P. Juan Cruz

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P. Juan Cruz Martín Heredero
(1938 – 2005)
El P. Juan Cruz nació en Montejo de Arévalo, Segovia, España, el 7 de junio de 1938. Sus
padres se llamaron Gregorio y Licesia.
Hizo el noviciado en Mohernando y profesó el 16 de agosto de 1956.
Sintiendo la llamada de Dios a ser misionero, dejó su patria y fue destinado a Argentina, a la
provincia de Buenos Aires en 1962. Allí hizo el tirocinio y comenzó el estudio de la teología. Después
de seis años regresó a España, en donde concluyó sus estudios de teología y fue ordenado sacerdote el
1 de julio de 1973.
En el año de 1975 se traslada a la inspectoría de Manaus, en la que permanece hasta el 1976,
cuando pasa a formar parte de la Inspectoría San Lucas de Venezuela.
Cuando el P. Juan Vecchi le comunica su nuevo destino, el P. Juan Cruz comenta: “Me alegré
sinceramente porque siempre me gustó Venezuela y no sabría decir por qué exactamente. Lo que si
puedo decir es que cuando pasé por Caracas fui tratado por los hermanos de la Casa de San
Francisco de Sales y de Boleíta maravillosamente.”
En nuestro país trabajó en varias casas salesianas:
San Juan de Manapiare de 1976 a 1977
El Pío XI de Puerto Ayacucho de 1977 a 1978
San Fernando de Atabapo de 1978 a 1979
San Carlos de Río Negro de 1979 a 1981
En la Parroquia La Santa Cruz, en Puerto La Cruz, 1981 a 1983
Regresa a San Carlos de Río Negro, de 1983 a 1985
Va al Colegio Pío XII de Coro, de 1985 a 1986
En 1986 va a la comunidad de Judibana, hasta 1988.
Pasa al Colegio San Luis, en Mérida, hasta 1990.
En 1990 regresa al Colegio Pío XII de Coro, en donde permanece hasta 1995.
Desde ese año permaneció en este colegio Don Bosco de Altamira, hasta el 23 de octubre de
2005, cuando ha regresado a la casa del Padre.
Una vida muy movida para un hombre tranquilo y enfermo que fue el P. Juan Cruz.
Está la dignidad de los honores
De la etiqueta y de la jerarquía
De las señoras y de los señores
De vuecencia ilustrísima y usía
La dignidad de los que tienen plata
Y el protocolo más la pleitesía...
Y /distancias salvadas/ la corbata
Las alcurnias de origen sospechoso
Y la honra que hoy viene más barata
La fe del militar pundonoroso
Que ordena simplemente la tortura
Con el aval del todopoderoso
Está la dignidad de la censura
La del garrote y de la contumancia
De la calumnia y su salpicadura
Y las miserias de la aristocracia
Y la ambición en tres velocidades
Y el simulacro triste de la audacia
Pero también hay otras dignidades
Que no suelen andar de boca en boca
Aunque recorran todas las edades
Y toda la vergüenza que no es poca
La dignidad de la naturaleza
Que de tan cuerda nos parece loca
La dignidad que siempre sale ilesa
Del tumulto la trampa y su cortejo
Y está la dignidad de la pobreza
La que se lleva inscripta en el pellejo
Y permite enfrentar sin más señales
La entrañable mirada del espejo
Está la dignidad de los leales
Aquellos que en las buenas y en las malas
En tiempos de revés y en los triunfales
No cambian sus raíces por las alas
Ni exigen el cilicio ni la alfombra
Van sin alabanceros ni bengalas
Y en el simple baluarte de su sombra
Tienen la dignidad que dignifica
Esa que normalmente no se nombra
Ni se lleva a la feria o se publica.
Mario Benedetti
EL SILENCIO QUE QUEDA ENTRE DOS PALABRAS
El silencio que queda entre dos palabras
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae,
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento.
Así como cada voz tiene un timbre y una altura,
cada silencio tiene un registro y una profundidad.
El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre.
Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado a deletrearlo.
Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,
tal vez más que el lector.
Roberto Juarroz
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