AUTOS: “HALFON, ENRIQUE EZRA MAYER Y OTROS C/ MEIRA

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Exclusión de heredero
AUTOS: H., E. E. M. Y OTROS C/ M., A. R. S/ Exclusión de heredero
TRIBUNAL: CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES EN LO CIVIL SALA “G”
FECHA: 14/11/2008
TEXTO COMPLETO:
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Capital de la República Argentina, a los Catorce (14)
días del mes de noviembre de dos mil ocho reunidos en Acuerdo, los Señores Jueces de la Sala
“G” de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, para conocer en el recurso de apelación
interpuesto en los autos caratulados: “H., E. E. M. Y OTROS C/ M. , A. R. S/ EXCLUSIÓN DE
HEREDERO” y los autos acumulados “M., A. R. C/ H., E. E. M. Y OTROS S/ NULIDAD DE ACTO
JURÍDICO”, respecto de la sentencia de fs. 231/241, el Tribunal estableció la siguiente cuestión
a resolver:
¿ES JUSTA LA SENTENCIA APELADA?
Practicado el sorteo, resultó que la votación debía realizarse en el siguiente orden: Señores
Jueces de Cámara Doctores: CARLOS ALFREDO BELLUCCI - CARLOS A. CARRANZA CASARES BEATRIZ A. AREÁN.-
A la cuestión planteada el Señor Juez de Cámara Doctor Bellucci dijo:
I.- La entrecruzada contienda jurisdiccional que encierran ambos procesos, puede sintetizarse
del modo siguiente: los hermanos de quien en vida fuera Don S. A. H., demandaron la
exclusión hereditaria de su esposa, con fundamento en que estaba separada de hecho y
demandada por causales subjetivas de divorcio vincular por aquél -en vida-, proceso acólito en
que trabada la litis, feneció por advenir el deceso del allí actor, ocurrido el 8 de diciembre de
2005 (conf. partida glosada a fs.70 del expediente aludido que lleva n° 37.615/2005).A su turno, la cónyuge del difunto (ver partida de matrimonio celebrado el 23 de octubre de
l992, que corre a fs. 1 de ese pleito), solicitó la nulidad de las cláusulas segunda y quinta del
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testamento por escritura pública n° 74, con data del 24 de abril de 2003, cabeza del
expediente sucesorio n° 5895/2006 -a la vista- por el que su entonces esposo, declaró estar
separado de hecho y legó a sus fratres el inmueble sito en la calle C xxx, entre las de P y R, de
esta ciudad hoy autónoma.-
II.- La sentencia omnímoda dictada a fs. 231/241 vta. en el juicio incoado en contra de la
cónyuge supérstite (“H c/ M”), admitió la demanda y dispuso el cese de la vocación hereditaria
de la accionada, con pérdida de su derecho a la legítima en la sucesión de S. A. H.; desestimó la
nulidad de aquellas cláusulas testamentarias pretendida por la viuda, al propio tiempo que
denegó le fueran aplicadas sanciones, y le impuso las costas irrogadas .Procrastinó fijar emolumentos en favor del los sres. Profesionales que dieran asistencia en la
acumulada “litis contestatio”.-
III.- De tal decisorio rezonga la sra. M. quien, a fs.253/264 vta. Y a fs.266/278, básicamente
protesta porque el sr. juez de grado admitió la causal de exclusión hereditaria sin respaldo
probatorio relevante, soslayando el cúmulo de demostración en contrario que ella allegó a la
contienda conjunta.- Critica que no se tuviera en cuenta el testimonio de determinados
testigos, y predica arbitrariedad en el análisis de todo el acto de última voluntad, del que
Poder Judicial de la Nación razonablemente se evidencia la existencia de presión para excluirla
de la herencia que le corresponde, sobre la base de falsas imputaciones en su contra que no se
aviene, además, con la cláusula cuarta de tal testamento mediante la que su marido la
instituyó como su única y universal heredera de todos sus bienes.Tales piezas argumentales, trasladadas, fueron contestadas por sus contrarios a fs.283/284,
con pedimento de deserción y subsidiaria repulsa.En los autos conexos n° 50.109/2006 (s/ nulidad de acto jurídico), el sr. Fiscal ante este
colegiado (fs. 187/188 vta.) vierte opinión fundada en contra del progreso de los agravios
espetados.-
IV.- Cabe recordarle a la disidente que los testigos que deponen no se cuentan sino que se
pesan sus decires, y en ese “metier”, es el magistrado quien se encuentra facultado por la ley
formal (art. 386) para seleccionar y valorar sus dichos, al cobijo de la sana crítica, y valerse de
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aquellos que más le arriman certeza moral acerca de la existencia de los hechos
base de las pretensiones cruzadas.En tal derrotero, las testificales rendidas a fs.61/71 de los acumulados n°50.109/2006 (testigos
