Encuentro de Movimientos y Nuevas Comunidades CELAM

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MOVIMIENTOS ECLESIALES Y
LAS NUEVAS COMUNIDADES EN LA IGLESIA LOCAL
+ Miguel Irizar Campos, C.P.
Obispo del Callao
“Los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades son la respuesta, suscitada por
el Espíritu Santo, a este dramático desafío del fin del milenio”, afirmó el Papa Juan Pablo II a
los millares de miembros de los movimientos que colmaron la Plaza de San Pedro en la tarde
de la Vigilia de Pentecostés, el 30 de mayo de 1998.
¿Qué son estos movimientos eclesiales? ¿Qué lugar ocupan en la vida del pueblo de
Dios? ¿Qué aportan a la misión de la Iglesia?
Estas son las interrogantes que se hacía el recordado y querido Germán Doig en su
libro “Juan Pablo II y los Movimientos eclesiales, Don del Espíritu”. Les recomiendo
especialmente este libro. Y naturalmente del Pontificio Consejo para los Laicos “Los
movimientos eclesiales en la solicitud pastoral de los obispos”.
A lo largo de esta modesta ponencia agregaré otras interrogantes especialmente
referidas a nuestra Iglesia en Latinoamérica y el Caribe que camina y se prepara hacia la V
Conferencia General.
En los últimos años se han multiplicado documentos y trabajos que tratan de explicar
el fenómeno de los movimientos y nuevas comunidades eclesiales, abriendo un interesante
horizonte de reflexión.
¿Qué significan para nosotros los movimientos eclesiales?
Creo que aquí necesitamos –como diría Su Santidad Juan Pablo II– una mirada de
corazón para entender y acoger a los nuevos movimientos eclesiales y comunidades que han
florecido en la Iglesia después del Concilio Vaticano II, como nuevas formas de vida asociada
que el Espíritu Santo ha suscitado en los últimos tiempos.
Este florecimiento realmente fecundo no ha sido un hecho humanamente planificado.
Ha acontecido de manera inesperada y sobretodo espontánea. Ciertamente no es un fenómeno
uniforme, sino plural y diversificado.
El Espíritu Santo ha hecho brotar distintos tipos de comunidades que han ido haciendo
su propio camino, acentuando, en la unidad de la fe de la Iglesia, aspectos o perspectivas del
Evangelio y de la vida como creyentes y plasmando sus objetivos y servicios de manera
particular dentro de la comunión eclesial.
Esto ha generado una rica e interesante diversidad de expresiones en el pueblo de Dios.
En este caminar no han faltado tampoco las dificultades, algunas de ellas dolorosas, para los
propios miembros de los movimientos y nuevas comunidades y para nosotros pastores del
pueblo de Dios.
Cómo no recordar aquí las palabras del Santo Padre Juan Pablo II a los participantes en
el Seminario: “movimientos eclesiales y nuevas comunidades en la solicitud pastoral de los
obispos” de junio de 1999, celebrado en Roma: “Habéis llegado a Roma de países de todos los
continentes para reflexionar juntos sobre vuestra solicitud de pastores hacia los movimientos
eclesiales y nuevas comunidades...que no he dudado en definir ‘providenciales’ por las
aportaciones estimulantes que han dado a la vida del pueblo de Dios”.
En el mismo mensaje Su Santidad Juan Pablo II nos recordaba –citando su discurso a
los movimientos en el encuentro de 1998– “su novedad inesperada, a veces incluso
sorprendente, [...] ha suscitado interrogantes, malestares y tensiones; algunas veces ha
implicado presunciones e intemperancias, por un lado; y no pocos prejuicios y reservas por
otro.
Nos invitaba a todos pastores y fieles laicos de los movimientos a caminar hacia una
“etapa nueva” procurando la “madurez eclesial”.
“Este itinerario exige a los movimientos una comunión siempre más fuerte con los
pastores que Dios ha elegido y consagrado para reunir y santificar a su pueblo a la luz de la fe,
de la esperanza y de la caridad, porque ‘ningún carisma dispensa de la relación y sumisión a
los pastores de la Iglesia’”.
