el sacramento del matrimonio

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EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
Al desarrollar el tema del sacramento del matrimonio queremos lograr tres
objetivos concretos:
1. – Conocer y comprender mejor el significado de los
sacramentos de la Iglesia en general.
2. – Conocer y comprender mejor la realidad del sacramento del
matrimonio en particular.
3. – Conocer y comprender mejor los diferentes momentos de la
celebración del sacramento del matrimonio.
1. - Los sacramentos de la Iglesia
¿Qué significa la palabra “sacramento”? ¿De qué habla la Iglesia cuando
se refiere a los sacramentos? El sacramento es un acontecimiento, no es un
objeto. Se trata del acontecimiento de la presencia operante y activa de Jesucristo
entre nosotros. El sacramento es el acontecimiento del encuentro entre la
iniciativa de Jesucristo salvador y la respuesta acogedora del ser humano. El
sacramento es el acontecimiento de la alianza entre Dios y su Pueblo. Y este
encuentro, esta alianza, se realiza y lleva a cabo a través de la corporeidad, en la
historia concreta de los hombres y de las mujeres.
El Dios cristiano es un Dios que salva, que libera. No es un Dios que
resuelve enigmas científicos o filosóficos, no es un Dios que muestra cómo hay
que actuar en cada circunstancia concreta, tampoco es un Dios que juzga a las
personas, que etiqueta a la gente. Nuestro Dios es un Dios que santifica a las
personas, un Dios que las transforma desde sus dichos y gestos compasivos y
misericordiosos. Los sacramentos son los 7 regalos que Jesús hace a la Iglesia
para que a través de ellos las personas puedan encontrarse de un modo especial e
íntimo con Él.
¿Cómo salva Dios? Por medio del Amor. El Amor revelado en el
acontecimiento de la Muerte y Resurrección de Jesús tiene una fuerza
transformadora brutal y escandalosa. En los 7 sacramentos también acontece y
opera esa misma fuerza enorme de Dios que operó en la muerte de Cristo y en su
Resurrección, transformando de esa manera la vida de los hombres y las mujeres
que los acogen y celebran. Los sacramentos no son acciones humanas, no son
productos humanos. Los sacramentos no los construyen las personas porque son
acciones del Espíritu que llevan el amor de Dios a los seres humanos a través de
la Iglesia. La Iglesia no tiene un poder sobre los sacramentos porque no le
pertenecen, porque no son suyos. Ella custodia y administra una realidad
instituida por Jesucristo para el bien de las personas.
1.1. Los tres rasgos de los sacramentos
a) Los sacramentos son SIGNOS SENSIBLES de la presencia de
Jesucristo entre nosotros. Los signos son realidades que se ven, se tocan, etc., son
realidades corpóreas, materiales (el agua, el aceite, el vino, el pan). Y por la
acción del Espíritu Santo, esas realidades materiales van a ser vehículos de la
acción divina. Los signos son la realidad que se ve, pero hay también una
realidad que no se ve. ¿Cuál es el sentido de estos signos? Pues que el Misterio,
es decir, el amor de Dios, lo invisible, se hace visible y de este modo Dios se
adecua al modo de ser y de conocer del hombre, que necesita los sentidos para
poder captar. El ser humano necesita de lo corporal para poder acoger la gracia
del Espíritu. El signo material es significante de la realidad espiritual. Por
ejemplo, el pan y el vino eucarísticos son alimento espiritual del alma; el agua
del bautismo purifica a la persona, etc.
b) Los sacramentos son INSTITUIDOS POR CRISTO. No es la única
forma por la cual Dios santifica, salva, libera, sana, transforma el corazón de la
persona, pero es el modo habitual y ordinario por el cual Cristo quiere transmitir
su vida a los seres humanos. Es el mismo Jesús quien desea que sus seguidores se
encuentren con Él principal y fundamentalmente por medio de los sacramentos,
pues éstos son el modo privilegiado de sentir su Presencia. Los sacramentos son
los modos privilegiados y al mismo tiempo ordinarios de encuentro y comunión
entre Dios y las personas.
c) Los sacramentos CONFIEREN LA GRACIA a quienes los acogen y
celebran. Gracia significa regalo, obsequio, merced. Los sacramentos son Cristo
regalándose al ser humano, Cristo entregándose al ser humano, Cristo dándose a
la persona. Dios ha concedido al ser humano muchos regalos, muchos dones: la
vida, los talentos, el sol, etc., pero el regalo más grande que Dios nos hace es
Dios dándonos su propia vida, y eso Él lo hace a través de los sacramentos, pues
ha querido que vivamos dentro de Él y Él dentro de nosotros. Ese gran regalo, el
de poder participar en la vida de Dios, es la gracia.
