Buenas Nuevas La formación de la conciencia moral

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Editorial
La formación de la conciencia moral
Por María Inés Casalá
La conciencia moral permite reconocer la cualidad moral de un acto concreto que se piensa hacer,
que se está haciendo o que se ha hecho (cfr. C.I.C. 1778). A través de la conciencia reconocemos los
principios de la moralidad y su aplicación a circunstancias concretas. La conciencia moral se va
educando a lo largo de la vida, y es responsabilidad de la familia, la escuela, la sociedad y uno
mismo, alcanzar una conciencia moral equilibrada. Este equilibrio posibilita no culparnos por
sentimientos incontrolables o justificar cualquier actitud.
«En sí mismas, las pasiones no son buenas ni malas. Sólo reciben calificación moral en la medida en
que dependen de la razón y de la voluntad... Pertenece a la perfección del bien moral o humano el
que las pasiones estén reguladas por la razón» (C.I.C. nº 1767).
«Los sentimientos más profundos no deciden ni la moralidad, ni la santidad de las personas; son el
depósito inagotable de las imágenes y de las afecciones en que se expresa la vida moral. Las
pasiones son moralmente buenas cuando contribuyen a una acción buena, y malas en el caso
contrario. La voluntad recta ordena al bien y a la bienaventuranza los movimientos sensibles que
asume; la voluntad mala sucumbe a las pasiones desordenadas y las exacerba. Las emociones y los
sentimientos pueden ser asumidos en las virtudes, o pervertidos en los vicios». (C.I.C. nº 1768)
La tarea no es simple. Se trata de formar la conciencia, no de dar un listado de actos buenos y
malos. Debemos generar la capacidad de mirarse hacia adentro, con honestidad y con humildad,
viéndose tal cual es, para discernir acerca de las motivaciones de sus actos. Hay que mostrar la
necesidad de hacerse responsable de sus acciones u omisiones, es decir, de su vida. Hay que enseñar
a ser libre y a amar. Hay que hacer tomar conciencia de que hemos sido creados a imagen de Dios y
que tenemos una misma dignidad. Hay que ayudar a descubrir que la vida es una maravillosa
oportunidad de crecer permanentemente, incluso, en la conciencia moral. Por último, y
fundamentalmente, se deberá experimentar que la educación de la conciencia no nos hace esclavos,
sino que garantiza la libertad y engendra la paz del corazón (cfr. C.I.C. 1784). El actuar de acuerdo a
una conciencia moral forjada en el amor nos hace realmente libres y nos aleja de cualquier tipo de
esclavitud proveniente del exterior o de nuestra propia interioridad.
La tarea de formar la conciencia moral comienza desde el nacimiento en la familia. Los padres
tendríamos que tener presente en cada una de nuestras acciones que no tenemos hijos para nosotros,
sino para que sean ellos, para que se relacionen con otras personas, para que se integren en la
sociedad y descubran el plan que Dios pensó para cada uno, único camino a la felicidad real. Por lo
tanto, debemos enseñarles, desde pequeños, que no están solos en el mundo, que estamos en
relación con otros que tienen sus propios intereses y necesidades que deben ser respetadas. El bebé
reclama permanentemente y es imposible satisfacer todos sus reclamos porque, cuanto más
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satisfacemos, más pedirá. Obviamente, no porque sea «malo», sino porque nosotros le habremos
hecho creer que todo se puede obtener inmediatamente con sólo llorar o gritar.
He visto a madres desbordadas por sus hijos, porque no pudieron ponerle un límite. He visto niños
en la escuela, cuyos padres admitían no haberles dicho nunca «no», y no podían reconocer que sus
compañeros tenían los mismos derechos y sentimientos que ellos.
«Le pegué porque no me gusta su cara»; «le saqué la cartuchera porque es linda y la quiero para mí»,
son justificaciones que dio una nena de seis años a quien sus padres, ellos lo dijeron, nunca le
habían puesto un límite.