A los movimientos les toca compartir, en el ámbito de la comunión y misión de las
iglesias locales, sus riquezas carismáticas, de modo humilde y generoso.
Y a nosotros obispos y pastores de la Iglesia, Su Santidad Juan Pablo II nos pedía,
como una de nuestras principales tareas: “abrid los ojos del corazón y de la mente para
reconocer las múltiples formas de presencia del Espíritu en la Iglesia, valorarlas y llevarlas a la
unidad, verdad y caridad”.
Concluía el Santo Padre el mensaje que vengo citando con algunas preguntas claves
para nosotros pastores de la Iglesia, que son también aplicables a este Primer Encuentro
Latinoamericano y del Caribe: Movimientos eclesiales y nuevas comunidades en la Iglesia
local.
“¿Cómo acoger este don particular que el Espíritu ofrece a la Iglesia en nuestro
momento histórico?”.
“¿Cómo acogerlo en todo su alcance, en toda su plenitud y en todo el dinamismo que
le es propio?”.
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Responder de modo adecuado estas interrogantes es parte de nuestra responsabilidad
de pastores. Nuestra gran responsabilidad consiste en que el don del Espíritu no llegue en
vano, sino, en hacerlo fructificar siempre más al servicio de todo el pueblo cristiano.
El elemento que ha distinguido a todos los movimientos eclesiales y a las nuevas
comunidades en el transcurso de la vida de la Iglesia ha sido siempre su aspecto eclesial, que
podría resumirse con estas palabras de San Agustín: Amad esta Iglesia, permaneced en esta
Iglesia, sed esta Iglesia.
Esta es una cita tomada de la ponencia del P. Fidel González Fernández, “Carismas y
movimientos en la historia de la Iglesia” (Seminario de Roma, 1999 Movimientos eclesiales
en la solicitud pastoral de los obispos).
Claves de interpretación
Creo que es clave para nuestra reflexión sobre los movimientos el discurso de Juan
Pablo II en el Encuentro de los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades, en la
celebración de Pentecostés el año 1998.
Era la primera vez que se hacía una convocatoria de este tipo. Con la conciencia de la
trascendencia de lo que hacia, confirmó en la fe y la comunión de la Iglesia a los movimientos
eclesiales y los lanzó hacia el futuro, hacia el tercer milenio para que asumieran con ardor y
creatividad, con fidelidad y amor a la Iglesia los nuevos desafíos que debe afrontar la Iglesia.
Y nos ofreció una síntesis hermosa y precisa a la vez, de sus enseñanzas sobre los
nuevos movimientos eclesiales y su lugar en la Iglesia y lo hizo colocando como gran marco
de toda la acción vivificadora del Espíritu Santo.
Su gesto y sus palabras podemos resumirlas así:

Una confirmación y un exigente aliento. El Papa ha confirmado la figura y el
valor de los movimientos eclesiales. Como sucesor del Apóstol Pedro, y por tanto
como principio y fundamento visible de la unidad del pueblo de Dios, ha
confirmado a los movimientos eclesiales en la comunión de toda la Iglesia.
Pero a la vez, los ha alentado a responder al don recibido, a ser fieles a la fe de la
Iglesia desarrollando el carisma que se les ha confiado y poniéndola al servicio de
la misión de la Iglesia.

Invitación a la fidelidad y a la madurez en el servicio a la misión de la Iglesia.
Con palabras claras y exigentes plantea las características de lo que es una
auténtica experiencia eclesial, en apertura al Espíritu y en función a la misión de la
Iglesia. Recuerda como condición de la fecundidad la fidelidad a la invitación del
Espíritu Santo, que es fidelidad a la gracia bautismal y su despliegue.
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Su Santidad Juan Pablo II, espera que los movimientos “den copiosos frutos para el
bien de la Iglesia y de la humanidad entera”. Pero es consciente que esos frutos
deben crecer en medio de situaciones difíciles, en medio de limitaciones y
debilidades.