2. - El sacramento del matrimonio
¿Por qué es el matrimonio un sacramento? Porque el varón y la mujer
constituyen entre sí, por medio de la gracia de Dios, una alianza para toda la vida
ordenada por su misma índole natural al bien de los conyugues y a la generación
y educación de la prole. Esa alianza entre el hombre y la mujer que se expresa en
el “Sí, quiero” es reflejo de la alianza establecida entre Dios y su Iglesia, una
alianza libre, incondicional, indisoluble, exclusiva y fecunda. El matrimonio es
un sacramento porque el amor entre los esposos simboliza y representa el amor
de Dios a la Iglesia y al mundo. El matrimonio es sacramento porque es un eco,
una prolongación, una actualización, un mismo sí que el que dio Cristo a la
Iglesia. El matrimonio es un sacramento porque Dios enamora a los esposos entre
ellos a través de su gracia.
¿Qué es específico en el matrimonio cristiano? El matrimonio cristiano es
un misterio que se conoce solamente si acudimos a su origen, es decir, a
Jesucristo. Siempre que a Jesús le preguntan por una cuestión matrimonial, él
siempre hace referencia a los orígenes: ¿Qué quiso Dios en el origen para el amor
entre un hombre y una mujer? Que entre ellos se establezca una estructura de
fidelidad radical y total con el fin de garantizar la salud permanente de esa
relación tan íntima y profunda. Eso es el matrimonio. La convivencia, lo que se
establece y se comparte en la vida matrimonial es tan íntimo, tan personal,
pertenece a una esfera tan profunda de la vida de la persona que la dignidad de
esa misma relación exige en sí mismo que se establezca un marco para no dañar a
las personas, y ese marco es el de la alianza incondicional e indisoluble.
“Nos vamos a amar hasta que la muerte nos separe”. La misma esencia de
la relación desea y está llamada a la eternidad, al para siempre de la misma. El
amor tiene vocación de eternidad, está llamado a ser plena, radical, eterna,
incondicional e indisolublemente fiel. En el sacramento del matrimonio los
conyugues confirman esa vocación de su amor. Cuando dos personas se
enamoran se quieren dar por entero, sin reservas, plenamente. El matrimonio es
la confirmación madura de ese deseo intenso e íntimo del enamoramiento. El
matrimonio no es un experimento ni un contrato de arrendamiento, sino la
entrega del uno al otro, y eso ocurre cuando el amor es total, sin reservas.
Si el matrimonio es el “Sí, quiero” maduro de lo que se vive en el
enamoramiento, el noviazgo es el proceso de maduración de eso que se vive
como vocación al comienzo de la relación. El noviazgo es un pasillo que me
lleva a una habitación (matrimonio). A nadie se le ocurre poner muebles en el
pasillo, pues los muebles son para colocarlos en la habitación. El pasillo es un
lugar de transito, es una realidad provisional y nada de lo que se vive y del modo
en que se vive en él es definitivo pues se trata de una preparación para lo que más
adelante va a acontecer para siempre: el Sí en Cristo. Si los novios se dirigen
hacia el matrimonio cristiano, el pasillo del noviazgo lo recorrerán de acuerdo a
las sugerencias e indicaciones y enseñanzas que les ofrece la Iglesia.
Un noviazgo bien vivido lleva a un matrimonio maduro y un noviazgo
caprichoso y desnortado, sin respetar los tiempos, lleva a un matrimonio sin
bases sólidas y con unos vicios complicados de superar. El tiempo del pasillo es
un tiempo para el descubrimiento de las personas, es un tiempo en el que
conviene dejarse conocer el alma, esa alma con ilusiones, heridas, conflictos,
retos, complejidades. “Antes de entregarnos plena y radicalmente, lo que también
se expresa a través de la liturgia de los cuerpos, es conveniente que nos hayamos
conocido bien para saber si hemos de dar o no el paso”.
