El origen de la tragedia griega

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GRIEGO
Tema de cultura_2
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La tragedia griega
LA TRAGEDIA
A lo largo de la historia, el hombre ha dirigido su atención hacia su propio mundo
interior. Gracias a esta búsqueda de lo intrínsecamente humano hemos podido disfrutar
de grandes producciones artísticas, como las tragedias griegas. Pues en ellas se presenta
lo más esencial de la condición humana: problemas como la relación con la divinidad, la
lucha entre el libre albedrío y el destino inexorable, los conflictos entre el interés
individual y el colectivo (el estado), entre la familia y el individuo (temas como la
“culpa heredada” o la necesidad de vengar ofensas a la familia), y un largo etcétera.
Ante todo ello, el hombre se ve obligado a tomar muchas veces difíciles decisiones que
condicionan fatalmente su vida y eso hace que en la tragedia griega queden tan bien
dibujadas las grandezas y miserias del ser humano.
En el año 334 a.C. Aristóteles postuló que la tragedia (mediante una serie de
circunstancias que suscitan piedad o terror) es capaz de lograr que el alma se eleve y se
purifique de sus pasiones. Este proceso, que se denomina "catarsis"(κάθαρσις), es la
purificación interior que logra el espectador a la vista de las miserias humanas. La
compasión o el horror que siente el espectador lo liberan de tales sentimientos.
La tragedia griega tiene un importante componente religioso y cívico. El origen de la
representación, como veremos más adelante, se remonta al culto a Dioniso, y siempre se
concibió como parte de un culto a los dioses. Su carácter cívico se deriva de su
potencial educador y como lugar gratuito de socialización, reflexión y disfrute. Es
interesante resaltar el hecho de que los autores dramáticos no podían representar sus
obras cuando ellos querían, sino que ello sólo era posible durante las fiestas en que
estaban previstas tales representaciones (las Leneas, las Dionisias rurales y las Grandes
Dionisiacas. Estas últimas, celebradas en Atenas en primavera, eran las más
importantes). Los temas de la tragedia fueron en su mayoría extraídos de los ciclos
míticos (esencialmente los ciclos tebano y troyano), aunque también hay algunas
basadas en hechos históricos (como los Persas, de Esquilo).
El origen de la tragedia griega
Aunque no todos los investigadores están de acuerdo, porque los datos sólo permiten
moverse en el terreno de las hipótesis, hay una opinión mayoritaria que vincula el
nacimiento de la tragedia con el culto a Dioniso. Según esta teoría, la obra trágica nació
como representación del sacrificio de Dioniso (Baco) y formaba parte del culto público.
Los teatros debían edificarse en las inmediaciones del templo del dios. Los actores y
cantores eran considerados por los sacerdotes personajes inviolables y sagrados. Para
los antiguos griegos, Dioniso era la divinidad protectora de la vida y símbolo del placer,
el dolor y la resurrección. Durante la época de la vendimia se cantaban en su honor a
coro distintos himnos llamados ditirambos. En los poblados y en las plazas, donde el
público danzaba, 50 coreutas hacían una ronda alrededor del altar, mientras un solista
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cantaba el ditirambo. Representaban a los "hombres cabrones" o "sátiros" (seres
mitológicos que tenían cuerpo de hombre y piernas de cabra) que lamentaban el sepelio
del dios.
Primitivamente sólo se trataba de una ceremonia mimética, pero con el correr de los
años, las técnicas fueron evolucionando y la magia del disfraz enriqueció la puesta en
escena. Cuando los actores interrumpían sus lamentos para tomar aliento, se introducía
entre las estrofas el "solo" de un recitante. A partir de esta primera innovación, ya no
sólo se conmemoraba la pasión de un dios sino también todos los rasgos de la leyenda.
Las ofrendas del público consistían generalmente en un macho cabrío, que era
consagrado a Dioniso. Según la etimología más aceptada, la palabra "tragedia" tiene
mucho que ver con este ritual. El nombre deriva de "trago día" (del griego "tragos", que
significa macho cabrío y de "oda", que significa canto).
