Sentido del Sufrimiento

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Sentido del Sufrimiento
Ningún pueblo, como el pueblo hebreo, ha sufrido tantos destierros, persecuciones,
difamaciones, progroms, y más recientemente el holocausto durante la segunda guerra
mundial no es pues, extraño que entre los pensadores judíos se haya desarrollado una
profunda reflexión sobre el dolor y el sufrimiento. La mística judía moderna con Simone
Weil ha profundizado este tópico casi en consonancia con la mística cristiana. Desde la
Filosofía Max Scheler ha intentado penetrar en la intelección de este misterio, y Víctor
Frankl, que milagrosamente sobrevivió al holocausto, desde la Psicología nos ha ofrecido
muy profundas y humanas reflexiones sobre el sentido del sufrimiento. Ahora bien,
Abraham Heschel nos ofrece una reflexión teológica que ha intentado descifrar el misterio
del dolor y del sufrimiento desde la visión profética, la reflexión rabínica y el pensamiento
de los jasidim.
Hemos desarrollado en el capítulo VI la noción del Pathos Divino, y hemos afirmado que
esta noción constituye el culmen de la reflexión teológica hescheliana, y que por
consiguiente alrededor de ella giran los demás temas teológicos, y sobre todo, como lo
expusimos en el capítulo VII el tema correlato del Pathos, la compasión o simpatía que el lo
que caracteriza al profeta y a todo creyente.
El hombre es objeto de la preocupación divina, pero de modo especial, de acuerdo a las
denuncias proféticas, se preocupa ante todo por los pobres, los huérfanos, las viudas, los
extranjeros y los que sufren injusticias. “La profecía –afirma Heschel- es la voz que Dios ha
prestado a la agonía silenciosa” (Profetas, p. 5)
En ocasiones el profeta habla del sufrimiento como castigo de Dios por la infidelidad de su
pueblo, pero el castigo de Dios no destruye, sino purifica, tal como lo proclama el profeta
Isaías: “El pueblo que caminaba en tinieblas contemplará una gran luz...” (Is 8, 21-9,12) P.
193.
Sin embargo, en la reflexión del segundo Isaías el sufrimiento puede tener una finalidad
más sublime: el sufrimiento no sería un castigo, sino un privilegio, un sacrificio. En este
sentido comenta Heschel: “en la agonía de Israel todas las naciones están involucradas”. En
efecto, el sufrimiento está conectado con la redención. Aquí surge el misterio del Siervo
sufriente de Yahvé del tercer Isaías: él fue herido por nuestras trasgresiones... y en sus
yagas fuimos curados. (Is. 53) P. 150. ¿Quién es este Siervo sufriente? Heschel en Los
profetas le dedica una amplia nota a este tópico. Él cita a C. R. North, The Suffering
Servant in Deutero – Isaiah (Oxford 1956) el cual señala cuatro teorías:
1. Un anónimo contemporáneo de Isaías, 2. El segundo Isaías mismo, 3. El pueblo de
Israel, 4. Una figura ideal e imaginaria. En seguida cita The Interpreter’s Bible V, 408-411
en donde se afirma que Israel y sólo Israel es el Siervo sufriente. Sin embargo H. H.
Rowley en The faith of Israel opina que le Siervo sufriente puede ser Israel y también un
individuo que represente a la comunidad. Es curioso que Heschel en su libro Los profetas
menciona en tres ocasiones a Jesús de Nazaret, pero no en relación con el Siervo sufriente.
Heschel, como muchos de nosotros, se pregunta por qué Dios permite el mal. La respuesta
tiene en parte que ver con la misión del hombre de actuar con justicia y con pasión. No
deberíamos más bien preguntar ¿Por qué el hombre permite el mal? A este propósito,
ciertamente los hombres podemos de manera modesta contribuir a reducir la aflicción y el
sufrimiento, y colaborar en la medida de nuestras posibilidades al avance de la redención.
Todo dolor, toda aflicción todo sufrimiento puede contribuir a la redención (Pt, 299)
Como consecuencia del Pathos divino Heschel nos ha comunicado la atrevida concepción
de que Dios necesita del hombre, y a este propósito podríamos decir que Él necesita la
aflicción de de los que ama. (Pt, 301) recordemos que el hombre es compañero de Dios
cuando imita su amor y compasión. En efecto, cuando el hombre se abre al sufrimiento de
los hombres, se trasciende, abandona su vida centrada en sí mismo (P. T. 316)
El hombre como problema
Así pues, el sufrimiento no es sólo problema de Dios, sino más bien problema del hombre.
Heideger dice que el ser del Dasein es angustia, y en esa línea Heschel afirma que “ser
humano es un problema. Y el problema se expresa en la angustia, en el sufrimiento mental
del hombre” (Wm 3) exteriormente el hombre puede aparentar ser próspero, fuerte y
autosuficiente, pero interiormente “él es pobre, necesitado, vulnerable, siempre al borde de
la miseria, y propenso a sufrir física y mentalmente” (Wm 15) Esto se debe en parte a que
el ser del hombre el variable, cambiante, en continuo flujo, porque una piedra ya está
hecha, un caballo ya está hecho, pero el hombre nunca está acabado.
Ahora bien, el mundo del hombre es al mismo tiempo un problema y una tarea. Ser humano
implica solidaridad, compasión, reciprocidad: (Wm46) “existe un reto objetivo de superar
la iniquidad, la injusticia, el desamparo, el sufrimiento...” (Wm 107).
En su conferencia El paciente como persona, Heschel afirma: “todos somos pacientes...
todos tenemos sufrimientos en común... ser persona involucra la capacidad de sufrir por si
mismo y de sufrir por los demás; conocer tanto la pasión como la compasión” (p. 287) En
efecto, “la enfermedad, como el pecado, es indicio de fragilidad, de deficiencia, de
insuficiencia...” (If 32)
El sufrimiento en el jasidismo
Baal Shem Tob decía que Dios juega a las escondidas con el hombre, pero que Dios está
presente siempre y en todo lugar. En especial él decía que “toda aflicción del hombre es la
aflicción de la shekhinah” (Pt 32) en otras palabras, Dios participa de las desgracias de sus
criaturas.
El Kotzker, en cambio, admitía que en ocasiones habría que protestar contra Dios, ya que
existen formas de sufrimiento que se deben aceptar con amor y en silencio pero existen
otros sufrimientos ante los que se debe gritar: ¡No! Así, a un hombre que había perdido a su
esposa, y que había dejado ocho niños, el Kotzker le comentó: “yo no puedo consolarte de
esta crueldad... dirígete tu mismo a Dios” (Pt 273) sin embargo, el Kotzker también
aconsejaba: “deja arder tu corazón antes de pronunciar un lamento... cuando un hombre
tiene razón para gritar y no puede, aunque el quiera, él ha realizado el más grande grito”.
No hay en el mundo un grito mayor que el silencio. (Pt 281) En efecto, el Kotzker enumera
tres caminos del hombre ante la aflicción: el llanto, el silencio, y el más sublime: el canto.
El jasid canta aun en el lecho del dolor. (Pt 283)
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