Esta nueva etapa de madurez no está, sin embargo, desprovista de exigencias para
los dirigentes e integrantes de los movimientos. La guía del magisterio, la fidelidad
a la fe y misión de la Iglesia son claves de discernimiento para recorrer el camino
hacia el futuro, ayudando a construir una cultura según el Plan de Dios.
“Por eso en el Encuentro afirmó: ‘Hoy ante vosotros se abre una etapa nueva: la de
la madurez eclesial. Esto no significa que todos los problemas hayan quedado
resueltos. Más bien, es un desafío, un camino por recorrer, un horizonte hacia el
que caminar. La Iglesia espera de vosotros frutos maduros de comunión y de
compromiso”. Todo esto estaba magníficamente bien resumido en el tema del
Congreso: Comunión y Misión en los umbrales del Tercer Milenio.
¿Qué caracteriza a los movimientos?
“¿Qué se entiende, hoy, “por movimiento”?” Era la pregunta que se hizo Su Santidad
Juan Pablo II en el Congreso Mundial de los movimientos eclesiales.
La respuesta que ofreció es iluminadora: “El término se refiere con frecuencia a
realidades diferentes entre sí, a veces, incluso por su configuración canónica. Si, por una parte,
ésta no puede ciertamente agotar ni fijar la riqueza de las formas suscitadas por la creatividad
vivificante del Espíritu de Cristo, por otra indica una realidad eclesial concreta en la que
participan principalmente laicos, un itinerario de fe y de testimonio cristiano que basa su
método pedagógico en un carisma preciso otorgado a la persona del fundador en
circunstancias y modos determinados”.
En la descripción que nos hacía Su Santidad Juan Pablo II de los movimientos, nos
alcanza en la primera parte algunos aspectos generales de los mismos, mientras que en la
segunda ofrece un sugerente intento de descripción de lo que son los movimientos.
Recogemos estos elementos del libro de Germán Doig, antes citado, que los enumera
de la siguiente manera:
1. Indica una realidad eclesial concreta. Tienen una identidad y un lugar en la
Iglesia.
2. En la que participan principalmente laicos, pero el Papa no excluye otras
vocaciones de vida.
3. Que representan un itinerario de fe y de testimonio cristiano, y un método
pedagógico propio.
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4. Se basan en un carisma preciso. Este don o carisma, tiene en cada caso
características particulares, diferentes a los de otros carismas, pero siempre en
función de todo el cuerpo de Cristo y por tanto dentro de la comunión de la Iglesia.
5. Otorgado a la persona del fundador en circunstancias y modos determinados.
En torno a él brota, bajo el impulso del Espíritu Santo, una comunidad eclesial con
unas características y un estilo vinculados a su propio recorrido de fe.
Ahí se inicia: “el paso del carisma originario al movimiento por el misterioso
atractivo que el fundador ejerce sobre cuantos participan de su experiencia
espiritual” (S.S. Juan Pablo II, Mensaje al Congreso de Movimientos Eclesiales,
1998).
Algunas características
En su Mensaje al Congreso, el Papa Juan Pablo II apuntaba algunas de esas
características: “Los movimientos se caracterizan por su conciencia común de la novedad que
la gracia bautismal aporta a la vida, con el singular deseo de profundizar el misterio de la
comunión con Cristo y con los hermanos, y por la firme fidelidad al patrimonio de la fe
trasmitido por la corriente viva de la tradición. Esto produce un renovado impulso misionero,
que lleva a encontrarse con los hombres y mujeres de nuestra época en las situaciones
concretas en las que se hallan, y a contemplar con una mirada rebosante de amor, la dignidad,
las necesidades y el destino de cada uno” (l.c.).
Como observa Germán Doig se trata de cinco aspectos fundamentales de la fe de la
Iglesia y de la vida cristiana que tienen relación con el peregrinar del pueblo de Dios en estos
tiempos de crisis (o.c. pp. 46-58).
