Hacer clic aqui para descargar documento

Anuncio
“CHRISTIFIDELES LAICI”
Versión Popular
1.
En 1987 representantes de los Obispos de todo el mundo se reunieron en
Roma para realizar un Sínodo sobre el tema de los laicos y las laicas, ellos
presentaron las conclusiones de su reunión al Papa Juan Pablo II, y con
esta afirmación el Santo Padre ha escrito una exhortación apostólica a
toda la Iglesia. Esta exhortación, que lleva el título, “Christifedeles Laici”
(“Los fieles laicos cristianos”) fue publicada el día 30 de diciembre de
1988.
El Papa empieza su carta haciéndonos recordar la parábola del propietario
que mandó obreros a su villa (San Mateo 20:1-2). Las palabras, “Vayan
ustedes también a mi viña”, se dirige no sólo a los Obispos y los
sacerdotes sino a todos. Sobre todo desde el tiempo del Concilio Vaticano
II,
2.
“El Espíritu Santo ha seguido rejuveneciendo la Iglesia, suscitando
nuevas energías de santidad y de participación en tantos fieles
laicos.” (N° 2)
Inspirado en el trabajo del Sínodo, el Papa quiere tratar unos retos muy
concretos como son:
- cómo entregar los ministerios a los laicos y a las laicas;
- el desarrollo de los nuevos movimientos;
- el papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.
Por lo tanto, esta carta no es un trabajo paralelo al Sínodo sino una
expresión de ello:
“El objetivo que la Exhortación quiere alcanzar es suscitar y
alimentar una más decidida toma de conciencia del don y de la
responsabilidad que todos los fieles laicos… tienen en la comunión
y en la misión de la Iglesia.” (N°2)
3.
Nuestra tarea, entonces, como laicos y laicas es acoger este
llamamiento de Cristo de trabajar en su viña. Esta llamada es de
especial importancia en nuestra época actual, porque en muchas
partes la gente ya se cree sin la necesidad de Dios y cae en el
secularismo. Otro signo negativo son las muchas violaciones a la
dignidad humana por la excesiva tolerancia y patente injusticia de
algunas leyes civiles. Pero no todos los signos de los tiempos son
negativos: Otro signo contemporáneo es la participación: deseo de la
gente, sobre todo las mujeres y los jóvenes, de participar en la
sociedad en todos sus niveles. Es decir, por un lado la gente sufre el
efecto de la conflictividad, pero también hay más gente que nunca
que busca la paz. Es papel de los laicos y de las laicas es hacer la
Iglesia presente en el mundo como signo y fuente de esperanza y de
amor.
Preguntas para nuestra reflexión
 Vamos a leer la parábola a la cual el Santo Padre hace referencia: (Mateo
20,1-2)
 ¿Sentimos realmente que el Señor también nos está llamando a nosotros
para un trabajo en la Iglesia?
 ¿También se dan en nuestras comunidades cristianas ejemplos de cómo la
gente responde a diferentes “horas”?
 ¿Cómo leemos nosotros los signos de nuestro tiempo? Desde la
perspectiva de nuestra fe, ¿cuáles son las cosas más negativas que se
presentan en nuestro mundo? Y ¿cuáles son los signos más positivos y
esperanzadores en nuestro tiempo?
Capítulo I:
Yo Soy la Vid, Ustedes los Sarmientos
La Dignidad de los Fieles Laicos en la Iglesia-Misterio
(Nos. 8 a 17)
4.
5.
Los fieles laicos y laicas no sólo somos obreros en la viña sino
según San Juan (15,5) también somos parte de la misma viña: éste
es un símbolo del Pueblo de Dios, de la misma Iglesia. En ella
tenemos comunión con el mismo Dios.
Es necesario superar las definiciones antiguas negativas acerca de
quienes son los laicos y las laicas para que se sientan plenamente
identificados con la Iglesia. No solo pertenecen a la Iglesia sino que
son Iglesia. Recibimos este don por el bautismo:
“No es exagerado decir que toda la existencia del fiel laico
tiene como objetivo el llevarlo a conocer la radical novedad
cristiana que deriva del Bautismo, sacramento de la fe, con
el fin de que pueda vivir sus compromisos bautismales según
la vocación que ha recibido de Dios”. (N° 10)
El bautismo es un nuevo nacimiento (Juan 3,5) que nos hace hijos e
hijas adoptivos de Dios; por consiguiente, somos inseparablemente
miembros de Cristo y miembros del cuerpo de la Iglesia; y por la
regeneración y unción del Espíritu Santo somos consagrados como
casa espiritual.