El primer autor trágico del que tenemos suficiente noticia fue Tespis, que triunfó en el
ano 536 a.C. en el primer concurso trágico instituido por Pisístrato para las Grandes
Dionisiacas (fiestas que se celebraban durante los primeros días de abril y que duraban
6 días). Tespis reemplazó el pintarrajeo grosero de los coreutas por una máscara de
género estucado. Las máscaras representaban las facciones de los distintos personajes.
Las más primitivas estaban hechas de corteza de árbol, luego de cuero forrado con tela
y, finalmente, de madera. La abertura de la boca era grande y prolongada como un
embudo hecho de cobre. Este formato contribuía a aumentar el volumen de la voz en
escena. Los creadores de estas máscaras eran verdaderos artesanos
Con las innovaciones que introdujo Tespis, la máscara griega dejó de lado el bestiario
fabuloso y la tragedia adquirió un tenor más humano. A comienzos del siglo V a.C. la
tragedia ya se había instalado como género dentro de la literatura. Las tragedias se
componían en trilogías que se presentaban, junto con un drama satírico, a concurso en
los certámenes ya aludidos.
Los intérpretes y el lugar de representación
1.- Los intérpretes
El coro (coreutas) estaba a cargo de los ciudadanos ricos y hacendados, quienes corrían
con sus gastos mediante una contribución llamada liturgia (servicio público realizado a
expensas de los ciudadanos), creyendo que cumplían así un deber de piedad patriótica
(piedad que, por cierto, contribuía también a la conquista de los sufragios populares).
Los actores podían llegar, como máximo, a un número de tres (con lo que tenían que
asumir varios personajes). Eran siempre varones y profesionales, que igual que los
autores eran sometidos a concurso en los certámenes. Se les exigía una buena dicción y
saber cantar bien. La representación la solía dirigir el propio autor, que contaba, además
de con los actores, con un coro bien adiestrado.
Los actores llevaban máscaras, que servían para distinguir, esencialmente, la edad y el
sexo de los personajes, aunque también podían aclarar la dignidad del personaje (si era
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un rey, un héroe o un esclavo) y otro tipo de matices. También llevaba un calzado
especial de madera, el coturno, que elevaba la altura del actor para hacerlo más visible.
La vestimenta del actor, muy colorista, estaba también adecuada al personaje que
representaba. El actor en escena recitaba, cantaba (en solitario o manteniendo un
diálogo con otro actor o el coro) y actuaba, es decir, se movía y sobre todo, gesticulaba.
El coro es un elemento básico de la tragedia griega, sin el cual ésta no se concibe. El
coro lo forman los coreutas, dirigidos por el corifeo. Su importancia va a ser decreciente
en la evolución de la tragedia (en Esquilo son casi un personaje más, mientras que en
Eurípides aparecen un tanto fuera de la acción). Su número oscilaba alrededor de la
decena. El coro puede dialogar con los actores o cantar piezas por sí mismo. Aunque
sabemos que el coro danzaba, no tenemos muy claro cuál era su evolución en la escena.
2.- El lugar de representación.
El teatro griego constaba esencialmente de dos espacios: el lugar en que se desenvolvían
coro y actores (lo que hoy en día llamaríamos “escenario”), por una parte, y las gradas
donde se sentaban los espectadores, por otra. El lugar de los actores, a su vez, estaba
dividido en distintos elementos: por un lado estaba la escena, que en el fondo presentaba
unas aberturas pintadas de acuerdo con la obra en cuestión y que constituían una suerte
de decorado. Delante de la escena hay un espacio más corto llamado proscenio, que
tenía unas rampas laterales para su acceso. Escena y proscenio eran el lugar de los
actores. Delante de ellos, y a menor altura, se encontraba la orquesta. Este espacio
circular era ocupado por el coro. En semicírculos concéntricos a este espacio circular,
aprovechando una ladera natural para asegurar la perfecta visión de los espectadores, se
emplazaban las gradas.