3. - La celebración matrimonial
La celebración del matrimonio cristiano se compone, por lo general, de
cinco momentos. Profundicemos un poco en cada uno de ellos:
3.1. – Ritos Iniciales (Alegría)
El matrimonio es una realidad única y singular cuya celebración tiene que
comenzar de una manera especial. En los ritos iniciales nos preparamos para lo
que se va a celebrar en breve: la configuración del novio y novia con Cristo
esposo y su Iglesia esposa. Por eso mismo, el rasgo fundamental de los ritos
iniciales es la ALEGRÍA. La alegría de los novios, la de los familiares y amigos,
la de la comunidad cristiana y la alegría de Dios por la consolidación del amor.
El presidente (presbítero o diácono) acoge y recibe a los novios que son
propiamente los ministros del sacramento. Los novios son los invitados que se
acercan al hogar de Dios y éste los acoge lleno de gozo y de fiesta por su llegada.
3.2. – Liturgia de la Palabra (Escucha)
Es lógico que Dios quiera hablar y comunicarse con los protagonistas de
la boda: los novios. La alegría de Dios se comunica y expresa a través de la
Liturgia de la Palabra en la que los novios escuchan lo que Dios quiere
transmitirles para su vida matrimonial. El rasgo clave de este segundo momento
es la ESCUCHA. En el amor nunca dejamos de aprender, hemos de tener un
corazón siempre abierto a la Palabra de Dios y una actitud de escucha
permanente para ir creciendo en comunión. Las lecturas expresan el interés de
Dios por los novios y la preocupación de Dios por su felicidad. En la
proclamación del Evangelio los novios y la comunidad escuchan la Buena
Noticia que Dios quiere comunicar constantemente.
3.3. Celebración del matrimonio (Fidelidad-Entrega)
Llega el momento central y nuclear de la boda, el momento en el que los
novios se otorgan el “Sí, quiero” ante y con la comunidad cristiana y ante Dios.
Este “Sí, quiero” que el novio y la novia se donan mutuamente es humano y
divino, un compromiso de los novios en y ante Dios, por eso mismo el
matrimonio es un sacramento, es decir, presencia de Dios entre nosotros. La
FIDELIDAD-ENTREGA que se constituye y celebra es de los esposos y
también de Dios. Esta expresión, se lleva a cabo a través del escrutinio y el
consentimiento, en los cuales los novios muestran libremente su opción por
convertirse en marido y mujer. El matrimonio, que es comunión en el amor y en
los bienes, se consolida con la bendición y entrega de los anillos y las arras para
sellar un “Sí, quiero” pleno, libre, total, exclusivo y definitivo.
3.4. – Liturgia Eucarística (Buena Noticia)
La liturgia eucarística recuerda a la comunidad cristiana y al nuevo
matrimonio una cosa muy sencilla: sin el Cuerpo y la Sangre de Cristo nada
podemos, nuestras fuerzas no son suficientes para vivir la empresa del
matrimonio. Necesitamos de la comunión con Dios para que nuestra comunión
humana sea bella, buena y verdadera. Y la BUENA NOTICIA es que Dios
siempre se encuentra disponible para nosotros con el fin de que nosotros también
estemos disponibles para Él, nuestro cónyuge y nuestro prójimo. Sin su amor
nada podemos, pero su amor nunca falla ni desfallece. Con la bendición nupcial
que lleva a cabo el presidente (presbítero o diácono) se expresan la necesidad
constante y el deseo de amor de Dios que satisfacemos en la comunión
eucarística, donde Cristo se nos da para que vivamos como Él.
3.5. – Conclusión de la celebración (Testimonio)
La conclusión de la celebración hace referencia al comienzo de la nueva
vida matrimonial. Los novios entran como novios pero salen como matrimonio,
es decir, existe una continuidad pero también una realidad novedosa llamada a
ser anunciada y testimoniada. El efecto del sacramento, la entrega y la mutua
pertenencia del uno al otro, es permanente y definitivo, hasta la muerte. La
celebración del sacramento ha creado una nueva realidad al servicio del mundo y
de la Iglesia: el matrimonio cristiano, y es por ello que la bendición final a los
esposos que realiza el sacerdote tiene como misión ayudar y responsabilizar al
nuevo matrimonio a llevar a cabo ese TESTIMONIO Y LA MISIÓN COMO
ESPOSOS de la mejor manera posible en medio de la Iglesia y del mundo.
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