Estas son las características puestas de relieve en su Mensaje por Su Santidad Juan
Pablo II:
1. Conciencia común de la novedad que la gracia bautismal aporta a la vida.
“Cuánta necesidad existe hoy de personalidades cristianas maduras, conscientes de
su identidad bautismal, de su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo.
(Encuentro con los movimientos, n.7)
2. El singular deseo de profundizar el misterio de la comunión con Cristo y con
los hermanos. Esta característica, que se sitúa dentro de lo que se ha llamado
eclesiología de comunión, constituye un aspecto fundamental y una exigencia para
los movimientos eclesiales. (Ver Juan Pablo II, ChL, 18ss).
3. La firme fidelidad al patrimonio de la fe trasmitido por la corriente viva de la
tradición. Ante el clima del relativismo imperante que lamentablemente ha tocado
también a no pocos hijos de la Iglesia, el Santo Padre pone de relieve esta
característica que debe caracterizar a los nuevos movimientos eclesiales.
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4. Esto produce un renovado impulso misionero y evangelizador de los
movimientos. En repetidas ocasiones Juan Pablo II ha señalado que descubre en
los movimientos un ardor misionero singular por anunciar al Señor Jesús en medio
del mundo actual, con sus características particulares y los enormes desafíos que
trae. Por eso se les llama también movimientos apostólicos.
5. Y lleva a contemplar con una mirada rebosante de amor, la dignidad, las
necesidades y el destino de cada ser humano. En los movimientos eclesiales y
nuevas comunidades se descubre una gran variedad de iniciativas en favor de las
personas en necesidad espiritual, moral o material.
Carisma e institución
Otro tema que mereció una especial atención de Su Santidad Juan Pablo II fue la
relación entre carismas y lo que se ha llamado los elementos institucionales de la Iglesia. Sólo
haré alguna referencia a esta temática.
Como afirmó el Card. Ratzinger, en su conferencia en el Congreso Mundial de los
movimientos eclesiales: “no nos da una respuesta satisfactoria el esquema InstituciónCarisma, ya que la contraposición dualista de estos dos aspectos describe insuficientemente la
realidad de la Iglesia.
En el mismo Congreso Juan Pablo II afirmó: “en varias ocasiones he subrayado que no
existe contraste o contraposición en la Iglesia entre la dimensión institucional y la dimensión
carismática, de los que los movimientos son una expresión significativa”. “Los aspectos
Institucional y Carismático son casi co-esenciales en la constitución de la Iglesia y concurren,
aunque de modo diverso, a su vida, a su renovación y a la santificación del pueblo de Dios.
Los movimientos suscitados para la misión
Una de las características que se ha resaltado de los movimientos y en la que todos
estaremos seguramente de acuerdo, es su vigoroso empuje evangelizador, tan versátil y a la
vez tan creativo frente a los desafíos y problemas de los nuevos tiempos. Ya Juan Pablo II lo
destacó en su encíclica Redemptoris Misio al decir que están dotados de “dinamismo
misionero”.
Fue el mismo Juan Pablo II el que había puesto de manifiesto claramente en la
Christifideles Laici, que no obstante las diferencias que existen entre los diversos movimientos
“se puede encontrar una amplia y profunda convergencia en la finalidad que las anima: la de
participar responsablemente en la misión que tiene la Iglesia de llevar a todos el evangelio de
Cristo como manantial de esperanza para el hombre y de renovación para la sociedad” (ChL.
29).
Incluso en la misma encíclica Juan Pablo II llega a afirmar lo siguiente: “Los
movimientos representan un verdadero don de Dios para la nueva evangelización y para la
actividad misionera propiamente dicha... recomiendo difundirlos y valerse de ellos para dar
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nuevo vigor, sobre todo entre los jóvenes, a la vida cristiana y a la evangelización, con una
visión pluralista de los modos de asociarse y de expresarse” (RMi, 72).
Mi experiencia episcopal con los movimientos eclesiales
Quiero proseguir esta intervención contándoles mi propia experiencia y contacto con
los movimientos laicales y nuevas comunidades. En el calendario de mi vida figuran estos
contactos en este orden cronológico:
1961
Fue mi primer encuentro providencial con el Movimiento Familiar Cristiano, al
inicio de mi vida sacerdotal en Lima que marcó mi futuro ministerio y visión
pastoral.