En los anfiteatros se utilizaron distintos mecanismos. Al principio fueron pocos y
rústicos; luego se fueron perfeccionando e incluyeron plataformas móviles, grúas y todo
tipo de parafernalias, gracias a las cuales los personajes adquirían mayor movilidad y
desplazamiento sobre el escenario. Famosa es la aparición en algunas tragedias del
“deus ex machina” descendiendo desde la altura con una grúa.
El precio de la entrada del espectáculo, al menos en un momento dado de la historia de
Atenas, era sufragado por el estado, que tenía un presupuesto establecido para ello (el
theoricón).
Sin duda, tres de los trágicos más grandes de la historia de la literatura son Esquilo,
Sófocles y Eurípides (el primero nace en el 525, y los dos últimos mueren en el 406; su
actividad creativa, por tanto, tiene lugar, esencialmente, a lo largo del s. V a.C.). Cada
uno con su ideología, estilo y manera de entender la tragedia, con un exquisito talento
elevaron la producción teatral de la antigua Grecia cotas difícilmente superables.
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Esquilo
Nació en los últimos años del s. VI (525 a.C.), posiblemente en Eleusis. Natural de
familia acomodada, vivió importantes acontecimientos en la historia de Atenas, como
las guerras Médicas o el procedimiento de democratización de Atenas. Dedicó
prácticamente su vida al teatro, en el que cosechó muchos éxitos, aunque en sus últimos
años empezó a ser eclipsado por el joven Sófocles. Compuso unos 70 dramas, aunque
sólo siete tragedias se han conservado hasta nuestros días. De muchas otras
conservamos tan solo algunos fragmentos. Las siete conservadas son las siguientes:
Persas
Es la pieza trágica más antigua que se conserva completa. Es muy singular por ser una
de las pocas tragedias que presentan un argumento histórico, no mítico. Versa sobre la
derrota persa en Salamina frente a los atenienses, en el marco de las Guerras Médicas.
Lo más llamativo de la pieza es que está contada desde el punto de vista de los
vencidos, los persas (el teórico enemigo), que son pintados con una gran dignidad y
grandeza, sin el menor atisbo de chauvinismo ateniense. El episodio más célebre es la
descripción de la derrota, por parte de un mensajero, ante el rey persa Jerjes.
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Siete contra Tebas
Esta pieza versa sobre uno de los momentos más famosos del ciclo tebano. Polinices,
desalojado por su hermano, Eteocles, del reino de Tebas (uno y otro sujetos a la
maldición de su padre, Edipo), organiza un ejército para lograr el reinado de la ciudad.
En el enfrentamiento personal entre ambos mueren uno y otro ante una de las siete
puertas de la ciudad, que fueron atacadas y defendidas por siete personajes principales
de cada bando. Con la muerte de sus dos hijos varones, la maldición de Edipo empieza a
consumarse.
Suplicantes
El tema de la tragedia es la huida de las cincuenta hijas de Dánao, que en su natural
aversión por el macho, quieren evitar su matrimonio con los hijos de Egipto, sus primos.
Llegan a Argos, la patria de su antecesora Io, pidiendo un asilo y protección que les
concede el rey de la ciudad. El conflicto de la tragedia se establece entre la protección
debida a las Danaides y el temor a ser víctima de un ataque de los hijos de Egipto,
decisión que debe tomar el rey de Argos.
La Orestia (Agamenón, Coéforos, Euménides)
Única trilogía de Esquilo conservada hoy en día (eso sí, nos falta el drama satírico), y
basada en el ciclo troyano. Fue representada en el año 458. La primera de las tragedias
(Agamenón) alude a la toma de Troya y a la vuelta de Agamenón a Argos, donde será
asesinado por su mujer, Clitemnestra, y su amante, Egisto. La venganza de este crimen
ocupa la segunda de las tragedias (Coéforos), en la que el hijo de Agamenón, Orestes,
impulsado por Apolo, venga a su padre con el asesinato de su propia madre y su
amante. La pieza final de la trilogía (Euménides), cierran esta cadena de crimen y
castigo con la intervención divina. Orestes es juzgado y declarado inocente por el
Aerópago, tribunal instituido por Atenea. Las fieras Erinias que atormentan la
conciencia de los criminales, se convierten en bienhechoras (= Euménides), y con su
presencia garantizan la recta justicia.
