el sobresalto y el riesgo que cuestiona profundamente la existencia resquebrajada, imperfecta, fracturada, 14 precaria y perecedera. Impertinente fractura que la visión posee, de acuerdo con Rovatti, un trazo inseguro, inestable, “siempre amenazada de su propio desgaste y consagrada a la muerte” (ROVATTI, 2003:) En otras palabras: alteración de la palabra, de la imagen acústica y gráfica, ruptura en el escenario contradictorio de la imagen mental con doble significación y sentido De tal dinámica no pueden dar cuenta las descripciones estáticas, juego trivial, conceptual y terminológico de las estadísticas de la violencia en la ciudad (Gráfico N° 10); porque a los imaginarios simbólicos los caracteriza el verbo animado, la acción carnal, la ilusión y la creación de sentido permanente, vivencia de la interpretación, la comprensión y la transformación de las realidades construidas desde los imaginarios sociales de la misma violencia. Francoise Dolto plantea que el lenguaje connotativo es huella de ese sostén constructor de la existencia que es la mirada y el deseo de la imaginación, del anhelo de otro estado del mundo. De esta manera, la creación y lectura de los imaginarios de violencia, deja de ser un acto puramente denotativo, descriptivo, para transformarse en un medio de explorar los mundos y dar lugar a uno de ellos, mediante una fuerza creada desde las realidades escondidas en el otro sentido que los imaginarios simbólicos posibilita en la construcción de significación y de vida. El imaginario social viene a ser una respuesta de la revelación, así hubiese sido llamada por Nietzsche “error óptico”, falta, inexactitud y error que inventa realidades y las hace creíbles, hasta el punto de lograr que por la fe de los hombres tomen cuerpo. Percepción imaginaria, que ha pasado por instancias anteriores: registro visual y puntos de vista que determinan sus representaciones e imaginarios simbólicos, afectados por los cruces fantasiosos de la construcción social que recae sobre los ciudadanos reales de la urbe: barrios marginados, parques, centro de la ciudad y centros nocturnos, en cuanto a la percepción urbana que se tenga. 15 CUADRO Y GRÁFICO Nº 10: LUGARES REPRESENTATIVOS DE VIOLENCIA. Para un autor tan vital como Lezama Lima, los imaginarios simbólicos tienen carnalidad y eficacia filosófica. Su fuerza conectiva avanza a través de infinitas analogías, hasta donde se encuentra la imagen, entidad de poderosa fuerza regresiva, por lo tanto, el imaginario social es el inicio de la realidad del mundo invisible. “De la misma manera que el hombre ha creado la orquesta, la batalla, los soldados durmiendo a la sombra de las empalizadas, la gran armada, el caserío del estómago de la ballena, ha creado también un cuerpo artificial que resulta resistente, como la misma naturaleza escondiéndose y regalándose al tacto” (LEZAMA LIMA, 2003: 77). El hombre, según el autor cubano, por habitar el mundo de la caridad, de creerlo todo, llega a poblar un mundo sobrenatural pleno de gravitaciones y manifiesta una de las condiciones de lo simbólico: lo imposible es creíble y lo máximo se entiende incomprensiblemente. Luego, apoyándose en una frase de Pascal, afirma que como la verdadera naturaleza se ha perdido, todo puede ser naturaleza, o sobre naturaleza, o sobre realidad, como lo imaginario, en la medida en que se trata de otorgar una nueva visión del mundo, un conocimiento inédito, el espacio de lo imprevisible, de lo improbable, de la invención. En este sentido los espacios reales 16 de la ciudad y los actores que la representan cobran nuevas realidades que son invisibilizadas y justificadas desde otros intereses y propósitos preconcebidos. El imaginario social para Lezama tiene razón en sí misma, es un misterio su relación con la fuerza conectiva que avanza creando un territorio substantivo desde los imaginarios simbólicos, como alternativa para visibilizar y sensibilizar la violencia en escenarios posibles de paz y reconciliación. La tensión social, desde la visión de Lezama Lima, se da cuando la significación y la construcción de sentido, devora al objeto, a la realidad sentida. Heidegger, según el ensayista Eduardo Milán, afirma que lo metafórico, el imaginario, induce a un conocimiento paradójico, es decir, a medida que se acerca al mundo, se aleja del “decir originario”. Cuanto mayor conocimiento del mundo, menor capacidad para nombrarlo. La presión representativa de la violencia en la ciudad en sus actores, configuran imaginarios sociales de violencia GRÁFICO Nº 11: ACTORES REPRESENTATIVOS DE VIOLENCIA Se trata de una dimensión de la experiencia que es el regreso, cambio y vuelta, el valor evocativo de la memoria y el tiempo. Su creación capta el instante, algo que dura toda la eternidad, su pasión o su pulsión que interroga al tiempo y al mundo. 