6.
Además, como dice la primera carta de San Pedro (2,4-5), los fieles
laicos y laicas participan, según el modo que los es propio, en el
triple oficio, sacerdocio, profético y real, de Jesucristo. Y Juan
Pablo II nos invita a reflexionar sobre este triple oficio: sacerdotal:
como Cristo se ha ofrecido en la cruz, el laico y la laica en el
ofrecimiento de sí mismo y de sus actividades (Rom 12,1-2). El
Concilio recuerda que el laico y la laica hacen este ofrecimiento a
través de la Misa.
Profético: “acoger con fe al Evangelio y anunciarlo con las palabras
y las obras.”
Oficio real: la realeza cristina es la lucha en contra del reino del
pecado… y es la justicia y la caridad: los laicos participan en la
tarea “de dar a la entera creación todo su valor originario”. (N° 14)
7.
8.
En razón de nuestra común dignidad bautismal los laicos y las
laicas somos corresponsables de la misión de la Iglesia pero a la vez
tenemos una modalidad que nos distingue pero no nos separa de la
Iglesia. Hay que profundizar teológicamente lo que es esta índole
secular. La Iglesia vive en el mundo pero no es del mundo; continua
la obra redentora de Jesucristo… que busca la salvación de los
hombres y de las mujeres ya abarca también la restauración de todo
el orden temporal. Todos los miembros de la Iglesia son partícipes
de esta dimensión secular pero de formas diversas: los laicos y las
laicas tenemos nuestra modalidad: “El mundo se convierte en el
ámbito y el medio de la vocación cristiana de los fieles laicos”
(N°15). El laico y la laica no deben abandonar el mundo sino dar
testimonio de su vida con el fulgor de su fe, esperanza y caridad el
mundo es una realidad no sólo sociológica sino teológica. Así se
entiende el carácter secular a la luz del acto creador y redentor de
Dios.
La primera y fundamental vocación que el Padre dirige a todos es la
vocación a la santidad. Nos dice el Papa:
“La vida según el Espíritu, cuyo fruto es la santificación,
suscita y exige de todos y de cada uno de los bautizados el
seguimiento y la imitación de Jesucristo, en la recepción de
la Bienaventuranzas, en el escuchar y meditar la Palabra de
Dios, en la participación consciente y activa en la vida
litúrgica y sacramental de la Iglesia, en la oración
individual, familiar y comunitaria, en el hambre y sed de
justicia, en el llevar a la práctica el mandamiento del amor
en todas las circunstancias de la vida y en el servicio a los
hermanos especialmente si se trata de los más pequeños, de
los pobres y de los que sufren” (N°16).
9.
La vocación del laico y de la laica se expresa particularmente en
nuestra inserción en las realidades temporales y en nuestra
participación en las actividades humanas. El laico y la laica se
santifican en la vida profesional y social ordinaria. Esta llamada a la
santidad es un elemento constitutivo de nuestra vocación. Dice la
encíclica:
“La misma santidad vivida, que deriva de la participación en
la vida de la santidad de la Iglesia, representa ya la
aportación primera y fundamental a la edificación de la
misma Iglesia…” (N°17).
Preguntas para Nuestra Reflexión
 ¿Cómo entendemos nuestra participación en la Iglesia? ¿Creemos que
realmente nosotros somos Iglesia o nos sentimos como ciudadanos de
segunda o tercera clase en la Iglesia? En nuestras parroquias ¿cómo nos
han enseñado lo que significa la vocación de ser laico y laica?
 El Santo Padre dice que como laicos y laicas participamos de manera
especial en el triple oficio de Jesucristo: sacerdote, profético y real.
¿Cómo vivimos este triple oficio en la práctica?
 El Papa también habla de la índole secular que nos hace corresponsables
de la misión de la Iglesia. ¿Cómo vivimos nuestra vocación a la santidad
y a la misión dentro de las realidades terrenales?
Capítulo II:
Sarmientos Todos de la Única Vid:
La participación de los Fieles Laicos y Laicas en la Vida de la IglesiaComunión
10.
Hasta este punto hemos configurado la figura del laico y de la laica.