Prometeo encadenado.
Algunos filólogos dudan de que sea una obra de Esquilo. El argumento de la tragedia es
el conocido mito de Prometeo, el famoso titán que roba el fuego a los dioses y, contra el
parecer de Zeus, se lo entrega a los hombres. Como castigo por esta actitud, es
encadenado a una roca por su desobediencia y rebeldía, y no será desatado hasta que
desvele un secreto que conoce (cuál de los descendientes de Zeus le arrebatará el
poder). La obstinación de uno por saber el secreto y del otro por ocultarlo es la base de
esta tragedia.
Técnica dramática.
El teatro de Esquilo es muy “barroco”, con una gran tendencia a la espectacularidad, lo
que le hacía un autor difícil de representar. En sus obras tiene una gran importancia el
coro, que incluso se hace protagonista en algunas de las tragedias, como Las
Suplicantes. El papel del coro será menos importante en los autores trágicos posteriores.
Los coros de Esquilo tienen mucha presencia en la tragedia y suelen estar atrapados por
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el temor y la angustia. Por otra parte, a Esquilo se debe la organización de las piezas
teatrales en tres obras (trilogías), para dar más recorrido dramático a los temas que trata.
Pensamiento.
Desde el punto de vista de su ideología, el mensaje de sus tragedias es la restitución del
orden y la armonía a través del sufrimiento y del dolor. Armonía religiosa y política,
estrechamente unidas. Otro de sus temas esenciales es tema de la culpa heredada y su
castigo, lo que abre también un interesante debate sobre hasta qué punto el ser humano
es libre es sus tragedias.
Lengua y estilo.
Su lenguaje tiene un estilo muy elevado, muy ampuloso. También tiene tendencia al uso
de vocablos y giros arcaicos, con lo que resulta bastante difícil.
Sófocles
Sófocles nació en el 496 a. C en Colono, localidad cercana a Atenas y murió en 406. En
su larga vida asistió a la época más gloriosa de Atenas y también al comienzo de su
decadencia, pues murió sólo dos años antes del fin de la guerra del Peloponeso con la
derrota ateniense. Si bien las informaciones acerca de su vida son relativamente escasas,
es evidente que gozó de un gran prestigio entre sus compatriotas, conforme a numerosos
registros históricos que narran cómo era su vida como ciudadano, muy participativa y
comprometida con su entorno. Sófocles fue, quizás, el autor que mejor supo reflejar en
sus obras los principios y dilemas espirituales de la Grecia clásica del siglo V a.C.,
cuando Atenas se hallaba en su máximo esplendor político, económico y cultural.
Hijo de familia acaudalada, cuando sólo contaba con 16 años llegó a ser encargado de
dirigir un canto de gracia a los dioses (un peán) por la victoria de la batalla de Salamina
contra los persas. Posteriormente se desempeñó en distintos cargos oficiales. En el 440
a.C. fue elegido como uno de los 10 estrategas o jefes militares del Ejército ateniense, y
en calidad de tal participó de varias expediciones. Fue un estrecho colaborador del
gobernante Pericles y del historiador Heródoto. Asumió también dignidades religiosas.