17 Una posibilidad para espiritualizar la materia y materializar el espíritu desde una nueva imagen mental de concebir, de pensar la violencia. Al respecto Milán afirma que “le han quitado a los imaginarios simbólicos, su función original y crítica: el desenmascaramiento del mundo de la apariencia, inventando a la vez una realidad distinta, más cercana al origen fundacional de las palabras”. Vieja pugna entre el espíritu y el poder, decía José Ángel Valente, porque la libertad de los imaginarios simbólicos se oponen al poder absoluto de la razón y se vale para tal fin de las sensaciones, las emociones, las asociaciones, atracción, fascinación, despertar de la visión, sueño imposible, utopía, persuasión y fuerza. Su infinito y su metamorfosis reunifican al hombre, lo reconcilia con el mundo y lo humaniza. GRÁFICO N° 12. IMÁGENES VIOLENTAS EN PEREIRA. No existe, por lo tanto, la objetividad y la subjetividad total, pues ellas siempre serán parciales, así sea fruto de una escritura rigurosa. Siguiendo a Blanchot, el sentido de los imaginarios sociales es incierto, porque hay una fuerza que imposibilita la pura utilización de lo denotativo, que corroe el sentido. El imaginario 18 simbólico, desde este punto de vista, no sería el artificio verbal, sino una realidad perturbadora, la cual estremece las palabras y desestabiliza cualquier sentido último. GRÁFICO N° 13 ACTORES VIOLENTOS. Lo connotativo, fruto de la imaginación pura, no de la simple percepción, abre ante nosotros el horizonte de lo posible. Al superar los límites, la causalidad aristotélica, anula el contraste entre las dos realidades trasladadas y logra la unidad. Esta unidad es viable porque lo imaginario presenta una doble condición: es representación del mundo visible, pero también es representación del mundo invisible, ya que el hombre es forjador de lo irreal y posee la capacidad de modificar su vivencia del tiempo, deteniéndolo, explayándolo, modificándolo: expansión de la profundidad, realce de la distancia. La acción de enlace, transportación y traslación de lo imaginario social de la violencia es movimiento, es devenir. Es decir, hablamos de una criatura viva, no de un objeto irreal, listo a ser disecado o expuesto a las realidades sociales de la ciudad. Nos referimos a un hecho que conmociona, altera y evoluciona a través de los tiempos. Lo anterior implica que el hombre ha actuado sobre los imaginarios sociales de violencia para transformarla y recrearla. Pero la violencia como imaginario simbólico es también fusión de opuestos: lo cognitivo y lo emocional y donde el mundo material que constituyen son una realidad subjetiva. 19 El imaginario social puede ver más allá de las cosas antagónicas que la violencia homicida nos presenta en su auténtica naturaleza, porque los opuestos que representa nacen de la misma creación de sentido y de la significación de las realidades sentidas. Para André Breton los opuestos de sentido de los imaginarios simbólicos se unen en algún punto del espíritu, luego de dialogar, alternar y confraternizar, de donde lo simbólico dispone de un mundo donde las contradicciones irreconciliables encuentran una forma de coexistencia. De distintas maneras y procederes, los imaginarios sociales de la violencia en Pereira se mueven dentro de la reflexión, oposición y enlace, en la realidad social de miedo e inestabilidad de la región. En su interior se esconde una acción potencial, un devenir listo a ser desplegado. Igualmente unas fuerzas o voluntades que pugnan y ayudan a la intensificación de los imaginarios simbólicos, de la emoción y la vibración interior de la realidad oscura en la cual los jóvenes se encuentran inmersos. Vibración que permite a la violencia homicida presentarse viva, encendida, animada y actual. Porque pareciera que los imaginarios sociales de violencia fueran los adversarios de las realidades contemporáneas, potestad éste del misterio individual, persistencia del origen violento del hombre. Es inaudito que pese a los progresos teóricos, opongan todavía lo imaginario y la realidad; lo imaginario como el campo de lo falso y lo real como el campo de lo verdadero. Se ha tratado de eliminar toda intervención de lo imaginario en el conocimiento. Desde la formalidad lógica han querido estudiar lo imaginario, sus componentes elementales, procurando domesticarlo y vincularlo a disciplinas muertas, como si se tratara de una figura accesoria en la construcción de sentido del tejido social. 