Ahora vamos a ver nuestra misión y nuestra responsabilidad en la
misión de la Iglesia. “Comunión-Koinonía” es un símbolo antiguo
retomado por el Concilio y por el Sínodo de 1985. De la unión a
Cristo procede la unión en Cristo que existe entre los cristianos y
las cristianas en la Iglesia. La Iglesia como comunión es el
contenido central del misterio de la salvación. Análoga al cuerpo es
una comunidad orgánica con la diversidad y la complementariedad.
El principio dinámico de la diversidad y de la unidad es el único
Espíritu (Ef. 4:23). La comunión eclesial es un don del Espíritu; con
ese don vienen los múltiples carismas y ministerios.
11.
En primer lugar tenemos los diversos ministerios en la Iglesia.
Encontramos en primer lugar los ministros ordenados que derivan
del sacramento. Su ministerio está orientado fundamentalmente en
función del servicio al pueblo de Dios. En ausencia de un ordenado,
el laico o la laica puede suplir en algunos casos litúrgicos, “pero el
ejercicio de estas tareas no hace del fiel laico un pastor”. “No es la
tarea lo que constituye el ministerio sino la ordenación sacerdotal”
(N° 23). Hay que insistir, de todas maneras, más en los ministerios
que proceden del bautismo y no dar toda la importancia a esas
“situaciones de emergencia”.
12.
Luego vienen los carismas: Son impulsos particulares según la
absoluta libertad del espíritu (Cfr I Cor 12; Rom 12; I Pe 4): son
gracias para una utilidad eclesial. Para que sean apropiados, es
siempre necesario el discernimiento de los carismas: Y “el juicio
sobre su autenticidad y sobre su ordenado ejercicio pertenece a
aquellos que presiden en la Iglesia” (N° 24). La participación del
laico no se limita a cumplir funciones o ejercer carismas:
13.
Esta participación ocurre sobre todo en las iglesias particulares. No
se trata ni de agregación ni de fragmentación sino de un vínculo
vivo entre la articular y la universal. La Iglesia particular está
formada en la imagen de la universal. Su célula es la parroquia. La
parroquia es la expresión más visible e inmediata de la Iglesia: “Es,
en cierto sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus
hijos y de sus hijas” (N° 26). Es a nivel de la Parroquia donde
ocurren todas las funciones amplias del laico y de la laica. Las
parroquias tienen que renovarse y abrirse a nuevas necesidades.
“Deben promoverse las pequeñas comunidades de base, también
llamadas comunidades vivas, donde los fieles pueden comunicarse
mutuamente la Palabra de Dios y manifestarse en el recíproco
servicio y en el amor” (N° 26).
14.
El mismo Concilio en su decreto sobre los laicos y las laicas insiste
que los Pastores no pueden tener plena eficacia en su apostolado sin
la ayuda de los laicos y de las laicas precisamente porque sus
carismas y ministerios son distintos pero complementarios. La
Parroquia tiene que funcionar como comunidad, y deben
promoverse los consejos pastorales parroquiales. Somos todos
miembros de una Iglesia pero cada uno de nosotros somos un ser
individual. Es absolutamente necesario que cada fiel laico y laica
tenga conciencia de ser miembro de la Iglesia con una misión
personal insustituible (N° 28).
15.
Hay diferentes formas de participación. Estas asociaciones son muy
diferenciadas, pero existe una profunda convergencia en la finalidad
que les anima. La razón fundamental de las asociaciones es
teológica: es signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia en
Cristo. Este es a la vez el criterio de discernimiento de su
autenticidad. En concreto, estos criterios son:
-
Dar primacía a la vocación a la santidad;
-
Confesar la fe católica;
-
Tener comunión con el Papa y los Obispos;
-
Participar en el fin apostólico de la Iglesia;
-
Comprometerse en la sociedad humana (N° 30).
Y las asociaciones deben recibir su aprobación oficial. De esta
forma podemos trabajar con armonía y evitar conflictos entre
diferentes organizaciones.
Preguntas para Nuestra Reflexión
 ¿Cuáles son los ministerios concretos y cuáles son los carismas que
ejercemos como laicos y laicas en nuestras parroquias?
 En nuestra parroquia ¿cómo funcionan las comunidades de base?
¿Estamos abiertos a nuevas situaciones y necesidades?
 ¿Colaboramos con nuestros Párrocos en la comunidad parroquial, y
sentimos que cada uno de nosotros tiene su misión insustituible?
 Las asociaciones que se han formado en nuestras parroquias, ¿cumplen
con los criterios que la exhortación apostólica propone?
Capítulo III:
Les he destinado para que Vayan y den Fruto:
La corresponsabilidad de los Fieles Laicos en la Iglesia Misión
16.