Mi cercanía a los Cursillos de Cristiandad se dio por los años 70.
1980
Mis primeros contactos con el Camino Neocatecumenal en la misión de
Yurimaguas y en Lima.
1985-1990
Entro en contacto con el Sodalitium y posteriormente el Movimiento de Vida
Cristiana y toda la familia espiritual derivada de la misma fuente.
1992
Entro en contacto con la Renovación Carismática Católica y esporádicamente
con Comunión y Liberación
He tenido una especial vinculación y diálogo permanente con el Camino
Neocatecumenal, como Obispo del Callao, por la presencia del Seminario
Diocesano Misionero “Redemptoris Mater y Juan Pablo II” en nuestra Diócesis
y el mejor conocimiento del carisma del Camino y la promoción de vocaciones
sacerdotales procedentes de las comunidades Neocatecumenales.
El Seminario “Redemptoris Mater y Juan Pablo II” nace simultáneamente con
el de Roma en 1987 (92 presbíteros ordenados) en la Diócesis del Callao
He sido testigo de la obra evangelizadora de las familias en misión del C.N.C.,
tanto en el Callao, en Lima, como a nivel internacional.
2002
Soy invitado a presidir la Sección Movimientos Eclesiales dentro del
Departamento de Comunión Eclesial y Diálogo en el CELAM.
Uno de mis retos: Promover una convocatoria a todos los movimientos
eclesiales presentes en nuestras iglesias particulares en América latina,
buscando su inserción y su aporte específico a la misión universal de la Iglesia.
En nuestra Iglesia particular del Callao contamos con la presencia de diferentes
movimientos y comunidades integrados en el Consejo Pastoral Diocesano, cuyo aporte
específico a la evangelización y a la misión reconozco con gratitud.
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En este Encuentro vamos reconociendo estas nuevas realidades al interior de nuestras
iglesias particulares, así como también nos preguntamos y nos cuestionamos:
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

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¿Cuál es su grado de inserción y participación en la comunidad parroquial?
¿Cómo se abren a la comunión eclesial y a la misión dentro de un plan pastoral
diocesano?
¿Cuál es la actitud de acogida o pasividad de parte de los párrocos y de los
pastores?
¿Cómo reconocemos obispos y párrocos sus carismas y aprovechamos sus
capacidades para la Nueva Evangelización?
Me llamaron a presidir la Sección de Movimientos y Nuevas Comunidades Eclesiales,
dentro del Departamento de Comunión Eclesial y Diálogo en la nueva estructura y
organización del CELAM.
Desde el comienzo de la tarea que me encomendaron he llevado a nuestro
Departamento esas y otras inquietudes y he dialogado con especial interés al respecto con el
Presidente del CELAM, el Card. Francisco Javier Errázuriz y con Mons. Stanislaw Rylko,
Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos.
Este Encuentro nació de esos diálogos en el seno de nuestro Departamento, ahora
providencialmente asociado a la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y
del Caribe.
HACIA LA V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE
El tema que nos convoca es estimulante y provocador, tanto para los pastores como
para los responsables y miembros de los movimientos laicales y nuevas comunidades:
Discipulado y Misión.
Discípulos y misioneros de Jesucristo,
para que nuestros pueblos en Él tengan vida
–“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”–
(Jn 14,6)
¿Dónde encontraremos esas escuelas de discipulado y esas comunidades misioneras
donde se encuentran y forman los discípulos de Jesucristo?
¿Dónde están los hermanos que han experimentado y vivido ese encuentro personal
con Cristo?
¿Dónde tenemos esas comunidades donde se vive y nutre esa experiencia y se anuncia
a Jesucristo con ardor misionero?
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¿Cómo se forman esas comunidades?
¿Quién las convoca y las sostiene?