Z. A. N.; M. S. N.i; M. A. N.) son coincidentes en adocenar acerca de la separación de hecho en
que se hallaban los entonces cónyuges M.-H., y tal situación es reconocida por la propia esposa
a fs. 15 de los acólitos n° 1100/2003.- En esa causa además, a fs.46 el sr. M. A. M. manifestó
que la sra. M. vivía en la planta baja del inmueble de la calle C xxxx, y en ello coincide también
M. N. G..(ver fs.60/vta de los citados).Es decir que no es errado ni arbitrario concluir -como con acierto lo hace el “iudex”- que los
esposos no convivían bajo el mismo techo, aun cuando lo hacían en el mismo inmueble pero
en distintas habitaciones y pisos.-(arts. 163,.386, 456 y cc. de la ley de forma).Así, la recurrente por lo valorado, y el testador -al tiempo de expresar su última voluntadadmitieron estar separados, por lo que extraigo de 4 tales decires y de la promoción del juicio
de divorcio por cuerda, que era compartida su voluntad de no unirse.- (arts. 163, 330 y cc. de
la ley adjetiva;.arts.913, 914, 916, 917, 993, 995 y cc. de la ley sustantiva)
En ese piso de marcha, resulta ajustado aprehender al “thema decidendum” bajo la óptica
legal del artículo 204 de la ley fondal, T.O. por la ley 23.515, porque a estar a la fecha del cargo
de fs. 17 vta. del expediente n° 110/2003 (v.g. 26 de febrero de 2003), comparada con la
postrera en que se otorgó el mentado testamento (24 de abril de 2003), y la que ilustra el
cargo de fs. 6 vta. del juicio de divorcio apiolado (18 de mayo de 2005), salta a la vista que esa
probada interrupción de la cohabitación calificada según dije, se extendió por un lapso mayor
al que exige la memorada norma legal.Dedúcese de lo afirmado que, consecuentemente, y tal como lo pone de resalto el Ministerio
Fiscal ante esta tríada jurisdiccional, no ha demostrado la desconforme exteriorización
fehaciente y convincente en el sentido de revertir esa situación fáctica (falta de voluntad en
unirse), y menos, que fluyera certeza moral en derredor a su inocencia en tal separación.(arts. 163, 377, 386, 456 y cc. de la ley del rito; 204, 214 inc. 1°, armonizando con aquéllas, lo
que dispone el artículo 3575, todos de la ley de fondo en su texto ordenado por ley 23.515).Incluso, si se visualizare la “quaestio” desde la óptica de la plenaria doctrina citada por el
colega de la anterior instancia, la solución no varía porque demostrada la separación de
cuerpos, en tanto existió imputación del marido a su consorte, entre otras, de abandono con
los connotados legales para revestir causal de rompimiento del exugo marital, ésta no ha
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logrado demostrar cabalmente que tal alejamiento obedeciera al comportamiento
de su marido; más aún, tampoco denostó la presunción legal que dimana de tal hecho
comprobado, y que no es otra que la de su voluntariedad y malicia en esa dejación.- (arts. 377,
386 del rito; 204 inc. 5°, 214 de la fondal (ambos según T.O. ley 23.515), y prescripción
contenida en el artículo 920 de esa misma compilación.- (véase el considerando 5° del voto
impersonal de la mayoría, que luce en la página 322/323 de E.D., to. 117).Con ello estoy diciendo que la “lege ferenda” que allí se menciona, llegó con el dictado de la
ley 23.515 que he citado tantas veces.Va de suyo entonces, que mal grado de la apelante, su vocación a la herencia relicta de su
marido del cual se encontraba separada con los connotados que preceden, cesó para ella.Tal decaimiento conlleva la ausencia de legitimación sustancial para articular la nulidad de
alguna de las cláusulas mediante las cuales el testador dispuso de sus bienes para luego de su
deceso.No obstante, el matiz de los agravios expresados contra la decisión de grado en este aspecto,
me impone que vuelque los fundamentos que daré a continuación, no tanto para apontocar mi
voto no negativo al interrogante copete de este acuerdo, antes bien para desnudar lo acidioso
del soflama recursivo.El raconto minucioso de todas las probanzas relevantes arrimadas dan cuenta que el Sr. H., en
sus 80 años al tiempo de testar, y 82 al momento de iniciar la acción tendente a divorciarse
vincularmente, si bien padecía trastornos propios de su octogenidad, y cardíacos
(marcapasos), así como pérdidas parciales y circunstanciales de su memoria para ubicarse en
determinado lugar (perderse en la vía pública), empero, al presentarse personalmente ante la
sra. jueza que intervenía en su pretensión de fulminar el vínculo conyugal (fs. 38 del
contradictorio n° 37.615/2005), aquélla dejó expresa constancia que expresaba el octogenario
