Ley paliativa

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LEY PALIATIVA DE LA EUTANASIA
Pico de dolor bajo cero. La ley paliativa de Pajín blande la puntilla, echa un capote a los
tanatistas profesionales, y bajo la denominación de “medicina paliativa” oculta la legalización
de “actos mortíferos”. Como “en este país se muere de forma caótica”, según dice el eutanatista
Montes, hay que legislar la ejecución del ser humano reo de vivir, indultado por el delito mayor
del hombre: haber nacido.
El vídeo promocional de la ministra Pajín en tve1, “Medicina paliativa”, emitido de nuevo el
viernes 5 de agosto con vistas a mentalizar para la presentación del anteproyecto en las Cortes,
que ya ha sido aprobado en el consejo de ministros el 13 de mayo 2011, trae malos presagios
para la dignidad humana.
La ley quiere cambiar la legalidad en dos puntos: “Derecho a la protección de la dignidad de las
personas en el proceso de final de vida”, y “Derecho al tratamiento del dolor”. Pero las palabras
engañan.
Los tanatistas tienen más miedo al lenguaje que a la realidad, no emplean ahora “muerte digna”
sino dignidad de la persona en la muerte, ni “eutanasia”, activa o pasiva, sino morir
tranquilamente, ni “suicidio” voluntario o asistido, sino decisión libre sobre la propia muerte, ni
sedacción letal, o paliativa, sino derecho al tratamiento del dolor, ni siquiera “acortar la vida”,
aceptado en el código deontológico de la asociación colegial de médicos de este país.
Por los casos que expone el video propagandístico de la Ley Pajín, y los profesionales que le
sirven de teloneros, lo decisivo a legalizar es el procedimiento que regula el hecho de provocar
la muerte del paciente, de inmediato y necesariamente, esto es, dar “licencia para matar” al
deshauciado.
La ideología tanatista reflejada en este vídeo, utiliza “cuidados paliativos” como lenguaje
analgésico. Se emplean eufemismos dolosos para legalizar el acto resolutivo de quitar la vida
envolviéndolo en vocablos terciopelo como muerte digna, sedación paliativa, no alargar
innecesariamente la vida, afrontar ese tramo, el final de un ciclo, el final de la vida, mejorar el
proceso de morir, suprimir el nivel de conciencia, limitación del esfuerzo terapéutico,
marcharse, parar, descansar, ha llegado y ha llegado. Pero no dicen lo que es en los casos que
muestra el vídeo: un acto que acaba con el moribundo.
Aquella, y sólo aquella intervención sanitaria que no busca curar ni cuidar, sino quitar
activamente la vida, se oculta en conceptos bien aceptados por todos, como dignidad, derecho,
igualdad, elección, consenso, libertad de elegir vivir los últimos momentos, la autonomía del
paciente, la voluntad del enfermo a decidir libremente, respetar sus valores, evitar el dolor,. Pero
el lenguaje paliativo es el capote que esconde el estoque para dar la puntilla mirando al tendido,
para rematar, para dar el tiro de gracia frunciendo el ceño, para rematar al moribundo.
Se esconden bajo el eufemismo de cuidados paliativos analgésicos, de sedación paliativa, de
disminuir el estado de conciencia, lo que es, por mucha empatía y psicofarmacología que se
eche, provocación de la muerte, esto es, eutanasia, matar bien, por la desactivación de medios o
administración de sustancias que inducen el coma letal y son contundentemente mortíferos.
“Dorar la píldora” o “mentira piadosa” se decía para exculparse de ocultar la verdad dolorosa al
ser querido, especialmente a los padres. La piadosa y compasiva ministra Pajín recurre al
cinismo macabro: “Hay pocas acciones más caritativas que mitigar el dolor de un ser
humano”. Lo llaman “caridad”, y “mitigar el dolor” cuando es provocación activa de la muerte,
quitar el dolor matando. No es algo nuevo en la historia de la humanidad legalizar la muerte de
las personas indeseables para los legisladores, pero entonces no es necesario presumir de
caridad.