“La comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión:
la comunión es misionera y la misión es para la comunión”. La
misión es llevar a todos a esa comunión en el Hijo, y “El Señor
confía a los fieles laicos, en comunión con todos los demás
miembros del Pueblo de Dios, una gran parte de la
responsabilidad” (N° 32). “Los fieles laicos, precisamente por ser
miembros de la Iglesia, tienen la vocación y misión de ser
anunciadores del Evangelio; son habilitados y comprometidos en
esta tarea por los sacramentos de la iniciación cristiana y por los
dones del Espíritu Santo”… “Por la evangelización de la Iglesia es
construida y plasmada como una comunidad de fe; más
precisamente, como comunidad de una fe confesada en la adhesión
a la Palabra de Dios, celebrada en los sacramentos, vivida en la
caridad como alma de la existencia moral cristiana” (N° 33).
17.
Actualmente muchas comunidades están puestas a la prueba. En
nuestro continente se preservan muy vivas las tradiciones de la
piedad y de la religiosidad popular cristiana; “pero este patrimonio
moral y espiritual corre hoy el riesgo de ser desperdigado bajo el
impacto de múltiples procesos, entre los que destacan la
secularización y la difusión de las sectas” (N° 34). Es como parte
de su misión profética que el cristiano laico y laica tienen que
anunciar el Evangelio en esta clase de mundo: Hay que anunciar la
sorprendente Buena Nueva de que el hombre es amado por Dios. La
tarea de la evangelización es tarea de todos los laicos y las laicas sin
límites ni fronteras. Porque la Iglesia le revela al ser humano quién
el verdaderamente es, y de esta forma la Iglesia hace a la persona
más persona.
18.
Nuestra misión es promover la dignidad de la persona. Nos dice
Juan Pablo:
“Redescubrir y hacer redescubrir la dignidad inviolable de
cada persona humana constituye una tarea esencial; es más,
es la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia, y
en ella los fieles laicos, están llamados a prestar a la familia
humana” (N° 37).
Como es Dios en quien el ser humano encuentra su verdadero ser,
las violaciones de los derechos humanos son también pecados. Por
lo tanto, hay que condenar y terminar con toda forma de
discriminación entre las personas y la dignidad que Dios les da es el
fundamento de la solidaridad de los hombres y las mujeres entre sí.
19.
La inviolabilidad de la persona es reflejo de la absoluta
inviolabilidad de Dios. De todas maneras, esta preocupación por los
derechos humanos “resulta falsa e ilusoria si no se defiende con la
máxima determinación el derecho de la vida como el derecho
primero y frontal, condición de todos los otros derechos de la
persona” (N° 38). Tenemos más responsabilidad frente a la vida
más débil y enferma.
20.
En el N° 39 el Papa no habla de la libertad religiosa como la piedra
angular en el edificio de los derechos humanos. Pero la verdad es
que mucha gente no goza de este derecho fundamental. Los mismos
Padres del Sínodo agradecen a los laicos y las laicas que han sido
testigos fieles en situaciones difíciles, que se juegan todo, hasta la
vida.
21.
De la misión de servir a la persona viene la misión de servir a la
sociedad. Dios hizo a la persona para vivir en sociedad. Y la
primera sociedad es el matrimonio, y el matrimonio es el primer
compromiso social del laico y de la laica. La familia misma debe
ser un instrumento social frente a la sociedad (N° 40).
22.
De allí se sigue que toda la Iglesia está llamada al servicio de la
caridad entendida ésta como el alma y el apoyo de la solidaridad. Es
por eso que el Papa insiste que la caridad no puede separarse de
política, y como consecuencia el fiel laico y la fiel laica tienen que
trabajar a nivel político también. Escuchemos las palabras explícitas
de Juan Pablo al respecto:
“Para animar continuamente el orden temporal… los fieles
laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en
la ‘política’; es decir, de la multiforme y variada acción
económica, social, legislativa, administrativa y cultural,
destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien
común” (N° 42).
El hecho que el mundo político puede ser un lugar de “peligro
moral” no justifica la separación de los cristianos y las cristianas de
ese mundo político, ni su escepticismo. La comunidad política es el
medio concreto para conseguir el bien común. El objetivo del
mundo político debe ser la defensa y la promoción de la justicia.