libremente su voluntad.- (día 26 de octubre de 2005).Lo mismo puede predicarse al tiempo anterior en que testó, porque el notario interviniente- si
bien no médico ni especialista en psiquiatría- aseveró, junto a los demás testigos presenciales,
que el disponente se encontraba –al parecer- en pleno uso de sus facultades intelectuales
como lo demostró su acertado modo de razonar al dictarle su última voluntad, y ratificarla una
vez que fuera asentada y leída en voz alta.- (ver fs. 2 vta. del acollarado testamentario n°
5895/2006).-
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No ha existido redargución de falsedad de tal instrumento público, ni las pruebas
aportadas por quien vituperó dos de sus cláusulas, tampoco echan abajo tales asertos.La captación de voluntad de la que se aferró la ahora recurrente, tampoco -a mi ver- tiene
respaldo convincente en ninguna de aquellas pruebas que, con dedicación y no menor
esfuerzo, la apelante transcribe casi textualmente en su pieza gravosa.- (arts. 377, 456, 386 y
cc. de la ley adjetiva).Tal como claramente lo dispone el artículo 3615 de la ley de fondo, para testar, al igual que
para la realización de cualquier acto jurídico, se requiere que “la persona esté en su perfecta
razón”.Sucede que el régimen del discernimiento es uno solo y consiste en la aptitud del sujeto para
saber lo que hace, distinguir lo verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto, lo conveniente de
lo que no lo es, lo malo de lo bueno; comprender y querer, y manifestar su voluntad tal cual lo
hace el ser humano normal.La debilitación de facultades, sus esporádicas amnesias, así como la asistencia de su ritmo
cardíaco merced a un marcapasos que acompañaron a quien en vida testó y demandó, no
llegan a convencer acerca de la ausencia de libertad y raciocinio, y por ende, ante la oquedad
de prueba pericial concreta sobre su psíquis, o la ausencia de de comprobación irrefutable de
la existencia de coartamiento de su libertad o captación de su voluntad por parte de sus
hermanos -tal como lo adujo la viuda-, son extremos que se erigen en valladar inexpugnable
como para dar cabida -en el caso- a la nulidad de ciertas cláusulas póstumas, en tanto y cuanto
no ponen de resalto alienación o violencia al celebrar tales actos, tanto que Nerio Rojas
(“Medicina Legal”, El Ateneo, 7a. edición, página 377) adocena que esos estados no
comprobados, consisten más propiamente en un trastorno general y persistente de las
cuestiones psíquicas, cuando quien las padece ignora su carácter patológico y ello le impide la
adaptación lógica y activa a las normas del medio ambiente, sin provecho para sí mismo ni
para la sociedad.En esa misma línea de pensamiento, se ha resuelto que la enfermedad a una edad avanzada
no impide testar válidamente (esta Excma. Cámara, por su Sala “C”, en ED. Al to. 12-451, fallo
6481; L.L.,to.118-353); tampoco la diaria ingesta de medicamentos que pueden alterar su
voluntad o disminuir su entendimiento, si -como en este retazo de verdad ya histórica- no se
acreditó conveniente y de manera convincente estos extremos a los que hice mención.- (esta
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Excma. Cámara, por su Sala “D”, en L.L., al to.71-117, entre tantísimos otros
concordantes que por razón de brevedad, omito aquí citar).Por abundar, cito a H.Claude (“Psiquiatría médico legal”, edit. “Espasa-Calpe”, Madrid, año
l933, pág. 221), quien manifiesta que las condiciones favorables del terreno son la base de los
estados tóxicos, puesto que el uso a título de medicamentos del tipo hipnótico o analgésico no
determina intoxicación crónica, salvo en aquellas personas predispuestas a causa de dolencias
constitucionales anteriores ya reveladas por un estado psicopático.A tal punto ello es así, que puede hallarse quebrantado el poder de la inteligencia aun a edad
avanzada sin que ello amerite encontrar comprometida, y menos aún, desplazada la aptitud
para testar.Como broche que cierra la hendija por donde se pretende introducir la revisión de lo fallado
con relación a este aspecto que vengo tratando, cabe partir de la presunción establecida en el
primer párrafo del artículo 3616 del código civil que reza que toda persona está en su sano
juicio mientras no se pruebe lo contrario.Trátase de la antigua máxima : “Et certe quilibet preasumitur sanae entis esse” que explica,
citando a Mantica, uno de los autores mencionados por Vélez Sarsfield en la nota al precepto,
al comentar su fuente que es el artículo 901 del “Code”.- (Troplong, “Droit Civil expliqué. Des