De todos modos, su reputación se sustentó fundamentalmente en la actividad teatral, a la
que se dedicó toda su vida. En el 448 a.C. derrotó por primera vez al ya anciano Esquilo
en el festival dramático anual. Obtuvo la victoria, cuanto menos en otras veinte
oportunidades. Su vida, largísima para los parámetros de la época, se extinguió el año
406, cuando aún seguía escribiendo. De Los 123 dramas se conservan solo siete, cuyos
argumentos repasamos a continuación:
Ayax
Obra inspirada en el ciclo mítico troyano. Ayax, el segundo de los héroes griegos que
asaltan Troya en valor y bravura, se considera muy desairado cuando, una vez muerto
Aquiles, los griegos ofrecen su armadura al segundo entre los guerreros griegos, y
deciden dársela a Ulises. Él decide vengar esta ofensa, pero Atenea, protectora de
Ulises, le nubla la mente, y arremete contra un rebaño de ganado. Al darse cuenta de
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que incluso los dioses están en su contra, decide quitarse la vida. La tragedia no acaba
ahí, pues los átridas deciden privarlo incluso del descanso de la sepultura y ultrajar su
cadáver, cosa que evitará una decidida intervención de Ulises. Así la figura de Ayax
queda rehabilitada.
Traquinias
Hércules es impulsado por una pasión irrefrenable a raptar Yole, hija del rey Eurito,
atacando la ciudad de su padre y reduciéndola a escombros. Más tarde hace llegar a esta
joven a su palacio, donde le esperaba su legítima esposa Deyanira. Ésta, que es pintada
como una mujer pasiva y poco enamorada de su marido, más que por despecho, por el
temor a perder sus relaciones conyugales, se venga sobre él regalándolo un manto que,
impregnado con la sangre del centauro Neso y la hidra de Lerna, provoca la muerte a
Heracles entre terribles dolores. Deyanira, que no sospechaba que el manto tuviera
efectos tan mortíferos, se suicida posteriormente clavándose una espada en el costado.
Tanto Heracles como Deyanira son pintados casi más como animales, sólo movidos por
el apetito sexual, que como personas, y esta estupidez causa su muerte.
Antígona
Una de las obras maestras de Sófocles y de toda la tragedia griega, que presenta el
conflicto entre dos legitimidades igualmente válidas: la familia frente al estado. El rey
de Tebas tras la muerte de Eteocles y Polinices, Creonte, que además era tío, por parte
de madre, de los hijos de Edipo, prohíbe dar sepultura a Polinices, que ha atacado la
ciudad (y que, por lo tanto, es un traidor), con lo cual está obrando de acuerdo con los
intereses de la polis, la ciudad. Antígona se enfrenta a su tío esgrimiendo un derecho
religioso familiar, que es dar sepultura y honrar al hermano muerto. Estas dos posturas
no son capaces de llegar a un acuerdo, lo que desencadena la tragedia. Antígona se
suicida, arrastrando a la misma actitud a su prometido Hemón, hijo de Creonte. Lo
mismo hace su madre y esposa de Creonte, Eurídice, al conocer la muerte de su hijo.
Edipo Rey
La tragedia más famosa de Sófocles y, como en el caso de Antígona, obra magistral
derivada del llamado ciclo tebano. La tragedia comienza con el hundimiento de la
ciudad aplastada por la peste, ante la que Edipo, rey de la ciudad, reacciona con
valentía, queriendo conocer las causas que desencadenan la peste. A pesar de las
advertencias del adivino Tiresias, Edipo no ceja en su empeño por saber la verdad. Poco
a poco su valor empezará a convertirse en desazón, y más tarde en desesperación,
cuando se da cuenta de que él es el causante de la peste por haber matado, sin saberlo, a
su padre y haberse casado con su propia madre. Cuando Yocasta, madre y esposa, se
entera del hecho, se suicida, y el propio Edipo, para quien la muerte es un castigo
demasiado benévolo, se provoca una espantosa ceguera. La grandeza de la tragedia es la
lucha desigual de un hombre contra su destino. Edipo es una buena persona, un
gobernante inteligente, razonable y sensato, pero la carga de su destino es insoportable.