Si el discípulo encuentra a Cristo en la comunidad, como los apóstoles en la
comunidad de Jesús, los nuevos discípulos de hoy encontrarán a Jesucristo en los movimientos
eclesiales y en las nuevas comunidades que el Espíritu ha suscitado con carismas diversos
reconocidos por la Iglesia. Nos preguntamos entonces:
¿Por qué no considerarlos como instrumentos providenciales en la hora presente en la
que vive nuestra Iglesia Latinoamericana y del Caribe?
Su fuerza evangelizadora y misionera al interior de nuestras iglesias particulares y su
disponibilidad para el envío a la misión universal ¿no les parece un don especial del Señor?
A los obispos nos toca particularmente acoger con afecto paternal esas nuevas
realidades eclesiales con el debido discernimiento como nos exhortara Su Santidad Juan Pablo
II.
Y a los movimientos y nuevas comunidades les corresponde brindar con humildad sus
carismas y sus talentos al servicio de las iglesias particulares.
Nosotros, obispos y presbíteros, debemos convocarlos y llevarlos hacia la plena
comunión eclesial, en diálogo permanente con los responsables de los movimientos en
nuestras iglesias particulares.
Queremos especialmente acoger esa potencialidad de los movimientos y nuevas
comunidades: su escucha de la Palabra, la formación permanente como discípulos de Cristo, la
riqueza y vitalidad de sus Eucaristías y sobretodo, su propia realidad como comunidades
eclesiales vivas y misioneras.
En el itinerario hacia la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del
Caribe, estos movimientos y comunidades quieren caminar con nosotros pastores y darnos lo
mejor que tienen como discípulos y misioneros de Jesucristo.
A nosotros nos toca acogerlos e invitarlos a integrarse generosamente en nuestras
parroquias y en todos los campos de evangelización y misión dentro y fuera de nuestras
iglesias locales.
Tenemos que superar mutuos recelos y prejuicios, tanto por parte de nosotros los
obispos y presbíteros como de los propios miembros de los movimientos y nuevas
comunidades y de sus respectivos responsables.
Tenemos que reconocer con gratitud inmensa esos carismas que el Señor ha suscitado
en la Iglesia universal y particularmente en la Iglesia que está en América. (Cfr. Pastores
Gregis, 51, Los fieles laicos en el cuidado pastoral del Obispo).
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Como una referencia, quiero compartir con ustedes la experiencia que hemos vivido en
los últimos años en el Callao, donde estamos viviendo un proceso de integración y comunión
de todos los movimientos y nuevas comunidades que han surgido en el seno de nuestra Iglesia
particular.
Todos ellos han participado con su Obispo y sus sacerdotes y religiosos en el diseño y
elaboración del Plan Pastoral Diocesano y en su progresiva aplicación y animación.
Nos ha costado esfuerzo y oración ir construyendo esa Iglesia casa y escuela de
comunión, como nos pedía el siervo de Dios Juan Pablo II en la N.M.I.
Para confirmar esta afirmación y experiencia quiero recoger sucintamente algunas
orientaciones y propuestas del Plan Pastoral Diocesano del Callao, especialmente las que se
refieren a la presencia, a la comunión eclesial y a la misión de los movimientos y nuevas
comunidades eclesiales.
Desde el inicio de mi servicio episcopal en el Callao, he manifestado mi compromiso
de trabajar para que nuestra Diócesis sea cada vez más una Iglesia evangelizada y
evangelizadora, profundamente arraigada en la fe y abierta a la misión, con la participación de
todos sus miembros en la tarea de la Nueva Evangelización, con una especial dedicación a los
alejados y un amor preferencial por los más pobres y necesitados.
Nuestro Plan apunta las opciones fundamentales a impulsar en la Iglesia diocesana
para ofrecer un mejor servicio evangelizador a los hombres y mujeres de este pueblo.
Tenemos un objetivo general que lo resumimos así:
Suscitar y promover el encuentro personal y comunitario con Cristo, en
proceso de permanente conversión, respondiendo a su llamada universal a la
santidad, con una opción preferencial y no exclusiva, por los pobres y alejados,
a fin de fortalecer la acción evangelizadora de la Iglesia chalaca, bajo la guía
de María.