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Toda persona es un ser con dignidad absoluta, de valor inconmensurable desde el inicio hasta
el final de su vida. Este reconocimiento funda la convivenvia humana.
El viviente humano es absolutamente digno, esté como esté, haga lo que haga y le hagan lo que
le hagan en cualquier circunstancia y condición. No hay una vida humana más digna ni menos
digna que otra, no hay grados en la dignidad del ser de la persona. Sólo hay graduación de
dignidad en el modo de ejercer la propia vida y de tratar otra vida.
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La muerte humana es vida, y es de dignidad absoluta, como la generación humana. Nacer y
morir es esencial al vivir, y es absolutamente digno. Más o menos digno o indigno es sólo el
modo y circunstancia del nacimiento, del desarrollo y de la muerte.
La vida no es comparable a la no vida. El cadáver humano no es preferible a la persona viviente,
por muy limitada que esté biológicamente.
El sufrimiento es rechazable, el placer es deseable y no siempre se consigue, ni en la vida ni en
la muerte. Pero la dignidad humana no depende del sufrimiento o del placer. El sufrimiento no
hace la vida o la muerte menos digna, el placer no hace la vida o la muerte más digna. El que
sufre no es menos digno que quien disfruta.
Hay medios y modos de buscar la felicidad y evitar o paliar el dolor sin necesidad de matar. Los
legisladores tanatistas preparan un protocolo para evitar el dolor por ley. Una ley para matar
legalmente, para ejecutar al moribundo por el hecho de serlo.
¡Qué ganas tienen de matar impunemente! Ya sea apenas originada la vida humana,
interrumpiendo el embarazo, ya sea en la fase fisiológica previsiblemente terminal, causando
activamente la muerte. En el aborto no consultan al primer implicado e interrumpen su vida para
siempre, pero con la finalización de la agonía si no pueden imponerlo, buscan el consenso,
requieren el consentimiento, la voluntad, la decisón, del implicado, para curarse ellos en salud,
para quitar la vida legalmente, para matar impunemente.
“Muerte digna es lo que considere el enfermo y su entorno familiar”, dice el profesional en el
vídeo. Si el principio de legalidad es lo que considere el implicado, queda destruido todo
derecho. La ministra es más sutil: se decidirá por consenso, por mayoría social, por los
profesionales. Pues si lo que deciden es que se pueda acabar activamente con la vida de las
personas, decidirán la ley, pero no la ética.
Lo que mueve a los tanatistas por ideología, no es ni siquiera la “economía de la vida”,
deshacerse de las formas de vida precaria e improductiva, sino la satisfacción de dominar sobre
la condición de mortalidad humana: matar, sea al embrión o al moribundo, los dos estadios de
máxima debilidad del viviente humano. Y para ello utilizan el sufrimiento de las futuras madres
o el sufrimiento del agonizante y su familia.
No solo legalizan el dar muerte, sino que, haciendo compartir la responsabilidad, obligan a los
profesionales sanitarios en desacuerdo, a ejecutar por ley.
La obsesión del socialismo es la sedación de la sociedad, imponer a todos los ciudadanos y a
todas las ciudadanas su determinación de la ética, enarbolar las tablas de la ley y erigirse en
detentadores del poder absoluto. Una sociedad sometida éticamente está inerme.
Este socialismo moribundo quiere morir matando. La secta Rubalcaba quiere hacer valer las
últimas voluntades del socialismo internacional.
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Más todavía que en el nacimiento, la experiencia más sublime del valor absoluto del ser humano
se tiene al compartir el trato con enfermos incurables, y al vivir la muerte, más aún de los que se
ama, premonición de la propia.
Bernardo Alonso Alonso
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Ver:
http://www.profesionalesetica.org/vida-digna/
http://www.eutanasia.ws/
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