Electra
En esta obra, Sófocles echa mano del ciclo troyano, contando la historia (ya tratada por
Esquilo) de la venganza de Orestes sobre su madre, Clitemnestra y el amante de ésta,
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Egisto. Electra, hija de Agamenón y hermana de Orestes, vive ya sólo con la esperanza
de la venganza que Orestes, ausente, debe ejecutar sobre su hermana. En el transcurso
de la tragedia hay noticias sobre una posible muerte de Orestes, cosa que hunde en un
desánimo total a Electra. Al final aparece el hermano, que ejecuta la venganza. El
núcleo de la tragedia es la tensión psicológica que sufre Electra, que vive sólo pendiente
de cumplir su venganza.
Filoctetes
Un oráculo dice a los griegos que Troya sólo caerá si se acercan a la ciudad Filoctetes
con su arco y Neoptólemo, hijo del malogrado Aquiles. Filoctetes era uno de los
expedicionarios a Troya, pero fue mordido por una serpiente en un pie, lo que le
produjo una herida que exhalaba un hedor insoportable. Los griegos, persuadidos por
Ulises, lo abandonan en un islote desierto, donde Filoctetes debe alimentarse de las aves
del lugar. Pero este personaje tenía en herencia el arco y las flechas de Heracles, base
del oráculo que lo hacía imprescindible para conquistar Troya. Los griegos envían a la
isla de Lemnos, donde había sido abandonado Filoctetes, a Ulises (el más artero de los
griegos) y Neoptólemo. El primero propone llevar a Filoctetes engañándolo con la
esperanza de que lo llevarán a su patria. La tragedia tiene su base en la lucha interior de
Neoptólemo entre su conciencia (que le pide decir la verdad a Filoctetes) y su interés y
el de los griegos (llevarlo engañado a Troya). Al final, vence la primera de las fuerzas
interiores, y Neoptólemo le confía a Filoctetes el engaño de Ulises. Filoctetes se niega
entonces a abandonar la isla, problema que solucionará el autor con la aparición del
propio dios Heracles para persuadirlo a ir (aparición que en la tragedia antigua se
denomina “deus ex machina”).
Edipo en Colono
La tragedia narra los últimos días de la vida de Edipo, cuando ciego y andrajoso,
llevado por Antígona que hace de lazarillo, se integra en el bosque de las Erinias, diosas
de la venganza, para disponerse a ir al más allá. De toda la tragedia (compuesta por un
Sófocles cercano a los noventa años) emana una sensación de misterio y de cercanía con
el más allá. Al final Edipo avanza sólo hacia el otro mundo. Sin duda, la cercanía de la
muerte hizo que el dramaturgo reflexionara de manera tan intensa sobre estos temas.
Además de estas tragedias conservadas en su integridad, conservamos numerosos
fragmentos de algunas otras del gran número que escribió nuestro autor.
Pensamiento de Sófocles
Cabe destacar que el teatro de Sófocles siempre fue fiel a una determinada concepción
del mundo, según la cual éste se halla regido por leyes eternas, encarnadas en sus obras
por los dioses, a las que los hombres se encuentran sujetos. A diferencia de Esquilo, no
centró su teatro en la inexorabilidad del destino, sino que destacó la capacidad humana
para asumirlo y llevar una vida ligada a principios éticos. Para él no existía conflicto
entre la necesidad cósmica y la libertad individual. La mayoría de sus personajes
(Electra, Antígona, Edipo, etc) ilustran la tesis de que es preciso soportar con nobleza
las adversidades y los sufrimientos; y realzan la grandeza de la voluntad que se enfrenta
a las consecuencias.
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Los protagonistas son de carne y hueso. No luchan contra los obstáculos exteriores o la
fatalidad, sino contra las debilidades del corazón. Sófocles representa el clasicismo en la
tragedia, el equilibrio. Los personajes de sus tragedias, tras superar trances difíciles (=
el difícil trance del conocimiento) suelen aceptar su destino de manera digna.
Sófocles aligeró el peso del coro en las tragedias, situándolo en un segundo plano. Así
el modelo de Esquilo, más cercano a los orígenes corales de la tragedia, va cambiando
en la dirección de dar más peso a los personajes individuales y a la acción, mucho más
sutil y elaborada. Otras aportaciones suyas fueron la consolidación del prólogo como
parte de la tragedia y la sustitución de las trilogías encadenadas por las libres
(compuestas de tres piezas conexas, pero completas en sí mismas).