Como ejes trasversales nos hemos propuesto los siguientes:

Iglesia Comunión

Iglesia Evangelizada y Evangelizadora

Iglesia Misionera

Iglesia Servidora
En la vida y misión de la Iglesia diocesana todos los miembros son necesarios, todos
somos corresponsables. Todos hemos recibido diversos carismas y ejercemos distintos
ministerios o servicios.
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La corresponsabilidad es una praxis de comunión y de misión compartida. La Iglesia
somos todos, y todos participamos de su misión. Todos los miembros de la Iglesia somos por
tanto corresponsables de la misión evangelizadora que Cristo nos confió.
Comunidad y misión son dos realidades inseparables. En la perspectiva comunitaria
de la vida cristiana es donde se descubre la complementariedad de la misión de cada uno de
sus miembros y donde se articula el ejercicio de la corresponsabilidad común.
En este diálogo de obispos y responsables de movimientos y de nuevas comunidades,
quiero destacar dos de los objetivos específicos que hemos asumido en el Plan Pastoral del
Callao.

Iglesia Comunión

Iglesia Evangelizada y evangelizadora
El objetivo específico de la IGLESIA COMUNIÓN:
Potenciar en nuestra Diócesis un espíritu de comunión y de corresponsabilidad entre
todos sus miembros, poniendo en común los diversos dones y carismas, para mostrar al
mundo una Iglesia signo de amor y de unidad que refleje el misterio trinitario.
Y señalamos para ello, algunos compromisos y medios de acción:

Transmitir y aplicar la eclesiología de comunión del Concilio Vaticano II en nuestras
parroquias, movimientos, asociaciones de fieles, hermandades y comunidades
cristianas, con la finalidad de que sus miembros se integren más y mejor a la vida
parroquial y diocesana de conjunto, aprendiendo a convivir en diálogo con diversas
apreciaciones de la realidad social, de la cultura y de la acción pastoral.
El objetivo específico de la IGLESIA EVANGELIZADA Y EVANGELIZADORA lo expresamos así:
Promover una Iglesia evangelizada y evangelizadora, a través de nuestra experiencia y
testimonio personal como comunidad cristiana en proceso de crecimiento en la fe, con el
ardor, métodos y expresión que exige la realidad chalaca.
Como compromisos básicos hemos establecido las siguientes:


A través del anuncio explícito de Jesucristo, renovaremos en cada uno de los fieles y
de nuestras comunidades eclesiales, la llamada universal a la santidad como meta a
la que todo cristiano debe aspirar.
Fomentar la tarea evangelizadora que realizan los movimientos apostólicos y otras
nuevas realidades eclesiales, acogiéndolos en nuestras parroquias y ayudándolos a
integrarse cada vez mejor, desde la pluralidad de sus carismas, en la pastoral de
conjunto.
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UN TESTIMONIO SINGULAR: BENEDICTO XVI
Durante la celebración del Seminario promovido por el Pontificio Consejo para los
Laicos: Los movimientos eclesiales en la solicitud pastoral de los obispos, en junio de 1999,
tuvimos un diálogo interesante con el Card. Joseph Ratzinger.
Recuerdo que fue Mons. Stanislaw Rylko, aquí presente, Presidente del Consejo
Pontificio para los Laicos, quien formuló las primeras preguntas al Card. Ratzinger:
Eminencia:
Al leer lo que usted escribe sobre los movimientos, se siente que se refleja su
experiencia directa...¿Podría decirnos algo de su experiencia personal con los movimientos
eclesiales? ¿En qué circunstancia los ha conocido, qué ha sido lo que más le ha impresionado
en esas nuevas realidades, en qué consiste esa novedad de la que tanto se habla?
Card. Ratzinger
“Estoy contento de que al encuentro del año pasado con los movimientos siga ahora un
encuentro de pastores, pues, en fin de cuentas, como quise demostrarlo en mi conferencia de
hace un año, los pastores son quienes deben garantizar la eclesialidad de los movimientos.