Como la sociedad es pluralista, los laicos y las laicas tenemos que
respetar la autonomía de las realidades terrena, pero por el otro
lado, conocedores de la Doctrina social de la Iglesia, los laicos y las
laicas debemos hacer presentes los valores evangélicos en la
sociedad, especialmente la solidaridad. Solidaridad no es un
sentimiento vacío sino una determinación firma de empeñarse por el
bien común. Y el fruto de la actividad política solidaria debe ser la
paz. No podemos quedarnos callados ante las fuerzas que se oponen
a la paz. Hay que colaborar con los que buscan la paz, promover los
valores cristianos, y rechazar las formas inaceptables de violencia.
23.
En esta parte de su encíclica (N° 43), Juan Pablo nos hace acordar
su propia encíclica anterior sobre el trabajo humano: Laborem
Exercens El momento esencial del servicio a la sociedad es la
cuestión económica-social, la organización del trabajo. La Doctrina
Social de la Iglesia parte del principio de la destinación universal de
los bienes. El concepto de propiedad privada tiene que estar al
servicio de esta destinación universal: los fieles laicos y las fieles
laicas debemos comprometernos a resolver las grandes crisis del
mundo del trabajo, por ejemplo la desocupación, y a promover la
solidaridad entre los obreros. Como los hombres y las mujeres
ofrecen su trabajo a Dios, se asocian a la propia obra redentora de
Dios.
24.
Del tema del trabajo humano el Santo Padre pasa al tema de la
cultura humana:
“La cultura debe considerarse como el bien común de cada
pueblo, la expresión de su dignidad, libertad y creatividad, el
testimonio de su camino histórico. En concreto, sólo desde
dentro y a través de la cultura, la fe cristiana llega a hacerse
histórica y creadora de historia” (N° 44).
En un sentido expreso el Papa nos llama como fieles laicos y laicas
a estar presentes en el mundo de la cultura e inclusive a
“subvertirla”:
“alcanza y casi trastornar mediante la fuerza del Evangelio
los criterios de juicio, los valores determinantes… que están
en contraste con la palabra de Dios y con su plan de
salvación”.
De esta manera evangelizamos profundamente la cultura.
Preguntas para nuestra Reflexión
 Como laicos y laicas nos sentimos realmente co-responsables con la
misión de la evangelización? O en la práctica ¿hemos dejado esta tarea
exclusivamente a los Obispos, sacerdotes y religiosos/as?
 ¿En nuestro ambiente se siente el desafío de la secularización o el peligro
del secularismo?
o Si respondemos que si, ¿cómo estamos intentando responder a este
reto?
o Y si respondemos que no, ¿entonces qué cosa consideraríamos
como el desafío más grande de nuestra cultura local?
 En nuestra realidad ¿cómo anda la situación de los derechos humanos y
cómo estamos respondiendo como Iglesia para promover la dignidad de la
persona y defender el derecho a la vida?
 El Papa no dice que no podemos abandonar nuestra responsabilidad en el
mundo político ¿En la práctica qué significa para nosotros promover la
solidaridad en el mundo político y en el mundo del trabajo humano?
 En la última sección de este capítulo el Santo Padre nos invita a
evangelizar nuestras culturas profundamente:
o ¿Cuáles son los valores evangélicos que ya encontramos en nuestra
cultura?
o Y ¿cuáles son los valores evangélicos que faltan en nuestra
sociedad y que debemos anunciar?
Capítulo IV:
Los obreros de la viña del Señor
(Nos. 45 a 54)
25.
En este capítulo de la exhortación Juan Pablo nos habla acerca de la
variedad de vocaciones de los laicos y de las laicas dentro de la
Iglesia: Los y las jóvenes como la esperanza de la Iglesia y
protagonistas de la evangelización; los niños y las niñas como
signos del Reino de Dios; y los ancianos y las ancianas para su
aporte de sabiduría. Luego profundiza más en el papel de la mujer
sobre todo como agente de la evangelización.
26.
Cuando reflexionamos sobre el espacio que la mujer debe ocupar en
la Iglesia, vemos que no existe ninguna discriminación en el plano
de la relación con Cristo y en el plano de la participación en la vida
y la santidad de la Iglesia. La mujer tiene un papel en la misión
evangelizadora de la Iglesia: El Sínodo insiste que las mujeres
también deben formar parte de los consejos pastorales y tomar parte
en la elaboración de decisiones (N° 51). Pero hay otros campos que
los hombres han dejado a las mujeres y que convienen que sean la
tarea de ambos: como por ejemplo, la educación religiosa de los
hijos y de las hijas.
27.
