es para todos igual - Cuenteros, Verseros y Poetas

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Es para todos igual
E
ra una mañana en aquella selva, donde el sol resplandecía por el
horizonte. Todos los animales de aquel lugar tenían la obligación
de concurrir a un sitio mandado por el león, en un pequeño y
lujoso espacio, ubicado en el medio del bosque.
Y así marchaban todos en la misma dirección, murmurando entre ellos.
Muy contentos se lo veía a los demás animales, ya, que ese día, iban a
condenar al pequeño mono. Las serpientes decían:
– por fin va a morir ese feo sujeto.
Los pájaros también no se callaban entre ellos y le deseaban lo peor.
Todos tenían queja, no había uno que lo defienda; hasta sus propios
amigos monos se quejaban de él.
Fueron llegando todos al sitio. Cada uno se ubicaba con sus especies.
Todos los integrantes de ese verdoso lugar, ya estaban sentados
esperando el momento en que deseaban ver sufrir al mono. Se asomó el
rey de la selva, con su cara muy mala y seria, trayendo una jaula donde
estaba el muy despreciable simio condenado.
Silencio –dijo el león, ya que todos seguían murmurando –hoy
es un día en donde condenaré a uno de nuestros habitantes de
mi selva – y prosiguió –: Yo, como el rey de la selva, tomaré
riendas en este asunto y haré lo correcto. Acá, yo escucharé a
todos lo que tienen un mal hábito de este, o cualquier cosa que
no esté en mi ley; cada uno de ustedes me dirá por qué lo tengo
enjaulado y cuál fue el motivo por el cual quieren que le quite la
vida. Todos hablarán y no me mientan – se pronunció muy
enfurecido – ya que también veo que faltan algunos integrantes
de mi mundo, después veré qué hago con los que no
concurrieron; porque para mí, es para todos igual y ya lo
saben –. Gritó enojado.
Todos quedaron asustados, cuando se enojaba era para temerle,
todos lo decían.
– Bueno, haber, quiero escucharlos –dijo, y en ese mismo
momento todos empezaron a hablar. El rey pegó un grito:
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– ¡Noo!!!!, de a uno quiero escucharlos y vamos por orden. Haber,
serpiente hablá.
–
Si señor. Yo, en verdad, no le voy a decir las medidas que usted
tiene que tomar, pero quiero que lo castigue.
–
No. Yo no opino lo mismo –dijo otra– ese pequeño es una
amenaza para mi especie, no nos deja comer tranquilos, se la
pasa saltando para todos lados y yo tengo hambre.
– Haber, don pájaro, hable.
–
Ese maldito es un inquieto, yo tengo el mismo problema que la
serpiente: no me deja alimentarme, no hay insecto que pare en
los árboles.
– Ya te escuché, calláte pájaro –le dijo el león–.
–
Haber, hablá vos, cocodrilo.
En ese mismo momento hubo un silencio. Ningún cocodrilo quería
hablar. El rey también quedó mudo, no insistió en que hable, el pequeño
mono de la jaula dijo:
– Dale, que tenés que decir, maldito dientón –. Burlándose, saltó
uno y le dijo:
–
Si no estarías en esa jaula te comería.
–
¡Silencio! Ya está –. Ordenó el mandatario.
– Bueno, hablá vos mono, ¿qué tenés que decir?– y en el
momento todos empezaron a decir lo mismo.
– No podemos dejar ninguna banana y usted sabe que nos
alimentamos de eso. Él se come todo; no nos deja nada. No lo
queremos – opinaron sus amigos.
Las hienas tampoco hablaron y él no insistió. Empezó a hablar la
jirafa y dijo:
– Yo, en verdad, vine a presenciar el juicio, ya que usted mandó a
decir que vengamos; él a mí no me molesta. Yo siempre lo veo
en el bananal llevando su comida y por lo que veo acá todos
tienen el mismo problema con él, que es que no los deja comer a
los demás, acá todos quieren que lo condenen al pequeño y no
se dan cuenta que yo me alimento de los árboles al igual que él,
y yo ahora tengo que decir por qué no concurrieron algunas
especies, señor.
2
–
Primero debo decir que me crucé a don Rata y no vino por
miedo a serpiente –. En ese momento el león miró a las víboras.
Todas se hacían las desentendidas, el enjaulado empezó a
gritarle:
–
¡Asesinos!, es por eso que yo siempre espanto a las ratas – y
pego una carcajada.
–
¡Silencio! – gritó el rey – y prosiga jirafa.
– Ah, también tengo que decir que los insectos no vinieron, por
los pájaros; y bueno señor y ni qué hablar de las cebras; están
los cocodrilos; las hienas; tienen miedo y usted lo sabe mucho.
– Bueno, ya está. ¡Calláte! – pidió el león interrumpiendo sus
palabras.
Bueno, él ya sabía qué decisión tomar y empezó a decir su
veredicto:
– He tomado una decisión señores. Por lo que he escuchado, acá
todos quieren que lo castigue al pequeño, pero en este sitio nos
encontramos todos lo que tomamos alimentos, cazando y
sacándole la vida a otros. Ese es el defecto que no se dan
cuenta; yo me incluyo, por eso no concurrieron las cebras. Hoy,
es día de alimentarme y yo sabía que no vendrían, y éste, más
que travesuras no hace, su alimento es un fruto de la selva. Para
mi ley no es nada malo y no hace daño. Lo voy a liberar. Que
sea libre.
El pequeño mono no sabía si llorar o gritar de alegría, pero lo que sí
hizo, es salir de su jaula rápidamente burlándose de todos, pisando a las
malditas víboras, espantando a los pájaros. Era él de nuevo. Corrió hacia
el bosque y se perdió entre los árboles…contento y feliz.
El rey de la selva terminó su discurso diciendo: “es como les dije:
para mí…es igual para todos, señores…”
FIN
SERGIO OMAR PRESTE
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