Lengua y estilo
Si bien en su primera etapa, muy influido por el modelo de Esquilo, su lenguaje tiende a
lo ampuloso, en sus grandes tragedias consigue una expresión fluida, un lenguaje que
tiene la difícil y aparente sencillez de lo clásico, con recursos literarios naturales,
espontáneos y sencillos. Un lenguaje, por otra parte, que se adapta perfectamente con la
caracterización de sus personajes. En suma, una expresión que también contribuyó a
consolidarlo como el modelo clásico de la tragedia, opinión consolidada con el juicio
que de su obra hizo Aristóteles, para quien era el mayor de los dramaturgos griegos. Su
obra puede considerarse la fuente de todo el teatro occidental.
Eurípides
Nació en Atenas de familia pudiente, hacia el 485/484. En su juventud perteneció al
círculo intelectual ateniense en que se movían Sócrates, Protágoras o Diógenes y fue
uno de los pocos personajes de la antigua Grecia de los que nos consta que poseía una
nutrida biblioteca. A pesar de que siempre manifestó interés por las posturas ideológicas
más avanzadas, como la corriente sofista, sin embargo, no consta que participara de
manera activa en la actividad política de la ciudad, prefiriendo incluso vivir apartado en
la isla de Salamina. A pesar de que compuso sobre noventa obras dramáticas, fue el
trágico menos premiado, muy probablemente porque sus posturas críticas y avanzadas,
conformes a la democracia radical, en la que se impone la razón como único
fundamento de la vida humana. En el año 408, ante la inminente derrota de la ciudad,
marcha a Macedonia, donde el rey Arquelao se había creado un clima muy propicio a la
actividad artística e intelectual. Murió, según afirma la tradición, despedazado por los
perros de Arquelao el año 406, el mismo año que Sófocles, pero antes que él, lo que dio
la oportunidad al anciano dramaturgo de rendirle un homenaje.
De su abundante obra se nos han conservado 18 obras: 17 tragedias y un drama satírico.
Esta abundante conservación se atribuye a que Eurípides fue el autor más leído (y tal
vez, apreciado) en la antigüedad. Fue el más estimado de los tres trágicos en la época
inmediatamente posterior, y el que más influyó en la tragedia latina y en su autor
principal (Séneca). Dado su extenso número, vamos a repasar sólo el argumento de las
más célebres:
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Medea
Destaca por el finísimo tratamiento psicológico de los personajes. Los Argonautas,
acaudillados por Jasón, emprenden la búsqueda del vellocino de oro. Al llegar a la
Cólquide, el héroe va a contar con la ayuda de la princesa Medea, que hace posible que
Jasón consiga su objetivo. Medea se enamora del héroe hasta tal punto que traiciona a
los suyos y huye con él. Pero cuando llegan a Corinto, Jasón la abandona por la hija del
rey de esta ciudad. Medea, herida en lo más profundo de su orgullo, planifica
cuidadosamente una terrible venganza: la muerte de sus propios hijos habidos con
Jasón. Este último episodio supone el núcleo argumental de la tragedia. Eurípides se
detiene sobre todo en la descripción psicológica de Medea, una mujer llevada a
situaciones de extrema intensidad emocional. El tratamiento de Eurípides es de una
increíble modernidad, mostrando comprensión y simpatía por la protagonista de su
tragedia.
Hipólito
Hipólito es un joven que menosprecia el mundo de la pasión amorosa, y está
concentrado en actividades relacionadas con la caza. Afrodita, la diosa del amor, no
puede soportar semejante menosprecio y hace concebir en su madrastra, Fedra, una
pasión incontenible por Hipólito. Como éste se mantiene firme en su rechazo, Fedra
difundirá una versión contraria de la historia, contando a su marido que es requerida
insistentemente por Hipólito. Teseo la creerá, pues su esposa se ha suicidado, al no
poder resistir las negativas a su pasión y con el deseo de arrastrar a Hipólito en su caída,
al suicidarse el joven por ser repudiado por su padre. En esta tragedia Eurípides vuelve a
emplearse con maestría en la descripción psicológica de sus personajes.