donations entre-vifs et des testaments”, 3a. edición, París, año 1872, Henri Plon, to. 1, n° 473,
pág. 458).La apelante, en su pretensión de nulidad, no ha logrado su cometido porque como
demandante afirmó y no demostró , y lo que adujo es un hecho contrario a aquella presunción
legal referida, la que asienta en la propia naturaleza, desde que el ser humano es -en general“sano de espíritu” –según locución del texto francés- y la ausencia de discernimiento (ya por
demencia- que no es lo alegado- ya por violencia o falta de libertad por captación que sí se
enrostró pero no se acreditó) es una excepción.- (Jean Charles Florent Demolombe, en “Cours
de Code Napoleón. Traité des donations entre-vifs et des testaments”, 4a. edición, París,
Auguste Durand, to. XVIII, publicado en l872, n° 361 , págs. 371/373 ).Corolario de lo expuesto y fundado resulta ser que las diatribas ensayadas enancadas en meras
conjeturas del colega de la anterior instancia, por lo mismo que no han sido tales (las
conjeturas), sino que aquella carga de la que hablé resulta huera en autos, no empañan la
solución adoptada en el resolutorio en crisis, que, por todas estas razones, propicio confirmar.-
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A contrario de las “cuitas” inanes meritadas, me place citar un precedente de esa
sala, en anterior composición, en el que por haberse demostrado en la testadora su ausencia
de perfecta razón, lo que se emparenta con la ausencia de discernimiento por falta de libertad
o, lo que es paralelo, captación de voluntad, se admitió, pero por la demostración cabal de
tales afirmados en la pieza inaugural, situación ésta bien distinta a la de autos.- “Videla J.G. y
otro c/ Videla M.G. s/ suc. S/ Nulidad de testamento”, datado el 24 de julio de l985, libre n°
10.523, a cuyas citas y constancias remito “brevitatis causae”; pero no puedo dejar de
mencionar, porque se aviene al entuerto aquí juzgado, dado que se trató también de una
acción de nulidad testamentaria por captación de voluntad, los fundamentos dados en mi voto
preopinante al que adhirieran mis entonces colegas, y por los que se confirmó la sentencia
apelada que rechazaba la pretensión esgrimida, en el libre n° 163.951, fechado el cinco de
junio de l995, “in re” “Uveda de Robledo, Epifania c/ Kodama, María s/ Nulidad de
Testamento”, y publicado en E.D., al to. 163, como fallo n° 46.602 en págs. 542/550,
fundamentos y citas doctrinales y jurisprudenciales del VII considerando que doy aquí por
enteramente reproducidas por razón de brevedad).Como colofón de todo lo meritado, analizado y fundamentado, tal como premití, voto
afirmativamente respecto a la justicia de la solución de grado que vino apelada.De suscitar concurrencia de mis estimados pares, corresponderá confirmar la sentencia de la
anterior instancia, en todo cuanto en ella se decidió y fuera materia de endebles achaques,
con costas de alzada a cargo de la apelante que resulta devinta en su intentona revisora.- (arts.
68 y cc. de la ley formal).Tal es mi parecer, y así lo dejo expresado.-
Los Señores Jueces de Cámara Doctores Carlos A. Carranza Casares y Beatriz A. Areán votaron
en igual sentido y por análogas razones a las expresadas en su voto por el Doctor Bellucci.- Con
lo que terminó el acto.-
Buenos Aires, de noviembre de 2008.-
Y VISTOS:
Por lo que resulta de la votación que instruye el acuerdo que antecede, de conformidad, en lo
pertinente, con la opinión fundada del sr. Fiscal ante este pretorio,
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SE RESUELVE:
Confirmar el pronunciamiento de grado, en todo cuanto en él se decidió y fuera motivo de no
atendibles quejas, con costas de alzada a cargo de la apelante que ve frustrado su intento
revisor, y resultó perdidosa porque sus contrarios se lo refutaron.- (arts. 68 y cc. de la ley
adjetiva).- Una vez regulados los emolumentos devengados en favor de los sres. profesionales
por su labor realizada en la otra instancia, serán fijados los correspondientes a las aquí llevadas
a cabo.- Glósese copia íntegra y adverada de la presente al expediente acumulado n°
50.109/2006.- Se deja constancia de que la publicación de la presente sentencia se encuentra
sujeta a lo establecido por el artículo 164, segundo párrafo del Código Procesal.-
Notifíquese, y al Ministerio Fiscal en su Público Despacho.-Regístrese y devuélvase.CARLOS ALFREDO BELLUCCI - CARLOS A. CARRANZA CASARES - BEATRIZ A. AREÁN.- ES COPIA.-
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