20 CUADRO Nº 14. IMAGINARIOS SIMBÓLICOS PLAZA DE BOLIVAR 1 Desorden 2 3 4 5 VENDORES CIUDAD AMBULANTES VICTORIA INMIGRANTE Delincuencia Luchado-res Tráfico de droga Vendedores Trabajo Gente Congestión POLICIAS BARRAS POLÍTICOS BRAVAS V POPULAR Dinero mal Burguesía Inconscientes invertido Abusador Ignorancia Elecciónes Gome-os Inconscientes Inseguridad Mentiras Violencia Elecciones Patinetos No se Maltrato Corruptos Violencia Farsa Chévere Bien Ladrones Violencia Estafa Basura Escoria Tonterías Subyugar Lástima Tradición Trabaja-dores Burguesía Pobreza Gilbert Durand y Roger Caillois interesados por el imaginario social, como conector obligado por el cual se constituye toda representación humana y Derrida en su interés por el uso de lo connotativo, lo simbólico, lo metafórico nos proporcionan la entidad intelectual o mental que opera como “centro organizador” para entender la violencia como centro de sentido y significado.. Rubén Sierra recordaba a Francis Bradley, quien tuvo que reconocer que no podía prescindir de los imaginarios simbólicos: “Consciente de que su pericia para manejar la palabra y lograr la exactitud del lenguaje le era insuficiente, se ve forzado a echar mano de todos los recursos creadores de la retórica que le permitieran expresar los más sutiles matices del pensamiento metafísico que estaba elaborando”. El juego de sentido, invisibiliza la realidad y la connota con los imaginarios que le da representatividad a los nuevos escenarios. (CUADRO N° 14) El imaginario simbólico es la lucha del sujeto por hacer suyo lo extraño, de apropiarse del mundo, “un intento de hacer conocido lo desconocido”, en palabras de White. El imaginario social es una realidad hecha lenguaje, ya que tiene el poder efectivo de aislar, de separar del inmenso devenir del mundo, de la totalidad, ciertos fragmentos y objetos. Discrimina, separa, abstrae, suprime momentáneamente en un acto de negación dialéctica. Al escoger dos realidades con el fin de trasladarlas y fusionarlas, las reduce, las arranca y luego las vuelve a juntar de una manera 21 distinta a su estado original, les devuelve el mismo (igual o mejor) misterio y enigma. Tal reflexión creativa conlleva a la abstracción, a la acción y efecto de separar los elementos generales o universales a partir de las imágenes sensibles, procedentes de los entes singulares. La reflexión penetra en el objeto, sin embargo en la abstracción lo concreto se recupera, se aprehende lo esencial, total, orgánica, coherente, provista de una razón interna, autónoma. Los dos objetos o las dos realidades lejanas aproximadas mediante la traslación ya están cerca. El imaginario logra abarcar la totalidad de lo existente. Lo separado se une y mezcla, lo ilusorio y lo fugitivo, lo inmediato y lo fugaz, se convertirán en plenitud interior. Lo connotativo se torna síntesis proveniente de una pregunta y de una búsqueda, de un ser frente al enigma, dispuesto a transformarse, a enfrentar una metamorfosis, un renacimiento. Porque el imaginario simbólico señala una ausencia fantasmal y dramática, aquello que quiere ser hablado. Se convierte en vínculo con nuestra realidad, vivencia y actualización de ella, con su entramado afectivo, valorativo, histórico y cultural. Criatura prometeica, animada y móvil, camino establecido con retorno, abierta apetencia contra toda cerrazón conceptual, el imaginario es encarnación e inserción del hombre en la existencia. El imaginario social de violencia determina objetos lejanos de distinta naturaleza estética, los separa, y de algún modo los destruye. La violencia como imagen mental inicia con tal gesto destructor, propio de su concepción y percepción, ese algo disolvente, destructor (descompone y desintegra la existencia del mundo). Crea otra realidad, o sea, la irrealidad, que conquista una presencia propia. Pero ello es tan sólo su primer movimiento. Después vendrá la negación de ese poder, lo que constituye su fuerza positiva. En otras palabras, la violencia resulta victoriosa sobre su poder negativo, ya que reúne lo disperso con más fuerza y lucidez. El mejor símbolo es el que une el sujeto y el objeto, los asocia, concilia y resuelve las contradicciones y se torna un acto diferente, imaginativo, audaz, espontáneo y libre. La potencia de los imaginarios sociales a través de la expresión de la violencia la convierte en acto intencional, donde interesan los efectos sugeridos y 22 evocados.La revelación simbólica, sostiene Julio Requema, “certifica que no hay un mundo afuera ni un mundo adentro, sino un mutuo sucederse de ambos sin fronteras limítrofes. 23 BIBLIOGRAFIA 1. BALANDIER, Georges. El poder en escenas. De la representación del poder al poder de la representación. Ed: Paidos. Brcelona 1994. 2. 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