Las Troyanas
Esta tragedia es un contundente alegato antibelicista: el hombre debe evitar por todos
los medios la guerra. Para ello escoge la guerra por antonomasia, la de Troya, y le da
una interpretación radicalmente distinta a la clásica tradicional: aunque los griegos son
los vencedores militares, moralmente resultaron vencidos, porque la crueldad del
contingente griego en el saqueo de Troya lleva a los dioses a la decisión de infringirles
un merecido castigo.
Además de las aludidas, las demás tragedias conservadas de Eurípides llevan los
siguientes títulos: Alcestis, Los Heráclidas, Andrómaca, Las Suplicantes, Hécuba,
Electra, Heracles loco, Ifigenia entre los Tauros, Helena, Ión, Las Fenicias, Ifigenia en
Áulide, Orestes y Las Bacantes. El Cíclope es un drama satírico.
Pensamiento de Eurípides
Según se ha apuntado ya en los trazos de su biografía, Eurípides, un poco más joven que
los otros dos trágicos, es el único que se manifiesta de una manera muy crítica con la
tradición recibida, y su visión crítica incidirá sobre todos los aspectos de la vida humana
(política, moral, religión, sociedad, individuo, etc.). Esta posición hizo que sus tragedias
no fueran premiadas en su época como las de sus predecesores, y que él fuera objeto de
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las más ácidas burlas por parte de los autores contemporáneos de la comedia, sobre todo
Aristófanes.
Una de sus principales cualidades es la capacidad de expresar diferentes estados
anímicos en personas sometidas a situaciones límite (se le ha llamado el primer
psicólogo) y, muy especialmente (caso casi único en la antigüedad), especialmente
interesado en la mente femenina. Sólo con repasar los títulos de sus tragedias salta a la
vista el atractivo que para él tenían los personajes femeninos. Esta preocupación por la
mente humana, hace que los personajes de sus tragedias estén más cercanos a las
personas normales de su época y a sus sentimientos y preocupaciones. Por decirlo de
algún modo, constituye una especie de aburguesamiento de la tragedia, un acercamiento
del héroe al espectador. Sus personajes vacilan, dudan, son arrastrados por las pasiones.
En definitiva, tienen un comportamiento netamente humano.
En cuanto al tratamiento del mito, Eurípides es profundamente innovador. Contra el
respeto que muestra Sófocles por la tradición épica, Eurípides humaniza el mito, lo atrae
a la esfera humana. Por otra parte, contempla versiones míticas poco frecuentes, que se
apartan de la versión más conocida. Introdujo dentro de la tragedia la figura del “deus
ex machina”, es decir, la solución que da al final de la tragedia un dios a nudo trágico
que se presenta imposible de resolver. La divinidad desciende desde lo alto, poniendo
orden con su autoridad sobre la pendencia humana.
También incorpora Eurípides la filosofía a su producción dramática, en la que se dejan
ver los principales temas filosóficos de moda en sus días.
Lengua y estilo
La retórica de tinte sofista, a que tan aficionados eran los atenienses, lo invade todo en
la obra de Eurípides. Son muy relevantes a este respecto los numerosos discursos
pronunciados por los personajes, muchas veces respondidos por un antagonista con el
mismo número de versos. Discursos que versan sobre temas de candente actualidad en
su tiempo.
Su lenguaje es muy natural y fluido, muy semejante al ático culto de la época. En
coherencia con su pensamiento, su lenguaje es muy igualitario, y los personajes míticos
hablan igual que sus contemporáneos atenienses. Su lenguaje es muy pictórico,
descriptivo, sensual y dotado de gran fuerza dramática. Sus imágenes muestran su
enorme sensibilidad por los efectos de luz y color, por el movimiento de los personajes
y la distribución escénica.
C_2. La tragedia griega.
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