El niño pequeño actuará de acuerdo con una moral heterónoma, es decir, de acuerdo a una ley que le
viene de afuera. Todavía no descubrió el sentido de los valores y que, si algo es bueno o malo, no lo
es por un capricho de alguien o por la voluntad de un Dios que quiere hacer sufrir al hombre. Tiene
claro que no debe tocar la cocina ni meter los dedos en el enchufe porque sus padres se enojan y
que, cuando comparte un juguete con su hermanito, sus padres lo felicitan. Los padres debemos
saberlo, y ayudarlos a que puedan alcanzar, cuando sean más grandes, una moral autónoma en la
que descubran el sentido del valor y puedan dar razones de su actuar. Llegará un día en que
comparta porque descubrió el sentido de compartir y experimentó que, al ser generosos, todos
salimos beneficiados y no, porque eso hace felices a sus padres o maestros.
Para lograr el paso de la moral heterónoma a la autónoma, debemos trabajar desde pequeños
haciendo experimentar el sentido de los valores.
• El amor desinteresado. Los padres amamos a nuestros hijos como son, no los queremos más
porque sean buenos, ni menos porque hagan travesuras. Como los amamos, queremos su bien y, por
eso, les enseñamos un determinado camino. Pongamos un ejemplo: el niño no debe comer porque
así su mamá se pone contenta o porque hay niños que mueren de hambre. Debe comer, y variado,
porque lo necesita para crecer bien. No debe ordenar el cuarto porque sus padres estarán más
tranquilos. Debe hacerlo para aprender a hacerse responsable de sus cosas, tener un orden exterior
que lo ayuden a lograr un orden interior. Es cierto que si llegamos de trabajar y encontramos que
nuestros hijos ordenaron el cuarto e hicieron la tarea, manifestaremos alegría, pero, también
tenemos que buscar la forma que descubran que esas acciones son buenas fundamentalmente para
ellos, no para nosotros.
• La capacidad de interioridad. A veces los padres sólo le pedimos a nuestros hijos que piensen
cuando hacen algo mal. «Como le pegaste a tu hermano,vas al cuarto a pensar lo que hiciste».
Parece que el pensar fuera un castigo. «En esta escuela hacen pensar mucho a mi hijo», dijo, a modo
de crítica, la madre de un niño que concurre al colegio donde trabajo. Es tarea de los padres ayudar a
pensar, valorizar la reflexión acerca de la propia vida y educar nuestros sentimientos. Descubrir que
somos una unidad en la cual la razón y las emociones deben ir de la mano sin que una pisotee a la
otra.
• La responbsabilidad. De a poco, el niño deberá asumir sus responsabilidades. A veces, es más fácil
armarles la mochila o vestirlos, que enseñarles a hacerlo. A ser responsable se aprende y, por lo
tanto, se enseña. Tuve un alumno en primero de EGB que llevaba la mochila vacía. La madre decía
que tenía que aprender a ser responsable. Pero olvidaba que es tarea de ella hacer que su hijo
preparara las cosas.
Hay quienes sobreprotejen y les hacen todo y quienes los dejan solos. Los padres tenemos que
asumir, también, nuestras responsabilidades.
• El respeto por el otro y por uno mismo. En primer lugar, deberemos ayudarlos a quererse a sí
mismos, lo que implica que deben tomar conciencia de que ellos son responsables de su vida y,
cuando sean grandes, serán lo que construyeron desde niños. La vida es como el eco, si das amor,
recibís amor, si das indiferencia, recibís indiferencia. Luego, deberán descubrir que el compañero no
es un enemigo, si no otros chico que está en crecimiento y, como ellos, hace algunas cosas mal y
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muchas otras bien. Hay cosas que son graves pero, hay otras cosas que son propias de los chicos que
están creciendo y que todavía no son concientes de lo que hacen o dicen. Por eso, aunque hay que
darle importancia a esas situaciones, no debemos tratar al otro chico como si fuera un delincuente.
• La confianza. Muchos padres leen las cartas de sus hijos, los diarios íntimos, le revisan las
carpetas sin pedir permiso y justifican esta actitud en la necesidad de saber «en qué andan». La
mayoría de los niños se dan cuenta y sienten que no les tienen confianza, que no les creen y que no
pueden, en su propia casa, dejar las cosas sobre su escritorio y confiar en que nadie se las va a tocar.
Hay muchos otros valores (diálogo, ayuda mutua y el perdón, entre otros) que se deben descubrir
desde pequeños. Sabemos la importancia que tienen los primeros años en la vida de una persona y,
por eso, somos responsables de ayudarlos a crecer descubriendo los valores.
Recibiremos con gusto tus comentarios y sugerencias, escríbenos a
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