Los pastores no son solo personas que desempeñan un determinado cargo, son ellos mismos
carismáticos, son responsables de la apertura de la Iglesia a la acción del Espíritu Santo.
Nosotros, los obispos, somos ungidos en el sacramento por el Espíritu Santo, y el sacramento
nos garantiza, por tanto, la apertura a los dones del Espíritu Santo”.
Respecto a la experiencia personal del Card. Ratzinger, -hoy Benedicto XVI- con los
movimientos eclesiales, deberé resumir su respuesta, en parte textual.
“A mediados de los años 60’ me parece, tuve los primeros encuentros con los
movimientos que se habían desarrollado en la Iglesia después del Concilio. Los que conocí
entonces eran sobre todo tres. El primer encuentro, quizás, fue con el Camino
Neocatecumenal. Yo era profesor Tübingen y me visitaron algunos neocatecumenos, entre
ellos Tony Spandri, que luego fue alumno mío durante muchos años y ahora trabaja en
Munich. Esos jóvenes habían descubierto que la Iglesia tiene necesidad de un nuevo
catecumenado post-bautismal que debe volver a asumir el bautismo, a nivel personal y
comunitario en un camino común. Por mi parte reflexionando a cerca del bautismo, me había
dado cuenta, desde hacía tiempo, de que el bautismo es un sacramento casi olvidado en la
Iglesia, mientras, en cambio, es el fundamento de nuestro ser cristianos...me dio gran alegría,
por tanto que se abriera así un camino de renovación de esta experiencia fundamental de la
Iglesia, etc...”
Y proseguía el Card. Ratzinger:
“Otro encuentro fue el que tuve con Comunión y Liberación. En ese periodo a finales
de los años 60’ habíamos comenzado a pensar –con de Lubac, Baltasar, Le Guillou, Bouyer y
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otros– el publicar una revista, que fue luego “Communio”. Buscábamos donde realizar ese
proyecto. Así, encontramos en Italia a Don Giussani y los suyos.
Vi en este caso también, que en el momento de la gran revolución marxista, existían
otros –en este caso eran más que todo jóvenes universitarios– que habían comprendido la
revolución cristiana y que no respondían a la revolución marxista contra la condición burguesa
del mundo con el conservadurismo, sino, con la revolución fresca y mucho más radical de la fe
cristiana”.
Finalmente, el Card. Ratzinger, aludía a su tercer encuentro con los movimientos:
“Luego conocí la Renovación Carismática. En esos años tuve muchos contactos con un
profesor de Paderborn, Heribert Mühlen, muy entusiasmado con este movimiento, pues había
encontrado en él la dicha del sacerdocio. Tuve así la alegría y la gracia, diría, de ver a esos
jóvenes cristianos tocados por la fuerza del Espíritu Santo, de ver que en un momento de
dificultad en la Iglesia, en un momento en el que se hablaba de ‘invierno de la iglesia’, el
Espíritu Santo creaba una nueva primavera y en los jóvenes se despertaba la alegría de ser
cristianos, una experiencia de fe viva, la alegría de ser católicos, de vivir en la Iglesia que es el
Cuerpo vivo de Cristo, el pueblo de Dios en marcha”.
Después de referirse a esos sus primeros contactos con los movimientos y nuevas
comunidades, el Card. Ratzinger concluía: “Acogí sinceramente la novedad de los
movimientos como un gesto de Dios: veía que el Concilio daba frutos, que el Señor estaba
presente en su Iglesia, y que allí donde nuestros esfuerzos –tanto en las facultades teológicas
como en las burocracias eclesiásticas, aunque llenos de buena voluntad- no daba resultados,
sino que, por el contrario eran contraproducentes, el Señor encontraba las puertas, y las abría
incluso de par en par para estar presente donde los únicos recursos eran la fe y la gracia”.
(Los movimientos eclesiales en la solicitud pastoral de los obispos: Diálogo con el
Card. Joseph Ratzinger, pp 223-226. Pontificium Concilium pro Laicis).
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