Otra vocación específica dentro de la Iglesia es la de las personas
enfermas y de las que sufren: Los enfermos y las enfermas también
son obreros de la viña: no sólo de llevar el dolor sino por la fuerza
del Resucitado para convertirla en alegría. En una pastoral renovada
se ve al enfermo y a la enferma no sólo como objeto del amor sino
sujeto de la evangelización.
28.
En resumidas cuentas, todos en la Iglesia somos a la vez objeto y
sujeto de la comunión de la Iglesia y la participación en su misión.
Las diferentes modalidades de vocación son a la vez diversas pero
complementarias.
Preguntas para Guiar nuestra reflexión
 ¿Qué papel ocupa la mujer dentro de nuestra Iglesia local?
 ¿Nos parece que todavía existe el problema del machismo en nuestras
Iglesias locales?
 ¿Cómo pueden los enfermos y las enfermas tener un papel activo en la
misión de evangelización de la iglesia?
Capítulo V:
Para que den más fruto
La formación de los fieles laicos
(Nos. 57 a 64)
29.
Los Padres del Sínodo han dedicado gran parte de su tiempo al
asunto de la formación cristiana permanente e integral de los laicos
y de las laicas. Y esto debe ser una prioridad de cada diócesis. El
objetivo de la formación es descubrir la vocación propia del laico y
de la laica: Como Dios llama a cada uno por su nombre a través del
desarrollo histórico de nuestra vida, sólo se revela la vocación
gradualmente de día en día.
30.
El Papa nos cuenta en el N° 59 que esta formación debe ayudarles a
los laicos y a las laicas a vivir en la unidad. No se deben separar los
mundos “espirituales” y “seculares” porque el mundo real es donde
Dios se hacer revelar y es en el mundo donde se ejerce la fe,
esperanza y caridad:
“una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente
acogida, no enteramente pensada, no fielmente vivida”.
Esta formación tiene que ser a la vez espiritual y doctrinal “para
profundizar la fe y dar razón de la esperanza” (N° 60).
También es necesario un conocimiento más exacto de la Doctrina
Social de la Iglesia. Porque si los Pastores proponen los principios
morales sobre el orden social, todo cristiano y cristiana tiene el
deber de defender los derechos humanos pero sólo los laicos y las
laicas participan en los partidos.
31.
¿Quién asume la tarea de la formación integral? Dios es el primer
gran educador de su pueblo (Deuteronomio 32,10-12). En la Iglesia
universal el Papa tiene un rol especial como educador. Y los
Obispos tienen esta tarea en las Iglesias particulares. Y dentro de la
diócesis la tarea educadora se lleva por las parroquia y las
comunidades eclesiales. Por otra parte, la familia cristiana es como
Iglesia doméstica porque es la primera experiencia de la Iglesia para
los hijos y las hijas. En este N°. 62 el Papa también habla
detalladamente sobre la tarea de las escuelas y especialmente las
universidades en la formación de profesionales laicos y laicas.
32.
“La formación no es el privilegio de algunos sino el derecho y el
deber de todos”. Hay que dar especial énfasis a los pobres, dice el
Sínodo, “los cuales pueden ser ellos mismos fuente de formación
para todos” (N° 63). También hace falta prioridad a la formación de
los formadores.
33.
Juan Pablo II termina su encíclica con un llamamiento y una
oración: Que seamos conscientes de la extraordinaria dignidad que
se otorga por el bautismo que nos ha hecho hijos e hijas de Dios.
Esta “novedad cristiana” viene a todos, y en los laicos y en las
laicas se manifiesta por la índole secular. Y en segundo lugar que
seamos conciencies del misterio de la Iglesia-comunión: que
seamos uno. En vísperas del Gran Jubileo del año 2000, porque el
Papa escribió esta exhortación en 1988, nos hizo recordar que
tenemos que reconocer el mandato que es la nueva evangelización.
Preguntas para Guiar nuestra Reflexión
 ¿Cómo es el programa de formación de laicos y laicas en nuestra Iglesia
local? ¿Se da importancia tanto a la formación espiritual como a la
formación profesional humana de los laicos y de las laicas?
 ¿E qué sentido se puede decir que los pobres son los que nos evangelizan
y nos forman?
 Cuando celebramos el V° Centenario de la Evangelización de América
latina en 1992 (cinco años después de la Christifideles laici), ¿tomamos
en serio la tarea de la “Nueva Evangelización de las Nuevas Culturas “ ¿Y
ahora?
Descargar